3 Cuentos 3 Fabulas 3 Novelas 3 Leyendas
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En el corazón del bosque vivían tres cerditos que eran hermanos. El lobo siempre
andaba persiguiéndoles para comérselos. Para escapar del lobo, los cerditos
decidieron hacerse una casa. El pequeño la hizo de paja, para acabar antes y
poder irse a jugar.
El mediano construyó una casita de madera. Al ver que su hermano pequeño
había terminado ya, se dio prisa para irse a jugar con él.
El mayor trabajaba en su casa de ladrillo.
- Ya veréis lo que hace el lobo con vuestras casas- riñó a sus hermanos mientras
éstos se lo pasaban en grande.
El lobo salió detrás del cerdito pequeño y él corrió hasta su casita de paja, pero
el lobo sopló y sopló y la casita de paja derrumbó.
El lobo persiguió también al cerdito por el bosque, que corrió a refugiarse en
casa de su hermano mediano. Pero el lobo sopló y sopló y la casita de madera
derribó. Los dos cerditos salieron pitando de allí.
Casi sin aliento, con el lobo pegado a sus talones, llegaron a la casa del
hermano mayor.
Los tres se metieron dentro y cerraron bien todas las puertas y ventanas. El
lobo se puso a dar vueltas a la casa, buscando algún sitio por el que entrar. Con
una escalera larguísima trepó hasta el tejado, para colarse por la chimenea. Pero
el cerdito mayor puso al fuego una olla con agua. El lobo comilón descendió por el
interior de la chimenea, pero cayó sobre el agua hirviendo y se escaldó.
Escapó de allí dando unos terribles aullidos que se oyeron en todo el bosque.
Se cuenta que nunca jamás quiso comer cerdito.
EL MUÑECO DE NIEVE
La hija del herrero, tomando puñados de nieve con sus manitas hábiles, se
entrego a la tarea de moldearla.
Le salio un niñito precioso, redondo, con ojos de carbón y un botón rojo por
boca. La pequeña estaba entusiasmada con su obra y convirtió al muñeco en su
inseparable compañero durante los tristes días de aquel invierno. Le hablaba, le
mimaba...
Pero pronto los días empezaron a ser mas largos y los rayos de sol mas
calidos... El muñeco se fundió sin dejar mas rastro de su existencia que un
charquito con dos carbones y un botón rojo. La niña lloro con desconsuelo.
Hubo una vez una joven muy bella que no tenía padres, sino madrastra, una viuda
impertinente con dos hijas a cual más fea. Era ella quien hacía los trabajos más
duros de la casa y como sus vestidos estaban siempre tan manchados de ceniza,
todos la llamaban Cenicienta. Un día el Rey de aquel país anunció que iba a dar
una gran fiesta a la que invitaba a todas las jóvenes casaderas del reino. - Tú
Cenicienta, no irás -dijo la madrastra-. Te quedarás en casa fregando el suelo y
preparando la cena para cuando volvamos. Llegó el día del baile y Cenicienta
apesadumbrada vio partir a sus hermanastras hacia el Palacio Real. Cuando se
encontró sola en la cocina no pudo reprimir sus sollozos. - ¿Por qué seré tan
desgraciada? -exclamó-De pronto se le apareció su Hada Madrina. - No te
preocupes -exclamó el Hada-. Tu también podrás ir al baile, pero con una
condición, que cuando el reloj de Palacio dé las doce campanadas tendrás que
regresar sin falta. Y tocándola con su varita mágica la transformó en una
maravillosa joven. La llegada de Cenicienta al Palacio causó honda admiración. Al
entrar en la sala de baile, el Rey quedó tan prendado de su belleza que bailó con
ella toda la noche. Sus hermanastras no la reconocieron y se preguntaban quién
sería aquella joven.
En medio de tanta felicidad Cenicienta oyó sonar en el reloj de Palacio las doce. -
¡Oh, Dios mío! ¡Tengo que irme! -exclamó-. Como una exhalación atravesó el
salón y bajó la escalinata perdiendo en su huída un zapato, que el Rey recogió
asombrado. Para encontrar a la bella joven, el Rey ideó un plan. Se casaría con
aquella que pudiera calzarse el zapato. Envió a sus heraldos a recorrer todo el
Reino. Las doncellas se lo probaban en vano, pues no había ni una a quien le
fuera bien el zapatito. Al fin llegaron a casa de Cenicienta, y claro está que sus
hermanastras no pudieron calzar el zapato, pero cuando se lo puso Cenicienta
vieron con estupor que le estaba perfecto. Y así sucedió que el Rey se casó con la
joven y vivieron muy felices.
fabulas
1. El cuervo enfermo.
La madre contestó:
Cuenta la leyenda que hace cientos de años una tribu indígena se estableció en la zona
Atlántica de nuestras tierras.
Un buen día Batsu decidió buscar esposa y escogió a Jilgue, una hermosa joven que
acostumbraba pasear por el bosque cantando como un pajarillo.
Batsu estalló en cólera cuando supo que la joven había desaparecido y mandó a sus
guerreros a buscarla. Al poco andar escucharon el canto de Jilgue. Pero cada vez que se
acercaban al sitio de dónde venía el canto, Jilgue había desapareció. Entonces Batsu
mandó a quemar el bosque. Cuando las llamas comenzaban a levantarse le gritó a Jilgue
que si salía podía salvarse.
Ella le respondió que prefería la muerte. El fuego se hacía cada vez más fuerte. De pronto
vieron como Jilgue cayó al cuelo u agonizó. Pero un pajarillo color ceniza, con el pico y las
patas rojas, comenzó a cantar sobre sus cabezas. No era el canto de un pájaro, era la voz
de Jilgue, que desde entonces se sigue escuchando en el canto de los jilgueros que hoy
pueblan los bosques de nuestras tierras.
La Siguanaba
La Sihuanaba, llamada comunmente La Siguanaba. La leyenda de la Sihuanaba dice que una
mujer, originalmente llamada Sihuehuet (Mujer Hermosa), tenia un romance con el hijo del dios
Tlaloc, del cual resulto embarazada. Ella fue una mala madre, dejaba solo a su hijo para satisfacer
a su amante.
Cuando Tlaloc descubrió lo que estaba ocurriendo él maldijo a Sihuehuet. Ahora se llamará
Sihuanaba (Mujer Horrible), ella sería hermosa a primera vista, pero cuando los hombres se le
acercaran, ella daría vuelta y se convertiría en un aborrecimiento horrible. La forzaron a vagar por
el campo, apareciendosele a los hombres que viajan solos por la noche. Dicen que es vista por la
noche en los ríos de El Salvador, lavando ropa y siempre busca a su hijo, el Cipitio al cual le fue
concedida la juventud eterna por el dios Tlaloc como su sufrimiento.
Según lo que cuenta la leyenda, todos los trasnochadores están propensos a encontrarla. Sin
embargo, persigue con más insistencia a los hombres enamorados, a los don juanes que hacen
alarde de sus conquistas amorosas. A estos, la Siguanaba se les aparece en cualquier tanque de
agua en altas horas de la noche. La ven bañándose con guacal de oro y peinándose con un peine
del mismo metal, su bello cuerpo se trasluce a través del camisón. El hombre que la mira se vuelve
loco por ella. Entonces, la Siguanaba lo llama, y se lo va llevando hasta embarrancarlo. Enseña la
cara cuando ya se lo ha ganando.
Para no perder su alma, el hombre debe morder una cruz o una medallita y encomendarse a Dios.
Otra forma de librarse del influjo de la Siguanaba, consiste en hacer un esfuerzo supremo y
acercarse a ella lo más posible, tirarse al suelo cara al cielo, estirar la mano hasta tocarle el pelo, y
luego halárselo. Así la Siguanaba se asusta y se tira al barranco.
La llorona
La Llorona, la mujer fantasma que recorre las calles de las ciudades en busca de sus
hijos.
Cuenta la leyenda que era una mujer de sociedad, joven y bella, que se caso con un
hombre mayor, bueno, responsable y cariñoso, que la consentía como una niña, su único
defecto... que no tenia fortuna.
Pero el sabiendo que su joven mujer le gustaba alternar en la sociedad y " escalar alturas
", trabajaba sin descanso para poder satisfacer las necesidades económicas de su
esposa, la que sintiéndose consentida despilfarraba todo lo que le daba su marido y
exigiéndole cada día mas, para poder estar a la altura de sus amigas, las que dedicaba
tiempo a fiestas y constantes paseos.
Marisa López de Figueroa, tuvo varios hijos estos eran educados por la servidumbre
mientras que la madre se dedicaba a cosas triviales. Así pasaron varios años, el
matrimonio.
Figueroa López, tuvo cuatro hijos y una vida difícil, por la señora de la casa, que
repulsaba el hogar y nunca se ocupo de los hijos. Pasaron los años y el marido enfermó
gravemente, al poco tiempo murió, llevándose " la llave de la despensa ", la viuda se
quedó sin un centavo, y al frente de sus hijos que le pedían que comer. Por un tiempo la
señora de Figueroa comenzó a vender sus muebles. Sus alhajas con lo que la fue
pasando.
Pocos eran los recursos que ya le quedaban, y al sentirse inútil para trabajar, y sin un
centavo para mantener a sus hijos, lo pensó mucho, pero un día los reunió diciéndoles
que los iba a llevar de paseo al río de los pirules. Los ishtos saltaban de alegría, ya que
era la primera vez que su madre los levaba de paseo al campo. Los subió al carruaje y
salió de su casa a las voladas, como si trajera gran prisa por llegar. Llegó al río, que
entonces era caudaloso, los bajo del carro, que ella misma guiaba y fue aventando uno a
uno a los pequeños, que con las manitas le hacían señas de que se estaban ahogando.
Pero ella, tendenciosa y fría , veía como se los iba llevando la corriente, haciendo
gorgoritos el agua, hasta quedarse quieta. A sus hijos se los llevo la corriente, en ese
momento ya estarían muertos . Como autómata se retiro de el lugar, tomo el carruaje,
salió como "alma que lleva el diablo ", pero los remordimientos la hicieron regresar al
lugar del crimen. Era inútil las criaturas habían pasado a mejor vida.
novelas
El Señor Presidente
Esta novela de Miguel Ángel Asturias es una de las más populares
en Guatemala, explora la naturaleza de la dictadura y sus efectos en la sociedad.
Escrito por Héctor Gaitán, esta serie de libros de narraciones cortas cuentan las
anécdotas e historias de personajes, hechos y gráficas que solo se escuchaban de
los mayores.Después de veinte años sale a la luz esta obra del escritor
guatemalteco Héctor Gaitán A., ahora corregida y aumentada, correponde al tercer
tomo, segunda edición d ela coleccion literaria "La Calle Donde Tú Vives". El bien
ganado prestigio del autor, ha hecho que el público lector así lo haya solicitado,
dado el valor de la narrativa estractada de la tradición oral guatemalteca. En este
libro se alterna el cuento guatemalteco, con el anecdotario histórico de una
Guatemala, que cada vez vemos más lejana, con las fotos antiguas que ilustran
esta obra. Personajes, hechos y gráficas van formando todo este proceso, que con
el estilo de Héctor Gaitán A., nos hace retroceder en el tiempo y conocer todos
aquellos aspectos que únicamente nos han contado nuestros mayores. Vuelven
una vez más los personajes conocidos por lo chapines como la Llorona, el Cadejo
y el Sombrerón, que en ocasiones antañonas y según el criterio de los abuelos,
campearon en aquellas desoladas calles capitalinas de principios de siglo, donde
los escenarios como el legendario barrio de la Parroquia, el Cerrito del Carmen y
otros puntos de la ciudad fueron mudos testigos de estas narraciones.
Popol Vuh
El Popol Vuh es sin lugar a dudas el más importante de los textos mayas que se
conservan. Se distingue no sólo por su extraordinario contenido histórico y
mitológico, sino por sus cualidades literarias, las que permiten que se le pueda
colocar a la altura de grandes obras épicas como el Ramayana hindú o la Ilíada y
la Odisea griegas. Como éstas, el Popol Vuh no es un simple registro histórico, es
a final de cuentas –como bien ha dicho Alan J. Christenson, autor de un reciente
estudio y una traducción del texto quiché– una declaración universal sobre la
naturaleza del mundo y el papel del hombre en él.
La creación. En la primera parte del Popol Vuh, los dioses hacen surgir del mar
primordial los valles y las montañas, y crean las plantas y los animales. Deciden
crear a seres que los veneren y les hagan ofrendas. Los tres primeros intentos
fracasan; en el primero las criaturas son los animales de cuatro patas y las aves,
pero como son incapaces de hablar deciden hacer un segundo intento. En éste
forman una criatura de lodo, pero ésta se disuelve al mojarse. En el tercer intento
hacen hombres de madera, pero éstos son incapaces de venerarlos, por lo que
deciden castigar su soberbia con un huracán y provocan que sus animales, sus
herramientas y las piedras de sus casas se vuelvan contra ellos; los monos son
los descendientes de aquellos hombres de madera. En el cuarto intento logran su
propósito y crean al hombre, al que forman con maíz. Estos hombres, que saben
cumplir sus obligaciones con sus creadores, son capaces de ver todo, en el tiempo
y en el espacio, por lo que los dioses deciden nublar su visión. Ésta es la
humanidad que ahora puebla la tierra.