Modulo de Eclesiologia Misionera 2019
Modulo de Eclesiologia Misionera 2019
Modulo de Eclesiologia Misionera 2019
ECLESIOLOGÍA MISIONERA
Olga Consuelo Vélez Caro
Doctora en Teología
PRESENTACION
Este curso de Eclesiología para la Misión del Curso de Formación Misionera Virtual tiene como
objetivo presentar aspectos centrales del ser y misión de la iglesia de manera que los destinatarios
puedan dar razón de su ser iglesia y se dispongan a vivir la misión que Jesucristo les encomienda.
Este curso está íntimamente unido al de cristología porque dependerá de la imagen que se
tenga de Jesucristo cómo se comprenderá la iglesia y, a su vez, todo modelo eclesial refleja la
comprensión cristológica que se tiene. Conviene, por tanto, tener siempre presente a la
persona de Jesucristo y su misión evangelizadora para comprender bien esta reflexión
eclesiológica.
Dividimos este curso en cinco partes. En primer lugar, nos aproximaremos a nuestra propia
experiencia eclesial a la luz de tres modelos empíricos que se han consolidado a lo largo de la
historia. Nos preguntaremos sobre la vigencia de cada uno de estos modelos y sobre los
desafíos y transformaciones que encierran. Con esto se pretende ayudar a los/las estudiantes
a identificar el modelo o modelos que marcan su experiencia eclesial y la urgencia de
impulsar una iglesia sacramento de salvación, pueblo de Dios, comprome tida con los más
pobres, tal como la propone Vaticano II.
En segundo lugar, se presentan los datos bíblicos que el Nuevo Testamento nos presenta
sobre la Iglesia y, especialmente las imágenes que se emplean para expresar el misterio de la
Iglesia.
Objetivos Generales
1. Aproximarnos a nuestra experiencia eclesial a la luz de tres modelos empíricos de Iglesia para
señalar sus luces y responder a sus desafíos.
2. Conocer los datos bíblicos que nos permiten acercarnos a una comprensión del ser mismo de la
Iglesia.
3. Entender el modelo eclesial trazado por Vaticano II y buscar los caminos más apropiados para
impulsarlo.
4. Comprender las distintas vocaciones eclesiales y su necesaria articulación para la realización del
ser íntegro de la Iglesia.
Metodología
El curso se realiza mediante las herramientas virtuales a través de las cuales los/las estudiantes
tienen acceso a los materiales de estudio, realizan las pruebas parciales, obtienen su calificación
definitiva y se comunican con el/la tutor(a) y sus compañeros/as de estudio.
Hay tres pruebas a lo largo del curso para comprobar lo asimilado y poder profundizar aquellos
aspectos que aún no se han captado suficientemente.
Se espera que estas pruebas se respondan con precisión y respondan a lo estudiado en los
materiales. No se consideran como respuestas válidas las que expresan una opinión personal sin
tener en cuenta los elementos aportados en el estudio.
Analizar: En esta etapa usted realiza sus primeros acercamientos a las lecturas propuestas y
realiza un análisis crítico de las mismas, profundiza los temas de interés y esquematiza la
información como considere conveniente para dar cuenta de ella en actividades futuras. Al
analizar, usted deriva todos los elementos que se consideren relevantes en sus lecturas y realiza
una crítica o desarrollo de los mismos.
Confrontar: Como agente activo de una comunidad, sabemos que usted dispone de valiosas ideas
y estrategias de trabajo y proyección con los cuales ha desempeñado su labor pastoral. Estos
conocimientos son muy importantes para el cumplimiento de los objetivos propuestos, así pues,
tomando las ideas analizadas y las experiencias propias ante el tema, usted habrá yuxtaponer sus
experiencias con los temas analizados y comparar, examinar los elementos concordantes y las
discrepancias, contrastando siempre, la teoría con la práctica, así podrá usted derivar cuales son
los elementos nuevos que le aporta el estudio del módulo, cuales los que refuerzan sus
3
conocimientos, cuales los que no convienen a su ejercicio y cuales lo reafirman. Resultado de esto
una maduración y abstracción de su práctica pastoral y una posición personal ante los temas
presentados.
Actuar: Este debe ser el fruto de lo analizado y confrontado. El/la estudiante debe ser capaz de
generar propuestas de transformación de carácter general para el grupo parroquial, eclesial, social
o familiar, y otras, que serán compromisos de carácter personal. De esto debe dar cuenta el/la
estudiante en las actividades evaluativas.
Propuesta de Evaluación
• Propuestas de acción: Se espera que el/la estudiante formule propuestas que dinamicen
la vida eclesial y abran nuevos caminos de transformación inspirados en el evangelio de Jesús.
Estructura y cronograma
Módulo: ECLESIOLOGIA
PRIMERA UNIDAD
MODELOS EMPÍRICOS DE IGLESIA1
Objetivo: Aproximarnos a nuestra experiencia eclesial a la luz de algunos modelos empíricos de
Iglesia para señalar sus luces y responder a sus desafíos.
A continuación se presenta un cuadro síntesis elaborado por el teólogo Víctor Codina en el que se
presentan tres modelos empíricos de ser Iglesia que se han configurado a lo largo de los siglos.
Todos ellos responden a momentos históricos que hay que saber identificar para entender la
respuesta que pretendieron dar pero también podemos señalar los desafíos que dejan pendientes.
En la actualidad es posible identificar los tres modelos en las distintas realidades eclesiales que
vivimos y la tarea que nos compete es saber identificarlos y buscar que respondan cada vez más a
la iglesia que Jesús soñó y proyecto para toda la humanidad. Nunca tendremos un modelo
empírico definitivo –esta será la realización escatológica- pero sí estamos llamados a responder
con fidelidad y audacia a trabajar por una iglesia cada vez más sacramento de salvación,
comprometida con los más pobres, más evangélica, solidaria y fraterna.
PRESUPUESTO: La iglesia tiene que evolucionar y a lo largo de la historia lo ha hecho. Se han dado
históricamente tres modelos y en la actualidad coexisten (sincrónicos).
1
Seguimos fundamentalmente los aportes de Codina, Víctor, Tres modelos de Eclesiología,
Estudios Eclesiásticos 58 (1983) 55-82.
5
PRESUPUESTOS TEOLÓGICOS
Se funda en el modelo de dos Se centra en la noción de iglesia La Iglesia de los pobres es el
órdenes del mundo: sacramento de salvación. sacramento histórico de
gracia/pecado, La iglesia no se identifica con el liberación.
sobrenatural/natural, Reino. El mundo es el lugar de El centro del mensaje de Jesús
construcción del Reino abierto a
sacerdotes/fieles, sociedad es el Reino de Dios
la escatología.
perfecta/sociedad civil. La noción de Iglesia sacramento
especialmente para los pobres
Los sacramentos son medios se fundamenta en la cristología: y oprimidos.
individuales para acceder al Cristo sacramento. Se vive una praxis concreta y
orden de la gracia Los sacramentos recuperan la los sacramentos como
El sacerdote es un mediador al dimensión eclesial. expresión de esa liberación, no
estilo del sacerdocio del AT. El sacerdote no es un mediador solo para alimentar la vida de
sino un miembro cualificado de la la Iglesia.
comunidad, ordenada para actuar
en Persona Christi pero
especialmente constituido “en
nombre de la comunidad”.
La realidad temporal alcanza su
autonomía.
La realización concreta de la
iglesia como sacramento de
salvación es la comunidad
cristiana.
VALORACIÓN CRÍTICA
Paso de ser un getto, una Surge un modelo eclesial que Se teme reducir el mensaje a
secta, a convertirse en una responde más a los orígenes, es lo socio-político.
religión universal. decir, una iglesia cuyo punto de Pero su compromiso con la
Se mostró la capacidad de partida es el Pueblo de Dios y la transformación histórica es un
jerarquía está al servicio de éste.
llegar a muchos pueblos. elemento profundamente
Paso de una eclesiología
Pero lo negativo fue bastante: esencialista a una más histórica
evangélico que ha de seguir
instalarse en la tierra como si en diálogo con el mundo impulsándose.
fuera el reino de Dios (los contemporáneo, de una visión
monacatos surgieron como apologética a otra más crítica y
réplica de esta vivencia), se realista.
pierde el sentido de lo Se dio un paso grande en
comunitario, se clericaliza la ecumenismo (pero sólo con los
Iglesia, se borra toda acción protestantes).
carismática y se apoya en el Sin embargo, en el Vaticano aún
hay confrontación entre dos tipos
poder.
de eclesiologías, una más
Las múltiples herejías fueron sacramental y otra más jurídica
una manera de protestar que es necesario superar para
contra ese modelo. vivir una iglesia más fraterna y
evangélica.
7
SEGUNDA UNIDAD
FUNDAMENTOS BIBLICOS DE LA ECLESIOLOGIA2
Objetivo: Conocer los datos bíblicos que nos permiten acercarnos a una comprensión del ser
mismo de la Iglesia.
La Sagrada Escritura no tiene una definición sobre la Iglesia. Lo que ella nos aporta son imágenes
para comprenderla y nos permite acercarnos a la experiencia de las primeras comunidades
cristianas en las que la vivencia de la iglesia antecedió a su organización y estructuración. Ese
“volver a los orígenes” nos ayuda a buscar lo fundamental de la experiencia eclesial y despojarnos
del lastre del tradicionalismo que acompaña toda realización humana con el paso del tiempo.
La Constitución Dogmática Lumen Gentium elenco una serie de imágenes bíblicas sobre la
naturaleza y extensión de la Iglesia. De esa manera no define la iglesia sino que nos permite
comprender su riqueza y razón de ser mediante estas imágenes.
- Imágenes pastoriles (Jn 10, 1-17; 1 Pe 2, 25; 5, 1-4): destacan los contornos de la iglesia
como redil o rebaño congregado en torno al pastor.
- Imágenes de la vida agrícola (Mt 21, 33-45; Jn 15, 1ss; Rom 11, 16-24; 1 Cor 3, 6-9): revelan
a la Iglesia como olivo leñoso que hunde sus raíces en los patriarcas y que reinjertado en
Cristo produce nuevas ramas, o como viña amada de la que el Padre es viñador y Cristo
verdadera vid.
- Imágenes arquitectónicas (Mt 7, 24-27; 21, 42; 1 Cor 3, 9-18; Ef 2, 20-22; 1 Tim 3, 14; 1 Pe
2, 4-8; Ap 21, 1ss): son evocación de Cristo Señor como piedra angular, roca y cimiento
sobre el que se construye la edificación con piedras vivas para conformar una casa o
habitación o ciudad santa en que habitan los familiares de Dios en justicia y santidad.
- Las figuras de relación familiar (Gál 4, 26; Ap. 12, 17; Ap. 19, 1; 21, 2.9; 22, 17; Ef 5, 25-29):
presentan a la Iglesia como madre fecunda de hijos y hermanos y esposa de Cristo, carne
suya a la que Cristo ama, se entrega, cuida, abriga, alimenta, purifica (LG 6).
2
Seguimos fundamentalmente los aportes de Parra, Alberto, La Iglesia, Colección Apuntes de
Teología, PUJ, Bogotá, 1998.
8
- Las imágenes anatómicas (Rom 12, 5; 1 Cor 12, 13-27; Col 1, 24; Ef 1, 22-23; 5, 23): evocan
a la Iglesia como Cuerpo de Cristo animado por su mismo Espíritu, cabeza a la que
corresponde la primacía total, siendo los fieles miembros de ese único cuerpo en
diversidad y plena unidad (LG 7)
- Las figuras de relación social (1 Pe 2, 9-10; Rom 15, 7; 9, 25-33; 1 Cor 1, 2; Ef 1, 13-14; Mc
1, 15; Mt 3, 1; 4, 17): orientan la comprensión de la Iglesia como Pueblo de Dios o como
fermento, levadura y grano de mostaza que en el día escatológico Cristo entregará al
Padre y Dios será todo en todos.
- LG 2: Iglesia como la entera familia humana en cuanto salvada por la gracia de Dios.
- LG 8: Iglesia católica –el conjunto del pueblo cristiano, unido por la misma fe católica, que
participa de los mismos siete sacramentos y que está sometido a la autoridad jerárquica
de la Iglesia.
- LG 9: Iglesia como el conjunto de todos los creyentes.
- LG 9: Iglesia en referencia al Pueblo de Israel.
- LG 11: Iglesia como Iglesia doméstica.
- LG 26: Iglesia como comunidad local.
De esta extensión podemos concluir que el Vaticano II reconoce una comunión producida por el
Espíritu de Dios que transciende los límites de la Iglesia Católica.
Los primeros cristianos se consideraron descendientes del pueblo de Israel. LG 2 afirma que la
Iglesia no ocupa un espacio más o menos extenso de la historia de la humanidad sino que la
abarca en su totalidad, desde Adán hasta el último elegido. Entre los momentos de especial
importancia en esa historia de la humanidad, leída como historia de salvación, encontramos:
- El pacto inicial: La creación: A pesar del género literario de las primeras páginas del Génesis,
claramente alegórico, encontramos allí el pacto inicial entre Dios y la humanidad. Sus puntos
fundamentales son claros e inequívocos. La participación en la vida divina y la unión con Dios no
fue impuesta a la humanidad como algo inevitable, como una cualidad natural, sino que se le
ofreció como resultado de la observancia de un pacto libremente aceptado: la abstención del fruto
prohibido por Dios (Gen 2, 15-16).
- El pacto de Dios con Israel: La Iglesia de Jesucristo ve en Abraham al padre de la fe, prototipo del
creyente, del obediente, del justificado no por las obras de la ley judaica, sino por la gratuidad de
la gracia y la correspondencia de la fe (Rom 4, 1-23) y destaca al máximo no al Abram (de noble
linaje) fundador del pueblo judío, sino al Abraham (padre de muchas naciones Gen 17, 4-8).
La figura de Isaac va más allá de los lazos de sangre para justificar la pertenencia a la naciente
Iglesia. No basta ser hijo de Abraham, se necesita ser hijo de la promesa de Dios (Gen 21, 1ss; Rom
9,6ss; Gal 4, 21-31). Jacob continua en la misma línea de la promesa mostrando como la Iglesia se
percibe a sí misma como heredera de las promesas y de las bendiciones de Jacob (Gen 25, 19ss;
Rom 9, 12).
El papel de Moisés en la liberación del pueblo de Israel (Ex 3, 7ss; 15, 22ss) y en su constitución
como comunidad socio-cultural y asamblea cultual (la pascua como sacramento del rescate y de la
comunión con Dios y con los hermanos en la nacionalidad y en la fe –Ex 12, 1ss-; la alianza como
ratificación de pertenencia exclusiva a Yahweh y de guardia voluntaria de su ley –Ex 19,1ss-; el
santuario y el sacerdocio –Ex 25,1ss- que sacramentalizan la presencia y la acción de Dios en
medio de su pueblo) ejerce una fuerte influencia en la experiencia eclesial de los primeros
cristianos pero no para subrayar la continuidad sino la radical superación de esa primera alianza.
La referencia a Moisés aparece en varios textos: el teologúmeno de la huida a Egipto (Mt 2, 13-15),
la referencia a Moisés en la comprensión postpascual (“lo que estaba escrito en Moisés y en los
profetas” Lc 24,27), también aparece Moisés como eslabón para la fe en Cristo (“de mí hablo
Moisés” Jn 5,46) y quien emprende el seguimiento confiesa que “de El escribieron Moisés en la ley
10
y los profetas” (Jn1, 45). Pero la relación que se establece entre Cristo y Moisés, entre la economía
eclesial y la economía de la qahal es de discontinuidad, de superación radical (Jn 1,17; Mt 5, 21ss;
Jn 6, 32; 1 Cor 1, 10, Hb 3, 1ss, Hb 7 -el sacerdocio de Cristo sobre el levítico-, 8 –la mediación
salvífica de Cristo sobre las otras mediaciones-, 10 –el sacrificio de Cristo sobre la multiplicidad de
los sacrificios de la economía mosaica).
La referencia a Moisés es clave para entender el pacto de Dios con Israel (Ex 19, 3-8; 20, 1-6). Es el
pacto de Dios con un pueblo particular, que de esta forma se convierte en pueblo. Yavweh le
promete la liberación de sus opresores, la protección frente a los enemigos, la donación de una
tierra hospitalaria y fecunda, la paz y la prosperidad. Por su parte Israel promete a Yahweh
reconocerle con único Dios y observar sus mandamientos. La iniciativa parte totalmente de Dios.
Los autores bíblicos le llaman “elección”. Esa elección constituye la dignidad y la carta de identidad
de Israel frente a otros pueblos que ostentan otras cartas: el poder, la sabiduría, el derecho, etc.
La fidelidad e infidelidad a este pacto determina y constituye el hilo conductor de la historia de
salvación.
La acogida del Hijo de Dios en el ropaje del Siervo de Yahweh será la gran prueba a la que se verá
sometido Israel. Al fallar la prueba, será privado del derecho de primogenitura del Reino, un
derecho que pasará a los gentiles. Así la Iglesia se constituirá sin Israel, pero no contra él. En este
aspecto se da la unidad pero a la vez la diferencia con Israel. La unidad se muestra en el carácter
irreversible del pacto de Dios con la humanidad. Dios no se desdice jamás de sus promesas. Pero la
diferencia se marca en la cualidad del interlocutor: el pueblo que Dios escoge para la nueva alianza
es un pueblo que debe su unidad no a vínculos étnicos, raciales o nacionales, sino a la fe en Cristo
y a la gracia del Espíritu Santo.
Para entender la Iglesia presentada por Mateo tenemos que situarnos en su propósito al escribir el
evangelio. En primer lugar se dirige a los judíos convertidos que conocen la Sagrada Escritura. Su
tema central es el Reino de Dios y su realización en el mundo. Jesús es el Señor glorificado,
celebrado en comunidad. La confesión mesiánica (Mt 16,16) divide el evangelio en dos partes
mostrando claramente el paso del pueblo judío a la Iglesia.
Por lo anterior podemos ver tres planos que van configurando la Iglesia presentada por Mateo:
- Un primer plano que corresponde a la primera unidad del evangelio de Mateo, destaca
sin sombra de duda el primado de Israel respecto a la salvación de Dios, a su elección, a sus
promesas. En esta perspectiva la misión de Jesús y de los suyos se circunscribe al Israel de Dios y
se plasma en dos capitales perícopas de Mateo: “No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de
Israel” (Mt 15, 24) y en consecuencia “no se dirijan a los pueblos de la gentilidad sino a las ovejas
perdidas de Israel” (Mt 10, 5-6).
- Un tercer plano se sitúa entre la primera y la segunda mitad del evangelio. Corresponde
al centro y está constituido por la confesión mesiánica ante la pregunta de Jesús: ¿Quién dicen los
hombres que soy yo? (Mt 16,13-28). Esta confesión de fe no constituye el momento histórico
cronológico de inicio de la Iglesia pero sí su fundamento definitivo: la confesión de fe en Jesús
como “Kyrios”.
El enlace entre los tres planos deja ver que la Iglesia de Mateo no entra en relación de oposición
con la qahal Yahweh, tampoco en sustitución, menos aún en agregación. Se trata de una Iglesia
que se constituye por confesantes de la fe mesiánica, ya sean judíos o no judíos, como lo enuncia
el mandato misionero en el epílogo del evangelio: “anuncien la buena nueva a todas las naciones”
(Mt 28, 16-20).
- El discipulado está constituido por los que siguen a Jesús, son discípulos de Jesús como otros lo
son de Juan, son sus compañeros (8,23); comen en la misma mesa con él (9, 10); administran a la
multitud los panes multiplicados (14,15); preparan la Pascua (26, 17-19). A ellos se les da a
conocer los misterios del Reino (13, 11); son especialmente instruidos para la misión (17, 1-3). El
discipulado exige abandono de lazos familiares (4, 21-22); renuncia a legítimas posesiones (9,9;
19,21) y a determinadas actividades profesionales (18-22); seguimiento con la cruz (8,19) o
cargando su yugo (11, 29-30), asemejándose en todo al Maestro (10,24) y como él dando la vida
por los demás (16,24).
- Los doce son el grupo de los que él quiso escoger libremente entre los discípulos y cuyos
nombres personales se destacan (10, 2-4). Son particularmente instruidos y enviados (10,5) con
poderes caracterizadamente mesiánicos (10,8). Los doce se relacionan simbólicamente con las
doce tribus de Israel a las que juzgarán (19,28); a los doce va dirigido el discurso sobre la exousía o
autoridad en la Iglesia (20,20), ellos celebran con Jesús la última cena (26,20ss). Los doce
constituyen el grupo testigo y testificador de la resurrección del Señor (28,16) y son ellos quienes
recibirán el mandato misionero en virtud del mismo poder o exousía con que Cristo fue enviado
por el Padre (28,18).
Lucas se dirige a los paganos de origen griego y por eso les presenta la historia de salvación.
Un primer período comienza en los grandes patriarcas y en las instituciones mosaicas que se
plastifican en la figura de Zacarías sacerdote aronita, llega hasta el año XV del imperio de Tiberio
Cesar, siendo Poncio Pilato procurador de Judea y Herodes tetrarca de Galilea (3,1ss). Un segundo
período de la salvación es el que inaugura la predicación del Bautista y tiene como centro y
máxima densidad la irrupción biográfica de Jesús de Nazaret (1,1,ss) “hasta el día en que después
de haber dado instrucciones, por medio del Espíritu Santo a los Apóstoles fue llevado al cielo...”
(Hc 1,1ss). Un tercer período de la salvación es el que se inicia a partir del momento en que los
“once” se vuelven a Jerusalén desde el monte de la ascensión y comienza a originarse la historia
de la Iglesia (Hc 1, 12ss).
La historia de salvación en este tercer período tiene características propias que podemos señalar:
- El Espíritu Santo junto con los Apóstoles toma las decisiones capitales del Concilio de
Jerusalén (Hc 15, 28).
- Los presbíteros-epíscopos son puestos por el Espíritu Santo para regir la Iglesia (Hc 20, 28).
- Los hermanos son los fieles todos seguidores de Jesús y partícipes de su Espíritu Santo. La víspera
de Pentecostés el número de los hermanos es de 120 (Hc 1,5) pero tras el primer discurso de
Pedro fueron más de tres mil (Hc 2, 41); el número de los creyentes es cada día mayor (Hc 5, 14;
2,47). El nombre general para designar a los fieles seguidores de Jesús y creyentes en su Palabra es
“hermanos” (oi adelphoi) (Hc 11,1 12, 17; 15,23; 21,17; etc.) o también “discípulos” (Hc 6, 1-8; 9,
1ss) y a partir de la comunidad de Antioquía “cristianos” (Hc 11, 26).
- Los doce apóstoles (oi dodeka) cuyos nombres propios son los mismos de la tradición sinóptica
(Hc 1,12) y que constituyen un auténtico “numerus clausus” de tal forma que es menester elegir
un sustituto para el lugar dejado por Judas. El elegido debe haber estado con ellos (Hc 1, 21-22).
- Los apóstoles (oi apostoloi) son enviados o misioneros itinerantes, fundadores y responsables de
comunidades, tales como Pablo y Bernabé (Hc 13, 1-5) que sin ser de los doce, son separados por
el Espíritu para el apostolado (Hc 15, 22).
- Los siete diáconos son puestos por los doce al frente del servicio de las mesas cuando crece el
número de los discípulos y se hace imposible atender convenientemente el cuidado de los asuntos
sociales de la comunidad (Hc 6, 1-6).
La Iglesia en koinonia según los sumarios del libro de los Hechos de los Apóstoles
En su perspectiva histórica de la salvación, Lucas nos ha dejado el testimonio de la conformación y
discurrir de la vida de las comunidades eclesiales en sus célebres “sumarios” o compendios de la
vida cristiana (Hc 2, 42-47; 4, 32-35; 5, 12-16).
Las características de los tres sumarios son estas: Adhesión al Señor, adhesión a la doctrina
apostólica, diversidad de personas (hombres y mujeres), en comunión, en un mismo espíritu, con
una sola alma, en una misma fracción del pan eucarístico, en comunicación de bienes temporales,
en la misma alabanza de dios, en mutua simpatía, formando la comunidad de salvación a la que
Dios agrega a los que han de salvarse.
14
Más aún, se pueden resumir en tres actitudes: unidad de espíritu, actitudes fraternas y
comunicación de bienes temporales:
- Los seguidores de Jesús son comunidad de salvación o sistema de personas unidas por los
vínculos de un mismo espíritu, una misma fe, una misma eucaristía, una misma doctrina
apostólica.
- La comunidad se traduce en actitudes concretas de convivencia: un solo corazón, una
misma alma, mutua simpatía.
- Entre las actitudes de convivencia fraterna se destaca la comunicación de bienes
temporales, en cuanto que en la comunidad de salvación la koinonia social deriva de la
koinonía teologal.
El testimonio de Juan está condicionado por las características de este evangelio. Constituye un
esquema teológico y preferentemente simbólico.
- Ser sus hijos (1,14; 13,13); sus amigos (15,14); ser de los suyos (13,1)
- Pero nadie puede creer y entonces ser suyo si el Padre no lo atrae por la gracia y
misericordia (17,1) y nadie puede arrebatarle de la mano a quienes el Padre ha hecho
seguidores suyos.
- Los suyos, sus amigos, sus discípulos son los que han pasado de la muerte a la vida y de las
tinieblas a la luz. Prototipos de éstos modelos personales: Nicodemo (3, 1-12); la
samaritana (4, 5-42).
En un segundo momento el evangelista propone que los que son de Cristo, los suyos, sus amigos,
constituyen un sistema de relación interior en una estructura de relación exterior. Un sistema de
relación interior que radica en la sustancia misma del ser cristiano:
- por el amor (17, 11; 13,14; 15, 12; 1 Jn 2,9; 3,11; 4,7)
- por la unidad (17, 1-26; 14, 1-31)
- por la comunión (1 Jn 1-7)
- por su presencia en el Espíritu que ya estaba presente en el Jesús terreno y actuaba en él
(1,31ss; 6,63) pero esto sólo se manifiesta y tiene su resultado después de resurrección
(7,39b). El Espíritu les enseñará todo (16, 13-14), les ayudará para hablar en su favor (15,
26-27), hablará claramente (16, 25-26)
La estructura exterior de relación es en Juan altamente simbólica pero no por eso menos realista:
- como el Buen Pastor y su rebaño (10,1)
- como la Vid y los sarmientos (15)
Juan muestra el carácter transcendente de la Iglesia pero también su relación con el mundo (17,
14-18).
15
- El discipulado que inicialmente está constituido por quienes fueron tras El después de haber sido
señalado por Juan como el Cordero de Dios (1,29). Son testigos del cambio del agua de la
cotidianidad en vino de la salvación (2,17). Le acompañan por sus correrías apostólicas por Judea y
Samaria (4,1) destacándose el grupo de las mujeres (19,25). Son dispensadores del pan
multiplicado y testigos del discurso del pan de vida (6,3ss) y tras la crisis de Galilea muchos se van
y otros permanecen (6, 64).
- Los doce han sido los elegidos (6, 70; 13,18), han estado con él desde el principio en todas las
tribulaciones (15,27), han sido destinados a que otros crean por medio de ellos (17,20) y han sido
enviados como el Padre envió a Jesús (17, 18; 20,21; 1 Jn 7).
- Pedro cuyo nombre era Simón de Jonás ha sido llamado Kefas que traduce por Pedro-Piedra
desde el primer encuentro con Jesús (1,42). Pedro confiesa su fe en Cristo tras la crisis de Galilea
(6, 64ss), desahoga su amor a Cristo (13,6), su valentía por Cristo (18,2). Sin embargo, lo niega (18,
15-18) pero un triple testimonio de amor a Jesús es el marco en que Pedro recibe potestad sobre
todo el rebaño de Jesucristo, ovejas y corderos (21, 15ss).
El Apocalipsis
En el Apocalipsis Juan desarrolla una concepción de Iglesia más explícita. Asigna a la comunidad de
salvación, a la que Cristo ha dado el ser, una individualidad bien definida, con características
singularísimas, inconfundibles, únicas.
- La Iglesia es el verdadero Israel escatológico (la imagen de los 144.000 señalados en Ap 7).
También la visión de la mujer celeste, la gran antagonista del dragón diabólico (Ap 12) nos ofrece
una figura alegórica de la comunidad de la antigua y nueva alianza.
- La esposa del cordero: expresa los estrechos vínculos del amor que une a Cristo y a la Iglesia
(semejante a la comparación paulina del Cuerpo de Cristo y la de Juan de la Vid y los sarmientos)
(Ap 19 – En esta cita señala dos rasgos propios de la Iglesia: su santidad y su carácter invencible).
- La Jerusalén celestial (Agustín usa mucho esta imagen) 21, 2-4 simboliza la Iglesia triunfante.
El esquema del testimonio paulino puede decirse que es especificativo de la Iglesia, de la koinonia
eclesia y del nuevo Israel. Ello corresponde al talante de Pablo que no entiende el camino de Jesús
16
como una derivación ni prolongación de la Qahal Yahweh, sino como una novedad plena, más en
línea de ruptura que de continuidad.
La comunión teologal impulsa a la comunión de carácter social como la comunión con las
necesidades de los santos que impulsa a que el mismo Pablo organice la colecta a favor de los
hermanos (2 Cor 9, 13; Rom 15, 26).
Por lo tanto:
- La koinonia es el elemento fundamental de la iglesia. Ella es convocación del Padre y de su
Hijo para vivir la comunión en el Espíritu, con los hermanos, con los bienes teologales y
sociales.
- La koinonia es ante todo, relación personal con cada una de las personas de la Trinidad.
17
La especificación del Nuevo Israel por parte de un judío nacido de judíos, fanático fariseo y
perseguidor de la Iglesia (Hc 8, 3; 9, 1s) está orientada a contrastar al Israel según la carne con el
Nuevo Israel según el Espíritu.
Para profundizar más en este tema se recomienda leer las páginas 17-36 (Eclesiología bíblica) de
libro “Para comprender la Eclesiología” de Víctor Codina
Para profundizar en el tema, leer las páginas 17-36 (Eclesiología bíblica) del libro “Para
comprender la eclesiología” de Víctor Codina.
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TERCERA UNIDAD
VATICANO II
Objetivo: Entender el modelo eclesial trazado por Vaticano II y buscar los caminos más
apropiados para impulsarlo.
Aunque todos los documentos que emanaron del Concilio tratan aspectos eclesiales, nos interesa
profundizar la Constitución dogmática Lumen Gentium porque trata directamente del ser y misión
de la Iglesia.
Previo a las definiciones del Concilio hay que recordar algunos documentos y estudios del
Magisterio y de teólogos contemporáneos que fueron preparando el Concilio:
- La Encíclica Mystici Corporis (1943) de Pío XII. Esta encíclica acentuaba la dimensión espiritual de
la Iglesia, necesaria en un tiempo en que primaban los aspectos jurídicos.
- El P. Koster, publicó en 1940 una obra en que para solucionar el problema de la acentuación de
un solo aspecto de la Iglesia presentó la eclesiología centrada en la idea de Pueblo de Dios que,
entre otras ventajas, pone de relieve la continuidad de los dos testamentos (Antiguo y Nuevo).
- Otra propuesta para equilibrar los dos aspectos de la Iglesia fue la del jesuíta alemán O.
Semmelroth del que se nutren muchos teólogos, entre ellos: De Lubac, Ranher, Schillebeeckx,
Ratzinger, Von Balhasar. Su propuesta fue considerar la Iglesia como Sacramento original de la
que se desprenden los siete sacramentos.
- Los estudios de Congar y De Lubac, entre otros, señalaron el principio de comunión y
comunidad (se basaron en el descubrimiento de la tradición patrística y medieval) para
estructurar el concepto de "Iglesia".
Así llegamos al Concilio Vaticano II que en palabras de Rahner fue un concilio "de la Iglesia, sobre
la Iglesia y un concilio de la eclesiología". Vaticano II fue ante todo un concilio pastoral con un
deseo fuerte de renovación eclesial.
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Presentaremos a continuación los esquemas propuestos en las sesiones del Concilio para la
elaboración de este documento. Así veremos cómo se fue modificando el esquema hasta llegar al
documento definitivo que nos presenta un modelo de Iglesia sacramento de salvación y comunión
para el mundo.
Las palabras del obispo auxiliar de Estrasburgo son anunciadoras de este modelo eclesial
delineado en la Lumen Gentium:
"Las cuestiones a las que hay que responder hoy son distintas a las de ayer: ayer la Iglesia fue
propuesta principalmente como institución, hoy deberá proponerse especialmente como
comunión, de lo cual tenemos mucho en este esquema. Ayer se trataba de la cabeza de la Iglesia
que es el Sumo Pontífice en el que se une toda la Iglesia, hoy debemos tratar del obispo que hace
presente a la Iglesia por el mundo, yo como muchos soy obispo titular y con perplejidad no
encuentro nada en el esquema sobre mi y nuestro episcopado. Ayer se trataba del obispo singular,
casi separado del pueblo; hoy debemos tratar del colegio episcopal al que se entra por la
consagración; el colegio no recibe adecuado trato en el esquema. Ayer se trataba de la jerarquía
de la Iglesia; hoy debemos tratar también del pueblo cristiano, de los laicos, lo cual se hace en el
esquema pero de manera muy jurídica. Ayer en la controversia con los separados señalábamos los
puntos de división, hoy conviene señalar primero aquello que nos une. Ayer se proponía a la
Iglesia como medio de salvación para los "ad intra", hoy hay que proponerla tal para los "ad extra"
que son la mayor parte de los hombres".
Este esquema es confrontado con los diversos esquemas que los Obispos de cada lugar proponían.
El esquema alemán, muy sensible al ecumenismo introdujo una visión amplia de pertenencia a la
20
Iglesia. El esquema italiano muy sensible a conflictualidades reales de su propio medio trabajó
especialmente la relacionalidad Obispos-Papa. El esquema chileno muy sensible a la piedad
mariana del continente latinoamericano integró el proyecto sobre María Madre de Dios y madre
nuestra. El esquema franco-belga influido especialmente por los afanes teológicos, antes que
jurídicos, destacó el misterio de la Iglesia, la índole ministerial de la jerarquía y una equilibrada
teología del laicado.
El modelo al que apunta por tanto, Vaticano II, es el modelo de comunión, de circularidad. La
Iglesia es definida de entrada en la LG como sacramento (señal) e instrumento de esa comunión,
participación, circularidad, reciprocidad, inclusión que invitan a formas de vida diferentes de las
que se desprenden de un modelo piramidal.
La Lumen Gentium no sólo apunta a esta iglesia comunión sin que también trazó las líneas de una
iglesia comprometida con los más pobres, aspecto que será retomado por la iglesia
latinoamericana en la que se plasmó el modelo de iglesia liberadora. Este aspecto de compromiso
con los más pobres quedó expresado en una carta que un grupo anónimo de obispos escribieron al
finalizar el Concilio en la que se comprometían de la siguiente manera:
- Haremos todo lo posible para que los gobernantes sean justos y cumplan las leyes....
- Nos comprometemos a participar solidariamente en las inversiones de los episcopados en
las zonas más pobres....
- Nos comprometemos a compartir nuestra vida con nuestros hermanos....
- Cuando lleguemos a nuestras diócesis haremos conocer estos compromisos para que nos
ayuden a vivirlos.....
En definitiva, Vaticano II ha originado un nuevo estilo de ser Iglesia que lucha por emerger pero
que ha encontrado fuertes resistencias por parte de los sectores tradicionalistas de la Iglesia.
Entres los factores más significativos de Vaticano II podemos enumerar los siguientes:
En otras palabras, el aggiornamento, la palabra clave pronunciada por Juan XXIII y repetida por
Pablo VI en la Ecclesiam suam traduce el objetivo del concilio. La Lumen Gentium parte de la
revelación bíblica del misterio de la Iglesia recorriendo las diversas imágenes utilizadas por la
Escritura. Su concepto clave es el de sacramento, que pone de manifiesto el carácter divino y
humano de la Iglesia y expresa la unión de Dios con el hombre y de los hombres entre sí. Esta
eclesiología de comunión, que caracteriza al concilio, la lleva a convertir la imagen de "Pueblo de
Dios" en una denominación primordial de la Iglesia, orientada a establecer el debido equilibrio
entre la estructura jerárquica y la comunidad de los fieles y a acentuar la misión y la
responsabilidad de los laicos. También se destaca el haber tratado de complementar la doctrina
del primado con el episcopado, revalorizando el papel del colegio episcopal, lo que da lugar a la
realización más equilibrada de la unidad y la diversidad en la Iglesia, el reconocimiento como
Iglesias a las confesiones no católicas y la nueva actitud frente al mundo, desarrollada en la GS.
22
Para profundizar en el tema, leer las páginas 93-104 (Vaticano II) del libro “Para comprender la
eclesiología” de Víctor Codina.
23
CUARTA UNIDAD
DIFERENTES VOCACIONES Y MINISTERIOS3
Objetivo: Comprender las distintas vocaciones eclesiales y su necesaria articulación para la
realización del ser íntegro de la Iglesia.
Para realizar la misión a la que la Iglesia está llamada, Dios ha suscitado en ella vocaciones
cualitativamente diversas, para realizar diferentes servicios o funciones. Vaticano II, al hablar de
los miembros de la Iglesia, sienta como principio que el pueblo de Dios no sólo acoge a personas
de las más variadas procedencias, sino que, además, hay entre sus miembros una diversidad, tanto
en lo que se refiere a los oficios como a la condición y el modo de vida (Cf. LG 13), de forma que
"el apostolado lo ejerce la Iglesia por obra de todos sus miembros pero de diversa manera" (AA 2 -
Apostolicam Actuositatem, Sobre el apostolado de los seglares).
La palabra "ministerio" equivale a la palabra latina ministerium, con la que la Vulgata traduce la
palabra griega diakonía, que significa indistintamente tanto el oficio de servidor como el servicio
realizado. A su vez, la palabra "carisma" es un calco de la palabra griega Kharis (gracia) y significa,
en general, don gratuito y, en el lenguaje cristiano, el don que el Espíritu Santo concede a una
determinada persona para el cumplimiento de su misión.
Una evolución posterior, paralela, sin duda, a la fijación de las estructuras eclesiales, ha llevado a
la teología clásica a reservar el término "ministerio" al servicio de la autoridad, considerado como
don distinto y superior a los otros que, en cierta medida, están subordinados a él (LG 12). De todas
maneras en Vaticano II es evidente que no siempre se sigue este mismo criterio. Unas veces
mantiene el significado bíblico y en otros la perspectiva de la teología clásica.
3
Seguimos fundamentalmente los aportes de Eclesiología. Plan de Formación. Instituto Superior de Ciencias
Religiosas a Distancia. San Agustín, Madrid, 1994.
24
Servicio es la acción que, como consecuencia del carisma recibido, se desarrolla a favor de la
comunidad cristiana y de todos los hombres a los que esté destinado dicho servicio. Dicho servicio
puede realizarse de forma ocasional e, incluso, espontánea o de una manera institucionalizada y
estable.
Ministerio es el servicio que, debido a la estabilidad que requiere su ejercicio, es encomendado
por el responsable de la Iglesia particular, en un acto público, a las personas que han de
desempeñarlo. Actualmente existen dos tipos de ministerios:
- los laicales o instituidos, que hoy día se reducen al acolitado y al lectorado y
- los ordenados que vamos a exponer en el tema siguiente y que incluyen el episcopado, el
presbiterado y el diaconado.
La palabra "laico" deriva del término griego laós que significa "pueblo" y que se encuentra con
mucha frecuencia en el NT, para designar primero a los judíos y posteriormente, a los cristianos -
es decir al pueblo de Dios- por oposición a los paganos. Pero en el NT no se encuentra esta
palabra. Se usa por primera vez en San Clemente de Roma (95) con el significado de "miembro de
la Iglesia que no es ministro ordenado" (Ad Cor 40, 5) y en los escritos eclesiásticos es bastante
utilizada en este sentido a partir del siglo III. Pero, a pesar de que, como acabamos de ver, el
término era conocido desde la antigüedad, la reflexión teológica sistemática sobre el laicado no se
ha desarrollado hasta tiempos recientes. Esta reflexión surgió con fuerza como consecuencia de
los movimientos renovadores precursores del Vaticano II y fue trabajada ampliamente en el
capítulo 4 de la LG y en el Decreto sobre el apostolado de los seglares (Apostolicam actuositatem).
El Sínodo de obispos celebrado en 1987 trató de modo específico y amplio el tema de la vocación y
misión de los laicos en la Iglesia. Las conclusiones de este sínodo quedaron expuestas en la
Exhortación Apostólica Christifideles laici (Los fieles laicos), actualizando y puntualizando muchas
de las ideas del Vaticano II.
A la pregunta ¿Quiénes son los laicos? Vaticano II responde de manera positiva. Afirmó la plena
pertenencia de los fieles laicos a la Iglesia y a su misterio, y puso de manifiesto el carácter peculiar
de su vocación, que tiene fundamentalmente la finalidad de buscar el Reino de Dios tratando y
ordenando, según Dios, los asuntos temporales (LG 21). También señala que los laicos participan
según el modo que les es propio del triple oficio sacerdotal, profético y real de Jesucristo.
Participan del oficio sacerdotal cuando, movidos y vivificados por el Espíritu, ejercitan un culto
espiritual para gloria de Dios y salvación de los hermanos, consagrando el mundo a Dios a través
de sus obras (LG 34). Participan del oficio profético de Cristo que los capacita para ser pregoneros
de la fe, anunciando el evangelio con la palabra y el testimonio de vida (LG 35). Por su pertenencia
a Cristo, Señor y Rey del universo, los laicos participan en su oficio real y son llamados por él a
servir al reino de Dios y difundirlo en la historia. Viven la realeza cristiana, antes que nada,
mediante la lucha espiritual para vencer en sí mismos el reino del pecado y después en la propia
entrega, para servir, en la justicia y en la caridad, al mismo Jesús presente en todos sus hermanos,
especialmente los más necesitados. Pero también están llamados a dar de nuevo a la creación su
valor originario (LG 36).
La manera peculiar como ejercen su misión se expresa en su índole secular. En efecto, los laicos
"son llamados por Dios para contribuir desde dentro, a modo de fermento, a la santificación del
25
mundo mediante el ejercicio de sus propias tareas, guiados por el espíritu evangélico y hacer así
presente a Cristo ante los demás, principalmente con el testimonio de vida y con el fulgor de su fe,
esperanza y caridad" (LG 31).
- No. 30: Proemio La Iglesia reconoce la importancia de la misión de los laicos y que los
pastores saben que ellos no fueron constituidos para ejercer solos la misión de la iglesia
sino que deben reconocer los servicios y carismas de todos los fieles para trabajar
cooperadamente.
- No. 31: A quiénes ser refiere el Concilio con el nombre de laicos: Se entiende por laicos a
todos los fieles cristianos (a excepción de los que han recibido un orden sagrado y los que
están en estado religioso reconocido por la Iglesia). El carácter secular es propio y peculiar
de los laicos.
- No. 32: Dignidad de los laicos como miembros del Pueblo de Dios: se reconoce la
verdadera igualdad entre todos en lo referente a la dignidad y la acción común de todos
los fieles para la edificación del Cuerpo de Cristo.
- No. 33: Vida salvífica y apostólica de los laicos: El apostolado de los laicos es participación
de la misma misión salvífica de la Iglesia. También pueden ser llamados a cooperar de
forma más inmediata con el apostolado de la jerarquía.
- No. 34: Consagración del mundo: toda la actividad de los laicos, vivida en el espíritu
constituye una consagración del mundo a Dios.
- No. 35: Apostolado del testimonio.
- No. 36: Sanear las estructuras
- No. 37: Relaciones de los laicos con la jerarquía.
- No. 38: Conclusión: todos los laicos deben ser testigos de la resurrección y de la vida del
Señor Jesús.
2. La vida religiosa
La vida religiosa es una de las diversas vocaciones que el Espíritu Santo suscita en la Iglesia, para
que ésta pueda cumplir su misión de prolongar la presencia de Cristo en la historia. Lo específico
de ella consiste en asumir el cuadro humano de la vida que Cristo escogió para sí, es decir, en
perpetuar en el tiempo, los valores evangélicos de la virginidad, la pobreza y la obediencia, como
forma peculiar de glorificar al Padre y de contribuir a la salvación de todos los seres humanos.
Vaticano II afirma que "la vida religiosa es un don divino que la Iglesia ha recibido de su Señor y
que con su gracia se conserva siempre (LG 43) y que "aunque no pertenezca a la estructura
jerárquica de la Iglesia, pertenece, sin embargo, de una manera indiscutible, a su vida y a su
santidad" (LG 44).
Los diversos carismas que surgen siempre como respuesta a un momento determinado han ido
enriqueciendo la diversidad de la vida religiosa.
26
La reflexión teológica se ha servido desde antiguo, del concepto "consagración a Dios" para
expresar lo más profundo de la vida religiosa. Aunque el bautismo es la consagración fundamental
que nos conforma con Cristo, la práctica de los consejos evangélicos supone una nueva llamada de
Dios, un nuevo don de gracia y, por lo tanto, una ulterior consagración. Esta consagración no
añade nada al bautismo pero si supone una elección de vida distinta.
La vida religiosa se inserta en el misterio de Cristo al ser una forma peculiar de seguimiento "en su
condición terrena de anonadamiento" (Pablo VI -Exhortación Evangelica testificatio). Al mismo
tiempo se inserta en el misterio de la iglesia como un hecho carismático, surgido en la Iglesia por
obra y gracia del Espíritu Santo, no creado por la autoridad eclesiástica. Por este motivo se vive en
y para la iglesia pero precede a cualquier institucionalización canónica.
Vaticano II dedica el capítulo VI a los religiosos, así: No. 43 : La profesión de los consejos
evangélicos en la Iglesia; No. 44 : Naturaleza e importancia del estado religioso en la Iglesia; No.
45: Bajo la autoridad de la Iglesia; No. Estima de la profesión de los consejos evangélicos: No. 46:
Conclusión.
3. El ministerio ordenado
El ministerio ordenado constituye otra vocación suscitada por Dios para el beneficio de toda la
Iglesia. 2 Cor 6, 3ss nos habla de los "ministros de Dios", consagrados como dispensadores de sus
dones mediante el sacramento del orden. Se trata de los obispos, de los sacerdotes y de los
diáconos, que ejercen no sólo el sacerdocio común de todos los bautizados, sino también el
sacerdocio ministerial.
El Libro de los Hechos permite comprender mejor la organización interna y el funcionamiento del
colegio apostólico, en el que Pedro ocupa un lugar privilegiado. Sin embargo, cuando se trata de
decisiones importantes, los apóstoles las toman colegialmente, como ocurre en la institución de
los siete (6, 1-6). Además se sienten corresponsables de la evangelización según se desprende del
caso de la misión de Pedro y Juan en Samaría (8,14). Cuando Pedro toma la decisión de abrir a los
paganos las puertas de la Iglesia en la conversión de Cornelio, siente la necesidad de explicar lo
realizado a los demás apóstoles (11, 3-18).
En consonancia con lo anterior, las cartas paulinas muestran esta unidad del colegio apostólico.
Pablo siente necesidad de confrontarse con las columnas de la Iglesia presentes en Jerusalén (Gál
2, 2.9).El mismo episodio en que Pablo echa en cara a Pedro su actuación pastoral a propósito de
27
las observancias judías (Gál 2, 11-17) es indirectamente una confirmación tanto de la autoridad del
colegio apostólico como del peso de las decisiones de su cabeza.
Este fundamento evangélico permite afirmar que al colegio apostólico le sucede el de los obispos.
Este tránsito está indirectamente atestiguado en los evangelios al subrayar que Jesús les confía
una misión que va más allá de su vida física. Los apóstoles son conscientes de esa misma misión
que supera su existencia terrena. Así se desprende de la despedida de Pablo en Efeso (He 20, 22-
25) y puede verse más claro en su testamento espiritual a Timoteo (2 Tim 4, 1-7) y de hecho queda
confirmado por la institución de órganos colegiales constituidos por colaboradores y
continuadores (los presbíteros y episcopos).
Ante las preguntas que surgen en los inicios de la Iglesia: ¿dónde reside en la Iglesia la autoridad
legítima? y ¿cuáles son las verdaderas iglesias? Los padres responden unánimemente que la
autoridad episcopal y la autenticidad eclesial se encuentran allí donde se verifica la sucesión
apostólica (Clemente Romano, Ignacio de Antioquía, Ireneo de Lyon). La sucesión apostólica no
significa solamente que unos obispos ordenen a otros sino también implica la fidelidad a la
Tradición, a la doctrina transmitida desde los apóstoles. Esta realidad es la que permite afirmar la
sacramentalidad del episcopado, que le define como signo que a través de la palabra, del
sacramento y del servicio pastoral, hace visible la salvación en cada iglesia particular. Esta
apostolicidad episcopal está inscrita en la apostolicidad de toda la Iglesia.
Se puede afirmar, por tanto, que la colegialidad episcopal es un elemento constitutivo de la Iglesia,
e incluso como su estructura básica. Esta importancia ha sido de nuevo solemnemente afirmada
en Vaticano II en LG 22: todos los obispos constituyen un colegio, un cuerpo, un orden, que sucede
al apostólico en el magisterio y el gobierno pastoral. Presidido por el Papa, que es su cabeza,
ejerce esa potestad sobre toda la Iglesia (CD 2 Christus Dominus - El oficio pastoral de los obispos).
- El modo propiamente colegial, ejerciendo la suprema y plena potestad. Esto puede ocurrir
de manera solemne e extraordinaria, cuando los obispos reunidos en concilio ecuménico,
ejercen juntos su autoridad de pastores y maestros. Promulgan normas disciplinares y
litúrgicas obligantes para todos y también enseñan doctrinas relativas a la fe y a la moral.
A veces pueden presentarlas como definitivas, en cuyo caso su magisterio es infalible (LG
22, 25). Es elemento esencial de esa potestad colegial la comunión jerárquica con el papa.
El es quien llama a los obispos a una decisión colegial o acepta lo que los mismos obispos
conjuntamente ya han decidido (LG 22). También pueden ejercer su potestad de manera
más discreta y ordinaria cuando todos los obispos esparcidos por el mundo enseñan como
de fe una determinada doctrina o toman una medida disciplinar relativa a la iglesia entera.
- De unión colegial (LG 23) cuando los obispos, sintiéndose solidarios entre sí, coordinan su
ministerio en el ámbito de los patriarcados, de los sínodos locales, de las conferencias
episcopales, de los sínodos de los obispos o también fuera de esas estructuras.
Los sacerdotes y los diáconos son colaboradores del obispo. En los comienzos se identificaron los
términos presbyteroi y episkipói, pero también es claro que los presbíteros eran destinados a ese
cargo por los apóstoles o sus representantes (He 14, 23; Tit 1, 5) mediante la imposición de manos
(1 Tim 5, 22) y que se les confiaba el oficio de presidir la asamblea (1 Tim 3,2), de enseñar (1 Tim
3,2; 5, 17) y de gobernar a la comunidad creyente (1 Tim 3,5; Tit 1, 7). Junto a los presbíteros, el
NT coloca a los diáconos, aunque no son designados con ese nombre pero se les encomienda
servir a las mesas de los más necesitados (Hc 6, 3) y también probablemente enseñar (Hc 7, 1-53).
También son constituidos en su ministerio mediante la imposición de manos. Los santos Padres
también mencionan a los presbíteros y los diáconos como constituidos por los apóstoles. Vaticano
II trazó los rasgos esenciales del ministerio presbiteral y diaconal en LG (cap 3) y en el Decreto
Presbyterorum ordinis -El ministerio y la vida de los sacerdotes-.
Los sacerdotes deben anunciar el evangelio, presidir pastoralmente a los fieles que le han sido
encomendados por el obispo, ejercitar el ministerio de la reconciliación sacramental y celebrar el
culto eucarístico (LG 28). Sin embargo, de la debida subordinación del presbítero al obispo, en el
ejercicio de su función no se debe concluir que su ministerio deriva del ministerio del obispo (PO,
proemio). De los diáconos si se aclara que "están en un grado inferior a la jerarquía" (LG 29)
porque nunca se ha calificado ese ministerio como sacerdotal. El diaconado está directamente
vinculado al de los obispos, sin ser considerado como auxiliar de los sacerdotes. Vaticano II ha
introducido nuevamente en la Iglesia latina el diaconado permanente. Este ministerio ya no es
considerado como una etapa previa de preparación al sacerdocio sino como un cargo estable hoy
sumamente útil para la vida de la iglesia, especialmente en los países de misión (LG 29; AG 16)
29
El primado de Pedro no es solamente de honor -de un primus inter pares = primero entre iguales)
sino de jurisdicción. Testimoniado en el NT y en la tradición tiene una profundizaciòn culminante
en la Constitución dogmática Pastor aeternus (1870 Vat I) y en la LG.
Vaticano II reitera la doctrina del Vat I pero introduciendo alguna precisión terminológica y
haciendo referencia más directa al poder colegial de los obispos. En cuanto a la terminología se
afirma que el Papa es vicario de Cristo no de Pedro y el acento se pone no en la potestad episcopal
-eso no se pone en duda- sino en la potestad inmediata en el sentido de que puede ejercerla
siempre libremente cuando, a su juicio considere que así lo requiere el bien de la Iglesia universal
(LG 22).
Vaticano I también definió la doctrina de la infalibilidad pontificia, lo que significa que el papa,
cuando en su función de pastor universal enseña una verdad revelada como definitiva, no puede
estar sujeto a error. Esta doctrina se fundamenta en la enseñanza del NT acerca de la misión de
Pedro en relación con los demás apóstoles y con la Iglesia. Fuera de enseñar la doctrina como todo
el colegio apostólico, él debe confirmar la fe de los otros apóstoles (Lc 22,32) y ser un punto de
orientación fundamental para la fe de toda la Iglesia (Mt 16, 18), así como enseñar de modo
vinculante y definitivo, como maestro universal (Jn 21, 15-17). Este ministerio de enseñar con
autoridad incluye necesariamente el carisma personal de la infalibilidad, pues de lo contrario la
transmisión de la verdad enseñada por Cristo no estaría suficientemente garantizada. Además es
preciso que esta prerrogativa de Pedro sea transmisible y haya sido de hecho trasmitida a sus
sucesores, pues sólo así la Iglesia queda definitivamente libre de cualquier posibilidad de error en
materia de fe y de moral. Sin embargo, esto no significa en modo alguno que el papa pueda
inventar nuevas verdades reveladas. Vaticano II reitera esta doctrina (LG 25).
QUINTA UNIDAD
MISION EVANGELIZADORA DE LA IGLESIA
Objetivo: Responder al mandato misionero a partir de la misión evangelizadora de la Iglesia
inherente a su ser y razón de su existencia.
La confesión del credo Constantinopolitano que recitamos cada domingo nos las explicita: la
Iglesia es una, santa, católica y apostólica. Estos rasgos son los que a lo largo de los siglos la Iglesia
ha invocada para identificarse como la Iglesia fundada por Cristo.
Unidad de la Iglesia
Esta característica tiene un doble sentido. Por una parte, todas las iglesias que surgen como fruto
de la expansión de la iglesia se reconocen como parte de la única iglesia fundada por Cristo. Por
otra parte, la iglesia se reconoce como idéntica a sí misma, aunque se desarrolle en el espacio y en
el tiempo.
Muchos textos bíblicos fundamentan la unidad de la Iglesia: Jn 10, 6 (un solo rebaño); Jn 17, 20
(Jesús pide al Padre que conserve a los suyos unidos); Ef 2, 19-22 (un único templo); Ef 5, 24-32
(esposa única de Cristo); Rom 12, 3-8; 1 Cor 12, 12-27; Ef 4, 16 (Cuerpo de Cristo). Esta unidad
encuentra su fundamento en la Trinidad: la Iglesia es una porque hay un único Padre (1 Cor 12, 6),
un único Señor Jesús (1 Cor 12, 4) y un único Espíritu (1 Cor 12, 4.7-13)El carácter escatológico de
esta unidad también esta expresado en 1 cor 15, 28 cuando Cristo sea todo en todos.
Vaticano II afirma la unidad de la iglesia como elemento esencial de la misma. Sobre todo en el
Decreto sobre ecumenismo "Unitatis Redintegratio", así: La unidad de la Iglesia que es don de la
Trinidad (LG 4) se verifica en Cristo y por medio de Cristo (UR 2) se funda en el bautismo (UR 22) y
en la eucaristía (LG 3; UR 2), en el ministerio del papa y, por lo que concierne a las iglesias locales,
en el de los obispos (LG 23). Esa unidad es una realidad dinámica, en desarrollo (UR 2), que se
consumará al fin de los tiempos (LG2).
Santidad de la Iglesia
La afirmación del Levítico sobre el pueblo de Israel se aplica a la Iglesia "Santificaos y sed santos,
porque yo soy santo" (Lv 11, 44; 17,1). Esta es la vocación a la que está llamada. Pero esta santidad
es sobretodo don de Dios, absolutamente gratuito. La Iglesia es santa porque tiene como cabeza a
Cristo, que es santo (Ef 1, 22ss; Col 1, 18-23) y la ha amado hasta dar la vida por ella, haciéndola
"toda gloriosa, sin mancha ni arruga (...), santa e inmaculada" (Ef 5, 25-27). Este llamado a la
santidad no olvida que sus miembros muchas veces son pecadores. Los santos Padres acuñaron la
expresión casta meretrix para referirse a esa realidad tantas veces experimentada. Vaticano II
también reconoce esa realidad compleja. Por un lado, la Iglesia es santa por la presencia del
Espíritu, enviado continuamente para santificarla y renovarla (LG 4) y, por otro lado, "siendo santa
y la vez necesitada de purificación, no descuida nunca la penitencia y su renovación" (LG 8; UR 6;
UR 4; GS 43). Vaticano II no afirma explícitamente que la iglesia es pecadora pero si que esta
necesitada de continua purificación. Es decir, la santidad es al mismo tiempo, don y tarea.
La santidad de algunos de sus miembros "los santos" (LG 50) expresa la santidad moral de la
Iglesia, pero siempre esa santidad está llamada a perfeccionarse.
Catolicidad de la Iglesia
El término católico es, indudablemente, un término neotestamentario. Aparece por primera vez
en San Ignacio de Antioquía, que habla de he katholiké ekklesía (= la Iglesia católica). Pero este
término recoge una experiencia fundamental contemplada en la Sagrada Escritura. En el AT ya se
habla del designio divino de salvar a todos los hombres. Jesús perfeccionó ese designio predicando
un reino universal y confiando a sus discípulos la misión de anunciarlo a todos los pueblos (Mt 28,
19ss; Mc 16, 15ss; Lc 24, 47ss; Hc 1, 8). El libro de los Hechos muestra esta expansión del mandato
misionero.
Vaticano II señaló la catolicidad como rasgo distintivo de la iglesia (LG 8), en virtud del cual
extiende su misión por toda la tierra (LG 9; AG -Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia-)
y es "para todos y para cada uno sacramento visible de la unidad salvífica" (LG 9). Tratando de las
funciones de la Iglesia en el mundo moderno, afirma que la catolicidad que "adorna y distingue al
pueblo de Dios es don del Señor". Gracias a él la Iglesia "tiende a centrar a toda la humanidad (...)
en Cristo cabeza, en la unidad de su Espíritu" (LG 13).
32
Existe un peligro real con este rasgo eclesial. Entenderlo en sentido numérico y dedicarse a que el
número de los fieles sobrepase el de las otras confesiones cristianas. El auténtico sentido radica en
la capacidad de ofrecer la salvación en Cristo a las personas de todos los tiempos y lugares. En este
sentido está en íntima relación con la apostolicidad de la Iglesia.
La apostolicidad de la Iglesia
Vaticano II propone de nuevo esta enseñanza (LG 8), introduciendo algunos rasgos característicos.
Así, presenta a las iglesias particulares como realizaciones de la unidad católica de la Iglesia en un
lugar determinado y fundamenta la actividad misionera en la apostolicidad de la Iglesia (LG 26;
AG 6).
La apostolicidad significa que la Iglesia de hoy se identifica en sus rasgos esenciales con la primitiva
y que, si quiere abrir una perspectiva al futuro, permaneciendo fiel a dicha continuidad, tales
rasgos permanecerán inmutables para siempre. Por eso la Iglesia es una realidad perenne, es
indefectible e infalible. Es indefectible, porque sus connotaciones esenciales no faltarán jamás,
aunque no se cumplirán plenamente hasta el fin de los tiempos. Es infalible, bien porque la
comunidad cristiana en su totalidad, es decir, incluyendo a todos sus miembros, no puede
equivocarse al creer en la doctrina de Cristo, o bien porque el colegio de los obispos -cum Petro et
sub Petro ( = con Pedro y bajo Pedro) no puede equivocarse al enseñarla.
En conclusión estas notas características de la Iglesia están íntimamente unidas entre sí. La Iglesia
es una porque tiene su fundamento en la Trinidad de quien procede, es santa porque la Trinidad le
comunica la plenitud de sus dones, es católica porque está llamada a ofrecer la salvación a todas
las personas de cualquier lugar y tiempo y es apostólica porque mantiene la continuidad sustancial
con la Cristo y los Apóstoles a través del colegio episcopal con el Papa a la cabeza.
33
La misión esencial de la Iglesia es la evangelización. La buena nueva que la Iglesia tiene que
anunciar al mundo es la proclamación de que en Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, muerto y
resucitado, se ofrece a todos los hombres la salvación, es decir, la participación en la plenitud de la
vida divina, como consecuencia del eterno designio del Padre de predestinar al hombre a una
íntima unión con él.
Pero, dado que la instauración del Reino de Dios afecta a la vida concreta, personal y social del
hombre, la misión evangelizadora de la Iglesia no se puede desentender de una restauración del
orden temporal que suponga la liberación de toda injusticia y de toda alienación.
En lo que se refiere a este doble cometido de la Iglesia, tanto los documentos conciliares como
posconciliares afirman claramente:
- que es cometido de toda la Iglesia trabajar para que el orden temporal se ajuste cada vez
más al espíritu evangélico.
- que ante la problemática que, a veces, surge al plantear estos dos cometidos de la Iglesia -
evangelización y promoción humana- no se pueden defender posiciones radicales que
pongan de relieve de forma unilateral uno solo de estos dos cometidos, porque con ello se
desfigura la misión de la Iglesia.
Entre los documentos básicos que podemos señalar para profundizar en la misión de la Iglesia está
la Exhortación Apostólica de Pablo VI La evangelización en el mundo contemporáneo -Evangelii
nuntiandi-, la Constitución pastoral Gaudium et Spes y el Documento de la V Conferencia General
del Episcopado Latinoamericano y Caribeño celebrada en Aparecida, Brasil en el año 2007.
El fin propio de la misión eclesial es "anunciar el Reino de Cristo y de Dios e instaurarlo en todos
los pueblos" (LG 5) o, como dice LG 9, "dilatar más y más el Reino de Dios, incoado por el mismo
Dios en la tierra, hasta que al final de los tiempos El mismo también lo consuma, cuando se
manifieste Cristo, nuestra vida (Col 3,4)".
Esta Misión de la Iglesia "continúa y desarrolla en el decurso de la historia la Misión del propio
Cristo, que fue enviado a evangelizar a los pobres" (AG 5), porque "lo que ha, sido predicado una
vez por el Señor, o lo que en El se ha obrado para salvación del género humano, debe ser
proclamado y difundido hasta los últimos confines de la tierra, comenzando por Jerusalén, de
suerte que lo que una vez se obró para todos en orden a la salvación alcance su efecto en todos en
el curso de los tiempos" (AG 3). "Para que esto se realizara plenamente, Cristo envió de parte del
Padre al Espíritu Santo... y el Espíritu Santo infunde en el corazón de los fieles el mismo espíritu de
misión que impulsó a Cristo" (AG 4).
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Una descripción perfecta de lo que es la Misión Eclesial nos la presenta AG 5 cuando dice: "La
Misión de la Iglesia se cumple por la operación con la que, obediente al Mandato de Cristo y movi-
da por la gracia y caridad del Espíritu Santo, se hace presente en acto pleno a todos los hombres o
pueblos, para llevarlos, con el ejemplo de su vida y la predicación, con los sacramentos y los
demás medios de gracia, a la fe, la libertad y la paz de Cristo, de suerte que se les descubra el
camino libre y seguro para participar plenamente en el Misterio de Cristo".
En la Misión Eclesial están comprometidos absolutamente todos los miembros de la Iglesia, como
dice LG 17: "La responsabilidad de diseminar la fe incumbe a todo discípulo de Cristo, en su parte".
Lo mismo afirma AG en el número 23, y luego agrega en el número 36: "Como la Iglesia es toda
ella misionera, todos los fieles como miembros de Cristo vivo, incorporados y asemejados a El por
el bautismo, por la confirmación y por la Eucaristía, tienen el deber de cooperar a la expansión y
dilatación del Cuerpo de Cristo para llevarlo cuanto antes a la plenitud. Por ello, todos los hijos de
la Iglesia han de tener viva conciencia de su responsabilidad para con el mundo, fomentar en sí
mismos el espíritu verdaderamente católico y consagrar sus energías a la obra de la evangeliza-
ción". En Cristifideles Laici 23 se afirma que "la Misión salvífica de la Iglesia en el` mundo es llevada
a cabo no sólo por los ministros en virtud del sacramento del Orden, sino también por todos los
fieles laicos", y Evangelii Nuntiandi 13 se expresa diciendo que "el mandato hecho a los Apóstoles
de 'ir y proclamar la Buena Nueva' vale también, aunque de manera diferente, para todos los
cristianos".