Cuestionario

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FUNDAMENTOS DE CIENCIA POLÍTICA

PROFESOR: Agustín Blanco


ACTIVIDAD: Obligatoria
FECHA DE ENTREGA:

NOMBRE Y APELLIDOS: Eugenio Muinelo Paz

Actividades:

Responde a las siguientes preguntas:

1. ¿En qué consiste el sistema de colegio electoral que se adoptó en EEUU para
elegir al Presidente? ¿Qué razón impulsó a los redactores de la Constitución a
elegir este modelo?

2. Enumera las características de un sistema electoral mayoritario y de un sistema


electoral proporcional. Construye una tabla con los pros y los contras de ambos
sistemas electorales

3. ¿Qué es el sufragio censitario? ¿Cómo se justificaba, con qué argumentos? ¿Hay


algún debate actual en torno a los políticos que conecte con este tema?

4.  Identifica en el sistema político español un partido de masas y un partido de


electores. Justifica tu elección.

5. ¿Existe alguna relación entre la expansión de la clase media después de la II Guerra


Mundial y la aparición de los partidos de electores? ¿Por qué?

6. ¿Cuáles son las principales funciones que desempeñan los partidos políticos?

7. ¿Vivimos en España en un Estado de partidos? Razona e ilustra con ejemplos tu


respuesta

Respuesta del alumno:

1.

El sistema norteamericano de elecciones presidenciales, además de consistir como todos


los sistemas presiedenciales en la elección del presidente, y no de los diputados de un
parlamento que luego formará el gobierno, tiene la siguiente peculiaridad: la ciudanía
eligen efectivamente al presidente, pero no lo elige inmediata y directamente. Lo que
los ciudadanos de cada Estado federado eligen son electores, que forman un colegio
electoral en cada Estado y que es el encargado de votar al presidente.
La razón por la que los padres fundadores de la joven República pergeñaron este
sistema en la Constitución fue la desconfianza hacia la madurez cívica de las grandes
masas de la población (en contraposición a las elites educadas que participarían de los
colegios electorales). En general, todo el entramado constitucional norteamericano
siempre está orientado a generar frenos y contrapesos al poder, de modo que puede
entenderse la mediación de los colegios electorales como un filtro más que compense
eventuales dinámicas disolventes de las instituciones por parte de los electores de base.

2.

Mayoritario:

- La población, dividida en distritos electorales, elige a uno (distrito uninominal) o a


varios (distrito plurinominal) representantes para la cámara legislativa.

- El candidato que obtiene el mayor número de votos gana el/los escaño/s del distrito.

Proporcional:

- La proporción de escaños es exacta o aproximadamente igual que su porcentaje de


voto popular a escala nacional.

- Se puede emplear un umbral electoral por el que se establece un porcentaje mínimo de


voto por debajo del cual un partido no obtiene representación parlamentaria.

SISTEMA MAYORITARIO

VENTAJAS INCONVENIENTES

El votante conoce mejor a los candidatos, Ser candidato requiere notables recursos
pues es un sistema más basado en el personales (distrito uninominal)
personalismo

Produce gobiernos más coherentes y Posible disparidad entre el porcentaje de


estables voto a escala nacional y porcentaje de
escaños en la asamblea

Castiga a los partidos pequeños


SISTEMA PROPORCIONAL

VENTAJAS INCONVENIENTES

Ajuste más fiel entre la voluntad popular y Proliferación excesiva de partidos


el número de escaños legislativos

Ayuda a los partidos pequeños, por lo que Proclividad a que se produzcan bloqueos
puede ayudar también más fácilmente a parlamentarios, crisis de gobernabilidad, e
proteger los intereses de colectivos ineficiencias de muy diverso tipo
oprimidos y/o minorías

Ofrece un margen de opciones políticas más Carácter impersonal, lo cual puede generar
amplio al votante apatía en la ciudadanía

3.

El sufragio censitario era la restricción del derecho al voto a ciertas capas de la


población que cumplían con determinados requisitos sin los cuales no se podía formar
parte del censo electoral.

Normalmente, dichos requisitos tenían que ver con la propiedad de los sujetos (los
mujeres, en la medida en que no podían ejercer plenamente el derecho a la propiedad,
estaban en consecuencia excluidas automáticamente del sufragio), lo cual se
argumentaba estableciendo un paralelismo entre el cuidado y la responsabilidad que
exige mantener ciertas propiedades y la madurez cívico-política en la observancia del
bien común. Quien carecía de propiedades no habría tenido esa experiencia de tener que
velar por algo, de modo que no parecía fiable encargarle que participase de las
decisiones sobre los asuntos comunes.

Diría que uno de los temas que podrían relacionarse con esto es el afán de transparencia
que hoy caracteriza nuestras sociedades en lo relativo a los ingresos y las propiedades
de los políticos. Si vivimos en una sociedad para la cual ya no existe una correlación
directa entre propiedad y autonomía político-moral, hemos de esforzarnos por impedir
que sea un requisito de la actividad política el contar con muchos recursos. Más aún
hemos de esforzarnos por impedir que ingrese en la política gente que quiera lucrarse
ilícitamente con ello, de modo que en cualquier caso la transparencia financiera de los
representantes públicos siempre será bienvenida.

4.

El partido de masas por excelencia del sistema político español puede decirse que es el
PSOE, en consonancia con la larga tradición socialdemócrata europea. Se trata de un
partido con una dilatada historia, con una estructura interna muy burocratizada, con una
militancia (la de más edad) muy fiel y verticalmente relacionada con la estructura del
partido. Por otro lado, la estructura territorial del partido es federal, de modo que la
articulación de su cúpula puede interpretarse en un sentido colegiado. Sobre todo, hasta
hace algunas décadas, se sostenía con las cuotas de los afiliados y tenía un fuerte
carácter ideológico de socialismo reformista. No obstante, la época del Estado del
Bienestar, primero, y el surgimiento del neoliberalismo, después, dificultaron al PSOE
mantener esos rasgos y ha tenido que reinventarse en parte, diluyendo su discurso y
buscando enfatizar liderazgos de cuño más personal e independientes del aparato del
partido; esto es, mimetizándose en parte con lo que sería un partido de electores.

No estoy seguro de esta respuesta, pero sugeriría que la historia de Podemos lo muestra
como una suerte de partido de electores, en la medida en que se articula en torno a un
núcleo de profesionales (académicos, sobre todo) que diseñan el proyecto del partido,
que se trata de un partido muy volcado a las dinámicas electorales y con escaso arraigo
territorial y organizativo, cuya financiación es difícil imaginar que provenga en su
mayoría de la militancia de base, y, por último, que se trata de un partido en el que el
liderazgo es uno de los problemas centrales.

5.

Sí, dicha conexión existe y estriba en que la historia europea posterior a la II Guerra
Mundial se asienta sobre la idea del pacto social interclasista que fue abanderado sobre
todo por las nuevas clases medias y cuyo mayor fruto será la formación del Estado del
Bienestar, con el cual se buscó neutralizar los conflictos de clase que habían alimentado
la nítida delimitación ideológica entre partidos de izquierda y de derecha. En una
tesitura semejante, ciertas características típicas del partido de masas tradicional
quedaron obsoletas, y surgieron nuevas formas más flexibles e híbridas de partido (la
democracia cristiana, por ejemplo), al mismo tiempo que, como hemos dicho en la
pregunta anterior, los antiguos partidos socialdemócratas depusieron gran parte de su
retórica socialista, llegando incluso a abandonar toda mención al marxismo.

6.

Su función fundamental, de la que se derivan todas las demás y que explica su


pervivencia a pesar de la —en muchas ocasiones— no muy buena imagen que tienen a
ojos de la ciudadanía, es la de servir de mediación entre la sociedad y las instituciones
políticas. Una mediación que podríamos calificar de biyectiva: se produce desde la
sociedad hacia el Estado (esto es, los partidos políticos tienen que hacer llegar a las
instituciones las demandas sociales y hacerlas vinculantes, aunque, eso sí,
simplificándolas y agregándolas), pero también desde el Estado hacia la sociedad (los
partidos son los encargados de legitimar ante la sociedad las acciones del Estado; esto
es, sirven de canal de comunicación entre gobernantes y gobernados). De manera más
específica, dicha mediación se refleja en otros aspectos como, por ejemplo, el hecho de
que son los partidos políticos los que fornecen de personal político a muchas de las
instituciones del Estado, reclutándolo y formándolo para ello.

7.

Como en general sucede en todas las democracias liberales, podemos decir que sí, que
vivimos en un “Estado de partidos”. Pues no parece exagerado afirmar que los partidos
políticos han monopolizado esa función mediadora a la que nos referíamos en la
pregunta anterior, además de que han copado todo el espacio político-institucional, al
cual es imposible acceder si no es a través de ellos. Un ejemplo incuestionable de todo
esto es, como se menciona en el texto de J. M. Vallès, la disciplina de partido, que en la
práctica se ha vuelto hoy inquebrantable. Un caso concreto que podríamos aducir
(aunque podríamos citar muchísimos otros) son las declaraciones en las cuales el
diputado del PSOE Odón Elorza admitía que había votado “con una pinza en la nariz” la
elección del magistrado del Tribunal Constitucional Enrique Arnaldo.

Aunque los partidos son necesarios en sociedades complejas que requieren de grandes
estructuras de mediación, su excesiva rigidez puede plantearle serios problemas a la
supervivencia de la democracia tal y como la conocemos. Por seguir con el ejemplo de
la disciplina de partido: es evidente que en gobiernos de grandes mayorías la disciplina
de partido lo que hace es difuminar la diferencia entre poder ejecutivo y poder
legislativo, poniendo en peligro ese pilar básico de toda sociedad democrática que es la
división de poderes. En definitiva, los partidos han de reinventarse si quieren seguir
siendo fieles a su vocación democrática, así como deben dejar espacio, tal vez, para el
surgimiento de nuevas plataformas de intermediación social que ellos no tutelen y que
revitalicen nuestra —un tanto maltrecha— convivencia democrática.

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