ANEXO - Ejemplos de Prólogos

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ANEXO: ejemplos de prólogos

A continuación encontrarán tres ejemplos de prólogos breves para arientarse


en la escritura.

Prólogo de Cuentos breves para leer en el


colectivo.
Cualquier recorte de la realidad es, si no arbitrario, subjetivo. Elegir de entre siglos de literatura
unos pocos cuentos es recortar. Para empezar, hablar de “cuentistas” implica dejar de lado a
cientos de escritores; decir “grandes cuentistas” es profundizar aún más en la selección. Y
compilar una antología de cuentos breves de grandes escritores —grandes en el sentido de
insoslayables— significa pasar por alto a casi todos. Hasta llegar a lo que en la actualidad
conocemos como “literatura moderna”, los cuentistas de raza no abundaron; hubo, por cierto,
grandes novelistas que no llegaron a dominar la forma del cuento. Otros, en verdad, ni siquiera
lo intentaron: recién en el siglo XIX Edgar A. Poe puso por escrito sus reglas y límites, y le dio
al género la entidad literaria que venía reclamando. Un siglo y medio después, no se puede
hablar de literatura sin tomar en cuenta las obras del mismo Poe, Chéjov, Maupassant o
Quiroga.
Nadie se atrevería a afirmar hoy que el cuento constituye un género menor (para ahuyentar esta
idea bastaría invocar los espíritus de escritores más cercanos a nosotros, como Borges,
Hemingway, Rulfo, Cortázar, Cheever o Carver). Por eso y para hacer de esta una antología
diferente, ya desde su concepción original, la elección de los cuentos fue, si se quiere, aún más
arbitraria. Tomando una prudente distancia histórica como para evitar celos contemporáneos,
fueron seleccionados los mejores representantes del género y, de ellos, sus producciones más
breves.
Sabemos, por la célebre reflexión del escritor español Baltasar Gracián, que “lo bueno, si breve,
dos veces bueno”. Poe fue más allá en el elogio de la brevedad y la convirtió en una teoría. En
su Filosofía de la composición, el estadounidense definió lo que llamó “unidad de efecto” o “de
impresión” de un texto. Lo hizo en referencia a la elaboración de su poema “El cuervo”, aunque
creía, con razón, que exponer este concepto-idea sería útil para la literatura en general:
Si una obra literaria es demasiado larga para ser leída de una s ola vez, preciso es resignarse a
perder el importantísimo efecto que se deriva de la unidad de impresión, ya que si la lectura se
hace en dos veces, las actividades mundanas interfieren destruyendo al punto toda totalidad.
[...] Lo que llamamos poema extenso es, en realidad, una mera sucesión de poemas breves,
vale decir de breves efectos poéticos. [...] Parece evidente, pues, que toda obra literaria se
impone un límite preciso en lo que concierne a su extensión: el límite de una sola sesión de
lectura. [...] Resulta claro que la brevedad debe hallarse en razón directa de la intensidad del
efecto buscado, y esto último con una sola condición: la de que cierto grado de duración es
requisito indispensable para conseguir un efecto cualquiera.
Hacia allí se orientó entonces la búsqueda: cuentos buenos y breves, que pudieran leerse en
una espera, en un viaje corto, de una sentada.
Y como a cuentos breves les corresponden prólogos más breves aún, apuntaremos para
terminar solo uno de los porqués de este libro. Una idea que no es nueva pero que quizá sea,
en el mundo de hoy, urgente: pensar la lectura como acto de resistencia. Esa mínima victoria
del principio de placer por sobre el principio de realidad. Se sabe: leer nos acercará o alejará —
según lo deseemos— del mundo y de nosotros mismos. Pero si bien al parecer la gente lee
cada vez menos literatura, también lo hace en donde puede: en autobuses, trenes, colas de
banco. Este es además un acto de resistencia: aprovechar los pocos minutos libres que quedan
para leer.
Tal vez muchos nos hayamos visto obligados hoy a convertirnos en una suerte de “lectores en
tránsito”. Aunque deseemos, en verdad, que se trate solo de un desvío en el camino que nos
lleve a dedicarle a la lectura todo el tiempo que se merece. Mientras t anto, nos parece una
buena idea compartir estos cuentos fugaces y permanentes, tan breves como eternos.
MAXIMILIANO TOMAS

Prologo de Dormir al sol


Prólogo de Cuentos para leer con la luz prendida

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