La Campaña Electoral - Lazarsfeld
La Campaña Electoral - Lazarsfeld
La Campaña Electoral - Lazarsfeld
En el curso del estudio, a los miembros del panel principal se les formularon unas 250
preguntas. Varias de éstas fueron repetidas en cada entrevista, por ejemplo, por quién
piensa votar, quién espera que gane, etc. Si la intención de voto de alguno de los que
contestaban había cambiado entre dos entrevistas, era sometido a una encuesta más
detallada que se centraba en los motivos de su cambio de opinión.
Es presumible que las personas con obediencias políticas más permanentes estén
influenciadas por su situación social, en tanto que aquellos que forman sus decisiones en el
curso de la campaña son más libres en su opción. Sin embargo, no fue éste el caso. Un
grupo, al que cabría calificar como el de los cristalizadores, entró en el estudio bajo la
rúbrica de los «no saben» y tomó sus decisiones durante la campaña. Estos cristalizadores
fueron clasificados por sus puntuaciones IPP según sus características sociales indicaran
una predisposición republicana o demócrata. Hay gran cantidad de pruebas adicionales de
que, al progresar la campaña, la gente se siente cada vez más inclinada a votar por el
partido que prevalece en su grupo social. Lo que la campaña parece hacer es activar las
predisposiciones políticas de la gente.
Una de las maneras de producirse esta activación puede ser detectada al estudiar los
medios de comunicación a los que la gente está expuesta de forma cotidiana. En el curso de
las repetidas entrevistas, pudimos trazar un muy extenso inventario de los materiales que
nuestros encuestados habían leído o escuchado en diferentes momentos durante la
campaña. La campaña propagandística no llega al ciudadano en la proporción en que es
ofrecida. El entorno social tamiza la propaganda, y los indecisos no son fácilmente
alcanzados por la propaganda del partido al que su grupo se muestra generalmente hostil.
Siempre encontramos personas que tenían una pauta de opinión contradictoria, pues pese
a que se disponían a votar por un partido, sostenían opiniones sobre una o dos cuestiones
específicas que eran más características del otro partido. Cuando se realizaba una segunda
encuesta, muchos de entre los encuestados habían adquirido mayor consistencia, en el
sentido de que su intención de voto y su opinión sobre una cuestión específica se sometían
a la norma prevaleciente. En la gran mayoría de los casos, las personas que partían de una
norma de opinión inconsistente mantenían su intención de voto pero en la cuestión
específica se pasaban a la opinión prevaleciente en el grupo político con el que se habían
asociado. Un material de esta índole fomenta la conclusión de que la gente vota, con el
grupo social al que pertenecen y de que tales grupos, a su vez, vienen vigorosamente
determinados por unas pocas características sociales básicas.
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Radio y prensa en la campaña
Si el voto de las personas que toman sus decisiones durante la campaña está tan
fuertemente determinado por predisposiciones, no podemos esperar que los medios
comunicación fórmales ejerzan un gran efecto. Se hicieron análisis detallados sobre la radio,
los diarios y las revistas en la primera, media y última parte de la campaña. El contenido de
los diarios locales era favorable al Partido Republicano y la radio ofrecía casi la misma
proporción. Esto se debe en parte al hecho de que los republicanos compraron más tiempo
en la radio para sus discursos y también a que el candidato de la oposición, Willkie
(Roosevelt se presentaba a reelección) tenía más valor de noticia. Las revistas fueron el
medio más partidario de los republicanos, y en la primera parte de la campaña publicaron
un considerable número de artículos sobre Willkie, que era una figura relativamente nueva y
cuya carrera se prestaba especialmente a ser tratada en entrevistas.
Una parte considerable de la población apenas quedó afectada por el contenido político de
los media. En octubre, cuando la campaña llegaba a su apogeo, se enseñó a la gente la
portada de la revista que regularmente leían, una lista de artículos políticos en las revistas
de mayor circulación en la zona, y otra lista de los cinco principales discursos radiados el día
anterior a la encuesta. Durante un día normal de la campaña, más de la mitad de la muestra
no quedaba expuesta a ningún tema político de los mass media. Característicamente, las
personas que leían artículos políticos en los diarios eran también las mismas que oían
discursos políticos. Aquellos a los que no había alcanzado la propaganda en el momento de
una primera encuesta seguían ajenos a la misma en el momento de la segunda.
La radio es probablemente más efectiva que los diarios, y aquí la medida de la efectividad es
el número de personas que pueden dar ejemplos concretos de cómo en cierto punto de su
deliberación intervino un artículo de periódico o de la radio como factor consciente. Los
diarios locales abreviaban las informaciones sobre los discursos y con ello daban poco pie a
la argumentación directa o indirecta. Habían de dar realce a las noticias, los pronósticos
sobre el resultado, y las informaciones sobre las personas que han adoptado una postura
definida. Alrededor de los dos tercios del contenido político de los periódicos se dedicaban
a tales cuestiones de la campaña. Por otro lado, en la radio los candidatos hablaban por sí
mismos y se concedía mucho tiempo a argumentaciones reales. Este tipo de material se
prestara a una integración más estrecha con el pensamiento que la gente elaboraba por su
cuenta.
En la campaña de 1940, hubo una relación interesante entre seguidores de los dos partidos
y los dos principales medios de comunicación. El contenido de la prensa y de la radio se
mostró igualmente favorable, y no poco, con respecto al bando republicano, pero en la
mente de la audiencia la situación era diferente.
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Los demócratas consideraban más bien la radio como su medio, en tanto que los
republicanos se inclinaban por la prensa. Los republicanos leían más artículos políticos en
los periódicos, y los demócratas escuchaban más discursos radiados. Y cuando se trató de
explicar cambios en los votos, de nuevo las personas que durante la campana decidieron
votar por Willkie mencionaron los diarios con mayor frecuencia como influencias, en tanto
que los encuestados que finalmente votaron por Roosevelt refirieron mayor número de
incidentes en los que la radio desempeñaba un papel. Todas estas diferencias, además, se
mantuvieron para todos los niveles educativos, eliminando con ello cualquier efecto del
status educacional más bajo en el votante demócrata medio. Es evidente la existencia de un
considerable matiz de selección, porque la gente tiende a exponerse al bando con el que de
todos modos ya está de acuerdo, y el tópico del votante imparcial que sopesa todos los
argumentos ofrecidos por ambos partidos políticos no es más que uno de tantos mitos
políticos.
La más vigorosa influencia descubierta fue el contacto cara a cara. Cada vez que se les pedía
a los encuestados que informaran acerca de sus recientes exposiciones a comunicaciones
de campaña de toda índole, las discusiones políticas eran mencionadas con mayor
frecuencia que la exposición a la radio o a la prensa. En cualquier día medio más personas
participaban en discusiones acerca de las en comparación con las que escuchaban un gran
discurso o leían noticias sobre la campaña en los diarios. Y esta cobertura adicional procedía
precisamente de aquellas personas que todavía no habían tomado una decisión final acerca
de cómo votar. Tres cuartos de los encuestados que en un momento dado no habían
esperado votar pero que al final se vieron «arrastrados», mencionaron influencias
personales. Después de las elecciones, se entregó a los votantes una lista de verificación, de
«fuentes a partir de las cuales obtuvieron la mayor parte de la información o las impresiones
que les movieron a formarse juicio». Aquellos que habían efectuado algún cambio durante
la campana mencionaron amigos o familiares con una frecuencia relativamente mayor que
los encuestados que mantuvieron una constante intención de voto en el transcurso de toda
la campaña. Muchos de los que cambiaron no vacilaron en manifestar que hubo influencia
personal.
Los contactos personales son más flexibles. El agente de campaña puede ajustar el
argumento a la persona y puede alterar sus tácticas al analizar las reacciones de su
interlocutor.
b) Los contactos cara a cara logran que las consecuencias de ceder ante un
argumento o presentarle resistencia sean inmediatas y personales. Los mass-media
sólo pueden apuntar o describir futuros castigos o recompensas, pero la persona en
carne y hueso puede crearlos en el acto en forma de exabruptos o sonrisas.
c) Son más las personas que confían en que los contactos personales les ayuden a
encontrar argumentos relevantes para su propio bien en cuestiones políticas que
las que se apoyan en unos periódicos y una radio más remotos e impersonales.
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d) Los contactos personales son más casuales. Si leemos un discurso o lo
escuchamos por la radio, solemos hacerlo deliberadamente y con ello adoptamos
una actitud mental definida que matiza nuestra receptividad. En cambio, aquellas
personas con las que departimos por razones que nada tienen que ver con las
discusiones políticas, es más probable que nos sorprendan desprevenidos y que
atraviesen con mayor facilidad nuestras barreras.
e) Finalmente, los contactos personales pueden mandar un votante a las urnas sin
que se base en modo alguno en una comprensión de las cuestiones implícitas en las
elecciones.
Alrededor de un 20 por ciento de la muestra quedó señalado como formado por líderes de
opinión. No eran éstos, necesariamente, destacadas figuras de la comunidad, sino tan sólo
personas con probabilidades de que se les pidiera u opinión y que se mostraban bien
dispuestas a darla. En respuesta a todas las preguntas relevantes, estos líderes de opinión
se mostraron más implicados en la campaña que el resto de la población, y la mayor
diferencia radicaba en la cantidad de su lectura de cuestiones políticas en las revistas. Por lo
tanto, tiene sentido hablar de un movimiento de propaganda de doble vía. En una
generalización un tanto tosca, cabe afirmar que los media formales llegan principalmente a
los líderes de opinión, los cuales los transmiten, a su vez, al resto de la población, por vía
oral.
El voto disponible
¿Quiénes son los que toman su decisión durante la campaña y con ello son susceptibles de
ser influenciados para la propaganda? Al restringir este análisis a los encuestados que
finalmente acudieron a las urnas, observamos que Erie County se escinde del modo
siguiente: alrededor de una mitad de la muestra de votantes tomó su decisión antes de
mayo y no cambió su intención de voto; un 30 por ciento decidió apenas los candidatos
fueron nombrados por las convenciones, y el 20 por ciento restante titubeó el tiempo
suficiente como para ser considerado, al menos teóricamente, susceptible a las influencias
propagandísticas. (Este recuento excluye el 20 por ciento de la muestra total,
psicológicamente tan al margen de la campaña que ni siquiera llegó a votar).
Erie County había votado en un 58 por ciento por los demócratas en 1936, y votó en un 46
por ciento a los demócratas en 1940. En mayo de 1940, este distrito contaba ya con una
sólida mayoría republicana, que sólo se incrementó ligeramente en el curso de la campaña.
Aquí radica la mejor indicación de que las elecciones quedan decididas por los
acontecimientos que tienen lugar en todo el período comprendido entre las dos elecciones
presidenciales, y no por la campaña.
Sólo un pequeñísimo porcentaje de la gente puede ser considerado como indeciso hasta el
punto de que únicamente la propaganda pueda convertirlo, y es probable que esta fracción
sea de una índole especial: personas no muy interesadas y que viven en una constelación
especial en la que ninguno de los dos candidatos aparece como una solución muy
convincente. Como resultado de ello, tales personas se muestran especialmente sensibles a
las presiones sociales que las circundan, y si finalmente llegan a una decisión, es muy
probable que su voto sea proporcional a las influencias de grupo ejercidas sobre ellas. Esto
significa que, al final, su decisión no alterará considerablemente la proporción de
intenciones de voto republicano o demócrata existentes antes del comienzo de la campaña.