Huyendo de Mister Lunes - Lighling Tucker
Huyendo de Mister Lunes - Lighling Tucker
Huyendo de Mister Lunes - Lighling Tucker
de
Mister Lunes
Lighling Tucker
Copyright © 2019 LIGHLING TUCKER
1ªedición Marzo 2020.
ISBN
Fotos portada: Shutterstock.
Diseño de portada: Tania-Lighling Tucker.
Maquetación: Tania-Lighling Tucker.
Queda totalmente prohibido la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, y ya
sea electrónico o mecánico, alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la previa autorización y por
escrito del propietario y titular del Copyright.
Todos los derechos reservados. Registrado en copyright y safecreative.
A ti, por cuidarme y aguantarme.
ÍNDICE
Sinopsis
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Epílogo
Tu opinión marca la diferencia
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BIOGRAFIA
Sinopsis
Lucía no esperaba que su vida pudiera cambiar tan drásticamente en una noche. Su amiga,
Amaya, quiso que fuera su acompañante en la fiesta posterior al estreno mundial de su película.
No estaba muy convencida porque se sentía como pez fuera del agua rodeada de cámaras y de
actores famosos, pero no podía defraudarla en el momento más importante de su carrera.
Y, en un baile de máscaras inspirado en la película, apareció él: Lunes.
¿Y por qué Lunes?
Pues porque podía ser atractivo y tener el cuerpo perfecto y al mismo tiempo conseguir hacer
de su vida una hecatombe nuclear. Además, huir ya no es una opción porque consigue atraparla.
«—Tengo miedo de que la prensa sepa de mí. Alguna psicótica averiguará mi dirección y
vendrá a matarme o se llevará a mi gato para devolvérmelo a trozos.
—Cariño, tú no tienes gato.»
Si odias los Lunes no puedes perderte la novela que hará que cambies de parecer con el primer
día de la semana.
No volverás a verlos igual.
Prólogo
***
—No dudo de que estés hecho para el papel, es solo que la escena que grabamos no acaba de
convencerme. Es como si faltase algo entre tú y ella —recriminó el director Owen.
Jax chasqueó la lengua antes de tomar un sorbo de su copa de cava.
Estaban en la fiesta de inauguración de la última película en la que había participado y ya
estaba cerrando el próximo contrato. Se trataba de un romance con tintes dramáticos que se moría
por interpretar.
Aunque existía el problema de que el director no estaba convencido con la elección de los
protagonistas.
No era su primer papel importante, no obstante, después de haber leído parte del guion sabía
que ese personaje estaba hecho a su medida. Casi podía sentirlo parte de sí mismo.
—Estoy convencido de que puedo dar el matiz que necesita —trató de convencerlo.
No pensaba dejar escapar el papel tan fácilmente.
—Tranquilo muchacho. El trato sigue en pie y eres uno de los candidatos, es solo que necesito
ver algo más de ti. Demuéstrame que estás hecho para este papel y el contrato es tuyo.
¿Y cómo se hacía eso?
El director lo dejó cuando un par de chicas vinieron a preguntarle sobre su último trabajo y Jax
decidió desmarcarse.
***
***
Lucía se alejó de todos unos instantes. Agradecía la amabilidad de Yvonne, pero necesitaba
alejarse de aquello. Le abrumaba el pensamiento de estar ante tantas celebridades que solo podía
ver a través de la tele.
Creer que podía dejar en evidencia a Amaya la agobiaba mucho más de lo que hubiera
imaginado jamás. Era el día especial de su amiga y, al parecer, había hablado mucho de ella;
debía vigilar lo que hacía.
Se acercó a una mesa en busca de algo para picar, si comía no podría hablar y no metería la
pata.
Frunció el ceño tratando de identificar alguno de los ingredientes de los platos fracasando
estrepitosamente. Aquello le hizo pensar que los famosos eran otra especie diferente de humanos y
que comía cosas muy raras.
Al final, tras debatirse con los colores, decidió coger uno donde prevalecía el rojo. Nada malo
podía salir del color de las manzanas y las fresas, ¿verdad?
—Yo que tú no lo probaría —dijo Laurent apareciendo a su lado a toda velocidad.
Ella dio un pequeño respingo al mismo tiempo que soltaba la comida como si acabase de tocar
una ojiva nuclear.
—Es tan picante que hace un par de años estuve toda la noche en el baño —le explicó.
Lucía se sonrojó, de haberle pasado algo semejante hubiera sido demasiado bochornoso.
Además, el vestido que llevaba no estaba hecho para ir al baño, era físicamente imposible
remangárselo.
—Gracias por el aviso. ¿Sabes algo que sea comestible?
Laurent dudó unos segundos con una sonrisa dibujada en los labios, allí comprendió que él
tenía en mente otra cosa, aunque por suerte se quedó el pensamiento para sí mismo.
—Este tiene el punto justo de dulce —dijo señalando uno con una pinta horrible—. Y ese es el
que más bueno está.
Laurent se tomó la libertad de tomar lo que parecía un bollo entre los dedos y colocárselo en
una servilleta para tendérselo amablemente. Lucía no quiso ser maleducada y lo aceptó de buen
grado.
—Gracias.
Mordió el que ostentaba el título de más bueno y se sorprendió al sentir una explosión de
sabores en su boca.
—Tienes razón, está genial —comentó más que sorprendida con lo que acababa de comer.
Laurent asintió llenándose la boca entera con otro canapé igual que el suyo, salvo por el detalle
de que prefirió no masticarlo y meterlo completo entre sus labios.
—Son mis favoritos —anunció cuando logró tragar.
Lo creyó ya que volvió a tomar otro para comérselo de la misma forma. Lucía solo pudo rezar
sin palabras para que no se ahogara con la comida y la culpasen por no evitarlo a tiempo.
—¿Y pasas consulta a domicilio?
Lucía lo fulminó con la mirada viendo hacia dónde giraba la conversación y lo poco que le
apetecía aquello. Él reaccionó levantando ambas manos a modo de rendición, además de añadir
una sonrisa pícara.
—¿He sido demasiado directo?
—Un poco —contestó tratando de que aquella conversación fuera lo menos incómoda posible.
Ella miró a su alrededor en busca de una escapatoria, quedarse allí solo lo hacía más extraño.
No es que Laurent fuera feo, pero no estaba interesada en algo sexual aquella noche.
De pronto, y sin aviso, las luces se volvieron más tenues y la música comenzó a sonar
provocando que el centro de aquel gran salón se volviera una pista de baile. Tras unos segundos
pudo identificar la banda sonora de la película que acababa de ver.
—¿Quieres bailar? ¿Te enseño los pasos? Al ser unos de los actores de la película todos
tuvimos que aprender un par de coreografías.
Sabía que Laurent buscaba ser amable, pero no pensaba salir a la pista de baile a menos de que
la apuntaran con una pistola y temiera por su vida. No es que no supiera bailar, sin embargo,
estaba mejor lejos del foco de atención. Solo deseaba ser la invisible de la fiesta.
—No, gracias. Es mejor que me quede por aquí —contestó.
—Volando sin hacer saltar el radar, ¿eh?
Asintió, esa era la mejor forma de pasar la noche.
—Es una estrategia fantástica —alardeó orgullosa.
Él sonrió al mismo tiempo que asentía, parecía comprender a la perfección cómo podía llegar a
sentirse.
Lucía, entonces se dio cuenta de un par de miradas furtivas procedentes de dos chicas que
parecían comerse a Laurent con los ojos. Se fijó en ellas y cuando sus miradas impactaros
parecieron avergonzarse y fingir que no lo hacían.
—A las tres en punto tienes a dos chicas que te miran como si fueras el mejor postre del mundo
—comentó Lucía de forma sutil evitando que ellas se dieran cuenta de lo que ocurría.
Pero aquel hombre no sabía disimular y se giró a toda velocidad para descubrir a aquellas
mujeres. Sorprendentemente, se volvió hacia Lucía completamente pálido como si acabase de
tener una audiencia con la Muerte.
—¿Qué te pasa? Parece que has visto a Satanás —preguntó.
Laurent sonrió.
—No, Calis es la madre del demonio o, mejor, su profesora.
Lucía no pudo reprimir la risa. Aquel hombre, el que hacía unos instantes parecía un galán
tratando de ligar con ella, se había convertido en un niño pequeño atemorizado por una mujer.
—¿Tan terrible es? —preguntó queriendo saber un poco más.
Aquel hombre sudaba, como si el mero recuerdo le hiciera regresar a una experiencia
traumática. Casi no podía creer lo mucho que había cambiado su actitud en cuestión de segundos.
—Peor que eso. Estábamos en la cama cuando decidió que era buena idea meterme un dedo en
el culo, con tan mala suerte que salió manchado y me montó una escena.
Atónita, lo miró como si acabara de decirle que el mundo estaba sufriendo un virus mortal que
los convertía en zombis. Su mente divagó tratando de imaginar esa escena y momento, como si
pudiera adivinar cómo eran desnudos.
Y explotó sin poder remediarlo echándose a reír.
Laurent le puso las manos sobre los labios tratando de amortiguar el sonido y Lucía lo tomó de
las muñecas quedándose congelados los dos mirándose como si eso bastase para que cada uno
dijese lo que pensaba.
—Perdona, no he podido evitarlo —se disculpó cuando la dejó libre.
—Baila conmigo y te perdono.
Lucía tartamudeó un poco buscando una respuesta acorde a la situación. Al final, acabó
señalando a las mujeres antes de dar por zanjada la conversación.
—Paso. Quédate con la del dedo en el culo y dile que se ponga guantes la próxima vez.
Acto seguido giró sobre sus talones para intentar salir de allí y no lo consiguió. Él la tomó del
brazo y la giró hacia su pecho, quedando tan próximos que casi podían sentir la respiración del
otro.
—Por favor, te lo recompensaré.
Lucía puso los ojos en blanco.
—No, de esa forma no. De verdad, puedo ser un buen amigo. No volveré a intentar ligar
contigo, te lo prometo.
Estaba tan desesperado que no pudo negarse, algo en ella se removió, cercano a la pena y pudo
comprobar lo mucho que deseaba huir de aquella situación.
—Vale, pero nada de bailar. Si quieres nos alejamos de aquí un poco, que vean que estás
conmigo —propuso.
Laurent aceptó como si acabase de pactar con el diablo, es más, Lucía sabía que hubiera
aceptado cualquier cosa para salir de aquella situación.
—Gracias.
—No hay de qué.
Laurent tomó su mano y la alejó de allí, fue incómodo, pero no quiso verlo como una forma de
ligar; solo una forma fraternal de tratarla. Él era como un niño pequeño huyendo de los deberes o
de la profesora enfadada.
¿Eso la convertía en su niñera?
Capítulo 3
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Amaya cuando Laurent y ella brindaban con una copa
de champán.
Lucía tomó una tercera y se la dio a su amiga para que se uniera a una fiesta a la que no había
sido invitada.
—Celebramos que una ex amante de Laurent se ha dado por vencida. Llevamos media hora
huyendo de ella —explicó Lucía al borde de las lágrimas mientras reía sin poder contenerse.
Amaya entornó los ojos.
—¿Qué le hiciste? ¿Es Abby? Te dije que hay fantasías que es mejor hacerlas con
profesionales. No pudo sentarse en unos días después de que usaras ese látigo, te pasaste un poco
—comentó ella.
Lucía se quedó en blanco antes de darle un golpe con el dorso de la mano en el pecho.
—¿Qué clase de depravado eres?
—¿Yo? ¡Ninguno! Soy un tío majo, de verdad. No vayas a la prensa, por favor —suspiró
tratando de convencerla.
Allí comprendió que parte de ese muro de purpurina tenía un demonio peor que los de las
películas que interpretaban: la intimidad. Ese del que carecían por la fama y el revuelo que
causaban.
Cualquier cosa podía ser una buena excusa para que los medios destriparan sus vidas
convirtiéndolas en un circo mediático. Nadie los conocía en realidad, solo lo que se hablaba de
ellos y eso le hizo sentir lástima.
—No iré a ningún lado. Tus secretos están a salvo conmigo —prometió de forma solemne.
Laurent la abrazó.
—Gracias. Ya tuve bastante con que la prensa supiera que chupé un pie e hicieran esos
reportajes tan fuera de lugar. Que no digo que sea malo hacerlo, pero que no es para mí.
Lucía lo distrajo cogiendo un canapé y metiéndoselo en la boca. De esa forma acabaría con la
intensa verborrea que sufría.
—¿Y tú qué haces aquí? —preguntó a su amiga tratando de desviar la atención hacia otro lado
que las noches locas de aquel hombre.
Amaya pegó un sorbo de su copa antes de contestar.
—Por un rato, aunque seguro que me secuestran de nuevo. No debería haberte traído, lo siento
mucho.
Lucía suspiró, no podía decirle que estaba incómoda en aquel lugar y que ya había sabido
desde un principio que eso pasaría, así pues, decidió ocultar todos sus pensamientos tras una
sonrisa y tratar de reconfortar a su amiga.
—No te preocupes, me lo estoy pasando muy bien. Esta gente es muy maja.
Amaya no tuvo tiempo de contestar, unas cuatro personas la abordaron y cuando quiso darse
cuenta estaban rodeándola para hablar del buen trabajo que había hecho.
Ella solo quiso salir de allí, la aglomeración fue tal que se sintió agobiada, como si no pudiera
respirar. Con un hilo de voz intentó abrirse paso, aunque fue imposible conseguirlo.
De pronto alguien la tomó de la muñeca para abrirle el camino y salir de aquel laberinto de
personas que habían decidido que era buen momento para asaltar a su amiga.
Solo cuando pudo moverse con normalidad se pasó las manos por el vestido tratando de alisar
alguna arruga inexistente.
—Gracias, Laurent. Casi llegué a pensar que moría allí dentro.
—No hay de qué. Ya soy un experto en escabullirme.
Miró hacia Amaya y su corazón se encogió, apenas podía verla a causa de la gente que la
rodeaba.
—¿Estará bien? —preguntó algo dudosa.
Laurent rio.
—Está en la cresta de la ola. No te preocupes, sabe manejarse bien.
Aceptó esa respuesta porque no tenía el valor suficiente como para abrirse paso entre ellos y
rescatar a su amiga.
—Necesito una copa —se sinceró ante él.
Ya casi eran amigos o algo parecido. A pesar de que no deseaba saber más acerca de sus
prácticas sexuales, su compañía era agradable hasta un punto en el que empezó a sentirse cómoda.
—Cuidado, Bambi, no vayas a salir borracha de aquí —comentó Laurent de forma cautelosa.
Lucía rio.
—Tomaría un taxi y me iría para mi casa. No pienso salir rodando o a gatas de aquí, no sufras.
—No, yo seré tu caballero de brillante armadura. Me has salvado de la «mete dedo en el culo»
y tenemos una deuda de por vida.
Eso no sonaba tan bien como el pensaba, no obstante, no quiso llevarle la contraria ya que esa
noche necesitaba una compañía agradable como la suya. Además, siempre servía para ponerle
sobre aviso si iba a comer algo que picase en exceso.
—Está bien Sir Laurent, pero espero que no me deje tirada por la primera mujer que prometa
no meterle el dedo en el culo.
Él puso un brazo de forma que indicaba que ella se sujetase a él, lo hizo y caminaron dando
pequeños saltitos hasta la mesa de dulces. El chocolate era el mejor aliado en aquellos momentos.
—Te lo prometo.
Y esa era una promesa solemne.
***
Eran cerca de las cuatro de la mañana y resistir a aquellos tacones ya era inviable. Apenas
sentía sus pobres dedos, adormecidos en aquella prisión que le habían impuesto por ser de
etiqueta.
—¿Puedes agacharte un poco? —preguntó Lucía.
Laurent, sin saber los motivos, obedeció al instante. Ella aprovechó para apoyar una de sus
manos en su hombro izquierdo y usó la libre para quitarse los zapatos. Gimió cuando estuvieron
de nuevo en el suelo sin aquella tortura a su alrededor.
—No podía más —suspiró aliviada.
—No gimas así que no soy de piedra —bromeó él.
La música cortó la conversación dejándolos enmudecidos con el tema estrella de la película.
Era una canción lenta que hablaba del amor eterno, justo cuando el protagonista se despedía de su
mujer.
Era la última noche juntos antes de partir para siempre.
La letra era tan visceral que conseguía que su corazón diera un vuelco. Además, su piel se
erizó ante la voz del cantante, lograba transmitir tanto que le parecía una obra de arte.
—Escucho esta canción en bucle desde que me la enseñó Amaya. La hemos bailado cientos de
veces ensayándola —confesó cerrando los ojos dejando que la música se la llevase.
Laurent rio.
—Es un muermo. En vez de irse debería haberse quedado con ella.
No iba a entrar en los detalles de la película, solo deseaba disfrutar de aquel tema unos
minutos antes de regresar a aquella extraña fiesta.
Y fue entonces cuando abrió los ojos y lo vio. Casi pudo jurar que estaba en el rodaje de una
película porque se sintió igual que una protagonista viendo a su príncipe encantador por primera
vez.
Había un hombre en medio de la pista de baile mirándola.
¿Cómo lo sabía?
Porque miró atrás y a su alrededor para asegurarse de que no era a nadie más que a ella. Él
sonrió antes de asentir dándole más sentido a todo aquello y fue como si el resto del mundo dejase
de existir.
Iba vestido de traje como los demás, con una corbata en lugar de pajarita como casi todo el
mundo llevaba. Tenía un detalle en la solapa, una especie de dibujo azul que hacía resaltar por
encima de los demás.
Su mano derecha estaba en el bolsillo del pantalón mientras la otra descansaba en paralelo al
muslo.
Lamentó que llevase aquel antifaz que no permitía apreciar bien la cara, pero le gustó lo que
podía ver. Eran unos rasgos duros, como los de un guerrero. Su cabello no era largo, pero sí lo
suficiente como para poder meter los dedos en el y perderse durante horas. Aunque eso
estropearía el impecable peinado, con raya y hacia la izquierda, que llevaba.
Sin venir a cuento, Laurent tomó la copa, el bolso de fiesta y los tacones de sus manos como si
supiera lo que estaba pasando en su mente.
—Creo que ahora estás lista para bailar —susurró Laurent a modo de aviso.
Lucía no lo miró, únicamente contuvo el aliento cuando descubrió que aquel desconocido
caminaba hacia ella. Y, por primera vez en toda la noche, no quiso desaparecer. Deseaba ser real.
Capítulo 4
Jax recortó la distancia que los separaba sin reparar en nadie más que en ella. No sabía su
nombre, ni de dónde era o de quién se trataba, pero eso no importaba lo más mínimo.
Era como un hechizo, uno que los atraía de forma sutil hasta encontrarse en el centro de la sala.
Había disfrutado viéndola tratando de huir de la ex amante de Laurent. Se había tomado en
serio su trabajo y había protegido a su amigo como si hiciera años que se conocieran.
Llegó ante ella y su mirada se perdió en sus ojos para descubrir que eran de un marrón tan
intenso que apenas podía distinguir la pupila en ellos. Eso los hizo más especiales de lo que pensó
en un principio.
Le tendió la mano invitándola a bailar con un completo desconocido y esperó a que aceptara.
Lucía dudó, miró hacia él esperando a que dijera o hiciera algo más y, simplemente, se
mantuvo allí quieto. Con temor, desvió la mirada hacia Laurent, como si él pudiera darle algo más
de información.
Y él sonrió, como si con solo eso pudiera calmarla y hacerle ver que no estaba loca, aceptó.
Estiró la mano derecha y dejó que sus dedos alcanzaran los suyos. Él esperó pacientemente a
que llegase hasta la palma para entonces estrecharla con suavidad y tirar de su cuerpo con cariño.
Caminó de espaldas con ella delante hasta que alcanzaron el centro de la pista de baile.
Fue justo ahí donde se acercaron hasta quedar casi pegados, invadiendo el espacio vital del
otro. Él colocó la mano izquierda sobre su cintura y levantó la otra antes de tomar el control de la
situación.
Lucía se limitó en recordar los pasos, había ensayado aquel baile cientos de veces con Amaya;
solo era repetirlo una vez más.
Apenas era capaz de pensar con claridad ya que su corazón latía con tanta fuerza que
amenazaba con romperle los tímpanos; casi había dejado de sentir la música por su culpa.
—Estás muy nerviosa…
Su voz le produjo un escalofrío que recorrió su espalda de arriba abajo. No pudo seguir
evitando al mismo hombre con el que había aceptado el baile ya que seguir mirando su pecho no
era una opción.
Alzó el mentón fingiendo una seguridad que no existía y chocó de lleno con una mirada
profunda y azul como el mar abierto.
—Hola —dijo él sonriendo.
Lucía carraspeó un poco tratando de aclarar su garganta para ser capaz de poder emitir un
sonido que no fuera un graznido.
—Hola.
Tocaba el momento de que soltara su cintura y la ayudó a dar el giro que se esperaba en la
coreografía para después acabar con una palma contra la suya. Se miraron a los ojos mientras
bailaban y fue como si el resto de la pista de baile desapareciese.
Volvió a tomar su cintura produciendo que ella pegase un pequeño respingo.
—No voy a morderte —aseguró él.
Pero Lucía no estaba segura de nada.
—¿Quién eres?
Otro giro a la derecha y regresó tan cerca de él que casi respiraron el aliento del otro.
—Mi nombre es Jax y no he podido apartar la vista de ti en toda la noche.
Su confesión fue directa, clara y dura, sin rodeo alguno. Eso le gustó, no esperaba ninguna
técnica patética de flirteo o algo semejante. Agradecía que fuera claro y sin titubeos.
—Soy Lucía, un placer conocerte.
Él la hizo girar sobre sí misma antes de tomarla para apretarla en su pecho con fuerza, algo que
la dejó sin respiración y con una única vía de escape: alzar el rostro y quedar a escasos
centímetros el uno del otro.
La frente de Jax descendió hasta tocar la suya. Sabía que era parte de la coreografía, pero fue
un gesto tan íntimo que todo en ella le pidió que huyera de aquel lugar en ese preciso instante.
—El placer es todo mío por muy tópico que pueda sonar eso.
La música siguió y ambos continuaron bailando fijándose el uno en el otro como si no existiera
nadie más en el mundo.
Lucía sabía bien que era la banda sonora de una película, no obstante, por un breve instante
prefirió creer que había sido única y exclusivamente para ese momento. Que el destino había
querido que hubiera ensayado ese baile cientos de veces para prepararla para él.
***
—¿Qué hace Jax con Lucía? —preguntó Amaya asaltando a Laurent por la espalda.
Él, en cambio, lejos de sorprenderse, se encogió de hombros y los señaló tratando de resaltar
lo evidente.
—Bailar.
Sin embargo, para aquella mujer esa respuesta no fue suficiente. Lo rodeó hasta quedar ante él
y mirarlo a los ojos fulminantemente. En aquel momento cualquier otro se hubiera asustado, pero
ya se conocían lo suficiente como para no temerse.
—¿Qué pretende? No la conoce de nada y le pide un baile, ¿es normal eso?
Laurent se tomó el mentón con una mano.
—En la sociedad de ahora diría que sí.
Amaya suspiró provocando que el pobre hiciera aspavientos con las manos como si tratase de
defenderse de algo de lo que no hacía falta.
—Relájate, paranoica. Es solo un baile, yo mismo la he invitado antes que él, pero Jax tiene
una técnica más refinada; debo mejorar mi forma de ligar. La chica le ha gustado y la ha invitado.
Amaya los miró con gesto preocupado.
—Si Jax le hace daño, me desayunaré tus huevos y los suyos —amenazó.
Laurent se llevó las manos a la entrepierna a modo de protección.
—¿Y yo qué tengo qué ver con lo que hagan o dejen de hacer? —preguntó horrorizado con la
idea de perder sus joyas de la corona.
Amaya resopló.
—Porque tú sabes algo que yo no y te lo noto. Hemos estado rodando demasiado juntos, te
conozco.
Laurent decidió entrelazar sus manos a su espalda y sonreír antes de soltar la primera
barbaridad que le vino a la cabeza.
—Sino hubiera estado sola y te hubiera tenido de guardaespaldas tal vez no hubiera pasado.
Aquello fue como echar alcohol a una hoguera, la mujer se giró con la boca abierta y los ojos a
punto de salírsele de las órbitas provocando que, realmente, Laurent temiera por su vida.
—Es una broma. Tranquila, Jax no muerde y tu amiga parece lo suficientemente mayor como
para saber manejar estar con un desconocido. Deja que se divierta.
No obstante, ella siguió con el mismo gesto, así pues, Laurent retrocedió unos pasos; los
suficientes como para tomar dos copas de champán de la mesa más cercana con la intención de
invitarla a un trago.
—No está casada ni nada parecido, ¿no? —preguntó para cerciorarse.
Amaya negó.
—Entonces deja que se divierta —sentenció.
Cogió la copa con recelo y pegó un sorbo antes de girarse en dirección a la pista de baile. Allí
los vio, las parejas se habían alejado al ver lo bien que bailaban. Les habían dejado solos para
admirar lo bien que lo hacían.
Y fue cuando se fijó en la química que desprendían. Ellos se miraban como si fueran el único
ser que quedase en el mundo, casi como si pudieran fundirse el uno con el otro.
Allí, frente con frente, parecían interpretar una gran escena de amor. Lo curioso era que eran
dos completos desconocidos. Al final, después de unos minutos mirando, se relajó al saber que
estaba bien y sonrió al verla feliz.
Eso era lo más importante.
***
La música acabó y los aplausos de la gente hizo que ambos se dieran cuenta de que se habían
quedado solos en la pista de baile.
Soltaron sus manos y se retiraron unos pasos mientras Lucía miraba a su alrededor perpleja por
la cantidad de gente que había centrado sus ojos en ellos. Jax, en cambio, se mantuvo relajado.
—Parece que lo hemos hecho bien —comentó.
Ella lo miró frunciendo el ceño.
Estaba claro que no estaba acostumbrada a aquel mundo, se comportaba como un conejo al que
le acababan de dar con las luces largas del coche.
Tomó su mano sin pedir permiso y la alejó de todo el mundo mientras ella no hacía más que
mirar a su alrededor asustada como si toda aquella multitud fuera a tirársele encima.
La música siguió y pronto la admiración del momento desapareció dejando que fueran otras
parejas las que tomaran la pista de baile. La magia del momento se desvaneció como la niebla y
pudo comprobar como el color regresaba al rostro de Lucía.
—Ya estás a salvo, nadie mira.
Lucía se apartó un mechón de la cara para atraparlo tras lo oreja antes de conseguir tragar el
nudo en la garganta que sentía.
—Debes pensar que soy una tonta. Nunca he estado aquí —confesó.
Jax rio de forma suave.
—¿No me digas? Nunca lo hubiera imaginado —bromeó.
Ella entornó los ojos a causa de su humor y él se encogió de hombros. Era mucho mejor verla
sonreír.
—Se te nota a la legua. Tienes el típico miedo de aquel que no conoce este mundo. Ahora
mismo eres pura e inocente, antes de que los focos te seduzcan y te lleven al lado oscuro.
Lucía negó con la cabeza.
—¡Oh, no! No soy actriz, este mundo no va a seducirme nunca —prometió confiada en sus
palabras.
Jax asintió siendo incapaz de dejar de mirarla. Había algo en ella que la hacía distinta y tal vez
se trataba de lo mismo que lo había atraído hasta allí como una polilla a la luz.
—¿Y qué haces aquí?
—Soy la acompañante obligada de Amaya.
Él asintió comprendiendo sus palabras. Su amiga era la mujer de la noche, había hecho un
debut impresionante en la gran pantalla y era el momento en el que miles de contratos cayeran
sobre su mesa.
—Eso suena a secuestro…
Lucía lo miró sorprendida antes de explicarse.
—¡No! ¡Para nada! Es muy buena amiga y no quería venir sola. Estoy contenta de que me haya
invitado, pero me siento como un pez fuera del agua. Lo único que quería era beber un poco,
comer y tratar de pasar desapercibida.
Gracias a él eso no había sido posible. Todos en la fiesta habían reparado en ella y lo bien que
bailaba.
—Vaya, sobrepasé tus límites. Lo lamento —se disculpó.
Ella le restó importancia con un leve movimiento de mano.
—Te invito a una última copa. Esto está a punto de acabarse y me gustaría compensarte mi
atrevimiento —propuso Jax.
Lucía no rebatió sus palabras, se dedicó a asentir mientras comenzaron a caminar hacia la
barra de bebidas. Allí fue él quién pidió un par de cócteles especiales y ella decidió dejarse
llevar.
—Tú también salías en la película, ¿verdad? —preguntó Lucía cayendo en la cuenta de que le
sonaba de algo.
Jax asintió.
—Sí, me has pillado.
Cada uno tomó su bebida. Él le pegó un gran sorbo mientras que la joven decidió probarlo un
poco para cerciorarse de si le gustaba. Cuando el líquido subió a través de la pajita para después
entrar en su boca, Jax estuvo a un paso de arrebatarle el vaso para saborear la bebida de sus
propios labios, pero se contuvo.
—Está fuerte, pero sabe bien —anunció Lucía bebiendo un poco más.
Ambos rieron y, tras un leve movimiento de cabeza, Jax vio al director Owen mirándolo
fijamente. Supo al instante que deseaba hablar con él y se sintió culpable de dejar a Lucía sola.
Suspiró algo molesto con la situación.
—¿Todo bien? —preguntó Lucía visiblemente preocupada.
Quiso inventarse una excusa, buscó en su cabeza qué decir, pero antes de hacerlo, Laurent los
asaltó por la espalda dejando caer una de sus manos en uno de sus hombros. Ambos dieron un
respingo antes de girarse para mirarlo.
—La pareja de la noche. Siento decirte que te buscan, amigo. Ya me quedo yo con la joven, a
buen recaudo. Tranquilo que te esperamos —anunció el recién llegado.
La sorpresa y la desilusión se hicieron notorias en el rostro de Lucía antes de que pudiera
disimularlo.
—Ve, tranquilo. Con Laurent esto es una fiesta —mintió fingiendo una sonrisa.
—¿Estás segura? No quiero hacerte sentir mal, seguro que es una conversación de trabajo y
puede esperar… —titubeó Jax.
Ella negó con la cabeza a toda velocidad.
—Tranquilo, ve. Es vuestra noche. Consigue un buen contrato, corre.
Él asintió y le tomó la mano derecha entre las suyas a modo de despedida. Justo antes de
soltarla, se acercó a ella, le depositó un casto beso en la mejilla y se acercó a su oreja.
—Te lo compensaré —prometió antes de marcharse.
Lucía no miró a dónde iba, se limitó a mirar su copa como si hubiera algo en ella que quisiera
atrapar. Durante unos segundos un silencio demasiado incómodo los abrazó con fuerza.
—Vale, háblame antes de que me dé un infarto. No soy bueno con esto y si tengo que aguantar
la vela o velar por ti, necesito conversación —dijo Laurent explotando.
Eso le arrancó una sonrisa.
—Cuéntame, ¿alguna experiencia fallida más?
Su cara se tornó blanca como un papel dándole la razón. Al parecer, a aquel hombre le
sobraban experiencias y no todas habían sido buenas. Con él podían hacer un libro o una película.
—No sé, Bambi. Creo que te horrorizaría con mis historias.
Ambos rieron.
Estaba convencida de ello.
Capítulo 5
Jax llevaba reunido cerca de una hora y Lucía sabía que no podía seguir bebiendo o acabaría
borracha. Tampoco iba a esperar más, había tenido tiempo suficiente para acabar la conversación
y decirle algo, ¿no?
Dudó. Esa era una noche importante y estaba convencida que aquellas reuniones podían ser
mucho más largas. Así que, podía esperar un poco más siempre que el local siguiera abierto.
—Chicas, creo que esto se va a alargar. La compañía es agradable, pero quizás, puede o tal
vez, estaría bien ir a descansar —carraspeó Laurent.
Lucía dejó de mirar a Jax.
Él tenía razón, era demasiado tarde. Había sido un baile, uno especial, pero no dejaba de ser
un completo extraño.
—Sí, deberíamos irnos. Necesito dormir y volver a quitarme estos zapatos —aceptó Lucía.
Se había vuelto a colocar aquella tortura al poco de regresar Laurent con ellos en la mano y
estaba convencida de que iba a perder los dedos de los pies si seguía dentro de que aquel horrible
artilugio de tortura.
—¿Estás segura? Podemos esperar un poco más si quieres —se ofreció Amaya.
Ella, en cambio, ya no deseaba seguir allí.
—Completamente, podemos irnos.
Laurent pegó una palmada al aire atrayendo las miradas de ambas. Desde luego aquel hombre
sabía llevar la conversación hacia dónde deseaba.
—Bien, tengo la limusina esperando fuera. Puedo acercaros a casa, hotel o donde queráis —se
ofreció.
Ella frunció el ceño a lo que él respondió abriéndose de brazos como si fuera algo obvio.
—¿Qué? Todos vamos con eso, no es que busque convenceros para venir a mi hotel ni nada
parecido, aunque me veo en la obligación de invitaros y pasar un buen rato.
Amaya bufó antes de darle con el bolso de mano en la cabeza y tirar de su amiga hacia la
salida.
—Eres un salido —sentenció.
—Tal vez, pero soy bueno en lo que hago.
Lucía caminaba rápido porque su amiga lo hacía y no quiso que Laurent se quedase atrás, así
que, echó el brazo hacia él y lo tomó de la mano para instante a seguirlas hacia la salida.
Él, como cabía esperar, no se negó y dejó que sus dedos se entrelazasen entre los suyos.
Una vez fuera retomaron la compostura y se soltaron los unos de los otros. Se arreglaron la
ropa mientras una enorme limusina aparcaba al final de todo. Aún quedaban algunos periodistas
que hicieron que toda la atención recayera sobre Amaya y Laurent.
Lucía se desmarcó instintivamente, caminando más lento para que no le hicieran fotos. Por
desgracia no tuvo efecto ya que el actor, al darse cuenta, giró hacia ella y le pasó un brazo por
encima de los hombros apretándola hacia él antes de llevarla lejos.
—Vamos, Bambi.
La mantuvo completamente tapada de los flashes de la cámara durante todo el camino, como si
supiera que ella no estaba preparada para un mundo así. Únicamente era una persona normal que
deseaba dormir un rato antes de seguir con su vida.
Montaron en la limusina y su trasero agradeció estar sobre algo mullido. Lucía gimió cuando el
placer del asiento y el de quitarse la máscara la abrazaron por igual. Necesitaba eso más que una
cama.
Abrió los ojos y el glamour y el exceso de dinero se hizo evidente en aquel lugar. Era un
automóvil enorme, con asientos ostentosos de color rojo sangre. El techo era negro con cientos de
luces pequeñas que simulaban un asiento estrellado y pudo ver de soslayo un lugar
estratégicamente pensado para colocar una cubitera.
Supo que había otro para copas, una cosa no podía ir sin la otra. Eso hizo que se preguntara
cuántas mujeres habían estado en aquel lugar. De pronto se sorprendió levantando un poco las
manos que era lo único que le respondía en aquellos instantes.
—Tranquila, está desinfectado. Yo tuve el mismo pensamiento la primera vez —le explicó
Amaya.
Lucía se sonrojó, no había querido ser tan evidente, pero sus pensamientos habían saltado antes
de que hubiera tenido lugar a controlarlos.
—Lo siento mucho —se disculpó.
Laurent no parecía preocupado en absoluto, se encogió de hombros restándole importancia
mientras se quitaba, también, el antifaz. Aquello provocó que lo mirara con un poco más de
atención.
Ahora comprendía su éxito, era muy atractivo y podía enamorar a quién quisiera con esos ojos
grandes y expresivos. Además, su sonrisa era la de un canalla, una propiedad que parecía gustar
en exceso a muchas mujeres.
—Uy, ¿has caído en mis encantos? —preguntó levantando una ceja.
—Sí, ahora mismo lo hacemos, pero haces tú todo el trabajo —dijo antes de dejarse caer sobre
el regazo de Amaya.
Estaba agotada.
Amaya fue la siguiente que habló porque ella ya era incapaz de hacerlo. Creyó entender que
fueran hacia casa de su amiga porque era el lugar más cercano y no luchó por rebatirlo, pensaba
dormir abrazada a una farola si hacía falta.
Y, sin darse cuenta, se dejó caer en los brazos de Morfeo.
***
***
Lucía cayó sobre su cama de espaldas mientras Amaya le levantaba los pies para quitarle los
zapatos. Ella ya no pensaba colaborar, su cuerpo se rindió en cuanto notó el colchón.
Miró el techo y pareció darle vueltas, aún así su cabeza seguía pensando en miles de cosas.
Se incorporó apoyándose sobre el codo derecho dispuesta a seguir diciendo lo que su mente
parecía no dejarla olvidar.
—¿Crees qué, aunque solo haya sido por un instante, ha habido química entre nosotros? ¿Algo
de magia? No he podido sentirlo solo yo.
Se dejó caer hacia atrás antes de obtener respuesta, es más, rodó para quedar boca abajo para
facilitarle que pudiera bajarle la cremallera.
—Claro que sí, Bambi. Yo lo he visto.
La voz de Laurent las asustó, ambas dieron un brinco y añadieron un grito gutural que asustó al
propio intruso. Lucía rodó en un intento de levantarse, pero cayó al suelo de bruces.
Se levantó como pudo para mirar a aquel hombre como si acabase de volverse loco o algo
similar.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Lucía.
Amaya le tiró el zapato que acababa de quitarle a su amiga dándole en la cabeza. Antes de ir
directamente a empujarlo para sacarlo de casa, solo que, al llegar ante él se contuvo.
—No vendrás a bajarnos los vestidos, ¿no?
Él sonrió antes de inclinar la cabeza para sortearla y mirar directamente a Lucía.
—Quería ver que llegabais bien, aunque si necesitáis ayuda con la cremallera me ofrezco
voluntario.
Justo en ese instante fue Lucía la que reaccionó, caminó hasta él, lo tomó de la cintura para
instarle a girar sobre sus talones y lo comenzó a empujar, con suavidad, hacia la salida.
—¿No te bastaba con quedarte en la puerta? —le preguntó.
—Amaya dejó abierto y pensé que era una invitación. Además, me atormentaría la idea de
perderme un trío.
Aquello hizo que ella alzara el rostro para arrancar a reír a carcajada llena. Aquel hombre era
demasiado ingenioso le gustase o no admitirlo, había sido algo bueno conocerlo.
—Vete a dormir, es tardísimo —le pidió visiblemente agotada.
Laurent asintió dándose por vencido.
—No sin que me des tu número.
Lucía rio, se acercó más para abrir la puerta y, cuando fue a dejar que saliera, él la detuvo.
—¿Ves? Te gusta mucho el contacto y siempre me puedes tener en la recámara, soy un amante
entregado.
Bufó.
—Estoy demasiado cansada como para lidiar con esto, vete ya, por favor —dijo echando la
cabeza hacia al techo como si aullara.
La verdad era que necesitaba meterse en la cama y dormir un buen rato. Eran casi las nueve de
la mañana, dormir ya era algo que la atormentaba y se veía capaz de dormirse estando de pie.
—Vale, vale, pero dile a Amaya que te lleve a la fiesta que hará Yvonne en su casa la semana
que viene. Que descanses, Bambi. —Cedió antes de salir del apartamento y cerrar él mismo.
Lucía suspiró aliviada antes de girarse y dejar que su espalda reposara en la puerta.
—Pero, ¿por qué me llama Bambi? —preguntó alzando las manos como si el cuello de aquel
hombre estuviera en medio.
Amaya la contemplaba a lo lejos, al final del pasillo con los brazos entrelazados. Ya se había
puesto el pijama y llevaba colocada la diadema que usaba para desmaquillarse. Había sido mucho
más rápida que ella.
—Para él eres un animalillo asustado. No dejes que pueda contigo, es abrumador, pero buen
tío.
No lo dudaba, pero en aquellos momentos necesitaba dormir con urgencia. Sus neuronas solo
lograban hacer que su cuerpo hiciera funciones básicas y sencillas. El resto vendría después de
descansar.
Lucía hizo un mohín.
—Bailar con Jax fue genial.
—Ven que te ayudo a salir de ese vestido, necesitas dormir.
Dejó caer la cabeza antes de asentir y caminar hasta ella arrastrando los pies. En aquellos
momentos se sentía como un bebé que lo único que deseaba era un abrazo de su madre y dormir en
su regazo.
Capítulo 6
—Tío, no pongas las noticias o mejor, no abras ninguna red social, móvil, televisión o radio.
Enciérrate en casa un mes entero o dos —anunció Laurent.
Jax frunció el ceño y puso el altavoz del móvil para abrir la primera red social que tuvo a
mano.
No le hizo falta bajar mucho en el muro de noticias para toparse con una fotografía de Lucía y
él bailando, allí frente contra frente y el titular era puramente sensacionalista.
—¡Oh, mierda! —exclamó antes de seguir buscando y ver por todas partes una y otra vez la
misma noticia.
—Te pusiste a bailar con ella de forma tan íntima que parecía que os lo ibais a montar allí
mismo. Les has dado carnaza —le regañó Laurent.
Jax se pellizcó el puente de la nariz mientras dejaba el teléfono en la isla de la cocina.
Necesitaba poner sus pensamientos en orden antes de que todo fuera a más. Él no había buscado
algo así al bailar con ella.
—No esperaba que hicieran noticia de eso —se quejó.
—Esto… ¿Hola? Harían noticia hasta de tu comida.
Eso era cierto y aquello era un gran problema. Reprimió las ganas de ir a la nevera a por una
cerveza y ponerse a beber, necesitaba la mente despejada para tratar de solucionar eso.
—A Bambi va a darle un infarto. Al menos dime que conseguiste el papel.
Se congeló ante las palabras de Laurent. Miró al teléfono a sabiendas de que no era una video
llamada y trató de contener el aliento todo lo que pudo antes de soltar una respiración profunda.
—Estoy metido en un buen problema —dijo antes de dejarse caer en el primer taburete negro
que encontró.
Laurent tosió llamando su atención.
—¿Qué te pasa? Y va siendo hora de que empieces a contestar algunas preguntas o me presento
en tu hotel y te hago hablar.
Su amigo le hizo sonreír, pero no podía hablar viendo una y otra vez las noticias que hablaban
de «un posible nuevo noviazgo» de uno de los actores de la película más taquillera del año.
—Owen me dio el papel con una única condición —suspiró llevándose las manos al rostro
para taparse los ojos.
Su amigo no fue capaz de decir nada más, esperó a que él acabase para poder dar su opinión de
aquel tema.
—Que ella actúe conmigo —sentenció.
Un segundo, dos, tres y hasta diez estuvieron en silencio antes de que su amigo arrancase a reír
como si acabase de enloquecer.
—Ella no va a acceder, lo sabes, ¿no? —le preguntó Laurent regresándolo a la realidad.
Era cierto, no obstante, abrió un vídeo en su móvil que los mostraba bailando y pudo sentir lo
que había visto el director en ambos. Existía una conexión entre ellos que provocó que los dejaran
bailando solos, se miraban como si fueran los únicos en la habitación y sin importar los demás.
Era palpable esa atracción.
—Tengo que hablar con ella. Si le propongo algo bueno tal vez acepte.
—¿Te estás escuchando? Lucía ayer estaba muerta de miedo. Además, no sabemos como actúa,
al igual es una patata y no sirve.
Era una posibilidad y algo en lo que el director de la película ya había pensado. Por eso había
concertado una audición en tres días para ponerla a prueba, para saber si tenía madera para ello.
—¿Tienes su número? Necesito contactar con ella —preguntó Jax.
—Lo intenté, pero fue imposible. Podrías pedírselo a Amaya, son amigas, aunque mamá gallina
dudo que te lo dé.
Jax enarcó una ceja.
—¿Mama gallina? —preguntó divertido.
—He descubierto que nuestra querida Amaya tiene un punto débil. Amenazó con comerse
nuestros huevos si le hacías algo a Lucía. Cuando descubra que se trata de un papel se te va a
merendar. Lo único que pido es estar delante para verlo.
Su amigo no ayudaba, únicamente consiguió estar más nervioso de lo que ya estaba. Ahora no
podía aparecer como si nada y proponerle hacer una película juntos. Lucía no aceptaría y la otra
mujer se haría un bolso con su piel.
—Consigue que Amaya ceda y te de el número. Tengo que hablar con ella. Este papel es
importante y lo necesito —pidió.
Sabía bien que Laurent era capaz de convencer a cualquier persona que se lo propusiera. Él
mismo tenía anécdotas escondidas donde había hecho cosas que jamás hubiera esperado por su
culpa.
—¿Y por qué yo? —preguntó sorprendido.
Él iba a ser un daño colateral.
—Porque eres buen amigo y te has llevado bien con ella. La llamas Bambi y todo.
Su amigo dijo un taco que no le impresionó y cedió al momento. Era lo bueno de su amistad,
que podían hacer cualquier cosa que se pidieran.
—Dame una hora o dos.
—Eres el mejor —agradeció Jax.
Laurent resopló antes de colgar.
Tenía el papel en la punta de los dedos, solo necesitaba que Lucía se subiera al mismo tren que
él y podrían hacerlo. Había nacido para ello y sabía bien que podía enseñarla de ser necesario.
Iba a conseguirlo.
***
—Laurent es un miércoles alto o un jueves bajo —dijo Amaya gritando desde la cocina
mientras preparaba café.
Lucía, que estaba tumbada en el sofá sin moverse, rio antes de pensar en la puntuación que
ponerle a ese hombre tan peculiar.
—No, Laurent es un sábado. Sería perfecto si no fuera tan raro en la cama como dice ser —
comentó sin más.
Amaya llegó hasta ella para dejar sobre la mesita, de delante del sofá, un par de pastas de
chocolate y servilletas. Eso hizo que Lucía reaccionase al instante y se irguiera hasta quedar
sentada.
Fue a tomar una de ellas y recibió como castigo un manotazo que hizo que se tomara su mano
dolida cerca del pecho.
—Todavía no —indicó Amaya.
—Eres un monstruo —escupió fingiendo estar enfadada.
A modo de protesta, se dejó caer contra el sofá de nuevo y esperó pacientemente a que el café
o lo que fuera que estuviera haciendo finalizase.
El tintineo de una canción la obligó a levantarse. Lo siguió por todo el apartamento tratando de
buscar el origen. Lo encontró en la balda del baño y no era su móvil, miró la pantalla y descubrió
que se trataba de Laurent.
Corrió a la cocina para dárselo a su amiga y esta decidió poner la llamada en manos libres
para seguir haciendo el desayuno.
—Buenos días, princesa —dijo muy animado.
Amaya puso los ojos en blanco.
—¿Qué quieres? Solo me llamas así cuando necesitas mi ayuda y ya te digo que no. Todavía no
me has devuelto lo último que hice por ti.
Lucía regresó hasta el sofá. El piso era de concepto abierto y no existían paredes que separasen
la cocina del comedor, lo que significaba que podía oír la conversación perfectamente sin
necesidad de espiar.
—Tenemos un amigo en común que bailó con una amiga tuya y necesita hablar con ella.
Esperaba que me dieras el teléfono.
En ese momento prestó más atención y, sin palabras, miró a Amaya incapaz de creerse que Jax
quisiera saber más.
—¿Y para qué la quiere? —preguntó Amaya.
Lucía bufó antes de darse un manotazo en la frente, su amiga siempre era muy mal pensada y
creía que todo el que se acercaba era para hacer daño. No podía creer que no hubiera corrido a
darle el número y se entretuviera a preguntar los motivos.
—Ya viste la química, querrá algo más.
Una sonrisa se dibujó en los labios de Lucía antes de gemir todo lo flojito que pudo tratando de
contener la emoción.
Aquel hombre era el más guapo del universo y quería saber más de ella. Jax sí que era un
domingo, algo que jamás antes había contemplado. Además, era todo un caballero y simpático, no
se podía pedir nada más.
—Ya que no me dices para qué lo quiere voy a colgar, cuídate mucho —dijo Amaya con el
dedo preparado.
Lucía, horrorizada, fue a gritar, no obstante, él lo hizo antes. Así pues, su amiga no tuvo más
remedio que esperar un poco más para hacerlo. Buscaba que la convencieran y eso comenzaba a
exasperarla.
—Tiene un tema importante que hablar con ella que yo no puedo decir. Además, con lo que se
ha liado en la prensa pues supongo que tendrán que hablar de ello.
La joven frunció el ceño ante las palabras de Laurent y fue a peor cuando vio a Amaya
palidecer de golpe.
—¿Prensa? —preguntó la actriz tratando saber más.
—Sí, está por todas partes. En la tele, redes sociales, hasta han comenzado a hacer vídeos de
ellos dos.
Las piernas de Lucía flaquearon al instante. A toda prisa buscó su móvil y, al encontrar el
mando de la tele primero, decidió encenderla a pesar de que Amaya levantó una mano mientras
decía un fuerte «no» para detenerla.
Un par de canales más tarde las imágenes llenaron sus pupilas. Eran ellos dos bailando la
noche anterior, estaban tan juntos que apenas pasaba el aire a través de ambos.
Miró a su amiga, la cual se tapó los ojos junto a un suspiro ahogado, lo que significaba que era
real lo que estaba viendo.
—Mierda… —gimió casi a punto de ahogarse en sí misma.
—No me digas que Bambi nos está escuchando —suplicó Laurent.
El aire comenzó a faltarle, aquello no podía ser verdad. Ella había ido a una fiesta, no podía
ser «la nueva novia del actor más codiciado de Hollywood». Cambió canales y la noticia no se
desvaneció.
Corrió a buscar su móvil, estaba convencida de que en vez de en abril, estaban en diciembre y
era el día de los santos inocentes. Solo podía tratarse de una broma.
—Sí, te ha escuchado y tampoco es que pueda huir de algo así —contestó Amaya.
Encontró su teléfono bajo la ropa de la noche anterior, lo desbloqueó y encontró cientos de
mensajes de familiares y amigos exigiendo saber lo que estaba ocurriendo. No solo eso, tenía casi
una docena de llamadas de su madre pidiéndole que hablaran de forma urgente.
Las manos comenzaron a temblarle tanto que estuvo a punto de dejar caer el móvil al suelo, no
obstante, tuvo la fuerza necesaria como para caminar hasta el comedor con el artilugio en el aire
como si se tratase de un arma.
—Dime que es mentira —imploró.
Pero la cara de su amiga lo decía todo. Aquello era verdad, era el hashtag más usado de
internet por aparecer de esa forma con Jax.
—Cariño, podemos arreglarlo —prometió Amaya.
Lucía concluyó que estar en pie requería demasiado esfuerzo, uno que prefería emplear en
respirar. Así pues, se dejó caer al sofá mientras abría una a una todas las redes sociales.
Aquella noticia era real. Ya no era alguien invisible, a los ojos del mundo era una mujer
misteriosa que bailaba con uno de los solteros más codiciados del mundo.
Y eso era abrumador.
—Todo el mundo me conoce —lloriqueó.
—¿Y si quedamos todos y buscamos una solución? —preguntó Laurent.
Amaya gruñó ofuscada.
—Te llamo en un rato, le va a dar un ataque de ansiedad.
—¡Bam!
Laurent no terminó la palabra porque su amiga cortó la llamada al momento. Lanzó el móvil sin
saber dónde caía y corrió a ella como una madre al ver caer a su hijo.
Lucía estaba congelada en el sofá, ya había dejado su teléfono y se había abrazado a un cojín
dejando que sus sentimientos la golpeasen duramente. Aquello daba miedo, no podía ser un rostro
público y que todos la vieran.
—Tranquila, haremos lo que dice. Quedaremos los cuatro y buscaremos cómo salir de esta.
Explicaremos la verdad —la animó su amiga.
—¿Y si no lo dejan? No quiero que sepan de mí, no quiero salir y tener a la prensa como te
pasa a ti. Yo soy solo yo y no «la novia de…». Muchas me odiaran, eso pasa cuando un chico
guapo tiene pareja. Alguna psicótica averiguará mi dirección y vendrá a matarme o se llevará a mi
gato para devolvérmelo a trozos.
Amaya rio ante la desesperación de Lucía. La pobre hablaba a trompicones, con la mirada
perdida entre las lágrimas que deseaban salir y caer.
—¿Por qué te ríes de mi desgracia?
Su amiga se arrodilló ante ella al mismo tiempo que tocaba sus rodillas.
—Cariño, tú no tienes gato —le recordó.
Era cierto y asintió. Aquello era peor de lo que pensaba, se estaba volviendo loca sin poder
remediarlo. Ya imaginaba cosas que podían pasarle. La sombra de la sospecha siempre la
perseguiría y su vida se convertiría en un infierno.
—No, no quiero. Yo quiero ser yo, la fisioterapeuta, tu amiga y no la novia de nadie. Si ni
siquiera nos hemos besado.
No importaron las palabras de Amaya porque no escuchaba. Estaba tan perdida en su propio
miedo que su mente divagaba sin parar dejando el mundo real lejos y fuera de su alcance.
Al final, el peor pensamiento de todos la asoló. Con terror, agarró con fuerza el cojín que tenía
entre los brazos y suplicó:
—No permitas que sepan que Laurent me llama Bambi.
Amaya no pudo evitar arrancar a reír, lo hizo de tal forma y tan fuerte que acabó agarrándose el
estómago de puro dolor.
—Cariño, lo solucionaremos. Te lo prometo. Desayuna un poco mientras llamo a los chicos.
Encontraremos una excusa, te vigilarán un tiempo, pero cuando vean lo aburrida que es tu vida se
cansarán.
Al momento se sintió culpable y se llevó la mano a la boca.
—Disculpa, no quería decir eso.
Lucía asintió.
—No me ofende, me gusta ser aburrida.
Capítulo 7
Jax recorría la habitación de su hotel de punta a punta como si de un buitre se tratase, arrastró
los pies y acompañó el bamboleo de su cuerpo con algún que otro suspiro. Plantearse una
conversación con Lucía era delicado, había visto lo novata que resultaba ser y el nerviosismo que
mostraba.
—Esto no puede acabar bien —suspiró desesperado.
El director la quería a ella para ese papel, no obstante, no la veía lo suficiente preparada para
todo lo que vendría después.
—Vale, sí. Bambi no es la mejor de las cosas que podría pasarte como compañera, pero estoy
convencido de que puede dar la talla.
No escuchó las palabras de Laurent, de hecho, llevaba sin hacerlo la última hora. Estaba
perdido entre sus propios pensamientos intentando trazar una hoja de ruta que diera solución a
todo aquello.
—¿Y por qué tardan tanto en llegar? —preguntó comenzando a desesperarse.
Su hotel tenía una entrada discreta lo que lo hacía el sitio idóneo para tener una reunión
tranquila y distendida. Ir a cualquier cafetería solo alimentaría los rumores de que estaban juntos.
—Amaya dice que Lucía ha estado a punto de sufrir un ataque de ansiedad al ver la noticia.
Calma, amigo o tú serás el siguiente —comentó Laurent tumbado en el sofá que había en su gran
«suite».
No iba a ser fácil convencerla, eso sin contar con que podía sufrir un ataque de nervios cuando
viera todo lo que implicaba actuar.
—Esto hace aguas. Lo mejor será que trate de buscar otro contrato porque este no va a salir —
dijo Jax derrumbándose.
No podía obligarla y había unos estudios previos antes de comenzar a actuar. Por lo que sabía
de Lucía era que lo más cercano que había estado de actuar había sido de árbol en la función del
colegio con tres años.
—No te rindas tan pronto. Habla con ella y decidid juntos.
Las palabras de Laurent buscaban animarle, pero él veía el mundo mucho más oscuro que el
que visualizaba su amigo. Él era como una especie de luz en un mundo de sombras, sin embargo,
Jax era capaz de discernir ese negro que tenía su oficio.
—Recuérdame porqué la llamas Bambi y entonces te diré porqué lo veo tan difícil —explicó
mientras su amigo levantaba el dedo de en medio de la mano en un cariñoso corte de mangas.
Llamaron a la puerta y su corazón sufrió un vuelco tal que tuvo que llevarse una mano al pecho
para sujetarse el corazón.
Laurent, en cambio, saltó del sofá riendo por su reacción antes de dirigirse a la puerta. Al
llegar abrió y extendió los brazos como si quisiera abrazar a las recién llegadas.
Amaya fue la primera en entrar, sorteando a su amigo como si se tratase de un perro a punto de
morderla. Eso no desanimó a Laurent, el cual, con la alegría de ver a alguien después de mucho
tiempo, tomó a la pobre Lucía entre sus brazos.
—¡Cuánto tiempo, Bambi!
Lucía entró a la habitación arrastrada sobre el pecho de Laurent mientras ella mantenía los
brazos lejos de él como si quemase.
—Suéltala ya, tío —pidió Jax.
El actor lo hizo, a regañadientes, pero no le importó la mirada que le dedicó justo en el
momento en el que dejó libre a la pobre muchacha. No la culpó cuando miró la puerta como si
pensase en huir, él también lo hubiera hecho en su lugar.
—¿Queréis tomar algo? —preguntó tratando de ser el perfecto anfitrión.
Amaya se movió por la habitación observándolo todo con detalle. Ella ya los conocía, había
tenido la ocasión de actuar con los dos en alguna película o serie internacional. Ya se movía como
pez en el agua, pero hubo un tiempo en el que estaba más inquieta o asustada de lo que estaba
Lucía y eso era mucho decir.
Laurent se acercó a ella para hablar algo sobre las vistas y lo bonita que se veía la ciudad en
aquella época. Eso hizo que Jax se fijase en Lucía como si fuera la única persona en dicha
estancia.
La pobre mujer seguía quieta en la entrada de la «suite» mirando a su alrededor como si
acabase de entrar en un pasaje del terror. No la culpaba, incluso comenzó a sentirse culpable por
elegirla a ella de entre todas las invitadas.
—¿Estás bien? —preguntó alcanzándola muy lentamente.
Lucía respiró profundamente como si meditase la respuesta y asintió a modo de contestación.
Jax, sin embargo, pudo observar su nerviosismo en cómo se sujetaba las manos o en como
dejaba que estas subieran hasta la base de la camiseta y arrugarla entre sus dedos.
—¿Quieres tomar asiento?
Ambos caminaron hacia la mesa más cercana, era una redonda en la que apenas había un par de
asientos. Él se apresuró a separar una de las sillas para ella y después se colocó en el lado
contrario para no intimidarla demasiado.
—Te debo una explicación y una disculpa —comenzó a decir Jax.
La mujer asintió.
—Algo más que eso, también una solución —inquirió ella.
No le faltaba razón, aunque mucho se temía que eso tardaría en llegar mucho más de lo
esperado.
—Vale, vayamos por partes. Perdóname por sacarte a bailar y porque la prensa lo haya
malinterpretado.
Asintió con vehemencia, estaba de acuerdo en que había obrado mal. La cosa se pondría mucho
peor, acababan de pasar lo más suave.
—Ahora, me gustaría poder explicártelo todo. Me gustaría que mantuvieras la mente abierta
durante todo el trayecto y cuando acabe te dejaré decir lo que necesites.
Lucía palideció, seguramente su mente comenzó a elucubrar teorías disparatadas sobre lo que
estaba a punto de escuchar. Estaba convencido de que en ningunas de ellas saldría la posibilidad
de actuar.
—Ese tipo de fiestas sirven para cerrar nuevos contratos y es lo que yo intenté. Llevo detrás de
un papel unos meses, he hecho un par de audiciones y pruebas, pero el director se resiste a
dármelo.
Jax tragó saliva, comenzó a formársele un nudo en la garganta bastante molesto, pero luchó
contra él.
—Owen, el director, me dijo que no había química entre la actriz principal y yo y que nos
lanzaba un reto. Debíamos sorprenderle con alguna actriz, o en su caso actor, con el que jamás
hubiéramos trabajado y mostrar que somos capaces de transmitir lo que busca.
Lucía se echó hacia atrás como si quemase, casi comprendiendo lo que estaba diciendo, aunque
mirándolo como si fuera un monstruo.
Jax supo que aquella conversación no iba a acabar bien.
***
Lucía no quería seguir escuchando nada de lo que ese hombre tuviera que decirle. De una
forma extraña comenzaba a vislumbrar el escenario que estaba explicando y no era nada a como
ella lo había sentido.
Aún así, necesitó más y se mantuvo en silencio.
—Miré a mi alrededor y allí estabas. Eres muy diferente al resto, transmitías esa pureza, nada
de soberbia o ganas de llamar la atención. Fuiste especial, además de hermosa y que conste que no
lo digo para suavizar lo que voy a decir, eres realmente guapa.
La mente de ella no funcionaba tan fluida como deseó.
—Fui a buscarte para bailar después de observarte mucho. Y me lo pasé muy bien, creo que
saltó una chispa entre nosotros que no esperé.
¿Y por qué eso sonaba incluso peor?
Lucía dio pequeños golpecitos con las yemas de los dedos en la mesa mientras esperaba,
impaciente, que acabase el relato de una vez.
—Quise conocerte un poco más, pero, como sabes, vinieron a buscarme.
Ahora lo comprendía todo, aquel hombre había sido el director de la película que le iba a
felicitar por su brillante actuación.
Una parte de su corazón se rompió en ese momento. Para ella aquel instante había sido
especial, lo que no sabía era que la incluyeron en un experimento para demostrar que alguien
podía interpretar un papel.
—A Owen le sorprendimos mucho y hablamos largo y tendido que era ese tipo de química la
que buscaba.
Jax calló y supo que eso no era bueno, si lo que acababa de escuchar había sido el preludio de
algo peor.
—Suéltalo ya —pidió cuando siguió en silencio más de lo debido.
—Le has parecido perfecta y quiere que hagamos esta película juntos.
Sus palabras tuvieron el efecto de una bomba. Su mente explotó cuando comprendió lo que
aquel hombre le acababa de explicar. No dejó que eso la impresionara y mantuvo la compostura
unos segundos antes de arrancar a reír.
—Creo que te has vuelto loco. Yo no soy actriz, soy fisioterapeuta y no estoy interesada en
actuar.
—Lo sé, pero…
No le dejó acabar, levantó un dedo instándolo a callar.
—No, he venido aquí para que hagas que la prensa no piense que somos pareja, no a interpretar
nada.
Su elevado tono de voz llamó la atención a Amaya y Laurent, los cuales, entraron del balcón
donde habían estado todo ese tiempo para saber qué estaba pasando.
—Lo sé. Está claro que no te lo esperabas, pero esto podría beneficiarnos a los dos. No te voy
a engañar, estoy loco por el papel y me gustaría conseguirlo, sin embargo, para ti sería algo bueno
también. El director me ha dado una buena cifra como pago por actuar.
Dinero, pensaba comprarla con dinero. Aquello la enfadó más y no pudo quedarse sentada, se
alejó de él como si quemase.
—¡Viniste a bailar conmigo para conseguir un papel y ahora me pides que actúe! ¿Y Amaya?
Ella lo hace genial, la prensa lo dice.
Estaba a punto de volverse loca y nadie tenía derecho a recriminarle nada.
—La prensa puede decir cualquier cosa, también piensa que sois pareja —comentó Laurent.
Amaya lo golpeó con un cojín que encontró en el sofá.
—¿Estás diciendo que no actúo bien?
Todos sabían que no había querido decir eso, no obstante, ambos se enzarzaron en una
discusión absurda.
—¡Tú! —exclamó Lucía llamando la atención de Laurent.
Ambos dejaron de discutir al instante.
—Cuando Jax llegó me dijiste: «ahora estás preparada para bailar». Tú lo sabías, fuiste de
amigo toda la noche y me echaste a los leones sin pensar. ¿Qué te llevas? ¿Otro papel? —preguntó
fuera de sí.
El actor, sorprendido con su reacción, levantó las palmas de las manos como si tratase con la
policía.
—Bambi, yo…
Lucía se pellizcó el puente de la nariz antes de emitir un gemido ahogado, acto seguido señaló
el balcón.
—Si vuelves a llamarme así te tiro por la ventana.
Giró hacia Jax, completamente fuera de sí. Aquel hombre la había usado para conseguir un
estúpido papel y eso acababa de provocar que la prensa fuera tras ella. No contento con eso le
pedía actuar.
—Escúchame bien, no soy actriz ni tengo intención de serlo. Me da igual la de ceros que te
haya puesto ese tal Owen. Soluciona lo de la prensa o esta Bambi —miró de reojo a Laurent—,
irá a la prensa como tanto miedo os da y lo contaré.
Jax asintió.
—Lo comprendo y déjame que me disculpe de nuevo. No quería eso. No voy a negar que
quería el papel, pero me gustó bailar y me hubiera gustado aún más quedarme contigo un poco
más. Le diré a Owen que se busque a otros.
Una parte de ella se rompió cuando vio tristeza en el rostro del actor. Sabía que podía fingirla,
pero creyó de verdad que estaba apenado por no conseguir el papel.
Bufó tratando de calmarse para pensar con claridad.
—Vale, tal vez podamos buscar una solución… —se ofreció.
Él sonrió ampliamente.
—No voy a actuar —puntualizó.
Todos la miraban como si acabase de enloquecer. Si no cedía a la petición del director, Jax no
obtenía el papel.
—¿Y el director me quiere sin más?
—No, ha convocado una audición para que hagamos un par de escenas.
Aquello era perfecto y lo agradeció al cielo en voz alta a sabiendas de que las personas de
aquella habitación no la entendían.
—Eso es una gran noticia —dijo poniendo una voz muy aguda producto de la alegría.
Amaya se preocupó ante su reacción, se acercó a su amiga y se colocó delante como si tratase
de buscar la dolencia que le afectaba.
—Estoy bien —se quejó.
Se apartó para poder ver bien a Jax y volvió a tomar asiento ante él para zanjar aquel tema.
—Yo iré a esa audición y lo haré tan mal que no querrá tenerme como actriz. Así, si les gustas,
buscarán otra que me sustituya. ¿Qué te parece?
El actor sonrió con alegría, como si acabasen de darle un regalo sin que fuera un día especial.
Se levantó a toda velocidad y recortó la distancia que los separara con la intención de abrazarla.
Lucía, en cambio, se escurrió de su asiento y se alejó como si quisieran apuñalarla.
—Tú vas a arreglar lo de la prensa y yo voy a intentar que te den el papel. Es el mejor trato
que puedo darte.
—Y yo te estoy inmensamente agradecido. Te deberé un favor de los grandes y no dudes en
cobrártelo.
«Con no volver a saber de este mundo me conformo, gracias». Pensó.
Tenían un plan y esperaba que saliera a la perfección ya que así todos acabarían contentos con
la solución.
Capítulo 8
—Sabes que podrías haber dicho que no, ¿verdad? —preguntó Amaya.
Lucía asintió y había sido una de las posibilidades a barajar, por desgracia el gesto de
decepción en el rostro de Jax la obligó a cambiar de parecer. Estaba convencida de que podían
cambiar de opinión al director de la película.
Y así regresaría a su vida monótona, normal y que tanto le gustaba.
—¿Qué? ¿Te gusta Jax?
La pregunta de su amiga la sorprendió, obligándola a mover la vista de la pantalla del
ordenador que consultaba. Hubo un leve choque de miradas, nada grave, sin embargo, lo suficiente
como para que cada una supiera lo que pensaba la otra.
—Claro que sí te gusta, veo esa cara de ilusa. La misma que ponías cuando te pillaste por el
tonto de tu ex.
Lucía alzó las manos como si pudiera detener esa conversación. No pensaba permitir que
aquello se desmadrara más de lo que ya lo estaba haciendo. Iba a hacer un alto en aquella
conversación.
—Reconozco que es guapo y que lo he buscado en internet, pero nada más. Por lo que a mí
respecta no hay nada más —se defendió Lucía.
Amaya entornó los ojos junto a una sonrisa jocosa.
—Échale un par de revolcones y pásatelo bien.
Lucía se sonrojó con sus palabras, negó con la cabeza fervientemente antes de que la idea
llenara su mente.
—Vamos, todos vimos esa química y no solo Owen —dijo Amaya sin más.
Caminó hasta la cocina y tomó un trago de la botella de agua antes de volver al sofá donde se
dejó caer con fuerza. Ella la siguió observando, aquella mañana su amiga había decidido vestirse
con un unos shorts muy cortos y una camiseta blanca de tirantes que no le llegaba al ombligo.
Estaba convencida de que tenía un gran éxito entre el público masculino y que muchos habrían
visionado varias veces las escenas de sus películas donde hubiera salido con poca ropa.
Ese pensamiento se giró en su contra, no era fea, eso lo sabía, pero tampoco era una de las
bellezas que la gente acostumbraba a ver en televisión. Ese era un motivo más para no interpretar
nada.
—Puede que hubiera química y fue genial, no obstante, vivo en el mundo real. Eso fue como
cuando miras a alguien en el metro y te corresponde durante unas paradas. Un espejismo —
explicó resignándose pensando en la realidad.
Amaya, una soñadora nata, resopló algo molesta y decidió poner los ojos en blanco antes de
dejar de mirarla.
—Eres una aburrida —espetó.
Lucía decidió dejarla estar un rato mientras seguía con su investigación. Google podía ser un
pozo de sabiduría y deseaba conocer un poco lo que decían de Jax, Laurent y Owen, como si de
esa forma pudiera ir sobre aviso de lo que pasaría los siguientes días.
—Tengo una pregunta —dijo Lucía pasados unos pocos segundos.
Su amiga resopló como si pudiera adivinar lo que vendría a continuación.
—Dispara —la animó.
Lucía pensó muy bien cómo encarar aquello, podía hacer que su amiga se enfadase por culpa
de una pregunta inocente, aunque necesitaba una respuesta a aquella incógnita.
—Dijiste que te habías acostado con alguien del elenco de tu película. ¿Fue Laurent? ¿Jax?
Amaya palideció.
Y, sorprendentemente, no contestó al momento.
—¿Y eso por qué te interesa ahora?
Su contestación fue tan evasiva que entornó los ojos imaginando una respuesta acorde a
aquello. Estaba claro que Amaya no deseaba decir de quién se trataba y buscaba una forma de
librarse de aquella conversación.
—¿Eres a la que chupó los pies, Laurent? —preguntó riendo jocosamente.
Su amiga negó con la cabeza como si la vida se le escapase con cada movimiento y eso hizo
que Lucía arrancase a reír.
—No, esa fue una tal April o Amelie o algo con A… No he tenido nada que ver con Laurent en
toda mi vida y, personalmente, no es mi tipo.
Asintió dando por sentado que se trataba de Jax. Tragó saliva y sintió que su garganta se
atascaba como si hubiera olvidado la capacidad de respirar. Se mortificó al descubrir que estaba
teniendo la reacción de una adolescente.
—Tampoco con él, tranquila —suspiró divertida al adivinar lo que pensaba.
A veces ser amigas era un fastidio, se conocían mucho mejor que a ellas mismas.
Lucía decidió seguir buscando información en el ordenador, sin embargo, su subconsciente hizo
que la página de la película se abriera ante sus ojos y leyera todo el reparto.
—¿Actor, cámara, sonido, extra, doble? —preguntó Lucía sin levantar la vista de la pantalla
viendo la cantidad de personas que podían participar en un largometraje.
Suspiró cuando un pensamiento la golpeó. ¿Al grabar las escenas miraría mucha gente?
Nunca se había parado a pensar más allá de la escena que miraba en la pantalla. La gente
trabajaba a su alrededor para hacer perfecto ese momento y ellos debían actuar ignorando al resto.
Le resultó abrumador.
—Sabes que no voy a dejarlo estar hasta que me digas con quién fue, ¿verdad?
Amaya, con un bufido molesto, fue directamente al baño donde se encerró. Pocos segundos
después escuchó como el grifo del baño se abría.
Lucía frunció el ceño, no esperaba una reacción semejante ante una pregunta inocente. Aún así,
no deseaba que estuviera enfadada con ella. Cerró la pantalla del portátil y fue tras su amiga.
Abrió un poco la puerta del baño y asomó la cabeza con cautela.
—Voy a entrar, ¿vale?
Uno, dos y tres segundos pasaron y nadie contestó. Eso provocó que se armase de valor y
entrase al habitáculo.
—¿Qué ha pasado? No quería ofenderte, pero no pensé que fuera un tema espinoso. Nunca me
dio esa impresión cuando me lo comentaste hace meses —se justificó.
Amaya estaba en la ducha de espaldas, podía ver su figura borrosa a través de la mampara y
esperó algún tipo de reacción; cosa que no ocurrió. Así pues, se sentó en la taza del váter antes de
seguir hablando.
—Si fue algo no consentido podemos denunciarlo. Conmigo no tienes que ocultarte…
—No es eso.
Al menos consiguió una respuesta, una que la calmó. No era tan grave como sexo no
consentido, ahora le tocaba descubrir de qué se trataba.
—¿Y por qué ocultarlo? Te juro que si es una mujer no voy a decir nada, no me importa; sabes
que solo quiero tu felicidad.
La actriz abrió la mampara y salió desnuda segundos antes de envolverse en el albornoz. No la
miró, rehusó la mirada en un par de ocasiones y eso hizo que volviera a preocuparse.
—Tampoco es eso.
Lucía se llevó las manos sobre los ojos con exasperación.
—Me tienes frita. Te juro que, si no me dices algo, me va a dar un ataque al corazón, tendrá que
venir una ambulancia y reanimarme. Aunque si llamas a los sanitarios deberás pedir que venga el
más guapo, por si debe hacer el boca a boca.
A su amiga se le escapó una sonrisa y se sintió mejor. Comenzaba a rascar la superficie para
llegar al interior.
—Venga, por favor. Me vas a tener detrás todo el santo día hasta que abras la boca.
Amaya siguió en silencio y eso hizo que su cerebro sufriera un cortocircuito. Aquella mujer le
estaba volviendo loca e iba a ir a peor.
—¡Sabes que no soporto el misterio! Prefiero que me mates antes de que me ocultes algo —
suplicó lloriqueando antes de dejarse caer al suelo y ponerse en posición fetal mientras
lloriqueaba.
Su amiga la saltó antes de salir del baño como si nada.
—Eres una dramática —alcanzó a decir, Amaya.
Lucía se levantó a toda prisa y la siguió hasta alcanzarla en su habitación. No le dio intimidad
porque aquello ya comenzaba a ponerla tan nerviosa que no podía pensar con claridad.
—Sé buena amiga y dímelo ya —exigió cambiando de táctica.
Amaya, cansada de soportarla, entornó los ojos antes de salir de allí completamente desnuda.
Regresó con el móvil en las manos, lo desbloqueó y buscó una conversación antes de pasárselo.
Lucía frunció el ceño y miró aquella conversación antes de soltar un gemido ahogado. El horror
se abrió ante sus ojos enmudeciéndola por completo, algo que era francamente difícil de
conseguir.
Fill, así se llamaba con quien chateaba, estaba amenazando a Amaya con fotos sexuales de su
encuentro. Al parecer, decía haber grabado aquella noche y le pasaba fotograma a fotograma con
la intención de cobrar dinero para evitar que se «filtrasen» a la prensa.
Con estupor, leyó cada mensaje obsceno. La forma de tratarla, era como si ella fuera un trapo
con el que poder limpiarse sin remordimientos. No solo le pedía dinero, también buscaba repetir
aquella noche quisiera ella o no.
—¡Esto es extorsión! —exclamó con horror.
Se llevó una mano a la boca mientras pasaba los mensajes uno a uno siendo incapaz de
comprender cómo una persona podía hacerle eso o otra.
—Se le pasará. A veces pasa esto, te amenazan y te piden sexo o dinero a cambio de no revelar
algo. Es pasajero —se justificó Amaya.
Lucía, en cambio, solo pudo reaccionar llorando. Sus ojos se llenaron de lágrimas porque
acababa de descubrir lo cruel que podía llegar a ser ese mundo que por fuera parecía idílico. Lo
peor fue saber que su amiga llevaba años viviendo todo tipo de experiencias horribles y no le
había dicho nada.
Se había callado ese tipo de experiencias y eso le hizo sentir mal. Una parte de su corazón se
rompió al descubrir algo tan horrible.
—Cariño, no sufras. Yo lo solucionaré —la animó Amaya.
Lucía la miró con los ojos anegados de lágrimas y negó.
—Siento mucho que hayas tenido que vivir eso. Si pudiera le rompería las pelotas a ese tío o a
cualquiera que te vea como un trozo de carne. Es nauseabundo, pero lo que más me duele es que
no hayas tenido la confianza para decírmelo.
Soltó el móvil dejándolo sobre la cama a una distancia prudencial de su amiga, casi fue como
si se tratase de un arma cuando el policía te apunta y te pide que la dejes en el suelo.
—No es eso. No quería hacerte sufrir —se justificó.
Lucía no lo vio así.
El timbre sonó interrumpiendo la conversación. Dio un brinco asustada, pero sabían que se
trataba de Laurent, él traía el guion de su próxima película e iba a interpretarla con Amaya.
Habían quedado para repasar las escenas que iban a interpretar en quince días. Eso sin contar que
le traía la que Lucía iba a tener que hacer ante el director Owen.
Ante la desnudez de la actriz, fue ella la que se dirigió a la puerta a abrir. Se secó las lágrimas
con el dorso de la mano y tomó un par de respiraciones antes de abrir.
—¡Aquí llega el mensajero más sexi del país! —exclamó Laurent.
Lucía sonrió y lo sorteó antes de señalarle hacia el interior del piso.
—Pasa, Amaya se está acabando de vestir.
—¿No te quedas? Te he traído tu guion —preguntó frunciendo el ceño.
Lucía, apretando la mandíbula para evitar llorar, negó con la cabeza mientras no levantaba la
vista del suelo para no tener que cruzarse con su mirada.
—Después lo recogeré, gracias. Necesito que me de el aire.
Giró sobre sus talones en dirección al ascensor, pero no pudo ir muy lejos porque él la tomó
del codo.
—¿Todo bien, Bambi?
Asintió mintiendo.
—Es solo un momento.
Laurent aceptó, aunque supo que fue a regañadientes. No le quedaba otra opción tampoco, ya
que no podía echársela sobre los hombros y obligarla a entrar a aquel piso por mucho que
quisiera.
Y lo dejó atrás cuando las puertas del ascensor se cerraron, dejándola sumida en sus propios
pensamientos, los mismos que la mortificaban al saber el infierno que había podido pasar Amaya
sin decírselo.
Era una estúpida por pensar que todo había sido genial.
Capítulo 9
A Jax le pareció ver a Lucía caminando por la calle con cierto aire alicaído, así pues, giró toda
la manzana para aproximarse todo lo posible a la joven. La encontró pocos minutos después
esperando que el semáforo se pusiera en verde para continuar su camino.
Él decidió estacionar cerca y puso las luces de emergencia antes de bajar un poco la ventanilla
del copiloto. Chistó un poco tratando de atraer su atención, pero no se dio por aludida.
Eso le hizo sonreír. Aquella mujer era fascinante.
—Señorita Lucía, ¿sería tan amable de prestarme atención unos instantes?
La susodicha parpadeó confusa antes de mirar hacia él y sonreír al reconocerlo. Él, en cambio,
vio las huellas claras de las lágrimas y eso no le gustó. ¿Qué podía apenarle? Su interior se
revolvió ligeramente.
—Entra antes de que me multen —pidió.
Sin embargo, Lucía miró hacia delante debatiéndose sobre qué hacer.
—Por favor, te llevaré a dónde me pidas.
Los conductores que tenía detrás empezaron a pitar para obligarle a moverse y no pudo evitar
ponerse nervioso, aunque no quería dejar a la muchacha ahí. Finalmente decidió abrir la puerta de
su coche y salir.
Giró hacia atrás y juntó las manos a modo de súplica antes de enseñar un dedo, les pedía un
minuto de paciencia. No les costó acceder porque sus rostros cambiaron al reconocerle. A veces
ser conocido podía resultar divertido.
Rodeó el coche para acercarse a la joven, la cual podía ver como todo el mundo comenzaba a
señalarlos.
—Vamos, no voy a morderte, te lo prometo —dijo él llegando a su lado.
Ella, completamente sonrojada, miró a su alrededor.
—Nos están haciendo fotos…
Jax se encogió de hombros ya que ese era su día a día. Rodeó sus hombros con un brazo y
comenzó a saludar a la gente con la mano.
—Nos la van a hacer igual así que mejor posar.
Lucía se paralizó al instante y él reprimió las ganas de reír.
—Entra en el coche porque no van a dejarte en paz una vez me vaya —le susurró al oído.
Asintió, aunque Jax supo que aquello era por propia supervivencia y no porque quisiera su
compañía. No debía confiarse porque veía en ella un carácter fuerte escondido bajo kilos de
vergüenza.
Entró a toda velocidad y él corrió a su asiento antes de salir de allí.
—Eso que has hecho ha sido chantaje. Ibas a arreglar lo de la prensa, no creo que salir juntos
nos ayude demasiado —se quejó Lucía en cuanto el color carmesí abandonó sus mejillas.
Ahora sí era más ella y le parecía emocionante poder conocerla.
—Acepta que la prensa va a seguirte un tiempo después del baile. Ese que hicimos tan genial.
Soy un personaje conocido y eso hará que estés en el ojo del huracán unos meses. No debes dejar
de vivir solo porque te apunten con un móvil.
Ese mismo artilugio es el que Lucía sacó para revisar sus redes sociales. Jax, adelantándose a
los acontecimientos, se lo arrancó de las manos y lo guardó entre sus piernas.
—¡¿Qué haces?! —preguntó confusa.
—Si lo quieres mete la mano.
Lucía, sin pensarlo demasiado, hizo ademán de ir hacia él y se detuvo en seco a pocos
centímetros de su piel. Se retiró a toda velocidad dejando que su espalda chocase contra el
asiento.
—Escucha. Esas fotos van a viralizarse, tal vez salgan un par de artículos especulando sobre
que seas mi novia, pero todo se volverá humo en un tiempo. No dejes que ellos marquen tu vida.
Saca partido a la situación.
Jax sonrió jocoso cuando volvió a ver el tono rojo carmesí en sus mejillas, la hacía mucho más
inocente de lo que era y eso era algo que no acostumbraba a ver con asiduidad.
—¿Cómo? —preguntó sin ser capaz de creer que hubiera algo bueno de todo aquello.
—Mientras se soluciona trata de darte publicidad. Eres fisioterapeuta, ¿verdad? Digámoslo en
algún momento y tendrás trabajo durante años.
Lucía cabeceó sobre sus palabras, adquiriendo sentido lo que él decía. Puede que ahora la
siguieran, sin embargo, girar la situación en su propio beneficio lo hacía mucho menos pesado.
—¿Y cómo piensas aclarar que no somos pareja? —preguntó mirándolo como si fuera reticente
a creer que tuviera un plan.
Lo cierto era que tenía razón. No había pensado en exceso sobre ese asunto porque ya tenía
experiencia en aquellos temas. Si dejaban de verse cuando Owen aceptase a otra actriz, todo se
evaporaría y ella pasaría a ser una anécdota más.
—Déjamelo a mí —pidió solemnemente.
Ella no tuvo más remedio que aceptar a regañadientes, tampoco tenía muchas más opciones. Lo
peor vendría cuando descubrieran su número de teléfono, la dirección de su trabajo o tomasen
fotos de sus redes sociales.
—¿Tienes fotos comprometedoras en Facebook? —preguntó sin más.
Ella lo miró, confusa, antes de quedarse pensativa.
—Si aceptas un consejo te diría: privatízalo y quita las que no te guste que tome la prensa.
El horror se reflejó en sus ojos. Hizo ademán de tomar su móvil antes de volver a echarse atrás
recordando en qué lugar estaba colocado.
—¿A ti te meten el dedo en el culo con asiduidad? —preguntó Lucía descolocándolo por
completo.
Miró a sus dedos antes de contestar.
—Lo he probado por mera curiosidad, aunque no es lo que más me ha gustado en el mudo.
Puedo vivir sin eso, pero no veo la relación entre eso y las fotografías de Facebook —contestó
Jax.
Lucía rio.
—No tiene ninguna, pero me has asustado tanto que solo he podido pensar en los trapos sucios
que Laurent me contó durante toda la fiesta y creí que sería bueno tener una tuya para poder
chantajearte con ir a la prensa sino solucionas esto.
Jax se sorprendió. Comenzaba a jugar fuerte y eso le gustaba, aprendía rápido y en ese
mundillo era una cualidad necesaria.
—¿Y a ti te gusta que te lo metan? —preguntó con soltura.
Ella, cabeceó un poco, incluso llegó a tomarse el mentón como si buscase una respuesta
adecuada a una pregunta tan fuera de tono.
—Tú ya tienes bastante con haberme hecho saltar a la prensa. No te explicaré nada que puedas
decir de mí.
Esa era una jugada brillante y le gustó. Al parecer aquella mujer no se resumía en una belleza
oculta tras la timidez. Tenía un ingenio brillante que acababa de deslumbrarlo y eso era una gran
cualidad.
—Ahora, ¿vas a decirme qué te preocupaba cuándo te encontré? —preguntó deseando saberlo.
El silencio los abrazó mientras conducía el coche hacia ninguna parte, hacía varios minutos que
giraba calles por girar sin tener muy claro a dónde podían ir y tener un momento donde estar
tranquilos.
—He descubierto cosas de tu mundillo que no me han gustado y que nunca pensé que pudieran
ser ciertas.
Jax asintió ante las palabras de Lucía.
El mundo solo parecía ver lo bueno de todo sin tener en cuenta de que no solo existían el
blanco y el negro sino los tonos grises que lo cubrían todo. La fama podía resultar abrumadora y
capaz de destruirte por dentro.
—¿Es grave? —preguntó.
Lucía se mantuvo neutra como si fuera incapaz de mostrar sentimiento alguno y eso contestó. Sí
lo era y se trataba de Amaya.
—Si necesitas ayuda puedes contar conmigo, no voy a juzgarte ni nada por el estilo —prometió
Jax.
Y era una promesa solemne.
La joven miró por la ventana como si tratase de contener las lágrimas. Eso hizo que él se
sintiera extrañamente enfadado. Conocía muchas cosas de ese mundo y el lujo y la fama estaba
bien, pero sabía de buena tinta las partes oscuras que podían engullirte.
—¿Alguna vez te han hecho daño? No físico, pero que hayan filtrado a la prensa algo que no
querías que nadie supiera.
La pregunta de Lucía le hizo pensar. Apretó las manos sobre el volante cuando los recuerdos
llegaron a él y decidió no dar más segundos de su vida a sentirse mal por aquel tema.
—Una vez una de mis ex vendió todas nuestras fotografías. No eran avergonzantes, pero sí
nuestras. Ver mi intimidad en internet me dejó tocado un tiempo, pero descubrí que ahora no
necesito álbumes de fotos, solo meterme en Google.
Cinco años reducidos a un artículo donde se hablaba de todas sus manías o discusiones que
dinamitaron la relación. Querían mostrar de él una imagen mala cuando él solo veía momentos
felices que vivió con una persona importante.
—Lo siento mucho.
Jax se encogió de hombros.
—Al final decides vivir dejando todo eso al margen. La vida se basa en quedarte con lo bueno
y eso hice. Me gusta mi vida y mi objetivo es conseguir ese papel que me muero por interpretar.
Lucía asintió.
—Te ayudaré a conseguirlo, te lo prometo —sentenció la joven.
Jax decidió cambiar el tercio de la conversación porque aquello había tomado unos tintes
demasiados serios.
—¿Has leído la escena? Se la di a Laurent…
Ella negó con la cabeza antes de pellizcarse el puente de la nariz. Fue como si eso le hiciera
recordar algo olvidado.
—Debería estar con ellos, salí de allí enfadada con el mundo y los dejé atrás.
Jax asintió, a veces aquello podía ser abrumador y tomó como misión de llevarla de nuevo al
apartamento de Amaya. Por suerte estaban a unos diez minutos de allí, no había conducido tan
lejos después de todo.
—Podrías ensayar con nosotros, me iría bien ver qué hacer para hacerlo fatal ante Owen —
propuso Lucía.
Era un buen plan, pero él también recordó que iba hacia un compromiso cuando la encontró
vagando por las calles de aquella grandísima ciudad. Resopló algo preocupado antes de contestar.
—No puedo, lo siento. Me dirigía a una entrevista cuando te vi. Voy con media hora de retraso
y lo olvidé por completo.
Ella había provocado aquello y le sorprendió porque siempre era muy puntual con las cosas de
su trabajo.
—¡Oh! ¡Déjame aquí y vete corriendo! —exclamó Lucía apurada.
Jax, en cambio, negó con la cabeza antes de poner rumbo hacia la dirección de Amaya. No iba
a dejarla caminando casi cuarenta minutos para un trayecto corto en coche.
—Tranquila, muchos actores llegan tarde, no me lo tendrán en cuenta.
Ella no estuvo satisfecha.
—De verdad, déjame llevarte y listo. Tampoco es que tengas mucha opción.
Lucía, sorprendentemente, reaccionó inflando los mofletes enfadada como si de una niña
pequeña se tratase. Él, tuvo que apartar la vista de la carretera un par de veces para mirarla entre
risas.
No tardaron en llegar y aparcó ante el portal de la actriz.
—Gracias por traerme, no tenías porqué hacerlo —dijo Lucía.
Jax se encogió de hombros.
—Prometí hacerlo.
La joven bajó del coche dispuesta a irse y él no pudo más que exclamar su nombre como si de
una exhalación se tratase. La palabra se le escapó de los labios con fuerza provocando que ella
diera un respingo y se inclinara hacia su asiento a toda velocidad.
Y ahí quedaron a escasos centímetros el uno del otro, durante unos segundos, como si se
buscasen en los ojos del otro.
Finalmente, Jax carraspeó y, tras meterse la mano entre las piernas, sacó el teléfono.
—Esto es tuyo —susurró.
Lucía miró el móvil y asintió. Lo tomó entre sus dedos, se lamió los labios de forma lenta y se
alejó de él acabando de salir.
—Gracias.
Jax asintió y tragó saliva cuando la puerta se cerró. La tensión se había podido cortar con un
cuchillo.
Capítulo 10
Amaya abrió la puerta cuando Lucía llamó. Ambas, en completo silencio, se miraron y fue
como si tuvieran una especie de conversación. Ella prometía ayudarla con quien la estaba
extorsionando y, la actriz, prometía no volver a esconderle nada.
Asintieron como si sellaran el pacto y se fundieron en un tierno abrazo. No era el momento de
lamentarse, solo de buscar soluciones para que aquello cesase y no volviera a ocurrir.
—Entra, estábamos leyendo en voz alta un par de escenas para ponernos en situación —explicó
Amaya.
Hizo lo que le pedía y cerró la puerta antes de acompañarla hasta el comedor. Allí estaba
Laurent, que sonrió al verla y saludó con la mano mientras sostenía un dosier en la otra el cual
ojeaba.
—Aquí llega la chica del momento, lo estás petando en las redes sociales —comentó incapaz
de estar callado.
Lucía palideció antes de tomar el teléfono y abrir Facebook, efectivamente, las fotografías de
Jax bajando del coche para convencerla de que entrara estaban por todas partes. Ya hablaban de
pequeña crisis en el paraíso.
¿Qué paraíso? Si no eran nada.
—¿Es que no se cansan? —preguntó exasperada.
Laurent negó, cerró el dosier y se lo colocó sobre las rodillas. Estaba sentado en el sofá, pero
girado de tal forma que apoyó el codo en el respaldo ya que era lo suficientemente bajo como para
hacerlo.
—Es su trabajo y todo el que estaba a vuestro alrededor os ha hecho fotos. Iba a salir sí o sí.
A veces tenía ganas de matar a aquel hombre por mucho que dijera la verdad. Podía ser tan
terriblemente sincero que resultaba abrumador.
Lucía entornó los ojos tratando de no darle importancia. Al parecer ellos sabían convivir con
aquel acoso mediático y seguir con sus vidas como si no importase. Eso hizo que quisiera respirar
de forma profunda antes de continuar.
—¡Qué bonito es el destino que ha querido que Jax y tú coincidierais! —exclamó Laurent
haciendo explotar toda su calma.
Lucía miró a Amaya en un intento absurdo de pedir ayuda ya que se veía capaz de ahogar al
actor que había en su salón.
—¿Dónde está mi escena? Quisiera leerla para idear un plan.
Eso hizo que Amaya y Laurent se miraran unos segundos, fue algo rápido, pero lo suficiente
como para percatarse de que algo no iba bien. Ambos trataron de disimular, aunque ya era tarde
para conseguirlo.
—¿Qué pasa? —preguntó.
El actor abrió su dosier con intención de seguir leyendo al mismo tiempo que comenzaba a
silbar.
Así pues, decidió tirar hacia su amiga para que le explicasen qué era lo que estaba ocurriendo.
—¿Amaya? —inquirió.
Ella, con las manos entrelazadas, se mordió los labios de forma nerviosa antes de darse por
vencida y resoplar.
—Está sobre la mesa, pero ¿no te gustaría vernos interpretar una escena antes?
Laurent chasqueó la lengua.
—No vas a conseguir que ese guion cambie, deja que lo lea y cuando colapse ya la sacaremos
de ese estado —comentó con cierta indiferencia.
¿Colapsar? La mente de Lucía se preparó para lo peor. Al parecer, había algo en esas páginas
que no iba a gustarle un pelo. Pidió al cielo que no se tratase de una escena sexual o no pensaba
presentarse a la audición.
Amaya, algo compungida, señaló la mesa dejando que fuera hacia allí y Lucía se dirigió hacia
allí con todo el valor que fue capaz de reunir en tan poco tiempo.
Tomó las pocas hojas que había sujetas con una grapa. En la primera ponía «audición entre
protagonistas» lo cual ya dejaba entrever qué era lo que iba a encontrar en aquel texto. Pasó la
página y, antes de leer, tomó asiento.
Lo curioso fue darse cuenta del silencio sepulcral que había en el apartamento mientras ambos
la miraban esperando una reacción acorde.
Leyó con detenimiento y había unas pocas frases, además, con pequeñas anotaciones que te
explicaban la forma en la que debías decirlo y los sentimientos que tenían en ese momento los
personajes.
Entonces llegó a ese momento «tras una mirada demoledora se funden en un profundo beso».
Leyó seis veces la frase para cerciorarse bien de que lo estaba leyendo de la forma correcta.
Lucía colocó las hojas en su posición inicial y las dejó sobre la mesa mientras su cabeza
comenzaba a explotar. Con una sonrisa puso sus manos sobre sus rodillas y, sorprendentemente,
comenzó a reír.
Laurent y Amaya no salían de su asombro, la miraron sabiendo que acababa de enloquecer.
—No pienso ir —sentenció saltando de la silla como si andar mejorase la cosa.
Así pues, Amaya la siguió hasta la cocina y Laurent se puso en pie para hacer lo mismo.
—No es tan grave. Quiere ver que la química que tuvisteis es real —explicó Amaya.
Lucía, que acababa de servirse un vaso de agua. Asintió antes de beber.
—Me da igual por lo que lo haga. No pienso besarme con un desconocido —explicó.
No se imaginaba estar ante las personas que formasen el set de grabación, todas ellas mirando
atentamente mientras ella luchaba por interpretar a una mujer enamorada, sabiendo que se besaría
con Jax.
—Además, la idea es actuar mal. Hazlo fatal y en el beso no le pongas ganas —propuso su
amiga.
¿Había mujer en el mundo que besase sin ganas a ese dios del Olimpo?
—¡Claro que lo haré mal! Y sin esforzarme. De los nervios vomitaré y no querrán tenerme en la
película —explicó Lucía tratando de mantenerse en calma, cosa que no consiguió.
Amaya, en un intento desesperado de mantener la situación bajo control, corrió a por el guion y
lo leyó por encima.
—Vale, tengo una idea: bésate con nosotros. Es una buena forma de empezar. Harás la escena
conmigo y después con Laurent.
Lucía parpadeó perpleja poco antes de echar la cabeza hacia atrás y arrancar a reír como si
acabasen de contarle el mejor chiste del mundo. De hecho, lo pensaba, aquello solo podía ser una
broma.
—No pienso hacerlo —sentenció convencida de sus palabras.
—Es algo normal para nosotros —comentó Laurent haciendo un leve movimiento con la mano
intentando restarle importancia.
Entonces Laurent y Amaya comenzaron a hablar de los cientos de besos que se habían dado en
su carrera. Algunos de ellos fueron destacables, por ser buenos o demasiado babosos o, peor aún,
por la falta de higiene en el otro.
—Pero con Jax no tienes que preocuparte. No le huele mal el pozo y sé que se los lava
siempre. Además, come chicle poco antes de estas escenas —explicó Laurent.
Lucía sonrió.
—¡Claro! Eso me deja mucho más tranquila. Deja que lo piense… No.
El actor bufó en un intento de no saltar la isla que les separaba y estrangularla. Sabía que ese
papel era importante para su amigo, pero no pensaba hacer algo semejante. Que buscase otra
película.
—No pienso hacerlo, ni ahora ni nunca. No sé cómo pude aceptar algo así.
—Por el montón de ceros que pueden poner en un papel… —dijo Laurent—. ¡Ah, no! Si no has
aceptado actuar… Entonces no sé porqué aceptaste ir a la audición.
Aquel hombre no ayudaba lo más mínimo, es más, parecía divertirse con aquello. Lucía se
molestó con la actitud de ambos. Para ella un beso era algo íntimo entre dos personas y ellos
habían conseguido borrarle el significado para reducirlo a un mero tecnicismo de un trabajo. Pues
ella no besaba a sus pacientes y no podía verlo como algo normal.
Quiso ir en dirección al sofá antes de que sus piernas se doblasen a causa de lo que estaban
hablando. Rodeó la isla de la cocina y pasó por el lado del actor antes de dejarlo atrás.
De pronto, él la tomó de la cintura girándola hacia su pecho. No tuvo tiempo a reaccionar, notó
su cálida mano sobre su mejilla segundos antes de que sus labios tomasen su boca.
Se congeló al instante, fue como si su cabeza necesitase unos segundos para procesar la
información y reaccionar a lo que estaba pasando.
La lengua de Laurent golpeó sus labios y ella los abrió instintivamente dejándola entrar.
Chocaron con dureza como dos trenes de alta velocidad y aquello empeoró cuando se saborearon
unos segundos dejando que sus lenguas bailaran la una en la boca del otro.
El beso se rompió con la misma velocidad con la que vino dejándola sola, fría y aturdida.
Abrió los ojos siendo incapaz de pronunciar palabra alguna y se topó con una gran sonrisa de
Laurent. Buscó la de Amaya, la cual se encogió de hombros como si nada hubiera pasado.
—¿Ves? Ya hemos roto el hielo —dijo el actor satisfecho.
—¿De verdad no sentís nada? —preguntó confusa.
Su amiga caminó hasta él y se dieron un rápido y fugaz beso en los labios para acabar
encogiéndose de hombros mientras negaban.
—No, nada de nada —contestó Amaya.
Ella no salió de su asombro. ¿Cómo podían no sentir nada cuándo ella había notado vibrar todo
su cuerpo con ese toque? ¿Cómo iba a ser capaz de hacer lo mismo con Jax? Estaba segura de que
se desmayaría antes de lograrlo.
—Pero tu beso ha sido más que el que os habéis dado, profundo y como si…
Fue incapaz de acabar ya que se sonrojó recordándolo.
—Nada de nada, Bambi. Pero ya te dije que soy bueno en lo mío.
Iba a matar a ese hombre por varios motivos. El primero era el dichoso mote que le había
adjudicado y el segundo por el beso que le acababa de robar. Puede que para ellos era como decir
«hola», sin embargo, seguía siendo demasiado íntimo. Iba a morir besando a Jax.
Capítulo 11
Había llegado el gran día. Ese en el que iba a tener que hacer algo tan terriblemente mal que
vetarían su nombre en cualquier tipo de acto que tuviera que ver con la actuación.
A pesar de eso, estaba aterrorizada.
Amaya y Laurent la habían estado preparando para ese día, aunque ni mil vidas eran suficientes
para entrar lista a una audición. Y si a eso le sumaba que tenía que besar a Jax provocaba que su
cuerpo colapsase.
Le sudaban las manos, incluso llegó a pensar en dar media vuelta y huir lo más lejos que le
permitiesen sus piernas. Al fin y al cabo, ¿por qué había accedido a algo semejante? No
encontraba explicación a eso.
Hubiese sido mucho más fácil decir «no» desde un principio que tener que pasar por todo
aquello. Las ideas que le venían a la cabeza eran bochornosas, no obstante, al final resultaría ser
buena actriz en su papel de no gustar.
Era la hora justa a la que la habían citado y decidió no seguir esperando más y llamar con los
nudillos a la puerta. No tardaron en abrir más que un par de segundos, dejando que un hombre con
una grandiosa sonrisa la saludara.
—¿Eres Lucía?
Asintió ante la pregunta.
—Pasa, te esperan dentro.
Dudó unos segundos, pero su cuerpo respondió tomando el control de la situación a pesar de
que la cabeza luchaba por huir.
Siguió aquel hombre por unos largos pasillos, era un edificio que tenía infinidad de oficinas,
curiosamente todas con las puertas abiertas y tantos pasillos que supo que para salir iba a
necesitar ayuda. De un blanco tan impoluto en las paredes que casi parecía un hospital en lugar de
lo que era.
Cuando llegaron a la sala asignada todas las miradas cayeron sobre ella y eso provocó que
comenzara a sentir que se hacía pequeña como si fuera a desaparecer. Casi podía pasar por una
pulga de lo diminuta que se sintió.
Era un lugar amplio, mucho más que cualquiera de las salas que había visto de soslayo durante
el trayecto. En el centro había la recreación de un salón comedor de época, la ambientación
perfectamente cuidada y al detalle.
En el suelo, vio diferentes carriles colocados para transportar las grandes cámaras que
grabarían su escena.
Aquello no era como se veía en televisión. Había mucha gente detrás pendiente de los actores.
Y no solo eso, estaba lleno de grandes focos y cámaras que apuntaban en todas direcciones.
—Hola, soy Owen. Es un inmenso placer conocerte.
Una voz la sacó de su ensimismamiento de forma cruel, casi parecía una niña absorta por todas
las luces brillantes de la habitación.
Reconoció al director no solo porque le había dicho su nombre, sino porque lo había visto en
la fiesta; él había sido el que se llevó a Jax a hablar después de que hubieran bailado.
Era un hombre de mediana edad, poco más alto que ella y seguía perfectamente vestido, como
si la fiesta no hubiera acabado hacía días. Su traje impecable se ajustaba a su cuerpo de una forma
increíble. Iba peinado hacia atrás, pero con aire despeinado; dejando que sus canas se mezclasen
con el resto del pelo alborotándolo todo.
—Hola —tartamudeó Lucía en un intento de parecer una chica normal.
Owen sonrió antes de tomarle la mano derecha y apretarla entre las suyas.
—Ya me ha dicho Jax que no eres de este mundillo y comprendo que estés nerviosa, pero ya
verás como va a ir genial y vamos a guiarte en todo el proceso.
Sus palabras quisieron animarla, lo supo, no obstante, no hicieron el efecto deseado sino todo
el contrario.
La guio hasta quedar ante el escenario.
—Camina por la sala, hazla tuya y recuerda dónde están las cosas. Se supone que esta es tu
casa y se te debe ver familiarizada con el ambiente. Debes saber dónde (lo) tienes todo.
Asintió ante la explicación y se esforzó por hacer lo que le pidió.
—Verás mucha gente detrás de escena, sin embargo, no deben importante. Ellos están
pendientes de otras cosas: la iluminación, el sonido, el encuadre de la cámara… No debes dejarte
amedrentar por sus miradas.
Eso la paralizó, justo cuando sus dedos tocaron el sofá verde y de microfibra que tenía ante sí,
para mirar a Owen. Pudo deducir que lo hizo totalmente aterrorizada porque él respondió riendo.
—Ahora entiendo a Jax. Eres perfecta, una mujer diferente como el papel de la protagonista.
Os vais a llevar como anillo al dedo. Además, le darás un toque fresco y eres muy guapa.
Su cabeza le dijo que agradeciera el alago, pero no fue posible porque sus labios se negaron a
moverse y sus cuerdas bocales parecieron paralizarse.
—¿Tienes alguna duda? ¿Comprendes las motivaciones de tu personaje? Quise dejártelo
escrito para que fueras tratando de ser ella.
Lucía siguió mirándolo casi sin pestañear y sin hablar, lo que lo puso algo nervioso.
—¿Estás bien? Di algo, lo que sea. Creo que tienes voz, ¿no?
Ella tragó saliva asintiendo. Luchó contra sí misma como si se esforzase en mover una roca de
gran tamaño y quedó victoriosa al tomar el control de su propio cuerpo. Carraspeó un poco
tratando de despejar sus cuerdas vocales antes de decir algo, lo primero que sintiera.
—Tengo ganas de vomitar.
Owen palideció.
—¡Oh, no! —Miró a su alrededor— En eso puedo ayudarte.
Lucía dudaba que tuviera una solución a eso. Estaba a punto de besar a Jax y por muy grandes
que habían sido los esfuerzos de Amaya y Laurent para desmitificar aquello, no estaba menos
asustada.
—¡Chicles! ¡Esto siempre ayuda!
Owen corrió a ella con un par en la mano, se los tendió, aunque ella fue incapaz de cogerlos.
De pronto se descubrió a sí misma temblando como una hoja y supo que debía hacer lo posible
para salir de allí lo antes cuanto antes.
Había casi una docena de personas trabajando a su alrededor como si nada, pero eso no lo hizo
menos aterrador.
—Abre la boca. Aaaaahh —canturreó Owen atrayendo su atención.
Curiosamente obedeció y él introdujo dos chicles sabor fresa ácida sobre su lengua. Y para
más humillación, el director comenzó a masticar con la boca abierta como si así la enseñara a
hacer lo que debía hacer con ellos.
Le hizo caso para sorprenderse del resultado, el sabor o el masticar, no supo bien el qué, la
calmaron lo suficiente.
—Gracias —suspiró aliviada.
Owen regresó a su sitio dando saltitos de alegría como si hubiera coronado el Everest y la dejó
allí en un intento de que se adaptase a su lugar de trabajo.
Entonces todo saltó por los aires cuando Jax entró en escena. No lo escuchó llegar porque
había estado absorta con cada pequeño detalle de aquel salón. Parecía uno real y decorado con
demasiado buen gusto.
Jax irrumpió con tanta fuerza y seguridad que lo envidió ya que ella se sentía como si estuviera
a punto de hacerse un ovillo en una esquina.
Saludó a todos antes de fijarse en que ella ya estaba y sonrió pletórico al encontrarla allí. Fue
entonces cuando Lucía se percató de que también masticaba chicle y las palabras de Laurent
llenaron su mente, era lo que hacía antes de besar a alguien.
—Hola, Lucía. Gracias por venir —dijo Jax.
El actor caminó hacia ella a toda velocidad haciendo que todas las alarmas de su cuerpo
sonaran con el sonido al máximo. Saltó hacia atrás justo en el momento en el que él se acercó a su
mejilla.
—Tranquila, no muerdo. Solo quería saludarte —explicó algo divertido con su reacción.
Lucía se sonrojó y trató de sonreír fallando estrepitosamente. Eso fue lo que hizo que el actor
comprendiera lo que le pasaba.
—¡Oh! ¡No! Tranquila, no voy a besarte todavía. Antes tenemos que hablar un poco. Mi
intención era darte dos besos a modo de saludo, pero creo que con un «hola» tenemos suficiente.
Entonces se sintió ridícula por reaccionar de esa forma. Se llevó una mano a los ojos y trató de
respirar profundamente mientras suplicaba al cielo que el suelo se abriera y la tragara.
—Estoy haciendo el idiota —suspiró.
—¡No! Estos nervios son normales hasta para actores más experimentados. No es fácil tener
una escena íntima con alguien con quién no lo sientes. No te preocupes, estará todo tan preparado
que no pensarás en querer morirte o huir —prometió Jax.
Lucía quiso creerlo, de verdad, pero estaba tan nerviosa que no pudo.
—Vamos a hablar un poco de nuestros personajes y de cómo llegan a esta habitación. Cómo se
sienten y lo mucho que se atraen. No quiero que seas Lucía, solo ella, la protagonista. Y yo no seré
Jax. Además, voy a decirte exactamente dónde voy a colocar mis manos y mi cuerpo en todo
momento. No sobrepasaré ninguna línea roja que pongas. Te lo prometo.
Eso le pareció muy caballeroso y educado por su parte. Lo que hizo más difícil el pensar en
estropear aquello. ¿Él recordaba sus intenciones? ¿Conseguiría que Owen no la viera apta para el
papel? ¿Mantendría a Jax en el suyo a pesar de todo?
Lucía miró al actor a los ojos y su interior gritó fuertemente de una forma que él pareció
entenderla. Jax asintió dándole permiso a hacer lo que viera mejor para sí misma.
Y eso deshizo su corazón.
Capítulo 12
«Entiendo a mi personaje, no obstante, el pasar a besar es demasiado grande para mí». Pensó
Lucía.
Hablaron largo y tendido de las emociones que sentían sus personajes, además, también del
largo trayecto que habían hecho hasta llegar justo a ese momento. Al parecer, aquel era el instante
cúspide de la película.
—Pondré mis manos en la cintura mientras nos miramos unos instantes —advirtió Jax antes de
invadir su espacio vital y hacer justo lo que acababa de anunciar.
El contacto fue suave como si estuviera midiendo sus reacciones y que no entrara en colapso
ante todo aquello. Él parecía querer hacerla sentir bien y se lo agradecía a pesar de que ella no
deseaba estar allí.
—Después, con mi mano derecha, te acariciaré la mejilla.
Tembló anticipándose al contacto y cuando llegó no pudo más que cerrar los ojos. Aquello era
algo agradable. Sorprendentemente comenzó a olvidar que había mucha gente a su alrededor
valorando cada uno de sus movimientos.
—Y, por último, me acercaré a tu boca. Dejaremos que hagan un plano lento de nuestros labios
y te besaré.
Su cerebro dictaminó que había tenido suficiente. Eso era ya demasiado para ella y no fue
capaz de parar a su cuerpo cuando escuchó esas palabras y se alejó de él unos pasos.
Jax suspiró antes de acariciarse la nuca.
Él quería hacerla sentir bien y se lo agradecía, pero también debía comprender que no estaba
acostumbrada a eso.
—Bien, chicos. ¿Estamos listos?
«No lo voy a estar en la vida». Pensó Lucía al sentir las palabras de Owen.
Jax asintió justo en el mismo instante en el que ella negó con energía provocando que el
director riese. ¿Qué resultaba ser tan divertido? Estaba claro que veían como un chiste sus
inseguridades.
La grabación estaba a punto de comenzar y su corazón dio un vuelco cuando vio a Jax alejarse
para tirar el chicle. Ella debía hacer lo mismo, aunque ahogarlo con él podía ser una buena forma
de demostrar que era un desastre.
Prefirió urdir otro plan menos peligroso y asqueroso.
Lo imitó yendo a la papelera para tirar el suyo y se animó mentalmente, iba a conseguirlo y no
tendría que vivir nada semejante nunca mas.
Tres grandes focos se encendieron justo en el instante en el que ambos llegaron al centro de la
escena. La cegaron durante unos segundos y pudo comprobar como, gracias a ellos, apenas podía
ver la gente de alrededor.
Fue una forma de hacerlos desaparecer, cosa que agradeció al cielo.
Jax fue el que empezó Estaba convencida de que en su guion no era el primero en hacerlo, no
obstante, agradeció que se lanzase a la piscina y arrancase para ponérselo más fácil.
—Si sigues por ese camino no quedará nada de nosotros cuando esto acabe —dijo y le
sorprendió el nivel de sufrimiento que fue capaz de transmitir.
Era bueno en su trabajo.
Lucía luchó contra sus nervios, buscó en su mente y, tras unos segundos de cortesía, logró
recordar su texto.
—¿Y eso por qué debería importarte? Ya dejaste claro que no somos nada.
Nadie lo vio, solo ella, una leve sonrisa que mostró a un Jax orgulloso de ella antes de poder
continuar.
Aquel hombre avanzó un paso y Lucía sintió como si el suelo comenzara a temblar por su
fuerza. Sin tiempo a reaccionar, ella retrocedió tan violentamente que chocó con una lámpara de
pie que había colocada al lado del sofá y la tiró al suelo.
En un intento desesperado por no romperla, se tiró hacia el suelo y no la alcanzó. Así pues,
cayó de bruces a escasos centímetros de la lámpara hecha añicos.
—¡Lucía! —exclamó Jax sorprendido.
Corrió a levantarla mientras su cabeza seguía dando vueltas.
—¡Qué tonta soy! ¡Mil perdones!
Miró hacia Owen y, aunque le costó verlo por los focos, pudo ver como el hombre llamaba a
alguien para que arreglase el estropicio. Su interior sonrió esperanzado en que comenzase a ver
que ella no servía para aquello.
—Tranquila, es una cosa normal. Repetimos —dijo dando una palmada en el aire.
Lucía lo fulminó con la mirada antes de volver a escena.
Jax repitió.
— Si sigues por ese camino no quedará nada de nosotros cuando esto acabe.
—¿Y eso por qué debería importarte? Ya dejaste claro que no somos nada.
El actor se acercó a ella, ahora tocaba una pelea de miradas en la cual perdían ambos cayendo
en la tentación. Llevaban años negando que se amaban para caer, sin remedio alguno, en un amor
que habían postergado demasiado tiempo.
Lucía se alejó de él caminando hacia atrás unos pasos. Jax enarcó una ceja antes de seguirle el
juego.
—¿Y si te dijera que puede que ya no crea que (no) somos nada? —preguntó.
«Pobre de mí». Pensó Lucía.
Cuando retrocedió lo suficiente como para ver que no tenía escapatoria una nueva solución
llegó a su mente de forma fugaz. Con una sonrisa victoriosa en los labios, saltó por encima del
respaldo del sofá y se sentó en él.
—¡Corten! —exclamó el director.
Se acercó a ellos señalándola con cierto desconcierto.
—¿Todo bien, Lucía?
Ella, con una sonrisa, asintió.
—En el guion no pone nada de saltar como un gato sobre el sofá —le recriminó con cariño.
Y lo sabía bien.
—Creí que era mejor dale otro enfoque al personaje. Tal vez aquí está mejor me dejé llevar
por la escena y vi que le pegaba saltar.
Owen enarcó una ceja, incrédulo.
—Vale, cuando tengas el papel podremos discutir un poco sobre tu personaje. Siempre dejo
poner de uno mismo, pero me gustaría que hicieras esta escena tal cual la leíste en el guion.
¿Podrás?
Lucía aceptó con ciertas reservas. No pensaba ponérselo fácil porque estaba convencida en
conseguir que perdiera los nervios con ella.
Volvió a colocarse en el centro de la escena y Jax decidió volver a comenzar.
— Si sigues por ese camino no quedará nada de nosotros cuando esto acabe.
—¿Y eso por qué debería importarte? Ya dejaste claro que no somos nada.
Lucía no quiso colapsar cuando lo vio ante ella, mirándola tan profundamente que amenazaba
con consumirla. Se sintió ante las llamas del infierno con una tentación demasiado jugosa como
para rechazarla.
«Podrías morderle la lengua durante el beso, eso quizás funcionaría». Pensó.
—¿Y si te dijera que puede que ya no crea que no somos nada? —prosiguió Jax.
Era su momento y no podía desaprovechar la oportunidad de hacerlo mal.
—Ahora es tarde —dijo muy exageradamente, moviendo los brazos arriba y abajo casi como si
cantase una canción.
Lucía quería conseguir que se viera fuera del papel, como si no fuera capaz de decir su frase
bien.
—¡Corten!
Su interior saltó de alegría ante esa palabra, aunque por fuera mantuvo la compostura. No
quería destapar sus planes.
—Lucía, no es necesario gesticular tanto. No es un musical.
—Vale, lo he pillado —contestó.
Jax estaba nervioso o eso le pareció cuando lo miró unos segundos. El pobre suspiraba sin
parar tratando de hacer bien lo suyo. Ahí fue cuando vio lo importante que era ese dichoso papel
para él.
¿Debía sentirse mal por estropearle la audición?
—Volvemos a empezar, pero esta vez desde «¿Y si te dijera que puede que ya no crea que no
somos nada?» —ordenó Owen.
Aquello la pilló de improvisto, eso le recortaba tiempo para encontrar una forma correcta de
hacerlo mal.
Las manos de Jax tomaron su cadera en el punto justo, ni demasiado arriba ni (muy) abajo. Se
acercó con lentitud dejando que la cámara pudiera tomar ese plano perfectamente, de una forma
que casi pudo imaginárselo en pantalla.
—No puedo… —tartamudeó siguiendo con su texto, aunque, en realidad, era lo mismo que ella
deseaba transmitir.
Le resultó curioso que tanto ella como el personaje pensasen lo mismo en aquel instante.
Jax acunó su rostro.
Y Lucía hizo lo único que se le ocurrió en ese instante: fingir un ataque de tos. Comenzó a toser
llevándose las manos a la boca, eso hizo que él la soltase y lo aprovechó para retroceder unos
pasos.
—¡Corten! ¡Un vaso de agua!
Sabía que después de aquello el director podía ahogarla con sus propias manos, pero no le
importó.
Una chica llegó a ella muy apurada por su estado de salud. Lucía bebió y redujo el sonido de la
tos hasta que tuvo que parar. No podía fingir que se ahogaba o tal vez sí, un infarto era la siguiente
opción en su lista.
—Perdón, son los nervios —se excusó.
—No pasa nada. Soy consciente que es duro para ti —contestó Owen.
Lucía sonrió sin ganas al descubrir que había topado con un director comprensivo, no supo si
agradecerlo o matarlo con sus propias manos. Aquello era ridículo, él parecía perdonar todo lo
que hiciera y eso la alejaba de su objetivo.
—Chicos apagad ese foco. Además, quiero que vosotros tres os vayáis, preparad el otro
escenario o entreteneros con lo que queráis. A ver si con menos gente se siente más suelta.
Jax rio al verle la cara, lo que significó que no debía ser de las mejores.
«Solo me queda morderle al besarlo». Sentenció Lucía en su pensamiento.
El actor se acercó a ella y justo en el momento en el que dijeron «acción» puso las manos en la
cadera.
Lucía tragó saliva y le dio pena el pensar en hacerle daño, sin embargo, él se lo había buscado
cuando decidió bailar con ella en la fiesta de la película. Si no la hubiera elegido no estarían allí.
—Te diría que no te creo —dijo la joven interpretando su papel.
Jax la miró a los ojos provocando que todo su cuerpo se estremeciera de golpe. Sabía que
estaba actuando, pero fue incapaz de contener su corazón cuando la miró de aquella forma tan
intensa.
Su mano viajó hasta la mejilla y Lucía suspiró agradeciendo el toque, de hecho, cerró los ojos
dejando parte de su peso sobre su mano.
—Si me dieras una oportunidad podría hacerte feliz —suplicó Jax.
Y allí fue cuando Lucía olvidó su objetivo, dejó atrás el pensar en morderte (morderle) o
cualquier estupidez que pudiera hacer. Sabía que esas palabras no eran para ella, solo para el
personaje que interpretaba, pero decidió creer que se las decía de verdad.
—¿Y cómo puedo fiarme de ti? —preguntó.
Esa vez no tartamudeó como en frases anteriores. Lo dijo mirándolo con la misma intensidad
que él lo hacía y anhelando sus labios como si llevase toda la vida esperando ese contacto.
—No puedes… —sentenció Jax.
Lo dijo tan cerca de sus labios que logró rozarlos mientras pronunciaba esas dos palabras.
—Pero puedes sentirlo…
Acto seguido selló el beso sobre sus labios, cubriéndolo con los suyos por completo. Lucía no
reaccionó al instante, dejó los ojos abiertos un par de segundos, sorprendida, antes de cerrarlos y
perderse en aquel paraíso.
Todo dejó de existir, como si alguna magia hubiera podido hacerlos desaparecer.
Y lo besó, con fuerza, con una pasión desatada tal y como su personaje pedía. Había sido una
mujer despechada toda la vida, huyendo de un amor que le había hecho demasiado daño. Ahora
era su momento y, por consiguiente, el de Lucía.
Sus lenguas bailaron la una en la boca del otro mientras Jax movía su mano de la mejilla hacia
la nuca, lo que provocó que ella gimiera en su boca. Él tragó el sonido antes de saborearla con la
lengua de una forma tan feroz que provocó que sus rodillas temblasen.
Y llegó el momento de separarse, lentamente y con sufrimiento mientras se miraban el uno al
otro. Al final, ambos quedaron apoyados contra la frente del otro dejando que esa magia que los
había envuelto unos minutos no desapareciera.
Owen entró en escena, apareció ante ellos haciendo que salieran de su ensimismamiento y lo
miraran con confusión. El director, para su horror, se arremangó una manga y mostró la piel de su
brazo al mismo tiempo que la emoción se le atascaba en la garganta.
—Sois perfectos.
Dos palabras que lo significaban todo. Para Jax era la mejor de las noticias y sonrió pletórico,
pero para ella era lo peor que podía pasarle.
Se mantuvo en silencio mientras todos esperaban una reacción positiva a ser contratada por uno
de los mejores directores del mundo. Hasta que, comenzaron a asustarse por lo pálida que se tornó
su piel.
—¿Lucía? —preguntó Jax visiblemente preocupado.
Ella, pudiendo respirar de nuevo, levantó el dedo índice queriendo hacer una anotación a tanta
alegría.
—Ahora sí tengo que vomitar.
Acto seguido giró sobre sus talones y recordó que había una papelera al lado de uno de los
muebles del salón. La tomó entre sus manos para meter su cabeza dentro y volcar todo el
contenido de su estómago.
No pudo ser más bochornoso.
Capítulo 13
—¡Esto es culpa de Jax! —exclamó Lucía llevándose las manos al rostro con pura
desesperación.
Había salido de la audición casi sin hablar, estaba segura de que había balbuceó (balbuceado)
algo inteligible, pero ya no lo sabía con seguridad. Era como si todos aquellos momentos se
hubieran vuelto borrosos.
—¿Y por qué es mi culpa? —preguntó el actor, sorprendido.
Lucía lo miró de una forma peligrosa, fulminándolo como si pudiera hacerlo desaparecer con
un leve parpadeo.
Aquel hombre no entendía nada o es que no le importaba lo que ella pensase. Después de la
audición le había dicho a Owen que tenían el mismo representante y que les enviase la oferta de
trabajo.
El rodaje comenzaba en menos de quince días.
¿Y qué había hecho ella? Quedarse quieta dejando que le mundo pasase a su alrededor. Tenía la
sensación de que todo había ido demasiado rápido como para detenerlo, casi como si estuviera en
estado de shock y no pudiera reaccionar.
—¡Claro que tienes la culpa! —exclamó ofendida—. Me miraste con esos ojitos de corderito y
me metiste la lengua hasta la campanilla. Yo pensaba en morderte, pero hiciste que me olvidase
todo.
Laurent, que había permanecido hasta entonces callado, arrancó a reír llevándose las manos
sobre el estómago. Lucía buscó con la mirada a Amaya, la cual se aguantaba la risa sentada al
lado de Laurent mientras este se retorcía sin poder contenerse.
Después de la audición habían ido al apartamento de su amiga ya que estaba ensayando su
nueva película junto a su amigo. Así se enteraban los dos a la vez de lo ocurrido.
—Bambi, solo tú podías conseguir gustar a Owen. Que sepas que es de los directores más
reconocidos y prestigiosos del mundo entero. Además, tiene la particular manía de elegir
personalmente a cada uno de los personajes y no suele gustarle mucha gente.
Eso le hizo sentir peor.
Presa de los nervios, metió la cabeza entre las piernas en un intento, absurdo, de tratar de
mantener a raya la ansiedad que subía y bajaba por su pecho. Ella no podía ser actriz por mucho
que los demás quisieran.
—¿Esto no se considera intrusismo laboral o algo así? —preguntó sin tener muy claro si
podían escucharla en esa posición tan poco cómoda.
Jax bufó o, al menos, le pareció ser él.
—Para nada, tienes poca experiencia, pero aprenderás muy rápido. Hoy lo hiciste genial —
dijo.
Eso no fue más que meter el dedo en la herida y hurgar profundamente. Levantó la cabeza
cuando notó que tenía demasiada sangre acumulada y comenzaba a marearse, dejando que
reposara en el respaldo del sofá.
—No debería hacerlo… —murmuró, aunque esta vez no se lo decía a ellos sino más bien a ella
misma.
Laurent corrió a sentarse a su lado. No dijo nada de forma inmediata, antes se recreó en apoyar
su codo en el respaldo mientras la mirada de los pies a la cabeza de una forma que llegó a
incomodarla.
—Puedes hacerlo y has conseguido un contrato de Owen Smith. ¡Es toda una leyenda! Yo
mataría por un papel suyo por muy pequeño que fuera.
Qué extrañas se veían las cosas desde diferentes perspectivas. Aquel hombre era toda una
eminencia y ella solo pensaba en huir, en cambio, los presentes en aquella sala se morían por
trabajar con él.
—Te comprendo, sin embargo, no puedo —se justificó.
Pero Lauren no era de los que se daba por vencido, lo supo por la forma en la que levantó una
de sus cejas.
—¡Claro que puedes! No mordiste a Jax y bordaste la escena. Además, lo que vas a ganar en
ocho meses es lo equivalente a cuatro o cinco años de fisioterapeuta. Tómate un descanso, llena la
cuenta del banco y después déjalo si quieres o sigue.
Lucía abrió mucho los ojos comprendiendo que tenía razón. Con el sueldo que tenía llegaba a
fin de mes, pero la cantidad de ceros que le habían puesto en un papel lo superaba con creces.
Y de pronto lo fulminó con la mirada y lo señaló de forma acusatoria.
—Eres un encantador de serpientes —le recriminó antes de levantarse y caminar en círculos
por el comedor como si de un buitre se tratase.
—No lo soy. ¿Tengo razón o no, Jax? —preguntó algo molesto con su reacción.
Este levantó las manos a modo de rendición como si temiera la próxima acción que pasase
entre esas cuatro paredes. No era sano permanecer allí y tratar de salir con vida diciendo lo que
pensaba.
—No voy a decir nada porque choca con mis propios intereses —declaró como si estuviera
ante un juez.
Justo en ese momento pasó lo que jamás hubiera pensando. Su amiga Amaya tomó cartas en el
asunto y, por desgracia, no del lado que ella deseaba. Solo con verla carraspear lo supo.
—Con ese dinero podrías abrir la consulta que querías. No tendrías que soportar a tu jefa,
llevas años quejándote de los horarios que te pone. Serías tu propia jefa y tendrías fama para
llenar la agenda un par de años.
Lucía saltó del sofá como si de un resorte se tratase y se alejó de ellos señalando a su amiga y
Laurent como si quisiera matarlos. Quisieron decir algo, pero se negó a escucharlos tapándose los
oídos con las manos.
—Eso es muy infantil, por favor —pidió Amaya.
—La, la, la, la —canturreó tratando de alejar sus voces.
La actriz entornó los ojos antes de cruzarse de brazos y negar con la cabeza dándola,
finalmente, por imposible.
Lucía se alejó un poco más de ellos consiguiendo, en su huida, salir al balcón dejando que la
brisa de otoño refrescara sus ánimos.
Su cabeza estaba hecha un lío, siendo incapaz de aclararse. Estaba convencida de que había
cientos o miles de mujeres pidiendo al cielo que le pasara algo similar a lo que estaba viviendo,
no obstante, ella no podía alegrarse.
El terror era un arma cruel que la paralizaba al pensar lo que pasaría al estar meses grabando
delante de tanta gente. Además, todo aquello requería preparación y saber un poco más de ese
mundo tan desconocido.
—Toc, toc…
Giró sobre sus talones topándose con Jax con un pie en la terraza.
—¿Puedo salir? —preguntó de forma cortés.
Lucía cedió, asintió y movió su mano indicándole que no había peligro en entrar; no iba a
atacarle o volverse loca, por ahora.
—Claro, ni siquiera es mi casa —comentó ella.
Jax salió no demasiado convencido de si su integridad peligraba. Trató de acercarse, pero al
verse cerca de la barandilla retrocedió y se mantuvo a salvo. Eso le hizo pensar que comenzaba a
verla como una loca psicótica.
—Escucha, sé que debería ver esto como una grandísima oportunidad y lo es, no obstante, no
para mí. Nunca he visto con deseo los focos, las cámaras o la fama como Amaya. Además, no
estoy preparada, no puedes coger a alguien de la calle y por magia divina protagonizar una
película.
Él sonrió.
Tomó asiento en el suelo, cruzó sus largas y musculosas piernas y la instó a acompañarlo a su
lado. Dudó unos largos segundos antes de darse por vencida, decidió que era mejor así que
discutir por todo.
—Sé que esto parece venirte grande. Yo solo puedo decir que no estarás sola en todo el
proceso. He hablado con algunos «coach» y profesores de interpretación que pueden darte clases
antes de grabar. Tenemos un poco de tiempo para un cursillo exprés.
Eso era muy considerado de su parte, demasiado. Aquel hombre podía lograr que todo su
mundo se desestabilizase con solo soplar en su dirección. ¿Se daría cuenta de ese magnetismo?
—Por otra parte, no puedo obligarte. Es tu propia decisión y deberás tomarla antes de acabar
la semana. Owen me ha dicho que no puede esperar más de esa fecha.
Eso era un ultimátum y mucho temía que se trataba de los dos. Por alguna razón absurda aquel
hombre quería que los dos hicieran esa película y no pensaba renunciar a ninguno.
—Mira esto —dijo Jax de repente.
Sacó su móvil para buscar una conversación de «WhatsApp» y dejó que mirase parte de ella.
—¿Eso son ceros? —preguntó señalando la cifra que el director le ofrecía a Lucía.
Jax asintió.
—¿Esos tratos no se cierran a puerta cerrada o algo así?
No conocía mucho aquello, pero no le gustaba que hablasen del dinero que iba a ingresar sin
estar ella presente.
—Así es. Mi representante, ahora el tuyo también, me lo ha dicho en confianza, aunque lo
negará ante un tribunal.
Estaba claro que con dinero y contactos se podía conseguir contratar al mismísimo Lucifer de
ser necesario. La fama abría muchas puertas, como esa, el ser capaz de cerrar un contrato sin estar
presente.
Lucía, de la impresión, colocó su mejilla sobre el hombro de aquel hombre. Él no se apartó, se
mantuvo allí, incluso dejó el móvil en el suelo para tocarle la cabeza con la misma mano.
Ninguno de los dos dijo nada en un buen rato.
—Sabes que esto es chantaje, ¿no? —sentenció Lucía.
—Lo sé, pero si quiero que hagas esto te debo compensar bien.
La joven supo que acababa de entregar su alma al diablo de la peor forma. Aquello era el
principio del fin, lo mejor era que podía negarse, sin embargo, su autocontrol perdió la batalla.
—Dime que no me vas a dejar sola en todo este proceso o me va a dar un ataque de ansiedad.
Necesito que me enseñes —suspiró con un nudo en la garganta.
—Te doy mi palabra.
***
El interior de Jax explotó como si cientos de fuegos artificiales lo llenasen de miles de colores.
Lucía aceptaba el papel, por consiguiente, él también lo conseguía.
Reprimió el deseo primario de levantarse y gritarle al mundo entero que había dicho que sí.
Casi creyó comprender a los hombres que pedían matrimonio y esperaban una respuesta con la
rodilla hincada en el suelo.
Sabía que no había sido una decisión fácil y que el camino iba a estar lleno de baches, no
obstante, ya tenían su consentimiento.
Iba a encargarse de contratar los mejores profesionales para ayudarla e iba a cuidarla mejor
que a cualquier mujer de su círculo. Gracias a aquella joven conseguía el papel de su vida.
—Dime que tu profesor no enseña a besar como Laurent… —suplicó Lucía.
Jax rio levemente.
—No. Será mejor que olvides las técnicas de ese hombre, estarás en las mejores manos.
Se sentía responsable de ella y no iba a fallar en eso. Actuar era difícil y cuando los rodajes se
alargaban podía incrementarse el deseo de regresar a la normalidad. Iba a cuidar de que se
sintiera como en casa.
Su mente traidora le hizo pensar en el beso que habían compartido. Sí, él también había podido
sentir esa química que sus cuerpos desprendían cuando estaban juntos. Al mismo tiempo fue
consciente de lo bien que respondía a su toque y cómo se estremecía con cada caricia.
Lucía era una mujer hermosa y eso hacía mucho más fácil hacer su trabajo. Actuar era su vida,
pero este papel era diferente por ella.
Todo había cambiado desde que la vio con aquel sensual antifaz y su precioso vestido largo.
Llevó su mano derecha a la espalda, donde sabía bien que Amaya y Laurent la iban a ver y los
levantó el pulgar a modo de victoria.
Lucía iba a convertirse en una estrella de cine.
Capítulo 14
—¿Pretendes llevarte toda tu casa en una maleta? —preguntó Amaya sacando algunos de los
cientos de pantalones que había metido, con mucho cuidado, en una de las cinco maletas que se
había comprado.
Lucía corrió a recoger lo que acababa de lanzar.
—Si lo doblo como he visto en Youtube me cabrá todo lo que quiero —se justificó.
Pero su amiga estaba lejos de dejarse convencer por cualquier excusa que abandonase sus
labios.
—No puedes llevarte veinte pantalones. Si necesitas alguno más, cómprate dónde vais a rodar.
Lucía suspiró, al parecer Amaya no quería comprender la importancia de que necesitaba toda
su ropa, nada podía quedarse, ni siquiera los tejanos que guardaba y que no le cabían.
—No quiero ir a comprar, seguro que no entienden mi acento —declaró Lucía.
Amaya, tomando una camiseta entre sus manos para comenzar a doblarla, se sentó en el borde
de la cama.
—Cielo, eres estadounidense y hablas perfectamente el inglés. Nuestros nombres pueden llevar
a la confusión porque nuestros padres adoran España, pero lo más cerca que hemos estado en ese
país ha sido cuando tu padre quiso cocinarnos paella.
Y que, por cierto, estaba malísima porque su padre la quemó por completo; casi hubiera
pasado por arroz negro.
Era cierto todo lo que su amiga decía, aunque tenía miedo a abandonar «Los Ángeles» ya que
nunca antes lo había hecho. Aquella ciudad era puro caos y nervio, con gente de todos lados del
mundo yendo a visitarla, pero era su hogar.
No conocía mucho más, salvo algún estado colindante en algunas vacaciones.
Ahora, gracias a la película titulada «Ni mil kilómetros nos separan» la hacían viajar hasta la
lejísima Nebraska.
—No quiero estar tan lejos de casa —dijo haciendo un puchero.
—Solo está a veinte horas en coche —comentó Amaya como si aquello se hiciera a toda
velocidad.
Si de algo pecaba la vida de Lucía era (de) la falta absoluta de aventuras. Había sido criada en
una familia muy normal. Su padre había sido camarógrafo en una de las series más longevas del
país y su madre una profesora de canto a pocas calles de su casa.
Era la pequeña de cuatro hermanos y la economía familiar no había permitido hacer
demasiadas vacaciones. Aún así, nunca le había faltado de nada. Había ido a uno de los mejores
colegios y universidad, en la que conoció a la alocada y «próxima estrella de Hollywood», como
solía llamarse, Amaya.
Haciendo retrospección en su vida llegó a la conclusión de que toda ella había sido muy
tranquila y formal, nunca se le hubiera pensado abandonar la firme protección que ejercían sus
padres y volar como un pajarillo.
—¿Y si entran a robar en mi piso cuando no esté? —preguntó enloqueciendo por sexta vez
aquella mañana.
—Tus padres son los vecinos de en frente, no dejarán que eso ocurra.
Amaya parecía tener respuesta para todo y la odió por eso. Llevaba poniéndole los pies en la
tierra más de diez años, lo que comenzaba a sobrepasar la barrera de una larguísima amistad.
—Siento que este sueño es tuyo. Como que me cuelo en la vida que siempre quisiste para ti —
se sinceró antes de dejarse caer dramáticamente sobre la alfombra rosa claro del suelo.
Su amiga rio.
—Tienes madera de actriz cuando haces eso, nunca me había fijado —se mofó.
Lucía se regodeó en su propia desgracia. Aquella semana había sido tan caótica que vivía con
la constante sensación de tener que agarrarse a cualquier cosa por miedo a salir volando.
Se había despedido de su trabajo para firmar aquel contrato de actriz, sus padres lloraban a
todas horas por verla marchar un tiempo y le habían hecho jurar regresar en acción de Gracias.
—No me estás robando el sueño. He protagonizado mi propia película, ¿recuerdas? Soy feliz
sabiendo que vas a vivir una grandísima aventura. Quién sabe, al igual le coges el gusto y
podemos rodar algo juntas.
Lucía palideció segundos antes de girar para tratar de ponerse en pie, al no conseguirlo por
hacerlo demasiado rápido, se rindió y dejó que su cabeza reposara contra la suave alfombra.
—Solo va a ser una película, después volveré a mis aceites de masajes y mis máquinas. Mi
zona de confort es segura.
Amaya asintió.
—No vas a robarme nada. Tú disfruta de esto y quién sabe, tal vez vuelvas con novio y todo.
—Sonrió—. He visto cómo te mira Jax.
Eso último lo susurró como si tuviera temor a que la escucharan.
Entonces sí fue capaz de incorporarse, gateó hasta su amiga y puso sus manos sobre sus
rodillas como si estuviera a punto de pedirle algo.
—¿Tú crees?
Había algo absurdo en todo aquello. Desde el baile su cabeza no había podido parar de pensar
en Jax, como si él fuera el dueño de ese vacío que había estado siempre en su corazón.
La forma en la que la miraba o lo bueno que había sido con ella le provocaba escalofríos
cuando lo recordaba. Su beso, a pesar de ser actuado, se había sentido tan real que podía encender
partes de su cuerpo demasiado lujuriosas.
Casi se sentía como una adolescente enamorada, loca y abrazada al póster de su estrella de
televisión favorita. Lo sorprendente era que el suyo era real y tan guapo que podía hacer que miles
de mujeres en todo el mundo suspirasen por él.
—Solo hay que veros juntos. Es como si se respirase algo diferente —comentó Amaya.
Lucía pareció entristecer de golpe.
—No se fijará en mí. Con un chasquido de dedos puede tener toda una horda de mujeres en su
puerta, yo soy insignificante. Bailó conmigo porque necesitaba a alguien desconocido y ha estado
tan insistente por el papel.
La realidad dolía, pero prefería eso que seguir soñando con sueños inalcanzables para el ser
humano. Él era un dios y ella una triste mundana por la que nadie se giraría a mirarla.
—Siempre has sido tan ceniza… En la universidad muchos chicos se fijaban en ti y tú no te lo
creías. Te estás comportando como cuando te conocí. Créeme, os conozco a ambos y sé que hay
algo más.
Hizo una breve pausa antes de continuar.
—Reconozco que tal vez solo sea una tensión sexual no resuelta, pero hazme caso que aquí hay
algo, llámalo feeling. Ve, trabaja y déjate llevar, lo demás vendrá solo.
Amaya se había equivocado de profesión. Era una psicóloga de manual y podía convencerla
casi de cualquier cosa. Tenía claro que parte de la decisión de irse había sido gracias a su
influencia y que comenzaba a sentir emoción solo por que ella se lo transmitía.
—¿Y tu rodaje qué? ¿No nos veremos en meses? —preguntó cambiando el tercio de la
conversación.
Su amiga se agachó a su altura para abrazarla con ternura. Estaba siendo tan comprensiva con
todos sus miedos que jamás iba a poder agradecérselo lo suficiente a pesar de que ella era la
cómplice. El causante de su «desgracia».
Sabía bien que tenían otro tema a tratar, pero no pensaba sacarlo esa noche. Quería estar con
ella sin que nada pudiera lograr que las entristeciera lo más mínimo o las preocupase.
—Vas a tener días de fiesta y yo también, en avión podemos vernos en muy pocas horas. No
voy a abandonar a mi protegida en su primera película.
Le gustó el término que usó Amaya: «mi protegida». Siempre se había sentido así desde que
entró en su vida. Nadie mejor que ella podía comprenderla y cuidarla de esa forma tan particular
que ella tenía.
Llamaron al timbre haciendo que ambas fruncieran el ceño, confusas. No esperaban invitado
alguno, aunque siempre podía tratarse de sus padres o alguno de los locos de sus hermanos.
Lucía atravesó el apartamento a toda velocidad y abrió para toparse con un Laurent que llevaba
una caja blanca en las manos.
—No deberías abrir sin mirar por la mirilla —la regañó el recién llegado.
Ella, aturdida por la confusión, miró a la mirilla como si esta pudiera hablarle para después
prestarle atención al hombre que irrumpía en su casa como si fuera un amigo de toda la vida.
—¿Qué haces aquí? ¿Cómo sabes dónde vivo? —preguntó.
Laurent señaló con la cabeza detrás de ella, lo que significaba que su amiga era una de las
actrices más chivatas del mundo y que pagaría por ello.
—Sé que te vas y he querido traerte un pastel de chocolate buenísimo que hacen a pocas calles
de aquí. Amaya dice que eres una fan del dulce y mi Bambi merece eso antes de partir.
Lucía parpadeó perpleja, no obstante, se obligó a reaccionar rápido cuando escuchó que la
puerta de sus padres se abría. Lo tomó de la muñeca y lo arrastró al interior de su apartamento
para ocultarlo tras la puerta.
—Joder, Bambi, eres toda una tigresa… ya sabía yo que las tímidas sois las mejores —
comentó él dejándose llevar.
Ella, aterrorizada, le tapó la boca al actor y le instó a callar con un dedo. Lo dejó ir rezando
porque se portase bien y se asomó para ver como su padre salía a investigar qué ocurría en el
descansillo de su piso.
—Hola, papi —dijo ella con una amplia sonrisa.
—¿Todo bien? Me ha parecido sentir barullo —comentó el hombre con semblante confuso.
Lucía, al sentir a Laurent toser, le lanzó un puntapié en toda la espinilla para obligarlo a callar.
—¿Esa es Amaya? Dile que se cuide, que del catarro casi podría interpretar a un hombre —
comentó su padre.
Ella, a punto de arrancar a sudar como nunca, asintió intentando que Laurent quedara oculto con
la puerta y su cuerpo.
—Sí, yo se lo digo. Seguro que el ruido serían los vecinos nuevos, ya sabes cómo son. Anda,
entra en casa no cojas frío.
Suplicó al cielo que le hiciera caso.
—Claro, cariño. Acuérdate de venir a desayunar mañana antes de coger el avión. Tu madre se
pondrá algo llorosa, pero la entenderás cuando seas madre.
De pronto comenzó a sentir un dedo por debajo de la axila que provocó que se retorciera un
poco antes de lanzar una segunda y certera patada.
—¿Todo bien, hija?
El hombre estaba tan preocupado que se sintió culpable.
—Sí, ha sido un escalofrío. Tranquilo, mañana estaré allí a primera hora. Dulces sueños, papi.
Y, sin más, cerró la puerta y esperó a que su padre entrase en casa de nuevo para volver a
respirar con normalidad. Una vez logró que sus pulmones fueran capaces de bombear oxígeno,
giró sobre sus talones y le arrancó la caja de las manos al hombre que la miraba pícaramente.
—Espero que sea del local que hay tres calles más abajo o te tiro por la ventana —amenazó
antes de abrir y encontrarse con su tarta favorita.
Justo ahí su semblante cambió, logró sonreír antes de fingir indiferencia para no darle el gusto
a Laurent.
—¿Cómo haces para meter hombres aquí sin que te vea «papi»? —preguntó en tono burlón.
Lucía se pellizcó el puente de la nariz justo después de darle la tarta a Amaya para que la
llevase a la cocina.
—Como puedo, el pobre hombre se cree que todo el que pase por esa puerta va a ser mi futuro
marido —sentenció.
A Laurent pareció divertirle la idea y supo al instante que había hecho mal de (en) decírselo.
Era capaz de hacerse pasar por su novio o algo peor, lo conocía desde hacía poco, pero lo
suficiente como para verlo en ese papel.
—A todo esto, ¿a qué has venido? —preguntó Amaya.
—Me diste la dirección y pensé que era una invitación para celebrar que tenemos una nueva
estrella en el grupo.
Lucía suspiró, sabía bien que aquello era una celebración sorpresa de su amiga e iba a matar a
aquellos dos antes de que la luz del amanecer entrase por sus ventanas.
Solo deseó sobrevivir a los próximos meses de locura.
Capítulo 15
—No puedo creer que usaras el jacuzzi de un rodaje para tener sexo con una doble —rio Lucía.
Los tres estaban sentados en la alfombra que tenía delante del sofá y llevaban horas hablando,
comiendo y bebiendo sin parar mientras descubría secretos de los tres. Jax había dicho que iría,
pero cuando se acercaban las dos de la mañana supieron que no lo haría.
—Pues no fue tan romántico como hacemos creer en las películas. El preservativo no resbala
igual y perdí el equilibrio un par de veces haciendo que acabase debajo del agua. Nada
recomendable, chicas.
Ella tomó un trozo de la tarta de chocolate la cual había bajado bastante de tamaño. Se imaginó
lo que Laurent explicaba y eso le quemó las retinas.
—¿No tienes experiencias sexuales normales? —preguntó sorprendida.
—Sí, pero esas no son tan interesantes —sentenció.
De aquel hombre se podía escribir un libro o quizás un guion para una película. Estaba
convencida que de ahí saldría una gran comedia que muchos disfrutarían viendo.
—¿Y cómo lleváis la preparación de vuestra película? ¿Listos para el rodaje? —preguntó antes
de tomar un sorbo de su copa de vino.
Amaya y Laurent se miraron durante unos segundos y se encogieron de hombros con ternura
mientras hacían un «ohhh» al unísono.
—¿Has visto eso? —preguntó su amiga.
—Claro que sí —contestó él.
Lucía frunció el ceño, confusa. No sabía a qué se referían y no estuvo convencida de si quería
conocer la respuesta, de ellos podía salir cualquier cosa.
—Mi niña se está haciendo mayor, ya es una más de nosotros —explicó Amaya provocando
que se dejase caer de espaldas sobre la alfombra al mismo tiempo que bufaba.
Miró al techo unos segundos pensando en sus palabras, reconoció estar metida en un lío y una
aventura totalmente nueva por culpa de no saber decir «no», pero eso no era ser uno más.
—No lo soy. Solo será una película y volveré a mi vida —comentó convencida de ello.
Laurent se levantó para coger la botella de vino que tenían sobre la mesa del comedor, después
se acercó a ellas y llenó la copa de los tres dejando la de Lucía la última.
—No quiero más —susurró ella.
—Bebe, Bambi, que cuando te diga lo que te voy a decir, lo vas a necesitar.
Eso hizo que se preocupase, así pues, se incorporó muy torpemente dándose cuenta de que,
quizás, ya había demasiado alcohol en su cuerpo.
—Suéltalo ya —pidió.
Antes de que él hablase miró a Amaya tratando de pedir ayuda sin palabras, si aquello se
volvía todavía más difícil pensaba tirar la toalla en aquel momento.
—No solo será la película, después vendrá la promoción y tendrás que hacer muchas
entrevistas en diferentes cadenas de televisión y en países distintos.
El silencio se hizo en su apartamento como si todos temieran decir algo más y que ella
explotase como si de una bomba se tratase.
Lucía parpadeó un poco mirando a su interlocutor con sorpresa y, después de hacer una mueca
morros y asentir, tragó todo el contenido de su copa como si no tuviera fondo.
—Más —pidió acercándosela.
Laurent no se la llenó, esta vez le puso un par de dedos que se perdieron en el fondo de su
garganta.
—Vosotros sois una desgracia para mí —les acusó moviendo la copa como si fuera un abanico
—. Tú eres una mala amiga, maldito el día en que acepté acompañarte a la fiesta y tú eres un
lunes, puedes ser muy guapo y tener carisma, pero eres un lunes como tu amigo Jax.
Ninguno de los presentes dijo nada al respecto, comprendían que estaba en su derecho de estar
enfadada y lo aceptaron. Dejaron que se desahogara lo que necesitase antes de emprender esa
aventura.
—Si la prensa se me come o dice que actúo mal os denunciaré a los tres —advirtió.
Acto seguido se levantó como pudo, la habitación rodó un poco ante sus ojos, pero nada que
fuera preocupante. Una vez estuvo segura de que no caería al suelo, se irguió y caminó lejos de
ellos.
—¿Cielo? ¿A dónde vas? —preguntó Amaya.
Lucía, giró hacia ellos y caminó hacia Laurent, allí y sin miramientos le arrancó la botella de
vino de las manos antes de volver a alejarse de ellos.
—A mear —contestó.
***
Apenas habían dormido un par de horas como mucho cuando el despertador los sorprendió a
los tres. Tras un respingo se miraron los unos a los otros como si idearan un plan para asesinar al
dichoso ruido y deshacerse del cadáver sin dejar rastro.
Laurent, que estaba tumbado en el sofá, se removió con pereza. Amaya y Lucía se habían
quedado en la gran y mullida alfombra acompañadas por un par de almohadas.
—Tengo la sensación de no haber dormido más de dos horas —comentó el actor sin fuerzas
para moverse.
—Es justo lo que hemos hecho —sentenció Amaya.
Lucía rodó un poco tratando de luchar contra su cuerpo para ponerse en pie, lo hizo y arrastró
los pies en un intento de alcanzar su habitación. Falló estrepitosamente dejándose caer al lado de
Laurent en el sofá.
—Me duele tanto la cabeza que siento que me va a explotar —comentó.
—Pues te recuerdo que tu «papi» te espera para desayunar —anunció él demasiado sonriente.
Ella se llevó las manos a los oídos tratando de amortiguar el sonido de su voz al mismo tiempo
que gruñía dejando claro que no podía resistirlo.
—No habrá más fiestas de despedida el día de antes de coger un avión. Prometedlo —les
exigió.
A base de empujones logró vestirse, tomar la maleta y despedirse de ellos con un fuerte abrazo.
Ellos habían hecho especial ese día, cosa que iba a agradecer el resto de su vida.
Su estómago no colaboró en casa de sus padres y vomitó un par de veces siendo incapaz de
comer nada. Eso hizo que su madre, que era una previsora nata, le llenase un tupper para cuando
pudiera comer algo.
No faltaron las lágrimas, los «cuídate mucho y abrígate» de sus padres y los cientos de
«WhatsApp» de sus hermanos, pero finalmente logró salir de su edificio dispuesta a tomar un taxi
y conseguir dominar su vida.
Un taxi se detuvo a pocos pasos de ella, así que solo tenía que cogerlo para llegar al
aeropuerto. Suspiró un poco al darse cuenta todo lo que dejaba detrás (atrás) y en lo surrealista
que estaba siendo su vida en aquellos momentos.
Luchó contra el miedo, no quería paralizarse por su culpa y pisó firme siendo capaz de atrapar
esa oportunidad que el destino le lanzaba.
Justo cuando fue a tomar la maneta de la puerta alguien gritó su nombre. Ella buscó la fuente y
se topó con un elegantísimo Jax que corría hacia ella. Iba con unos pantalones tejanos oscuros que
le quedaban casi como una segunda piel y una camiseta holgada azul que le daba un aire
peligroso.
—¿Qué haces aquí? —preguntó.
Él, tomando antes una bocanada de aire, contestó.
—Ayer no pude venir, aparecieron mi hermana y mi madre para darme una sorpresa. Lo siento
mucho.
Le gustó sentir esa disculpa ya que ella esperó a que apareciese por la puerta de su casa.
—Y he venido a compensarlo. He organizado un vuelo muy especial para ti a modo de disculpa
por lo de anoche.
Fue entonces cuando reparó en que un coche acababa de aparcar tras el taxi cuyo conductor no
les perdía de vista. Algo le dijo que ese iba a ser el primer destino.
—No tienes que compensar nada, no te preocupes —dijo ella sin más tratando de alcanzar el
taxi.
Jax tomó su muñeca con sumo cuidado casi como si fuera de cristal y sintiera temor a romperla.
—Me veo en la obligación de insistir, por favor.
Trató de resistirse, sin embargo, cayó sin darse cuenta. Su cuerpo la traicionó y asintió mucho
antes que su cerebro pudiera procesar la información necesaria. Se odió a sí misma por ser capaz
de reaccionar así ante él.
Siguió a Jax hasta el coche y entró cuando le abrió la puerta, caballerosamente. Saludó al
conductor, el cual era una mezcla entre «La Roca» y «James Bond» con gafas de sol y este le
devolvió el saludo.
A pesar de lo que esperaba, él se sentó a su lado en vez de ir en el asiento del copiloto.
—Me dejé el teléfono en el hotel con las prisas y no pude avisaros. Espero que puedas
perdonarme.
—Jax, no es tan grave —rio ella.
El que no viniera no había sido una catástrofe, de hecho, había estado tan entretenida con
Amaya y Laurent que no notó ausencia alguna. A pesar de todo, debía reconocer que le hacía
ilusión saber que él se había molestado en prepararle algo bonito para tratar de hacerla sentir
mejor.
Y llegaron al aeropuerto, pero no al que esperaba; se dio cuenta de que estaban en uno privado.
—¿Qué hacemos aquí?
—Te dije que he preparado un vuelo especial y eso es justo lo que es.
No esperaba volar en avión privado y ver aquel enorme pájaro metálico la sorprendió. Nunca
había tenido miedo a volar, así que aquel día no iba a ser una excepción, no obstante, no sabía qué
le depararía en su interior.
Subió las escaleras seguida de cerca por Jax y la tripulación le dio una cálida bienvenida
cuando estuvo en su interior.
Aquel avión era mucho más de lo que podía digerir. Disfrutaba viendo la serie «Mentes
Criminales» y los había visto subir a un avión parecido cientos de veces, pero en persona imponía
muchísimo más.
Se quedó paralizada al ver aquel espacio tan amplio. Había asientos para llevar a unas ocho
personas además de la tripulación. Quiso ver algo más, no obstante, le fue imposible porque Jax la
asustó descorchando una botella de champán.
—Para mi nueva compañera de rodaje —dijo tendiéndole una copa lleva (llena) hasta el
borde.
Lucía, tras notar su estómago quejarse, se llevó la mano a la boca al mismo tiempo que negó
fervientemente.
—No, gracias. Anoche se nos fue la mano con el alcohol y es lo que menos necesito ahora
mismo.
Jax rio antes de beberse una de las copas.
—Si Laurent está en la fiesta los litros de alcohol corren. Creo que en otra vida fue Dionisio o
algo similar.
Asintió estando de acuerdo con su afirmación. No solo era feliz con las bebidas espirituales,
también disfrutaba del sexo tal y como la leyenda del dios decía, aunque eso era aplicable casi al
80% de la población mundial.
Tocaba despegar y eso significó tomar asiento para abrocharse los cinturones. Siguió a Jax
hasta el sitio que le indicó, en ventanilla para disfrutar de las vistas cuando estuvieran a
demasiados pies de altura. Él ocupó el lugar de al lado dejando que su perfume inundara sus fosas
nasales.
Era cítrico y fuerte, haciéndole recordar el olor de las mañanas al exprimir naranjas. Sonrió en
su interior incapaz de decirle nada.
Los ruidos procedentes del motor se hicieron presentes en el habitáculo, estaban listos para
volar.
Lucía frunció el ceño al sentir a Jax suspirar, miró hacia él y descubrió que se agarraba al
asiento con las manos tan fuerte que se tornaron blancas. Miró hacia arriba para verle mejor y lo
encontró con los ojos cerrados.
Entonces lo supo.
—¿Te da miedo volar? —preguntó atónita.
Era algo que no esperaba ya que, como actor, debía estar acostumbrado a ir de una ciudad a
otra.
Jax solo alcanzó a asentir antes de tragar saliva lo que provocó que Lucía se apiadase un poco
de él.
—Solo el despegar porque es de los momentos más peligrosos. Bueno, el aterrizar también
porque el tren de aterrizaje puede ser inestable. Y ya que estamos siendo sinceros puedo decir que
las turbulencias no me gustan.
Lucía sonrió intentado no reírse, el resumen era que le daba miedo volar. Así pues, en un
intento de hacerle sentir mejor, tomó su mano izquierda y la apretó con fuerza antes de que él
entrelazase los dedos.
—Irá bien —susurró ella.
El actor asintió casi empezando a temblar.
—Gracias.
No tenía necesidad de agradecer nada, lo hubiera hecho de todas formas al verlo sufrir.
—¿Y si hablamos de algo? Así tendrás la cabeza en otra cosa.
A los dos les pareció una buena idea, aunque tuvieron el inconveniente de que Jax estaba tan
aterrorizado que no fue capaz de pensar en ningún tema interesante para iniciar nada que
requiriese hablar.
—Vale. Uno de mis hermanos mayores también tiene miedo a volar y de pequeña solía meterle
miedo los días de antes de que caeríamos y moriríamos congelados en el océano como en Titanic.
Él la fulminó con la mirada.
—Eras un poco cabrona, ¿no?
Rio al darse cuenta de que aquella anécdota no ayudaba a mejorar la tensión del momento.
Seguramente era producto de los nervios, pero le sorprendió el taco en la conversación, aunque
reconoció que sí que lo era.
—Confieso que he sido muy cabrona con mis hermanos. Les hice rabiar todo lo que pude y
más. Eso me hizo ganarme algún que otro azote en el culo.
El actor apretó su agarre cuando las turbulencias movieron un poco el avión.
—Ya que nos estamos confesando debería decir un par de cosas: la primera es que siempre
quise que te dieran el papel, me gustó esa conexión que explotó alrededor nuestro y la segunda es
que siento que esta vida no sea lo que sueñas. Y puestos a hablar debo decir que te agradezco todo
el esfuerzo porque me dieran el papel, pero fui mala persona besándote así esperando la reacción
que tuviste; no quería actuar con otra persona que no fueras tú.
Lucía palideció al momento. Él estaba confesando que había hecho a posta lo de besarla con
esa intensidad para desbloquear sus miedos y no supo cómo debía reaccionar a continuación. Una
parte de ella quiso estrangularlo, pero otra disfrutó con esas palabras.
—Entiendo que no me hables, no obstante, déjame decirte que sé que lo que hice estuvo mal.
Anoche quise disculparme y hoy pensaba hacerlo, aunque no en este momento. No puedo callarme.
Tendría que haber respetado tu deseo de hacer mal la audición, pero lo olvidé en el momento en el
que rocé tus labios.
Todo en ella tembló escuchando aquellas palabras.
—No sé qué decir, Jax… —confesó.
Él aceptó sus palabras asintiendo.
—Lo comprendo. Puedes odiarme si quieres, lo respetaré. Necesitabas saberlo por si este
cacharro de metal decide caer, aquí no hay océano, solo moriríamos sobre rocas puntiagudas o
impactando contra alguna ciudad.
Lucía rio, desde luego aquel hombre lo estaba pasando mal.
¿Qué debía hacer? ¿Enfadarse? Estaba siendo sincero y lo había sido desde el minuto uno.
Cierto era que ella hubiera preferido hacer mal la audición, pero eso ahora no tenía marcha atrás.
Su nueva aventura daba comienzo con él a su lado.
—Gracias por contármelo. Te lo agradezco.
—De ahora en adelante, respetaré todas tus decisiones. Hasta puedes morderme en el próximo
beso si eso te hace sentir mejor.
Aquel hombre estaba enloqueciendo por momentos.
—Me lo pensaré —rio ella.
Capítulo 17
Cuando acabó la escena, lo primero en lo que pudo pensar Amaya fue en una ducha caliente.
Había pasado las últimas cinco horas haciendo tres escenas de acción junto a su doble y sabía que
iba a tener agujetas al día siguiente hasta en las pestañas.
—Has estado estupenda, te recomiendo descansar porque mañana vas a venir arrastrándote —
comentó Laurent.
El actor estaba casi tan sudado como ella, sus escenas habían sido más peligrosas y duras. Lo
había visto sufrir, pero logró superarlas todas y estaba convencida de que alguna pasaría a la
película final.
—Lo mismo te digo.
Una chica le dio una toalla a cada uno, lo agradecieron y se secaron un poco la cara antes de
que el sudor les nublara la vista.
—¿Cómo crees que le estará yendo a nuestra Bambi? —preguntó Laurent camino al camerino.
Amaya frunció el ceño, se detuvo en seco al sentirlo y parpadeó unos segundos tratando de
procesar la información.
—¿Nuestra? ¿Ahora tenemos custodia compartida o algo parecido? Creo que es mi Bambi,
digo amiga.
Laurent lo sabía de sobras y sonrió de tal forma que se delató, lo decía por hacerla rabiar y eso
era algo que le gustaba en exceso.
Se detuvieron al ver una mesa repleta de botellas de agua, necesitaban beber por el desgaste
que acababan de sufrir. Una cosa tenía clara, pasar de una película romántica a una de acción era
difícil.
—Le irá bien. Está coladita por Jax y él la está tratando entre algodones, sobrevivirá —
comentó Amaya encogiéndose de hombros.
Laurent, cuando acabó de beber, se tiró el agua sobre la cabeza intentando bajar la temperatura
de su cuerpo.
—Uy, si quieren pueden pasarlo muy bien. Que disfruten del rodaje y se den el mejor homenaje
posible.
Ella entornó los ojos, aquel hombre solo podía pensar en sexo, no obstante, esperaba que su
amiga disfrutase de esa forma todo lo que pudiera. Resultaba evidente que entre ellos había una
tensión sexual no resuelta, todo podía saltar por los aires a su alrededor.
—Además, el amor en nuestro gremio es muy complicado —añadió Laurent—. Que tengan un
rollo caliente, húmedo y fogoso, el resto el tiempo dirá.
Quiso rebatir aquello, pero no fue capaz. En el mundo de los focos era muy difícil mantener una
relación con alguien. A veces se iban largos meses de rodaje y pocas parejas podían aguantar una
situación así.
Solo deseó que Lucía no perdiera el corazón en aquel rodaje, únicamente las bragas como diría
su amigo.
La alegría del momento se esfumó en cuanto una persona cruzó por delante de ellos. La botella
resbaló por sus dedos hasta caer al suelo y derramarse. Laurent se alarmó al instante.
—¿Qué hace él aquí? —preguntó con tono despectivo mirando sin parar al hombre que estaba
haciendo de su vida un infierno.
Laurent, que no sabía nada de ello, lo miró y lo saludó con la mano cuando este les prestó
atención.
—Entró en el reparto a última hora porque uno de los actores consiguió un mejor contrato en
otra película —explicó.
Amaya apenas fue capaz de escuchar sus palabras, fue como si su cabeza estuviese tratando de
protegerse de algo que no existía.
La mirada de Fill sobre su cuerpo fue tan nauseabunda que sintió como la bilis le quemaba la
garganta. No podía tener a aquel hombre compartiendo el mismo aire que ella.
—Amaya, ¿qué te pasa? ¿es un antiguo ex, rollo o algo? —preguntó Laurent fijándose en que no
podía dejar de mirarlo.
Ella no quiso recordar la noche en la que se torció todo. Aquel hombre que saludaba
efusivamente a todo el mundo la estaba extorsionando para evitar que un vídeo inundase las redes
sociales.
—Algo así —contestó ella.
Él chasqueó la lengua.
—Eso es bastante incómodo. Te entiendo, me ha pasado.
Bufó, no había punto de comparación entre lo que ella sentía en aquellos momentos que los
posibles rollos sexuales que hubiera tenido aquel hombre.
—Seguro que se me pasa con el siguiente polvo —comentó Amaya tratando de disimular, no
pensaba explicarle nada a nadie.
Laurent se llevó las manos al rostro y se acarició los ojos con cierta desesperación. Acto
seguido, la tomó por los hombros colocándose ante ella.
—No puedo creer que vaya a decir esto, pero tú y yo no vamos a follar nunca. Eres la primera
amiga que tengo en años. Además, tendría que enseñarte muchas cosas —anunció Laurent como si
creyera que fuera a desilusionarla.
Amaya quedó perpleja, de hecho, necesitó un par de segundos antes de poder articular palabra
alguna.
—¿Cómo que tendrías que enseñarme? —preguntó ofendida.
Él movió una mano en el aire tratando restarle importancia.
—Claro, no sabrías ni cómo cogerme la polla.
Tuvo que contenerse para no decirle alguna barbaridad, podía resultar demasiado irritante
como para pasar por soportable. El creído esperaba que se derritiera por los sus huesos, cuando
eso no iba a pasar.
—¡Pero si tenemos al legendario Laurent en esta película! Sabía que lo íbamos a pasar bien —
exclamó alguien a sus espaldas.
Ambos giraron hacia aquella voz y pudo discernir a un hombre muy alto antes de que Laurent
diera un salto en el aire de alegría y se acercara a él para estrecharlo entre sus brazos.
—¡Por supuesto! ¿Dónde has visto una película sin una buena fiesta? —preguntó Laurent muy
animado.
Era el momento justo de irse, iba a dejar a aquellos dos amigos reencontrarse y se colaría en su
propio camerino para tratar de dormir un par de horas antes de ser capaz de hacer algo más.
—Te presento a mi amiga Amaya y a ti te presento a mi amigo Mark, es uno de los mejores
técnicos de sonido del mundo.
Laurent tenía un brazo sobre el hombro de aquel hombre, ambos parecían hermanos por el nivel
de confianza que se tenían. El pobre rio ante la presentación y trató de estrecharle la mano antes
de que Laurent volviera a hablar.
—Estábamos hablando de que está falta de un buen rabo y, por lo que he oído, vas bien servido
de eso.
Amaya fulminó con la mirada a Laurent, iba a matarlo con sus propias manos. No podía creerse
que la estuvieran presentando como Amaya la Desesperada.
—¡No puedo creer que hayas dicho eso! —exclamó ofendida.
Mark, lejos de ofenderse sonrió mostrando unos impolutos y perfectos dientes. Además,
resaltaban sobre su piel chocolate.
—No he recibido tantas quejas como tú, eso es verdad —comentó él de forma irónica.
Amaya se fijó en que casi eran igual de altos y eso era mucho. Una torre de chocolate,
musculosa y con una gran sonrisa. Sus ojos oscuros parecían dos pozos infinitos donde perderse
durante horas, además, sus labios eran rojos y tan gruesos que no pudo evitar mirarlos mientras
hablaban.
El detalle que más le gustó fueron las rastras que colgaban hasta sus hombros, estaban bien
cuidadas y llevaban detalles metálicos a modo de anillos que las hacían resaltar.
—Un placer conocerte —dijo ella estrechándole la mano.
—Claro, no podías haber elegido otras palabras más acordes —rio Laurent.
Iba a matar a ese hombre antes de que la película estuviera lista.
—No hagas caso al estúpido de mi amigo. Te he entendido y debo decir que no la tengo tan
grande como dicen.
Amaya se sonrojó soltando su mano al instante. Decidió huir de allí antes de que acabasen
hablando de alguna fiesta o experiencia sexual. Además, parecían tan amigos que seguro que
tenían algún recuerdo juntos en un trío o similar y era algo que no pensaba escuchar.
—Mejor me voy, os dejo planeando la fiesta y eso —dijo antes de arrancar a caminar.
—Ya la has asustado. Yo te las pongo a huevo y no rematas —se quejó Laurent resoplando.
Mark rio.
—Claro, porque lo correcto hubiera sido habérmela cargado al hombro y tirármela en
cualquier esquina.
Amaya sonrió sin que pudieran verla, esa idea le gustó, aunque lo iba a negar toda la vida.
Algo en ella se encendió de forma abrupta y sin quererlo.
Solo cuando cerró la puerta de su caravana-camerino con pestillo se sintió segura. Necesitaba
una ducha y poder hablar con Lucía. Hacía un par de días que no sabía absolutamente nada salvo
un par de saludos esporádicos.
Además, necesitaba contarle la vergüenza que le había hecho pasar Laurent con Mark y que Fill
estaba en ese rodaje. Nada bueno podía salir de allí.
Alguien llamó a su puerta, fue a abrir, pero se congeló cuando el recién llegado habló.
—Podrías pasarte por mi camerino mañana a la noche para hablar de los nuevos términos de
nuestro contrato y si te niegas subiré el vídeo.
Amaya fue incapaz de abrir la boca.
—Tomaré eso como un sí. ¡Ah! Ponte ropa provocativa, sabes que me pone perrísimo.
Vio la sombra de Fill a través de la cortina de la ventana que tenía delante, lo que significaba
que él también podía verla. No iba a abrir y él lo sabía. Rio quedándose unos segundos allí como
si esperase algo, aunque decidió marcharse.
Amaya no alcanzó la silla más cercana, se derrumbó en el suelo mientras su cuerpo temblaba
como una hoja como si acabase de ver la peor de sus pesadillas. Aquel hombre iba a hacer de su
vida un infierno.
Necesitaba ayuda.
Miró el teléfono y se planteó llamar a la policía. Si hacía eso la prensa se enteraría y
destriparían su vida y su carrera. Estaba perdida.
Sin poder evitarlo arrancó a llorar.
Capítulo 18
—¡Qué fuerte, tía! ¡Que la lleves a ella a ese restaurante y a mí no! —exclamó Laurent con tono
irónico, fingiendo ser mujer.
Jax entornó los ojos, miró la pantalla de su móvil cuadrando bien su rostro en la video llamada
y le dedicó un bonito corte de mangas para que su amigo lo viera con toda resolución.
—Estás a más de mil kilómetros de distancia. Además, no es contigo con quien quiero pasar la
velada —explicó Jax sin necesidad alguna de hacerlo.
Laurent hizo un mohín lastimero, trataba de conmoverle porque llevaba años queriendo ir a ese
restaurante y no lo había conseguido. Aquel tampoco iba a ser su día de suerte porque el tenía una
invitada especial.
—Sabes que puedo coger un avión. Eso es una excusa barata. Dime la verdad: la prefieres a
ella, ¿no?
El dramático de su amigo sobreactuaba de tal forma que le hizo reír. Siempre solía ser un poco
excesivo con sus emociones, aunque al conocerlo un poco más se le acababa pillando el truco.
—No voy a decirle a Lucía que no voy con ella para invitarte a ti —sentenció convencido.
Ella era con quien deseaba pasar la noche.
—Que sepas que yo soy mejor compañía —dijo Laurent.
Ese era el momento de rebatir su teoría.
—Permíteme que lo dude.
Rodar con ella estaba siendo toda una experiencia. Los nervios iniciales se estaban
desvaneciendo dejando ver a una mujer perfeccionista, que luchaba por hacer bien su trabajo.
Sabía que se tomaba muy en serio sus clases y no tenía reparos en preguntar a todo el rodaje las
cosas que no sabía.
Al final, cuando se pasaban meses trabajando todos juntos, se acababa formando una especie
de familia y ellos estaban empezando a apreciar a Lucía.
—Vale, no voy a chuparte la polla, pero doy buena conversación —comentó Laurent en un
intento de hacerle cambiar de opinión.
Jax negó con la cabeza.
—No solo quiero hablar —confesó en voz alta.
Eso fue como echarles carnaza a los tiburones. Su amigo apoyó, al fin, su teléfono sobre un
trípode y se encuadró de tal forma que pudiera verle con claridad. Ahora sí tenía toda su atención.
—Vaya, vaya. ¡Menuda sorpresa! Nuestra Bambi está ganando posiciones.
Enarcó una ceja al sentir las palabras de Laurent.
—¿Nuestra?
Su amigo bufó visiblemente molesto.
—¡Venga, hombre! ¡Todo el mundo dice lo mismo! Es la Bambi de Amaya y la tuya, dejad algo
para mí también.
Jax prefirió reír, pero Laurent era como un perro con un hueso. Acababa de lanzárselo y no
pensaba soltarlo en un buen rato.
—¿Cuántas bases piensas avanzar con ella? —preguntó Laurent queriendo saber más de lo que
a él le gustaría decir.
Le contestó llevándose un dedo sobre los labios e instándolo a callar. A decir verdad, no sabía
cómo contestar esa pregunta. Lucía le atraída, deseaba pasar más tiempo con ella y predecir lo
que pasaría esa noche era como tratar de adivinar el número ganador de la lotería.
—Cuida de Bambi —pidió su amigo.
La verdad es que debajo de todo ese humor mordaz que tenía su amigo latía un corazón noble.
Lo conocía bien y le gustaba esa cualidad de él.
—Eso haré.
—¡Y dime qué posturas le gustan! Estoy convencido de que bajo tanta timidez hay una tigresa
en la cama.
Jax soltó el móvil dejándolo caer sobre su pecho. Supo que, de no haber estado tumbado en el
sofá, hubiera caído al suelo. Aquel hombre solo podía pensar en sexo una y otra vez como si no
fuera capaz de tener algo más en mente.
—¿Te has desmayado de la emoción?
La voz de Laurent resonando a través del altavoz le hizo reír. Lo tomó de nuevo y volvió a
mirarlo.
—¿Es que no te cansas? —preguntó Jax.
Su amigo no pensaba dejarlo estar y se volvía mucho más insistente cuando rodaban. El exceso
de horas de trabajo y las pocas de fiesta hacían que se volviera mucho más hablador y «cansino»
de lo habitual.
—Dime que no has pensado ni una sola vez en tener algo con ella.
Aquella frase fue como una bomba para sus oídos. Lo peor era que no podía rebatir algo así, si
aquello era un pecado lo había cometido en más de una ocasión. Él sí podía haber imaginado
recorrer el cuerpo de Lucía con sus manos. Ya sabía cómo sabían sus besos, pero se moría por
descubrir cómo se estremecería al recorrer su cuerpo.
—No voy a contestar eso. Podrías usar esa información contra mí.
—¡Mal amigo! Yo lo comparto todo contigo.
Eso era cierto y, a veces, pecaba de exceso de información. Su amistad podía seguir, aunque él
hablara mucho menos de sexo.
Alguien llamó a su puerta provocando que sonriera ampliamente.
—Salvado por la campana. ¡Qué pena me da! Mil besos, pero en la mejilla que podrías
enamorarte de mí —se despidió colgando al momento.
Jax corrió a la puerta y abrió topándose con una Lucía tan pálida que podía pasar por una hoja
en blanco. Eso le hizo temer lo peor, creyó que acababa de pasarle algo terrible a algún ser
querido.
—¿Todo bien? —preguntó mostrando un todo de voz neutro.
Entonces reparó en que ella llevaba en sus manos el guion de la película que estaban rodando,
lo levantó hasta llevarlo al pecho y lo agitó como si de una maraca se tratase.
—Dime que no hay ninguna escena sexual —suplicó con los ojos como si de un cachorrito se
tratase.
Jax cerró los ojos con fuerza.
Al parecer se había puesto al día leyéndose todas las escenas. Sabía bien que era así porque él
mismo lo había hecho y lo había descubierto casi al final del todo. No es que hubiera deseado
ocultarlo, pero no se habría quejado si ella hubiera tardado unos días más en descubrirlo.
—Pasa, por favor —le pidió.
Lucía, armada con el guion a modo de escudo, entró.
—¿Quieres beber algo? ¿Un vaso de agua o un refresco? —preguntó tratando de ser el perfecto
anfitrión.
Ella negó con la cabeza fervientemente como si, en vez de agua, le hubiera ofrecido alguna
sustancia alucinógena.
Estaba convencido, por sus reacciones, que aquella mujer había nacido para ser actriz. El
drama corría por sus venas. Una parte de él quería saber si con la felicidad era igual de efusiva.
—Entiendo que nada de bebidas y, ¿sentarse? —tanteó.
Ella no se movió del sitió.
Jax supo que había que desbloquearla, su mente se había quedado en esa escena y no parecía ir
a mejor. Su misión en aquel momento era tratar de hacer que el impacto fuera menor y confiara en
él.
—Ven, Lucía. No voy a morderte —prometió acercándose.
Fue entonces cuando ella reaccionó como no esperaba, usó el guion a modo de escudo y lo
golpeó con él en las manos cuando trató de alcanzarla. Pasada la sorpresa inicial, Jax volvió a
intentarlo recibiendo el mismo resultado.
Aquello lo sorprendió tanto que no fue capaz de articular palabra. Se quedó allí, mirándola
atónito.
—¿Qué te pasa?
—¡Nadie me lo dijo! —exclamó enfadada.
A Jax estaba a punto de explotarle la cabeza. Miró al minibar de la habitación de su hotel,
aunque descartó la idea en seguida porque necesitaba mucho más alcohol del que habría en
aquella nevera tan pequeña.
—Ya había aceptado que te tengo que besar, pero esto es demasiado. ¡Encima tengo que
enseñar el culo!
Su enfado era tal que le resultó cómica, no pudo evitarlo, simplemente surgió así
produciéndole una carcajada que cortó cuando se dio cuenta de que lo miraba como si fuera su
próxima víctima.
—¿Te parece divertido? ¡Esto es una tragedia! —exclamó Lucía.
Jax se encogió de hombros.
—Yo también voy a tener que enseñarlo.
Al parecer eso no la convenció, lo vio en su mirada y en cómo bufaba. Ya comenzaba a
conocer a su compañera de reparto.
—A ti te lo ha visto ya medio mundo. Muy bonito, por cierto. Medida justa y redondez perfecta,
como un balón.
Al momento de pronunciar eso se llevó una mano a la boca al mismo tiempo que se sonrojó de
un tono carmesí que le pareció adorable.
—¿Ves lo que me haces decir? ¡Son los nervios! —se quejó la joven.
Jax no podía estar más sorprendido. Apenas había tenido tiempo de hablar y mucho se temía
que ella no estaba por la labor de escuchar. Estaba convencido de que Lucía podía enloquecer sin
apenas pronunciar palabra alguna.
—Te agradezco lo que dices de mi culo y, me gustaría, que me dejaras explicarme cómo se
suele proceder en esas escenas —propuso.
Lucía negó.
Tiró el guion al suelo antes de arrancar a andar hacia el minibar. Una vez allí lo abrió para
desencajar el rostro y mostrar desilusión. Removió un poco el contenido y sacó un refresco con
una mano y una botella diminuta de alcohol.
—¿Solo esto? Estoy segura que Laurent tendría lo que necesito, según Amaya es una leyenda
organizando fiestas.
Jax asintió.
—Así es, es el mejor y por ese motivo yo nunca tengo que preocuparme de comprarlo. Pero
podemos llamarlo y decirle que venga, solo tendrá que coger un avión —comentó emulando las
palabras que le había dicho su amigo.
Lucía dio un par de vueltas en círculos antes de desplomarse en el suelo dramáticamente y
quedar tumbada boca arriba. Suspiró tapándose los ojos unos segundos para después dejar los
brazos paralelos al cuerpo.
—Esta película va a acabar conmigo.
Jax decidió ir hacia el sofá y ponerse cómodo, la conversación iba a ser larga e intensa. Ahora
sí que deseaba llamar a su amigo para que trajera un cargamento de alcohol, pero no precisamente
para las heridas.
Capítulo 20
Estaba tan nerviosa que temblaba como un flan, lo que le hizo recordar los que le preparaba su
madre de vainilla. La boca se le hizo agua, era su postre favorito de todos los tiempos e iba a ser
lo primero que le pidiera al regresar.
Su mente divagó en mil cosas y reparó en los pequeños detalles que nunca había hecho. Su
madre tenía viviendo lejos a un par de hijos, lo que debía ser duro para ella porque siempre había
sido muy familiar.
¿Sufriría por ella?
Todos sus pensamientos se desvanecieron en el aire cuando vio llegar el coche de Jax, fue
como si se reseteara y fuera capaz de regresar a la cena que tenía por delante.
¿Era normal estar nerviosa?
Él no salió del coche, pero si abrió la puerta y la invitó a entrar. Lo hizo y lo saludó a él y al
conductor. La temperatura cálida del habitáculo la abrazó de forma que se sintió a gusto al
momento, como si los temores hubieran quedado tras la puerta.
—Voy a decirte algo y espero que no entres en pánico.
Ante las palabras del actor ella palideció durante unos segundos.
—Tenemos un coche detrás con algunos paparazzi, harán cuatro fotos y listo, pero si te sientes
más cómoda podemos comer en otro sitio.
«Claro y ahora tienes que mantener la calma». Pensó Lucía.
Intentó mirar hacia la luna trasera con la intención de ver el coche que les seguía, al hacerlo se
dio cuenta de que importaba poco si conocía sus caras o no. Jax era un hombre de mucho interés,
lo que hacía normal que lo siguieran a donde fuera.
Fue justo el momento en el que tuvo que tomar una decisión, una que no era fácil. Huir,
esconderse de ellos, comer en un lugar discreto no les haría desaparecer, aunque estar ante los
focos le revivía ciertos temores. Tampoco quiso ser una dramática, lo que le allanaba el camino
hacia una única dirección: ser valiente y seguir con el plan establecido.
—Tranquilo, estoy bien.
—¿Segura?
Asintió ante su insistencia y agradeció el detalle.
Llegaron al restaurante y se quedó boquiabierta al llegar a ese lugar tan especial, era tan
elegante que se miró de arriba abajo como si fuera una mancha en un laboratorio esterilizado.
—Estás impresionante —comentó él levantándole el ánimo.
—¿Siempre sabes qué decir?
Jax se encogió de hombros restándole importancia.
—Eres tan real que...
No fue capaz de acabar.
¿Eso qué significaba?
Bajaron del coche, él primero y le tendió la mano para ayudarla al bajar. Justo cuando sus pies
tocaron el bordillo de la acera los flashes de las cámaras los inundaron de los pies a la cabeza.
Cegada, se llevó la mano libre a los ojos a modo de visera, algo que no resultó porque siguió
sin tener muy claro dónde colocar sus pies. Jax, en cambio, se movió mostrando que aquello era
su ambiente.
Tiró de ella, con suavidad, hacia el interior del local sin titubear ni un poco. Solo cuando
cruzaron las puertas del restaurante fueron capaces de dejarlos atrás. El responsable del local se
hizo cargo de la prensa haciendo que quedaran a fuera.
—Gracias, eso ha sido… raro —titubeó Lucia buscando una palabra acorde a aquello.
El lugar era mucho más lujoso en el interior. Le impresionó las grandes lámparas de araña que
colgaban del techo, las bombillas eran de led, que lo hacía una fusión, entre lo moderno y lo
vintage, una combinación perfecta. El suelo estaba enmoquetado completamente de rojo y sin una
mancha, porque se fijó.
«No quiero ser yo quién limpie esto, debe ser una tortura». Pensó ella.
El metre sabía bien que venían, porque los guio por diferentes salas hasta darles asiento en una
muy íntima, donde apenas cabían cuatro mesas y quedaban lejos de los paparazzi.
Solo cuando estuvieron con las cartas sobre la mesa y se hubo ido, Lucía se dio el lujo de
respirar con normalidad.
—Uff… no quiero que note que soy una novata en todo esto. Ni en mil años hubiera imaginado
poder venir aquí algún día —comentó sin apenas darse cuenta de que lo estaba diciendo en voz
alta.
Justo cuando la última palabra abandonó sus labios se los tapó con los dedos de una mano.
—Lo siento, son los nervios.
Jax, que mantuvo la sonrisa en todo momento, hizo un leve movimiento con la mano restándole
importancia. Él comprendía y conocía todo el protocolo, pero ella estaba recibiendo clases
intensivas a toda velocidad.
—Mantén la calma, es solo un local y lo que te van a servir es comida. Nada más, no esperan
que les hagas una reverencia ni nada, solo que pagues y dejes una propina antes de salir por la
puerta.
Era cierto, aquella gente eran personas de a pie, normales y corrientes que eran igual que ellas.
—Debes pensar que soy una estúpida… —comentó ella con bastante pesar.
Jax frunció el ceño negando enérgicamente como si esa frase fuera un delito decirla en voz alta.
—Todo lo contrario. Desde el primer momento me has parecido diferente al resto. Recuerdo la
mujer tímida que había bajo el antifaz, aún así, aceptó la invitación del baile que le propuse.
Aquel día todo había sido distinto, como si entre ellos hubiera estallado una conexión especial
o algo tan puramente visceral que los hubiera atraído el uno al otro.
—Y veo a una mujer valiente debajo de tanto miedo. Aceptaste la oferta de trabajo y te
enfrentas día a día a las escenas. Sé que algunas no te gustan y que otras, que están por llegar, te
aterrorizan. A pesar de todo eso, veo lo fuerte que eres y te lo agradezco.
Aquel hombre podía desarmar con una simple mirada y con las palabras era capaz de llegar a
tu corazón para derretirlo en sus manos sin posibilidad de redención.
Lucía estaba bajo el influjo de sus palabras, como si él tuviera un hechizo con el que
controlarla. Había momentos en el día en el que pensaba que aquello era todo un sueño del que
despertaría tarde o temprano, no podía tener tanta suerte.
Otros, en cambio, creía que el destino tenía un plan para todos y el suyo era haber conocido al
hombre de su vida.
—¿Qué puedo decir? ¿Gracias? La verdad es que me has dejado sin palabras —confesó.
Jax tomó una carta dispuesto a ver qué pedir para cenar, aunque poco antes hizo un detalle que
podía haber pasado por insignificante. Puede que para muchos lo fuera, pero no para ella.
Estiró su mano izquierda sobre la mesa y la giró quedando la palma al aire a pocos centímetros
de su plato vacío, como pidiendo que ella depositara la suya encima. Dudó, porque tal vez lo
estaba malinterpretando, no obstante, se armó del valor suficiente como para ponerla.
El toque fue suave, como si quisiera valorar si hacía lo que él deseaba o no. Por suerte, Jax
desvaneció las dudas tomándola fuertemente dejando que sus dedos envolvieran su muñeca.
Lucía reprimió un suspiro de alivio, pero su interior estalló de alegría.
Capítulo 22
Aquella noche iba a regresar al hotel rodando de la cantidad de comida que Jax quiso que
probase. Al no estar convencido con qué podría gustarle más, pidió y pidió una infinidad de
platos, la gran mayoría maravillosos, generando una explosión de sabores en su paladar.
—Esto tienes que probarlo. Cada vez que vengo a la ciudad pido este postre —dijo el actor.
—Es solo un bizcocho de chocolate —rio Lucía.
Él casi la fulminó con la mirada por haber sido capaz de mofarse de su dulce favorito. Cortó,
con la cuchara, una porción generosa y la llenó colmándola por completo antes de poner su mano
libre por debajo para evitar que cualquier miga cayera sobre la mesa, desperdiciándose.
—Tienes que probarlo. Di «ahhh» —pidió acercándose a su boca.
Las hormonas de Lucía hicieron la ola durante unos instantes antes de acercarse y hacerle caso.
La cuchara entró entre sus labios y se cerraron a su alrededor volcando todo su contenido sobre
la lengua. Jax la sacó dejando que el sabor embriagara sus papilas de tal forma que gimió sin
poder contenerse.
—Te dije que estaba bueno —comentó convencido.
Lucía asintió masticando el trozo que tenía, cerrando los ojos mientras saboreaba sin piedad
aquella delicia.
—¡Esta es la mejor tarta que he probado! ¿La gente lo sabe? Podrían comercializarla, se harían
ricos con esta delicia —articuló a decir cuando logró tragar.
Jax le dio otro trozo y esta vez no dudó, dejó que la alimentase de una forma tan erótica que no
pudieron evitar mirarse el uno al otro mientras ella gemía. Casi había cambiado el tercio de la
conversación en cuestión de un breve segundo.
—Casi es mejor que el succionador de clítoris, ¿eh? —rio Jax.
Lucía, con un dedo acusatorio, dijo que no.
—No sobrestimes el poder de ese cacharro. Es la leche —aseguró.
Ella se mordió los labios cuando él sonrió, casi sintió como cierta parte de su anatomía
explotaba. Un gesto tan pequeño podía provocar una honda expansiva en su cuerpo.
¿Cómo podía provocarle eso? ¿Él era consciente de algo así?
—Y dime, ¿has tenido muchas novias? ¿Qué haces todavía soltero? ¿O es que eres como
Laurent y te aprovechas de tu fama para ligar?
Las preguntas salieron de ella provocando que se arrepintiera al momento. Culpó al chocolate
de sentirse tan cómoda con él y deseó que no se enfadase por ser tan directa.
—Vale, parece que nos toca descubrir las cartas que tenemos sobre la mesa —comentó
remangándose como si fuera a entrar en una pelea.
Lucía, instintivamente, retrocedió como si quisiera proteger algo, su corazón, ¿quizás?
—No he tenido muchas novias, pocas pueden comprender el mundo donde me muevo y que
beso a otras por trabajo. Por eso sigo soltero y con eso contesto dos preguntas. En cuanto a la
tercera, no, no me aprovecho de mi fama, sin embargo, sí confieso que tengo éxito y que muchas
buscan atraer mi atención.
Su sinceridad le gustó, no había titubeado o había buscado una forma de maquillar la verdad.
—¿Y tú qué me dices? Mujer guapa y soltera, que atrae, sin querer, mi atención. ¿Estás
dispuesta a conocerme o me quieres en la friend zone?
Aquello fue como un disparo para ella, estaba siendo demasiado directo y hubiera preferido un
poco más de rodeo antes de poder prepararse para una pregunta de semejante calibre.
Lucía cabeceó un poco. No quería ser la tímida de siempre, necesitaba ser directa y clara. Así
pues, tomó una bocanada de aire antes de lanzarse a la piscina sin mirar si tenía agua.
—No me esperaba algo así, es verdad. Noto la química que hay entre tú y yo, pero siempre
pienso que es pasajero o que solo está en mi cabeza. Me gustas, eso no puedo negarlo y creo que
te has podido dar cuenta. De no ser así no hubiera aceptado hacer la mayor locura de mi vida.
Jax asintió.
—Sí, algo he notado. Lo disimulas muy bien —se mofó un poco tratando de hacer el ambiente
más distendido.
El camarero llegó en el momento menos apropiado, cargado con la cuenta y antes de que la
dejara en el centro de la mesa, el actor ya tenía la tarjeta tendida dispuesto a pagar.
—No tienes porqué pagarlo todo —se quejó Lucía.
—Sí. Tengo que hacerlo. He elegido el local más abusivamente caro de la ciudad. La próxima
vez eliges e invitas tú.
«¿Ha dicho próxima? Voy a desmayarme». Pensó la joven tratando de mantener la sonrisa que
luchaba por salir.
Salieron del local, no sin antes despedirse del metre, el hombre fue muy educado y cordial en
todo momento. Les avisó de que los periodistas esperaban en la puerta, así pues, tomaron aire
antes de salir y caminaron a toda prisa cuando el chófer de Jax les envió un mensaje avisando de
que estaba en la puerta.
La carrera fue tan rápida que pensó que perdía un zapato como cenicienta, lo cual hubiera sido
cómico ya que estaba huyendo con el príncipe.
Ella fue la primera en entrar en el coche, cayó sobre los asientos y saltó a toda velocidad para
dejarle espacio. Él se acomodó a su lado segundos antes de que el coche arrancase dispuesto a
dejarlos atrás.
—¿Han tenido una buena velada? —preguntó el hombre.
Lucía se arregló un poco el peinado, apenas un mechón había abandonado su posición tras su
oreja y lo recolocó con cuidado.
—Sí, el encargado del local sabe dejarlos fuera. Todo perfecto, espero que tu noche también
esté siendo buena —dijo Jax.
El conductor les explicó que un par de quinceañeras habían sabido que era su coche y
aporrearon sus cristales buscándole. Al final, les abrió las puertas para mostrarles que el coche
estaba vacío, pero les había dado un par de fotos firmadas, que llevaba en la guantera, para no
decepcionar a las jovencitas.
—Debe ser abrumador que todo el mundo quiera acercarse a ti —comentó Lucía recayendo en
la cruda realidad.
Él, en cambio, no le dio importancia. Estaba tan acostumbrado a ese mundo que ya era parte de
sí. Reconoció que ya apenas recordaba cuando era desconocido. Incluso le contó que ser actor le
venía de pequeño.
—Mi madre siempre vino a todas mis actuaciones. Es mi mayor fan. Solía apuntarme a todas
las obras de teatro del colegio por muy pequeño que fuera el papel. Cuando dije que quería
estudiar arte dramático nadie se sorprendió.
Lo llevaba en los genes al parecer, su madre había sido cantante y llevaba los escenarios en la
sangre y eso, no discernía demasiado de una película. Entre las notas y las letras siempre había
una historia que transmitir.
—¿Cuál ha sido tu mayor reto? —preguntó Lucía.
Él cabeceó un poco.
—Conseguir que mis emociones parezcan reales. Amar a alguien, odiar o reír sin que sea algo
que te pida el cuerpo en ese momento es complicado. Bueno, tú misma lo estás experimentando
ahora mismo. A veces te toca decir «te quiero» a una actriz con la que, una vez se apagan las
cámaras, no os cruzáis ni un «hola» porque no os soportáis. Ahí está el reto, cuando el objetivo
debe ser capaz de transmitir ese amor que te desgarra por dentro y enamora al público.
Lucía supo que podía escucharle hablar de su trabajo durante horas y ella solo se embobaría en
la pasión que transmitía. Estaba claro que aquel trabajo era toda su vida, que había nacido para
eso y estaba destinado a ser uno de los grandes actores del sector, de hecho, por lo que había
investigado, ya lo era.
—Ya hemos llegado —anunció el conductor haciendo que ambos se mirasen.
Habían estado tan absortos en el mundo del cine que casi olvidaban dónde estaban y a dónde se
dirigían.
—Por lo que he podido ver, la prensa no nos ha seguido.
Agradeció saber eso ya que sus pies no podían correr más. Maldijo al inventor de los tacones
porque eran un instrumento de tortura, preciosos, pero de dolor y destrucción. Y salió del coche.
Jax también lo hizo, acompañándola hasta la puerta como un perfecto caballero.
Lucía se giró, dispuesta a invitarle subir. ¿Era demasiado pronto?
Ya habían hablado de que se gustaban y pasar a la siguiente fase no debía ser un problema.
—Eh…
Toda su valentía se esfumó dejándola con la boca semiabierta y casi tartamudeando antes de
cerrar los ojos y admitir su propia derrota.
«Eres una miedica». Se insultó en la mente.
—Voy a besarte y esta vez no será porque un guion me lo diga —anunció Jax.
Lucía soltó todo el aire que contenía en sus pulmones casi dejándola sin respiración. Jadeó
antes de tragar saliva. Casi sintió el impulso de pellizcarse para saber si aquello era real o estaba
teniendo una alucinación.
—¿Te parece bien? Te veo tan pálida que no sé si sería un beso o una reanimación.
No pudo contestar, únicamente asintió deseando que él entendiera lo que trataba de transmitir
sin palabras. Por suerte lo hizo.
Se aproximó a ella lentamente y, con el dedo índice, le retiró el mechón travieso que había
decidido escaparse. Su pulgar cayó sobre su mejilla mientras que el resto de la mano tomó parte
de su mandíbula y cuello.
El tacto fue tan caliente que creyó desfallecer allí mismo. Se apresuró a tomar aire antes de que
los labios de Jax cayesen sobre los suyos y lo disfrutó.
En ese momento no había ningún guion entre los dos, solo dos personas que se atraían,
provocando que aquel momento fuera mucho más real que cualquiera de las escenas que pudieran
ensayar.
Cuando la lengua de Jax tocó la suya fue como si fuera la primera vez. Ahora comprendía la
diferencia entre actuar y la realidad. En la cámara podía parecer lo mismo, pero en persona era
muy diferente.
Se agarró a su pecho con miedo a caerse de la impresión y él la apretó contra su cuerpo como
si quisiera fundirse con su propia piel. Profundizó el beso montando un baile en su boca, el aliento
de ambos se fusionó como uno solo dejando que sus labios friccionasen de tal forma que
perdieron el control.
Jax mordió la punta de su lengua produciéndole un respigo, ambos sonrieron, pero no se
separaron; es más, se juntaron más dispuestos a saborearse el uno al otro sin piedad ni perdón.
De pronto una luz blanca cortó el momento. Ambos se congelaron al instante sabiendo bien a
qué se debía.
—¡Iros de aquí! ¡No dejáis ni un poco de intimidad!
Escucharon al chófer gritar.
Se separaron con cierto pesar y se miraron a los ojos sabiendo que aquello llenaría todos los
periódicos y redes sociales mucho antes de que el sol saliera e iluminase el cielo.
—La próxima vez será mejor que sea dentro —rio Jax.
Lucía asintió.
—Sí, mucho mejor.
Ahora no quedaba bien invitarle a entrar porque la prensa estaba allí. A ella no le importaba
que dijeran que habían pasado la noche juntos, pero era algo que debía tratar con Jax con
tranquilidad. Aquel no era el momento.
—Gracias por la velada. Dulces sueños.
Él suspiró antes de asentir.
—Gracias a ti, siempre.
Acto seguido, giró sobre sus pies y se dirigió hacia su coche. Ella quiso quedarse allí para
verlo entrar y marcharse como si de una película dramática se tratase, no obstante, aprovechó que
las cámaras lo persiguieron a él para entrar en su hotel.
Una parte de ella estaba enfadada y maldijo en silencio.
Aquella noche había acabado demasiado pronto.
Capítulo 23
Lucía estaba eufórica cuando llegó a su habitación. Antes de poder hacer nada más, se quitó los
zapatos, bajó la cremallera de su vestido y se deshizo del sujetador lanzándolo al aire como un
vaquero su lazo.
El siguiente paso fue buscar su teléfono móvil. Marcó el número de Amaya sin importarle la
hora, tenía tantas cosas que contarle que no podía esperar a mañana.
Mientras los tonos sonaban uno tras otro, ella aprovechó para quitarse los pendientes y buscar
su camiseta de dormir. Nunca había soportado el pijama de dos piezas, lo que hacía que se
comprase camisetas exageradamente largas para dormir plácidamente.
Hizo un pequeño mohín cuando su amiga no le cogió el teléfono. Seguramente estaba cansada y
había preferido dejar el móvil en silencio para poder dormir toda la noche del tirón.
Entonces se sentó en el centro de su cama. No podía dormir porque la adrenalina del momento
seguía corriendo por sus venas como un tren de alta velocidad. Tomó el teléfono para escribirle un
WhatsApp a su amiga, no obstante, tampoco contestó; lo que le indicó que se rindiera.
Con un fuerte bufido, se dejó caer de espaldas dejando que su cabeza golpease las firmes
almohadas mientras sus pulmones se vaciaban de aire.
«Si la prensa no nos hubiera seguido, ¿habría subido?». Pensó.
Ese era un misterio que no iba a poder resolver esa noche, no había forma de saberlo salvo
preguntárselo a él mismo y no pensaba hacerlo.
Rodó por la cama incapaz de dormir, buscó el interruptor de la luz que había en la pared
quedándose a oscuras excepto por la que entraba por las rendijas de las persianas del hotel.
«Necesito hablarlo con alguien». Sentenció en su mente.
Marcó casi por instinto y esperó que no estuviera dormido, si no hablaba con alguien esa noche
iba a explotar o enloquecer.
—Llevo unos calzoncillos azul marino y suelo dormir sobre las sábanas.
Lucía puso los ojos en blanco ante las palabras de Laurent al contestar la llamada.
—Una imagen que no borraré de mi mente en años, gracias.
Giró sobre sí misma hasta acabar en posición fetal, dejó el móvil delante de ella, a pocos
centímetros con el altavoz puesto con poco volumen para no molestar a las habitaciones contiguas
y se coló entre las sábanas.
—No podía dormir y Amaya no me coge el teléfono —confesó.
Laurent tardó unos segundos en procesar la información y no tardó en dramatizar como
esperaba.
—Claro, yo soy el segundo plato. Espera… ¿el tercero? Creo que alguien ha tenido una cena
esta noche.
En eso tenía razón, puede que fuera feo llamarlo en última instancia, aunque también sabía que
lo que decía era puro drama y no estaba ofendido por semejante tontería. Cosa que ella agradeció.
—Pero eres el plato más dulce. ¿A qué sí?
—O salado, según dónde chupes.
Entornó los ojos poniéndolos en blanco.
—Vale. —Se rindió el actor—. Cuéntame cómo ha ido, pero, por la hora que es, diría que no
habéis llegado a desenvolver el condón o no habéis cenado.
Aquel hombre era brujo, acababa de adivinar que no había pasado nada sexual. Comenzaban a
asustarle aquellas conversaciones, era mucho más observador de lo que los demás podían pensar.
—La prensa nos siguió y ya no me atreví a invitarle a subir.
Laurent bufó.
—Dime, por lo menos, que te la metió hasta la garganta.
Lucía se quedó ojiplática y no pudo más que tratar de articular alguna palabra inconexa
mientras respiraba.
—La lengua, digo —aclaró el actor.
Asintió como si pudiera verla y sonrió recordando ese momento. Había sido tan íntimo y feroz
que casi podía sentir sus piernas derretirse. Su cuerpo se encendió imaginando lo que podría
haber pasado.
—Eso sí pasó —declaró.
Laurent contestó aplaudiendo como si de una obra de teatro se tratase.
—No eres de las lanzadas, ¿eh? Seguro que cuando lleguéis a la última base tirarán fuegos
artificiales. Yo no hubiera tardado tanto.
Lucía rodó entre las sábanas buscando una posición más cómoda. Fue como si aquella
conversación lo pidiera a gritos, rodó y giró hasta bufar enfadada consigo misma por no encontrar
nada que aliviara la tensión que sentía. Al final acabó boca arriba culminando con el móvil sobre
el pecho.
—No, tú eres de los de la primera noche —lo acusó Lucía.
Laurent, fingió estar ofendido unos segundos antes de darle la razón. Ya conocía (a) aquel
hombre y poco tenía que ocultarle.
La mente voló haciéndole recordar los actos que la habían llevado hasta allí. Todo aquello
había sido producto de una coincidencia curiosa. Nunca se hubiera atrevido a vaticinar que, por
acompañar a una amiga a una fiesta, pasaría por semejante aventura.
—¿Y si todo hubiera sido distinto?
—No te sigo —explicó él.
Lucía sonrió. No era culpa de aquel hombre, ella hablaba en voz alta al mismo tiempo que su
mente volaba por cientos de mundos y posibilidades.
—¿Y si esa noche hubiera aceptado tu invitación a bailar?
Supo que aquella conversación se estaba desviando del tema principal, pero salió sin poderlo
evitar. Si alguien algún día le preguntaba por ello estaba convencida de que le echaría culpa al
alcohol de la cena, a la adrenalina, al sabor de Jax en los labios y a lo tarde que era.
—Hubiéramos bailado —susurró Laurent.
—¿Y Jax?
Las alarmas de Lucía saltaron pidiéndole cordura.
—Bambi… —susurró él a modo de advertencia.
No obstante, no quiso detenerse. Ella estaba repasando cada una de las decisiones que la
habían llevado hasta allí.
—Si hubiéramos bailado… ¿Me habrías invitado a más?
Laurent suspiró tan lentamente que sintió cómo se recreaba en ello, como si los pensamientos
pudieran con él.
—No. No eres mi tipo.
Lucía sonrió, para su suerte él tampoco lo era.
—Me alegra saber eso —confesó la joven con el sueño comenzando a llamar a su puerta.
Fue como si toda la adrenalina bajase de golpe dejando a su cuerpo desprovisto de energía y
vitalidad.
—Pero soy un amigo estupendo.
—No me cabe la menor duda.
El silencio los abrazó unos segundos, los que ella aprovechó para cerrar los ojos y reposar la
vista unos instantes.
—¿Cuál es tu tipo? —insistió Lucía.
Laurent tardó en contestar, por los ruidos que hizo ella pudo deducir que se estaba metiendo en
la cama.
—Dime que llevas puesto y te lo digo.
La joven rio, con aquel hombre no se podía tener una conversación seria por mucho que se
quisiera. No había forma humana de no reírse si él estaba en la zona era como una especie de
bufón entrañable.
—Una camiseta deportiva y unas bragas cómodas —contestó entre carcajadas.
—Vamos, que vas a lo indigente total. Si después de las calabazas que te ha dado Jax, de lo que
deduzco que te ha dejado caliente como una perra, buscas excitarte conmigo, debo advertirte de
que me lo estás poniendo bastante difícil.
Siguió riendo y, para evitar molestar a los vecinos de las habitaciones contiguas, se tapó la
boca tratando de amortiguar el sonido.
—¿Besa bien mi amigo?
La pregunta la sorprendió, se sonrojó al recordarlo y suspiró sin darse cuenta.
—Eso es un sí. Tendríais que haber follado. ¡Qué le den a la prensa!
Estuvo de acuerdo, de todas formas, ya les habían fotografiado besándose. Ya poco más podían
decir de ellos.
—Todavía no me has dicho cómo es tu tipo de mujer.
—El sueño te hace saltar de tema a tal velocidad que no te sigo. ¿Quieres saber qué mujeres
me parecen follables? Me gustan las mujeres altas, buenas curvas donde poder sujetarse, buenos
pechos y los labios gruesos. Además, me encantan las melenas rubias y los ojos azules.
Aquel hombre era un puro cliché andante.
—En esa categoría no entramos ni Amaya ni yo.
—Por eso es imposible que pase algo entre nosotros. Me servís más como amigas. Además, a
Jax parece que le haces tilín.
Le gustó ese término porque le hizo recordar cuando eran niños y decían esa palabra.
—¿Y por qué no está aquí conmigo? —preguntó algo frustrada con el final de la noche.
Lo escuchó removerse entre sus sábanas, carraspear y tomarse unos segundos para contestar.
—Porque es un idiota redomado.
Lucía asintió dándole la razón.
—Yo te hubiera dado ya tres orgasmos —culminó Laurent.
Entornó los ojos poniéndolos en blanco al sentir semejante estupidez. Quiso reír, pero era
demasiado tarde para eso.
—Eres un creído.
Él rio dándole la razón.
—Creo que será mejor que cuelgue.
—Claro, Bambi. Es muy tarde.
Tenía razón, pero por alguna razón estar sola esa noche no le apetecía demasiado. No había ido
mal porque el beso removió partes de su interior que no sabía que existían, sin embargo, faltaba
algo.
—¿Por qué no me cuentas algo? —propuso Lucía incapaz de quedarse sola.
Laurent, contra todo pronóstico, aceptó.
—¿Qué quieres que te explique?
—Lo que sea. Solo hasta que me entre el sueño. —Recapacitó un poco—. O no, será mejor que
descanses.
Laurent comprendió que no deseaba colgar, únicamente buscaba un amigo que estuviera a su
lado un poco más. No quería sexo, ligar ni nada parecido, solo compañía ya que la soledad podía
ser algo que golpease a los actores con frecuencia.
Lucía no quería reconocer que extrañaba su hogar y que ya llevaba demasiadas semanas
durmiendo sola, viendo a la misma gente una y otra vez. La aventura, por muy divertida que
estuviera siendo, dejaba a veces la sensación de vacío en el pecho.
—Voy a contarte mis primeras audiciones.
—No es necesario, de verdad —mintió Lucía queriendo dejarlo dormir.
Él, sin tener en cuenta sus palabras, comenzó a explicarle cuando tenía unos tiernos quince
años. Apenas era capaz de imaginarse un Laurent de esa edad, solo lo veía como el amigo
divertido que conocía.
—Escucha bien, Bambi, porque algún día harán una película de mi vida.
Lucía se acurrucó y se acercó el móvil para no perderse ningún detalle de lo que tuviera que
contar.
Sin palabras y sin que él lo supiera, le agradeció ser tan buen amigo. Porque esa noche ya no se
sintió sola, ni extrañó su hogar.
Capítulo 24
—¡Soy una amiga horrible! —exclamó Amaya consternada por lo que Laurent de (le) contaba.
—¡Qué va! ¡No es un crimen estar dormida! Era muy tarde.
Ella sabía que su amigo trataba de consolarla, lo que él no comprendía es que nada podía
quitarle ese sentimiento de culpa que le quemaba en su pecho. No había estado durmiendo cuando
Lucía llamó.
El estrés del rodaje y la extorsión de Fill, al cuál estaba consiguiendo evitar como podía,
habían provocado que fuera a un bar a ahogar las penas en una botella de alcohol. Copa tras copa
se dio cuenta que lo suyo no tenía buen final.
Cuando su amiga llamó para contarle sobre su felicidad ella ahogaba su propia vida entre
líquido oscuro y hielo. Se sentía como si quisiera parar una hemorragia con una tirita, no podía
por mucho que lo intentase.
—¿Estás bien? Llevas rara unas semanas y hemos rodado juntos lo suficiente como para intuir
algo —preguntó el actor.
Ella negó con la cabeza.
—No. Estoy en esos días del mes y me duele la cabeza y los ovarios. Se me pasará.
Fue una mentira piadosa, aunque no mentía en lo de la jaqueca, pero la suya se debía a la
resaca que revoloteaba su cabeza por beber en exceso. Casi se sentía una adolescente aprendiendo
a beber de nuevo.
—Le diré que se venga unos días. Ahora hacen un descanso de una semana y seguro que
podemos pasar tiempo juntas. Así miraré de compensar el no haber estado cuando lo necesitabas.
Él se llevó una mano al mentón mientras cabeceaba un poco. Parecía estar ideando un plan
maquiavélico por la sonrisa que mostró y, segundos después, levantó el dedo como si una idea
hubiera aparecido de repente.
—Yo se lo diré a Jax. Seguro que podemos darle algún momento a ese par de tórtolos para que
lleguen a la última base.
Aquel hombre tenía buenas ideas. Amaya había leído los cientos de WhatsApp que su amiga le
dejó al despertar. Estaba claro que estaba colada por él y que no pasar del beso comenzaba a
minar su moral. Así que ellos podían ser sus hadas madrinas.
—Perfecto, entonces. Tú te encargas de él y yo de ella. Díselo en cuanto hables con Jax —
pidió Amaya recogiendo sus cosas de la silla más alejada del set.
Laurent frunció el ceño, confuso, y preguntó si se iba.
—Sí, he quedado con una persona y no puedo llegar tarde. Ya sabes, contratos y contratos.
Aceptó su respuesta como buena y ella supo que iría al infierno por mentirosa. Tenía algo que
tratar donde su amigo no pintaba nada. Tampoco es que quisiera que los demás supieran lo que le
ocurría.
Lo dejó atrás entretenido con una de las técnicas de sonido y no le sorprendió, aquel hombre
tenía cierto público que iba loco por atraer su atención. No era feo en absoluto, triunfaba y podía
estar contento de no tener problemas para ligar.
Ella caminó lejos de allí, primero tenía que ir a su camerino. Se había dejado el móvil, algo tan
pequeño que, hoy en día, era imposible vivir sin ello.
—¿Te acuerdas de nuestra cita? —preguntó una voz cuando llegó a su caravana.
Todo el vello de su cuerpo se erizó sin poderlo evitar al reconocer quién era. Quiso huir, pero
cuando llevaba un par de pasos Fill la tomó del codo con demasiada fuerza.
—No voy a pasar por alto que no has venido a follar conmigo.
Su voz sonó tan fría y vacía de sentimientos que le costaba creer que una vez le hubiera
gustado. No quedaba nada del hombre encantador y adulador que conoció una vez, lo que le hacía
preguntarse si era la primera a la que se lo hacía o había más en el cajón sufriendo lo mismo que
ella.
—No puedes obligarme, eso es extorsión y violación —le contestó tratando de ser valiente tal
y como Lucía le había dicho.
A Fill se le oscureció la mirada, pudo deducir que no le había gustado nada lo que le acababa
de decir.
—Vas a follar conmigo o todos van a ver esa bonita boquita tuya chupándome la polla. Es más,
vas a venir ahora mismo porque tengo las pelotas tan cargadas que voy a llenarte entera.
Amaya forcejeó cuando quiso llevársela a la fuerza, no deseaba eso y la idea de que todos la
vieran empezaba a ser mucho mejor opción que volver a estar con él.
De repente el agarre se soltó cuando vio que alguien cogía el brazo de Fill y lo apartaba de ella
con una fuerza desmedida. Él trató de defenderse lanzando un puñetazo, pero no logró evitar que
lo empujasen hasta caer al suelo.
—Si tu madre levantase la cabeza y viera en lo que te has convertido te daría con el cinturón en
el culo.
Fue cuando se dio cuenta de que se trataba de Mark. Él estaba entre Fill y ella a modo de
escudo. Amaya quiso decir algo, sin embargo, estaba tan impactada con lo que estaba pasando que
no pudo dejar de temblar.
—¿Y a ti qué cojones te importa lo que haga? —le escupió con rencor.
Se levantó, aunque fue sorprendente ver que no le atacó ni trató de alcanzarla; fue como si
temiera al hombre que tenía ante sí.
—Vas a dejarla en paz o no saldrás bien de esta, te lo advierto.
La voz de Mark distaba mucho de la jovial que conocía desde que Laurent se lo había
presentado. Ahora era alguien peligroso que hasta el mismo Fill temió.
—Ella va a follar conmigo le guste o no —anunció aquel asqueroso ser antes de salir corriendo
como si de un niño pequeño se tratase.
Y Amaya entró en pánico.
Ahora otra persona lo sabía, poco a poco su secreto estaba siendo descubierto y pronto todos
verían ese terrible vídeo que no merecía ver la luz. Nadie en el mundo debía ser extorsionado o
juzgado por una noche de placer.
Estaba acabada.
Mark giró sobre sus talones abalanzándose sobre ella de forma delicada, como si tratase de
cazar un gato extraviado. Envolvió los brazos a su alrededor con cierta ternura y dejó que su
cabeza reposara sobre su hombro.
—Tranquila, todo está bien —le dijo para reconfortarla.
Pero no era cierto, nada estaba cómo debía.
Tembló mientras él abría la puerta de su caravana e intentó conducirla a su interior, casi
pareció que la llevase en volandas para que subiera los dos escalones que tenía. Cerró cuando
estuvieron en su interior antes de buscar una silla donde poder sentarla.
Se dejó guiar porque su cuerpo acababa de perder la capacidad de pensar o de actuar. No
podía creer que aquel hombre supiera su secreto. El terror se atascó en su garganta mientras los
miedos a que la expusiera la envolvieran.
—¿Desde cuándo? —preguntó sin ser capaz de acabar la pregunta.
—Un tiempo largo. He conseguido aplacarlo hasta hoy que estaba fuera de sí.
No hacía falta que lo explicase porque había sido espectador de algo lamentable. Se
avergonzaba de haber acabado así y no pudo evitar que las lágrimas llenaran su rostro sin control.
Mark corrió a su lado, primero no supo qué hacer, pero al final decidió que era mejor volver a
estrecharla entre sus brazos de nuevo.
—Lo siento mucho, no sé qué me pasa.
—Que lo estás pasando mal, eso te pasa —bufó él visiblemente enfadado.
Secó sus lágrimas con los pulgares antes de mirar a su alrededor y localizar la nevera. Fue allí,
sacó una botellita de agua y se la tendió.
Aquello le derritió el corazón, aquel hombre era mucho más amable de lo que cabría esperar.
Apenas llevaban rodando juntos unas semanas.
—Mi ex pasó por algo similar. Se acostó con su jefe cuando estábamos juntos y él la
extorsionó durante meses diciéndole que me lo contaría. Al final todo estalló por los aires.
Amaya se quedó boquiabierta con lo que acababa de contarle.
—Y te perdió.
Mark rehuyó la mirada como si estuviera avergonzado de ello, la verdad (es) que nadie podía
culparle de tomar una decisión así.
—Llevábamos tiempo mal y fueron como dos traiciones a la vez. Me puso los cuernos y me lo
ocultó.
—Quizá creyó que podría ocultarlo y seguir como si nada. Tal vez se dio cuenta de que le
importabas —comentó Amaya tratando de comprender a esa mujer que había estado en su
situación.
Puede que vivieran algo similar, sin embargo, la diferencia estaba en que ella no tenía pareja a
la que ocultar el secreto. No había traicionado a nadie, solo a su orgullo y amor propio por estar
con semejante escoria.
—Sí, como tal vez Fill solo quiere follar contigo porque está enamorado. No hay que poner
excusas a lo que no lo tiene. Ella era consciente de lo que hacía y tuvo que aceptar las
consecuencias.
Su voz dura le hizo bajar la cabeza como si ella misma estuviera siendo regañada.
Mark la tomó del mentón con suavidad y la obligó a mirarle a los ojos, se mantuvieron en
silencio en aquella posición unos segundos como si tuvieran una conversación que solo ellos
pudieran escuchar.
—No tienes que vivir esto y tienes salida.
Amaya suspiró.
—Todo el mundo me verá desnuda.
—Denúncialo a la policía.
Aquella idea era todavía más horrible. Fill podía vengarse de mil formas. Además, ¿y si no la
creían? Su carrera se hundiría y sería la mofa de miles de personas en las redes sociales.
—No puedo —sentenció casi entrando en pánico.
Él la cogió de los hombros casi tomando el control de su cuerpo, como si su toque le hiciera
dueño de todo su ser.
—Lo vamos a solucionar, te lo prometo.
Amaya quiso llorar allí mismo como si de una niña pequeña se tratase.
—¿Por qué?
—Porque a parte de tener buena fama en las fiestas como dice Laurent, soy un hombre de
firmes convicciones y esto que estás viviendo no es para mirar hacia el otro lado. Saldrás de aquí.
Negó con la cabeza siendo incapaz de creerlo.
—Jamás podré —suspiró.
Mark se arrodilló para quedar a su altura.
—Sola está claro que no, pero deja que más gente lo sepa. Estoy seguro de que muchas
personas estarían dispuestas a dejar a esa escoria en el lugar que se merece. Déjanos ayudarte y
no creas que nadie sospecha que algo te pasa porque se te ve. Eres el chisme del rodaje.
Frunció el ceño, confusa.
—¿Qué dicen?
—Que has perdido esa alegría que te caracteriza. Laurent sabe que algo tiene que ver con Fill,
aunque no se imagina que la situación es tan grave. Deja que te ayudemos. No te ahogues en ti
misma.
¿Podía hacerlo? ¿Alguien podía salvarla?
Capítulo 25
—Dime que a ti también te han invitado —pidió Jax en cuanto Lucía apareció en el set de
rodaje
La frase vino acompañada de algo espumoso y caliente, lo mejor del día era ese café que
siempre le traía. Se calentó las manos con él al mismo tiempo que gemía de gusto al sentirlo.
—Hoy voy a necesitar más tiempo para volver en mí y, en cuanto a tu pregunta, sí, también me
han invitado.
Jax pegó un sorbo al suyo y se dejó caer en una de las sillas que había delante del escenario.
Lucía lo imitó, el día anterior habían rodado una escena tan intensa que tenían agujetas hasta en las
pestañas.
—Dime que hoy es más sencillo.
Ahora el turno de suplicar fue de ella.
—Lo es, yo tengo dos escenas y tú tres, pero son sencillas y cortitas. No nos darán demasiados
problemas y seremos libres unos días —explicó Jax.
Aquello fue música para sus oídos, necesitaba esas vacaciones muchísimo más de lo que
hubiera imaginado en un principio. Solo deseaba descansar un poco y tener largas conversaciones
con Amaya, aunque un poco de fiesta también estaba bien.
—Escucha, ya sé que debes tener ganas de ver a tu amiga, a Laurent, descansar y eso, pero me
gustaría que pudiéramos tener algún rato para un café, una cena, dar un paseo o algo así.
El interior de Lucía gritó de alegría cuando escuchó que Jax tenía ganas de tener un momento a
solas con ella.
«Has triunfado, nena, pero no parezcas desesperada, por favor te lo pido». Pensó la joven.
—Me encantaría —contestó produciendo una voz muy aguda producto de la alegría que no
podía ocultar.
«Disimulando no tengo precio». Pensó enfadada consigo misma.
Jax se preocupó ante su reacción, se acercó a su amiga y se colocó delante como si tratase de
buscar la dolencia que le afectaba. Lucía sonrió queriendo mostrarle que estaba bien, aunque le
preocupó parecer necesitada de su afecto.
«Casi pareces una fan enloquecida». Se dijo mentalmente.
Él prefirió omitir ese momento y seguir disfrutando de su café. Aquel era el hombre perfecto,
no le había encontrado defecto ninguno. Era dulce, atento y no tenía en cuenta cuando no era capaz
de ocultar su alegría.
Y lo mejor era que parecía estar interesado en ella.
¿Qué más podía pedir en la vida?
—¿Preparados? Jax empezamos contigo —anunció el director entrando en el set de rodaje.
Aquel día no hacía más que mejorar, eso le hizo plantearse jugar a la lotería. Solo deseó no
perder la suerte que la acompañaba, estaba siendo todo demasiado bonito como para perderlo.
***
—¡BAMBI! —gritó Laurent en cuanto Lucía puso un pie fuera del taxi.
Ahí estaba, con un ramo de flores y saltando de forma exagerada mientras caminaba hacia ella
a cámara lenta. Ella no pudo más que poner los ojos en blanco y reír ante las ocurrencias de aquel
hombre.
Lucía acortó la distancia que les separaba y decidió imitarle. Abrió los brazos y gritó su
nombre mientras lo envolvía entre sus brazos y lo apretaba con fuerza. El perfume de él le picó en
la nariz, pero se sintió como en casa.
—¿Por qué has traído flores?
—No son para ti, creída. Vengo a recogerte, te dejo con Amaya y me voy a una cita. No puedes
creer que eres la única mujer en mi vida.
Lucía se sonrojó, no es que se creyera el centro de atención, pero nadie podía culparla de
llegar a esa conclusión.
—Toma, tonta. Son para ti, que un pajarito me ha ido contando lo bien que lo estás haciendo.
Se las tendió y ella, en un principio, rehusó cogerlas después de la broma no supo si era verdad
o por compromiso. No quería obligar a nadie a que le diera nada que no quisiera. No obstante,
ante la insistencia de su amigo, tuvo que aceptarlas.
—Muchas gracias.
Las olió y dejó que su aroma la embriagara, resultaba agradable que él hubiera tenido un
detalle tan bonito. Nunca le habían gustado las flores como regalo porque apenas duraban vivas
unos días, sin embargo, aquella vez le parecía tierno por su parte.
—Y un café con un toque de cacao —dijo Laurent tendiéndole un vaso de una conocida cadena
de café para llevar.
Ellos dos tenían el día libre. Amaya rodaba aquel día unas cuantas horas y se uniría a ellos en
cuanto pudiera y Jax había tenido que ir a un par de audiciones que le habían salido esa semana.
—Si tienes algo que hacer ve haciendo, yo me quedo en la caravana de Amaya o busco un hotel
cercano. No quiero ser una molestia —propuso Lucía.
—Eres tan mona que voy a evitar soltarte un taco —suspiró antes de pellizcarse el puente de la
nariz evidentemente molesto.
Lo siguiente era ir con él. Ella ya había intentado ser amable. Agradecía que no tuviera nada
que hacer, así podía pasar el día con él, lo que significaba diversión asegurada y eso era de
agradecer.
Lo primero que hicieron fue visitar el set de rodaje o, al menos, todo lo que podían ver. Era
mucho más grande que el suyo, aunque quizás lo que ocurría era que se conocía demasiado el suyo
y ese era todo un mundo nuevo.
—Siempre te veo bien acompañado, empiezo a envidiarte.
Lucía se giró hacia el recién llegado y su corazón se congeló al instante. Poco sabía de aquel
hombre, pero lo suficiente por las fotografías que le había enseñado Amaya. Aquel ser era el
monstruo que estaba extorsionando a su amiga.
—Por supuesto, tengo muy buen gusto —alardeó Laurent rodeando su cintura con un brazo.
El recién llegado pareció entender un chiste que ella no escuchó, rio como si fuera uno de los
mejores y se acercó a ella lo suficiente como para intentar saludarla dándole dos besos.
Como pudo mantuvo la compostura muy a pesar de que lo único que le deseaba era una muerta
lenta y dolorosa. Se dieron dos besos y el segundo duró mucho más de lo que le hubiera gustado,
se quedó quieto un par de segundos como si se estuviera tomando su tiempo para analizarla.
—¡Tú eres Lucía! Estás causando sensación, la prensa te adora y está loca por ti.
A ella poco le importó lo que él tuviera que decirle ya que no deseaba nada de ese ser que no
merecía respirar.
—Sí, bueno, cosas que pasan.
Fill asintió.
—Déjame decirte que Amaya habla mucho de ti, seguro que está contenta de tenerte por aquí.
Lucía no fue capaz de pensar, reaccionó por instinto y volcó el contenido de su café sobre el
estómago de aquel hombre. Al darse cuenta, ambos se separaron el uno del otro cada uno por sus
propios motivos.
—¡Oh! ¡Lo siento! El viaje ha sido largo y estoy cansada —se justificó.
—Eres una… Ha sido un accidente, no te preocupes, le puede pasar a cualquiera. Llevaré la
ropa al tinte y lo tendrán solucionado en unas horas.
Lucía entornó los ojos.
«No pienso pagarte la factura». Pensó.
Se disculpó un par de veces fingiendo que lo lamentaba, la realidad es que hubiera deseado
quemarle las joyas de la corona para que escarmentara. Era una mala persona y era lo menos que
merecía.
—Me la llevo antes de que alguien más resulte herido —anunció Laurent colocándose en su
espalda y empujándola con cariño para instarla a caminar.
Pasados unos metros la soltó y siguió enseñándole cosas como si nada hubiera pasado, cosa
que agradeció porque no podía contar los motivos por los que había reaccionado así.
—Y esta es mi caravana —dijo señalándola con orgullo.
Lucía la miró, estaba claro que era la suya porque tenía su nombre en letras doradas y enormes.
—Eres un poco ostentoso, ¿no? —comentó Lucía.
—Me gusta todo grande.
Ella cabeceó llevándose una mano a la barbilla para enfatizar más el gesto.
—Eso, en psicología, se podría decir que tratas de suplir algo… Quizás… —Y, acto seguido,
lo miró de arriba abajo hasta dejar caer su mirada en la entrepierna.
Laurent saltó sin poder evitarlo. Llevó sus manos hacia ese lugar sagrado y lo protegió como si
le hubiera amenazarlo con castrarlo o algo peor. Ella tenía claro que a ese lugar no iba a llegar
jamás y tampoco es que tuviera ganas, sin embargo, le gustó esa reacción.
—Tú lo que quieres es verme el pito y no sabes cómo pedirme que lo saque.
Lucía retrocedió con las palmas de las manos expuestas.
—¡No!
Laurent recuperó la sonrisa picarona que le caracterizaba, casi no podía ser él sin ella, como
una marca de la casa que le hacía indispensable.
—Bueno, a ver qué me dices esta noche después de un par de copas. He preparado una fiesta
tan grande que van a catalogarla como la mejor del año. Y tú, mi querida Bambi, no vas a
perdértela.
¿Quién podía negarse a una fiesta que pintaba tan bien?
Capítulo 26
Lucía respiró cuando logró esconderse en el guardarropa del local. Cerró con pestillo para
evitar que entrasen, necesitaba un poco de calma o iba a acabar loca. Estaba claro que Laurent
sabía hacer buenas fiestas, pero ella acababa de llegar a la conclusión de que estaba mayor para
tanta juerga.
Su amigo había alquilado un local enorme y estaba convencida de que había invitado a toda la
ciudad. La temática era de circo, todo el mundo debía ir disfrazado y el que no lo hiciera no podía
entrar.
Además de personal para atender a todos los invitados, contrató a más gente para ambientar el
local. Los que más éxito tenían eran los lanzadores de cuchillo y los lanzafuegos, bueno, y las
mujeres que bailaban la danza del vientre.
Lucía, agotada, se sentó en el suelo con la espalda apoyada en la pared. Respiró profundamente
antes de soltar un gemido.
Pronto Amaya se daría cuenta de su huida, así pues, debía ser rápida. Unos pocos minutos
serían suficientes como para recargar energía y salir de nuevo al ruedo que tenía montado Laurent.
Buscó su teléfono en el bolsillo y se sorprendió al encontrar varios mensajes de Jax. Él le
decía que sabía lo de la fiesta, que Laurent le había enviado una fotografía y que era la arlequín
más bonita de toda la ciudad.
Lucía: «¿Buscas hacer méritos conmigo? Te estás acostumbrando a decirme piropos y no sé
cómo debería tomarme eso».
Jax: «Te aguantas porque pienso seguir diciéndotelos».
Lucía: «¡Qué tragedia! Je, je, je».
Jax: «¿Y qué haces con el móvil cuando podrías estar divirtiéndote?».
Lucía: «He huido escondiéndome en el guardarropas».
Jax: «¿Debo preocuparme?».
Ella sonrió negando con la cabeza.
Lucía: «Para nada. Saldré en un momento, es solo que debía escapar un poco. Las fiestas de
Laurent son…».
Jax: «¿Sórdidas? ¿Multitudinarias? ¿Salvajes?».
¿A qué clase de fiestas estaba acostumbrado a ir? Lucía se apresuró a contestar.
Lucía: «Multitudinarias. Nunca he estado tan rodeada de gente y mucha quiere presentarse y
preguntarme por el proyecto que tenemos en común».
Los que estaban en el mundo del cine sabían bien que no podían hablar de las películas
mientras las rodaba, pero eso poco les importaba para preguntarle sobre qué iba el argumento.
Jax: «Tengo ganas de verte. Siento no haber estado allí».
Lucía: «¿Cómo te han ido las audiciones? ¿Te han dado el papel?».
Jax: «No lo sabré hasta pasados unos días, quizás semanas. Yo me he visto bien».
Alguien movió la maneta de la puerta provocando que ella diera tal respingo que casi dejó caer
el teléfono al suelo.
Lucía: «Quieren entrar».
Jax: «No les dejes, ese es tu fuerte y debes defenderlo».
—Ocupado —dijo con timidez.
Esperaba que la persona en cuestión creyera que estaba allí para hacer cositas calentitas con
otro ser humano. En su caso estaba sola, aunque siempre podría pensar en el sexo telefónico.
—¡Ajá! ¡Te encontré, Bambi! —exclamó Laurent, contento.
Lucía suspiró.
Lucía: «Me ha encontrado. Socorro».
Jax: «Siempre te recordaré».
Lucía: «Menudo príncipe estás hecho».
Jax: «Es que soy amigo del dragón».
Laurent volvió a intentar entrar, pero no lo consiguió porque ella había echado el pestillo en
cuanto encontró el escondite.
—¿Bambi?
—¡Ahora salgo! —gritó.
Lucía: «Te dejo, que sepas que si el dragón me cocina y me come será por tu culpa».
Jax: «Seguro que disfruta del bocado».
Ella entornó los ojos.
Jax: «Tengo ganas de verte. Disfruta de la fiesta».
Lucía: «Gracias».
Guardó el móvil a toda prisa escasos segundos antes de levantarse y abrir la puerta. Y ahí
estaba el hombre bala vestido de blanco impoluto y con una capa azul que le hacía parecerse a un
súper héroe.
—¿Qué haces aquí? ¿Guarrerías? —preguntó metiendo la cabeza en el cuarto para mirarlo
todo.
Ella no se molestó en contestar.
—Casi pensé que estabas pasando una tórrida noche y no tenía claro si iba a poder guardar el
secreto. Jax es amigo mío antes que tú…
Ella le golpeó en el pecho con la mano molesta con sus elucubraciones. No había pensado en
ningún momento estar con nadie más. Aún no había conseguido estar con Jax, pero él encabezaba
la lista de deseos próximos.
—Si lo hago con alguien seguro que no en un lugar tan público —aseguró Lucía.
Laurent entró y cerró la puerta a su espalda. Fingió sorpresa y caminó de puntillas hasta el final
de la habitación, allí apartó un par de prendas y sacó una botella de ron que tenía escondida.
Después, caminó unos pasos antes de dejarse caer en el enorme sofá que había en medio de la
habitación. Era el único mueble de la estancia, ese y las barras de pared a pared donde colgaban
las chaquetas de todo el mundo.
—Eres un poco mojigata, necesitas un hombre que te haga experimentar cosas.
Ella suspiró.
—Bastante estoy teniendo estos meses gracias a esta película. Suficiente para mí.
Se acercó a él cuando este puso la mano en el asiento libre y golpeó un par de veces instándola
a sentarse a su lado.
—¿Quieres? —ofreció el actor abriendo la botella.
Negó la cabeza, ya llevaba tres copas y seguir bebiendo solo podía provocar que acabase mal,
así pues, prefirió rechazar la invitación.
—Suficiente por hoy.
—Chica responsable, te pega.
Él pegó un largo trago antes de poner mala cara y mirar la botella como si esta fuera capaz de
hablar.
—Se ha tenido que poner mala, está imbebible.
La dejó en el suelo, es más, la apartó con un pie como si la castigase por haber echado a perder
el contenido de la misma. Aquel hombre era demasiado dramático para ser real.
—¿No tienes alguna rubia con ojos azules con la que ser un buen anfitrión? —preguntó Lucía.
Al instante él la miró con las manos en el corazón como si lo acabase de ofender. Ella reprimió
una risa y no se sintió culpable por dejar claro que solo quería un poco de intimidad.
Amaya lo había entendido, de hecho, la última vez que la había visto bailaba con un hombre,
muy atractivo, llamado Mark.
—Tú eres mi invitada de honor. Tienes toda mi atención.
Y eso era justo lo que no quería. ¿Cómo podía hacérselo entender?
Suspiró rindiéndose, debía salir de ese guardarropa, mezclarse entre la multitud y bailar hasta
que sus pies le dijeran basta. No era un mal plan, aunque no estaba demasiado acostumbrada.
—A ver, ven con papá Laurent —ordenó él abriendo los brazos ampliamente.
Lucía nunca llegó a saber si se trató del alcohol consumido o porque necesitaba alguna muestra
de cariño de otro ser humano, el caso fue que le hizo caso. Se abrazó a él largos segundos para
después apoyar el lateral de su rostro sobre su pecho, quedando tumbara sobre él.
—¿Mejor? —preguntó el actor.
Asintió y sintió un poco de remordimiento al saber que su pintura le estaba manchando el traje,
no obstante, no se movió ni un ápice.
—¿Vas a decirme qué te pasa o voy a tener que emborracharte?
No quería decirle nada, pero tampoco tuvo fuerzas como para contener lo que pensaba.
—Yo quería estar con Jax. Solo me ha dado un beso…
—Claro y mi niña va caliente como una perra y necesita un buen meneo…
Lucía trató de levantarse y alejarse de él, consiguió hacerlo unos segundos antes de que sus
robustos brazos la envolvieran haciéndola caer directamente sobre su pecho. Y allí se quedó, sin
posibilidad de escapatoria.
—No te enfades. Sabes que es verdad. Puedes decirlo de forma más delicada, pero el resumen
es el mismo: quieres follar con él —sonrió Laurent.
Ella apretó los labios obligándose a mantenerse en silencio.
—Dilo, es algo natural, no voy a culparte. ¿Sabes? A mí también me gusta follar, no voy a
culparte por eso.
Aquella conversación podría parecer incómoda, aunque él conseguía que no fuera así. Los
temas surgían de una forma natural y espontánea que provocaba que pudiera ser ella misma sin
necesidad de pensar.
—Vale, sí. Tengo ganas de pasar a la siguiente base —confesó dejando caer su frente hasta
impactar con su pecho.
Él le acarició la cabeza como si de un padre se tratase.
—Vamos, ten paciencia, llegará el momento y lo vas a disfrutar mucho.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó ella apretada a su cuerpo de tal forma que apenas se la podía
escuchar.
Laurent rio produciendo que todo él vibrase.
—Porque lo sé. Hazme caso —pidió.
Aceptó el trato como si él tuviera algo que hacer en eso. Estaba claro que eran personas
distintas, pero prefirió creer que sus palabras eran reales y ese momento llegaría.
—Ahora vas a ser mi arlequín, vamos a salir y vas a bailar conmigo un buen rato —ordenó
Laurent.
Ella negó.
—No quiero quitarte la oportunidad de triunfar.
Laurent tomó su barbilla con fuerza, levantó su rostro y la acercó a él de tal forma que se quedó
sin aliento cuando creyó que se trataba de un beso. No fue así, quedaron a escasos centímetros
mientras él sonreía con maldad.
—Esta noche eres mía, Bambi. No necesito sexo, solo que te diviertas como nunca. Hoy vamos
a hacer un gran número, yo el gran mago y tú mi espectacular ayudante.
Lucía tragó saliva.
—¿Y eso en qué consiste?
—Vas a bailar, vas a reír, beber si te apetece y vas a comerte esta fiesta; nada de esconderse.
Lucía aceptó el trato, con él no pintaba nada mal.
Capítulo 27
***
Alguien estaba tocándole un pie. Huyó moviéndose unos pocos centímetros, aunque no resultó
como esperaba. La cosa molesta volvió a la carga, tocándole desde el talón a la punta de los
dedos.
Gruñó enfadada. Aquello la estaba despertando y no quería. Le gustaba el sueño dónde estaba,
pelearía con garras y dientes por mantenerlo ya que no le ofrecían algo mejor.
Al final, después de unos segundos luchando entre consciencia y sueño, despertó. Sus párpados
comenzaron a abrirse, la claridad hizo que los cerrase unos segundos más a sabiendas de que no
podría postergar lo inevitable.
—Alguien se despierta gruñona.
¿Por qué le parecía la voz de Laurent?
Trató de brincar y solo pudo rodar un poco hasta chocar con algo demasiado duro como para
ser una almohada. Levantó la cabeza topándose con un Laurent tan sonriente que su mente comenzó
a colapsar.
—¿Qué haces aquí? —preguntó aterrorizada.
Algo no estaba bien. Miró a su alrededor, por suerte reconoció la caravana de Amaya y no
había acabado debajo de un puente o algo similar. Respiró aliviada, pero eso no contestaba todas
sus preguntas.
Su primer impulso fue mirar bajo la sábana. En cuanto comprobó que los dos seguían vestidos,
suspiró aliviada.
—¿No me digas que creías que habíamos hecho algo?
No lo dijo en voz alta, pero no hizo falta. Estaba claro por su reacción que ese pensamiento le
había asustado mucho más de lo que hacía falta.
Laurent rio.
Entonces fue cuando se dio cuenta de que no estaban solos en aquella estancia. Alguien le
presionaba ligeramente los pies y, al tratar de moverlos, no lo consiguió. Miró hacia abajo
encontrando a un Jax con el ceño fruncido.
El recién llegado estaba con parte del pecho sobre la cama y los codos apoyados de tal forma
que las palmas de las manos le sujetaban el rostro.
—Ho… Hola —tartamudeó sin tener muy claro qué decir.
—¿Debería preocuparme? —preguntó Jax al mismo tiempo que se le dibujaba una sonrisa.
Él casi no podía aguantar la risa y ella quiso esconderse entre las sábanas y desaparecer. La
noche anterior estaba borrosa, sin embargo, mucho se temía que se había pasado un poco con la
cantidad de alcohol.
—Sí, aquí han ardido las sábanas —contestó Laurent.
Lucía le dio un leve manotazo en el pecho a su compañero de fiesta, estaba convencida, por lo
vestidos que estaban, que eso no había pasado en ningún momento.
—Podríais haberme esperado —se quejó Jax.
Ella parpadeó ojiplática. La idea de un trío se formó en su mente, aunque se desvaneció
rápidamente. No pensaba estar en a misma habitación desnuda ante Laurent, eso no iba a pasar
jamás.
—Lo siento, amigo. Como soy un caballero no puedo contarte la noche que me hizo pasar esta
mujer, así que, lo resumiré diciendo: intensa.
Asintió ante las palabras de Laurent, no le quedaba más remedio que darle la razón. Comenzó
escondiéndose en un ropero para huir de todo aquel gentío y lo último que recordaba era subir a la
barra del bar y beber boca abajo mientras dos hombres la sostenían.
—No pensaba que Bambi pudiera divertirse de esa forma —confesó su amigo.
—Gracias por cuidarla —agradeció Jax.
Lucía, que a duras penas había conseguido estar erguida, se dejó caer de espaldas contra la
cama y se tapó el rostro con ambas manos antes de soltar un fuerte suspiro.
—Yo que tú no haría eso, tu maquillaje de arlequín está totalmente destruido —le advirtió
Laurent.
Como pudo, se arrastró hasta fuera de la cama. Sorteó a un Jax que parecía muy divertido con
todo aquello y logró colarse en el baño. La bombilla que colgaba del techo parpadeó un par de
veces antes de quedarse fija y mostrarle ante el espejo como el blanco y el negro de su maquillaje
se había entremezclado.
Y no solo eso, su peinado había dejado de ser un elegante recogido para pasar a ser una
cascada de mechones rebeldes esparcidos por doquier.
Un grito abandonó su garganta siendo incapaz de reconocerse. Sacó la cabeza del baño
señalándose con horror el rostro, algo que ellos ya llevaban viendo un rato. Volvió hacia el baño y
buscó algún producto desmaquillante para lavarse.
—Si algún hombre te ve así y no huye es amor del bueno —rio Laurent.
Jax apareció a su espalda cuando los colores casi habían abandonado su piel, ya parecía una
persona normal de nuevo.
—No estás tan mal —comentó.
Ella sabía que quería ser amable y agradeció el gesto. Aún así, acabó de lavarse la cara y pasó
a arreglar su pelo antes de cerrar la puerta y asearse un poco. Necesitaba cambiarse de ropa para
volver a ser ella misma.
Veinte minutos y una ducha después, salió de allí totalmente diferente.
—Pareces mis plantas cuando paso por mi apartamento y las riego, eres otra —comentó
Laurent.
Él seguía en la cama vestido de hombre bala, además tenía a su fiel amigo a su lado mientras
miraban algún vídeo en el móvil que apagaron al verla salir.
Laurent saltó de la cama a toda velocidad y la tomó de la muñeca, Lucía, como acto reflejo,
trató de liberarse, pero no lo consiguió. Al final, pasados unos segundos, miró a su amigo con
miedo por lo que pudiera pasar.
—Tranquila, Bambi. Te he hecho el desayuno —la tranquilizó.
Miró hacia la pequeña mesa improvisada y se sorprendió al descubrir que aquel cubículo
estaba dotado de cocina. Laurent, como perfecto anfitrión, le separó la silla para instarla a
sentarse.
En la mesa había, perfectamente colocados, un plato, cubiertos y una servilleta doblada en
forma de cisne. Al verlo, se descubrió a sí misma sonriendo con el detalle. La deshizo antes de
colocársela en el regazo.
El hombre bala cocinero, tomó la sartén que estaba apartada del fuego y depositó sobre su
plato una enorme cantidad de huevos revueltos. La reacción de su estómago no se hizo esperar, la
bilis subió por la garganta y tuvo que llevarse la mano a la boca como medida de contención.
—Creo que no puedo —alcanzó a decir.
—Que sí, que soy un experto en resacas. Come y te tomas esto con el zumo de naranja. No
acepto discusión.
El zumo llegó al momento, se lo sirvió hasta casi rebosar y, justo a su lado, dejó una pastilla
enorme.
—Además, con lo que llegaste a beber anoche, estoy convencido de que estás sudando alcohol
por todos los poros –la regañó con cariño.
«Voy a morir». Pensó horrorizada.
Miró a Jax con ojos suplicantes y este contestó negando con la cabeza. Cruzó las piernas,
colocando una sobre la otra haciéndole recordar una escena de película muy famosa, y la señaló
con un dedo.
—Yo he sobrevivido a alguna de sus fiestas. Haz lo que te dice y lo agradecerás —le explicó.
Suspiró dándose por vencida antes de coger el tenedor para ponerse a comer. Estaba
convencida que tal cantidad de comida no cabría en su estómago, aunque iba a intentarlo.
Lucía frunció el ceño, confusa, mientras comenzó a vislumbrar algo en su mente. Como si una
idea la llamase de tal forma que no pudiera sacársela. Había algo que no encajaba en aquella
escena y no sabía el qué.
Cuando recordó lo que era dio una palmada en el aire atrayendo toda su atención.
—¿Dónde está Amaya?
Laurent hizo el mismo gesto que ella.
—¡Eso! ¿Dónde está? —preguntó Jax.
Laurent, el cual sostenía un enorme bocadillo con las manos, se sentó en la esquina de la cama.
—La última vez que los vi fue cuando te abrazaste a ellos. Por cierto, le dijiste que era guapo y
de chocolate, aunque seguro que entendió la situación.
Ante las palabras de su amigo, deseó que la tierra se abriera y la engullera. Mentalmente se
juró a sí misma que jamás volvería a beber de esa forma. Había perdido el control como si de una
quinceañera se tratase.
—Y yo me quedé, como te he explicado antes —le recordó a Jax—, hasta que llegase Amaya.
Al parecer no lo hizo y hemos dormido hasta que has llegado.
Se alegró, tal vez eso significaba que Amaya había tenido una noche salvaje con aquel hombre.
Buscó su teléfono con la vista, pero no fue capaz de dar con él. Sin embargo, Laurent pareció
entenderla y se lo sacó del bolsillo para dejárselo sobre la mesa.
—Le he enviado un par de mensajes, pero no contesta —le explicó.
Lucía asintió antes de desbloquear el teléfono y comprobar que tenía cientos de mensajes de
muchas conversaciones distintas.
Laurent se llevó el dedo índice a la boca, mordió ligeramente como si se debatiera consigo
mismo y giró sobre sus talones para volver a encararla.
—Sé que no debería, pero me veo en la obligación moral de decírtelo. Usar tu año de
nacimiento como contraseña no es lo más recomendable.
Acto seguido se dirigió a la cama, de nuevo.
Lucía parpadeó perpleja entendiendo qué significaba eso. Quiso quejarse, pero antes de poder
hacerlo su amigo giró de nuevo hacia ella.
—Y quema ese bañador de flores, te queda horrible. Todo esto te lo digo porque te quiero —
explicó Laurent.
Lucía, con una ceja enarcada, no supo qué contestar. Fulminó con la mirada a Jax para después
hacerlo con su «amigo». No podía creerse que ellos hubieran estado bicheando en su galería.
—Sabéis que es un delito, ¿verdad?
Se encogieron de hombros.
—Delito es ese selfie que te hiciste en el lavabo. Las sombras te hacían parecer un mapache.
Se levantó completamente enfadada con ambos. Los miró como si eso fuera suficiente como
para hacerles entender su malestar y abrió la puerta de la caravana para salir al exterior.
Necesitaba aire fresco.
Capítulo 29
Amaya vio salir a Lucía de su caravana como una exhalación. Jax salió tras ella con gesto
arrepentido, lo que significaba que la había hecho enfadar. Solo esperó que no fuera nada grave o
se vería en la obligación de defender a su amiga.
—Ha estado mal, lo admito. La curiosidad nos pudo. Lo siento mucho —se disculpó Jax.
Y Lucía, cambió de actitud al instante. La sonrisa llenó su rostro cediendo completamente a la
felicidad. Fue justo en ese momento en el que se dio cuenta de lo enamorada que estaba su amiga
de Jax.
El lenguaje corporal de Lucía indicaba que no podía resistirse a aquel hombre. Desprendían un
magnetismo que los aproximaba el uno al otro sin posibilidad de pelear en su contra.
A Amaya le dio un pequeño vuelco al corazón, esperaba que Lucía fuera feliz y viviera una
historia de amor preciosa.
—Aquí estás —anunció Lucía viéndola llegar.
Sorprendentemente, cuando miró a su acompañante, Mark, se sonrojó de tal forma que vio sus
orejas iluminarse color carmesí. Eso provocó que ambos recordaran la noche anterior y rieran.
—Hola, chicos —saludó cortésmente.
Mark, el cual se acercó para saludarla con dos besos, no tardó en darse cuenta de que la
vergüenza afloró en el rostro de la joven.
—Ahora sí entiendo cuando tu amiga me decía que eras tímida. La de anoche no eras tú —
explicó provocando que acabara sonrojándose como si de un semáforo se tratase.
No fue capaz de decir palabra alguna, la vio intentarlo, pero no lograrlo salvo para dejar salir
un poco de aire. Al menos respiraba y eso era buena señal, no iba a desmayarse allí mismo.
—¡Aquí está la desaparecida! —exclamó Laurent—. Soy un caballero y no voy a preguntar,
pero espero que lo hayáis pasado muy bien vosotros dos.
Amaya miró a Mark y este le devolvió el gesto, fue todo muy cómplice, pero acabaron
arrancando a reír como si les hubieran contado un chiste.
—Cuando llegué a la caravana estabais durmiendo abrazados el uno al otro y me dio pena
despertaros. Dije de dormir en el suelo, sin embargo, Mark me ofreció la mitad de su cama.
Laurent entornó los ojos.
—Solo eso, no ha pasado nada —puntualizó Mark.
Lucía esbozó un «oh» desilusionado que no les pasó desapercibido, todos los presentes la
miraron provocando que bajara la vista para evitar tanta atención sobre sí misma.
—Espero poder cambiarte pronto la decepción por alegría —comentó Mark.
¿Eso qué significaba? Amaya se puso nerviosa con solo pensarlo. No podía negar que aquel
hombre le parecía muy atractivo, además, lo poco que conocía de su carácter le gustaba, no
obstante, pasar a mayores era algo que debía meditar seriamente y más con Fill en el mismo
rodaje.
—¿Tomamos un café?
La pregunta de Jax destensó el momento ya que todos se miraban unos a otros como si quisieran
escapar dejando a aquellos dos solos. Aceptaron diciendo un sonoro «sí» al unísono.
Amaya estuvo convencida de que hubiera dado igual qué hubiera propuesto que todos habrían
aceptado encantados. Al menos no fue tirarse en paracaídas, aunque dado al miedo a las alturas
que sufría Jax veía improbable que lo dijera.
***
¿Cómo había acabado en aquella situación tan absurda? Lucía no daba crédito a cómo se había
desarrollado el día que habían acabado de esa forma. Allí estaban, en la enorme caravana de
Laurent, Jax, ella y el actor en cuestión. Amaya había tenido que irse al rodaje al igual que Mark.
Habían pasado una mañana agradable, turistearon por los lugares más emblemáticos hasta
acabar rendidos de caminar.
—¿Tienes algo para beber? —preguntó Jax.
Laurent le contestó que se sirviera él mismo y eso hizo. Tomó un par de vasos, más a parte del
suyo, uno que lanzó a su amigo y otro que le ofreció ella.
—Gracias.
—Decidme, tortolitos. ¿Cuántos besos habéis grabado ya? ¿La química aflora en el ambiente?
—preguntó Laurent.
Aquel hombre sabía perfectamente como ser incómodo. Lucía, que estaba sentada en la silla
más cercana a su compañero de película, se levantó como si quisiera huir de aquel lugar.
—Nos va bien. Me equivoco mucho, pero están teniendo mucha paciencia conmigo —explicó
mostrándose tranquila.
A decir verdad, la experiencia le estaba gustando mucho más de lo que hubiera imaginado en
un principio. Había momentos en los que la risa provocaba que fuera casi imposible de grabar, no
obstante, acababan tomando el control de la situación.
Estaba aprendiendo mucho, una gran lección que explicaría a sus nietos cuando se hicieran
mayores. Aquel mundillo era complicado, pero los compañeros podían ayudar mucho a que todo
fuera muchísimo mejor.
—¿Repetirás experiencia? —preguntó Laurent queriendo saber un poco más.
No tardó en contestar. Negó con velocidad y no fue una sorpresa. Le estaba gustando aquello,
pero echaba de menos su trabajo de siempre. Tenía mucho que aprender y siempre se fustigaba por
no estar a la altura.
—¿Y ya sabéis qué rodaréis a la vuelta?
Una pregunta inocente se convirtió en una pesadilla. Cuando Laurent acabó de pronunciar esas
palabras, el rostro de Jax palideció de tal manera que casi pudo competir con una hoja impoluta.
Eso solo podía significar una cosa: escena sexual.
—Uy, a veces siento que soy un poco bocazas —se disculpó su amigo.
No obstante, ella ya entró en pánico. Nadie la había advertido sobre ese tema y supo la razón,
de saberlo con antelación se pondría tan nerviosa que no sería capaz de prepararse. Aquello era
una encerrona.
Miró a Jax antes de caminar hasta la ventana y abrirla ligeramente. Sintió la necesidad de
respirar profundamente, pero aquella habitación carecía de oxígeno.
—Vale, Bambi. Esa no es una reacción habitual —comentó Laurent levantándose totalmente
preocupado por ella.
Jax se unió a ellos, aunque no los pudo escuchar.
Lucía, presa del pánico, descolgó la cabeza por la ventana como si de un perro se tratase
mientras el aire le golpeaba en los mofletes. Laurent, colocado justo en su detrás de ella, comenzó
a acariciarle la espalda en círculos, como si eso pudiera consolarla de alguna forma.
—Y eso que no lo he dicho en voz alta… —susurró Jax.
No había hecho falta.
El pobre estaba tan asustado con su reacción que ya palidecía al pensar en ella.
—Y me preguntas si voy a repetir experiencia. ¡Millones de personas van a verme el culo! —
exclamó mientras pasaba una chica cargada con una maleta de maquillaje.
Presa de la vergüenza, Lucía levantó una mano y saludó.
Estaba convencida de que hablaría de cómo se la había encontrado con el resto de personas del
rodaje, pero poco le importaba.
—Bambi, déjame decirte que tienes un culo precioso y que vas les va a gustar a muchos. Yo, si
pudiera, te pondría de fondo de pantalla.
A Lucía le vino una arcada tan fuerte que hizo ruido, como si se preparase para vomitar.
Laurent tuvo que sujetarla porque sacó tanto el cuerpo que estuvo a punto de caer por la ventana.
—¡Eso no ayuda! —exclamó Jax, molesto.
Su amigo no era el más indicado para auxiliar en ese momento.
—Déjame que piense…
Jax soltó un par de improperios al mismo tiempo que le indicaba que no eran necesarias sus
ideas estrambóticas.
—¡Lo tengo! —exclamó Laurent.
—¡No lo digas! —gritaron Lucía y Jax al unísono.
Se negaban a escuchar a aquel hombre, no podía seguir pensando en el momento más extraño
de su vida.
—¿Y si ensayas con nosotros? Así, cuando llegues al rodaje, ya no estarás tan nerviosa y lo
bordarás.
Lucía se preparó para una arcada más por culpa del miedo, pero esta nunca llegó. Brincó
levemente al valorar lo que le decía y le sorprendió que, curiosamente, podría ser una buena idea.
Con ayuda, logró meter todo el cuerpo de nuevo en la caravana y miró a Jax.
—¿Tú qué opinas?
—Lo que necesites para hacerte ese momento más agradable —contestó.
Lucía asintió.
A veces Laurent podía decir cosas sensatas.
Capítulo 30
***
Lucía tenía que salir del coche tarde o temprano, los focos la esperaban, pero estaba a punto de
morir de miedo. Toda su confianza se había ido a pique después del pase de la película.
Todavía no sabía qué le había parecido a la gente y necesitaba saberlo, pero antes debía cruzar
aquel montón de periodistas como si fuera la tabla de un barco pirata y estuviera a punto de nadar
con tiburones.
Lucía estuvo a escasos segundos de hiperventilar.
De pronto la puerta se abrió dejándola boquiabierta cuando un elegantísimo Jax le tendió la
mano junto a una gran sonrisa.
—¿Serías tan amable de compartir tu entrada triunfal conmigo? —preguntó.
Lucía, dejando a un lado sus miedos después de ver una cara conocida, asintió y se agarró a él.
La ayudó a bajar con sumo cuidado y, justo al salir, él se aproximó a sus labios robándole un
casto beso que le supo a gloria.
—Te he echado de menos —susurró Jax.
Ella también. Ahora enfrentarse a las cámaras iba a ser mucho más fácil.
Caminaron con semblante seguro y sonriente. Las luces blancas los cegaron mientras le pedían
que se detuvieran y posaran un poco para captarlos mejor. Lo hicieron y sonrieron mirándolos
para que obtuvieran la mejor de sus instantáneas.
Entraron en la sala y la fiesta dio comienzo.
—¿Señorita? —dijo alguien a su espalda.
Giró hasta encontrarse un hombre que no supo reconocer, no importó porque lo atendió con una
enorme sonrisa.
—¿Sí? —preguntó.
—Déjeme ser el primero en felicitarla. Todos sabíamos que era nueva en este mundillo y debo
admitir que me ha sorprendido gratamente. Mi más sincera enhorabuena.
Lucía se emocionó, pero no dejó escapar las lágrimas, las retuvo pestañeando a toda velocidad
mientras asentía.
—Muchísimas gracias, significa mucho para mí —agradeció.
El hombre se fue, no sin antes felicitar también a Jax.
—Estás de suerte, es uno de los críticos más duros del mundillo —le susurró el actor en su
oído.
Lucía volvió a sonreír, esta vez invadida por la felicidad más absoluta. Casi no se podía creer
que la película hubiera gustado, en realidad su actuación, el reparto era de gran calidad y había
aprendido con los mejores profesionales.
—Y ahora, señorita de la noche, déjeme ser su acompañante un poco más. Pronto serás
invadida por toda la gente que quiera felicitarte. Déjame decirte que, a pesar de eso, espero que
no se olvide de mí y tengamos un baile de honor.
Ella rio.
—Lo tendrás, todo esto es por tu culpa, señor Lunes.
Jax enarcó una ceja.
—¿Sigo siendo Lunes?
Ella asintió enérgicamente.
—Eres guapo como un domingo, pero me metiste en esta loca aventura.
Él aceptó su cargo de honor y decidió no discutir por el día de la semana que era.
La fiesta continuó, la música, las personas de su alrededor y las cámaras lo invadieron todo
separándolos al cabo de unos minutos. Todos querían felicitarlos, decirles palabras bonitas por el
trabajo que habían hecho.
Y Lucía no podía estar tan más feliz.
Se entretuvo a hablar con todo el mundo que se acercó a ella, escuchó y les dedicó unos
momentos, de forma agradable, haciéndoles sentir tan únicos como se lo estaban haciendo sentir a
ella.
Sabía que sus padres iban a estar orgullosos. Su aventura había acabado mucho mejor de lo
esperado.
Ahora ya no era una pesadilla, se había convertido en un sueño.
Capítulo 32
Laurent interceptó a Lucía cuando un par de críticos la dejaron ir, no se dio cuenta de su
presencia, así que la tomó de la cintura y la acercó a él. Ella dio un respingo y, cuando lo
reconoció, abrió los brazos y se aferró a su cuello con sumo cariño.
—Les ha gustado —susurró Lucía sin soltarlo.
—Has triunfado, enhorabuena.
Lo dejó ir, pero no se alejó. Mucha gente esperaba para hablar con ella, aunque esta decidió
quedarse con él un poco más.
—Estás muy guapo —le dijo mientras una lágrima se escapaba de su ojo.
Ya no podía aguantar la alegría, no paraba de parpadear y agradeció que fuera con él y no con
un periodista o persona desconocida.
Laurent tomó el pañuelo que sobresalía del bolsillo de su chaqueta, lo dobló y limpió el rastro
que dejó su lágrima en su rostro.
—¡Oh, no! Se te va a manchar —exclamó tratando de apartarse.
—Es solo un pañuelo, lo meteré en la lavadora y seguirá igual de perfecto que tú.
Su amigo era un adulador, pero agradeció sus palabras. Necesitaba un alguien de su circulo
ante tanto extraño y emoción, alguien que le hiciera sentir segura en un mundo desconocido.
—Estás radiante y después del miedo que he visto que has pasado, me cuesta reconocerte en
pantalla —comentó.
Eso era cierto, de hecho, a ella misma le había costado verse de esa forma. La cámara no había
captado su timidez y miedos, parecía ser el personaje que debía. Estaba sorprendida porque había
actuado mucho mejor que los recuerdos que tenía en la mente.
—Te dejo que van a robarte en pocos segundos. Disfruta de tu noche —le deseó.
Lucía le besó su mejilla con sumo cariño.
—Gracias.
—Esto lo has hecho todo tú, Bambi.
***
—Si sigo de pie me arranco los dedos de lo pies —bufó Lucía cayendo sobre la silla libre
colocada al lado de Amaya.
Gimió al descansar las piernas, no se quejaba de la gran noche que estaba viviendo, pero sí de
la tortura en la que se había convertido el soportar el dolor de pies que la estaba matando.
—Jax me ha dicho que tienes que bailar con él —rio Amaya.
Le acercó una copa de cava, una que aceptó y bebió a pequeños sorbos. Tenía la garganta seca,
pero no quería salir borracha sabiendo que muchos objetivos de cámaras estaban sobre ella.
—¿La prensa será muy dura si bailo sin zapatos? —preguntó liberando uno de sus pies.
Mark, sentado al otro lado de su amiga, rio sin poder evitarlo.
—Es tu noche, no dejes que un zapato te la amargue —le dijo.
Tenía razón. Si a la prensa le importaba si iba calzada o no es que se aburrían demasiado.
—Te voy a hacer un regalo, para que veas lo buena amiga que soy.
Amaya tomó su bolso de mano, lo abrió y de él sacó algo que le dibujó una sonrisa radiante.
Eran unas bailarinas color rosa palo que se doblaban sobre sí mismas. Ese sí era un motivo para
arrancar a llorar.
—Eres la mejor —sentenció Lucía.
Las tomó y se apresuró a quitarse los tacones para enfundar sus pies en aquel invento
maravilloso del ser humano. Gimió al sentir placer y supo que no se merecía una amiga como esa,
la había hecho la mujer más feliz del mundo.
—¿Y vosotros qué? ¿Habéis bailado? —preguntó.
Amaya y Mark se miraron.
—Un par de veces —contestaron al unísono.
—¿Ves el asco que dan? Ya hablan a la misma vez —comentó un recién llegado Laurent—. Les
pasa durante el rodaje cientos de veces. Yo les digo que follen ya, pero les está costando.
Lucía asintió estando de acuerdo con las palabras de su amigo. Sabía que aquellos tortolitos
estaban locos el uno por el otro, pero los problemas de Amaya estaban haciendo que atrasasen lo
inevitable.
—Señores, vengo a robarles a la estrella de la noche —anunció Jax llegando ante ellos.
Al parecer la prensa y el resto del mundo acababa de dejarles, ya había acabado la ronda de
preguntas, elogios y palabras dulces que habían tenido. Ahora les tocaba disfrutar de una fiesta
que ya se acababa.
—Le he pedido al DJ que pinchara una canción más —comentó Jax.
Y eso ocurrió y no fue una cualquiera, era la misma que habían bailado la noche que se
conocieron. Ya no había antifaz entre ellos porque se conocían a la perfección, pero el gesto fue
tan dulce que no supo cómo agradecerlo.
Lucía se levantó dispuesta a disfrutar de esa canción tan especial que tenían en común.
Fueron hacia la pista de baile de la mano y, al llegar al centro, se olvidaron del resto para
mirarse ellos. El mundo entero desapareció cuando se unieron el uno al otro, como si ese momento
pudiera transportarlos al instante en el que se conocieron.
Conocían los pasos y la melodía, aunque esta vez tenía un toque mucho más especial. Sintieron
en la piel y el alma cada una de las notas de aquella canción, de hecho, Lucía notó cómo se le
erizaban los cabellos de todo el cuerpo.
Si hubiera podido hablar con la Lucía de aquel día le hubiera dicho cientos de cosas y dado
muchos consejos que la hubieran ayudado a hacer el camino más fácil, sin embargo, lo que más
deseó decirse a sí misma fue: todo irá bien.
Podía ser un «cliché», pero era justo lo que había sucedido.
Bailaron aquella canción mirándose a los ojos, esta vez no había antifaz nada que lo ocultase,
podían verse completamente. Sonrieron cómplices un par de veces ignorando que se quedaron
solos en la pista de baile.
Todo el mundo les concedió esa intimidad que necesitaban. Para nadie era un secreto que
estaban juntos, eran el romance más comentado de internet y, sorprendentemente, ya no le
importaba lo que dijera la prensa.
La música acabó y los focos que los seguían se detuvieron enfocándolos en el centro de la
pista. Lucía estaba con los brazos alrededor del cuello de Jax y los de él en su cintura, inmóviles y
sonrientes.
Jax descendió hasta cubrir su boca, esa sí fue una noche mágica.
***
Laurent estaba emocionado y no dudó en mostrarlo saltando desde la cocina, cargado con
palomitas, hasta el sofá donde lo esperaban besándose Amaya y Mark. Sin importar ese momento
íntimo, saltó a su lado provocando que dieran un brinco y chocaran frente con frente.
—Uy, perdón —rio sin remordimientos ninguno.
—Lo has hecho a posta —recriminó Amaya.
No lo negó porque no podía.
Encendieron su enorme televisor. Pasaba poco por su casa, pero un acontecimiento como ese
debía celebrarse ahí.
Jax y Lucía tenían una entrevista en la cadena más importante del país, allí promocionarían su
película. La cual estaba siendo éxito en taquilla y número uno en cientos de países.
Aquellos dos habían roto el molde y él se alegraba.
—¡Mírala! ¡Está preciosa! —gritó Amaya dando palmas cuando la presentadora les dio pase a
los dos.
Laurent estuvo de acuerdo con su amiga, Lucía estaba radiante. Vestía un elegante vestido negro
con un escote de infarto, llevaba un par de detalles dorados que lo hacían muy elegante. Llevaba
el cabello recogido a un lado y lo culminaron con unos labios rojos cual fresa.
Los dos caminaron, muy seguros, hasta el sofá donde les pidieron que tomaran asiento. La
presentadora estaba en su silla de honor, mirando a los dos invitados con una cálida sonrisa.
Después de visionar el tráiler de la película, hicieron un par de preguntas reglamentarias y
sacaron el tema de lo desconocida que era ella hasta ese momento. La prensa había enloquecido
con aquella historia de amor, como era pasar de nada a todo en unos pocos meses.
—¿Y cómo está vuestra relación ahora? Tengo entendido que Jax está rodando bastante lejos
—preguntó la presentadora.
Lucía fue a contestar, pero él la cortó tomándole la palabra. Laurent frunció el ceño porque eso
no era propio del educado de su amigo, de hecho, siempre solía dejar hablar a todos en las
entrevistas y, en esa, había llevado la batuta todo el tiempo.
—Bueno, Karen. Ese es un tema que no me gustaría tratar aquí, pero nuestra vida es pública y
el público merece saberlo.
Lucía frunció el ceño de la misma forma que Laurent lo hizo segundos antes.
—Cierto es —comenzó Jax—, que nos conocimos de forma atípica. A mí me pidieron mostrar
la química que tenía con una desconocida, pero nunca pensé que Lucía pudiera calarme tan hondo.
Estoy muy agradecido con ella y con el esfuerzo inmenso que ha hecho, he sido consciente de ello
día a día. Quiero que quede presente que se ha dejado la piel cada segundo del rodaje.
La sonrisa regresó al rostro de la muchacha, estaban diciendo cosas muy bonitas de ella. Es
más, él tomó una de sus manos entre las suyas y la apoyó sobre su rodilla mientras seguía
hablando.
—Pero debo ser franco. Cuando grabas y finges amar pueden surgir sentimientos
contradictorios con esa persona. Creamos relaciones especiales durante el tiempo del rodaje y eso
es lo que nos ha pasado. Ahora, que todo ha acabado, me doy cuenta que siento por ella un cariño
inmenso y que seré su amigo toda la vida.
La boca de Laurent se abrió, no pudo dar crédito a las palabras de su amigo, de hecho, estaba
convencido de que todo el país le pasaba lo mismo.
—¿Estás diciéndome que no estáis juntos? —preguntó la presentadora.
—Eso mismo. Lo hablamos largo y tendido y llegamos a la conclusión de que somos grandes
amigo. Hemos vivido un hermoso romance, aunque no somos compatibles como pareja. A pesar de
todo, nos queremos y seguiremos en la vida del otro mucho tiempo.
Amaya se dejó caer al suelo de rodillas, como si necesitase estar más cerca del televisor para
escucharlo.
—¿Qué está ocurriendo? —preguntó aturdida.
—La está dejando en directo —sentenció Laurent.
Se levantó a toda prisa haciendo saltar por los aires las palomitas, su corazón se congeló
siendo incapaz de seguir latiendo. Miró el rostro de Lucía, el cuál permanecía pétreo e inmóvil.
—Sé firme, Bambi, no le des el lujo de destruirte en directo —le susurró a sabiendas de que no
lo escuchaba.
—¿Y ese baile el día del estreno? Porque todos sentimos que lo vuestro era una historia de
película —preguntó la presentadora, atónita.
Lucía carraspeó, pero fue incapaz de decir nada. Eso sí, todos pudieron ver como liberaba su
mano de entre las de Jax y las colocaba sobre su regazo. Él le estaba dando carnaza a los
periodistas.
Y ella estaba muriendo en directo.
—Esa fue nuestra forma de despedirnos de nuestro lado romántico y pasamos a ser amigos. De
hecho, la prensa pudo certificar que la dejé en su apartamento y no subí —explicó Jax.
Amaya comenzó a caminar en círculos por el comedor a pesar de que Mark trató de detenerla.
Laurent, en cambio, se quedó allí mirando al que decía ser su amigo destruir a una joven
inocente. Ella estaba enamorada de Jax de una forma tan profunda que no fue capaz de comprender
cómo era tan mezquino de hacerle eso en antena.
—Estoy convencida de que todo el mundo siente vuestra ruptura —aseguró Karen.
—Bambi… —susurró Laurent.
La entrevista duró apenas unos segundos más. Lucía logró reponerse y habló como si nada
demostrando lo buena actriz que era, nadie que no la conociera sabría el dolor que estaba
sufriendo.
Y cuando llegaron los cortes publicitarios, Laurent saltó el sofá directo a buscar el teléfono.
Mark y Amaya la imitaron, buscaron sus dispositivos mientras él llamaba a Lucía, el corazón se le
detuvo con cada tono, aunque nunca llegó a descolgar.
—No lo coge —sentenció abatido.
Amaya lo probó obteniendo el mismo resultado y Mark también lo hizo. Estuvieron sin
hablarse durante largos minutos llamando sin parar a Lucía y colapsando su móvil a mensajes.
—Un momento, si la llamamos todos a la vez puede que no le entren las llamadas. Dejadme a
mí —pidió tratando de poner cordura a aquella historia.
Lo hizo, lamentablemente obtuvo el mismo resultado.
Laurent cogió las llaves de su coche y las agitó en alto atrayendo la atención de todos los
presentes. No hizo falta decir nada más, iban hacia allí para ir buscarla. Si el mundo se destruía
querían que supiera que ellos estaban para cuidarla.
Todo iría bien.
—¿Cómo se atreve a ser tan cerdo? —preguntó Amaya escaleras abajo.
Laurent no lo sabía, pero iba a averiguarlo.
***
Poco antes…
El mundo de Lucía se vino abajo en directo. Apartó la mano de Jax como pudo y trató de
mantener el control. Apenas era capaz de creer lo que decía, casi sintió el impulso de pellizcarse
para certificar que no se trataba de un sueño.
Todo había sido irreal, él no la amaba y eso rompía su corazón el mil pedazos.
No supo de dónde sacó fuerzas para acabar esa entrevista, no obstante, lo hizo y lo soportó
hasta el corte publicitario.
En ese momento, Jax se giró para encararla, aunque ella no fue capaz de soportarlo. Pidió ir al
excusado y salió de allí como si el mismísimo Lucifer la persiguiera. Corrió por aquellos pasillos
en cuanto comprobó que nadie la seguía.
Alcanzó la salida y, al abrir a toda velocidad, topó de bruces con el pecho del conductor de
Jax. Este la sostuvo con fuerza para evitar el golpe y trató de ponerla en pie cerciorándose de que
se aguantaba en pie.
—Sé que no es tu trabajo, pero, ¿puedes sacarme de aquí? —preguntó desesperada.
Ya no había máscara o actuación posible, el derrumbe de todo su mundo no estaba dejando
supervivientes y se lo estaba llevando todo consigo.
El conductor no contesto o, quizás, ella no lo escuchó, así que su desesperación se hizo más
que evidente.
—¡Te pagaré lo que me pidas! —gritó.
Él le tomó una mano tratando de ayudarla a mantener la calma, aunque ya no era posible. Era
como si acabasen de abrir las puertas de una presa llena de agua e intentasen controlar el agua
desbocada.
—Suba al coche, señorita.
Corrió sin mirar atrás por miedo a que alguien la siguiera, aunque, en lo más profundo de su
corazón quería que fuera Jax quién viniera tras sus pasos y le dijera que era una cámara oculta.
—¿A dónde la llevo? —preguntó el conductor minutos después.
—Al aeropuerto —contestó.
Su móvil sonó en su bolso lo que hizo que rebuscara hasta encontrarlo. Tenía cientos de
llamadas, las cuales no había oído hasta el momento. No pensaba cogerle a nadie el teléfono,
ahora no podía.
Miró sus mensajes y descubrió que el director Owen le había escrito.
Owen: «Pedí que me impresionara, nada más. Nunca le pedí lo que te ha hecho, lo lamento».
Al parecer ya todo el mundo sabía de su humillación. Rehusó entrar en las redes sociales para
ver lo que se decía de ella. Necesitaba alejarse de todo aquello. Acababa de comprobar lo
horrible que podía ser ese mundillo.
Amaya, Laurent y Mark colapsaron su teléfono de tal forma que le resultó abrumador y arrancó
a llorar. Sus padres y hermanos también llamaron y cientos de conocidos que tenían su número.
Y ella necesitaba escapar de todo eso o acabaría sucumbiendo en la oscuridad.
***
Todo el mundo buscaba el paradero de Lucía. Su familia y amigos llevaban varios días sin
saber de ella salvo por un par de mensajes que ella misma había escrito pidiendo tiempo.
—Deberíamos ir a la policía —sentenció Amaya.
—¿Y qué le decimos? Ella misma da señales de vida, no es víctima de un secuestro ni nada
parecido. No creo que nos hagan caso.
Laurent quería encontrarla tanto como nadie, sin embargo, llegaba a comprender el dolor que
estaba sufriendo. Necesitaba ocultarse un poco antes de regresar a su vida y enfrentarse a una
realidad que dolía.
—¡Hace cinco días que no sé de ella! —bramó Amaya desesperada.
Mark la abrazó mientras el resto del set de rodaje los miraba. Estaban en uno de los descansos
entre toma y toma, y en ellos se dedicaban a tratar de contactar con Lucía.
Todos los miraban sabiendo bien qué era lo que intentaban conseguir. Además, estaban
pendientes de la televisión para saber si la prensa era capaz de encontrarla y poder así dar con
ella.
—Te envía mensajes, aparecerá pronto — la reconfortó Mark.
Laurent esperó que así fuera. Estaba volviéndose loco, no tenía idea alguna de dónde podía
encontrarse y quien se estaba topando con ella parecía encubrirla. No les culpaba, cualquier
persona era capaz de comprender el dolor que estaba sufriendo.
—Necesito un poco de aire —avisó antes de salir de aquel lugar.
Amaya estaba al borde de un ataque de nervios y eso no le ayudaba demasiado a mantener el
control.
Salió del edificio donde estaban grabando aquel día dejando que el aire le golpease la cara con
fuerza. Cerró los ojos pidiendo al cielo que aquella mujer estuviera bien. Puede que convenciera a
Amaya de ello, pero él dudaba minuto tras minuto.
Tomó su teléfono y la llamó, siempre lo hacía y no conseguía nada; tampoco esperaba
conseguirlo esa vez.
—¿Sí?
Laurent se congeló en el momento en el que sintió su voz.
—¿Bambi? ¿Cómo estás? Estamos muy preocupados por ti. ¿Estás en la ciudad?
El silencio entre ambos se hizo demoledor, lo que hizo que su corazón sufriera un vuelco, fue
como si estuviera a punto de sufrir un infarto.
—¿Tú también has sido una mentira?
Su voz entrecortada indicaba que había llorado y mucho. Apenas podía articular sílaba sin
temblar, aquello le rompió el corazón.
—Por supuesto que no. No sabía lo de Jax, de corazón. Yo nunca te haría eso, Bambi.
Ella no dijo nada, pero escuchó un sollozo. Laurent lo vio todo rojo, Jax no se merecía el aire
que respiraba.
—Escúchame, déjame verte, comprobar que estás bien. Tienes a muchas personas
preocupadas. No les diré dónde estás, pero les confirmaré que todo está bien.
Lucía se ahogó en sus propias lágrimas.
—Nada lo está, Laurent.
El corazón de aquel hombre se quebró al escuchar aquello. El llanto de esa mujer era real, el
de una persona que acababa de vivir algo horrible a manos de una persona que fingía amarla.
—Lo sé, Bambi. No puedes esconderte en un agujero, no debes hacerlo. Tienes gente en la que
apoyarte y salir de ahí.
Él iba a estar al pie del cañón le gustase a ella o no. No iba a salir de su vida solo porque Jax
le hubiera roto el corazón.
—He estado pensando mucho y tuve las señales delante de mí todo el tiempo. Siempre
aparecía la prensa cuando me besaba, no quería subir al hotel a tener sexo, se embarcó en otro
proyecto sin tener tiempo para estar conmigo. Nunca se interesó en mi vida o en contarme la suya.
Le he seguido como una fan enamorada de la idea que la prensa ha creado. No es el hombre que
yo creía.
Laurent también llegó a esa misma conclusión días atrás, haciendo un repaso de toda la
relación.
—Bambi, sé que ahora duele, pero vas a salir de esto más fortalecida que nunca. Vuelve a
casa, deja que los que te quieren de verdad cuiden de ti. Amaya lleva días sin dormir esperando
una señal tuya.
Lucía respiró profundamente.
—Yo solo quiero llorar —confesó la joven.
Laurent a duras penas logró tragar el nudo que se le acababa de formar en la garganta.
—Y seguirás haciéndolo, pero con el calor de la gente que se preocupa por ti. Escúchame, lo
que has vivido es una putada, lo sé, no obstante, y a pesar de que ves el mundo muy oscuro, todo
mejorará.
Ella no lo creyó y no le hicieron falta palabras para saberlo.
—No puedo confiar en nadie —confesó Lucía.
Era muy lícito y dada la situación era una postura más que aceptable. Todas las rupturas eran
difíciles, pero esa lo era muchísimo más. No era nada común que te dejasen en directo y una
persona tan conocida como Jax.
—Por favor, Bambi, vuelve a casa.
Ella bufó dándose por vencida lo que alegró a Laurent hasta el punto de dar un leve brinco.
—Gracias.
—Tampoco es que pueda huir eternamente.
Lucía tenía razón, sin embargo, no importaba. Estaba contento de tenerla de nuevo y eso
ayudaría mucho a Amaya.
Hablaron un poco más, lo justo para decir que buscaría el primer vuelo que saliera y que
volaría hasta casa. Él mismo iba a estar allí para recogerla y en casa su querida amiga, la que
esperaba que estuviera más tranquila que los últimos días.
***
—¿Estás seguro de que dijo este vuelo? ¿No te has equivocado de día o de hora? —preguntó
Amaya al borde de un ataque de nervios.
Laurent asintió por décima vez. Estaba claro que, por mucho que lo repitiera, ella no lo iba a
creer hasta ver a Lucía aparecer por la puerta de embarque.
Cuando apareció tuvieron la sensación de que acababan de pasar diez años. Lucía, o lo que
recordaban de ella, no se parecía en nada a la mujer que caminó hacia ellos. Era una pobre alma
perdida, con ojeras kilométricas y moño desaliñado que se hacía pasar por ella.
Amaya la abrazó sin darle tiempo a soltar la pequeña maleta que la acompañaba.
—Cariño, me has tenido muy preocupada. ¿Estás mejor?
Lucía asintió. Antes de proseguir se dio un par de besos con Mark y agradeció la preocupación.
Y a él lo dejó para el final.
—Laurent —dijo de forma seca.
—Hola, Bambi —contestó él siendo incapaz de imitar su mismo todo de voz.
Le picaban las manos porque quería hacer lo mismo que Amaya, aunque temía que, por haberlo
conocido la misma noche que a Jax, no quisiera volver a saber nada más de él.
Ahí sí que se descolgó el bolso que llevaba y se lo tendió a su amiga. Justo después, giró sobre
sus talones dispuesta a encararlo y cuando ya creyó que iba a decirle que no deseaba saber de él:
lo abrazó.
Se quedó congelado al instante, sus brazos lo rodearon con fuerza dejando que su mentón
descansara sobre su hombro derecho.
—Gracias por hacerme volver —susurró.
Eso le hizo feliz, ser tan insistente le había funcionado para traerla de vuelta a su hogar, así
pues, conseguiría que fuera la Lucía que tan bien conocía. Tarde o temprano olvidaría a ese ser tan
horrible que destrozó su corazón.
—De nada, querida. Las fiestas no son lo mismo sin mi arlequín favorita y tenemos muchas que
celebrar.
Lucía se quedó congelada.
—Antes me gustaría un par de días para volver a la normalidad —dijo casi suplicante.
Laurent sintió ternura hacia ella.
—Por supuesto, podemos esperar lo que necesites, aunque no mucho. Tu representante, que
también me lleva a mí y no solo a la cucaracha, te ha organizado entrevistas en los medios más
importantes del país. Vas a promocionar la película y a demostrarle al mundo que eres fuerte.
Ella palideció por momentos, lo que provocó que él le tomara el pulso en el cuello. Lo fulminó
con la mirada y no tuvo muy claro los motivos.
—¿Qué? Soy un hombre pasional y mi deseo más oscuro es restregarle a ese insecto que lo has
superado y que no vale ni una de esas lágrimas.
Lucía no pudo más que envolver su brazo alrededor del suyo y volver a apoyar su rostro contra
su hombro, salvo que esta vez, lo hicieron camino al coche que les esperaba en la puerta.
Y Laurent iba a encargarse de que no volviera a escaparse, aunque eso significase atarla a su
cama el resto de su vida.
—¿A dónde vamos? —preguntó Amaya.
—Mi casa está cerca. Vamos a Villa Laurent, el impero de la fiesta y la perversión.
Amaya se pellizcó el puente de la nariz.
—Por favor, no cuentes otra vez lo del dedo en el culo.
No lo haría, pero porque todos allí sabían esa anécdota. Por suerte tenía suficientes como para
entretenerlas semanas. Tal vez, cuando las aguas regresasen a su cauce, buscaría a un escritor de
renombre para escribir sus memorias.
Tal vez.
Capítulo 36
***
—¡Llegamos tarde! —gritó Lucía aporreando la puerta del baño como si la vida se le fuera en
el intento.
Amaya abrió, con mirada furibunda hizo que se callase y no hablase hasta pegar un par de
sorbos al café que le traía. No tenía un buen despertar y sabía cómo tratarla, algo que la ayudaba a
sobrevivir.
—Es mi último día de rodaje. ¿No debería ser yo la más contenta de las dos? —preguntó
Amaya.
Ambas tomaron el ascensor de su bloque de pisos. Iban a ir juntas al set, ya habían pedido el
permiso correspondiente. Después de esas escenas iban a ser libres, cosa que pensaba aprovechar
para tomarse unas vacaciones.
Subieron al coche de Amaya y se dirigieron hacia el rodaje.
—¿Has hablado con Laurent?
Aquella pregunta la sorprendió, parpadeó un poco antes de asentir sabiendo bien que la miraba
de reojo.
—Estaba muy preocupado, no quiere decepcionarte como hizo…
Amaya no acabó la frase, sin embargo, ambas supieron que se refería a Jax. Él había llenado
inmensidad de conversaciones y, al parecer, algunas más. Es como si no pudiera desprenderse de
él.
—Comprendí que él nunca me hará eso. Son personas diferentes, aunque entrasen en mi vida el
mismo día.
Eso hizo cambiar el semblante de Amaya.
—Yo también quería hablar contigo… —comentó su amiga.
Lucía no quiso creer que estuviera a punto de escuchar aquello, casi pudo visualizar sus
palabras en su mente como si fuera capaz de vaticinar lo que sus labios dejarían salir. A pesar de
todo, la dejó hablar.
—Siento mucho haberte llevado de acompañante ese día. Si hubiera ido sola, Jax no hubiese
entrado en tu vida.
Lucía puso los ojos en blanco.
—Y si tú no hubieses sido el espermatozoide ganador nunca nos hubiéramos conocido.
Además, gracias a eso he vivido una gran aventura. Y, de no haber ido, Laurent y yo no nos
conoceríamos y no odiaría que me llame Bambi.
Ambas rieron, al fin y al cabo, la vida era un camino y cada uno elegía con qué quedarse. Lucía
pudo escoger quedarse sumida en su dolor, regodearse en él y dejar que un hombre egoísta la
hundiera, a pesar de eso, tomó lo bueno como bandera.
Ahora era feliz y agradecía ese día.
El camino con Jax la había llevado a muchas cosas buenas y por eso no deseaba renunciar a lo
malo.
—Te quiero, Lucía.
—Y yo a ti.
Ese sentimiento era real.
Y eterno.
Podían tener alguna riña puntual, pero siempre conseguían arreglarlo. No importaba lo mucho
que les pasara, ellas lograban seguirse viendo. Y así sería el resto de su vida sin importar la
distancia.
—¿Volverás a actuar? —preguntó Amaya.
No podía negar que le habían llovido las ofertas después de todo el escándalo.
—Todavía es pronto para saberlo. Necesito pensarlo un poco más.
Y tiempo tendría si lo necesitaba.
Capítulo 37
***
—¡Esa es mi Bambi!
—¡No la animes! ¡Se ha vuelto loca! —gritó Amaya.
La reacción de su amiga fue desmedida cuando días después la prensa se volvió loca con la
noticia. Cualquier tipo de medio, digital o en papel se hizo eco de aquel escándalo y eso provocó
que muchas mujeres, que habían vivido lo mismo, salieran a la luz.
A pesar de su enfado, agradeció el gesto. Habían hecho algo increíble para ayudarla y no podía
ser una desconsiderada. Ellos mostraron un amor tan fuerte e incondicional hacia ella que no pudo
más que emocionarse.
—Sois tontos, os podría haber pasado algo —se quejó.
—¿Qué les va a pasar? Si mi Bambi ha evolucionado a Rambo, ya nada puede con ella.
Lucía rio.
Miró el paisaje y no reconoció la zona. A decir verdad, no tenía muy claro a dónde la llevaban
lo que hizo que temiera un poco. Solo esperaba que no fuera nada televisivo o se volvería loca.
Ya había tenido suficiente del mundo de la interpretación.
—¿A dónde vamos? —preguntó casi sacando la cabeza por la ventana como si de un perro se
tratase.
Laurent, asustado, la tomó por la cintura y tiró de ella hacia dentro.
—Pero, ¿a ti que te pasa con las ventanas? —se quejó.
Cuando volvió a colocar su trasero en el asiento y Laurent logró subir la ventana, se relajó a su
lado.
—Vamos a una fiesta que ha preparado Yvonne, vuelve a estar en la ciudad y ha querido
celebrar que tiene vacaciones y que hemos acabado el rodaje. ¿Te acuerdas de ella?
Su mente tardó un poco, pero logró saber de quién se trataba. A aquella mujer también la
conoció el mismo día que a Jax y Laurent. Había sido muy agradable con ella y la recordaba con
cariño. Al parecer y después de tiempo en ese mundillo, les gustaba celebrarlo todo.
Y allí llegaron, a una auténtica mansión infestada de gente en una fiesta de dimensiones épicas.
Entraron sin que nadie les pidiera invitación. Supuso que al ser caras conocidas no hacía falta
algo semejante.
Cruzaron el jardín y no pudo evitar mirar hacia la piscina, la cual estaba llena de gente
también. Ella no llevaba traje de baño, aunque eso no importaba porque no pensaba meterse en
aquel caldo de cultivo de alcohol y escapes varios.
La anfitriona de la fiesta salió a recibirlos con un abrazo a cada uno, el de Lucía fue más largo
produciendo que ella frunciera el ceño. Sabía que quería ser amable, no obstante, no necesitaba
que todo el mundo le tuviera lástima.
—Es un honor tenerte aquí. Disfruta de esto.
Eso pretendía, aunque no tuvo claro si iba a ser capaz de conseguirlo. Miró a su alrededor y le
dio la sensación de que habían empezado hacía horas sin ellos. algunos, llevaban tanto alcohol en
sangre que ya era peligroso.
—Ven, vamos a jugar a los dardos —ofreció Laurent.
Ella no se negó, además, quería ver un poco más el lugar donde estaban.
Quiso caminar, de verdad que lo intentó, pero un tumulto de gente los rodeó. Alcanzó a sentir
que iban hacia la piscina, un lugar alejado al que querían ellos. Lucía los empujó un poco
pidiendo permiso para pasar y no la escucharon.
Al final su salvador Laurent la sacó de allí tomándola por la muñeca y pegando un fuerte tirón.
—Gracias.
—De nada, Bambi.
Capítulo 38
Llevaba horas en aquel lugar y estaba cansada. Lo malo era que no había venido sola y tenía
que ir a buscar al resto del grupo para ver si pensaban quedarse mucho más. Ella no iba a
amargarle la fiesta a nadie y bien podía pillarse un taxi para regresar a casa.
Trató de llamar a Amaya, no lo cogió y no le sorprendió, con el volumen de la música era un
milagro que pudieran escuchar sus propios pensamientos.
Caminó de una sala a otra tratando de encontrar a alguno de los tres. Todo el mundo la detuvo
para invitarla a una copa o para decir lo feo que había sido lo que había vivido.
Ella se armó de paciencia, al final acabó abriéndose paso a codazos sin remordimientos
alguno.
Alzó la vista un instante y pudo ver cómo Laurent bajaba con una mujer espectacular y rubia de
su brazo. Eso le hizo recordar una conversación que tuvieron un día en el que hablaron de sus
gustos. Ella entraba en su categoría favorita, lo que la convertía en un ligue.
Algo en su estómago se removió, pero decidió creer que era la ingesta masiva de alcohol.
Laurent, al verla, fue en su dirección sin soltar a la acompañante. Fue el momento de Lucía de
desear que el mundo que se la tragase y la escupiera lejos de allí.
—¡Bambi! —gritó cuando vio que se ocultaba entre la multitud.
No tenía escapatoria, tarde o temprano iba a tener que enfrentarse a él le gustase o no. Así
pues, tomó una bocanada de aire y fingió su mejor sonrisa, la que le hiciera parecer una amiga
ideal.
—Te presento a Natasha, estuvimos rodando hace unos años. No habíamos vuelto a vernos
desde entonces.
La espectacular Natasha se acercó a ella para darle dos besos, ella siguió el gesto por pura
educación y no porque desease ese contacto.
—Un placer.
Laurent contó un par de batallitas antes de que estuviera cansada de una tercera. No iba a dejar
que hablara más de aquel tema o iba a arrancarse los oídos ella misma para no tener que oírlo.
—Estoy cansada. Dile a Amaya y Mark que me he ido a casa.
Laurent, al escucharla, frunció el ceño, confuso y la agarró por el codo.
—¿Cómo que te vas? —preguntó.
Lucía se encogió de hombros intentando quitarle importancia al asunto. Solo deseaba volver a
su casa y dormir un par de horas.
—Estoy cansada, llamaré a un taxi.
No le dio tiempo a contestar. Aprovechó el ruido que produjo alguien al romper un jarrón para
ocultarse entre la gente y salir corriendo de allí. Solo tenía que bajar un piso antes de salir al
exterior.
—¡Lucía! —gritó Laurent a sus espaldas.
Quiso librarse de él, no quería lidiar con ese hombre y no iba a hacerlo porque su amigo
quisiera. Tenía derecho a elegir cuándo hablar y cuándo no, así pues, solo pedía poder tumbarse
en el sofá y descansar.
Sabiendo que la interceptaría en las escaleras, decidió abrir una de las docenas de
habitaciones que tenía la casa y esconderse. Cerró con los ojos cerrados dándole al cielo las
gracias por ello.
—Hola —dijo una voz conocida.
Lucía se congeló, no supo cómo fue capaz de girar sobre sus talones ni como siguió en pie
cuando vio a Jax con Yvonne en una cama de matrimonio. Los dos estaban semidesnudos lo que
significaba que estaban a punto de tener relaciones sexuales.
La anfitriona se escabulló de debajo de él y se tapó con una sábana. Fue el momento en el que
se sonrojó avergonzada.
—Lo siento mucho, Lucía, de verdad. Sé que no está bien esto… —se justificó.
Pero ella no pudo escucharlo, solo pudo toparse con el hombre que la había humillado
públicamente ante todo el mundo y del que no sabía nada desde aquella noche.
—¿Por qué? —preguntó tartamudeando.
Jax, sin pudor ninguno, contestó.
—Te necesitaba.
Esa respuesta dolía porque era la peor que podía darle. En su mente se había imaginado cientos
de veces cómo sería estar ante él algún día, la de veces que le pediría perdón por romper su
corazón de aquella forma. Al no hacerlo supo que era cierto, aquel hombre era un monstruo.
Alguien abrió la puerta empujándola suavemente para conseguir colarse dentro de la
habitación.
—Joder, por fin te encuentro, Bam…
No acabó la frase. Miró la escena que se abrió ante él como si de una película de terror se
tratase.
—¿Cómo fuiste capaz? Éramos amigos —preguntó Laurent reprochándole su actitud.
Este, sin rastro de preocupación alguna, contestó.
—Y podemos seguir siéndolo. No tengo problemas con ninguno de los dos, pero si te decía lo
que estaba haciendo hubieras ido a decírselo. La cuidas como si fuera tu hermana pequeña.
Laurent era un hombre de impulsos y eso hizo. Caminó a toda velocidad hasta Jax y, sin mediar
palabra, le propinó un terrible puñetazo en toda la cara. Lo hizo con tal fuerza que lo tiró al suelo.
—Vámonos, Lucía —pidió mortalmente serio.
Ella decidió asentir, prefería mil veces a Laurent antes que a Jax.
Antes de salir, pasó por delante de Yvonne. Se detuvo en seco mientras se entretuvo en
colocarle los hombros del vestido, que a toda prisa se había puesto, bien.
—Una fiesta fantástica, querida, pero tienes un mal gusto con los hombres increíble —
sentenció antes de llevarse a Lucía de aquel lugar.
***
—¡Déjame! Sé andar —se quejó Lucía.
A Laurent no le importaron sus quejas, siguió tirando de ella como un padre de un niño rebelde
y no se detuvo hasta salir de la casa. Justo entonces la soltó, como si aquel lugar estuviera lo
suficientemente lejos de Jax.
—Pero, ¿por qué has huido de mí? —preguntó él.
Lucía se encogió de hombros queriendo mostrarse tranquila.
—No hui, solo te dije que me iba.
Él enarcó una ceja mostrando que no la creía ni un poquito.
—Claro y te metes en la habitación del amor con Jax. ¿Has vuelto con él? ¿Es todo esto un
montaje?
Lucía quiso abofetearlo, no obstante, se contuvo. Completamente ofendida, lo ignoró y comenzó
a caminar hacia la calle para poder irse de aquel lugar antes de que acabase haciendo algo de lo
que pudiera arrepentirse.
—¿A dónde vas? —preguntó Laurent cortándole el paso.
Ella no se atrevió a mirarlo a los ojos. Luchó por sortearlo, sin embargo, él no se lo puso fácil
y no la dejó seguir. Así pues, sus nervios explotaron por los aires.
—¿Cómo te atreves a decirme que es un montaje? ¡Me has visto llorar por ese cerdo! Yo solo
quería irme de esta fiesta y cuando has venido con Natasha la fantástica pues he querido darte
espacio. ¡¿Cómo te atreves a pensar eso de mí?!
Laurent no habló, aunque tampoco hicieron falta palabras. El dolor era tan desgarrador que él
pudo sentirlo como suyo propio. Se acercó a ella y la estrechó entre sus brazos, una vez allí, dejó
que una de sus manos tomase su cabeza mientras comenzó a acariciarla con cariño.
—Lo siento, Bambi. Te vi con él y colapsé, no pensé lo acertado. Después de lo mal que lo has
pasado no quería verte destruida.
Lucía se aferró a él. Se había convertido en la roca a la que agarrarse para no hundirse.
—Venga, te acompaño a casa. Llamaré a un Uber —comentó el actor antes de dejarla y buscar
su móvil.
Lucía se humedeció los labios mientras se debatía si hablar o no, al final, no pudo resistirlo y
tuvo que decirlo.
—¿Y Natasha?
Laurent sonrió como si acabaran de contarle un chiste.
—¿Qué pasa con ella? Nos hemos encontrado de casualidad y me ha dado la noticia de que ella
también ha sido contratada en la serie que te dije.
A Lucía se le cambió el rostro, hizo una mueca de desagrado que duró apenas un segundo, pero
él fue capaz de verla.
—¿Estás celosa? —preguntó divertido.
Ella supo que su amigo estaba loco, lo miró como si acabase de surgirle una nueva cabeza y no
se hubiera dado cuenta. Al final echó la cabeza hacia atrás y comenzó a reír a carcajadas.
Justo en ese momento llegó el Uber que habían pedido, así que no dudó en montarse a toda
prisa. Aquella noche se estaba haciendo demasiado larga como para soportarlo, necesitaba dormir
y olvidarse de todo.
Laurent se subió a su lado, a lo que ella contestó fulminándolo con la mirada.
—¿Qué haces?
—Yo también me voy a casa y vamos en la misma dirección. Te jodes y me aguantas.
Lucía, molesta se cruzó de labios.
—Pues mira qué bien —bufó.
Capítulo 39
Amaya y Lucía estaban sentadas en el enorme sofá nuevo que se había comprado. Estaban
viendo una película de terror que más que miedo daba risa, pero los actores tenían su mérito.
Ahora no podía ver nada en la tele sin pensar en todo el trabajo que tenía detrás. Era un poco
decepcionante porque no volvería a verlo con la inocencia anterior. Al mismo tiempo, ahora
parecía valorar mucho más lo que veía.
—Laurent dice de salir a cenar los cuatro —comentó Amaya revisando su móvil.
Lucía suspiró.
—Yo paso. Tengo mucha pereza. Haré una pizza —contestó.
No quiso tomar su teléfono para contestar, ya lo haría su amiga en su nombre. Quería acabar de
ver la película, cenar una pizza que tenía en el congelador y dormir un poco.
—Me apunto a la pizza, ya saldremos mañana —contestó Amaya.
Perfecto, tener compañía siempre resultaba agradable.
—¿Ya no te hablas con Laurent? —preguntó Amaya desviando el tema hacia lo que quería.
Lucía bufó, esa conversación se podría alargar años y sabía que acabaría contándolo, así pues,
se saltó toda la tortura y resumió.
—Sí, pero menos. Supongo que pasa en todas las amistades, a nosotras nos ha pasado.
Amaya apagó el televisor antes de sentarse mirándola con tanta intensidad que se sintió
completamente juzgada. Así pues, la imitó sentándose ante ella para tratar el tema.
—No es grave.
—¿Cuánto piensas huir de él?
Aquello la sorprendió. Frunció el ceño, confusa, sin comprender a lo que refería. Negó sus
palabras y creyó que estaba loca.
—¡Claro que lo haces! —exclamó Amaya.
Lucía se cruzó de brazos, su amiga había enloquecido y estaba para que la ingresaran en un
psiquiátrico.
—Estás loca —sentenció convencida de sus palabras.
Queriendo dejar la conversación, se levantó dispuesta a ir a la cocina para empezar a calentar
el horno. Una pizza podía hacer cambiar cualquier tema y ese comenzaba a cansarle.
—Si sigues así lo perderás —recriminó su amiga.
Lucía negó.
—No estoy haciendo nada malo.
Amaya se colocó entre el horno y ella, atrayendo su atención. Eso hizo que Lucía suspirara,
estaba claro de que no iba a dejarlo estar. Al final decidió dejarse llevar y tratarlo por si era
importante para su amiga.
—Llevas huyendo de él desde el principio y te jode reconocer que estás loca por ese hombre.
Lucía rio como si acabaran de contarle el mejor chiste.
—Sí, ríe para fingir que no es así, pero te conozco. Estabas loca por Jax porque eras como una
fan detrás de su ídolo favorito, aunque el que de verdad te gustaba era Laurent.
Negó con la cabeza.
—Si tan claro lo tienes, explícame en qué te basas para hacer esa afirmación tan loca —pidió
Lucía.
Amaya tomó la mano de su amiga y la condujo hasta la mesa del comedor. Si iban a hablar de
algo serio necesitaban estar sentadas.
—Yo no quería decir nada, pero te has encerrado en ti misma y es una locura. —Comenzó a
decir Amaya.
Su amiga estaba para encerrar.
—Bien, conociste a los dos el mismo día, pero has tenido relaciones distintas con ellos.
Cuando Jax te besó y se fue, hablaste con Laurent hasta dormirte. Ensayaste el beso con él y te
desbloqueaste con la escena de sexo cuando lo hiciste con él. Y no solo eso, habéis pasado todo el
tiempo juntos. En las fiestas siempre ha cuidado de ti en vez de irse a ligar y dormisteis juntos
cuando te emborrachaste disfrazada de arlequín. ¿Sigo?
Lucía se mantuvo unos segundos en silencio.
—Eso no significa nada —dijo restándole importancia.
Para Amaya no fue así, negó con la cabeza y siguió loca porque la escuchase.
—Sé porqué has dejado de hablar con él. Nos lo ha contado.
—Sabía que no se resistiría a contar lo de Jax.
Cuando su amiga frunció el ceño, sin tener muy claro a lo que se refería, se dio cuenta de que
no tenía ni idea de que se habían topado con él.
—No, él nos contó que te pusiste celosa al verlo con Natasha.
Lucía saltó de su silla como un resorte.
—¡No soy celosa! ¡Ni lo estoy! Por mí puede tirarse medio mundo si quiere.
Amaya la miró como si de su madre se tratara. Esa mirada lo dijo todo, lo que ella sabía y lo
que negaba fervientemente. Por desgracia todo lo que había dicho tenía sentido y era algo en lo
que había pensado recurrentemente.
¿Sería verdad?
—Hagamos un ejercicio juntas —propuso Amaya.
Llegados a ese punto solo quedaba ceder ya que no iba a conseguir nada huyendo sin más.
Volvió a sentarse y se sometió al experimento que su amiga quería hacer.
—Imagínatelo con Natasha.
Ese pensamiento no le gustó, sintió una punzada de algo en el estómago e hizo una mueca que
no pasó desaperciba.
—¿Ves? No pasa nada, no siento nada —repitió Lucía un par de veces.
Amaya no dijo nada, calló unos segundos dejándola con sus propios pensamientos. Y todo
explotó en su cabeza, como si hubiera encontrado algo que siempre había estado allí y que había
ignorado a propósito.
—No siento nada, ¿verdad? —preguntó algo desesperada.
Aquello resultaba confuso, sin embargo, si le preguntaban por Laurent no podía evitar esbozar
una sonrisa.
Siempre había estado con ella. No solo en el proceso de ruptura con Jax, también mucho antes.
Llevaba en su vida desde el primer día y ella había decidido obviar ese detalle que distaba mucho
de ser insignificante.
—¡Oh, Dios! —exclamó antes de sentir que le faltaba el aire.
Comenzó a respirar con más rapidez y empezó a sentir que se ahogaba, era algo extraño porque
no dejaba de tomar más y más aire para evitar desmayarse allí mismo.
—A ver, dramática mía. Vas a respirar conmigo —ordenó Amaya tomándole las manos y
respirando con ella como si fuera una escena de parto de las que solían pasar en las películas.
Lo hizo, no le importó lo ridícula que pudiera parecer en ese momento, solo quería no perder el
conocimiento.
—Te estás hiperventilando a lo tonto —recriminó su amiga.
Lucía, ofendida, casi hipó.
—¿Dramática? Acabo de darme cuenta de que quiero a ese hombre. Que siempre ha estado
conmigo y que yo he seguido a un impresentable teniéndole a él al lado. Y ahora no sé si lo he
perdido para siempre. ¿Y si no siente lo mismo?
Amaya rio.
—Es mayorcito, estoy convencida de que sabe lo que siente y, para saber si es lo mismo que tú
debes ir a hablar con él.
Ese sí era un buen chiste.
—No lo haré —sentenció Lucía.
—Sí lo harás porque mañana se va de rodaje y no lo verás en unas semanas y estas cosas no se
hacen por teléfono.
Su mente explotó.
—¿Cómo que se va tan pronto? Todavía quedaban unos días.
Amaya chasqueó la lengua.
—Si hubieras hablado con él te lo hubiera contado, pero estabas demasiado celosa como para
hacerlo.
Lucía, tomando el control de sus respiraciones, la fulminó con la mirada.
—Vale, sí, soy una celosa —admitió.
Pero eso ya no importaba. Necesitaba hablar con Laurent antes de que se fuera. Sin mediar
palabra, corrió a su habitación y se vistió a toda prisa con lo primero que encontró.
No iba a esperarse a su regreso para hablar, necesitaba hacerlo en ese momento por si el
mundo explotaba después.
—¿A dónde vas? —preguntó Amaya, preocupada.
Lucía derrapó hasta chocar con las manos contra la puerta principal. Una vez allí, giró sobre
sus talones para ver a su amiga y le explicó que se iba, que aquello era más importante que una
pizza.
—Llama a Mark, dile que venga y cenáis juntos y os pegáis un revolcón. ¡Pero cambiad las
sábanas después! —gritó antes de pegar un portazo.
Tenía que llegar a casa de Laurent.
***
Lucía aparcó su coche en la puerta de casa de Laurent con el corazón encogido. No salió
inmediatamente, sino que se mantuvo en el interior un poco más de lo esperado mientras respiraba
profundamente.
Al final logró hacerlo y llamar al interfono.
—¿Sí?
—Ho… Hola Laurent, soy Lucía. ¿Puedo pasar?
La puerta se abrió al instante sin decir ni una palabra más. Ella entró sin esperar invitación
expresa.
Los nervios crepitaban a su alrededor, casi pudo jurar que temblaba de los pies a la cabeza,
pero no pensaba reconocerlo en voz alta. Tal vez era porque no sabía si tendría voz suficiente
como para hacerlo.
Y Laurent hizo acto de presencia. Llevaba un pantalón deportivo y una camiseta azul oscuro
con más lavados de la cuenta, a pesar de todo, verle la alegró y se dio cuenta de lo mucho que le
había extrañado esos tres días sin decirse nada.
—Bambi, estaba a punto de irme a dormir, como no queríais ir a cenar… —explicó algo
confundido.
Lucía estaba en la entrada de aquella gigantesca casa, no pensó en entrar y tomar asiento. Supo
que había mil formas de decir las cosas y que había visto cientos de películas como para hacerlo
bonito, sin embargo, no fue capaz; se bloqueó allí, delante del hombre de su vida.
—Laurent, ¿yo te gusto? Quiero decir, he estado hablando de nosotros con Amaya y tengo la
sensación de haber sido una estúpida. Jax nunca se interesó por mí, me dio pequeñas migajas para
dejarme atrapada a su lado y fui tan ciega que nunca te vi más como un gran amigo.
Tomó aire y no dejó que él hablase.
—Me doy cuenta de que siempre recurrí a ti. Eras mi apoyo y el que me sacaba una sonrisa.
Contigo aprendí a hacer las escenas más difíciles de una película y me emborraché sin miedo a
acabar mal. He dormido contigo y te he contado todos mis miedos y deseos. Sabes de mi familia,
sé de la tuya, hasta sabes que el rojo es mi color favorito y él no sabía nada de mí.
Lucía se pasó la mano por la frente en un intento de mantener el control.
—Me he dado cuenta de que llego demasiado tarde. De que has estado a mi lado mucho más
tiempo de lo necesario y que, quizás, solo seamos amigos. Pero necesito saber si sientes algo más.
O puede que ya estés con alguien más y que todo esto solo sea una amistad que malinterpreto. ¿Yo
te gusto? ¿Por qué no contestas? Estoy haciendo el ridículo, ¿verdad?
Laurent, que no había pestañeado en todo ese tiempo, rio levemente antes de acortar la
distancia que les separaba.
Acunó su rostro, un gesto de cariño que provocó que Lucía se deshiciera de amor en ese
instante dándose cuenta de que él no era una amistad cualquiera.
No habló, su mano derecha descendió hasta la barbilla, tomándola con cariño y guiándola hasta
su boca. No se negó, dejó que él tomase el control y sus labios cayeran sobre los suyos en un
profundo beso.
Ese no era ensayado, no era un intento de aprender para una película y, ahora, si notó la
diferencia. La lengua de Laurent entró en su boca de forma violenta, como si la necesidad fuera
mucho más fuerte que la cordura. La saboreó con rapidez, dejándola aturdida y necesitada de él.
Mordió su labio inferior segundos antes de succionarlo de forma tan provocativa que hizo que
gimiera dentro de su boca. Tuvo que aferrarse a sus brazos para evitar caer al suelo desmayada
ante tanta pasión.
—Bambi, déjame decirte que te odio. Por darte cuenta tan tarde que estoy loco por ti. Me hice
a un lado porque ibas detrás de Jax como un corderito y te deseé lo mejor, porque eso es el amor,
querer que la persona que amas sea feliz.
Lucía tomó una bocanada de aire antes de besarlo nuevamente.
—Te aseguro que lo hubiera matado en tu nombre y hubiera estado a tu lado toda la vida como
amigo si solo me hubieras visto como eso.
—Pero… ¿estás con otra? —preguntó asustada.
Laurent, profanando su intimidad, le dio un leve pellizco en el trasero.
—Bambi, Natasha es una amiga, es más, te diré que tienes más posibilidades de gustarle tú que
yo.
Lucía tardó unos segundos antes de entenderlo y dibujó un «oh» con los labios.
—¿Y por qué me dijiste que sería tu compañera con esa sonrisa?
Él pareció ser culpable de una travesura.
—Me gustaba verte celosa y quise comprobar si sentías algo.
Lucía le dio un leve golpe en el pecho, él tomó su mano al instante y se la levantó hasta
llevarse un dedo a la boca. Se lo metió profundamente, saboreándola con fuerza e intensidad.
—¿Desde cuándo estás…?
No pudo terminar de hablar, cerró los ojos producto del placer y gimió.
—Desde que Amaya dijo «esta es mi amiga Lucía».
Laurent, sin darle tiempo a comprender lo que ocurría, la tomó en brazos y la cargó sobre su
hombro como si de un vikingo se tratase.
—¡¿Qué haces?! —preguntó asustada.
—Queda muy poco tiempo antes de que salga mi avión y pienso saborearte antes de irme —
contestó subiendo los escalones de dos en dos a toda prisa hasta la habitación.
Lucía se aferró a él con fuerza sabiendo que no había riesgo alguno de caer, porque si Laurent
estaba en su vida no había posibilidad de hundirse. No había tocado fondo por él y ahora lo sabía.
Todo era posible por él.
—¡Bambi, voy a devorarte! —gritó inmensamente feliz.
Epílogo
Cuando Lucía abrió la puerta de su apartamento no saludó o dijo nada en voz alta. Saltó sobre
Laurent y dejó que sus piernas se aferrasen a su cintura con fuerza mientras él caminaba hacia el
interior.
Se fundieron en un profundo beso. Ahora tenían que recuperar el tiempo perdido y no podían
perderlo hablando.
Logró llegar a la cama, justo donde la dejó caer con suavidad. Su mirada picante le predijo lo
que pasaría después.
Arrancó su pantalón sin esfuerzo alguno y su camiseta corrió la misma suerte. Él estaba
desesperado por tenerla a su alrededor, como si fuera una necesidad más fuerte que la de respirar.
Se quitó la ropa al completo no dejando que Lucía hiciera los honores. Ella no se quejó, estaba
tan necesitada como él en aquellos momentos y la ropa era una barrera que no necesitaban en
aquellos instantes.
Tumbándola, tomó una de sus piernas colocándola sobre su hombro, besó su tobillo mientras
sus manos acariciaron toda su piel desde la rodilla a la ingle. Y avanzó con la boca lentamente,
recreándose en el acto dejando que Lucía gimiera perdiéndose en el placer del momento.
Cuando llegó a la cadera, jugó con el precioso tanga rojo que llevaba, lo mordisqueó un poco
antes de apartarlo con un dedo. Los besos que tenía reservados para la boca los depositó en su
intimidad. Descendió lentamente al mismo tiempo que besaba hasta llegar al clítoris que metió en
su boca como si fuera un caramelo.
Lo torturó con la lengua provocando que llegara al clímax de forma tan violenta que gritó casi
desgarrando sus cuerdas vocales segundos antes de caer sobre el colchón como si se acabase de
desmayar.
Laurent, divertido con la situación, aprovechó para bajarle el tanga antes de ir hacia sus
pechos.
—¡Dame un respiro! ¡Por favor! —gritó ella antes de que su lengua entrase en su boca.
El beso fue tan intenso que no se dio cuenta de que el sujetador había salido volando hacia
algún lado de la habitación sin poder evitarlo.
Sus manos, grandes y fuertes, los tomaron y estrujaron. No fue doloroso, al contrario, tan
placentero que gimió en su boca mientras él se colocaba entre sus piernas.
Estaba claro que Laurent iba a por todas y estaba loca por ella, lo que hizo que sonriera
mentalmente.
Entró en ella poco a poco, pero sin piedad, clavándose en su interior.
—Estás loco —rio Lucía.
—Sí, han sido muchos días sin verte.
Laurent bombeó con fuerza dejándola casi sin respiración. Lucía, por miedo a perder el
control, se agarró a las sábanas mientras todo su cuerpo se retorcía de puro placer.
Lo miró y él estaba haciendo lo mismo como si fuera una obra de arte, algo que hizo que su
corazón se encogiera.
¿Cómo podía haber sido tan tonta y no haberlo visto antes?
—Tuviste que bailar conmigo aquella noche cuando te lo dije —le recriminó Laurent segundos
antes de que un orgasmo la sacudiera de los pies a la cabeza.
Gimió fuertemente su nombre antes de suspirar dándole la razón. Nunca tendría que haber
dicho sí a Jax, aunque todo ese camino solo habría sido posible pasando por la ruptura.
Laurent la giró, dejándola de lado antes de ponerse a su espalda y volver a colarse en su
interior mientras sus brazos la abrazaban.
Él gemía en su oído, lo que la enloqueció de sobremanera.
No hablaron más, dejaron que el placer explotara entre ellos. Cuando no pudo soportarlo más,
Lucía lo giró sentándose sobre su miembro, clavándoselo completamente y cabalgando sobre él
con mucha necesidad.
Bombeó con fuerza, mirándolo a los ojos. No quería perderse nada, necesitaba ver su placer y
saber que era por su culpa.
Al final explotó violentamente, su garganta dejó escapar un gemido mientras se incorporaba un
poco y tomaba sus labios para sellar el orgasmo.
Ambos cayeron sobre el colchón envueltos en los brazos del otro. Lucharon un poco para
encontrar la postura y acabaron con el rostro de Lucía sobre su pecho.
—Ahora sí eres un domingo —suspiró Lucía totalmente convencida.
Pero Laurent tomó la palabra.
—No, yo no soy perfecto. Yo quiero ser un lunes, pero no un lunes cualquiera. Voy a ser un
lunes con categoría.
Lucía cabeceó un poco antes de levantar el rostro y mirarlo para sentenciar:
—¡Claro! Vas a ser mi Mister Lunes.
Laurent se sorprendió unos segundos antes de asentir contento con su nuevo cargo. Ella había
huido de él inconscientemente y ahora podía lucir a su Mister Lunes.
—Bambi y Mister Lunes, me gusta —rio Laurent.
Ella no estaba muy convencida de ese título, pero tendrían toda la vida para discutir algo así.
Justo cuando creyó que estaba a punto de dormirse sobre él, notó como los dedos de Laurent
descendían desde sus pechos hasta su intimidad. Allí se recreó un poco con el pequeño montículo
de pelo que tenía y acabó bajando buscando su objetivo, la penetró con sumo cariño.
—Dime que sí —suplicó Laurent susurrando.
Lucía asintió.
—Genial —contestó él.
El bombeo cada vez fue más rápido, haciendo que su cabeza explotase. No iba a tardar, el
cuerpo estaba sensible a su lado y él sabía hacerlo demasiado bien como para poder resistirse al
placer.
Lucía apretándose a él, rugió cuando el orgasmo la golpeó con fuerza. Notó como su interior se
estremecía y apretaba su dedo mientras oleadas de placer se extendían por todo su cuerpo.
Cuando todo acabó, suspiró satisfecha y agotada.
—¿A qué he dicho que sí? —preguntó minutos después.
—He hablado con el director y hay un papel perfecto para ti en la serie.
El miedo la hizo saltar de la cama como si se acabase de incendiar en aquel instante. Se alejó
de él como si se hubiera convertido en la peor de las pesadillas y pudo sentenciar, sin temor a
equivocarse, que estaba loco.
—¡Oh, no! No, no, no, no, no puedes hacerme eso, Laurent.
Sus piernas colapsaron y cayó de rodillas sobre la alfombra. Su corazón estaba desbocado y
sintió que estaba a punto de llorar. Laurent, preocupado por ella, corrió a su lado e imitó su
posición para estar más cómodo.
—Puedo y lo hago. Así vas a olvidar esa aventura mala que tuviste. Ahora podrás reescribir
esa experiencia y quedarte con una mejor. Tú misma reconociste que te gustó actuar. Es tu
oportunidad.
Aquel hombre era el mismísimo diablo.
—Dime que rodarás conmigo, dímelo —pidió.
Acunó su rostro antes de tomar sus labios con fuerza, ella se perdió en el contacto porque él
tenía ese efecto en ella.
—Esto es coacción —bufó entre beso y beso.
Laurent subió a su oído como si quisiera que solo ella lo escuchara a pesar de ser los únicos
que estaban en ese apartamento.
—Coacción sería decirte que voy a follarte en todos lados, en el set de rodaje cuando no estén,
en los camerinos y donde haga falta.
Lucía estuvo de acuerdo con él, eso era coacción, pero sonaba demasiado bien. Al final,
gimoteó sabiendo que no iba a tener opción a escapar.
—Bambi, en mi trabajo es muy difícil coincidir y no será perfecto siempre. Solo quiero que
sepas que nunca voy a besar a nadie con la misma intensidad. Eres la única que quiero en mi vida.
Aquello derritió su corazón.
—Quiero borrar el daño que te hizo Jax. Vivamos un rodaje único. Di que sí.
¿Quién podía resistirse a él? Asintió sin tener muy claro si hacía bien o era una idea horrible.
—Y si ahora me dices que me quieres ya me matas —ironizó Mister Lunes.
—Te odio.
Él sonrió como si acabase de decirle que era el amor de su vida, ya lo sabía bien.
—¡Oh! Yo también te quiero, Bambi.
—Te quiero —susurró siendo incapaz de decirle algo feo.
Aquel hombre era la persona más importante en su vida. Él se había convertido en el mejor día
de la semana y ella era su Bambi, solo suya.
Por siempre y para siempre.
Bambi y Mister Lunes.
FIN
Tu opinión marca la diferencia
—Redención.
—Renacer.
—Recordar.
Otros libros de la Autora:
¿Qué ocurre cuando una bruja decide llevar a su hermana “no bruja” a un hostal repleto de seres mágicos? Que casi
acabe siendo atropellada por un Cambiante Tigre, que la quieran devorar los Coyotes y que no deje de querer
asesinar a la embustera de su hermana, bruja sí. Así es Iby, una humana nacida en una familia de brujos que odia la
Navidad y es llevada, a traición, a pasar las Navidades a un hostal bastante especial. Allí conocerá a Evan, un
Cambiante Tigre capaz de hacer vibrar hasta a la más dura de las mujeres. ¿Acabará bien? ¿O iremos a un entierro?
Quédate y descubre que estas Navidades pueden ser diferentes.
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"Se busca duende a tiempo parcial":
Para Kya las últimas navidades fueron un desastre, por poco muere a manos de su amante Tom en el Hostal
Dreamers. Pues este año no parece mejor, su exmarido ha hecho público su divorcio a los medios y las cámaras la
siguen a donde quiera que vaya. ¡Ojalá la Navidad nunca hubiera existido! Y lo que parecía un deseo simple se
convirtió en el peor de sus pesadillas, su hermana Iby nació en Navidad y ya no existía. En el hostal Dreamers nadie
la recuerda y Evan está con otras mujeres. Suerte que el único que cree en ella es Matt, un ardiente y peligroso
Cambiante Tigre, que la hace vibrar y sentir cosas que jamás antes ha experimentado. ¿Cómo recuperar la fe en la
Navidad? ¿Cómo volver a tener a Iby a su lado? Acompaña a esta bruja en un viaje único en unas Navidades
distintas.
Se acerca Halloween al Hostal Dreamers y los alojados allí poco saben lo que el destino les tiene preparado. Todo
comienza cuando en una patrulla algo consigue noquear a Evan. Para mejorar la situación Iby Andrews vuelve a ser
bruja y esta vez no es en el Limbo sino en el mundo real. A todo eso se les suma un nuevo e inquietante huésped en
el Hostal: Dominick el Devorador de pecados. Kya e Iby comienzan a investigar los extraños sucesos que ocurren
y se topan con alguien que no deben. ¿Qué puede ser más terrorífico que vivir en el Hostal Dreamers?
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Aurion Andrews es el mayor brujo de su familia, está cansado de su vida monótona y aburrida hasta que recibe la
llamada de su hermana mayor Kya. Ella le hace una petición muy especial: hacer un hechizo para que su mejor
amiga pase unas Navidades muy calientes y fogosas. Pero no es capaz de hacerlo y un plan se pone en marcha en su
mente. Mía Ravel lleva demasiado tiempo sin sexo, su amiga Kya está recién casada y odia escuchar sus aventuras
nocturnas con su estrenado marido. Y, de pronto, abre la puerta y aparece un hombre desnudo con un gran lazo…
ahí. Él le dice que viene a poseerla y a desearle felices fiestas. La locura es demasiado para soportarlo. ¿Quién es
ese hombre? Nunca tomarse las uvas habían resultado tan calientes y divertidas.
La ayudante de Cupido:
¡Ey! ¡Hola! Mi nombre es Paige y soy una de las ayudantes de Cupido. ¿Sabéis qué me ocurre?
Pues que me han obligado a tomarme unas vacaciones, cosa que yo no quiero y encima tengo que
bajar a la Tierra.
¿Qué hace un ángel como yo allí abajo? Pues creo que será más divertido de lo que esperaba.
Conozco a April una humana con muchísimas ganas de pasarlo bien y mostrarme que puedo
divertirme además de trabajar. Pero la guinda del pastel es Iam, un abogado criminalista que no
dejo de encontrármelo a cada paso que doy.
Tal vez mi jefe tenga razón y deba divertirme un poco.
¿Me acompañas?
Alentadora Traición:
Melanie Heaton no está pasando su mejor momento en su matrimonio, las muchas infidelidades
por parte de su marido están comenzando a desgastar el amor que, un día, sintió por Jonathan. Sin
embargo, cree que puede perdonarlo, que todo volverá a ser lo de antes.
Gabriel Hudson es un pecado mortal que todas las mujeres desean en su cama. Atractivo y
sensual, es un hombre que llama la atención por donde pasa. Aunque, no parece estar preparado
para lo que siente al ver por primera vez a Melanie. Se siente atraído por ella de un modo
visceral, sin embargo, al saber que está casada decide poner distancia entre ellos, con la
esperanza de que la atracción morirá. Así que, para cuando vuelve tres meses después no está
preparado, no sólo nada ha cambiado, sino que necesita a esa mujer. Melanie lo atrae hasta un
punto inhumano, todo su cuerpo la reclama como suya y lo peor es que ve que el sentimiento es
mutuo. Sabe que siente lo mismo, que se deshace entre sus manos al mínimo toque.
Ninguno de los dos puede luchar contra una atracción igual y eso es peligroso, porque Melanie
no se imagina lo que es Gabriel en realidad. Lo que esconde bajo una máscara de normalidad;
sabe que no puede exponerla, que no debe hacerla suya… pero sus instintos se lo niegan. Necesita
que Melanie sea completamente suya, en cuerpo y alma.
¿Puede haber una atracción tan difícil de soportar?
Títulos como TANIA CASTAÑO:
Redención:
Ainhara sabe que su secreto no puede ser comprendido por nadie. En su sangre hay lo que
podría hacer tambalear el mundo tal cual se conoce. Su vida ahora es un completo caos, despojada
de todo lo que ama, es atrapada en una espiral de dolor y traición a la que no puede hacer frente,
sin saber que Gideon amenaza con hacer vibrar cada una de sus células.
El hombre más poderoso de todos fija sus ojos dorados en ella y sin poder evitarlo, Gideon se
convierte en el único aliento que necesita para seguir soportando el dolor de la vida, sin saber que
miles de peligros comienzan a rodearla hasta cortarle la respiración.
Déjate seducir por la pasión, la intriga y el misterio del mundo de las sombras. Ellos te guiarán
hasta adentrarte en la oscuridad donde te harán arder en pasión y palpitar de terror.
Ahora comprenderás el porqué de la atracción fatal entre humana y vampiro.
Renacer:
Seis meses después de todo el caos, Ainhara está atrapada por sus propios recuerdos. La
muerte de Dash y todos los actos acontecidos después le han golpeado con dureza, llenándola de
oscuridad. Siente que se está perdiendo en sí misma; pero sabe que pronto él vendrá a por ella.
Todavía puede escuchar sus palabras firmes y seguras, Gideon no piensa dejarla escapar. Él, el
único capaz de hacer tambalear su propio mundo.
Cuanto más fuerte es la luz más oscura es la sombra. El mundo ya no es el que conoce, todo ha
cambiado, sabe que no puede huir pero luchará fervientemente por su libertad y lo más importante:
escapar de la sombra que la persigue.
Recordar: