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ORTOGRAFIA

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La ortografía del español utiliza una variante modificada del alfabeto latino, que

consta de 27 letras: nota 1 a, b, c, d, e, f, g, h, i, j, k, l, m, n, ñ, o, p, q, r, s, t, u, v, w,


x, y y z. Asimismo, se emplean también cinco dígrafos para representar otros
tantos fonemas: «ch», «ll», «rr», «gu» y «qu», considerados estos dos últimos
como variantes posicionales para los fonemas /g/ y /k/. 5 Los dígrafos ch y ll tienen
valores fonéticos específicos, por lo que en la Ortografía de la lengua española de
17546 comenzó a considerárseles como letras del alfabeto español y a partir de la
publicación de la cuarta edición del Diccionario de la lengua española en 18037 8
se ordenaron separadamente de c y l,9 y fue durante el X Congreso de la
Asociación de Academias de la Lengua Española celebrado en Madrid en 1994, y
por recomendación de varios organismos, que se acordó reordenar los dígrafos ch
y ll en el lugar que el alfabeto latino universal les asigna, aunque todavía seguían
formando parte del abecedario.10 Con la publicación de la Ortografía de la lengua
española en 2010, ambas dejaron de considerarse letras del abecedario. 11 Las
vocales (a, e, i, o, u) aceptan, además, el acento agudo o tilde (´, como en á, é, í,
ó, ú), para indicar la sílaba acentuada y la diéresis o crema (¨), que modifica a la u
en las sílabas güe, güi para indicar su sonoridad.

Desarrollada en varias etapas a partir del período alfonsino, la ortografía se


estandarizó definitivamente bajo la guía de la Real Academia Española, y ha
sufrido escasas modificaciones desde la publicación de la Ortografía de la lengua
española de 1854. Las sucesivas decisiones han aplicado criterios a veces
fonológicos y a veces etimológicos, dando lugar a un sistema híbrido y
fuertemente convencional. Si bien la correspondencia entre grafía y lenguaje
hablado es predecible a partir de la escritura ―es decir, un hablante competente
es capaz de determinar inequívocamente la pronunciación estimada correcta para
casi cualquier texto―, no sucede así a la inversa, existiendo numerosas letras que
representan gráficamente fonemas idénticos. Los proyectos de reforma de la
grafía en búsqueda de una correspondencia biunívoca, los primeros de los cuales
datan del siglo XVII, han sido invariablemente rechazados. La divergencia de la
fonología de la lengua entre sus diversos dialectos hace hoy imposible la
elaboración de una grafía puramente fonética que refleje adecuadamente la
variedad de la lengua; la mayoría de las propuestas actuales se limitan a la
simplificación de los símbolos homófonos, que se conservan por razones
etimológicas.

En 1754, con la publicación de la Ortografía de la lengua española de ese mismo


año, los dígrafos ch y ll comenzaron a ser considerados como letras del alfabeto
español, y entre 1803 y 1994 recibían encabezados separados en los diccionarios
y a la hora de ordenar alfabéticamente las palabras. Nunca, sin embargo, se los
consideró unidades estrictas; cuando la ortografía exige inicial mayúscula, en las
palabras que comienzan con uno de estos dígrafos, se escribe en mayúscula sólo
el primero de los grafemas que lo componen. A partir del año 2010, con la
publicación de la nueva Ortografía de la lengua española, los dígrafos ch y ll dejan
de ser considerados letras del abecedario español, pero seguirán utilizándose
como hasta ahora en la escritura de las palabras españolas. nota 1 El dígrafo rr,
llamado erre doble o doble erre,12 nunca se consideró por separado como una
letra del alfabeto español, probablemente por no aparecer nunca en posición
inicial de las palabras.

La w y la k aparecen sólo raramente en palabras españolas e indican


invariablemente términos adoptados por préstamo o cultismo en el curso de los
últimos dos siglos.

Variaciones nomenclaturales

Varios de los grafemas reciben más de un nombre. La b se conoce como be a


secas, be alta (en Cataluña), be grande (en México, Colombia, Venezuela y Perú)
o be larga (en Argentina, Chile, Paraguay, República Dominicana y Uruguay); por
haber representado en latín el fonema consonante bilabial sonoro (que tiene como
alófonos la consonante Oclusiva bilabial sonora [b] y la fricativa bilabial sonora [β]),
se la llama a veces b labial en Colombia, aunque la pronunciación de la v es en la
inmensa mayoría de los dialectos también labial e idéntica. A su vez, esta última
se conoce como uve (en España), ve, ve baja, ve chica (en Perú), ve pequeña (en
Colombia) o ve corta (en Argentina, Chile, República Dominicana y Uruguay); por
el mismo afán de precisión histórica en algunos manuales se designa como v
dental, aunque la pronunciación dental desapareció hace siglos del sistema de la
lengua. [cita requerida]

La letra w es llamada uve doble en España, doble u en México, Colombia, Costa


Rica y República Dominicana; doble ve en otros países de Centroamérica y
algunos países de Sudamérica, como Chile, Ecuador o Venezuela, y ve doble en
otros como Perú.

Ll y rr se designan indistintamente como elle y doble erre o como doble ele y erre
doble. Son de las pocas consonantes que se presentan duplicadas en la grafía
actual ―junto con la c y excepcionalmente la n―, y las únicas con
pronunciaciones distintivas.

La i se llama a veces i latina para distinguirla de la y, y griega (o i griega). En


algunos lugares, se prefiere el nombre de ye para esta última.

Antiguamente se empleaba a veces zeda como nombre para z, una práctica hoy
en desuso y desechada por la RAE.

La Ortografía de 2010 propone unificar los nombres de las letras, eligiendo be


para b, i (no i latina), uve para v, uve doble para w, ye para y y zeta para z. Y
desecha definitivamente los nombres arcaicos ere para la r, y ceta, ceda y zeda
para la z.13

Regularidad e irregularidad ortográfica


La afirmación de que la ortografía del español es principalmente fonográfica (o
fonética) es tan extendida como errónea. Una ortografía fonográfica tiende a
respetar el principio fonémico según el cual el conjunto de fonemas de una lengua
y el conjunto de letras con las que ésta se escribe deben corresponder
biunívocamente, es decir, para cada letra debe haber un solo fonema y para cada
fonema debe haber una sola letra. 14 Si bien, efectivamente, en comparación con
otras lenguas europeas, se respeta la regularidad del principio fonético, existe una
serie de desviaciones de la misma que rompen notablemente con dicha
regularidad. Destacan entre éstas los fenómenos de la poligrafía (distintas
representaciones gráficas para un mismo fonema) y la polifonía (distintos fonemas
representados por una misma letra).

Poligrafía del fonema /k/: dicho fonema puede representarse de 3 formas


distintas (k, qu, c).
Poligrafía del fonema /g/: dicho fonema puede representarse de 2 formas
distintas (g, gu).
Poligrafía del fonema /b/: dicho fonema puede representarse de 3 formas
distintas (b, v, w).
Poligrafía del fonema /x/: dicho fonema puede representarse de 2 formas
distintas (g, j).
Poligrafía del fonema /i/: dicho fonema puede representarse de 2 formas
distintas (i, y).
Polifonía de la letra g: dicha letra representa a 2 fonemas distintos (/x/, /g/).
Polifonía de la letra c: dicha letra representa a 2 fonemas distintos (/k/, /θ/ o
/s/).
Polifonía de la letra y: dicha letra representa a 3 fonemas distintos (/i/, /j/,
/y/).

También se pueden añadir otras divergencias antifonográficas entre las que cabe
mencionar la heterografía (escritura diferente) de morfemas uniformes (nazco,
naces), la composición de fonogramas (ch para /ʧ / o bien ll para /ʎ /)14 o la
existencia de letras que no tienen correspondencia con fonema alguno (h muda).

Las polifonías tienen su origen en consideraciones etimológicas que pertenecen a


la historia de la lengua ―dando así lugar a sistemáticas dificultades para
determinar el uso correcto de b/v, h/g en posición inicial, c/s/z, g/j y ll/y―, haciendo
que numerosas articulaciones, alófonas o no, no se distingan en la grafía. La h
muda (que en la actualidad no representa ningún sonido) también debe
entenderse como una anomalía de origen etimológico que dificulta la escritura del
español según las normas ortográficas vigentes.

Valores fonéticos

Artículo principal: A

El grafema A representa un fonema cuya realización general es la vocal abierta


anterior no redondeada, [a]. El español estándar no hace distinción fonológica con
otras vocales abiertas, de modo que en dialectos influidos por otras lenguas puede
pronunciarse también como una schwa, [ə] (Cataluña) o una [e] (Asturias), u otra
vocal similar. El dígrafo -an a final de palabra puede realizarse nasalizando la
vocal en [ã] en muchas variantes dialectales [cita requerida].

Artículo principal: B

El grafema B tiene en todos los dialectos del español al menos dos realizaciones
alófonas (tres en algunos dialectos). En todos los dialectos representa el fonema
obstruyente sonoro /b/ que tiene diversas realaciciones fonéticas según su
posición dentro de una palabra. En posición inicial absoluta (después de pausa) o
tras nasal, corresponde siempre a la oclusiva bilabial sonora, [b]; en posición
medial, la explosión no se produce ―los labios no llegan a tocarse―, y la
articulación se corresponde en realidad una aproximante bilabial ].

La lenición en posición medial es un fenómeno común a todas los fonemas


sonoros del español(que en posiciones que no favorecen la lenición tienen
alófonos de plosivos sonoros); fenómenos similares tienen lugar en D y G; sin
embargo, son más pronunciados en algunos dialectos. Los hablantes de dialectos
que prefieren una realización fricativa o aproximante encuentran que en aquellos
la distinción de las plosivas sonoras entre sí y con la consonante aproximante
labiovelar sonora, [w] ―el sonido de HU- en posición inicial― se desvanece. La
grafía poética suele representarlo reemplazando B, D o HU- por G[Ü], como en el
poema:

―¿Tú viste a Coquena?


―Yo nunca lo vide,
pero sí mi agüelo ―repuso el pastor

En el grupo <obs->, <abs->, presente en cultismos de origen latino, la <b>


normalmente no se pronuncia (en muchas partes de España), aunque en algunas
variantes se mantiene: en México o en Cataluña se pronuncia como [p]. La grafía
alternativa sin <b> se admite frecuentemente en el caso del grupo <-bs->, dando
origen a dobletes como oscuro/obscuro. Aunque en el grupo <abs-> la elisión de la
/b/ sigue las mismas reglas, la Academia no acepta la omisión de la B en estos
casos.

El grafema V tiene exactamente el mismo valor fonético que B. Se conserva la


distinción puramente por razones etimológicas. No obstante algunos hablantes
comenten la hipercorrección de pronunciar ciertas palabras con una [v] labiodental
en el habla formal o enfática.[cita requerida]

Artículo principal: C
El grafema C se corresponde con dos fonemas diferentes, el llamado "duro" o
velar (/k/) y el "blando" o dento-alveolar (/θ/ o /s/). El primer valor corresponde a su
pronunciación frente a las vocales <a, o, u> y todas las consonantes; es idéntico al
representado por las grafías K y Q.

El segundo valor corresponde a una de las articulaciones más variables del idioma
español. En español medieval este fonema fue una africada /ʦ / que evolucionó de
manera diferente en diversas regiones. En todo el centro y norte de la Península
Ibérica <c> ante <e, i> evolucionó a fricativa interdental sorda, [θ]; sin embargo, en
la mayoría de los dialectos del español este fonema no existe, dando lugar al
fenómeno llamado seseo, la asimilación de esta a la consonante fricativa alveolar
sorda, [s], se ha perdido hace siglos y el sonido se ha asimilado al de la grafía S. A
su vez, la pronunciación de ésta presenta algunas diferencias entre regiones, con
realizaciones variadas: ápico-alveolar, lámino-alveolar, ápico-dental, etc

Artículo principal: Ch

El dígrafo Ch ya no se considera más una letra ni forma parte del abecedario


español. Representa a la consonante africada postalveolar sorda, /ʧ /; la
representación digráfica se debe a la evolución del fonema a partir de la plosiva
velar sonora, /k/, por palatalización y asimilación. En algunos dialectos andaluces,
mexicanos o chilenos (en este último caso, reprobado socialmente) pierde por
completo la plosión y se realiza como la consonante fricativa postalveolar sorda,
[ʃ ].

Muy antiguamente el dígrafo se empleó con valor de /k/ en palabras de etimología


griega, como chimera (hoy quimera) o chloro (hoy cloro), pero este uso se
abandonó definitivamente en el siglo XVIII. De hecho el término archivo
originalmente se pronunció como arquibo, pero debido al mantenimiento de la
ortografía varió su pronunciación.

Artículo principal: D

El grafema D representa el fonema /d/ que tiene en español estándar dos


alófonos ]. En posición inicial absoluta (después de pausa) o tras nasal o
lateral, corresponde siempre a la consonante plosiva alveolar sonora, [d]; en
posición medial, la plosión no se produce ―la lengua no llega a ocluir el flujo
interdental―, y la articulación se corresponde en realidad con una aproximante
]. Esta última a veces se transcribe simplemente como [ð] (aunque no
repreenta el mismo sonido "débil" que el dígrafo TH en inglés en they 'ellos').

Algunos dialectos tienden a retener [d] en final de palabra, aunque es muy


frecuente su lenición a una auténtica fricativa [ð] (centro de España, México) y
otros dialectos incluso se da la elisión completa, aunque en ocasiones esta última
pronunciación se considera poco culta y por tanto depende mucho del registro
lingüístico.
Artículo principal: E

El grafema E representa normalmente a la vocal media anterior no redondeada


]. En muchos dialectos americanos se realiza como la vocal semiabierta
anterior no redondeada, [ɛ ]. En algunas variedades dialectales en Andalucía
existe oposición fonémica entre /e/ y /ɛ / (él no viene / tú no vienes).

La Academia sostiene tradicionalmente que E no tiene nunca valor breve en


español y que, por lo tanto, forma diptongo sólo con I y U. Esto no es cierto para
todos los dialectos del español; peor, por ejemplo, suele pronunciarse como
monosílabo. En otros las realizaciones en diptongo se cierran, asimilándose a la I.

Artículo principal: F

El grafema F representa invariablemente a la consonante fricativa labiodental


sorda, /f/. El uso arcaico de PH para este fonema en palabras de origen griego se
abandonó a partir de la Ortografía de 1754 de la RAE.

En algunos dialectos rurales de Argentina, Costa Rica, México y el sureste de


España,22 la F inicial o medial tiende a realizarse como una palatal [ç],
asimilándose a J:

Quinientos juntos
llevará el que se resierte;
lo haremos pitar del juerte;
más bien dése por dijunto

(José Hernández, Martín Fierro, vs. 393-396)


Artículo principal: G

El grafema G comparte con C la dualidad de valores según el grafema siguiente


sea A, O, U o bien E, I. El llamado "duro" es la consonante fricativa velar sorda,
/x/, el mismo sonido de J; en los dialectos que suavizan esta última en una
consonante fricativa glotal sorda, /h/, la G se suaviza también. Corresponde a su
pronunciación frente a las vocales E e I.

El llamado "blando" es la consonante plosiva velar sonora, /g/; en posición media,


en todos los dialectos del español experimenta lenición y se transforma en una
consonante aproximante velar, [ɰ ] (en la sección correspondiente a la B se
explican las confusiones a las que esta lenición puede dar lugar en algunos
casos). Corresponde a su pronunciación frente a las vocales A, O y U y las
consonantes.

Para representar las secuencias [ge], [gi], [ɰ e] y [ɰ i] se recurre a la inserción de


una U muda entre la G y la vocal correspondiente. De ese modo, guerra
corresponde a la pronunciación ['ge.ra], y seguido o].
wi], se recurre a una
marca diacrítica, la diéresis o crema, colocada sobre la U; es el caso, por ejemplo,
de pingüino ]
de estas s
]
es difiere de [ɰ ] que es más abierto aún. La segunda articulación se da en español
ibérico en formas como juego, fuego, luego
ɰ o],.

En algunos préstamos del inglés, la secuencia -NG en posición final ―que no


aparece en otros términos en español― se realiza como [ŋ].

Artículo principal: H

El grafema H se sigue usando en español estándar puramente por razones


etimológicas o históricas, puesto que en español estándar no tiene valor fónico (es
mudo). Sin embargo, dialectalmente en áreas de Andalucía y Extremadura sigue
representando el sonido /h/ del español medieval. La mayoría de las H del español
proceden las más de las veces el lugar donde existía una F en latín (como en hijo,
del latín filius) o una ḥ āʼ (‫ )ح‬arábiga (como en alcohol), que en español medieval
siguió siendo articulado como /h/. Raramente en palabras de origen árabe se
realiza como una consonante plosiva glotal, deteniendo momentáneamente la
fonación. En algunos préstamos modernos, sobre todo del inglés, adquiere el valor
de una consonante fricativa glotal sorda, que tiene en la fonética del idioma de
origen, o se asimila a la fricativa velar sorda representada por G o J; así, hamster
se realiza como ['ham.steɾ ] o ['xam.steɾ ], no ['am.steɾ ].

Además de su uso etimológico, la H se emplea sistemáticamente prefijando las


grafías IE, UE en posición inicial de palabra; en este caso, las vocales breves
representadas normalmente por I y U se transforman casi sin excepción en sus
equivalentes consonánticos, la aproximante palatal, [j], y la aproximante labiovelar,
[w]. En los dialectos en que las oclusivas sonoras se reemplazan en posición
medial por las aproximantes correspondientes, esta última pronunciación es
virtualmente idéntica a la de G; véase la explicación en la sección correspondiente
a la B. Otros dialectos no admiten [w] en posición inicial, y añaden una [g]
epentética o refuerzo velar.

También se empleó en los comienzos del idioma escrito para diferenciar la U de la


V, de grafía similar, a comienzos de palabra. Así, "hueso" y otras palabras que
transformaron la O larga inicial de latín en el diptongo UE se escriben con H, a
efectos de distinguirlas de otros términos en VE.

Artículo principal: I

El grafema I representa a la vocal cerrada anterior no redondeada, [i], o a su


alófono en posición inicial, la semivocal, [j]. Su valor vocálico es idéntico al que
tiene la Y frente a consonante o en posición final en todos los dialectos del
español; la diferencia de uso no es etimológica, sino sistemática. Se fijó la Y como
forma estándar en posición final y la I para las restantes en la edición de 1815 de
la Ortografía de la RAE; con anterioridad a esta, las vacilaciones fueron
numerosas. Las grafías rei o i, por ejemplo, fueron frecuentes en lugar de las
modernas grafías rey e y.

En algunos dialectos, como el del castellano septentrional, la <i> en posición inicial


en palabras como hierba, hiena o hierro también se pronuncia como aproximante
palatal.23

Artículo principal: J

El grafema J representa siempre una consonante fricativa articulada en la región


posterior del aparato fonador, pero su articulación precisa varía enormemente
entre dialectos. La pronunciación consagrada como estándar tradicionalment e
corresponde a la consonante fricativa velar sorda, [x], pero esta es rarísima fuera
de España; en los dialectos americanos se realiza como una palatal, [ç], o, menos
frecuentemente, como una glotal, /h/.

La homofonía entre GE, GI y JE, JI es causa frecuente de errores ortográficos y ha


llevado a la reiterada propuesta de supresión de la primera grafía; los sistemas de
Andrés Bello, de Domingo F. Sarmiento y de la Academia Literaria i Científica de
Profesores de Instrucción Primaria de Madrid eliminaban la primera en favor de la
segunda. Lo mismo hizo Juan Ramón Jiménez en las ediciones de sus obras. La
distinción se preserva con criterio etimológico y ha dado lugar a múltiples
inconsistencias históricas; hasta época reciente, la Academia recomendaba la
grafía muger.

En algunos, pocos, casos, la J alterna con la X considerada homófona,


estimándose correctas ambas formas. Es el caso de México (Méjico), Texas
(Tejas) o Don Quixote (Quijote) de la Mancha. La pronunciación corresponde a la
fricativa que se emplee para J, no a la normal para X.

En algunos préstamos del inglés y el francés, la J se utiliza con su valor de origen,


normalmente la consonante fricativa postalveolar sonora, [ʤ ]; el ejemplo más
frecuente es jazz.

Artículo principal: K

El grafema K corresponde a la consonante oclusiva velar sorda, /k/, el mismo


sonido representado por la C ante A, O, U o consonante, y por el grupo QU. No se
empleaba en las Reglas de Ortografía de Antonio de Nebrija y las vacilaciones
respecto a su uso fueron numerosas en la etapa de la primera fijación de la grafía
española. El inédito Abecé Español de Gregorio Mayans la calificaba de "letra
peregrina y superflua", aunque defendía su uso para nombres extranjeros. La RAE
suprimió el uso de esta letra en 1815, aunque la admitió nuevamente en 1869. En
la gran mayoría de los vocablos que la emplean existe una grafía alternativa
aceptada con QU.

Por la mayor regularidad de su uso ―al no variar su pronunciación de acuerdo a la


vocal subsiguiente, y no requerir de una U muda―, numerosos de los proyectos
de simplificación la promovían como única expresión gráfica del sonido /k/. Hoy es
un rasgo distintivo de la grafía apocopada empleada en la comunicación
electrónica y de la jerga okupa y de sectores jóvenes del anarquismo.

Artículo principal: L

El grafema L corresponde prototípicamente a la consonante aproximante alveolar


lateral, /l/, aunque existen alófonos dentales o postalveolares.

Artículo principal: Ll

El dígrafo Ll ya no se considera más una letra ni forma parte del abecedario


español. nota 1 Representa, en la articulación considerada estándar por la Academia,
a la consonante aproximante palatal lateral, /ʎ /. Sin embargo, es extendido el
fenómeno del yeísmo, que afecta a la mayoría de dialectos hablados, hace que su
articulación se haya fusionado con la del fonema aproximante palatal /ʝ /. Este
sonido a su vez presenta bastante variación entre los dialectos del español. De
origen andaluz, el yeísmo es hoy la tendencia dominante en la pronunciación del
español y, de hecho, /ʎ / se conserva principalmente donde la coexistencia con
otro sistema fonológico ―como el del catalán o el quechua y el aimara― preserva
la conciencia de la oposición. Curiosamente, en parte de Galicia (principalmente
en las provincias de A Coruña y Pontevedra), donde hay coexistencia con el
sistema fonológico del gallego, que tradicionalmente presenta /ʎ / pero carece de
/ʝ /, se da una curiosa forma de yeísmo en la que ambos fonemas son sustituidos
por el fonema oclusivo palatal sonoro (/ɟ /); por alguna razón tal sustitución, a
pesar de ser habitual por parte de los hablantes en ambas leguas, sólo es
reconocida de forma oficial por algunos lingüistas y exclusivamente en el ámbito
del gallego, siendo un hecho desconocido para la mayoría de la población.

En el español rioplatense se ha desplazado a una pronunciación postalveolar. En


general la pronunciación es sonora (llamada zheísmo o rehilamiento), [ʒ ] o [dʒ ],
similar a la representada por la grafía j en francés o portugués; en algunos
sociolectos (muy marcadamente en Buenos Aires) se prefiere la sorda [ʃ ]
(llamada "sheísmo"), similar a la representada por la grafía sh en inglés, un
fenómeno único en el uso del español.

En algunos préstamos del inglés, como hall, donde el grafema representa un


alófono velarizado de [l], tiene el valor de aquel; la pronunciación yeísta es
considerada inapropiada en estos casos.

Artículo principal: M
El grafema M representa la consonante nasal bilabial, /m/; tiene un alófono
labiodental ([ɱ ]) frente a /f/. Independientemente de la forma estricta de su
realización, la grafía impone su uso frente a B, mientras que frente a la homófona
V se utiliza N; la distinción se remonta al período alfonsino, en que la oposición
entre bilabial y labiodental aún existía. También se usa la M siempre antes de P.

Artículo principal: N

El grafema N representa la consonante nasal alveolar, /n/, o su alófono velar, /ŋ/,


cuando precede a una consonante de articulación posterior. No siguen esta regla
las grafías NV ―que corresponde en realidad a [mb]; su distinción con MB se
remonta al período alfonsino, en que la oposición entre bilabial y labiodental aún
existía― y la rara NP.

En posición final, la secuencia de vocal + N se realiza en algunos dialectos


nasalizando la vocal precedente.

Artículo principal: Ñ

El grafema Ñ (que también se usa en gallego, filipino, wólof y varias lenguas


amerindias), representa la consonante nasal palatal, /ɲ /. Hallado sobre todo como
resultado de la evolución de la NN latina (como en año, caña, leño), su forma
gráfica deriva de la grafía abreviada de los copistas, que representaban las dos
enes superpuestas. En español existe sólo en posición inicial o medial; las
escasas palabras que por razones etimológicas deberían llevarla a fin de palabra
―el caso de desdén, de desdeñar― la reemplazan fonética y gráficamente por N.

En algunos dialectos americanos, en especial en Ciudad de México y el Río de la


Plata, se realiza como una consonante nasal alveolar palatalizada /nʲ /; la
diferencia articulatoria concierne a la posición del ápice de la lengua, que en [ɲ ]
no cumple función articulatoria, mientras que en [nʲ ] hace contacto con el alveolo
a la vez que el domo se eleva hacia el

Artículo principal: O

El grafema O representa la vocal media posterior redondeada /. Es más


abierta que la /o/ hallada en la mayoría de las lenguas indoeuropeas, pero a la vez
fonéticamente distintiva respecto a la vocal semiabierta posterior redondeada, [ɔ ],
que no aparece en la mayoría de los dialectos del español.

La Academia tradicionalmente no reconoce la posibilidad de que la O sea breve en


castellano y, por lo tanto, no considera que OE, EO, OA y AO puedan constituir
diptongos. En varios dialectos y, sobre todo, en la pronunciación más formal, el
hiato se rompe insertando una consonante plosiva glotal sorda, [ʔ ], que no existe
como fonema en español; en otros se transforma en una vocal cerrada posterior
redondeada, /u/.
Artículo principal: P

El grafema P representa la consonante plosiva bilabial sorda, /p/. En muchos


dialectos /p/ sufre lenición o asimilación frente a otra consonante y existe aún la
posibilidad de su supresión, aunque esa realización se considera a veces poco
culta. En posición inicial es normalmente muda en los cultismos de origen griego,
como pneuma o psicología; de hecho, la Ortografía de 1741 la eliminó de los
grupos PT y PS, conservados hasta entonces con intención etimológica. Sin
embargo, y en contra de la pronunciación más extendida, se han restituido a la
grafía, admitiéndose ambas alternativas; la Ortografía de 1999 recomienda el uso
de las formas con P.

Artículo principal: Q

El grafema Q aparece en español únicamente en la secuencia QU, con el valor de


la consonante plosiva velar sorda, /k/, y sólo ante E e I. Se utiliza como sustituto
de la C frente a estas letras, debido a la pronunciación variable de aquella. Hasta
finales del siglo XVIII se utilizó con criterio etimológico para las palabras que la
emplearan en latín, como quando o quasi; de ellas se conserva algún cultismo,
como quórum, pero ha desaparecido en la mayoría, y de hecho es normativo
reemplazar por la letra hispana correspondiente (Por ejemplo, "cuórum" en lugar
de "quórum"). 24

Algún vocablo de origen extranjero, en particular semita, la adopta para transcribir


la consonante plosiva uvular sorda, /q/, representada en árabe como ‫ ;ﻕ‬sin
embargo, la Academia desaconseja por foráneas estas grafías, como Iraq o burqa,
prefiriendo el uso de la igualmente extranjera K para dar Irak o burka.

Artículo principal: R

El grafema R tiene en español dos valores netamente distintos. Entre vocales, y


en algunas otras posiciones, representa la vibrante simple alveolar, /ɾ /; a
comienzo de palabra y siguiendo a una consonante nasal, a la consonante
vibrante alveolar, /r/. En muchos dialectos, en posición final cobra también este
último valor.

Las reglas para determinar el valor exacto no son simples y combinan criterios
sistemáticos y etimológicos. La pronunciación /r/ corresponde sistemáticamente a
R en posición inicial (rama, Roque) o postnasal (Enrique, inri) o a RR en cualquier
posición (perro, guitarra); por razones etimológicas, se emplea la grafía R también
siguiendo a un prefijo de origen latino, como en alrededor o subrayar. En estos
casos, existe una pronunciación alternativa con /ɾ /, relativamente infrecuente.

El dígrafo RH se conservó con valor etimológico para vocablos de origen griego


hasta el siglo XVIII, pero se abandonó al tiempo que PH. El Abecé de Mayans le
daba a este el valor de una vibrante aspirada [rʰ ], pero la mayoría de las fuentes
no recogen esta pronunciación en ninguna etapa del español.
Artículo principal: S

El grafema S representa arquetípicamente la consonante fricativa alveolar sorda,


/s/,
-
- ]), un sonido desconocido en el resto de las
lenguas europeas y que hablantes de otros dialectos suelen confundir con [ʃ ].

En casi toda América Central, la mayor parte de Sudamérica y la mitad sur de


España, la S en posición final de sílaba se elide o pronuncia de manera aspirada
como una consonante fricativa glotal sorda /h/; esta pronunciación se considera en
algunas zonas poco culta o descuidada y las formas acrolectales destacan las
sibilantes, pero es habitual en el habla cotidiana. En Andalucía Oriental y la
Región de Murcia la elisión de la S se compensa abriendo (relajando) la vocal
nuclear de la sílaba.

Debido al seseo, en la mayor parte de América el dígrafo SC delante de E o I


representa simplemente una /s/.

El dígrafo SH existe en algunos préstamos, como flash, o regionalismos como


cafishio. La pronunciación consagrada por la Academia es /ʧ /, aunque esta es
rarísima
] en España para la posición final.

Artículo principal: T

El grafema T representa la consonante plosiva alveolar sorda


].

El dígrafo TH, utilizado para representar la [tʰ ] heredada de la theta griega, se


abandonó en el siglo XVIII y hoy sobrevive sólo en poquísimos cultismos.

La doble T puede escribirse con un grafema por cada letra o uno solo para las dos
letras, ambas maneras son aceptables.

Artículo principal: U

El grafema U representa la vocal cerrada posterior redondeada, /u/; tiene un


alófono aproximante labiovelar [w] ante otras vocales. Es muda después de Q, con
alguna excepción como quórum, y después de G y antes de E o I; se emplea la
diéresis si se desea hacerla sonora frente a G. En ciertos diptongos iniciales como
hueco o huevo o. Además, es la
vocal menos usada de todas.

Artículo principal: V
El grafema V tiene las mismas realizaciones alófonas que B que tiene
exactamente el mismo valor fonético que éste. En áreas de Sudamérica donde el
castellano convive con el guaraní, por influencia de éste (donde la pronunciación
labiodental es predominante) se observa la hipercorrección de pronunciar como
/v/. Se conserva generalmente la distinción puramente por razones etimológicas.
Se utiliza siempre V después de N.

Artículo principal: W

El grafema W no es prop

] (si la palabra es de origen alemán [como en wolframio]) o [w]


(si la palabra es de origen inglés [como en whisky]).

La mayor parte de los vocablos con W cuentan también con formas hispanizadas;
así, la Academia admite volframio y güisqui. Algunos nombres propios
procedentes del alemán como Wagner (/bágner/) o Volkswagen (/bolksbágen/)
―donde w representa en al
].

Artículo principal: X

El grafema X representa normalmente la secuencia consonántica [ks]; ante


consonante, la mayoría de dialectos tienden a suprimir la plosión y reducirla a [s] o
aspiración, aunque en diversos países de lengua española esta pronunciación se
considera con frecuencia inculta.

Hasta mediados del siglo XIX se usó con el valor de [x] (sonido de la j del
castellano actual estándar), remedando la χ griega; la conveniencia de esta
práctica fue causa de arduos debates entre los gramáticos anteriores, y la
Academia la conservó hasta 1815. Desaconsejada a partir de esa fecha, se
conservó sin embargo en unos pocos términos ―box (/bój/), carcax (/karkáj/)―,
hasta su desaparición en 1844. Hoy se utiliza sólo en topónimos y antropónimos
de origen náhuatl, como México (/méjiko/) u Oaxaca (/oajáka/), alternando con una
grafía con J considerada equivalente. En español de México X puede representar
cuatro realizaciones [x] (en los nahuatlismos más antiguos e integrados), [ʃ ] (en
algunos topónimos nahuas), además de las realizaciones [ks] y [s] del español
estándar.

El seseo hace que el grupo XC tenga valores diferentes en América, Canarias y


parte de Andalucía, donde es [ks] en lenguaje formal, y el norte de España, donde
es casi siempre [sθ]. También existen las pronunciaciones [s] y [θ].

En ciertos préstamos de origen portugués, gallego o catalán, así como en la


toponimia y las voces de origen mesoamericano, la equis tiene valor de [ʃ ].
Artículo principal: Y

El grafema Y tiene valor de consonante entre vocales, en inicio de palabra o tras


nasal y de semivocal tras vocal.

La realización del primero varía según los dialectos. En buena parte de América y
España se emplea la consonante fricativa palatal sonora ([ʝ ]), mientras que en
rioplatense se desplaza a posición postalveolar ([ʒ ]) y en ocasiones se ensordece
en [ʃ ]. Tiene alófonos: la africado palatal ], o la postalveolar, [ʤ ], tras
consonante nasal o en posición inicial. En ciertas zonas de Galicia, tanto la Y
como la LL adquieren una pronunciación oclusiva palatal sonora ([ɟ ]).

En posición final tiene el valor de una consonante aproximante palatal [j] y en la


conjunción y puede sonar del mismo modo o como la vocal [i]. Se fijó su uso de
manera sistemática en 1815; en la ortografía preacadémica se utilizaba libremente
como sustituto de I. Varios dobletes toponímicos y antroponímicos restan de este
uso, como Ybarra/Ibarra.

Artículo principal: Z

El grafema Z tiene el mismo valor que la C suave en el dialecto correspondiente,


es decir, la consonante fricativa dental sorda, en el norte y centro de España y la
consonante fricativa alveolar sorda, [s], en el resto de los dialectos.

Otras reglas

Uso de mayúsculas

Las normas en cuanto al uso de mayúsculas en español han sufrido notables


variaciones a lo largo de los años. Aunque hoy se reserva por lo general para los
nombres propios, existen numerosas excepciones y los manuales de estilo de los
distintos medios de comunicación son contradictorios entre sí y con las
prescripciones de la Academia. Sigue siendo de uso habitual la mayúscula para
las disciplinas académicas y para los títulos nobiliarios u honoríficos cuando están
usados de manera pronominal; en la mayoría de los casos restantes se tiende a
su supresión.

Acentuación

Tras el abandono del acento circunflejo ( ^ ) en el siglo XIX, el español emplea


como diacrítico exclusivamente el acento agudo ( ´ ), que se coloca sobre la vocal
central de una sílaba para indicar que esta es tónica en algunos casos.
Los criterios empleados parten de un conocimiento de la pronunciación usual
correcta, sin el cual las normas de ortografía carecerían de sentido ya que su
aplicación resultaría imposible y la escritura debe adaptarse a la pronunciación y
no al revés como suele creerse. Así se distingue para el uso de los acentos varios
tipos de palabras.

Las palabras oxítonas (tradicionalmente denominadas «agudas») se acentúan


gráficamente si terminan en vocal, en N o en S recayendo así la pronunciación
sobre la última sílaba; a la inversa, se acentúan las paroxítonas (tradicionalmente
«graves» o «llanas») si terminan en consonante, excepto cuando terminan en N o
S (salvo que la S vaya precedida de consonante, verbigracia: bíceps). Todas las
proparoxítonas («esdrújulas» y «sobresdrújulas») llevan acento gráfico, con
excepción de los adverbios en -mente derivados de un adjetivo que no lo lleve en
su forma base.

El acento se utiliza también sobre la vocal débil (I o U) de un diptongo para señalar


la ruptura del mismo, el uso que tradicionalmente se reservaba a la diéresis y con
que aún se la emplea en la grafía poética. La excepción es el diptongo UI, que no
se considera hiato aun si se acentúa de acuerdo con las reglas precedentes.

Un buen número de monosílabos, en especial adverbios y conjunciones, llevan


acento puramente diacrítico para distinguirlos de sus homógrafos; así, tu es el
pronombre posesivo de segunda persona, mientras que tú es el pronombre
personal. En varios casos el acento diacrítico se ha suprimido en las últimas
ediciones de la Ortografía.

Es un error frecuente considerar que las letras mayúsculas no llevan tilde. Sobre
este y otros casos, la RAE publicó en 1999 lo siguiente:

Las mayúsculas llevan tilde si les corresponde según las reglas dadas. La
Academia nunca ha establecido una norma en sentido contrario.

Real Academia Española

En este sentido, el periódico español El País modificó su cabecera en el año 2007


para que «EL PAÍS» pasara a escribirse con tilde.

Otras diacríticas

La diéresis o crema (¨) se emplea para indicar que la U escrita tras una G se
pronuncia. En poesía se emplea a veces para forzar un hiato en la escansión de
una sílaba que normalmente conforma un diptongo, en tal caso puede recaer tanto
sobre la I como sobre la U, verbigracia:
Despertaba el día, y a su albor primero, con sus mil ruïdos despertaba el pueblo.

Puntuación

El español es anómalo en indicar el comienzo de una frase interrogativa o


exclamativa con una variante invertida del signo empleado en posición final (¿, ¡),
un uso que se extendió a partir del siglo XVIII.

Es una «anomalía» lógica, ya que muchas frases afirmativas e interrogativas, a


diferencia de otros idiomas, son exactamente iguales. Con ello se facilita la
lectura.

Notas: El abecedario español constaba de 29 letras, e incluía la ch y la ll. En la


Ortografía de la lengua española de 1754 comenzó a considerárseles como letras
del alfabeto español y a partir de la publicación de la cuarta edición del Diccionario
de la lengua española en 1803 se ordenaron separadamente de c y l, y fue
durante el X Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua Española
celebrado en Madrid en 1994, y por recomendación de varios organismos, que se
acordó reordenar los dígrafos ch y ll en el lugar que el alfabeto latino universal les
asigna, aunque todavía seguían formando parte del abecedario. 3 Con la
publicación de la Ortografía de la lengua española en 2010, ambas dejaron de
considerarse letras del abecedario.

5.4.1.1 Letras y dígrafos: el estatus de ch y ll

Como ya se ha explicado (v. § 5.2), solo son propiamente letras los grafemas, esto
es, los signos gráficos simples. Por esta razón, no deben formar parte del
abecedario las secuencias de grafemas que se emplean para representar ciertos
fonemas.
En español, además de las veintisiete letras arriba indicadas, existen cinco
dígrafos o combinaciones de dos letras, que se emplean para representar
gráficamente los siguientes fonemas:
a) El dígrafo ch representa el fonema /ch/: chapa, abochornar.
b) El dígrafo ll representa el fonema /ll/ (o el fonema /y/ en
hablantes yeístas): lluvia, rollo.
c) El dígrafo gu representa el fonema /g/ ante e, i: pliegue, guiño.
d) El dígrafo qu representa el fonema /k/ ante e, i: queso, esquina.
e) El dígrafo rr representa el fonema /rr/ en posición intervocálica:
arroz, tierra.
Desde la segunda edición de la ortografía académica, publicada en 1754, venían
considerándose letras del abecedario español los dígrafos ch y ll (con los nombres
respectivos de che y elle), seguramente porque cada uno de ellos se usaba para
representar de forma exclusiva y unívoca un fonema del español (antes que la
extensión del yeísmo alcanzara los niveles actuales y diera lugar a que hoy el
dígrafo ll represente dos fonemas distintos, según que el hablante sea o no
yeísta). Es cierto que se diferenciaban en esto de los demás dígrafos, que nunca
han representado en exclusiva sus respectivos fonemas: el fonema /g/ lo
representa también la letra g ante a, o, u (gato, goma, gula); el fonema /k/ se
escribe además con c ante a, o, u y con k (cama, cola, cuento, kilo, Irak); y el
fonema /rr/ se representa con r en posición inicial de palabra o detrás de
consonante con la que no forma sílaba (rama, alrededor, enredo).
Sin embargo, este argumento no es válido desde la moderna consideración de las
letras o grafemas como las unidades mínimas distintivas del sistema gráfico, con
independencia de que representen o no por sí solas una unidad del sistema
fonológico. Por lo tanto, a partir de este momento, los dígrafos ch y ll dejan de ser
considerados letras del abecedario español, lo cual no significa, naturalmente, que
desaparezcan de su sistema gráfico; es decir, estas combinaciones seguirán
utilizándose como hasta ahora en la escritura de las palabras españolas. El
cambio consiste, simplemente, en reducir el alfabeto a sus componentes básicos,
ya que los dígrafos no son sino combinaciones de dos letras, ya incluidas de
manera individual en el inventario. Con ello, el español se asimila al resto de las
lenguas de escritura alfabética, en las que solo se consideran letras del
abecedario los signos simples, aunque en todas ellas existen combinaciones de
grafemas para representar algunos de sus fonemas.
En las ortografías académicas ha sido habitual hasta ahora consignar dos
nombres para esta letra, erre y ere, reservando este último para cuando se desea
precisar que representa el fonema vibrante simple de coro, en oposición al fonema
vibrante múltiple de ramo o enredo. En algunas ortografías del siglo XIX, estos
nombres se distribuyeron de forma distinta, pues se llamaba ere a la letra r con
independencia de su valor fonológico y erre al dígrafo rr, distribución quizá más
lógica, pero que añadió aún más confusión al uso de estos dos términos.
La doble denominación de la r en función de su valor fonológico constituye, en
realidad, una anomalía, ya que ninguna de las otras letras que representan
también varios fonemas recibe por ello más de un nombre. En consecuencia, y
para evitar confusiones a que puede dar lugar la doble denominación, se
recomienda desechar definitivamente el nombre ere para esta letra, que pasa a
partir de ahora a llamarse únicamente erre.
En perfecta coherencia con el nombre erre para la r, el dígrafo rr se denomina erre
doble o doble erre.

Ortografía de la RAE
La Ortografía de la lengua española corresponde a la recopilación normativa de la
ortografía de la lengua española. Está editada y elaborada por la Real Academia
Española (RAE) desde su primera edición en 1741, cuando se publicó como
Orthographia española, y a partir de 1999 realizada en conjunto con la Asociación
de Academias de la Lengua Española. La edición más reciente es la del año 2010.

Con la publicación del Prontuario de ortografía de la lengua castellana, dispuesto


de real orden para el uso de las escuelas públicas, por la real Academia española,
con arreglo al sistema adoptado en la novena edición de su Diccionario [sic]
(1844), los acuerdos de la RAE con respecto a la ortografía alcanzaron el nivel de
normativa, desplazando otros posibles manuales de ortografía, principalmente el
de Andrés Bello (ver ortografía de Bello).

El director de la Academia Mexicana de la Lengua, don José G. Moreno de Alba,


anunció el domingo 28 de noviembre de 2010 en Guadalajara (México) el acuerdo
de las veintidós Academias de la lengua española sobre la nueva edición de la
Ortografía, que se publicó en diciembre de 2010.27 28 29

Con respecto a los cambios introducidos por la RAE en diciembre de 2010, puede
consultarse el artículo Innovaciones en la ortografía española (2010).

Bibliografía

Martín Zorraquino, María Antonia (1985). «Ortografía y antifetichismo de la letra. A


propósito de un libro reciente». Archivo de Filología Aragonesa (Zaragoza:
Institución Fernando el Católico) XXXVI-XXXVII: pp. 240-251. ISSN 0210-5624.
http://ifc.dpz.es/recursos/publicaciones/10/15/08martin.pdf?mid=514.

Real Academia Española (2010). Ortografía de la lengua española. Madrid:


Espasa-Calpe. pp. 864. ISBN 978-84-670-3426-4. [Cubierta dura Resumen
divulgativo].

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