INTRODUCCION Eutanasia Trabajo Original
INTRODUCCION Eutanasia Trabajo Original
INTRODUCCION Eutanasia Trabajo Original
INTRODUCCION
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tratamiento de esta problemática en la normativa de los diferentes países, como
también enfocar las posturas a favor y en contra de la eutanasia, concluyendo con
un análisis crítico de los que conforman el grupo de trabajo, enfocando este
delicado tema en la intención de mantener firmes los conceptos de respeto a la
vida humana. Adjuntando los anexos que se recopilaron para el trabajo y la
correspondiente bibliografía.
II. OBJETIVOS
OBJETIVO GENERAL
OBJETIVOS ESPECÍFICOS
financiarla.
2
Defender, de modo especial, el derecho de los enfermos terminales a,
deseo expreso.
3
Adistanasia o antidistanasia: cesación de la prolongación artificial de la
vida dejando que el proceso patológico termine con la existencia del enfermo.
Medicina paliativa: reafirma la importancia de la vida y considera a la
muerte como la etapa final de un proceso normal. La atención que brinda no
acelera ni pospone la muerte, proporciona alivio del dolor y de otros síntomas
angustiosos e integra los aspectos psicológicos y espirituales del tratamiento
del enfermo. Le ofrece apoyo de modo que pueda llevar una vida lo más activa
posible hasta la muerte, y a la familia para que pueda hacer frente a la
enfermedad de su ser querido y al duelo.
Sufrimiento: Tener o padecer un daño o dolor físico o moral. Padecer
habitualmente una enfermedad o un trastorno físico.
Aunque Del Vecchio citado por Carmen Juanatey estima que no esta tan claro que
la muerte fuese para esos enfermos algo beneficioso, ni tampoco si se les
obligaba a no morir. 2
4
encargado de aliviar el dolor que se realizaba mediante el procedimiento de
romper la espalda de los dolientes. Al hacer tal cosa, aliviaba el dolor y a la vez
mataba al paciente, una vez rotas las vértebras el sujeto tendía al paciente sobre
su espalda, hacía la señal de la cruz sobre el cuerpo y recitaba ciertas oraciones;
después el cadáver se entregaba a las familias. 4 Sobre este relato vuelvo al
maestro Jiménez de Asúa quien citando a José Ingenieros comenta sobre la
práctica que en Sudamérica ha sido frecuente de “despenar” entre los habitantes
del campo.. “despenar es un deber de buen amigo y negarse a hacerlo se reputa
como un acto deshonroso”. El habito de despenar común en la población rural
sudamericana se había practicado siempre en los casos de heridas y accidentes
graves, rara vez en casos de enfermedad crónica y se despenó siempre usando
arma blanca”. 5
Un episodio bíblico también recogido por Luís Jiménez habla de la muerte de Saúl
conforme a la versión del libro segundo de Samuel (cap. I 9 y 10): “Ya muerto Saúl
llega un amalecita al campamento donde estaba David y anuncia que Saúl y su
hijo Jonatan están muertos porque él estaba en el monte Gelboé y vio a Saúl
rodeado de enemigos y le dijo al amalecita que lo matase y él lo mató y tomó su
corona y brazalete y se los llevó a David. David y los que estaban con él se
rasgaron las vestiduras y ayunaron por ellos. Y al amalecita que le llevo la noticia
lo mando matar por haber matado a Saúl y entonó una lamentación”. Lo
interesante de este pasaje, es que la muerte piadosa de Saúl ha sido considerada
una de las primeras fórmulas de eutanasia y su correspondiente castigo para la
argumentación religiosa; aunque existen voces que ven en ello un castigo de
David al magnicidio, más que al acto de dar muerte por conmiseración al rey
herido y vencido.
Un argumento ya no religioso, sino más bien propio de la génesis profesional e
histórico de rechazo a la muerte asistida por un médico, está en el hecho de que
en Grecia, Hipócrates (S. V a de C.) en su juramento afirma que el médico no dará
medicamento mortal por más que se lo soliciten. En el juramento Hipocrático, la
santidad de la persona y el verdadero bienestar del paciente es central.
Reconoció, sin embargo, que se podría violar fácilmente esta ética ya que los
5
médicos, no tienen sólo el poder para curar sino también para matar. Por esta
razón, se afirma tradicionalmente, que hizo que los médicos juraran que nunca
usarían su conocimiento y experimentarían para matar, e incluso ante la propia
demanda de un paciente. 6
El juramento permitió a la medicina proteger al paciente vulnerable. 7 Pitágoras y
los miembros de su famosa escuela censuraban el adelantamiento del final de la
vida pues argumentaban que cada vida tiene una extensión que debe ser
respetada.8 En cambio, Platón, (427-337 a.C.) en su obra La República dice que:
"Se dejará morir a quienes no sean sanos de cuerpo". Pues su argumento era que
los ciudadanos habían de estar sanos y en que los que necesitaban ayuda médica
en forma permanente, sencillamente no debían ser tratados. Los enfermos
crónicos eran incapaces de contribuir a su propio desarrollo como al del Estado. 9
En Roma, las teorías y criterios sobre la práctica son múltiples: “Muerte sin dolor
por miedo a afrontar conscientemente el sufrimiento y la propia destrucción” (así la
define Tácito en sus Anales) Séneca propone que: "Es preferible quitarse la vida,
6
a una vida sin sentido y con sufrimiento", señala que el sabio ha de vivir tanto
como deba no tanto como pueda. Epícteto predica la muerte como una afirmación
de la libre voluntad; Cicerón le da significado a la palabra como "muerte digna,
honesta y gloriosa". Pero en general se puede decir que el Derecho Romano
carecía de una regulación sobre el suicidio ya fuese permisiva o contraria al acto
de quitarse la vida. 13 Durante la Edad media y los comienzos del Renacimiento
predomina el pensamiento de la Doctrina Cristiana. El concepto de Eutanasia se
alude por vez primera en la Utopía de Tomás Moro (1478 a 1535 año en que fue
decapitado). En el texto aparece el concepto médico y moral de la eutanasia. 14 En
general, predica sobre una atención esmerada a los enfermos, pero ante una
enfermedad intolerable, legitima la muerte voluntaria y la eutanasia en su
mencionada obra Utopía. Tiene en cuenta por cierto, para ello los derechos de la
persona; la responsabilidad moral, la libertad y a los sacerdotes como intérpretes
de la divinidad, ya que para evitar abusos, se requiere del permiso de tales
autoridades.15 Moro es en su contexto histórico una excepción; pues la doctrina y
el criterio en general es contrario al suicidio y a la eutanasia. No cabe duda que
estos argumentos tienen parte de su fundamento en las antiguas normas éticas
que desde la tradición griega se transfirieron junto a la enseñanza y administración
de la medicina; así la idea hipocrática contraria a quitar la vida a los pacientes se
amalgama con las predicas cristianas de una primera época y que luego toman un
refuerzo en las ideas de San Agustín en cuya virtud y desde el mandato de “No
mataras” la Iglesia enseñó que tanto el suicidio como la privación de la vida del
paciente constituían actos erróneos. 16
A principios del siglo XVII surge un nuevo posicionamiento que contrasta en parte
con lo sostenido por Moro, se trata de sir Francis Bacon quien si bien postula la
ayuda la morir lo hace sin el favorecimiento a la ejecución de la muerte, por lo que
exhorta a los médicos a investigar métodos que disminuyan los sufrimientos del
moribundo en sus últimos momentos. El significado que Bacon presta al término
se aproxima a los fundamentos de la llamada ortotanasia y a la eutanasia
indirecta, como analizaremos en detalle en los párrafos destinados a la
clasificación de la eutanasia de la presente tesis. Este autor es quien, además,
7
generaliza el uso del término. 17 De los filósofos posteriores, es destacable por
una parte la postura del inglés David Hume (1711 a 1776) quien señalaba que: "si
el disponer de la vida humana fuera algo reservado exclusivamente al
todopoderoso, y fuese infringir el derecho divino el que los hombres dispusieran de
sus propias vidas, tan criminal sería el que un hombre actuara para conservar la
vida, como el que decidiese destruirla." Esto es, justifica la eutanasia en términos
prácticos: " una vez que se admite que la edad, la enfermedad o la desgracia
pueden convertir la vida en una carga y hacer de ella algo peor que la
aniquilación....Creo que ningún hombre ha renunciado a la vida si esta mereciera
conservarse". 18
El planteamiento de Hume puede considerarse representativo de la concepción
utilitarista de la moral que ha caracterizado el pensamiento ético sajón durante el
siglo XIX. La famosa tesis de John Stuart Mill que deriva directamente de Hume,
de que el derecho penal solo debe poner límites a la libertad humana cuando se
trata de acciones que causan daño a otro (harm to other) y no simplemente en las
acciones que sólo afectan al propio sujeto, lleva naturalmente a considerar el
suicidio como algo lícito o en todo caso como algo que no debe ser objeto de
sanción jurídica.19 Finalmente para Kant (1724 a 1804), el suicidio es en principio
malo, porque viola los deberes y el respeto para consigo mismo. Frente a la
eutanasia tiene en cuenta la potencialidad de ese ser humano que se quita la vida,
las posibilidades de desarrollo de sus capacidades. "La vida no vale por sí misma,
sino en función de un proyecto de vida ligado con una libertad y una autonomía,
ésta última se justifica si permite la base material para una vida digna".
Extremando una síntesis de Kant es posible sostener como lo hace Carmen
Juanatey que “no sólo el suicidio está en ciertos casos permitido moralmente, sino
incluso el deber de ayudar a otro a quitarse la vida si ya no le es posible llevar una
existencia digna” y en todo caso para el propio Kant el suicidio (y la eutanasia
voluntaria) era una cuestión en la que no debía intervenir el derecho, “pues la
jurisprudencia debe decidir lo que es justo o injusto únicamente en el terreno de
los deberes para con los demás, pero no en los deberes para con uno mismo”. 20
8
fueron evolucionando desde posturas extremas de los reformistas protestantes del
siglo XVI para quienes el reto cristiano de la muerte se encontraba en soportar el
dolor de buen grado, a matices en que los teólogos españoles de la misma época;
resaltaban el papel del médico como el agente destinado a otorgar una “buena
muerte”; aquella desprovista de dolor mediante el suministro de medios paliativos
que desembocaban en lo que hoy denominados una “eutanasia indirecta” o bien
mediante el no suministro o retirada de medios (eutanasia pasiva). El punto de
frontera de la práctica eutanásica para estos teólogos indudablemente estaba en
el hecho de que el médico no debía causar la muerte de un modo directo o
inmediato.
Estas nociones han traspasado los siglos venideros y son, como veremos, la base
de las normas que las encíclicas y documentos papales predican hasta el día de
hoy. 21
Durante el siglo XX cabe destacar una obra precursora y de especial
trascendencia, se trata de la monografía de Enrico Ferri “Homicidio-Suicidio” sin
duda, profética respecto de la discusión eutanásica de nuestros días, ya que, en lo
medular propone que quien de muerte a otro por motivos altruistas o piadosos no
deba ser considerado como un delincuente; ello porque para Ferri la vida es
renunciable o “abdicable” para su titular; otorgando por ende, plena eficacia al
consentimiento como argumento de impunidad en esta materia. Ferri consideraba
que no existen derechos solamente innatos o inalienables, sino que todo está
ligado al devenir histórico y a la evolución de la sociedad. La indisponibilidad del
bien “vida” solo se puede mantener argumentando desde el punto de vista ético o
religioso, pero no desde un punto de vista jurídico. En fin, sostendrá que para que
el consentimiento tenga autoridad debe cumplirse la condición de que el sujeto
pasivo muera (o se le facilite el suicidio) por motivos no antijurídicos o no
antisociales 22(conforme a la escuela positivista que centra su atención en el
delincuente más que en el delito). Durante el siglo XX en general, la cultura fue
progresivamente recogiendo el debate sobre la eutanasia, cuestión comprobable,
desde que nos basta una mirada a esa porción del arte transformadora del mundo
y ventanas de ideas; como es el cine. Actividad propagadora de valores y
9
destructora de otros; en su afán de crear mitos y realidades el celuloide desplaza a
la literatura en nuestros días debido a que sin abandonar su fin de entretenimiento
y sentido lúdico inicial, evoluciona también como una herramienta poderosa de
difusión y adoctrinamiento. En el cine la eutanasia en general solo ha recibido
argumentos de respaldo, mirando la muerte en sus tramas como un definitivo bien
frente a un mal mayor. 23
V. MARCO TEÓRICO
V.1. CONCEPTO DE EUTANASIA
En si la eutanasia es la acción u omisión que acelera la muerte de un paciente
desahuciado con la intención de evitar sufrimientos. El concepto está asociado a
la muerte sin sufrimiento físico
La Eutanasia por esencia será materia de un debate permanente y como en toda
discusión que se merezca, existe en primer término la obligación a delimitar
claramente el ámbito de lo debatido, esto es, centrar el análisis en conceptos
inequívocos que permitan un encuadre adecuado de la ruta a seguir. Por ello se
debe partir desde la propia definición básica de la palabra Eutanasia; término
proveniente de la terminología griega eu; buena y de thanatos; muerte. La
discusión jurídica y a veces moral o valórica si se quiere, sobre la eutanasia,
obedece en buen grado a que el concepto presenta una fuerte carga emotiva que
se asoma incluso en su etimología referida al sustantivo “muerte” y al que se
agrega el adjetivo de “buena”.
10
cuidados o tratamientos que son necesarios pero infecundos. Por ejemplo, no
proseguir una terapia intensiva infecunda en un comatoso profundo que vegeta
irreversiblemente por lesión cerebral severa.
Estos tipos o modalidades, según el “objeto” sobre el que recae la conducta o
accionar desplegado, se dividen a su vez, en:
Eutanasia activa directa: en que la acción se ejerce materialmente sobre el
cuerpo del paciente. Ejemplo de esto puede ser el caso en que se administra una
inyección letal a un enfermo terminal.
Eutanasia activa indirecta en que la conducta se despliega sobre objetos que
como efecto colateral producen la consecuencia buscada. Suele ejemplificarse
con la acción de combinar medicamentos que en el estado en que se encuentra el
paciente, le alivian el dolor pero le acortan el tiempo de vida que le queda.
La nota común entre ambas es que se requieren un quehacer activo, una
conducta de acción.
Por otro lado, y en el mismo orden de cosas, pero en relación a la omisión,
tenemos:
Eutanasia pasiva directa: en que la acción por omisión se dirige directamente
hacia el paciente para que tenga lugar el desenlace que este desea. Por ejemplo,
no administrarle las drogas necesarias para que el vegetante pueda mantener su
función cardiaca compensada.
Eutanasia pasiva indirecta: en que la omisión sólo produce un estado de cosas
que posibilita la vía para que por el curso natural de las cosas se produzca la
muerte del paciente. Se puede ejemplificar con el supuesto en que no se conecta
al enfermo terminal o accidentado a las asistencias artificiales, aún sabiendo que
tal accionar pueda, por causa de la evolución rápida de la patología o lesión,
derivar en la muerte.
En éstos casos, la conducta necesaria es la omisiva, el no hacer por parte del
agente.
2) De acuerdo a quién ejerce la acción:
Eutanasia autónoma: es la preparación y provocación de la propia “buena
muerte” sin intervención de terceras personas. Ejemplo: administrarse asimismo
11
altas dosis de alguna droga sedante que provoca una descompensación, la cual
sin asistencia médica se traduce en muerte.
Eutanasia heterónoma: es la “buena muerte” resultante de la acción o
participación de otra u otras personas. Por ejemplo, hacerse desconectar del
respirador artificial.
3) De acuerdo a la voluntad del paciente:
Eutanasia voluntaria: es la que se lleva a cabo con el consentimiento expreso y
directo del paciente. Se ejemplifica con el caso en que un paciente en estado de
conciencia plena ruega por su muerte para evitar la prosecución del sufrimiento
que padece.
Eutanasia involuntaria: es la practicada sin el consentimiento del paciente, por
resultar imposible la obtención de su voluntad. Ejemplo: paciente con lesión
cerebral severa irreversible cuyos familiares autorizan que sea desconectado de
toda asistencia mecánica, o directamente se le administren sustancias letales para
él en su estado.
4) De acuerdo al resultado del tratamiento:
Muerte digna u Ortotanasia: es la muerte con todos los alivios médicos
adecuados y los consuelos humanos posibles. Es la muerte en buenas
condiciones, con las molestias aliviadas. Como ejemplo se puede citar el caso en
que al paciente se le brindan y suministran todas las drogas sedantes y calmantes
que le permiten aliviar su padecimiento aunque le acortan el tiempo de vida que le
queda, o directamente le producen una muerte lenta.
Distanasia: es la muerte en malas condiciones, con dolor, molestias, sufrimiento,
etcétera. Esto es, la muerte con un mal tratamiento del dolor, o la asociada al
encarnizamiento terapéutico. Por ejemplo, un paciente que muere por omisión
médica en el tratamiento del dolor producido por una enfermedad terminal o a
causa de un grave accidente -“muere del dolor”-.
Sedación terminal: es la práctica médica de inducir el sueño del paciente, para
que no sienta dolor, en los ya muy raros casos de dolores rebeldes a todo
tratamiento. Generalmente se recomienda una sedación suave acompañando a
los analgésicos, para que los potencie, manteniendo la conciencia del paciente.
12
5) De acuerdo a la extensión y fecundidad del tratamiento:
Tratamiento terapéutico: hace alusión a la ciencia canalizada en un plan
terapéutico metódico que persigue el fin último de salvar la vida, sin incurrir en una
obstinación que lleve a los facultativos a intentar por cualquier medio (aún antiético
o paracientífico) mantener con vida al paciente, y que cuenta con un oportuno o
pertinente punto final de acuerdo al resultado muerte que inexorablemente ocurrirá
(mas allá o más acá en el tiempo). Generalmente se trata de evitar una excesiva e
innecesaria prolongación del sufrimiento final o un innecesario mantenimiento con
vida biológica del afectado inconsciente.
Encarnizamiento terapéutico (también obstinación o ensañamiento
terapéuticos): es la aplicación de tratamientos inútiles; o, si útiles,
desproporcionadamente molestos por los dolores que produce, o costosos para el
resultado que se espera de ellos, pues genera una dilapidación irrazonable de
recursos. Mediante este tipo de accionar se prolonga en el tiempo el padecimiento
del convaleciente de una manera innecesaria, o se mantiene inútilmente un cuerpo
con vida orgánica sostenida exclusivamente por sistemas mecánicos. Es
repudiado unánimemente por todos los opinantes del tema que venimos tratando.
6) De acuerdo a la intención del médico:
Eutanasia intencional: es lo que entendemos comúnmente por el término
eutanasia; es decir, la muerte intencionada del enfermo a cargo del médico, por
compasión. Puede ser activa o pasiva.
Eutanasia no intencional: es la muerte del paciente no buscada directamente en
el curso de un correcto tratamiento paliativo, por ejemplo, contra el dolor, cuando
éste conocía a ciencia cierta los riesgos que corría (escaso porcentaje a su favor
respecto a resultar airoso, o no contar con experiencias previas de terceros, etc.) y
de todas formas decidió practicárselo. Puede denominarse de esta manera
también, en parte, al fenómeno de la “eutanasia” autorizada judicialmente
teniendo en vista la ausencia de intención directa (compasión) del facultativo que
practique la operación dispuesta por el Tribunal.
7) De acuerdo a su incidencia en el plazo de vida:
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Eutanasia solutiva: consiste en el auxilio en el morir desprovisto de todo efecto
de abreviación en la parábola vital. Ejemplo: mitigar el sufrimiento mediante
calmantes que no incidan en la duración de ese decurso, controlar los espasmos y
asistir psicológicamente al enfermo.
Eutanasia resolutiva: es la que incide en la duración del plazo vital, sea
reduciéndolo, sea suprimiéndolo, en interés del enfermo o anciano, y con su
consentimiento previo y auto determinado, o el de sus representantes legales.
Puede citarse el mismo ejemplo anterior, pero en el caso en que de acuerdo a la
enfermedad o estado en que se encuentra el afectado, la medicación le abrevia el
plazo de vida que le queda.
8) De acuerdo al accionar dentro o fuera de la ley:
Eutanasia legal: es la conducta eutanásica desplegada de acuerdo a los
parámetros y procedimientos fijados por el ordenamiento jurídico vigente. Como
por ejemplo, desconectar del respirador artificial a un paciente con muerte cerebral
declarada por una junta médica, y previo consentimiento de los familiares directos,
y autorización judicial, cuando ese es uno de los supuestos permitidos por la ley
vigente.
Criptanasia: es la acción ejecutada al margen o contra la ley, mediante la cual se
lleva a cabo un acto de eutanasia. Es la eutanasia sumergida o ilegal que se
practica en un ámbito de clandestinidad. Es la conducta comúnmente desplegada
por médicos que adhieren a la eutanasia y viven en países que no la contemplan,
y le brindan a enfermos terminales o lesionados severos drogas que calman sus
padecimientos y le provocan o facilitan la muerte.
Otros términos que suelen encontrarse en las discusiones más frecuentes sobre
estas cuestiones son los que a continuación procedemos a definir, en virtud de
considerarlos importantes para un correcto encuadre de las conductas que se
despliegan.
Enfermo desahuciado: es el que padece una enfermedad para la que no existe
un tratamiento curativo conocido, y cuya consecuencia inevitable es la muerte,
aunque no necesariamente en el corto plazo, como puede ser un enfermo de
SIDA.
14
Enfermo terminal: es el que padece una enfermedad irrecuperable, irreversible, y
previsiblemente mortal a corto plazo. Suele fijarse éste en torno a las dos
semanas o un mes, a lo sumo. Ejemplo: lesionado cerebral severo con pérdida de
masa encefálica.
Suicidio: Según la definición del Diccionario de la Real Academia Española es la
acción y el efecto de suicidarse. Y suicidarse significa, según la misma fuente,
quitarse violenta y voluntariamente la vida.
A simple vista parece que la conducta que configura el suicidio y la desplegada en
la llamada “eutanasia autónoma” son una misma cosa, pero veremos en el punto
III de este trabajo cómo se diferencian claramente una de otra, y nos detendremos
allí en el análisis acerca de ambas.
V.3. DIFERENCIA ENTRE HOMICIDIO EUTANÁSICO, PIADOSO Y
CONSENTIDO. DIFERENCIA CON EL SUCIDIO
El tema de la Eutanasia nos lleva -en el terreno penal y criminológico- a
enfrentarnos con una situación que escapa a los parámetros comunes de un
homicidio.
Desde el punto de vista criminológico, en la eutanasia el sujeto pasivo (a quien se
le da muerte -víctima-) reviste singular importancia, por lo que resulta necesario
plantearnos el estudio de los roles del victimario y de la víctima en esta figura.
Para ello acudiremos a la victimología, disciplina que consiste en el estudio
científico de la víctima. La víctima puede constituirse en el factor desencadenante
en la etiología del crimen y asumir en ciertos hechos y circunstancias, un rol de
acompañamiento que integra al delito.
Lo que aspira la victimología es a visualizar que en la determinación delictiva en
que siempre hay víctimas, es preciso perseguir y estudiar sus rasgos,
características, comportamiento y conducta, para relacionarlos directamente con el
obrar delictuoso. Un estudio de la crimino génesis no puede ser relevante y serio
sino se tiene en cuenta el papel jugado por la víctima y en qué medida ella ha
contribuido -consciente, inconsciente o subconscientemente- al acto. De modo
que, así como en criminología se habla del estudio físico, psíquico y social del
delincuente, también habrá que estudiar, en principio, similares aspectos del
15
ofendido y ver entonces el desenvolvimiento del suceso delictual como un todo. La
conducta de la víctima es relevante en múltiples sentidos. Se manifiesta tanto en
las relaciones con el delincuente, el hecho y el movimiento de la criminalidad,
como también en los que se refieren al control del delito, la política jurídica y,
finalmente, la investigación criminológica. Mendelshon se refiere a la pareja
penal, que debe ser distinguida de lo que el italiano Sighele denominaba pareja
delincuente. En ésta, existe mutuo y pleno consenso en la armonía delictiva en
que dos personas, caracterizadas como íncubo y súcubo en el lenguaje
psicoanalítico, realizan un crimen. Es la comisión del delito en que dos están de
acuerdo.
La pareja penal no es armónica sino contrapuesta. Suele comenzar siendo
armónica -como en la estafa, pero lo que interesa al delincuente
fundamentalmente; es causar, al final, esa desarmonía que determina y destaca
los roles a que estaban destinados en el acto delictual: victimario y víctima.
En la pareja delincuente se actúa por las claras y determinantes sugestiones del
íncubo-dominante al
súcubo-dominado. Esta suerte de dialéctica de la pareja engendra y reditúa
comportamientos antijurídicos conjuntos. Hay casos en que la relación es poco
clara, ya que resulta difícil determinar si el acto se consumó por una pareja
delincuente o bien por una pareja penal. Por ejemplo: en la instigación al
suicidio, puede suponerse el caso en que tanto el criminal como la víctima tengan
similares responsabilidades.
Habrá que determinar quién fue el instigador (íncubo) y quién el instigado
(súcubo). En estos casos, tiene singular importancia criminológica el instinto
tanático: el interés o deseo de morir. El estudio de las relaciones interpersonales
implica un juego de subjetivismos que interesa profundamente al criminólogo. Y
también al jurista, porque cabría advertir que en ambos polos de la pareja existe
una doble personalidad: se es víctima y victimario.
En la clasificación de las víctimas que realiza Mendelshon, se señala el caso de la
víctima tan culpable como el infractor o “víctima voluntaria”. Este sería el caso
-entre otros- de la eutanasia, en que la víctima sufre de una enfermedad incurable
16
(o ha tenido un accidente gravísimo aislado de toda posibilidad médica) y, no
pudiendo soportar los dolores, implora que se le ayude a morir. Mendelshon acota
que en estos casos la víctima es tan o más responsable que el autor.
Sin embargo, siempre debería despuntar un análisis lógico crítico de los hechos.
Supongamos un médico que progresivamente va señalando a su paciente que no
tiene remedio y que por lo tanto no le queda otra posibilidad que morir, hasta que
el enfermo le solicita la inyección letal. En este caso cabría una clara instigación y
ya no se trataría de la víctima suplicadora que por su propia voluntad y ante sus
crueles padecimientos, solicita desesperadamente la muerte. Para graduar
certeramente la actividad del agredido en la ocasión, es imprescindible efectuar
una investigación previa y determinar frente a qué tipo de pareja situarnos.
Estas observaciones conducen directamente al problema de la legitimidad de la
eutanasia, y de su relación con las figuras delictivas de la instigación y ayuda al
suicidio y del homicidio piadoso.
En una primera aproximación penal a la figura de la eutanasia, debemos tratar la
figura delictiva de la instigación y ayuda al suicidio.
La instigación se concibe aquí como la acción por medio de la cual el agente
trata de persuadir a un sujeto de que se dé muerte a sí mismo.
La acción destinada a convencer a la víctima puede adoptar cualquier forma que
no implique eliminar la voluntariedad de aquélla en la decisión de darse muerte
(consejos, promesas), o que no suplante esa voluntad de modo principal por la del
agente (mandato, orden) y expresarse por cualquier medio: escrito, verbal,
simbólico; hasta puede adquirir la forma de actos realizados directa o
indirectamente sobre la víctima, intencionalmente dirigidos a que tome la
determinación de darse muerte (prolongados malos tratos infligidos para producir
sufrimientos morales, etc.). Se requiere decidir al otro a suicidarse, por lo cual no
son suficientes para incurrir en delito la incitación, proposición o provocación que
pueden ser rechazadas como tampoco las bromas.
La expresión ayuda está tomada en el sentido de cooperación material al hecho
del suicidio del tercero, cualquiera sea su especie o calidad.
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La diferencia entre esta ayuda y el homicidio, está en la circunstancia de que en
ella el agente no debe haber realizado actos materiales sobre el cuerpo de la
víctima que importen la acción de matar, pues entonces se trataría de un
homicidio consentido.
Se tiene que tratar de actos materiales, aunque la prestación de ayuda no
implique, necesariamente, actuar con los medios instrumentales del suicidio; por
ejemplo: constituirá ayuda enseñar a quien tiene la determinación de matarse, el
procedimiento más seguramente letal, indicándole, por ejemplo: el veneno en el
procedimiento suicida, en cuanto no se trate de una intervención que lo convierta
en autor de la muerte, como sería el caso de quien vigilara para impedir la
intervención de terceros que podrían evitar el suicidio.
En todos los casos, es necesario que el suicidio se consume o se tiente, para que
el accionar desplegado o la omisión, adquieran relevancia a los efectos penales.
Como podemos apreciar, el concepto de eutanasia no implica la ayuda o
instigación al suicidio, en el sentido técnico explicado- sino que nos coloca ante
la situación más grave de quien ejecuta la muerte de un tercero a su pedido (o de
sus familiares), esto es, un homicidio consentido.
El núcleo de la figura del homicidio-suicidio u homicidio-consentido es la
decisión suicida, la conducta del que ejecuta la muerte es sólo instrumento de la
voluntad de quien desea extinguir su propia vida.
En esta figura, el sujeto activo quiere ayudar a otro para que se suicide, llegando
esa ayuda hasta el punto de ejecutar él mismo la muerte. Se aprecia que en el
homicidio-suicidio la conducta ejecutiva sirve a la voluntad ajena, su voluntad es
el privar de la vida a otro individuo con el consentimiento de éste.
Conforme Enrico Ferri, el homicidio-suicidio (suicidio indirecto) puede revestir
dos formas: una que se da con mucha rareza y que cae en la esfera propia de las
psicopatologías, y consiste en el homicidio cometido con el solo objeto de sufrir la
pena de muerte. Otra, que va apareciendo cada día con más frecuencia y que
escapa a los límites de la psiquiatría, consiste en la muerte o en la ayuda que pide
y obtiene de otro, quien no posee fuerzas físicas o morales suficientes para darse
la muerte a sí mismo. Y es esta última la que da lugar al problema de si es
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responsable jurídicamente el que facilita o realiza el homicidio con el
consentimiento de la víctima y hasta qué punto alcanza dicha responsabilidad.
Resulta difícil admitir la existencia del homicidio-suicidio, pero hay casos en que
por la imposibilidad física o moral de la víctima, dominada por el miedo o la
cobardía, ésta se ve obligada a pedir a un tercero que tenga la fuerza suficiente
que a ella le falta, y le dé muerte. Hay entonces tan sólo una tonalidad de
diferencia entre el homicidio eutanásico y el homicidio consentido. En ambos, la
víctima consiente su muerte; en ambos es un tercero el que da muerte a la
víctima, pero la diferencia está en los motivos específicos del homicidio
eutanásico con respecto al homicidio consentido. Digo específicos, porque en
éste también el autor puede dar muerte a la víctima por piedad, pero el eutanásico
exige siempre el motivo piadoso y que la víctima esté irremisiblemente condenada
a morir y sufra dolores insoportables.
Es por ello, que esta conducta se ha asimilado al homicidio piadoso, es decir,
aquél en el que el sujeto mata llevado por un sentimiento de piedad, para acabar
con los sufrimientos de la víctima, puede ejecutarse aún contra la voluntad del
sujeto pasivo, ya que lo relevante en el mismo es el móvil con el cual actúa el
sujeto activo.
Enrico Ferri ha dicho que «el que da muerte a otro con su consentimiento no es
jurídicamente responsable si ha sido determinado a la acción no sólo por el
consentimiento de la víctima sino por un motivo moral, social y legítimo; en
cambio, será jurídicamente responsable si ese motivo en su acción es inmoral,
antisocial y antijurídico».
Se pensó durante una época que las cuestiones sobre la ética médica debían ser
respondidas sólo por los profesionales de esta materia. Podían formularse
preguntas, por ejemplo, sobre si alguna vez sería correcto violar el estricto código
de confidencialidad que se mantenía, y todavía persiste, entre el médico y su
19
paciente. Estos problemas aún se presentan, e incluso se han agudizado por el
ascenso de la privacidad. Es todavía cierto que si un médico actúa de un modo
escandaloso o reprochable, en el orden moral o profesional puede dejar de ejercer
la profesión. Pero a finales del siglo XX, las cuestiones éticas ampliaron mucho su
ámbito tanto en el campo de la investigación médica como en su práctica.
Además, en general la gente está más preparada e informada que antes y, a
través de organismos legislativos o comités éticos, dispone del poder necesario
para participar en la toma de decisiones éticas o morales. La profesión médica ya
no puede confiar por entero en su propia conciencia, porque las cuestiones a las
que sus miembros deben responder ya no están relacionadas simplemente por la
clásica relación médico-paciente. El Comité Permanente de Médicos Europeos
(CPME) se ha posicionado de una manera tajante respecto a la eutanasia,
rechazándola animando a los médicos a no participar en ella, sosteniendo que es
un instituto que va contra la ética médica. El CPME no ha querido quedarse fuera
del debate sobre la legalización de la eutanasia –avivado a su tiempo por la
propuesta belga de extenderla a los recién nacidos y ha aprobado una
declaración en la que manifiesta su frontal rechazo a esta práctica. El documento
ha sido aprobado por todos los miembros del comité a excepción de Holanda, que
se ha mostrado contraria a su apartado cuarto, en el que se señala que "no es
ético tomar medidas cuya finalidad sea terminar deliberadamente con la vida de un
paciente, tanto si son a petición del mismo o de sus familiares como si no". Los
demás, el comité lo forman 25 miembros, 7 asociados y un observador, Israel, han
dado el visto bueno al texto que comienza recordando que el deber principal del
médico y su equipo con respecto al cuidado de los pacientes terminales consiste
en facilitar toda la gama de cuidados paliativos. Esto incluye “aliviar o prevenir el
sufrimiento y dar al paciente la asistencia necesaria para proteger y mejorar su
calidad de vida". A continuación marca los principios que deben guiar este
cuidado: "El paciente tiene derecho a su autonomía, incluso a rechazar
procedimientos diagnósticos, tratamientos o alimentación". Esta idea se liga al
hecho de que "la dignidad del paciente y su derecho a la intimidad deben
respetarse siempre". El CPME añade que un tratamiento médico de apoyo vital
20
puede abandonarse o no empezarse en función de los deseos expresados por el
enfermo. El comité "anima a todos los médicos a no participar en la eutanasia,
aunque sea legal en su país o esté despenalizada en determinadas
circunstancias".
En cuanto a los medios utilizados para mantener con vida a un ser humano en el
ámbito terapéutico, suele hacerse polémica referencia al hecho de retirar o no el
respirador artificial, y en su caso cuándo, en qué casos, y a quién corresponde
tomar la decisión. El Dr. Antonio Pardo, investigador de la Universidad de Navarra,
sostiene que retirar el respirador y otros medios técnicos que mantienen con vida
a un paciente, a veces es una acción éticamente incorrecta, y a veces es una
acción correcta. Depende, en primer lugar, de qué tiene en mente el que está
retirando dichos medios: si lo que está es queriendo matar al paciente es
incorrecta; si está simplemente retirando unos cuidados que sabe que son inútiles
para conseguir una mejoría del paciente, y que resultan desproporcionadamente
onerosos o molestos, entonces su acción sería éticamente correcta.
Seguidamente veremos un poco más detenidamente dos aspectos de esta
cuestión: a) Sobre la moralidad de retirada de tratamientos a los pacientes; y b)
Sobre la obligatoriedad moral de instaurar tratamientos a los pacientes.
a) Cuando se habla de retirada del tratamiento, el fin suele ser evitar un gasto
excesivo, un tratamiento molesto o penoso para el paciente, etc. Los efectos que
se toleran son los inconvenientes que se siguen de dejar de tratar al enfermo.
Puede ser su agravamiento o su muerte, el acortamiento de su expectativa de
vida, etc. Para que una retirada de tratamiento sea éticamente correcta debe
haber proporción entre lo que se intenta y lo que se tolera. Es decir, los fines
deben ser buenos, y los efectos tolerados proporcionados con lo que se intenta.
Ejemplos: Retirada de tratamiento de Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) a un
paciente que no tiene visos de recuperación. Lo que se intenta es bueno (evitar un
dispendio inútil, pues el tratamiento se sabe ineficaz). Lo que se tolera es la
muerte del paciente (que, por otra parte, está a las puertas y es inevitable). Si el
paciente está inconsciente y no va a recuperar la lucidez, es claramente
proporcionado, y la acción es buena. Retirada de alimentación e hidratación a un
21
paciente terminal que no está en la UCI. Si lo que se intenta es que el paciente
fallezca ya, la acción está mal. Si sólo se intenta evitar pincharle para hidratarle
con un suero y está en muy mal estado, puede ser proporcionado (depende de la
expectativa de vida del paciente).
Hay que señalar que la terminología más difundida "dejar morir al paciente" es
sumamente confusa, ya que la intención del médico puede ser distinta: puede que
no pretenda como objetivo de lo que hace que el paciente muera. Si esa fuera la
intención del médico, su acción sería incorrecta. Pero si la muerte del paciente no
es intencionada, la retirada de un tratamiento caro e inútil no es eutanasia (que
consiste en provocar intencionadamente la muerte del paciente). Es preocupación
por contener el gasto médico dentro de justos límites. Si se continuara unos días
ese tratamiento inútil, el efecto tolerado sería que no se podrían tratar otros
pacientes que podrían utilizar los recursos que se desperdician inútilmente.
Indudablemente, puede actuarse de otra manera si influyen otros factores. Así, la
intención de que una familia que no se haya hecho cargo de la situación no piense
que se está matando a su ser querido puede justificar mantener ese tratamiento.
Sigue diciendo Pardo en el tratamiento de estas cuestiones, y ahora en relación a
la instauración del o los tratamientos, que:
b) El fin que se persigue debe ser bueno. A este fin se refiere la utilidad del
tratamiento, que se ha de considerar en sentido amplio: puede ser para algo
distinto de la curación. Los efectos que se toleran pueden ser las molestias para el
paciente, los problemas económicos (y la atención a otros pacientes que se pierde
por atender a éste), etc. Para que la acción sea buena, el que actúa debe querer
globalmente cosas buenas; esto exige que los efectos tolerados sean
proporcionados con lo que se intenta:
a) CRITERIOS Y REGLAS. De lo expuesto hasta aquí el autor que seguimos
deriva algunas reglas que procederemos a enunciar tratándolas someramente.
Hay obligación moral de instaurar un tratamiento útil y proporcionado. Es optativo
instaurar un tratamiento útil y desproporcionado o un tratamiento inútil y
proporcionado. No se debe instaurar un tratamiento inútil y desproporcionado.
Hay buena previsión, se emplean medios buenos, etc. Demuestra la aplicación a
22
algunos casos comunes, refiriendo un tratamiento útil y proporcionado en un
enfermo agudo que se encuentra en coma, y señala: el objetivo es bueno (sacarle
adelante) y alcanzable (es un tratamiento útil) y los gastos, aunque grandes, son
proporcionados. Hay obligación de tratarle si esos medios están disponibles.
Ejemplifica con otro tratamiento útil y proporcionado sobre un enfermo que ha
expresado su voluntad de donar órganos, en estado de "muerte cerebral", que se
mantiene con vida en la Unidad de Cuidados Intensivos con objeto de emplear sus
órganos para trasplante. Y considera que el objetivo es bueno y alcanzable (es un
tratamiento útil), y los efectos tolerados (los gastos) son proporcionados con lo que
se intenta. Correcto desde el punto de vista ético. En cambio apunta como
tratamiento útil pero desproporcionado el llevado a cabo sobre un enfermo en
estado vegetativo persistente, que necesite respirador. El objetivo es bueno
(prolongar su vida) y se puede alcanzar (es útil), pero es demasiado caro
mantenerlo; y concluye que es correcto tanto mantenerlo como apagarlo. Otro
tratamiento útil y proporcionado: Enfermo en estado vegetativo persistente, que no
necesite respirador. El objetivo de prolongar su vida es bueno y alcanzable (es un
tratamiento útil), y los gastos de mantenerle son pequeños y siempre
proporcionados. Hay obligación de seguirle cuidando. En el otro extremo, señala
un tratamiento inútil y proporcionado: dar medicación de complacencia que ni
siquiera quede claro que produce efecto placebo (es inútil, dice, un capricho), que
sea una medicación barata (es proporcionado). Es bueno tanto darla como no
darla. Por último, un tratamiento inútil y desproporcionado: Enfermo en estado de
"muerte cerebral", que se mantiene con vida en la UCI, sin que sea donante. No
se conseguirá el objetivo de que ese paciente viva algo más, pues se sabe que
mueren en pocos días (es tratamiento inútil), y el costo de los medios es
desproporcionado, y se podría emplear en otros pacientes que lo necesitan más.
Es el encarnizamiento terapéutico, incorrecto desde el punto de vista ético.
Al final, en las consideraciones de estos casos se introduce un elemento más que
también gravita en el análisis axiológico de las acciones, y es que la corrección
ética de estos casos varía con la opinión del paciente (que indica el grado
23
molestia), y con los medios técnicos disponibles en la atención sanitaria en ese
lugar (que pueden hacer desproporcionado un gasto grande).
b) LA NORMATIVA ETICO-DEONTOLOGICA DE LA MEDICINA. El precepto
ético de no matar al paciente está presente e íntegramente conservado en la ética
profesional del médico desde su mismo origen en el Juramento hipocrático. Un
análisis comparado de las normas sobre la atención médica al paciente terminal
recogidas en los códigos de ética y deontología de 39 asociaciones médicas
nacionales de Europa y América, mostró la profunda unidad de la tradición común:
junto a la condena unánime de la eutanasia y la ayuda médica al suicidio y del
firme rechazo del encarnizamiento terapéutico, se recomiendan los cuidados
paliativos de calidad como medida proporcionada a la dignidad del moribundo.
Justamente, muchos códigos invocan la protección de la dignidad humana del
paciente crónico o terminal como razón fundamental para el tratamiento diligente
del dolor o del sufrimiento.
c) EL ENEMIGO POR EXCELENCIA. LA REFLEXION BIOETICA.
La argumentación a favor de la inextinguible dignidad de todo hombre y, en
concreto del moribundo, ha sido objeto de estudio desde el nacimiento de la
bioética. Más aún, hay que reconocer que algunas de las reflexiones más
inspiradas y profundas se produjeron en los primeros años de la joven disciplina.
Una de ellas se debe a Paul Ramsey. Desconfiado de los posibles usos perversos
del sintagma “morir con dignidad”, como ideal y como derecho, y desconsolado
por la pérdida de dignidad humana que es toda muerte, se rebela contra la idea de
que haya una dignidad intrínseca en la muerte y el morir del hombre, pues tanto
como acabamiento de la vida corporal, cuanto como fin de la vida personal, la
muerte es el enemigo: el humanismo verdadero va unido al temor de la muerte.
Por ello, concluye Ramsey, es mejor aceptar la indignidad de la muerte que tratar
de dignificarla, pues siempre cuidaremos mejor de los moribundos si, además de
aliviarles del dolor y del sufrimiento, reconocemos que la muerte es un duelo que
ningún recurso al alcance del hombre es capaz de aliviar.
Por otra parte, y haciendo referencia a la relación entre los agentes involucrados,
se han producido algunos cambios fundamentales, la transición del paternalismo
24
médico a la relación médico-enfermo basada en la autonomía de las voluntades
representa una revolución frente a una tradición milenaria y, como todos los
cambios culturales, ha de ser lentamente asumido por todos. En la actualidad el
principal protagonista de la asistencia sanitaria es el enfermo y sus derechos, en
especial a ser informado, debiendo ser protegidos con mayor preferencia. Es
desde la posición del enfermo que hay que interpretar todos y cada uno de los
temas que se relacionan o vinculan directa e indirectamente con el instituto de la
eutanasia, pues es él quien sufre insoportables dolores que llegan al hartazgo, es
él quien decidirá la vía una vez que cuente en su balanza con todas las
consecuencias de uno u otro camino, y en última instancia, y quizá la más
importante, es él quien va a morir inevitablemente. Así, se dice que una buena
práctica moral para tratar estos temas es ubicarse en el lugar de la víctima y no en
el escritorio de quien escribe de acuerdo a lo que puede surgir según sus
objetivos, o de los principios eclesiásticos. Quien padece dolores intratables hasta
más no poder, derivados de una enfermedad invalidante e incurable debe tener un
recurso de acuerdo al cual pueda escoger si termina con su penosa e indigna
existencia o estira su “vida” un incierto tiempo más (o menos). No debe ser
obligado por terceros (médicos, jueces, sacerdotes, etc.), iguales
deontológicamente, que se creen con suficientes derechos como para escoger en
su lugar y sobre su persona: “La vida es un derecho no una obligación”, dice
sabiamente Ramón Sampedro. Por lo tanto, concluyen, todos debemos tener el
derecho a vivir y ser protegidos en nuestra existencia, pero nada indica que de ese
derecho a la vida, reconocido a nivel internacional en la Declaración Universal de
Derechos Humanos, se dimane una correlativa obligación a vivir, pues ello
invalidaría el principio de la autonomía de la voluntad y el derecho de disposición
del propio cuerpo, también reconocidos en el ámbito del derecho de las naciones
civilizadas. Si se ostenta plenamente el derecho a la vida, esencialmente y en
consecuencia, se tiene de igual forma el derecho a la muerte. No debe extenderse
esto al área del suicidio, instituto óntica y deontológicamente diferente, y que
puede ser tratado por instituciones estatales y no estatales. Este difiere
esencialmente de la eutanasia, la que por otro lado incluye supuestos cuya única
25
solución humanamente digna es la muerte, asistida o no, puesto que en su vereda
de enfrente se encuentra el sórdido padecimiento a causa de una enfermedad
incurable, es decir, que indefectiblemente llevará a la muerte, ya física, ya
espiritual, ya social, etc., (en todo caso corresponde la elección a su destinatario y
no a terceros que se encuentran en posiciones más cómodas). El suicidio es un
mal que se asienta en la sociedad, mientras que los supuestos de eutanasia se
asientan en circunstancias particulares de los individuos. En todo caso el poder de
disposición de la vida en juego, se halla (fundado tanto en derecho natural y
positivo) en cabeza de quien puede decidir si estira su propio sufrimiento o no.
a) LEGISLACIÓN NACIONAL
26
pertenece al dominio de aplicación del Derecho Penal. Cualquier atentado contra
la vida, se considera como delito sancionado por el Código Penal y bajo esta
óptica deben juzgarse los casos relativos a la Eutanasia.
ANÁLISIS CRÍTICO:
Al tener pleno acceso a los centros de salud de todas las personas, tienen
derecho a acceder a todas las atenciones que requieran para la conservación de
su salud y la par de su vida.
ANÁLISIS CRÍTICO:
Todas las personas por ejemplo que caen en estado de coma o de muerte
cerebral tienen derecho a que se les trate con respeto, más aún si son personas
con algún desorden mental. También el médico debe ser responsable, y no
aprovecharse de que está enfermo para ahorrarle el tiempo de trabajo, y aplicarle
la eutanasia. En muchos casos sucede este tipo de sucesos, no toman en
consideración la voluntad del paciente o manipulan a los familiares para que se dé
la alternativa de la eutanasia.
27
bienestar colectivo y el acceso gratuito de la población a los servicios de
salud.
ANÁLISIS CRÍTICO:
El Estado tiene la obligación, el deber ante la población boliviana de velar por el
acceso a la salud de todos, tiene la obligación de ofrecer una mejor calidad de
vida, protegiendo siempre la vida.
ANÁLISIS CRÍTICO:
Muy a pesar de las condiciones que tenga la persona, pese a la enfermedad o
situación económica, el Estado debe brindar una atención gratuita poniendo como
prioridad la vida del enfermo. Además así también estaría cumpliendo con otras
normativas; como no a la discriminación.
ANÁLISIS CRÍTICO:
Todas las personas tienen el derecho a decidir sobre cualquier intervención a la
que tenga que ser sometida, en caso de que no esté consciente para tomar esta
decisión un tercero lo podrá hacer con plena autorización del enfermo, de ninguna
manera cualquier persona podrá decidir sobre la vida de otro y mucho menos uno
propio podrá decidir morir, se pondrá como prioridad siempre la vida. Además que
cuando generalmente la persona, el paciente toma ésta decisión es por la
desesperación que sufre en ese momento, por eso hay que otorgarle tiempo para
28
que piense bien y que tenga el apoyo de todas las personas queridas en su vida.
Así podrá tomar la mejor decisión.
Artículo 59
II. Toda niña, niño y adolescente tiene derecho a vivir y crecer en el seno de
su familia de origen o adoptiva. Cuando ello no sea posible, o sea contrario a
su interés superior, tendrá derecho a una familia sustituta, de conformidad
con la ley.
ANÁLISIS CRÍTICO:
Toda niño, niña y adolescente tienen derecho a vivir, ni padres, hermanos o
cualquier familiar puede decidir sobre terminar o no con su vida en caso de
enfermedad, ante todo siempre estarán mantenerlo con vida.
ANÁLISIS CRÍTICO:
Las personas adultas mayores están en pleno derecho a vivir a una vejez y a la
par el Estado está en la obligación de garantizar que vivan una buena calidad de
vida, por ningún motivo se le puede privar de la vida o tratarlos con violencia hasta
la pérdida de la vida.
29
instancias del interesado, con el fin de acelerar una muerte inminente o de poner
fin a graves padecimientos o lesiones corporales probablemente incurables,
pudiendo aplicarse la regla del artículo 39 y aun concederse excepcionalmente el
perdón judicial.
ANÁLISIS CRÍTICO:
En el Código Penal de Bolivia el art. 257 determina (Homicidio Piadoso). Se
impondrá la pena de reclusión de uno a tres años; si para el homicidio fueren
determinantes los móviles piadosos y apremiantes las instancias del interesado,
con el fin de acelerar una muerte inminente o de poner fin a graves padecimientos
o lesiones corporales probablemente incurables, pudiendo aplicarse la regla del
art. 39 y aún concederse excepcionalmente el perdón judicial.
El homicidio piadoso constituye una materia polémica del Derecho y de la moral.
No existe criterio más o menos generalizado en una u otra posición. Hay
argumentos de peso que llevan a las legislaciones a rechazarlo, pues se
argumenta que la medicina es para sanar y no para matar, que se puede prestar a
matar personas con el pretexto que la muerte era inminente y que la víctima sufría
demasiado, quedando impune el delito. Pero por otra parte el dolor puede ser tan
agudo que impida que el interesado esté en su pleno uso de razón y pida la
muerte casi anonadada.
Existen legislaciones que aceptan esta figura exigiendo una autorización escrita de
los parientes más próximos de la víctima y una petición de éste ante testigos
hábiles.
Nuestra legislación en este caso actúa con mucha liberalidad y desprendimiento
de la vida ajena, porque no exige el consentimiento de los parientes más próximos
ni petición de la víctima ante testigos. Nuestra ley dice que los móviles piadosos
deben ser determinantes, situación subjetiva que depende de la personalidad y
psicología del médico. Tampoco aclara cuales son las instancias del interesado.
Se debe interpretar el artículo en sentido de que el factor determinante para
causar la muerte por piedad es el hecho de que la víctima ésta a pocas horas de
30
morir sin ninguna posibilidad de salvación, sufriendo grandes dolores que no se
atenúan con los sedantes o calmantes.
CÓDIGO CIVIL
Para que se dé esta figura sólo debe provocarse la muerte pero no crear las
condiciones para que ella sobrevenga. Es decir que la víctima debe estar en
proceso de morir por enfermedad que causa grandes dolores o lesiones
corporales probablemente incurables.
En Bolivia el Art. 7° del Código Civil establece: (Actos de disposición sobre el
propio cuerpo). Los actos por los cuales una persona dispone sobre todo o parte
de su cuerpo están prohibidos cuando debiendo ejecutarse en vida del donante,
pueden ocasionar una lesión grave y definitiva a su integridad física o son de otra
manera contrarios al orden público o a las buenas costumbres.
El Art. 14° del Código Civil (Negativa de examen y tratamiento médico) La persona
puede rehusar someterse a un examen o tratamiento médico quirúrgico, a menos
que se halle obligada por disposición de la ley o reglamento administrativo
ANÁLISIS CRÍTICO:
El derecho que protege este precepto, se encuentra directamente relacionado con
el Derecho a la Vida y a la salud.
La conducta continúa siendo antijurídica, pero, dadas las circunstancias
particulares del caso, se establece una pena bastante más reducida que la
indicada para el homicidio simple o agravado. Establece, eso sí, una serie de
requisitos para que la conducta pueda ser catalogada como homicidio pietístico.
Cobran especial importancia los móviles que han llevado al autor a la realización
de tal conducta. Se requiere, precisamente, que el homicida obre movido por
piedad, elemento subjetivo del tipo que excluye cualquier otro móvil en la comisión
de este delito. Quien mata movido por un interés distinto (v.gr. económico o
eugenésico), no será sancionado conforme a esta disposición, sino que de
acuerdo con las otras formas de homicidio contempladas en el código punitivo
boliviano. Además, se requiere la concurrencia de ciertas condiciones objetivas en
el sujeto pasivo, que pueden ser "un estado de muerte inminente" o el hecho de
31
estar afecto a "graves padecimientos o lesiones corporales probablemente
incurables".
El tipo exige, por otro lado, que el sujeto activo obre en virtud de "instancias
apremiantes del interesado", lo cual deja en evidencia que, para que estemos en
presencia de un homicidio pietístico, es menester el consentimiento del interesado,
y la falta de éste será causal de atipicidad de la conducta, en lo que a este tipo
penal se refiere, pudiendo
32
demográfica, que explica su propia subsistencia. Como queda claro, cuando se
habla de vida se alude sólo a vida humana, pues la vida de animales y vegetales
cuenta con una regulación normativa diferente, aún específicamente dentro del
Código Penal son contempladas en títulos diferentes (delitos contra la vida, delitos
contra la propiedad, delitos contra la seguridad pública –epizootias-, etc.).
Asimismo, ese cuerpo legal entiende por vida al "funcionamiento vital" de la
persona, dado que el delito de su artículo 79 no tutela la actividad autónoma de un
órgano, o de un conjunto de ellos, sino el complejo orgánico que es el ser humano.
Tanto los Pactos Internacionales como la Carta Magna Nacional protegen la vida
humana en su consideración integral y no sólo orgánica, derivándose como
consecuencia de ello una serie de otros derechos de fundamental necesidad para
el complexo de protección jurídica del hombre como un ser individual y social.
EL CÓDIGO PENAL (España)
La eutanasia a petición será castigada con una pena menor, que oscila entre
dieciocho meses y tres años de prisión.
Artículo 143.
1. El que induzca al suicidio de otro será castigado con la pena de prisión de
cuatro a ocho años.
2. Se impondrá la pena de prisión de dos a cinco años al que coopere con
actos necesarios al suicidio de la persona.
3. Será castigado con la pena de prisión de seis a diez años si la cooperación
llegara hasta el punto de ejecutar la muerte.
4. El que causare o coopere activamente con actos necesarios y directos a la
muerte de otro, por la petición expresa, será inequívoca de este, en el caso
de que la víctima sufriera una enfermedad grave que conduciría
necesariamente a su muerte, o que produjera graves padecimientos
permanentes y difíciles de soportar, será castigado con la pena inferior en
uno o dos grados a las señaladas en los números 2 y 3 de este artículo.
33
La Santa Sede ha condenado los intentos en el seno de Naciones Unidas de
incluir la eutanasia como un 'derecho a la salud'; delegaciones iberoamericanas
exigieron un nuevo tratado internacional en dos recientes reuniones de las
Naciones Unidas sobre los derechos de los adultos mayores.
34
cuidar de ellos. Esto también los ha expuesto a la falta de apoyo emocional, físico
y financiero".
Brasil denunció "el problema de la violencia contra los ancianos en sus propios
hogares": "Una cosa es abogar por el cuidado y la protección de los ancianos
contra los abusos en el hogar, pero, ciertamente, no es suficiente con evitar el
daño", afirmó el Pbro. Chris Mahar, doctorando de la Katholieke Universiteit
Leuven (Universidad Católica de Lovaina), quien estudia la eutanasia. Seguin
declaró a a Friday Fax, las naciones también deben abordar el problema del
"suicidio asistido por médicos en nombre de los 'derechos humanos' [que] en
última instancia envía el mensaje de que [la] participación [de los ancianos] en la
comunidad ya no es necesaria, quizás, hasta malquista". Los argumentos en
contra de un nuevo tratado incluyen reclamos de que se respeten más las
convenciones soebre los derechos humanos existentes. El Departamento de
Asuntos Económicos y Sociales de la ONU dirige el Programa sobre el
Envejecimiento, y la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos
asegura que presta atención a la "discriminación múltiple", que incluye el modo en
el que la edad avanzada incide en el ejercicio de los derechos reconocidos.
35
petición voluntaria y bien fundada” de ésta, y cuando ésta padece una situación de
“sufrimiento insoportable” que “no ofrezca perspectivas de mejora” ni “otra solución
razonable”.
El Comité de Derechos Humanos no analizó el tema de la inalienabilidad del
derecho a la vida. Su enfoque fue, más bien, considerar la ley como una
disminución de “la protección jurídica en relación con un acto deliberado para
poner fin a la vida de una persona”, que no es a priori violatorio del PIDCP, pero
que requiere “un riguroso análisis para determinar si se cumplen las obligaciones
del Estado Parte de garantizar el derecho a la vida.”
El Comité manifestó preocupación con tres aspectos de la ley, dos de los cuales
se refieren al consentimiento. En primer lugar, “el sistema puede no detectar ni
impedir situaciones en que pueda ejercerse una indebida presión que haga eludir
esos criterios s sistema.” En segundo lugar, preocupó al Comité el riesgo de que
“con el transcurso del tiempo, esa práctica pueda convertirse en un acto habitual y
no se apliquen estrictamente las condiciones previstas.” Respecto al problema del
consentimiento de personas menores de edad, el Comité de Derechos Humanos,
manifestó lo siguiente:
“Preocupa hondamente al Comité que la nueva ley sea igualmente aplicable a los
menores que hayan cumplido 12 años. El Comité observa que la ley prevé el
consentimiento de los padres o tutores de los menores de 16 años, en tanto que el
consentimiento de los padres o tutores de los menores de entre 16 y 18 años
puede sustituirse por la voluntad del menor, siempre y cuando éste pueda apreciar
debidamente su interés al respecto. El Comité entiende que es difícil conciliar una
decisión razonada para poner fin a la vida con las capacidades de evolución y
madurez de los menores. En vista de la irreversibilidad de la eutanasia y el suicidio
asistido, el Comité desea destacar su convencimiento de que los menores tienen
especial necesidad de protección.”
Por último, al Comité de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos le
preocupa la ausencia de una instancia o procedimiento de control anterior a la
decisión del médico de poner fin a la vida de un paciente o de ayudar a éste a
poner fin a su propia vida.
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c) JURISPRUDENCIA
EUTANASIA Y RELIGIÓN. POSICIÓN DE LA IGLESIA CATÓLICA. SAGRADA
CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE
DECLARACIÓN SOBRE LA EUTANASIA
Los derechos y valores inherentes a la persona humana ocupan un puesto
importante en la problemática contemporánea. A este respecto, el Concilio
Ecuménico Vaticano ha reafirmado solemnemente la dignidad excelente de la
persona humana y de modo particular su derecho a la vida. Por ello ha
denunciado los crímenes contra la vida, como hombres de dios de cualquier clase,
genocidios, aborto, eutanasia y el mismo suicidio deliberado.
La Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, que recientemente ha
recordado la doctrina católica acerca del aborto procurado juzga oportuno
proponer ahora la enseñanza de la Iglesia sobre el problema de la eutanasia.
En efecto, aunque continúen siendo siempre válidos los principios enunciados en
este terreno por los últimos Pontífices, los progresos de la medicina han hecho
aparecer, en los recientes años, nuevos aspectos del problema de la eutanasia.
En la sociedad actual, en la que no raramente son cuestionados 1os mismos
valores fundamentales de la vida humana, la modificación de cultura influye en el
modo de considerar el sufrimiento y la muerte;medicina ha aumentado su
capacidad de curar y de prolongar la vida en determinadas condiciones que a
veces ponen problemas de carácter moral. Por ello los hombres que viven en tal
ambiente se interrogan con angustia acerca del significado de la ancianidad
prolongada y de muerte, preguntándose consiguientemente si tienen el derecho de
procurarse a sí mismos o a sus semejantes la «muerte dulce», que serviría para
abreviar el dolor y sería, según ellos, más conforme con la dignidad humana.
La materia propuesta en la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe
concierne ante todo a los que ponen su fe y esperanza en Cristo, el cual mediante
su vida, muerte resurrección ha dado un nuevo significado a la existencia y sobre
todo la muerte del cristiano, según las palabras de San Pablo: «pues si vivimos
para el Señor vivimos; y si morimos, morimos para el Señor. En fin, sea que
vivamos, sea que muramos, del Señor somos».
37
Sostiene que la fe en un Dios creador Providente y Señor de la vida confiere un
valor eminente a toda persona humana y garantiza su respeto.
Esta Declaración recoge el consenso de hombres de buena voluntad los cuales,
por encima de diferencias filosóficas o ideológicas, tienen una viva conciencia de
los derechos de la persona humana. Tales derechos, por lo demás, han sido
proclamados frecuentemente en el curso de los últimos años en declaraciones de
Congresos Internacionales (la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa en
su XXVII sesión ordinaria. CL SIPECA. 1977, pp. 14-), y tratándose de derechos
fundamentales de cada persona humana, es evidente que no se puede recurrir
dos argumentos sacados del pluralismo político o de la libertad religiosa para
negarles valor universal.
VALOR DE LA VIDA HUMANA
La vida humana es el fundamento de todos los bienes, la fuente y condición
necesaria de toda actividad humana y de toda convivencia social. Si la mayor
parte de los hombres creen que la vida tiene un carácter sacro y que nadie puede
disponer de ella a capricho, los creyentes ven a la vez en ella un don del amor de
Dios, que son llamados a conservar y hacer fructificar. De esta última
consideración brotan las siguientes consecuencias:
Nadie puede atentar contra la vida de un hombre inocente sin oponerse al
amor de Dios hacia él, sin violar un derecho fundamental, irrenunciable e
inalienable, sin cometer, por ello, un crimen de extrema gravedad.
Todo hombre tiene el deber de conformar su vida con el designio de Dios.
Esta le ha sido encomendada como un bien que debe dar sus frutos ya aquí
en la tierra, pero que encuentra su plena perfección solamente en la vida
eterna.
La muerte voluntaria o sea el suicidio es, por consiguiente, tan inaceptable
como el homicidio; semejante acción constituye en efecto, por parte del
hombre, el rechazo de la soberanía de Dios y de su designio de amor.
Además, el suicidio es a menudo un rechazo del amor hacia sí mismo, una
negación de la natural aspiración a la vida, una renuncia frente a los deberes
de justicia y caridad hacia el prójimo, hacia las diversas comunidades y hacia
38
la sociedad entera, aunque a veces intervengan, como se sabe, factores
psicológicos que, pueden atenuar o incluso quitar la responsabilidad.
Se deberá, sin embargo, distinguir bien del suicidio aquel sacrificio con el que, por
una causa superior, como la gloria de Dios, la salvación de las almas o el servicio
a los hermanos, se ofrece o se pone en peligro la propia vida.
EL CRISTIANO ANTE EL SUFRIMIENTO Y EL USO DE LOS ANALGÉSICOS
La muerte no sobreviene siempre en condiciones dramáticas, al final de
sufrimientos insoportables. No debe pensarse únicamente en los casos extremos.
Numerosos testimonios concordes hacen pensar que la misma naturaleza facilita
en el momento de la muerte una separación que sería terriblemente dolorosa para
un hombre en plena salud. Por lo cual una enfermedad prolongada, una
ancianidad avanzada, una situación de soledad y de abandono, pueden
determinar tales condiciones psicológicas que faciliten la aceptación de la muerte.
Sin embargo se debe reconocer que la muerte precedida o acompañada a
menudo de sufrimientos atroces y prolongados es un acontecimiento que
naturalmente angustia el corazón del hombre.
El dolor físico es ciertamente un elemento inevitable de la condición humana; a
nivel biológico, constituye un signo cuya utilidad es innegable; pero puesto que
atañe a la vida psicológica del hombre, a menudo supera su utilidad biológica y
por ello puede asumir una dimensión tal que suscite el deseo de eliminarlo a
cualquier precio.
Sin embargo, según la doctrina cristiana, el dolor, sobre todo el de los últimos
momentos de la vida, asume un significado particular en el plan salvífico de Dios;
en efecto, es una participación en la Pasión de Cristo y una unión con el sacrificio
redentor que él ha ofrecido en obediencia a la voluntad del Padre. No debe pues
maravillar si algunos cristianos desean moderar el uso de los analgésicos, para
aceptar voluntariamente al menos una parte de sus sufrimientos y asociarse así de
modo consciente a los sufrimientos de Cristo crucificado. No sería sin embargo
prudente imponer como norma general un comportamiento heroico determinado.
Al contrario, la prudencia humana y cristiana sugiere para la mayor parte de los
enfermos el uso de las medicinas que sean adecuadas para aliviar o suprimir el
39
dolor, aunque de ello se deriven, como efectos secundarios, entorpecimiento o
menor lucidez. En cuanto a las personas que no están en condiciones de
expresarse, se podrá razonablemente presumir que desean tomar tales calmantes
y suministrárseles según los consejos del médico.
Pero el uso intensivo de analgésicos no está exento de dificultades, ya que el
fenómeno de acostumbrarse a ellos obliga generalmente a aumentar la dosis para
mantener su eficacia. Es conveniente recordar una declaración de Pío XII que
conserva aún toda su validez. Un grupo de médicos le había planteado esta
pregunta: ¿La supresión del dolor y de la conciencia por medio de narcóticos está
permitida al médico y al paciente por la religión y la moral (incluso cuando la
muerte se aproxima o cuando se prevé que el uso de narcóticos abreviará la
vida)?. El Papa respondió: Si no hay otros medios y si, en tales circunstancias, ello
no impide el cumplimiento de otros deberes religiosos y morales: Sí. En este caso,
en efecto, está claro que la muerte no es querida o buscada de ningún modo, por
más que se corra el riesgo por una causa razonable: simplemente se intenta
mitigar el dolor de manera eficaz, usando a tal fin los analgésicos a disposición de
la medicina.
Los analgésicos que producen la pérdida de la conciencia en los enfermos,
merecen en cambio una consideración particular. Es sumamente importante, en
efecto, que los hombres no sólo puedan satisfacer sus deberes morales y sus
obligaciones familiares, sino también y sobre todo que puedan prepararse con
plena conciencia al encuentro con Cristo. Por esto, Pío XII advierte que no es lícito
privar al moribundo de la conciencia propia sin grave motivo.
EL USO PROPORCIONADO DE LOS MEDIOS TERAPÉUTICOS
Es muy importante hoy día proteger, en el momento de la muerte, la dignidad de la
persona humana y la concepción cristiana de la vida contra un tecnicismo que
corre el riesgo de hacerse abusivo. De hecho algunos hablan de «derecho a morir
expresión que no designa el derecho de procurarse o hacerse procurar la muerte
como se quiere, sino el derecho de morir con toda serenidad, con dignidad
humana y cristiana.
40
Desde este punto de vista, el uso de los medios terapéuticos puede plantear a
veces algunos problemas.
En muchos casos, la complejidad de las situaciones puede ser tal que haga surgir
dudas sobre el modo de aplicar los principios de la moral. Tomar decisiones
corresponderá en último análisis a la conciencia enfermo o de las personas
cualificadas para hablar en su nombre, o incluso de los médicos, a la luz de las
obligaciones morales y de los distintos aspectos M caso.
Cada uno tiene el deber de curarse y de hacerse curar. Los que tienen a su
cuidado los enfermos deben prestarles su servicio con toda diligencia y
suministrarles los remedios que consideren necesarios o útiles.
¿Pero se deberá recurrir, en todas las circunstancias, a toda clase de remedios
posibles?
Hasta ahora los moralistas respondían que no se está obligado nunca al uso de
los medios «extraordinarios». Hoy en cambio, tal respuesta, siempre válida en
principio, puede parecer tal vez menos clara tanto por la imprecisión M término
como por los rápidos progresos de la terapia. Debido a esto, algunos prefieren
hablar de medios «proporcionados» y «desproporcionados». En cada caso, se
podrán valorar bien los medios poniendo en comparación el tipo de terapia, el
grado de dificultad y de riesgo que comporta, los gastos necesarios y las
posibilidades de aplicación con el resultado que se puede esperar de todo ello,
teniendo en cuenta las condiciones del enfermo y sus fuerzas físicas y morales.
41
decisión, deberá tenerse en cuenta el justo deseo del enfermo y de sus
familiares, así como el parecer de médicos verdaderamente competentes;
estos podrán sin duda juzgar mejor que otra persona si el empleo de
instrumentos y personal es desproporcionado a los resultados previsibles, y si
las técnicas empleadas imponen al paciente sufrimientos y molestias mayores
que los beneficios que se pueden obtener de los mismos. Es siempre lícito
contentarse con los medios normales que la medicina puede ofrecer. No se
puede, por lo tanto, imponer a nadie la obligación de recurrir a un tipo de cura
que, aunque ya esté en uso, todavía no está libre de peligro o es demasiado
costosa. Su rechazo no equivale al suicidio: significa más bien o simple
aceptación de la condición humana, o deseo de evitar la puesta en práctica
de un dispositivo médico desproporcionado a los resultados que se podrían
esperar, o bien una voluntad de no imponer gastos excesivamente pesados a
la familia o la colectividad.
Ante la inminencia de una muerte inevitable, a pesar de los medios
empleados, es lícito en conciencia tomar la decisión de renunciar a unos
tratamientos que procurarían únicamente una prolongación precaria y penosa
de la existencia, sin interrumpir sin embargo las curas normales debidas al
enfermo en casos similares. Por esto, el médico no tiene motivo de angustia,
como si no hubiera prestado asistencia a una persona en peligro.
LA VISIÓN ISLÁMICA
La guía dada al primer hombre, el profeta Adán hasta el último profeta Muhammad
tiene un acercamiento completamente diferente a la vida.
Seguir sus principios básicos en los que sus verdaderos creyentes piensan y
actúan son:
1. El hombre no se ha dado vida, la vida se la ha dado Alá, el Creador.
2. Alá proporciona amor y nutrición cuidadosa a toda la existencia en el universo
(incluso los seres humanos) momento a momento y da ventura para el desarrollo
pleno.
“La alabanza sólo es a Alá – Señor de todos los Seres.”
42
El hombre es el último y más noble eslabón en el proceso de evolución creativa en
la tierra. Alá ha hecho un arreglo cuidadoso y prolongado para él, creándolo. Por
consiguiente el hombre no solo debe comer y beber para vivir simplemente un
corto momento en la tierra y extinguirse para siempre.
¿Hay una vida de ahora en más en qué la forma presente de la vida humana
desaparece para asumir un todavía la forma todavía más alta como recompensa?
¿Todos son premiados o el castigo es directamente una reacción a las propias
acciones de uno?
Alá ha dado cuatro tipos de guías.
1. La primera es la Guía de los Instintos innata de la vida animal.
2. La segunda es la Guía de Sentidos que proporcionan a los animales y los seres
humanos ver y oír, saborear, sentir los olores por medio del olfato.
3. El tercer tipo es el Hidayah (guía) de la Razón, una fuerza directriz
proporcionada al hombre que abre para él una vista interminable de progreso.
4. La cuarta el Hidayah es la de la Revelación Divina. Es un principio sin distinción.
Los cuatro Hidayah prohíben la acción del suicidio y o del asesinato, llegan en una
actitud convergente a la conclusión siguiente como se presentan en el Corán:
Suicidio
Los estados del Corán:
“Ni matar o destruir, Alá ha sido Muy Misericordioso”.
Y un Hadith del Profeta Santo le cuenta a dos compañeros que estaban con tal
dolor por las lesiones recibidos que perdieron el valor y se mataron. Por respeto a
un compañero el Profeta Santo mencionó que
Alá dijo:
“Mi sirviente se acercó a mí y para que yo busque un paraíso ilegal para él.” Sobre
el otro, quién era un guerrero distinguido, el Profeta Santo dijo:
“A pesar de los grandes hechos desplegados por este hombre y que en un solo
acto borró todos sus servicios en la causa de Alá y lo condenó al infierno.”
Por estos mensajes es evidente que el suicidio se prohíbe absolutamente en
Islam.
Asesinato
43
La vida humana se otorga gran respeto en Islam. Los humanos son las más
nobles de todas las criaturas.
La vida humana es considerada inviolable, por consiguiente:
“No será tomada una vida que Alá ha hecho sagrada por ninguna causa.”
“Si un hombre mata a un Creyente intencionalmente, su recompensa es el
Infierno, para morar en él (para siempre); y la ira y la maldición de Alá están en él,
y un castigo terrible ha sido preparado para él”.
LA MEDICINA ANTE LA EUTANASIA
44
a un enfermo a morir dignamente y provocarle la muerte.
Por dos razones: por un lado es fácil que el médico se deslice hacia una
habitualidad en la práctica de la eutanasia una vez admitido el primer caso; y, por
otro lado, la eutanasia acaba con la base del acto médico: la confianza del
paciente en el médico. Cuando un médico ha dado muerte a un paciente por
piedad hacia él, ha dado ya un paso que tiene muy difícil retorno. Los que
padecen una misma enfermedad se parecen mucho entre sí en los síntomas, las
reacciones, los sufrimientos. Cuando un médico se ha sentido "apiadado" de un
enfermo hasta el punto de decidir quitarle la vida para ahorrarle padecimientos,
será ya relativamente fácil que experimente idéntico estado de ánimo ante otro
que padezca el mismo mal; y esta circunstancia puede sobrevenir con relativa
frecuencia, porque la especialización profesional impone a la práctica totalidad de
los médicos la necesidad de tratar a enfermos muy semejantes unos de otros. En
tal situación, las virtudes propias del médico (la no discriminación en el tratamiento
a unos u otros enfermos, la previsión de dolencias o complicaciones futuras) se
convierten en factores potencialmente multiplicadores de la actividad eutanásica,
porque es muy difícil determinar la frontera que separa la gravedad extrema de la
situación crítica, o los padecimientos enormes de los padecimientos insoportables,
sean físicos o anímicos. Por otro lado, no es posible que exista la Medicina si el
paciente en vez de tener confianza en su médico hasta poner su vida, salud e
integridad física en sus manos, llega a tenerle miedo porque no sabe si el
profesional de la Medicina o la enfermera que se ocupan de su salud van a decidir
que su caso es digno de curación o susceptible de eutanasia. Si se atribuyese a
los médicos el poder de practicar la eutanasia, éstos no serían ya una referencia
45
amiga y benéfica sino, por el contrario, temida y amenazadora, como sucede ya
en algunos hospitales holandeses.
La humanidad ha progresado en humanitarismo retirando a los gobernantes y los
jueces el poder de decretar la muerte (abolición de la pena de muerte). Los
partidarios de la eutanasia pretenden dar un paso atrás, otorgando tal poder a los
médicos. De conseguir tal propósito lograrían dos retrocesos por el precio de uno:
recrearían una variedad de muerte legal y degradarían, tal vez irreversiblemente,
el ejercicio de la Medicina.
46
rechazadas, en distintos países. Sin embargo, la actitud a favor de la eutanasia de
estos pequeños grupos, y cierta mentalidad de relativización del respeto debido al
ser humano (que se expresa, por ejemplo, en el aborto), van calando en la
sociedad, convirtiendo de nuevo a la eutanasia en un problema social que vuelve
a aparecer después de haber sido superado durante siglos.
47
Citizens United Resisting Euthanasia (CURE).
International Anti-Euthanasia Task Force (IAETF).
National Conference of Catholic Bishops (NCCB).
Dado que todos los ordenamientos jurídicos reconocen - en una u otra medida - el
derecho de los familiares más cercanos a decidir por el enfermo o incapaz no
posibilitado de expresar por sí mismo su voluntad, la posibilidad teórica de que los
familiares decidan que procede la eutanasia introduce en las relaciones familiares
un sentimiento de inseguridad, confrontación y miedo, totalmente ajeno a lo que la
idea de familia sugiere: solidaridad, amor, generosidad. Esto es así sobre todo si
se tiene en cuenta la facilidad con que se pueden introducir motivos egoístas al
decidir unos por otros en materia de eutanasia: herencias, supresión de cargas e
incomodidades, ahorro de gastos...
Desde otra perspectiva, en una familia donde se decide aplicar la eutanasia a uno
de sus miembros, la tensión psicológica y afectiva que se genera al haber
propiciado un homicidio puede ser, y es de hecho, fuente de problemas e
inestabilidades emocionales, dadas las inevitables connotaciones éticas de tal
conducta.
Lo es, sin duda, porque uno de los deberes primordiales del Estado es el de
respetar y hacer respetar los derechos fundamentales de la persona, el primero de
los cuales es el derecho a la vida, y la eutanasia no es sino la destrucción de vidas
humanas inocentes en determinadas condiciones.
d) LEGISLACIÓN COMPARADA
Varios han sido los países que han tratado de legislar sobre el tema, como;
España, Uruguay y Colombia que han llegado a despenalizar el homicidio por
48
piedad. La figura de la eutanasia y del suicidio asistido ha encontrado poca
acogida en las legislaciones de los países occidentales. Solamente es legal en
Holanda, Bélgica y Luxemburgo, y en Estados Unidos en los estados de
Washington, Oregon y Montana. (Guerra, 2011).
Cuál es la posición doctrinal y legal en otros países:
EUTANASIA EN IRLANDA
En este país es ilegal que una persona, cualquiera que esta sea, incluso si se trata
de un médico, activamente contribuya a la muerte de nadie. Sin embargo, es de
resaltar que no está penalizado retirar el tubo por el cual se mantiene la vida a una
persona que se encuentra conectada a este, porque se trata de “su derecho a
morir” si la persona ha dejado una declaración manifiesta de su voluntad o por
intermedio de un familiar que quiere ser desconectado. A septiembre de 2004, el
periódico irlandes Irish Times8 publica una encuesta hecha a los irlandeses en la
cual la gran mayoría de personas consultadas, 57% de los adultos, manifiesta que
el suicidio asistido o la eutanasia activa aplicada por un médico debería ser
legalizada en Irlanda, en pacientes terminales que la requirieran. Por lo pronto el
hecho está penalizado en la legislación pertinente de ese país. (Keown, 2004).
EUTANASIA EN ISRAEL
El Código Penal de Israel prohíbe terminantemente todas las conductas de los
individuos que tiendan a terminar activamente con la vida de otro. Del mismo
modo la ley judía prohíbe la eutanasia y el suicidio asistido. (Polaino, 1994). La
eutanasia pasiva, sin embargo, no está penalizada.9
Se creó una comisión, la The Steinberg Commission, para estudiar el tema de la
vida y la muerte provocado en el contexto de la ley judía, la cual propone que haya
un comité de ética en cada hospital que establezca si a determinados tipos de
pacientes podría aplicárseles la eutanasia. (Brody, 2009).
49
tratamiento y de tener una opinión, lo que algunos han interpretado como eu-
tanasia pasiva. Es ya un asunto conocido que todas las personas pueden dejar un
documento legal en el que determinan quién los puede “desconectar” de un
tratamiento que prolongue su vida o la provea por medios artificiales, con el
consentimiento informado de los pacientes. (O’reilly, 2010).
A la fecha la Corte Suprema de Estados Unidos todavía no ha hecho reglas sobre
lo que se denominaría “La calidad de vida y los elementos que la garantizan” y por
la cantidad de casos en los que se ha discutido la eutanasia pasiva, parece
condonar la penalización del acto en sí mismo. (O´Reilly, 2010).
No obstante lo anterior, mientras que la eutanasia activa está prohibida en
Estados Unidos, el suicidio asistido está permitido en Oregon, Washington y
Montana.
En l997 Oregon legaliza el suicidio asistido donde el actor es el médico. El acto
que reguló esta práctica indica los requerimientos que el paciente debe tener para
que se le aplique.
1. El paciente debe ser mayor de edad, a la fecha del suicidio asistido debe tener
18 años o ser mayor.
2. Debe ser residente del estado de Oregón.
3. Ser capaz de tomar la decisión por sí mismo y expresarse de manera que no
genere confusión sobre su deseo.
4. Debe haber sido diagnosticado con una enfermedad terminal o incurable, de
característica irreversible y que permita presumir la muerte en un período no
superior a 6 meses.
A los pacientes que en Oregón cumplen con estos requisitos se les permite tomar
una prescripción de un medicamento letal, aplicada por un médico debidamente
autorizado para practicar en el mencionado estado. El paciente además debe ser
informado del posible tratamiento paliativo en caso de querer seguir viviendo.
(Marcos, 1999). La norma de Oregón también requiere que la División de Salud de
Oregon se pronuncie sobre las provisiones que se hayan tomado en este sentido y
que publique anualmente los pacientes que hayan optado por el suicidio asistido.
50
El primero de estos reportes data de 1998 y muestra que 23 pacientes solicitaron
este servicio. (Kass, 2002).
EUTANASIA EN BÉLGICA
(ProvidaPress,nº330)
En un interesante estudio (N Engl J Med 361; 1119-1121, 2009) se evalúa el uso
de la eutanasia en Bélgica, práctica que en ese país fue legalizada en 2002. En él
se constata que el 1,9 % de todas las muertes valoradas en el estudio fueron
producidas por una práctica eutanásica. El porcentaje de muertos utilizando
fármacos que les llevaron a la muerte, fue en 2007 del 3,8 %. El 1,9 % habían
solicitado que le aplicaran la eutanasia. El 0,07 % murieron por suicidio asistido. Al
1,8 % se le aplicó la eutanasia sin que ellos la hubieran pedido.
EUTANASIA EN ALEMANIA
Hay muchos conflictos en relación con el tratamiento de pacientes moribundos
debido a las cambiantes categorías de hechos, el requisito de mantenimiento de la
vida con el derecho de autodeterminación del paciente, o el riesgo de
acortamiento de la vida a través de la atención médica para aliviar el dolor.
El paciente capaz tiene derecho a negarse a recibir un tratamiento médico
esencial para salvar su vida. El principal problema es “ayuda pasiva a morir” que
se basa en la cuestión de saber hasta qué punto el paciente puede proporcionar
directrices jurídicas vinculantes y oportunas por medio de instrucciones por
anticipado o por elección de un representante en el caso de que fuera incapaz de
tomar sus decisiones.
La ayuda a morir se considera aceptable dada la voluntad del paciente. La ayuda
activa a morir tiene sanciones penales incluso si la persona afectada lo solicitó, se
considera ayuda al suicidio según el derecho alemán. Los esfuerzos políticos y
jurídicos para reforzar el derecho del paciente a la autodeterminación aún no han
sido objeto de la acción legislativa. A ellos se oponen los médicos y la Iglesia
Católica
EUTANASIA EN ESPAÑA
51
Como en la mayoría de los países de nuestro entorno cultural en España el debate
social sobre la eutanasia se encuentra en estos momentos en pleno apogeo,
habiendo adquirido una difusión y una presencia en los medios de comunicación
difícilmente imaginables hace tan solo un par de décadas. Es cierto que, al menos
desde comienzos del presente siglo, este debate ha estado de una u otra forma en
los foros académicos y científicos pero nunca había suscitado el interés público de
una forma tan generalizada.
Algunos piensan que esto se debe, en parte a la sustitución de la ética tradicional
por una ética secular donde la vida no tiene ese valor eterno y el valor moral de los
actos humanos se juzga únicamente por resultados visibles. Otros han tomado
esto la quiebra del principio de la protección absoluta de la vida que nos ha traído
los avances de la medicina sumándole a esto la importancia de la opinión del
paciente a la hora de autorizar las intervenciones médicas.
Al ser la Medicina capaz de prolongar la vida por medios artificiales, sitúa al
médico y por qué no, al paciente y a su familia, ante el dilema de sí debe o no
realizar lo posible para prolongar la vida. En tales condiciones es casi imposible
obviar sobre la licitud de la eutanasia.
Cuando nos referimos a la eutanasia lo hacemos como la resolución de un
conflicto individual sin relación alguna con intereses colectivos utilitarios y en el
que la voluntad del afectado, ligado al derecho de una vida y una muerte dignas.
De esta forma la problemática de la eutanasia se conecta directamente en la
cuestión del reconocimiento de la disponibilidad de la propia vida y para valorar y
decidir la vida o muerte de uno mismo.
En coherencia con el anterior planteamiento con relación al ámbito constitucional
se entiende que el supuesto extremo, límite, y, por tanto, especial, regulado en el
artículo 149 del Código Penal, debe ser contemplado desde el derecho de la
persona a disponer libremente de su vida y de una muerte digna incluso en el
ámbito estricto de la eutanasia pasiva entendida como no-prolongación de la vida
cuando el final es irreversible. Si el derecho a morir se encuentra en el
reconocimiento de suicidio se castigará a los que hayan participado en éste.
52
Por otra parte, el tratamiento legislativo de la eutanasia en los ordenamientos
jurídicos latinoamericanos es bastante heterogéneo. La tendencia general es la de
considerar las prácticas eutanásicas como delito. Las diferencias se producen al
momento de la regulación típica de estas prácticas. Básicamente, podemos
distinguir dos grupos de países: aquellos que tipifican especialmente las prácticas
eutanásicas y aquellos que guardan silencio al respecto, siendo aplicables, en
consecuencia, las disposiciones generales relativas al homicidio. Cabe destacar
que la sanción es considerablemente menor en el primer caso.
EUTANASIA EN EL SALVADOR.
La eutanasia queda comprendida en el art. 130, bajo la forma de homicidio
piadoso:
El homicidio causado por móviles de piedad, con el fin de acelerar una muerte
inminente o poner fin a graves padecimientos, será sancionado con prisión de uno
a cinco años siempre que concurran los requisitos siguientes:
1) Que la víctima se encontrare en un estado de desesperación por sufrimientos
observables, que fueren conocidos públicamente y que la opinión de los
médicos que la asistan así lo hubiere manifestado;
2) Que el sujeto activo estuviere ligado por algún vínculo familiar, amistad íntima
o de amor con el enfermo; y
3) Que el sujeto pasivo demostrare su de seo de morir por manifestaciones
externas de ruegos reiterados y expresos.
La legislación salvadoreña, además de los móviles de piedad, la condición de
paciente terminal o enfermo con graves padecimientos y la manifestación de
voluntad del interesado (número 3°), establece otras exigencias, señaladas en los
numerales 2° y 3°. Cabe destacar entre estos requisitos, la referencia a la opinión
de facultativos (número 1°) y la especial condición que debe concurrir en el sujeto
activo, quien debe estar unido al afectado por especiales vínculos (número 2°).
EUTANASIA EN PARAGUAY
El Código Penal de Paraguay, también regula expresamente la eutanasia. El art.
106 prescribe:
53
Homicidio motivado por súplica de la víctima. El que matara a otro que se hallase
gravemente enfermo o herido, obedeciendo a súplicas serias, reiteradas e
insistentes de la víctima, será castigado con pena privativa de libertad de hasta
tres años.
EUTANASIA EN PERU
Finalmente, la legislación de Perú establece en el art. 212:
Homicidio piadoso. El que, por piedad, mata a un enfermo incurable que le solicita
de manera expresa y consciente para poner fin a sus intolerables dolores, será
reprimido con pena privativa de libertad no mayor de tres años.
EUTANACIA EN HOLANDA
Artículo 293.
1. El que quitare la vida a otra persona, según el deseo expreso y serio de la
misma, será castigado con pena de prisión de hasta doce años o con una pena de
multa de la categoría quinta.
2. El supuesto al que se refiere el párrafo 1 no será punible en el caso de que
haya sido cometido por un médico que haya cumplido con los requisitos de
cuidado recogidos en el artículo 2 de la Ley sobre comprobación de la terminación
de la vida a petición propia y del auxilio al suicidio, y se lo haya comunicado al
forense municipal conforme al artículo 7, párrafo segundo de la Ley Reguladora de
los Funerales.
Artículo 1. En esta ley, se entenderá por:
a. Nuestros ministros: el ministro de Justicia y el ministro de Sanidad, Bienestar y
Deporte;
b. Auxilio al suicidio: ayudar deliberadamente a una persona a suicidarse o
facilitarle los medios necesarios a tal fin, tal y como se recoge en el artículo 294,
párrafo segundo, segunda frase, del Código Penal;
c. El médico: el médico que, según la notificación, ha llevado a cabo la terminación
de la vida a petición del paciente o ha prestado auxilio al suicidio;
54
d. El asesor: el médico al que se ha consultado sobre la intención de un médico de
llevar a cabo la terminación de la vida a petición del paciente o de prestar auxilio al
suicidio;
e. Los asistentes sociales: los asistentes sociales a que se refiere el artículo 446,
párrafo primero, del libro 7 del Código Civil;
Artículo 2.
1. Los requisitos de cuidado a los que se refiere el artículo 293, párrafo segundo,
del Código Penal, implican que el médico:
a. ha llegado al convencimiento de que la petición del paciente es voluntaria y bien
meditada,
b. ha llegado al convencimiento de que el padecimiento del paciente es
insoportable y sin esperanzas de mejora,
c. ha informado al paciente de la situación en que se encuentra y de sus
perspectivas de futuro,
d. ha llegado al convencimiento junto con el paciente de que no existe ninguna
otra solución razonable para la situación en la que se encuentra este último,
e. ha consultado, por lo menos, con un médico independiente que ha visto al
paciente y que ha emitido su dictamen por escrito sobre el cumplimiento de los
requisitos de cuidado a los que se refieren los apartados a. al d. y
f. ha llevado a cabo la terminación de la vida o el auxilio al suicidio con el máximo
cuidado y esmero profesional posibles.
2. El médico podrá atender la petición de un paciente, que cuente al menos con
dieciséis años de edad, que ya no esté en condiciones de expresar su voluntad
pero que estuvo en condiciones de realizar una valoración razonable de sus
intereses al respecto antes de pasar a encontrarse en el citado estado de
incapacidad y que redactó una declaración por escrito que contenga una petición
de terminación de su vida.
Se aplicarán por analogía los requisitos de cuidado a los que se refiere el párrafo
primero.
55
El ejemplo de cada una de las clasificaciones ayudará a comprenderlas mejor:
56
INGLATERRA: PRETTY V. DIRECTOR OF PUBLIC PROSECUTIONS Y OTROS
RESUELTO POR LA CORTE EUROPEA DE DERECHOS HUMANOS EN
ESTRASBURGO 26
La Sra. Pretty, sufría esclerosis lateral amiotrofia; y vivía paralizada del cuello a los
pies, con graves insuficiencias respiratorias y alimentándose por un tubo. Ningún
tratamiento podía detener la progresividad de la enfermedad y solicitó inmunidad
penal para su marido si él, la ayudaba a suicidarse. Ella consideraba que negarle
la asistencia al suicidio, era someterla la integridad física y humana; garantiza el
derecho a continuar o cesar con la vida y el derecho a la autodeterminación. El
pedido fue rechazado por el Tribunal de primera instancia y cámara de los lores,
decisión que fue apelada ante la corte europea de derechos humanos en
Estrasburgo, quién también la rechazó, entendiendo que el art.2 de la convención,
protege el derecho a la vida, sin el cual el goce de cualquiera de los otros
derechos y libertades garantidos por la convención es ilusoria. No es posible
deducir que existe un derecho a morir de la mano de un tercero o con la asistencia
de un autoridad pública; y la convención no hace pesar sobre el Estado ninguna
obligación positiva de tomar el compromiso de no perseguir con acciones
judiciales al marido de la demandante si él ayuda a sus esposa a suicidarse o
crear un marco legal para toda otra forma de suicidio asistido.
57
INGLATERRA. EL CASO DE MS. B. RESUELTO POR LA SUPREMA CORTE
28
DE JUSTICIA, DIVISIÓN FAMILIA, DE GRAN BRETAÑA
58
el carácter subjetivo de la experiencia. A menos que la gravedad de la enfermedad
haya afectado la capacidad del paciente, un paciente severamente discapacitado
tiene los mismos derechos que la persona sana a que le respeten su autonomía
personal”.
Zussane ingirió talidomina para no quedar embarazada y dio a luz a una niña sin
brazos y con múltiples deformaciones, a quien dio muerte con una mezcla de
barbitúricos con ayuda de su madre y su hermana. El hecho fue denunciado por el
médico pediatra, su defensa se basó en que la muerte era un mal menor para la
vida de la niña y el jurado por la encontró inocente 29.
59
Robert Wendland volcó con su camión, cuando conducía bajo los efectos del
alcohol. El accidente le ocasionó incapacidad física y mental, dependiendo de
alimentación artificial sólida y líquida no oral entérica por tubo. Su esposa Rose
solicitó al médico que quitara el tubo de alimentación; se solicitó la opinión del
comité de ética del hospital que, aprobó por unanimidad la decisión de Rose. La
madre y hermanan de Robert se opusieron presentando una impugnación a tal
solicitud. El juez del Tribunal de primera instancia, rechazó la solicitud y la
curadora presentó un recurso de apelación. La Cámara de Apelaciones anuló la
sentencia por entender que: Se autorizaría a la curadora a negar la alimentación
artificial, sólo si tal actitud redunda en beneficio del incapaz, teniendo en cuenta el
deseo del mismo antes de devenir incapaz; que las pruebas aportadas por ella
debieran haber mostrado los hechos que justifican su decisión y estas no habían
cumplido con el deber y la carga de probar en forma precisa y convincente que el
incapaz Robert Wendland (que no está en estado vegetativo permanente ni sufre
una enfermedad Terminal) querría morir; como así tampoco la interrupción del
tratamiento artificial que mantenía las funciones vitales significaba un beneficio
para el incapaz. Finalmente se le limitaron las facultades para que no tuviera
autoridad de ordenar as ningún profesional proveedor de cuidados médicos que
interrumpiera el tratamiento para mantener las funciones vitales del incapaz
mediante la negativa de nutrirlo con métodos artificiales.
A los 26 años de edad Terri quedó en estado vegetativo tras un ataque cardiaco, a
causa de una súbita baja de potasio en un organismo debida, al parecer, a una
estricta dieta para adelgazar. A los 41 años y una ´década y media vivir en estado
vegetativo conectada a una sonda y alimentada artificialmente; su esposo Michael
Schiavo (quien ejercía la tutela) en 1998 solicitó a la justicia por primera vez que
se la desconectara porque su mujer “nunca quiso vivir así”, aunque no dejó nada
escrito que expresara ese deseo. Ante un nuevo pedido del esposo en el 2003 el
tribunal del condado de Pinellas, autorizó a quitarle la sonda; sus padres
60
solicitaron el 24 de marzo de 2005 que se les conceda la custodia legal de Terri y
que fuera nuevamente conectada a la sonda, pero el pedido fue rechazado. Frente
a ello el Parlamento se reunió de urgencia para aprobar una ley que detenga su
muerte. Sin embargo la sonda que alimentaba a Schiavo en un hospital de Florida
fue retirada contra la opinión de sus padres que deseaban mantener a la mujer
con vida. Finalmente Schiavo murió el 31 de marzo de 2005 por deshidratación.
Antes de morir Terri ya había sido desconectada en dos ocasiones. La última vez
el 15 de octubre de 2003, cuando sus padres recurrieron a Jeb Busch y lograron
que volviera a ser conectada a la sonda que la alimentaba.
TESTAMENTO VITAL
Para una mayor claridad de los casos el denominado “Testamento Vital”, es una
declaración de voluntad que hace una persona para que se respete su voluntad
cuando quede privado de capacidad por causa sobrevenida o decisiones que toma
la persona antes que otros lo hagan por el ante situaciones vitales personales y
sociales que implican un respeto a las creencias, sentimientos y filosofía personal.
Los objetos del mismo son a) Reforzar la autonomía del paciente; b) Mejorar la
comunicación entre el equipo médico y el paciente; c) Proporcionar al médico una
legítima protección; d) Designar un interlocutor válido como puede ser el
representante o tutor designado y e) Plasmar claramente la voluntad del paciente.
El mismo debe contener: los elementos generales de todo contrato y de los
testamentos; los datos específicos del paciente; la designación del tutor o ejecutor
de su voluntad con sus atribuciones y límites a incluir una “cláusula de conciencia”
que exima al facultativo de realizar ciertas acciones que van en contra de sus
creencias, debiendo ésta de poner al enfermo en mano de otro médico.
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