Kirchnerismo y República

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El kirchnerismo: ¿normalidad o excepción a la tradición republicana argentina?

Introducción: El kirchnerismo momento político y conceptual

Hay un consenso entre partidarios, críticos y opositores en considerar al kirchnerismo


como un momento político. Sin embargo, pocos se han detenido en indagar en la
posibilidad de que este tiempo desafíe también los conceptos con los que miramos la
política de nuestro tiempo. Por el contrario, los análisis periodísticos, intelectuales e
incluso académicos describen, interpretan, avalan o rechazan la política y las políticas
kirchneristas con espejos retrovisores que enfocan al pasado o con anteojeras que hacen
apuntar la mirada a otros fenómenos políticos de escala regional o mundial respecto de
los cuáles la política argentina contemporánea peca por exceso o por defecto.
¿Queremos decir entonces que hay que inventar un neologismo que opere como
equivalente analítico de lo que el kirchnerismo significa como identidad política?
Ciertamente no. La Historia Conceptual nos enseña que no hay neologismo tan potente
como aquellos las sociedades crean y que no hay conceptos más preciados que aquellos
que la política llenó de historia. Sin embargo, resulta lícito preguntarse si esa
normalizable anomalía, que se suele nombrar como kirchnerismo1, participa también en
el proceso de cambio e innovación conceptual que caracteriza al lenguaje del que nos
servimos para hablar y actuar políticamente.
Nuestra preocupación por la relación entre el kirchnerismo y la república, como
concepto representativo y como tradición política, nace de un diagnóstico instalado casi
como lugar común: hay un déficit republicano en las prácticas políticas argentinas,
especialmente en las del oficialismo que detenta el poder ejecutivo desde el 2003. Esta
visión presente en el sentido común mediático es corroborada, no siempre con
demasiada complejización, no solamente por los dirigentes políticos opositores de todo
espectro y color sino también por gran parte de la elite intelectual2. Quizás lo que varía
es la valoración del sentido que se le da a esa supuesta falta. Sin embargo, una primera

1
La referencia remite al libro de Ricardo Forster: La anomalía argentina. Aventuras y desventuras del
tiempo kirchnerista, Buenos Aires, Sudamericana, 2010.
2
Una clara excepción en ese sentido es Eduardo Rinesi quien viene marcando un vínculo interesante
entre el discurso y la práctica política del kirchnerismo con la versión popular del republicanismo, desde
una lectura de clara impronta maquiaveliana. También Ricardo Forster ha hablado de la gramática
republicana que hay que resignificar y apropiar. Sin embargo, incluso en aquellos sectores de la elite
intelectual más cercanos al gobierno o a sus líderes se tiende a la reapropiación positiva del populismo
antes que a problematizar los sentidos de la república que es entendida en el mismo sentido formalista que
reivindica la intelligentsia crítica del kirchnerismo. Gabriela Rodríguez, Nicolás Freibrun, “La república
es de los otros, ¿o puede ser mía? Un dilema del intelectual kirchnerista”, IX Jornadas de Sociología,
Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, 2011.
observación descentrada de la cuestión nos lleva a una constatación que, si no es
inversa, es paradójica. El primer déficit republicano que encontramos es en aquellos que
dicen reivindicar la república como ideal teórico- político y que tienen por oficio
declarado el pensamiento o la actividad política del pensar. Desde nuestro punto de
vista, hay dos posibles razones de esta falta o falla de algunos de los aportes
intelectuales (académicos o no) que tienen al kirchnerismo por objeto y el análisis
político por vocación.
Por un lado, predomina una versión poco problematizada del republicanismo como
tradición política. Este hecho es sumamente llamativo porque en los últimos años ha
existido una importante producción, inspirada en la Historia Conceptual y la Historia
Intelectual, que ha abordado la republicanismo en Iberoamérica desde su contingencia
histórica y ha adoptado una postura menos normativista al compararlo con el desarrollo
de esa tradición en otras latitudes3. En síntesis, estos aportes historiográficos y teórico-
políticos han descubierto que la “república” como concepto y representación política en
América Latina y España no es una copia imperfecta de una república verdadera
realizada teórica y prácticamente en otros lugares del planeta. Nuestra república es,
entonces, una institución y una práctica política legitimada por un sentido social
compartido que se reapropia, en forma no pocas veces original, de los sentidos que la
tradición republicana nos legó. Pero también desde la Teoría y la Filosofía Política
contemporánea ha habido un resurgimiento del republicanismo como ideología política
que descubre, de manera no lineal, su relación con otras corrientes políticas que lo
llenan de sentido pero no debieran eclipsarlo u opacarlo como el liberalismo, la
democracia y el populismo, en sus diversas formas y colores teóricos4.
Por el otro, ante una proliferación de análisis de los discursos presidenciales de Néstor
Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner, muy valiosa en lo que respecta a la

3
Entre los muchísimos trabajos sobre el tema sólo se hará referencia por su envergadura al Diccionario
social y político del mundo iberoamericano dirigido por Juan Fernández Sebastián, Fundación Carolina.
Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 2009
donde participan especialistas en la materia y que tiene una entrada de 166 páginas dedicadas al uso de la
“república” en Iberoamérica entre 1750 y 1850. Elias Palti, El tiempo de la política. Lenguaje e historia
en el siglo XIX, Buenos Aires, siglo XXI, 2007. Elias Palti “Beyond Revisionism: The Bicentennial of
Independence, the Early Republican Experience, and Intellectual History in Latin America”, Journal of
History of Ideas, 70, 4 (2009): pp.593-614.
4
Philip Pettit, Republicanism. A Theory of Freedom and Government, Oxford University Press, 2010
[1997]. Cabe mencionar que Pettit entiende al populismo en forma similar (aquella tradición política que
concibe al Estado al servicio de la masa y al pueblo como el jefe) pero no equivalente ni con la misma
lógica que Laclau. Ernesto Laclau, La razón populista, Buenos Aires, FCE, 2005.
identificación de estrategias enunciativas5, se observa poca preocupación en
problematizar los sentidos de la república y su presencia en la construcción de
identidades políticas en el plano del discurso político. Decir república, decirla mucho o
poco, decirla irónica o metafóricamente, convocarla performativamente quiere decir
algo y mucho más en un campo político- conceptual como el nuestro donde la
dimensión agonística está tan presente a la hora de identificar partidarios, opositores e
indiferentes.
En este texto queremos poner en discusión la siguiente hipótesis de lectura: la república
aparece en el discurso político, entendido este último como el discurso emitido por
profesionales de la actividad política, con sentidos más complejos y polémicos de lo que
la buena (o mala) consciencia republicana de la opinión pública (periodística e
intelectual) estaría dispuesta a admitir. Para hacerlo vamos a poner en relación dos
sintagmas a primera vista identidad política kirchnerista y tradición republicana. Y en
esta relación vamos a priorizar una dimensión, aquella que genera identificación desde
la palabra política.
Nuestro argumento se desarrolla en tres momentos donde el concepto de república se
asocia con una temporalidad específica. El primero opera de marco de referencia al
recuperar, en forma muy esquemática algunos momentos de la tradición republicana
argentina que asociaron a la república con tópicos, retóricas y estrategias enunciativas
que siguen presentes, no sin alteraciones, en la palabra política contemporánea. El
segundo es un análisis de los usos de república a partir de un contrapunto entre los
discursos emitidos por Cristina Fernández de Kirchner como candidata y luego como
presidenta de la Nación entre 2007 y 2010 y por Elisa Carrió como referente de la
oposición al kirchnerismo entre 2003 y 2009. Finalmente, a partir de los sentidos
puestos en juego en la palabra política de estas dos mujeres políticas, nos plantearemos
algunos interrogantes acerca de los derroteros de la “república” posible como
representación política en el momento político inaugurado con la muerte de Néstor
Kirchner. ¿Hay lugar para la república en la construcción de identidad política en un
momento donde el post-kirchnerismo se ha vuelto póstumo?

5
María Antonia Muñoz y Martín Retamozo, “Hegemonía y discursos en la Argentina Contemporánea.
Efectos políticos de los usos de pueblo en la retórica de Néstor Kirchner” en Perfiles Latinoamericanos
31, FLACSO, México, pp.131-49, 2008. Soledad Montero, “Puesta en escena, destinación y
contradestinación en el discurso kirchnerista (Argentina 2003.2007)”, Discurso y Sociedad, Vol.3,
pp.316-47, 2009. María Mercedes Patrouilleau, “Discurso e interpelación populista. Re-interpretaciones
de lo nacional popular en las articulaciones discursivas kirchneristas”, Jornadas de Jóvenes
Investigadpres del Instituto de Investigaciones Gino Germani, Buenos Aires, 4 al 6 de noviembre de 2009
Parte I. La república que la patria nos legó

En esta sección esbozaremos una breve Historia Conceptual de la “república” en los


doscientos años de historia argentina inaugurada por la Revolución de Mayo de 1810.
Para hacerlo recordaremos primero algunas definiciones de “república” propias del
pensamiento político clásico y moderno que, con sus mutaciones históricas respectivas,
persisten incluso en nuestros días. Por un lado, el sentido más cercano a una definición
transhistórica o abstracta6 de la república es aquella que le adjudica dos dimensiones co-
constitutivas: un fondo, que se asocia con el buen gobierno político en general y una
forma, que se vincula con un régimen político esencialmente no monárquico. Pero
ambas dimensiones, por más generales que sean no son a-problemáticas. ¿Acaso no es
posible definir como republicano a un gobierno de uno, ya sea en su forma monárquica
o más tardíamente en aquellas formas de gobierno llamamos presidencialismos? Esta
tensión co-constitutiva de la definición más general y abstracta de la república se
observa en toda la historia del pensamiento político pero alcanza su paradoxismo en la
modernidad cuando autores como Hobbes y Kant definen a la república como estructura
general del Estado, sin importar si el gobierno o sus magistraturas están distribuidas en
diferentes personas o poderes. Pero también es en esta modernidad cuando se instala un
sentido de la “república” que incluso entre los teóricos políticos aparece como el reflejo
de un autoevidente sentido común: la república se asocia por definición a la división de
poderes propiciada por Montesquieu y consagrada en el gobierno representativo de la
Constitución de la República de los Estados Unidos de Norteamérica. Sin entrar en el
interesante debate acerca del sentido de la división de poderes en Montesquieu7 y si
acaso esta concepción es equivalente con la que emplean los padres fundadores de los
Estados Unidos a fines del siglo XVIII, es importante recordar que este sentido de
república, cercano a la tradición liberal, es históricamente contingente y no es el único
que reivindican todos los que se definieron y definen como filosófica e ideológicamente
republicanos. En tal sentido, todavía persiste la tradición política republicana un sentido
clásico que reivindica la virtud cívica, entendida como compromiso, participación y

6
Cabe recordar, sin embargo, que el proceso de abstracción en los sentidos de la “república” y otros
vocablos políticos es calificado por la Historia Conceptual como un proceso inminentemente moderno.
Reinhart Koselleck, “Introducción al Diccionario histórico de conceptos político-sociales básicos en
lengua alemana”, Traducción y notas de Luis Fernández Torres en la revista Anthropos. Huellas del
conocimiento: Reinhart Koselleck. La investigación de una historia conceptual y su sentido
sociopolítico”, 223, (2009).
7 Louis Althusser, Montesquieu: la política y la historia, Barcelona, Ariel, 1974.
disfrute de la actividad política por parte de los ciudadanos. Incluso en la antigüedad
este sentido se vinculó con la idea ciceroniana de gobierno de la ley. Sin embargo,
muchos republicanos de ayer, hoy y siempre no se conformarían con una comprensión
formalista de la legalidad sino que creen que la república se vincula con valores
sustantivos que a los que una comunidad política no debe renunciar sino quiere perecer.
Ahora bien, esta síntesis de las definiciones más paradigmáticas de la república en la
historia del pensamiento político occidental aporta a nuestro argumento en tanto y en
cuanto ellas mismas visibilizan las tensiones internas conceptuales internas de esta
representación política. De ellas nos interesan destacar especialmente dos: la relación de
la república con el poder personal y la relación de la república con el gobierno popular,
en un sentido que excede, incluso en sus versiones más proactivas teórica y
políticamente al populismo8. Ambas relaciones conceptuales ya aparecen en las
definiciones generales de la república que se han mencionado pero van a adquirir
especial visibilidad en el recorrido por algunos de los usos pasados y presentes de la
república por parte de las elites políticas argentinas.
Por ello, proponemos la identificación de momentos conceptuales donde se observan
cómo la articulación entre un tiempo histórico (cronología y contexto), un léxico
político9 y ciertos referentes político intelectuales participan de un sentido de la
república que ha marcado la historia política y la tradición republicana argentina.

8
No es el objeto de este trabajo analizar la política argentina reciente e incluso pasada en términos de
populismo, más allá del valor heurístico y la visibilidad ideológica que tenga la categoría. Los motivos de
esta elección radican, por un lado, en que el tema ya ha sido tratado exhaustivamente en diversos trabajos
incluso algunos presentes en esta compilación, y, por el otro, en que pretendemos discutir el problema de
la república en el discurso y la acción política argentina sin que el populismo, por su omnipresencia
termine por opacarlo. A términos puramente ilustrativos diremos que de las Teorías sobre el populismo
hay tres tipo que de manera más directa o indirecta intervienen en tipo de abordaje de este trabajo: aquella
que define al populismo como una categoría sociológica, aquella que lo transforma desde una mirada
filosófico-política en la quintaesencia de lo político y aquella que lo adopta como un instrumento para
abordar los recursos estilísticos y retóricos de ciertos liderazgos. Las dos últimas, y especialmente la
segunda, forman parte del arsenal heurístico de este trabajo aunque en términos teóricos nos interese más,
por su potencialidad conceptual y política para vincularse con la república, la noción de gobierno popular.
9
Esta esquematización está inspirada en la propuesta de Capellán de Miguel para analizar la historia de la
opinión pública en la modernidad a partir de momentos conceptuales. Nuestro esquema incorpora la
dimensión retórica y enunciativa que es fundamental en el análisis del discurso político. Gonzalo
Capellán de Miguel, “Los ‘momentos conceptuales’. Una nueva herramienta para el estudio de la
semántica histórica” en Javier Fernández Sebastián y Gonzalo Capellán de Miguel (edit.), Lenguaje,
tiempo y modernidad. Ensayos de historia conceptual, Globo Editores, Santiago de Chile, 2011.
Momento Cronología/ Contexto Semántica Léxico Estrategias
Autores Histórico dominante relacionado enunciativas y
retóricas
Revolucionario Generación de Revolución de República Gobierno de la Retórica de
Mayo. Grupo Mayo. Fin del como hecho ley catilinaria y
morenista régimen ineludible Tiranía, republicanismo
virreinal Buen gobierno, despotismo bélico10
organización (contrarios)
del Estado Desafío:
Aristocracia de Evitar la
la virtud anarquía
Derivación: articulando el
fanatismo poder personal
republicano con el
gobierno
representativo
Cívico- Generación de Anarquía e Hecho Civilización, Republicanis-
Institucional 1837. Heredera institucionali- indiscutible, gobierno mo bélico y re-
de Mayo de zación política territorio representativo, sematización
1810 para a través de la nacional, ideal democracia personalista
gobernar y Constitución del gobierno “farmer” (Sarmiento)
moderar la de 1853 y el político, Barbarie, Ironía y
revolución sistema del aristocracia de desierto despersonaliza
presidente la virtud (contrarios) ción
como gran Desafío: instituciona-
elector Modelos de lista (Alberdi)
republicanismo
en pugna
(cívico y civil);
institucionali-
zar el poder
personal
Antipopular La Generación Centenario de Aristocracia Parlamentariza Ideologización
positivista con la revolución del saber y del ción, Reforma de la relación
sus críticas de Mayo. poder, electoral, democracia-

10
La retórica de catilinaria refiere al famoso discurso de Cicerón a Catilina donde por la defensa de la
institución republicana se justifica la colocación del otro, en tanto amenaza, como la encarnación de la
negatividad política. Este tipo de disposición enunciativa es característica de una importante tradición
dentro del republicanismo y no es “importado” del populismo. Lo mencionamos aquí sólo para facilitar la
comprensión de posteriores argumentos.
instituciona- Apogeo y progreso con limitación de república hasta
listas al crisis de la participación las convertirla en
gobierno de los república política atribuciones una oposición
notables y su oligárquica limitada, presidenciales contrario-
temor a la Emergencia de institucionali- Democracia asimétrica
democracia de los dad plesbicitaria
masas movimientos (opuesto)
nacional Desafío:
populares: resistir al
radicalismo avance de los
liderazgos
populares y la
política criolla
Democrático- Alfonsinismo. 1983-1987. Ideal del Democracia, Consensualis-
liberal Transición Post-dictadura, gobierno libertad, tercer mo
democrática democratiza- político movimiento confrontativo.
ción e (terminar la histórico, De la
inestabilidad historia de la civismo. seducción del
económica. república Populismo, paradestinata-
Debate político perdida), nacionalismo, rio a la
intelectual instituciones, socialismo sobrevaloriza-
sobre la valores. (opuestos o ción del contra
democracia y diferentes) destinatario
el liberalismo Desafío:
institucionali-
zar las
prácticas
políticas sin
congelar el
sentido a la
democracia en
su sentido
amplio

Cada uno de estos momentos, merece e incluso ha tenido un estudio exhaustivo por
parte de la Historia Conceptual o la Historia Intelectual orientadas al análisis político11.

11
Respecto de las convergencias y divergencias epistemológicas entre la Historia Conceptual y la
Historia Intelectual solo baste decir que ambas implicaron una renovación fundamental para la Teoría
Política al demostrar no solamente que los conceptos históricos importan sino que tiene un devenir
histórico empíricamente comprobable que deja huella en sus sentidos presente. Su diferencia más
En nuestro caso la finalidad heurística es poder ver cómo algunos tópicos, ciertas
figuras retóricas o y estrategias enunciativas empleadas en el pasado para decir la
“república” han tenido tal impronta que están presentes, por imitación o por reacción, en
el discurso político reciente. Y esto es así, cuanto menos en el discurso de dos mujeres
políticas referenciales para la política argentina contemporánea.

Parte II. ¿Quién es la señora república? Cristina Fernández de Kirchner o Elisa


Carrió

Hemos elegido para analizar los usos de la república en el discurso político de los
tiempos kirchneristas alocuciones de Cristina Fernández de Kirchner y Elisa Carrió.
Esta elección se justifica en motivos teórico-metodológicos o empíricas y en una
apuesta política. La primera razón radica en que la comparación binaria permite un
contraste entre dos formas de apropiación de la república que hace más evidente sus
ambigüedades, tensiones y paradójicas convergencias. Además al ser la enunciación
política por definición polémica nos parece aventurado pretender entender un estilo
discursivo, por ejemplo el kirchnerista, sin ponerlo en relación con otros discursos
políticos con los que convive y confronta en el espacio político. Por ello, la presidenta
en los últimos 4 años y una de las principales líderes de la oposición, al menos las
primarias del 14 de agosto de 2011 donde apenas superó el 3% a nivel nacional como
pre-candidata a la presidencia, resultan dos enunciadoras interesantes para comprender
qué se dice cuándo se dice república en el campo político argentino de los últimos años.
Segundo, ¿por qué el discurso kirchnerista está en Cristina y no Néstor Carlos
Kirchner? Más allá de la discusión acerca de las capacidades retóricas de una y otro,
desde la muerte del ex presidente su palabra política citada o re-enunciada ha tenido casi
el mismo peso que su iconografía en el proceso de construcción de un mito político. Sin
embargo, intuitivamente pareciera que la “república” no fue como “diversidad”,
“derechos humanos”, “institución presidencial”, “militancia”, “inclusión” una de sus
palabras favoritas y sí lo es en el caso de la presidenta12. Vale decir, sin embargo, que de
un total de 892 discursos pronunciados desde mayo de 2003 a diciembre de 2007 en 187

importante está en la concepción de la relación entre el lenguaje y la sociedad y la ontología subyacente


en ambas que se explica por las tradiciones de investigación a las que pertenecen. Mientras la Historia
Conceptual forma parte de la tradición de la Filosofía hermenéutica alemana la Intelectual está cerca de la
Filosofía analítica anglosajona.
12
Como presidenta entre 2007 y 2010 Cristina Fernández de Kirchner menciona 864 la palabra república
en 447 discursos.
alocuciones presidenciales Néstor Kirchner usó la palabra república y no todas para
referirse al nombre del territorio que ocupa nuestro país. Sin embargo, el campo
semántico de la “república” reconocible en la palabra de Néstor Kirchner se mantiene
bastante estable entre una idea cívica del patriotismo y una concepción “democrático-
liberal” de la nación con alguna que otra referencia a la comunidad política republicana
como ideal del gobierno político. En el caso de Cristina Fernández desde su campaña
presidencial la “república” aparece como un tema y su republicanismo remite a
tradiciones no siempre “amigables” al imaginario colectivo peronista13 como la
sarmientina y manifiesta una clara tensión entre una dimensión popular y otra
representativa.
Tercero, la apuesta política se revela, en cambio, en el deseo de visibilizar la palabra
política femenina como un lugar privilegiado para indagar el sentido de una comunidad
política que desde sus mitos fundantes en la era moderna fue identificada con figuras
femeninas: Marianne, la dama del gorro fijio o la Luz de Día en América con la que un
irónico Juan Bautista Alberdi cuenta las desventuras de la razón en nuestras tierras14.
Estas dos mujeres políticas15 hablan y hacen república: ¿que nos dirá la República de
ellas?
Más allá de su recurrencia, la presencia de la “república” en los discursos de Cristina
Fernández16 participa de un campo semántico que incluye desde la denominación

13
Decimos imaginario porque el primer peronismo no fue refractario en su totalidad al ideario
sarmientino en el campo educativo y además optó por poner su nombre junto con el de Roca, Mitre,
Urquiza y San Martín a los ferrocarriles recién nacionalizados.
14
Juan Bautista Alberdi, Peregrinación Luz de Día, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina,
1983. Para algunos el personaje de Luz de Día es una especie de hermafrodita lo que no impide sea objeto
de seducción de algunos hombres políticos locales con los que se encuentra.
15
Cristina Fernández (2009:34, 120, 135) se define como una militante que pasó el cursus honorum de la
política formal pero cuyo compromiso remite a su juventud “setentista” y que quiere que la historia sea
construida por las sociedades y no por los dirigentes mientras que Elisa Carrió, aun criticando esa visión
del setentismo, se ve como una heredera ideológica y biológica de los partidos políticos argentinos
tradicionales pero quiere hacer una política más allá de ellos logrando una coalición cuya única línea de
demarcación para la inclusión o exclusión de miembros sea la honestidad. En lo que respecta al género en
Cristina Fernández (2009:33,54) es mucho más recurrente el tópico de la dificultad adicional que implica
ser mujer en cualquier área de actividad mientras que Elisa Carrió, a pesar de su vínculo político-
personal con Diana Maffía, sigue en esto la línea “arendtiana”: la política es expresión de la singularidad
de los sujetos y no da demasiada relevancia a la subalternidad estructural de la condición femenina.
16
Los discursos de Cristina Fernández se encuentran compilados en www.casarosada.gov.ar.
Desde allí hemos tomado los discursos procesados para en análisis cuantitativo (recurrencias, frecuencias,
etc.) en cambio del libro Las palabras y los hechos. Discursos de la Señora presidenta de la Nación,
Cristina Fernández de Kirchner, Buenos Aires, La Cámpora, Facultad de Filosofía y Letras, Las cuarenta,
2009 hemos extraído los siguientes discursos que se priorizan en el análisis cualitativo: “Como candidata
a presidente en el Teatro Argentino de La Plata” (20 de julio de 2007), “Acto de Asunción de mando” (10
de diciembre 2007), “Inicio de secciones ordinarias” (1 de marzo de 2008 y 1 de marzo de 2009), “El
encuentro” (Parque Norte, 27 de marzo de 2008), “Acto por la convivencia y el diálogo” (Plaza de Mayo
general del país (la más habitual) hasta sus asociaciones con la patria y con la virtud del
ejemplo, personificada en su prócer aparentemente favorito, Mariano Moreno. Sin
embargo, si la república es sinónimo de país como territorio entendido en su acepción
general, pero también como espacio de realización de un proyecto político que la
presidenta denomina varias veces como ‘modelo de acumulación con desarrollo e
inclusión social’, la nación, de la que podría llegar a ser sinónimo, aparece menos veces
y siempre asociada a la obligación constitucional de rendir cuentas al pueblo del rol
institucional que se cumple. Ejemplo de ello son tanto las intervenciones en el Acto de
Asunción de mando como en los de Apertura de Sesiones del Congreso de la Nación.
Incluso en esas ocasiones, la oradora se define a sí misma como presidenta de la
república, más que como presidenta de la nación. Cristina Fernández, a tono con el
clima del Bicentenario, no pierde la ocasión de vivar a la “patria”, en clave cívica,
aunque sin perder los significados cristalizados en la historia reciente de la Argentina
(los años 1970 y la patria “socialista”) de la cual, según su propio relato, la presidenta
ha sido parte como “militante” (Fernández, 2009: 139, “Aniversario del Bombardeo”).
Ciertamente, la mención del ejemplo patriótico, la arenga a las masas o el recuerdo
permanente de las gestas emancipatorias no sólo aparecen en el calendario de las
celebraciones rituales como el “Discurso del 198 aniversario del 25 de Mayo de 1810”,
sino también en otras ocasiones como anuncios oficiales o actos claramente “políticos”.
Sin embargo, estas referencias no siempre aparecen directamente asociadas al campo
semántico de la república. Si la república tiene una definición que la vincula con la
democracia y la participación popular, tampoco deja de estar asociada al gobierno
representativo. Y este gobierno representativo supone, por un lado, un buen
funcionamiento de los tres poderes del Estado, pero reconociendo el carácter central de
la institución presidencial en el proceso decisional, y por el otro, la referencia al Estado
constitucional de Derecho que, a través de una visión kelseniana, especialmente del
derecho penal, permite castigar a quienes han atentado contra los derechos
fundamentales de los con delitos comunes o crímenes de lesa humanidad.
En esto no hay cambios en el discurso presidencial entre sus enunciados como candidata
y sus expresiones más duras en el momento de mayor confrontación pública durante el

1 de abril de 2008), “Asunción de Néstor Kirchner en la presidencia del PJ” (Estadio Almagro 14 de
mayo de 2008), “198 Aniversario de la Revolución de Mayo” (Salta, 25 de Mayo de 2008), “Lanzamiento
del Programa de distribución Social para Hospitales, viviendas populares urbanas y rurales y caminos
rurales” (Casa de Gobierno, 9 de junio de 2008), “53 Aniversario del bombardeo en Plaza de Mayo” (17
de junio) y “Acto por la Democracia” (Plaza de Mayo,18 de junio 2008).
conflicto con las patronales agrarias entre marzo y agosto de 2008. Para Cristina
Fernández el gobierno representativo, sustentado en la competencia partidaria, es central
para el buen funcionamiento del sistema político de gobierno. Y en esa república, la
figura presidencial es algo más que una parte en disputa, porque como figura
representativa está más allá de la lógica corporativo-sectorial (democracia corporativa
que quiere desplazar con cacerolas y cortes de rutas las elecciones) e, incluso, de la
político-partidaria. No es una parte sin parte, ni una parte que quiere apropiarse de todo,
es la parte que metonímicamente, expresa el todo, porque así fue consagrada por la
soberanía popular:

“Yo dije alguna vez, que cuando uno toma decisiones como Presidenta de
los argentinos, teniendo en cuenta el interés de todos, porque esta es la gran
cuestión, no hubo una parte contra otra parte. Esto no es así: quién habla es
la presidencia de la República, no es una parte, debe gobernar para todos los
argentinos y cuando toma decisiones lo hace en beneficio de todos los
argentinos” “Lanzamiento del Programa de Redistribución Social”
(Fernández, 2009:126)

Para Cristina Fernández, el legado de su marido y ex presidente es precisamente el de


haber restituido la autoridad presidencial, y en esa restitución ve una reinstalación de la
política en el centro de la escena pública, escena de la que había sido desplazada por la
economía y la tecnocracia. Esa apelación a restituir la autoridad presidencial aparece
también en los discursos de Elisa Carrió en 2003, pero paulatinamente deriva en crítica
al hiper-presidencialismo que deviene nuevamente en autoritarismo, encarnado por su
máximo antagonista político y enunciativo a partir del año 2006, Néstor Carlos
Kirchner.
Sin embargo, aunque mucho menos visible que el gobierno representativo, aparecen
también en el discurso presidencial algunas referencias al gobierno popular, que
también evocan la necesidad de recuperar el protagonismo de la política, pero no ya
desde un liderazgo político institucionalizado o no partidario o presidencialmente, sino
por la participación activa del pueblo como parte de un proyecto político.
“Convoco al pueblo argentino, a todos, a este gran acuerdo del Bicentenario
de nuestra Patria, de nuestro nacimiento, de este 25 de Mayo desde el fondo
de mi corazón. Y les pido a todos y a todas que me ayuden, quiero que me
ayuden a poder seguir luchando por la justicia; quiero que me ayuden a
seguir luchando por el trabajo; quiero que me ayuden a seguir luchando para
conformar un empresariado nacional con más valor agregado cada día (...)
que me ayuden a que la educación vuelva a ser el instrumento de equilibrio
social porque sola no puedo; necesito de la fuerza inagotable e indestructible
del pueblo. “Acto por la convivencia y el diálogo”. (Fernández, 2009:110)

Esa tradición republicana, muchas veces obturada en la modernidad por el gobierno


representativo o por una visión formalista de la ley, se relaciona sin duda con la figura
romana de tribuno de la plebe que defendía al pueblo, pero necesitaba contar con él para
en caso de conflicto de intereses poder sostener su poder. Allí radica la idea
maquiaveliana de que el conflicto no es pernicioso, sino que puede ser la causa de
engrandecimiento de una república, si se canaliza institucionalmente y cuenta con un
pueblo virtuoso o, al menos, dispuesto a la virtud. Esta concepción es un interesante
modo de reconciliar la democracia gobernada con la democracia gobernante, y no
transformar la república exclusivamente en un mecanismo de control de la democracia
desbordante y desbordada. Pero tanto en el discurso presidencial como en el de la líder
opositora, este matiz de significado queda eclipsado tanto por una visión formalista del
gobierno representativo (que extrañamente ambas comparten) como por una asociación,
en el caso de Carrió, de la virtud cívica con una religiosidad menos asociada a la
participación ciudadana pagana que a la moral cristiana, igualitaria y solidaria. Así pues,
como en la política moderna en general, la libertad política pierde en estos discursos
sobre la república su connotación fundante de la libertad civil, aunque en el discurso
oficial se otorgue una mayor autonomía a la política.
Antes de concluir con este relevamiento temático, es necesario indicar que la virtud del
ejemplo morenista, no alcanza en el discurso de Cristina Kirchner ninguna plasmación
concreta salvo en la referencia la verdad y a la lucha por la dignidad. También esa
virtud remite al tópico republicano de la verdad de la razón y de los hábitos del corazón,
que recuerdan a los momentos más maquiavelianos y tocquevilianos de Sarmiento como
a los arendtianos de Carrió.
En el plano enunciativo, Cristina Fernández, a veces parece querer restituir, aunque
según algunos analistas discursivos en “forma fallida”17 por su limitada capacidad de

17
Verón presenta en un artículo publicado por el diario Perfil el 18 de diciembre de 2009 algunas
hipótesis para analizar los dispositivos enunciativos de Cristina Fernández, aunque con la salvedad
parcial, mencionada por el propio semiólogo, de haber leído y quizás en forma fragmentaria alguna
docena de discursos presidenciales. Cabe preguntarse que diría Verón hoy cuando la palabra presidencial
parece “haber recuperado” su performatividad en términos políticos no solo en lo que se refiere a la
militancia e incluso la ha transformado en una “primus inter dispares” en el sistema político argentino
dado el apoyo electoral alcanzado en las primarias del 24 de Agosto de 2011. La misma pregunta cabe
para Eduardo Fidanza, el sociólogo weberiano y experto en opinión pública Eduardo Fidanza quien en un
artículo de La Nación del 25 de Febrero de 2010 aconsejaba a la presidencia abandonar la crispación
enunciativa populista. Más allá de los tonos presidenciales, también cambiantes según el clima político,
interpelación popular ya que su éxito se reduciría a los “militantes-clientes”, algunas
dinámicas de la enunciación peronista o “populista”. Al respecto, son elementos a
destacar: el ‘Nosotros’ inclusivo asociado a los argentinos (incluso temáticamente se
rechaza el conflicto de clases como elemento co-constitutivo del peronismo y se prefiere
en muchos momentos la concertación o conciliación), la modalidad pedagógica, la
repetición de tópicos que generen identificación (historia personal compartida), la
configuración de un contra destinatario que se excluye, al menos parcialmente, del
colectivo de identificación de los argentinos18. Pero también llama la atención el uso de
la primera persona del singular que trata de conciliar un resemantización personalizada
de todo lo que se dice o acontece (muy sarmientina, por cierto) con un deseo de
representar una institución, pero también un sentido de lo político que trascienda a la
persona que lo enuncia. Cristina Fernández tiene una voz propia en la enunciación
política, y sus rasgos no pueden reducidos a un género o estilo paradgimático sino que
tienen que analizarse en cada coyuntura y teniendo en cuenta también los referentes
complejos y contradictorios de la tradición republicana argentina con los que la
presidenta no niega identificarse.
Retóricamente, como en toda enunciación política, predomina la repetición, aunque no
tanto la anáfora, siendo la cita textual anterior donde se invoca la ayuda del pueblo para
realizar la tarea política un claro ejemplo del uso de esta figura. A su vez, la repetición
de tópicos o expresiones no es tan recurrente en un mismo discurso, donde suelen
presentarse variaciones, y se nota más cuando se analiza una serie cronológica.
Así pues, la república en el discurso presidencial se encuentra atravesada por una
apelación al gobierno representativo que necesita y se sirve de un poder presidencial
fuerte. Pero también requiere de una apelación al pueblo que no puede, ni por virtud ni
por defecto, reducirse al populismo en un sentido tradicional. Y es aquí donde se
necesita de una virtud. ¿Cuál será?

una hipótesis de este trabajo es que la enunciación populista está tanto o más fuertemente cristalizada en
los antagonistas del oficialismo que en el propio kirchnerismo.
18
Durante el conflicto del campo (marzo a agosto de 2008) ese lugar le correspondió a la “Mesa de
Enlace” y en todo el mandato a la prensa opositora mucho más que a los opositores partidarios. Hoy
dividida y fragmentada como consecuencia de las políticas oficiales encaradas por el Ministerio que
encabeza Julián Domínguez la “Mesa de Enlace”, que englobaba a la Sociedad Rural Argentina, la
Federación Agraria Argentina, Confederaciones Rurales Argentinas (CRA) y CONINAGR, dejó de ser un
actor político y el campo un colectivo de identificación, que paradójicamente o no, tuvo durante su
momento de auge muchos rasgos característicos de los significantes fluctuantes de los movimientos
populistas.
Sin duda, Elisa Carrió apela a la república con notable recurrencia. Pero a diferencia del
discurso presidencial, no se la relaciona ni con a un territorio ni con un proyecto de país
cuya falta habitualmente se denuncia, sino que este sintagma e repite casi como anáfora,
con pocas variaciones desde 2003 y en adelante, como una letanía performativa
tendiente a recuperar república de la virtud, perdida por la decadencia argentina.
“Miren ustedes si lográramos una gobernabilidad alternativa, republicana,
de inclusión social, de respeto por el ciudadano y de justicia para todos”.
Cierre de Campaña 2003, Paseo la Plaza.
“Construir una Argentina posible, ética, republicana, de desarrollo
económico y distribución del ingreso”. Presentación del Acuerdo Cívico y
Social, 24 de abril de 2009.

La república verdadera es una posibilidad real para los argentinos y para poder vivirla
plenamente no hay que resignarse a pensar que ella sólo es posible en los países
desarrollados o en las pequeñas repúblicas rousseaunianas, sino creer en las virtudes
éticas, republicanas y de justicia social que harán del sueño realidad. Bien leído, el
Contrato Social de Rousseau puede ser un moderno contrato moral. Casi como
Sarmiento, más de cien años después, Elisa Carrió convoca a los argentinos a ser los
Estados Unidos, unos Estados Unidos más parecidos al ideal estetizado del sanjuanino y
de Tocqueville que la experiencia política real de la democracia estadounidense de hoy
e incluso de hace más de 100 años atrás.
Sin embargo, hay algunos elementos que tensionan este republicanismo clásico
cristianizado y modernizado, que no quiere resignarse a ser meramente formalista sino
que pretende apelar a una ética o moral. Un primer fantasma es la apelación al
liberalismo, no en su sentido político de los derechos fundamentales que se reivindican
como producto de un ethos social específico, sino de sus versiones más vinculadas con
la autorregulación social, que su diferenciación con el neoliberalismo no alcanza a
matizar. Ese liberalismo pone en tensión los elementos más sustantivos de la propuesta
republicana pero también reinstala una versión formalista del Estado de Derecho al que
se critica no pocas veces con argumentos schmittianos19. Entonces, ¿cuál es la
alternativa? Por momentos pareciera que la pretensión es restituir un liberalismo
histórico (¿el de la Generación de 1837?) que postule la conciliación fuerzas
históricamente contrarias pero lógicamente complementarias como el radicalismo de los
valores éticos y la república y el peronismo de la justicia social. Sólo con ese acuerdo-

19
Nos referimos aquí a los empleados por Carl Schmitt en su polémica con Hans Kelsen. Sin citarlos, por
cierto, Carrió parece apelar a ellos en su crítica al Estado de Derecho kelsesiano.
cívico, se podrá hacer política por fuera de la partidocracia y combatir a quienes
encarnan el poder abusivo. El Rosas de hoy es Néstor Kichner a quien no se le
reconoce, como hacían Alberdi o Juan María Gutiérrez y con más reticencias Félix Frías
o Sarmiento, el haber encarnado históricamente el principio de autoridad que hay que
institucionalizar, sino que se lo coloca temática y enunciativamente en el lugar del mal
radical o en términos más telúricos en el estado absoluto de barbarie.
Pero también hay un segundo fantasma que amenaza a la república si por ella se
entiende distribución plural de las magistraturas, el liderazgo o poder personal20.
Aunque Carrió hace permanente apelación a sus propios actos de renunciamiento
personal21, defiende programáticamente una república con decisión, que sin ser
hegemónica no prescinda de la gobernabilidad (Cierre de Campaña Presidencial, 2007).
Pero incluso va más allá aún al defender al liderazgo como elemento distintivo que
permitirá evitar el fracaso de la ALIANZA. Ese liderazgo es el que da unidad de
dirección al timón de la barca de la república desviada. Por ello, si es necesario, para
que esto suceda dar marcha atrás con esos mismos renunciamientos personales que se
había hecho para consagrar la institucionalidad frente al personalismo. Esta figura de
poder personal no encuentra ni siquiera en la excepción una figura institucional que la
realice, como sería el dictador romano en la lectura maquiaveliana de la república los
antiguos, sino que sólo se basa en la confianza en la virtud personal de quien la encarna.
Y esa es la virtud de Lilita.
Y finalmente el problema de este republicanismo clásico que quiere modernizarse es
que subordina la política como esfera de acción autónoma a la moral y al hacerlo pone
en riesgo el ideal cívico que quiere defender. Sin duda que la apelación de moralizar la
política es una clara consecuencia de su degradación. Sin embargo, eliminar la política a
causa de las defecciones y traiciones de los políticos no parece una “solución” muy
arendtiana para recuperar la singularidad del espacio público.
No sería cierto decir que Elisa Carrió pasa de un momento republicano comprometido
con la libertad participación y la igualdad que reconoce las diferencias (la defensa de la
diversidad como tópico es más que recurrente), identificado con el ARI (Afirmación
20
En octubre de 2009 Carrió se refiere al final del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner como una
transición difícil por el fantasmal final de un hombre (Kirchner) que cree que tiene mayorías que no tiene.
Dos años después, el espíritu y su encarnación viviente parecen tener esas mayorías que se les reclamaba
sin embargo esto no afectado la disposición milenarista del discurso de la titular de la Coalición Cívica.
21
Como por ejemplo cuando Carrió abandonó la Junta Nacional del ARI el 27 de Abril de 2007 o más
recientemente cuando renunció tácitamente a su postulación presidencial, convocando que se vote a los
diputados de su fuerza y no a ella para tener un control en el congreso sobre las pretensiones hegemónicas
del kirchnerismo.
para una República Igualitaria) como proyecto político, a un republicanismo abstracto
liberalizante más propio de una Coalición Cívica (CC) que remeda el discurso de la
Alianza contra la moralidad. Esa oscilación entre sentidos diferentes de la “república”
está presente desde el 2003 y se enuncia con toda claridad en el 2006, cuando en la
Asamblea del ARI en Mendoza se propone a la república como límite de la democracia
tiránica pero no tanto por los valores que implica sino por los equilibrios institucionales
que instaura (“Asamblea del ARI en Mendoza, 2006”). Pero incluso a fines del 2009
(“Presentación en el Palacio Rodríguez Peña”) aparece con fuerza el tópico de salvación
de la república (la salut publique) en la que los elegidos deben cumplir la misión de
purificar el tronco podrido de la nación, cuyas raíces todavía viven. Sólo a partir de esa
raíz se podrá recuperar la paciencia, versión cristianizada de las virtudes clásicas, que
permitirá dar los pasos necesarios para destruir, no ya a la tiranía sino el autoritarismo y
su violencia humillante, que Kirchner, maquiavélico príncipe en el mal sentido, logró
instaurar con sus engaños (Presentación de la CC, 14 de abril de 2007).
Desde el punto de vista retórico, el discurso de Carrió se sostiene en dos figuras
recurrentes: la anáfora, para afirmar y reafirmar la ética, la república con distribución
del ingreso y la antítesis para identificar a los antagonistas políticos, pero sobre todo
para separar a la república verdadera de aquella que es una mascarada. El problema es
que articulado con la repetición casi de slogan de la defensa de la república, los sentidos
históricamente cristalizado pierden el valor para transformarse en consigna o incluso en
estrategia de marketing, instrumento político muy criticado por la propia Carrió,
especialmente en el uso que hizo de él el actual Jefe de gobierno de la Ciudad de
Buenos Aires (Discurso de cierre de campaña presidencial de 2007).
Estas antítesis y anáforas, además de la referencia bíblica de David y Goliat para dar
cuenta de la propia posición enunciativa, reflejan una enunciadora que legitima en sus
virtudes contrastándolas con las faltas de su poderoso antagonista. Además de la
“retórica de catilinaria”, Carrió apela a elementos que pertenecen al dispositivo de
enunciación peronista-populista22. Y esto se observa en la constitución de su contra
destinatario y de su paradestinatario. El primero es ya desde 2006 claramente Néstor
Kichner, encarnación personal de un modelo autoritario, amoral. Cristina Fernández no
es atacada directamente el momento en que Carrió analiza el análisis del discurso de
apertura de Sesiones emitido por la presidenta en marzo de 2009. Allí Cristina Kirchner

22
Eliseo Verón, “La palabra adversativa”, en AAVV, El discurso político. Lenguaje y acontecimiento,
Buenos Aires, Hachette, 1996.
se cuando se transforma en una mentirosa, en autora del discurso presidencial de
apertura de sesiones más mentiroso en la historia del parlamento nacional23. Sin
embargo, Cristina rápidamente pierde el rol de enemigo público número uno en manos
de su esposo24. Así pues, Néstor Kirchner es casi un otro radical que impide la
plasmación de la concordia entre los argentinos, un nosotros inclusivo, que lo excluye.
Es cierto, también, que se intenta una postura más conciliadora con sus seguidores
bienintencionados, por más que tanto aquellos que abandonaron las filias del proyecto
republicano por cargos u otras dádivas como aquellos “relativamente buenos” que
acompañan al oficialismo son caracterizados como ejemplos de la “banalidad del mal”.
Ahora bien, si Kirchner y sus “secuaces” son el contradestinatario y los votantes y
miembros de la CC el pro-destinatorio: ¿quien es el para-destinatario? Para la diputada
Carrió lo es la prensa libre, que poco a poco se transformará de un poder mass-
mediático relativamente concentrado en un resguardo frente a la ceguera del
autoritarismo que equivocadamente realiza una cruzada contra los medios de
comunicación. Son esos mismos medios de comunicación que el discurso presidencial
toma con exceso como contra-destinatorios y que según Verón hacen que la enunciación
en ese caso populista resultara en 2009 fallida. ¿Y con Elisa Carrió qué pasó?
Podemos preguntarnos ahora si la necesidad de crear un antagonista, es un elemento
característico de la enunciación populista o es parte definitoria de lo político mismo y
por lo tanto de su discursividad. Para comprender qué pasa con la palabra de Carrió
puede pensarse, siguiendo a Laclau, que en el plano de la enunciación, el populismo y
su razón operan incluso en aquellos que lo clasifican como mal radical, y recaen en él.
Sin embargo, si la política (como palabra y como acción) y populismo se confunden,
política y populismo pierden su significado propio.
Por ello, sin pensarlos como excluyentes, este viaje por los usos de “república”
demuestra que no existe una línea de demarcación que coloque a la república a un lado,
y al populismo del otro. Sino, por el contrario, que la política, y también la república
(como concepto y como hecho político) se construye en un espacio de lucha por el
sentido, que desborda, pero no rechaza sino que requiere de institucionalización. Tal vez
por ello otra forma de pensar y hacer la política republicana sea apelando a la
construcción de una república popular que no tema al conflicto, sino que lo

23
Cristina Fernández no se refiere jamás a Carrió con nombre y apellido mientras que esta sí lo hace para
defenderla (como víctima de su mirado) o defenestrarla.
24
Es interesante destacar que en estas menciones Cristina Fernández se refiere a su esposo, como
presidente, ex presidente, Kirchner o “ese hombre”. Una vez fallecido, va a preferir el eufemístico “él”.
institucionalice y reinstitucionalice cada vez que una original manifestación de las
diferencias sociopolíticas ponga en crisis los sentidos y prácticas cristalizados. Y:
¿quién está dispuest@ hacerlo o puede hacerlo en la Argentina de hoy?

Conclusión: El gobierno popular: ¿sustituto conceptual y político de la república


populista o el populismo republicano en tiempos kirchneristas?

Antes de comenzar concluir desarrollo quisiéramos hacer una salvedad. Resulta


necesario y valioso teórica y políticamente emprender un trabajo que problematice la
relación del kirchnerismo en particular, y por qué no, del peronismo en general, con una
versión filosófica del republicanismo que tiene por principio ordenador la resistencia a
la opresión. Comprender y estudiar las políticas públicas que reconocieron derechos
individuales, sociales y colectivos no en términos de límites a la intrusión del otro (el
Estado u otros individuos) sino como la capacidad de poder mirar “directamente a los
ojos” aquel que encarna el poder en la fábrica, en la calle, en la escuela, en el hogar e
incluso en el gobierno (mal que le pese a los peronistas gobernantes), y poder sostener
la mirada. Esto exigiría, sin duda, un estudio políticas públicas articulado dentro de un
paradigma político -discursivo que le dé sentido. No podemos ni hemos elegido realizar
este trabajo aquí pero invitamos a nuestros lectores a emprenderlo, y a leer el resto de
los trabajos de este libros y de otros tantos que se han publicado en estos años sobre el
kirchnerismo como proceso político en esta clave. Entonces, no solamente
entenderemos mejor nuestros fenómenos políticos locales sino podremos ser
conscientes de lo que los “animales políticos” de nuestras tierras lejanas pueden
mostrar, para afirmar o cuestionar, una tradición política que hace más de 2500 años
viene orientando el accionar de tantos “animales políticos” de allí, acá y acullá, el
republicanismo.
El análisis discursivo que hemos presentado ha sido, como la política misma, desafiado
por la coyuntura. Esta coyuntura, nuestro presente, recuperó, gracias a acontecimientos
inesperados (la muerte de Kirchner) y esperables (que las mayorías electorales apoyen
un modelo de gestión probado antes que la nada misma), una dimensión incalculable,
aún para los más audaces en su cálculo. Sin perder su centro como identidad política en
torno de la cuál las otras se definen, el kirchnerismo pasó de ser un probable post-
kirchnerismo a un extraño pankirchnerismo. En ambas versiones, vale mencionarlo, esa
cosa que llamamos “kirchnerismo” siempre tuvo capacidad de construir hegemonía,
aunque en algunos momentos fuera contrahgemonía desde el poder y hoy sea
hegemonía electoral acompañada de una cultura política que llegó para quedarse. Ahora
más que nunca resulta pertinente preguntarse: ¿que relación existe entre el kirchnerismo
como fenómeno político y la república? Sin dudarlo puede decirse que ambivalente
pero no porque el kirchnerismo rechace o cuestione in limine todos los valores y
sentidos del republicanismo sino porque adopta y resiste las dos vertientes más claras de
esa tradición. Por un lado, no rechaza, incluso por momentos avala, al menos en la
palabra de Cristina Fernández y en la concreción de algunas medidas gubernamentales,
el gobierno representativo pero no se decide (pueda o no) a encararlo plenamente. El
kirchnerismo apela al gobierno popular y a la lógica política del conflicto como
elemento positivo de la vida política cuando lo necesita identitaria y políticamente pero
no puede ni quiere renunciar a un paradigma de gestión estatal que para ser efectivo
tiene que prescindir, si no en muchos en varios aspectos, de la participación popular en
el poder. Este el dilema político republicano se plantea hoy con mayor virulencia al
kirchnerismo por un extraño, aunque tal vez no tan inesperado acontecimiento.Elisa
Carrió, quién tenía una versión alternativa de la república y su virtud, contradictoria
pero no vacua ni aproblemática como la que prolifera en la opinión pública y en los
sectores electoralmente más representativos de la oposición25, ha perdido su peso
electoral en la escena política. Es por ello que ahora resulta más pertinente que nunca
encontrar un concepto de “república” que exprese el sentido histórico del presente
político que vivimos y recupere la dimensión más obturada en la Historia Conceptual de
la república en la tradición republicana argentina: la democrático popular. Así haremos
un aporte a la Teoría y a la Política del tiempo que nos ha tocado vivir y que se empeña
en seguir llamándose, al menos por ahora, kirchnerismo.

25
En el caso de Eduardo Duhalde y Alberto Rodríguez Saa, ambos pertenecientes al tronco común de la
familia peronista, en caso de mencionarla, apelan a un sentido de república instalado en el sentido común
mass-mediático: freno a los excesos de poder y la falta de concordia que caracterizan a la política
kirchnerista. Esta vertiente “formalista” no se condice, por cierto, con los modos de ejercer el poder por
parte de estos referentes políticos ni tampoco con el de la oposición de “derecha” que tiene una gestión
probada, el PRO de Mauricio Macri en la Ciudad de Buenos Aires. Ricardo Alfonsín ha hecho menos uso
del esperable del republicanismo alfonsinista que desde la democracia liberal de la transición tenía
algunos tópicos sustantivos muy valiosos y ha preferido, además de la imitación del tono paternal, el
intento de reconciliar al radicalismo con la posibilidad de gestionar o gobernar efectivamente en el nivel
nacional como lo hace en el local. En el caso del Frente Amplio Progresista, que podría ocupar el lugar
“vacío” de Carrió, todavía no ha encontrado o buscado una retórica republicana propia y prefiere repetir
ciertos motivos “aliancitas” como la honestidad para corregir un modelo cuya orientación no se rechaza
del todo pero cuyo estilo es totalmente recusable. En todos estos ejemplos un análisis de los discursos de
campaña y el modo en que estos se articulan los sentidos de la “república” sería muy productivo.

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