Stanley Keleman - Agresiones A La Forma Cap 3

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 43

Stanley Keleman

ANATOMÍA
EMOCIONAL
La estructura
de la experiencia
somática
2á edición

Desclée
Título de la edición original:
Emotional Anatomy
© 1985, Stanley Keleman
Center Press, Berkeley
Ilustraciones: Vincent Pérez, Artista del Colegio de Artes y
Artesanías de Oakland, California

Traducido: Dr. Juan M. González Llagosterra


Revisión Técnica: Jaime Guillé» de Enríquez
Diseño de la Colección: Luis .4 IOHZO

1.* edición: febrero 1997


2.* edición: noviembre 1997

© EDITORIAL DESCLÉE DE BROUWER, S.A., 1997


Henao, 6 4S009 BILBAO

Printed in Spain
ISBN: 843301207X
Depósito legal BI2tH'í7
Fotocomposición Zeta. S.L
Impresión: Grato, S.A
Índice
Prólogo a la edición española, por Stanley Keleman 13
Presentación, por Jaime Guillén 15
Introducción 17

1. Creación 21

- De células a tubos 24
- La bomba pulsante.... 32
- De la inutilidad al movimiento 40

2. El mapa corporal 51

- Músculos 59
- Hueso 65
- El árbol vascular 68
- La respiración 69
- El cerebro y el sistema nervioso 78
- La capa invisible: fluidez, sensaciones,
hormonas y emoción 85
- La anatomía como propia identidad 87

3. Agresiones a la forma 93

- Verticalidad y agresión 93
- Agresiones, alarma, estrés 98
- Extralimitación e infralimitación la incorporación
de la experiencia del entrés 110
- Estrés y expresión emocional 124

4. Patrones de alteración somática

- Estructura» extralimitadas e infralimitadas 139


- La estructura rígida 139
- La estructura densa 140
- La estructura hinchada 162
- La estructura colapsada 172
- Comparaciones estructurales 181

6. Interacciones somáticas 195

- Acoplamiento 197
- Anatomía emocional 197

Glosario de términos 201


Apéndice: traducciones y directorio 203
Agresiones a la forma

VERTICALIDAD Y AGRESIÓN

Desde la perspectiva del proceso somático, la posición erguida es


una onda vertical, pulsatoria, emocional, capaz de extenderse hacia
el mundo exterior y regresar contrayéndose. La verticalidad es la or-
ganización de la experiencia humana, resultado de la organización
genética de la pulsación. El estar de pie se considera, a menudo, un
acontecimiento puramente mecánico. En el contexto de estas inter-
pretaciones, el ser humano se pone derecho como consecuencia de
una buena postura, de unos huesos que descansan sobre otros hue-
sos, de un alineamiento gravitatorio correcto, olvidando la importan-
cia de la interacción y el sentimiento en la formación del yo vertical.
La verticalidad está basada en la vitalidad de la pulsación verti-
cal, una onda sostenida por un sistema de apoyo que comprende
tubos, planos, cavidades y diafragmas. Si existe un funcionamiento
normal, la onda pulsatoria es capaz de tener una amplia variedad de
movimientos hacia el exterior o hacia el interior. Puede también ace-
lerarse y ralentizarse. Permite al organismo dar y recibir, contener y
retener, rechazar y atraer. Estos movimientos pulsatorios constitu-
yen la organización básica de nuestra vida sensorial, generando ex-
citación, deseo sexual, generosidad y amor.

59. VERTICALIDAD HUMANA: SU NATURALEZA Y APRENDIZAJE

FIGURA CINCUENTA Y NUEVE. La postura erguida humana: su natu-


raleza y aprendizaje.
La verticalidad es un término con una gran diversidad de signifi-
cados. En un cierto nivel, se trataría de una configuración genética.
En otro, se trata de un ambiente bioquímico. En un tercer nivel, se
refiere a una configuración mecánica, y en un cuarto es emocional.
Todo lo anterior hace referencia al desarrollo, desde la motilidad al
movimiento y al dominio del campo gravitatorio. La posición vertical
posee un significado simbólico cuando alude a las interacciones en-
tre el niño y sus padres o con la sociedad, interacciones en las cuales
la persona se infla o se encoge como un modo de hacer frente a los
ataques emocionales o físicos.
La verticalidad descubre la vulnerabilidad del organismo humano.
En el mundo animal, las partes blandas, vulnerables, del organismo
están cerca del suelo, protegidas por un duro lomo y unas patas.
Para demostrar sumisión en las disputas territoriales, los animales
se dan la vuelta, exponiendo así su parte frontal débil. En lugar de
presentarse al mundo protegido, como hacen los animales, los hu-
manos se enfrentan derechos y desprotegidos. Esta postura erguida
expone permanentemente la parte blanda delantera al medio am-
biente, incrementando el área superficial del sistema nervioso y acre-
centando la información proporcionada por los sentidos que residen
en la cabeza: visual, auditivo, olfativo. Con la exposición de la parte
blanda frontal son posibles encuentros más íntimos. Sin embargo,
también podrán experimentarse amenazas y peligros más fácil-
mente. Como el organismo se defiende protegiéndose de la debili-
dad de su parte desprotegida, la verticalidad se verá afectada.
La postura erguida es, por tanto, más que el simple hecho de po-
nerse en pie. Es un hecho emocional, además de social, una organi-
zación de tubos y planos, bolsas y diafragmas, dentro de una exci-
tante sinfonía. La verticalidad humana es un impulso genético; sin
embargo, requiere una red social e interpersonal para poderse llevar
a cabo. Dicho de otra manera, lo que constituye la tendencia natural
del desarrollo y la expresión de la forma humana está influenciada
por la historia personal emocional.

EL REFLEJO DE ALARMA

La familia es un vehículo para completar el desarrollo del niño, pro-


porcionándole el cuidado, el apoyo y la transmisión de la experiencia
que mitiga los dolores y crisis de crecimiento hacia la madurez. Ade-
más, el organismo está provisto de un reflejo instintivo para hacer
frente al peligro y la amenaza. Este mecanismo, llamado Reflejo de
Alarma, está pensado para las situaciones de urgencia o períodos
cortos de alarma. Nos detenemos, hacemos una pausa, nos asegu-
ramos, apretamos los músculos, contenemos la respiración, investi-
gamos y respondemos, bien aguardando el peligro o emprendiendo
acciones. Si la amenaza es severa o descartamos la huida, el patrón
de alarma se agudiza. Eludimos el peligro, nos apartamos de él, nos
preparamos: para el combate o para salir corriendo. Si la amenaza
continúa más allá o nuestras posturas previas no la reducen, nos es-
condemos, retraemos, cedemos o nos derrumbamos. De una ma-
nera imaginaria, también el peligro interno o externo determina una
reacción que modifica nuestra forma temporalmente. Cuando el pe-
ligro ha pasado, volvemos a una situación de actividad normal. De
hecho, esto no es lo que sucede siempre, ya que una reacción puede
persistir o aumentar hasta convertirse en parte permanente de la
estructura. Esta prolongación de una respuesta temporal es lo que
llamamos estrés.

AGRESIONES

El desarrollo de niño a adulto acarrea posibles ataques desde el ex-


terior: padres, hermanos, compañeros o educadores. Los ataques
pueden también surgir internamente, como cuando las respuestas
emocionales agobian al organismo o la excitación que tenemos es
mayor que la que podemos manejar. Desde la perspectiva somática,
el término "agresiones", se refiere a todos los acontecimientos, in-
ternos y externos, que provocan el reflejo de alarma. Para un recién
nacido, los ruidos fuertes, las luces brillantes y los acontecimientos
poco familiares pueden constituir "agresiones". Para un niño, la os-
curidad, los animales extraños, y la ausencia temporal de los padres
podrían ser también "agresiones".
Más tarde, las disputas y desacuerdos con los amigos y la rivali-
dad entre hermanos serían "agresiones potenciales, las cuales pue-
den surgir de nuestros propios estados internos, de los sentimientos
de cólera, dependencia, sexualidad, anhelo de contacto, miedo de
ser abandonado o sucesos horribles imaginarios. Desde luego ''las
agresiones" pueden proceder de la vida en familia, de cómo somos
tratados, de la calidad del cuidado y del afecto, del tipo de disciplina
y del estímulo o desaprobación de la expresión emocional. Incluso
podría también deberse a situaciones económicas apuradas en la fa-
milia y prolongadas en el tiempo, a la ausencia de uno de los padres,
a los efectos de la guerra, la pobreza, el divorcio, los fallecimientos
o los abusos verbales o físicos inflingidos al niño.
Las amenazas, ofensas, choques o sorpresas varían con el mo-
mento en que se producen: si suceden precoz o tardíamente en
nuestro desarrollo; en el número, si han sido muchas o pocas; en el
origen: si proceden del exterior o son la consecuencia de una rela-
ción asimétrica entre la excitación interna y la capacidad individual
para tolerarla; en la duración: si una amenaza es episódica o conti-
nua; y en la severidad: si una amenaza es ligera, moderada o intensa.
Cuando se producen las agresiones a la forma, las corrientes ex-
citatorias se modifican, y consecuentemente, así serán las configu-
raciones que asumamos. Las ondas que mantienen la verticalidad
son corrientes de contacto que alcanzan su objetivo y vuelven. Lle-
gan a un máximo e invierten su dirección en una relación recíproca.
Nos autoafirmamos o nos retiramos, nos expandimos y contraemos,
nos hinchamos y disminuimos. Estas ondas nos estructuran horizon-
tal, vertical y circularmente. La pulsación es un ciclo de expansión y
contracción, un continuo de compresión y liberación que sale hacia
el mundo y retorna hacia el yo. El contacto y la retirada poseen un
ritmo innato y una necesidad interna de completar su ciclo. Es pare-
cido a la respiración o al latido cardíaco. La inhalación sigue a la ex-
halación. El corazón se llena de sangre y luego la expulsa por todo el
cuerpo. La expansión y la contracción son los bombeos fundamen-
tales de la existencia. Crean la onda tubular de la posición erguida
que da origen al sentimiento humano.
Las agresiones interrumpen al organismo. Las ondas tubulares
que sostienen la verticalidad se enlentecen o se aceleran en un in-
tento de mantener la configuración humana. El reflejo de alarma in-
cluye una serie de posturas que alteran las ondas tubulares de la
pulsación al bloquearlas, acelerarlas por la agitación, ralentizarlas al
hacerlas más gruesas, o colapsarlas. Ya no estamos completamente
derechos ni pulsamos. La presión interna y la motilidad ya no funcio-
nan uniformemente. Las capas y los diafragmas, las sustancias líqui-
das y los conductos resultan todos afectados. Estas interferencias
pueden originar sentimientos de rabia, miedo, depresión, rechazo y
cólera. Si son transitorias, los ciclos púlsatenos retornan a la norma-
lidad. Pero si los ataques persisten o aumentan, la estructura perma-
nece rígida o densa, hinchada o colapsada.
El organismo reacciona primariamente a las agresiones volvién-
dose más sólido. Se hace más rígido, organiza más forma, se vuelve
rígido y luego denso. Cuando los procesos metabólicos se aceleran,
los órganos, el sistema muscular y el cerebro se inflaman. La estruc-
tura intenta controlar este aumento de la excitación, bien a través
de la espasticidad y el reforzamiento o por la compactación y la com-
presión. Estas condiciones están acompañadas de sentimientos de
cólera, rabia, control, oposición o duda de uno mismo. La solidifica-
ción del organismo como una forma de hacer frente a estas agresio-
nes, es lo que llamamos extralimitación o hiperdefinición.
A medida que las agresiones continúan y aumentan, el organismo
se vuelve más fluido, pierde su forma y se hace hinchado o derrum-
bado. Los procesos metabólicos se enlentecen. La excitación perma-
nece a nivel de la superficie o se apaga como un rescoldo. La motili-
dad de los órganos y la peristalsis excitatoria general disminuyen.
Hay sensaciones de hinchazón, invasión y grandiosidad o de co-
lapso, desesperación e impotencia. La estructura se expande hacia
el mundo para encontrar una conexión que la llene, o bien se colapsa
hacia adentro y se encoge, alejándose del exterior. El hacerse más
fluido como respuesta a las agresiones es lo que conocemos como
infralimitación o hipodefinición.
La reacción de alarma es un proceso complejo, que comienza con
respuestas espontáneas y sencillas a las agresiones o con reacciones
emocionales simples hacia lo desconocido o hacia el peligro. Sin em-
bargo, el reflejo de alarma incluye una predisposición hacia configu-
raciones más complejas, dependiendo de la cronología, intensidad y
duración de lo desconocido. Con una combinación de estas condi-
ciones, el reflejo simple se transforma en un proceso complejo que
afecta de forma permanente al individuo. El sobresalto, el estado de
alarma y las respuestas inmediatas de lucha o huida, ocasionan trau-
mas emocionales y sufrimiento somático. Permanecemos en un es-
tado continuo de preparación para luchar o huir de lo que nos ame-
naza o de volvernos más débiles o colapsados. Podemos permane-
cer en un reforzamiento suave pero constante o en una rigidez es-
pástica profunda que refleje terror y rabia. A medida que estos esta-
dos se vuelvan permanentes, la flexibilidad y la reactividad se pier-
den. Esto afecta a todos los tejidos, músculos, órganos y células y
además a los pensamientos y sensaciones.
Alarma y estrés no significan lo mismo. La alarma es una res-
puesta inmediata, mientras que el estrés es la intensificación y con-
tinuación de reacciones que están basadas en interacciones sociales
e interpersonales. Cada persona posee un patrón único de agresión,
que puede caracterizarse por el número, la cronología y la duración;
por la fuente y la severidad de la amenaza, planteadas física o emo-
cionalmente al organismo. Es el número y la naturaleza de estos fac-
tores, además de su interacción, lo que desplaza a un individuo
desde una posición de ligera alerta a otra más severa. Asimismo, es
este patrón único de agresiones que un individuo recibe, lo que con-
vierte una reacción de alarma temporal en una situación de estrés
permanente. Todos nosotros hacemos frente a una serie de agresio-
nes en nuestro camino hacia la verticalidad, pero es la naturaleza de
estos ataques, además de nuestra respuesta, lo que resulta funda-
mental en la configuración de la forma. El organismo erguido expe-
rimenta, por tanto, una amenaza, una agresión, un ataque. Las ame-
nazas a la persona atacan a la integridad del sistema de apoyo:
¿cómo mantener la verticalidad y al mismo tiempo poder hacer
frente a la invasión? Esta agresión se experimenta, simultánea-
mente, en muchos niveles diferentes. Por una parte, la pulsación se
acelera o enlentece. A otro nivel, aparece un continuo de cambios y
ajustes hacia la parte blanda anterior del organismo. Las capas y las
bolsas subyacentes se modifican. Las constricciones que separan las
bolsas se cierran o se aflojan, originando un bombeo más rápido o
más lento. El equilibrio entre sensibilidad y energía se altera, desor-
ganizando a ambas. La autoafirmación se convierte en orgullo, en
cólera, en rabia y en terror. La sensibilidad se vuelve tristeza, pesar,
impotencia, desesperanza. La verticalidad o integridad tubular cam-
bia. En primer lugar, nos ponemos rígidos o nos preparamos para
resistir la invasión, luego nos densificamos y compactamos para pro-
teger nuestro fuego interne). Posteriormente, hinchamos nuestras
bolsas para proporcionar el sostén que los músculos ya no dan y fi-
nalmente, nos rendimos o colapsamos, retirándonos a un nivel infe-
rior de funcionamiento. Con estas variaciones, los sentimientos
cambian. La alteración provoca sentimientos de miedo y cólera, te-
rror y angustia, impotencia y sensación de pérdida, desesperación y
depresión.
Las cuestiones que trata este capítulo son: ¿Cómo afectan las
agresiones emocionales a la verticalidad? ¿Cómo se provoca el re-
flejo de alarma? ¿Cómo la continuación o la intensificación de un
ataque provoca una situación de alarma más intensa? ¿Cómo se per-
petúa el reflejo de alarma como patrón de estrés? ¿Cómo influyen
los modelos de alarma o de estrés a los tubos, capas, bolsas, diafrag-
mas y a la pulsación? ¿Cómo se produce un cambio permanente en
la forma? ¿Cómo se transforma un cambio en la forma en un cambio
en la sensación?
AGRESIONES, ALARMA Y ESTRÉS

Cuando nos enfrentamos al mundo estamos en la posición vertical.


La parte blanda frontal queda expuesta. Estamos preparados para
desplazarnos desde nosotros mismos hacia el mundo, o desde el
mundo hacia nuestro interior. Las agresiones evocan temporal-
mente el reflejo de alarma, que pudiera quedar perpetuado en forma
de estrés. La verticalidad y nuestro desplazamiento hacia el mundo
quedan interrumpidos. Intentamos preservar nuestra humanidad de-
fendiéndonos por nuestra cuenta. Estamos programados en el re-
flejo de alarma, una serie de reacciones de alarma dispuestas a lo
largo de un proceso continuo. El reflejo de alarma comienza con una
respuesta indagatoria, seguida de autoafirmación, luego una reac-
ción de enojo, posteriormente de cólera o evitación y finalmente, de
sumisión y colapso. Si la primera respuesta mitiga la agresión, es de-
cir, el acontecimiento que nos alarma, el organismo retorna a la ho-
meostasis. Si no es así, la primera reacción puede evocar la segunda,
la segunda la tercera y así sucesivamente. En los casos de amenaza
seria, los estados precoces de alarma se evitan y saltamos inmedia-
tamente a una reacción más intensa. Sin embargo, el continuo de
respuestas de alarma no sucede necesariamente en un orden inmu-
table; ni tampoco la secuencia de los pasos. Uno o varios pasos po-
drían evitarse.

60. CUATRO RESPUESTAS DEL REFLEJO DE ALARMA

FIGURA SESENTA. Cuatro de las respuestas del reflejo de alarma, re-


presentadas en una secuencia del tipo de las agujas del reloj. Estas
cuatro reacciones de alarma muestran variaciones, dependiendo de
la naturaleza del acontecimiento, temporal o continuo, suave o se-
vero. La posición central expresa la actividad normal antes de que se
produzca la agresión. Cuando ha habido una sorpresa, inicialmente,
la reacción es la de indagar, desafiar, enderezarse, ponerse más de-
recho. La posición de las 12 horas demuestra esta verticalidad en
disponibilidad para la acción. A las 3 horas existe rigidez, reforza-
miento, hiperextensión, tracción hacia atrás. Esta postura refleja
miedo, cólera, lucha. La respuesta en la posición de las 9 horas es de
flexión hacia delante, de encerrarse, de retraerse. Esta postura es
autoprotectora. En la posición de las 6 horas, la respuesta es de co-
lapso, de caída hacia dentro. Esta postura trata de volverse invisible
o inconsciente.

El reflejo de alarma es una respuesta organísmica para hacer


frente a las situaciones urgentes. Está concebido para ser utilizado
temporalmente; cuando el peligro pasa, el organismo retoma a la
normalidad. No obstante, esta reacción máxima lista puede conver-
tirse en un estado habitual y su organización permanecer cuando
pasamos de un acontecimiento a otro. No llega a desorganizarse,
sino que perdura como patrón somático continuo. Muchas personas
están continuamente en un estado de moderada resistencia contra
un peligro, ante el cual no pueden articularse plenamente. La palabra
"estrés" se utiliza para describir este estado continuado, mientras
que "sobresalto" o "alarma" se refieren a una situación transitoria.
Las figuras utilizadas en este capítulo aluden a una dinámica orgáni-
camente similar en ambos casos, alarma y estrés.
El reflejo de alarma es la respuesta fundamental a cualquier estí-
mulo desconocido, sea doloroso o placentero. Obliga a la atención
a dirigirse hacia los nuevos estímulos, apartándolos de la actividad
del momento presente. Este reflejo desenfoca y vuelve a enfocar ins-
tantáneamente la atención y, por eso, protege al organismo, al de-
cirle lo que hay allí, en el interior o en el exterior.
La reacción de alarma comienza en la mitad superior del cuerpo.
En el primer periodo del sobresalto, el de la rigidez, la columna ver-
tebral se endereza e incluso se arquea. Todos los músculos extenso-
res vertebrales se contraen, lo que es paradójico pues la reacción al
miedo es la flexión, el repliegue del cuerpo hacia adentro para pro-
teger los órganos internos. La flexión involucra a los músculos fuer-
tes de la espalda, pero en la primera respuesta ante la alarma, la fle-
xión no se produce, sino que se realiza una extensión. Esto aísla el
estímulo, focalizándonos sobre él, para lo cual la parte superior del
cuerpo debe tratar de asir, sujetar, resistir. De este modo, el co-
mienzo de la reacción de alarma podría caracterizarse con la expre-
sión de: "mantente". Todo se detiene. Todo se encuentra en una si-
tuación de calma. Los primeros pasos implican el enderezamiento
de la columna vertebral, el descenso del diafragma, la apertura de
las vías aéreas y un agarrotamiento de los pulmones.
En el proceso continuo de respuestas que se producen, desde la
ligera cautela hasta el estado de shock severo o de terror, el grado
de rigidez aumenta hasta llegar a anestesiar el organismo. En una
situación extrema de shock existe una total inmovilidad de los
músculos, de la columna vertebral y de los pulmones, un desenfoca-
miento ocular y una coagulación parcial de los fluidos y del riego san-
guíneo arterial. Esto sucede también en los animales cuando son ata-
cados por sus enemigos.
En los períodos iniciales de alarma, todos los telerreceptores los
ojos, los oídos, la nariz, están muy alertados. ¿Dónde está el peligro?
¿de qué clase es? ¿qué trae consigo? El recién nacido no ha cons-
truido aún asociaciones, por lo que inmediatamente grita pidiendo
ayuda. En la última y más extrema situación, la del estado de shock,
los pequeños músculos y los músculos de fibra lisa se bloquean, pro-
duciéndose un estado de anestesia. Esta situación puede venir pre-
cedida por el desmayo, la caída o el colapso. La presión arterial cae,
el organismo se repliega totalmente de la superficie hacia el interior,
retrayéndose hacia los más profundos recovecos de la vida. El shock
extremo y la caída de la presión arterial pueden derivar, en ocasio-
nes, en la muerte del individuo. Así pues, la rigidez y el shock son
dos situaciones extremas: una ligera, la otra severa y, entre ambas,
muchas posiciones intermedias.
El reflejo de alarma está basado en la capacidad del organismo
para detener la pulsación, producir una segmentación y reclutar más
y más capas interiores para crear la respuesta. El reflejo de alarma
comprende:
a) cambios en la musculatura y en la postura corporal.
b) una modificación en la configuración del diafragma.
c) un engrasamiento o adelgazamiento de la pared abdominal.
d) un aumento de la separación entre las bolsas.
e) un cambio en la relación del cuerpo con el eje de gravedad
de la tierra.
f) una alteración de los sentimientos, las emociones y el razo-
namiento.

61. INVESTIGACIÓN, CAUTELA


FIGURA SESENTA Y UNO. Investigación, cautela: comienzo del re-
flejo de alarma. La inhibición acaba con la actividad del momento y
nos alerta y prepara para investigar, agudizar los sentidos, buscar,
descubrir qué es lo que hay allí. Las agresiones incrementan el es-
tado de alerta, organizan la atención y la disponibilidad para la ac-
ción. Existe una ligera adrenalización. Semejante estado no es nece-
sariamente negativo. Actores, locutores, atletas y estudiantes, utili-
zan este patrón básico de actuación, que se considera deseable en
la competición y la interpretación. Aparentemente, es algo más que
nuestro estado ordinario. Se produce una situación de alerta con su
correspondiente respuesta excitatoria pero sin miedo al combate.
Estar alerta y no estarlo al mismo tiempo en una actitud agresiva
podría ser extraño pues la excitación moviliza los músculos que pre-
paran para la lucha o la huida. Los conductos se alertan, se ponen
rígidos, tirando ligeramente de la pelvis hacia arriba. Hay un au-
mento de la actividad excitatoria y un incremento en el tono muscu-
lar. Las bolsas se expanden y la motilidad orgánica se intensifica. La
bolsa pélvico-abdominal se comprime ligeramente, mientras la torá-
cica y craneal se hinchan: con ello la peristalsis aumenta. Los múscu-
los esqueléticos tiran de nosotros hacia arriba, a fin de colocarnos
en estado de alerta. La boca se cierra, las fosas nasales se ensan-
chan, los ojos se abren, la cabeza se inmoviliza, las manos están lis-
tas para abrirse y los brazos se flexionan, mientras el tórax se eleva
por la acción de los músculos intercostales, el diafragma desciende
y las piernas se ponen ligeramente rígidas. En resumen, la pared cor-
poral externa se comprime, pero las cavidades permanecen inaltera-
das. Existe excitación en el cerebro y la atención fluye libremente. Se
trata de una postura de protección del propio terreno.

62. REFORZAMIENTO, AVERSIÓN, ORGULLO

FIGURA SESENTA Y DOS. Reforzamiento, aversión, orgullo. La angus-


tia comienza en este momento. La cavidad abdominal comprime,
mientras la bolsa superior se expande, el diafragma desciende. Los
conductos se preparan. El tórax se eleva, inspira; los intestinos se
aprietan; las sensaciones se focalizan sobre el objeto en cuestión, la
estructura se prepara para resistir aún más. La excitación se intensi-
fica y la pulsación orgánica aumenta. El organismo entero tira de la
pelvis, alejándola del suelo. El significado de esta postura es: "man-
tón la distancia o te ataco". La posición que expresa el "mantente
ahí", la podemos observar en el gesto de la palma de la mano exten-
dida. El peligro se evidencia en la postura del puño cerrado y el gesto
de amenaza conforme el cuerpo aumenta su volumen. Los músculos
de la cavidad abdominopélvica incrementan la presión, apretando
con fuerza hacia el tórax y la cabeza. Las pulsaciones se comparti-
mentalizan, intensificándose y profundizándose en el tórax y dismi-
nuyendo en los intestinos. Los brazos, piernas, pies y músculos se
contraen, listos para empujar, golpear, hundirse, bloquearse, inmo-
vilizarse o agarrotarse. Esta es la postura de la aversión, de crear lí-
mites.
63. RIGIDEZ, AVERSIÓN, TEMOR

FIGURA SESENTA Y TRES. Rigidez, aversión, miedo. Hasta este mo-


mento, la respuesta de estrés-alarma ha consistido en enfrentarse o
confrontar lo que hay; está orientada hacia el mundo exterior. El or-
ganismo ha estado expansivo, alerta, alargado, atento. Ahora el pa-
trón de aversión comienza con una disposición a apartarnos de las
respuestas de ataque. El organismo está en conflicto, dudando en-
tre enfrentarse, apartarse o replegarse como una madeja. Ello re-
sulta de una compresión en la pared abdominal y en las vísceras, un
desplazamiento hacia la cabeza que aparece ahora profundamente
congestionada de sangre junto a la tendencia natural al repliegue
como defensa. La programación de agarrar con la boca y las manos
también levanta el cuerpo, alejándolo del suelo. Las cavidades cra-
neal y torácica se expanden en gran medida. La motilidad aumenta
en la cabeza y el tórax. Los órganos abdominales se hallan bajo pre-
sión, produciendo una disminución de la motilidad y del flujo sanguí-
neo. La pelvis y los pies tiran hacia arriba fuertemente, la excitación
se acelera, los conductos se contraen y coagulan haciéndose cada
vez más sólidos. El mensaje que nos llega es: "vete, o voy a por ti ".
Perdemos el control de lo que nos rodea, de contactar o no con los
demás. Estamos atrapados y no podemos salir. Permanecemos en
esta situación, pero empezamos a disociar. Es el comienzo de la
desorganización.

64. REFORZAMIENTO, ESPASTICIDAD

FIGURA SESENTA Y CUATRO. Reforzamiento, espasticidad. Ahora


comienza la compresión, la espasticidad y la solidificación. El orga-
nismo no puede moverse, no puede hacer nada, está completa-
mente bloqueado, atrapado en una posición de extensión hacia
arriba. Está expresando: "no seré una amenaza, no me moveré, no
cederé ni perderé terreno". Surge la impotencia. La cavidad craneal
se estrecha, el tórax se bloquea en la inspiración, los intestinos se
hacen espásticos e inmóviles mientras el organismo fracciona com-
pletamente de la pelvis y se aleja del suelo. El diafragma se bloquea
en la espiración, mientras el tórax se cierra en la inspiración. La ex-
citación disminuye. La cavidad craneal y el conducto de la médula
espinal se constriñen. La pulsación craneal se limita mientras la ca-
beza tira fuertemente hacia atrás y los conductos nasales y de la
garganta se estrechan. Las manos se bloquean en un gesto de sumi-
sión, se fijan o se traban sin realizar acción alguna, una señal de falta
de contacto. Más que una excitación o un despertar, lo que existe
es un estado de animación suspendida. Es el comienzo de un au-
mento de la fragmentación con respuestas de pánico y llanto.

65. RETIRADA, SUMISIÓN

IGURA SESENTA Y CINCO. Renuncia, sumisión. Comienza la desor-


ganización, el declive y la derrota. El organismo está fatigado, inca-
paz de luchar. Se aparta de la postura del guerrero independiente,
dirigiéndose hacia las cavidades abdominales y viscerales. Estas bol-
sas se expanden mientras la pulsación en el tórax y la cabeza se hace
más lenta. La presión torácica se desinfla, el diafragma comienza a
descender, el pecho se colapsa, los conductos se hacen débiles y
ceden.
Las bolsas pierden vitalidad, se hacen irregulares, faltas de apoyo.
Las cavidades superiores del cráneo, tórax y esófago son arrastradas
hacia abajo por el derrumbamiento de la pared abdominal anterior y
ésta se estira debido a su debilidad. La excitación decae, ya no tene-
mos esperanza, no esperamos ayuda, apoyo, sostén, ánimo o con-
tacto. Nos hundimos en un estado de sumisión. Las afirmaciones
son: " me entrego, me someto, me encojo".

66. COLAPSO, DERRUMBE, DERROTA, RESIGNACIÓN

IGURA SESENTA Y SEIS. Colapso, derrota, resignación. Los órganos


abdominales y craneales se vuelven fláccidos mientras el tubo diges-
tivo y el aéreo se tornan espásticos. La bolsa abdominopélvica se
colapsa o se abomba. El diafragma se aplana en la posición de espi-
ración, aunque paradójicamente el pecho está desinflado. A causa
de la fatiga existe poca o ninguna excitación; más bien hay apatía,
resignación, falta de confianza. La ventilación se produce a través de
la respiración abdominal porque la parte superior del tórax ya no
puede desplazarse fácilmente. La protuberancia de los intestinos re-
presenta una peristalsis y pulsación deficientes. La deformación de
las piernas fomenta la tendencia al desmoronamiento. La cabeza, la
columna vertebral, el esófago y la lengua caen, debido al colapso de
los órganos abdominales, que se hinchan para proporcionar apoyo.
Renunciamos a seguir esforzándonos y sentimos desesperación,
apatía, derrota, terror y desesperanza. La afirmación emocional es:
"me hundo, me resigno, dejo de existir''.

67. TERROR CONGELADO, ALARMA EXTREMA

FIGURA SESENTA Y SIETE. Terror congelado, alarma extrema. Esta


respuesta no es parte de este proceso continuo, sino un resultado
instantáneo en casos de extremo shock. Es el reflejo de Moro. En
esta postura, que podemos observar ocasionalmente en niños, apa-
rece un encogimiento y fragmentación momentáneos, una división
como si el organismo se descompusiera en partes.
Todas las cavidades: cabeza, tórax, boca, abdomen, se estrechan
instantáneamente. La motilidad está bajo mínimos, la actividad se
bloquea. Los miembros se vuelven espásticos, la respiración se con-
tiene en la posición espiratoria. El abandono tiene lugar al entrar en
coma.

68. EL PROCESO CONTINUO DE LA ALARMA Y DEL ESTRÉS

FIGURA SESENTA Y OCHO. El proceso continuo del reflejo de alarma.


Esta figura muestra las reacciones de alarma/estrés, como un conti-
nuo en el que los segmentos se tensan progresivamente y las bolsas
se comprimen. La contención en las capas profundas de los múscu-
los estriados se reemplaza por la contracción de los músculos de fi-
bra lisa de los intestinos y finalmente por una profunda sujeción del
tubo neural, derivando en un estado de anestesia e inconsciencia. El
continuo alarma/estrés nos revela que el organismo primeramente
tira de sí mismo hacia arriba, separa su mitad superior de la inferior,
fracciona desde la región pélvico/abdominal hacia el tórax, dia-
fragma, garganta y cerebro. Esta separación provoca posterior-
mente una segmentación real: divide al organismo en dos mitades,
superior e inferior. Se produce así en respuesta a un miedo interno
o externo. La segmentación también sucede cuando se gira con in-
tención de apartarse. El organismo se da la vuelta apartándose de sí
mismo o de los demás, pero si no lo consigue, el cuerpo toma a la
vez las dos direcciones: permanecer quieto e intentar alejarse. Con
ello se desgarra. Los músculos trabajan en direcciones opuestas. La
otra posibilidad es que resulte tan comprimido que el espacio vital
disminuya y la capacidad de hincharse e inflamarse desaparezca. El
organismo acaba por quedarse en una sola dimensión. Sin embargo,
el impulso profundo de alargarse permanece, por lo que nueva-
mente estamos en lucha entre la verticalidad completa y el colapso.

Las reacciones de alarma son generalmente progresivas. A me-


dida que una agresión, deja de serlo o se hace más fuerte, nos des-
plazamos a lo largo del proceso continuo. Sin embargo, si la agresión
es abrumadora al comienzo, podemos saltar en el proceso desde la
investigación a la depresión o el shock. El reflejo de alarma no es
algo mecánico sino complejo e individualizado.
Las respuestas de estrés o de alarma pueden estar también en
conflicto. Por un lado, el organismo desea ceder, pero por otro, se
vuelve rígido o se prepara para resistir, porque el colapso en sí
mismo es ya una agresión. Podemos sentir enfado ante una agre-
sión, y nuestro nivel de cólera constituir una agresión adicional, así
que nos abandonamos y nos derrumbamos. El reflejo de alarma no
es sencillo; es posible tener dos pautas actuando al mismo tiempo.
La figura 68 refleja dos fenómenos: los modelos de reflejo de
alarma y los patrones de estrés. Los primeros son transitorios y se
utilizan en situaciones de emergencia. Los últimos son la continua-
ción, intensificación y solidificación de las posiciones de alarma en
situaciones tisulares de estrés. El proceso continuo alarma/estrés,
indica visualmente que dos procesos están en acción: expansión,
alargamiento, movimiento hacia fuera, y contracción, compresión y
movimiento hacia adentro.
La primera mitad de las posturas de alarma Figuras 61, 62 y 63
implican la acción de hacerse más grande; este alargamiento puede
quedar fijo e inflexible en posición de estrés. La segunda mitad de
las posturas de alarma figuras 64, 65 y 66 se encaminan a un hacerse
más pequeño; este acortamiento puede quedar fijo o inevitable son
otras posturas de estrés.

DE LA AFIRMACIÓN A LA DERROTA

Estos modelos somáticos son procesos de profunda autopercep-


ción: una forma de sentir y conocer el mundo. Son algo más que
mecánicos. Son una forma de inteligencia, un continuo de autorre-
gulación. Constituyen fenómenos tubulares y de estratificación con-
cretos que afectan al organismo entero. Son fenómenos intrínsecos
que reclaman acciones musculares desde la cabeza hasta los pies.
Los músculos y los órganos no están únicamente contraídos, sino
organizados en un tipo de configuración. Estas organizaciones se
convierten en un modo de reconocer el mundo, además de a noso-
tros mismos y, a su vez, devienen la manera en que el mundo nos
reconoce a nosotros. Para comprender a un individuo se requiere la
capacidad de averiguar qué tipo de configuración, de alarma o de
estrés, pueda ser la dominante, qué otras configuraciones complejas
pudieran estar presentes, cómo afectan a la persona somática y
emocionalmente y a qué dan origen en términos de visión, percep-
ciones e imágenes de uno mismo.
EXTRALIMITACIÓN E INFR ALIMITACIÓN: LA INCORPORACIÓN DE LA
EXPERIENCIA DEL ESTRÉS

El organismo hace frente a las agresiones continuas y acumulativas


de una de estas dos formas. Resiste o cede. La resistencia implica
que el organismo aguante el ataque para rechazarlo. El ceder re-
quiere que el organismo se rinda, acepte la agresión y se retire a un
nivel inferior de funcionamiento. Al resistir, el organismo se hace
más sólido; se vuelve rígido o se refuerza. Al crear más forma, estruc-
tura, límites y solidez, el organismo llega a hacerse hiperlimitado. Al
ceder, el organismo se ablanda, cede, se hace más fluido. Al crear
menos forma, estructura, límites y quedar en un estado más licuado,
se hace infralimitado.
La motilidad y la pulsación están íntimamente relacionadas con
el estado de los conductos, capas, bolsas y diafragmas. Cuando és-
tos tienen un buen tono, es decir, una ininterrumpida motilidad, se
refleja en la vitalidad emocional y física. Los reflejos de alarma y es-
trés inhiben la motilidad y la pulsación. Crean conflicto entre el im-
pulso de continuar la pauta de pulsación y la necesidad de frenarla
o acelerarla. A fin de que la pulsación se acelere o desacelere, el ciclo
expansivo contractivo de los conductos, capas y bolsas deberá ser
alterado.
La pulsación es un continuo de expansión y contracción. Los con-
ductos, planos, bolsas y diafragmas fijan el límite para la expansión
y la contracción. Poseen un rango normal y un rango de emergencia
que ellos establecen transitoriamente. Por ejemplo, el corazón se
acelera cuando tomamos parte en el ejercicio físico; cuando deja-
mos de hacerlo, el corazón retoma a la normalidad. Las reacciones
de estrés fijan al organismo en algún punto a lo largo de la gama de
respuestas de emergencia: inflamado o inhibido. Puesto que la pul-
sación comprende una interacción entre los conductos, capas, bol-
sas y diafragmas, cuando la pulsación se acelera o se detiene, el or-
ganismo entero queda afectado. Si se prolonga durante un conside-
rable período de tiempo, el resultado es un cambio permanente en
la configuración y en el funcionamiento del órgano y de la capa co-
rrespondiente.
Las reacciones de estrés/alarma exageran la naturaleza de la ex-
pansión y de la contracción. Las tres primeras posiciones de alarma-
estrés intensifican la expansión normal, el movimiento del yo hacia
fuera y hacia el mundo externo. Las tres últimas, por el contrario,
distorsionan la contracción normal, el movimiento del yo hacia den-
tro y de alejamiento del exterior. Al quedar fijado el ciclo de expan-
sión/contracción, la configuración somática se queda hiperlimitada
o infralimitada.
La hiperlimitación o hiperdefinición hace referencia a la primera
parte del continuo del estrés, a las estructuras que primero se re-
fuerzan para resistir y volverse rígidas, y que luego se comprimen y
compactan como defensa frente a las agresiones continuadas. Ha-
cerse más sólido es la primera línea de defensa contra el estrés. Au-
mentar la forma es hacerla hiperdefinida. El resultado es una dismi-
nución de la motilidad y en permeabilidad, además de una vulnera-
bilidad creciente. La excitación se debilita y las pulsaciones y la pe-
ristalsis se hibernan.
La infralimitación alude a la segunda mitad del continuo de es-
trés, a las estructuras que primero se hinchan ante el entorno y
luego se colapsan interiormente en defensa contra una agresión
continuada. Estas estructuras infralimitadas se hacen más licuadas.
Crean menos forma como un modo de hacer frente al estrés. La mo-
tilidad y la permeabilidad se incrementan, pero carecen de intensi-
dad. La excitación se desvanece. La pulsación se hace arrítmica y ser-
penteante. Hay una falta de focalización y de contención.

69. LAS CORREAS: CONTROLADORES PULSATORIOS

FIGURA SESENTA Y NUEVE. Las correas: controles de la pulsación.


De la misma manera que las tuberías poseen válvulas para prevenir
el reflujo y desplazar las sustancias a lo largo de ellas, también el
organismo tiene zonas que se estrechan para mover las sustancias
más rápidamente o que se ensanchan para que se desplacen más
lentamente. Incrementando o disminuyendo la función valvular, el
organismo se acelera o se retarda.
En respuesta al estrés, el organismo aumenta o disminuye la pre-
sión. Estos cambios abarcan dos acontecimientos simultáneos. Pri-
meramente, las capas se hacen más sólidas o más líquidas. En se-
gundo lugar, las bolsas se mueven acercándose o alejándose. Estos
cambios en las capas y bolsas modifican el funcionamiento de los
diafragmas y por ello, de la pulsación. Los diafragmas son las princi-
pales salidas, entradas y puntos de transición. Son los lugares de
captación, de dejar salir, de permitir que algo les atraviese, que pase
hacia abajo o hacia arriba o que salga hacia fuera. Los cinturones nos
ilustran sobre los conflictos circulares y la manera en que los espa-
cios internos se distorsionan. Muestran los emplazamientos en que
se produce la retención o la compresión o donde no ocurre y donde
se origina la regulación de la presión y la especialización en segmen-
tos. Por ejemplo, algunas personas encogen el cuello hasta que la
separación entre la cabeza y el tórax desaparece. Otras aprietan su
cintura para separar el abdomen de la pelvis. La hinchazón es una
defensa alternativa. Si no existe una constricción mínima, las bolsas
se fusionan. La figura nos sugiere, por consiguiente, que al apretar
los cinturones, aumenta la pulsación y que al aflojarlos, disminuye.
Si apretamos algunos cinturones mientras aflojamos otros, creamos
una pulsación errática.

70. DEFUNCIONES PULSATORIAS: GENERALIZADAS O LOCALIZADAS

FIGURA SETENTA. Excitación excesiva o deficiente. Cuando las res-


puestas al estrés se hacen fijas, las configuraciones orgánicas y la
motilidad resultan deformadas. Las pautas emocionales y de movi-
miento quedan afectadas. La presión está regulada por las capas de
la pared muscular esquelética que actúan como un enorme dia-
fragma alrededor de una serie de bolsas.

Cada bolsa tiene una pared corporal, un techo y un suelo, todos ellos
funcionando concertadamente como un diafragma que bombea. To-
das las bolsas pulsan con una expansión y contracción armónicas,
proporcionando la motilidad básica que representa nuestra propia
referencia, esa marea pulsante que se desplaza de acá para allá entre
la excitación y la contención, la expansión y la contracción, la hin-
chazón y el encogimiento; es decir, una acción tipo acordeón.
Cuando los modelos de estrés se hacen permanentes, el acordeón
pulsante no logra completar su ciclo y queda trabado en una excita-
ción excesiva o por el contrario disminuida. La figura 70 representa
gráficamente las deformaciones de la pulsación normal: la hiperdefi-
nida, en la parte izquierda y la infradefinida, en la derecha. La primera
acelera la pulsación y la segunda la retarda. La pulsación se modifica
cuando el organismo se expande o se contrae excesivamente. En los
estados hiperdefinidos, la rigidez es la hiperexpansión, en los infra-
definidos, la hipercontracción. En los estados infradefinidos, lo in-
flado representa la hiperexpansión, el colapso la hipercontracción.
La figura 70 va más allá al mostrar cómo están estratificados estos
modelos, tratándose tanto del tubo muscular como del visceral.
Puede existir un solo patrón en ambas capas. Por ejemplo, una capa
rígida puede cubrir a otra capa rígida o una colapsada situarse en-
cima de otra colapsada. Sin embargo, puede haber modelos alterna-
tivos de estrés, de unas capas encima de otras. Puede existir una
capa media rígida con una capa interna colapsada o lo contrario, una
capa media colapsada con una rígida interior. Cuando cambia la pul-
sación, se implican las capas y las bolsas. Para acelerar la pulsación,
las capas se vuelven más sólidas y las bolsas se aproximan entre sí.
A medida que el organismo se fija en esta postura, la pulsación se
acelera más y así las capas deben volverse más sólidas. El modelo se
intensifica más. Lo mismo ocurre cuando la pulsación se retarda,
pues las capas se vuelven menos sólidas y las bolsas se separan. El
resto de este capítulo expone los efectos sobre las bolsas, músculos
y tubos cuando la excitación se acelera o se retarda.

71. BOLSAS CONTENIDAS O NORMALES INFRADEFINIDAS:


UNA COMPARACIÓN

FIGURA SETENTA Y UNA. Bolsas normales, hiperdefinidas e infradefi-


nidas. Una vista lateral de las principales cavidades: cabeza, tórax y
pelvis, y las relaciones de los tres tubos: la piel o conducto externo,
la estructura muscular media de sostén y el tubo interno o capa pro-
funda de los órganos. Esta figura representa el efecto de la hipercon-
formación y la infraconformación sobre los órganos internos y los
tubos. Se produce una deformación de las relaciones en la pared ex-
terna, en los órganos internos y en las bolsas. En estructuras hiper-
conformadas, en tipos rígidos y densificados, la bóveda craneal se
rellena. Las paredes externas se espesan e invaden el interior. Las
luces del tubo interno se estrechan, lo mismo que las salidas y en-
tradas del esófago, la aorta, el corazón, el ano y la uretra. La presión
interna se intensifica. Esto crea una sensación de estar atrapado o
atascado. La flexibilidad de la pared externa disminuye. La excitación
decae, la pulsación se atrofia, la peristalsis se intensifica, pero se
aplana. Las tres capas resultan afectadas por este complejo proceso.
También es posible, no obstante, que sólo una capa, la externa o la
interna, se vuelva hiperdefinida. La forma infradefinida, con estruc-
turas hinchadas o colapsadas, origina un adelgazamiento de la pa-
red externa.

Sin resistencia muscular, los conductos y espacios internos no pue-


den autosustentarse y comienzan a desparramarse hacia afuera o a
colapsarse hacia el interior. El tono de los esfínteres se pierde. Apa-
rece inflamación o prolapso. El corazón y los pulmones se expanden
por los fluidos. Esta expansión es evidente en todas las entradas y
salidas, en las capas y bolsas. Cuando la resistencia se pierde, se
afecta la peristalsis: la excitación se escapa o vaga sin dirección ni
centro. Ya que el organismo está dispuesto en capas, es igualmente
posible tener inflamación en la capa muscular y espasticidad como
compensación interna.
72. TONO MUSCULAR

FIGURA SETENTA Y DOS. El tono muscular: normal, hipertónico e hi-


potónico. Una de las principales funciones del músculo es crear el
tono que mantiene normalizados los límites internos o recipientes.
El músculo normal o con capacidad de contención es elástico, capaz
de una expansión y contracción plenas. Se encuentra firme, uni-
forme, con flexibilidad y elasticidad.
El músculo hipertónico tiene demasiada resistencia. Es dema-
siado sólido. El músculo rígido está acortado, espástico, estrechado,
tirante, fibroso y nudoso. Cuando los músculos se hiperexpanden,
se desorganiza la contracción normal. Los músculos se vuelven rígi-
dos como un cable de acero tirante. La densidad, la otra forma de
estar hiperlimitado, implica que los músculos se espesen y compacten.
Se vuelven incapaces de comprimirse más, como la cuerda de cáñamo
utilizada en los barcos. Esto desorganiza la expansión normal.
Ambos estados reflejan hipertrofia, exceso de uso, algo que se
hace crónico. El músculo hipotónico crea demasiada poca resisten-
cia. A medida que esta función de limitar se debilita, los contenidos
se hinchan o se escapan. Los músculos inflamados están como em-
papados. Aparecen abotargados como si estuvieran llenos de lí-
quido, grasa y aire. Existe presión en el interior, pero al carecer de
tono, la presión encuentra poca resistencia. Con esto, se desorga-
niza la contracción normal. El músculo débil o colapsado se vacía de
fluidos; se seca y se estrecha, se hace esponjoso, pequeño y duro.
Le falta sustancia y se nota como desmenuzado. Hay debilidad y
atrofia. Tanto la expansión como la contracción normales se ven afec-
tadas. Ambos estados reflejan hipotrofia e hipoplasia, un defectuoso
desarrollo tisular o la pérdida de función.
Cada una de estas situaciones, a su modo, desorganiza la acción
de bombeo del músculo. Los músculos rígidos tienen dificultad para
contraerse, los músculos densos para expandirse. El organismo
acaba volviéndose inflexible. Por otra parte, los músculos inflamados o
colapsados hipotónicos no pueden proporcionar los límites que ayudan
a generar la presión o a limitarla. El organismo tiene fugas o se colapsa.
73. TUBOS H1PERFORMADOS Y SUBFORMADOS

FIGURA SETENTA Y TRES. Conductos hipercompactos o hipocom-


pactos. El organismo consta de una serie de tubos interconectados:
el conducto nutritivo, rodeado por un tubo muscular y encerrado
dentro de un tubo neural. Una pauta continua de estrés que desor-
ganice cualquiera de los conductos tendrá repercusiones en el resto.
Un conducto muscular rígido se estrecha, se angula, se aprieta, se
hace fibroso, se alarga. La pared se vuelve más rígida. Posee poco
retroceso o flexibilidad. El conducto denso se compacta. La luz inte-
rior del tubo queda, por tanto, disminuida por una implosión del te-
jido. Esta compactación sucede en sentido vertical y posteroex-
terno. La pared del tubo se hace más gruesa; tiene un retroceso de-
ficiente, poca flexibilidad. Un ejemplo sería el de un músculo con una
implosión tal que comprimiera los vasos sanguíneos. El conducto di-
latado, por otra parte, se expande hacia afuera desde el interior.

Las paredes del conducto son demasiado flexibles; están adelga-


zadas y débiles y ceden sin apenas retroceso. Sin una contención, el
contenido interno se derrama en el entorno. El conducto colapsado,
por último, es una estructura debilitada. La luz del tubo se reduce
hacia dentro al no existir ningún soporte desde el tubo intermedio.
Todos los conductos están debilitados e incapaces de mantener la
verticalidad. La flexibilidad y el retroceso están bajo mínimos.
74. LOS CONDUCTORES INTERIORES DE LOS MÚSCULOS CAR-
DÍACO Y DE FIBRA LISA

FIGURA SETENTA Y CUATRO. Los conductos internos cardíacos y del


músculo liso. Los tubos se influyen entre sí. Una deformación en un
tubo tendrá un impacto en el conducto colindante. Por ejemplo, si
los conductos musculares y óseos no pueden sostener al organismo,
el tubo de los músculos de fibra lisa podría presurizarse para propor-
cionar la función de soporte. Los tubos internos y los órganos se
hallan afectados por los estados musculares hipertónicos e hipotó-
nicos. Por dentro de los tubos cardíacos y los músculos de fibra lisa
existen agujeros, canales o luces a través de los que pasan alimen-
tos, aire y sangre.

El esófago, los intestinos, las vías bronquiales, la aorta, y el nervio


vago, son ejemplos de conductos cuyos contenidos internos pue-
den estar influenciados por los cambios en la pared muscular. Si apa-
rece la rigidez, estos agujeros se estrechan por el espasmo. En las
estructuras densas, la pared corporal engrosada estruja los agujeros
hacia dentro, estrechándolos. En las estructuras infladas, el tubo
muscular no puede crear resistencia. El tubo interno se infla y se ex-
pande. Las luces interiores de los diferentes conductos pierden su
forma y su diferenciación. En el colapso o atrofia la pared corporal
sufre una implosión, se desmorona, pierde forma. Los tubos pierden
algo de su forma y configuración. Las luces ya no son capaces de
permanecer completamente abiertas, también pierden su forma y se
pliegan por dentro. De esta manera, los conductos internos y el paso
de sus contenidos quedan afectados por el aumento o disminución
de la presión de los tubos externos.

75. EL PAPEL DEL CEREBRO: UN DIÁLOGO DE LA CONSCIENCIA TI-


SULAR

FIGURA SETENTA Y CINCO. El papel del cerebro: un diálogo a tres


niveles en la organización de la pulsación. El cerebro localiza y clasi-
fica la experiencia celular dentro de un patrón general de conscien-
cia tisular. Cuando el modelo de pulsación se modifica, se alteran
tanto la sensación como la configuración celular, así como las imá-
genes y estados conscientes e inconscientes. En la arquitectura del
cerebro existen varias partes que llevan a cabo un diálogo para regu-
lar la pulsación. El tallo cerebral el cerebro de sangre fría del reptil,
regula las acciones de los reflejos primarios. Esto incluye las emocio-
nes primarias: miedo lucha, cólera. En el mesencéfalo las sensacio-
nes del mamífero de sangre caliente se hallan en consonancia con la
historia de atenciones y contacto recibidos. En la capa externa, el
córtex, se crean funciones de información y construcción de símbo-
los. En este lugar, las imágenes sociales y los mensajes emocionales
originan un lenguaje para regular la función del meséncefalo o cere-
bro medio.
Para registrar la consciencia tisular y las experiencias emociona-
les, los tres niveles del cerebro se enzarzan en un diálogo. Los refle-
jos de alarma comienzan como una acción refleja, pautas puras de
sensación, cuando el organismo se pone alerta y rígido. El cerebro
medio se suma al diálogo, invocando aprendizajes emocionales pa-
sados que se añaden a los modelos de supervivencia, orientados a
la lucha o la huida. Finalmente, el córtex toma parte en la conversa-
ción con su información sobre las respuestas sociales y emocionales.
Las capas tubulares están representadas en el cerebro como po-
sibilidades de acción y de experiencia. La alarma y el estrés, como el
placer y la sensibilidad, están representados en la configuración de
los tubos y bolsas y en su estado celular. La figura 75 muestra como
están registradas las experiencias de estrés y sufrimiento, cómo se
forman la emoción y la lógica en respuesta al dolor, y cómo éstas
constituyen una manera de pensar y de sentir que disminuyen el do-
lor y fomentan la supervivencia.
76. TIPOS MIXTOS: CONTENIDO HIPERFORMADO, SUBFORMADO

FIGURA SETENTA Y SEIS. Tipos mixtos. Los ejemplos anteriores de hi-


perdelimitación e hipodelimitación representan tipos clásicos o puros.
Hay individuos que entran fácilmente en estas categorías; pero otros
son tipos mixtos. Un tipo mixto indica una estructura que es, a la vez,
hiperlimitada e hipolimitada. Así resulta de dos diferentes patrones de
estrés que se producen en diferentes épocas del desarrollo del orga-
nismo. Los tipos mixtos pueden encontrarse en diferentes bolsas o en
diferentes niveles. Una estructura puede ser débil en la mitad inferior
por carecer de seguridad cuando era joven, pero su mitad superior ser
potente. Un tórax colapsado puede estar compensado por una parte
inferior rígida y densa. Una mitad superior hinchada puede estar equi-
parada por una mitad inferior pasiva, inflexible, insensible. Puede existir
una espasticidad profunda en las capas exteriores y sin embargo, debi-
lidad o hinchazón en las capas internas. En la superficie, una estructura
puede ser provocativa e inflexible mientras, a un nivel más profundo,
carecer de sostén y temer colapsarse.
El primer tipo mixto es capaz o normal en la cabeza, está rígido en el
tórax e hinchado en el abdomen. En el segundo ejemplo, una cabeza rígida
se compensa con un tórax hinchado y un abdomen normal. El ejemplo final
es el de una cabeza hinchada, contrapesada por un tórax normal y un ab-
domen rígido. Cuando un segmento está estrechado y otro hinchado, apa-
rece una sensación y un sentimiento mixtos. El sentimiento puede quedar
atrapado, congelado o desaparecido en una bolsa, mientras en otra está
difuso, vacío, débil. La estructura interior podría estar anestesiada, rígida,
temiendo una pérdida de control, mientras el exterior podría poseer una
gama completa de expansión y contracción. En los tipos mixtos, todas las
capas están afectadas por la inflamación o el estrechamiento de las dife-
rentes bolsas.

77. LAS CAPAS DEL PATRÓN DE ESTRÉS

FIGURA SETENTA Y SIETE. La disposición en capas del organismo. Las dife-


rentes capas del cuerpo pueden encontrarse simultáneamente en patro-
nes de contención o sujeción opuestos.
Cualquier tubo puede estar hipercompacto o hipocompacto. El tubo
digestivo, los músculos y el cerebro podrían encontrarse agitados, mien-
tras los músculos esqueléticos externos permanecen inhibidos o inactivos.
Un conducto puede estar excitado, otro encontrarse apagado, quizá in-
cluso apático. Podría existir rigidez en la piel o en la capa del sistema
nervioso. El tubo digestivo puede estar hinchado, mientras la capa
muscular se encuentra colapsada. Estos modelos están interrelaciona-
dos; el colapso en una capa exige una hipercompensación en otra.
El asma es un buen ejemplo de la existencia de conflictos en las
bolsas y en las capas. Los pulmones no saben si exhalar o inhalar. La
estructura respira o no puede hacerlo, aunque al mismo tiempo lo
está intentando. El tórax quiere descender para ayudar a la respira-
ción, pero no puede, por lo que permanece elevado. Los alveolos no
pueden contraerse y se mantienen abiertos, incluso aunque el cere-
bro grite pidiendo aire. La inhalación tiene lugar a la manera de una
urgencia repentina, porque el cerebro no puede ordenar a los pul-
mones que exhalen. De esta forma, la respiración es un enredo por-
que ni la inspiración ni la espiración pueden completarse. Las capas
hiperdefinidas e hipodefinidas reflejan el conflicto pulsatorio. Una
capa puede tener una sensación de buen funcionamiento, mientras
otra está hiperexcitada y una tercera se encuentra inhibida. Nos blo-
queamos, contenemos, aguardamos en los músculos esqueléticos,
mientras el cerebro se apresura a ver si existe peligro o no. Inhibimos
los músculos de la acción en el esqueleto, pero nos hacemos hiper-
activos en las vísceras, o viceversa. En la rigidez y en el colapso, la
expansión y la contracción entran en conflicto, incapaces de decidir
entre reforzarse y atacar o replegarse y huir. En un nivel nos mante-
nemos agradablemente, actuamos de forma muy sociable, protege-
mos nuestra imagen externa, mientras que en otro nos encogemos,
sentimos desesperación y deseamos gritar pidiendo auxilio. Pode-
mos estar felices exteriormente y llorando interiormente o melancó-
licos y desesperados exteriormente al mismo tiempo que optimistas
y positivos en nuestro interior.
ESTRÉS Y EXPRESIÓN EMOCIONAL

Los sentimientos y las emociones difieren en que los sentimientos


son estados organísmicos incondicionados, no programados, gene-
ralizados; mientras que las emociones son programas de conducta
preparados que ya poseen vías de acción. Los sentimientos necesi-
tan crear una senda a fin de poder expresarse. Nadie tiene que ense-
ñar a una persona a estar furioso o triste, pero sí tenemos que apren-
der amabilidad y delicadeza. De esta manera, las emociones están
compuestas de sensaciones que poseen la suficiente intensidad
para organizarse dentro de un patrón de conducta. El enojo se con-
vierte en irritación, luego en cólera y finalmente, en rabia. La rabia es
una reacción automática con una programación del cerebro inferior,
que lleva a repartir golpes o atacar. La emoción es un estado corpo-
ral con un modelo muscular programado, y con un patrón tubular de
actividad acelerada o retardada. La intensidad emocional oscila
desde un mínimo a un máximo. Por ejemplo, la tristeza y el pesar son
parte del mismo proceso continuo. Mientras que el sentimiento es
el mismo, la respuesta se intensifica a medida que continúa a lo largo
del proceso.
La sensación es un subproducto del metabolismo celular, la pul-
sación y la peristalsis tubular. Las emociones son las respuestas con-
ductuales organizadas primariamente. Tienen dirección y propósito,
una lógica propia. Son declaraciones organísmicas sobre nuestro es-
tado y qué hacer con respecto a él. Si estamos tristes, llorar propor-
ciona alivio y se obtiene consuelo de los demás. La cólera es una
reacción de sacudirse algo irritante y advertir a los demás que se
mantengan alejados. El miedo es una declaración de que existe un
peligro, además de una acción para buscar ayuda. Las emociones,
pues, buscan un cambio de situaciones internas y externas.
Las emociones nos llevan al mundo exterior y de vuelta hacia no-
sotros mismos. Cuando nos expandemos hacia el exterior, nos en-
contramos llenos. Buscamos darnos a nosotros mismos o alcanzar
algo y conseguirlo. Por el contrario, podemos pretender rechazar al
mundo. En un ciclo de contracción, incorporamos lo recibido o bien
nos retiramos del medio externo. Las emociones llegan a una cima
descienden y remiten. Siguen el ciclo de expansión-contracción.
Cuando el proceso continuo de la expresión emocional permanece
flexible, pasamos de la cólera a la tristeza, de la contracción a la in-
flamación. Si bien siempre retornamos a un estado de excitación
equilibrada u homeostasis. Conforme la agresión continua desorga-
niza la configuración somática, se pierde la gama completa de la ex-
presión emocional.
El proceso continuo de la alarma sigue los principios de la expan-
sión y la contracción. La inflamación, la hinchazón, el encogimiento
y la compactación constituyen un proceso continuo emocional.
Mantenemos a las personas a distancia haciéndonos rígidos y ame-
nazantes, contrayéndonos y volviéndonos densos, hinchándonos y
tornándonos amenazadores, o colapsándonos y haciéndonos insen-
sibles. Podemos intentar conseguir cosas del mundo atacándolo,
abandonándonos y negando nuestra necesidad, hinchándonos para
parecer grandes e importantes o retirándonos y confiando en que
los demás cuiden de nosotros. Así pues, las emociones son, por un
lado, expresiones del intento, la dirección que tomamos y por otro, la
intensidad resultante de una conducta hiperdeíinida o hipodefinida.
Si nos prometen continuamente cosas que luego nos niegan,
quizá lleguemos a encolerizarnos. Si la situación continúa, nos po-
nemos rígidos, siempre en actitud de agresión. La cólera puede ori-
ginar miedo a actuar violentamente y, de este modo, nos volvemos
rígidos y temerosos al tiempo. Podemos sentirnos disgustados y
contraernos o retirarnos del mundo al interior de nosotros mismos.
También nos podemos sentir menospreciados, no integrados y vol-
vernos más densos, resentidos y pesimistas. Nuestra desesperación
por no conseguir algo puede provocar que nos hinchemos, para ac-
tuar como si fuéramos importantes a fin de ganar aceptación. Inten-
tamos acceder al mundo exterior para superar nuestra sensación de
vacío. Podemos llegar a estar tan desalentados que nos derrumbe-
mos por la fatiga o nos abandonemos a la resignación y a la derrota.
Estas posturas se convierten en un modo de organizamos a noso-
tros mismos y de sentir, pensar y actuar. Es la forma de decir a los
demás y a uno mismo quiénes somos.
Las emociones son expresión de un medio ambiente interno y es-
tán relacionadas con la motilidad y la pulsación. Esta relación es re-
cíproca. La pulsación genera emoción y sensación. La emoción y la
sensación influyen en la pulsación. La pulsación depende de la fun-
ción de bombeo. Cuando dicha función está hiperactivada, las sen-
saciones resultan infladas e inflamadas. Cuando la función do bom-
beo esta inhibida, en expresión emocional y la sensación resultan
disminuidas. La cólera y la rabia nos refuerzan y endurecen y la pul-
sación se intensifica. La tristeza y la derrota nos ablandan y fluidifi-
can y la pulsación disminuye. La expresión emocional queda afec-
tada de este modo por la perpetuación del patrón de estrés.
Un buen tono muscular está fundamenta do en una onda de pul-
sación tubular con una gama completa de expansión y con tracción.
El diafragma y la pared corporal están blandos pero firmes, el abdo-
men y el tórax flexibles, capaces de expanderse y contraerse. El cen-
tro de gravedad reside en la cuenca abdominopélvica más que en la
bolsa torácica. Una sensación general de bienestar, una tranquilidad
cotidiana se refleja en una excitación firme y suave. Hay una sana
plasticidad. Sin embargo, bajo continuo estrés, el cuerpo queda fi-
jado en emociones de emergencia: cólera, rabia, miedo, pánico, ho-
rror, impotencia, desesperanza, desesperación y apatía. Estas emo-
ciones implican movimientos extremos, alejados de un buen tono
muscular. La persona se mueve hacia la rigidez o hacia el colapso.
Inflamos el tórax y comprimimos el estómago. Atiesamos el cue-
llo para parecer más grandes, más alertas. Concentramos energía ci-
nética, preparada para golpear. En las situaciones graves, tiramos
hacia arriba del suelo pélvico, ponemos rígidas las piernas, elevamos
los hombros, escondemos los genitales, contraemos fuertemente la
columna, redondeamos el cuello como si fuera un tonel, apretamos
boca y manos y nos preparamos para resistir. A medida que tiramos
hacía la parte superior del cuerpo, el diafragma, que está normal-
mente descendido y expandido, se eleva y se estrecha. Con la inten-
sificación del estrés, el diafragma asciende, aumentando la presión
intratorácica, empujando a las vísceras abdominales hacia arriba.
Conforme nos dejamos llevar por el miedo, nos volvemos más espás-
ticos. El diafragma queda bloqueado. Sufrimos una falta de oxígeno.
Presentamos sensaciones de fatiga.

78. EMOCIONES QUE INFLAN: ORGULLO, CÓLERA, TEMOR

FIGURA SETENTA Y OCHO. La hinchazón como respuesta al estrés.


La hiperconformación, la primera mitad del proceso continuo del es-
trés abarca patrones de expansión y de hinchazón que nos expan-
den, nos levantan hacia arriba, no hacen más grande. En situación
de estrés, nos elevamos desde el abdomen.
79. EMOCIONES QUE DESINFLAN: RETRAIMIENTO, COLAPSO, DE-
RROTA

FIGURA SETENTA Y NUEVE. El desinflamiento como reacción al es-


trés. La hipoconformación, última mitad del proceso continuo de es-
trés comprende la contracción, el hacerse más pequeño, el retirarse
hacia uno mismo. El declive ocurre cuando o bien hemos sido derro-
tados o decidimos someternos o derrumbamos. El contenido abdo-
minal desciende, debido a la falta de tono de los músculos del torso.
La caída de los intestinos arrastra al diafragma hacia abajo y los
músculos intercostales se colapsan. Esto contrasta vivamente con
la espasticidad del patrón miedo-cólera. Los músculos de la columna
pierden su tono y la caída se agudiza hasta un tipo de declive que
nos aleja de la verticalidad. A medida que la caída continúa hacia la
región abdominal, los órganos se prolapsan a través del periné. Apa-
rece una curvatura en el cuello además de en la columna lumbar,
haciendo que el tórax se hunda. Intentamos mantener la cabeza
recta originando espasmos de los músculos occipitales. El cerebro,
la faringe y el corazón se hunden hacia abajo. La rigidez del cuello
mantiene abiertas las vías aéreas. A medida que pasamos de un li-
gero abandono al llanto o al intenso sollozo y a la impotencia, la
protrusión abdominal aumenta, la cúpula diafragmática se aplana
más, los músculos intercostales de la parte superior del tórax se vuel-
ven atróficos, la presión del arrastre nos fracciona hacia abajo, el
psoas se afloja a medida que la parte anterior del torso se dobla, se
flexiona hacia delante. Aparece un aumento de densidad, una pér-
dida de pulsación a nivel craneal y una desaparición de la elasticidad
y del rebote en la pared torácica. La articulación esternoclavicular
nos comprime, obligándonos a ir hacia dentro. Cuanto más nos su-
mimos en la impotencia, el pecho más se colapsa, forzando la espi-
ración. El músculo psoas y los adductores comienzan a ser fraccio-
nados hacia dentro y hacia arriba para prevenir el colapso. Las manos
se abren a modo de súplica. El cuello se acorta. Nos encogemos y per-
demos algo de nuestra postura erguida conforme la columna se redon-
dea y se vuelve fija, con los músculos alargados e hiperestirados.
En estos dos extremos, se produce una pérdida de verticalidad.
La rigidez se acompaña de una compresión de la pulsación, a medida
que la presión interna aumenta a través de las capas musculares y
los órganos compactados
. En el colapso, la pulsación se intensifica en el arrastre hacia
abajo y la inflamación abdominal. Cuando las ondas pulsatorias que
llevan a la verticalidad desaparecen, podemos volvernos o bien rígi-
dos con rabia o miedo o fláccidos con frustración e impotencia.
El tono muscular, su firmeza o debilidad, determina la cualidad y
duración de una emoción. Igualmente, la vitalidad del metabolismo,
la oxigenación y la motilidad visceral influencian la expresión emo-
cional. Esta refleja las espasticidades o debilidades del organismo.
Las emociones dependen de la cooperación interorganísmica para
su desahogo o su expresión. Los patrones de estrés por expansión
continua alargan el organismo hacia arriba y lo vuelven más rígido.
Se evocan aquí las emociones de autoafínnación, orgullo y rabia. De
otra parte, los patrones de estrés por contracción continua implican
una caída hacia el colapso con las emociones correspondientes de
abandono, sumisión, derrota e impotencia.
80. LA RESPIRACIÓN DEL ORGULLO Y EL DESPRECIO

FIGURA OCHENTA. Inspiración elevada solicitada por sentimientos de


desprecio o aversión. La expresión emocional extralimitada desorga-
niza la respiración.
El diafragma se hunde conforme el tórax tracciona hacia arriba
para inspirar. Los intestinos y el tórax tiran hacia arriba a medida que
la columna vertebral se extiende, colocando al diafragma en conflicto
entre la espiración y la inspiración. La cabeza se flexiona y se alza en
un gesto disociativo de repugnancia, como si oliera algo muy des-
agradable. La paradoja de esta posición respiratoria deriva en un
diafragma neurótico, en conflicto sobre la dirección en que com-
prometerse.

81. LA RESPIRACIÓN DEL PESAR Y LA DESESPERACIÓN

FIGURA OCHENTA Y UNA. La espiración, al desinflarse, invoca emocio-


nes de desesperación y pesar. El sollozo comprende movimientos rápi-
dos del diafragma. A causa de la protrusión del vientre, los movimientos
inspiratorios son cortos, al tiempo que el diafragma debe realizar accio-
nes de acortamiento más duraderas para expulsar el aire al gritar. Los
músculos abdominales actúan como un fuelle para expulsar el aire,
mientras la caja torácica y los músculos intercostales crean una vio-
lenta acción hacia abajo. La dirección de las flechas indica el movi-
miento del diafragma y las contracciones musculares que dan expre-
sión a la emoción. Las emociones de cólera, orgullo, rabia, miedo, tris-
teza y pesar influencian y están influenciadas por la amplitud de la res-
piración. Las dos mitades del continuo del estrés desorganizan la ex-
pansión y la contracción y conducen a un estado permanente de sen-
saciones y emociones que reconocemos como propias.
82. EL EFECTO DE EMOCIONES QUE INFLAN SOBRE BOLSAS Y CA-
PAS

FIGURA OCHENTA Y DOS. Efectos de los patrones emocionales ex-


tralimitados sobre los diferentes compartimentos y cavidades. La
agudización expansiva de la indagación, el engaño o la irritación,
afecta permanentemente al organismo. Las actitudes crónicas de or-
gullo, miedo o simulación de fuerza derivan en una incapacidad para
bajar el tórax y los hombros en la exhalación, para ceder o ablan-
darse. La terminación de la espiración no es posible ya que los
músculos intercostales, el diafragma, el cuello, la cabeza y los
músculos vertebrales no pueden dejar de fraccionar hacia arriba con
objeto de expulsar el aire. La consecuencia emocional es la ansiedad,
el miedo a parecer pequeño y las dinámicas de superioridad y domi-
nación. La inspiración crónica es la postura de la actuación ante los
demás. Al mismo tiempo, la contracción y la compresión de la parte
inferior del abdomen y de la pelvis limitan la motilidad.
83. EL EFECTO DE LAS EMOCIONES DESINFLANTES SOBRE BOLSAS
Y CAPAS

FIGURA OCHENTA Y TRES. Efectos de los patrones emocionales in-


fralimitados sobre los compartimentos y las cavidades. Existe una
pauta de contracción crónica. La oxigenación está disminuida, origi-
nando una inhibición de sensaciones a nivel de la garganta, el tórax
y la boca. Desciende la motilidad en el esófago, los bronquios, la na-
sofaringe y los pulmones. Predominan las sensaciones de derrota,
debilidad, insignificancia y baja autoestima. La hinchazón extralimi-
tada se defiende con la exageración, mientras que la estructura des-
inflada infralimitada se defiende a través de la retirada. Las personas
extralimitadas pueden llegar a constituir una amenaza para los de-
más; los individuos infralimitados no son una amenaza para nadie.
En la contracción crónica, los sentimientos están centrados en las
vísceras distendidas. El pecho levantado del extralimitado exagera
los sentimientos de dominación, mientras que el abdomen disten-
dido del infralimitado parece prometer sexualidad, pero, en realidad,
es pasivo.
Todas estas imágenes demuestran que las emociones pueden
distribuirse en capas o en compartimentos. La cólera puede locali-
zarse en la cabeza: la boca, el cerebro y los ojos sobresalen, mientras
potentes contracciones de los músculos del cuello y de las clavículas
sirven para contener o localizar la sensación. O bien la cólera y tam-
bién la tristeza pueden detectarse en el tórax, ocultas a la vista por
los espasmos en los bronquios, tráquea y lengua.
El efecto de globo hinchado de los pulmones y de la pared torá-
cica que podemos encontrar en las situaciones de orgullo o de có-
lera, hace la respiración dificultosa, como también la produce su con-
trario, la compresión de los pulmones y de la pared del tórax. El ab-
domen puede inflarse a consecuencia de las presiones diafragmáti-
cas internas, que emocionalmente reprimen el impulso de expulsar
o de no ceder en absoluto. Puede estar bajo control, como para de-
mostrar que no existe miedo. Esto sucede a través de poderosas ten-
siones a nivel de ano, nalgas y perineo que mantienen a los aducto-
res y a los abductores de las piernas en una constante espasticidad.
Los compartimentos reflejan los estados emocionales de vitalidad,
irritación, inercia o debilidad. Estos mismos estados se reflejan en
las diferentes capas. La capa exterior de la piel puede ponerse roja
de rabia o de vergüenza, por un flujo instantáneo del sistema ner-
vioso autónomo. Esto sucede cuando uno está lívido por el terror, el
miedo o el shock nervioso. Puede ponerse de un blanco pálido por
el drenaje de sangre superficial hacia los vasos capilares en el abdo-
men. El cerebro y los sentidos pueden estar hiperactivos por los es-
tímulos de defensa o hipoactivos por la necesidad de hibernación. El
frío y el calor apagan y activan, respectivamente, el conducto ex-
terno de la piel y los nervios.
Los músculos esqueléticos, los cartílagos y los huesos componen
la siguiente capa en la que nos ponemos rígidos con las emociones
del miedo y la cólera o perdemos fuerza muscular si quedamos pos-
trados por la inflamación o el colapso. Los músculos que se encuen-
tran inestables y flojos son incapaces de sostener las expresiones
fuertes de la emoción. La fortaleza de la capa intermedia aumenta
con el orgullo y el desafío y disminuye con la impotencia y la pena.
La liberación catártica, en y por sí misma, no configura la con-
ducta emocional. Los patrones emocionales fijos están estratifica-
dos o compartimentalizados y se basan en la desorganización de la
expansión y la contracción. Para hacer frente al estrés continuado
nos hacemos o bien más grandes y sobreactivados o más pequeños
e infraactivados. Estos estados de extralimitación e infra limitación
se acompañan de patrones emocionales que nos encolerizan, nos
llenan de rabia y de provocación o bien nos ponen tristes, pesarosos
y desesperanzados. La expresión emocional se basa en la verticali-
dad, la onda de pulsación tubular. La agresión y el estrés desorgani-
zan esa onda. El organismo utiliza un continuo de reacciones para
enfrentarse a la agresión. Sin embargo, cada respuesta la rigidez, la
densificación, la hinchazón y, finalmente, el colapso, fija al orga-
nismo en la hiperestimulación o en la infraestimulación. Los tubos,
capas, bolsas y diafragmas entran en juego para proporcionar la res-
puesta necesaria. El organismo pierde su gama completa de expre-
sión emocional y se reconoce en una serie limitada de emociones.
Las exageraciones propias del atiesamiento y del encogimiento cau-
sadas por el correspondiente estrés, constituyen la base de los esta-
dos emocionales permanentes. La expresión del sentimiento re-
quiere algo más que la reorganización de la expansión y la contrac-
ción o la atenuación de los patrones de miedo y cólera, mediante
técnicas de ablandamiento muscular. Más bien se trata de estable-
cer un diálogo entre todos los niveles de pulsación y su expresión
emocional. Deben establecerse pautas sociales musculares de coor-
dinación y lenguaje. Tienen que organizarse expresiones emociona-
les nuevas.

También podría gustarte