El Fantasma de Canterville
El Fantasma de Canterville
El Fantasma de Canterville
EL FANTASMA DE CANTERVILLE
EL FANTASMA DE CANTERVILLE
todo el mundo le dijo que cometía una gran necedad, porque la finca estaba
embrujada.
las condiciones.
vivir en ese sitio desde la época en que mi tía abuela, la duquesa de Bolton,
tuvo un desmayo, del que nunca se repuso por completo, motivado por el espanto
que experimentó al sentir que dos manos de esqueleto se posaban sobre sus
Otis, que el fantasma ha sido visto por varios miembros de mi familia, que viven
Dampier, agregado del King's College, de Oxford. Después del trágico accidente
recorren de parte a parte el viejo continente, que se llevan los mejores actores
de ustedes, y sus mejores "prima donnas", estoy seguro de que si queda todavía
uno de nuestros museos públicos o para pasearle por los caminos como un
fenómeno.
más de tres siglos que se le conoce. Data, con precisión, de mil quinientos
-¡Bah! Los médicos de cabecera hacen lo mismo, lord Canterville. Amigo mío, un
-Realmente son ustedes muy naturales en América -dijo lord Canterville, que
Mistres Otis, que con el nombre de miss Lucrecia R. Tappan, de la calle West,
52, había sido una ilustre "beldad" de Nueva York, era todavía una mujer
persona atacada de una enfermedad crónica, y se figuran que eso es uno de los
sellos de distinción de Europa; pero mistress Otis no cayó nunca en ese error.
podido citársela en buena lid para sostener la tesis de que lo tenemos todo en
Sus únicas debilidades eran las gardenias y la patria; aparte de esto, era
perfectamente sensato.
Miss Virginia E. Otis era una muchachita de quince años, esbelta y graciosa
azules.
Era una amazona maravillosa, y sobre su "poney" derrotó una vez en carreras al
viejo lord Bilton, dando dos veces la vuelta al parque, ganándole por caballo y
continuo el matrimonio, y sus tutores tuvieron que expedirle aquella misma noche
a Elton, bañado en lágrimas.
republicanos de la familia.
Era una noche encantadora de julio, en que el aire estaba aromado de olor a
pinos.
De cuando en cuando oíase a una paloma arrullándose con su voz más dulce, o
Ligeras ardillas los espiaban desde lo alto de las hayas a su paso; unos
atmósfera, una gran bandada de cornejas cruzó calladamente por encima de sus
Hizo una profunda reverencia a la familia cuando echaron pie a tierra, y dijo,
acristalado.
Luego, una vez que se quitaron los trajes de viaje, sentáronse todos y se
pusieron a curiosear en torno suyo, mientras mistress Umney iba de un lado para
el otro.
De pronto, la mirada de mistress Otis cayó sobre una mancha de un rojo oscuro
-Sí, señora -contestó mistress Umney en voz baja-. Ahí se ha vertido sangre.
-Es sangre de lady Leonor de Canterville, que fue muerta en ese mismo sitio por
embrujando la casa. La mancha de sangre ha sido muy admirada por los turistas y
por otras personas, pero quitarla, imposible.
veguero-. Creo que el país de los abuelos está tan lleno de gente, que no hay
buen tiempo bastante para todo el mundo. Siempre opiné que lo mejor que pueden
-Querido Hiram -replicó mistress Otis-, ¿qué podemos hacer con una mujer que
se desmaya?
En efecto, mistress Umney no tardó en volver en sí. Sin embargo, veíase que
estaba conmovida hondamente, y con voz solemne advirtió a mistress Otis que
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II
extraordinario.
-No creo que tenga la culpa el "limpiador sin rival" -dijo Washington-, pues
lo he ensayado sobre toda clase de manchas. Debe de ser cosa del fantasma.
Aquella noche disipó todas las dudas sobre la existencia objetiva de los
fantasmas.
coche.
Los asuntos que discutieron, por lo que luego he sabido por mistress Otis,
que pertenecen a las clases elevadas, como, por ejemplo, la inmensa superioridad
de miss Janny Davenport sobre Sarah Bernhardt, como actriz; la dificultad para
encontrar maíz verde, galletas de trigo sarraceno, aun en las mejores casas
las ventajas del sistema que consiste en anotar los equipajes de los viajeros, y
vez más.
nada alterado.
unos pasos.
abrió la puerta.
Sus ojos parecían carbones encendidos. Una larga cabellera gris caía en
mechones revueltos sobre sus hombros. Sus ropas, de corte anticuado, estaban
-Mi distinguido señor -dijo míster Otis-, permítame que le ruegue vivamente que
se engrase esas cadenas. Le he traído para ello una botella del engrasador
etiqueta hay varios certificados de nuestros teólogos más ilustres, que dan fé
Dicho lo cual el ministro de los Estados Unidos dejó el frasquito sobre una
Después, tiró, lleno de rabia, el frasquito contra el suelo encerado y huyó por
Evidentemente, no había tiempo que perder; así es que, utilizando como medio de
solo con hacerlas visajes entre las cortinas de una de las habitaciones
cuando volvía el buen señor de la biblioteca a una hora avanzada, y que desde
diario que redactaba ella de su vida, y que de resultas de la impresión tuvo que
guardar cama durante seis meses, víctima de un ataque cerebral. Una vez curada
garganta, viéndose obligado a confesar que por medio de aquella carta había
timado la suma de diez mil libras a Carlos Fos, en casa de Grookford. Y juraba
Vio desfilar al mayordomo que se levantó la tapa de los sesos por haber visto
una mano verde tamborilear sobre los cristales, y la bella lady Steefield,
condenada a llevar alrededor del cuello un collar de terciopelo negro para tapar
la señal de cinco dedos, impresos como un hierro candente sobre su blanca piel,
y que terminó por ahogarse en el vivero que había al extremo de la Avenida Real.
Y, lleno del entusiasmo ególatra del verdadero artista, pasó revista a sus
flaco del páramo de Bevley", y el furor que causó una tarde encantadora de junio
sólo con jugar a los bolos con sus propios huesos sobre el campo de hierba de
"lawn-tennis".
¿Y todo para qué?
Además, la historia nos enseña que jamás fue tratado ningún fantasma de aquella
manera.
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III
El ministro de los Estados Unidos estaba, como era natural, un poco ofendido
Siento tener que decir que esta observación tan justa provocó una explosión de
risa en los gemelos.
-Pero, por otro lado -prosiguió míster Otis-, si se empeña, sin más ni más, en
quitarle las cadenas. No habría manera de dormir con todo ese ruido a la puerta
de las alcobas.
Era realmente muy extraño, tanto más cuanto que mistress Otis cerraba la puerta
Una mañana era de un rojo oscuro, casi violáceo; otras veces era bermellón;
todos ellos acostados, les alarmó un enorme estrépito que se oyó en el "hall".
Canterville se restregaba las rodillas, con una expresión de agudo dolor sobre
su rostro.
inmediatamente dos huesos, con esa seguridad de puntería que sólo se adquiere a
Cuando llegó a lo alto de la escalera, una vez dueño de sí, se decidió a lanzar
Contaba la gente que aquello hizo encanecer en una sola noche el peluquín de
lord Raker.
los ecos en las antiguas bóvedas; pero, apagados éstos, se abrió una puerta y
-Me temo -dijo la dama- que esté usted indispuesto, y aquí le traigo un frasco
de la tintura del doctor Dobell. Si se trata de una indigestión, esto le sentará
bien.
Era un truco que le había dado una reputación merecidísima, y al cual atribuía
violenta.
aquello resultaba realmente vejatorio; pero lo que más le humillaba era no tener
Contaba con hacer impresión aun en unos americanos modernos, con hacerles
Pero cuando quiso ponérsela quedó aplastado por completo con el peso de la
enorme coraza y del yelmo de acero. Y se desplomó pesadamente sobre las losas de
piedra, despellejándose las rodillas y contusionándose la muñeca derecha.
Durante varios días estuvo malísimo y no pudo salir de su morada más que lo
hacer una tercera tentativa para aterrorizar al ministro de los Estados Unidos y
a su familia.
del otro, con una pluma roja; en un sudario deshilachado por las mangas y el
Al atardecer estalló una gran tormenta. El viento era tan fuerte que sacudía y
Odiaba sobre todo a Washington, porque sabía perfectamente que era él quien
Una vez allí, colocara una mano viscosa sobre la frente de mistress Otis, y al
mismo tiempo murmuraría, con voz sorda, al oído del ministro tembloroso, los
insultado nunca. Era bonita y cariñosa. Unos cuantos gruñidos sordos, que
A los gemelos estaba resuelto a darles una lección: lo primero que haría sería
pesadilla. Luego, aprovechando que sus camas estaban muy juntas, se alzaría en
el espacio libre entre ellas, con el aspecto de un cadáver verde y frío como el
un gran efecto en varias ocasiones. Creía estar tan bien en éste como en su otro
Pero a las once y cuarto todo quedó nuevamente en silencio, y cuando sonaron
como un alma en pena; pero la familia Otis dormía, sin sospechar la suerte que
le esperaba.
Oía con toda claridad los ronquidos regulares del ministro de los Estados
sobre su boca cruel y arrugada, y la luna escondió su rostro tras una nube
Seguía andando siempre, deslizándose como una sombra funesta, que parecía hacer
En un momento dado le pareció oír que alguien le llamaba: se detuvo, pero era
Washington.
blanca; una risa horrorosa parecía retorcer sus rasgos en una mueca eterna; por
los ojos brotaba a oleadas una luz escarlata, la boca tenía el aspecto de un
ancho pozo de fuego, y una vestidura horrible, como la de él, como la del mismo
extraños y antiguos.
Quizá era un rótulo infamante, donde estaban escritos delitos espantosos, una
Como no había visto nunca fantasmas hasta aquél día, sintió un pánico terrible,
y, después de lanzar a toda prisa una segunda mirada sobre el monstruo atroz,
Cruzó la galería corriendo, y acabó por dejar caer el puñal enmohecido en las
Por consiguiente, no bien el alba plateó las colinas con su contacto, volvió al
sitio en que había visto por primera vez al horroroso fantasma.
Pensaba que, después de todo, dos fantasmas valían más que uno sólo, y que con
ayuda de su nuevo amigo podría contender victoriosamente con los gemelos. Pero
Simón se precipitó hacia delante y lo cogió en sus brazos; pero cuál no sería
tomaba la posición supina, y notó que abrazaba una cortina blanca de lienzo
grueso y que yacían a sus pies una escoba, un machete de cocina y una calabaza
vacía.
Sin poder comprender aquella curiosa transformación, cogió con mano febril el
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¦ HE-AQUI-EL-FANTASMA-OTIS ¦
¦¦
¦ EL-UNICO-ESPIRITU-AUTENTICO-Y-VERDADERO ¦
¦ ¡DESCONFIAD-DE-LAS-IMITACIONES! ¦
¦¦
¦ ¡TODOS-LOS-DEMAS-ESTAN-FALSIFICADOS! ¦
¦¦
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Lanzó una larga risotada, lenta y amarga, y esperó. Esperó una hora, y después
Por fin, a eso de las siete y media, la llegada de las criadas le obligó a
Una vez allí consultó varios libros de caballería, cuya lectura le interesaba
-¡Que el diablo se lleve a ese animal volátil! -murmuró-. ¡En otro tiempo
la noche.
IV
efecto.
ruido.
gente estaba colocada a ojos vistas en un plano inferior de vida material y era
fuera de su alcance.
corredor una vez a la semana y farfullar por la gran ventana ojival el primero y
Verdad es que su vida fue muy criminal; pero, quitado eso, era hombre muy
Así, pues, los tres sábados siguientes atravesó, como de costumbre, el corredor
Se quitaba las botas, pisaba lo más ligeramente que podía sobre las viejas
último medio de protección. Pero, al fin, una noche, mientras cenaba la familia,
razonable para comprender que aquel invento merecía grandes elogios y cooperaba,
No dejaban nunca de tenderle cuerdas de lado a lado del corredor para hacer
"Isaac el Negro o el cazador del bosque de Hogsley", cayó cuan largo era al
poner el pie sobre una pista de maderas enjabonadas que habían colocado los
gemelos desde el umbral del salón de Tapices hasta la parte alta de la escalera
de roble.
Esta última afrenta le dio tal rabia, que decidió hacer un esfuerzo para
No se había mostrado con aquel disfraz desde hacía sesenta años, es decir,
desde que causó con él tal pavor a la bella lady Bárbara Modish, que ésta retiró
con el arrogante Jach Castletown, jurando que por nada del mundo consentiría en
emparentar con una familia que toleraba los paseos de un fantasma tan horrible
El pobre Jack fue al poco tiempo muerto en duelo por lord Canterville en la
terminar el año; así es que fue un gran éxito por todos conceptos.
más científico), "del mundo superior a la Naturaleza", era, repito, una creación
de las más difíciles, y necesitó sus tres buenas horas para terminar los
preparativos.
Las grandes botas de montar, que hacían juego con el traje, eran, eso sí, un
poco holgadas para él, y no pudo encontrar más que una de las dos pistolas del
Cuando estuvo cerca de la habitación ocupada por los gemelos, a la que llamaré
vino encima una jarra de agua que le empapó hasta los huesos, no dándole en el
Al mismo tiempo oyó unas risas sofocadas que partían de la doble cama con
dosel.
todo escape, y al día siguiente tuvo que permanecer en la cama con un fuerte
reuma.
El único consuelo que tuvo fue el de no haber llevado su cabeza sobre los
hombros, pues sin esto las consecuencias hubieran podido ser más graves.
envuelto el cuello en una gruesa bufanda, por temor a las corrientes de aire, y
provisto de un pequeño arcabuz, para el caso en que fuese atacado por los
gemelos.
Había bajado por la escalera hasta el espacioso "hall", seguro de que en aquel
Iba vestido sencilla, pero decentemente, con un largo sudario salpicado de moho
de cementerio. Habíase atado la quijada con una tira de tela y llevaba una
Era una de sus creaciones más notables y de las que guardaban recuerdo, con más
motivo, los Canterville, ya que fue la verdadera causa de su riña con lord
él, desde un rincón sombrío, dos siluetas, agitando locamente sus brazos sobre
que le esperaba armado con la regadera del jardín; de tal modo, que, cercado por
sus enemigos, casi acorralado, tuvo que evaporarse en la gran estufa de hierro
colado, que, afortunadamente para él, no estaba encendida, y abrirse paso hasta
cáscara de nuez los corredores todas las noche, con gran molestia de sus padres
historia del partido demócrata, obra que había empezado tres años antes.
toda la comarca.
Virginia dio paseos a caballo por las carreteras, en compañía del duquecito de
que míster Otis escribió una carta a lord Canterville para comunicárselo, y
dispuesto a retirarse, sobre todo después de saber que figuraba entre los
invitados el duquecito de Cheshire, cuyo tío, lord Francis Stilton, apostó una
vez con el coronel Carbury a que jugaría a los dados con el fantasma de
Canterville.
-¡Seis doble!
influencia sobre los Stilton, con los que además estaba emparentado por
matrimonio, pues una prima suya se casó en segundas nupcias con el señor
Bulkeley, del que descienden en línea directa, como todo el mundo sabe, los
duques de Cheshire.
a caballo por los prados de Brockley, paseo en el que ella desgarró su vestido
de amazona al saltar un seto, de tal manera que, de vuelta a su casa, entró por
Al pasar corriendo por delante de la puerta del salón de Tapices, que estaba
Pensó que sería la doncella de su madre, que iba con frecuencia a trabajar a
esa habitación.
¡Pero, con gran sorpresa suya, quien allí estaba era el fantasma de Canterville
en persona!
amarillentos que revoloteaban por el aire, las hojas enrojecidas que bailaban
más profundo.
Virginia, en vez de ceder a su primer impulso, que fue echar a correr encerrarse
Tenía la muchacha un paso tan ligero y él una melancolía tan honda, que no se
por los agujeros de las cerraduras y que corretee de noche. ¿Eso es lo que usted
-Eso no es una razón de ser. En sus tiempos fue usted muy malo ¿sabe? Mistress
Umney nos dijo el día que llegamos que usted mató a su esposa.
-Está muy mal matar a nadie -dijo Virginia, que a veces adoptaba un bonito
Inglaterra.
Mire usted: un día había yo cazado un soberbio ciervo en los bosques de Hogsley,
un hermoso macho de dos años. ¡Pues no puede usted figurarse cómo me lo sirvió!
Pero, en fin, dejemos eso. Es asunto liquidado, y no encuentro nada bien que
-¡Que lo dejaran morir de hambre! ¡Oh señor fantasma...! Don Simón, quiero
decir, ¿es que tiene usted hambre? Hay un "sandwich" en mi costurero. ¿Le
gustaría?
-No, gracias, ahora ya no como; pero, de todos modos, lo encuentro amabilísimo
por su parte. ¡Es usted bastante más atenta que el resto de su horrible, arisca,
que me ha robado mis colores de la caja de pinturas para restaurar esa ridícula
mancha de sangre en la biblioteca. Empezó usted por coger todos mis rojos,
queda el añil y el blanco. Así es que ahora no puedo hacer más que claros de
acusado, aún estando fastidiada y a pesar de que todas esa cosas son
esmeralda...?
-Vamos a ver -dijo el fantasma, con cierta dulzura-: ¿y qué iba yo a hacer? Es
gusto. Así, por ejemplo, los Canterville tienen sangre azul, la sangre más azul
-No sabe usted nada, y lo mejor que puede hacer es emigrar, y así se formará
puede usted contar con un gran éxito. Conozco infinidad de personas que darían
cien mil dólares por tener antepasados y que sacrificarían mayor cantidad aún
burlonamente Virginia.
-Buenas noches; voy a pedir a papá que conceda a los gemelos una semana más de
vacaciones.
puedo.
iglesia, pero, en cambio, dormir es muy sencillo. Ya ve usted: los gemelos saben
-Hace trescientos años que no duermo -dijo el anciano tristemente, haciendo que
Virginia abriese mucho sus hermosos ojos azules, llenos de asombro-. Hace ya
pétalos de rosa.
Se acercó y arrodillándose al lado del fantasma, contempló su rostro envejecido
y arrugado.
-Pobrecito fantasma -profirió a media voz -, ¿y no hay ningún sitio donde pueda
usted dormir?
jardincito. La hierba crece en él alta y espesa; allí pueden verse las grandes
estrellas blancas de la cicuta, allí el ruiseñor canta toda la noche. Canta toda
la noche, y la luna de cristal helado deja caer su mirada y el tejo extiende sus
manos.
morar en paz. Usted puede ayudarme; usted puede abrirme de par en par las
Entonces el fantasma habló de nuevo con una voz que resonaba como los suspiros
del viento:
-¿Ha leído usted alguna vez la antigua profecía que hay sobre las vidrieras de
la biblioteca?
-¡Oh, muchas veces! -exclamó la muchacha levantando los ojos -. La conozco muy
bien. Está pintada con unas curiosas letras doradas y se lee con dificultad. No
-Significan que tiene usted que llorar conmigo mis pecados, porque no tengo
lágrimas, y que tiene usted que rezar conmigo por mi alma, porque no tengo fe, y
muerte se apoderará de mí. Verá usted seres terribles en las tinieblas y voces
funestas murmurarán en sus oídos, pero no podrán hacerle ningún daño, porque
-No tengo miedo -dijo con voz firme - y rogaré al ángel que se apiade de usted.
Levantóse el fantasma de su asiento lanzando un débil grito de alegría, cogió
la blonda cabeza entre sus manos, con una gentileza que recordaba los tiempos
pasados, y la besó.
Sus dedos estaban fríos como hielo y sus labios abrasaban como el fuego, pero
Soplaban en sus cuerpos adornados de flecos y con sus lindas manos hacíanle
Pero el fantasma le apretaba en aquel momento la mano con más fuerza, y ella
palabras que ella no comprendió. Volvió Virginia a abrir los ojos y vio
disiparse el muro lentamente, como una neblina, y abrirse ante ella una negra
caverna.
Un áspero y helado viento les azotó, sintiendo la muchacha que la tiraban del
vestido.
VI
No tardó en volver, diciendo que no había podido descubrir a miss Virginia por
ninguna parte.
flores para la cena, mistress Otis no se inquietó lo más leve. Pero sonaron las
A las seis y media volvieron los gemelos, diciendo que no habían encontrado
cuando míster Otis recordó de repente que pocos días antes habían permitido
Pero cuando llegó al sitio en cuestión vio que los gitanos se habían marchado.
Se dieron prisa a huir, sin duda alguna, pues el fuego ardía todavía y quedaban
de Policía del condado, rogándoles buscasen a una joven raptada por unos
vagabundos o gitanos.
Luego hizo que le trajeran su caballo, y después de insistir para que su mujer
y sus tres hijos se sentaran a la mesa, partió con un "groom" por el camino de
Ascot.
y la cabeza descubierta.
-Lo siento muchísimo -le dijo el joven con voz entrecortada -, pero me es
conmigo. Si nos hubiera permitido casarnos el año último, no habría pasado esto
El ministro no pudo menos que dirigir una sonrisa a aquel mozo guapo y
dijo:
-Pues bien, Cecil: ya que insiste usted en venir, no me queda más remedio que
riendo.
Una vez allí, míster Otis preguntó al jefe si no habían visto en el andén de
salida a una joven cuyas señas correspondiesen con las de Virginia, pero no
minuciosa.
novedades que se disponía a cerrar, míster Otis cabalgó hasta Bexley, pueblo
situado cuatro millas más allá, y que, según le dijeron, era muy frecuentado por
los gitanos.
él.
Así es que, después de atravesar la plaza, los dos jinetes tomaron otra vez el
Era evidente que Virginia estaba perdida, al menos por aquella noche, y fue con
"poney".
La pobre mistress Otis estaba tumbada sobre un sofá de la biblioteca, casi loca
agua de colonia.
Cuando terminaron, míster Otis, a pesar de los ruegos del duquecito, mandó que
todo el mundo se acostase, ya que no podía hacer cosa alguna aquella noche; al
Pero he aquí que en el preciso momento en que salían del comedor sonaron las
doce en reloj de la torre.
-¡Ah...! ¡Hija mía! ¿Dónde te habías metido? -dijo míster Otis, bastante
enfadado, creyendo que les había querido dar una broma a todos ellos-. Cecil y
cabriolas.
-Hija mía querida, gracias a Dios que te hemos encontrado; ya no nos volveremos
preciso que vayáis a verle. Fue muy malo, pero se ha arrepentido sinceramente de
todo lo que había hecho, y antes de morir me ha dado esta caja de hermosas
joyas.
Toda la familia la contempló muda y aterrada, pero ella tenía un aire muy
En seguida, dando media vuelta, les precedió a través del hueco de la pared y
Washington los seguía llevando una vela encendida, que cogió de la mesa. Por
hallaron en una habitación estrecha y baja, con el techo abovedado, y que tenía
una ventanita.
Junto a una gran argolla de hierro empotrada en el muro, con la cual estaba
encadenado, veíase un largo esqueleto, extendido cuan largo era sobre las losas.
-¡Atiza! -exclamó de pronto uno de los gemelos, que había ido a mirar por la
ventanita, queriendo adivinar de qué lado del edificio caía aquella habitación-.
besándola.
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VII
Cuatro días después de estos curiosos sucesos, a eso de las once de la noche,
El carro iba arrastrado por ocho caballos negros, cada uno de los cuales
balanceaban.
La caja, de plomo, iba cubierta con un rico paño de púrpura, sobre el cual
A cada lado del carro y de los coches marchaban los criados llevando antorchas
encendidas.
Lord Canterville presidía el duelo; había venido del país de Gales expresamente
En el último coche iba mistress Umney. Todo el mundo convino en que, después de
haber sido atemorizada por el fantasma, por espacio de más de cincuenta años,
tejo centenario, y dijo las últimas oraciones, del modo más patético, el
ella una gran cruz hecha con flores de almendro, blancas y rojas.
En aquel momento salió la luna de detrás de una nube e inundó el cementerio con
de un ruiseñor.
Muerte; sus ojos se llenaron de lágrimas y apenas pronunció una palabra durante
el regreso.
fantasma a Virginia.
Había, sobre todo, un collar de rubíes, en una antigua montura veneciana, que
era un espléndido trabajo del siglo XVI, y el conjunto representaba tal cantidad
que míster Otis sentía vivos escrúpulos en permitir a su hija que se quedase con
ellas.
mí, que estas joyas deben quedar en poder de usted como legado de familia. Le
chiquilla, y hasta hoy, me complace decirlo, siente poco interés por estas
la suerte de pasar varios inviernos en Boston, siendo muchacha, que esas piedras
ningún miembro de la familia. Además de que todos esos "bibelots" y todos esos
atrevería a asegurar que Virginia tiene gran interés en que la deje usted la
cajita que encierra esas joyas, en recuerdo de las locuras y el infortunio del
antepasado. Y como esa caja está muy vieja y, por consiguiente, deterioradísima,
mí, confieso que me sorprende grandemente ver a uno de mis hijos demostrar
interés por una cosa de la Edad Media, y la única explicación que le encuentro
involuntaria.
Una vez que hubo terminado míster Otis, le estrechó cordialmente la mano, y
contestó:
quince días para infernarme la vida. En cuanto a que sean joyas de familia, no
aseguro que son tan mías como de su mayordomo. Cuando miss Virginia sea mayor,
sospecho que le encantará tener cosas tan lindas que llevar. Además, míster
Otis, olvida usted que adquirió usted el inmueble y el fantasma bajo inventario.
las pruebas de actividad que ha dado sir Simón por el corredor, no por eso deja
fueron motivo de general admiración. Porque Virginia fue agraciada con el tortil
americanitas juiciosas, y se casó con su novio en cuanto éste tuvo edad para
ello.
Eran ambos tan agradables y se amaban de tal modo, que a todo el mundo le
haciendo todo lo posible por atrapar al duquecito y casarle con una de sus siete
hijas.
Cosa rara: míster Otis sentía una gran simpatía personal por el duquecito, pero
"era de temer que, entre las influencias debilitantes de una aristocracia ávida
sencillez republicana".
Pero nadie hizo caso de sus observaciones, y cuando avanzó por la nave lateral
Chase, y al día siguiente de su llegada, por la tarde, fueron a dar una vuelta
sobre la losa fúnebre de sir Simón, pero concluyeron por decidir que se pondrían
ventana de la biblioteca.
después de permanecer allí un rato, pasaron por las ruinas del claustro de la
antigua abadía.
-Sí los tienes -respondió sonriendo-. No me has dicho nunca lo que sucedió
sir Simón! Le debo mucho. Sí; no te rías, Cecil; le debo mucho realmente. Me
hizo ver lo que es la vida, lo que significa la muerte y por qué el amor es más
FIN
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