Libro Psicologia

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PRIMERA PARTE

LA DIFERENCIA ENTRE TENER Y SER

l. UNA PRIMERA OJEADA

LA IMPORTANCIA DE LA DIFWENCIA ENTRE TENER Y SER

LA ALTERNATIVA entre tener que se opone a ser, no atrae al sentido común. Parece
que tener es una función normal de la vida: para vivir, debemos tener cosas.
Además, debemos tenerlas para gozarlas. En una cultura cuya meta suprema es
tener (cada vez más), y en la que se puede decir de alguien que "vale un millón de
dólares", (En inglés de los Estados Unidos, es la manera común de decir que tiene un
millón de dólares. [T.]) ¿cómo puede haber una alternativa entre tener y ser? Al
contrario, parece que la misma esencia de ser consiste en tener; y si el individuo no
tiene nada, no es nadie.

Sin embargo, los grandes Maestros de la Vida han considerado la alternativa entre
tener y ser como el punto más importante de sus respectivos sistemas. Buda enseña
que para alcanzar la etapa más elevada del desarrollo humano, no debemos anhelar
posesiones. jesucristo enseña: "Porque cualquiera que quisiera salvar su vida, la
perderá; y cualquiera que perdiere su vida por causa de mí, éste la salvará. Porque
¿qué aprovecha al hombre, si se granjeara todo el mundo, y se pierda él a sí mismo,
o corra peligro de sí?" (San Lucas 9:24-25). El Maestro Eckhart enseñó que no tener
nada y permanecer abierto y "vacío", no permitir al ego ser un estorbo en nuestro
camino, es la condición para lograr salud y fuerza espiritual. Marx enseñó que el lujo
es un defecto, tanto como la pobreza, y que nuestra meta debe consistir en ser
mucho, y no en tener mucho. (Me refiero aquí al verdadero Marx, al humanista
radical, y no a la falsificación vulgar que presenta el comunismo soviético)

Durante muchos años he estado profundamente impresionado por esta distinción, y


he buscado su base empírica estudiando concretamente individuos y grupos,
mediante el método psicoanalítico. Lo que he observado me lleva a concluir que esta
distinción, junto con la del amor a la vida y el amor a la muerte, representa el
problema más crucial de la existencia. Los datos empíricos, antropológicos y
psicoanalíticos, tienden a demostrar que tener y ser son dos modos fundamentales
de la experiencia, las fuerzas que determinan la diferencia entre los caracteres de los
individuos y los diversos tipos de caracteres sociales.

EJEMPLOS EN VARIAS EXPRESIONES POÉTICAS

Como introducción para comprender la diferencia entre los modos de tener y ser de
la existencia, usaré como ejemplos dos poemas de contenido similar que el extinto D.
T. Suzuki cita en Lectures on Zen Budthism. Uno es el haikai del poeta japonés
Basho (1644-1694); el otro poema es de un poeta inglés del siglo XIX, Tennyson.
Cada poeta describe una experiencia similar: su reacción ante una flor que ve
durante un paseo. El verso de Tennyson dice así:

Flor en el muro agrietado, te corté de las grietas.

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Te tomo, con raíces y todo, en la mano. Flor bella... si yo pudiera comprender lo que
eres, con raíces y todo la demás, sabría qué es Dios y qué es el hombre.

Traducido al español, el haikai de Basho dice más o menos así:

Cuando miro atentamente ¡veo florecer la nazuna en la cerca

La diferencia es notable. Tennyson reacciona ante la flor con el deseo de tenerla. La


"corta" con "raíces y todo". Termina haciendo una especulación intelectual sobre la
posible utilidad de la flor para comprender la naturaleza de Dios y del hombre, pero
la flor muere como resultado de su interés por ella. Tennyson, como lo vemos en su
poema, puede compararse con el científico occidental que busca la verdad
desmembrando la vida.

La reacción de Basho ante la flor es enteramente distinta. No desea arrancarla, ni


aun tocarla. Sólo "la mira atentamente para verla". Ésta es la descripción de Suzuki:

Es probable que Basho paseara por una vereda en el campo cuando advirtió algo casi
escondido en una cerca. Al aproximarme más, miró atentamente, y descubrió que
sólo era una minúscula planta silvestre, generalmente no advertida por los
transeúntes. Es un hecho sencillo, descrito en el poema, y el sentimiento
específicamente poético sólo se expresa, quizás, en las dos últimas sílabas con lo que
en japonés se denomina kana. Esta partícula, frecuentemente vinculada con el
nombre, con el adjetivo o con el adverbio, expresa cierto sentimiento de admiración
o elogio, o tristeza o alegría, y a veces puede traducirse apropiadamente con los
signos de admiración. Este haikai termina con este sí-no.

Parece que Tennyson, en cambio, necesitaba poseer la flor para comprender a la


gente y a la naturaleza, y al tenería, mató a la flor. Basho deseaba ver, y no sólo
observar la flor, sino identificarse con ésta y permitirle vivir. La diferencia entre
Tennyson y Basho queda plenamente explicada en este poema de Goethe:

Descubrimiento

Me paseaba por el bosque completamente solo, y no pensaba buscar nada.

Vi en la sombra una florecilla brillante como las estrellas, como unos henos ojos.

Sentí deseo de cortarla, pero me dijo suavemente: ¿deseas que se marchite y


muera?

la tomé con raíces y todo y la llevé al jardín de una bella casa,

y la planté de nuevo en un lugar tranquilo donde ahora ha crecido florece.

Caminando sin ningún propósito, Goethe se siente atraído por una florecilla brillante.
Siente el mismo impulso que Tennyson: cortarla, pero a diferencia de Tennyson,
Goethe advierte que esto significaría matarla. Para Goethe, la flor está tan viva que
le habla; y resuelve el problema en forma diferente de Tennyson o Basho. Toma la
flor "con raíces y todo" y la planta de nuevos para no matarla. Goethe se encuentra,
por decirlo así, entre Tennyson y Basho. Para él, en el momento crucial, la fuerza de
la vida resulta más poderosa que la fuerza de la pura curiosidad intelectual.
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Huelga decir que en este bello poema Goethe expresa el meollo de su concepto de
investigación de la naturaleza.

La relación de Tennyson con la flor es según el modo de tener o poseer: no una


posesión material, sino del conocimiento. La relación de Basho y de Goethe con la
flor es según el modo de ser, el modo de existencia en que no se tiene nada ni se
anhela tener algo, sino que se goza empleando productivamente las facultades,
identificándose con el mundo.

Goethe, el gran amante de la vida, uno de los más notables enemigos del
desmembramiento humano y de la mecanización, en muchos poemas expresó el
modo de ser, opuesto al de tener. Su Fausto es una descripción dramática del
conflicto entre ser y tener (esto último representado por Mefistófeles) , y en el
siguiente poema breve expresa la cualidad de ser con la mayor simplicidad:

La propiedad

Sé que nada me pertenece sino el pensamiento que sin grilletes fluye de mi alma, y
todo momento favorable que el destino clemente me permite gozar profundamente.

La diferencia entre ser y tener no es esencialmente la misma que hay entre Oriente y
Occidente. La diferencia está, antes bien, entre una sociedad interesada
principalmente en las personas, y otra interesada en las cosas. La orientación de
tener es característica de la sociedad industrial occidental, en que el afán de lucro,
fama y poder se han convertido en el problema dominante de la vida. Las
sociedades menos enajenadas (como la sociedad medieval, los indios zuni, las
sociedades tribales africanas que no se han visto afectadas por la idea del "progreso"
moderno) tienen sus propios Bashos. Quizá después de unas cuantas décadas de
industrialización, los japoneses producirán un Tennyson. No es que el Hombre
occidental no pueda comprender plenamente los sistemas orientales, como el
budismo zen (como creía Jung), sino que el Hombre moderno no puede comprender
el espíritu de una sociedad que no está centrada en la propiedad y en la codicia.
Desde luego, los escritos del Maestro Eckhart (tan difíciles de comprender como los
de Basho o el zen) y de Buda sólo son dos dialectos del mismo idioma.

CAMBIOS IDIOMÁTICOS

Cierto cambio del hincapié en tener y ser resulta obvio en el creciente uso de
sustantivos y en el empleo cada vez menos frecuente de verbos en los idiomas
occidentales en los últimos siglos.

Un sustantivo es la denotación adecuada de una cosa. Puedo decir que tengo cosas:
por ejemplo, que tengo una mesa, una casa, un libro, un auto. La denotación
adecuada de una actividad, de un proceso, es un verbo: por ejemplo, soy amo,
deseo, odio, etc. Sin embargo, cada vez más frecuentemente una actividad se
expresa como tener; esto es, se usa un sustantivo en vez de un verbo; pero expresar
una actividad mediante el verbo tener en relación con un nombre es valerse mal del
idioma, porque los procesos y las actividades no pueden poseerse, sólo realizarse.
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Observaciones antiguas: Du Marais-Marx

Las consecuencias nefastas de esta confusión se reconocieron en el siglo XVIII. Du


Marais planteó con mucha precisión el problema en su obra póstuma Les veritables
príncipes de la grammaire (1769).

Escribió: "En el ejemplo, tengo un reloj, tengo debe entenderse en su sentido propio;
pero si afirmo tengo una idea, tengo sólo se dice de manera imitativa. Es una
expresión prestada. Tengo una idea significa pienso, concibo algo de esta manera o
de esta otra. Tengo ganas significa deseo, etc." (le agradezco al Dr. Noam Chomsky
la referencia a Du Marais).

Un siglo después de que Du Marais observó el fenómeno de la sustitución de


nombres por verbos, Marx y Engels se refirieron al mismo problema, pero en forma
más radical, en La sagrada familia. En su "Crítica crítica" a Edgar Bauer hay un
ensayo pequeño, pero importante, sobre el amor, en el que se hace referencia a la
siguiente afirmación de Bauer: "El amor... es un dios cruel que, como toda deidad,
aspira a adueñarse del hombre, en su totalidad y no se da por satisfecho hasta que
éste no le ha sacrificado no solamente su alma sino también su yo físico. Su culto es
la pasión, y el punto culminante de este culto el sacrificio de sí mismo, el suicidio".

Marx y Engels comentan: Bauer "convierte al amor en un 'dios', y no en un dios


cualquiera, sino en un 'dios cruel', haciendo del hombre enamorado, del amor del
hombre, el hombre del amor, para lo cual separa al 'amor' del hombre como un ser
aparte". Marx y Engels señalan aquí el factor decisivo en el uso del sustantivo en vez
del verbo. El sustantivo "amor", que sólo es una abstracción de la actividad de amar,
se convierte en algo distinto del hombre. El amante se vuelve el hombre del amor.
El amor se convierte en un dios, en un ídolo en que el hombre proyecta su amor; en
este proceso de enajenación deja de sentir amor, y sólo está en contacto con su
capacidad de amar por su sometimiento al dios del amor. Ha dejado de ser una
persona activa que siente; se vuelve un adorador enajenado de un ídolo, y se siente
perdido cuando no está en contacto con su ídolo.

Uso contemporáneo

Durante 200 años desde Du Marais, esta tendencia a sustituir los sustantivos por
verbos ha aumentado en una proporción que él difícilmente podría haber imaginado.
Éste es un ejemplo típico, aunque levemente exagerado, del lenguaje actual. Una
persona que busca la ayuda del psicoanalista inicia la conversación con la siguiente
frase: "Doctor, tengo una preocupación; tengo insomnio. Tengo una casa bonita,
hijos hermosos y un matrimonio feliz, pero tengo muchas preocupaciones." Hace
algunas décadas, en vez de "tengo una preocupación", el pariente probablemente
habría dicho: "Estoy preocupado"; en vez de "tengo insomnio", "no puedo dormir";
en vez de "tengo un matrimonio feliz", habría dicho "soy feliz en mi matrimonio".

El modo de hablar más reciente indica el alto grado de enajenación prevaleciente. Al


decir "tengo una preocupación", en vez de ..me siento preocupado", se elimina la
experiencia subjetiva: el yo de la experiencia se ve remplazado por la posesión.
Transformo mi sentimiento en algo que poseo: la preocupación; pero "preocuparse"
es una expresión abstracta que se aplica a todo tipo de dificultades. No puedo tener
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una preocupación, porque no la puedo poseer; sin embargo, ésta puede poseerme.
Es decir, transformo mi yo en "una preocupación" y soy poseído por mi creación.
Esta manera de hablar revela una alienación oculta, inconsciente.

Desde luego, se puede alegar que el insomnio es un síntoma físico, como el dolor de
garganta o de muelas, y que por consiguiente es legítimo afirmar que se tiene
insomnio, como se dice que se tiene un dolor de garganta. Sin embargo, hay una
diferencia: un dolor de garganta o de muelas es una sensación corporal más o
.menos intensa, pero tiene poca calidad psíquica. Se puede tener un dolor de
garganta porque se tiene una garganta, o un dolor de muelas porque se tienen
muelas. Al contrario, el insomnio no es una sensación corporal, sino un estado
mental, el de no poder dormir. Si hablo de "tener insomnio" en vez de decir "no
puedo dormir", revelo mi deseo de eliminar la experiencia de angustia, inquietud,
tensión, que me impide dormir, y tratar el fenómeno mental como si fuera un
síntoma corporal.

Veamos otro ejemplo: carece de sentido decir: "tengo un gran amor." El amor no es
algo que se pueda tener, sino un Proceso, una actividad interior a la que se está
sujeto. Puedo ama4 puedo estar enamorado, pero al amar, no tengo... nada. De
hecho, cuanto menos tenga, más puedo amar.

EL ORIGEN DE LOS TÉRMINOS

"Tener" es una expresión engañosamente sencilla. Todo ser humano tiene algo: un
cuerpo, (Debe mencionarse aquí, por lo menos de paso, que también existe una
relación del ser con su propio cuerpo en la que siente el cuerpo como algo vivo, y
que puede expresarse diciendo "yo soy mi cuerpo", y no "yo tengo mi cuerpo"; todas
las prácticas de conciencia sensorial manifiestan esta experiencia de ser del cuerpo)
ropas, casa, y el hombre y la mujer modernos tienen un auto, una televisión, una
lavadora, etc. Es virtualmente imposible vivir sin tener algo. ¿Por qué, pues, tener
constituye un problema? Sin embargo, la historia lingüística de "tener" indica que
esta palabra es un problema. A los que creen que tener constituye la categoría más
natural de la existencia humana puede sorprenderles enterarse de que en muchos
idiomas no hay palabra que signifique "tener". Por ejemplo, en hebreo .l tengo" debe
expresarse en la forma indirecta jesh li ("es para mí"). De hecho, predominan los
idiomas que expresan la posesión de esta manera, y no con "tener". Es interesante
observar que en el desarrollo de muchas lenguas la construcción "es para mi" más
tarde se transforma en "tengo"; pero como señaló Emile Benveniste, la evolución no
ocurre en la dirección inversa (Las citas lingüísticas están tomadas de Benveniste).
Este hecho sugiere que la palabra tener se desarrolló en relación con la propiedad
privada, y ésta no existe en las sociedades en que la propiedad es
predominantemente funcional; esto es, una posesión sólo sirve para usarse. Los
futuros estudios sociolingüísticos deberán decidir si esta hipótesis resulta válida y
hasta qué grado.

Tener parece un concepto relativamente sencillo, pero ser constituye una forma muy
complicada y difícil. "Ser" se usa de diferentes maneras: 1) Como cópula: como en
"yo soy alta", "yo soy blanco", "yo soy pobre", o sea, una denotación gramatical de
identidad (en muchos idiomas no se usa la palabra "ser" en este sentido; en español
se distinguen las cualidades permanentes que pertenecen a la esencia del sujeto con
el verbo ser, y las cualidades contingentes que no son esenciales con el verbo estar);
2) Como forma pasiva de un verbo: por ejemplo, "soy golpeado" significa que soy
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objeto de la actividad de otra persona, y no el sujeto de mi actividad, como en
"golpeo"; 3) Con el significado existir: como Benveniste mostró, "ser" cuando
significa existir es un término diferente de "ser" como cópula que expresa identidad:
"Las dos palabras han coexistido y aún pueden coexistir, aunque son totalmente
distintas."

El estudio de Benveniste arroja una nueva luz sobre el significado de "ser" como
verbo por su propio derecho, y no como cópula. "Ser", en las lenguas indoeuropeas,
se expresa con la raíz es, que significa "existir, encontrarse en la realidad".
Existencia y realidad se definen como "lo auténtico, consistente, verdadero". (En
sánscrito, sant significa existente", "un bien verdadero", "verdad"; el superlativo
Sattama, significa "lo mejor".) "Ser" en su raíz etimológica significa, pues, más que
una afirmación de identidad entre el sujeto y el atributo. Es más que un término
descriptivo de un fenómeno. Denota la realidad de la existencia de lo que es o quien
es; afirma la autenticidad y la verdad (de él, de ella, de ello). Al afirmar que alguien
o algo es, nos referimos a la esencia de la persona o de la cosa, y no a su apariencia.

Este examen preliminar del significado de tener y ser nos lleva a estas conclusiones:

1. Con ser o tener no me refiero a ciertas cualidades o propiedades de un sujeto en


afirmaciones como éstas: "Tengo un auto" o "soy blanco" o "soy feliz". Me refiero a
dos modos fundamentales de existencia, a dos tipos distintos de orientación ante el
yo y ante el mundo, a dos tipos distintos de estructura del carácter cuyo predominio
respectivo determina la totalidad del pensamiento, de los sentimientos y de los actos
de la persona.

2. En el modo de existencia de tener, mi relación con el mundo es de posesión y


propiedad, deseo convertir en mi propiedad todo el mundo y todas las cosas, incluso
a mí mismo.

3. En el modo de existencia de ser, debemos identificar dos formas de ser. Una se


opone a tener, como se ilustra en la afirmación de Du Marais, y significa una relación
viva y auténtica con el mundo. La otra forma de ser se opone a la apariencia y se
refiere a la verdadera naturaleza, a la verdadera realidad de una persona o cosa que
se opone a las apariencias engañosas, como se ilustra en la etimología de ser
(Benveniste).

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LOS CONCEPTOS FILOSÓFICOS DE SER

La discusión del concepto de ser resulta más complicada, porque "ser" ha sido tema
de miles de libros filosóficos, y "¿qué es ser?" ha sido una de las preguntas críticas
de la filosofía occidental. El concepto de ser se tratará aquí desde el punto de vista
antropológico y psicológico, pero la discusión filosófica, desde luego, también se
relaciona con el problema antropológico. Como hasta una breve presentación del
desarrollo del concepto de ser en la historia de la filosofía, desde los presocráticos
hasta la filosofía moderna, rebasa los límites de este libro, sólo mencionaré un punto
crítico: el concepto de Proceso, actividad y movimiento como elemento de ser. Como
ha señalado George Sirnmel, la idea de ser implica un cambio, significa devenir, y
tiene sus dos representantes más grandes y más firmes en el inicio y en el cenit de la
filosofía occidental: en Heráclito y en Hegel.

Afirmar que ser constituye una sustancia permanente, intemporal e inmutable, y que
es lo opuesto a devenir, como lo expresaron Parménides, Platón y los escolásticos
"realistas", sólo tiene sentido basándose en la noción idealista de que el pensamiento
(idea) es la realidad última. Si la idea de amar (en el sentido platónico) es más real
que la experiencia de amar, se puede decir que el amor como idea es permanente e
inmutable; pero cuando nos basamos en la realidad de los seres humanos que
existen, aman, odian y sufren, entonces no existe un ser que al mismo tiempo no se
transforme y cambie. Las estructuras vivas sólo pueden existir si se transforman y
cambian. El cambio y el desarrollo son cualidades inherentes al proceso vital.

El radical concepto de la vida de Hegel y Heráclito como proceso y no como sustancia


tiene un paralelo en el mundo oriental, en la filosofía de Buda. No hay lugar en el
pensamiento budista para el concepto de sustancia permanente y durable, ni para las
cosas ni para el yo. Nada es real, sino los procesos. (Z. Fiser, uno de los filósofos
checoslovacos más sobresalientes, aunque poco conocido, relacionó el concepto
budista del proceso con la auténtica filosofía marxista. Por desgracia su obra sólo se
ha publicado en lengua checa y por ello es desconocida para la mayoría de los
lectores occidentales. (lo conozco por una traducción inglesa inédita)). El
pensamiento científico contemporáneo ha producido un renacimiento de los
conceptos filosóficos del pensamiento del proceso al descubrirlos y aplicarlos a las
ciencias naturales.

TENER Y CONSUMIR

Antes de examinar algunos ejemplos sencillos de los modos existenciales de tener y


de ser, debo mencionar otra manifestación de tener: incorporar. Incorporar una
cosa, por ejemplo, comiendo o bebiendo, es una forma arcaica de poseerla. En cierto
momento de su desarrollo, el niño tiende a meterse en la boca las cosas que desea.
Así el niño toma posesión, cuando su desarrollo corporal aún no le ofrece otras
formas de dominar sus posesiones. Descubrimos la misma relación entre
incorporación Y posesión en muchas formas de canibalismo. Por ejemplo, al
comerme a otro ser humano, adquiero sus poderes (el canibalismo puede ser el
equivalente mágico de adquirir esclavos); al comerme el corazón de un hombre
valiente, adquiero su valor; al comerme un animal totémico, adquiero la sustancia
divina que el animal totémico simboliza.

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Desde luego, la mayoría de los objetos no pueden ser incorporados físicamente
(aunque fuera así, se perderían de nuevo en el proceso de eliminación); pero
también hay una incorporación simbólica y mágica. Si creo que he incorporado la
imagen de Dios, de un padre o de un animal, ésta no me puede ser arrancada ni
eliminada. Devoro el objeto simbólicamente, y creo en su presencia simbólica dentro
de mí. Por ejemplo, Freud explicó el superego afirmando que era la suma total
introyectada de las prohibiciones y las órdenes del padre. Una autoridad, una
institución, una idea, una imagen pueden introyectarse de la misma manera: las
tengo eternamente protegidas en mis entrañas, por decirlo así ("introyección" e
"identificación" a menudo se usan como sinónimos, pero es difícil determinar si
realmente constituyen el mismo proceso. De cualquier manera, la palabra
"identificación" no debe usarse descuidadamente cuando se quiere hablar de
imitación o subordinación) .

Hay muchas otras formas de incorporación que no se relacionan con las necesidades
fisiológicas y que, por ello, no son limitadas.

La actitud inherente al consumismo es devorar todo el mundo. El consumidor es el


eterno niño de pecho que llora reclamando su biberón. Esto es obvio en los
fenómenos patológicos, como el alcoholismo y la adicción a las drogas.
Evidentemente, destacamos estas adicciones porque sus efectos afectan las
obligaciones sociales de la persona adicta. Fumar compulsivamente no se critica,
porque, aun cuando también es una adicción, no modifica las funciones sociales del
fumador, sino posiblemente "sólo" la duración de su vida.

Más adelante en este libro estudiaremos otras formas del consumismo cotidiano.
Aquí sólo señalaré que, en lo que al ocio se refiere, los automóviles, la televisión, los
viajes y el sexo son los principales objetos del consumismo actual, y aunque los
denominamos actividades de los momentos de ocio, sería mejor llamarlos
pasividades de los momentos de ocio.

En resumen, consumir es una forma de tener y quizá la más importante en las


actuales sociedades industriales ricas. Consumir tiene cualidades ambiguas: alivia la
angustia, porque lo que tiene el individuo no se lo pueden quitar; pero también
requiere consumir más, porque el consumo previo pronto pierde su carácter
satisfactorio. Los consumidores modernos pueden identificarse con la fórmula
siguiente: yo soy lo que tengo y lo que consumo.

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II. TENER Y SER EN LA EXPERIENCIA COTIDIANA

Como la sociedad en que vivimos se dedica a adquirir propiedades y a obtener


ganancias, rara vez vemos una prueba del modo de existencia de ser, y la mayoría
considera el modo de tener como el modo más natural de existir, y hasta como el
único modo aceptable de vida. Esto hace especialmente difícil comprender la
naturaleza del modo de ser, y hasta entender que tener sólo es una de las posibles
orientaciones. Sin embargo, estos dos conceptos están enraizados en la experiencia
humana. Ninguno debe ni puede examinarse de manera puramente abstracta e
intelectual; ambos se reflejan en nuestra vida cotidiana y deben tratarse
concretamente. Los siguientes ejemplos bastante sencillos de cómo tener y ser
aparecen en la vida cotidiana pueden ayudar a los lectores a comprender estos dos
modos de existir.

EL APRENDIZAJE

En el modo de existencia de tener los estudiantes asisten a clases, escuchan las


palabras del maestro y comprenden su estructura lógica y su significado. De la
mejor manera posible, escriben en sus cuadernos de apuntes todas las palabras que
escuchan; así más tarde podrán aprender de memoria sus notas y ser aprobados en
el examen; pero el contenido no pasa a ser parte de su sistema individual de
pensamiento, ni lo enriquece ni lo amplía. En vez de ello, los alumnos transforman
las palabras que oyen en conjuntos fijos de pensamientos o teorías, y las almacenan.
Los estudiantes y el contenido de las clases continúan siendo extraños entre sí, pero
cada estudiante pasa a ser propietario de un conjunto de afirmaciones hechas por
alguien (que las creó o las tomó de otra fuente).

En el modo de tener, los estudiantes sólo tienen una meta: retener lo "aprendido".
Con este fin lo depositan firmemente en su memoria, o lo guardan cuidadosamente
en sus notas. No deben producir ni crear algo nuevo. De hecho, los individuos del
tipo de tener se sienten perturbados por las ideas o los pensamientos nuevos acerca
de una materia, porque lo nuevo los hace dudar de la suma fija de información que
poseen. Desde luego, para quien tener es la forma principal de relacionarse con el
mundo, las ideas que no puede definir claramente (o redactar) le causan temor,
como cualquier cosa que se desarrolla y cambia y que no puede controlarse.

En el modo de ser, el proceso de aprender es de una calidad enteramente distinta


para los estudiantes en su relación con el mundo. En primer lugar, no asisten a las
clases, ni aun a la primera clase, con la mente en blanco. De antemano han pensado
en los problemas que se tratan en las clases, y tienen en mente ciertas cuestiones y
problemas propios. Se han ocupado del tema, y les interesa. En vez de ser
recipientes pasivos de las palabras y de las ideas, escuchan, oyen, y lo que es más
importante, captan y responden de manera productiva y activa. Lo que escuchan
estimula la actividad de su pensamiento. En su mente surgen nuevas preguntas,
nuevas ideas y perspectivas. Para ellos oír es un proceso vital. Escuchan con interés
lo que dice el maestro, y espontáneamente le dan vida a lo que oyen. No sólo
adquieren conocimientos que pueden llevar a casa y recordar. El estudiante se
siente afectado y cambia: es distinto después de la clase. Desde luego, este modo
de aprender sólo puede existir si la clase ofrece material estimulante. En el modo de

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ser, la charla vacía no ayuda, y en estas circunstancias, en el modo de ser, los
estudiantes descubren que es preferible no oír, y concentrarse en sus propios
pensamientos.

Por lo menos de paso debemos referimos a la palabra "interés", que en el lenguaje


común se ha vuelto una expresión pálida y desgastada. Sin embargo, su significado
esencial se encuentra en su raíz latina: "interese; estar en [o] entre". Este interés
activo se expresaba en el inglés antiguo con el verbo "to list" (adjetivo, listy;
adverbio, listily). En el inglés moderno, "to list" sólo se usa en el sentido espacial:
"A ship lists" (un barco se, inclina a la banda); el significado original en el sentido
psíquico sólo queda en la forma negativa "listless" (indiferente). "To list" en una
época significó "esforzarse activamente" o "estar genuinamente interesado". La raíz
es la misma que la de "lust" (codicia), pero "to list" no es una codicia que arrastra,
sino un interés o esfuerzo activo y libre. "To list" es una, de las expresiones básicas
del autor anónimo (de mediados del siglo XIV) de The Cloud of Unknowing (Evelyn
Underhill, ed.). Que el lenguaje sólo haya conservado la palabra en su sentido
negativo es característico del cambio de espíritu de la sociedad desde el siglo XIII
hasta el XX.

LA MEMORIA

La memoria puede ejercerse en el modo de tener y en el de ser. Lo más importante


para la diferencia entre las dos formas de recordar es el tipo de relación que se hace.
En el modo de tener, recordar es una relación enteramente mecánica, como cuando
la relación entre una palabra y la siguiente está firmemente establecida por la
frecuencia con que aparece; o las relaciones pueden ser puramente lógicas, como la
relación entre los opuestos, o entre conceptos convergentes, o de tiempo, espacio,
tamaño, color, o dentro de un sistema dado de pensamiento.

En el modo de ser, se recuerdan activamente las palabras, las ideas, las escenas, las
pinturas, la música; o sea, se relaciona un dato sencillo que se recuerda con muchos
otros datos con los que éste tiene relación. En el caso de ser, las relaciones no son
mecánicas ni puramente lógicas, sino vitales. Un concepto se relaciona con otro
mediante un acto productivo de pensar (o sentir) que se realiza cuando se busca la
palabra exacta. Un ejemplo sencillo: si asocio la palabra "dolor" o "aspirina" con
"dolor de cabeza", me refiero a una asociación lógica y tradicional; pero si asocio la
palabra "tensión" o "ira" con "dolor de cabeza", relaciono el dato con sus posibles
consecuencias, y obtengo este conocimiento estudiando el fenómeno. Este último
tipo de memoria constituye en sí un acto de pensamiento productivo. El ejemplo
más notable de este tipo de memoria vital es "la asociación libre" descubierta por
Freud.

Los que no se sienten inclinados a almacenar datos reconocen que su memoria, para
funcionar bien, necesita un interés poderoso e inmediato. Por ejemplo, se sabe de
individuos que recordaron palabras de una lengua extranjera aunque hace mucho la
habían olvidado, cuando tuvieron la necesidad vital de hacerlo. Por experiencia sé
que, aunque no estoy dotado de muy buena memoria, recuerdo el sueño de alguien
que he psicoanalizado dos semanas o cinco años antes, cuando de nuevo me
enfrento y me concentro en toda la personalidad de ese paciente; pero, cinco
minutos antes, en frío, por decirlo así, no puedo recordar ese sueño.

PsiKolibro 20
En el modo de ser, recordar implica dar vida a algo que vimos u oímos antes.
Podemos ejercitar esta memoria productiva tratando de imaginar la cara de una
persona o un panorama que vimos en el pasado. No somos capaces de recordar
instantáneamente en ambos casos; debemos recrear el sujeto, darle vida en nuestros
pensamientos. Este tipo de memoria no siempre es fácil; para recordar plenamente
una cara o un panorama debemos haberlas observado con suficiente concentración.
Cuando se logra plenamente esta manera de recordar, la persona cuya cara se
recuerda es tan viva, el panorama recordado tan vívido, como si la persona o el
panorama realmente se encontraran físicamente presentes.

En el modo de tener, cómo se recuerda una cara o un panorama se caracteriza por la


manera como la mayoría de la gente reacciona ante una fotografía. Ésta sólo sirve
para ayudar a la memoria a identificar a una persona o un panorama, y la reacción
usual es afirmar: "Sí, éste es", o "Sí, yo he estado allí". La fotografía se convierte,
para la mayoría de la gente, en una memoria enajenada.

El recuerdo que se confía al papel es otra forma de memoria enajenada. Cuando


escribo lo que deseo recordar, estoy seguro de tener esa información, y no trato de
grabármela en la memoria. Estoy seguro de mi posesión; pero cuando pierdo mis
notas, también olvido la información. Pierdo mi capacidad de recordar, porque mi
banco de memoria (mis notas) se ha convertido en una parte externalizada de mí.

Debido a la multitud de datos que en nuestra sociedad contemporánea necesitamos


recordar, es inevitable tomar apuntes y recurrir a la información depositada en los
libros; pero la tendencia a no ejercitar la memoria está alimentando más allá de toda
proporción razonable. Se puede observar fácilmente que cuando apuntamos las
cosas disminuye nuestra capacidad de recordar: algunos ejemplos típicos pueden
resultar útiles.

Un ejemplo cotidiano se advierte en las tiendas. Hoy día el empleado o la empleada


de una tienda rara vez hacen de memoria una suma sencilla de dos o tres
cantidades, sino que inmediatamente se vale de la máquina. El aula ofrece otro
ejemplo. Los maestros pueden observar que los estudiantes que escriben
cuidadosamente todas las palabras de una clase, muy probablemente comprenden y
recuerdan menos que los alumnos que confían en su capacidad de comprender y, por
consiguiente, de recordar al menos lo esencial. Además, los músicos saben que los
que más fácilmente leen una partitura tienen más dificultad para recordar la música
sin ella. (Me dio esta información el Dr. Moshe Budmor) (Toscanini, cuya memoria
era extraordinaria, es un buen ejemplo de un músico con el modo de ser). Daré un
último ejemplo: en México he observado que los analfabetos o los que saben escribir
muy poco tienen mejor memoria que los habitantes cultos de los países
industrializados. Entre otros hechos, esto sugiere que saber leer no es una
bendición, como se asegura especialmente cuando se usa este conocimiento sólo
para leer materiales que disminuyen la capacidad de experimentar y de imaginar.

LA CONVERSACIÓN

La diferencia entre los modos de tener y ser puede observarse fácilmente en dos
ejemplos de comunicación verbal. Imaginemos una discusión típica entre dos
hombres, en la que A tiene una opinión X, y B tiene una opinión Y. Cada uno se
identifica con su propia opinión, y desea encontrar argumentos mejores, o sea más
razonables para defender su opinión. Ninguno espera cambiar su propia opinión, ni
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la de su oponente. Cada uno teme modificar su opinión, porque es una de sus
posesiones y perderla significaría empobrecerse.

La situación es distinta en una conversación que no pretende ser un debate. ¿Quién


no ha sido presentado a una persona distinguida o famosa o hasta con cualidades
reales, o a una persona de la que desea obtener algo: un buen empleo, ser amado o
admirado? En estas circunstancias, muchos individuos suelen sentirse angustiados,
y a menudo "se preparan" para el importante encuentro. Piensan en los temas que
podrían interesar al otro; planean de antemano cómo podrán iniciar la conversación;
algunos hasta determinan toda la parte que les corresponde de la charla. O pueden
animarse recordando lo que tienen: sus éxitos pasados, su personalidad encantadora
(o su personalidad: agresiva, si este papel es más eficaz), su posición social, sus
relaciones, su apariencia y su traje. En una palabra, mentalmente hacen un balance
de su valor, y basándose en esta evaluación, exhiben sus mercancías en la
conversación. El que es muy hábil en esto impresiona a muchas personas, pero la
impresión causada se debe sólo en parte al desempeño individual, y más bien a la
pobreza de juicio de la mayoría de la gente. Si el actor no es tan bueno, su
actuación parecerá rígida, artificial, aburrida, y no despertará mucho interés.

En contraste, existen individuos que se enfrentan a una situación sin prepararse, y


no se valen de ningún recurso. En vez de esto, responden espontánea y
productivamente; se olvidan de sí mismos, de sus conocimientos y de su posición
social. Su ego no les estorba, y precisamente por ello pueden responder plenamente
a la otra persona y a sus ideas. Inventan ideas, porque no se aferran a nada, y así
pueden producir y dar. Mientras que en el modo de tener las personas se apoyan en
lo que tienen, en el modo de ser los individuos se basan en el hecho de que son, de
que están vivos y que algo nuevo surgirá si tienen el valor de entregarse y
responder. Se entregan plenamente a la conversación, y no se inhiben, porque no
les preocupa lo que tienen. Su vitalidad es contagiosa, y a menudo ayuda al otro a
trascender su egocentrismo. Así, la conversación deja de ser un intercambio de
mercancías (información, conocimientos, status) y se convierte en un diálogo en que
ya no importa quién tiene la razón. Los duelistas comienzan a danzar juntos, y no se
separan con un sentimiento de triunfo o de tristeza (igualmente estériles), sino de
alegría. (El factor esencial en la terapia psicoanalítico es esta cualidad vivificante del
terapeuta. Ninguna interpretación psicoanalítico servirá si el ambiente psicoanalítico
es pesado, aburrido y poco vital.)

LA LECTURA

Lo que se aplica a la conversación igualmente puede decirse de la lectura, que es, o


debería ser, una conversación entre autor y lector. Desde luego, en la lectura (como
en una conversación) es importante a quien leo (o con quien habló). Leer una
novela mediocre, burda, es una forma de soñar despierto. No permite una reacción
productiva; el texto se devora como un programa de televisión o como las papas
fritas que se comen mientras se ve televisión; pero una buena novela, por ejemplo
de Balzac, puede leerse con una participación interior, productivamente (esto es, en
el modo de ser). Sin embargo, probablemente la mayor parte del tiempo ésta
también se lea según el modo de consumir, o de tener. Después de que a los
lectores se les despierta la curiosidad, desean conocer la trama: si el héroe muere o
vive, si la heroína es seducida o resiste. Los lectores desean conocer las respuestas.
La novela sirve como una especie de "avance" para excitarles; el final feliz o infeliz
es la culminación de su experiencia: cuando los lectores conocen el final, poseen
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toda la historia, casi con tanta realidad como si surgiera de su imaginación; pero no
han aumentado su cultura; no han comprendido a los personajes de la novela,.no
han ampliado su conocimiento de la naturaleza humana, ni han logrado conocerse a
sí mismos.

Los modos de leer se aplican igualmente a un libro de filosofía o de historia. La


manera de leer un libro de filosofía o de historia se forma (o mejor se deforma) por
la educación. La escuela intenta darles a los estudiantes cierta cantidad de
"propiedad cultural", y al final de los cursos certifica que los estudiantes "tienen" por
lo menos una cantidad mínima. A los alumnos les enseñan a leer un libro para que
puedan repetir los principales pensamientos del autor. Así es como los estudiantes
"conocen" a Platón, Aristóteles, Descartes, Spinoza, Leibniz, Kant, Heidegger o
Sartre. La diferencia entre los diversos niveles de educación, desde la preparatoria
hasta la universidad, consiste principalmente en la cantidad de propiedad cultural
que se adquiere, que corresponde aproximadamente a la cantidad de propiedad
material que los alumnos esperan recibir en su vida posterior. Los llamados
estudiantes excelentes pueden repetir con mayor exactitud lo que ha dicho cada uno
de los filósofos. Son como un catálogo de museo bien documentado; pero no
aprenden lo que se encuentra más allá de este tipo de propiedad cultural. No
aprenden a cuestionar a los filósofos, a hablarles; no aprenden a advertir las
contradicciones de los filósofos, si eluden ciertos problemas o si evaden
determinados temas; no aprenden a distinguir lo que era nuevo y lo que los autores
no pudieron dejar de pensar porque era considerado de "sentido común" en su
época; no aprenden a oír para distinguir cuando los autores sólo hablan con su
cerebro, y cuando hablan con su cerebro y su corazón; no aprenden a descubrir si los
autores son auténticos o falsos; y muchas cosas más.

En el modo de ser, los lectores a menudo advierten que hasta un libro muy admirado
carece enteramente de valor o tiene un valor muy limitado; o logran comprender
plenamente un libro, a veces mejor que el autor, quien pudo haber considerado que
todo lo que escribió era igualmente importante.

EL EJERCICIO DE LA AUTORIDAD

Otro ejemplo de la diferencia entre los modos de tener y de ser es el ejercicio de la


autoridad. El punto crítico es la diferencia entre tener autoridad y ser una autoridad.
Casi todos ejercemos la autoridad por lo menos en alguna época de nuestra vida.
Los que crían a sus hijos deben ejercer la autoridad (deseen hacerlo o no) para
protegerlos de los peligros y darles por lo menos los consejos indispensables para
que sepan actuar en diferentes situaciones. En una sociedad patriarcal, también las
mujeres están sometidas a la autoridad de la mayoría de los hombres. La mayor
parte de los miembros de una sociedad burocrática organizada jerárquicamente,
como la nuestra, ejerce la autoridad, salvo la gente de los niveles más bajos de la
sociedad, que sólo está sometida a la autoridad.

Comprender la autoridad en los dos modos depende de reconocer que "la autoridad"
es un término amplio con dos significados totalmente distintos: puede ser "racional' o
"irracional". La autoridad racional se basa en la capacidad, y ayuda a desarrollarse a
la persona que se apoya en ésta. La autoridad irracional se basa en la fuerza y
explota a la persona sujeta a ésta. (Ya he analizado esta distinción en El miedo a la
libertad.)

En las sociedades más primitivas, las de los cazadores y recolectores, ejerce la


autoridad la persona generalmente reconocida con capacidad para esa tarea. Las
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cualidades que integran esta capacidad dependen mucho de las circunstancias
específicas, pero hay la impresión de que deben incluir la experiencia, la sabiduría, la
generosidad, la habilidad, la "buena presencia", el valor. No hay autoridades
permanentes en estas tribus, pero surgen en caso de necesidad. O hay diferentes
autoridades para distintas ocasiones: las guerras, los actos religiosos, la conciliación
de disputas. Cuando desaparecen o se debilitan las cualidades en que se basa la
autoridad, ésta también desaparece. Una forma muy similar de autoridad puede
observarse en muchas sociedades primitivas, en que la capacidad a menudo no se
basa en la fuerza física, sino en cualidades como la experiencia y la "sabiduría". En
un experimento muy ingenioso con monos, J. M. R. Delgado (1967) mostró que si el
animal dominante pierde aun momentáneamente las cualidades que le dan
competencia, su autoridad termina.

Ser autoridad se basa no sólo en la capacidad para realizar ciertas funciones sociales,
sino igualmente en la esencia misma de una personalidad que ha conseguido un alto
grado de desarrollo e integración. Estas personas irradian autoridad y no tienen que
dar órdenes, amenazar ni sobornar. Son individuos muy desarrollados que muestran
por lo que son (y no principalmente por lo que hacen o dicen) cómo pueden ser los
humanos. Los grandes Maestros de la Vida tuvieron este tipo de autoridad, y con un
grado menor de perfección, individuos así pueden encontrarse en todos los niveles
culturales y en las culturas más diversas. (El problema de la educación depende de
este punto. Si los padres lograran un desarrollo mayor y se apoyaran en sus propios
centros, la contradicción entre la educación autoritaria y la del tipo laissez-faire
apenas existiría. Por necesitar la autoridad, el niño reacciona ante ésta con gran
avidez; por otra parte, el niño se rebela contra las presiones, el descuido o "el exceso
de cuidado" de la gente que muestra con su conducta que no ha hecho los esfuerzos
que el niño espera que haga.

Cuando se formaron la sociedades basadas en un orden jerárquico, más grandes y


más complejas que las de cazadores y recolectores, la autoridad basada en la
capacidad fue sustituida por la autoridad basada en la posición social. Esto no
significa que la autoridad sea necesariamente incompetente, sino que la capacidad
no constituye un elemento esencial de la autoridad. Apenas hay relación entre la
capacidad y la autoridad en el caso de la autoridad monárquica (en la que la lotería
de los genes decide las cualidades de competencia), o de un criminal sin escrúpulos
que logra llegar a la autoridad mediante el crimen y la traición, o de la democracia
moderna, en que se elige al candidato, con frecuencia por su fisonomía fotogénica o
por el dinero que puede gastar en la elección.

Hay serios problemas en los casos de autoridad basada en alguna capacidad: un


dirigente puede ser competente en un campo, e incompetente en otro. Por ejemplo,
un estadista puede tener capacidad para dirigir una guerra y ser incompetente en la
paz; o un dirigente que es honrado y valiente al principio de su carrera, pierde estas
cualidades por la seducción del poder; o la edad y las enfermedades pueden llevarlo
a la decadencia. Finalmente, debemos considerar que para los miembros de una
pequeña tribu resulta mucho más fácil juzgar la conducta de una autoridad que para
Sillones de personas en nuestro sistema, que sólo conocen a su candidato por la
imagen artificial que le ofrecen los especialistas en relaciones públicas.

Sean cuales fueren las razones de la pérdida de las cualidades que forman la
capacidad, en la mayoría de las sociedades más grandes y organizadas
jerárquicamente ocurre el fenómeno de la alienación de la autoridad. La capacidad
inicial, verdadera o supuesta, se transfiere al uniforme o al título de la autoridad. Si
ésta usa el uniforme adecuado u ostenta el título apropiado, su signo externo de
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capacidad remplaza a la capacidad verdadera y sus cualidades. El rey (usamos este
título como símbolo de este tipo de autoridad) puede ser estúpido, vicioso, malo, o
sea totalmente incompetente para ser una autoridad; sin embargo, tiene autoridad.
Mientras conserve el título, se supondrá que tiene las cualidades de la capacidad.
Aunque el emperador esté desnudo, todo el mundo cree que usa bellas ropas.

La gente no confunde en forma espontánea los uniformes y los títulos con las
cualidades verdaderas de la capacidad. Los que tienen estos símbolos de autoridad y
los que se benefician con ellos deben embotar el pensamiento crítico y realista de la
gente para que crea la ficción. El que estudie esto advertirá las maquinaciones de la
propaganda, los métodos con que se destruye el juicio crítico, cómo la mente es
adormecida por medio de clichés para someterla, cómo la gente se atonta al volverse
dependiente y perder su capacidad de confiar en sus ojos y en su juicio. La ficción
en la que cree le oculta la realidad.

TENER CONOCIMIENTOS Y CONOCER

La diferencia entre el modo de tener y el modo de ser en la esfera del conocimiento


se expresa con dos fórmulas: "Tengo conocimiento" y "conozco". Tener conocimiento
es tomar y conservar la posesión del conocimiento disponible (la información);
conocer es funcional y sólo sirve como medio en el proceso de pensar
productivamente.

Nuestra comprensión de la cualidad de conocer en el modo de existencia de ser


puede ampliarse con los pensamientos de Buda, de los profetas hebreos, de
Jesucristo, del Maestro Eckhart, de Sigmund Freud, de Karl Marx. Según su punto de
vista, el conocimiento empieza con la conciencia del engaño de lo que perciben
nuestros sentidos en el sentido de que nuestro panorama de la realidad física no
corresponde a lo que "realmente es" y, principalmente, en el sentido de que la
mayoría de la gente está semidespierta, semidormido, y no advierte que la mayor
parte de lo que cree verdadero y evidente es una ilusión producida por la influencia
sugestiva del mundo social en que vive. Así pues, el conocimiento empieza con la
destrucción de las ilusiones, con la desilusión. Conocer significa penetrar a través de
la superficie, llegar a las raíces, y por consiguiente a las causas. Conocer significa
"ver" la realidad desnuda, y no significa poseer la verdad, sino penetrar bajo la
superficie y esforzarse crítica y activamente por acercarse más a la verdad.

Esta cualidad de la penetración creadora se expresa en la palabra hebrea jadoa, que


significa conocer y amar, en el sentido de la penetración sexual masculina. Buda, el
Despierto, pide a la gente que despierte y que se libere de la ilusión de que codiciar
cosas produce felicidad. Los profetas hebreos piden a la gente que despierte y le
dicen que sus ídolos no son sino obra de sus manos, ilusiones. Jesucristo dice: "La
verdad os hará libres." El Maestro Eckhart muchas veces expresa su concepto de
conocer; por ejemplo, cuando habla de Dios afirma: "El conocimiento no es un
pensamiento particular, sino que arranca (todas las cubiertas) y es desinteresado y
corre desnudo hacia Dios, hasta que lo toca y lo ase" (Blakney, p. 243). ("Desnudez"
y "desnudo" son las expresiones favoritas del Maestro Eckhart y también de su
contemporáneo, el autor anónimo de The Cloud of Unknowing.) Según Marx, es
necesario destruir las ilusiones para crear las condiciones que las volverán
innecesarias. El concepto freudiano del conocimiento de si mismo se basa en la idea
de destruir las ilusiones ("racionalizaciones") para tener conciencia de la realidad
inconsciente. (último de los pensadores de la Ilustración, Freud puede ser llamado un
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pensador revolucionario de acuerdo con la filosofía de la Ilustración del siglo XVIII, y
no con la del siglo XX.)

A todos estos pensadores les preocupaba la salvación humana; todos criticaban las
pautas de pensamiento socialmente aceptadas. Consideraban que la meta del
conocimiento no era la certidumbre de "una verdad absoluta", algo con lo que es
posible sentirse seguro, sino el proceso de afirmar la razón humana. Para alguien
que sabe, la ignorancia es tan buena como el conocimiento, ya que ambos forman
parte del proceso del saber, aunque la ignorancia de este tipo es distinta de la
ignorancia del que no reflexiona. En el modo de ser, el conocimiento óptimo es
conocer más profundamente. En el modo de tener, consiste en poseer más
conocimientos.

Nuestra educación generalmente intenta preparar al estudiante para que tenga


conocimientos como posesión, que por lo general se evalúan por la cantidad de
propiedad o prestigio social que probablemente tendrá más tarde. El mínimo que
recibe el alumno es la cantidad que después necesitará para desempeñar
adecuadamente su trabajo. Además, a cada uno le dan "un paquete de
conocimientos de lujo" para aumentar su sentimiento de valor, y el tamaño de cada
paquete está de acuerdo con el probable prestigio social que tendrá la persona. Las
escuelas son las fábricas que producen estos paquetes de conocimientos generales,
aunque usualmente afirman que intentan poner a los estudiantes en contacto con los
logros más elevados del pensamiento humano. Muchas universidades son
especialmente hábiles para alimentar estas ilusiones. Ofrecen una gran variedad de
conocimientos, desde pensamiento y arte de la India hasta existencialismo y
surrealismo para que los estudiantes elijan un poco de cada tema, y en nombre de la
espontaneidad y la libertad no les exigen que se concentren en una materia, y ni aun
que terminen de leer un libro. (La crítica radical de lvan Hich al sistema escolar pone
en relieve muchas de estas fallas.)

LA FE

En un sentido religioso, político o personal, el concepto de la fe puede tener dos


significados totalmente distintos, si ésta se aplica en el modo de tener, o en el modo
de ser.

En el modo de tener, la fe es la posesión de una respuesta de la que no se tiene una


prueba racional. Consiste en fórmulas creadas por otros, que el individuo acepta
porque se somete a los otros, generalmente a una burocracia. Esto ofrece un
sentimiento de certidumbre debido al poder real (o sólo imaginario) de la burocracia.
Es un boleto de entrada para poder reunirse con un numeroso grupo humano. Alivia
al individuo de la pesada tarea de pensar por sí mismo y de tomar decisiones. Así
nos convertimos en uno de los beati possidentes, los felices propietarios de la fe
verdadera. En el modo de tener, la fe brinda certidumbre; pretende ofrecer un
conocimiento último, final, que es creíble porque parece muy firme el poder de los
que proclaman y protegen la fe. Desde luego, ¿por qué no aceptar la certidumbre, si
sólo requiere renunciar a la propia independencia?

Dios, originalmente el símbolo del valor más elevado que podemos experimentar
dentro de nosotros, se convierte, en el modo de tener, en un ídolo. Según el
concepto de los profetas, un ídolo es una cosa que hacemos nosotros y en la que
proyectamos nuestros poderes, y que por ello nos empobrece. Nos sometemos a
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nuestra creación, y con nuestra sumisión nos ponemos en contacto con nosotros
mismos en una forma enajenada. Puedo tener un ídolo porque es una cosa, pero al
someterme a éste, simultáneamente él me posee. Después de que Dios se convierte
en un ídolo, las supuestas cualidades divinas tienen muy poca relación con mi
experiencia personal, como sucede con las doctrinas políticas enajenadas. El ídolo
puede ser proclamado Señor de la Misericordia; pero cualquier crueldad puede
someterse en su nombre, así como la fe enajenada en la solidaridad humana justifica
cometer los actos más inhumanos. En el modo de tener, la fe es un apoyo para los
que desean estar seguros, para los que desean una respuesta a la vida y no se
atreven a buscarla ellos mismos.

En el modo de ser, la fe constituye un fenómeno totalmente distinto. ¿Podemos vivir


sin la fe? ¿No debe tener fe el niño de pecho en los senos maternos? ¿No debemos
tener fe en otros seres, en los que amamos y en nosotros mismos? ¿Podemos vivir
sin tener fe en la validez de las normas de nuestra vida? En realidad, sin fe nos
volvernos estériles, perdemos toda esperanza y le tememos a la esencia misma de
nuestro ser.

En el modo de ser, la fe no consiste, en primer término, en creer en ciertas ideas


(aunque también puede serlo), sino en una orientación interior, en una actitud.
Mejor sería decir que se está en la fe y no que se tiene fe. (La distinción teológico
entre la fe que es creencia -fieles quae creditur- y la fe como creencia -fides qua
creditur- refleja una distinción similar entre el contenido y el acto de la fe.) Se puede
estar en la fe hacia uno mismo y en los otros, y la persona religiosa puede estar en la
fe en Dios. El Dios del Antiguo Testamento es, ante todo, una negación de los ídolos,
de los dioses que podemos tener. Aunque concebido como analogía con un rey
oriental, el concepto de Dios se trasciende desde el mismo principio. Dios no debe
tener nombre, ni debemos hacer una imagen de Dios.

Más tarde, en el desarrollo judío y cristiano, se intentó eliminar totalmente la


idolatría a Dios, o luchar con el peligro de la idolatría postulando que ni aun las
cualidades de Dios pueden formularse. O más radicalmente en el misticismo cristiano
(desde el falso Dionisio Areopagita hasta el desconocido autor de The Cloud of
Unknowing y el Maestro Eckhart) el concepto de Dios tiende a ser el del único, la
"Divinidad" (la no-cosa), y así se unen los puntos de vista expresados en los Vedas y
en el pensamiento neoplatónico. Esta fe en Dios se ve confirmada por la experiencia
interior de las cualidades divinas que existen en uno mismo; es un proceso continuo,
activo, de una creación de sí mismo, o como dice el Maestro Eckhart: de Cristo que
eternamente renace en nosotros.

La fe en mí mismo, en los demás, en la humanidad, en nuestra capacidad de llegar a


ser plenamente humanos, también implica certidumbre, pero basada en mi
experiencia, y no en mi sumisión a una autoridad que impone una creencia dada. Es
la certidumbre de una verdad que no puede demostrarse con una evidencia
racionalmente concluyente; sin embargo es una verdad de la que estoy seguro
debido a mi evidencia subjetiva, experiencias. (La palabra hebrea que designa fe es
emunah "certidumbre"; amen significa "ciertamente".)

Aunque esté seguro de la integridad de un hombre, nunca podré demostrar su


integridad hasta su último día; estrictamente hablando, si su integridad permanece
inviolada hasta el momento de su muerte, ni aun esto excluye la idea positivista de
que quizá habría podido haber manchado su integridad si hubiera vivido más tiempo.
Mi certidumbre se basa en mi conocimiento profundo de los otros y en mi experiencia
del amor y de la integridad. Este tipo de conocimiento sólo es posible en el grado en
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que pueda librarme de mi ego y ver a los otros hombres en su mismidad, reconocer
la estructura de sus poderes, verlos en su individualidad y al mismo tiempo en su
humanidad universal. Entonces sabré lo que los otros pueden hacer, lo que no
pueden hacer, y lo que no harán. Desde luego, no quiero decir que yo pueda
predecir toda su conducta futura, sino sólo las líneas generales de su conducta que
están enraizadas en los rasgos básicos del carácter, como la integridad, la
responsabilidad, etc. (Véase el capítulo "La fe como un rasgo de carácter" en Ética y
psicoanálisis.)

Esta fe se basa en hechos; por consiguiente es racional; pero los hechos no pueden
reconocerse ni "demostrarse" según el método de la psicología positivista
convencional; yo, la persona viva, soy el único instrumento que puede "registrarlos".

EL AMOR

Amar también tiene dos significados, según se hable en el modo de tener o en el


modo de ser.

¿Es posible tener amor? Si se pudiera, el amor necesitaría ser una cosa, una
sustancia susceptible de tenerla y poseerla. La verdad es que no existe una cosa
concreta llamada "amor". "El amor" es una abstracción, quizá una diosa o un ser
extraño aunque nadie ha visto a esa diosa. En realidad, sólo existe el acto de amar,
que es una actividad productiva. Implica cuidar, conocer, responder, afirmar, gozar
de una persona, de un árbol, de una pintura, de una idea. Significa dar vida,
aumentar su vitalidad. Es un proceso que se desarrolla y se intensifica a sí mismo.

Experimentar amor en el modo de tener implica encerrar, aprisionar o dominar al


objeto "amado". Es sofocante, debilitador, mortal, no dador de vida. Lo que la gente
llama amor la mayoría de las veces es un mal uso de la palabra, para ocultar que en
realidad no ama. Puede dudarse de que muchos padres amen a sus hijos. Lloyd de
Mause afirmó que durante los pasados dos milenios de historia occidental ha habido
informes de crueldad para con los hijos, desde tortura física y psíquica, descuido,
franca posesividad y sadismo tan terribles que puede creerse que los padres amantes
son la excepción y no la regla.

Lo mismo puede afirmarse de los matrimonios. Ya sea que el matrimonio se base en


el amor, como el matrimonio tradicional del pasado, o en la conveniencia social o en
las costumbres, los esposos que verdaderamente se aman parecen ser la excepción.
La conveniencia social, la costumbre, el interés económico mutuo, el interés
compartido en los hijos, la dependencia mutua, o el odio o el temor mutuos se
experimentan conscientemente como "amor", hasta el momento en que uno o ambos
esposos reconocen que no se aman, y que nunca se han amado. Hoy día se pueden
observar algunos progresos en este aspecto: las personas se han vuelto más
realistas y sinceras, y muchas ya no creen que sentirse sexualmente atraído
signifique amar, o que una relación amistosa, aunque distante, sea una
manifestación del amor. Este nuevo punto de vista ha impuesto mayor sinceridad, y
también más frecuentes cambios de pareja. Esto no necesariamente ha hecho que
se ame con más frecuencia, y los esposos modernos pueden amarse tan poco como
los antiguos.

El cambio de "rendirse al amor" a la ilusión de "tener" amor a menudo puede


observarse en detalles concretos en la historia de las parejas que "se rinden al
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amor". (En El arte de amar he señalado que la palabra "rendirse" en la frase
"rendirse al amor" es una contradicción. Como amar es una actividad productiva.
Sólo se puede estar enamorado o enamorarse; no es posible "rendirse" al amor,
porque esto denota pasividad.)

Durante el noviazgo nadie está seguro todavía de su pareja, pero cada uno trata de
conquistar al otro. Ambos son vitales, atractivos, interesantes, y hasta bellos, ya
que la vitalidad embellece el rostro. Ninguno tiene al otro; por consiguiente las
energías de ambos están dirigidas a ser, es decir, a dar y a estimular al otro. En el
matrimonio, la situación con frecuencia cambia fundamentalmente. El acta
matrimonial le da a cada esposo la posesión exclusiva del cuerpo, de los
sentimientos y de las atenciones del otro. Ninguno de los dos debe conquistar,
porque el amor se ha convertido en algo que se tiene, en una propiedad. Los
esposos dejan de esforzarse por ser amables y dar amor, por ello se aburren, y su
belleza desaparece. Se sienten desilusionados y confundidos. ¿Ya no son las mismas
personas? ¿Cometieron un error al casarse? Cada cónyuge generalmente busca en el
otro la causa del cambio, y ambos se sienten defraudados, pero no advierten que ya
no son los mismos que cuando se amaban; que el error de creer que se puede tener
amor, ha hecho que dejen de amarse. En vez de amarse, llegan a un acuerdo para
compartir lo que tienen: el dinero, la posición social, la casa, los hijos. Por ello, en
algunos casos el matrimonio que se inicia con amor, se transforma en una asociación
amistosa, en una empresa en la que dos egotismos se reúnen en uno solo: el de "la
familia".

Cuando una pareja no puede sobreponerse al anhelo de renovar el antiguo


sentimiento de amor, uno o ambos esposos puede tener la ilusión de que un nuevo
compañero (o compañeros) calmará su deseo vehemente. Creen que sólo desean
tener amor; pero para ellos el amor no es una expresión de su ser; es una diosa a la
que desean someterse. Necesariamente fracasan en el amor, porque "el amor es hijo
de la libertad" (como dice una antigua canción francesa), y el culto a la diosa del
amor llega a ser tan pasivo que causa aburrimiento, y él o ella pierden los restos de
su antiguo atractivo.

En esta descripción no intentamos implicar que el matrimonio no puede ser la mejor


solución para dos personas que se aman. La dificultad no reside en el matrimonio,
sino en la posesiva estructura existencias de los esposos y, en último análisis, de su
sociedad. Los partidarios de tan modernas formas de unión como el matrimonio en
grupo, el cambio de pareja, el sexo en grupos, etc., hasta donde puedo advertir sólo
tratan de evitar su dificultad de amar y aliviar el aburrimiento con estímulos siempre
nuevos y tratan de tener "amantes", aunque no sean capaces de amar a nadie.
(Véase el análisis de la distinción entre estímulos "activos" y "pasivos" en el Capítulo
10 de la Anatomía de la destructividad humana.)

III. TENER Y SER EN EL ANTIGUO Y EN EL NUEVO TESTAMENTO Y EN LOS


ESCRITOS DEL MAESTRO ECKHART

EL ANTIGUO TESTAMENTO

Uno de los principales temas del Antiguo Testamento es: deja lo que tienes; libérate
de todas las cadenas, sé tú mismo.
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