Mañas, José Ángel - Manos
Mañas, José Ángel - Manos
Mañas, José Ángel - Manos
Manos
Mis manos son preciosas. Y no es porque lo diga sólo yo. Lo dice todo el mundo:
hasta la chica que me hace la manicura, que ha visto muchísimas manos. O sea que no
es pura vanidad: tengo unas manos preciosas. Me encanta verlas corretear por el teclado
del piano: es como si tuvieran vida propia. ¡Son tan bonitas! Para enseñarlas procuro
llevar las chaquetas un poco cortas, y siempre que me quedo en camisa, doblo
cuidadosamente las mangas. También fumo mucho, que es otro modo de lucirlas.
¡Míralas! ¡Pero míralas! Tienes que admitir que son perfectas. Blancas, sin nada de
vello, los huesos delicados. A ver ahora las tuyas. Enséñalas, anda. Ay, qué horror:
tienes manos de mecánico. ¡Y qué uñas tan feas! Si es que eres un bestia, no les prestas
nada de atención. Tienes que cuidarlas más y hacerte la manicura de vez en cuando,
chico. [...] ¿Por qué lo preguntas? Yo me dedico a esto durante el día y a la música
durante la noche [...] ¡Claro que soy músico! ¿No has visto mis dedos? Son dedos de
pianista. Pero, vamos a ver, ¿te la leo o no? [...] Ya sé que es caro, pero tengo que
ganarme la vida, corazón. Además, los del Tarot no me dejan bajar el precio, sería
competencia desleal. [...] Vaya por Dios, ahí llega ese cuarteto de música clásica que se
pone aquí todos los domingos. Siempre están desafinando. A veces me dan ganas de
regalarles un afinador electrónico y decirles: mirad aquí, con la agujita en el centro, un
La de cuatrocientas cuarenta pulsaciones. [...] No te rías, que es verdad. Son malísimos.
Pero, eso sí, son muy téc-ni-cos. Hay días que me tapo los oídos con algodoncitos y me
acerco para verles mover las manos, ¡es algo tan hermoso! [...] Sí, claro. Se paga por
anticipado, corazón. [...] Muy bien, vamos con ello. Tienes una mano útil con dedos en
forma de espátula -feísimos, por cierto-. Eres una persona práctica y trabajadora. En fin,
que no eres un Einstein, cariño. Tienes una línea de la vida muy marcada -vivirás
muchos añitos- y la línea del amor es prometedora -tendrás dos grandes amores, te
casarás, tendrás un hijo y [...] No, yo no tengo hijos. Tampoco tengo hermanos y mis
padres murieron hace tiempo. Pero tengo amigos. Está Gina, que es cantante. Juntos,
hacemos muy buena pareja. Ella pone la imagen y yo la música. Gina tiene unas manos
muy hermosas. Aunque no tanto como las mías, claro. Si quieres que te hagan la
manicura, ella es la mejor. Es divina. [...] Uy, perdona, ya ves que se me ha pegado su
manera de hablar. Ahora que me fijo: ¿qué te ha pasado en el pelo? [...] Bueno, más vale
ser calvo que tener cáncer, por ejemplo. Digo yo, ¿no? [...] Uy, uy, eres un chico
peligroso. Tienes un pulgar muy cortito. A este pulgar se le llama el pulgar asesino
porque... ¿¡Pero qué haces!? ¡AYY, AYY, AYYY! ¡SUELTAME LA MANO! ¡AYYY!
¡MIS DEDOS! ¡SOCORRO! ¡SOCORRO! ¡SOCORRO!
¡ÉSE! ¡EL CALVO QUE SE VA CORRIENDO! ¡ÉSE ES! ¡ME HA RETORCIDO
LOS DEDOS! ¡ME HA ROTO EL MEÑIQUE! ¡LLAMAD A UNA AMBULANCIA!
¡POR FAVOR! ¡QUE ME VOY A DESMAYAR!
¿Dónde estoy? Oh, mi mano: ¡me la han escayolado! [...] No me digas que me
calme. Lloro si me da la gana, ¿te enteras? ¿Es que no te das cuenta? Es mi mano. ¡MI
MANO! [...] Vale, vale. Me tranquilizo, me tran-qui-li-zo. Lo siento, ha sido la angustia
[...] ¿Tanto me ha durado el desmayo? No puede ser. Tengo que hablar con el doctor. Es
muy importante, ¿es que no lo entiendes? No, ya veo que no. Eres un poquito lela,
¿verdad, niña? [...] Ah, ¿sí? Pues ¿sabes lo que te digo? [...] Oye, no te pases, ¿eh? Sé
perfectamente cómo soy, tengo espejos en mi casa. [...] Mira, o llamas a un médico
ahora mismo, o me pongo a gritar [...] ¿Qué no? Ya verás: ¡DOCTOR! ¡DOCTOR!
¡DOCTOR! ¡NO ME PIENSO CALLAR HASTA QUE VENGA EL DOCTOR!
¡¡¡DOCTOOOOOOR!!!
Me alegro de que haya venido. Las enfermeras casi me rompen la otra mano
intentando hacerme callar. Sé que me he puesto nervioso pero es que [...] ¿Cuánto
tiempo voy a tener que estar así? [...] ¡Un mes! Eso es imposible. Soy pianista y tengo
que actuar esta noche. No puedo estar un mes sin trabajar. Me voy a morir de hambre.
[...] Eso no le incumbe. Tuve un accidente, un accidente de coche, pero no quiero
recordarlo. No tenía dinero para pagarme la cirugía estética, ¿le parece razón suficiente?
[...] No, no tengo seguridad social. [...] Pues claro que no puedo. [...] ¿De dónde quiere
que saque el dinero? Y ahora, quítese de en medio, que tengo que irme. Por favor,
quítese de en medio, que no quiero. [...] ¡Se lo advertí!
Uff, menos mal que he conseguido escapar de aquel sitio. El médico al que le metí
el dedo en el ojo era majo, pero las enfermeras, antipatiquísimas todas, unas brujas. Oh,
mi mano, mi mano. ¡Qué tragedia!
Gina, ¡mira lo que me ha pasado! ¿Has visto? Ha sido un hijo de puta, un hijo de
puta, un hijo de puta. Lo tenía que haber sabido en cuanto vi su pulgar. El médico me ha
dicho que tardaré un mes en poderme quitar la escayola. Pero, para entonces, ¡habré
perdido toda mi agilidad! ¿Qué voy a hacer ahora, Gina? ¿Qué puedo hacer? Mis manos
eran lo único que me quedaba. Mírame bien: mira este cuerpo y mira este rostro. Yo no
soy nadie sin mis manos. Cojeo, tengo los huesos llenos de remiendos y la cara hecha
una pena. ¿En qué voy a trabajar? ¿Cómo voy a pagar el alquiler? [...] No, yo no sé
cantar, y tú lo sabes. [..] Gina, déjame tu pistola. Déjamela, por favor. Gina, por favor.
Sólo por si viene ese tío otra vez. ¡Por favor!
Y ahora, ¿qué? No, no voy a ir a ver a Gina. Que le acompañe otro. No quiero ir
porque me preguntarán por qué no toco. Y todo el mundo se fijará en mi mano. No
quiero que nadie me vea así. Nadie.
¿Quién es? No, no y no. No quiero salir y no voy a abrirte. No soy idiota y, sí, me
siento ridículo, gracias por recordármelo. Yo así no salgo, ya te lo he dicho, Gina. Si de
verdad eres mi amiga, déjame solo. No pienso salir de esta habitación. No pienso salir
de esta habitación. No pienso salir de esta habitación. No pienso salir de esta habitación.
NO PIENSO SALIR DE ESTA HABITA CIÓN.
Odio ese chirriar de la cama, lo odio. Tengo en mi mano buena la pistola de Gina.
Qué miedo. Me siento solo. Todo está a oscuras. Sólo se oye esa maldita cama. Gina
puede putear, tiene un cuerpo bonito. Yo, ¿qué tengo? No tengo nada, no soy nada. No
he tenido suerte en la vida. Mi cara es una grotesca caricatura de lo que he sido. Porque
yo era bien parecido antes de aquel accidente. ¿Por qué me tuvo que pasar a mí? ¿Por
qué? Es horrible.
Gina sigue trabajando. Desde aquí se oye todo: ahora baja por las escaleras. Se va a
la calle. Ella es la única que me anima a seguir viviendo. Le doy pena. Por eso se
acuesta conmigo de vez en cuando. Tengo que comer algo porque me estoy
deprimiendo. Mierda, la nevera está vacía.
Ahí vuelve Gina. La oigo subir con alguien. Ella tendrá comida.
¡Coño!, baja un vecino. Voy a meterme otra vez en casa, no quiero que me vea.
Ya está, vamos arriba. Cómo me cuesta subir por las escaleras con esta maldita
pierna. No tengo desperdicio, estoy jodido entero.
¡Gina, ábreme!
No me oye. Será mejor que espere a que termine.
Gina abre la puerta y sonríe. Yo me pongo nervioso, no me lo puedo creer. ¿Sabéis
quién está sentado en la cama, poniéndose los pantalones? Es el hijo de puta que me ha
roto el dedo. Voy a tener que dejar de quejarme. No tengo tan mala suerte como creía.
El calvo se ha puesto pálido al verme sacar la pistola. Sabe que le voy a matar, el muy
cerdo. Gina se asusta, es demasiado buena. ¡No lo hagas!, grita. El cabrón del calvo se
ha puesto de rodillas y me suplica que no le mate. Gordo asqueroso.
Gina se abalanza sobre mí, pero es demasiado tarde.
Pum, adiós cerdo.
La pistola me ha estallado en la mano. El calvo sale corriendo de la habitación.
Gina me abraza y llora. Dice que me va a llevar al hospital. La mano me duele mucho,
pero no quiero mirar. También es mala pata que sea la buena.
Vamos, sí. Vamos al hospital... Yo también te quiero, Gina.