Taller Costumbrismo y Realismo

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FUNDACIÓN COLEGIO UIS PGF-01-R15


TALLER – COSTUMBRISMO Y REALISMO Página 1 de 3

ESTUDIANTE:
ASIGNATURA: ESPAÑOL -TERCER PERÍODO FECHA: Julio 21 – 2021
DOCENTE: Luddy Villamizar C. CURSO: 8-
Caracterizo los principales momentos de la Literatura colombiana, atendiendo a
particularidades temporales, geográficas, de género y de autor a partir de
COMPETENCIAS producciones literarias de la literatura del Romanticismo, Costumbrismo, Realismo y
Modernismo.

EL TUERTO GARMENDIA – José Manuel Marroquín

Si en aquel compendio de todas las malas pasiones había algo que se pudiera calificar de pasión
dominante, yo me atrevería a afirmar que la del Tuerto era su afición a martirizar a los animales.
En una de las poblaciones que frecuentaba más, acostumbrada hacer tertulia en la botica y como
allí pudiera echarle el guante a un animal, perro, gato, ratón o pollo, compraba, digo mal, pedía
(porque él no compraba nunca) una botella de aguarrás, bañaba al animal en este líquido, le pegaba
fuego y, cuando le era posible, le cerraba la puerta para recrearse con todos los lamentos, todas las
convulsiones y todas las agonías de la infeliz criatura.

Yendo sobre mí, encontró una vez un asno cargado de chamarasca. Apeóse, quitóle de la mano el
ronzal a una pobre indiecita que lo llevaba, y le puso fuego a la leña de la carga. No sé a quién
compadecí más, si al animal, que, entre congojas horribles, quedó medio consumido por el fuego, o
a la India, que lloraba a gritos, de lástima, de cólera y de miedo. (…)

Don Cesáreo llegó poco después que mi conductor; estuvo contemplándome y ponderando los
estragos que él me había causado el haber servido al Tuerto Garmendia y dispuso lo que había de
hacerse para curarme de las dolamas de que debía estar lleno y para hacer desaparecer las infinitas
lacras que me afeaba en todo el encanijado cuerpo. Me dio con cariño unas palmadas en el cuello y
en el anca y mandó que se me llevara al potrero de San Félix.

Al oír esta orden, me asaltó un recelo: ¿iría yo a quedar separado de Morgante y de Merengue? Con
esa penosísima duda entre al potrero, y con ella corrí desde la puerta hacia donde alcancé a divisar
un grupo de bestias; cuando me iba acercando, vi maravillado, entre ellas, un objeto blanquizco y
lustroso que me parecía una esfera. Me acercó más y relincho, la esfera vuelve hacia mí una
cabecita que la adornaba, relincha también y me sale al encuentro: es Merengue, que merced a la
vida regalona que ha llevado por muchos meses, ha tomado una forma que se asemeja más a la de
una esfera que a cualquier otra. Merengue me huele, me palma, parece como si quisiera besarme;
nota en mi cierta inquietud; me adivina y echan dar haciéndome una seña como para que lo siga.
(…)

¡Lo que es la vida! Las grandes alegrías son comparadas siempre con grandes dolores, con dolores
siempre más largos que ellas. Apenas hay alegría pura y completa que no consista en la cesación de
una pena.
Fragmento de El Moro – José Manuel Marroquín

EL DÍA DEL ODIO – José Antonio Osorio

Tránsito se detuvo durante algunos minutos en la puerta de la casa de donde había sido arrojada
ignominiosamente y en la cual estaba concentrada la totalidad de su mundo. Sentíase tan
desamparada y huérfana como no lo estuvo jamás. Hubiera querido regresar y pedirle a la señora
Alicia que le pegara más, si quería, pero que no la echara a la calle. Pero la puerta estaba cerrada
por dentro, y sabía que si golpeaba nadie saldría a abrirle. Entonces, agobiada por su dolor y su
desazón, echó a andar mecánicamente, sin un plan, sin un propósito definido.

Más adelante comprendió que debía irse a su casa. Tenía que tomar el tren hasta Lenguazaque y de
allí seguir a pie hasta la vereda, unos seis kilómetros. Pero eran las cuatro de la tarde y sólo salían
dos trenes, a las siete y a la una de la tarde, y además no contaba sino con dos pesos y el pasaje
valía dos con setenta. Sabía que era inútil pedir que le rebajaran los setenta centavos. Siguió
andando, sin rumbo, empujada por su desolación. No pensaba en nada, no forjaba proyectos, no se
preocupaba por su propia suerte. Sólo sentía una pesadumbre aguda, unos incontenibles deseos de
llorar, de tirarse al suelo y olvidarse de todo movimiento, permanecer extendida hasta que se
fundiese con la tierra. Pudo ponerse a buscar rápidamente otra casa donde servir, ofreciéndose de
puerta en puerta. Pudo regresar y acurrucarse en el umbral como un perro castigado, hasta que
llegara don Pedro y la hiciera entrar. Pero su densa pena exaltaba su dolor hasta convertirla en un
ser pasivo. No era solamente la inculpación de ladrona, ni la ingratitud, ni la frialdad con que su
señora se había desprendido de ella, al cabo de tanto tiempo, lo que causaba su inquietud. Era la
fractura de sus afectos, que ya no tendrían objeto a quién dirigirse. Y si algo desfilaba por su
pensamiento era la preocupación por las dificultades en que se encontraría Alicia. —Allá tará mi
señora quemándose las manos pa prender la candela —pensaba. Y después: —Untualito llegará don
Pedro y la comida no va a tar preparada. Cuando se sintió cansada, se sentó al borde de la acera.
Hallábase por las inmediaciones de Bavaria, pero no pudo reposar, porque llegó un agente de Policía
y le ordenó con amenaza que se levantara de ese lugar. Dócil y sumisa, como un perro, obedeció
apresuradamente y siguió andando hacia el centro.

El crepúsculo cayó enseguida y ella avanzaba por la carrera 13 hacia el centro de la ciudad. Y sólo
entonces empezó a preocuparse por su propia suerte. Tenía por delante la noche y su instinto
primario le presentaba la perspectiva de la intemperie. —¿Y ora pa ónde cojo yo? —se preguntó. Se
acordó que antes de colocarse, vino una vez con su mamá y otros campesinos para pagarle una
promesa al Señor de Monserrate y se alojaron en un hotel por los lados del Mercado. Pudiera ser que
encontrara ese refugio. Con los dos pesos podría pagar la cama y al día siguiente encontraría una
casa donde servir. Y con este plan anduvo por las calles 11 y 12, sin encontrar ninguna puerta
parecida a la que recordaba. Vio varios hoteles, pero ¿cómo se atrevería a entrar sin saber qué
peligros correría? Como la noche avanzaba, se decidió por uno cualquiera, en la carrera 12. Un
letrero luminoso, una caja de vidrios pintados con una luz por dentro, ofrecía habitaciones. En el
zaguán, mal iluminado, un muchacho indolente salió a su encuentro. —¿Aquí me darán posada? —
preguntó atemorizada. —¿Ta sola? —inquirió el portero. —Sí. Mi mamá ta en Lenguazaque. —No. A
muchachas solas no se les da posada porque después es pa vainas. —Por esta nochecita no más… Por
vida suyita. Toy cansada… El muchacho, impersonal en su puesto de portero, se negó a todo, y
Tránsito regresó a la calle. Un policía la detuvo en la puerta. —¿Pa ónde va? —le preguntó
ásperamente. —Toy buscando posada. Mi señora Alicia me echó pa la calle y como mi mamá ta en
Lenguazaque… —¿Y por qué sale de ese hotel? —Pus…, ¿no le digo que toy buscando posada? No
quisieron darme. El policía la miró con detenimiento. Bajo su indumentaria campesina, envuelta en
su pañolón, calzada con alpargatas, ingenua y tímida, aparecía la seducción de su adolescencia. El
policía pensó: —Y no es ni un pite fea la india… Miraba con alegría el rostro sonrosado, la piel, un
poco más despercudida que cuando vino a servir, los ojos claros, casi azules, y el aspecto cándido.

EN LA DIESTRA DE DIOS PADRE


Tomás Carrasquilla

Apenas se vio andando recobró fuerza, y en un instantico volvió a amolar la desjarretadera... y


tomó el mundo. ¡Cómo estaría di hambrienta con el ayuno! En un tris acaba con los cristianos en
una semana. Los dijuntos parecían gusanos de cosecha, y ni an los enterraban, sino que los hacían
una montonera, y ai medio los tapaban con tierra. En las mangas rumbaba la mortecina, porque ni
toda la gallinazada del mundo alcanzaba a comérsela. Peralta sí era verdá que parecía ahora un
duende, di aquí pa’cá, en una y en otra casa, amortajando los dijuntos y consolando y socorriendo a
los vivos.

La Muerte si aplacó un poquito; los contaítos cristianos que quedaron volvieron a su oficio; y como
los vivos heredaron tanto caudal, y el vicio del juego volvió a agarrarlos a todos, consiguió Peralta
más plata en esos días que la qui había conseguido en tanto tiempo. ¡Hijue pucha si’staba ricachón!
¡Ya no tenía ondi acomodala! Pero cátatelo ai qui un día amanece con una pata hinchada, y le coló
una
discípula de la mala. Al momentico pidió cura y arregló los corotos, porque se puso a pensar qui
harto había vivido y disfrutao, y que lo mismo era morise hoy que mañana go el otro día. Mandó en
su testamento que su mortaja fuera de limosna, que le hicieran bolsico, y que precisadamente le
metieran en él la baraja y los daos; y comu’era tan humilde quiso que lo enterraran sin ataúl, en la
propia puerta del cementerio onde todos lo pisaran harto. Asina fué qui apenitas se le presentó la
Pelona cerró el ojo, estiró la pata y le dijo: “¡Matáme pues!”. ¡Poquito sería lo duro que li asestó el
golpe, con el rincor que le tenía!

1. Junto a su equipo de trabajo, determinen a qué corriente literaria pertenece cada fragmento.
Recuerden que deben justificar su respuesta con aspectos diferentes a las características (2.1)
2. Desde la respuesta anterior, analice dos características presentes en cada fragmento. Recuerde
que debe enunciar, explicar, citar y argumentar (4.0)
3. Los textos de esta importante época literaria muestran la crítica social de maneras diferentes.
Analice, ¿qué crítica se hace en cada fragmento? Defienda su postura con dos razones y
redacte un argumento completo y coherente. (4.0)

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