Antologia El Pajaro

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ANTOLOGÍA

EL PÁJARO VÍCTIMA DE LA BONDAD


Y OTRAS FÁBULAS CHINAS
Biografías

Yan Zi
Yan Zi (Yan Ying). Vivió en el siglo VI a.n.e.

Shen Buhai
No se sabe la fecha exacta de su nacimiento. Vivió hasta 337 a.n.e.

Shang Yang
Vivió hasta 338 a.n.e. Parte de su obra fue redactada de nuevo por escritores
posteriores, pues contiene relatos de acontecimientos ocurridos después de su muerte.

Zhuang Zhou
Vivió entre los siglos IV y III a.n.e. Parte de esta obra se atribuye a escritores
posteriores.
Yin Wen
Se cree que vivió entre los siglos IV o III a.n.e.

Mencio
Conocido como Meng Ke. Vivió del 372 al 289 a.n.e.

Xun Zi
Conocido como Xun Luang. Vivió en el siglo IV o III a.n.e.

Shi Zi
Conocido como Shi Jiao. Vivió en el siglo IV o III a.n.e.
El pájaro víctima de la bondad y otras fábulas chinas
Antología

Juan Pablo de la Guerra de Urioste


Gerente de Educación y Deportes
Christopher Zecevich Arriaga
Subgerente de Educación
Doris Renata Teodori de la Puente
Asesora de Educación
María Celeste del Rocío Asurza Matos
Jefa del programa Lima Lee
Editor del programa Lima Lee: José Miguel Juárez Zevallos
Selección de textos: María Grecia Rivera Carmona
Corrección de estilo: Katherine Lourdes Ortega Chuquihuara
Diagramación: Ambar Lizbeth Sánchez García
Concepto de portada: Melissa Pérez García
Editado por la Municipalidad de Lima
Jirón de la Unión 300, Lima
www.munlima.gob.pe
Lima, 2020
Presentación

La Municipalidad de Lima, a través del programa


Lima Lee, apunta a generar múltiples puentes para que
el ciudadano acceda al libro y establezca, a partir de
ello, una fructífera relación con el conocimiento, con
la creatividad, con los valores y con el saber en general,
que lo haga aún más sensible al rol que tiene con su
entorno y con la sociedad.

La democratización del libro y lectura son temas


primordiales de esta gestión municipal; con ello
buscamos, en principio, confrontar las conocidas
brechas que separan al potencial lector de la biblioteca
física o virtual. Los tiempos actuales nos plantean
nuevos retos, que estamos enfrentando hoy mismo
como país, pero también oportunidades para lograr
ese acercamiento anhelado con el libro que nos lleve
a desterrar los bajísimos niveles de lectura que tiene
nuestro país.

La pandemia del denominado COVID-19 nos plantea


una reformulación de nuestros hábitos, pero, también,
una revaloración de la vida misma como espacio de
interacción social y desarrollo personal; y la cultura
de la mano con el libro y la lectura deben estar en esa
agenda que tenemos todos en el futuro más cercano.

En ese sentido, en la línea editorial del programa, se


elaboró la colección Lima Lee, títulos con contenido
amigable y cálido que permiten el encuentro con el
conocimiento. Estos libros reúnen la literatura de
autores peruanos y escritores universales.

El programa Lima Lee de la Municipalidad de Lima


tiene el agrado de entregar estas publicaciones a los
vecinos de la ciudad con la finalidad de fomentar ese
maravilloso y gratificante encuentro con el libro y
la buena lectura que nos hemos propuesto impulsar
firmemente en el marco del Bicentenario de la
Independencia del Perú.

Jorge Muñoz Wells


Alcalde de Lima
EL PÁJARO VÍCTIMA DE LA BONDAD
EL PÁJARO VÍCTIMA DE LA BONDAD

Zhuang Zi

Una gaviota descendió en un suburbio de la capital


de Lu. El marqués de Lu le dio la bienvenida y la festejó
en el templo, disponiendo para ella la mejor música y los
más importantes sacrificios. Pero el ave estaba aturdida
y parecía bien triste, no atreviéndose a tragar un bocado
de carne o una sola copa de vino. Al cabo de tres días,
murió.

El marqués de Lu agasajó a la gaviota como a él le


gustaba ser agasajado y no como a ella le habría gustado.

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DE CÓMO EL VIEJO TONTO REMOVIÓ
LAS MONTAÑAS

Lie Zi

Las montañas Taihang y Wangwu tienen unos


setecientos li* de contorno y diez mil ren** de altura.

Al norte de estos montes vivía un anciano de unos


noventa años al que llamaban El Viejo Tonto. Su casa
miraba hacia estas montañas y él encontraba bastante
incómodo tener que dar un rodeo cada vez que salía o
regresaba; así, un día reunió a su familia para discutir el
asunto.

—¿Y si todos juntos desmontásemos las montañas?


—sugirió—. Entonces podríamos abrir un camino hacia
el Sur, hasta la orilla del río Hanshui.

Todos estuvieron de acuerdo. Solo su mujer dudaba.

—No tienen la fuerza necesaria, ni siquiera para


desmontar un cerrejón —objetó—. ¿Cómo podrán

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remover esas dos montañas? Además, ¿dónde van a
vaciar toda la tierra y los peñascos?

—Los vaciaremos en el mar —fue la respuesta.

Entonces El Viejo Tonto partió con sus hijos y nietos.


Tres de ellos llevaron balancines. Removieron piedras y
tierra y, en canastos los acarrearon al mar. Una vecina,
llamada Jing, era viuda y tenía un hijito de siete u ocho
años; este niño fue con ellos para ayudarles. En cada viaje
tardaban varios meses.

Un hombre que vivía en la vuelta del río, a quien


llamaban El Sabio, se reía de sus esfuerzos y trató de
disuadirlos.

—¡Basta de esta tontería! —exclamaba—. ¡Qué


estúpido es todo esto! Tan viejo y débil como es usted, no
será capaz de arrancar ni un puñado de hierbas en esas
montañas. ¿Cómo va a remover tierras y piedras en tal
cantidad?

El Viejo Tonto exhaló un largo suspiro.

—¡Qué torpe es usted! —le dijo—. No tiene usted


ni siquiera la intuición del hijito de la viuda. Aunque

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yo muera, quedarán mis hijos y los hijos de mis hijos;
y así sucesivamente, de generación en generación. Y
como estas montañas no crecen, ¿por qué no vamos a ser
capaces de terminar por removerlas?

Entonces El Sabio no tuvo nada que responder.

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LA SOSPECHA

Lie Zi

Un hombre perdió su hacha; y sospechó del hijo de


su vecino. Observó la manera de caminar del muchacho
—exactamente como un ladrón. Observó la expresión
del joven —idéntica a la de un ladrón. Observó su forma
de hablar —igual a la de un ladrón. En fin, todos sus
gestos y acciones lo denunciaban culpable de hurto.

Pero más tarde, encontró su hacha en un valle. Y


después, cuando volvió a ver al hijo de su vecino, todos
los gestos y acciones del muchacho le parecían muy
diferentes de los de un ladrón.

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DEMASIADOS SENDEROS

Un vecino de Yang Zi, que había perdido una oveja,


mandó a todos sus hombres a buscarla y le pidió al
sirviente de Yang Zi que se uniera a ellos.

—¡Qué! —exclamó Yang Zi—. ¿Necesita usted a todos


estos hombres para encontrar una oveja?

—Son muchos los senderos que puede haber seguido


—explicó el vecino. Cuando regresaron, Yang Zi preguntó
al vecino:

—Bueno, ¿encontraron la oveja?

Este contestó que no. Entonces Yang Zi preguntó por


qué habían fracasado.

—Hay demasiados senderos —respondió el vecino—.


Un sendero conduce a otro, y no supimos cuál tomar; así
es que regresamos.

Yang Zi se quedó hondamente pensativo. Permaneció


silencioso largo tiempo y no sonrió en todo el día.

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Sus discípulos estaban sorprendidos.

—Una oveja es una nadería —dijeron—, y esta no era


ni siquiera suya. ¿Por qué tiene usted que dejar de hablar
y sonreír?

Yang Zi no respondió, y sus discípulos se llenaron de


perplejidad. Uno de ellos, Mengsun Yang, fue a contarle
a Xindu Zi lo que ocurría.

—Cuando hay demasiados senderos —dijo Xindu


Zi—, un hombre no puede encontrar su oveja. Cuando
un estudiante se dedica a demasiadas cosas, malgasta su
tiempo y pierde su ruta. Usted es discípulo de Yang Zi y
aprende de él; sin embargo, parece que no ha llegado a
comprenderle nada. ¡Qué lástima!

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EL OBSEQUIO DE LAS PALOMAS

Lie Zi

Era costumbre en Handan cazar palomas para


regalarlas al príncipe el día de Año Nuevo. Esto agradaba
tanto al soberano que repartía valiosas recompensas.
Alguien le preguntó la razón de esta costumbre.

—El día de Año Nuevo dejo las palomas en libertad


para demostrar mi bondad —contestó el príncipe.

—Como sus súbditos saben que usted necesita


palomas para libertarlas, todos se dedican a cazarlas
—comentó el otro—. Y el resultado es que al cazarlas,
mueren muchas. Si usted realmente quiere salvarlas, es
mejor que prohíba su caza. Tal como están las cosas,
usted las caza para libertarlas y su bondad no puede
reparar el daño que ocasiona.

El príncipe asintió.

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EL PLÁTANO TALADO

Lie Zi

Un hombre tenía un plátano seco.

—El conservar un plátano seco trae mala suerte


—dijo su vecino.

Pero cuando el dueño del árbol lo hubo talado, el


vecino le pidió un poco de leña para el fuego.

—El viejo solo quería leña —pensó el hombre


enfadado—. Por eso me dijo que derribara mi árbol.
Somos vecinos, e incluso así me engaña de esta manera.
¡Esto ya es demasiado!

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EL TÍTULO DE PROPIEDAD PERDIDO EN
EL CAMINO

Lie Zi

Un hombre del Reino de Song paseaba por un camino


cuando encontró un título de propiedad, abandonado. Se
lo llevó a su casa y lo escondió; y secretamente calculaba
con frecuencia las partidas.

—Voy a ser rico —le dijo a un vecino.

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EL HOMBRE QUE NO VIO A NADIE

Lie Zi

Había una vez un hombre en el Reino de Qi que tenía


sed de oro. Una mañana se vistió con elegancia y se fue a
la plaza. Apenas llegó al puesto del comerciante en oro,
se apoderó de una pieza y se escabulló.

El oficial que lo aprehendió le preguntó:

—¿Por qué robo el oro en presencia de tanta gente?

—Cuando tomé el oro —contestó—, no vi a nadie. No


vi más que el oro.

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EL COCHERO VANIDOSO

Yan Zi

Un día Yan Zi, primer ministro del reino de Qi,


salió en su carroza. La mujer de su cochero, desde el
portal observó cómo su marido, engreído y presumido,
conducía los cuatro caballos desde el pescante.

Cuando el cochero regresó a casa la mujer le dijo que


quería abandonarle.

El marido preguntó el porqué.

—Yan Zi es Primer Ministro de Qi —repuso ella—.


Es famoso a través de todos los reinos. Pero hoy lo vi
sumido en sus pensamientos y sin darse aires. Tú eres un
simple cochero; sin embargo te das gran importancia y
estás muy satisfecho de ti mismo. Por eso te quiero dejar.

Desde entonces, el marido se comportó con modestia.


Cuando Yan Zi, sorprendido, inquirió el motivo de este
cambio, el cochero le dijo la verdad. Entonces Yan Zi lo
recomendó para un puesto oficial.

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EL SEÑOR YE AMABA LOS DRAGONES

Shen Zi

Al señor Ye le gustaban tanto los dragones que los


tenía pintados o tallados por toda la casa. Cuando se
enteró el verdadero dragón de los cielos, voló a la tierra y
metió su cabeza por la puerta de la casa del señor Ye y su
cola por una de las ventanas. Cuando el señor Ye lo vio,
huyó asustado, casi se volvió loco.

Esto demuestra que el señor Ye, en realidad, no amaba


tanto a los dragones. Solo le gustaba aquello que se le
parecía, pero en ningún caso el auténtico dragón.

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DIEZ MIL ONZAS DE ORO

Shang Zi

En el Reino de Qi vivía un tal Dongguo Chang quien


tenía la costumbre de expresar en alta voz sus deseos.
Una vez dijo que le gustaría poseer diez mil onzas de oro.
Uno de sus discípulos le preguntó si podría ayudarlo en
caso de que sus deseos se realizaran.

—No —le contestó— necesitaré ese dinero para


comprarme un cargo oficial.

Sus discípulos se indignaron. Todos lo abandonaron


pasándose al Reino de Song.

Por haberse apegado demasiado a lo que aún no


poseía, perdió lo que tenía.

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EL PARO Y EL GIGANTESCO ROCHO

Zhuang Zi

Había una vez un pájaro llamado rocho, de cuerpo tan


enorme como la montaña Taishan y alas como nubes que
cubrían los cielos. Cuando se remontaba por los aires, se
levantaba un ventarrón; y, en cada vuelo abarcaba 90.000
li deslizándose sobre el vapor brumoso, bajo el cielo
azulado. Una vez iba volando hacia el mar del Sur.

—¿Hacia dónde irá? —se preguntaba un paro


riéndose—. Yo salto unos cuantos ren y luego bajo a
divertirme entre los arbustos. Esto es más que suficiente
para mí. ¿A dónde más querrá ir?

Aquí se puede ver la diferencia de punto de vista entre


el grande y el pequeño.

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UNGÜENTO PARA MANOS AGRIETADAS

Zhuang Zi

En el Reino de Song había una familia que elaboraba


un ungüento para las grietas en las manos; por eso, de
generación en generación, se dedicaban al lavado de
ropa. Un hombre oyó hablar de la cosa y ofreció cien
monedas de oro por la receta.

—Hemos estado, por generaciones, en este negocio de


la lavandería —argumentaba la familia, mientras discutía
la oferta—. Pero jamás ganamos más que unas cuantas
monedas de oro. Sin vacilar debemos venderla.

Por entonces, el reino de Yue invadía el Reino de Wu;


y el hombre que habían comprado la receta, se la regaló
al príncipe de Wu, quien al punto lo nombró general.
Ese invierno, sus tropas entraron en un combate naval
con las de Yue, derrotando totalmente al enemigo. Y el
príncipe recompensó al general con un feudo.

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Así, el mismo ungüento para las manos agrietadas
pudo ganar un feudo, o simplemente aliviar a los
lavanderos.

Todo depende del uso que se dé a las cosas.

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EL ARTE DE MATAR DRAGONES

Zhuang Zi

Zhu Pingman fue a Zhili Yi para aprender a matar


dragones. Estudió tres años y gastó casi toda su fortuna
hasta conocer a fondo la materia.

Pero había tan pocos dragones que Zhu no encontró


dónde practicar su arte.

25
EQUIVOCADA

Zhuang Zi

Como Xi Shi, la famosa belleza, sufría del corazón, a


menudo fruncía el entrecejo a la vista de los vecinos.

En el mismo pueblo, una niña fea la vio, y creyendo


que aquel gesto era encantador, cruzaba sus manos sobre
el pecho y fruncía el entrecejo ante todo el mundo. Pero,
al verla, el rico atrancaba sus puertas y no volvía a salir; el
pobre huía llevándose a su mujer y a sus hijos.

¡Pobrecilla! Podía admirar el ceño de Xi Shi, pero no


sabía por qué era hermosa.

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LA RANA EN EL POZO

Zhuang Zi

En un pozo poco profundo vivía una rana.

—¡Mira qué bien estoy aquí! —le decía a una gran


tortuga del mar del Este—. Cuando salgo puedo saltar
alrededor, sobre el brocal, y cuando regreso puedo
descansar en las hendiduras de los ladrillos. Puedo
chapalear, sacando sólo la cabeza fuera del agua, hasta
llenar mi corazón de gozo; o andar sobre el lado suave con
los pies sumergidos hasta los tobillos. Ni los cangrejos, ni
los renacuajos pueden compararse conmigo. Soy amo del
agua y señor de este pozo. ¿Qué más puede ambicionar
un ser? ¿Por qué no vienes aquí, más a menudo, a pasar
un rato?

Antes que la tortuga del mar del Este pudiera meter su


pie izquierdo en el pozo, sin saber cómo, ya su pie derecho
se había enganchado con algo. Se detuvo y retrocedió;
entonces comenzó a describir a la rana el océano.

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—Tiene más de mil li de ancho y más de mil ren de
profundidad. En otros tiempos había inundaciones
nueve años de cada diez; sin embargo, el agua del océano
no aumentaba. Después hubo sequía siete años de cada
ocho, sin embargo, el agua del océano no disminuía. Se
ha mantenido igual a través de los años. Por eso me gusta
vivir en el mar del Este.

La rana, en el pozo insignificante, se quedó atolondrada


y sintió algo de vergüenza.

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LA CARPA EN EL CARRIL SECO

Zhuang Zi

Zhuang Zhou no tenía dinero. Un día fue a ver al


Marqués Guardador del Río para pedirle prestado un
poco de grano.

Está muy bien —dijo el marqués—. Pronto habré


recogido los impuestos de mi feudo; entonces le prestaré
trescientas monedas de oro. ¿Qué le parece?

Zhuang Zhou, muy indignado, le contó esta historia:


Cuando ayer venía hacia acá oí una voz que me llamaba;
mirando en torno vi una carpa tendida en un carril seco
del camino.

—¿Qué le pasa, carpa? —le pregunté.

—Soy oriunda del mar del Este —respondió—. ¿No


tiene usted un cubo de agua para salvar mi vida?

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—Muy bien —le dije—. Muy pronto visitaré a los
príncipes Wu y Yue, en el Sur, y le haré llegar el agua del
río del Oeste. ¿Qué le parece?

La carpa se indignó muchísimo.

—Estoy fuera de mi elemento habitual —dijo—, y no


tengo dónde residir. Un cubo de agua me salvaría, pero
usted no me da sino promesas inútiles. Pronto tendrá
que buscarme en la pescadería.

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DE CÓMO DOS PASTORCILLOS
PERDIERON SUS OVEJAS

Zhuang Zi

Dos pastorcillos, Zang y Gu, salieron juntos con


sus rebaños y perdieron sus ovejas. Cuando el patrón
preguntó a Zang qué había estado haciendo, contestó
que leyendo. Cuando interrogó a Gu, dijo que jugando
a las damas.

Estuvieron haciendo cosas diferentes; sin embargo,


ambos, por igual, perdieron sus ovejas.

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TRES O CUATRO CASTAÑAS

Zhuang Zi

Un amaestrador de monos, en el Reino de Song, era


muy aficionado a estos animales y mantenía un gran
número de ellos. Era capaz de entenderles, y los monos
a él. Por supuesto, tenía que apartar una porción de la
comida de su familia para dársela a ellos. Pero llegó un
día en que no sobraba comida en casa y él quiso disminuir
la ración de los monos. Temía, sin embargo, que no
estuviesen de acuerdo con esto, y decidió engañarlos.

—Les daré tres castañas cada mañana y cuatro cada


tarde —les dijo—. ¿Será suficiente?

Todos los monos se alzaron en señal de protesta.

—Bueno, ¿qué les parece entonces: cuatro en la


mañana y tres en la tarde?

Los monos, esta vez, volvieron a ponerse en cuclillas,


bastante satisfechos.

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EL PRÍNCIPE Y SU ARCO

Yin Wen Zi

El príncipe Xuan era aficionado a disparar flechas y le


agradaba que le dijeran que era un arquero fuerte. Pero
la verdad era que no podía tender un arco que pesara
más de treinta libras. Cuando mostraba su arco a sus
acompañantes, estos simulaban tratar de arquearlo, pero
lo hacían solo hasta la mitad de su extensión.

—¡Debe pesar por lo menos noventa libras!


—exclamaban todos—. Nadie, salvo su alteza, puede
manejar un arco así.

Y esto llenaba al príncipe de satisfacción.

Aunque tendía un arco de solo treinta libras, hasta el


fin de su vida creyó que este pesaba noventa. Eran treinta
de hecho y noventa de nombre. Por mantener fama
inmerecida, el príncipe dejó la verdad por el camino.

33
PARA APRENDER A JUGAR A LAS DAMAS

Mencio

El juego de damas es un arte menor, pero aun siendo


así, hay que concentrar toda la atención al aprenderlo.
Qiu, el mejor jugador de damas del país, tenía dos
discípulos. Uno de ellos seguía con plena atención lo que
Qiu decía, mientras el otro, aunque también escuchaba al
maestro, no hacía más que pensar en los cisnes del cielo
y ansiaba tomar su arco y su flecha para cazarlos. Por eso
no aprendió tanto como el otro. No porque fuese menos
inteligente.

34
EL LADRÓN DE POLLOS

Mencio

Había una vez un hombre que robaba cada día un


pollo a sus vecinos.

—Es malo robar —le advirtió alguien.

—Voy a enmendarme —prometió el ladrón de


pollos—. Robaré un pollo al mes, desde ahora; y ninguno
desde el próximo año.

Si él sabía que estaba cometiendo una mala acción


debió haberse corregido de inmediato, ¿por qué esperar
otro año?

35
LA DIFERENCIA ENTRE CINCUENTA BU*
Y CIEN

Mencio

—He hecho cuanto he podido por el Estado —dijo el


príncipe Hui de Liang a Mencio—. Cuando se pierde la
cosecha en el oeste del río, traslado la gente al este o traigo
grano del este para socorrerla. Si la cosecha es pobre en el
este, hago lo mismo. Observo a los gobernantes de otros
reinos y ninguno hace tanto como yo por su gente; sin
embargo, su población no ha decrecido, y la mía no ha
aumentado. ¿Puede usted decirme por qué?

—Ya que a Su Majestad le gusta combatir —contestó


Mencio—, permítame tomar de ahí un ejemplo. Una vez
que suenan los tambores, las tropas entran en combate.
Aquellos que son derrotados abandonan sus corazas y
huyen arrastrando sus armas. Suponga que un hombre
corre cien bu y otro cincuenta, ¿tiene derecho el que ha
corrido cincuenta a reírse del que ha corrido cien?

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—Claro que no —replicó el príncipe—. No se habrá
alejado cien bu, pero volvió las espaldas lo mismo.

—Si Su Majestad comprende esto —respondió


Mencio—, no debiera esperar a que la población de
su reino sea más numerosa que la de ningún otro país
vecino.

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EL HOMBRE QUE TEMÍA A LOS
FANTASMAS

Xun Zi

Al sur de Xiashou vivía un hombre llamado Juan


Shuliang. Era tonto y extremadamente miedoso. Una
vez que iba caminando por un camino con un hermoso
claro de luna, vio al agachar la cabeza a su sombra ante
él. Se imaginó que un espíritu maligno estaba tendido
a sus pies. Al levantar los ojos, su mirada tropezó con
dos mechones de su pelo y creyó que un demonio se
encontraba a sus espaldas. Asustado, se dio vuelta y el
resto del recorrido lo hizo retrocediendo. Al llegar a su
casa cayó al suelo y entregó el alma.

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