General Kim Taekook-1

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Donde para Jungkook la felicidad es inexistente al convivir

con un padre homofóbico, quien decide que enviarlo al


ejército lo hará aumentar su hombría...; cuando, en
realidad, lo único que logrará es que caiga rendido ante un
sexy y molesto general.

❝General Kim, estoy comenzando a pensar que tiene un


fetiche con ordenarme a hacer cosas.❞
✦ Historia que contiene escenas fuertes y sensibles. Leer
bajo discreción.

✦ Contenido HOMOSEXUAL y explícito.


✦ Angst/drama.
ANTES DE LEER
A continuación algunas advertencias a tomar en cuenta
antes de empezar la lectura:
1. No es una historia de sexo. Lo menos que contiene esta
historia son escenas sexuales. Si bien se hacen
alusiones, no hay narraciones concretas al respecto; así
que si viniste aquí pensando que habría solo sexo, te
recomiendo que vuelvas a leer las etiquetas y la
descripción de la historia cuidadosamente.
2. Aviso de contenido explícito. La lectura a continuación
contiene:
- Violencia, tanto física como verbal.
- Mención de abuso físico.
- Mención de enfermedades.
- Escenas de autolesión/suicidio, entre otras.
- Lenguaje despectivo y homofobia.
3. Las escenas presentadas son únicamente ficción.
Todas las situaciones que se narran en esta historia son
creadas por mí. Nada de lo que sucede es real.
4. Algunos personajes son ficticios. A veces escribo un
nombre simplemente porque se me ocurrió; no siempre
tiene que ser un idol o una persona real. No se tomen los
nombres de personajes equis a pecho.
5. Escenas sensibles. Es redundante pero me parece
necesario aclarar que, si eres demasiado sensible a
escenas muy tristes, omite esta historia, ya que tiene en su
mayoría escenas de ese tipo.
Una vez presentadas las debidas advertencias, solo me
queda decirles que continuar con la lectura es su decisión.
General Kim no trata únicamente de amor y dolor. Esta
historia se basa más que todo en la superación personal;
busco profundizar en el desarrollo de los personajes
principales antes que cualquier otra cosa, dándole, eso sí,
ese toque de romance necesario.

No es mi culpa
General Kim
Prólogo93


Maldito viejo, pensaba Jungkook mientras lo miraba con
odio sentado en su sofá de cuero. Lo había encontrado
nuevamente hablando con un chico, ¡pero solo estaban
hablando! El chico le preguntaba donde podía encontrar
una panadería cercana y Jungkook, amablemente, le dio
una dirección.2
Luego, que el chico le haya entregado su número, no era
culpa de él.10
El caso es que su padre se enfureció, y, como nunca antes,
empujó a Jungkook a la casa y le dio la paliza de su vida.
Jungkook aún tenía que sujetarse el estómago porque temía
que en cualquier momento se le cayera.30
Con veinticinco años y aún viviendo con su padre, el castaño
había pensado varias veces en irse; pero al estar
desempleado, y ser gay, era muy difícil que alguien lo
contratase. Al parecer, ser homosexual te incapacita para
trabajar. Sin contar, además, los constantes maltratos de su
padre homofóbico.28
Mientras lavaba los platos, aguantando con todas sus
fuerzas el dolor de su abdomen y el ardor de su cara,
Jungkook suspiraba y pensaba en su madre. No la culpaba
de nada; si Jungkook hubiese estado en su lugar, también se
habría suicidado. Recordaba lo último que le dijo, «Nada de
esto es tu culpa, Kook. Eres maravilloso, seas como
seas», y lo triste de todo eso, es que Jungkook seguía
culpándose. Se culpaba por la muerte de su madre, porque
su padre llegara ebrio todas las noches y lo golpeara hasta
dejarlo en el suelo, sin fuerzas de continuar; se culpaba por
no ser normal, porque no podía enorgullecer a su padre
trayendo una chica a casa y, en su lugar, mirara a su vecino
con ojos de corazón. Y como si no fuera suficiente, se
culpaba, más que todo lo demás, por su existencia.40
— Ya lavé los trastes —habló el castaño a su padre, con un
hilo de voz, apenas pudiendo mantenerse en pie—. ¿Puedo
irme?
Su padre no contestó, pero él no aguantaba más. Se fue
escaleras arriba y se encerró, lanzándose en su cama,
llorando porque él no pidió ser así. Él ni siquiera sabía qué
significaba cuando a los catorce quiso que su compañero de
mesa en el instituto lo besara, cuando a los dieciocho se
enamoró del capitán del equipo de futbol o cuando a los
veinte besó a su compañera de trabajo y no sintió nada.
No era su culpa.118
Pero, aun así, él sentía que todo el universo lo estaba
culpando... Y ese trece de abril, a las siete con treinta y seis
minutos de la noche, cuando una carta llegó a las manos de
su padre, su vida cambió para siempre.

Ingreso
Jungkook bajó del autobús con un suspiro resignado, tomó
su pequeño bolso de mano y se formó con los demás.77
Su padre lo había enviado al ejército, o, más bien, a una
escuela militar en donde le enseñarían a ser más hombre...
Irónico, porque apenas llegó el olor masculino se adentró en
sus fosas nasales como un torbellino, haciéndolo encogerse
y suspirar, y luego mirar alrededor para percatarse de que,
efectivamente, estaba rodeado de hombres. Negó con la
cabeza, suprimiendo sus instintos de querer pavonearse.44
Cuando la columna avanzó y él estaba por dar un paso,
alguien lo empujó por detrás.
—¡Oh! Lo siento, alguien me empujó también —se disculpó
un chico. Jungkook lo estudió: era bajito, demasiado, y
tenía una cara de bebé que no se la quitaba ni siquiera el
pelillo que le estaba creciendo como "barba". Jungkook
hubiese creído que el chico tenía diecisiete años si no
hubiese sido porque al ejército se entraba a partir de los
veinte.28
—No te preocupes —dijo sin subir la mirada, confundido
sobre tratarlo con respeto o no, pues no sabía si era mayor.
—¿Oh? ¿Estás bien? —preguntó él, bajando su carita para
poder observar la de Jungkook. El castaño se encogió más,
buscando de alguna forma volver invisibles los golpes que
había en su cara.1
—Sí —dijo de forma escueta y se giró para continuar con la
fila.
Jungkook odiaba esperar, y más si lo que seguía después de
la espera no iba a gustarle. Suspiró otra vez, observando el
número en la pequeña placa de metal: 625... Quién diría que
ese sería el número que lo condenaría. 2
En otra fila, Jungkook observó a un hombre de cabellos
negros y uniforme subir a una plataforma con un megáfono
en la mano.
—¡Al escuchar su número den un paso al frente! —exclamó
con voz cruda, haciendo que los vellos de su nuca se
crisparan. El castaño detalló cómo, lentamente, se iba
vaciando el lugar. El chico que lo había empujado fue
llamado y Jungkook lo observó, era pequeño, como un
gatito en una jaula de tigres. Sintió el deseo de protegerlo.
Protegerlo como nadie lo había protegido a él.246
Cuando su número fue gritado caminó, dando una mirada
desdeñosa al hombre. Siguió a un oficial, o comandante...
Ni siquiera sabía cómo llamarlos. Apartó la vista e intentó
bajar más la visera de su gorra, buscando cubrir su
magullado rostro. Se la había puesto hace pocos minutos
pues no dejaban de mirarlo, de juzgarlo, de hablar sobre él.
El hombre lo guio hasta otra habitación, un cuarto bastante
pequeño en donde había cuatro literas. Le dijo que esta
sería su habitación, que se preparara pues el general
vendría a conocer a los reclutas. Jungkook tomó la cama del
final: simplemente dejó su bolso sobre la de arriba,
reclamándola como suya; sin embargo, pronto escuchó
pasos y se tensó enseguida, mirando hacia la puerta. El
menudo chico que había 'conocido' antes estaba ahí,
mirando las camas sin percatarse de su presencia.
—Oh —dijo cuando lo vio—. ¡Hola de nuevo! —saludó.
Jungkook no entendía por qué estaba tan feliz.16
— Hola... —respondió y miró alrededor cuando sus otros
compañeros llegaron.
—Soy Jimin. ¿Cómo te llamas? —preguntó sonriente el
chico.13
—Hm, Jungkook —respondió el castaño, dudoso, pero
dejando entrever una sonrisa.
—¿Eres un hyung? Tengo veinticinco.
—Uh, también yo.
—¡Es muy bueno! ¿Puedo llamarte Jungkook-ssi? Ya que no
debo usar el honorífico, espero que seamos amigos —
comentó Jimin con una sonrisa tan cautivadora que
Jungkook se sintió aturdido. El chico sin duda era precioso,
pero no como le gustaban a Jungkook. Jimin era bonito,
tierno, se podría confundir con un niño y era como una
bolita de arroz. A él le gustaban los hombres fornidos, altos
y duros. Desgraciadamente, la mayoría eran heterosexuales,
así que Jungkook los veía como un fruto prohibido. Jimin
tal vez podría ser un muy buen amigo.41
En la formación para conocer al general, observó a sus
compañeros, o a los "reclutas", y automáticamente se sintió
fuera de lugar y desprotegido. El hombre anterior estaba al
lado de una puerta, y se dio cuenta de que lucía
endemoniadamente sexy en ese uniforme. Fue un enorme
error de su padre el enviarlo a un reclutamiento militar,
porque Jungkook estaba un poco encantado.22
Aunque, bueno, cuando las puertas se abrieron y el
aclamado general entro por ellas, Jungkook no volvió a
mirar a otro sujeto en ese lugar. Quedó encandilado por su
porte y elegancia... Y él no pudo apartar la vista. No pudo
mirar a nadie más. 1

Sus ojos estaban más que fijos en el general.25


Debería dar charlas
motivacionales
Jungkook abrió la boca agarrando aire, porque el hombre
frente a él era, por mucho, el más sexy y caliente que había
visto en la vida. Estaba confundido: no sabía si había
desarrollado un nuevo fetiche por hombres uniformados o
si estaba un poco enamorado a primera vista de ese
bombón; sin embargo, sea cual sea el motivo, cuando vio la
mirada afilada y la mandíbula apretada de aquel hombre,
sus rodillas temblaron y su respiración falló, haciéndolo
jadear.31
—¡Todos firmes para recibir al general Kim! —vociferó el
pelinegro anterior y todos se pusieron rectos. Jungkook los
siguió tardío. Kim era un gran apellido.29
El general caminó entre todos los reclutas, observándolos
como si todos fueran excelentes carnadas para los lobos.
Estudiaba los rostros, identificando quién iría a lavar los
baños y quién se encargaría de cargar un arma.
De pronto, su mirada se topó con la de Jungkook y, oh,
mierda. Jungkook la apartó de inmediato, sintiendo sus
pantalones apretados. Mordió su labio y miró la nuca del
hombre que tenía al frente, pensando que era la cosa más
interesante en el lugar. Pero entonces, cuando el general se
acercó, Jungkook chupó una respiración, rezando a quien
sea que lo escuchara.30
—Tu nombre —pidió el general con voz neutra.
—J-Jungkook, Jeon Jungkook —respondió el castaño con
la mirada en el piso, incapaz de levantarla y mostrar su
rostro magullado. Se avergonzaba de mostrar sus golpes,
que descubrían su vulnerabilidad. Pero al parecer el general
tenía otros planes, pues enseguida le quitó la gorra, de
forma brusca, causando que sus cabellos castaños se
despeinaran. Jungkook apretó sus ojos cerrados.
—Oh, tenemos un abusivo por aquí —se buró el general y
tomó bruscamente el mentón del chico. Jungkook podía
sentir todas las miradas sobre ellos y quiso gruñir porque él
no era un abusivo. Absolutamente nunca en su vida se
convertiría en su padre.21
—No soy un abusivo —replicó él, pero el general ni siquiera
le prestó atención; lo ignoró y siguió caminando, llevándose
la gorra con él. Se detuvo al lado de tres personas más,
humillándolos y sacando cosas que a él no le parecían
correctas. Quizás esa era su absurda forma de demostrar
poder en los demás.
Al cabo de unos segundos, el general se subió a la
plataforma y tomó el megáfono.
— Soy el general Kim —habló, observando a su alrededor—,
pero pueden llamarme su peor pesadilla. —Nadie se
inmutó; ni un jadeo, ni una queja. Nada—. Están aquí para
ser entrenados, amaestrados y disciplinados. La mayoría de
ustedes vino aquí por obligación y estoy muy feliz por eso;
quizás en sus casas saben que necesitan disciplina. No voy a
tolerar conductas abusivas, quejas ni mucho menos
¡altanerías de chiquillos mimados! —Señaló hacia el frente
con una mirada amenazante—. Explicaré algo muy
importante. —Hizo una pausa y se bajó de la plataforma,
dejando el megáfono al hombre anterior. Aparentemente,
su voz era lo suficientemente fuerte como para ser
escuchada por más de doscientos reclutas sin un
amplificador.8
»Aquí hacemos las cosas un tanto... diferentes. Nos
dividimos en una especie de jerarquía: los mejores tienen
privilegios y los peores, umm..., no tantos. ¡Se castiga la
indisciplina! ¿No están entiendo? Les explico. —Suspiró al
ver las caras confundidas y prosiguió—: Aquí entrenamos a
hombres con honor, con valentía, que están dispuestos a
morir en el campo. ¡Que tienen agallas!, no a hijos de papá y
mamá que disfrutan de golpear a los más débiles o del
trabajo fácil. Si alguno de aquí no cumple las órdenes que el
oficial al mando o yo les demos, irá a limpiar los baños, se
encargará de toda la limpieza e, incluso, de servir las
comidas. —El general hizo otra pausa para mirar a todos—.
Vinieron aquí a volverse hombres de honor. Si no les gusta
están a tiempo para devolverse a sus casas y ser una
vergüenza para sus familias, pero si deciden quedarse,
trabajarán y pelearán duro: sin quejas, sin lloriqueos.59
Todos se quedaron quietos, esperando alguna orden o señal
que les indicase que podían moverse. Jungkook suspiró
rendido. Tenía las piernas entumecidas por tenerlas tan
rectas y su estómago gruñía por la falta de comida.
—Hoy pueden tomarlo como un día de descanso —dijo el
general—. Mañana los quiero a todos listos y preparados a
las cinco de la mañana en punto. ¡Si alguien llega un minuto
tarde será castigado! —Jungkook casi gimió: él no era para
nada una persona mañanera y levantarse a las cinco para
ser torturado no era una idea que le apeteciera mucho.33
El general dio la señal de que podían descansar y todos se
retiraron al comedor. Jungkook, enojado, pensó en el pobre
discurso del general que se supone debía ser alentador.
Debería dar charlas motivacionales. 3
Mirando al suelo en todo momento se sentó en la mesa más
alejada, la que quedaba justo al lado de la puerta de la
cocina y que era cubierta cuando esta era abierta. Exhaló
fuerte, desgarrando la bolsa en la que estaban envueltos los
palillos, y estaba dispuesto a comenzar comer cuando
alguien lanzó su bandeja a su mesa, sobresaltándolo.
—Oh, lo siento, no quería asustarte. —Jimin, el chico que
se presentó antes, sonreía de forma avergonzada y un tierno
sonrojo decoraba sus mejillitas—. ¿Puedo sentarme?7
Jungkook miró al rededor. Había varios hombres sentados
en grupo y, al parecer, él era el único solo. Se encogió de
hombros y el menudo rubio lo tomó como una aprobación.
—Tú no hablas mucho, ¿cierto? —Jungkook negó—.
Descuida, mi mamá dice que hablo hasta por los codos y se
compadeció de mis compañeros de cuarto. Ella dice que
tengo un trastorno que me impide dejar de hablar y... —
Jungkook dejó de escucharlo cuando el general entró a la
cocina con las manos en los bolsillos del uniforme. Sus
medallas relucientes brillaban más que las luces del
comedor. Jungkook suspiró—... Oh, lo siento, te estoy
hartando... Mejor pondré comida en mi boca para
mantenerla ocupada —dijo Jimin avergonzado, con una
sonrisa triste.58
Jungkook negó otra vez. —No, no me molesta... Es... A veces
es bueno la compañía. —Jimin lo miró, no muy
convencido—. Es... Solo me distraje, lo siento.
—¿De dónde eres?— preguntó Jimin e ignoró las disculpas,
como si nada hubiese pasado.
—Um, Daegu.
—Yo soy de Busan. ¿Tienes hermanos? —Jungkook negó—.
Yo sí, tengo una hermana mayor y uno menor.
—¿Puedo hacerte una pregunta? —Jimin se detuvo y asintió,
sorbiendo su ramen—. ¿Por qué te ves tan... feliz? Es decir,
no me malentiendas, pero parece que vinieras a un
campamento en lugar de un internado militar, o no sé qué
rayos sea esto.
—Es un entrenamiento militar. Mi padre me inscribió
porque dijo que el general Kim Taehyung es el más
aclamado. Dicen que es el mejor entrenador que la milicia
de Corea del Sur puede tener. Tiene doce medallas y
algunas de ellas entregadas por el mismísimo presidente. —
Jungkook frunció el ceño. No tenía idea de por qué la
conversación giró en torno al general cuando la pregunta
que hizo no tenía nada que ver con él, mas asintió de igual
forma: era una información interesante—. Algunos vienen
aquí por cuenta propia, a otros los obligan, otros vienen a
cumplir servicio por ser abusivos o un problema para la ley.
—Jimin lo miró y Jungkook esperó ver una mirada
acusadora, preparado para reclamar que no era un
abusivo.1
Sin embargo, en esos pequeños ojos no había una mirada
cargada de acusación. Había compasión y tristeza, y
Jungkook se sintió un poco ahogado por la mirada del joven
y, tal vez, un poco intrigado por la nueva información
adquirida.

Va a necesitar unos pulmones


nuevos después de esto
Jungkook nunca había sido una persona atlética.37
Lo supo desde preparatoria, cuando fingía dolores de
estómago graves para faltar a la clase de gimnasia. Siempre
conseguía salirse con la suya, pero cuando le tocaba huir de
los bravucones siempre lo alcanzaban en cuestión de
segundos porque su resistencia y velocidad era la peor.13
Así que ahí estaba, con dos enormes bolsas negras bajo sus
ojos porque en la noche se le hizo imposible dormir al estar
pensando en como escaparía de eso —además, Jimin jamás
se callaba; ese chico no tenía un botón de apagado por
ningún sitio—. Se lavó la cara, y aunque hizo lo posible para
ocultar los moratones que le regaló su maravilloso padre
(sarcasmo, por favor), todo fue en vano porque,
simplemente, no había manera de ocultarlos. La única gorra
que había traído el general se la llevó a quién sabe dónde.1
—Ah, estoy un poco emocionado —dijo el rubio en el
desayuno. Jungkook estaba que se caía del sueño, ya que,
cuando por fin estaba por dormir, una horrible y
estruendosa alarma levantó a todos del cuarto de un salto;
pero concluyó con que no eran más de las cinco de la
mañana.
—¿Emocionado por qué? —cuestionó, extrañado por el
entusiasmo mañanero del rubio.
—No lo sé, el entrenamiento. Muchos murmullan que va a
ser bastante duro, aunque no me sorprende: es el general
Kim de quien estamos hablando...2
Jungkook realmente se dio cuenta de que Jimin le tenía un
gran estima al general. Aun así, no entendía cómo eso podía
emocionarle.
—Muy bien, ¡los quiero a todos formados en diez! —el
hombre de cabellos negros y uniformado gritó, su voz gélida
y firme. Cuando vio que nadie se levantó, dio un fuerte
golpe en la mesa, alertando a varios—. ¿¡No escucharon!?
¡MUÉVANSE, AHORA! DIEZ, NUEVE... —Todos se
movieron, dejando las bandejas de lado, y se formaron
afuera de la cafetería de forma desordenada. Jungkook
quedó dos personas detrás de Jimin. 3
El uniformado los inspeccionó a todos, arrancando suéteres,
bandanas, gorros para dormir e incluso hizo que un hombre
hiciera cuarenta lagartijas porque, según él, "aún está
dormido". Jungkook tragó saliva.5
Y tuvo que volver a hacerlo cuando vio al general Kim
aproximándose por los pasillos frente a ellos; su mandíbula
apretada y su caminar decidido. Jungkook se salió un poco
de la fila para poder admirar a aquel dios sensual caminar
como si eso fuera una pasarela de Milán.18
—Buenos días, florecitas —habló él, observando a sus
reclutas—. Hoy comienza su entrenamiento y formación
militar. Espero que hayan descansado bien por la noche. —
Jungkook se mordió la lengua para no contestar con
sarcasmo—. El campo militar consta de diez circuitos. Aquí
se sabrá su rango: si son lo suficientemente fuertes y
resistentes tienen privilegios, y si no..., ya veremos qué
sucede. —Una sonrisa ladina salió a relucir y Jungkook
sintió sus piernas de gelatina—. ¿Dudas? —Cuando nadie
respondió (probablemente por miedo), Kim asintió—.
¡Entonces andando! Los quiero en el campo en diez,
¡YA! 39
Todos los reclutas se movieron y el que iba detrás de
Jungkook lo empujó levemente, pues se había quedado un
poco embobado viendo al general. Ciertamente tenía un
pequeño flechazo. Sacudió su cabeza y comenzó a trotar, su
estómago punzando terriblemente, sacándole muecas de
dolor.2
El campo era un lugar de tortura. Desde barras de ejercicio,
paredes para escalar, barro, sacos de boxeo y arma; hasta
una colchoneta en donde Dios sabrá qué los pondrían a
hacer. Jungkook tragó saliva, mirando a Jimin y
acomplejándose un poco, porque él se veía decidido y
dispuesto, mientras que Jungkook solo quería salir
corriendo.21
—¡Muy bien! Así funciona esto —comenzó a explicar el otro
hombre uniformado—: Comenzaremos con disciplina;
haremos un trote de dieciocho minutos con todos en
formación. ¡NADIE! debe salirse de la fila ni pasar a los
demás. El ritmo que lleven los que están de primero será el
que llevarán todos. Si quiero que aumenten la velocidad, lo
hacen. Si quiero que se agachen, lo hacen. Si quiero que
rueden en el piso, ¿adivinen qué? ¡Lo hacen! —El oficial
Min, que era su apellido, acomodó a los reclutas en dos
columnas, haciendo que Jimin quedara de primero en una.
38

»Tú serás el que dirija esta formación. Si alguien se sale,


será tu responsabilidad y tú pagarás las consecuencias —
advirtió. Jimin asintió, tragando saliva—. Aquí no usamos la
cabeza. Cuando les ordene algo, contestarán en unísono y
con un fuerte: ¡Sí, oficial Min! ¿¡Entendido!? —preguntó y
todos gritaron un fuerte "Sí, oficial Min" que hizo que el
uniformado asintiera satisfecho—. Entonces a correr, ¡ya! —
indicó y todos emprendieron su camino. Jimin llevaba un
ritmo suave pero decidido, confiando en que sus
compañeros no lo harían pagar saliéndose de la fila.5
Jungkook trotaba regulando su respiración, intentando no
cansarse en el comienzo. Tragó saliva cuando su estómago
punzó tan fuerte que él pensó que devolvería el poco
desayuno que tomó. Por favor, por favor, no ahora, rogaba
mordiendo fuertemente su labio y sujetando con una mano
su estómago. Tú puedes, se animaba, y cuando el oficial Min
gritó que aumentaran el ritmo se sintió morir, pidiendo a
todos los dioses, vírgenes y deidades que le dieran fuerzas
para continuar. Cuando de nuevo el oficial Min indicó que
volvieran a la velocidad normal, suspiró susurrando un
"gracias, Dios" y se prometió a sí mismo ir a la iglesia
cuando saliera de ese lugar.31
—¿Qué opinas? —le preguntó el oficial Min al general,
quien, hasta ahora, no había dicho ni una palabra, solo
observando de forma rústica a sus reclutas.
—No tienen ni idea de lo que les espera. Son inestables,
creen que tienen el mundo a sus pies —murmuró con asco—
. Al menos por hoy quiero que ni siquiera puedan ponerse
en pie —dijo, y lo que él no sabía era que a Jungkook le
faltaba poco para caer desplomado.5
No seas cobarde.
Jodido marica.202
No te caigas, no te detengas, no hagas el ridículo.86
Jungkook suspiraba pesadamente. El dolor en sus entrañas
se hizo completamente insoportable y, cuando creía que
estaba por desfallecer, cuando estaba a punto de detenerse,
el oficial gritó que caminaran. Jungkook caminó lo más
lento posible, haciendo que los de atrás en la formación se
quejaran. Cuando el general indicó que podían beber agua
se sentó en el piso respirando de forma pesada, sus ojos no
enfocaban lo que veía y sentía que todo lo que le decían
sonaba distorsionado.
—¡Tae! ¿Estás bien? —cuestionó Jimin a su lado y,
buscando cualquier cosa para calmarlo, le tendió un vaso de
agua.
—Estoy bien —garantizó Jungkook, inhalando y exhalando;
intentando regular su respiración y calmar su pulso.
Intentaba con todas sus fuerzas no desfallecer.
—¿Q-quieres que llame al oficial y le diga que estás mal? —
interrogó de nuevo y Jungkook estuvo a punto de decir que
sí, pero la voz de su padre lo hizo jadear.
Jodido marica, no sirves para nada.129
—No, estoy bien, solo... necesito un momento —pidió,
mirando al cielo: el sol mañanero se abría paso por las
montañas.
Cuando sus latidos se hallaron calmados y ya no respiraba
tan pesado, se levantó lentamente y volvió a la formación,
esperando que los uniformados no hubiesen notado su
partida.
—Bien, el siguiente es un circuito de resistencia. El país no
quiere florecitas que caen desplomadas en medio de la
batalla —habló el oficial y Jungkook supo que se había dado
cuenta de lo sucedido—. Aquí irán de dos en dos, probando
su fuerza y velocidad. Quien llegue primero a donde está el
general... —Señaló al final del circuito, donde el castaño
esperaba de pie con las manos en los bolsillos de su
pantalón—... digamos que... será el ganador. Este circuito
nos demostrará a nosotros quiénes son los más fuertes y
quiénes los más débiles —apuntó y se puso al frente de los
primeros, dándoles la señal de inicio.
Cuando fue el turno de Jimin, Jungkook estaba un poco
asustado de que no lograra escalar. Mordió su labio cuando
el rubio se deslizó por la cuerda hacia abajo, probablemente
lastimándose.2
—Eso es algo que no se debe hacer —se burló un recluta.
Jungkook le dio una mala mirada, aunque el tipo ni siquiera
lo tomó en cuenta.
Cuando llegó el turno de Jungkook, inhaló aire y lo exhaló.
Para el momento en el que el oficial dio la señal, corrió lo
más rápido que pudo e, ignorando su vista nublada, saltó
por los cauchos sonriendo levemente al ver que llevaba la
delantera. Cuando le tocó columpiarse por las barras sintió
sus manos escocer y se resbaló una vez, haciendo que su
brazo izquierdo doliera por la fuerza de sujetar todo su
cuerpo. En un parpadeo ya estaba de último y suspiró
temerosamente. Se deslizó por la tierra, evitando los
alambres tensados que pusieron como obstáculos, cuando
llegó a la pared de escalar limpió sus manos y supo que iba a
necesitar unos pulmones nuevos después de esto. Tomó la
cuerda, poniendo todo de sí para subir lo más rápido que
pudo. Se lamentó por no haber asistido a esa clase de
gimnasia cuando su cuerpo cayó hacia abajo y sus manos
quemaron haciendo que un jadeo doloroso escapara de sus
labios. Al bajar al otro lado de la pared, corrió hasta al lado
del general y tomó la bandera. Bajó la cara en vergüenza
cuando se dio cuenta de que su compañero ya había llegado
primero.27
Vio al general negar lentamente y le arrebató la bandera,
poniéndola de nuevo en su lugar, Jungkook hizo sus manos
puños, aguantando el ardor, y divisó a Jimin sentado atrás,
recostado junto a una cerca. Se sentó a su lado, limpiado sus
rojas y lastimadas manos en su pantalón.
—¿Estás bien? —preguntó Jimin. Sus mejillas estaban
rojas y su carita sucia y lastimada.
—Sí... —susurró, y Jimin le dedicó una sonrisa apretada.
Ambos sabían que ninguno de los dos estaba bien.
Para cuando todos terminaron, el general les enseñó todo
sobre las armas. Cómo quitar el seguro, ponerlo y les dio
algunos consejos de puntería; pero añadió que, si ni
siquiera podían escalar una pared, no podían disparar un
arma. Así que pasaron a la siguiente "lección" en la
colchoneta, que, para sorpresa de Jungkook, era combate a
mano, como una pelea. 15
Sintió escalofríos cuando su turno llegó con un semental de
cabello negro. Subió sus puños y ambos dieron vueltas
alrededor y, cuando el semental se acercó, Jungkook saltó
hacia atrás, saliéndose de la colchoneta y provocando que
todos bufaran y se burlaran de él. Se acercó de nuevo y le
dejó un puño en su ceja que ni siquiera lo movió, y cuando
el otro respondió con un golpe en el mismo lugar, Jungkook
cayó hacia atrás.19
—Muy bien, fue suficiente —dijo el general y Jungkook se
sentó cubriendo su ojo derecho con su mano—. Al parecer
no eres tan abusivo como aparentas —le escupió el
general.26
Y Jungkook ya estaba harto de aquello, así que con un
suspiro altanero rezongó un:
—No soy un abusivo.
Todos se quedaran callados y completamente expectantes,
esperando el movimiento del general.
—Eso es lo que dicen todos. Los golpes en tu cara dicen algo
distinto. 9
Estos malditos golpes los hizo mi propio padre, quiso
gritarle, pero se mordió la lengua ante la mirada desafiante
del general. Lo miró de la misma manera, con la respiración
agitada. No se iba permitir ser intimidado, no más.2
—Apártate, alguien más debe practicar y estás estorbando
—le dijo el general y Jungkook se levantó con esfuerzo,
respirando temblorosamente. Ya de pie, sintió un mareo y
la vista se le puso en blanco. El general vio cómo el delgado
cuerpo cayó inerte. Un jadeo colectivo se escuchó y, cuando
el oficial Min estuvo por hacer un movimiento, lo detuvo—.
Llévalo a la enfermería, desde que comenzó el
entrenamiento lo vi débil —pidió y el oficial asintió—. ¡No
les he dicho que paren, sigan entrenando! —gritó a los
demás y jaló a otro recluta para que peleara con el semental
que derribó a Jungkook.6
Suspiró. Había demasiado trabajo por hacer.

Idiota sexy
Que cómodo lugar, fue el primer pensamiento que pasó por
la mente de Jungkook, quien se acomodó mejor en aquel
mueble tan acolchado, girando la cabeza para taparse de la
molesta luz. Un carraspeo lo hizo volver a la realidad.1
Abrió los ojos rápido, viendo puntitos blancos dispersarse
por toda su vista como si fueran gusanos, y sintió una
punzada justo en el centro de su frente que lo hizo quejarse,
además de sentir un ardor en su ceja izquierda. Frunció el
ceño mientras suspiraba e intentó recomponerse,
sentándose lento, cuando su vista se topó con la del general
Kim, quien lo observaba con los brazos cruzados a la altura
del pecho. Jungkook quería ignorar la forma en la que los
músculos de sus bíceps se tensaban, pero de alguna forma
terminó posando su vista ahí más tiempo del debido.7
—Vaya, por un momento pensé que no despertarías —
increpó él con su voz arrogante. Jungkook frunció el ceño.
—¿Qué me pasó? —preguntó reincorporándose y
sentándose bien en el sillón.
—Te desmayaste en el entrenamiento mano a mano —le
contó el general, observando de soslayo cómo Jungkook
masajeaba sus sienes.
—¿Tan fuerte me golpearon?
— Sí, pero no te desmayaste por eso. Estabas débil. —El
general dejó los papeles que estaba revisando a un lado y
comenzó a jugar con una moneda de plata, girándola entre
sus largos dedos. Estudiaba a Jungkook con los ojos
entornados, buscando navegar en aquella mirada cansada.
—No estaba débil —refuta Jungkook, simplemente
queriendo discutir.
—Me parece impresionante que un abusivo no sepa
defenderse. ¿Acaso atacabas a los más débiles porque sabías
que ellos no podrían defenderse?
La sangre del castaño hirvió y si no fuera porque se sentía
tan ido, se hubiera levantado y hubiera abofeteado la cara
de ese idiota. Pero eso le provocaría una sanción, así que
simplemente optó, por décima vez, desde que llegó a ese
lugar, decir:
—No soy un abusivo.
—¿Entonces quién hizo los golpes en tu cara? —cuestionó
alzando la ceja. Idiota sexy, idiota sexy.5
—Eso no es algo que a usted deba importarle. Está aquí
para volverme un militar, no para saber sobre mi vida fuera
de aquí —dijo insolente. Taehyung expandió las fosas de su
nariz con rabia al inhalar, controlándose a sí mismo.7
—Me sorprenden tus agallas para hablarle así a un general
—remarcó, y Jungkook sonrió altivo.3
—Me sorprende su capacidad para sacar conclusiones
precipitadas. —Taehyung lamió su labio inferior e,
inconscientemente, Jungkook siguió el movimiento de
aquel húmedo músculo. Sintió los vellos de su nuca
crisparse y maldijo interiormente.30
Maldición. ¿Por qué el general tenía que ser tan caliente?
No podía concentrarse insultándolo cuando hacía esas
cosas. Además, el hombre era justamente su tipo: grande,
imbécil y, posiblemente, heterosexual.22
Taehyung se levantó del escritorio y se acercó a Jungkook,
quien tragó saliva ante la fuerte presencia. Subió la mirada,
ya que él seguía sentado, y se topó con los ojos marrones del
general; sus pupilas dilatadas y brillantes como dos luceros.
Él se inclinó hacia Jungkook y, con su mano fuerte, tomó su
quijada. Jungkook tuvo un estremecimiento casi
imperceptible.5
—No toleraré insolencias, y mucho menos en mi oficina —
aclaró. El cálido aliento olor a menta y café llegó a la nariz
de Jungkook y su boca se entreabrió, como si su cuerpo
aceptara todo lo que Taehyung le hiciese y cayera en una
sumisión que él ni siquiera había aceptado.2
—Entonces no me haga ser un insolente —replicó, sin
querer dar su brazo a torcer.28
Y, mientras la tensión aumentaba, afuera de la oficina se
encontraba un menudo rubio, sentado en el piso con sus
brazos sobre sus rodillas, esperando nervioso a un castaño
que estaba bastante ocupado. Suspiró ladeando la cabeza
ante el dolor de su cuello.5
—Ah... ¿Por qué él está tardando tanto? —se preguntó a sí
mismo en voz alta.
—¿Qué estás haciendo ahí? —interrogó la voz grave del
oficial Min, provocando que se levantase enseguida y se
pusiera recto.
—Ah, eh... Yo estoy esperando a Jungkook, ¿el chico que se
desmayó? Aún no sale y estoy preocupándome, oficial Min
—respondió ajetreado, sintiéndose nervioso por cómo tratar
al oficial. ¿Debería ser respetuoso incluso fuera del campo?
Decidió serlo por si las dudas.
—¿Aún no sale? —preguntó el oficial y Jimin negó. Sus
mejillas aún estaban rojas y sucias por el ejercicio y tenía
sus manitos llenas de raspones.6
Yoongi tocó la puerta dos veces, lo suficiente para avisar a
Taehyung de su presencia, y pasaron al menos diez minutos
hasta que este abrió, con Jungkook a su lado, luciendo
incluso más pálido de lo normal. Jimin lo vio y abrió los
ojos con preocupación, acercándose a él.
—¿Estás bien? —consulta, y Jungkook simplemente asiente,
lanzando una mirada de rabia hacia el general y a la gorra
que tenía en su mano. El muy maldito dijo que ni siquiera
se la devolvería porque "un abusador no esconde su cara".
Jungkook realmente quería abofetear su sexy y fruncido
rostro.
—¿Está bien él? —preguntó Yoongi a Taehyung, una vez los
dos reclutas se marcharon.
—Está perfectamente si tiene fuerzas para insultarme —
respondió y Yoongi negó.2
—Estaba bastante pálido. ¿Siquiera lo revisaron en la
enfermería? —interrogó de nuevo. Taehyung bufó con
fastidio.
—No lo sé. No creo que sea nada del otro mundo, de todas
formas.26
—Como sea, es tu responsabilidad —arremetió Yoongi antes
de marcharse.
Lo sabía. Era su jodida responsabilidad cada uno de esos
reclutas. Lo sabía, maldición.
Pero él simplemente quería mantenerse lo más alejado
posible de aquella cara. Era una jodida amenaza.
Por favor, detente

[Advertencia de contenido sensible.]

—No puedo creer que te haya castigado poniéndote en la


cocina —habló el rubio mientras veía a un malhumorado
Jungkook acomodar su cabello en la fea red que tenía que
ponerse en la cabeza.
—Parece que no le gusta cuando alguien se pone a su nivel
—farfulló Jungkook, amarrándose el delantal con fastidio.
—Ugh, ahora tendré que comer solo. Me sentaré cerca —
comentó Jimin, y el castaño sonrió con ternura; sus ganas
de protegerlo aún presentes. Le asintió y le señaló la mesa.
Entonces un hombre se puso a su lado y le entregó a
Jungkook una enorme y pesada olla con un líquido verde.4
—Porciones justas, nadie debe quedarse sin comer. Que te
diviertas —dijo con sorna y se alejó del castaño, quien
miraba la olla con asco.
Ni por los mil infiernos comería eso... Pero ya estaba
acostumbrado a no comer, así que no sería molestia.6
Los reclutas llegaron con caras de cansancio y tomaron cada
uno una bandeja, haciendo una enorme fila. Jungkook tomó
un cucharón plateado y comenzó a servir lo más rápido que
podía aquel vomito de perro. Cuando iba por (al menos) el
recluta número veinte, alguien lo hizo detenerse.2
—Vaya, con un recluta tan bonito sí me gustaría venir a la
cafetería todos los días —dijo una voz grave. Jungkook
levantó la vista y se encuentró con unos ojos almendrados—
. Soy Sejoon, lindura. ¿Cómo te llamas?12
—Fuera de tu alcance —contestó Jungkook sin nada de
humor y le hizo un movimiento con el cucharón para que
avance. ¿Qué él no era el único homosexual ahí? El que
tenía por nombre Sejoon sonrío.50
—¿Sabes? Tú y yo podríamos divertirnos bastante. Mi
habitación es la número once, si gustas.
—No gusto —respondió Jungkook y volvió a hacer la seña
con el cucharón—. Estás atrasando la fila.
Sejoon lo miró con un brillo malicioso y avanzó hasta
sentarse en una de las mesas apartadas. Jungkook regresó a
su labor, ni siquiera preocupándose de que estaba echando
demasiado vómito de perro en los platos.3
—Muy bien, ¡escuchen! —exclamó repentinamente el
general. Jungkook lo miró. Jesús, ¿cómo es que es tan sexy?
¿Por qué se ve tan malditamente bien en uniforme? Nada
de eso quita que sea un idiota, pero vamos. Sería un
increíble partido si no fuera un machista heterosexual—.
Todos los viernes serán entregados los paquetes y pedidos
que sus familiares envíen. ¡No un día antes! Así que si sus
abuelitas decide enviarles Jeonchi un domingo, no les será
entregado hasta el viernes, están avisados —comentó y
luego caminó hasta donde Jungkook, tomando una bandeja
y acercándose. Jungkook sumergió la cuchara y la echó de
mala gana en su plato, la comida salpicando por toda la
bandeja.
—Espero que sea suficiente para su apetito, general —
escupió y el azabache sonríe ladino. Su mandíbula apretada
y las ganas de hacerlo sufrir en el campo estaban a flor de
piel.30
—No me hagas ponerte a lavar platos —amenazó y se retiró.
Su espalda lucía tan esculpida, sus músculos marcados, que
Jungkook quería que de pronto se ahogue para darle
reanimación. Sacudió su cabeza borrando aquellas
fantasías..., aunque es inevitable ponerse a fantasear por un
hombre inalcanzable. Ya está acostumbrado.7
Pero todo se esfumó cuando todos terminaron de comer y el
general le indicó a Jhon, el cocinero, que se retirara pues
Jungkook se encargaría de todo. Y el castaño absolutamente
quería matarlo, arrepintiéndose de no haber escupido en el
vómito de perro anteriormente. Lo miró con todo el odio
que podía y esperaba que, si hay un dios, le diera un jodido
castigo a ese hombre... Que se le caiga un diente o algo. 2
Jhon se despidió con un "que te diviertas" y lo dejó en la
cocina, solo, con una docena de platos para lavar y un piso
que limpiar.1
Jungkook suspiró a eso de las dos de la mañana. El
campamento se escuchaba solitario y su estómago estaba
apretándose por no haber ingerido ningún alimento en todo
el día.
Al terminar de lavar el piso, se sentó en él con cansancio y
miró a los alrededores, esperando encontrar algo con lo que
alimentarse.
Estaba apunto de darle un mordisco a una zanahoria
cuando escuchó susurros. Levantó la vista y notó con
incertidumbre que había un montón de hombres en la
puerta. Cuando estaba por salir a ver qué sucedía, fue
empujado por el idiota que le habló en el comedor.
Jungkook se quejó.
—¿Qué demonios? —increpó y se levantó, enfrentando a
Sejoon, quien, al parecer, se había escapado de su
habitación.
—Me quedé esperándote —dijo con voz suave. Jungkook
frunció el ceño.40
—Creí haberte dicho que no me interesan en lo absoluto tú o
tu habitación —escupió y Sejoon se rio malicioso, mirando
hacia atrás, haciendo una ceña a los que Jungkook dedujo
son sus cómplices. Cuando estaba por reclamar, sintió su
mejilla escocer. Sejoon le había plantado una bofetada.
—¡Qué te sucede! J-
—Shhh —Sejoon se acercó, tapándole la boca, y en ese punto
Jungkook temió lo peor—. Haremos esto rápido y silencioso
—avisó. Jungkook abrió sus ojos y comenzó a patalear. Fue
ahí cuando Sejoon puso una dura mano en su cuello—. Es
mejor para ti que cooperes —sugirió, y entonces Jungkook
escuchó el cierre de su pijama ser bajado y comenzó a
sacudir su cabeza efusivamente, a patalear, a hacer
cualquier cosa para salirse de ahí.57
No. Por favor, no.7
Jungkook sentía sus lágrimas picar y comenzó a gritar.
Gritó lo más fuerte que pudo, sacudiendo su cabeza y
pataleando, intentando apartar al hombre. Pero nadie lo
escuchaba; nadie nunca lo escuchaba.
—Cállate, zorra —susurró duramente el hombre y
Jungkook rogó porque alguien aparezca. El general, el
oficial, quien sea—. Ahora te vas a arrodillar y me la vas a
chupar como el marica que eres, ¿bien? Como una buena
bienvenida. 27
Jungkook negó efusivamente y comenzó a balbucear ruegos;
ruegos que estaba acostumbrado a decir.
Por favor, detente.
Me estás haciendo daño.
Para ya, por favor.
Papá, detente.311
El hombre recostó de forma brusca a Jungkook y metió dos
dedos en su boca, provocándole una arcada.
—Chupa, chupa como sabes hacerlo —exigió. Jungkook
sintió aquello como un ciclo, un bucle que jamás tiene fin.
Intenta patalear, buscando una forma de derribarlo, pero
era imposible. Estaba débil y sentía cómo poco a poco su
humanidad se iba perdiendo, cómo no queda nada de él
más que sus errores, sus errores y su tristeza. Sejoon metió
una mano en su ropa interior y puso su asqueroso pene
cerca de los labios de Jungkook. Él niega, aún con las
manos del hombre, mojadas por sus lágrimas,
amortiguando sus gritos—. Si gritas, te irá mal —advirtió, y
cuando quitó la mano de sus labios, él gritó de todas
formas. Gritó tan alto que sintió que despertó a media
Corea. Gritó hasta que el hombre lo golpeó y golpeó, tan
fuerte que sentía que iba a desmayarse, y después lo pateó,
insultándolo y escupiéndole.+
Y entonces se fue.
Se fue dejándolo en el piso, sin fuerzas de continuar.

Jimin es como un terrón de


azúcar
Jungkook despertó y lo primero que vio fue una enorme
lámpara blanca que colgaba del techo. Su cabeza dolía y
sentía que no podía mantener los ojos abiertos por mucho
tiempo. Su vista estaba borrosa; no tanto como para no
saber donde estaba, pero sí lo suficiente para no distinguir
los rostros. Sin embargo, oía voces, distintas voces, y no
sabía si eran de su cabeza o si de verdad había personas
hablando en la habitación.
—Lo encontraron inconsciente en la cocina, ¿crees que eso
es normal? —cuestionó una voz. Jungkook tenía el instinto
de levantarse, pero su cuerpo estaba lánguido y sin fuerzas.
Sentía como si todo su cuerpo estuviera adormecido.
—Que lo atacaron, ¡créanme! Jungkook nunca se lastimaría
a sí mismo.
—Es un abusivo; quizás buscó problemas.39
—No soy un abusivo —susurró y todas las miradas cayeron
en él. Entonces pudo distinguir al menudo rubio, al general,
al oficial y un hombre de cabello negro con una bata blanca.
Fue en ese momento cuando supo que estaba en la
enfermería.
—Kook, ¿estás bien? ¿Cómo te sientes? Oh, Dios, me
asustaste tanto —enfatizó Jimin. Jungkook sonrío forzado,
un sentimiento cálido posándose en su pecho. Al fin alguien
se estaba interesando en él.9
—Jeon, ¿qué sucedió? —interrogó el general.
Los recuerdos de la madrugada anterior invadieron a
Jungkook y cerró los ojos fuertemente para evitar las
lágrimas.
—¿Tae? —volvió a hablar Jimin y entonces él contó lo
sucedido con Sejoon. Contó cómo lo acorralaron y cómo
gritó, esperando que ellos hicieran algo, que por primera
vez alguien lo escuchara y lo ayudara.
La habitación quedó en completo silencio. Jungkook vio al
general apretar la mandíbula y salir de la habitación dando
zancadas. Luego suspiró y cerró los ojos, por primera vez
sintiéndose pleno. El hombre de la bata carraspeó.
—Jungkook, soy Jeon Seokjin, el doctor de esta institución.
Me gustaría hacerte unas preguntas..., si no te molesta. —
Jungkook accedió, pero con la condición de que Jimin se
quedara con él. El rubio sonrió y tomó su mano. Jungkook
sintió por primera vez ganas de llorar de pura felicidad,
eufórico de que por fin alguien estuviera con él—. ¿Sejoon
llegó a poner su miembro en tu boca? —preguntó y
Jungkook tragó, apretando inconscientemente la mano de
Jimin.19
—No, yo grité antes de que sucediera y... entonces fue
cuando comenzó a golpearme —respondió el castaño.
—Bien, eso me alivia, así descartamos cualquier infección de
transmisión sexual. —Seokjin anotó en una libreta—. ¿Te
has sentido mal últimamente? ¿Débil o algo así? —
Jungkook lo pensó y terminó contando lo mareado que se
había estado sintiendo, y lo débil también. Pensaba que
podría ser útil para descubrir qué era lo que le pasaba.
—¿Qué cree que sea? —interpeló esta vez Jimin. —
Tendremos que hacer algunos exámenes de sangre. ¿Te
hicieron pruebas antes de reclutarte? —Seokjin interrogó y
Jungkook negó, inseguro. Su padre lo metió aquí sin previo
aviso.
—¿Por qué? ¿Está mal? —preguntó Jimin alarmado.
Jungkook totalmente pensó que era como un terrón de
azúcar. Y se sentía bien, se sentía bastante bien importarle a
alguien.
—Me preocupa un poco tu palidez, además de que tus ojos
se ven algo amarillos y tienes hematomas aparte de los
golpes. Quisiera descartar una posible anemia.
Jimin mordió sus uñas y miró a Jungkook con
preocupación. Este le sonrió para tranquilizarlo y justo
entonces el general Kim entró a la habitación, soltando
humo por sus orejas, con el oficial Min a su lado.
—Fue expulsado, además de que probablemente sea
encarcelado por agresión, tanto sexual como física. ¿Por qué
no dijiste que te molestaba? —arremetió directamente hacia
Jungkook. El castaño se levantó lentamente y se sentó,
subiendo un poco su camisa y viendo su estómago con
centenares de moretones y rasguños. Frunció el entrecejo
con dolor.3
Taehyung, por su parte, sintió ira de que algo como eso
ocurriera en sus instalaciones; rabia de no haberse dado
cuenta de aquello y, sobretodo, rabia al tener agresores
sexuales en su campamento y no haberlo descubierto antes.
—Porque ocurrió ese mismo día. Ni siquiera le presté
atención a sus insinuaciones. Creo que eso fue lo que le
enojó.
Taehyung empujó su mejilla interna con su lengua y
suspiró.358
—¿Tú no lo molestaste? —preguntó entornando los ojos, y
ahí Jungkook explotó.
—¡¿Por qué todos asumieron que era un abusivo solo
porque tenía moretones en mi cara?! ¡¿Y si alguien hizo los
moretones sin que yo tuviera la culpa?! ¡NO SOY UN
ABUSIVO! ¡YO NO SOY QUIEN DA LOS GOLPES, SOY
QUIEN LOS RECIBE!54
Entonces toda la habitación quedó en silencio. Jungkook
recostó la cabeza en el respaldo del sofá en donde estaba
sentado y dio un fuerte suspiro.
—Maldición... —dijo el general y chasqueó la lengua,
sintiéndose ligeramente culpable por simplemente asumir;
pero, de cualquier forma, Jungkook parecía tener una
presencia imponente. ¿Cómo es que dejaría que alguien más
lo golpeara?
—De acuerdo, necesita descansar joven Jeon. Tiene al
menos esta semana para evitar cualquier actividad física.
El oficial, que hasta ese momento había permanecido
callado y solo observando, carraspeó.
—Es una buena idea —mencionó, y Taehyung lo fulminó
con la mirada—. No puede hacer actividad física en su
estado. Fue golpeado, general, necesita reposo.
—Entonces irá de vuelta a su casa.
Jungkook palideció aún más.
No iba a volver a recibir golpes.
—¡Puedo hacer ejercicio! —puntualizó entonces—. Me
siento mejor —mintió y el doctor lo evaluó.
—Eso no lo decides tú, sino el resultado de tus exámenes.
Ahora ve a descansar —señaló Seokjin y Jimin ayudó a
Jungkook a ponerse de pie.
[...]
Más tarde, cuando estuvieron solos, Jimin le acomodó
almohada e incluso arropó a Jungkook.
—¿De verdad te golpean? —dudó con voz chiquita y el
castaño cerró los ojos.1
—No quiero hablar de eso ahora —respondió.
—Claro, lo siento. Te dejaré descansar —dice—. Me harás
falta en el entrenamiento, pero vendré a visitarte cada vez
que pueda, ¿sí? ¡Prometido! —Jimin sonrió y Jungkook
también lo hizo, porque le contagiaba su felicidad.1
Y porque, por primera vez, se sentía realmente a gusto con
alguien.

Pesadillas
Era como... estar consciente de todo lo que estaba pasando,
pero a la vez sentir que flotabas.1
Así se sentía Jungkook en ese momento.
Los medicamentos que había estado tomando en toda la
semana lo dejaban flotando en una nebulosa, y el general
había sido bastante claro con su orden.7
—Estás aquí para entrenar, si no puedes hacer eso, al
menos acata mis órdenes —había dicho aquel día en que
Jimin lo encontró y el oficial le ordenó (por un demonio,
cómo le gustaba mandar) que lo llevara a la habitación que
compartía con Jungkook. El rubio ni corto ni perezoso lo
llevó e incluso los dejó solos, y Jungkook estaba lo
suficientemente adormecido como para divagar sobre las
cosas que podrían pasar en esa habitación.
Así que simplemente dijo: —General Kim, estoy
comenzando a pensar que tiene un fetiche con ordenarme a
hacer cosas.29
Había tanto silencio, que Jungkook creyó escuchar cómo el
general tragó pesado y suspiró.
—En dos semanas estarás bien, si no, te regresarás a tu
casa —demandó, y entonces Jungkook sintió un temblor.1
—No, por favor. No quiero volver ahí —lloriqueó y se
removió en las sábanas. Taehyung frunció el ceño—.
Prefiero que me golpeen aquí, al menos habrá alguien para
defenderme. Va a defenderme, ¿verdad, general?66
Jungkook no tenía idea de lo que decía, y cuando despertó
la madrugada siguiente por pesadillas, deseó que el general
Kim olvidara todo lo que le dijo. Pero fue en vano, porque
ahora el general estaba muy atento a sus movimientos.
Ah, Jungkook no había tenido pesadillas tan horribles desde
aquella vez que vio a su madre en el piso del baño.
Se sentó en la cama, todo estaba silencioso. Jungkook
calculaba que eran menos de las cuatro de la mañana.
Suspiró y se puso sus zapatos dispuesto a salir, porque,
como siempre luego de las pesadillas, él nunca podía volver
a dormir. Abrió la puerta de la habitación sin despertar a
Jimin y caminó si rumbo alguno.
Divagaba en sus pensamientos: el cómo hubiese sido su vida
si le hubiesen tocado otros padres, si él no se hubiese
sentido atraído por otros hombres, si él tuviese un padre
que lo amara. Se encontró en el área de entrenamiento,
donde había un montón de sacos de boxeo alineados justo
encima de una colchoneta para ejercicios. Se colocó frente a
uno, simplemente mirando.
Marica.73 Idiota.
Imbécil.
Jungkook le dio un golpe al saco; un ardor se asentó en sus
nudillos.
Nunca pedí un hijo marica.20
Eres escoria.
Te mataría si pudiera.74
Otro golpe, el saco se movió solo unos centímetros.
¿Es lo que te gusta? ¿Una buena polla para chupar?
Golpeó de nuevo, esta vez con dos manos, y golpeó otra vez.
Golpeó cientos de veces, imaginando que era el cuerpo de
todas las personas que lo habían lastimado, sin darse cuenta
de que estaba llorando. Más tarde sintió las lágrimas correr
por sus mejillas, pero eso no lo detuvo. Siguió golpeando el
saco con todas sus fuerzas hasta que dejó manchas de
sangre en el cuero.
Entonces lo abrazó.115
Lo abrazó y se deslizó hacia abajo, cayendo en el piso
acolchado, y lloró, lloró sobre el saco que había estado
golpeando. Sus brazos apretándolo con tanta fuerza que sus
nudillos ensangrentados se tornaron blancos. Lloró como
nunca había llorado antes, porque estaba cansad; se sentía
exhausto, sin fuerzas.4
Lloró sin darse cuenta de que el general había estado
parado unos metros atrás desde hacía un rato y que lo había
visto desde antes de que se quebrara.
Entonces simplemente regresó a su oficina y le dejó un
mensaje grabado al oficial Min Yoongi.+
—Necesito que investigues a Jeon Jungkook.

Mofletes
Hay muchas cosas que Yoongi podía hacer.
Yoongi podía disparar en el cráneo de una persona a varios
metros de distancia, podía hackear cámaras y servidores de
las redes más difíciles, podía ganar en un combate mano a
mano con quien sea que se le pusiera en frente, podía
investigar y dar con el paradero de alguien que se hacía
perdido.5
Pero Yoongi absolutamente no podía mirar a Jimin ser
golpeado y no hacer nada al respecto.55
Él tenía órdenes, maldición; claro que tenía órdenes.
"Entrenar a los reclutas", eso es todo lo que debía hacer.
Pero ¿quién en el infierno reclutaba a un niño? Jimin era un
niño, tuviera la edad que tuviera. Su cuerpecito se sacudía
aunque el chico con quien estaba combatiendo era igual en
tamaño y peso. Había esquivado y devuelto golpes, claro
que sí, pero Yoongi ni siquiera podía ver cómo sus nudillos
se tornaban rojos.
Él no era un hombre blando, pero Jimin era como un gato
en una manada de tigres hambrientos.
Justo como él años atrás.80
Observó cómo el chico con quien Jimin combatía daba un
paso hacia adelante y dejaba un golpe leve en la ceja de
Jimin, quien sacudió la cabeza e intentó devolverlo. Era
persistente, y Yoongi apreciaba eso.
Sin embargo, definitivamente no apreció que el chiquillo
golpeara a Jimin tan fuerte que lo hiciera caer de espaldas.
—Muy bien, suficiente —interceptó Yoongi, acercándose a la
colchoneta con la barbilla en alto, intimidante—. Creo que
ya has demostrado que puedes patear culos más pequeños
que el tuyo, puedes retirarte. —El pelinegro se retiró con
una reverencia, sin siquiera lanzarle una mirada al rubio en
el suelo. 1
—Lo siento, oficial. Lo haré mejor la próxima vez —dijo
Jimin, levantándose y sacudiendo sus manitas
lastimadas.13
—Ve a la enfermería a que limpien esa herida —le sugirió y
Jimin asintió para luego retirarse con el oficial pisando sus
talones.
Al llegar, Seokjin no se esperaba que uno de los reclutas
llegara acompañado del oficial. Eso no ocurría a menos que
este estuviera muy malherido, y, a simple vista, el pequeño
rubio se veía bien.
—¿Qué ocurre? —preguntó el mayor.
—Tiene un corte en la ceja que necesita atención. Iré a
hablar con Kim. —Yoongi escapó de ahí antes de que la
mirada acusadora de Seokjin impactara en él. No era su
culpa preocuparse.9
[...]
Tocó la puerta de la oficina del general, quien con un
"adelante" bastante tenso le indicó a Yoongi que no estaba
contento. Taehyung estaba revisando unos papeles
minuciosamente, su ceño estaba fruncido con pesadez y
suspiraba cada vez que podía.
Yoongi carraspeó. —Tengo la información que me pediste —
dijo, y eso bastó para que el general apartara la vista de los
papeles y la fijara en Yoongi, cabeceando para instarlo a
continuar—. Veinticinco años, hijo único. Nacido en Daegu
y de una familia pequeña. Madre fallecida, ningún otro
familiar además de su padre. No tiene licencia ni currículo.
Ni siquiera tiene título universitario, lo que me dice que
probablemente no completó la universidad.
—¿Vive con su padre? —cuestionó el general.
—A juzgar porque tampoco tiene ninguna tarjeta de
empleado, ni currículo, supongo que sí. Vive con su padre.
El general suspiró y se estiró en el respaldar de su silla.
—¿Antecedentes penales?
—¿Del padre o de Jungkook?
—Ambos.
—El padre fue puesto en prisión dos veces por abuso
doméstico y robo de bebidas alcohólicas. —Eso llamó la
atención del general.
—¿Abuso doméstico?
—Um, los vecinos dicen que él golpeaba a su esposa.
Taehyung se rascó la barbilla pensativo. Recordó lo que
Jungkook balbuceaba cuando estaba drogado por los
medicamentos. Si el hombre tiene antecedentes, entonces
no es un buen tipo. Si golpeaba a su esposa, y su esposa
falleció...
Entonces él golpeaba a Jungkook.
Por eso los golpes el día del reclutamiento. Jungkook no era
un abusivo, abusaban de él. Taehyung casi quiso estrellar su
cabeza contra la mesa por ser tan ciego. A ese paso, con
tantas cosas que tenía en la cabeza, no iba a poder pensar
correctamente nunca más.7
Kim pasó las manos por su cara y suspiró. —Necesito que
llames a Jeon, quiero hablar con él.
Yoongi asintió y se retiró. Llamaría a Jeon, pero primero
debía asegurarse de que el pequeño rubio estuviera bien. 10
Cortó el camino hacia la enfermería, pero, en lugar de
encontrar al rubio, solo halló a Seokjin sentado,
organizando unas carpetas.
—Se fue —avisó SeokJin, sorprendiendo a Yoongi, quien
intentó disimular su desconcierto.
—¿Se fue quién? Vengo aquí por ti. —SeokJin rio y acomodó
sus gafas redondas.
—Claro. Mañana es martes, significa que el general saldrá a
combate y tú estarás a cargo. Por favor, Yoongi. Procura que
no vengan más de diez reclutas a la enfermería.
—No te prometo nada —respondió Yoongi inquieto.
SeokJin lo escrutó bajo los cristales de sus lentes—. ¿Qué?
—preguntó tras sentir que lo analizaban.
—Él te gusta, ¿no es así? —Seokjin, con una sosa sonrisa,
preguntó. Yoongi rio.5
—No.1
—Ah, vamos, Yoongi. Hace años que saliste del armario y
todos te aceptamos. Creo que deberías comenzar a buscar
un buen hombre para ti. Mofletes es lindo y se nota que
quieres protegerlo como un niño protegería su juguete
favorito.4
Yoongi enrojeció y acomodó su uniforme.50
Mofletes.59
—Cierra la boca, Seokjin. —Y sin más, salió de ahí, dejando
a un sonriente y socarrón pelinegro. 1
[...]
Jungkook estaba exhausto, más de lo normal. Después de la
práctica con las armas se sentía aturdido. Los audífonos de
protección no le sirvieron de nada, porque sus oídos
zumbaban con molestia. Tocó dos veces la puerta con sus
nudillos lastimados por los golpes de la noche anterior.
—¿Qué quiere? —preguntó al general una vez dentro.
Jungkook no respetaba al general, y no estaba muy
entusiasmado por hacerlo.
—Siéntate —le ordenó el general y el castaño lo hizo a
regañadientes. Puso sus manos lastimadas sobre el
escritorio. Taehyung las observó y apretó la mandíbula.
Podría simplemente llevarlo a enfermería, pero él
necesitaba hablar con Jeon. Suspiró y se levantó, tomando
vendas y un líquido que Seokjin utilizaba para limpiar sus
heridas.
—¿Qué estás...?
—Cállate —ordenó y se sentó al lado de Jungkook. Tomó sus
manos y comenzó a limpiar las heridas.4
—Que romántico, general. Limpiando mis heridas en lugar
de enviarme a la enfermería... ¿Debería agradecerle? —
replicó Jungkook con sorna, haciendo a Taehyung apretar el
algodón—. ¡Auch! —chilló.9
—Cierra la boca por una vez en tu vida. Necesito hablar
contigo —dijo el general y Jungkook lo observó. —
¿Necesita?

—¿Por qué te enlistaste en la milicia? —cuestionó. Jungkook


guardó silencio unos minutos, observando el rostro
concentrado del general: sus siempre duras facciones ahora
estaban relajadas y concentradas. Luego bajó la vista a sus
manos. Taehyung sostenía la mano izquierda de Jungkook
mientras que con la otra se encargaba de limpiar los rastros
de sangre seca y de desinfectar los pequeños cortes.
Maldita sea, era hermoso.109
Y Jungkook sabía que ese pensamiento estaba mal, estaba
completamente mal.
—Su propósito es entrenarme, no averiguar el porqué de
mi enlistamiento.
—Mi propósito es velar por el bienestar tanto de mi cuartel
como el de mis reclutas. —¿Qué quiere decir con-
—¿Tu padre te golpea?
Jungkook se congeló.
Pasó un latido.2
Y entonces alejó sus manos de las de Kim, a la defensiva.
Taehyung lo observaba. Jungkook se veía vulnerable. Triste.
Como si acabara de ser desenmascarado.
—¿Qué? —preguntó entonces Jungkook, cuando no supo
qué más decir. Taehyung no podía decirle que lo investigó
porque lo vio una noche golpeando los sacos como si
quisiera destruirlos.
—Eso. Te estoy preguntando si tu padre o algún otro
familiar te golpea. Si los golpes que tenías en tu cara cuando
te enlistaste te los hizo tu padre y no porque eres un
abusivo.
Jungkook se sentía abrumado, y por un minuto quiso
estampar su palma contra el perfecto rostro del general.21
—Eso no es de su incumbencia, general —bramó, y se
levantó dispuesto a irse... hasta que la fuerte voz de
Taehyung lo detuvo.1
—Así que por eso te enlistaste. ¿Por defensa propia? —
Jungkook mordió su labio y se giró. Taehyung vio sus ojos
brillantes.
—Yo no me enlisté, nunca quise venir aquí —respondió—.
Pero ahora es que lo está entendiendo. —Luego rio con
amargura y salió de ahí.
Taehyung vio las vendas en el escritorio.
Ni siquiera lo dejó vendarle las manos.

Está mal en muchos sentidos


En el instituto, cuando Jungkook tenía diecisiete años, le
iba bastante mal en química. Era pésimo. Por más que
pusiera de su parte, no podía terminar de entender ni
siquiera una sola clase. 20
En su aula había una chica, Wendy. Era la niña más lista de
(al menos) toda la clase. Aunque era conocida por su mala
actitud: no le gustaba ayudar a nadie en nada. Pero
Jungkook necesitaba bastante ayuda si no quería que su
padre se enfadara, así que decidió sobornarla. Le dijo que
sabía del amorío que tenía con un profesor y que si no lo
ayudaba la delataría.1
En resumen, Jungkook era malo en química, pero excelente
manipulando a las personas.17
Lástima que la manipulación no fuera una habilidad que
pudiera aplicar con cualquier persona.
Jungkook creyó que podría manipular al general solo con
batir sus pestañas y hacerse la víctima. Él quería que el
general se olvidara de todo, todo lo que había investigado
sobre él, porque no eran cosas de las que le gustara hablar.
Pero, claro, el general era una persona obstinada y que no
recibía órdenes de niños.
—Bueno, no creo que él realmente te haya investigado —
dijo Jimin esa tarde en el almuerzo. Era viernes de
paquetes, así que todos debían esperar a que les entregaran
sus cosas.
—Pero si sabía hasta que no estudié en la universidad. Eso
es terrorífico —respondió Jungkook.
—Supongo que es parte del protocolo. Además, te
desmayaste y fuiste abusado. Creo que era su deber
investigarte. —Jungkook se silenció, no queriendo discutir
sobre eso con Jimin. Él sabía lo terrorífico que era, además
le incomodaba un poco cómo lo interceptó el general, sin
una pizca de escrúpulos.
Un oficial llegó con una carpeta y un enorme carro con
paquetes y cartas. Jungkook frotó sus manos nervioso,
preguntándose si su padre habría enviado algo para él. El
oficial fue llamando uno a uno a todos los reclutas que
habían recibido alguna encomienda; Jungkook miraba con
anhelo.
Por favor, que al menos haya enviado alguna carta
diciendo lo terrible que soy...
Que al menos se haya acordado de mí...23
Jimin fue llamado. Había recibido un oso de peluche
bastante ridículo y una bandeja con cupcakes. Jungkook
sonrió con ternura, realmente era como un niño. Luego
miró de nuevo a los oficiales; ya no quedaba ningún otro
paquete o carta. Bajo la cabeza desanimado y se sintió
estúpido por pensar que su padre realmente le enviaría
algo.13
—¿No recibiste nada? —preguntó Jimin y Jungkook negó
con una sonrisa apenada.
—Mi padre no es de escribir cartas —aclaró para
despreocupar al rubio, quien sonrió.
—Descuida, puedo compartir mis pastelitos contigo. Son de
mi abuela, pero tienen una receta secreta que jamás voy a
contarte —señaló, mirándolo amenazante. Jungkook rio un
poco y le agradeció.30
—Jimin, ¿por qué estás aquí? —le preguntó entonces, ya
había estado cuestionándose desde hace mucho cómo es
que alguien tan vulnerable y pequeño como Jimin sería
enviado a un lugar como este. El chico se paralizó y acarició
el oso de peluche desgastado entre sus manos.
—Yo... —Se mordió el labio, dudoso de comentar aquello.
Jungkook era un recluta a quien le tomó bastante aprecio,
pero no era algo para comentar así como así—. No..., um...
—Descuida...
—¿Tú por qué estás aquí? —interpeló el rubio, agradeciendo
el no ser presionado.
—Mi padre me envió. Quiere volverme más ''hombre''—dijo
y Jimin frunció el ceño. Jungkook mordió ligeramente su
labio y se rio con tristeza, sintiéndose confiado de abrirse a
Jimin—. Él me golpea —confesó y Jimin sintió su estómago
revolverse.
¿Cómo la persona que te da la vida puede tratarte de esa
manera?45
—Cree que soy "antinatural" y que las personas como yo
deberían morir.
—¿Personas como tú? —duda Jimin. Jungkook se encoje de
hombros.
—Homosexuales, ya sabes.
Jimin lo miró, sus ojos escociendo. Jungkook lo observó
alarmado, pensando que lo había arruinado todo al soltar
algo como eso.
Pero entonces Jimin confiesa: —Estoy aquí por defensa
personal. En... En el instituto me golpeaban y... En la
universidad... Solo eran acosos simples, pero luego
empeoraron y, una vez..., ellos intentaron ahogarme.10
Jungkook lo observó con horror y finalmente confirmó sus
sospechas.
El mundo era y seguiría siendo una mierda.41
—Todo porque no sigo sus ideales ni me gustan... las chicas.
Jungkook se levantó y lo abrazó.
Ambos necesitaban eso, porque Jungkook se sintió
comprendido, se sintió a gusto con alguien que no lo iba a
juzgar porque pasaban por lo mismo. Mientras que Jimin,
Jimin sentía ganas de llorar por Jungkook. No era fácil, su
familia siempre lo apoyó, pero a Jungkook... Su propio
padre le golpeaba.
Era increíble hasta qué punto podía llegar la homofobia, por
únicamente no aceptar que el amor es amor.5
Ese día ambos lloraron como tanto necesitaban hacerlo.41
[...]
En el combate mano a mano Jungkook era terrible. Sus
fuerzas se acababan en segundos y siempre se lastimaba
más a él mismo que su oponente. Taehyung se dio cuenta de
eso y decidió tomar medidas. Él jamás sintió la necesidad de
ayudar a alguien y tampoco era un general condescendiente,
pero apreciaba la justicia y si ayudar a Jungkook a
defenderse haría que su padre dejara de golpearlo, entonces
lo haría.
Pero a su modo.35
—No me puedo creer que me hayas hecho levantarme a las
tres de la mañana —habló un Jungkook enfurruñado en una
chaqueta negra.
—Cállate y sigue mis órdenes. Golpea el saco —le exigió y
Jungkook lo golpeó sin fuerzas, solo para molestar la
paciencia del general.13
—Ya está, buenas noches. —Jungkook hizo el ademán de
retirarse, pero el general lo tomó fuertemente por las
muñecas y lo colocó frente al saco.47
—Golpea. El. Saco. Sin juegos, sin trucos.
Jungkook lo golpeó duro, haciendo que se tambaleara el
saco y sus nudillos punzaran.
—Ya está. ¿Sabe qué hice para golpearlo tan duro? Imaginé
que era su cara —aseguró y Taehyung sonrió ladino,
hartándose de la altanería del menor.31
—Voy a hacerte sufrir si sigues con esa sorna, te lo advierto
—amenazó el general y observó los nudillos rojos de
Jungkook—. Estás poniendo mal tus manos, por eso te
lastimas tanto. —Taehyung tomó la mano derecha de
Jungkook y acomodó sus dedos, haciendo que su puño
quedara derecho—. Golpea con la parte de en medio y
siempre presiona más esa parte, así te dolerá menos a ti que
a quien golpees.11
Jungkook lo observó con un cosquilleo en sus manos y tomó
el consejo sin decir una sola palabra. Él no quería darle la
razón, pero cuando golpeó el saco como le dijo, sus nudillos
no punzaron y el saco se balanceó más.4
Lo miró con molestia, esperando la siguiente orden que,
sabría, vendría.
—Bien, ahora mano a mano. Golpéame —ordenó el general.
El castaño lo miró incrédulo—. Vamos, ¿no lo estabas
deseando? —dijo con burla y Jungkook lanzó un golpe; el
cual el general esquivó. Lanzó otro, y otro, que fueron
esquivados también. En un acto de desesperación, alzó una
pierna e intentó patear al general, pero este fue más hábil y
la agarró, dándole un giro y lanzando al chico al piso.11
—Maldita sea —reclamó Jungkook, adolorido por caer
sobre su espalda.
—Solo estás pensando en salir de ahí. Al pelear mano a
mano, lo único que tienes que pensar es en cuánto daño le
harás a tu oponente. ¿Ya no eres tan rudo? —cuestionó
burñesco, viendo a Jungkook tirado en el suelo—. Eres pura
lengua y no acción. Sueltas pestes por la boca pero a la hora
de enfrentarte no haces nada. ¡Levántate!14
Jungkook lo hizo y empuñó sus manos, listo para otra ronda
que, de nuevo, el general esquivó, dejando un puño en su
pómulo.2
—¡¡Me golpeaste!! —chilló el castaño sujetando su mejilla.3
—Sorpresa, niño; de eso se trata —respondió el general—.
¡MIRA MIS MANOS, ESQUIVA MIS GOLPES! —gritó,
comenzando a golpear a Jungkook, quien después de varios
golpetazos, tomó un puño del general y lo esquivó con
fuerza. Sus mejillas estaban rojas y sus ojos brillantes por
lágrimas de ira. Taehyung vio su respiración agitada. Él se
veía mal, su rostro estaba más pálido que los días
anteriores, tenía bolsas bajo sus ojos y estaba delgado—.
Voy a enviarte a tu casa —concluyó.3
—¿Q-qué?
—No me sirves aquí. Te irás.33
Jungkook respiró más agitado, golpeó al general el la
mandíbula y luego comenzó a golpearlo en el pecho con
frustración, una y otra vez.
—Te odio, te odio, te odio. ¡Te odio! —decía con cada puño
que daba. Taehyung giraba su cara, evitando, y tomó sus
muñecas, deteniendo los movimientos del castaño y
acercándolo a él.1
—¡Ya basta! —le gritó. Jungkook detuvo su lucha, mirando
los ojos azabache del general: brillaban como dos luceros. El
chico tragó saliva, sintiéndose abrumado por la cercanía, y
un escalofrío le recorrió la espina dorsal. Intentó regular su
respiración, evitando desviar la mirada a los labios del
general Kim. Estaba mal, aquello estaba mal en muchos
sentidos y Jungkook lo sabía. Era el general, maldición. No
podía ponerse así por el general que desbordaba
heterosexualidad—. El combate no se trata de odio, Jeon —
continuó. Su aliento a menta se estrelló contra Jungkook y
este reprimió el impulso de cerrar los ojos y suspirar—. Si el
odio es un incentivo tuyo para golpear, entonces tenemos
mucho que hacer.
—No quiero irme a casa —Jungkook pidió, sorprendiéndose
de lo sincero y desesperado que sonó. Taehyung cerró los
ojos un segundo.
—Entonces esfuérzate —le dijo, y Jungkook solo lo miró,
haciéndolo sentir incómodo. Se dio cuenta de que aún
estaban demasiado cerca y de que todavía sujetaba sus
muñecas con suavidad; así que se retiró, limpió su traje y se
giró para marcharse, pero no sin antes decir—: Está en ti si
quieres comenzar a defenderte, incluso de él —declaró,
sabiendo ambos a quién se refería.
Es un nuevo comienzo para
muchas cosas
Jungkook nunca había estado tan cansado como lo había
estado las últimas semanas.
El general no le había dado tregua alguna con los ejercicios.
Cada oportunidad que tenía para poner a Jungkook a
entrenar, la utilizaba; y por el amor a Dios que lo hace a la
perfección. Jungkook quedaba adolorido por días.7
Pero, era algo bueno que Taehyung se hubiese tomado su
tiempo para hacer a Jungkook alguien fuerte; no tanto
físicamente sino también mentalmente. El castaño no había
tenido más pesadillas, pues en su mente solo estaba la
imagen del general.
Jungkook estaba seguro de que lo que sentía no era nada
más que aprecio (y tal vez algo de rencor) ya que el general
no hacía más que fortalecerlo (de una manera poco
ortodoxa, pero no pueden culparlo, así es el hombre). Sin
embargo, había algunos momentos en los que se sentía
sofocado por el porte del general. Vamos, Jungkook era gay
y sabía completamente apreciar la belleza de un buen
hombre.
Pero Jungkook también sabía que no podía sentir nada más
por el general.1
Tenía la costumbre de siempre encapricharse con los más
inalcanzables. En la preparatoria se enamoró del capitán del
equipo de taekwondo. Siempre iba al gimnasio a verlos
practicar, aunque a él ni siquiera le gustara el combate. le
escribió cartas de amor que escondía bajo el colchón. Y
cuando estuvo a punto de confesarse, lo encontró de la
mano con una bella chica.
Jungkook tenía veinticinco años. No podía enamorarse de
otro heterosexual que, además, era su general. ¡Vamos!
Apenas llevaba unos meses ''conociéndolo'' como para ya
sentirse flechado.1
—¡Atento! —el general aulló para sacar a Jungkook de su
ensimismamiento y dio un golpe que este esquivó apenas.
—¡Oye! —se quejó el menor. Taehyung entrecerró los ojos y
comenzó el combate.
Jungkook había mejorado bastante, pero aún se le veía
débil. A veces incluso debían hacer pausas largas para que
Jungkook repusiera fuerzas.
En un rápido movimiento, Jungkook tomó el brazo del
general y lo pasó por su espalda, haciendo que este cayera
de espaldas en la colchoneta. El lugar estaba solo: ambos
siempre entrenaban en la madrugada, cuando todos
dormían y las pesadillas de Jungkook regresaban. El
castaño rio cuando Taehyung solo se quedó ahí, acostado
con una mano sobre su estómago. Su frente estaba brillante
por el sudor y la camiseta blanca era casi transparente.
Jungkook desvió la mirada y se lanzó en la colchoneta a su
lado, mirando al techo.
—Eso estuvo bien —lo halagó el general y Jungkook sonrió,
intentando aminorar su respiración. El mareo regresó a él y
fue recibido por su flácido cuerpo—. Solo debes separar tus
pies, así no dolerá cuando derribes a alguien más grande
que tú —aconsejó. Jungkook permaneció en silencio,
Taehyung giró la cabeza para encontrarse con el perfil
sudoroso del menor: su mirada estaba perdida y su pecho
subía y bajaba pesadamente—. Deberías tomar una ducha —
sugirió y Jungkook suspiró. Cuando no contestó, el general
se levantó y estiró su mano para que el otro la tomara y se
impulsase.
Pero Jungkook observó su mano..., y luego el rostro cansado
del general. Pasaron al menos dos minutos cuando decidió
tomar su mano y levantarse. Taehyung levantó la comisura
de sus labios en una apretada sonrisa. Jungkook siguió el
movimiento; su corazón latiendo fuertemente contra su
pecho.
—Fue una entretenida lucha —bromeó Jungkook para
alivianar la pesadez del momento.
—Sí, date una ducha y descansa —sugirió el general.
Jungkook apretó sus labios.
—Muero de hambre —dijo mientras ambos se dirigían al
interior del recinto militar. El frío de la madrugada
levantaba los vellos de los brazos de Jungkook, provocando
que se abrazase a sí mismo en busca de calor.
Taehyung guardó silencio unos segundos.
—Podemos atacar la cocina y ver que hay —mencionó y
Jungkook lo miró.2
—Vaya, el general rompiendo las reglas de su propio
campamento militar.
—No es un camp-Ah, olvídalo. Es inútil discutir contigo —
dijo, y adelantó a un Jungkook que reía como nunca—.
¡Eres un niño!— acusó y Jungkook rio más fuerte mientras
lo alcanzaba.12
Taehyung pensó que su risa genuina era bastante
encantadora, como la de un niño risueño. Le pareció
tierno.1
Tras adentrarse en la cocina y robar algunos ingredientes
para sándwiches, se sentaron en el piso. Jungkook sintió un
escalofrió al rememorar aquel horrible recuerdo en ese
lugar. Lo ignoró y dio un mordisco. En realidad, él no sentía
apetito, solo... Quizás solo quería pasar algo de tiempo con
el general.5
Pero porque le agradaba su compañía, no pienses más allá
de eso.120
—Así que..., general Kim... Estoy seguro de que ese no es su
nombre —comentó Jungkook, fingiendo no conocer su
nombre para avivar una conversación. El general suspiró.
—¿Qué te hace pensar que te diré mi nombre? Sigues siendo
mi recluta —Taehyung respondió burlón.
—Ah, vamos. Creí que teníamos algo especial aquí —bromeó
Jungkook y Taehyung negó con la cabeza, pero una sonrisa
se estiraba por sus labios. Jungkook esperó impaciente a
que la dejara relucir, pero nunca pasó. El general volvió a su
faceta neutral de siempre.
—¿Tú por qué te llamas Jungkook? —preguntó bromista,
pero Jungkook suspiró.
—Mi abuelo me llamó así —comentó—. Significa que todos
tus sueños se harán realidad y que todo estará bien incluso
en momentos difíciles. —Taehyung lo observó—. O al menos
eso es lo que me decía mi madre —Rio y le dio otro
mordisco a su sándwich—. Kim es un apellido de familia
culta, ¿no? Apuesto a que su padre es un hombre muy
sabio —añadió Jungkook, desviando la conversación hacia
el general.
—Lo era, sí. Murió —respondió Taehyung y Jungkook tragó
pesado.
—Lo siento... —habló bajito. El general apretó una sonrisa.
—Descuida, en casa nos gusta recordar a mi padre con
alegría —dijo y Jungkook bajó la vista al suelo. Taehyung lo
examinó. Lo vio pensativo y apretó los labios pensando que
era mal momento para hablar sobre familia.
— Sí... — suspiró Jungkook y Taehyung sujetó su hombro.
—Lo siento, no debí-
—¿Tiene hermanos, general? —preguntó rápidamente
Jungkook, cambiando el tema.
—No... No, soy solo yo —respondió, no sabiendo si
devolver la pregunta.
—Ah, tampoco yo, pero es una tristeza porque me encantan
los niños. Cuando era más joven tenía la esperanza de que
mamá tuviera otro hijo, pero...
—Falleció —respondió el general. Jungkook asintió,
apretando sus labios—. Lo siento —continuó. El chico sintió
sus ojos escocer y sacudió la cabeza.
—Bah, es tarde ya. Creo que debería-
—Jungkook... —lo interrumpió el general—, creo que el
significado de tu nombre te queda de maravilla —confesó y
Jungkook parpadeó—. Eres fuerte, muy fuerte, y eso es
admirable. —Taehyung palmeó su espalda con suavidad y
Jungkook lo miró; las ganas de saltar a sus brazos estaban
latentes. Ambos estaban muy cerca.15
Jungkook no dejó de observarlo. Pensó en la relación
amistosa que habían construido, en cómo se habían llevado
bien luego de que Jungkook lo colocara en su lista de
personas odiadas y mordió su labio pensando en que eso era
un nuevo comienzo para muchas cosas, para muchos
sentimientos.+
Y estaba mal.3
Maldición, Jungkook, no te enamores de tu general.
Es decepcionante su capacidad
para evitar catástrofes
Cuando Jimin tenía dieciséis años y estaba en el instituto,
un chico lo agredía. Jamás llegó a golpearlo, pero sus
palabras eran hirientes y desalmadas. El Jimin de aquel
entonces solo atinaba a defenderse escondiéndose tras su
madre, mientras que ella regañaba a los padres del
muchacho por criar a un abusivo.
1
Jimin no había cambiado demasiado.
Cuando se alistó como recluta en la milicia, jamás pensó
que tendría a un oficial en su bolsillo... No mal interpretes
eso. Jimin desde siempre supo de su habilidad para
persuadir a los demás sin siquiera darse cuenta; sabía que
podía tener a todos a su merced con tan solo batir sus
gruesas pestañas.27
Pero eso absolutamente que no fue intencional.
—P-pero, oficial Min, si es un combate a mano se supone
que debo golpear... Golpearlo —el muchacho le explicaba al
general Min, quien, al ver que Jimin fue brutalmente
golpeado en el pómulo, intervino inmediatamente.1
Mas no pueden culparlo, a él, quizás, le gustaba un poco el
pequeño rubio.
—¿Golpearlo tan brutalmente? Es un combate de práctica.
Apuesto a que si él fuera el enemigo no lo golpearías tan
fuerte —acusó el oficial, con el menudo rubio escondido tras
su espalda, como hace siete años lo hacía con su madre.
El chico se disculpó a regañadientes y se retiró de la
colchoneta. Yoongi se volteó hacia el rubio e inspeccionó su
mejilla.
—Hay que llevarte a la...25
—No hay que llevarme a ningún lado, oficial Min. Estoy bien
—interrumpió Jimin con una leve sonrisa. Yoongi observó a
los demás reclutas mirarles y se enderezó, carraspeando.
—Ven conmigo —pidió y Jimin lo siguió cauteloso.
Llegaron a una pequeña oficina al final del pasillo.
— ¿Oficial Min? —preguntó Jimin al ver que el oficial
cerraba la puerta y recostaba su frente en ella—. ¿Se
encuentra bien?
—Estoy bien, sí... —contestó. Jimin asintió y comenzó a
jugar con sus manitos en señal de nerviosismo. Yoongi lo
observó, se sentó en su silla y suspiró, meditando sus
siguientes palabras—. ¿Por qué estás aquí? —preguntó
entonces.
—U-usted me dijo que lo siguiera —respondió Jimin de
forma inocente.47
—Me refiero a aquí, en la milicia. ¿Por qué te enlistaste?
—Yo... Uhm... Eso es algo personal, oficial Min.
— ¿Algo personal? Está bien, lo siento. Supongo que estoy
algo abrumado porque... eres como un niño, y ellos son
gigantescos.
Jimin parpadeó. Estaba un poco ofendido.
—Me recuerdas a mí cuando me reclutaron —confesó
Yoongi, con una sonrisa apretada que Jimin correspondió
de forma tímida—. Perdona por no dejarte combatir, es solo
que... viéndote ahí, siendo tan vulnerable...
—No soy vulnerable, oficial Min —respondió Jimin—. Tiene
que dejarme intentarlo, si no nunca podré defenderme por
mi cuenta. Por eso he venido aquí —confesó entonces y le
sonrió; sus pequeños ojos volviéndose ranuras.

Yoongi le devolvió la sonrisa y asintió, revolviéndole el


cabello con cariño.
Él tuvo que aprender a defenderse por las malas, debía
entender que no todos aprendían de las mismas maneras.
[...]
Jungkook tocó la puerta del general dos veces y,
asegurándose de que no hubiera nadie a su alrededor,
acomodó discretamente su cabello y aquel terrible
uniforme. Él no estaba tratando de impresionar... Él solo...
siempre quería verse bien. En cuanto escuchó la fuerte voz
del general Kim soltar un "adelante", su espalda se crispó y
suspiró intentando calmarse.1
Cuando el general Kim lo vio, Jungkook sonrío cínico y, con
ese toque pícaro, se lanzó en el sofá y lo observó; Taehyung
hablaba por teléfono, estaba en altavoz y, aunque Jungkook
no era un entrometido, le llamó la atención que al otro lado
de la línea, la voz que hablaba fuese femenina.2
—Sí, he estado esperando tus llamadas. Supongo que estás
algo ocupado —habló aquella voz mientras Taehyung seguía
con los papeles. Jungkook dudaba sobre si realmente la
estaba escuchando— ... Y... creo que te perdí otra vez. —La
voz rio y Taehyung suspiró, apartando la vista de los
papeles.
—Lo siento, Heejin; estoy algo ocupado —respondió y
Jungkook miró al techo, haciendo como si no escuchara.5
—Lo sé, solo te llamaba porque te extraño... y para
preguntarte si las flores para las mesas deben ser blancas o
rosas. Estoy en ese dilema. —Jungkook frunció el ceño.
Taehyung desvió la mirada hacia él.21
—No lo sé, Heejin. Como quieras —respondió el general,
volviendo su vista a los papeles.
—Ah, por cierto, ¿quién entró fue Yoongi? Me gustaría que
le preguntaras si va a llevar a algún invitado, porque tengo
la lista y en la mesa en la que él va a estar sobra un puesto...
Entonces, puedo poner a mi tío Henry ahí si Yoongi no lleva
a nadie, pero si lleva a alguien entonces tendría que poner
otra silla, lo cual sería una catástrofe porque todo quedaría
disparejo y...2
—Heejin, como sea va a ser perfecto —respondió Taehyung
y la chica tras la línea suspiró.
—Ah, ¡tienes razón! No importa si mi tío Henry se queda de
pie porque ¡vamos a casarnos!52
Y justo en ese momento, Jungkook sintió una patada en su
estómago.224
Se levantó y observó aturdido a su alrededor, sacudiendo su
cabeza para volver a su fachada natural. No podía ser tan
obvio, maldición que no.
—Sí, hablamos luego. Estoy ocupado.
—Está bien. Te amo...
Jungkook cerró los ojos y escuchó a Taehyung colgar el
teléfono.
—Lo lamento. ¿Necesitas algo?
Jungkook lo miró.38
"Te amo".
Amor.18
Hacía tiempo que no sentía algo como eso, porque él, que
vivió de maltratos y pérdidas, ¿qué iba a saber de amor? Si
las primeras personas que debían otorgárselo resultaron ser
defectuosas. Su madre, víctima de los abusos de su padre,
recurrió al suicidio. Su padre, un alcohólico abusivo.
Jungkook había comenzado a resignarse. Él estaba seguro
de que nunca en su vida escucharía un "te amo" de nadie.21
—Así que va a casarse. ¿Cuándo planeaba decírmelo?
¿Nuestra amistad se basa en secretos? —bromeó, aun con
dolor en su pecho.
—Es... Sí... ¿Necesitas algo? Como dije, y probablemente
escuchaste, estoy ocupado.
Jungkook tragó. —Nah, solo venía a saludar y a preguntar si
ya llegaron los resultados de mis exámenes. ¿Estoy
muriendo o algo parecido?
Taehyung removió la pila de papeles de su escritorio.
—Sí, solo no los he revisado. Te avisaré cuando lo haga —
respondió.
—Uh... De acuerdo..., futuro esposo.23
Jungkook cerró la puerta tras él y recostó la cabeza ahí,
cerrando los ojos.
¿Por qué?
¿Por qué simplemente no pudo alejarse y no sentir nada?
¿Por qué te enamoraste de tu general, Jungkook?96
Ahí se dio cuenta de que era decepcionante su capacidad
para evitar catástrofes.
Catástrofes como enamorarse de su general heterosexual y
malditamente comprometido.4
Simplemente genial.
He querido morir desde que nací
Jungkook cayó de nuevo.117
Pero no como caen los pétalos de los árboles de cerezo, que
dejan un hermoso camino en el suelo. Jungkook cayó de
una forma terrible, que nadie consideraría como hermoso.
Cayó como lo había hecho mucho antes, cuando ya vivir se
le dificultaba. Sintió su cuerpo flotando en un mar frío;
estaba relajado, todo oscuro pero con algunos destellos de
luz. Las voces que escuchaba en la lejanía lo hicieron darse
cuenta de que seguía vivo. Él lo estaba, solo tuvo una
recaída; otra de ellas.
—Él no puede quedarse aquí y lo sabes. ¡No tenemos los
insumos necesarios para atenderlo! —Jungkook escuchaba
aquella voz a la distancia. Sentía sus párpados pesados, y,
aunque intentaba abrirlos, se le hacía imposible. Sentía un
calor abrazador en su mano derecha: alguien la estaba
sujetando con fuerza, como nunca lo habían sujetado.
—No voy a enviarlo a su casa. —Jungkook intentó abrir los
ojos al reconocer la voz del general.
—¡Taehyung, no podemos dejarlo aquí! ¡Morirá! Esto no es
parte del protocolo.5
—¡Ya cállense! ¡Él no va a morir! —Escuchó otra voz más
cerca de él y esta vez abrió un poco los ojos e intentó
acostumbrarse a la luz—. Kook... —susurró Jimin, quien
estaba sosteniendo fuertemente su mano.4
—¿Qué sucedió? —preguntó el castaño y vio a Seokjin, el
médico de la milicia, junto al general Kim y el oficial Min.
—Te desmayaste —respondió Seokjin—; normal en tu
estado.
—¿Mi estado?
—Tienes anemia, Jungkook. Y una bastante avanzada, por
desgracia.26
Jungkook cerró los ojos con fuerza y sintió a Jimin apretar
más su mano. Él lo miró; sus mejillas estaban rojitas y él
estaba sucio. Supuso que salían del entrenamiento cuando
sucedió. Sus ojitos también se veían cansados y tenía
oscuras manchas bajo ellos.
—Por eso te has estado sintiendo tan cansado las últimas
semanas. ¿Te has alimentado bien? —preguntó Seokjin.
Jungkook negó. —No he tenido apetito.
—Bien, eso puede ser una de las causas. La anemia
normalmente es ocasionada por la deficiencia de hierro, y
ya que la tuya está avanzada, no estás recibiendo oxígeno
suficiente. —SeokJin levantó una mano de Jungkook y le
mostró la punta de sus dedos: estaban de un color azulado,
al igual que sus labios. Se veía fatal—. Tendrás que regresar
a tu casa y recibir la atención médica necesaria. Aquí no
tenemos los insumos suficientes.1
Jungkook cerró fuerte sus ojos y esta vez fue él quien apretó
la mano de Jimin. El rubio lo miró, mordiendo su labio y
aguantando las lágrimas que se acumulaban en sus ojos.
—¿No pueden conseguir las medicinas que necesita? —
preguntó entonces, esperanzado. Yoongi tragó saliva,
observando a Taehyung, quien era el que tenía la última
palabra.
El general observó a Jungkook y suspiró, mirando sus
zapatos e ideando una solución. Sabía que, si enviaba a
Jungkook con su padre, él moriría. Pero si se quedaba ahí,
lo más probable era que también lo haría. No tenía salida, y
por más que quisiera ayudarle, no le quedaba otra opción
más que enviarlo de vuelta. 1
—Pediré su carta de enlistamiento y lo regresaré —afirmó
entonces y Jungkook sintió sus ojos escocer.3
Pero no sentía dolor.
Al fin y al cabo, era lo que quería, ¿no?
Toda una vida esperando a que su padre lo mate, o que él
mismo decidiera hacerlo.
Jungkook suponía que Dios por fin fue piadoso y le otorgó
la única solución para acabar con su martirio.
Morir.24
—No, general... —suplicó Jimin, sabiendo a ciencia cierta el
suplicio que pasaría Jungkook si regresaba a su casa. Él no
quería eso; no quería que él muriera.
—Es todo, déjenlo descansar —ordenó Seokjin y miró a
Jimin, quien se negaba a soltar la mano de Jungkook.
Yoongi pidió que los dejen y, al final, los tres hombres
salieron, dejando a un Jimin lloroso: el único apoyo de
Jungkook.
—Está bien, no llores —pidió el castaño—. Es... Solo es un
mal día, no una mala vida —dijo para tranquilizarlo, aunque
hasta él sabía que no habría nada más después de eso.
—Kook... —sollozó el rubio—, no quiero que mueras... Por
favor, no mueras. —Hipó.4
—Lo intentaré, ¿sí? Lo prometo... Te escribiré cartas, ¿sí?
Todos los días. Y las enviaré aquí para que las leas cada
viernes, ¿bien?
—¡No quiero que escribas cartas, Tae! ¡No quiero que te
vayas! ¡Él va a hacerte daño de nuevo!1
—No va a hacerme daño... No... No va a hacerme más daño.
—Ya no hay más daño que pueda resistir.
Jimin sorbió su naricita y miró a Kook. —Eres mi mejor
amigo... —confesó tímidamente—... Nunca he tenido
uno.49
Jungkook sonrió, sus ojos pesando por el sueño. —Tampoco
yo...5
Lo último que Jungkook sintió fue un suave beso en su
frente y a Jimin pidiéndole por última vez... que no
muriera.2
[...]
Jungkook despertó de nuevo, pero no sabía cuánto tiempo
después. Su corazón latía pesado en su pecho; flojo, como si
ya no quisiera latir más. Jimin ya no estaba en la
habitación, pero estaba el general.
—¿Cómo te sientes? —preguntó él. Tenía un sobre blanco en
su mano.
—Liviano —contestó Jungkook—. Es como si pudiera flotar.
—Sonrió débil.
—Esta es tu carta de reclutamiento. Necesito la aprobación
de mis superiores y entonces podrás irte a tu casa.
—Hogar, dulce hogar... —se burló Jungkook.
Hubo un silencio en el que Jungkook casi pudo escuchar
cómo el general tragaba saliva.

¿No tienes miedo? —le preguntó entonces. Jungkook se
rio.
—General..., he querido morir desde que nací. —Taehyung
lo observa impasible—. Mi madre murió, mi padre me
quiere muerto. ¿Esto? Esto es como finalmente tener un
poco de lo que quiero.24
Taehyung sintió un escalofrío recorrer su cuerpo.
—Los médicos te atenderán allá, me aseguraré de ello. —
Jungkook sonrió y miró al techo. El sueño volvió a él,
haciéndole creer que de este último no iba a despertar.
—¿Quiere escuchar mis últimas palabras? —preguntó
burlón. Taehyung lo miró, su corazón estrujándose un poco.
—No creo ser el indicado para tus últimas palabras —
respondió. —No creo que lo último que quiera escuchar de
un recluta sea un "te odio, general Kim".
Jungkook sonrió y grabó en sus retinas la imagen del
general soltando una leve sonrisa; guardaría esa imagen por
siempre. Entonces suspiró y sintió lágrimas frescas llenar
sus ojos castaños.+
—Créame, general... No será un "te odio" lo que le diga.

Es como ver a una pantera herida


Yoongi acabó con los reclutas en tiempo récord. Se sentía
especialmente apresurado; además no pudo encontrar a
Jimin en todo el día. 1
Entró a las duchas y se refrescó, tanto física como
mentalmente. Se reprendió por tener miedo a tan alta edad.
¿Qué no se cansaba de ser tan cobarde? Ya no era como
hacía doce años; ya nadie iba a lastimarlo, ya no le iba a dar
el poder a cualquiera de hacerle daño solo porque sí.
Suspiró, colocándose su uniforme azul y sintiéndose
incómodo de tener que usar todo el tiempo ese uniforme.
Extrañaba sus sudaderas y jeans.
Caminó hasta su oficina, atento a cualquier movimiento.
Las guerras en las que había participado le enseñaron a
mantenerse alerta todo el tiempo.
Entonces, súbitamente, se detuvo.
Al pasar por la cocina vio unos pequeños zapatos
asomándose bajo las mesas. Medio sonrió y se acercó.
—¿Qué estás haciendo ahí? —susurró cuando se acuclilló a
un lado de Jimin, quien abrazaba sus rodillas con sus
brazos.
—Es que mi cuarto está muy solo sin Jungkook... —confesó,
y Yoongi lo miró, compadeciéndose. Suspiró y sacudió su
cabello, no sabiendo qué hacer en este tipo de situaciones.2
—Él está bien, puedes visitarlo en la enfermería —
respondió. Lo habían trasladado a un cuarto en la
enfermería para mantenerlo más seguro hasta que sus
superiores firmaran el permiso de Jungkook para poder
irse a casa.
No es lo mismo... —susurró.
—De acuerdo, sal de ahí —pidió el azabache, haciendo una
señal con su mano. Jimin lo miró por unos segundos y
obedeció, saliendo de su escondite bajo la mesa de metal de

la cocina. Se puso frente a Yoongi y este pudo ver sus ojos
llorosos y las bolsas bajo estos..., y sintió un latido. Cuando
vio que Jimin volvería a romperse, lo atrajo a sus brazos en
un apretado abrazo.3
Jimin se paralizó; sus manos inertes cerca de la espalda del
oficial Min, no sabiendo si moverlas o posarlas ahí. Su
corazón se estrujó al percibir de nuevo la imagen de
Jungkook, pálido y con ojeras, y simplemente las puso en
su espalda. Apretó la chaqueta de su uniforme mientras
hundía su cara en el hombro ajeno y se dejaba llevar por las
lágrimas.
Lloró.
Lloró porque la vida es muy injusta.
Lloró porque no podía hacer nada.
—Está bien... —susurró Yoongi, acariciando el cabello rubio
de Jimin y temiendo que los latidos de su corazón fueran
demasiado ruidosos.
—¿P-por qué? —sollozó Jimin—. ¿Por qué a las personas
buenas le pasan cosas malas, oficial Min? —preguntó y
Yoongi sintió su corazón doler.14
—La vida es una fea perra —dijo y Jimin soltó un risa agria
por las malas palabras del oficial. 9
Pasaron algunos minutos, en los cuales Yoongi acariciaba la
espalda de Jimin y él seguía sorbiendo su naricita; y luego
se separaron lentamente, mirando al suelo.

Lo siento... Mojé su uniforme —señaló el rubio con
vergüenza. Yoongi miró su hombro y se encogió
—Está bien, no importa. —Levantó el mentón de Jimin.
Ambos se miraban con tal intensidad que podrían crear una
tormenta.5
Yoongi deseaba besarlo, pero no creía que fuera el mejor
momento.
—No quiero que muera —susurró Jimin desde el fondo de
su corazón, deseando exteriorizar su temor. Yoongi limpió
la lágrima solitaria que recorría su nívea mejilla.
—No va a morir —afirmó y Jimin lo miró esperanzado—.
Voy a ayudarlo... Lo intentaré, ¿sí? Veré qué puedo hacer —
dijo. Los ojos de Jimin brillaban como dos estrellas
brillantes y, maldición, Yoongi se sentía realmente bien.
Ayudar a una persona siempre le hacía sentir bien, sin
mencionar el plus de tener a ese precioso chico
agradeciéndole. Sus acciones no eran interesadas: ver a un
recluta morir y no poder hacer nada para ayudarlo lo ponía
ansioso. Era su deber ayudarlo, sin importar las
consecuencias.
Jimin se lanzó a los brazos de Yoongi y lo abrazó fuerte.
— Gracias... —murmuró y Yoongi le devolvió el abrazo.
Cuando se separaron, Jimin le avisó que iría a ver a
Jungkook y se despidieron de forma incómoda. Yoongi
recuperó su teléfono del bolsillo de su chaqueta y marcó a
un viejo contacto.

—Vaya, vaya. Al parecer los muertos sí reviven —dijo la voz
tras la línea telefónica.12
Amigo mío, necesito un gran favor...
2

Taehyung entró en silencio a la habitación de la enfermería.


Era de noche, bastante tarde ya, y ni siquiera sabía qué
demonios estaba haciendo ahí a esa hora.
Cerró la puerta con cuidado y divisó la figura de Jungkook
bajo las sábanas: estaba hecho un ovillo. La gruesa manta
blanca lo cubría hasta el estómago, dejando parte de su
pecho al descubierto. Tenía ambos brazos en el mismo
lugar, doblados e inertes; las puntas de sus dedos azuladas y
la palma de un color amarillento.
Taehyung arrastró silenciosamente una silla y la puso justo
frente a la cama. Se sentó y suspiró, sacudiendo su cabello
oscuro.
Observó a Jungkook dormir plácido. El flequillo cubría sus
cejas y parte de sus ojos; le había crecido rápido el cabello.
La palma de su mano estaba hacia arriba, a pocos
centímetros de su cara. Taehyung respiró, cuestionándose
de nuevo qué demonios hacía ahí. Tal vez sentía culpa
porque estaba viendo morir a un recluta, sin poder hacer
nada más que enviarlo a su casa, como si estuviera
deshaciéndose de él.+
Durante las guerras, Taehyung había visto morir a muchos
compañeros. Era un dolor que podía sobrellevar. Sí, le
afectaba en un principio, e incluso no podía con las
pesadillas. No entendía, sin embargo, por qué se sentía así
con Jungkook, como si de alguna manera quisiera
protegerlo pese a todo.
Sacudió su cabeza y lo miró de nuevo.
Dormido era majestuoso: no sonreía cínico ni lanzaba
veneno como siempre. No hablaba con sarcasmo ni se
burlaba. Dormido se veía indefenso. Así... era como ver a
una pantera herida. Majestuosa donde vaya, pero, en cierto
punto, sentías que no podías mirarla más por lo herida que
se encontraba.
Taehyung miró sus manos, las propias picando por la
indecisión. Mirando ambas partes del cuarto, estiró la suya
y la colocó lento sobre la fría palma del castaño.
Quería darle un poco de calor.25
Jungkook suspiró en sueños y Taehyung detalló sus lunares,
sus mejillas, sus labios. Estiró la mano lentamente para
apartar sus mechones castaños y observar sus ojos cerrados
y su frente descubierta.
Se sintió abrumado por los toques tan delicados que le
daba. ¿Qué demonios le sucedía?3
Taehyung bajó la vista a sus manos juntas. Jungkook de un
momento a otro había cerrado sus dedos en su mano y
ahora estaba sujetándola.2
Entonces, en un bajo susurro, él simplemente dijo:
—Lo siento...

Se siente bien estar vivo
Yoongi bajó del auto con la carpeta entre su brazo. Se
acomodó el traje y miró la instalación que tenía al frente: el
enorme edificio blanco, al que entraban y salían personas de
forma ruidosa. Yoongi no era amante del ruido; prefería
más que todo mantenerse en silencio, y cada vez que oía un
ruido fuerte se alteraba. La guerra había dejado bastantes
cicatrices. 1
Entró directamente, sin preguntar. Muchos ya sabían quién
era y, probablemente, también qué hacía allí. Se dirigió
hacia una de las plantas de arriba y tocó la puerta de la
oficina del doctor Jeon, un viejo amigo. Escuchó un suave
"adelante", cuyo tono Yoongi dedujo era de cansancio. Ser
doctor jamás había sido un trabajo fácil, y menos si era uno
de los más importante.2
—Doc —saludó Yoongi en broma.
—No puede ser. ¿Cuánto tiempo sin vernos?
—Dos años —respondió Yoongi.
—Vaya, dos años y ni un día pudiste llamarme. —El doctor
suspiró—. En fin, ¿qué necesitas? Porque si me llamaste
luego de tanto tiempo es porque necesitas algo.
—Vamos, Namjoon... Sabes que no lo hice a propósito. —
Yoongi suspiró y se sentó en la mesa frente al escritorio del
doctor Jeon.22
—Sí, claro. Como sea, amigo. Dime, ¿qué necesitas?
—Hay una... situación en el cuartel... Un chico, tiene
anemia avanzada y el general teme... que muera ahí —dijo
Yoongi, carraspeando y rascando la punta de su nariz, sin
saber qué decir realmente.
—¿El general teme que muera ahí? —preguntó Namjoon con
una ceja alzada.
—Sí, sí, claro. —Yoongi aclaró su garganta.
—Ya, sí. ¿Y qué hay de Seokjin? Tienen suficientes insumos.
—No para la anemia. Seokjin dijo que había que hacerle un
tratamiento intravenoso con hierro, y no tienen eso en el
cuartel.1
—Y quieren que yo se los dé.
—Es para salvar una vida... Creí que los doctores hacían eso
—dijo. Namjoon suspiró, retirando sus gafas y masajeando
el puente de su nariz.
—Es complicado, Yoongi. No puedo sacar suministros
médicos así como así, y estoy seguro de que los generales
superiores no aceptaron algo como eso. —Yoongi apretó la
mandíbula.
—Es un chico, Namjoon; solo tiene veinticinco —dijo
entonces, como último recurso—. Escucha: Taehyung avisó
a los superiores, pero aún no ha recibido ninguna respuesta,
así que..., no estarías haciendo nada malo.
Namjoon suspiró.
—De acuerdo, pero si me metes en problemas por esto, te
envenenaré —advirtió y se levantó.1
Yoongi lo siguió y ambos fueron a un pequeño almacén.
Namjoon saludó a las enfermeras y a cualquier persona que
se le atravesaba; seguía siendo una mariposa social. Le
entregó una caja con frascos de un color oscuro y bolsas con
suero.
—Según lo que me has dicho, el chico tiene anemia
ferropénica y se trata con hierro. Denle dosis pequeñas y
asegúrense de mantenerlo oxigenado. El suero es para que
recupere fuerzas pronto. —Yoongi asintió, aún sin saber qué
hacer—. Jin sabrá qué hacer — puntualizó Namjoon y salió
del almacén, cerrando la puerta.
—Gracias, amigo. De verdad.
—No es nada, solo no desaparezcas de nuevo. —El doctor
puso la mano sobre el hombro contrario—. Fuimos juntos a
la guerra, no a un campamento de verano.
Yoongi rio. —Nos vemos.
—Espero que sí, Yoongi... Espero que sí.
1

—Esto no puede ser, Taehyung. Si los superiores se enteran


de esto, ellos...
—Ellos no tienen por qué enterarse. Yo soy el general.
Seokjin estaba histérico desde que Yoongi regresó con los
insumos. No quería problemas y eso era justo lo que
estaban buscando. El muchacho se iría a su casa y allá lo
llevarían al médico. Pero, claro, Seokjin no sabía lo que
significaba que Jungkook regresara a su casa.
—Taehyung, esto está mal.
—¡Maldición, Seokjin! ¡¿Puedes dejar de chillar por un
minuto?! — Yoongi pidió alzando la voz—. ¡Está muriendo!
¡¡Sólo ponle el maldito medicamento y ya!! Nadie tiene por
qué enterarse. Solo estás salvando su vida.
Hubo un silencio en la habitación. Jin suspiró pesadamente
y tomó los insumos, dirigiéndose al cuarto de la enfermería
con Yoongi y Taehyung siguiéndolo como dos perros
persiguiendo un hueso. Jimin estaba ahí, charlando con
Jungkook, quien cada vez se veía más pálido, y cuando vio
entrar a Seokjin con una caja se sorprendió y luego miró a
Kook.
—¿Qué pasa? —preguntó el rubio.
—Tenemos el hierro para Jungkook. Te lo pondré por
intravenosa para que sea más rápido y eficiente. —Jimin
abrió los ojos y se tapó la boca.
—¿D-de verdad?
—Sí. Ahora, ¿no le temes a las agujas o sí? —preguntó
SeokJin y Jungkook negó. Miró al general y este le dedicó
un encogimiento de hombros y señaló a Yoongi, quien
miraba a Jimin.7
Jungkook casi sonrió.
Diez minutos después, Jungkook tenía en su brazo
izquierdo una intravenosa con un líquido oscuro subiendo.
Miró con horror.
—Siento que me transformaré en Hulk —bromeó y Jimin
rio.
—Se siente bien estar vivo, ¿no? —preguntó. Jungkook lo
miró con cariño.
—Se siente genial —susurró, recibiendo una sonrisa de
Jimin.3
—Gracias, oficial Min —dijo entonces y Jungkook lo
observó.
—Oh, eh... No es nada, está bien... Que te mejores, Jeon —
contestó y se fue. Jimin sonrió.2
—Oye, tú —lo llamó Jungkook y Jimin lo miró—. Él te gusta.
—¿Qué? No, no. Él... No —balbuceó. Jungkook rio.
—Pues tú le gustas —comentó y las mejillas de Jimin
enrojecieron.
—¿Al oficial Min? Ni de chiste. Él destila
heterosexualidad.23
—¿Tú crees? Mi gaydar comenzó a titilar cuando él entró a
la habitación —se burló Jungkook.
—Nah, seguro es por el general.2
Jungkook suspiró. —Nop, el general tiene una prometida.
Lo escuché hablando con ella sobre arreglos de mesa y sillas
—bromeó, pero su corazón dolió un poco.
—Uh, pobre mujer —expresó Jimin y Jungkook soltó una
risita.
—Sí... Um, me está dando mucho sueño ahora... —Bostezó.
Jimin acomodó la manta sobre él.
—Está bien, puedes dormir. Yo iré a agradecerle al oficial
Min —dijo y Jungkook subió y bajó las cejas
sugestivamente—. ¡Ah! ¡No de esa forma, tú, cochino! —
bramó y se cubrió la cara con sus manitos, con la risa
entrecortada de Jungkook. Jimin lo vio sonreír y él también
lo hizo—. Gracias por no morir. —Jimin tomó su mano y
Jungkook sonrió.
—Gracias por no dejarme morir —respondió—. Ya sabes,
por enamorar a un oficial y hacer que me ayudara.6
—¡Ah, tú, idiota! ¡Me voy, no te hablaré! —amenazó y
Jungkook continuó riendo soñoliento.
Pero, en realidad, lo agradecía infinitamente.
Quizás sí tenía un buen propósito para vivir.
No todo es tan malo
Taehyung suspiró, dejando los papeles a un lado y
masajeándose las sienes. Luego se inclinó en su silla y miró
el techo de la oficina.2
—¿Todo bien? —preguntó Yoongi a su lado, quien había
llegado para checar el correo que le habían enviado hace
unas horas.
—Están pidiendo a los reclutas. Habrá un atentado contra la
mafia de Japón y... —Taehyung suspiró de nuevo—. Ellos no
están listos, no están listos en lo absoluto. Ni siquiera saben
cómo cargar un arma.
—Bueno, no puedes culparte por eso. Ocurrieron muchas
cosas en el cuartel.
—No, en el cuartel no. Le ocurrieron muchas cosas a Jeon —
farfulló y Yoongi lo miró.
—¿Qué estás diciendo?
—Eso mismo. Si no hubiese puesto toda mi atención en un
recluta, estaríamos listos para esto. Maldición, estaríamos
listos para cualquier cosa.
—Taehyung, lo que pasó no estaba previsto. Él enfermó, fue
abusado. ¿Estás acaso culpándote por eso?
—Estoy culpándome por prestarle demasiada atención,
¿sí? Tenía a Seokjin e incluso a ti. ¿Por qué demonios estuve
con él todo el maldito tiempo?
Yoongi lo miró. Desde que conocía a Taehyung lo había
visto arrepentirse de muchas cosas. En la preparatoria se
había arrepentido por no haber invitado al baile a Solhyun y
estuvo toda la semana lamentándose; En la guerra,
Taehyung se arrepintió de haber lanzado la última bomba,
porque pudo utilizarla después.
Pero nunca lo vio arrepentirse por algo tan insignificante
como prestarle atención específica a un recluta.1
Yoongi se preguntó por qué le daba tanta importancia.
—Tal vez porque no querías ver a alguien más morir —dijo
y Taehyung lo miró aturdido.
—Ah, veo morir personas todo el tiempo. Vi morir a mi
padre, a mi mejor amigo... Una muerte más no hará daño.
—Yoongi hizo una mueca. La guerra te volvía insensible—.
Es solo que... había algo con verlo morir a él que me...
inquietaba. No quería que pasara, pero sabía que no podía
hacer nada al respecto.3
Yoongi pensó por unos segundos qué decir. Taehyung había
tenido crisis como estas; claro que sí. Sin embargo, la última
vez que lo vio así, no era nada normal. De hecho, fue hace
siete años: Taehyung estaba confundido y frustrado.
Por un chico.141
Yoongi recordó, entonces, que en ese tiempo a Taehyung no
le importaba con quién salía. Si era hombre o mujer,
demonios, incluso si era ambos, a Taehyung no le
importaba...; porque él siempre decía que el corazón es
quien elige. Le dijo lo mismo a él cuando le confesó que era
homosexual.
"Yoongi, creo realmente que las personas se enamoran de
corazones, no de hombres y mujeres; así que, si quieres
buscarte un hombre increíble y con un buen corazón,
estaré ahí, orgulloso de ti".5
Puede ser que ese día Taehyung haya estado algo ebrio, pero
los ancianos dicen que nadie es más sincero que un niño
pequeño y una persona ebria.
Yoongi miró a Taehyung.
—¿Él te gusta? —Fue directo, lo que pareció alterar al
general, porque enseguida lo miró mal y comenzó a negar
con la cabeza.
—¿Estás drogado? —preguntó bruscamente—. Soy
heterosexual, Yoongi. Tengo una prometida.15 —Una
prometida de la que no estás enamorado.
Taehyung se masajeó de nuevo las sienes.
—¿Y eso qué? Voy a casarme.9
—¿Sí? ¿Dónde está el Taehyung que hace siete años me dijo
que las personas se enamoraban de corazones?
—Es distinto, Yoongi. Crecí.
—Creciste y te pusiste más inmaduro, por lo que veo.
Taehyung...
—¿Qué crees que pensaría mi padre? ¿De tener un hijo
general y gay? ¿Eh?
—¡Tu padre está muerto, Taehyung! —Yoongi se levantó y se
inclinó en el escritorio—. Tienes treinta y cinco años, creo
que es hora de ir decidiendo qué es lo que realmente quieres
en tu vida.75
Taehyung calló.6
—Dijiste que serías feliz si buscaba un chico con un gran
corazón —continuó Yoongi—. Quiero que tú también seas
feliz. —Y sin más se retiró, cerrando la puerta tras sí.
Fue al campo y alineó a todos los reclutas. Él los tendría
listos para cualquier atentado, para cualquier cosa. Ordenó
que fueran a las armas y corrigió a todos, dándole lecciones
rápidas de cómo cargar y descargar un arma, también de
puntería y precisión.
Incluso Jimin lo sintió tenso, pero no lo culpaba.29
Fue un tonto. Cuando salió de la habitación de la enfermería
para agradecerle al oficial, no se le ocurrió otra forma que
darle un beso en su mejilla. Jimin se maldijo internamente
y disparó el arma, dando justo en el pecho del muñeco de
práctica de madera. Yoongi asintió.
—Eso estuvo bien —halagó y Jimin apartó la mirada,
volviendo a su labor.
Taehyung, por otro lado, salió de nuevo de su oficina y,
maldición; era como si sus pies se movieran solos, porque
fue directo a la habitación de la enfermería. Su corazón
retumbó fuerte en sus oídos cuando descubrió que estaba
vacía. Le tocó la puerta a Seokjin.
—Lo envié a su habitación. Quería irse con Jimin, así que
instalé todo lo que necesitaba allá —dijo, como si supiera de
antemano el porqué el general estaba ahí. Taehyung aclaró
su garganta y salió sin decir otra palabra. Seokjin negó con
la cabeza, pero una pequeña sonrisa se estiró en sus labios.
Se había convertido en la milicia del romance, al parecer.6
Taehyung caminó apresuradamente a la habitación, estando
seguro de que Jungkook estaría dormido; el tratamiento
siempre lo dejaba cansado, según le había comentado
Yoongi.
Entró a la habitación en silencio, ni siquiera sabía por qué.
¿Para verlo dormir? ¿Qué tan perturbador era eso? Estuvo a
punto de retirarse y estrellar su cabeza con cualquier pared
hasta que la voz de Jungkook le envió un escalofrío que le
recorrió toda la espina dorsal.
Él estaba cantando.298
Su voz era grave, pero sin duda hermosa. Cantaba despacio
y en voz baja, como si tuviera miedo de ser escuchado.
Taehyung se quedó inmóvil en la puerta, deseando que
Jungkook no se diera cuenta de que estaba ahí y dejara de
cantar, y se dejó llevar por la melodía de la canción. No la
conocía, pero seguramente Jungkook la cantaba muy
seguido.5
Se dejó llevar por las suaves notas, por su suave voz, y por
un momento sintió el impulso de abrazarlo y protegerlo de
todo. Suspiró.9
—Cantas muy bien —comentó cuando se detuvo. Las
mejillas de Jungkook enrojecieron.8
—Ah... ¿Cuánto tiempo lleva ahí? —preguntó, temiendo que
lo haya visto llorar antes.
—Solo unos minutos —respondió—. Pero no te detengas por
mí —pidió y se sentó en la silla que estaba justo frente a
Jungkook. Estaban bastante cerca ahora. Jungkook podía
oler su loción, así que cerró los ojos y grabó ese aroma.
—No creo que viniera aquí para oírme cantar —respondió
Jungkook y Taehyung lo notó un poco más repuesto. El
color había vuelto a sus labios, volviéndolos carmesí; y
aunque las bolsas bajo sus ojos seguían ahí, ya no lo hacían
parecer como un cadáver.
—Ni siquiera yo sé por qué vine aquí —confesó,
desbordando sinceridad.
Jungkook lo miró, no importándole si era muy obvio.
Maldición, lo amaba. Lo amaba tanto que se estaba
ahogando.
Apartó la mirada con dolor y miró sus manos. Posiblemente
estarían tibias. Las suyas picaban por tomarlas y juntar sus
dedos, por besarlas y ponerlas en sus mejillas mientras le
decía que lo amaba, que estaba enamorado de él.
—¿Cómo te sientes? —preguntó el general.
Jodido, quiso responder. Malditamente jodido por ti y todo
tu porte de general.
—Estoy bien, puedo respirar —contestó en su lugar.
—Tú... ¿aún quieres morir?
Hubo un silencio.
—¿Justo ahora? No. No todo es tan malo... —murmuró y
Taehyung lo miró. Los ojos del castaño brillaban. Jungkook
mordió su labio y sonrió mirando a otro lado—. Ah, esto es
incómodo.
—¿Por qué? —preguntó el general. Jungkook volvió a
mirarlo, como si fuera lo único importante en la habitación.
—No importa... Así que, general Kim, ¿cómo van los
arreglos de sus mesas? No queremos que la boda quede mal,
¿o sí? —cuestionó, simplemente porque no podía hacer más
que lastimarse a sí mismo. Taehyung apartó la mirada,
permitiéndole a Jungkook grabar también su perfil.18
—Ah... Eso en realidad no es importante.
Jungkook quiso preguntar por qué su boda no era
importante, pero fue interrumpido por la puerta abriéndose
y un Jimin enfurruñado que entró balbuceando quién sabe
qué. Jungkook sonrió.
—Ah... Ni que quisiera estar con él tampoco... De todas-Oh
¡Oh! ¡General Kim! —exclamó e hizo una reverencia
demasiado exagerada. Taehyung miró a Jungkook.
Maldición, él sonreía tan bonito.1
—¿Terminaron el entrenamiento? —preguntó y Jimin
asintió efusivamente.
—Yo iré a-
—No es necesario, ya me iba... —El general se levantó—.
Que te mejores Jeon —habló y acarició su cabello sin saber
bien el porqué, logrando que el corazón de Jungkook diera
un brinco. Cuando se retiró, Jungkook cubrió su rostro.
—¿Tae? —preguntó Jimin, acercándose a él—. ¿Estás bien?
¿Por qué estás llorando?
—J-Jimin —balbuceó—..., por favor, haz que no duela...
Duele mucho —pidió, agarrándose la camisa justo sobre el
lugar en el que se hallaba su corazón.28
—Está bien, te tengo. Estoy contigo —afirmó, sin entender
muy bien qué pasaba. Lo abrazó poniendo su cabeza en su
pecho, que se sacudía con cada llanto.
—Jimin, no quiero más dolor... —Lloró.
Pero dolor era lo único que recibía, lo único que se quedaría
con él hasta que lo eliminara de raíz.

Catástrofe
Jungkook golpeó el saco de boxeo una vez más. Las gotas de
sudor caían por su frente y mojaban las puntas de su cabello
castaño. Movió su cuello y volvió a golpear hasta que el
montículo de color oscuro se balanceó hacia atrás. Sonrió
satisfecho, mirando sus nudillos intactos, sin marcas
rojizas. Las cicatrices de las cortadas anteriores seguían
dejando un rastro blanco, pero no podía importarle menos.

El siguiente circuito eran armas. Jungkook llegó allí un poco


antes que los demás reclutas y comenzó a ensamblar la
suya, con maestría, como si lo hubiese hecho cientos de
veces. Sonrió cuando Jimin llegó a su lado y comenzó a
ensamblar su arma.
—Me gusta verte así —dijo. Jungkook sonrió.
—¿Ensamblando un objeto asesino? —bromeó.
—No, vivo —contestó y Jungkook volvió a sonreír,
agarrando los audífonos protectores y dirigiéndose a la
cabina de disparos. Tomó aire y comenzó a disparar a los
muñecos de entrenamiento. Falló en algunos, pero sin duda
había mejorado su puntería desde la última vez que estuvo
ahí.
Corrió hacia el campo y trepó por la cuerda. Recuerdos lo
invadían, mas no lo atormentaron, porque sabía que había
mejorado. Había pasado un mes desde que enfermó, y
aunque Seokjin no estaba muy convencido acerca de su
estabilidad, Jungkook le aseguró que esta vez estaba bien;
que, de hecho, se sentía con más fuerzas.
Incluso había bromeado acerca de que lo que le habían
puesto no era hierro, sino alguna droga que le dio
superpoderes.
Escaló la pared y llegó hasta el otro lado del campo, donde
el general lo esperaba con una bandera. Jungkook la tomó y
sonrió, poniéndola en un pequeño pedestal.
—Eso estuvo bien —lo halagó y Jungkook sonrió aún más.
—¿Bien? Estuvo increíble. Yo que tú tendría miedo, podría
arrebatarte tu puesto de general —bromeó y Taehyung
sonrió, negando con la cabeza.
Maldición, su sonrisa era preciosa.109
Jungkook apartó la mirada y esperó a Jimin, que no debía
tardar.
Luego de que dos reclutas llegaran, Jimin saltó la pared,
sacudió sus manitas y tomó la bandera, sonriéndole a
Jungkook.
—Dame cinco —pidió Jungkook y Jimin rio, accediendo y
chocando su manito regordeta con la del castaño.14
[...]
A la hora del almuerzo Jungkook se sentía eufórico, como si
pudiera correr un maratón. Jimin le hablaba de su familia
en Busan, de que le gustaría que algún día los conociera.
—Prométeme que cuando salgamos de aquí me visitarás... O
que nos mantendremos en contacto.1
Jungkook sonrió enternecido. —Te lo prometo —declaró.
Jimin miró pensativo y luego levantó su pequeño meñique.
—Esta es la promesa más fuerte de todas. No puedes
romperla —amenazó. Jungkook soltó una carcajada.2
—¿Realmente tienes veinticinco años? —preguntó, pero
Jimin se mantuvo firme, acercando su meñique hacia
Jungkook—. Bieeen —alargó y envolvió su largo meñique
con el pequeño de Jimin. Ambos sonrieron, dicha plena
posándose en el pecho de Jungkook. Hacía tiempo que no se
sentía así.15
Los dos se sobresaltaron cuando una estridente alarma
retumbó en todo el cuartel. Jimin miró a Jungkook. Varios
reclutas se habían levantado, igual de alterados por la
repentina situación, y Jungkook estuvo a punto de
preguntar qué pasaba cuando el general entró, luciendo
muy alterado. El corazón del castaño brincó con susto.
—Bien, esto es una alarma que nos envía el cuartel
principal, el de los superiores... Indica un posible atentado o
una emergencia que requiere nuestra atención —habló
calmado, aunque su rostro mostraba lo contrario—. Algunos
aún no están preparados para asistir a un... evento como
este, pero necesitamos la mayor cantidad posible —
continuó—. La mafia japonesa está amenazando con lanzar
una bomba tóxica si el presidente no entrega una cantidad
exuberante de dinero, así que hemos sido llamados para
neutralizar la situación y atacar.16
Jungkook sintió un escalofrío.
—Si no son nombrados, pueden retirarse. Hay autobuses
esperándolos afuera y los que sean nombrados serán
escoltados por el oficial Min para prepararse. —Entonces el
general Kim comenzó a recitar los nombres escritos en
aquella carpeta. Jungkook sintió su corazón palpitar fuerte,
aumentando, cuando repentinamente el último nombre
resonó en sus oídos como una bomba—: Park Jimin.32
Jimin exhaló, mirando a Jungkook, quien se levantó. —
Espera. ¡Espera! —le pidió al general, quien había cerrado
su carpeta y estaba dispuesto a retirarse—. M-mi nombre
no..., no estaba ahí.
—No —contestó el. Jungkook frunció el ceño.
—¿Por qué?
—Porque no está. Necesito salir, Jeon.
—Jimin no puede ir.
—Tú no decides eso.
—No, por favor. Él no puede ir —pidió, tomando el brazo del
general. Taehyung miró sus manos sujetando su bíceps y
luego miró su rostro—. Tomaré su lugar si es necesario, pero
no lo envíes ahí. Te lo suplico...4
Taehyung apretó la mandíbula. ¿Cómo podría decirle?
¿Cómo le decía que no lo quería en peligro otra vez?118
—Eso no está en mi pod-
—Por favor, Taehyung —pidió Jungkook, llamándolo por su
nombre de pila como último recurso, volviendo la situación,
quizás, más íntima.
—Bien, ve con el oficial. —Jungkook suspiró aliviado y le
agradeció girándose hacia Jimin, quien tenía los ojos
llorosos y lo miraba como si estuviera loco.
—¿P-por qué hiciste eso, Tae? Tú acabas de salir de una
enfermedad mortal... Cómo... ¿Cómo se te ocurre ir a
Japón? ¡A una posible guerra!
Jungkook sonrió con lágrimas en sus ojos.
—Tienes mucho por lo que vivir, Jiminie —declaró y tomó
sus mejillas—. Estaré bien, te hice una promesa.13
— ¡Yo puedo cuidarme solo! —reclamó altanero y Jungkook
sólo atinó a abrazarlo.
—Estaré bien, lo prometo —dijo y estiró su meñique
nuevamente. Jimin lo miró con los ojos acuosos por las
lágrimas y lo envolvió con el suyo.
—Te quiero, Jungkook-ah —dijo con voz gangosa. Jungkook
sonrió con las lágrimas escapando de sus ojos; un
sentimiento cálido se posó en su pecho.2
¿Qué decías, papá? ¿Que nadie podría quererme porque
soy una escoria?5
—También te quiero, Jimin-ssi —dijo y lo abrazó de nuevo
para luego ir con el general. Soltó la mano de Jimin, pero
este se resistía a dejarlo ir.
—¡No, Tae! —sollozó y Jungkook cerró los ojos cuando la
puerta del comedor se cerró tras él.
[...]
Jungkook se vistió con un uniforme oscuro. Se calzó con dos
armas: una enfundada como cinturón y una Ak-47 negra. Se
puso un casco y exhaló.2
De acuerdo, aquí vamos.80
1

Jimin corrió hacia el campo en donde había un helicóptero,


esperando que no se hayan ido. El oficial Min lo vio y
caminó hacia él.
— Hey, hey. Está bien, no llores —pidió y limpió sus
lágrimas con el rubio mirándolo aturdido. Él ya estaba
vestido: tenía un uniforme gris oscuro y botas militares
negras. Jimin pudo ver el arma enfundada en su cinturón y
tragó saliva.
—¿Usted también va? —preguntó, sintiendo nuevas ganas
de llorar.
—Es mi deber. Alguien tiene que cubrir la espalda del
general —respondió, aún con sus manos en las mejillas
calientes del contrario.
—N-no muera —pidió Jimin y Yoongi sonrió mirándolo con
cariño. Jimin bajó la vista avergonzado y, tras unos
segundos, la subió de nuevo.
—Lo intentaré —respondió él en un susurro y Jimin se
acercó un poco. Yoongi desvió la vista a sus labios húmedos
y tragó saliva.
Tal vez podría...
—¡Oficial Min, nos vamos! —exclamó una voz. Jimin se echó
hacia atrás y Yoongi apartó las manos de sus mejillas,
alejándose poco a poco de él.
Cuando estuvo a punto de subir al helicóptero, miró de
nuevo al rubio. Se veía tan frágil, tan temeroso. Chasqueó la
lengua y caminó hacia él, tomando sus mejillas y dejando
un beso suave en sus esponjosos labios.85
Jimin se sobresaltó, pero se derritió en sus brazos, relajando
sus labios y dejando que el beso no le supiera tan amargo.
—Volveré por ti, ¿bien? —avisó en cuanto se separaron solo
unos centímetros. Jimin asintió con nuevas lágrimas
corriendo su rostro. Yoongi dejó otro beso y trotó hacia el
helicóptero.9
Cuando subió, Taehyung le sonrió y sintió sus mejillas
calientes.
—Andando, tenemos una guerra que ganar —dijo y el
helicóptero dio marcha.
Yoongi bajó la vista. Vio a Jimin, aún ahí de píe, y cerró los
ojos con fuerzas.
Espérame, volveré. 296
[...]
Jungkook sentía una opresión en el pecho.
Cuando escuchó que los japoneses querían negociar con el
general, "negociar" no era en realidad lo que querían.
Jungkook lo sabía y esperaba que el general no fuera tan
estúpido como para ir con ellos.
—De acuerdo, cúbreme Min. Si no salgo en media hora,
entren ahí —ordenó entonces y Jungkook sintió un
puñetazo. Se sobresaltó.
—Estás loco —reclamó sin una pizca de respeto. Taehyung
lo miró—. Es un poco suicida salir, ¿no crees? Ellos no
quieren hablar, eso es obvio.
—¿Y qué sugieres entonces? —increpó, y Jungkook vio cómo
todos los reclutas salían de la habitación con incomodidad,
incluido el oficial Min.
—¡Piensa, Taehyung! Si sales ahí te asesinaran —dijo— y ahí
comenzará la verdadera guerra. Yo... —Yo no quiero
perderte, aunque no seas mío, quiso decir; pero en su lugar
se quedó callado y sintió sus ojos picar.
—Ya dije el plan. Si no salgo en media hora, vengan por mí
—concluyó y se puso el casco, dispuesto a salir del refugio.
Jungkook sujetó su brazo.
—No salgas. No salgas, por favor —pidió, importándole poco
si era muy obvio. Taehyung tragó el nudo de su garganta y
apartó su brazo.
—Saben el plan.
—¡Taehyung, no! —gritó cuando Taehyung salió y luego
respiró pesadamente, intentando calmarse.
Tranquilo, tranquilo, es un hombre listo. Él sabrá qué
hacer. Tienen un plan, estará bien, intentó convencerse,
pero no apaciguó su inquietud. 14
Jungkook no sabía cuántos minutos habían pasado. Todos
los reclutas y el oficial Min estaban sentados sin hacer nada,
simplemente esperando a que el general regresara, o
esperando el momento en que el oficial diera la orden de
salir. Jungkook respiraba agitadamente y sentía una presión
en el pecho que no se disipaba. Estaba preocupado y sentía
impotencia por no poder hacer nada, por simplemente
quedarse aquí sentado cuando ni siquiera sabía lo que le
estaban haciendo al general.
Jungkook se frustró. No iba a dejar que alguien más
desapareciera, no se lo iba a permitir.
Se levantó y tomó su arma.105
—¿Jeon, qué está haciendo? —cuestionó el oficial
bruscamente. Jungkook lo ignoró y se puso el casco—.
¡Jeon, regresa aquí ahora mismo! —ordenó, pero Jungkook
ya había abierto la puerta del búnker y salido. 5
El frío viento del campo de Osaka heló su sangre. Jungkook
miró a su alrededor y se camufló con la hierba seca del
suelo.
Había un almacén que tenía las luces encendidas. Jungkook
dedujo que ahí estaba el general. Corrió hasta ahí y se
recostó a un lado de la puerta, mirando discretamente por
la ventana. Tenía un mal presentimiento: no había nadie
alrededor. Jungkook abrió la puerta y miró a un hombre de
espaldas. Estaba descuidado, así que pensó en disparar el
arma..., pero supo pronto que haría mucho ruido.
Tragó saliva y se acercó lento; tomándolo por el cuello y
girándolo hacia la izquierda con fuerza. El hombre cayó
inerte en el suelo y Jungkook tomó su arma. Caminó hacia
unas rendijas de luz, un poco aturdido; la chispa de la
adrenalina nublando sus sentidos. Había asesinado a un
hombre.11
Entró en una habitación con escombros y sintió su corazón
latir con fuerza en cuanto vio al general sentado en una silla
en medio. Su cabeza estaba hacia abajo y sus manos atadas
tras su espalda. Jungkook dedujo de inmediato que estaba
inconsciente, y sin importarle si había alguien más en la
habitación, se arrodilló junto a él y tomó sus mejillas.
—Taehyung... —llamó y él abrió los ojos.
—¿Q-qué haces? Tú... Yoongi... —balbuceó incoherente y su
cabeza volvió a caer hacia adelante. Jungkook supo que lo
habían drogado.
—Voy a sacarte de aquí —demandó y desató sus manos.
Sin embargo, en el momento cuando lo puso de pie y rodeó
su hombro, fue golpeado por detrás, haciéndolo caer.1 —
¡Maldición! Pensé que Corea era más lista. ¿Un hombre?
¿Eso es lo que tienen para mí? —exclamó un hombre con un
inestable acento coreano. Jungkook respiró pesado y se
levantó, tomando su arma y apuntando—. Ah, ah, ah —
negó, apuntando su arma en la sien del general—; piensa,
chico, o le volaré el cerebro a tu general —amenazó y
Jungkook miró al general que luchaba por mantener sus
ojos abiertos. Pensó: había cuatro hombres, uno en cada
esquina, pero no tenían armas. Jungkook miró al hombre
de cabello negro. Calculó que tenía unos cuarenta años,
pero se mantenía en forma—. Lo que sea que estés
pensando, no funcionará —volvió a hablar y Jungkook
disparó el arma en la pierna del hombre, haciendo que
gritara y soltara su propia arma. Jungkook la tomó y se puso
junto al general, apuntando a los cuatro hombres. Ni
siquiera sabía lo que estaba haciendo.34
Un hombre le pateó la mano en un movimiento casi
imperceptible y Jungkook gritó con dolor. El mismo
hombre lo pateó en las costillas y Jungkook cayó al suelo,
pero no se rindió. Con sus piernas pateó las espinillas del
hombre, quien cayó de rodillas, y luego Jungkook lo pateó
en el estómago con fuerza. Llegaron dos hombres más y
comenzó una lucha con ellos, intentando que se alejaran del
general.
Entonces un disparo sonó.52
Y Jungkook sintió que algo escurría de su brazo.166
El hombre al que le había disparado en la pierna había
tomado otra arma y disparado —aún tirado en el suelo—
dando justo en el hombro izquierdo de Jungkook; quien,
herido y sin fuerzas, arrancó el arma del hombre al que
había pateado y le disparó en el pecho a otros dos. Pero,
entonces, tres lo acorralaron y comenzaron a golpearlo,
gritando improperios e insultos hacia su nación.1
Estaba comenzando a perder las esperanzas. Pero al menos
tenía el consuelo de que tendría una muerte digna.
Jungkook, en el piso, miró al general, quien también lo
miraba, como si quisiera hacer algo pero sin poder por lo
drogado que se encontraba.
Entonces se escucharon más disparos y los hombres se
alarmaron. Jungkook sintió felicidad plena cuando Yoongi
entró disparando junto a los demás reclutas.9
Jungkook sintió su corazón latir más despacio.
Se arrastró hacia el general, con la respiración entrecortada
y su brazo sangrando. Se recostó a su lado, mirándolo, y
cubrió su mano con la de él. Lo miró a los ojos.+ — Te
amo... —murmuró, temblando y con frío.56
Y, entonces, cerró los ojos y se dejó ir.

Regreso
General Kim
Parte dos: Nuevo comienzo212

Todo estaba en silencio; nunca había estado en tanto


silencio. Su cuerpo estaba liviano, como si hubiese saltado
de un edificio, pero en vez de estrellarse en el suelo, flotó
hasta el cielo; mirando las ciudades..., las personas que
lucían minúsculas, como pequeños faroles de luz. Intentó
abrir los ojos, pero le parecía imposible: pesaban más que
todo su cuerpo. Sentía el latir de su corazón, suave y
calmado. Una fresca brisa le acariciaba las mejillas y, de
pronto, un destello de luz apareció. Una luz brillante y
sofocante. Apretó los ojos para cubrirse de ella.2
Escuchaba voces a la lejanía...; susurros que le decían que
se dejara llevar, que se relajara y disfrutara de la
sensación de estar en paz.
Lo hizo. Se dejó llevar, esperando a que las voces lo
guiaran a un camino de extrema paz, donde nada doliera,
donde no sintiera temor.

Jimin abrió las puertas del hospital con fuerza, girando su


cabeza a todos lados. Corrió al ver a varios reclutas con
vendajes y caras de cansancio. Tenía el corazón pendiendo
de un hilo. Le habían avisado hace varias horas que había
varios reclutas malheridos y entre ellos el general. Jimin no
quiso sacar conclusiones ni ser pesimista. Él sabía que todos
estarían bien, solo heridos, pero estarían bien... Nada
grave.2
Corrió por los pasillos, subiendo hacia donde una amable
enfermera le había indicado. Había bastantes uniformados
con vendas en los brazos y en la cabeza. Algunos estaban en
camilla.
Jimin miró los rostros y buscó con esperanza los únicos dos
rostros que tanto necesitaba ver. Suspiró cuando vio a
Yoongi sentado en la sala de espera; tenía una venda que
sujetaba su brazo y una compresa fría presionando su
cabeza. Corrió hacia él, que ya lo había visto y se había
levantado, y lo abrazó con cuidado de no lastimarlo. Yoongi
suspiró, oliendo su cabello; su corazón resonando
fuertemente en sus oídos. Yoongi sintió el cuerpo de Jimin
temblar en sollozos y se separó un poco para tomar su
mentón y mirarlo.2
—Hey, hey. Está bien, no pasó nada. No llores —pidió y
limpió las lágrimas de Jimin, importándole poco las
miradas intrigadas de las personas a su alrededor.
—Y-yo... creí que ibas a morir. Me asusté mucho —balbuceó
entre hipidos y Yoongi lo abrazó fuertemente de nuevo,
acariciándole la nuca con la mano que no tenía vendada.1
—No estoy muerto, estoy bien... Un poco malherido, pero
bien —contestó con optimismo.
Entonces Jimin se separó. —¿J-Jungkook? —preguntó con
cierto temor de saber la respuesta. Yoongi tragó.
—El general y él se llevaron la peor parte, me temo —dijo y
Jimin sintió su corazón romperse. Inhaló con dolor y se
aferró a los brazos de Yoongi—. Jungkook fue muy valiente.
Si no hubiese sido por él, estaríamos en guerra ahora y el
general probablemente estaría muerto —comentó y Jimin
asintió, aún sin separarse de sus brazos—. Ambos están con
vida —concluyó. 27
Jimin sintió que podía respirar otra vez.3
Miró a Yoongi y tomó sus mejillas, examinando su rostro
herido y con tiritas cubriendo sus magulladuras.
—Eres un oficial muy fuerte —le dijo y Yoongi sonrío
mirando sus ojos brillantes por las lágrimas. Le dio un
pequeño y rápido beso, que para ambos significaba
demasiado, y le ofreció ir a ver a su amigo.3
Jimin entró a la habitación, oyendo el molesto ruido de los
aparatos del hospital. Hacía un poco de frío. Yoongi entró
tras él cerrando la puerta con poco cuidado.
El rubio sonrió cuando los ojos de su amigo se encontraron
con los de él.
—Hola —saludó con un nudo creciendo en su garganta.
—Hola... —susurró Jungkook, sonriendo.
—Me alegra mucho que estés bien —mencionó con
honestidad y algunas lágrimas traicioneras abandonaron
sus mejillas.
—Sí, a mí también —respondió y cruzó miradas con Yoongi,
quien le sonrió de forma apretada.
—Te veré afuera —le dijo a Jimin y salió. Jungkook observó
al rubio de forma acusadora y este se sonrojó.
—¿Qué sucede ahí? —preguntó.
Jimin arrastró la silla de una esquina y la puso a un lado de
la camilla de Jungkook. Luego le tomó la mano que no tenía
vendada.
—No quiero hablar de mí. ¿Cómo estás?
—Yo no quiero hablar de lo que pasó, ¿sí? —suplicó
Jungkook, mordiendo su labio—. De verdad que no me
gustaría recordar.1
Jimin guardó silencio y acarició la mano color caramelo de
Jungkook. Suspiró.
—No lo sé... Él... como que me gusta —respondió al fin, con
un sonrojo coloreando sus mofletes, y el castaño sonrió.3
—Tú le gustas a él —afirmó y Jimin sonrió, acomodando
unos mechones de su rubio cabello.
—Nos besamos —confesó con timidez. Jungkook aspiró,
ahogándose en el momento, y comenzó a toser. Jimin se
preocupó y le sobó el pecho, pidiéndole que se calmara.
—¡Eso es muy bueno! —alegó Jungkook—. Estoy muy feliz
por ti —dijo. Jimin sonrió.
—Yoongi me dijo que el general está bien. Le hicieron un
lavado de estómago por las drogas y... solo está muy
golpeado. —Jungkook asintió. Estaba aliviado pero, a la vez,
no quería saber nada sobre él. ¿Recordaría lo que dijo?
Negó mentalmente. Estaba drogado; con suerte recordaría
cuando Jungkook lo tomó de las mejillas. Suspiró mirando
al techo y sintiendo la mano de Jimin acariciar la suya con
cariño..., cariño que tanto le faltó—. Tú.. puedes decírmelo.
Ya sabes —dijo Jimin y Jungkook lo miró.2
—¿Qué?
—Sé lo que sientes... por el general. Yo... lo puedo ver —
comentó y Jungkook lo miró sin decir una palabra—. Por
cómo lo miras y... bromeas con él... Y haber arriesgado tu
vida para salvarlo... Kook, si eso no es amor, no sé qué lo
sea.3
—No importa —interrumpió Jungkook bruscamente,
queriendo volver a dormir—. Ya no importa ahora. —Jimin
lo miró con tristeza, pero siguió acariciando su mano, y
Jungkook disfrutó de su compañía, disfrutó el estar vivo.
—¿Puedo quedarme con la bala que sacaron de tu hombro?
—preguntó entonces Jimin y Jungkook suspiró para luego
reír.14
Reír con mucho alivio.
[...]
Jungkook sintió la puerta cerrarse y se acomodó en la
camilla, sintiendo su corazón latir desenfrenado al ver al
general frente a él. Su cabello negro estaba un poco
despeinado y lucía como si no hubiese dormido en días. Sin
embargo, aun así Jungkook creyó que era lo más hermoso
que vería en mucho tiempo.3
—Pensé que estabas dormido —comentó el general. Tenía
dos estuches en sus manos. Jungkook negó con una leve
sonrisa.
—No lo estoy —respondió en un susurro. Taehyung lo
observó por unos segundos y luego acercó los estuches hacia
él.
—Esto lo envía el cuartel principal —señaló—. Son medallas
para honrar tu valentía y... a tu familia. —Destapó los
estuches. Dentro relucían dos medallas doradas con un
listón rojo y blanco. Una tenía escrito "Valentía" y la otra
"Honor" en un grabado de oro. Jungkook las miró con
desinterés y luego miró al general, sintiendo que su corazón
se apretaba y sus ojos se ponían acuosos.12
—No quiero medallas —confesó y Taehyung tragó, poniendo
la tapa a los estuches y colocándolos sobre la mesa al lado
de la camilla.
—Es lo único que te puedo dar —respondió entonces y
Jungkook sonrió con lágrimas escapando de sus ojos
marrones. Taehyung sintió un revoltijo en su estómago y
apartó la mirada, no queriendo verlo llorar de nuevo. No
otra vez.23
''Tienes que dejar de ser un cobarde, Taehyung''. Las
palabras de Yoongi minutos atrás se asentaron en su
cerebro y las sacudió bruscamente. Ese no era el momento
para cuestionarse.
—El entrenamiento ha terminado. Todos los reclutas
pueden volver a sus casas. Tú... —Hizo una pausa—.
¿Estarás bien?
Jungkook sonrió irónico. —Si no morí ahí es porque debo
hacer algo más en esta vida — respondió—. No creo que mi
padre vaya a asesinarme —declaró. Taehyung asintió.
—Hay un taxi esperándote abajo. Puedes vestirte —le dijo y
Jungkook lo observó, esperando que dijera algo más, que se
despidiera, que dijera que lo quería, que lo amaba y que lo
protegería de su padre, del mundo.+
Pero el general solo cerró la puerta tras sí y Jungkook lloró.1
Lloró porque no lo vería jamás.27
Lloró porque aún le faltaba mucho para encontrar su
felicidad.

Sentirse libre
[El contenido a continuación es sensible. Leer bajo
discreción.]

Jungkook declinó la oferta de Jimin, de irse con él.1


Porque no quería estorbar, ya no quería ser un estorbo para
nadie.42
Suspiró, abriendo lentamente la puerta de su casa. El olor a
alcohol impactó fuerte en sus fosas nasales y sintió su
estómago revolverse. Su padre probablemente ni siquiera
sabía que Jungkook estuvo a punto de morir. Se mentalizó
para todo lo que pudiera pasar al entrar en esa casa.+ —
Estoy aquí —avisó, sin saber muy bien el porqué.
Su padre estaba sentado en el sofá con una botella de
alcohol en la mano y tres vacías en el piso. Jungkook se
preguntó de dónde había sacado el dinero para comprar
tantas. Tenía una barba pronunciada y Jungkook dedujo
que llevaba varios días sin asearse. Subió directamente a su
habitación y se lanzó a la cama.

Recordó las palabras de su madre, lo que le decía a menudo


a Jungkook, cuando los niños se burlaban de él por actuar
afeminado.
"Las personas siempre encontrarán maneras de
lastimarte, muchísimas maneras. Está en ti dejar que lo
logren. El mundo es un lugar muy sucio, Jungkookie, y no
siempre tendrás a alguien para cuidarte".
10
Y vaya que lo sabía. No tenía a nadie para cuidarlo, solo a él,
y en ese momento se sentía sin fuerzas... Ni siquiera para
protegerse de sí mismo.
Tomó una almohada y la abrazó, sintiendo las lágrimas
volver. Jungkook jamás había llorado tanto como lo había
hecho estos últimos meses. Siempre había intentado ser
fuerte; se había tragado sus emociones y había seguido
adelante.
—¿Por qué me dejaste, mamá? Se suponía que me amabas
—sollozó con dolor e ira, los dos sentimientos que jamás
deben juntarse. Acciones irremediables ocurren cuando
ellas entran en acción. Jungkook nunca se había dejado
llevar por sus emociones, pero justo ahí siente que debe
dejarse ir, que debe actuar.
"Nadie nunca querrá a una escoria como tú".
Jungkook se cubrió la cara con la almohada, intentando
protegerse de todo pensamiento destructivo e hiriente.
De pronto, un destello de luz lo cegó y la sonrisa del general
apareció en su mente. Sus lunares, su ceño fruncido y su
mandíbula marcada; la imagen que grabó en su retina la vez
que enfermó permaneció ahí, junto a sus órdenes, sus
regaños. Todo lo que lo distinguía.1
Jungkook nunca había sido amado, pero amaba con la
fuerza de diez tormentas.
Se levantó, dirigiéndose al baño al verse enfrascado en una
discusión consigo mismo.4
Jungkook quería sentirse libre, y sabía cómo lograrlo.11
1
Taehyung apretó el volante entre sus manos, mirando el
camino sin verlo realmente. Su cerebro era un cúmulo de
pensamientos e ideas. Millones de sensaciones colisionaban
en su corazón y él simplemente no sabía qué hacer con ellas.
Estaba cansado. Su estómago dolía por el lavado y quería
lanzarse a su maldita cama y dormir por diez horas.
Pero claro que no. Él tenía que pensar. ¿Por qué no podía
salir de su cabeza? ¿Por qué no podía borrar su cínica
sonrisa? ¿Por qué se sentía tan impotente al dejarlo
marchar?
Yoongi puso una mano en su hombro.
—Amigo, baja la velocidad. Acabo de burlar la muerte, no
quiero que venga a cobrar venganza —exclamó y Taehyung
regresó de su ensimismamiento.5
—Lo siento —se disculpó y sacudió su cabeza, bajando la
velocidad y aflojando sus manos del volante. Sus nudillos
volvieron a su color natural.
—Taehyung, para con esto —exigió Yoongi. Taehyung lo
miró confundido por un momento y luego volvió su vista a
la carretera—. ¡Estás haciendo una película en tu cabeza!
Del "qué hubiera pasado si...". Deja de hacerlo. Tomaste una
decisión, ahora abstente a las consecuencias.
—¿De qué mierda estás hablando? —preguntó.
—De Jungkook —respondió y vio los músculos de Taehyung
tensarse.
—Él no tiene nada que ver en esto, deja tus especulaciones.
El hecho de que tú seas gay no tiene nada que ver conmigo.

Sí, y el hecho de que seas un imbécil tampoco tiene nada
que ver conmigo, pero aquí estoy, intentando hacer que
abras los putos ojos.2
—No sé de qué estás hablando.
—Te gusta. —Taehyung iba a replicar, pero Yoongi continuó
hablando—: Te gusta y no sabes cómo lidiar con ello porque
jamás te habías sentido así. Ni siquiera con Heejin.
—¡No soy gay!23
—¡Me importa una mierda si te gusta o no te gustan las
pollas!3
El auto quedó en silencio.
—Taehyung, solo... Toda tu vida has hecho todo por los
demás, para complacerlos. —Taehyung lo miró—. Piensa
por una vez en ti. Piensa en lo que estás perdiendo al ser tan
testarudo.
—Voy a casarme, Yoongi. ¿Qué crees que pensarán al ver
que dejé a mi novia de cinco años por un chico que fue mi
recluta? ¡Un chico!4
—Pues a la mierda con el "qué pensarán". Es tu maldita vida
y tú decides de quién enamorarte.2
Taehyung guardó silencio, apretando de nuevo sus manos al
volante y pensando; viendo la sonrisa de Jungkook en su
mente, viendo sus ojos brillantes, sus labios esponjosos.
Viéndolo lastimado porque sus inseguridades y complejos le
impedían hacer lo que deseaba. Negó, ya no más. Detuvo el
auto y se inclinó para abrir la puerta del copiloto.
—Largo —ordenó y Yoongi lo miró confundido—. Iré por
Jungkook.54
El bajito sonrió y bajó del auto, radiante y confiado.20
—Ve por él, tigre —animó y Taehyung hizo rugir el motor
del auto al dar la vuelta. Ojeó en su teléfono los archivos del
cuartel y obtuvo la dirección de Jungkook.7
Iré por ti, Jungkook.179
[...]
Jungkook se observó en el espejo del baño, tocando con sus
dedos su rostro magullado y oscuro.1
Abrió un compartimento y tomó el frasco anaranjado,
observándolo. Las había comprado para ayudarlo a dormir;
así, cuando su padre subiera por las noches, no lo golpeara.
Lo observó con lágrimas en los ojos, temblando.
Pero la decisión ya estaba tomada.45
Si en este mundo no eres bueno para nada ni para nadie, no
debes estar aquí.
Giró la tapa del frasco, viendo las pastillas rojas que estaban
en el interior. Tragó saliva.
"Prométeme que seguiremos siendo amigos".
"Creo tu nombre te queda de maravilla".
"Eres escoria, te detesto".
"Eres hermoso tal y como eres, Jungkook".
El agua de la ducha seguía corriendo, hasta llenar la bañera
lo suficiente como para cubrir todo su cuerpo. Jungkook
giró el frasco de pastillas en su mano y las tragó con

esfuerzo, tomando cada vez más, hasta que quedaron
pocas.8
Lo siento, Jiminie —sollozó y se metió en la ducha,
esperando a que el efecto diese resultado.1
El timbre de la casa sonó. Oyó a su padre gritar que abriese,
pero todo era borroso.
Escuchó gritos y golpes. Alguien llamaba su nombre, pero él
no podía responder.
Él ahora estaba flotando en paz.
Ahora se sentía libre.
Quédate conmigo I
Taehyung condujo a toda velocidad, queriendo ignorar los
semáforos y las señalizaciones. El GPS lo dirigió hasta un
colorido vecindario: la casa número 323 relucía con una luz
brillante y él sintió su corazón palpitar. 2
Estacionó el coche de forma apresurada, sin siquiera poner
el freno de mano. Acomodó su camiseta y su desaliñado
cabello y tocó el timbre, esperando recibir respuesta,
esperando que fuese Jungkook quien abra y pudiera decirle
que definitivamente quería estar con él.
Escuchó una fuerte voz gritar: —¡Jungkook, la maldita
puerta! —Y apretó sus puños con ira. Escuchó ruidos desde
adentro y temió que estuviese lastimándolo. Tocó el timbre
de nuevo y un hombre alto y con barba abrió la puerta con
enojo—. ¿Qué demonios quieres? —preguntó bruscamente y
Taehyung se tragó su odio.
—Buenas tardes, señor Jeon, soy el general Kim del Cuartel
General de Seúl. Me gustaría ver a Jungkook —saludó de
forma amable, aunque quería estampar sus puños en la cara
de aquel hombre.
—Ahg, ¿para qué? —preguntó y Taehyung chasqueó la
lengua.
—Asuntos del cuartel. ¿Puedo pasar? —cuestionó y el
hombre se apartó desinteresado. La casa apestaba alcohol.
No era como se la imaginaba; no había retratos de
Jungkook cuando bebé ni fotos familiares. Todo era oscuro.
Casi pudo sentir el dolor de Jungkook.

¡Jungkook, alguien te busca! —gritó el hombre,
sentándose en el sofá y tomando de nuevo la botella casi
vacía de alcohol. Taehyung esperó y no recibió ninguna
respuesta—. Bastardo, está dormido. No sirve para nada. —
Taehyung apretó sus puños aún más y no pudo aguantar
más tiempo el odio que sentía. —Cierre la boca —dijo
entonces.2
—¿Quién te crees que eres?
—Usted es escoria —soltó— por herir de esa forma a su
único hijo, a la única persona que tolera su mierda. ¡Usted
lo está matando! —gritó y el hombre se levantó, buscando
lanzar un puño a la mandíbula del general, quien lo
esquivó, tomándolo y dándole vuelta sobre sí mismo.
Envolvió su brazo sobre el cuello del mayor, aun sujetando
su puño, y respiró en su oído con furia—: Él se irá conmigo,
y usted morirá aquí solo y en su asqueroso alcohol —
escupió y lo soltó, subiendo escaleras arriba, con el hombre
detrás.
El padre de Jungkook entró al cuarto de castaño,
encontrando la cama vacía y desordenada. Taehyung se
percató de que por la puerta al final del pasillo salía agua
bajo la rendija.
—¿Qué mierda? —masculló el hombre mayor.

Su corazón palpitó con fuerza.


Caminó dando zancadas hasta ahí y tocó la puerta.
—¿Jungkook, estás ahí? —preguntó con el puño pegado a la
madera. Escuchaba el sonido del grifo.
Por favor, contesta.
Jungkook, por favor, contesta.
—Jungkook, soy Taehyung. Abre la puerta —pidió, girando
la manija, pero no funcionó. Estaba cerrada por dentro—.
Maldita sea —exclamó y golpeó la puerta con su costado
una vez, dos veces, hasta que la puerta cedió y lo vio.1
Lo vio ahí, en el agua de la bañera, sus ojos cerrados, sus
labios morados y su rostro pálido. Se acercó a él suspirando,
reteniendo las lágrimas, y tomó su rostro frío.
—Jungkook —llamó fallidamente. Miró alrededor, en el
cuarto de baño, y localizó el frasco anaranjado en una
esquina al lado del inodoro. Suspiró con dolor y puso dos
dedos en la boca del contrario, empujando adentro con
todas sus fuerzas.
Por favor...
Por favor, despierta.
—No me hagas esto, por favor —pidió en voz alta,
sumergiendo sus dedos de manera que sabía que lo haría
expulsar lo que sea que se había tomado—. Quédate
conmigo, Kook, te lo pido —suplicó llorando. Sacó sus
dedos y miró el rostro relajado de Jungkook.3
"He querido morir desde que nací." 72
Taehyung lloró acariciando su rostro, sorbiendo por su
nariz y volviendo a meter los dedos en su boca, esta vez más
adentro. Rezó porque Jungkook luchara solo un poco más,

que sobreviviera para que pudiera vivir una vida feliz, junto
a él...
Entonces Jungkook respiró y lanzó una arcada, vomitando
todas las pastillas, respirando pesadamente y de forma
pausada y dolorosa. Taehyung lo miró y lo atrajo hacia él,
sin importarle si se mojaba. Jungkook miró aturdido,
mareado y desorientado. Taehyung lo apretó más y lloró
sobre su cabellera mojada.30
Tomó una toalla azul que colgaba en una esquina, lo sacó y
lo envolvió en ella. Jungkook apenas podía mantenerse en
pie y el general lo cargó en posición nupcial y salió
apresurado. El padre de Jungkook seguía parado a unos
metros de la puerta del cuarto. Parecía sobrio de repente.
Taehyung abrió la puerta principal y metió a Jungkook a su
auto, importándole poco dar explicaciones a su padre.
Jungkook tenía que recibir un lavado estomacal; no sabía
cuántas pastillas tomó ni de qué eran exactamente.
—Estarás bien, solo resiste, ¿sí? —le dijo y Jungkook lo
miró, aún un poco aturdido.
Estarás bien, Jungkook. Ahora estarás bien.
1

Taehyung entró a la habitación con un sabor amargo en la


boca. Llevaba un café en su mano. Jungkook aún no
despertaba.
Le habían hecho un lavado estomacal y sedado para darle
suero y que repusiera fuerzas. La doctora le dijo que había
llegado a tiempo, que si no lo mataba la intoxicación, la
hipotermia lo haría.
Se sentó en la silla azul a un lado de la cama y bebió de su
café, mientras que con la otra mano acariciaba el dorso de la
de Jungkook. Suspiró y Jungkook se removió en la cama,
apretando su mano contra la de Taehyung, quien lo observó
cuando lentamente abría los ojos.
—Hola —saludó en un susurro. Jungkook lo miró y miró sus
manos, creyendo que quizás sí había muerto y estaba
alucinando en el cielo. Sonrió un poco, apretando la mano
de Taehyung, como queriendo asegurarse de que era real.
—Hola —susurró también Jungkook. Miró a su alrededor,
queriendo hacer muchas preguntas como, por ejemplo, ¿por
qué estaba ahí? ¿Por qué lo salvó?
Taehyung suspiró y se acercó a la camilla.
—¿Por qué hiciste eso? —preguntó y Jungkook cerró los
ojos.
—¿Qué hacías ahí?
—No respondas con otra pregunta —le riñó Taehyung—.
¿Por qué hiciste eso, Jungkook?
—¿De verdad vas a preguntarlo? —Jungkook rio de forma
amarga—. Si no lo hacía yo, mi padre lo haría. Estoy solo, no
tengo empleo, no terminé la universidad. Estoy enganchado
a vivir con los maltratos y los golpes de mi padre hasta que
muera. Estoy... —Mordió su labio con sus ojos picando por
las lágrimas—... Estoy enamorado de ti y vas a casarte.
¿Crees que es una vida increíble?25
Taehyung guardó silencio, soltando su mano lentamente.
Jungkook apartó el rostro, secando sus lágrimas con
molestia por soltar sus sentimientos así como así. Pero era
tanto, era tanto lo que lo consumía, que se sentía ahogado
por tanto que decir, tanto que sentir.
Taehyung volvió a tomar su mano y Jungkook sintió un
escalofrío.
—Taehyung, no-1
—Cállate —dijo y se acercó.
Y entonces lo besó.560
Fue un toque efímero, simple y sencillo. Fue solo un roce de
labios, pero Jungkook sintió fuegos artificiales en su
estómago y temió que Taehyung pudiera escuchar los
latidos de su corazón en aumento por la máquina en la
habitación. Jungkook sintió que Taehyung apartaba sus
labios y lo miró aturdido, con los ojos brillantes.
—Toda mi vida... —habló Taehyung—... Toda mi vida he
hecho lo que todos querían, lo que estaba bien para los
demás. —La respiración del pelinegro chocaba con la de
Jungkook, quien sentía su corazón latir cada vez más
rápido—. Ahora quiero hacer algo que realmente me guste,
sin importar lo que digan.
Jungkook suspiró.
—Te quiero a ti, Jungkook —dijo entonces, y lágrimas
traicioneras descendieron por sus mejillas—. Quiero estar
contigo, con tu risa cínica y tu sarcasmo. Con tu sonrisa
preciosa. —Jungkook sonrió entre lágrimas—. Con tus
pésimos chistes.15
—P-pero tú ibas a casarte —recordó y Taehyung negó.5
—No más —dijo—. Quiero comenzar de nuevo, con alguien a
quien realmente quiero.
Jungkook lloró, por primera vez, de pura felicidad.
—Este no es un buen lugar para decir que me quieres —
bromeó entre lágrimas y risas. Taehyung sonrió.
—Lo importante es lo que te dije, no el lugar —dijo y
Jungkook asintió.
Y en aquella habitación de paredes blancas, con el suero
corriendo por sus venas y el monitor cardíaco registrando
sus fuertes latidos, con el frío en sus cuerpos y el
pensamiento de que todo era un sueño, Taehyung volvió a
pegar sus labios juntos, haciendo que Jungkook respirara
feliz. Respirara vivo.+
Y, sobre todo, respirara con la esperanza de que la felicidad
estaba por llegar a él.
Quédate conmigo II
Taehyung abrió la puerta del departamento, invitando a
entrar a Jungkook, quien se fijó en todo alrededor: los
muebles, la pintura, la cocina. Se veía un poco reticente,
pero aún no asimilaba el hecho de que realmente estaba ahí
con el general.
Con su general.130
—Es un poco pequeño, pero es lo mejor que pude conseguir
en tan poco tiempo —aclaró Taehyung, sacando a
Jungkook de sus pensamientos—. Ya está amueblado; sin
embargo, si quieres comprar cosas podemos- —Es perfecto
—lo interrumpió—. Gracias...
Taehyung sonrió con ese encantador gesto de dientes
perlados y acarició la mejilla de Jungkook. Él jamás lo había
visto sonreír de aquella forma, tan genuina e infantil. Se
dejó llevar por el toque y lo miró; con su mejilla apoyada en
la palma que lo acariciaba.
—¿Esto es real? —preguntó entonces y Taehyung sonrió,
acercándose a él; dándole un suave beso.
—Para mí lo es —respondió y acarició con ambos pulgares
sus mejillas—. Ven, tienes que descansar. Te enseñaré el
cuarto.
—Ah, sí, por favor. Siento que me removieron todo en el
estómago —suplicó en broma y Taehyung rio.
La habitación era enorme. Taehyung era bastante exagerado
sobre el tamaño del departamento. Para Jungkook era como
un palacio: la cama era gigante, con almohadas y sábanas
blancas. Había un gran armario de madera y una de las
paredes estaba totalmente cubierta por espejos. También
había un televisor en la pared de enfrente y una puerta que
probablemente dirigía al baño. En un lateral estaba la
entrada a una terraza. Era espectacular. Jungkook sonrió
totalmente enamorado y miró a Taehyung.5
—Lamento si no...
—Cállate, es perfecto... Es espectacular, todo este cuarto es,
literalmente, el tamaño de toda mi casa —bromeó y vio el
rostro de Taehyung ensombrecerse. Tragó saliva y envolvió
sus brazos en el cuello contrario—. Lléveme a la cama,
general —pidió y Taehyung sonrió, alzándolo y caminando
con él en brazos hasta la cama donde lo depositó
suavemente. 10
Jungkook admiró el rostro del azabache. Era maravilloso.
Delineó con las yemas de sus dedos las cejas oscuras del
mayor, sus pestañas y desde su nariz hasta sus labios, donde
dejó suaves besos. Taehyung sonrió.
—Te amo tanto —dijo Jungkook, esta vez sabiendo que era
correspondido. Taehyung le acarició los cabellos.
—Y yo a ti —contestó y el corazón de Jungkook latió furioso
y con dicha, por primera vez sin ninguna grieta de dolor.
Taehyung lo besó con suavidad, como el toque de una
estrella. Suspiró contento y se dejó llevar por la danza que
hacían sus labios al colapsar entre sí.3
Ambos fueron interrumpidos en pleno apogeo por el timbre,
que sonó dos veces. Taehyung parecía no querer separarse,
pero Jungkook rio y lo apartó un poco.1
—Alguien toca —avisó y dio un suave beso en los labios
contrarios. Taehyung acarició sus caderas, enviando un
escalofrío que le erizó la piel, y luego se levantó.
—Quédate en cama, estaré aquí en un segundo —señaló y
Jungkook asintió, acomodándose más arriba y colocándose
las colchas por encima. Hacía frío.
Apenas cerró los ojos dos segundos y sintió la puerta abrirse
de nuevo.
—¡Tae! —Se levantó inmediatamente al escuchar aquella voz
inolvidable. Jimin corrió hasta la cama y se subió
abrazándolo fuerte, tanto que ambos cayeron sobre el
colchón. Jungkook sonrió con lágrimas en sus ojos. Jimin
había regresado, probablemente por la noticia de su intento
de suicidio—. Te odio, te odio tanto. ¿Cómo pudiste
hacerme esto? Y-Yoongi me avisó y tomé el primer tren a
Seúl. J-tú, idiota. En serio eres el peor amigo. ¡Hicimos una
promesa con el meñique! Y tú..., J-tú ibas a romperla. J-te
odio tanto, en serio.30
—Lo siento, Minie. Estoy bien ahora.
—¡No digas eso! Te odio, ¡déjame odiarte por unos
segundos! —pidió y Jungkook sonrió, acariciando sus rubios
cabellos mientras oía a Jimin sorber por su naricita y
limpiar sus lágrimas con sus manos.
—Lo siento mucho... —dijo Jungkook y Jimin se giró para
verlo.
—Me alegra que estés bien ahora —aseguró y ambos
volvieron a abrazarse. Jungkook suspiró con cariño.
—¿Viniste desde Busan? —cuestionó y Jimin asintió,
limpiando sus mejillas bañadas en lágrimas. —Yoongi me
buscó en la estación —dijo y Jungkook sonrió subiendo sus
cejas.
—Así que... ¿Ya es oficial? —dudó y percibió el sonrojo en
las mejillas del rubio.
—No lo sé. Él... Creo que sí... Conoció a mi madre y ella lo
adoró.
—Estoy muy feliz por ti, de verdad.
—Y yo también... —aseguró Jimin y Jungkook sonrió
mordiendo su labio—. Es hermoso este lugar. Taehyung y tú
van a ser muy felices —confirmó sincero y Jungkook sonrió
más.
—Eso espero...
—Yo... Yoongi me dijo que él terminó con su prometida —
comentó Jimin y Jungkook lo miró—. En un restaurante.
Hablaron y Taehyung le dijo que estaba enamorado de
alguien más. Entonces ella enloqueció y le lanzó el anillo
diciendo que era un patán, un idiota y otros insultos de
señora.10
—Insultos de señora —repitió Jungkook con una risa.
Mordió su labio con amor latente creciendo en su pecho—.
Aún no sé cómo te enteras de esas cosas.
—Eso es porque me gusta el chisme —respondió Jimin
riendo—. Y porque Yoongi también me cuenta muchas cosas
—dijo y sonrió.15
—¿Él te trata bien?
—Ah... Él es increíble. Cuando salieron del hospital pasamos
mucho tiempo juntos. Me llevó a su casa, se despidió de mí
en la estación de trenes... Eso fue doloroso —dijo, haciendo
una mueca—..., pero hablamos estos dos días. Siempre me
contaba todo lo que hacía y siempre se despedía con un te
quiero...
—¿Y cómo lidiarán ahora con la distancia? —dudó
Jungkook, apoyándose sobre su mano.
—No lo haremos. Empiezo la universidad aquí en Seúl, así
que en lugar de... alquilar un departamento en el campus,
yo... Él, bueno... Me ofreció quedarme en su casa.
Jungkook chilló y luego tapó su boca cuando una risa de
felicidad lo invadió.19
—Oh, por Dios. Es tan dulce... Espero que se casen.
—No podemos casarnos. No está permitido aquí... Pero... sí
me gusta muchísimo —afirmó y Jungkook lo abrazó.26
Entonces, entre risas, historias y algunos llantos, fueron
interrumpidos por la firme voz de Yoongi.
—Jimin, ¿puedes venir un momento?
Jungkook codeó a Jimin sugestivamente y el pequeño se
sonrojó, bajando de la cama y acomodando su cabello.
Jungkook sonrió negando con la cabeza.
Jimin bajó las escaleras y vio a Yoongi de pie junto al
mesón. Taehyung estaba con él.
—Oye, ¿vas a quedarte un rato más o te irás conmigo? —
preguntó el pálido—. Tengo que hacer algunas cosas
primero.
—Oh —dudó Jimin—. Está bien me quedaré un rato más con
Kook. ¿No importa? —cuestionó, mirando a Taehyung,
quien negó con la cabeza con una sonrisa y luego posó su
vista en Yoongi, que se veía algo decepcionado.
—Bien, entonces me iré ahora...
—¿Vendrás por mí? —preguntó Jimin, acercándose a él.
Yoongi sonrió. —Claro.
—Bien. ¡Adiós! —se despidió. Dejó un beso rápido en los
labios contrarios y luego fue de nuevo escaleras arriba.
Taehyung apartó la mirada sonriendo.
—¿Qué? —refunfuñó un sonrojado Yoongi.
—Estás como... —Tosió—... bastante rojo —se burló
Taehyung y Yoongi bufó, tomando sus propias mejillas
calientes.4
—Agh, me voy ahora —avisó y Taehyung rio. Yoongi abrió la
puerta y, antes de cerrarla fuerte, escuchó a Taehyung
llamarlo—. Me alegra que lo hayas traído aquí... Que estén
juntos.
—Me alegro también de que hayas encontrado a alguien que
haga que te sonrojes —se burló Taehyung, pero había cierto
toque real en aquellas palabras. Yoongi lo llamó idiota, mas
una sonrisa relucía en sus labios.+
Ambos habían perdido cosas, pero habían ganado otras
mucho mejores.1
Ahora se quedarían todos juntos.
Primer día del resto de tu vida
Taehyung se removió entre las sábanas. Su respiración era
acompasada y con el brazo tanteó el otro lado de la cama.
Estaba vacío.
3
Taehyung se sentó en la cama aturdido, mirando a todos
lados en la habitación y con el corazón latiéndole furioso en
el pecho.1
—¿Jungkook? —llamó, sin obtener ninguna respuesta.
Tragó saliva y sintió su sangre helarse—.¡¿Tae?! —llamó de
nuevo, esta vez un poco más fuerte.4
—¡En la cocina! —respondió él y fue entonces que Taehyung
pudo respirar normalmente.
Soltó una fuerte exhalación y se dejó caer de nuevo en la
cama, sobando su frente que repentinamente se había
tensado. Tomó unos pantalones de pijama y se los puso.
Con el torso desnudo y los pies descalzos bajó a la cocina
luego de haberse lavado los dientes.
Jungkook estaba tarareando una canción tonta de algún
comercial de la televisión mientras meneaba algo en una
sartén. Taehyung se detuvo unos segundos en el umbral
de la puerta solo para observarlo. Llevaba su camiseta de
Metallica, que le cubría hasta los muslos, y tenía el cabello
despeinado.42
Taehyung sonrió pensando en aquella frase que tanto había
escuchado.
Hoy es el primer día del resto de tu vida.71
Caminó hasta el castaño, abrazándolo por detrás y dejando
un beso en su sien. Jungkook cerró los ojos y se dejó llevar
por el cariño que emanaba del general. O, bueno, de
Taehyung.
—¿Por qué te levantaste de la cama? —preguntó sin dejar de
abrazarlo. Jungkook meneó la salsa del sartén.
—Moría de hambre, y ya estoy acostumbrado a levantarme
temprano —contestó y miró el semblante de Taehyung—.
¿Qué pasa? —dudó.
—Yo... tuve miedo. Cuando no te vi a mi lado en la cama —
confesó Taehyung y Jungkook apagó la cocina, encarando a
Taehyung. Con sus brazos envolvió el cuello del pelinegro,
como ya se le había hecho costumbre, y sonrió.
—Estoy bien ahora, ¿sí? —precisó y Taehyung asintió.
Jungkook se inclinó para besarlo, sintiendo los músculos de
Taehyung destensarse—. Lamento no haber estado ahí para
darte los buenos días como se debe —dijo sonriendo,
acomodando el flequillo de Taehyung para luego apartarlo y
pedirle que se sentara en una de las sillas. Para Jungkook
todo era tan surrealista.22
Hace unas semanas estaba enfermo a punto de morir, luego
llorando porque su general iba a casarse y él estaba tan
enamorado de él. Después, repentinamente, recibió una
bala por salvarlo. Intentó suicidarse como último recurso y
solución para su martirio. Y ahora... estaba en un
apartamento que su general compró para ellos, preparando
el desayuno para luego comerlos juntos, en la mesa,
mientras discutían de temas triviales.
Solo habían pasado dos semanas desde su intento de
suicidio. Jungkook tenía demasiadas preguntas y una
noche, cuando las suturas de su hombro molestaban
demasiado como para moverse, Taehyung le pidió que las
soltara todas, que él las contestaría. Esa noche Jungkook se
enamoró aún más de Taehyung, sabiendo ya que él también
estaba enamorado de él. Le preguntó por su exprometida, el
porqué para él fue tan fácil dejarla ir.
—No estaba enamorado de ella —respondió esa vez—. Lo
estuve en algún momento, pero... todo se sumió en la
monotonía. Cuando tenía que trabajar ella se resignaba y se
quedaba en casa, esperando mi regreso. No llamaba ni...
nada. —Suspiró, jugando con la mano de Jungkook—. Así
que llegó un punto en el que me aburrí, pero ya era
demasiado tarde. Mi madre quería que me comprometiera y
yo... simplemente no pude decir que no.
—Sí podías —había refutado Jungkook, como siempre.
Taehyung lo miró y se giró, quedando así ambos cara a
cara—. Si no estabas enamorado simplemente debiste
haberle dicho a tu madre eso. Nadie debería casarse sin
amor.
—Sí, pero no tenía razones suficientes para decir que no...
Yo tenía fe en que cuando nos casáramos ella cambiaría y
todo sería una aventura —relató y besó los labios fruncidos
de Jungkook—. Pero entonces llegaste tú —dijo en un
susurro, logrando que las morenas mejillas del contrario
tomaran color—. Ahí supe que realmente no quería casarme
y que ya tenía razones suficientes.1
—Ah, cállate. Eres un cursi —había dicho Jungkook,
mientras se cubría las acaloradas mejillas con sus manos. —
Te amo —dijo entonces Taehyung, apartando las manos de
Jungkook de su rostro y mirando sus brillantes ojos. Una
capa de lágrimas bajaba por esas bellezas marrones.
Jungkook sonrió—. Lamento no haberme dado cuenta
antes.
Esa misma noche, Taehyung le contó que cuando era más
joven tenía la firme convicción de que le gustaban las chicas
y los chicos. Incluso había sentido atracción por algunos
chicos de su clase, pero que, al ser de una familia tradicional
y conservadora, jamás llegó más allá con un chico. Le
agradeció por haberse metido a la milicia y engatusarlo,
porque de no ser así, Taehyung jamás habría sido feliz.2
Jungkook le habló de su madre, de los únicos recuerdos
felices que tenía junto a ella; cuando lo llevaba al campo a
cazar mariposas para luego dejarlas libres, las hermosas
canciones que interpretaba cuando Jungkook se iba a
dormir. Esa vez, Jungkook lloró de nuevo en el hombro de
Taehyung, porque extrañaba a su madre, porque no debió
terminar así.1
Y Taehyung, nuevamente, lo consoló. Porque ahora
Jungkook era consolado, ahora era amado.
Y ahí, en el pequeño taburete de la cocina, con Taehyung
devorando el desayuno como si nunca fuese a tener más
comida, Jungkook sonrió, feliz de que las cosas resultaran
así.
Carraspeó.
—Yo... hice una prueba por internet en una universidad de
psicología —habló y Taehyung lo miró, limpiando su boca
con la servilleta—. Ayer llegaron los resultados y quedé
entre los cuatro mejores.2
—¡Bebé, eso es genial! —exclamó Taehyung y tomó la mano
de Jungkook sobre el taburete—. ¿Así que quedaste?36
El castaño asintió, apretando su mano. —Lo hice, sí —
afirmó y Taehyung se levantó y alzó a Jungkook en sus
brazos.
—Estoy muy, muy orgulloso de ti —le dijo y lo besó—, futuro
psicólogo Jeon. —Jungkook se rio—. ¿Por qué no me dijiste
antes?8
—No quería decirte nada hasta que realmente entrara en la
universidad, así que...
—¡Entraste! —sonrió y Jungkook soltó una carcajada.
Amaba cuando Taehyung sonreía de esa manera, como un
pequeño niño risueño—. Hay que celebrar —dijo entonces y
se sentó de nuevo, con Jungkook siguiéndolo—. Llamaré a
Yoongi, que venga con Jimin, y nos iremos a un bar, o un
restaurante, o donde tú quieras —sugirió y Jungkook rio
ante su entusiasmo.
—No es necesario...
—¡Claro que es necesario! ¡Es absolutamente necesario
celebrar porque entraste a la universidad y terminarás tu
carrera! —farfulló y Jungkook sonrió más, enternecido por
la ternura y el amor de Taehyung.
Suspiró con amor en su pecho. —Está bien, pero
celebraremos aquí. No me apetece salir de casa —concluyó y
Taehyung asintió, dejando un beso en el dorso de su mano.1
Ahora harían las cosas bien. Comenzarían de cero, con
nuevas oportunidades.
Pero lo harían juntos.

Estoy y estaré aquí


Hacía frío, estaba helando. Sus pies le ardían por estar
descalzo en la calle. Cada vez que respiraba salía aire frío
de su boca, en forma de humo. Se abrazó a sí mismo sin
saber muy bien porqué estaba frente a su casa. Aquel
lugar se veía sombrío y fúnebre, como las casas de terror
que veía en la televisión.
Una neblina le obstaculizaba la visión, así que se alzó de
puntillas e intentó mirar a través de ella. Había una figura
alta detrás. Era Taehyung. Jungkook frunció el ceño y
caminó hacia él, sintiendo el viento frío azotarlo en la
cara. Taehyung caminó hacia atrás, alejándose de él.
—¡Taehyung! —gritó, su voz haciendo eco como si
estuviera entrando a un túnel.
Pero él no respondió, solo se metió a la casa, a aquella casa
que Jungkook tanto temía. Abrió la puerta con un
rechinido; los muebles estaban destruidos. Había fotos
familiares rasgadas y quemadas. La atmósfera era oscura
y tétrica. Jungkook sintió un escalofrío.
En una esquina de la habitación Jungkook vio a Taehyung
en el suelo, un charco de sangre bajo él. Gritó y se acercó.
—¿¡Taehyung!? ¿Q-qué? ¿P-por qué?
Una voz que conocía muy bien le dijo tras suyo, como un
susurro que a la vez ensordecía, una voz que tantas veces
le causó escalofríos:
—Esto es lo que ocasionas. —Jungkook lloró sobre el
cuerpo sin vida de Taehyung. Sus manos manchándose
con la sangre de quien tanto amaba.1
—¡No! —gritó.
—Para que caigas en cuenta de que personas como tú no
deben amar ni ser amados. Eres escoria y tu novio lo sabe
—dijo la voz de aquel que lo engendró y que tanto lo había
lastimado—. Estarás sólo por siempre, porque estás
maldito y maldito morirás.
Jungkook vio el cuerpo de Taehyung evaporarse. Llagas
saliendo en su rostro sin vida, como si estuviera
quemándose, como si simplemente fuera a desaparecer
por el fuego invisible que lo estaba consumiendo.
Jungkook lloraba y gritaba con dolor, sintiendo sus brazos
quemar al no querer soltar aquel cuerpo.
[...]2
Taehyung se estiró y encendió la luz de la lámpara que yacía
en la mesita. Se volteó hacia Jungkook, quien temblaba y
lloraba en silencio, hasta que se levantó con el pecho
agitado y sudoroso, gritando su nombre seguido de varios
"no me dejes". Taehyung tomó a Jungkook y lo abrazó.
—Está bien, cariño. Estoy aquí —consoló Taehyung a un
Jungkook que parecía no estar realmente consciente de su
alrededor.
Taehyung acarició su rostro para calmarlo y lo subió a su
regazo, como si estuviera acunando a un bebé.
Era su gran bebé.76
—¿T-Taehyung? —preguntó él y el nombrado asintió,
besando su frente por unos segundos. Lo miró.
—¿Estás bien? Solo fue una pesadilla —aseguró. Una de
muchas. Frecuentemente, desde que habían comenzado a
vivir juntos, Jungkook se despertaba en la madrugada
gritando o llorando. Una vez, incluso, lo había descubierto
durmiendo en el sofá. "No quería molestarte, no puedo
dormir", había dicho aquella madrugada. Taehyung se sentó
junto a él, arropando a ambos con la manta peluda que
Taehyung sacó de la habitación. Jungkook se recostó sobre
su pecho y simplemente se quedaron ahí, en silencio.1
Aunque las sesiones de terapia habían ayudado bastante,
Jungkook aún tenía pesadillas e incluso algunas veces se
asustaba cuando Taehyung llegaba tarde a casa. Él creía que
iba a abandonarlo o que, súbitamente, en lugar de
Taehyung, el que entraría por la puerta sería su padre. Al
menos eso le había confesado Jungkook esa vez.
—J-tú estabas... Él...
—Shhh, está bien. Estoy aquí, ¿sí? Mírame —pidió y
Jungkook lo hizo—. Puedes tocarme —afirmó y tomó las
manos de Jungkook, poniéndolas en su rostro. Jungkook
acunó las mejillas de Taehyung y suspiró. Entonces el
pelinegro bajó una de ellas hacia su pecho, en donde su
corazón latía—. ¿Puedes sentirlo? —preguntó—. Es mi
corazón, está latiendo, está con vida, y seguirá así por
mucho tiempo más..., mientras tú estés conmigo.7
Jungkook sonrió y se subió un poco para juntar sus labios,
sintiendo tanta calidez que le era abrumador. Suspiró
cuando ambos se separaron.
—¿Quieres volver a dormir? —dudó Taehyung y Jungkook
negó.
—No creo que pueda, pero tú puedes hacerlo. Estaré bien —
aseguró y Taehyung negó, dejando otro beso en su frente. —
Prepararé café —avisó y se levantó—. Abrígate, hace frío.

Jungkook agradeció infinitamente estar ahí, vivo.


1

—Está bien, Jungkook. Necesito que cierres los ojos —pidió


la terapeuta y Jungkook se recostó en la silla obedeciendo,
sin saber muy bien lo que ocurría—. Necesito que me digas
qué te viene a la mente con cada palabra que te diga, ¿bien?
—Bien.
—Fiesta. 55
Jungkook suspiró. —Hay globos, un pastel. También hay un
árbol de Navidad —describió. La terapeuta tomaba nota.
—Muy bien. Soledad.18
Jungkook guardó silencio un segundo.
—Estoy en la bañera..., acurrucado, con una vela encendida
en una esquina. Todo está obscuro, excepto por la llama.
—Felicidad.27
Jungkook hizo una pausa. —Taehyung —dice—, estoy con
Taehyung. Estamos viendo una película que ya hemos visto
cientos de veces. Él se burla de la trama y yo lo regaño.5
La terapeuta tomó nota con una leve sonrisa estirando sus
labios pintados de color rojo.
— Ahora, tristeza —continúa y observa a Jungkook fruncir
el ceño y tragar, claramente tenso.18
—Estoy en casa. Mi padre está ahí, Taehyung se ha ido y él...
está golpeándome porque..., porque lo dejé solo y...
—Ahora necesito que pienses en el momento feliz de nuevo
—pidió y Jungkook frunció más el ceño—. Necesito que lo
visualices, que lo mantengas en tu mente hasta que el
pensamiento feliz consuma al de tristeza —dijo y Jungkook
lo hizo.
Imaginó la sonrisa de Taehyung, sus fuertes brazos
abrazándolo y acariciándole las piernas, riéndose de aquel
diálogo cliché. Se visualizó a sí mismo golpeándolo
juguetonamente en el brazo porque no lo dejaba oír,
haciendo que Taehyung se inclinara y lo besara con amor.
Ni siquiera se dio cuenta de cuando se había relajado.
Abrió los ojos y miró a la mujer, quien se acomodó las gafas
sobre el puente de su nariz y miró a Jungkook.
—¿Sabes por qué hice eso, Jungkook? —cuestionó y el
castaño negó, acomodándose en la silla—. Como seres
humanos, tendemos a dejar que la tristeza nos consuma por
completo, aun cuando tenemos cosas maravillosas en
frente. —La mujer dejó la libreta a un lado—. Irónicamente,
los pensamientos de tristeza, soledad y desesperación
tienden a ser más fuertes y duraderos que la felicidad. Es
por ello que constantemente tendemos a deprimirnos por
cosas pequeñas.
Jungkook parpadeó con atención.
—Lo que pasaste no fue algo pequeño ni algo que se pueda
olvidar de la noche a la mañana —continuó—. No quiero
recetarte un montón de analgésicos y pastillas para dormir
que hacen que te pierdas los mejores momentos. Jungkook,
quiero que cada vez que un pensamiento de tristeza o
soledad te fulmine, lo ataques con el momento más feliz que
se te venga a la mente. Atacar la tristeza de raíz es el mejor
tratamiento que te puedo dar —objetó y Jungkook se echó el
cabello hacia atrás.
—No es fácil, es... No puedo simplemente hacerlo porque...
Son tantas cosas-
—Tantas cosas malas, lo sé —lo interrumpió la mujer—.
Pero también hay tantas cosas buenas que la tristeza no te
deja ver: tu nueva vida, tu novio, tu beca en la universidad,
tu futuro título como psicólogo. Son cosas maravillosas.
Pasarás por momentos maravillosos que la tristeza y
desesperación ni siquiera te dejarán disfrutar —comentó y
tomó las manos de Jungkook—... Ataca a la tristeza con tu
recuerdo más feliz. Incluso si no se te viene nada a la mente,
imagina cosas que te harían feliz, que te hacen feliz.
Imagina a cuántas personas haces feliz.
Jungkook medio sonrió.
—No eres una mala persona, Jungkook —aseguró—. Eres
una increíble persona a la que le han pasado cosas malas.
Eres fuerte, y sé que será cuestión de días que dejes de venir
a este consultorio a decirme que no eres suficiente y que
quieres echar todo por la borda —dijo y ambos se miraron—
. Inténtalo, ¿sí? Y si no funciona, encontraremos otras
maneras, otros métodos.4
—¿Y qué pasa con las pesadillas?
—Las pesadillas son comunes cuando una persona pasa por
eventos traumáticos. Eventualmente desaparecerán cuando
más momentos felices acumules en tu cerebro —dijo—. No
dejes, por nada del mundo, que la tristeza sea el cien por
ciento de ti. Por más fuerte que te sientas, no dejes que se
apodere de ti.1
Jungkook salió de consultorio diez minutos después con los
ojos húmedos por las lágrimas. Inhaló y exhaló el aire de las
calles y buscó con la mirada a Taehyung, quien lo esperaba
recostado sobre el auto, mientras hablaba por teléfono.
Sonrió, guardando ese momento para usarlo en contra de la
tristeza.
—Hola —susurró cuando llegó a él.
—Yoongi, te llamo luego, ¿sí? —dijo al teléfono y colgó—.
Hey, ¿cómo te fue? —preguntó y lo abrazó tomándolo por
las caderas. Recibieron algunas miradas indiscretas de
personas intolerantes, mas ninguno prestó atención:
estaban demasiado perdidos en el otro.
—Estuvo bien, muy bien —aseguró y Taehyung le abrió la
puerta para que se subiera al auto.
Mientras conducía, el pelinegro puso su mano en el muslo
de Jungkook, aprovechando el momento en que usó la
palanca de cambios.
—Yoongi preguntó qué haríamos en Navidad. Está bastante
cerca —dijo y Jungkook sonrió.
—No lo sé, nunca he celebrado Navidad —confesó.
Taehyung lo miró por un segundo antes de volver la vista a
la carretera.
—Entonces haremos algo, lo que quieras, lo que sea que te
haga feliz —habló y Jungkook sonrió completamente
enamorado.
—Tú me haces feliz —respondió. Taehyung tomó su mano y
la besó, sin apartar la vista de la carretera—. Pero... me
gustaría un árbol de Navidad. Nunca he tenido uno —
comentó—... Y regalos, algo así como... un regalo a alguien
pero que nadie sepa —dijo y Taehyung rio.
—Bien. ¿Algo más?
—Un pastel —pidió distraídamente.
Taehyung frunció el ceño. —¿Un pastel?
—Mi cumpleaños —comentó—. Es un día antes de fin de año
—informó y Taehyung lo miró cuando se detuvieron en el
semáforo en rojo. Le había investigado y había pasado
completamente por alto la fecha de su cumpleaños. Qué
general de pacotilla estaba hecho.
—¿Por qué no me lo dijiste? —preguntó entonces.
—Tú no preguntaste.
—¡Ah, vamos! Llevas dos meses viviendo conmigo, tenía que
saberlo.3
Jungkook rio y dejó un beso en su mejilla justo cuando
Taehyung reanudó la marcha.
—Ahora ya lo sabes —dijo y Taehyung sonrió—. Espero que
estés conmigo para entonces.+
Taehyung lo miró de una forma significativa, con ojos
radiantes.
—Siempre —afirmó—. Estoy y estaré aquí, siempre.

Perdonar y continuar
Taehyung entró al departamento cerrando la puerta con el
pie. Levantó la vista de los papeles que estaba revisando y
miró la casa iluminada. Había un olor a incienso que le
resultaba de lo más agradable, sonrió y se quitó los zapatos,
caminando por la alfombra que hace poco habían
comprado.

Jungkook estaba en la cocina, resolviendo un crucigrama de


lo más concentrado. Estaba mordiendo el bolígrafo y
frunciendo el ceño de una forma que lo hacía ver tierno.
Taehyung carraspeó acercándose a él.
—Hola, hermoso —saludó y Jungkook sonrió, dejando el
crucigrama a un lado cuando Taehyung se inclinó para
juntar sus labios.
—Hola —contestó cuando se separaron solo unos
centímetros—. ¿Quieres que te prepare algo de comer? —
preguntó y Taehyung negó, dejando otro beso.

—En realidad estaba pensando en que podríamos salir a


comer algo —propuso, deshaciéndose de su chaqueta y
colgándola en el perchero de la entrada.

La casa estaba perfectamente decorada, con distintos


adornos de Navidad. A Taehyung le parecía demasiado,
pero no le importó cuando vio la felicidad plasmada en los
ojos de Jungkook al ver cuán hermoso había quedado todo.
Era simplemente maravilloso el notar cómo sus ojos
marrones brillaban al ver el árbol de Navidad y los adornos
que tanto había sufrido por comprar. Jimin fue de gran
ayuda, pero, realmente, nada se comparaba con el hecho de
ver aquella preciosa sonrisa en el rostro de Jungkook.
—Oh, está bien. Iré a cambiarme —avisó y se levantó.
Taehyung sonrió y juntó nuevamente sus labios,
simplemente porque podía. Jungkook rio y lo apartó un
poco, recibiendo una palmada en el culo como respuesta— .
¡Auch! —se quejó y golpeó el hombro de Taehyung con una
sonrisa tirando de sus labios.4
Al menos treinta minutos después (porque, demonios,
Jungkook sí que tardaba), ambos estaban saliendo del auto
y jalando la puerta del pequeño restaurante que se había
convertido en su favorito. La mesera de siempre pareció
reconocerlos, pues enseguida les dio una sonrisa y se
encaminó hacia ellos con su libreta.

—Me alegra mucho verlos aquí. ¿Qué van a ordenar? —


preguntó y Taehyung hojeó el menú. Ambos ordenaron:
Jungkook pollo y Taehyung accedió a comer lo mismo.
Tomó la mano de Jungkook mientras le contaba lo
ajetreado que estaba el cuartel principal y él lo escuchaba
atentamente.
Entonces, repentinamente, Jungkook dijo:
—Quiero ver a mi padre.16
Taehyung lo miró unos segundos en completo silencio,
luego soltó su mano y se la pasó por el cabello, sintiendo
que la exasperación llegaba a él. Inhaló y exhaló calmado,
sabiendo que no era correcto hacer una escena en un lugar
como ese.
Por ello, únicamente preguntó: —¿Por qué?
Jungkook tragó saliva y volvió a tomar la mano de
Taehyung, acariciándola, intentando calmarlo. Sabía muy
bien que esa sería su reacción.
—Es... Es mi padre, Taehyung. A pesar de todo lo que hizo,
sigue siendo mi padre y...
—No puedo creer que estés diciendo eso. —Taehyung soltó
su mano bruscamente y Jungkook mordió su labio con
preocupación—. ¡¿Tú realmente esperas que yo te deje ir
allá?!
—Taehyung, no te estoy pidiendo permiso —dijo Jungkook.
Taehyung rio irónico—. Solo quiero verlo, saber cómo está.
No lo he visto en tres meses, Taehyung. Soy la única familia
que tiene.
—No puedes simplemente decir eso, Jungkook —Taehyung
habló—. Intentaste morir por sus maltratos. ¿Crees que
merece que tú te preocupes por él? No se merece nada que
venga de ti.
Jungkook volvió a sostener la mano de Taehyung y lo miró a
los ojos. El azabache casi botaba humo de sus orejas.
—Iré a verlo, también tengo que recoger algunas cosas que
dejé en la casa. En algún momento tendría que ir. Es mejor
no seguir posponiéndolo —concluyó y Taehyung guardó
silencio en cuanto la camarera llegó a su mesa con los
platos. Incluso ella pudo sentir la tensión, supuso
Jungkook; pues se retiró de ahí con un suave "que
disfruten".
La comida estuvo tensa y silenciosa, y una parte de
Jungkook se sintió terrible por arruinar esa ocasión. Así que
su estómago se cerró y no pudo comer más de dos piezas de
pollo y unas cuantas papas; lo demás Taehyung pidió que lo
envolvieran para llevar.1
Al llegar al departamento Jungkook sintió un peso enorme
en su estómago. Taehyung metió las sobras en el
refrigerador y se retiró de ahí sin decir una palabra.
Jungkook no iba a cambiar su idea. Él iría a ver a su padre
aunque Taehyung no estuviese de acuerdo. Sin embargo,
sintió miedo de que de repente Taehyung decidiera no
seguir con él. Mordió su dedo índice, acurrucándose en el
sofá.
No supo en qué momento se durmió, pero abrió un poco los
ojos cuando sintió unos fuertes brazos sobre su cintura.
Taehyung lo estaba llevando a la habitación. Lo recostó
suavemente sobre las sábanas y le dijo que volviera a
dormir; entonces Jungkook dijo con voz adormilada:
—No quiero que estés enojado. —Hizo un puchero, sabiendo
que Taehyung no podía resistirse a ello. Taehyung se acostó
a su lado y el castaño trepó sobre él, apoyando su cabeza en
su pecho, escuchando los suaves y rítmicos latidos de su
corazón.
—No estoy enojado, solo... —Hizo una pausa—... Tengo
miedo, Kook —confesó y el nombrado lo miró—. Miedo de
que él pueda hacerte algo y... no podría soportar si te
pierdo, o si te veo herido de nuevo —añadió y desvió la
mirada a su hombro, donde una cicatriz yacía.
—No pasará nada, lo prometo —afirmó Jungkook y se sentó
a horcajadas en el regazo de Taehyung—. Y... si no estás de
acuerdo, puedes venir conmigo.
—¿Y pensabas que dejaría que fueras solo? —proclamó
incrédulo. Jungkook sonrió y besó a Taehyung.
—Taehyung, a veces las personas necesitan perdonar para
poder continuar con sus vidas —dijo Jungkook y Taehyung
lo miró, acariciando su mejilla—. Yo... jamás voy a olvidar lo
que mi padre hizo, lo mucho que me lastimó, pero necesito
superarlo... Necesito... perdonar y continuar, ¿sí?1
Taehyung besó a Jungkook, de la forma más suave y dulce
que jamás lo había besado.1
—Te admiro, Jeon Jungkook —confesó a centímetros de sus
labios—. Eres la persona más fuerte que conozco. —
Jungkook sonrió agradecido y dejó un casto beso en los
esponjosos labios del azabache.
—Te amo —susurró.
—Y yo siempre te amaré más —respondió Taehyung.1
2

—Si no sales de ahí en diez minutos entraré por ti —


amenazó Taehyung, sujetando a Jungkook por los hombros
de forma protectora. El auto estaba aparcado frente a
aquella casa que perseguía a Jungkook en sus más
horrendas pesadillas. El castaño sonrió, pero pareció más
una mueca.
—Sí, general —bromeó, pero Taehyung ni siquiera sonrió—.
Te amo. Estaré bien, lo prometo —dijo y se liberó del agarre,
caminando hacia la entrada de la casa. Inhaló aire y rebuscó
en el marco de la puerta la llave que siempre guardaba de
repuesto en caso de que perdiera la suya y su padre no
abriera la puerta. La introdujo en el cerrojo y exhaló cuando
la puerta se abrió con un sonido.
La casa apestaba a ropa guardada, humo de cigarro y
alcohol. Jungkook caminó hacia la sala, oyendo el sonido
del televisor. Había cientos de botellas de alcohol regadas
por todos lados, periódicos y fotos antiguas quemadas o
regadas por cada rincón. Jungkook sintió su corazón latir
más rápido cuando vio a su padre sentado en sofá,
mirándolo fijamente, como si él no estuviera seguro de que
Jungkook estuviera realmente ahí.11
—Hola, papá —saludó con voz temblorosa.
—Ah, de verdad estás aquí, ¿no es así? —dudó el hombre, su
voz sonando áspera por el cigarrillo—. ¿A qué viniste?
¿Quieres que te recuerde tu lugar aquí? —amenazó,
haciendo el ademán de ponerse de pie; pero falló y cayó
nuevamente en el sofá de cuero.
Jungkook tragó un nudo en su garganta. —Vine a ver cómo
estabas y... Y a buscar algunas cosas —dijo Jungkook y el
hombre lo observó por unos segundos. Jungkook creyó ver
sus ojos llorosos.
—Pues hazlo y márchate —ordenó— antes que te saque por
las malas.
Jungkook mordió su labio con pesar y subió escaleras
arriba, buscando aquel álbum viejo de fotos y el pequeño
cofre marrón que pertenecía a su madre. Tomó también
algo de ropa y zapatos y los guardó en un bolso verde que
yacía en una esquina. Cuando estuvo de nuevo en la sala de
estar, miró a su padre, quizás por última vez. Con agallas,
tragó saliva y se acercó a él. El hombre lo miró, pero no
como antes; esta vez, en su mirada no había odio ni asco.
No había nada.
—Te perdono, papá —le dijo al hombre, quien lo miró sin
verlo realmente. Jungkook pudo notar cómo la respiración
de aquel a quien alguna vez odió tanto fallaba. Lo vio
parpadear con confusión. Jungkook sacó un papel de su
bolsillo—. Este... es mi número de teléfono. Llámame si
necesitas algo o... si surge algo —dijo y lo dejó pegado en
una esquina del televisor.

Sabía que estaba haciendo mal. Sabía que quizás su padre se


aprovecharía de aquello para molestarlo, chantajearlo o
simplemente volver a como era antes; pero no le importó.
Se puso de pie, se despidió de su padre y salió.
Taehyung caminó hacia él con preocupación y lo examinó
tomando su rostro con delicadeza.1
—¿Estás bien? ¿Él no intentó nada? ¿Te tocó? —preguntó y
Jungkook sonrió, besando de forma suave a Taehyung.
—Ahora estaremos bien —declaró, acariciando el rostro de
quien en algún momento fue su general, pero que, de
manera inesperada, terminó convirtiéndose en todo para él.
En el hombre de su vida, en el único al que llegó a amar de
una forma extraordinaria y por quien era amado de vuelta.
1
Ahora continuarían de forma segura, pues no había rencor
en su corazón. En el solo había amor.+
Amor hacia el general Kim.

Historias que apenas empiezan


General Kim4
Capítulo final206


Jungkook sacudió sus manos mientras acomodaba la
temperatura del horno. Sonriendo satisfecho procedió a
quitarse el delantal de cocina que Taehyung había traído
para él. Graciosamente decía "el cocinero más sexy". No
pudo estar más a gusto.
Sintió las pisadas de Taehyung bajar las escaleras hasta
llegar donde él. Le sonrió con ternura cuando se colocó
frente a él y dejó un beso en su frente. Era el día antes de fin
de año y Taehyung estuvo bastante entusiasta por el hecho
de que era su cumpleaños. Le llevó la comida a la cama
(aunque Jungkook sabía de antemano que el azabache no
era para nada un buen cocinero) y le dijo cada vez que tuvo
oportunidad que lo amaba y que estaba agradecido de su
nacimiento.17
El día de Navidad, Taehyung lo llevó a un elegante
restaurante y platicaron de muchas cosas. Taehyung le
habló de su familia y de que algunos bravucones lo
molestaban en la escuela. Por su parte, Jungkook le
comentó lo mucho que adoraba las clases en la universidad,
lo entretenido que se sentía al aprender sobre algo que le
gustaba. Ese día, Taehyung le dijo que tenía una sorpresa
para su cumpleaños. Era un intercambio de regalos entre
todos sus amigos. Taehyung se veía bastante entusiasmado
con que Jungkook los conociera.
Así que Jungkook (con algunas quejas de Taehyung sobre
que no debía hacer nada porque era el cumpleañero) se
preparó con su gracioso delantal a cocinar bastantes cosas
para comer, sabiendo que en su relación él era el de las
dotes culinarias.
—Huele delicioso —halagó Taehyung, abrazando al castaño
por la cintura. Jungkook sonrió con suficiencia, casi
palmeándose a sí mismo la espalda.
—Es que me bañé —bromeó y Taehyung rio de forma
ronca.2
—Dicen que si algo huele delicioso es porque sabe igual.
¿Comprobamos la teoría? —sugirió el azabache con voz
coqueta, haciendo que el menor se sonrojara y lo golpeara
suave y de forma juguetona en el brazo.28
—Ellos van a llegar en cualquier momento —negó y
Taehyung ensanchó su sonrisa, que frecuentemente nunca
se iba de su rostro.
—Tenemos tiempo —dijo y alzó a Jungkook, haciendo que
este por inercia enganchara las piernas en las caderas del
general, indicándole que apagara el horno porque de lo
contrario se quemaría la comida.
Y claro que supieron aprovechar el tiempo.228
Al menos una hora después, Jungkook seguía en el baño,
arreglándose para únicamente recibir a los amigos de su
pareja. Taehyung, quien estaba estirado en la cama
totalmente vestido, gimió con fastidio.
—Vamos, Jungkook, no es necesario arreglarte tanto —
comentó y Jungkook bufó.
—Guarda silencio —exigió. Taehyung rio.1
—Estás hermoso incluso con una bolsa de basura como
vestimenta. ¿Podemos bajar ya? Los chicos llegarán en
cualquier...12
El timbre sonando dos veces lo interrumpió.
—... momento —terminó y sonrió burlón cuando Jungkook
salió apresurado del baño, metiendo mechones de su corto
cabello por detrás de sus orejas en un acto de nerviosismo—
. Eh, eh —lo llamó—, estás precioso, y si yo ya te amo, ellos
te amarán también —afirmó, besando los labios sabor a
fresa de Jungkook. Le enternecía lo preocupado que estaba
por caerle bien a sus amigos.
En cuanto abrieron la puerta de la entrada, un pequeño
rubio chilló y se abalanzó hacia Jungkook, adelantándose a
los demás, y lo sujetó riendo con felicidad. Taehyung sonrió,
dejando entrar a Yoongi y a Seokjin.
—¡Feliz cumpleaños a ti, Jungkook-ssi! —exclamó Jimin con
euforia mientras besaba la mejilla de Jungkook.
—Hola amigo —saludó Yoongi y Taehyung le devolvió el
saludo.1
Jimin sonrió con vergüenza y saludó a Taehyung,
disculpándose por sus modales. Yoongi sonrió con ternura
porque, maldición, era tan precioso.1
Jimin tomó la bandeja que Yoongi cargaba y se la entregó a
Jungkook.
—Para no venir con las manos vacías, hice un pastel.
—¿Hiciste? —preguntó Yoongi.15
—Bueno, mi abuela hizo un pastel, pero yo ayudé —corrigió
Jimin con un sonrojo en sus mejillas que ya se veía como
algo natural. Yoongi sonrió y tomó su mano cuando el rubio
se sentó a su lado.
—No te hubieras molestado, Minie, pero gracias. Lo pondré
en la cocina —habló Kook, lanzando una sonrisa a Seokjin
como saludo.
Al rato llegaron los demás amigos de Taehyung. Namjoon,
el doctor que ayudó con las medicinas de Jungkook cuando
estaba en su estado anímico, y Hoseok, un compañero de
universidad al que le había tomado mucho cariño, junto a
su esposa, una mujer alta y delgada, con cabello negro como
la noche.14
—Es un gusto por fin conocerte —dijo Hoseok, estrechando
la mano de Jungkook—. Taehyung no deja de hablar de ti —
comentó con burla y el nombrado carraspeó avergonzado.
La noche se basó en historias trilladas sobre distintos
temas; de la guerra, los tiempos en la escuela e incluso
hubieron algunas pullitas de burla hacia Yoongi, que por fin
había sentado cabeza con alguien.37
Hasta que el intercambio de regalos inició. Había varios
regalos bajo el maravilloso árbol de Navidad, y Jungkook
sonrió cuando Jimin tomó una caja forrada de un tamaño
mediano y le devolvió la sonrisa.
—Bueno, estaba asustado de que me tocara alguien como,
no lo sé... Namjoon, porque yo... no lo conozco. Lo siento. —
Jimin sonrió avergonzado y todos rieron—. Pero por suerte
este regalo va dirigido a alguien muy especial —añadió y
sonrió mirando a todos en la habitación—. Yoongi —dijo y el
nombrado frunció el ceño.
—¿Qué? Pero si me dijiste que había sido Jungkook —dijo
confundido y Jimin se encogió de hombros.3
—Bueno, te engañé —se burló y Yoongi rio, tomando el
regalo y dejando un beso en los labios de Jimin. Lo abrió y
sacó del interior una pulcra chaqueta de cuero negro.
Namjoon silbó.
—Volvió el Yoongi de la universidad, amigos —bromeó y
Yoongi rio, besando de nuevo los esponjosos labios de su
novio, quien estaba bastante avergonzado por el afecto en
público.2
El regalo de Yoongi fue dirigido a Taehyung, y lo que en un
principio comenzó siendo una caja de condones que
hicieron sonrojar a Jungkook hasta las puntas de las orejas,
terminó con una foto enmarcada, de Taehyung y Jungkook,
un día que fueron a acampar los cuatro juntos. Jungkook
estaba mirando el cielo estrellado con fascinación y
Taehyung lo estaba viendo a él de la misma manera. El
azabache sonrió, abrazando al mayor y tomando la mano de
Jungkook con cariño.4
El regalo de Taehyung fue para Jimin: un bonito suéter de
lana de color azul cielo. Namjoon le regaló a Jungkook
lencería "sexy" que lo hizo sonrojar.40
—Para el cumpleaños de Taehyung —sugirió con un guiño
burlón. Seokjin lo golpeó en la nuca, seguido de Taehyung,
pero la mirada que le lanzó a Jungkook lo calentó más que
la chimenea.
Al final, Jungkook le dio a Seokjin un suéter rosa (Taehyung
le dijo que él los amaba). Seokjin le regaló a Hoseok, quien
terminó regalándole a su esposa, quien a su vez le regaló a
Namjoon un suspensorio.4
—Já —se burló Taehyung—, para tu cumpleaños.26
Antes de medianoche todos entonaron de forma bastante
desafinada y burlona la canción de cumpleaños para
Jungkook, quien terminó riendo tanto que Taehyung tuvo
que darle un pañuelo para sus lágrimas.
La cuenta regresiva comenzó y Taehyung abrazó a
Jungkook.
—Es el fin de este año —comenzó— y estoy muy feliz de
comenzar el que sigue contigo.
Caminaron hasta la pequeña terraza, queriendo un tiempo
para ellos. Taehyung se puso frente a Jungkook y lo miró a
los ojos.
—Tengo un regalo más para ti —avisó y Jungkook sonrió
con el ceño fruncido. El azabache sacó una cajita de
terciopelo de su bolsillo trasero y Jungkook sintió su
garganta cerrarse.4
—T-Taehyung, ¿qué...?
—Sé que no podemos casarnos —aclaró, abriendo la cajita y
revelando dos anillos de plata—. Son significativos. —
Tomó uno y lo colocó en el dedo de Jungkook, quien dejó
escapar algunas lágrimas traicioneras—. Es para
demostrarte a ti y al resto del mundo que mi amor es
grande, más grande que cualquier barrera que nos ponga el
universo. —Jungkook sorbió por su nariz—. Con este anillo,
Jeon Jungkook, te demuestro lo mucho que te amo —dijo—
y te seguiré amando, hasta que la muerte nos separe.34
Juntó sus labios en aquel toque explosivo y cargado de
sentimientos justo en el momento en el que dentro de la
casa se escuchó un fuerte "Feliz año nuevo" y los fuegos
artificiales colorearon el cielo. Ambos se perdieron en el
momento tan surrealista y mágico. 1
Jungkook sintió la suavidad de los labios de Taehyung sobre
los de él, como el toque de una pluma, y sonrió en cuanto se
separaron solo por unos centímetros. Sus respiraciones
mezclándose, el brillo coloreado en los ojos de Jungkook
cautivó a Taehyung.+
—Por un año nuevo, juntos —dijo en un susurro.
Jungkook sonrió, negando.
—Por esta historia, nuestra historia... —Juntó sus frentes—
... que apenas está empezando.
1
.
.
.
FIN

Para Jungkook
Sé que, probablemente, cuando veas el remitente de esta
carta decidas arrojarla al fuego sin siquiera leerla, pero en
caso de que no sea así, me gustaría que la leyeras con
detenimiento. 6
Crecí junto a una familia conservadora. Todo lo que ellos
veían mal, lo tachaban de horrible y merecía un castigo.
Con ese pensamiento crecí. Cuando me casé con tu madre,
yo no lo hice por amor. Estaba tan desesperado de
simplemente salir de ese lugar, que me casé con ella para
tener una excusa para irme de la casa. De irme con mi
nueva "familia".7
Toda la ira y frustración que sentía por vivir en un hogar
lleno de críticas y odio la liberaba con tu madre. Comenzó
con pequeñas discusiones sobre temas simples, luego
recurrí a la bebida, que era literalmente un impulso para
saltar la barrera que ambos nos habíamos puesto. La
primera vez que la golpeé, ella estaba embarazada de ti.
Yo no tenía idea de eso. Me enteré una semana después,
cuando encontré la prueba de embarazo en la basura del
baño.
Creí que mi vida se había arruinado, no estaba listo para
criar a un niño. Nunca tuve un buen padre de ejemplo. Le
sugerí varias veces que abortara, incluso la amenacé con
hacerle un aborto yo mismo. Pero ella seguía negándose,
sin importar las amenazas. Finalmente, naciste tú. Me
perdí tu nacimiento por estar apostando en un bar a las
afueras de Daegu. Tu tía fue quien me avisó, al menos
cuatro semanas después, que tú estabas sano.1
Cuando te vi por primera vez, sentí algo que nunca en la
vida había sentido.
Amor.126
Me dije que sería un mejor padre de lo que fue el mío, que
lo intentaría, que formaría la familia que siempre desee, la
familia que veía en las revistas para el hogar, la familia de
los vecinos. Le prometí a tu madre que lo haríamos bien
por ti.
Como te diste cuenta, no funcionó.31
Todo empeoró cuando comenzaste a crecer y actuar raro
con otros chicos. La homosexualidad era el peor fenómeno
en mi familia y era castigada de la peor forma. No podía
permitir que mi único hijo fuera un maricón, no podía
permitirlo. Cuando tu madre te daba alas, te decía que te
amaba como eras y que estaba bien lo que quisieras ser, yo
enfurecí y recurrí al alcohol como medio de bloqueo a los
problemas y desahogo.
Pero el alcohol actúa diferente en cada persona. En mí, me
hace romper barreras y recurrir a la violencia como medio
de defensa contra los problemas. Tu madre aguantaba los
golpes, pero, eventualmente, se cansó y decidió acabar con
su vida en aquel cuarto de baño.
No fui a su funeral.41
Te preguntarás: ¿A qué quiero llegar con todo esto?
Aquella vez que fuiste a casa luego de haberte alejado con
aquel general que se convirtió en tu pareja, creí que ibas a
odiarme, a escupirme, o que ibas a dejar que ese chico me
asesinara. Pero me sorprendí cuando lo único que recibí de
ti fue un '"te perdono, papá", e incluso dejaste tu teléfono
por si ocurría algo.
Quise llamarte, muchas veces, son incontables; pero el
orgullo siempre me ganaba y terminaba arrojando el
papel a algún rincón de aquella casa.
Esperaba tu rencor, Jungkook. Lo esperaba tanto,
esperaba tu odio. Que cada vez que te dijeran mi nombre
sintieras ganas de vomitar o golpear algo, pero lo que
recibí fue compasión y perdón.1
El día que regresaste del reclutamiento había bebido una
botella, esperando que al fin llegara la hora de que mis
riñones colapsaran y te dieran, tanto a ti como a mí, un
descanso.
Pero ,Jungkook, nunca, ni en mis peores pesadillas, te
imaginé a ti, pálido y sin vida en una bañera.
No a ti.
No a mi bebé, al bebé que tanto lastimé.223
Te dejé ir, porque quería morir también.14
Porque personas como yo no merecen nada más que la
muerte.89
Pero quería hacer algo, Jungkook, para que mi alma
descansara en paz. Necesitaba pedirte perdón, por todo lo
que te he hecho, por los traumas que te he causado y por
no estar cuando necesitabas a alguien.
Te vi, cuando recibiste tu título de psicólogo.97
Estaba en los asientos del fondo. La gente me confundía
con un vagabundo, pero no podía perderme aquel día.
Verte triunfar después de todo me hizo sentir bien, me hizo
saber que al menos moriré sabiendo que seguiste adelante
y no te abatiste por los acontecimientos. Te vi sonreír tan
radiante mientras sostenías aquel título, te vi abrazar a
aquel general de la forma en la que nunca habías
abrazado a nadie. Ira corrió dentro de mí, pero se
apaciguó al ver tu sonrisa de satisfacción.3
Me alegra saber que estés feliz, Jungkook. Me alegra de
maneras indescriptibles y agradezco a ese general por
haberte sacado de aquí, por haberte alejado de mí.
Espero que tengas una vida próspera y que no me
recuerdes, porque no quiero que tu sonrisa se borre con
recuerdos de dolor y pesar.+ Vive feliz, hijo mío.

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