La Bestia y El Soberano II Derrida Incompleto
La Bestia y El Soberano II Derrida Incompleto
La Bestia y El Soberano II Derrida Incompleto
hombre de isla que fue Rousseau, admirador de Robinson, autor de aislarse]; pues, aunque tal vez yo Sl',1 el unico en el mundo para quien su
un Proyecto de constitución para Córcega, en cuyo paraje y en cuy.1 destino e haya convertido en una ley [por consiguiente, el único a quien
«situación ventajosa de la Isla de Córcega» hace hincapié, Rousseau la soledad, que ama, le ha sido asimismo impuesta por una ley que 1~
suspira así por la isla de Saint-Pierre en el lago de Bienne: torna así dos veces solo: no solamente él está solo por gusto smo que esta
solo por sanción], no puedo creer que soy el único que posee un gusto tan
¡Por qué no puedo ir a acabar mis días en esa querida Isla sin volver natural, aunque yo no lo haya encontrado hasta ahora en nadie más.7
a salir nunca de ella, sin volver a ver nunca en ella a ningún habitante
del continente que me haga rememorar el recuerdo de las calamidades de Admiren ustedes lo retorcida que es esa argumentación: no sola-
todo tipo que se complacen en reunir contra mí desde hace tantos años! mente yo estoy solo, solitario, etc., sino que yo soy el único (por ende,
Los olvidaría muy pronto para siempre: sin duda ellos no me olvidarán el señero, el irreemplazable, el elegido, casi) a quien esa soledad que
de la misma manera: pero ¿a mí qué me importa con tal de que no tengan amo naturalmente, solitario como soy por naturaleza, le haya sido
acceso para venir aquí a perturbar mi reposo? 6
también impuesta como una ley; y, aunque yo no pueda creer que soy
el único que posee ese gusto innato, natural, por la soledad, hasta
Observen en primer lugar, para recordarlo más adelante, que al
ahora no he encontrado a nadie más con quien compartirla. Por lo
comienzo de ese paseo, Rousseau emplea la palabra «solo» y el sin-
tanto amo naturalmente la soledad, pero la han convertido asimis-
tagma «el único» de una forma que no dejará de interesarnos. No mo, ;ontra mí, en una ley impuesta, han transformado para mí solo
dice solamente que le gusta estar solo, que le gusta y elige la sole-
la naturaleza en ley, la physis en nómos, si prefieren ustedes. Ahora
dad, o la soledumbre (tema del seminario de Heidegger: mundo fini-
bien aunque me cueste trabajo creerlo, soy el único que posee ese
tud soledad: Einsamkeit), no dice solamente que le gusta la soledad o
gust~ natural por la soledad puesto que no he encontrado a nadie con
la soledumbre del paseante solitario que resulta estar solo; no, Rou- quien compartirlo. Por consiguiente, estoy solo, amo naturalmente la
sseau dice también, lo cual es algo diferente, que es efectivamente «el
soledad y soy el único que la tiene tanto por naturaleza como por
único» en esa situación, por consiguiente, el señero, el singular, tan ley. Esa soledad es pues tan esencial, tan profunda, tan abisal que me
singular por lo demás como la misma isla de Saint-Pierre, tan único define en mi ipseidad absoluta o en el destino único de mi ipseidad.
y excepcional como la situación, como el paraje de la isla de Saint-
Soy el único, soy el único que está tan solo, y el único que ama nat~-
Pierre. Eso es lo que dice, con extraordinaria sutileza, con una sofisti-
ralmente estar solo. Pero ven ustedes perfectamente -como lo sugena
cación no sofística del vocabulario, al comienzo de ese mismo «Quin-
yo al comenzar- que «estar solo» y «ser el único», aunque sea «ser
to Paseo», en el momento en que declara su alegría en la isla y los
el único que está así de solo» o «el único que ama estar solo», no
encantos de la isla:
es exactamente lo mismo, a pesar de que los dos sentidos y las dos
sintaxis (solo y el único) reciban [en francés] la hospitalidad de una
Sin embargo, es muy agradable y está singularmente situada [subrayo
única y misma palabra [ «seul»] y a pesar de que esa unicidad de la
singularmente; la isla misma está aislada, no sólo aislada, insularizada en
cuanto isla y como cualquier isla, sino que está aislada y es única en su palabra como homónimo de dos sentidos diferentes no sea sólo una
género entre las islas debido a su emplazamiento, a su paraje, por ende casualidad. No resulta fortuito que dos sentidos tan diferentes como
también a su entorno topogeográfico: está singularmente situada] para la «estoy solo» (en el sentido de la soledad) y «soy el único», en el senti-
felicidad de un hombre al que le gusta circunscribirse [por consiguiente, do de la excepción, de la singularidad, de la unicidad, de la elección y
de Jo irreemplazable (que son por lo demás con frecuencia los rasgos
de la soberanía) se alojen aquí en la misma palabra, en el mismo adje-
tivo, en gramáticas diferentes en donde el epíteto solo es el que parece
6. ].-]. Rousseau: « Cinquieme Promenade », en Les Reveries du prome- empezar a sustantivarse o nominalizarse como el único. .
neur solitaire, Marce! Raymond (ed.), en CEuvres completes, l. Les Confe- Por otra parte, en esas mismas Ensoñaciones del paseante solt-
ssions et autres textes autobiographiques, Bernard Gagnebin y Marce! Ray-
mond (eds.) con la colaboración, para este volumen, de Robert Osmond,
París, Gallimard, col. « Bibliotheque de la Pléiade », 1959, p. 1048 [trad.
cast. de M. Armiño, Las ensoñaciones del paseante solitario, Madrid, Alian- 7. Ibid., p. 1040 [trad. cast., p. 81] (es Jacques Derrida quien subraya) (n.
za, 1998, 3ª reimpr., p. 92J (n. de e. fr.).
de e. fr.).
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'
98 Seminario La bestia y el soberano 11 (2002 -2003)
Tercerú s1•rn111. 22 di' l'nero de 2003 99
~rio, en la «Séptima» (p. 1071 de la Pléiade [trad. cast., p. 119])
morada imaginaria en esta pequeña isla». 9 En el Segundo Diálogo de
?usseau se en~rgullece de su situación de refugiado que, en su huid¡
m1sm~, se convierte en el de~c~brid?r, el conquistador y el soberano Rousseau juez de Jean Jacques, otro Robinson, otro más, un modo de
referencia literal a Robinson, a la «Novela de Robinson», consiste en
de su_ isla, y transfo:~ª su exil10 en imperio. La Isla de Saint-Pierre se
convierte en la Amenca colonizada por ese nuevo Colón por 11 un sobrepujamiento interesante que lleva a Rousseau a decir que Jean
¿~~¿~~~a «otro Colón» (díganlo como ustedes quieran,' él Jo :;~r~b~ .Jacques es, en suma, más robinsoniano que Robinson, puesto que él
ama tanto la soledad y vivir solo que ni siquiera habría sufrido como
Robinson debido a su insularidad.
[._..) _me pu~e a soñar más a gusto al pensar que yo estaba ahí en un refu-
g10 ignora ,º por todo el universo en el que los perseguidores no me J. J. no siempre ha huido de los hombres, pero siempre ha amado la
desenterraran. soledad. Estaba a gusto con los amigos que él creía tener [... ],pero estaba
todavía más a gusto consigo mismo. Amaba su compañía; pero a veces
necesitaba ensimismarse y quizá le hubiese gustado todavía más vivir
[Me detengo un momento en esta extraña figura por razones ue
siempre solo que siempre con ellos. 10 Su afecto [el de J. J.] por la Novela
ustedes entenderán más adelante al volver a Rob· . q
·d mson: mis perse- de Robinson me ha llevado a imaginar que no se habría sentido tan des-
gm or_es no me ?esent:rrarán, dice Rousseau. Por consiguiente, no graciado como él, confinado en su isla desierta. 11
lograran p_ersegmrme m ~ncontrarme en esa tierra, ni dentro de ella
en ~se ~gu¡ero que es esa IS1a en la que estoy, en esta tierra, cual ente~
rra o vd1vo, :ndonde tengo la suerte y bendigo la suerte de estar como
enterra o vivo].
Por consiguiente, Jean Jacques, si no Rousseau, el Rousseau per-
seguido, habría sido un Robinson feliz, más feliz que el verdadero
Robinson imaginario de Defoe. Extraño sobrepujamiento robinsonia-
no que alega en suma el deseo profundo, esencial, único, de la ipsei-
[._..] _me pu~e a soñar más a gusto al pensar que yo estaba ahí en un refu- dad singular de alguien que, en el fondo, no ama ni se encu~ntra a
g10 ignora ,º por todo el universo en el que los perseguidores no me
sí mismo sino en la soledad y que, en el fondo, se aburre a su vez en
dese~ter~~ra~ Un movimiento de orgullo se mezcló muy pronto con esa
sociedad, cuando no es que esa misma sociedad lo molesta* o lo per-
ensonac10n. e c~~paré con esos grandes viajeros que descubren una
:l~ desierta ydme d1¡e con complacencia: sin duda soy el primer mortal en sigue.
a er penetra o hasta aquí; me veía casi como otro Colón. s Ese sobrepujamiento robinsoniano torna un nuevo giro en el mis-
mo Diálogo, un giro que exaspera, por así decirlo, la metáfora robin-
Lean ustedes la continuación cuando descubre una fábrica de soniana e insularoide, puesto que -y por eso hablo de exasperación-
medias, es bastante divertido. ' Rousseau se considera a la vez más solo que Robinson y más solo en
París incluso que Robinson en su isla. Hablo también de exacerba-
L En Las ~nsoñaciones ... , Rousseau no nombra a Robinson pero en ción, de exasperación porque, esta vez, se trata de un aislamiento de
. as Confesiones, cuando relata prolijamente en el Libro XII' . perseguido en plena ciudad [y la pregunta se convierte para nosotros
ho de f · d ·d ' , su ex1-
,º
éxtasisr~ uf1a persegm o en la isla de Saint-Pierre, sus goces o sus no ya solamente en: «¿qué es una isla?» sino también en «¿qué es una
e ota_mco, y cuando sueña con que ese lago sea un océano
nombra~ fobm~on y se compara con «otro Robinson». Esta vez n~
s: trata e Robmson como modelo político-pedagógico cuyos elo- 9. J.-J. Rousseau: Les Confessions, libro XII, op. cit., p. 644 [trad. cast.
g1?s encon~ramos en el E:milio, el Contrato social o cualquier otro de M. Armiño, Las confesiones, Madrid, Alianza, 1997, p. 866].
Discurso, smo «otro Robmson» distinto , el Rob1·nso n 1magmano
. . .
que 10. Durante la sesión, Jacques Derrida añade: «Supongo que todo el mun-
construye su morada: «[ ... ] y para construir como otro Robinson una do agradece no tener que elegir» (n. de e. fr.).
11. J.-J. Rousseau: « Deuxieme dialogue », en Rousseau juge de Jean Jac-
ques. Dialogues, Robert Osmond (ed.), en CEuvres completes, I, op. cit., p.
812 (es Jacques Derrida quien subraya) (n. de e. fr.).
* En francés, el verbo pronominal «s'ennuyer» significa «aburrirse», sin
8. /bid., « Septieme Promenade », p. 1071 [trad. cast., p. 119). embargo, como verbo transitivo, «ennuyer» significa «aburrir» pero también,
como en este caso, «molestar», «fastidiar» (n. de t.).
1U 1
'/1•11 n,1 ,. 11111. 22 ,/1• ,·11,·m d,• 2/JOi
100 Seminario l.a /,('~/ta y el sol>era1111 11 (2002 200 l)
para cnc..ontrarse 1:a<la ve, 111.1, J1,l,1Jo ·Y mientras ellos trabajaban sin
ci~~ad?»,_y ¿qué es una isla en una ciudad cuando no es la isla dl' 1.1 tregua para mantenerlo separa<lo <le los demás hombres-, alejarse de los
~1te o la_ isla S~int-Louis, sino la isla en la que alguien se encucntr., demás y de esos mismos cada vez más.
15
aislado, 1?sulanzado en plena ciudad debido a una reclusión impm·,
ta o elegida?]. 12 Y como van ustedes a ver, ese giro suplement·rno Ale;arse -dice-, y si leen ustedes la continuación que es, como
de metáfora robins?niana exasperada va a ser tanto más sing~l.,r ,1cmpre, apasionante, verán ustedes que ese alejamiento (del que v?l-
que aquel que considera estar en una -cito- «posición única» por vcremos a hablar dentro de un momento con Heidegger) se complica
ende, ser el único qu_e está solo de ese modo, se considera único ~or d y vuelve en dos ocasiones al menos, en la misma pá~ina (p. 8~6), con
hech? de extremar _cierta perversidad en favorecer la perversión de los l'I doble sintagma del transitivo y del reflexivo (ale1arlos, ale1arse de
<lemas, los perseguidores, hasta el punto de competir voluntariamentt· ellos: ¿qué diferencia hay -porque hay una- entre alejar a los demás
con el!os y ~legir él mismo aislarse en la soledad que sus perseguido y alejarse de ellos? «Por su parte, él querría alejarlos», dice Rous~ea~
res qme~en imponerle. É~tos son sádicos, pero podría decirse que él es hablando de J. J., «o, más bien, alejarse de ellos porque su mahgm-
masoquista._ Pues, sometido en eso a un mecanismo, a una máquina, a tlad, su duplicidad[ ... ]», etc. Más adelante: «¿Me preguntaban uste-
un automa~1~mo compulsivo y repetitivo de perversión autopersegui- des -decía- por qué huyo de los hombres? Pregúntense/o a ellos mis-
dora que du~ge contra sí m_ismo la agresión procedente de enemigos 16 17
mos, ellos lo saben todavía mejor que yo» ).
con los ~ue el ?º puede de1ar ~e identificarse, ayuda a sus persegui-
dores a msula~1zarlo en pl_e~a ciudad, prefiere esa persecución, da pie · De qué huimos cuando nos alejamos, nos damos a la fuga, nos
a ell~, se pers1g~e como s1 el fuese su propio destructor, destruye sus ref~giamos o nos exiliamos, como un refugiado o un exiliado en una
propias_ prote~c10nes, como si estuviese movido por un mecanismo isla? ¿De qué huimos cuando huimos a una isla? ¿O, por el co~tra-
de autom_mumdad. Se entrega él mismo, en sí mismo, por sí mismo a rio cuando se huye de la isla? ¿Acaso no hay a veces en la misma
sus e~em1gos o a sus ~erseguidores. La toma contra sí mismo, consi- pe:sona, en el mismo deseo, una confusa confluencia y ~na extraña
?º mis7:10, c_on su «mismo», con su ipseidad, al cultivar él mismo la simultaneidad, en lo que se refiere a la insularidad de la isla,_entre la
msulandad 1~pu~st~. Rousseau se apropia de la presunta perversión atracción y la aversión, entre la insularofilia y la insularofob1a? ¿Qué
del otr?:_la mtenonza y _la desborda de antemano para asegurarse ha de ser, qué ha de significar una especie de esencia d~ la isla, ~i la
el domm10 soberano precisamente ahí donde esa perversión amenaza hay, para provocar ese doble movimiento contradictorio de fascma-
con destruir su ipseidad soberana. 13 Leo:
ción y de alergia? .
Se trata en efecto de cierta experiencia de la soledad que se entien-
Lo he visto [a J. J.] en una posición única [subrayo única: es el único de con frecuencia como aislamiento, reclusión, insularidad. No olvi-
~ue vive esa soleda~ y que la ama de ese modo, que la elige ahí donde demos que el seminario de Heidegger, en el cual seleccionaremos
el es_ elegido o c_onfmado] y casi increíble, más solo en pleno París que
Robmson en su isla, y separado del comercio de los hombres por la mis-
ma muchedum_bre q~e se apresura a rodearlo para impedir que se rela-
c10ne con algmen [vmculo desvinculado de la desvinculación social etc sura en torno a él, hay demasiada gente, y ese apresuramiento, esa presión,
Comentar]. 14 Lo he visto competir voluntariamente con sus perseguidore~ están destinados a aislarlo, a privarlo del vínculo social» (n. de e. fr.).
15. Durante la sesión, Jacques Derrida añade: «Ellos intentan aislarlo Y él
intenta separarse, alejarse. Por lo tanto, compite, está en competencia c~~ sus
perseguidores, echa más leña al fuego: de lo que se trata es.?e ve~ qmen lo
~2. Dur_an_te la sesión, Jacques Derrida añade: «Reclusión por ley: cuando aislará mejor, "ellos" o "yo"». Véase J.-J. Rousseau: « Deux1eme dialogue »,
algmen esta, Justamente, alguien puede estar solo en una isla solo natural- en Rousseau juge de Jean Jacques ... , op. cit. p. 826 (n. de e. fr.).
mente, per? cuando alguien está solo en una isla dentro de un; ciudad, cuan- 16. Ibid., p. 827 (Es Jean-Jacques Rousseau quien subraya) (n. de e. fr.).
do se convierte en una isla dentro de una ciudad, esa soledad es una soledad 17. Durante la sesión, Jacques Derrida añade: «Dicho de otro modo,
por ley Y no por[ ... )~>. El final de la frase es inaudible (n. de e. fr.). saber quién aleja a quién, quién se aleja de quién. Cuando _se trata de la ipsei-
. 13. Jacque~ _Derrida a~ad~ est~ última frase al final del texto mecanogra- dad, ya no se sabe demasiado bien quién es ego, ipse, el smgul~r. La ~iferen-
fiado de _la ses10~, con la md1cac1on: «Añadido p. 7», y localizado en la p. 7 cia entre "alejar a los demás" o "alejarse de ellos" es una diferencia muy
con un signo de mserción (n. de e. fr.).
14. Durante la sesión, Jacques Derrida añade: «La muchedumbre se apre- precaria, inestable» (n. de e. fr.).
'frie 1•1·,1 ,. 1011 , i .I,· ,•m•ro ele 2001 1o.,
102 Seminario La bestia y el soberano // (2002 -2 003)
la parte que concierne al animal pobre en mundo, es un seminario 1.. hcn Langeweile) ».20 E.se pasaic que selecciono pidiéndoles a uste~es
sobre el mundo, ciertamente, pero también, muy extensamente, un qu e lean ¡0 que precede y lo que sigue se encuentra en el § antenor
seminario sobre la finitud y sobre todo lo que vincula la soledad, (§ 24). (Leer y comentar, pp. 170-173 [trad. cast., pp. 143-146] .)
Einsamkeit, de la que directamente habla bastante poco, con el abu-
Tratemos de encontrar un caso así y encontrarlo de nuevo como se
rrimiento (Langeweile), con el aburrirse (das Sichlangweilen) y, más
hizo con la primera forma del aburrimiento: e~contrar un caso totalmente
concretamente, con la profundidad o con el devenir-profundo de esa
cotidiano accesible para todo el mundo y casi maparente. .
experiencia del aburrirse, palabra o verbo que, en alemán más que
en nuestra lengua, implica una dimensión temporal, un intervalo o
¡¡
Por noche nos han invitado a algún sitio. No estamos obligados a
ir. Pero, durante todo el día, nos hemos dedicado a :raba1ar y tenemos
una duración de mucho tiempo, Langeweile, por lo tanto, una tem- tiempo para la velada. Por consiguiente, vamos. Alh, como es costum-
poralización que está en el corazón del análisis mediante el cual Hei- bre tenemos la comida y la conversación en torno a la mesa. No s~la-
degger relaciona el aburrimiento con la temporalización del Dasein me~te todo está muy bueno sino que incluso es de un gu_sto e_~qms1to.
(y más concretamente, ése es uno de los numerosos intereses de este Después, vamos a sentarnos y, como suele decirse, h_ay a~1mac10n. Qm-
análisis, que es asimismo histórico en un sentido que también preten- zás escuchamos música. Charlamos. Todo es muy d1verudo. Ya es h~ra
de ser profundo), del Dasein de hoy, del Dasein contemporáneo. El de marcharse. Las damas aseguran (Die Damen verstchern) -y no solo
animal pobre en mundo, en su Benommenheit (en su acaparamiento al despedirse, sino incluso abajo y afuera, cuando ya esta~os de nuevo
entre nosotros: «Realmente ha estado muy bien » o tamb1en: «Ha _sido
sin Dasein), no se aburriría en ese sentido profundo, ni siquiera en el
todo un éxito » (Es war furchtbar reizend). En efecto: No hay estn~:a-
sentido en el que, debido a otro acaparamiento, Robinson tampoco se. mente nada que haya sido aburrido en esa velada, m la conversac10n,
aburría en su isla. Y ésta sería una de nuestras cuestiones. ni la gente, ni los lugares. Volvemos pues a ca_sa totalmente sausfechos.
No tendremos tiempo de leer juntos ese análisis heideggeriano Hecho una rápida ojeada al trabajo interrum~1do p~r la tarde, hag~ .una
tan fructífero del aburrimiento (háganlo ustedes mismos), análisis valoración rápida y una previsión para el dia s1gmente - Y ya esta. no
que precede a los desarrollos de la cuestión del mundo y, dentro de obstante, a decir verdad, me he aburrido mucho con esa velada a la que
éste, del susodicho reino animal. Pero, con el fin de proponerles una he sido invitado.
imagen concreta del estilo de descripción fenomenológica tan ilus- Pero ¿por qué? Ni con la mejor voluntad del mundo podemos en~on-
trada al que se entrega a veces Heidegger, el Heidegger profesor, de trar algo que haya sido aburrido ahí. Y, sin embargo, me he aburndo.
un modo bastante poco común en él, me gustaría, al menos para Pero, ¿con qué? ¿Acaso me he aburrido, me he aburndo en cierto mod~
a mí mismo (selbst gelangweilt)? ¿He sido yo mismo el elemento aburrt
distraerlos antes de empezar, justamente, leerles un pasaje. Ese pasaje
do (das Langweilige)? Ahora bien, recordamos, de una forma muy clara,
precede al momento en que Heidegger, que quiere distinguir entre
que no sólo no había nada aburrido sino que tampoco_ me he ocupa~o
estar aburrido de y aburrirse con (que le interesa más), se propone en absoluto, en ningún momento, de mí mismo, con nmguna r~flex10n
poner de relieve la diferencia entre los dos aburrimientos para cap- - d ora. No me he ocupado de mí mismo - lo cual hubiese. sido una
sana
tar lo que denomina «la dirección de un devenir más profundo» del condición para ser yo mismo el elemento aburrido. Al contrano, yo esta-
aburrimiento (y una vez más se trata todavía, ya, de una cuestión ba totalmente presente en la conversación y en todo. Pero t_a mpoco hemos
de dirección y de orientación de la pregunta filosófica ( «die Rich- dicho: «Me he aburrido conmigo » (ich habe mtch bet mir ge!angweilt),
tung des Tieferwerdens», 18 § 25)). Esa profundidad debería indicar- sino «con la invitación » (sondern bei der Einladung). O qmza todo este
nos el camino (se trata todavía, ya, de esa cuestión del camino, de discurso --el hecho de decir, una vez que todo ha pasado, que, a decir ver-
orientación y de dirección de la que hablábamos la última vez), 19 el dad me he aburrido- no sea sino una ilusión que surge de un malh~mor,
«camino hacia el aburrimiento originario (den Weg zur ursprüngli- pro~ocado con posterioridad al decirme: «A pesar de todo, he sacnf1cado
21
esa velada, está perdida ». No. Es del todo evidente no~ hemos_ aburndo
a pesar de que la velada estuviese «muy bien ». ¿O qmza haya sido preci-
18. M. Heidegger: Die Grundbegriffe ... , op. cit., p. 171 [trad. cast., p.
151] (es Martín Heidegger quien subraya) (n. de e. fr.). 20. M. Heidegger: Die Grundbegriffe ... , op. cit., p. 171 [trad. cast., P·
19. Véase supra, «Segunda Sesión. 18 de diciembre de 2002», pp. 88-92 151] (es Martín Heidegger quien subraya) (n. de e. fr.).
(n. de e. fr.). 21. Así en la edición citada (n. de e. fr.).
/
104 Se1ninario La bestia y el soberano 11 (2002 -2001) ' fr11 ,,,,, ,, 11111 , J. 1 d, 1•111·111 tle 200 J 1(Vi
samente ese aspecto «muy bien» (diese Nettigkeit) de la velada con el que Entre el aburrimit'llto y 1., 1-,oll'd.,d, cntre la soledad y esas premi -
nos hemos aburrido?
sas de un análisis del aburrimiento originario y profundo, de lo que
No obstante, al hablar así, ¿acaso no hemos juzgado mal? En defini- 1lcidegger llamará el abandono de nuestra propia ipseidad, de nues-
tiva, ¿acaso no es éste un comportamiento en el que sólo puede caer un
tro propio «Selbst», la relación es bastante evidente. Más adelante (al
hombre que está totalmente harto, que está acostumbrado a ver todo a
priori bajo la luz peculiar de estar aburrido 22 por principio y que, a partir final del§ <25>), Heidegger se preguntará lo que ocurre, en el aburri -
de ahí, se comporta a priori respecto de todo, y por doquier se relacio- miento, cuando a nuestro propio Selsbt, que nos es conocido (Unser
na con todo de manera insatisfecha, negativa? Sólo que nuestra pregunta eigenes Selbst ist uns aber doch bekannt), 25 lo abandonamos y lo
actual no consiste en saber si el hecho de que nos hayamos aburrido está dejamos plantado, indeterminado y desconocido en medio del aburri-
o no justificado. Tampoco consiste en saber si el nacimiento de hecho o el miento. Pues, tras apuntar que «Unser eigenes Selbst ist uns aber doch
motivo de ese aburrimiento del que ahora se trata se reduce a un hartazgo bekannt» y que podemos sin pregunta alguna (fraglos) determinarlo
abrumador o a cualquier otra cosa. Nuestra pregunta consiste en saber de esta o aquella manera, Heidegger recurre al valor de proximidad
aquello que, hablando con propiedad, forma parte de ese hecho carac- en lo que no sólo es una pregunta fingida, una rhetorical question. Se
terizado por haberse aburrido con la invitación. Consiste en saber cómo pregunta: «¿Qué podría, en efecto, estar más próximo que nuestro
se distingue esta forma -aburrirse con ... - de la primera que nombramos
propio "Selbst"? [nosotros mismos, sí mismo, ipseidad, Was konnte
-estar aburrido de ... (en la situación concreta de la estación). 23
1-ms na.her sein als unser eigenes Selbst?]». Y entonces la pregunta que
sigue es: «¿En qué medida se abandona y se deja plantado a nuestro
[Lean ustedes lo que sigue, verán que es muy divertido ... Habla
del bostezo:] Selbst, a nuestro nosotros mismos, en el hecho de aburrirse-con? ¿En
qué medida queda así indeterminado y desconocido, de modo que
nos oprime como un elemento extrañamente inasequible? (Inwiefern
[... ] Tuvimos incluso que disimular el bostezo. Y el tamborileo de los
dedos en la mesa[ ... ]. ist unser Selbst im Sichlangweilen-bei zurück- und stehengelassen und
[ ... ] El hecho de bostezar y de querer tamborilear era en cierto modo als so/ches stehendes unbestimmt und unbekannt, so dass es als dieses
un sobresalto del pasatiempo, parecido al que conocemos, en el que bus- merkwürdige Unfassliche uns bedrdngt?)». Y, más adelante, hablará
camos de un modo u otro una ocupación [... ]Aveces, recurrimos a esos de un estado «de dejar (a uno) vacío (Leergelassenheit)». 26
intentos. Cuando estamos a punto de juguetear con la cadena del reloj o
con un botón, de nuevo nos pasan los puros. Ya los hemos dejado pasar Esa presunta proximidad, esa presunta proximidad de sí mismo
una vez. Ahora, tomamos uno. No estamos somnolientos pero no obstan- consigo mismo, plantea, como cualquier evaluación de lo próximo
te - fumamos. Fumamos no para estar más somnolientos, tampoco para y de lo lejano, la cuestión de la orientación. En el fondo, en el texto
estar más excitados con la nicotina. Es más bien porque el hecho mismo de Kant al que dedicamos algunas reflexiones la última vez (¿Qué
de fumar es un pasatiempo ideal en sociedad. 24
significa orientarse en el pensamiento?), el axioma de subjetividad
(sensible y luego insensible) como punto cero de la orientación que
me impide confundir mi derecha con mi izquierda cuando no hay nin-
guna diferencia conceptual objetiva e inteligible entre un guante de
22. Durante la sesión, Jacques Derrida añade: «Según numerosos testimo- la mano derecha y un guante de la mano izquierda, ese principio del
nios, Heidegger se aburría mucho, tenía pinta de aburrirse. ¡La gente que lo punto cero de la subjetividad no es, formalmente al menos, muy dife-
cuenta parece sorprenderse!» (n. de e. fr.).
rente, ni está muy alejado, <de> esa proximidad a sí del Selbst de la
23. En todo este pasaje, las citas en alemán entre paréntesis han sido escri-
que nos habla Heidegger y que él parece dar por supuesta. 27
tas a mano por Jacques Derrida en los textos fotocopiados de la traducción,
adjuntos al texto mecanografiado. Por lo demás, al comienzo de su lectura,
Jacques Derrida precisa que no leerá el texto en alemán: «Está bastante bien
traducido, me parece». Nosotros transcribimos a partir de la grabación aque- 25. !bid., p. 184 (trad. cast., p. 161] (es Martín Heidegger quien subraya)
llos momentos en que, no obstante, Jacques Derrida cita el texto alemán (n. (traducción [francesa] modificada por Jacques Derrida) (n. de e. fr.).
de e. fr.). 26. !bid., p. 185 [trad. cast., p. 161] (es Martín Heidegger quien subraya)
24. M. Heidegger: Die Grundbegriffe ... , op. cit., pp. 165-169 [trad. cast., (n. de e. fr.).
pp. 147-150] (es Martín Heidegger quien subraya] (n. de e. fr.). 27. Durante la sesión, Jacques Derrida añade: «Aunque él no habla de
106 S(!mtnarm La bestia y el soberano 11 (20022 00 1) Tcrcern st'si,i11 . ) cli• e11ero de 2003 107
Por consiguiente, no cabe sino orientarse bien. ¿Qué es orientar- próximo a él. Mi último paso siempre puede coincidir con el prime-
se? ¿Qué es orientarse en el pensamiento?, nos preguntábamos al ro. Ésa es la ley de la isla y la ley de la rueda, más concretamente del
final del año pasado, y ¿cuál es la historia de esa pregunta, algunos l'ngranaje, del conjunto sistemático que mantiene juntas las ruedas de
de cuyos giros y rodeos, algunas de cuyas épocas hemos seguido en una máquina, de la cual el reloj no sería sino un ejemplo. .
Defoe, Kant y Heidegger, entendiendo perfectamente que la cuestión Pero quizás hayan observado ustedes que, en su isla, Robmson
de oriente y de la orientación no puede surgir ni ser planteada, en tenía algunos problemas con la rueda. Tenía -me atrevería a decir-
cuanto tal, sino en un lugar y en un momento de desorientación, en la l
)roblemas cruciales con la rueda. La rueda fue su cruz, por entrecru-
. 30 L . 1e
experiencia epocal de una pérdida o de un dejar en suspenso toda cer- zar o rodear juntas de este modo esas dos f 1guras. o que eqmva
teza en lo que se refiere al movimiento (Bewegung) o al camino (Weg) a decir que Robinson tenía problemas con el círculo, con la cic~oide,
a ras de tierra, o en las aguas de un mar, dicho de otro modo, cuando por consiguiente, con la vuelta sobre sí de la rueda y del recorr~do, Y
el caminante, el geógrafo, el geólogo, el marino han perdido la brú- no solamente con el riesgo de volver sobre sus pasos y de considerar
jula o, como se dice asimismo, han perdido el norte? Porque, cuando suya la huella de un paso que, como recuerdan ustedes, lo su~e en
sabemos adonde ir, ese mismo saber deja en suspenso la pregunta así una meditación o en una especulación atemorizadas. Corre el nesgo
como cualquier indecisión, incluso cualquier indecidibilidad. No es - se dice a sí mismo- de considerar la huella de un paso como si fuera
sino de sentido común. No es sino el sentido mismo del sentido, y del la huella de otro, de alguien distinto, cuando quizá sea la suya y ~l ya
sentido como sentido y del sentido como dirección. Lo mismo ocu- haya pasado a su vez por ahí, como otro distinto del que él mismo
rre cuando, para orientarnos, somos capaces de distinguir lo próximo sería -en el momento de inquietarse por esa huella de un paso- una
de lo lejano. ¿Qué es lo próximo?, nos preguntábamos al final de la suerte de reaparecido.
sesión, la última vez, al leer a Heidegger en el momento en que, para ·Por qué recordar la rueda y esa exposición compulsiva a la vuelta
romper una indecisión en cuanto al camino que hay que seguir para del ereaparecido, a la pregunta que viene
· de 1 reaparec1ºd o.' .
el mundo, para plantear la pregunta del mundo, respondía con un Antes de volver sobre estas preguntas, me aproximo, para preci-
«elijamos el camino más próximo », con el primer camino, a saber sarlas a esas alusiones a la rueda, <a las cuales> supongo que los
-decía él-, el camino más próximo para una primera aclaración (Der lector~s de Robinson Crusoe tienen en general tendencia a no prestar
niichste Weg zu einer ersten Klarung). 2B demasiada atención, como a uno de esos numerosos detalles técnicos
Ahora bien, aparte de que, después, Heidegger no haya dejado de mencionados de paso en la vida de un Robinson obsesivamente ?c~-
complicar a su vez el acercamiento a la proximidad, mostrando que pado en reinventar la tecnología y en fabricar para sí, com? al pnnc1-
la proximidad de lo próximo era lejana y que la Entfernung, la dis- pio, en su isla, que también está rodeada de mares y de oceanos, Y en
tancia, el alejamiento, era asimismo un des-alejamiento (Entfernung) la cual los riesgos de volver sobre sus pasos son mayores que en otros
que deshacía y, por lo tanto, reducía la distancia, 29 podemos, sin lle- lugares, [de un Robinson muy ocupado, 31 pues, en fabricarse_] en
gar hoy hasta ahí, preguntarnos qué pasa con esas paradojas en una dotarse como por primera vez en el ciclo histórico de la humamdad
isla o en un movimiento circular en el que el paso que nos aleja de (yo no diría siquiera de la hominización, pues existieron civilizaciones
nuestro punto de partida es también el que nos aproxima a él: el paso humanas sin la rueda, las amerindias por ejemplo), [en dotarse] de
que parece más lejano de mi punto de partida, en una isla en donde utensilios y de instrumentos ya disponibles, como la rueda justamen-
se da vueltas en redondo, como una rueda, como la rotación o, más te, en el mundo que dejó.
bien, el engranaje de una rueda, puede ser también <el> que está más La rueda como saben ustedes, habrá sido, en la historia de los
hombres u~a mutación que lo cambió todo de arriba abajo, una
invenció~ extraordinaria y extraordinariamente difícil de concebir
y de poner en funcionamiento, y desde el momento en que permi-
subjetividad, pero hay sin embargo una proximidad a sí como punto cero de
la orientación que está formalmente en marcha » (n. de e. fr.).
28. M. Heidegger: Die Grundbegriffe ... , op. cit., p. 261 (trad. cast. , p.
225] (es Martín Heidegger quien subraya) (n. de e. fr.) . 30. Durante la sesión, Jacques Derrida añade: «Porque, en cuanto cristia-
29. Durante la sesión, Jacques Derrida añade: «Que sin embargo él abre » no, es así como Robinson piensa, actúa, habla » (n. de e. fr.).
(n. de e. fr.). 31. Durante la sesión, Jacques Derrida añade: «Acaparado » (n. de e. fr.).
109
'frr, ,., ,, "' '""· , 2 ,1 1, 1,11 1'1'11 ele 2001
108 Semmarw J,a bestia y el soberano lf (2002 2003)
d 1 h , abarcaba todo lo que no
te describir, lo mismo que se describe también un movimiento (pues a lo que no es ell ~; la cx,tcn ~ió n : .ª peÍ~:cho de que Heidegger no
no basta con describir un círculo, con escribir un círculo como lo e ella. Ahí tamb1en sen.a smtomauco . tivamente, ues, al parecer,
haría un geómetra en la arena, para inventar una rueda como pró- hable de la planta, no directamente, m lac habrá tomfdo tan en serio,
l .ona por supuesto, no a ,
tesis técnica y dispositivo material en el mundo, una máquina capaz a unque a menci ' l . l'd d Pienso asimismo en el ranun-
n cuanto vida, como a ª amma i ª · ,· nom-
de describir un movimiento efectuándolo y, aquí, girando alrededor e l 1 , ) flor de los pantanos, flor acuattca, cuyo
de un eje), desde el momento pues en que la rueda describe la vuel- culo (e anos en atm , .
. d / la ranita o el renacua¡o. .
ta sobre sí circular alrededor de un centro inmóvil, se convierte en bre viene e renoncu us, idero que esto se ha tem-
de una etapa a otra -y cons .
una suerte de posible figura! incorporado, una metaphorá (metaphorá Poco a poco, diendo esa técnica rotatoria
quiere decir en griego «vehículo», incluso autobús, automóvil) para do poco en cuenta-, Robinson . va apre~o que sabe con cierto saber
todos los movimientos del cuerpo como movimientos físicos de vuelta original. Evidentemente, del mdism? mlo . ado de ese modo en la isla
.¡ d que ar msu anz
sobre sí, de autodeíctica, de autorreferencia autónoma, aunque físi- lo que es una is a antes e . . io a su llegada a la isla, lo q;
cos y corporales y, por ende, en mayor grado que el espejo y que la de la desesperanza, ya sabe enlprhmci~ to' y utilizado en la cultura e
d l be porque a a vis
especularidad en general, en mayor grado que la reflexión teórica que es una r~e a,p o sa hí es donde la instancia técnica no se reduce a u
consiste únicamente en ver nuestra propia imagen. Esta metaphorá la que. vi~ne. er? .ª . m leo eficiente que se puede hacer de un
porta o transporta el sueño de ser uno mismo, en desplazamiento, conocimiento teonco m al e p l experiencia que consiste con
de desplazarse sin dejar de ser uno mismo, de ser su propia rotación instrumento. To_dos nos;tros .rne~~:f:rmativamente un instrumento
sobre sí, de arrastrar el cuerpo y la relación consigo incorporada, en mucha frecuencia en sa _er. utl iza\ , f o una computadora) sin cono-
el mundo, hacia la vuelta a sí alrededor de un eje de identidad relati-
vamente inmóvil, no completamente inmóvil, puesto que el centro, el
eje, el cubo, también se desplaza, pero inmóvil con respecto al círculo
cer la ley de su func10namt;
de una manera muy gener~ a e~ . .
r,
(por ejemplo, un aut?movil.' u~ t\:nº~o~ocer siquiera teóricamente y
de su funcionamiento, sin ser capa-
de reparar el instrumento.
, . t de fabricar m siquiera d
de la rueda misma que gira alrededor de él. La rueda no es ni el espe- ces, tecmcamen e, , d ' 1 , 11 mado análisis comparativo e
jo, ni simplemente el círculo, ni siquiera el círculo que da vueltas: un Ahí es,_por lo <lemas, don c~d:d::\é:nicas de lo que se de~omina el
tronco de árbol caído sobre el que se hacen rodar piedras, por ejem- las aptitudes y de las cadpa . 1 hombre se torna terriblemente
. 1 d lo que se enomma e , . .
plo las piedras de una pirámide, no es una rueda. Falta en él el eje amma y e h d . t ntas bobadas Ese es asimismo
l . h s les ace ecir a ·
a la vez relativamente móvil y relativamente inmóvil. La metaphorá compd e1¡° y a ~tm:s el de la técnica y del trabajo, que Heidegger no
de ese extraordinario dispositivo es una figura, el giro de un tropo uno e os pro e ' l . l bre en mundo » me parece,
que construye e instruye en la relación consigo, en la autonomía de la aborda en su trat~miento de ;mma 1:~~ra suplementa;ia - aunque
y lo adelanto aqui a reserva e una
ipseidad, posibilidades de oportunidades y de amenazas inauditas, de
automovilidad, pero también, y por eso mismo, de esa autoafección volveremos sobre ello. . b incipio lo que es una rueda,
Por consiguiente, Robmson sa e e; pr pero no sabe en modo
amenazadora que llamamos autoinmunidad en general. Lo que yo
denomino la iterabilidad, que a la vez repite lo mismo desplazándolo ha visto ruedas, las ha utillizaddo enl ~rlopac,o' mo hacer cómo hacer,
· · · ¡ ega a a a is a, '
o alterándolo, es al mismo tiempo un recurso, un poder decisivo y alguno, a 1 prmcip10, a su d t de que en su isla, le falta un
, d . l la rueda Se a cuen a ' . d
una catástrofe de la repetición o de la reproducción. En esa lógica de por asi ecir o, . ·11 ue se dice en inglés abrevia o «a
la iterabilidad hay con qué volver a poner en entredicho las oposicio- vehículo con ruedas, una ~arreti ~' ~ na camilla un carro, unas
labra designa asimismo u ' ·¡¡
nes del estilo physis/techné (por consiguiente, también physislnómos, barrow » (esa pa , « Wheel-barrow », una cami a
parihuelas), pero mas concretamente a
physis/thésis) y, a la vez, empezar a analizar, para cambiar de terre-
no, todas las fantasmáticas, todas las ideologías o las metafísicas que con ruedas:
abarrotan hoy tantos discursos sobre la clonación, discursos en pro . . ] , a inaba que podría lograr hacer-
y en contra de la clonación. El klón es, por lo demás, en griego, al En cuanto a la carretilla [dice ' me tm g , . , lguna (and as to
., d 1 d d lo cual no tema noc1on a
igual que el clonas en latín, un fenómeno de la physis como ese joven la, con excepc1on e a r~e !~oild make ali but the Wheel, but that I ha_d
retoño o ese brote (antes que nada vegetal), ese crecimiento parteno- a Wheel-barrow, _I fancy d how to o about it), [de lo cual no tema
genético del que hemos hablado en el momento de señalar que, antes no Notion of, neither did I kb~ow , o~eter Por lo demás [prosigue),
noción alguna] y que no sa ia como ac .
de dejarse contraponer, como naturaleza o vida natural o biológica,
Tercera scrní11. 22 de mero de 2003 111
110 Scm111ar10 La bestia y el soberano 11 (200). l OOJ)
no tenía nada con lo que fabricar la barra de hierro que debía pasar por deseo. Abordaremos directamente la próxima vez, pues hoy no ten-
el eje o el cubo. Renuncié pues a ello (so I gave it over) [ ... ]. 32 dremos tiempo de hacerlo, todos los recursos fantasmáticos de ese
extraño terror de ese singular deseo: 38 ser engullido vivo, ser ente-
Pero es más tarde -y esa historia es la que habría que seguir de rrado vivo. 39 Por lo demás, el terror a ser enterrado estando vivo es
cerca, tras haber encontrado también dificultades con el ensambla- lo que le inspira su primera plegaria, en ver~ad, una pleg_aria to~avía
je (cask), 33 por ejemplo de un tonel, tras haber proyectado construir irreligiosa, una plegaria antes de la plegana, el ante-pnmer ah~nto
«un muro de estacas y cables» en círculo (in a Circle), 34 pero nada de lastimero de una llamada de desamparo que, en el temblor de tierra
eso son ruedas- cuando, y ése es un gran momento, logra dotarse de que amenaza con enterrarlo vivo, todaví~ no se dirige ni ver?ader~
una rueda (wheel), no de una rueda para un vehículo de transporte, ni religiosamente a Dios, al Otro como Dios: se trata de un gnto casi
sino de una rueda como la de un alfarero, o de un afilador, una rueda automático, irreprimible, maquinal, mecánico, como un resor~e que
que su pie pone en movimiento, y que le serviría para afilar los instru- pide auxilio desde el fondo d~l pán~co o del _t:rror absoluto. D10s no
mentos cortantes (hachas y hachitas que necesitaba tanto para defen- sería sino ese otro que salvana la vida del mno a punto de ser arras-
derse de las bestias y matarlas como para protegerse de la naturaleza trado comido vivo en las entrañas profundas de la tierra. Sería inte-
construyendo una morada earthquake safe). Pues la idea de esa rueda resan~e seguir, a través de todo el libro, el aprendizaje d~ la plegaria;
le viene tras un temblor de tierra que está a punto de engullirlo. Hay y leer todo Robinson Crusoe como un libr_~ de pl~ganas, como la
que saber o recordar, como ya han debido darse cuenta, que el miedo experiencia de un «aprender a rezar». Tambien ~abna que estab~ecer
fundamental de Robinson Crusoe, el miedo fundamental fundador más osadamente (no indico aquí sino sus premisas) un paralelismo
el miedo de fondo del que derivan todos los demás miedos' y en torno' entre, por una parte, esa historia del aprendizaje de la ple~aria, ~~ esa
al cual se organiza todo, es el miedo de irse al fondo, justamente, de invención de la plegaria reinventada y, por otra p~rte, _l~ mve?C1on o
ser «swallow'd up alive», engullido vivo, de ser tragado vivo, como la reinvención de la rueda o del engra~aje ~orno dispositivo, diga1:1os,
acaba de decir justo antes de la invención de la rueda de afilador de autoafectivo. La rueda gira sola. La maquina es aquello que funciona
'
la rueda para afilar las hachas, las armas y los utensilios. Tiene mie- solo, girando sobre sí. 40 .. ,
do de ser engullido vivo o enterrado vivo (buried alive, la expresión La invención , en los dos casos, sería siempre una repetic10n,
d ,
se repite dos veces), 35 por consiguiente de hundirse, estando vivo, en una reinvención, en la isla, un segundo origen, una segun a gene-
el fondo, de hundirse en él viéndose arrastrado al fondo del fondo sis del mundo mismo y de la técnica. Pero, en los dos casos, se tra-
bien debido a un temblor de tierra, bien a las bestias feroces o salva~ taría también de una autonomización, de una automatización, en
jes, incluso a los caníbales humanos. Tiene miedo de morir estando la cual la pura espontaneidad del movimiento 41 y_a n~ se -~istingue
vivo y siendo comido o devorado en el vientre profundo de la tierra de una mecanización, de un progreso en la maqumahzac10n de un
, . , . t 42 om
o del mar o del ser vivo, del animal vivo. Ése es el gran fantasma, 36 dispositivo que se mueve por s1 mismo, auto-maticamen e, c . -
el fantasma fundamental o el fantasma de lo fundamental: sólo pien- pletamente solo,43 hacia sí mismo en el momento de rodar hacia
sa en que el otro se lo va a comer y beber, 37 piensa en ello como en
una amenaza, pero con una compulsión tal que nos preguntamos si
no acaricia también la amenaza como una promesa y, por ende, un 38. Durante la sesión, Jacques Derrida añade: «Aterrado » (n. de e. fr.).
39. Jacques Derrida añade esta última frase al final del texto ~ecanogra-
fiado de esta sesión, con la indicación: «Añadido, p. 16», y localizado en la
p. 16 con un signo de inserción (n. de e. fr.). .
40. Durante la sesión, Jacques Derrida añade: «Y en la plegana que.,,en el
32. D. Defoe: Robinson Crusoe, op. cit., p. 69 [trad. cast., p. 97].
fondo no se dirige a nadie -no sabemos a quién se dirige-, hay tamb1en un
33. Ibid., p. 72 [trad. cast., p. 101].
mism~ movimiento a la vez mecánico y de autoafección» (n. de e. fr.).
34. Ibid., p. 77 [trad. cast., p. 107].
41. Durante la sesión, Jacques Derrida añade, marcando el corte: «Auto-
35. Ibid., pp. 75-76 [trad. cast., p. 107: «Enterrado vivo»; versión origi-
nal, «buried alive », después «bury'd alive» (pp. 75-76)] (n. de e. fr.) . móvil» (n. de e. fr.).
36. En adelante, Jacques Derrida escribirá [en francés] esta palabra «fan- 42. Así en el texto mecanografiado (n. de e. fr.) . ,
43. Durante la sesión, Jacques Derrida añade: «Completamente solo: ¿que
tasme» o «phantasme» (n. de e. fr.).
es estar solo, caminar solo? Él camina solo, hacia sí mismo » (n. de e. fr.) .
37. Durante la sesión, Jacques Derrida añade: «Tragar » (n. de e. fr.).
1 1L.
.\1•111111<11111 l,1 / i ,·.,/1,1 V t'/ m/Jl'r,1111¡ 1/ (}()()' .'11// /)
' frr, ,.,.,, ,. 11 ¡11 , l.! ,11, 1•111•m di' 200 3 I LJ
11
el orro, para t'I orro, con visra al otro, hacia orro lugar y a lo
• . » di ce Berg on , el ,u a l, en e f ecto, h a bl a ,ª quí
. de una función
.
lejos. Nos volveríamos a encontrar aquí con esa problemática del
ve r;~ª fun ción ese funcionamiento nunca esta le1_os de una m:en-
autómata que desarrollarnos un poco el año pasado, articulada
(y, , . ' . 1 ºncluso de un ficcionam1ento). El umver-
con la de la soberanía política, concretamente al leer El Meridiano
de Celan y Monsieur Teste de Valéry. 45 Pues esa a utonornización ~;:):/:~:7u~c::q~~:;i~~da a hacer algo, ~quí a «hacer diosef \
rnaquinalizadora y autornatizadora -a la vez auto- y hetera-afec- ·«M áquina de hacer dioses», dice B~:gson, d10ses que son como o
tiva- no carece de relación, por lo menos analógica, con lo que roductos maquinados de esa func10n. . . d r
se denomina la soberanía, o al menos con el poder de su fantas- p E 1 nto del temblor de tierra, Robmson, aterroriza o po
ma, con el fantasma mismo, con el poder corno fantasma, con la
n e mome
la tierra misma, aterrorizado por la tierra . y p~r eJ p osible
. . enterra-
,
fuerza del fantasma que impone lo mismo al otro, con una omni- miento de su vida viva, presiente la plegaria, a D10s y la rel1g1on, pe~o
potencia de autodeterminación incondicional. Lo más próximo y todavía no está en ello. Se acusa incluso, en el mo~ent~ pr:sente a~
lo más lejano, lo mismo y lo otro se tocan y entran en contacto su recuer do , de no haber tenido entonces,
, no todav1a, nmgun pens
en el círculo, en la isla, en el regreso, en la rueda y en la plegaria. miento serio de la religión. Escuchemoslo:
Todo ocurre como si, en esa isla ficticia, Robinson Crusoe reinven-
tase la soberanía, la técnica, el utensilio, la máquina, el devenir-
[ J todavía no me atrev1a
, a pasar por encima de. mi muro, por, miedo
. ,_
... . f b ·n buried altve) : permanec1 mm 0
de ser enterrado vivo (for Fea~ o et g b 'd desolado sin saber qué
máquina del utensilio y la plegaria, Dios, la verdadera religión.
Esa experiencia insular, esa ficción de la isla en donde todo ha de vil, sentado en la tierra, profun admente t\:tp1 oo
esolver ni qué hacer. Durante to o ese 1 , . .
:o
tuve ni ~n solo pensa-
h
reinventarse, como en el origen del mundo, en el origen del univer- r . ¡· · · (J had not the /east serious reltgtous Thoug t), a no
so mismo, y de la universalización del universo, parecería respon- miento re 1g1oso seno . · . b h on Lord ha' Merey
ser una invocación cornente (not~mg ut t e_c~~~mi;mo tiempo que el
der, quizá desviándola, a la famosa fórmula de Bergson, al final de upon me ): « Sen-or, ten piedad de rrn », que termmo ) 48
las Dos fuentes de la moral y de la religión, que terminaba con la peligro (and when it was over, that went away too .
siguiente definición del universo, más concreta y literalmente de la
«función [ ... ] del universo » y de la universalidad de lo universal: 46 Dicho de otro modo, esa primera reinvenci~n no seria de _la reli-
una «máquina de hacer dioses». 47 Habría una «función del uni- ., ra una re etición puesto que, antes de Ir a parar a la isla, :ª
g1ob~ ya e era ¡~ mismo que Defoe, un ~hombre religioso; y adema~,¡
sa ia rezar Y , ., , · perdura E
esa re etición o ese simulacro de reinv~nci mecam~a no . . n-
había ~lvidado la religión de su infancia en su isla _Y uen~ Jue remve
44. Durante la sesión, Jacques Derrida añade: «Eso es lo que hace la rue-
da: camina hacia sí misma en el momento de rodar hacia el otro ». Y, al final tarla. Después olvida enseguida ese comienzo, d~ remvenc10n ~n
. E 1 aria incoativa, mecamca y poco sena
J::1~
de esta frase, añade también: «Permaneciendo cerca de sí: la rueda conduce a se siente seguro._ sa p eg d l 'd 49 El temblor de tierra, al igual
lo lejos permaneciendo siempre cerca de sí misma» (n. de e. fr.).
45. Véanse las sesiones sexta, séptima, octava y décima del Séminaire La mismo qui: e~;;e:i :::;:ti;:; :ei;~ica, todo ello, ocurre en abril.
bete et le souverain. Volume I, op. cit., pp. 224, 243, 248-251, 254-275, 289- que esb~ p g . nio tras haber inventado cierta rueda (vuelvo ens~-
Pues ien, en JU , y no sabia
297, 300-313, 338-340, 344-345, 349-353, 357-366 [trad. cast., pp. 200, ·da sobre esto), cae enfermo y declara que, ~ntonce~, ª. , '
216, 220-223, 226-245, 257-265, 267-278, 300-302, 305-306, 309-313, g~~ decir (1 knew not what to say), de nuevo, g~lta: «S~~ºio1miram:~
316-324] (n. de e. fr.).
fr.).
46. Durante la sesión, Jacques Derrida rectifica: «El universo» (n. de e. :~~f
q - . d d de mí' Señor: ¡ten misericordia de m1. » ' pero m
:~t:::!i;l :ranscur~~ de e:a misma enfermedad, en plena fiebre,
su concien~ia _adormecida se despierta, lo invade el remordimiento, S\' 11 , 1"tiniana o rou eaunin11,1. Es \.:0~10 si, cual ~nacoret~, Robinson
?regu?ta s1 D10s no lo castiga por su perversidad infligiéndole castigos 1 rusoc e retirase a una isla, a una isla que sena un desierto huma~
maud1t_os y crueles. Entonces su conciencia le arranca unas palabras 1111 incluso un convento o un monasterio, un lugar de retiro, como s1
que -dice- se parecerían a una plegaria dirigida a Dios. Tras habersc 1 11 ~·nllase en una isla para contar sus pecados, sus fracasos pasado~,
co_mpa~ado con una pobre bestia que sufre, con un perro miserable , us encalladuras o sus embarrancamientos, sus derrotas y desfallec1-
o mfeliz (u~ unfortunate Dog, and born to be always miserable), s 1 1111cntos, y para preparar el perdón, la reconciliación y la _redenció~, la
esas «reflex10nes» donde se mezclan la fiebre y el remordimiento «me •11vación. Para recuperar una relación auténtica y apropiada consigo,
a~rancar?n -d_ice- algunas palabras que se parecían a una plegaria diri- Robinson Crusoe confiesa sus pecados al contar su vida.
~1da a D10_s (11ke praying to God)». 52 Confiesa que no era una autén- Algunos sueños confirman a Robinson en el movimiento de arre-
tica plegaria hecha con deseo y esperanza, más bien la «voz del miedo pcntimiento; encuentra el apoyo textual de eso en los Hechos de l~s
Y del desamparo (Voice of meer Fright and Distress)».53 Ese simulacro A¡)óstoles y exclama: «¡Jesús, hijo de David, Jesús, tú que eres subh-
de 1~11:ento lo conmueve y lo hace llorar sin que sepamos no obstan- · ·
me príncipe y salvador, concédeme e1arrepent1m1en~o.». , 55 Es ta?to una
te. s1 vierte las abundantes lágrimas más porque se compadece de sí ronversación como una re-conversión más auténtica a su antigua fe,
mismo que porque éstas constituyan una auténtica lamentación reli- un re-nacimiento, una re-surrección cuya llamada, vocación o convo-
giosa. En cualquier caso, tras otra meditación acerca de sus pecados, 1.'.ación no vendrán sola o directamente de un Dios natural unive~sal
sobre todo acerca de las palabras de su padre que lo había prevenido o ahistórico, sino de un Dios cristiano y encarnado, de Jesús que vmo
Y que había anunciado la justicia divina, he aquí que, como si pasase , 1 sacrificarse y a salvar al pecador. Y eso pasa también po~ la _lec~a
de las palabras de su padre a Dios Padre mismo, encuentra el tono Je! texto de la Biblia que tiene consigo y que, como ya les md1que, se
de una verdadera plegaria, la primera plegaria auténtica y digna de supone que Defoe, por miedo a las violen_cfas papistas, se ~~rendió un
ese nombre: «Señor, ¡ven en mi ayuda, pues me encuentro en un gran buen día de memoria. Pero esa re-convers10n, esa resurrecc10n, aunque
desamparo!», «This was the first Prayer, If I may cal/ it so, that I had sea una repetición, no por eso deja de presentarse como una primera
made _(or many Years (fue la primera plegaria, si puedo llamarla así, vez absoluta, la primera vez en su vida, la sola y única primera vez d_e
que h1ee en muchos años)». 54 Por consiguiente, ya había rezado en su su vida. El texto es claro, unívoco e insistente. No es solamente la pri-
vida anterior, luego desaprendió y olvidó, vuelve a aprender, reinventa mera vez en la isla, es la primera vez en su vida que Robinson Crusoe
desde un nue~o ori~en y, aún así, un «If I may cal/ it so» indica la pre- reza y, por eso mismo, toda esta historia de experiencia insular, que
cariedad o la mcertidumbre de la experiencia y de la nominación. · La podría parecerse a una repetición ideal o ficti~·a del ori~en, se presenta
del 28 de junio es una auténtica plegaria? Una semana más tarde ~ás de hecho como la verdadera y única primera vez, el pnmer acto de fe
o menos, el 4 de julio, llega por fin la verdadera, la plegaria verdade- cristiana, la primera experiencia de plegaria, d interpelación ~ Dios en
ramente verdadera. No resulta sin duda insignificante que eso coincida la persona de su hijo, la primera confesión del pecador c_n stiano que
con la resolución de leer todas las mañanas y todas las tardes el Nue- reza por su salvación y su redención. Y no sólo re_za por pnmera vez e?
v_o Testamento. Al cab_o de u11: tiempo, Robinson se siente profunda y su vida sino que descubre por primera vez en su vida el verdadero sent,1-
s1_nceramente arrepentido debido a la perversidad (Wickedness) de su do de la palabra «plegaria», como si en las reli?iones ~ristianas todav1~
vida_ pasada. Todo Robinson Crusoe se puede leer, por lo tanto, como no se rezase o no se supiese todavía lo que qmere decu «rezar»: «This
un libro de confesión, como unas confesiones, dentro de la tradición was the first Time that I could say, in the true Sense of the ~ords, that
I pray'd in ali my Life (fue la primera vez que Y? ~odia decir, en el ver-
dadero sentido de las palabras, que rezaba en m1 vida. Porq~e enton_ces
rezaba con el sentimiento de mi condición y con [a true Scripture View
51. Ibid., p. 83 [trad. cast., p. 114] (es Daniel Defoe quien subraya) (n.
de e. fr.). of Hope founded on the Encouragement of the Word of God: con el
52. Ibid., p. 84 [trad. case., pp. 115-116] (es Jacques Derrida quien subra- sentimiento de mi condición (sobreentiéndase: de pecador)] Y <con>
ya) (n. de e. fr.).
53. Ibid. (traducción [francesa] modificada por Jacques Derrida) (n. de e.
fr.). 55. Ibid., p. 90, Robinson Crusoé, op. cit., p. 187 [trad. cast., p. 122]. El
54. Ibid., p. 85 [trad. cast. 117]. texto señala la referencia en nota: Hechos, V, 31 (n. de e. fr.).
•¡¡.,, ,.,,, ,, 1,111 , 2.2 ,/11 1'111'/"0 dt' 200 ¡ l l7
116 St•111111111io l .il lw st1,1 v ,·/ u/i,·r,1110 11 (2002-2 0(H)
una percepción verdadera <le la esperanza cgún la Escritura basada en Yo tenía , en efruo, 1111 ,1 p1l·dr,1 <le a fil ar (I hada Grindstone ), pe~o no
podía hacerla girar al mismo ti empo que afilaba (I could not turn tt and
la palabra alentadora de Dios; y, a partir de ese momento, puedo decir
grind my Tools too) . Esa dificultad me costó tantas reflex10nes co:11.º las
que empecé a tener esperanza de que Dios me escucharía) ».s6 Dicho <ll' que un hombre de Estado podría emplear en un gran asunto _p_olinco o
otro modo, el verdadero sentido de la palabra «plegaria » es el verdadc un juez en una cuestión de vida o muerte (a grand Poin_t of Po!1t1cks, ora
ro sentido de la palabra porque está basado en la Escritura, es decir, en Judge upon the Life and Death of a Man)., Fmalmen~e, 1mag1?e una rueda
las palabras divinas, en la palabra de Dios. Dios me ha dado su palabra (At /enght I contriv'd a wheel), arranque un cordon, le ate _un~ cuerd_a
y, al mismo tiempo, me ha dado el verdadero sentido de la palabra para ponerla en movimiento con mi pie al tiempo que mantema libres mis
«plegaria », ha otorgado su verdad a la palabra «plegaria », y eso pasa dos manos.
por el texto que conserva y da testimonio de esa palabra. El verdadero NOTA: Nunca había visto ese procedimiento mecánico en lnglaterr~
sentido de la palabra, de la palabra «plegaria », implica la verdad de [cosa semejante, dice el original: any such thing], o_al menos nunca repare
58
la palabra divina tal como está consignada en el Nuevo Testamento. en él, aunque después he visto que allí es muy corriente Í... ].
En otros lugares, antes de él o fuera de él, no hay ni palabra dada, ni
verdadero sentido de la palabra, ni plegaria auténtica. Eso es lo que la Habría mucho que decir -aunque no me dedicaré a hacerlo- acer-
experiencia de la Isla le enseña a Robinson. ca de la invención de un dispositivo técnico, de una máquina que
En cualquier caso, entretanto, tras el temblor de tierra que pue- en verdad funciona sola, completamente sola, y no solamente de un
de recordar a otros temblores de tierra bíblicos {por ejemplo, en los utensilio de una máquina destinada a fabricar o afinar, a afilar los
Reyes donde se trata de oír la voz de «fino silencio »57 de Dios), entre- utensilio~ (el hacha o el cuchillo), sino asimismo de una máquina_con
tanto, tras el temblor de tierra y antes de esas oraciones, Robinson la que tratar los utensilios, de una máquina autónom_~ que funciona
inventó la rueda, reinventó una rueda, pero esta vez la rueda de afi- completamente sola y deja las manos libres. La hberac1on de la mano,
lar. Y los dos rasgos a los que quiero que presten ustedes atención cierta liberación de la mano está considerada como el acceso a lo pro-
son, por una parte, que Robinson tiene conciencia, ahí, de inventar pio del hombre y como un momento esencial :n la hominizac_i?n del
totalmente, de inaugurar sin heredar, pues dice que nunca antes había ser vivo. Si tuviésemos tiempo para ello, tratanamos esa cuesuon por
visto algo semejante en Inglaterra (lo cual no era el caso para la rueda sí misma y, por mi parte, yo la vincularía no sólo con algunos discur-
de la carretilla) y, por otra parte, <que> se siente empujado, com- sos de terno-antropología sobre la liberación de la mano, como los de
pulsivamente, a comparar esa invención de la rueda con una hazaña Leroi-Gourhan (como aquellos de los que propuse una lectura en De
política de gran magnitud . Y cuando digo de gran magnitud, quie- La gramatología) s9 sino asimismo del lado de lo que Heidegger dice
' . ~ d .
acerca de la mano (véase «La mano de Heidegger») cuan o sosuen_e
ro decir soberana, majestuosa, es decir, grande con esa majestas que
en latín quería decir «soberanía ». Creo que hay buenas razones para justamente que el animal no tiene mano t·n~
sola!11~nte patas pr:ns1-
les O garras etc. mientras que el Dasein ena el umco que tendna lo
pensar que esa analogía política no es ni insignificante ni fortuita.
que se puede ' denominar
' ·
con propiedad a~os 61 co~ l as cu_a les sa lu-
Pues, cuando un ser vivo inventa, él solo, por sí mismo, una técnica,
una máquina destinada a garantizar supervivencia, a decidir sobre la da, da, piensa y actúa (handelt). Y el pensam1e~to mis_n:1º -dice-~~ un
vida y la muerte, a evitar ser engullido vivo, se trata en efecto de un Handeln. Y no hay Handeln animal. Me permito remitirlos tamb1en a
acto de soberanía y de una cuestión de vida o muerte.
Escuchen ustedes a Robinson, acaba de confiar su miedo de ser
engullido o enterrado vivo, acaba de describir su proyecto para cons- 58. D. Defoe: Robinson Crusoe, op. cit., p. 77 [trad. cast., pp. 107-108].
truir un muro circular y de constatar que sus hachas estaban melladas 59. J. Derrida: De la grammatologie, París, Minuit, 1967, so~re to1º.' P·
y embotadas. Entonces añade: [26 [trad. cast. de O. del Barco y C. Ceretti, De la gramatologta, Mex1co,
Siglo XXI, 1998, 5ª ed. , p. 112] (n. de e. fr. ). ,
60. J. perrida: « La main de Heidegger (Ges chlecht II) », en _Psych~.
56. Ibid. (traducción [francesa] modificada por Jacques Derrida) (n. de e. /nventions de ['autre, t. II, nueva edición revisada y aumentada, Pans, Gali-
fr.). lée, 1987-2003, pp. 35-68, especialmente p. 45 (n. de e. fr.). .
57. La Biblia, Primer Libro de los Reyes, 19, 12: «Tras el fuego un ruido 61. Durante la sesión, Jacques Derrida añade: «Y manos libres, no sola-
de fino silencio » (n. de e. fr.). mente manos para hacer cosas, o para arañar, atacar » (n. de e. fr.).
119
'/'ere ('Y¡ / t') /011 . 22 dl' (' 1/CYO de 2003
118 Sl •111111<mo / .a bes tia y el soberano JI (2002 2001)
Pero mi mala suerte me empuj aba entonces (But :ny il( Fate p_ush 'd
mi libro El tacto, Jean -Luc Nancy en donde propongo un discur o y me on now) con una obstinación a la que nada podia res1s~1r (U:1th -~n
un buen número de lecturas sobre el vínculo entre toda la axiomática O bstinacy that nothing could resist); y, aunque con frecuenc1: ;1 razo~
humanista de la metafísica y el privilegio de la mano, entre el huma- mi sano juicio me gritasen que volviese a casa (and tho' I a severa
nismo y lo que denomino el humanoismo. 62 ;imes loud Calls from my Re;son and my more composed ]udgem:~t t~
home), yo no tenía fuerza [el poder, Power] para ~acedo. N_o sa na m
0
Me gustaría ahora, tras haber relacionado -de un modo sobre ~ómo llamar a eso ni quiero sostener que una sent~ncia secreta irrevocable
el que volveré a hablar y que no es ni el de la causalidad, de una (a secret over-ruling Decree) nos empuja a ser los mstrumentos de nuestra
propia destrucción (of our own Destruction), aunque tengamos concien-
relación causa-efecto o de una infraestructura-superestructura, ni el
cia de ello [aquí, hay que decir que la palabra conc1enc1a, ~ue utiliza l~
de una sintomatología, sino el de otra concatenación estructural- la
traducción [francesa], no está literalmente en el texto que dice: e~en_t~~4
posibilidad técnica de la rueda, como máquina circular, auto-hetero- ·t be before us and that we rush upan it with our Eyes open (era uc1r b
afectiva, con la posibilidad de la relación autoafectiva y autobiográ- ~ .. .]; pero, en ~erdad, si no es algún decreto inevitable_que me condena a
fica consigo mismo en la confesión, el arrepentimiento, la plegaria, a una vida miserable [para: sorne such decreed unavoidable Misery att_en-
entre la re-invención de la rueda y la re-invención de la plegaria como ding] y del que me resultaba imposible escapar, a_lgo ~a podido empu¡ar-
re-invención de dos máquinas automóviles y autoafectivas; me gusta- me (push'd me forward) hacia adelante ~o~tr~ mis fnos razonamientos~
ría atraer la atención de ustedes, pues, hacia otro motivo que consi- las persuasiones de mis pensamientos mas mumos (against ,the calm Rea
dero también solidario de estos dos, y de nuevo de una manera que sonings and Persuasions of my most reti;ed T~ou~hts) as1 como 6~ontra
queda por pensar más allá de la causalidad, del fundamento o del las dos advertencias manifiestas que rec1b1 en m1 pnmera empresa.
síntoma. Se trata del motivo de la autodestrucción que, generalizando
y formalizando su utilización, también llamo autoinmunitario, puesto Por consiguiente, se trata en efecto de una pulsión de aut~d:st~uc-
que la autoinmunidad consiste para un cuerpo vivo en destruir por sí ción que desobedece a la razón e incluso a lo_ que hay de ~as mt1m~
mismo, de forma enigmática, sus propias defensas inmunitarias, en dentro de él, en el fuero interno de su pensam1ent?. Hay ah1 una ,fu~
autoafectarse, pues, de una forma irreprimiblemente maquinal yapa- za automática que le resulta más íntima que él mismo y que actu_a e
rentemente espontánea, automática, con un mal que viene a destruir modo repetitivo (a la medida de un destino), Y de ~orm~ ~aqumal.
lo que se supone que protege contra el mal y que salva la inmunidad. Sola completamente sola, por sí misma. Lo que explica as1m1smo que
Pues bien, a Robinson lo asalta a menudo el sentimiento de que un esa ;lusión a la pulsión autodestructora se multiplique a su vez d: ~or
poder autodestructor está maquinal y automáticamente, él solo, fun- sí. Resultaría fácil mostrar que esa refe_rencia a un~ suerte de log~c~
cionando dentro de él. La palabra «destrucción » aparece muy pronto de la autodestrucción automática orgamza todo el d1scurs_o de ~ob1~
en el libro, primero en boca de su madre que lo había puesto en guar- son aunque por economía, no r~~o sino algunos pasa1es en on e
dia contra su propia destrucción 63 (nunca mejor dicho); después, la la ~alabra a~todestrucción está exptfcita y literalme~te presente: por
destrucción como autodestrucción, como destrucción de sí, es objeto, ejemplo un poco más adelante, esa neurosis de destino autode~tr~c-
también muy pronto, de todo un párrafo, uno de cuyos intereses es tora es designada como algo totalmente originario, innato, congemto:
el siguiente: Robinson Crusoe no cree que esa pulsión, esa compul- «Pero como yo había nacido para ser mi pr~p_io autodestructor, me
sión autodestructora, ni esa neurosis de destino (no es un vocabulario resultó tan imposible resistirme a ese ofrec1m1en~o [But If¡f,tha~ wa~
freudiano el que le impongo, son casi sus palabras textuales), sean born to be my own Destroyer, could no more resist t~e O ~r t ~n
una cosa de la conciencia; la conciencia, la razón y el juicio son aquí could restrain [.. .], etc] como había sido para 1:1í domm_ar mis pnme-
impotentes, incapaces de resistirse a esa compulsión autodestructora ras ideas errabundas cuando los buenos conse1os de m1 padre fraca-
que funciona sola, maquinalmente, y al destino de esas pulsiones que
no son sino la mala suerte de Robinson Crusoe (my ill Fate). Cito:
64. Durante la sesión, Jacques Derrida traduce: «Indus? si está a~te
nosotros, y nos abalanzamos sobre él, nos precipitamos hacia el con los OJOS
abiertos de par en par » (n. de e. fr.). d
62. J. Derrida: Le Toucher, ]ean-Luc Nancy , París, Galilée, 2000, espe- 65 . D. Defoe: Robinson Crusoe, op. cit., p. 13 [trad. cast., P· 24] (tra uc-
cialmente, p. 176 (n. de e. fr.).
ción [francesa] modificada por Jacques Derrida) (n. de e. fr.) .
63. D . Defoe: Robinson Crusoe, op. cit. , p. 6 [trad. cast., p. 15].
120 S,•1111,wm> la ht'slia y el so/J('r,111r1 // ( '<W) 200 /)
·¡¡.,, n ,1 ,. 11111 , ..!2 ,fr ,·11cr<> tle 200 / 121
saron
. . frente a mí».66 El ofreci·miento
. en cue tión 1 . 1 l
t1c1par en la trata de escla I J o es sino e 'e p.11- Me gustaría finalmentL', Je un modo no demasiado artificial y siem-
vos en a costa de Guin
que ceder aquí a la compuJs ·, d ea, Y ya ven ustcdt·, prt· gui ado por cierta solidaridad o afinidad o atracción estructural
D estroyer, es asimismo la c 10n auto estructora a l d
1 ., d d ' a e ser su ou,11 1 11trc, por una parte, ese automatismo autoinmunitario que se parece a
, b' ompu s1on e esobedec d
mas ien de hacer que fracase 1 1 d I d . er a su pa re o l., mecánica de un contra-narcisismo que no vuelve sobre sí sino para
to, arrepentimiento y confe . , a ey edpa re. Y, s1 hay remordimicn 11rruinarse, para arruinar el sí y, por otra parte, la producción de esa
swn en to a esta odise b· , ··
eso se debe en efecto a que él . h f a auto 10graf1ca, 1·x tra ña prótesis técnica que es una máquina que gira por sí misma,
Por ende, del soberano. Lo cua?uie~f a~er racasa~ la ley del pad re. qu e gira ella misma, llamada rueda, [me gustaría pues] apuntar una
piación de la soberanía en la isl:on d:~a i~ acampanado d~ la reapro l 11riosa contigüidad, en el texto, entre cierto momento de la autoape-
engullido o enterrado vivo o l ~
agua o la tierra o la ferociÍadr da tªmiedo de ser comido en ella,
~en~ativa de los elementos, el
otras bestias carnívoras com l e a~ est1as ~ue, como los lobos y
1,Kión, que no es sino la heteroapelación mecánica y automática pro-
LL'Jente de Poll el loro, entre, por consiguiente, por un lado, ese psita-
' o os mismos cambales d , l.Ísmo contra-narcisista y uncanny, unheimlich de la autoapelación y,
nar una figura paterna de ¡ . d . . , po nan encar- ¡l()r otro lado, cierta vuelta de la rueda. (Leer y comentar.)
1
la ley, de la fuerza de ley. a ira, e a Justa ira Y, por consiguiente, de
Tras haber hablado de a uell l , Yo estaba extenuado, y me dormí enseguida. Pero, juzguen ustedes
troyer, Robinson Crusoe exqp¡· o ~ue oh convert1a en su own Des- si pueden, ustedes que están leyendo mi historia, cuál no hubo de ser mi
. . ICa como a actuado co t sorpresa cuando me arrancó de mi sueño una voz que me llamó varias
p10s mtereses, cómo les ha seguido el . ~ ra sus pro-
(igual que Rousseau lo recuerd Jduego a sus prop10s enemigos veces por mi nombre: «¡Robin, Robin, Robin Crusoe, pobre Robin Cru-
. . ' an uste es cuya comp l · , . soe! ¿Dónde estás, Robín Crusoe? ¿Dónde estás? ¿Dónde has estado? »
mumtana -otros dirían suicida- hemo ' . u s10n aut~m-
un sometimiento o de una ob d' . _s analizado). Se trata aqm de Yo estaba tan profundamente dormido, cansado de haber remado, o
bogado -como suele decirse-, durante la primera parte del día, y cami-
q_ue el sujeto se constituye soem~et:~~:~:g;, ~~e~cia_lm~nt~ ciega, en la nado durante todo el resto, que no me desperté del todo. Flotaba entre
ciego, por consiguiente, e irracional al . . ~ ec1en o e ~,° modo el sueño y el despertar, creía soñar que alguien me hablaba . Como la voz
propia subjetividad de . . ' . pnnc1p10 de destrucc1on de su
propio interés de su'
K
razi:
mp~op1a 11:'se1dad, de su propio interés, del
isma sm tener en cue t · · ¡
siguió repitiendo: «Robin Crusoe, Robin Crusoe », me desperté por fin del
todo, terriblemente espantado y con la mayor consternación. Pero apenas
ant denominaría el interés de l ' , B n a s1qu1era o que abrí los ojos vi a mi Poli encaramado en lo alto del seto, y reconocí de
obey'd blind/y the Dictates of m a ;azon: « ut I was hurried on, and inmediato que él era el que me hablaba. Porque era justamente el lenguaje
yo era arrastrado [dice la trad y -~ncy(frather than my Reason (pero plañidero que yo tenía costumbre de mantener con él y de enseñarle; y él
. d ucc10n rancesa) para " lo había retenido tan bien que venía a posarse en mi dedo, acercaba su
mia o, empujado me precitaba "] b d , 6/ yo era apre-
mi gusto [dice la :raducción (f ' y o e ecia a lo que me dictaba pico a mi cara y gritaba: «Pobre Robin Crusoe, ¿dónde estás? ¿Dónde has
estado? ¿Cómo has llegado hasta aquí? » y otras cosas semejantes que yo
más b~en por "mi imaginaciónr~;sci~:~:;;! Pan?,, q~e yo tradu~!rí~
fantas1a caprichosa" · " . f Y qmzas mcluso por m1 le había enseñado.
, si no mis antasmas "]) [ ] y , Sin embargo, aunque yo reconociese que era el loro y que, de hecho,
el mismo párrafo· «[ ¡ 1 t .r, ••• ». , mas abajo, en
. ... wen , rom my Path dM h no podía tratarse de nadie más, tardé en reponerme. Me asombraba que
in arder to act the Rebe/ to th . A h . er an ot er at Hull, ese animal hubiese llegado hasta ahí, y~intentaba entender cuándo y
Interest (me ale1·é de m·1 d ezr d ut ?rzty, and the Pool to my own cómo había llegado ahí y no a otra parte. uando me aseguré de que no
pa re Y e m1 madre '
rebelde contra su autoridad .d. para actuar como un se trataba de nadie más que de mi fiel Poli, e tendí la mano, lo llamé por
. y como un i IOta o un lo
a m1 propio interés)». 68 co con respecto su nombre, Poli, y el amable pájaro vino a mí, se posó en mi pulgar, como
solía hacer, y siguió diciéndome: «Pobre Robin Crusoe, ¿cómo has llegado
hasta aquí, dónde has estado? », como si estuviese encantado de volver a
verme; y, así, lo llevé conmigo a casa.
66 - Ibid., p. 37 [trad. cast., pp. 55-56].
67. Durante la sesión, Jacques Derrid [... } far I was very weary, and fell asleep: But judge you, if you can, that
«y yo obedecía ciegamente » (n. d f ) a reestablece la traducción francesa : read my Story, what a Surprize I must be in, when I was wak'd out of my
68 D e e. r..
., . . Defoe: Robinson Crusoe, op cit 3 Sleep by a Voice calling me by my Name severa/ times, Robin, Robin,
c10n [francesa] modificada por] .D .,.dp. 7 [trad. cast., p. 56] (traduc- Robin Crusoe, poor Robin Crusoe, where are you Robin Crusoe? W here
acques ern a) (n. de e. fr.).
are you? Where have you been?
122
Seminario la Úl'slta y el sol>l'rano 11 (200} 2001)
'frrcN,1 "' i1111, '1. ti,• ,·11,·m de• 200 l 123
I was so dead asleep at first being fati u 'd . h .
as it is call'd, the first Part of ;he D gd _wit Rowmg, or Paddlin8, der el personaje, puesto que es el firmante, a pesar de que el libro, al
that I did not wake thoroughl b ;~ a~ w;th walkmg the latter Part, igual que el loro y que aquello a lo que éste llama, ya no lo necesiten.
ing, thought I dream'd that sZ:ne ~ ;zmg etween sleeping and wak Ahora bien, justo después, Robinson Crusoe hace el elogio de la
continu'd to repeat Robin Cruso R ºb.Y sCpoke to me: But as the VoiCI' rueda, la que libera las manos, la rueda del alfarero que él ha perfec-
e, 0 m rusoe at last I b k
";ore petectly, and was at first dreadfully fright~d, and sta:i!~nu~o _w:h e cionado entretanto:
u most onsternat1on: But no sooner were m E m e
Poll sitting on the Top of th H d . d . Y. yes open, butl saw m y
that spoke to m . f; . . e e ge, an tmmed1ately knew that it was he Además, logré una perfección inesperada en la alfarería con tierra, e
to him, and teac~ h~;,:.u:~;~;u¡;db{mo~~i~g Language I had used to talk imaginé bastante bien fabricarla con una rueda, lo cual consideré infinita-
mente mejor y más cómodo porque yo les daba una forma redonda y bien
upon my Finger, and.lay his Bi/1 c1::nto :so perfect/y, that he would sit
Crusoe, Where are yo u, Wh h Y Face, and cry, Poor Rob in proporcionada a las mismas cosas que antes hacía y que eran horrorosas
such things as I had ta~ght h::. ave you been? How come you here? And a la vista. 70
However, even though ¡ kn ·t h
cou/d be no Body e/se, it was /:O~d u;:;ife ~ ~arra;, and that indeed it Esas piezas de alfarería, que son obra suya (lo mismo que su dia-
sel(: First I was amazed h h e, ore could compase m y rio y su libro, en suma) las produce una rueda no sólo mejor y con
should ju;t keep about the ; : t e C;eatur: got thither, and then, how he mayor facilidad, sino «infinitamente» (infinitely) mejor y más cómo-
isfied it could be no Body but::o::st; ~ ;re e/se: But as I was we/1 sat- damente, lo cual quiere decir que hay, y es cierto, un salto infinito
m y Hand, and calling him by his Nam~ Poll g~; it ov_ei/ncd holding out entre, por una parte, cualquier instrumento, cualquier utensilio como
to me, and sat upon m Th b ' e socia e reature carne prolongación del cuerpo y, por otra parte, la máquina autónoma que
to me, Poor Robin Cr; um , as he ~sed to do, and continu'd talking
llamamos rueda, la cual prescinde de nosotros para rematar y redon-
been? justas if he had b~:~ and Ho~d d1d I come here? and where had I
him Home along with me.69 over¡oy to see me again; and so I carry'd
dear las cosas a la perfección. El salto y la ruptura, en la producción
de la prótesis, son absolutos.
¿Acaso es artificial y abusivo relacionar entre sí todos estos moti-
vos (la tecnología maquínica de la rueda, la autonomía autodetermi-
nadora, la compulsión autodestructora y las paradojas autoinmuni-
tarias que convierten a Robinson Crusoe en su propio destructor y a
Defoe, quizás, en su propio enemigo, su propio foe, el loro y la rueda,
etc.)? Lo sería, sin duda alguna, si se tratase de pretender imponer
malos anacronismos a todos esos textos, los de Rousseau o los de
Defoe. Digo «malos anacronismos» porque cualquier lectura no sólo
es anacrónica sino que consiste en detectar alguna anacronía, alguna
no-contemporaneidad consigo, alguna dislocación en el tener-lugar
del texto. La distinción entre el anacronismo bueno y el anacronismo
malo no tiene sus criterios fuera de lo que hace, de lo que logra o no
logra hacer la lectura-escritura que s~afana con un determinado tex-
to, con más de un determinado texto. \No puedo justificar con todo
rigor, no puedo probar que tengo razpn con más argumento que el
siguiente, que es antes que nada una pregunta o una petición: ¿les
parece a ustedes interesante escuchar lo que digo y después leer de
otro modo Robinson Crusoe? Por otra parte, lo que digo sería artifi-
cial y abusivo si consistiese en hacer dos cosas que, con toda eviden-
69
· !bid., pp. 131-132 [trad. cast., pp. 178-179 ].
70. !bid., p. 133 [trad. cast., p. 180].
124
Seminario La bestia y el sohl'ra110 // ( 'OO) 00 J)
frr, ,.,,, ,. '""· .!.1. d,· ,·11,·ro dt' 200 l 125
cia, ni hago ni quiero hacer, y que, en mi opinión, ni están hechas ni
dudando una vez más cntn: v,1rios caminos, en verdad, una vez más
hay que hacer, lo cual implica una problemática totalmente distin-
ta, aquella mis~a cuya elabor~ción esbozo aquí o allá. No pretendo 1 ntrc tres cuestiones y tre caminos, Heidegger ac~baba de decreta~, al
reconocer rela~i?nes de causalidad, de causa a efecto, por ejemplo, p.irccer, que convenía comenzar por el primer camm~,, a saber -d_ecia-,
entre las condic10nes tecnocientíficas, históricas o tecnoeconómicas ,•I camino más próximo para una primera aclaracion (Der nachste
\Vt•K zu einer ersten Klarung). 71 Eso recuerda -sugerí yo entonces- a
de la invenci_~n o de la re-invención de la rueda, y toda la estructura
1111 golpe de efecto o un abuso de autoridad, a~nque é,se no suela ser
de autoafecc10n, de autodeterminación, de automatización O de auto-
inmunidad. Más allá de las relaciones de causalidad o de inducción ,1 tono de Heidegger, pero mantengo que ah1, en mas de una oca-
1011, parecía estar tomando decisiones que s?~ otro~ ~ant?~ abusos,de
pie~s? más bien :n una configuración estructural, a la vez histórica ;
genetica donde nmguna de esas posibilidades se separa y donde todo ,iutoridad O golpes de efecto arbitrarios, dec1s1ones m¡ustificables. Ese
lo que le puede ocurrir al autós es indisociable de lo que sucede en M·ría el Walten de Heidegger sobre el que hemos de volver, su Walten,
e~ mundo. a t~avés de 1~ protetización de una ipseidad que a la vez ,u fuerza y lo que dice y piensa y hace con la palabra «walten». ,
hiende la ipseidad, la disloca y la inscribe fuera de ella en el mundo ¿Qué quiere decir «el más próximo» en este caso?_ ¿Y por que
l omenzar así, por lo más próximo a nosotros, como He1de~ger ya lo
sien~o justamente el mundo aquello que no se puede reducir aquí:
lo mismo que tampoco se puede reducir la techné, ni reducirla a una h.,bía hecho en Ser y Tiempo, justo al principio, cuando decide tomar
physzs pura. Por consiguiente, la cuestión es en efecto la del mundo. ,·1 Dasein como punto de partida y como el ente ejemplar sobre e~
l ual plantear la pregunta por el sentido del ser? Veremos que aqm
La rueda no sólo es una máquina técnica, sino que está en el mundo
est~ fuera de la inter_iori~ad c~nsciente del ipse, y lo que yo quier~ en el pasaje del seminario de 1929 que c~me?zamos a ;e~r- se t~ata
decir es que no hay 1pseidad sm esa proteticidad en el mundo con de una suerte de fingimiento retórico o mas bien pedagogico. He1?,e-
to~as l_as oportunidades y todas las amenazas que ésta constituye,para pgcr declara que el camino más próximo para una primera aclaracwn
la 1pse1dad que p~ed_e as! construirse, pero igualmente, y por eso mis- ,·aía, en efecto, atenerse a la palabra y seguir la his~oria de la palabra
. mundo». Recuerda que ya lo hizo en De la esencia del fundamento
mo, de un modo mdisociable, destruirse.
( 1929 el mismo año o casi). A pesar de la insuficiencia evidente de
Finalmente, todo lo que relaciono entre sí en estos textos sería en
efect? el efecto de un artificio abusivo, de un mal artificio, de un ana- 1, 1 exp,osición que ofrece de los conceptos de kósmos, de m_und~s, de
cromsmo mal?, si yo sostuviese -lo cual no hago- que Defoe habría Welt encontramos ahí -dice- las grandes etapas de esa historia del
calculado deliberada e intencionadamente todos esos artificios de mundo, de la palabra y del concepto de mundo, histori~ qu: puede
composición (por ejemplo, la contigüidad entre la historia del loro y orientar así un estudio terminológico. Ahora bien, esa historia de la
de la rueda). No estoy seguro ni sostengo que no sea así, pero tampo- palabra y del concepto, esa histo~ia fi_lol_ógico-semántica no es sino un
,111 exo (das Aussenwerk) de la historia mterna del mundo como pro-
co estoy seg~ro de ~ue sea así ni de que éstos fueran legibles, como
tales, en su tiempo m para el propio Defoe. Pero la posibilidad de esa hlcma fundamental de la metafísica. Heidegger declara entonces a sus
c?mposición requiere algo distinto de la decisión intencionada y cons- t'studiantes que no quiere repetir De la esencia del fun~amento que se
c~e?te de un auto~, aunque también algo distinto del puro azar insig- .,caba de publicar, pero que les resultaría útil leerlo. Sm embar~o, al
?if1cante. Es preciso, pues, tratar de determinar la necesidad que ha l,llifu:arde historiográfica esa vía -la que sigue en De~ª. esencia del
impuesto de un modo ni consciente ni inconsciente, quizá sintomático fundamento-, hace un resumen de ésta que después sera importante.
-pero entonces ese concepto de síntoma, así como el de fantasma, es Puesto que, al recordar el sentido de la palabra mundo que, ~n toda
lo q~e hay que reelabo:1"~r-, [la necesidad que ha impuesto pues] esa una historia, fue dominante, a saber, el mundo como la totalid_a~ de
escritura Y esa compos1c1ón a semejante ficción de una ficción auto- lo que no es divino, el conjunto del ente no divino o extra-divmo,
bi~~ráfica. Porque Robinson Crusoe no es tanto una ficción autobio- lo cual en el cristianismo, significará la creación, el ser creado, la
grafica cuanto la ficción de una autobiografía. totalid;d de lo creado (das Geschaffene), por oposición a lo no crea-
do, Heidegger sitúa en él al hombre que se convierte entonces en una
. _El año pasado, quiero decir durante la última sesión del pasado
diciembre, nos detuvimos, nos quedamos pasmados y marcamos una
pausa, ante ese extraño momento en que, tratando de orientarse y 71. M. Heidegger: Die Grundbegriffe ... , op. cit., p. 261 [trad. cast., p.
2.2..5] (es Martín Heidegger quien subraya) (n. de e. fr.).
126 Seminario l ,a best,a y el so/Jcr,1110 1/ (2002 ,2()() /) ·¡¡.,, ,.,,, , 11111 , J. 1 ti,· 1·11cro ele 2001 127
parte, en un pedazo ?el !11-undo (Stück der Welt), pero un fragmento tl'ncr sin tener únil.,11m·11tt· ,e
dctl'r1111nan con respecto al mundo. En
que no se parece a nmgun otro, porque está frente a esa totalidad o ~ ualquier caso, en la dctcrtnlllí.lCión tradicional (griega o cristiana) del
en contra de ella, una de cuyas partes él constituye, está enfrente del mundo según la cual el hombre es un fragmento del mundo frente al
m~ndo (gegenüber), lo cual -diría yo-, en cierto modo, aísla, insu- mundo, incluido y opuesto a lo que lo incluye, el hombre, en c~anto
l~nza al hombre en el mundo al que no obstante pertenece. Ahora lragmento, es a la vez dueño y servidor del mundo, soberano y siervo:
bien, en cuanto pedazo que está enfrente y aislado, en su Gegenü- ,, / lerr und Knecht der Welt ».73
~erstehen, en aquello que hace que se mantenga en pie o que se eri- En el breve párrafo a modo de recordatorio que sigue, He~deg~er
J~ frente al mundo, respecto al mundo al que pertenece, el hombre l'Xplica cómo, en Ser y Tiempo, él ya no seg_uía esa ~ndadu~a h1~tono-
tiene el mundo. Ese Gegeneüberstehen es un Haben, un tener. Tener gráfica, ese camino histórico (Im Unterschied zu diesem h1stor_1schen
el mundo, tener un mundo: eso es lo que caracteriza la posición del Weg).74 y nos dice, en pocas líneas, dos o tr~s,cosas _d~ la mayor rmpor-
hombre en esa determinación clásica o cristiana del mundo. y seña- tancia para nosotros y con las cuales conclmre pr_ov1s1onalm:nte ho_y.
lo _esta palabra, «Haben», en el resumen que Heidegger ofrece de su 1. Recuerda en primer lugar que, en Ser y Tiempo, habia par~1~0,
pr~mera anda~ura historiográfica en De la esencia del fundamento; Je manera no histórica en cierto modo, de la forma como, cotidia-
senalo que Heidegger a su vez señala ese Haben, pues vamos a encon- namente -e insiste en esa cotidianidad (Alltaglichkeit)-, nosotros nos
trar _I~ referencia a ese enigmático «tener»-el-mundo en el centro del movemos («wir uns [... ] bewegen» ), estamos en camino, caminamos,
anáhs~s de la situación del animal respecto al mundo en la meditación nos ponemos en camino en nuestro mundo (in unserer Welt). )'.' vere-
de Heidegger que vendrá a continuación en ese seminario, cuando él mos más de una vez en qué ese Weg y ese bewegen no son simple-
haya emprendido ese análisis comparativo que seguiría a la andadura mente metáforas ahí donde involucran al Dasein antes de cualquier
historiográfica de De la esencia del fundamento y, llegamos a ello a distinción entre ~l alma y el cuerpo. Ahora bien, en ese análisis del
la ª?da~ura ~ás fenomenológica de Ser y Tiempo. Pues, en nues;ro modo en que estamos en camino en nuestro mun~o'. Heidegger dice
semmano, J:Ieidegger tratará de explicar en qué el animal pobre en haber tomado su punto de partida en lo que cotidianamente tene-
mundo no tiene el mundo o, más concretamente -y debemos demo- mos en mano o a mano (zuhanden), en aquello con lo que, en suma,
rarnos en esa dificultad, pues concierne tanto al sentido del mundo la mano del Dasein manipula y maniobra a su manera. Por consi-
como al sentido de ese haber-, el animal tiene un mundo en el modo guiente, el caminar, las piernas o los pies, el cuer~o y las manos. Sin
de no-t~ne:: Y :s~ tener ~in tener (el mundo), si bien se asemeja a una embargo -añade Heidegger-, con mucha frecuencia no sabemos nada
c?ntradicc10n logICa (Heidegger lo subraya: «Somit zeigt sich im Tier de todo eso y, cuando queremos describirlo, lo interpretamos tod~
e~~ Ha ben von Welt und zugleich ein Nichthaben von Welt» ), 72 tam- erróneamente, comprendemos todo mal (missdeuten), importando ahi
bien recuerda que la metafísica y el pensamiento de la esencia tienen conceptos y cuestiones desde un terreno ajeno. , , , .
o~ra. lógica distinta de la del sentido común o de la del sano enten- 2. Heidegger concluye de eso que lo que esta ma~ proxi~o a
d~m~:nto ?el hombre. Esa misma contradicción lógica, esa contra- nosotros permanece ya, en el fondo, lejano e incomprensible («Dieses
dicc10n misma debe exigirnos que pensemos o determinemos de otro uns ganz Nahe und jeden Tag yerstandlich_e ist uns im Grunde schon
mod_o la pobreza en mundo del animal, que consiste en tener lo que fern und unverstandlich» ).75 Este no es smo u?o de los nu~er?sos
no tiene o en no tener lo que tiene, y sobre todo en pensar de otro ejem~ esa asociación, cabría incluso decu de _esa proximidad
modo tanto el tener como el mundo, puesto que esa pobreza y ese de lo próximo y de lo lejano, d~ lo próxin:io como le1an~ y de lo le1a-
no como próximo, y ya en la figura del circulo que va literalmente a
72. lbid., ~- 2_93 (trad. cast., p. 250] (es Martin Heidegger quien subra-
yaJ: «Por consigmente, aparece en el animal el hecho de tener el mundo y, al 73. M. Heidegger: Die Grundbegriffe ... , op. cit., p. 262 [trad. cast., p.
mismo tiempo, el hec~o de no tene_rlo». Jacques Derrida cita y comenta esta 226].
frase de Heidegger, as'. como la tesis que concierne al animal, en De ['esprit. 74. Ibid.
Heidegger et la questzon, París, Galilée, 1987, pp. 79-81 [trad. cast. de M. 75. Ibid., p. 263 [trad. cast., p. 226]: «Aquello que nos es tota_lmen-
Arranz, Del espíritu. Heidegger y la pregunta, Valencia, Pre-Textos, 1989, te próximo y que entendemos cada día nos resulta, en el fondo, ya le¡ano e
pp. 79-83] (n. de e. fr.). imposible de entender» (n. de e. fr.).
'frrc·c,.i r ,,.,,, , ' ,/,•,.,,,.,..,de 200l '"-"
128 Se111111<1110 la {1('st1<1 y el wl>era110 11 (2002 -200. l)
1 3 1c1a a . d (ent'ernt nicht sichtbar
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tornarse v1s1 - d ·, ]
convertirse en una obsesión en todo ese seminario -volveremos sobre gemacht werden ka,111) .n I Rl'lccr l,1 trn ucc1on.
eso la próxima vez-, tanto si se trata del círculo de la andadura her-
menéutica o del camino metodológico que vuelve sobre sus pasos o . d o de todas esas circulaciones
La próxima vez, parrire~dos de nuev labra describir el círculo),
presupone aquello que debe buscar, como si se trata, de acuerdo con dos los senu os e esta pa , l .
una tópica muy distinta, de la cerrazón original (Umring, sich umrin- descriptas (_en to bsoluto> de retomar y de proseguir e cami-
pcro no de1aremos <e~ a d lten del que ya hemos habla-
gen) que caracteriza a la Benommenheit, el ofuscamiento o el acapa- 1 t de Heidegger e ese wa .,
no, en e tex ~, , bre todas las puestas, en relac10n con
ramiento del animal pobre en mundo. La próxima vez hablaremos
de todos los círculos de distintos tipos que ese seminario describe,
do. Pero tamb1en volveremos Jº
de esos terrores deseantes del ser
l.i isla, de esos deseos aterr~ os o relación con la insularidad, cier-
pues, en todos los sentidos de esta palabra. He de decir de entrada
l'ngu11i.d o vivo
. o enterrado vivo .en su así como con la a lter-
que, cuando entremos en el contenido mismo de ese seminario, y de b" én con el vientre materno, .,
un modo tan minucioso como sea posible, haré todo lo que de mí tamente, pero tam i d l f mas de duelo: entre la inhumacion
nativa de los duelos y e os antas
dependa, a pesar de mis reservas hacia lo que Heidegger dice ahí de
y \a incineración.
lo que llama, en singular general, el animal, [haré todo lo que de mí
dependa] para acompañar y dar crédito a Heidegger hasta donde sea
posible y para convertirme en su abogado con toda la lealtad reque-
rida.
3. Finalmente, nunca debemos olvidar lo que nos dice también ese
párrafo, justo antes del tercer camino elegido, el del examen com-
parativo (den einer vergleichenden Betrachtung).76 Heidegger nos
dice que lo que se inició en Ser y Tiempo, el «camino que se tomó en
Ser y Tiempo» (Der in «Sein und Zeit; genommene Weg), abre a una
perspectiva tan amplia y lejana, alejada, que este seminario (post-Ser
y Tiempo, 1929-1930) no es sino una etapa limitada y una contri-
bución bastante parcial en la gran tarea abierta por Ser y Tiempo.
Y, una vez más ahí, Heidegger va a utilizar la palabra «alejamiento»
(Entfernung), que nos ocupa desde el comienzo de esta sesión. Se nos
advierte que, a pesar de todas las graves puestas de este seminario, a
pesar de la importancia que me inclino a concederle, éste no constitu-
ye, a ojos de Heidegger, sino una etapa limitada, circunscripta, en el
camino abierto por Ser y Tiempo y cuya amplitud, cuya perspectiva,
cuyo horizonte conducen mucho más lejos, y que Heidegger nunca
abandonó, y que escribe lo siguiente -donde subrayo de nuevo, para
concluir, la referencia literal al alejamiento-:
1. M. Heidegger: Die Frage nach dem Ding. Zu Kants Lehre von den
Transzendentalen Grundsatzen, Tübingen, Max Niemeyer, Verlag, 1962;
Qu'est ce qu'une chose?, trad. fr. de J. Reboul y J. Taminiaux, París, Galli-
mard, 1971 [trad. cast. de J. M. García Gómez del Valle, La pregunta por
la cosa. Sobre la doctrina de los principios trascendentales de Kant, Gero-
na, Palamedes, 2009]. Jacques Derrida traduce aquí más literalmente el título
[que la edición francesa] (n. de e. fr.).
Quinta sesión. 5 de febrero de 2003 163
162 Seminario La bestia y el soberano II (2002-2003)
pregunta por la cosa, en 1951, después en 1954, en Vortrage und dad relación de causa a efecto. «Das Ding ist nicht "in" der Nahe,
Aufsatze, traducido en francés en Essais et Conférences. 2 En La cosa, als ~ei diese ein Behalter. Nahe waltet im Nahern als das Dingen
ese texto publicado con anterioridad pues, pero escrito posterior- des Dinges». 6 La proximidad no se opone al aleja~iento, la pr~xi-
mente a La pregunta por la cosa -lo apunto de pasada-, encontra- midad -escribe Heidegger en un pasaje que les deJO reconstrmr a
rán cuatro o cinco ... cosas más directamente vinculadas a nuestros ustedes- «conserva», «guarda» (wahrt) el alejamiento ( «Nahe wahrt
intereses presentes. Por lo demás, puesto que la muerte, la melancolía die Ferne. Ferne wahrend, west die Nahe in ihrem Nahern»: «La
y el duelo son los que nos preocupan en este momento, así como el proximidad conserva el alejamiento. Al conse:var _el aleja_~iento, la
morir estando vivo, podemos leer La cosa como un gran texto sobre proximidad es [west, en el sentido cuasi act~vo, mtra,~sit_ivamente
la muerte, sobre la mortalidad del Dasein, en contraposición a una a- activo y enérgico, un poco como waltet ("realiza su ser , dice la tra-
7
mortalidad, si no a una inmortalidad de la bestia. ducción [francesa])] en su acercamiento, acercándose» ).
1. Por una parte, la cosa (por lo menos en tres o cuatro lenguas: 3. Además, leerán ustedes ahí una sentencia sublime del Maestro
el griego, el latín, el alemán y el inglés) no carece de relación con la Eckhart -basándose en Dionisia Areopagita-, cita destinada a recordar
posibilidad de hablar, de discutir, de debatir en público en torno a un que cosa puede significar cosa en general, lo que ~ea o quienquiera que
litigio: la cosa no es solamente aquello de lo que se habla sino tam- sea, todo lo que es, desde la piedra hasta la bestia, el hombre, el alma
bién aquello que no es(tá) necesariamente mudo ni carece de palabra: y Dios. Esta cita nos importa aquí porque en ella se trata del amor,
la cosa causa y hace cosetear. Y pasa lo mismo con Ding, thing, cau- ciertamente, pero de un amor que se apropia de aquello que_ ama para
sa, cosa, chose, etc. convertirlo en la cosa que éste ama. El Maestro Eckhart dice en ale-
2. Además, en este texto resuena la pregunta «¿qué es la proxi- mán antiguo: « diu minne ist der natur, daz si den menschen wandelt
midad?» (Wie steht es mit der Nahe?), 3 que nos ha tenido muy ocu- in die dinc, die er minnet (el amor es de naturaleza tal que tran~forma
pados4 y que todavía lo seguirá haciendo. Heidegger responde a esta al hombre en las cosas que éste ama). 8 Nos preguntaremos si, en la
pregunta con amplios desarrollos que podrían reunirse en una frase muerte y en el duelo, no ocurre lo mismo que en el amor, y si amar
que cito porque la palabra walten vuelve a aparecer en ella: «La entonces no quiere decir amar para tornar amable nuestra cosa, hasta
cosa no está "en" la proximidad como si esta última fuese un recep- el punto de disponer de ella, de que queramos comérnosla, bebérnosla
táculo. La proximidad reina (waltet) en el acercamiento, en cuanto viva conservarla dentro de nosotros, enterr-arla o quemarla para guar-
que ella es la reunión debida a la cosa [el "cosificar" o el "causar" dad~ muerta-viva dentro de nosotros o muy cerca de nosotros, que
de la cosa, als das Dingen des Dinges]». 5 Por consiguiente, la proxi- también puede ser muy lejos de nosotros. Por doquier. ,, .
midad reina, domina, se impone, acontece, surge, se produce, pre- 4. Después encontrarían ustedes, de nuevo con el recurso al lexico
valece (waltet) como cosa, como el movimiento del devenir-cosa de del walten o durchwalten, de una forma todavía más firme Y tajante,
la cosa, als das Dingen des Dinges, como la causación de la cosa, si la afirmación del seminario de 1929-1930 según la cual el hombre es
quieren ustedes entender causación de una forma distinta de causali- el único que muere, mientras que el animal perece o fin(aliz)a. ~sen el
famoso pasaje sobre la Cuaternidad (Geviert), la tierra y el cielo, los
divinos y los mortales, siendo la tierra -recordémoslo antes de hablar
del entierro- aquello que, al permanecer, porta (die bauend Trage~de),
2. M. Heidegger: «Das Ding», en Vortrage und Aufsatze, Pfullingen, Gün- reuniéndolos, el agua y la piedra, lo que crece (la planta) Y el ammal
10
ther Neske Verlag, 1954, pp. 157-179; « La chose », en Essais et Conféren- (Gewasser und Gestein, Gewachs und Getier). 9 (Comentar el Ge-.)
ces, trad. fr. A. Préau, París, Gallimard, 1958, pp. 194-218 (trad. cast. de E.
Barjau, Conferencias y artículos, Barcelona, Ediciones del Serbal, 2001, 2n
ed. revisada, pp. 121-137].
3. Ibid., p. 158 [trad. cast., p. 121]. 6. Ibid.
4. Véase supra, «Tercera sesión. 22 de enero de 2003», p. 93 y «Cuarta 7. lbid. (traducción ffrancesa] modificada por Jacques Derrida) (n. de e. fr.).
sesión. 29 de enero de 2003», p. 137-8 (n. de e. fr.). 8. Mae tro Eckhart, citado por M. Heidegger en ibid., p. 169 [trad. cast.,
5. M. Heidegger: «Das Ding», en Vortrdge und Aufsi:itze, op. cit., p. 170 p. 1291 (n. de . fr.).
[trad. cast., p. 130]. Durante la esión, Ja qu s D rrid,1 ,lll.H.i : « E la osa la
que torna p ible la proximidad» (n. de: . r.). ,i~
9. M. l k1dl'ggu: «l as Ding», o¡,. cit., p. 170 ltr d. ca t., p. 1311.
1O. J u, .111 1 l, t· io11, la qm•s Derrida nn:idt; , Gctt 1 rr, el onjunto del
Quinta s,• ion. ,/,• /elnwo de 200.3 1 .,s
164 Sc111i11,1ti11 I ,1 /,, ti,1 v ,,¡. ob,•r,1110 11 ( 00 200 ~)
ha ta el punto de constituir un ecreto del ser mismo 13 (als das Geheim-
Por con iguiente, en l'Stc famoso pa aje obre el Geviert, a propo
nis des Seins selbst). En cuanto relicario (Schrein) de la nada, la muerte
sito de los mortales, Heidegger e cribe:
cobija dentro de sí la esencia del ser, lo esenciante del ser (das Wesen~e
des Seins).14 La muerte es, por consiguiente, el cobijo del ser (das Gebtrg
Los mortales son los hombres (Die Sterblichen sind die Menschen). des Seins). A los mortales les damos el nombre de mortales no porque
Se los denomina mortales porque pueden morir [y la palabra importan su vida terrenal acabe (endet) sino porque pueden la muerte en cuanto
te aquí es tanto «poder», konnen, ser capaz de, como «morir»: weil sie muerte (weil sie den Tod als Tod vermogen) [ ... ]. Ellos son [los mortales]
sterben konnen]. Morir significa: ser capaz de la muerte en cuanto muerte la relación de ente [relación que es, que «se cumple», dice la traducción
[y aquí, de nuevo, lo que importa es tanto el poder, Vermogen, como el [francesa] para wesende] con el ser en cuanto ser (Sie sind das wesende
poder en cuanto poder del «en cuanto tal», el ser capaz del «en cuanto
Verhéiltnis zum Sein als Sein). 15
tal», de la muerte en cuanto tal, poder, facultad, aptitud que les serán
negadas dentro de un momento al animal: Sterben heisst: den Tod als Tod
vermogen]. El hombre es el único que muere (Nur der Mensch stirbt). El
Como ven ustedes, lo que aquí más se acentúa es que la muerte
animal perece (Das Tier verendet). [Es, literalmente, lo que él decía veinte •n cuanto tal, el acceso, la relación con la muerte en cuanto tal es
años antes en el seminario]. La muerte como muerte, él (el animal] no la un poder (Konnen, Vermogen). Semejante poder, semejante potencia,
tiene ni ante sí ni tras de sí (Es hat den Tod als Tod weder vor sich noch define al mortal, al hombre como mortal, y ese poder del como tal,
hinter sich). 11 del «en cuanto tal», ese poder de acceder al como tal de la muerte
(es decir:' de la nada como tal) no es sino la relación· con la diferencia
d 16 ·
[Esta frase cuenta más que como una simple explicitación; precisa ontológica, por lo tanto con el ser en cuanto ser. Sm ese po er, sm
que el «en cuanto tal» de la muerte supone que se tenga la muerte la fuerza de ese poder del «en cuanto tal», de la muerte en cuanto
ante sí y tras de sí, que se la vea venir anticipándola en el ser zum
Tode, pero asimismo que se la retenga y se la recuerde en el duelo, la
sepultura, en la memoria que se conserva, otras tantas posibilidades,
otros tantos poderes que Heidegger niega sin el menor matiz a lo que el ser y el ente, que pasa por la nada, que está guardada en esa Arca que es la
denomina de un modo muy homogéneo Das Tier en general, el ani- muerte. Es la muerte la que conserva al ser del ente» (n. de e. fr.).
13. Durante la sesión, Jacques Derrida añade: «En la muerte es donde
mal en general]. Y, tras haber dicho eso de la muerte, de la muerte
está el secreto del ser mismo, la diferencia entre el ser y el ente» (n. de e. fr.).
reservada, en resumidas cuentas, al hombre que es el único que tiene 14. Durante la sesión, Jacques Derrida añade: «Lo esenciante, el ser es
el poder de morir, Heidegger llama a la muerte el relicario de la nada en el sentido en que, otra vez aquí, no puede decirse activo, pues cuando se
de la nada (des Nichts), el cofre (Schrein), no dice el ataúd, sino el dice activo estamos en la oposición activo/pasivo, enérgeialdynamis, etc., Y ya
lugar en donde se deposita lo que no tiene precio, y permanece y ha estamos en otra dirección. Pero ya ven ustedes perfectamente que <¿west?>,
de permanecer (la traducción [francesa] dice el «Arca»): Wesen, etc., señalan una modalidad del ser que no es simplemente la del ente,
estática. El ser se produce como ser» (n. de e. fr.).
La muerte es el Arca de la Nada (Der Tod ist der Schrein des Nichts), 15. M. Heidegger: «Das Ding», en Vortréige und Aufséitze, op. cit., p.
a saber -añade Heidegger-, de aquello que, en todos los aspectos, no es 171 [trad. cast., p. 131] (es Jacques Derrida quien subraya «es») (traducción
un simple ente [por lo tanto, una simple cosa] sino que, no obstante, es,12 [francesa] modificada por Jacques Derrida). Durante la sesión, J~cques De~:i-
da añade al final de su lectura de la cita: « Ya ven ustedes, aqm, la relac1on
entre la experiencia de la muerte como tal, reservada al hombre, y la cuestión
agua, Gestein, la piedra en general, el conjunto de todo lo que es pétreo, del ser la diferencia entre el ser y el ente. Es lo mismo ser mortal que ser
capaz de plantear la pregunta "¿qué es el ser del ente?" o "¿qué es la cosei-
G~wéichs, todo lo que crece, el conjunto de lo que crece y Getier, el conjunto
ammal». En la línea siguiente, añade de nuevo acerca del Geviert: «Lo impor- dad de la cosa?"» (n. de e. fr.).
tante es Ge, la reunión» (n. de e. fr.).
16. Durante la sesión, Jacques Derrida añade: «¿Qué quiere decir "poder"
11. M. Heidegger: «Das Ding», en Vortréige und Aufséitze, op. cit., p. 171 aquí? Incluso la palabra "poder" (Konnen, Vermogen), lejos de proporci~nar-
nos la llave de una puerta que tendría acceso al ser del ente, ese poder mismo
[tra~. _cast., p. 131] (es Jacques Derrida quien subraya) (traducción [francesa]
es definido por el ser del ente. El poder, aquí, ese poder singular, aparece
mod1f1cada por Jacques Derrida) (n. de e. fr.).
12. Durante la sesión, Jacques Derrida añade: «La nada es sin ser un ente como poder desde la experiencia de la diferencia entre el ser y el ente» (n. de
sin ser cosa alguna, y ese ser de la nada, por consiguiente, esa diferencia entr; e. fr.).
166 Seminario La bestia y el soberano II (2002-2003) Quinta sesión. 5 de febrero de 2003 167
tal, no habría relación con el «en cuanto tal», por consiguiente con riencia vivida de un ser vivo] .19 Los seres vivos racionales deben, ante
el ser en cuanto ser, al no ser el ser en cuanto ser un «en cuanto tal» todo, devenir mortales [y Heidegger subraya «werden», devenir: Die ver-
entre otros sino la posibilidad del «en cuanto tal» en general; por- nünftigen Lebewesen müssen erst zu Sterblichen werden]. 2º [Insistir en la
que, aquí, se trata del ser en cuanto ser y no del ente en cuanto ente. palabra Erleben: crítica implícita a la fenomenología de Husserl: filosofía
Aquello que pasa por la nada, el no-ente y, por consiguiente, la muer- - metafísica - de la vida: desarrollar.]
te, en cuanto tal. Y esta diferencia entre el ente y el ser, esta diferencia
ontológica que, al portar el «en cuanto tal», se dirá -en el texto cuya Dicho de otro modo, los hombres son, sin duda, animales raciona-
lectura todavía difiero, Identidad y diferencia-, [se dirá] que adviene les, pero tienen, para ser dignos de su esencia de hombre, del nombre
mediante un walten: es siempre la fuerza de esa misma palabra que de hombre y del ser del hombre en cuanto que es capaz de acceder al
dice una fuerza, un poder, un dominio, incluso una soberanía no com- ser en cuanto tal, tienen que devenir no sólo seres vivos racionales,
parable con ninguna otra 17 - de ahí la dificultad que experimentamos animales dotados de razón y que, en cuanto animales, no mueren, sino
para pensarla, para determinarla y, por supuesto, para traducirla.18 que también tienen que devenir mortales, tienen, no ya que «apren-
Por lo demás, en el mismo pasaje que estamos leyendo, en La der a morir», como dice la tradición desde Platón, definiendo así la
cosa, y justo después de lo que acabo de comentar, el léxico del wal- tarea filosófica como epiméleia toú thánatou (ejercicio o disciplina de
ten, en verdad el durchwalten, surge pero precisamente para decir preparación para la muerte), sino que devenir mortales. Tienen, más
aquello que, en la metafísica, desgraciadamente, ha prevalecido, a allá del animal racional que somos y que, en cuanto animal, no mue-
saber, la definición del hombre no como el mortal que encuentra su re, tienen, tenemos que devenir mortales. Ésta es la gran lección que
ser en el cobijo del ser, el mortal guardián del ser, sino como un ani- han de entender los sordos que, como yo, siguen tratando de aprender
mal, un animal racional, un ser vivo animal en el que la razón habría a devenir o inmortales o a-mortales, como las bestias en resumidas
simplemente penetrado, al que la razón habría simplemente goberna- cuentas. ¡Ah, si pudiésemos seguir siendo unas bestias! A menos que,
do, dominado (durchwaltet), pero sin cambiar nada en la restringida contrariamente a lo que dice Heidegger, sigamos siendo unas bestias
determinación del hombre como animal, como ser vivo, precisamente que no tienen el poder de morir, a las que la muerte en cuanto tal no se
cuando hay que definir al hombre no como ser vivo, sino como mor- les aparece nunca, dado que morir sigue siendo -como con frecuencia
tal. Esta crítica del gran cq_ncepto metafísico del animal rationale y dl' se lamenta Blanchot- imposible, desgraciadamente. No -insiste Heide-
la animalitas del hombré se encontraba ya en la Carta sobre el huma-
nismo. Aquí está el párrafo, va inmediatamente después de la fras ·
sobre los mortales que son la relación con el ser en cuanto ser:
19. Durante la sesión, J acques Derrida añade: «Y eso es lo que Heidegger
querría, digamos, deconstruir: la determinación del hombre, en primer lugar,
La metafísica, por el contrario, se representa [no es sino una repre en
wmo un ser vivo y no como un mortal. A partir de la vida y del vivir -y,
tación, una Vorstellung: Die Metaphysik dagegen stellt den Menschen als
,tquí, es Leben und Erleben, y yo leo en esta frase una crítica implícita, una
animat als Lebewesen vor] [la metafísica, por el contrario, se represent.11
rl'serva implícita hacia, muy especialmente, Husserl y la fenomenología que
al hombre como animal, como ser vivo. Incluso cuando la ratio penetr,
d1.·termina su absoluto fenomenológico como Erlebnis, como vida, vida tras-
y gobierna [durchwaltet: llena de fuerza, por fuerza, atraviesa con fuerza 1
l ·ndental-; Leben und Erleben, si Heidegger añade und Erleben es porque lo
la anima/itas, el ser hombre (Menschsein) permanece (bleibt) determinado
que le ronda en la cabeza, porque a aquello que apunta de forma crítica es a
a partir de la vida y del vivir [Leben und Erleben: por consiguiente, expt·
l.1 determinación del ser como vida, a lo absoluto humano como ser vivo y,
riencia; Erlebnis como experiencia, pero, como su nombre indica, ex¡w
por lo tanto, a la fenomenología como filosofía de la vida, como vida trascen-
dl ntal. Lo cual es algo que yo traté de cuestionar asimismo hace ya mucho
11t·mpo». Véase J. Derrida: La Voix et le phénomene. Introduction au pro-
/,1,,,ne du signe dans la phénoménologie de Husserl, París, PUF, Y ed., 1976,
17. Durante la sesión, Jacques Derrida añade: «No es la soberanía d 11 tJ ltrad. cast. de P. Peñalver, La voz y el fenómeno, Valencia, Pre-Textos,
Dios, no es la soberanía de un rey, de un jefe de Estado, es una soberanía 1111 l 1)85, pp. 46-47] (n. de e. fr.).
soberana que cualquier soberanía» (n. de e. fr.). 20. M. Heidegger: «Das Ding», en Vortrage und Aufsatze, op. cit., p. 177
18. Durante la sesión, Jacqu D ·rrid., :111, di: ,, Y lo que tnmbién rnt i111 111 1d. c1st., p. 1 11 (traducción Ifram; s.11 modificada por Jacques Derrida)
resa e la cadena ntre walten, ki>mw,,, 1 r11111 ,,•n (u. dt ·. fr.).
1,
( 1, d ·. fr.).
168 eminariu I a be ·tia y el o/Jera no ll (2002 2 00 ~) 1 9
gger-, habría que devenir mortal. Pero, en el fondo, ¿aca o e to no ·s lk·I sigui nt modo: , Son los lio111hH·s en cuanto que on mortales los
un poco lo mismo? Vivir la muerte más allá de la vida, vivir a mu rtt.\ qu en primer lugar obti n n, habitando en él, el mundo en cuanto
morir estando vivo, etc. Quizá sea el mismo círculo. 111undo (die Welt als Welt) ». 23 Las últimas palabras de La cosa tienen
5. ¿Qué es el círculo? Si ahora, siempre durante la lectura de L, una forma proverbial que el propio Heidegger comenta en una nota:
cosa, intentan ustedes seguir, reunir, coleccionar, encadenar las vu ·I- , Nur was aus Welt gering, wird einmal Ding». 24 Aquello que con
tas y revueltas circulares que habíamos empezado a analizar (Zirkel. pequeñez, con modestia, nace del mundo y por él, solamente eso se
Kreis, Ring, Umring), tanto si se trata de círculos en cuanto circmto wnvierte algún día en una cosa. Lean la nota con la que Heidegger se
metodológico como de la cerrazón del animal en su Benommenheit traduce a sí mismo y explicita aquí su pensamiento.
van a encontrar aquí otro círculo, otra serie de círculos, como anillos Final de la vuelta o del rodeo anunciados. La pregunta inicial nos
de la alianza. Y eso pasa a través del trabajo o del juego (pues, ju ta - l'Sta ba esperando, ahora retorna.
mente, se trata aquí del juego del mundo), del trabajo y del juego de
la lengua en torno a Reigen, Ring y Gering. Habría que releer muy dt ¿Qué es el otro -los otros- en el momento en que se trata de res-
cerca, con la lupa de traducciones imposibles, las tres o cuatro últi - ponder a la necesidad de hacer de mí alguna cosa, de hacer de mí
mas páginas de La cosa. En conjunto, y por decirlo de una formn .dguna cosa o su cosa en el momento en que -como dice la gente- yo
general, Heidegger reflexiona acerca de la unidad de la Cuaternidad, haya partido, es decir, muerto, pasado, pasado a mejor vida, es decir,
Die Einheit der Vierung (la tierra, el cielo, los mortales y los divinos). rnando esté separado en la lejanía del paso o del tránsito (weg, fort,
Ese ser-uno de la Cuadratura es justamente el mundo en cuanto que passed away), cuando ya no esté aquí, da, cuando esté, con toda pro-
se mundea o se mundaniza o se mundializa (weltet). El mundo es el babilidad, totalmente sin defensa, desarmado, entre sus manos, es
cuatro en uno 21 de la tierra, del cielo, de los mortales y de los divinos. decir, como suele decirse, por así decirlo, muerto?
Y ése es el juego de espejo del mundo, das Spiegel-Spiel del mundo ¿Cómo y a qué procederán ellos en el tiempo que siga al deceso?
como corro del acontecimiento o de aquello que aparece apropián- Expirar, proceder, retroceder, se trata en efecto de una andadura, de
dose (Reigen des Ereignens). El mundo no es lo que rodea el cuatro, un camino, de un movimiento que está en camino, camino de partida
los Cuatro como un anillo o una sortija (Reif). Ese corro (Reigen) t.·s o camino de retorno; se trata en efecto de progreso o de regresión,
el anillo (Ring) que se enrolla sobre sí mismo (der ringt) jugando en o de digresión, de proceso, de procesión, de procedimiento, de pro-
cuanto espejo (als das Spiegeln spielt). Ese estar reunido del juego dd cesamiento, de dispositivos ya, por consiguiente, a la vez técnicos y
mundo, como juego del espejo que se enrolla, es la vuelta envolvent jurídicos que, por su parte, han abandonado lo que se denomina en
(das Gering). Los Cuatro (los mortales, los divinos, el cielo y la tierra) entido corriente y tardío la naturaleza. Ya nos encontramos o bien
se reúnen, flexibles, plegándose al juego del espejo. en la oposición de nómos, téchne, thésis a la physis en sentido tardío
Ahora bien, y aquí tenemos una vez más el elogio tradicional, des y derivado, o bien en esa différance (con a) de la physis originaria que
de Hegel, de la fortuna de la lengua alemana: «Flexible, maleable, adopta las formas de la ley, de la tesis, de la técnica, del derecho, etc.
dúctil, dócil, fácil, se dicen en alemán antiguo ring y gering». 22 Dejo Observen bien que, en la pregunta con la que hemos abierto esta
que ustedes lean, en dos lenguas, las tres páginas que vienen a conti esión, en el encadenamiento de semejante pregunta, en el orden o la
nuación y que ponen en marcha, hasta el vértigo, todos los recursos intaxis de semejante pregunta, todo se altera en el orden mismo. Pues,
de este idioma. Tras haber puesto muchos ejemplos de las cosas módi al preguntar «¿qué es el otro? ¿Qué es lo que el otro o los otros van a
caso modestas (Geringen), entre las cuales se encuentran algunas bes- hacer de mí cuando, tras el paso de alejamiento del tránsito, tras ese
tias como la garza y el ciervo, el caballo y el toro, Heidegger concluy paso, cuando yo sea pasado, cuando yo haya pasado, cuando haya
21. En el texto mecanografiado: «El mundo es el cuatro». Lo restablece- 23. Ibid., p. 181 [trad. cast., p. 134] (traducción [francesa] modificada
mos a partir de la grabación de la sesión (n. de e. fr.). por Jacques Derrida) (n. de e. fr.).
22. M. Heidegger: «Das Ding», en Vortrdge und Aufsatze, op. cit., p. 17 24. Ibid. El texto alemán no incluye ninguna nota; en la traducción fran-
[trad. cast., p. 133] (traducción [francesa] modificada por Jacques Derrida) cesa, el traductor cita en nota una explicitación que da Heidegger (n. de e.
(n. de e. fr.). fr.).
170 Seminario La bestta y el soberano I1 (2002-2003) 11i111,1 ,. '""· ,/, f,·/,u·ro el• 20(H 171
partido, fallecido, cuando me haya alejado, cuando haya desaparc ¡. Pong mo ahora, como hip<'>tcsis o de forma ficticia, que yo diga
do, cuando esté totalmente sin defensa, desarmado, entre sus manos, lo siguiente. i digo: «Robín on ru oe ha sido en efecto "enterrado
es decir, como suele decirse, por así decirlo, muerto?», ya he pr su- vivo" (buried alive), ha ido en efecto "engullido vivo" (swalllow'd
puesto, sin saber nada de lo que quiere decir «muerto» en el sintagm. 1 11 ¡, alive) », ustedes no me creerían.
«cuando yo haya etc. muerto», [ya he presupuesto] una pre-definición «¿Pero qué está contando otra vez? -se preguntarían ustedes-. ¡Es
de la muerte, del estar-muerto, a saber, que estar muerto, antes de qu · mentira! ¡Lo que cuenta es mentira! Este profesor no dice la verdad,
rer decir cualquier otra cosa, significa, para mí, estar entregado, en lu 110 respeta en modo alguno la verdad. No sólo añade a su programa
que queda de mí, así como en todos mis restos, estar expuesto o entre.· de filosofía, codo a codo, una agradable ficción de un literato inglés
gado sin defensa posible, una vez desarmado totalmente, al otro. A lo~ del siglo XVIII y el seminario más serio del mundo de un gran pen-
otros. Y por poco que yo sepa acerca de lo que quiere decir la alteri "ador alemán de este siglo sobre el mundo y el hombre, no sólo lo
dad del otro o de los otros, he tenido que presuponer en efecto que el mezcla todo, contamina el uno con el otro, sino que, de pronto, nos
otro, los otros son precisamente aquellos que siempre pueden morir cuenta tonterías cuando nos declara en voz alta, como si nos anuncia-
d~spués de mí, sobrevivirme y disponer así de lo que queda de mí, d · se una información en el telediario de la noche de la CNN al consul-
mis restos. ¿Qué son los otros? Aquellos y aquellas que pueden sobre tar una noticia: "Acabamos de enterarnos de que Robinson Crusoe
vivirme. Por eso, a propósito, he formulado mi pregunta de la siguien- ha sido en efecto, según sus propias palabras, 'enterrado vivo' (buried
te manera: «¿Qué es el otro? ¿Qué es lo que el otro o los otros van a alive), ha sido en efecto, como él mismo había previsto, 'engullido
hacer de mí cuando yo haya partido, fallecido, cuando esté totalmente vivo' (swallow'd up alive)".
sin defensa, desarmado, entre sus manos, es decir, como suele decirse, Pero no es verdad, objetarían ustedes con firmeza, de nuevo se tra-
por así decirlo, muerto?», y he comenzado así mi frase con «¿qué es ta de una desinformación, eso no es lo que la historia cuenta, ése no
el otro?», anticipando la respuesta a esa pregunta misma que yo había es el relato que hemos leído, eso no es lo que millones de personas
seccionado de ese modo ( «¿qué es el otro?», después «¿qué harán lo han leído y leerán en todas las lenguas, ése no es el relato publicado,
otros de mí?», pues algo harán de mí): pues bien (respuesta), el otro e , Robinson Crusoe, el relato identificable e idéntico a sí mismo que,
el otro es, los otros son aquellos y aquellas ante los cuales y las cuale por lo demás, tiene depósito legal y que todo el mundo puede consul-
yo estoy desarmado, sin defensa, el otro es aquel que siempre podría, tar en la Biblioteca. Británica, en la Biblioteca Nacional de Francia y
un buen día, hacer de mí y de mis restos alguna cosa, una cosa, su en la Biblioteca del Congreso, y del que pueden dar testimonio millo-
cosa, cualesquiera que sean el respeto o la pompa, por vocación fúne- nes de lectores, eso no es así, no es verdad, Robinson Crusoe no fue
bre, con los que trate esa cosa singular que se llaman mis restos. El enterrado vivo, no fue engullido vivo, tan sólo habló de eso y tan sólo
otro se me aparece como otro en cuanto tal, en cuanto aquel, aquella tuvo miedo de eso. De hecho, como sabemos, volvió de su isla vivito
o aquellos que pueden sobrevivirme, sobrevivir a mi deceso y proceder y coleando, en plena forma, más vivo al abordar las costas de Inglate-
entonces como les parezca, soberanamente, y soberanamente disponer rra que algunos cosmonautas al volver de la atmósfera».
del porvenir de mis restos, si los hay.
A lo cual, sin dejarme intimidar por ese consenso y haciéndoles
Esto es lo que querría decir, lo que siempre habría querido decir, la frente a ustedes, si es que todavía no me han matado, yo respondería
palabra «otro».
con insistencia: «Que sí, que sí, ése es en efecto el relato, el relato
Pero disponer de mis restos es algo que se puede hacer antes inclu- mismo, no lo que él cuenta sin duda, ahí quizá tengan ustedes razón,
so de que yo esté total, clara y distintamente muerto, es decir, que el a pesar de que, no obstante, Robinson, en el relato, se ve, como con
otro, los otros, son también lo que puede no esperar a que yo esté alucinaciones, léanlo bien, se ve así de antemano (y por eso habla tan-
muerto para hacerlo, para disponer de mis restos: el otro puede ente- to de eso), ve que se acerca el momento, se ve de antemano enterrado
25
rrarme vivo, comerme o engullirme vivo, quemarme vivo, etc. Puede vivo o engullido vivo».
matarme estando yo vivo y ejercer así su soberanía.
«No -dirán ustedes-, no el momento en que será enterrado o
engullido vivo, sino el momento en que sería de ese modo enterrado
o engullido vivo, cuando corre el riesgo de ser enterrado vivo. Tie-
25. Durante la sesión, Jacques Derrida añade: «Literal o figuradamente» ne miedo de lo que bien podría ocurrirle y que no le ha ocurrido.
(n. de e. fr.).
No es un futuro de indicativo sino un condicional, él bien podría ser
172 emmario La be~tia y el soberano /1 (2002 003) /1 • /1/11 N 11dt• ()()~ 17 1
e?terrado o engullido totalmente vivo, tiembla pensando en eso, por .d r lato 1111 ·nw, po, qlll u.111 lo ligo, cuand. pronun io «Robinson
eJemplo, cuando el temblor de tierra, y hace lo que sea para que lo C rn o », allí dondl' no wn las ·orrnlla entre las cuales dejo en sus-
que ve venir no le ocurra. Para que su fantasma, si quieren llamarlo p ·n o e te nombre propio o la cur ivas con las que lo inclino, cuan-
así, siga siendo un fantasma y no se cumpla». do pronuncio «Robinson Crusoe», nombro de esta forma el relato,
«A menos -replicaría-yo 26 entonces-, a menos que la diferencia m refiero al relato (el relato es mi referencia y mi referente). Al nom-
entre el condicional y el indicativo, la diferencia entre el condicio hrar entonces el relato, llamo al relato por su nombre, que es nuestro
nal, el futuro y el presente o el pretérito del indicativo no sean sino 1111ico referente común aquí (no hay ningún Robinson Crusoe aparte
modalidades temporales, modalizaciones en la superficie de la feno d l libro), y este nombre-título, este título que es dos veces un nom-
menalidad o de la representación conscientes y que cuentan poco con hr propio (lo mismo que Hamlet, René, Ana Karenina o Bartleby
respecto al contenido fantasmático que, por su parte, le ocurre, le ha ,·l escribiente, etc.), pues todo título es un nombre propio y, cuando
ocurrido efectivamente, a Robinson; a menos -diría yo de nuevo- qm 1111 título tiene la forma del nombre propio, es dos veces un nombre
Robinson Crusoe haya hecho lo que sea para que, a pesar de su terror pr pio, dos veces: el mismo nombre propio y otro nombre propio, el
o a través de él, su deseo no hable y a menos que le haya ocurrido lo nombre propio como título y el nombre propio nombrado por el títu-
que él quería que no le ocurriese. Como si el núcleo noemático del lo todo eso en un solo nombre con dos cabezas o con dos funciones
fantasma, en cierto modo (ser enterrado o engullido vivo), le hubiest '
, ·ferenciales. Aquí, el nombre propio es el homónimo, es el mismo
ocurrido de todas formas, ocurrido irreversiblemente, ocurrido vir que el nombre del personaje del relato y del narrador del relato, de la
tual pero irreversiblemente, y como si los modos en que se presentan l onfesión cuasi autobiográfica, etc. El relato titulado Robinson Cru-
ese núcleo noemático, sus modalidades o sus modificaciones (presentt oe y, dentro de él, el personaje y el narrador, el autor del diario y el
o futuro, indicativo o condicional, percepción o alucinación, realidad personaje que el autor del diario autobiográfico pone en escena son,
o ficción) siguiesen siendo -en cuanto modificaciones o cualidades 1odos ellos, diferentes, distintos entre sí, pero todos ellos son nom-
secundarias, relativamente secundarias- justamente externas, epifeno- brados con el mismo nombre «Robinson Crusoe» y, en cuanto tales,
menales. Tiene, pues, miedo de morir estando vivo, se ve ya en e a iodos ellos son muertos vivientes, 28 son enterrados y engullidos total-
situación: es enterrado o engullido vivo, él lo habrá querido así. No 111ente vivos con regularidad. Pero, evidentemente, dado que morir
había que pensar en eso. Pues, por añadidura, y arriesgando un paso 1·stando vivo, en presente, no puede presentarse nunca de un modo
más en la provocación, me atrevo a sostener, esta vez en indicativo, 1· ctivo; dado que no se puede presentemente estar muerto, morir y
que eso le ocurrió en efecto».
Vl: rse morir, morir estando vivo; dado que no se puede estar a la vez
«¿Ah, sí? ¿Cómo es eso? -dirían ustedes-.» vivo y muerto, el morir estando vivo no puede ser sino una virtuali-
27
« Pues bien, adoptando otra vía y de acuerdo con otra necesi d,1d fantasmática, una ficción, si quieren ustedes, pero esa virtualidad
dad además de la de ese puro contenido fantasmático, antes de cual- l 1c.:ticia o fantasmática no disminuye en modo alguno la omnipotencia
quier modalidad temporal, y puesto que tanto interés tienen ustedes d ctiva de lo que se presenta así al fantasma, omnipotencia que ya no
en hablar del relato y en tener en cuenta el relato ficticio, en tener lo abandona, no lo abandona nunca, y organiza y rige el todo de lo
en cuenta ese informe ficticio que es el relato, ese relato que es a la que denominamos la vida y la muerte, la vida la muerte. Esa potencia
vez o sucesivamente un diario, un diario de viaje, una confesión, una dt· la omnipotencia pertenece a un más allá de la oposición entre ser o
ficción de autobiografía, un tratado de antropología, un aprendizaj 110 er, vida y muerte, realidad y ficción o virtualidad fantasmática.
de la plegaria cristiana y, por encima de todo, abarcando todo eso, un ¿Qué quiere decir eso? Ya han comprendido que un libro y, de una
acontecimiento literario en una lengua nacional de Europa, manten 111anera todavía más contundente, un libro cuyo texto es una ficción
go que eso le ocurrió, el morir estando vivo, a «Robinson Crusoe>,, 1 11 primera persona, que inserta en el relato vivo las citas, los insertos,
tamos qué es eso tan específico, tan punzante y tan único que nos tragado o ,devorado vivo.. Crusoe el libro esta vez, puede y debe
ocurre en la organización procedimental de la muerte como supervi Despues, porque Robinson t' do de antropología o de etno-
. . leído como un corto tra a 11
vencía, como tratamiento, por parte de la familia y/o del Estado, d 1 asimismo ser h . d. d y le doy las gracias por e o,
cuerpo así llamado muerto, de lo que llamamos un cadáver, no sól logía. Un artículo qu~ ~e a m ica ; o, esa dimensión de «tratado
. C mtesse31 msiste con razon en ; l d
en el horizonte de las religiones o de las filosofías o de las ideología el amigo o ; ·1 d 1 si lo XVIII. Se trata de un arucu o e
que, todas ellas, presuponen, lejos de tornarla simplemente posible, de antropologia » al estl o e d g d 1 Otro en Robinson Crusoe »,
esa estructura universal de la supervivencia que acabo de evocar, sino Francis Affergan, :<Los marca o;;: ; modernes.32 En apoyo de esta
también en el funeral3° mismo, en la forma organizada, en el dispo- publicado en un ?u~e.ro de Les odrí~n citar en efecto mil pasajes de
sitivo jurídico y el conjunto de procedimientos técnicos mediante lo observación tan 1ust1ficada, se p t cita esas cuantas líneas que
cuales nosotros, como comunidad, familia, nación, Estado, humani- Robinson Crusoe. Affergand pc;a:~/1: ~obinson Crusoe, que siem-
dad, entregamos el cadáver a su porvenir, preparamos el porvenir de se encuentran en la Segun ad 1 ben como una suerte de largo
un cadáver y nos preparamos nosotros mismos, lo mismo que se dice
h
pre se a co
nsiderado uste es o sa
' . 1 f 1 de' sus aventuras en 1a is. 1a. Se
que se prepara un cadáver. preámbulo o de post-scridtum a if a bra titulada Robinson Crusoe
Como recordarán, yo esperaba, les había prometido, me había está de acuerdo .en consi. e~~r que
está, en lo esencial, constltm a por
1:
~rimera Parte. Pétrus Borel, por
francés están reunidas en un
prometido hablar hoy de eso, y en la dirección de esa fantasmática
del morir estando vivo o del morir estando muerto, de lo que ocurre su lado, tradujo las dos dartes J~e~l e;exto int~gral» en la Biblioteca
cuando la gente, entre nosotros, en Occidente, como suele decirse,
duda todavía, cada vez más, o dilucida cada vez más entre las dos
solo volumen y presenta asco .
Marabout de donde cito el pasa)~ que, r
su vez cita Francis Affergan.
la Bibliotheque Marabout
Está en la página 558 del ~~xt~ ifrgra n;n Robinson Crusoe recuerda
únicas posibilidades que se le ofrecen y ante las cuales sigue siendo
libre (esto es algo reciente, extraño en la superficie y en la historia (trad. cast., p. 252 de la Editona; dumle i~la y mantiene un discurso
. . ch· mucho espues e a '
de la tierra humana) [dos posibilidades, pues]: la inhumación y la su viaJe a ma, . b . d d como apunta justamente
1 h · que mcum e sm u a, . .
acerca d e os c mos
incineración, mientras que, en otras culturas, se ha optado de forma
global y estable, todavía muy ampliamente duradera, por la una o
;
Affergan, a la antropologia c~m~ar~uv; aproximación deliberada-1:
. ( subrayo esa comparauvi-
33. M. Heidegger: Die Grundbegriffe .. . , op. cit., p. 260 y ss. [trad. cast.,
p. 225 y ss.].
34. D. Defoe: Robinson Crusoé, trad. fr. de P. Borel, ilustraciones de
¡/ f, /111'/() tit' ()() J 181
18 Semmarm I 1 bestia el oberano JI (2002 200 3)
Ante de abordar uno de mis principales propósitos de h y, no ,e ·r d ningun, m l1l 1, 11 llo, Com i t d a g nt upi
quiero dejar de recordar que Robinson Crusoe, aunque sea a í pr a JU quier d cir u t·t·1. Rol i11son ~r.u . no ~be, l.o c~~fiesa, per~ e
de esos fantasmas (ser enterrado o engullido vivo, estar atemorizado d·i muy bien u nta d ¡u· su p nencia, su imagmac10n, sus suenos
por la huella fantasmática de un paso en la arena, etc.), es -tantc lo mpujarían en efect a reer en eso, aunque tenga ~ue creer ~u~ no
como hombre realista cuanto como cristiano confeso- alguien a qui n hay que creer en eso. Leo un pasaje en donde se dedica a descnbu la
le gustaría instalarse en la sensatez y en el sentido común, en la nega n talgia y la melancolía que lo trabajan, como _una enferme~ad, Y
ción testaruda de lo espectral y de lo fantasmático. Pero, asimismo, 1 empujan a imaginarse de vuelta esta vez a su isla: no a su isla_ en
es alguien que no puede hacerlo y que debe de ese modo dejar en Inglaterra, sino de vuelta de Inglaterra a su isla desafortunada, su isla
suspenso el asunto en el momento de su confesión. Es alguien qu d la desesperanza.
se mantiene entre la creencia y la incredulidad, puesto que paradó
jicamente la creencia en los fantasmas va en contra de su creencia Ninguna de esas cosas, sin embargo fdice]. tuvo ef~ct~ so~:e mí o al
menos no el suficiente como para ahogar la violenta mclmac10n que yo
cristiana, y a su vez su creencia misma queda, incrédula, suspendida
tenía de recorrer de nuevo el mundo, inclinación que era inherente a mí
de los fantasmas espectrales y de los fantasmas (de los phantásmata, como una enfermedad crónica [por consiguiente, su nostalgia melancó-
palabra que quiere decir en griego a la vez el producto de la imagina- lica es «dia nóson», patológica, hubiese dicho Aristóteles, como rec~er-
ción o el fantasma y el reaparecido), puesto que su creencia perma dan ustedes citado por Heidegger: día nóson y no dia physin: patológica,
nece invencible frente a la sensatez [Robinson Crusoe es alguien que enfermiza/ no natural ni normal]. Ver mi nueva plantación en la isla Y 1~
está entre la creencia en los fantasmas espectrales y los fantasmas] y colonia que allí dejé era el deseo que rondaba más incesantemente por mi
a la denegación, la denegación de alguien que no dejaría de decirles cabeza. Con eso soñaba toda la noche y mi imaginación se mecía durante
tirándoles de la manga, «saben, no me engañen, a mí, que tengo gran todo el día. 36
sentido común, no creo en los fantasmas, ni en los espectros, ni en
los reaparecidos, ni en las apariciones, de ninguna manera, en abso- Más adelante: <<hablaba de eso -dice- durante mi sueño .... ». Se
luto, no vayan a creer». Y hemos aprendido a comprender, hemos trata, pues, de un fantasma tan poderoso, en sus efectos, que lo hace
aprendido y comprendido cómo no dejarnos aprehender y que, cuan- , ctuar y hablar, de una forma cuasi sonámbula. .
do alguien nos dice: «No vayan ustedes a creer que ... » es, en efec- Porque, ya lo han escuchado muy bien, Robinson Crusoe dice que
to, el momento de creer justamente que ... , sobre todo si esa persona nada ha tenido un «efecto» lo suficientemente poderoso como para
insiste y nos dice: «No vayan a creer, sobre todo, que yo creo en ... », refrenar su deseo su nostalgia, su melancolía, sus sueños diurnos Y
entonces podemos creer que, muy probablemente, esa persona cree nocturnos. Por c;nsiguiente, el fantasma es efectivamente más efecti-
y espera en efecto que vamos a creer que ella cree en lo que le gus- vo, más poderoso, es en efecto más _poderoso que 1~ ,que se le contra-
taría no creer, pero en lo que 35 él o ella cree, en el momento mismo pone, digamos, la sensatez y la realidad, la percepc10n ~e lo r.eal, _e,tc.
de dejar su juicio en suspenso con un «en el fondo, no sé ... ». No sé La percepción de lo real tiene menos poder que esa cuasi-alucma~10n,
-dice-. ¿Qué hacemos cuando decimos «no sé» ante un fantasma o la cual es, por lo tanto, más real, más efectiva para él, en su realidad
un reaparecido? Con ese espíritu, o lo más cerca de esos espíritus, lee- psíquica, que lo que se le contrapone con el nombre o en nombre de
ré y los invitaré a releer el mismísimo comienzo de la Segunda Parte un principio de realidad.
de Robinson Crusoe, en donde éste confiesa que no sabe si debe creer Con ese espíritu habla de los espíritus y evoca el discurso usual
o no creer en los espectros, si debe creer o no creer a la gente sensata y tan sensato sobre los fantasmas, los espectros ~ los ~eapare~idos.
que dice que no cree en absoluto en ellos y que sobre todo no hay que Termina diciendo: «No sé». No sabe, pero está baJO la mfluencia del
fantasma eficaz, poderoso, y lo dice. Decir «no sé» con respecto al
fantasma y al reaparecido es la única manera de tenerlos en cuenta
por su propio poder efectivo. Si yo dijese «sé», «estoy seguro Y ten-
Grandville, Verviers (Bélgica), Bibliotheque Marabout, 1977, pp. 558-560
[trad. cast. de J. Cortázar, Vida y extrañas y sorprendentes aventuras de
Robinson Crusoe escritas por él mismo, Barcelona, Lumen, 1975, vol. 11, pp.
252-253]. 36. D. Defoe: Robinson Crusoé, op. cit., p. 328 (Bibliotheque Marabout)
35. En el texto mecanografiado:« a qui» [«en quien»] (n. de e. fr.). [trad. cast., pp. 9-10 (Editorial Lumen)] (n. de e. fr.).
18 1
, /t /1 /111 I II i/1• ()() J
12 •mmarw La h • tia y el s berano JI (2002 2 03)
h,ty qu d u 1 1 , :-. ,1 ' I e<n · ituy n fanta ía que lo
go certeza», clara y distintamente, no sólo de que me af ctan fant,1
¡ ·n n pr o. ' o otros, l ·m ·nt d e o otro , puede ser tanto
mas espectr~les sino de que los hay realmente fuera de mí, haría ¡w 1
lo má tro como lo m ·n tr . Ahora bien, 38 cuanto más otro es
la espectrahdad se disolviese de inmediato, denegaría sin tard nz, 1
·l otro, menos otro e . Y, al revés, cuanto menos otro es, m~s otro
con~radiría a priori precisamente aquello mismo que digo. No pu do
s. Cuanto más otro, menos es el otro; cuanto menos otro, mas es el
decir «estoy seguro y sé» que hay ahí espectro sin decir lo contr no
Y sin conjurar al espectro. El «no sé» es, pues, la modalidad mi ma otro.
d~ la experiencia de lo espectral y, por lo demás, de la huella supervi ¿Qué quiere decir eso? .
El temblor de tierra o la tempestad que me entierran o me engu-
viente en general. Robinson Crusoe dirá: «[ ... ] no sé todavía a e ta
n vivo es una especie de otro, ¿verdad?, una especie de elemei:ito
horas si hay apariciones reales, espectros, gente que pasea despué clt
terno y ajeno; en segundo lugar, la bestia feroz que me devora v~vo
su muerte, etc.». Cito:
también otra especie de otro, un ser vivo como yo, pero muy dife-
1 nte de mí; en tercer lugar, el caníbal, finalmente, que me de.vo~a
Con frecuencia he oído decir a personas con mucho sentido que todo
l~s. rumores acreditados en el mundo acerca de los espectros y las reap.1 ería una tercera especie de otro, un ser vivo como yo, ~ero asimis-
~1c1~?es se deben a la fuerza de la imaginación y al poderoso efecto de 11 mo un hombre como yo. Aquí tenemos, pues, tres especies de otros
1lus1on sobre nuestros espíritus; que no hay ni reaparecidos, ni fantasm, s ¿verdad? Pero la tierra y el mar son lo más lejano y más diferen~e de
errabu~dos, ni nada semejante; que, a fuerza de repasar apasionadamen mí, lo más otro; sin embargo, no son tan otros co~o los seres vivos,
te la vida y las costumbres de nuestros amigos que ya no están, nos lo!-. las bestias feroces que amenazan con devorarme vivo y que, estando
representamos tan bien que nos resulta posible en circunstancias extra r más próximas a mí, siendo menos diferentes de mí qu~ el mar Y la
<linarias figurarnos que los vemos, que les hablamos y que recibimos sus tierra, que los elementos sin vida que son el mar y la tierra, son no
respuestas, cuando, en el fondo de todo eso, no hay sino sombra y vapor. obstante más otros que el mar y la tierra. En cuanto a los h~manos
- Y, por eso, es algo muy incomprensible. caníbales y salvajes que amenazan también con devorarme vivo, son
Por mi parte, no sé todavía a estas horas si hay apariciones reale ,
todavía más próximos a mí, menos diferentes de mí que el mar~ la
espectros, gente que pasea después de su muerte, o si en todas las historias
de este tip~ ~ue nos cuentan no hay nada que no sea el producto de vapo
tierra y las bestias pero, debido a esa proximidad q~e los c~nvier-
r~s, de esp1r_1t_us e~fer~?s y de i_m aginaciones extraviadas; pero lo que , te casi en semejantes son todavía más otros. Su altendad esta tanto
se es que m1 1magmac10n trabajaba con tanta intensidad y me sumía en más marcada cuanto' menos marcada es. Y los salvajes caníb~les, de
un exceso tal de vapores -o como se lo quiera llamar- que con frecuencia los que se habla por doquier en el libro, llevan hasta el paroxismo la
yo creía estar en esos mismos lugares, en mi viejo castillo tras los árbole amenaza general de ser matado y comido vivo. Si hay otro al_que se
Y veía a mi primer español, al padre de Viernes y a los infames marine, me entrega cuando muero estando vivo, ése es, por excelencia -:-por
ros que había dejado en la isla. Me figuraba incluso que les hablaba; y, así decirlo-, aquel que llamo mi semejante, el otro mortal, el ca;1ibal:
a pesar d~ estar completamente despierto, los miraba fijamente como si no sólo el ser vivo carnívoro (la bestia), sino el hombre antropofago,
ellos hubiesen estado en persona delante de mí. Con frecuencia llegué a el caníbal. Por doquier se habla de esa entre-devora~ión d~ los caní-
asustarme a mí mismo con los objetos que mi cerebro daba a luz. - Una bales. Si tuviésemos tiempo, podríamos citar y analizar mil casos ~n
vez, mientras yo dormía, el primer español y el padre de Viernes me des-
los que eso aparece. Por eso -y así leeremos una ve~ más ~l prefac10,
cribieron con tanta viveza la alevosía de los tres corsarios marineros que
fue una maravilla. Me contaban [... ].37
el último, el ante-penúltimo prefacio a lo que quena decirles acerca
de la comparación entre esos dos modos de ser-entregado al otro, dos
Ahora, para apuntar muy bien que «morir estando vivo» ser ente- modos incomparables y que, sin embargo, hay que comparar como
rrado o engullido «alive», es en efecto, para Robinson, se; entrega- el único par de elecciones que, hoy en día, entr~ nosotros nos d~~ o
nos dejan: ser inhumado o ser incinerado, el entierro y la c~emacion.
do, en_ su cuerpo, sin defensa, al otro, creo que hay que estar atentos
A la punta hiperbólica, al exceso absoluto de ese ser-comido por el
a la diferenciación jerárquica de esos otros que tienen a Robinson,
38. Durante la sesión, Jacques Derrida precisa: «Ahora bien, aporía» (n.
37. D. Defoe: Robinson Crusoé, op. cit, pp. 328-329 (Bibliotheque Mara-
bout) [trad. cast., p. 10 (Editorial Lumen)] (n. de e. fr.). de e. fr.).
18 S
184 Sc111i11ariu I ,, ¡,,.._,;,, v el o/)(·1,11w 11 ( >()()' >()() l) d •'"'"'''''el,• 2001
pófago, es menos humano y menos mi semejante y, por con iguiente, o la muerta hny.1 d cidido olll 1:111.1111 ntt·, en vida, acerca de la uerte
más otro que el inglés cristiano no caníbal y compatriota de Robin 0 11 de su cadáver p r venir, d ·j.111do un t-. tamento, una última volun-
(qued~ndo por probar dos cosas: en primer lugar, la pureza o la pre tad, una voluntad, a wr/1. Pero ese te tamento sólo tendrá fuerza de
sunta mocencia del cristianismo en lo que se refiere a la pulsión o a la ll'y i un tercero, el Estado o una fuerza coercitiva institucional, lo
tentación antropófaga en la Cena eucarística o transustancial cuando ,tvala y puede obligar a los herederos a atenerse a esas instrucciones.
Cristo ofrece su corpus para ser comido y bebido como pa~ y vino, Fs evidente que la soberanía efectiva del muerto encuentra ahí, con
carne y sangre, en su recuerdo (hoc est meum corpus, etc.), y, des- es tercero, un límite, y es incluso en función de ese límite, que sirve
pués, que los ingleses son inocentes de todo canibalismo (recuerden ·ntonces de criterio último, como se juzga acerca de lo que se lla-
ustedes lo que al respecto dice un Rousseau vegetariano en el Emi ma el estado de muerte. Un muerto es alguien que no puede poner
. 47
lto, d ·
cuan o acusa a los mgleses de ser tan cruelmente carnívoros ·1 mismo en funcionamiento una decisión cualquiera que concierna
que cabe preguntarse si Rousseau no sospecha que éstos son secre- .ti porvenir de su cadáver. El muerto no dispone ya de su cadáver, ya
ta e inconscientemente antropófagos; probablemente como todos los no hay habeas corpus. El habeas corpus, al menos, no es un habeas
que comen carne. ¿Acaso todo hombre carnívoro no es secretament , orpse, suponiendo que lo haya habido alguna vez. El habeas corpus
antropófago, con una antropofagia que sólo se evita con el rodeo cJ oncierne al cuerpo vivo y no al corpse, al cadáver. Suponiendo -repi-
una represión?)).
to- que haya habido alguna vez habeas corpus para el cuerpo vivo.
Pues, como adivinan ustedes, creo que ese habeas corpus no habrá
. Bueno. ~ig~ bueno no ya para relamerme el hocico ni para anun- 1.·xistido nunca y que su emergencia legal, por importante que sea, no
ciar un menu, smo porque, por fin, abordo los dos double binds auto- d ·signa sino una forma de tener en cuenta o de gestionar los efectos
in~unitarios q~e constituyen las dos únicas elecciones que se nos per- d la heteronomía y de un non habeas corpus irreductible. Y el non
miten hoy en dia para responder al fantasma del morir-estando-vivo: habeas corpse, en el momento de la muerte, manifiesta la verdad de
la inhumación y la incineración.
t'Se non habeas corpus en vida del susodicho cuerpo.
Problema de soberanía, en primer lugar, y quizá ni eso. El habeas Ahora, con el fin de esbozar -desde el punto de vista limitado
corpus -si se conoce algo del idioma y de la historia jurídica que vin- y determinado que es aquí el nuestro, a saber, el fantasma del muer-
culan este concepto y esta ley con Inglaterra-, el habeas corpus otor- to viviente- un análisis comparativo de los dos modos de gestión del
ga una suerte de soberanía de propietario sobre el cuerpo vivo propio l adáver que nos resultan accesibles, en Occidente, en este momento
de cada cual. Yo detento la propiedad de mi cuerpo propio: ése es preciso de la historia de las sepulturas, yo tendría que privilegiar una
el habeas corp_us q~e la ley garantiza: que puedes tener, que tengas, v z más, al tiempo que explico por qué, la contradicción o la apo-
tu cuerpo. De10 deliberadamente de lado todos los inmensos y temi- ría autoinmunitaria en la que fatídicamente queda presa esa última
bles problemas, antiguos e inéditos, que esta presunta soberanía del voluntad, ese «will», allí donde se trataría de intentar elegir sobera-
h_~beas corpus plantea en lo que concierne al nacimiento, la concep- namente, de dictar soberana y dictatorialmente su conducta a supervi-
ci~n. o el con~rol de los nacimientos, la medicina, la experimentación, vientes que, por su parte, se convierten en los soberanos efectivos. De
el m1erto de organos, etc., para limitarme al tratamiento de la muerte. modo que ese will, esa última voluntad está de hecho ligada a priori
No _habla_ré s~quiera de los problemas específicos de la autopsia, de por un double bind o un doble constreñimiento, una obligación doble
las mvestigac10nes sobre el ADN, etc. Me limitaré a la decisión a la y contradictoria.
elección, a la alternativa entre enterrar o incinerar, y a su relació~ con ¿Cuál?
el fantasma del muerto viviente.
Ahí es donde comenzamos. Y, en cada opción, vamos a encontrar-
Es muy posible de derecho, y es frecuente de hecho, que el muerto nos con el double bind autoinmunitario que trabaja al ser vivo o al
moribundo en todas partes donde éste actúa por medio del fantas-
ma del muerto viviente. Partimos de la situación o de la hipótesis en
47._J. J. Rousseau: Émile ou De l'éducation, pp. 196-197 [trad. cast., p. donde hay apariencia de elección ¿verdad?, es decir, de una situación,
222], citado por J. Derrida en « Premiere seánce. Le 12 décembre 2001 » en frecuente hoy en día en nuestra sociedad, en la que ni la religión ni
Séminaire La bete et le souverain. Volume I, op. cit., p. 45 [trad. cast., p. 421 el Estado nos imponen esto o aquello, la incineración o la inhuma-
(n. de e. fr.).
l ión, aunque nos impongan elegir entre las dos. Pues dense cuenta
1 O Semi11a, io I i1 l>,·~ti,t · el ol,era110 1/ ()002 200 l) l lJ I
de que todavía quedan mucho otro con treñimiento e tata! s: 110 rnu rto y no como mu •1 to qm { st.1 vivo. En la c munidad judía
podemos enterrarnos ni incineramos en nuestra ca a (ni iquiera, d, dl' Arg lia en d nd 'i •11ti n ·1, por upu sto, in ataúd, en la tierra
derecho, en otro lugar), ni tampoco a nuestros amigos los animal ·s, mi ma, dentro de un ·udario que con frecuencia, para los hombres,
cuando aquellos 48 a los que se denomina animales forman parte d lo e u talith, pues bien, para asegurarse de que no se entierra a un ser
que llamamos los «nuestros», los «míos». Tampoco podemos torna, vivo, se taponan todos los orificios y se deposita el cuerpo encima de
la decisión de que vamos a enterrar o ahogar o quemar el cadá v .,.. unas baldosas heladas durante el tiempo suficiente para que la rigi-
en cualquier lugar, ni de que lo vamos a cortar en trozos para dar dez, el rigor mortis, confirme, más allá de toda duda razonable, la
le un poco de él a cada uno de los suyos, ni tomar la decisión d · atestiguación legal o médica del fallecimiento, en la cual finalmente
comérnoslo, ni de conservarlo en casa, embalsamado o no, etc. La no se tiene una confianza absoluta.
alterna_tiv_a sigue siendo muy estricta: inhumar o incinerar según los Lo que nos quedaría por saber -y ésta será una de nuestras pre-
proce~11;11entos controla_bles por la sociedad civil, por el Estado y po, guntas- es si, en el fondo, detrás o en el inconsciente de la cultura
su pohcia, por corporaciones profesionales habilitadas por el Estado, funeraria, cualesquiera que sean los ritos, el salvajismo del incons-
etc. No tenemos derecho a hacer desaparecer un cadáver, y no hay ciente no sigue operando con la crueldad que parece temer Robinson
derecho alguno a la desaparición. Aquel o aquella que denominamos cuando tiene miedo de morir estando vivo como una bestia.
a veces, mediante un eufemismo enternecedor, el desaparecido o la Bueno.
desaparecida no debe desaparecer en ningún caso sin dejar huella -y Primera elección. La primera elección que todavía es más frecuente
de esas huellas, de esos restos, de esos despojos mortales es de lo que •ntre nosotros, como ustedes saben, es, estadísticamente, la inhuma-
ahora _v~~os a habl~r:-, Si alguien desaparece por sí mismo, por ejem ción. Si alguien piensa decidir sobre ello libre y soberanamente para sí
plo ~mc1dandose y t1randose desde el puente de Mirabeau, pues bien, mismo, es decir, si, sin inercia, tras haber sopesado los pros y los con-
la cmdad, el Estado y la familia tienen el deber de reapropiarse el tras, y haber considerado las dos únicas posibilidades que les restan a
cuerpo y de decidir dar una sepultura así llamada normal, conform los restos, la incineración y la inhumación, si él o ella eligen el ente-
a las leyes de la ciudad, a la constitución de la pólis. Se sabe desde rramiento libremente, como suele decirse, soberanamente ¿por qué
hace tie~po que la pólis, la ciudad, la ley de la ciudad, la política no erá? ¿Por qué el enterramiento? ¿Con vistas a qué? ¿Para responder
s~ const1tuye_n _nunca, en la historia de esta cosa, la pólis y la política, a qué deseo y a qué motivación? Sería mejor decir o precisar: ¿con
sm una admm1stración central de los funerales. En el fondo, cuando vistas a quién? ¿Para responder al deseo y la motivación de quién?
Robinson tiene miedo de ser engullido o enterrado vivo tiene meno Ahí es donde vamos a ver anudarse el primer double bind. Por
miedo de morir que de morir sin sepultura, sin el rito so~ial mediante recordar, a modo de precaución metodológica, en el orden del camino
e~ cual ~e entierra o se hace desaparecer, conservándolo, al desapare- que hay que seguir, un axioma muy corriente pero poco discutible,
c1d~. T1en~ miedo del _salv~jismo presocial y preinstitucional que lo pues bien, es evidente que la decisión al respecto (la inhumación antes
hana monr estando vivo sm funerales, de cualquier tipo que éstos que la incineración) no puede ser sino la decisión de un ser vivo y no
sean. Tiene miedo de morir como una bestia, en resumidas cuentas, si la de un muerto (¿qué sería la decisión de un muerto? ¿acaso no es
es que la bestia es, como tanta gente supone, como lo supone Robin- imposible? ¿acaso el concepto de decisión no implica al menos la vida
son, como lo supone Heidegger, un ser vivo que muere sin funerales y el ser vivo que dispone de un porvenir? De ahí el «¿con vistas a qué
Y sin duelo. En el fondo, los funerales son los que están destinados y a quién?»), pues bien, habrá que examinar esa decisión, ya sea des-
por los ~eres vivos, los nuestros, la familia, la sociedad, el Estado: de el punto de vista de los seres vivos supervivientes, de los herederos,
a garant!z~r que e~ muerto está_ bien muerto y que no volverá, que ya sea del de aquel o aquella que da instrucciones en el momento en
no habra sido asesmado, es decir, tratado como un muerto viviente. que va a morir aunque todavía no ha «partido» y sólo puede, por
Robinson acepta morir, pero no quiere ser asesinado, condenado a consiguiente, especular sobre su propia muerte a partir de la imagina-
muerte ,si°: juicio. Y quiere estar seguro, como los supervivientes, de ción o del fantasma del muerto viviente, en el límite del muerto que
que esta bien muerto, sin posible vuelta atrás, como muerto que está vive lo suficiente para verse morir y enterrar y que -para parodiar la
literalidad de lo que decía Robinson Crusoe en un pasaje que a pro-
pósito elegí leer hace un rato- se imagina paseando todavía después
48. En el texto mecanografiado: « ce » [«aquello»] (n. de e. fr.). de su muerte para ver lo que ocurre, para que todavía le afecte, para
192 eminario La b tia y el oberan JI (2002 -20 )
gozar o s~frir con ello ( «No sé todavía a estas horas -decía Robin ,011
Crusoe- s1 hay apariciones reales, espectros, gente que pasea de pu , s sión
de su muerte»).
12 de br ro de 2003
?esde el punto de vista del fantasma del muerto superviviente
¿cuales ~ue~en se: por consiguiente, tanto para la inhumación c m,;
para la mc~neraci?n, las ve?tajas o los beneficios calculables, lo'i
goces t~d~via previstos? ¿Cuales son, por el contrario, los perjuicio
los _sufrimientos que se temen? ¿En qué los dos contrarios están indi
~ociable Y aporéticamente afectados el uno por el otro, contaminados
mfes:ados el uno ~or el otro, quedando podrida de antemano la e O '
nomia del ~oce, digamos -más sobriamente- acabada y amenazad ,
en sus prop10s adentros, por la economía del sufrimiento? Ésta es I.t
~orma d~ _la pregunta que ahora me gustaría articular tanto para la
mhumac10n como para la incineración.
Es in~til que les diga, para nuestro común alivio, que estas pr
~untas sien:i-pre son preguntas que podemos hacer esperar. El may r ¡Ánimo! ¡Ánimo, pues! Hay que tener agallas, corazón, y cora-
tiempo posible.
l para pensar, contrariamente a lo que muchos estarían tentados de
Pero, por lo menos, hasta la próxima semana. creer. Por ejemplo, para pensar el muerto-vivo. Ya se esté a favor o en
ontra, ya se acepte o no su posibilidad -o su imposibilidad-, hay que
tener coraje para pensar eso.
Muchos se imaginan que para pensar, para pensar por ejemplo
eso, basta en resumidas cuentas con pensar, es decir -se imaginan-,
on imaginarse, con representarse algo, con tener una idea, con espe-
cular dentro de su cabeza con palabras e imágenes, y que no sólo no
e corre ningún peligro que requiera tener coraje, sino que el simple
pensamiento resulta incluso un poco cobarde, pues eso se parece a
a retirada a los adentros de sí, a esa huida a una isla, a ese refugio
buscado en la especulación vacía, en la representación o en las imáge-
nes interiores, en el ejercicio verbal, en las palabras, en las hipótesis
de despacho, meditando al calor de una estufa, como decía Descartes,
te.
No, los que se hacen ilusiones de este tipo no piensan eso, no han
comenzado todavía a pensar aquello a lo que compromete eso que se
llama pensar, y que exige no sólo tener coraje, sino el coraje mismo,
y nos hace incluso pensar lo que deberían querer decir las palabras
«corazón» o «coraje». Hay que pensar el coraje a partir del pensa-
miento y no a la inversa. Hay que tener coraje para pensar en general
- aunque sólo sea el coraje de su miedo.
Aunque sólo sea el coraje de su miedo. ¿Cómo entender eso, el
coraje de su miedo? Porque así como el perdón sólo puede perdo-
nar lo imperdonable -lo cual parece a la vez imposible y prescripto
por el concepto mismo de perdón-, así también el coraje sólo puede
er el coraje de un miedo. Si soy valiente porque no tengo miedo, no
192 Seminario La bestia y el soberano II (2002-2003)
gozar o sufrir con ello ( «No sé todavía a estas horas -decía Robinson
Crusoe- si hay apariciones reales, espectros, gente que pasea después
Sexta sesión
de su muerte»). 12 de febrero de 2003
1?esde el punto de vista del fantasma del muerto superviviente,
¿cuales pueden ser por consiguiente, tanto para la inhumación como
para la incineración, las ventajas o los beneficios calculables, los
goces t~d~vía previstos? ¿Cuáles son, por el contrario, los perjuicios y
los sufnm1entos que se temen? ¿En qué los dos contrarios están indi-
sociable y aporéticamente afectados el uno por el otro contaminados
infestados el uno por el otro, quedando podrida de a~temano la eco~
nomía del ~oce, digamos -más sobriamente- acabada y amenazada,
en sus prop10s adentros, por la economía del sufrimiento? Ésta es la
forma de la pregunta que ahora me gustaría articular tanto para la
inhumación como para la incineración.
Es in~til que les diga, para nuestro común alivio, que estas pre-
guntas siempre son preguntas que podemos hacer esperar. El mayor ¡Ánimo! ¡Ánimo, pues! Hay que tener agallas, corazón, y cora-
tiempo posible. je para pensar, contrariamente a lo que muchos estarían tentados de
Pero, por lo menos, hasta la próxima semana. creer. Por ejemplo, para pensar el muerto-vivo. Ya se esté a favor o en
contra, ya se acepte o no su posibilidad -o su imposibilidad-, hay que
tener coraje para pensar eso.
Muchos se imaginan que para pensar, para pensar por ejemplo
eso, basta en resumidas cuentas con pensar, es decir -se imaginan-,
con imaginarse, con representarse algo, con tener una idea, con espe-
cular dentro de su cabeza con palabras e imágenes, y que no sólo no
e corre ningún peligro que requiera tener coraje, sino que el simple
pensamiento resulta incluso un poco cobarde, pues eso se parece a
esa retirada a los adentros de sí, a esa huida a una isla, a ese refugio
buscado en la especulación vacía, en la representación o en las imáge-
nes interiores, en el ejercicio verbal, en las palabras, en las hipótesis
de despacho, meditando al calor de una estufa, como decía Descartes,
etc.
No, los que se hacen ilusiones de este tipo no piensan eso, no han
comenzado todavía a pensar aquello a lo que compromete eso que se
llama pensar, y que exige no sólo tener coraje, sino el coraje mismo,
y nos hace incluso pensar lo que deberían querer decir las palabras
«corazón» o «coraje». Hay que pensar el coraje a partir del pensa-
miento y no a la inversa. Hay que tener coraje para pensar en general
- aunque sólo sea el coraje de su miedo.
Aunque sólo sea el coraje de su miedo. ¿Cómo entender eso, el
oraje de su miedo? Porque así como el perdón sólo puede perdo-
n, r lo imperdonable -lo cual parece a la vez imposible y prescripto
por I concepto mi mo de perdón-, así también el coraje sólo puede
s ·r ·1 cor, j · c.l • un mi do. i oy valiente porque no tengo miedo, no
I'
194 Se~11i11L11io I i1 /J,•stia rl soberano JI (200 20(H)
r ives >, < 01u' 11r11iu,· 1111,' 1111111 dct1th , uno br v1v aqu 11 a
soy valiente: es tan simple, tan bobo, pero también tan difícil d p n 11 11
sa~ como eso. Nunca hay coraje sin miedo. Si soy valiente sin t m·1
111 qu un obr ·viv , uno soh1 ·v1v · su pr pia muerte) ..
Lo que entone, h den minado «fantasma» e~ 1ust~mente lo
n_iiedo~ no lo soy. Si soy valiente por naturaleza y porque soy in en
in oncebible, lo contradictorio, lo impensable, lo imposible. Pero
sible, mvulnerable al miedo, porque ignoro naturalmente el miedo,
insi tí en esa zona en la que lo imposible es nombrado, deseado,
porque permanezco impasible e insensible al miedo invulnerabl ·ti
., prchendido. En la que eso imposible nos afecta. Lo hice po~ razones
mied? en razón de un don de mi naturaleza, de un ~olpe de fortm~: 1
·todológicas, a saber, para delimitar bien el campo que ibamos a
de m1 carácter o de mi historia consciente o inconsciente· si de ant( 111
. ' . plorar al preguntarnos por qué hoy, en nuestra_ área cultur~l eu:?-
~~no estoy i~munizado contra el miedo por idiosincrasia, incluso por
p ·a, por consiguiente en su dere~ho, su lengua Je,, su o~g~mzac1on
id~otez, por simple bobada; si previamente estoy protegido contra 1
l ivil y política, el mortal, o el moribundo que todavia esta vivo, o l~s
miedo, contra el horror o el espanto, contra el terror, contra el temor,
,uyos que todavía viven, los supervivientes, han_ de_ toma_r, una deci-
contra la in_quietud, contra la angustia, contra el pánico, entonces
,,ón en cuanto al ritual de la inhumación o de la mcmerac1on.
queda .e~clu~do que yo sea valiente, que tenga que ser valiente algun,
Cualquiera que sea la elección, implica dar crédito a lo qu~, de
ve~, m siq~uera que_ tenga que comprender lo que la palabra coraje
1orma oscura, he propuesto denominar un fant~sma, ~ saber, cierto
qmere decir: el coraJe para pensar el coraje -por lo tanto, el miedo-,
como si» (un «como si» en el que ni se cree m se de1a de c~eer, en
pa_ra pensar en general, para decir lo que viene al pensamiento y en
la dimensión de ese «no sé ... » de Robinson Crusoe que _anahzam?s
pnmer lugar para decirse lo que uno piensa, para mirar directament
\a última vez), el «como si», el «quizás» de un «como si» le pudie-
a los ojos lo ~ue uno debe pensar -sobre algo o alguien- y que espan-
ra todavía acontecer algo al muerto, como si pudiera acontecer algo
t~ al pensamien~o; y al corazón, al pensamiento del corazón y alcora-
que viniera a afectar al cadáver en el momento de la incineración o -~e
zon del pe;1samiento; al pensa~iento en el cuerpo y como cuerpo, a
ta inhumación, incluso después, más allá de ese momento; o tambien
saber, aqm, al corazon (el coraJe -y la palabra "coraje"- procede de
«como si», «quizás», algo les pudiera todavía acontecer por fªr.te del
lo que s_e llama el corazón; por lo tanto, también el pensamiento). El
muerto a los supervivientes, del muerto en cuanto cadaver mcmera-
pensamiento de este coraje amedrentado, de este terror valeroso, debe
c.lo inhumado O de lo que de él queda o no queda, que a veces se
ser despojado de toda la imaginería viril, militar o atlética o mística O
denomina el es;íritu, el espectro o el alma. Bajo el signo ~e ese «como
de la exposición heroica, de la bravura o del martirio. Incluso debe
i », «quizás», «no sé», nos dejamos impresionar, nos. deJ amos afectar
s~r despojado. de toda normatividad ética, de toda prescripción del
-pues se trata de un afecto, un sentimiento, una ~o.n_ahdad de p~thos-_,
tipo: «El cora1e (de pensar) es una virtud, el coraje está bien, el coraje
nos dejamos efectivamente afectar por una posib1hda~ de lo impos~-
(de pensar) es un deber, es preciso, más vale ser valiente que -sobren-
ble, por una posibilidad excluida por el sentido, ex~lmda por el senti-
ti~ndase- "miedoso"»: pues oscuramente, aunque el coraje no sea el
do común, por los sentidos y por la sensatez, exclmda por lo que con
miedo, no hay coraje sin miedo, no hay coraje absoluto ni corazón
frecuencia se denomina la realidad del principio de realidad, a saber,
sin el pánico absoluto. ' '
por la posibilidad imposible de que el muerto sea. todavía afectado o
¿Cuál será la afinidad, la proximidad, la alianza oscura entre este
de que podamos ser todavía afectados por .el prop1~ muert~, por algo
coraje del miedo, este miedo del coraje, y el fantasma?
muerto, por la muerte misma del muerto mismo; ahi donde 1ustan_iente
En las sesiones precedentes, en más de una ocasión, he recurri-
esta afección, este afecto, este ser-afectado, todo ello parece decirnos
~o a la palab~a, si no al concepto, de fantasma, en particular para
-y es el sentido mismo que concedemos simultáneamente_ a la palabra
figurar o configur~r lo contradictorio, lo inconcebible o lo impensa-
«muerte», y a las palabras «sentido», «sensatez», «realidad»-, t?~º
ble, lo que denommamos, siguiendo siempre las huellas de Robinson
ello parece decirnos, pues, con invencible autorid~d, que esta_ afeccion,
Crusoe, el «morir estando vivo», el morir estando vivo que infundía
este ser-afectado del muerto o por el muerto es Justamente mterr~m-
tanto miedo a Robinson, ese estado en el que el muerto está lo sufi-
pido, radical e irreversiblemente interrumpido, aniquilado, exclmdo
cientemente vivo para ver y saber que va a morir, para vivir su propia
por la muerte, por el sentido mismo de la palabra «muerte». Y tam-
muerte, para durar, perdurar y soportar el momento de su muerte
bién, por lo demás, por el sentido de las p~labras «_af~cto», ~<af~ctar»~
para_ estar presente en su muerte y más allá, sin dejar no obstante de'
«acontecer», etc. Sin vida no hay afecto, m acontec1nnento sm vida; m
monr, para sobrevivir a su muerte al tiempo que muere efectivamen-
hay afecto, ni hay acontecimiento sin esa sensibilidad, sin ese poder de
te, para sobrevivir su muerte (en inglés «to survive» es transitivo: uno
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81•111i,w, ill I a he li,1 el H>/Jera110 11 (2002-200 )
~,· 11 1 ,,,, , 1 d ¡, ,¡,, '111 dr! ()() $ 197
ser afe tado que e d nomina la vida. Ju tamente p rque e ta c rteza
es aterradora y literalmente insoportable, tan impensable, tan impre- 1 r ·u<l il- h n p1 i11H I l11g.ll , pt • •· .un n tel acerca
f de
,, los
Ph fanta
tasie--
sentable, irrepresentable como la contradicción del muerto-vivo, aque- 111 O de las fornrnu01w s antasm .1t1ca · (o de a . antas1a, 1an
llo que llamo con la palabra oscura del fantasma se me impone. No hildungen - retengan e 'ta pal~ b ra Bt·td ungen, al fmal nos vo veremos
sé si este uso de la palabra fantasma es congruente o compatible con ,l ncontrar con ella- ), que -cito-,
algún concepto filosófico de fantasma, de la fantasía o de la imagina-
ción fantástica, ni tampoco con un concepto psicoanalítico de fantas- d las mociones pulsionales ies (Unter den
ma, suponiendo, lo cual no creo, que haya uno, que no haya más que
uno, y que sea claro, unívoco, localizable.
AlbkEho::u;~::?::'~}:1~:;t;,:~:~!::/0~~: ~;::,:~
os ay qu . . ) p na parte están muy orgam-
~~:!c:,~g:;::~~;::
Por lo demás, el propio Freud, del mismo modo que asigna (lo tzte Bestimmungen in sic!i;;;;~n~;:;~;rs;:u~hsfrei), ;e han aprovecha_do
hemos visto hace quince años) al concepto tan fundamental, tan zados, exentos de contra . C estro juicio apenas se deJanan
indispensable, de pulsión (Trieb) una doble pertenencia, la pertenen- de todo lo adquirido del sistema s y, ~ nt u a Por otr~ parte son incons-
. d 1 f ·ones de este sis em · ' .
cia-límite de un concepto-límite entre lo psíquico y lo somático (lo diferenciar e as ormaci . t Pertenecen pues cualitativa-
. d volverse conscien es. , '
que quiere decir que lo psíquico y lo somático, el alma y el cuerpo cientes (equalitativ)
mente mcapaces al esistema
. p es, pero d e hecho (faktiseh) pertenecen al
se tornan no-conceptos, conceptos sin pertinencia rigurosa en cuanto Ics. 3
se habla de pulsión o de compulsión), pues bien, de ese mismo modo
Freud sitúa el fantasma en ese lugar sin <lugar>, en ese lugar en el un instante mi cita sobre la tranquila y ~bi~al auda:
que tiene más de un lugar y más de un vínculo a la vez, tornándose . i;t~r:.::T;uando distingue aquí lo cualitativo de lo fact,co. ¿Que
así ubicuo e inubicable al mismo tiempo: entre el inconsciente y la cia e r ,, d 1 . a de aquello de lo que qmere
quiere decir eso? Ese es to O e .em?~ · 1como el enigma del
conciencia, entre dos sistemas, entre el sistema del inconsciente y el hablar, tanto el enigma de la excditac10n puls10n~arlo- el enigma del
sistema de la percepción consciente. Si releemos, por ejemplo, lo que eguido -uste es van a escuc ' .
Freud escribió en 1915 en «Das Unbewu{ste» («El inconsciente»), ese
fantasma
, .y,e ,acto ss que 1a misma
. cosa, la mi· sma experiencia, el mis-
smtoma. e orno.: . fantasma el mismo síntoma pueden
capítulo de la Metapsicología, en el sub-capítulo VI, «Der Verkehr
mo afecto tambien, el mism~ . :entido fenoménico, el senti-
der beiden Systeme» ( «El comercio, el intercambio entre los dos siste- tener una cualidad (por consigmen~e, u.n vivida » como suele decirse,
mas», «Communication between the Two Systems» ), 1 se ve en efecto d d na Erlebnis de una «experiencia ' d h h
que ese intercambio entre los dos sistemas, cuando se trata del fantas- o e u· '
« reconsciente» ), a 1 tiempo
· que pe rtenecen. e ec o
ma o también de la pulsión, significa que el concepto de cada sistema («consciente»
d h ho qmere º. p decir. aqm, d e h ech o,,,íaktisch) al inconsciente? Esta
es inadecuado, insuficiente para dar cuenta o dar razón de lo que se cÍi.st:c~;n es bastante ininteligibdle,fi~polssibe~:i::lyu:01/:::;:t;~ea~:
denomina fantasma o pulsión. Ni es conciencia o preconsciente, ni . 'd ece que es un esa 10 a
nene sentl o, par . . l" . fl ófica justamente como con-
inconsciente, puesto que es lo uno y lo otro a la vez. Pero eso no sig- conciencia a la conciencia ogico- i os ' d. . : por con-
' ,, 1 .m lemente una contra icc10n,
ciencia. No es so o, ~ura ~ si P.bl
nifica que sea preciso, ni que se pueda dejar de hablar (por lo demás,
'pensamiento de lo imposible
¿quién probará jamás· que es legítimo hablar o no hablar, que sea o no · · pensamiento imposi e, un
sea preciso hablar? Los reto a probar lo uno o lo otro). (Fotocopiar sigmente un 'ón de 1O mconce
. b.bl
i e. Es una contradicción entre . un
d
todos estos textos). 2 o una concepci d. . ,, (el sistema Cs, muy orgamza o
sistema que exclu~e la con/tra icc10n ca se ve perturbado por la con-
y coherente) y el sistema es que nun
tradicción. El inconsciente es lo que no está afectado por la contra - <.:uando afronta y atravi ·s ..1 y .1~lt11t I cír ulo de la contradicción, con
dicción. Por lo demás, en el lenguaje corriente y en la lógica del n- lo que Hegel dice de la fmncz,1 qu ti ne y mantiene la muerte en la
tido común que organiza nuestras vidas, acontece todos los día q ut vida. Ustedes recuerdan este célebre pasaje del Prefacio a La fenome-
a todo aquel que se contradiga sin advertirlo, a todo aquel que no nología del espíritu:
se vea afectado por la contradicción, se lo considera un inconscient ·
irresponsable. La muerte, si queremos nombrar así esa irrealidad (Unwirklichkeit),
Freud había, por lo demás, advertido, dos páginas más arriba, que es la cosa más temible (das Furchtbarste), y mantener firmemente lo que
está muerto (das Tote f estzuhalten) exige la fuerza más grande [otra vez
los procesos del sistema inconsciente son intemporales (Zeitlos) y qu(
la fuerza, was die grósste Kraft erfordert]. La belleza sin fuerza odia al
no están ordenados según la secuencia del orden temporal. Y e t~1
entendimiento (Verstand), porque el entendimiento espera de ella lo que
Zeitlosigkeit, esta intemporalidad es también una insensibilidad a la ella no es capaz de cumplir. La vida del espíritu (das Leben des Geistes)
contradicción (Widerspruchlosigkeit), una indiferencia a la contradi<.:- no es esa vida que retrocede con horror ante la muerte (das sich vor dem
ción: el inconsciente ignora la contradicción, lo tiene sin cuidado, st Tode scheut) y se preserva pura de la destrucción, sino la vida que porta
está contradiciendo todo el tiempo sin contradecirse jamás, sin que [ertragt, otra vez] la muerte, y que se mantiene en la muerte misma (und
la contradicción lo incomode nunca. Por eso miente, o más bien die· in ihm sich erhalt), que es la vida del espíritu (das Leben des Geistes). 5
siempre la verdad incluso cuando se contradice de una frase a otra,
miente y dice la verdad a la vez, y nunca renuncia a nada. Nos impor La vida del espíritu comienza, pues, donde la muerte es portada
ta recordar todo esto si queremos continuar con la osadía de pen ar por la vida, mantenida firmemente en ella, y no denegada, aunque el
lo que parece que quiere decir «fantasma» y morir estando vivo o entendimiento pretenda distinguir, separar, oponer la vida a la muer-
morir en vida. Freud recuerda, pues, eso: la intemporalidad y la no te, y no portar, no cargar sobre sí, no asumir, no aceptar que la vida
contradicción, la insensibilidad hacia la contradicción del inconscien porta y comporta la muerte. En el fondo, el verdadero sentido _de la
te, antes del pasaje que leemos en este momento sobre «el intercam• palabra «portar» (tragen, ertragen) es tanto el que se determma a
bio entre los dos sistemas», en el subcapítulo titulado «Die besonderl' partir de la portación de la vida (la madre que porta al niño) ~orno el
Eigenschaften des Systems Ubw». 4 que se determina a partir de la portación de la muerte por la vida, del
El gesto de Freud, aquí, en «el intercambio entre los dos sistemas»~ muerto6 por el vivo. La vida del espíritu es la muerte de la naturaleza
su escritura, su escribir, su estilo, su forma de escribir, de hablar, ,k o la muerte biológica; porta la muerte, soporta y porta el duelo de
hacer y de zanjar, todo esto es análogo (digo bien, análogo, compara la muerte en sí. El espíritu sólo alcanza su verdad encontrándose a
ble, no idéntico) a lo que Heidegger hace y recomienda hacer cuando í mismo en este absoluto desgarramiento (in der absoluten Zerris-
nos dice que no hay que dejarse descorazonar por las contradiccio senheit); está desgarrado entre la vida que él es y la muerte qu,e.tam-
nes formales que asustan a la sensatez; por ejemplo, las apariencias bién él es, pues la porta en él, como se porta el duelo. Este espmtu (y
de círculo vicioso. El pensamiento debe tener el coraje de adentrarst cuando se dice Geist, en alemán, se dice espíritu, pero también, como
ahí, en esos círculos, de empozarse en ellos antes que huir de ello en nuestra lengua, ese espíritu que se define como el espectro o el
y evitarlos. El pensamiento no tiene miedo de la contradicción, l,1 reaparecido, ghost -he insistido mucho sobre ello en otros lugares),7
cual depende del entendimiento, del intelecto; la cual sólo inquieta ·1 I
entendimiento o al intelecto. Este gesto fue también el gesto de Hegel:
no tener miedo de la contradicción del entendimiento es el comienzo
5. G. W. F. Hegel: Werke in zwanzig Banden, III. Phanomenologie des
del pensamiento. Y estaríamos tentados de relacionar, desde el pun
Geistes Frankfurt, Suhrkamp, 1970, p. 36 [trad. cast. de W. Roces, Feno-
to de vista del coraje, una vez más, esa intrepidez del pensamiento
menolo~ía del espíritu, México-Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica,
1996, p. 24] (n. de e. fr.).
6. En el texto mecanografiado: «mot» [«palabra»] (n. de e. fr.).
4. S. Freud: «Die besondere Eigenschaften des Systems Ubw», en ibid .• 7. Véase J. Derrida: Spectres de Marx. L'État de la dette, le travail du
pp. 143-146 [trad. cast., «Las propiedades particulares del sistema Ice" 1«1:1 deuil et la nouvelle Internationale, París, Galilée, 1993, pp. 175, 185,
inconsciente»], en Obras Completas, op. cit., vol. XIV, pp. 183-186] (n. de . 201 (trad. cast. de J. M. Alarcón y C. de Peretti, Espectros de Marx. El Esta-
fr.). do de la deuda, el trabajo de duelo y la nueva Internacional, Madrid, Trotta,
2 01
200 'eminariu a bestia y el soberano ll (2002 -2003)
11 •gativo de la mm:rt . Eso t·s lo que l kg I denomina el espíritu. El
este espíritu que tiene la fuerza de portar la muerte, este espíritu e
una potencia {Macht), pero la potencia de no desviarse de lo negati- l'spíritu, pu , un poder, ·s p d r mismo, esa soberanía en resumi-
vo, es decir, el coraje, en resumidas cuentas, de mirar lo negativo de da cuentas, una sob ranía que no funciona, como le sucede al señor
frente y demorarse en él, de permanecer junto a él, no sólo de mirarlo en la dialéctica del señor y el esclavo, sin el coraje de mirar la muerte
de frente, sino también de tomarse su tiempo para mirarlo de frente, de frente. Se trata en efecto de mirar, de fijar la vista; y esta manera
de hacer durar esa mirada, de no contentarse con un abrir y cerrar de de da var la mirada no funciona sin visión y sin imagen, y sin imagen
ojos, de no mirar a la muerte de frente durante un instante y apar- del rostro. Veremos la consecuencia de esto al final del recorrido de
tar de ella la mirada al instante siguiente. Esto es lo que quiere decir hoy en el vínculo entre fantasma, imagen visual e imaginación.
portar: es también soportar el mirar a la muerte de frente oponiéndo- Semejante coraje confiere el dominio soberano al señor. El espíri-
le resistencia, de forma duradera, tomándonos tiempo, dándonos el tu es eso: esa potencia o ese poder, «er ist diese Macht nur, indem er
tiempo que así le damos a la muerte. Mirar la muerte de frente hacer- dem Negativen ins Angesicht schaut, bei ihm verweilt», el espíritu es
lo en la experiencia del espíritu, también puede <significar> -~iensen ese poder sólo en cuanto que clava la mirada en lo negativo, lo mira
ustedes en Hamlet- tener la fuerza, el coraje de mirar al muerto o al de frente y permanece cabe él {indem er dem Negativen ins Angesicht
espectro de frente, de desafiarlo. Para poder soportar el portar esa schaut, bei ihm verweilt). 8 Todo esto se dice en un largo pasaje, que
mirada sobre la muerte de manera duradera y resistente, para poder les dejo que relean, sobre el círculo, justamente, sobre lo que es cír-
soportar el portar esa mirada de duelo sobre la muerte de forma dura- culo para el entendimiento. Unas páginas más arriba,9 Hegel había
dera y resistente, para soportar el peso de esa portación, de la mirada apodado cadáver (Leichnam), al menos de forma figurada (aunque,
portada y del duelo portado, el coraje de portar la muerte, es preciso yo creo, de forma más que figurada), al resultado desnudo {das nack-
algo así, diría yo, como una fidelidad a la muerte, a lo que muere y a te Resultat) que la tendencia deja tras ella cuando es sólo pulsión {das
quien muere, en cuanto tales, en cuanto muertos: fidelidad a muerte, blosse Treiben) sin realización efectiva, pulsión inacabada, pulsión
fianza, confianza, fe, fidelidad a muerte a la muerte, a aquel y aquello que no alcanza al espíritu, pulsión sin efectuación.
que se halla muerto. Esta fidelidad y esta lealtad no sólo requieren Vuelvo a Freud, al punto en el que se interna con coraje en esa
tiempo, no sólo lo dan -el tiempo-, no sólo lo toman -el tiempo-: no contradicción, y no solamente en una contradicción, sino en esa con-
habría tiempo sin ellas, tiempo como tal. Pero, ¿acaso alguna vez hay tradicción entre lo no-contradictorio y lo contradictorio, entre el sis-
tiempo como tal? ¿Acaso lo hay sin esa espiritualidad espectral? En tema Cs o Pes y el sistema les. Freud acaba de confiar en esa dife-
cualquier caso, lo que oscuramente denominamos coraje desde hace rencia entre lo cualitativo y lo fáctico, en eso que es cualitativamente
un rato, lo que identificamos con el corazón o con el espíritu, presen- consciente pero de hecho inconsciente, al tiempo que es lo mismo (es
timos que no tiene sentido fuera de esa afinidad con la resistencia fiel la misma cosa, que no es una cosa; un algo que se llama fantasma o
de la muerte; se trata siempre del coraje (si lo hay) no sólo de hablar síntoma y que no es una cosa), y que cualitativamente pertenece al
de la muerte, de tener la muerte o al muerto en la boca, y en el alma, orden de la cualidad fenoménica, fenomenológica, consciente, pero
de hablar de ellos o de comerlos, de darles dentelladas, sino de mirar que de hecho pertenece al orden del inconsciente. Y de este indeci-
la ;nuerte de frente, como tal, durante algo más que un segundo, algo dible, indecidiblemente consciente e inconsciente, tiene la osadía de
mas que el primer segundo. decir que su origen, su procedencia {ihre Herkunft) sigue siendo deci-
El poder en cuestión {Macht) consiste, pues, a la vez en esa mira- sivo {Entscheidende) por lo que hace a su destino. El origen de lo
da, en esa mirada sostenida, duradera, en la insistencia de la mirada, indecidible es decisivo. Decisivo para el destino. Lo que aquí está en
en ese poder de aguantar lo que dura esa mirada que planta cara a lo juegolO es nada menos que la represión~ el concepto original e irre-
1995, pp. 124, 130, 143]; De l'esprit, op. cit., pp. 45, 54, 66 [trad. cast., pp. 8. G. W. F. Hegel: Phd.nomenologie des Geistes, op. cit., p. 36 [trad. cast.,
47, 56, 69]; La Carte posta/e. De Socrate a Freud et au-dela París Flamma- p. 24] (traducción [francesa] modificada por Jacques Derrida) (n. de e. fr.).
rion, 1980, pp. 25, 26 [trad. cast. de T. Segovia, La tarjeta postal. De Sócra- 9. !bid., p. 13 [trad. cast., p. 8] (n. de e. fr.).
tes a Freud y más allá, México, Siglo XXI, 2001, 2ª ed. aumentada, p. 29] (n. 10. Durante la sesión, Jacques Derrida añade: «Aquí es preciso despertar,
de e. fr.). despertar antiguas familiaridades» (n. de e. fr.).
202 'emmario 1 a /Je tw y el soberano JI (2002 2003) 203
ductible, apenas pensable, de represión. No se comprenderá nada del go chocante, y, por l'Sl ht'l ho, p ·rmanecen excluidos de la sociedad y no
concepto de represión sin pasar por esa dificultad e, inversamente, in gozan de ninguna Je las pr ·rr gativa de los blancos. De esta suerte son,
el concepto de represión no se comprenderá nada de esa dificultad, tanto en la gente normal como en los neuróticos, las formaciones de la
de esa procedencia decisiva de lo indecidible, a saber, de algo que, no fantasía [die Phantasiebildungen: los fantasmas, las formaciones fan-
tasmáticas], que habíamos reconocido como estadios preliminares de la
siendo una cosa, es a la vez inconsciente y consciente, inconsciente de
formación de los sueños, así como de la del síntoma, y que, a pesar de
hecho, consciente por la cualidad de su aparecer fenomenológico. su gran organización, permanecen reprimidas 12 (verdréingt bleiben) y, en
Se trata, pues, de pensar la represión, a saber, esa singular exclu- cuanto tales, no pueden volverse conscientes. Se aproximan muy cerca de
sión, esa censura que, entre los dos sistemas, sólo deja pasar síntoma la conciencia, permanecen sin perturbación mientras no tienen una carga
que son, a su vez, en su procedencia y su pertenencia, dobles, y están intensa, 13 pero son devueltas en cuanto sobrepasan una determinada altu-
doblemente inscriptos en los dos sistemas. Los remito a ese texto, a lo ra de carga. 14
que le precede y le sigue, pero antes de citarlo más extensamente y de
abandonarlo, quisiera atraer la atención de ustedes hacia lo que pare- A esos brotes los denomina Freud, inmediatamente después, for-
ce una metáfora pedagógica, una suerte de ilustración fácil, pero que, maciones sustitutivas (Ersatzbildungen), prótesis, suplementos. Y
quizá, por su dimensión social y política, no es -me imagino-, en su señala entonces una complicación suplementaria, que se parece -con-
«como si» analógico, tan metafórica como parece, y nos remite qui- fiesa- a una contradicción (Widersprueh) en su exposición, a saber,
zás al universo insular de Robinson y de sus salvajes caníbales, qu que ahora tiene que admitir que la censura que había situado entre
imaginamos negros, o renegridos, entre negros y blancos, de color en los sistemas les y Pes opera también entre Pes y Cs. 15 Y es que -dice
cualquier caso, o ya mestizos e, inversamente, nos hace pensar que Freud- todo paso de un sistema al sistema inmediatamente superior
las exclusiones sociopolíticas, los conflictos y las coacciones socio- implica una censura. Y ello, de manera en cierto modo económica, en
políticas, y quizás incluso todas las coacciones de los seres vivos en razón de una suerte de finitud, puesto que debemos excluir la reno-
general (las mujeres, los niños, los negros, los esclavos, los salvajes, vación infinita de las inscripciones (Niedersehriften). El número de
las bestias, etc.), [todas esas coacciones] sólo son posibles y eficace inscripciones por inscribir y por archivar es finito: ésa es la finitud.
allí donde alguna represión y alguna sintomatología psíquica están en Pues todas las censuras operan sobre inscripciones y sustitutos de ins-
funcionamiento. Con esta simple metáfora tendríamos una clave para cripciones dentro de un sistema (incluso es este concepto de inscrip-
el principio al menos de una política psicoanalítica o de un psicoaná- ciones el que sin duda ha motivado la elección de la palabra o de la
lisis político, si no zoo-antropológico. Esos estados mixtos de con- metáfora de la censura), y la cantidad de inscripciones es finita: no
ciencia y de inconsciente Freud los compara con mestizos, bastardos,
híbridos (Misehlingen) que pertenecen a dos razas a la vez. Y Freud
escribe lo siguiente para explicar los efectos de la procedencia a la vez de la frase: «Esta historia es conocida: es "blanco, blanco", pero, en el fondo,
consciente e inconsciente, indecidible, de esos brotes de pulsiones, de sabemos que es negro y por lo tanto es terrible, es peor que si fuese "negro,
esos estados mixtos o de esos mestizos que serían los fantasmas y los negro". Ya han visto ustedes muchas películas norteamericanas ... » (n. de e.
síntomas; para explicar, en verdad, los efectos de su origen decisivo fr.).
en la represión: 12. Durante la sesión, Jacques Derrida añade: «No se las deja pasar y
cuando pasan lo hacen a través de los síntomas, y ya se sabe lo que son los
No podemos -dice- sino compararlos [vergleichen, de nuevo] a los síntomas en política» (n. de e. fr.).
mestizos de las razas humanas (mit den Mischlingen menschlicher Ras- 13. Durante la sesión, Jacques Derrida añade: «Muy cerca de la casa,
sen), que, en general y en conjunto, se parecen ya a los blancos [bereits como obreros, criados, nodrizas» (n. de e. fr.).
den Weissen gleichen: son, pues, de parecido semejante aunque deseme- 14. S. Freud: «Der Verkehr der beiden Systeme», en Psychologie des
jantes],11 pero que delatan su ascendencia de color por este o aquel ras- Unbewu{5ten, op. cit., pp. 149-150 [trad. cast., «El comercio entre los dos
sistemas», en Obras Completas, op. cit., vol. XIV, p. 188] (traducción [fran-
cesa] modificada por Jacques Derrida) (n. de e. fr.).
15. Durante la sesión, Jacques Derrida añade: «Por lo tanto, la censura
11. Durante la sesión, Jacques Derrida añade este inciso humorístico: puede operar en más de un lugar: traduzcan esto al espacio político y verán
«Son un poco blancos, pero no blancos, no "blancos, blancos"». Y al final que no es insignificante» (n. de e. fr.).
204 Senm,ario La bestia el soberano // (2002 2003)
1 d,• /1•/n ·, o ele 2001 205
ci,u~da otro re~edio, pues, que censurar. Es como una economía topo
ia lo bastant extrano t.omo para qu iempre se pueda mostrar que
logica del archivo en la que hay que excluir, censurar, borrar, destruir
l'tltre creer y no creer no hay una oposición radical, de tal modo que
o ~esplazar, virtualizar, condensar el archivo para ganar espacio en e 1
r •er equivale siempre a creer en lo increíble, en lo que no se puede
mismo lugar, en el mismo sistema, para poder continuar almacenan
saber; por consiguiente en lo que no se puede sino cree~; en ~quello,
do, par~ hacer sitio. La finitud es también una suerte de ley para esta
econorrua. pues, en lo que no se cree, en aquello que no se cree creible. 1 (Foto-
copiar las dos páginas (francés e inglés).)
Para t.,er.minar hoy con este protocolo freudiano, comprenderán
ustedes facilmente por qué creo necesario también subrayar que en
Al final del mismo texto, después de haber recordado que, no obs-
De .,guerr~ y muerte. Temas de actualidad (1915), y en el segundo
tante, en el hombre primitivo, en el hombre originario (Urme~sch!,
capitulo titu!~do «Nuestra actitud hacia la muerte»,16 Freud anticipa
coexisten de forma no contradictoria, dos actitudes de apariencia
que la relaci~n con nuestra propia muerte es irrepresentable y que
contradic~oria en relación con la muerte, la creencia en la aniquila-
cada vez que mtentamos representarnos nuestra propia muerte conti-
ción de la vida y la negación de esta misma creencia, la negación de
nuamos estando ahí en cuanto espectadores, observadores mirones a
]a efectividad de la aniquilación; después de haber recordado, que
distancia y sujetos a la imaginería, a la imaginación. Esta:Oos lo sufi-
en este mismo hombre primitivo (que, por lo demás, sobrevive en
c~en~emente _viv?~ como para vernos e imaginarnos muertos; por con-
nosotros) los seres queridos que son una posesión interior, una parte
sigmente -anadma yo-, enterrados o sepultados o incinerados vivos.
constitutiva de nuestro propio yo, son al mismo tiempo extran1eros,
Otra forma de decir, contra Heidegger, que nunca tenemos acceso a
incluso enemigos que nos inspiran deseos de muerte inconscientes;
nuestra propia muerte como tal, no podemos tenerlo, no podemos
después de haber recordado que nuestro entendimiento y nuestra sen-
tenerla. Nuestra muerte es imposible. De ahí concluye Freud -cito-:
sibilidad tienen dificultad para armonizar, para acoplar así amor Y
«.~or eso en la escuela psicoanalítica se ha podido arriesgar esta aser-
odio, y que por eso, por esta contradicción insoporta?le, ~n razón de
c10n: en. el fondo, nadie cree en su propia muerte o, lo que viene a
la verdad insoportable de esta contradicción amor/od10, vida/muerte,
ser lo mismo: en nuestro inconsciente cada uno de nosotros está con-
duelo y triunfo jubilar, no se soporta el psicoanálisis y éste encuentra
v.encido de su inmortalidad». 17 Evidentemente, en aquello que nos
tantas resistencias Freud entonces dice en pocas palabras: «Resuma-
situaría, según la ax~omática ~: Heidegger, en el rango del animal que
mos, pues: nuestr~ inconsciente es inaccesible a 1~ representación de
no muere, que no_ tiene rela~10n con su muerte como tal, es preciso
la muerte-propia, se colma de placer con el asesmato co~., respecto
subrayar -! habna que meditar sobre ella- entre otras palabras, la
al extranjero, se encuentra dividido (ambivalente) en relac10n. con la
de . «creencia»,
d . sobre todo cuando se atribuye al inconsciente. e·Qué
persona amada, en la misma medida que el hom~re de los tiempos
qmere ecir creer o no creer para el inconsciente? ¿Qué diferencia hay
originarios». Y concluye: « ¡Pero cómo nos ha ale1ado de ese estado
entre cr~er y no. creer para el inconsciente? Por eso me arriesgo con
originario la actitud cultural-convencional con respecto a la muer-
frecuencia a decir que el problema del sentido de la palabra «creer» te!» .20
todavía hoy es completamente nuevo. Y no hace mucho aquí mis-
18 ., d d ' Y la guerra (pues éste es un texto sobre la gue.rra escrito en ple-
mo, trate e emostrar en qué sentido era este concepto de creen-
na guerra (1915)) será esa destrucción de los sedimentos de la cul-
tura que hace que reaparezcan ese hombre primitivo o primario Y
En la Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico (Zur decirse, soberanamente ~pdor ~ue se~., con vistas a qué? ¿Pero aca-
. Quiere este por que ec1r tarn ien , .
Geschichte der psychoanalytischen Bewegung (1914)), Freud escribe
lo siguiente, que retraduzco de la Standard Edition: 23 0 ~o se puede entdendearq~:t!:/::ª
otro? ¿Para respon er . , ;>
q~~i:~J:::it~,r;::ºtaºJ:~~
Yo describiría así el porvenir: probablemente debería conseguir man- al deseo y a la rnoti':~ción de qme;· de ver anudarse el primer double
tenerme gracias al éxito terapéutico de los nuevos procedimientos, pero Es ahí don~e esta adrno odseappr~:e~ efecto del fantasma del muerto
b · d Como s1 a rno
la ciencia me ignoraría completamente en vida [traducción: during my
lifetime]; unas décadas más tarde alguien caería infaliblemente en esas
mismas cosas -cosas para las que este tiempo no estaba maduro, pre-
v'.:ie~te, fuer~ ~reciso todavía :~fri~t:º~:pe:::%~!º:::;e;:;:s:~rr~~
lo que pasara en el momento q e ~uese por el diluvio que viniese
parado-, alguien obtendría el reconocimiento por ellas y me honraría preocuparnos, atormentarnos, aunqu
corno un precursor cuyo fracaso habría sido inevitable. Entre tanto, corno después de mí. ., d , . en el orden del camino que
Robinson Crusoe, yo me instalaba tan confortablemente en mi desierto. Torné una precauc10n meto o 1og~ca, . ial ero acuñado corno
Cuando miro hacia atrás a esos años de soledad, lejos de las presiones y había que seguir. Se trataba ~edun ax10:: t:1:ab! que la deci~ión al
de las confusiones de hoy en día, aquéllos se parecen a una gloriosa edad
suele decirse~ con un .t:oqu~ e se~s~ ci~eració~) sólo puede ser la
heroica. Mi «espléndido aislamiento» no carecía de ventajas y de encanto.
No tenía que leer ninguna publicación, ni escuchar a mis adversarios mal respecto (la mhurn~c1on rnals qdue a m erto El concepto de decisión,
. ., d vivo y no a e un mu . ,
informados; no estaba sometido a la influencia procedente de alguna par- dec1s10n ~ un ser .. , . odernos hablar de una decision res-
te; nada me acuciaba. Aprendí a abstenerme de las tendencias a la espe- al menos s1 la hay, d~clSlOF' y s1 ~ [ 1 concepto de decisión] implica
peclto de estal rnvo1·ddaahyd~~ v~~=r~:1~n :er vivo que dispone de un por-
<a > menos a ,
21. D. Defoe: Robinson Crusoe, op. cit., p. 109 [trad. cast, p. 147].
22. Durante la sesión, Jacques Derrida añade: «After his lifetime» (n. de 24 S Freud: Zur Geschichte der psychoanalystischhenH~etweguonfgth~9~:y]~
e. fr.). . . l X cit . 60· On t e is ory
23. Durante la sesión, antes de leer la cita, Jacques Derrida precisa: «No en Gesam~elte Werke, V: .Th~ ~~~nd~;JEdition ... , vol. XIV, op. :i~., p. 22
he tenido tiempo, no tengo en mi casa este texto en alemán, no he tenido cho-Analyttc Moven:ent~ ,e l h' . del movimiento psicoanalmco», en
[trad. cast., « Contnbuc1on a a istona d f )
tiempo de ir a ver este texto en alemán, no he tenido tiempo de ver el alemán. · vo l. XIV' p . 21] (n. ee. r. ·
Obras Completas, op. cit.,
Traduzco de la Standard Edition» (n. de e. fr.).
208 .~e111i11a1 io l.a /,e,ti,1 y('/ o/J •1t1110 11 ( '00 - ()() I) Se. /el ,. 11 11. I ,/,• /r•ln,•111 ,/,· J()() I 2 ()l
venir. De ahí el ¿ « on vi ta a qué y a quién?, e m i el m ribun - d d apari ión, el fant, ma d ·1 qu • hablamos pue<le pr ·cip1tar e y
do, como si el mortal pudiera apostar por un porvenir, contar con el precipitars el deseo de per v rar en u er, de obrevivir, ha ia una
porvenir ahí donde justamente la muerte, según el sentido común, le inhumación que me hará desaparecer menos instantáneament qu l.
hurtaría todo porvenir. Será preciso, pues, analizar la hipótesis de esta cremación. Con la inhumación, hay un tiempo y un sitio para el cadá
decisión, o bien desde el punto de vista de los supervivientes vivos, de ver, y el cadáver, concepto con el que tendríamos que demorarnos lar-
los herederos, o bien desde el punto de vista de aquel o de aquella que go tiempo, aunque no es el cuerpo propiamente vivo (Leib), no es una
da instrucciones en el momento en que él o ella va a morir pero toda- simple cosa. La última vez asociamos las dos preguntas: «¿Qué es una
vía no ha «partido», y por consiguiente sólo puede especular sobre su cosa?» y «¿qué es el otro?». Pues bien, estas dos preguntas hay qu
propia muerte a partir de la imaginación o del fantasma del muerto- interpretarlas también como preguntas sobre el cadáver, y una de la
vivo, en el límite del muerto que vive lo suficiente para verse morir y diferencias entre la inhumación y la incineración consiste en que la
enterrar y que, para parodiar la literalidad de lo que decía Robinson primera hace justicia a la existencia de un cadáver, a su duración y a
Crusoe en un pasaje que he leído la última vez, se imagina paseándose su territorio, mientras que la segunda escamotea el cadáver. La incine-
todavía después de su muerte para ver lo que pasa, ser afectado por ración hace desaparecer el cadáver. Ahora bien, el cadáver es algo que
ello, gozarlo o sufrirlo ( «No sé todavía a estas horas», decía Robín- no es simplemente una cosa anónima y sin vida, y sólo lo percibimos,
son Crusoe, «si hay apariciones reales, espectros, gente que se pasea sólo tenemos experiencia de él como el cadáver de otro. Aunque estu-
después de su muerte» ). 25 Y Freud subrayaba también que sólo pode- viésemos dispuestos a seguir a Heidegger cuando habla de «poder»
mos vivir nuestra muerte haciendo de espectadores. nuestra propia muerte, es seguro que no «podemos» nuestro propio
¿Cuáles pueden ser, pues, los cálculos desde el punto de vista de cadáver, ni lo veremos <ni> lo sentiremos nunca. Y sin embargo, aun-
ese fantasma del superviviente muerto? ¿Cuáles pueden ser las arti- que el muerto es un desaparecido, el cadáver de un desaparecido no
mañas, las suputaciones, las especulaciones, las esperanzas en las que desaparece, no se destruye, como cadáver, tal como sucede en la inci-
invertir, en todos los sentidos, psíquicos y fiduciarios, de este tér- neración. Esta no-desaparición deja esperanza para el fantasma, por
mino? ¿Cómo pueden anunciarse y describirse, para la inhumación así decirlo. Enterrado, no desaparezco, y todavía puedo agarrarme a
y para la incineración, las ventajas o los beneficios calculables, los algo, a mi fantasma todavía le puede importar mi cadáver, la no-desa-
goces todavía previstos? ¿Cuáles son, por el contrario, los perjuicios y parición de mi cadáver después de mi propia desaparición.
los sufrimientos que se temen? ¿En qué los dos contrarios están indi- · Por otra parte, al tratarse esta vez de espacio y no sólo de tiem-
sociable y aporéticamente afectados el uno por el otro, contaminados, po (aunque los dos son aquí indisociables), un lugar, una suerte de
infestados el uno por el otro, quedando podrida de antemano la eco- habitáculo instituido se me asegurará a la medida de mi cuerpo, de
nomía del goce, digamos -más sobriamente- acabada y amenazada, mi cuerpo respetado en su integridad, sin reducción de dimensiones,
en sus propios adentros, según una terrible lógica autoinmunitaria, de peso ni de apariencia, en un cementerio cuidado y protegido por
por la economía del sufrimiento? Ésta es la forma de la pregunta que el Estado, la sociedad civil, la familia y demás instituciones asociadas,
me propongo articular tanto para la inhumación como para la incine- comenzando por la posibilidad de la religión o por lo que queda de
ración. ella - y si algo queda, por poco que sea, ese resto aparece y vuelve
siempre en el momento de los ritos funerarios, aunque sólo sea en
La inhumación en primer lugar. Ésta promete dar el tiempo y el las señales de duelo, los discursos y las oraciones fúnebres, por muy
espacio, tiempo y espacio. Aparentemente más humana, menos inhu- laicos que sean (lo cual no es necesariamente el caso para la incine-
mana que la incineración, esta humana inhumación parece asegurar- ración, pues, aun cuando hoy en día en un cementerio pueden sonar
me que no seré aniquilado instantáneamente y sin resto. En cualquier oraciones fúnebres en el momento de la incineración, y aun cuando se
caso, mis restos serán más sustanciales que unas cenizas, y mi desa- pueden conservar las cenizas en sus urnas con sus nombres propios,
parición exigirá o tomará tiempo. Por lo demás, puesto que hablo la religión ya no toma parte en la incineración, y en Occidente no
nos recogemos ante unas urnas como lo hacemos ante una tumba).
Por consiguiente, como cadáver inhumado, tendré todavía un lugar
25. Véase supra, «Quinta sesión. 25 de febrero de 2003», pp. 182-3 (n. reservado, tendré un lugar propio, todavía podré tener lugar. Por
de e. fr.). todas partes donde puedo tener lugar, hay también un tiempo dado,
210 Seminario La bestia y el soberano 11 (2002 2 00 l) 2 11
y el fantasma o el sueño diurno puede hacer «como i », contar un. qu · d j i ·mprc a hil·1t.1 l,t posil il 1da<l J funeral es organizado para
historia de un «como si», justamente como si la historia no hubie · un er vivo, para u11 111unto todavía vivo, esta incertidumbre puede
terminado. ci r tamente tanto ju tifi ar, motivar la preferencia fantasmática por
¿Qué historia? ¿Qué historias? ¿Cómo poner de acuerdo lo fan la inhumación ( «puesto que no estoy muerto, que al menos se tenga
tasmático o lo 26 fantástico con lo narrativo, con la ficción narrativa, en cuenta, que no se tenga prisa por destruirme, por aniquilarme, que
incluso con la literatura fantástica, con historias que conceden tiempo no me maten todavía»), como motivar la preferencia por la incinera-
y porvenir al muerto? ción ( «puesto que no estoy tan muerto como dicen o quieren, o fingen
Antes de proseguir e intentar responder a estas preguntas, seña - creer, que al menos me quemen para que mi muerte sea irreversible y
lemos aquí que la disyuntiva o la indecisión entre la inhumación y yo no sufra el infierno del que es enterrado vivo»).
la incineración se han debido siempre sin duda, y se deben hoy día En el fondo, la incineración, si es decidida por el entorno, es una
más que nunca, a la duda razonable que se puede cultivar acerca del uerte de asesinato irreversible, y si es decidida por el moribundo, una
estado de muerte. Sabemos que los criterios para decidir sobre el esta- suerte de suicidio irreversible que sería una garantía contra los terro-
do de muerte, dicho de otro modo, para decidir si nos encontramos res del posible despertar, y de la sofocación en una caja de madera a
verdaderamente ante un cadáver o, por el contrario, ante un ser vivo eis pies bajo tierra, sin nadie para responder a una llamada de soco-
moribundo, ante un coma prolongado, etc., tales criterios son varia- rro. Pero aquellos que protestan contra la incineración en nombre de
bles y no ofrecen ninguna certeza natural, universal, científica y con- la inhumación lo hacen, por lo tanto, también como si protestasen
sensual. Varían de una época de la medicina a otra, de un Estado o lúcidamente contra lo que se parece a un asesinato o un suicidio irre-
de una cultura a otra. No son los mismos, por ejemplo, en un Estado versibles, antes que a un signo de amor o de duelo respetuoso por el
u otro de Estados Unidos, y, hace dos años, citamos aquí mismo las desaparecido o más bien por el que está desapareciendo.
palabras de un gran biólogo norteamericano que decía, nada menos Aun cuando éstas no se profieran siempre en voz muy alta, pode-
-cito-, que convenía en adelante «deconstruir» la muerte, esto es, mos oír, procedentes de las dos culturas o de los dos bandos, el de
según entendía él, el concepto de la muerte. 27 En el fondo, no dis- los inhumantes y el de los incinerantes, una terrible acusación de una
ponemos de un saber científico y objetivo absoluto, apodíctico, del contra otra. Se trata siempre de una acusación de inhumanidad, si
estado de muerte; no sabemos, por lo tanto, rigurosamente cuál es la no de un crimen contra la humanidad. Los inhuma!ltes acusan más
diferencia entre un cuerpo vivo y un cadáver. Y esta incertidumbre, o menos explícitamente a los incinerantes de ser inhumanos, pues
cometen ese asesinato o ese suicidio que consiste en encarnizarse
contra la integridad de un cadáver quizá muerto-vivo, y que todavía
tiene derecho a cierto tiempo, al espacio, incluso a la esperanza. Los
26. En el texto mecanografiado: «La fantástica» (n. de e. fr.).
27. Alusión a la novena sesión del Seminario sobre la pena de muerte
incinerantes, a su vez, acusarían virtualmente de inhumanidad a los
(1 er¡g [así en el texto mecanografiado] marzo de 2000, París, EHESS [inédi- inhumantes que dejan que los cadáveres y quizá los muertos-vivos se
to]), en el transcurso de la cual Jacques Derrida cita las palabras atribuidas pudran, se descompongan y quizá sufran mil muertes más en el fon-
al Dr. Stuart J. Youngner: «J think we're in a phase in which death is being do de su agujero, de su fosa, como si fuesen bestias. Detrás de estas
deconstructed. The more we talk, the more we write, the more we find the .
acusac10nes ,
reciprocas, y mas, to davia , en nuestra mo derm'd a d28 -
consensus defining death superficial and fragile». («Pienso que estamos en un aunque he dicho que esta elección que nos permite la sociedad entre
período en el que la muerte está siendo deconstruida. Cuanto más hablamos los dos modos de funerales era, en Occidente y sólo en Occidente,
de ella, cuanto más escribimos acerca de ella tanto más superficial y frágil nos un fenómeno muy significativo y sin precedentes, por consiguiente
parece el consenso que define a la muerte».) Estas palabras son citadas en el estrictamente «moderno », de liberación con respecto a las prescrip-
artículo de Karen Long, «Oh, death, where is thy starting?», en Baptist Stan- ciones religiosas, las que ordenan la inhumación en las religiones
dard. Insight for Faithful Living, 3 de noviembre de 1999. Cf. el sitio <http://
europeas, grecolatinas o precristianas, pero también abrahámicas,
www.baptiststandard.com/1999/11_3/pages/death.htmb (página consultada
el 18 de diciembre de 2009). Según el Dr. Stuart J. Youngner, consultado por
correo electrónico el 10 de junio de 2009, «[... ] las citas utilizadas por Karen
Long proceden de una conversación y no de un artículo publicado » (La tra- 28. Esta frase está inacabada en el texto mecanografiado (n. de e. fr.). [Si
ducción [al francés] es nuestra) (n. de e. fr.). se puntúa bien ([ ... ] premisas)-;), no está inacabada (n. de t.).]
1 de• /1 •/,11 1111 cfr )()() J l l
2l2 Seminario La /J' tia y ,f soberano JI (2002 2003)
no s imaginemos al nlHil lo qu s · d · p1crta en u tumba y se pone a
judeo-cristiano-islámicas, y por otra parte, las que, al contr rio, l'll
la India o en Japón, prescriben la incineración: si tratamos de idc11 • h·1blar... (Leer Ulises gramo(ono.)
tificar la modernidad ( «¿qué es ser moderno?», «¿cuál es el crit no
Faithful departed. As you are now so once were we.
esencial y específico de la modernidad?», «¿dónde está el signo d1s·
tintivo de la modernidad?»), pues bien, la marca la tenemos en pri - Besides how could you remember everybody? Eyes, walk, voice. Well,
mer lugar ahí, en los cementerios (por ejemplo, en el Pere-Lachaist, the voice, yes: gramophone. Have a gramophone in every grave or keep
donde las dos culturas, la inhumante y la incinerante, la tierra y 1 it in the house. [Tened un gramófono en cada tumba o guardadlo en la
fuego, el humus y la llama, coexisten; y de ahí derivan muchas co a"i casa) After dinner on a Sunday. Put on poor old great-grandfath_er [Des-
o constituyen sus premisas)-; detrás de esas acusaciones recípro as pués ·del desayuno del domingo, por tanto, escucháis al pobre bisabuelo
-decía yo-, y más aún en nuestra modernidad, hay, en el fondo de la que está enterrado:) Kraahraark! Hellohellohello amawfullyglad kraark
19
escena europea, en el teatro histórico y político occidental, conscien- awfullygladaseeragain hellohello amarawf kapthsth,
te o inconsciente, en el teatro de la memoria, hornos crematorio y
fosas comunes. En cuanto a la resurrección en la forma cristiana, erística, ésta pas,a
Cualquiera que manifieste su voluntad de ser inhumado, que muy a menudo por una escena de inhui:nació_n qu~ no _de~truye el/ada-
tome la decisión a favor de la inhumación, para sí o para los suyo , ver (¿cómo habría resucitado Cristo s1 hubiese sido mcmerad,o. ~~t?
se hace ilusiones y se rinde al fantasma (y hay fantasma allí donde no es impensable ni inimaginable, pero es realmente muc~o mas dificil
la ciencia misma deja vacante el sitio del no-saber, allí donde no sé, de imaginar y de contar. De todos modos, ahora es demasiado tarde, el
como dice Robinson Crusoe, no sé a ciencia cierta si puede haber relato tuvo lugar, y fue una inhumación). Pero es ver~a~ que los rel~t~s
espíritu, pervivencia espectral en el muerto-vivo o tras la muerte, de metamorfosis y de metempsicosis, fuera de las religiones abrahai:ni-
lo que es el estado de muerte ni lo que quiere decir un «cadáver», cas, aceptan la incineración, incluso la exigen. En c~anto ~ la doctrma
lo que quiere decir la palabra cadáver, incluso lo que quiere decir cristiana del cuerpo glorioso, del cuerpo de los elegidos bi~naventu~a-
también el cadáver mismo, aquel al que se considera, con razón dos después de la resurrección, de su cuerpo de luz que asc1en~e a~ cie-
o sin ella, un cadáver: el muerto, dice Lévinas, no es aniquilado, lo, parece suponer también una muerte que pase por la expenenci~ de
es aquello que ya no responde y, por consiguiente, no quiere ya la tierra antes que por la del fuego, aunque no haya que descartar (esta
decirnos nada); cualquiera que -decía yo- manifieste su deseo de es al menos mi hipótesis), en ciertos cristianos que se hacen no º?stan-
ser inhumado, que se decida a favor de la inhumación, para sí y te incinerar la especulación imaginaria según la cual un cuerpo i~cen-
para los suyos, se hace ilusiones y se rinde al fantasma según el diado se vdelve más fácilmente celeste y glorioso, ligero y ascensional~
cual no todo está acabado y donde, por lo demás, la así llamada aéreo, espiritual, que un cuerpo inhumado e°: su ~esa~~ez te:restre; si
muerte no consiste en un final, no dice la palabra "final", y don- bien creo que, en este caso, eso pasa ~or una_ imagmaci~n privada que
de, desde el momento en que la historia no ha acabado, hay sitio la Iglesia, si no me equivoco, no p~dna asumir ~s~atutar~amente.
o bien para alguna pervivencia semejante a una resurrección laica Hay, en la inhumación, otro tipo de b~nefi~10 prev_isto. Se debe a
o bien para alguna resurrección gloriosa y sobrenatural. Estas dos la estabilidad del lugar, a la monumentahdad mamovi?le de la tum-
resurrecciones encajan mejor con un cuerpo inhumado en su inte- ba. Mientras que una urna es móvil y trans~ort~ble, mientras que las
gridad que con un cuerpo aniquilado y reducido a cenizas. ¿Qué cenizas mismas, sin urna, están todavía mas dispersas y carecen de
entiendo por resurrección laica, desde el punto de vista del fantas-
ma? Pues bien, esa cosa horrible que consiste en despertarse en el
fondo de un ataúd emplomado, de una tumba cerrada, de una fosa 29. J. Joyce: Ulysses, op. cit., p. 115 [trad. cast., vol. I, p. 220), cita~o
sellada, y tener que gritar ante la impotencia de la sofocación para por J Derrida Ulysse gramophone seguido de Deux mots pour ]ayee, Pa~is,
pedir auxilio al otro. Y ustedes conocen a esos maníacos que exi- Galilée, 1987,' p. 91 [trad. cast. de M. E. Teru~gi, _Ulises gramófono, seguido
gen que se los entierre con un teléfono, más o menos portátil, para de Dos palabras para ]ayee, Buenos Aires, Editorial Tr~s Haches, 200?, PP·
soportar la idea de dejarse así enterrar vivos. En Ulises gramófono 75-76). Damos, entre corchetes, la transcripción, a p~rtlr de_ la grabac10n_ ~e
la sesión, de los pasajes del texto de los que Derrida 1mprov1sa la traducc1on
cité y reinscribí en un conjunto más amplio ese pasaje del Ulises
de Joyce que dice «Have a gramophone in every grave» y hace que (n. de ed. fr.).
2 14 emmariu ta b •stia y el soberano ll (2002 200 J) 2 1s
lugar, yo diría de habitación, de fuego y de lugar, la otra r ompc.·11 y con razón. No sol,11rn·nt \ ,H.l ·111ás, a au a del largo pudrimiento
sa, la otra economía de la inhumación en su tener-lugar inamovihl ·• y <l la de comp 1c1on qu ' lo podemos imagina~, para .nos~tros
consiste en que condiciona y facilita a los supervivientes y, por en ll', mi mos y para los demá , pero que no podemos de1ar de imagmar.
al moribundo que se identifica por adelantado con ellos, lo qu se. ino también porque vemos en efecto que el trabajo del duelo, que
denomina el trabajo del duelo normal. Los allegados pueden volvt'r parece que favorecemos de ese modo, consiste, al localizar al muerto,
a voluntad o a intervalos regulares a los lugares (no diré nece ari,1 - •11 estabilizarlo, al inmovilizarlo en su lugar y en su estado estático,
mente a los «lugares del crimen», aunque los incinerantes estén si 111 - <:n mantener al muerto a distancia, a raya, allá, afuera, lejos, en un
pre dispuestos a acusar virtualmente a los inhumantes de crimen, ,1 lugar público y no privado, asegurándonos de que no volverá a c~sa,
saber, de arriesgarse a enterrar seres vivos y de desembarazarse apn a su casa o en sí, ni efectivamente ni bajo la forma del reaparecido.
suradamentre de presuntos cadáveres - sin hablar de la ambivalen ia La intervención o la interposición de lo público, del espacio público
amor-odio, y por lo tanto virtualmente criminal, que tan bien d s- del cementerio, de la res publica o del Estado, es el dispositivo de una
cribe Freud, justamente en la relación con los muertos queridos, qlll garantía: el muerto estará bien muerto, será un cadáver sin duda algu-
matamos también, que en todo caso dejamos morir (¿qué diferencia na; pero también una cosa pública, res publica que garantizará legal
hay entre matar y dejar morir, por ejemplo a escala mundial de la y legítimamente, bajo el imperio de esta otra soberanía legal, que el
hambruna, de la desnutrición y del sida, etc.?), ambivalencia criminal muerto se descompondrá y permanecerá en su sitio, alejado, fuera y
en rela~ión con los muertos queridos que matamos también, que, en lejos del espacio privado o interior de los supervivientes, de su d.omi-
cualqmer caso, dejamos morir en la misma medida en que deplora cilio o de su corazón, de su hogar, justamente ahí donde el trabaJO de
mos su muerte, con un sentimiento de culpabilidad criminal que ase duelo lo habrá idealmente interiorizado, memorizado, erinnert, intro-
dia a todo trabajo de duelo, que el trabajo de duelo tiene también p r yectado o incorporado. Nada de esto es tranquilizador, nada de esto
función intentar sosegar, neutralizar, exculpar). evita la persecución interminable (la persecución del cadáver por lo~
Ahora bien, la localización inamovible del cuerpo inhumado, su supervivientes, la persecución de los supervivientes por el muer~o), si
te:rito~ialización, permi~e.a ese trabajo de duelo hacer su camino, por no es dando muerte, confirmando al muerto en su muerte, haciendo
asi decirlo, durante las visitas regulares y los momentos de recogimien- como que nos aproximamos a él, simbólicamente, sólo a intervalos
to, cada vez que se vuelve a la tumba que conserva el cuerpo entero, regulares y ritualizados, durante las visitas al cementerio, ani~ersa-
durante las diligencias interiores y exteriores, durante las transaccio- rios, ceremonias, retornos prescritos y formales a los lugares de mhu-
nes e~culpatorias en cuanto señales de respeto fiel y conservador que mación. Entretanto, e incluso entonces, mantenemos al muerto a una
mantiene al otro en vida (en sí) al tiempo que lo mantiene afuera en distancia más o menos calculable y objetiva, lo evitamos, lo dejamos,
su sitio. El superviviente comprueba, cada vez, que el muerto, identi- lo abandonamos ahí donde queda para siempre bajo la custodia de
ficado con su nombre propio inscrito sobre la tumba, es realmente eJ los guardas del cementerio, por ende de la policía estatal y de la ley,
que es, allí donde está; que permanece y descansa (rests in peace) en su al menos cuando las tumbas no son profanadas (enorme problema
sitio, en el sitio del muerto, sitio del que no volverá. que dejo también en reserva). .
Y es ahí donde el efecto ambiguo o ambivalente, y en verdad auto- Esta intervención, esta interposición del Estado, de la Iglesia o de
contradictorio de ese fantasma, de esa preferencia fantasmática por la la res publica en general es aquí tanto más decisiva y notable (e.lla es
inhumación revela su carácter autoinmunitario y se deja arrastrar por la que le retira el muerto a la familia y a la que se le ordena retirarlo
él. La inhumación parece más humana y más inmunitaria, ciertamen- para conservarlo allí donde está, lejos, allá, etc., el tiempo que sea pre-
te, más protectora, más habitable, más hospitalaria, por así decirlo, ciso), este hacerse cargo por parte de la Iglesia y/o del Estado es tanto
pero es al mismo tiempo autoinmunitaria y nefasta, aterradora, por más significativo cuanto que los casos tan poco frecuentes en los que
lo tanto, para el fantasma mismo que va hacia ella. No solamente, el cadáver se mantiene en su integridad como cadáver, a la vez sustraí-
como acabamos de verlo, porque, a la inversa de la incineración, da do a la descomposición y a los terrores de la sofocación, son siempre
más oportunidades y posibilidades a los terrores del morir-estando- casos excepcionales de dignatarios, de soberanos o de jefes de Estado
vivo, a la sofocación del enterrado vivo que se despierta en su tumba momificados o embalsamados, tanto si se trata de faraones o de sus
antes de volver a convertirse en un verdadero cadáver, al término de allegados como si se trata de jefes de Estados totalitarios (~e~~n, ~ta-
sufrimientos indescriptibles y que nadie habrá podido nunca describir, lín, etc.), cuyo cadáver no sólo se sustrae a la descomposicion smo
216 'eminariu La bestia y el soberano JI (2002 -2 001) S,• 111 e' 1,111 , I ,/,• f, ln,·rn le 20() 1 2 17
que, en estos últimos casos, se conserva de un modo ca I rntacto. m nt a H id gg ·r: la ll\llt 111.· - insiste Lévina - no es equivalent a
imputrescible y visible en el espacio público o, en todo caso, expucst <, una aniquilaci ' n, a una r ·duccion al no-ser, la muerte no es la nada,
siempre a volver de nuevo a ser visible y accesible a la mirada. ni la respuesta negativa a la cuestión to be or not to be), aniquilar,
Para oponernos a todos estos efectos negativos y autoinmunita - transformar la muerte en aniquilamiento es privar al muerto de todo
rios, nos volvemos hacia el fantasma de la incineración y no r fu - • quello por medio de lo cual puede afectar, desde afuera, desde algu-
giamos entonces en él. Se supone que ésta evita los terrore d ·1 na exterioridad, nuestra sensibilidad en las formas a priori de la sen-
muerto-vivo, de una cadaverización que todavía no ha llevado nen· ibilidad, como diría Kant: en el tiempo y en el espacio. El muerto ya
sariamente a cabo su obra en el momento del entierro. Se suporn· no volverá, habrá desaparecido en su desaparición misma en un san-
también que la incineración evita los horrores de la descomposicio11 tiamén, sin ni siquiera haber tenido tiempo, sin que se les deje tiem-
lenta que vendría a afectar al cuerpo fantasmático del muerto (lo po ni al muerto, ni a los supervivientes para esta cohabitación en el
cual tranquiliza a la vez al muerto y a los supervivientes). Finalmentt· duelo que las exequias y la inhumación y la tierra de los cementerios
se supone que deja en suspenso la localización inamovible del cadá - venían a ritmar, escandir, prolongar. La incineración ya no se toma
ver al privarlo de lugar, pero también al evitar, por eso mismo, man- tiempo ni da tiempo. Ni espacio, puesto que -como decíamos hace
tenerlo a una distancia respetuosa, al evitar alejarlo de la vida de los un momento- la tumba inamovible está prohibida desde ese momen-
supervivientes. to, y la urna es amovible y las cenizas no están en lugar del cuerpo
Pero la contradicción autoinmunitaria o aporética vuelve también como lo haría un cadáver. Las cenizas nos ahorran el cadáver. No
a perseguir al fantasma de los incinerantes. Como ustedes se han están en lugar de él porque no tienen lugar, son dispersión, y la urna
dado cuenta, utilizo adrede ese participio de presente (los «inhuman- en las que se las reúne no tiene ningún lugar propio.
tes» y los «incinerantes») para designar a la vez a los que deciden En la incineración volvemos a encontrarnos con la misma apo-
por sí mismos y a los que deciden por los demás sobre el modo de ría, con el mismo double bind autoinmunitario que en la inhuma-
tratar al muerto, en ese intercambio sin intercambio de sitios que ción, con la misma a paría formalmente, lógica y analógicamente,
vuelve a todo el mundo loco de muerte-vivencia, a los moribundos aunque los dos tratamientos del cadáver busquen, en el contenido
y a los supervivientes. Este fantasma de los incinerantes, en lo que sensible de la puesta en escena y del fantasma, una modalidad radi-
respecta a los allegados supervivientes, aunque por una parte trae calmente distinta, otro tiempo, otro espacio sensible. Esta misma
consuelo al pensar que se evita al muerto querido la sofocación o la aporía, este mismo double bind autoinmunitario se paraliza o se
descomposición (servicio o gracia que hay que rendirle), en revan- agita paralizándose, se queda paralizado como por un tétanos en la
cha (utilizo adrede la palabra revancha que tiene connotaciones de contradicción de una fidelidad-infiel, más infiel por sobrepujamien-
guerra, de resentimiento vengativo y de persecución), en revancha, to de fidelidad, más fiel por hipérbole de infidelidad, una contra-
pues, este beneficio 30 (nada de sofocación ni de descomposición) se dicción que estructura y arruina a la vez todo trabajo de duelo, en
paga con una aniquilación absoluta, con una forma más radical de verdad toda relación con el otro en cuanto trabajo de duelo. Digo
hacer desaparecer al desaparecido o la desaparecida, con una for- «relación con el otro en cuanto trabajo de duelo», pues el duelo no
ma de ensañarse con la carne y de ensañarse con la desaparición del espera a la muerte, es la esencia misma de la experiencia del otro
desaparecer. Para evitarle sufrir sofocación de muerto-vivo y des- como otro, de una alteridad inaccesible y que no se puede perder
composición del cadáver, hacemos que desaparezca el desapareci- sino cuando lo amamos -o también cuando lo odiamos-. Siempre
do, lo reducimos a nada, lo aniquilamos en todas sus huellas iden- estamos en duelo por el otro.
tificables, quiero decir, ahí donde las cenizas ya no son restos con Porque, volviendo a la incineración, el trabajo de duelo se torna a
forma humana. Aniquilar, transformar la muerte en aniquilación (y la vez infinito y nulo en razón del fuego y de esa privación de tierra,
saben ustedes que no es lo mismo, ése es el escenario de un debate de territorio y de lugar inamovible. Infinito por ser nulo. Revelador,
o de una objección que Lévinas reprocha a la tradición y especial- al mismo tiempo, de la imposibilidad esencial que es y debe ser la del
trabajo de duelo, la del concepto mismo de trabajo de duelo, de un
trabajo de duelo que no puede conseguir ni alcanzar su así llamada
30. En el texto mecanografíado: « bien fait » ( «bien hecho»). (n. de e. normalidad si no es cayendo en la traición: traicionamos al muerto,
fr.). fracasamos al conseguir el trabajo de duelo, al interiorizar al muerto
218
Semmano La bestia y el soberano 1/ (2002 2003)
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ª! que privamos entonces de su alteridad misma; pero también tra ¡.
01110 invirti n lo la diit io11 d1.. la .ip<>strof , a mí, al poeta, al fir-
c10namos al muerto al dejarlo afuera, al respetar su alteridad infinita
m 111t~, i no al po nn mismo o al yo que, portando al otro en sí, se
Y sobre todo al no tomarlo con nosotros.3 1 Cuando el fuego ha actua -
L:onvierte así en el otro n el momento en que «Die Welt ist fort». Allí
do, Y lo ha hecho en la modernidad de su lúgubre teatro es de ir
donde ya no hay mundo entre ellos ni para ellos, en ese fin del mundo
de !~rma _técnicamente infalible, instantáneamente eficaz, '¡nvisiblc:
que es toda muerte.
casi i~audible, el cadáver del desaparecido habrá, en apariencia, de a
La punta accesible e inaccesible de la fidelidad, de la pr?mes~ _de
p~recido fuera de su desaparición misma. Pero al no tener sitio en
er fiel a pesar de todo, sólo se afirma (hablamos de esa afirmac10n,
nmguna part~, _al no ten~r ningún lugar estable, ningún topos fuera
de esa afirmación invencible frente a todas las aporías y a todas las
de _lo~ super~ivientes, la imagen o la memoria del muerto se tornan
dialécticas autoinmunitarias), sólo se afirma, esa afirmación, sólo se
~bi~mtanas, mvaden todo el espacio y todo el tiempo puramente inte-
firma en la resistencia de esa aporía de la fidelidad infiel o de la infi-
non~~dos (en la form~ de una sensibilidad absolutamente pura y no
delid~d fiel: «Cuanto más fiel, más infiel soy», y a la inversa.
emp1r~camente det~rmmada). El muerto está a la vez en todas partes
Y en ~mguna, en nmguna por estarlo en todas, fuera del mundo y por
Todo esto nos abre los ojos a una pregunta que no ha dejado de
?ºq~ier ~? el mundo y en nosotros. La interiorización pura, la pura
sonambulear en nuestra andadura de hoy. La pregunta: ¿qué es un
idealizac10n del muerto, su espiritualización, su idealización absolu-
fantasma? ¿Qué quiere decir fantasma, phantásma, reaparecido, fan-
ta,_ su d~smat~rialización en el superviviente en duelo que no puede
tasía imaginación imaginación fantástica? Si todo esto que acaba-
deJar_se mvad1r por un muerto que, afuera, ya no tiene ningún sitio
mos 'de esbozar c~ncerniese ante todo a la naturaleza fantasmática
pr~p10, es a la vez la fidelidad más grande y la más alta traición, la
de lo que orienta nuestro deseo y nuestro terror, nuestra expe_rien-
m~Jor manera de conservar al otro quitándonoslo de en medio. En el
cia (digamos, robinsoniana) de morir estando vivo y del tratamiento
mismo gesto y en el mismo instante. De portar al otro en nosotros
del cadáver, de la esencia o de la no-esencia, de la nada ( Unwesen:
sol~mente en nosotros, de conservarlo en nuestro corazón como suel~
descomposición) del cadáver, entonces estamos incidiendo aquí en
decirse entonces, ahí donde ya no hay mediación ni soporte cadavéri-
la estructura a la vez autoafectiva y heteroafectiva del fantasma. No
co o tumba! en el mundo, en el fundamento del mundo. Esta relación
podemos pensar el fantasma sin esa dimensión auto-heteroafe~t_iva.
de los supervivientes y del muerto se vuelve a la vez pura, purificada
Una reflexión sobre la especificidad aguda de lo fantasmatico no
por el fuego Y pura de todo cuerpo así como de todo mundo <se
puede no pasar por esta experiencia de la muerte-vivencia y del afec-
vuelve> a su manera weltlos, si no weltarm. A medio camino en:re el
ser weltlos y el ser weltarm. to, de la imaginación y de la sensibilidad (espacio y tiempo) como
. , «Die We~t ist fo::'
ich muss dich tragen» puede querer decir tam-
auto-heteroafección .
De haber tenido tiempo y sitio, hubiera propuesto un largo rodeo
bien, traducir tamb1en (digo también y no solamente) ese deber esa
O (que les recomiendo que hagan ustedes mismos) a través de ese libro o
promesa de fidelidad hacia el ser amado que ha desaparecido que
ese conjunto de seminarios de Heidegger sobre Kant y el problem~ de
ha abandonado el ~undo, al que el mundo ha abandonado, del que
la metafísica, textos más o menos contemporáneos de nuestr_~ semma-
el mundo se. ha ale1a~o, y sobre todo si el fuego, por ejemplo el fue-
rio de 1929-1930, apenas anteriores (1925-1928). Es tambien, como
go c~ematono, ha pnvado al otro de sepultura inamovible, de lugar
ustedes saben, una interpretación de Kant, pero cuyo tema central es
prop10 en el mundo. Ya no puedo entonces, ya no debo entonces sino
la finitud (Heidegger extrae de ello un gran número de consecuen-
port~r al otro en mí, y dirigirme a él en mí, prometerle en mí portarlo
cias), y una lectura que, como ustedes saben también, se invol_ucra
en mi, lo escuche él o no, y sabiendo que si lo escucha será solamente
en una profunda meditación sobre el tiempo, sobre el esquematismo
en mí, en mi corazón, como suele decirse, como el otro en mí, por
de la imaginación trascendental en Kant, justamente en torno a esa
mucho que el tuteo, el «ich muss dich tragen» se dirija tanto al otro
cosa extraña que es una autoafección pura. Ahora bien, como otros,
quedé impactado por el ejemplo pedagógico que pone Heidegger en
el momento en que se pregunta qué es la imagen (Bild) y qué es la
. 31. En el texto mecanografiado: « Et en ne le prenant surtout pas pas en imaginación (Einbildung, Einbildungskraft), pregunta ta~to n_iá~ inte-
soz » [«al no tomarlo sobre todo no en sí»]. Restablecemos [el texto] a partir
de la grabación de la sesión (n. de e. fr.). resante para nosotros cuanto que el Dasein humano sera defm_ido en
el seminario de 1929-1930, bien lo saben ustedes, como Weltbtldend.
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asc1~ac1on b
' , .
del punctum de cada fotografía. Bazin escnbio unas pagmas
l , lo llamado «ontogenético» entre el objeto y su
intuición empírica inmediata tan pronto al modo de la aprehensión inme-
diata de una reproducción que ofrece la visión de un ente. P. rec10sasf so re'f'e vmcu ., · , · t el
fundado según él en una relacion m1met1ca en re
imagen otogra ica,
Pero la fotografía es también capaz de mostrar cómo aparece, en gene- arte y el cadáver. , d. 1 (del
ral, una máscara mortuoria. La máscara mortuoria puede manifestar, a su .nbildungskraít es en sus ra1ces me ieva es
Recor d emos que la Et '' '
vez, cómo aparece, en general, la cara de un cadáver. Ahora bien, eso es
también lo que manifiesta un cadáver individual. La máscara mortuoria
puede mostrar igualmente el aspecto de una máscara mortuoria en gene-
ral, del mismo modo como la fotografía puede manifestar no sólo el obje- l ., Jacques Derrida improvisó esta obertura y leyó este
1. Durante a ses10n, . . . B h . rofesor en el departamen-
to fotografiado sino también lo que es una fotografía en general. 32 extracto de una carta recibida de T1mothy a ti,~ 'd d d M'chi an No
~:!::~:~!:r;.~: ~::r::~;: ~~:::r:::t:~:c~:~;;:;:.~o n;en :o, :,chivos
.d l IMEC Al habernos enviado el autor una copia de la
32. M. Heidegger: Kant y el problema de la metafísica, trad. cast. de G. l. de Jacques D ern a en e · d ·
e febrero de 2003, éste es el extracto que repro ucimos
Roth, México, Fondo de Cultura Económica, 1973, 1ª reimpr., pp. 83-84 (es carta, fech a d a el 23 d
tal cual a continuación (n. de e. fr.).
Martín Heidegger quien subraya) (n. de e. fr.).