Leopoldo Marechal - Pensar y Amar La Patria

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Wally Juan Waldemar

Diseño e Ilustración de Tapa: Juan José Wally

Autoridades Municipales

Intendente Municipal Dr. José Eseverri

Secretario de Acción Social Eduardo Rodríguez

Subsecretario de Cultura Educación y Turismo Maestro Diego Lurbe


A la memoria del filósofo y maestro Padre Héctor Mandrioni que me alentó para escribir
este libro.

A la ejemplar docente María Elena Massa de Larregle, con quien compartimos amistad y
la admiración por Leopoldo Marechal.

A mi esposa Lita y a mis hijos.

A mis compañeros del Centro de Estudios del Pensamiento Contemporáneo.

Domingo de Pascua - 23 de marzo de 2008


INDICE

Prólogo

Introducción

El rescate de la Cautiva

Provincia de la Tierra y el Cielo

El Partido Europeo y el Partido Americano

Marechal y Scalabrini Ortiz

Marechal y el Cristianismo

El Restaurador, el Hombre del Silencio y el Lider

Peronismo y Nacionalismo

La música folclórica y el tango


Introducción

En un libro anterior (Generación Argentina de 1940- Grandeza y frustración, Ed. Dunken),


centré mi reflexión en esa brillante constelación de argentinos, a la cual perteneció
Marechal. En el presente ensayo me propongo profundizar en lo emprendido en aquélla
obra, especialmente en el nacionalismo y universalismo cultural de Marechal. Es propicia
la oportunidad, en el Bicentenario de la Patria, para emprender este desafío de pensarla
en su esencia y existencia, y en este camino el hilo conductor va a ser el pensar
poetizante de don Lepoldo, así como su relación con los hombres de su generación-
enfoque sincrónico- como también con quienes le precedieron y continuaron-enfoque
diacrónico.

Digo pensar poetizante; Marechal fué un pensador, no filósofo que connota una cierta
profesionalidad y un reconocimiento de los especialistas en su carácter de tal. Pensador
en el sentido reivindicado por Martín Heidegger, se trata de un pensar poetizante, en
consonancia con los grandes filósofosgriegos, la dramaturgia de Esquilo, Sófocles,
Euripides y poetas clásicos como Homero, Virgilio y Dante.

Al decir poesía, debe entenderse en el sentido aristotélico, tal como la concebía


Marechal:

Al escribir mi Adán Buenosayres no entendí

salirme de la poesía. Desde muy temprano, y

basándome en la Poética de Aristóteles, me

pareció que todos los géneros literarios eran

y deben ser géneros de la poesía, tanto en lo

épico, lo dramático y lo lírico.

(O. Completas cap. V, p.402)

En mi ensayo anterior decía que la generación de Marechal, la décima de la historia


argentina, no había completado su cometido y que ello significaba una frustración; quiero
aclarar que esto se da principalmente en lo político, ruptura institucional, y en lo
económico-social, reemplazo de un proyecto de liberación nacional por otro de
dependencia colonial; en cambio en lo cultural, más allá de los sacudimientos sísmicos,
en el alma del pueblo argentino hay una resistencia de "los que no tienen voz", en las
voces y acentos de quienes recogen la posta de los abanderados: José Hernández,
Manuel Gálvez, Julio y Rodolfo Irazusta, Ernesto Palacio, Raúl Scalabrini Ortiz, Arturo
Jauretche, Leopoldo Marechal, entre tantos otros, para reconstruir la identidad nacional,
una vez más en el desierto, según la bella alegoría de Marechal inspirada en el drama de
Martín Fierro.

Le ocurre a las naciones, analógicamente, lo mismo que a las personas en su evolución


psico-somática: son ellas mismas más allá de los innegables cambios temporales y
espaciales, cambios que no excluyen la enfermedad y el riesgo de muerte. Pero así como
las personas pueden construirse y reconstruirse a sí mismas, así es la misión de los
pueblos en pos de su destino.
1

El rescate de la Cautiva

"El país ha sido enajenado, y la raíz de su


penuria está en su misma enajenación; es
necesario recobrar el país, a todo trance, aquí y
ahora" (L. Marechal, 0.Completas, Tomo V,
p.131)

Leopoldo Marechal es polifacético: poeta, novelista, dramaturgo, ensayista y filósofo;


en este trabajo voy a enfocar el análisis de su obra en su aspecto filosófico, o mejor dicho
la tarea de Marechal como pensador, pues el vocablo "filósofo" connota una determinada
profesionalidad y un reconocimiento de los especialistas en carácter de tal. En cambio el
término "pensador", reivindicado por Martín Heidegger, se ajusta mejor al quehacer
marechaliano, se trata de un "pensar poetizante", en consonancia con los grandes
filósofos griegos, antes y después de Sócrates, con el teatro de Esquilo y Sófocles, poetas
clásicos como Omero, Virgilio y Dante.

Marechal es un pensador de la historia y fundamentalmente de la historia de


nuestra patria. Pensó y amó a la Argentina con intensidad, pasión consonante con el
dolor, así lo expresaba en carta a Eduardo Mallea, uno de sus grandes amigos, en 1938,
a propósito de la publicación de “Historia de una pasión argentina" de Mallea:

Una pasión argentina. Ese vocablo "pasión" usa en tu obra un


sentido literal de "padecimiento". Padecer la Argentina de hoy, llevarla
como una Herida en el costado, tal es tu historia y quizá la de muchos
argentinos (Marechal, O. Completas. Tomo V. pp 289/90).

Dice más adelante Marechal acerca de la Argentina:

Irá levantándose a medida que crezca el numero de los despiertos, entre


los dormidos y el de los sobrios entre los ebrios (Marechal O.
CompletasTomo V, p 290).

Sostiene que nuestro pueblo tiene una misión que cumplir y, proféticamente en
1938, nos habla de una vibración colectiva que desde el dolor ponga en acto todas
sus virtualidades:
Solo cuando el país entero vibre y se enaltezca en la unidad
de un solo acorde que sea música de sí mismo y vibración de su alma,
solo entonces nuestro país será una gran provincia de la tierra (Marechal
O. Completas, Tomo V. p 291)

Al igual que otros grandes de su generación como Raúl Scalabrini Ortiz, Arturo
Jauretche, Ernesto Palacio, los hermanos Julio y Rodolfo Irazusta, entre otros, don
Leopoldo fue un precursor del gran movimiento político-social iniciado el 4 de junio de
1943 y consolidado el 17 de octubre de 1945. Adhiere a este movimiento desde su inicio y
permanece fiel hasta su muerte; en el epígrafe de este capítulo, fragmento de un artículo
publicado en 1947, hace referencia a la enajenación del país y más adelante expresa que
es necesaria su recuperación.

En una conferencia de 1955 sobre los simbolismos del "Martín Fierro", (Marechal O.
Completas Tomo V pp. 157/171) dice que esa enajenación se da en los aspectos
materiales, morales y espirituales, se trata de una enajenación o extrañamiento que es
simultánea al ejercicio de la libertad recién conquistada. Nos habla de "una tentativa de
suicidio precoz", iniciado por el ser nacional en la segunda mitad del siglo XIX.

Marechal se adentra en el sentido simbólico de la obra de Hernández, más allá de su


valores literarios. Afirma que está en la línea de las grandes epopeyas clásicas, con un
mensaje lanzado a lo futuro, insinuando una "profecía" del destino nacional.
Martín Fierro es un gaucho, y en él representa Hernández los valores de un pueblo, el
gaucho es el gran protagonista de las guerras de la Independencia, luego, en un segundo
acto, lo es en las luchas civiles donde se debate el futuro de la Patria; su sangre abona
generosamente el suelo argentino. Finalmente, tercer acto del drama, en el momento
histórico de la organización del país para la consolidación institucional, ese pueblo
(simbolizado en el gaucho) que ha sido el protagonista de su destino, es desplazado por
un invasor material y espiritual, que lo obliga a exiliarse en el desierto, que en el
simbolismo hernandiano representa, según Marechal, tanto la privación de lo que le
pertenece, como la penitencia en el sentido de penar y en el de purificarse con la pena. El
extremo del dolor penitencial es la muerte de su amigo Cruz, con quien comparte el exilio.
Estando un día tirado en el suelo al lado de la sepultura de Cruz, abrazarse al suelo es su
único alivio, oye el llanto de la Cautiva, símbolo de la nación cautiva y martirizada. Fierro
rescata a la mujer, con lo que empieza ya el rescate de la Patria.

En oposición a la "legenda negra" del gaucho, que lo representa como nómade, sin
apego al trabajo y las leyes, Hernández lo rehabilita ubicándolo en un orden tradicional,
integrado en una familia y dedicado al trabajo, propietario de su rancho y su hacienda:

Yo he conocido esta tierra

en que el paisano vivía


y su ranchito tenía

y sus hijos y mujer...

era una delicia el ver

como pasaba sus días

...

Tuve en mi pago en un tiempo

hijos hacienda y mujer;

pero empecé a padecer,

me echaron a la frontera

Y qué iba a hallar al volver

tan solo hallé la tapera.

Sosegao vivía en mi rancho

como el pájaro en su nido.

Allí mis hijos queridos

iban creciendo a mi lao...

solo queda al desgraciao

lamentar el bien perdido.

...

Y apenas la madrugada

empezaba a coloriar

los pájaros a cantar

y las gallinas a apiarse

era cosa de largarse

cada cual a trabajar.

Este se ata las espuelas

se sale el otro cantando,

uno busca un pellón blando


éste un lazo, otro un rebenque,

y los pingos, relinchando,

los llaman desde el palenque.

El que era pión domador

enderezaba al corral,

ande estaba el animal

bufidos que se las pela...

y más malo que su aguela

se hacía astilla el bagual…

Y mientras domaban unos,

otros al campo salían,

y la hacienda recogían,

las manadas apuntaban,

y ansí sin sentir pasaban

entretenidos el día.

(José Hernández, Martín Fierro, Biblioteca de la Nación, 2000)

Y agrega Marechal:

Y como el trabajo penitencial da su fruto de alearía, Cuando se lo cumple


frente a Dios con el ánimo limpio y la conciencia justa, Martín fierro
exclama por fin: “Aquello no era trabajo más bien era una junción”... o
"función", en el sentido de pasatiempo agradable. (Marechal. O.
Completas. Tomo V, p 165).

En la segunda parte del Martín Fierro (año 1879) Fierro se encuentra con
sus dos hijos, y de sus relatos surge que la situación que obligó a nuestro
héroe a exiliarse no ha cambiado, sino que se ha agravado. Al personaje del
viejo Vizcacha, lo interpreta simbólicamente Marechal como aquellos que se
adaptan al estilo invasor y es más, se hacen sus cómplices.

Hay quienes han interpretado "La vuelta" como una adaptación de José Hernández al
nuevo orden de cosas. En la primera parte era un gaucho rebelde, provocador y
pendenciero. En la segunda parte se trataría del gaucho que quiere "civilizarse" y acatar
las leyes. Tal vez en parte es cierto, de hecho no acepta el reto del hijo del moreno
asesinado para batirse a duelo (J. Hernández, op. Cit, p. 89). Pero en lo esencial es el
mismo gaucho, el mismo pueblo, en otra circunstancia histórica.

He visto rodar la bola

y no se quiere parar;

al fin de tanto rodar

me he decidido a venir

a ver si puedo vivir

y me dejan trabajar

Sé dirigir la mansera

y también echar un pial

sé correr en un rodeo

trabajar en un corral;

me se sentar en un pértigo

lo mesmo que en un bagual.

Y le dice al hijo del moreno:

Mas cada uno ha de tirar

en el yugo en que se vea

yo ya no busco peleas,

las contiendas no me buscan;

pero ni sombras me asustan

ni bultos que se menean.

Fierro no quiere pelea, pero no tiene miedo al desafío, varios se interpusieron entre
los eventuales duelistas y Fierro y sus hijos se retiraron del lugar.
Martin Fierro y los muchachos,

evitando la contienda,

montaron y paso a paso

como el que miedo no lleva,

a la costa de un arroyo

llegaron a echar pie a tierra.

(J. Hernández op.cit, p 215)

Atrás quedó el gaucho que se burla del moreno y su compañera, ahora no busca
pelea y evita la contienda. Nuestro héroe quiere reinsertarse en la sociedad, pero no ha
cambiado en lo fundamental: el rescate de su pueblo. El canto 32 contiene los consejos
de Fierro a sus hijos, un rico compendio de moral y ejercicio de las virtudes de valor
universal. En el canto 33 está contenido el sentido misional de la obra y el mensaje para
su pueblo:

Debe el gaucho tener casa,

escuela, iglesia y derechos.

(J. Hernández op.cit, p 233)

Esto no se cumple, fines de la década del 70 y ya Hernández está comprometido


con el Partido Autonomista y el gobierno de Avellaneda, pero advierte que el motivo
fundamental de su literatura y de su acción política aun está pendiente. El pueblo
argentino sigue enajenado de sus derechos, de los cuales destaca especialmente la
propiedad del ámbito del hogar familiar, la educación y el ejercicio de la fe cristiana.

De acuerdo a la interpretación de Marechal, en el canto 33, en la despedida de fierro


de sus hijos y de Picardía, hijo de Cruz, se encuentra la clave del Martin fierro; es el
momento fundamental del poema.

después, a los cuatro vientos

los cuatro se dirigieron;

una promesa se hicieron

que todos debían cumplir:

más no la puedo decir,


pues secreto prometieron.

(J. Hernández op.cit, p 222)

Se dirigen a los cuatro puntos cardinales de la patria, se trata de una distribución


ordenada que Marechal califica de "misional". La promesa es secreta, sin duda se trata
de la misión a cumplir, que para nuestro autor, en su interpretación simbólica, es el recate
del ser nacional y su restitución como único protagonista de su destino. La metodología
de la acción es el trabajo "por abajo", en el humus auténtico del pueblo.

Más Dios ha de permitir

que esto llegue a mejorar

pero se ha de recordar

para hacer bien el trabajo

que el fuego pa calentar

debe ir siempre por abajo.

(J. Hernández op.cit, p 224)


2

Provincia de la Tierra y el Cielo

La Patria es un dolor que aun no


tiene bautismo

Yo venía del sur en caballos e


idilios:

La Patria es un dolor que aún no


sabe su nombre"

(L. Marechal, O. completas, Tomo


I, p.303)

Marechal nos habla de la Patria (con mayúscula) la Patria es la que descubre en su niñez
y adolescencia en Maipú, en el sur, en el corazón de la pampa húmeda y la provincia de
Buenos Aires, en la histórica región del Tuyú. La descubre en el calor familiar, en el
paisaje de pampa, cielo y mar, en sabores, novillos y amaneceres, tristezas y
atardeceres, en diestros domadores. La Patria no tiene límites precisos, se extiende
hasta el horizonte, es hogar que contiene, raíz y savia nutricia, pero es niña aún, no tiene
bautismo, no sabe su nombre. La mirada de Marechal se fija amorosamente en ese
Martín Fierro que es símbolo del pueblo, en ese gaucho que fue desplazado de su
protagonismo histórico y debió refugiarse en el desierto. Pero fundamentalmente su vista
apunta hacia la Patria que hay que construir devolviendo al pueblo su protagonismo, no
ya en la forma tradicional, en una sociedad pastoril, sino en la Argentina que recibió el
fuerte impacto de la modernización y la inmigración en la segunda mitad del siglo XIX.

La Patria es "un temor que ha despertado", "un amor en el umbral", "un peligro
que florece", debemos forjar su riñón, sus costillas de barro, su frente de
hormigón:

Es urgente poblar su costado de arriba,

soplarle en la nariz el cidón de los dioses:

la Patria debe ser una provincia

de la tierra y del cielo"

(L. Marechal, Heptameron, p. 64)


Y en su Didáctica de la Patria expresa:

El nombre de tu Patria viene de argentum ¡Mira!

que al recibir un nombre se recibe un destino

hazte de plata y espejea el oro

que se da en las alturas

y verdaderamente serás un argentino.

(L. Marechal, Heptameron, p. 69)

La Patria provincia de la tierra y del cielo, más allá del horizonte, de los límites
geográficos, se extiende a la tierra toda: universalismo de Marechal,
inseparable de la raíz nacional, pero la provincia debe serlo además del cielo,
el patriotismo marechaliano no se agota en la inmanencia, trasciende hacia lo
alto.

Somos un pueblo de recién venidos

y has de saber que un pueblo se realiza tan sólo

cuando traza la Cruz en su esfera durable

La Cruz tiene dos líneas: cómo las traza un pueblo?

Con la marcha fogosa de sus héroes abajo

(tal es la horizontal)

y la levitación de sus santos arriba

(tal es la vertical de una cruz bien lograda)

(L. Marechal, Heptameron, p.70)

Pero en el mismo nombre de la Patria, Argentina, está la clave de su destino, "argentum"


es plata, y como tal debe reflejar el oro de las alturas.

Está claro que el pensar poético de Marechal no reduce la identidad nacional a lo


gauchesco, hay en su vasta obra varias referencias irónicas a quienes sí lo hacen, o
deformen un sano y necesario tradicionalismo. Ya en 1926 decía:

Las letras rioplatenses, tras un discutible propósito de nacionalismo


literario, están a punto de adquirir dos enfermedades específicas: el
gaucho y el arrabal. Nada habría de objetable en ello si se tratará del
campesino actual que monta un potro y maneja un Ford con la misma
indiferencia; pero se refiere a ese gaucho estatuable, exaltado por una
mala literatura; a ese superhombre de cartón que, abandonando su pobre
leyenda, quiere hoy erigirse en arquetipo nuestro.

(L. Marechal, O. Completas, T.V, p. 235)

Claro está que en la mala literatura gauchesca no incluye, por ejemplo a José Hernández,
Lucio V. Mansilla y Ricardo Güiraldez, como queda claro en otros textos. En lo que
respecta a su amigo Ricardo Güiraldes, en 1935, criticando interpretaciones pseudo-
sociologicas expresa:

La belleza de don Segundo Sombra está en las cosas que pinta y


en las acciones que narra. Se ha dicho, y con acierto, que la
pampa figura en esa novela con el relieve de un protagonista (...)
Diríase que los paisanos de Güiraldes, al moverse, trabajar y
sufrir, solo persiguen la realización de "un gesto". Cuál? El
gesto antiguo y renovado, el gesto propio del hombre, el gesto
que a la vez confirma su nobleza originaria y su rebajamiento
presente.

(L. Marechal, O. Completas, T.V, p. 263)

De Lucio V. Mansilla, en 1949, decía:

No podría salirme del siglo XIX sin dedicar un recuerdo admirativo a Lucio
V. Mansilla, aquel hombre autóctono y ecuménico a la vez, aquel argentino
que con la misma naturalidad, almorzaba ostras en un café de París o
comía un asado de yegua en la toldería del cacique Mariano Rosas. Con la
misma naturalidad, y como sin darse cuenta, escribió una de las obras más
vivas de nuestra literatura: su Excursión a los indios ranqueles. Para ello le
bastó una sola cosa: la fidelidad. Fidelidad a lo nuestro, y fidelidad a sí
mismo.

(L. Marechal, O. Completas, T.V, p 154)

Con respecto a José Hernández, expresa en genial síntesis:


Hay pueblos que nacen para la grandeza del canto: esa vocación se anuncia
tempranamente, mediante algún hecho libre, dado en el orden de la música. Yo
les aseguro que, en ese orden, todo puede y debe esperarse

del pueblo argentino. Y saben ustedes porqué? Porque José Hernández escribió
el Martin Fierro.

(L. Marechal, O. Completas, T.V, p 153)

Estas citas hablan con claridad que nuestro autor no se cierra en un nacionalismo
xenófobo, ni se pierde en ununiversalismo abstracto. No, es raigalmente nacional y
vocacionalmente universal, tal como lo eran los escritores señalados. Tuvo una muy clara
vocación docente alimentada en las escuelas primarias donde durante varios años
desplegó su actividad como maestro, desarrollo en esa línea una intensa actividad para
apoyar la investigación folclórica y su difusión; pero no cae en el "folclorismo", de acuerdo
a lo analizado anteriormente en su crítica el "criollismo" o sería mejor decir al
"gauchismo". En una conferencia de 1949 (-O. Completas, T.V, pp.143/156) hace
referencia a una reunión donde participaba el músico Igor Stravinsky; alguien le preguntó
por el folklore, y él respondió: "ya está hecho". Marechal abona esta breve y certera
definición y agrega que así como lo folklórico ya está hecho, y solo tiene una vigencia
local, el arte es un quehacer perpetuo que busca las vigencias universales. Lo ejemplifica
con la misma obra de Stravinsky:

Pocos artistas han utilizado tan insistentemente como él las melodías folklóricas
de su pueblo y les han dado tanta universalidad, justamente por la virtud
ecuménica de su arte.

(L. Marechal, O.Completas T.V, p 148)

Respecto al folklore nos habla de tres operaciones a realizar:

1) Rescatar del olvido las tradiciones nacionales, y estudiarlas y

certificarlas en su autenticidad (Obra del investigador)

2) Devolver al pueblo esas tradiciones, si es que perdieron su vigencia

(obra del educador y del difusor)

3) Exaltarlas, por el arte, al plano universal de lo trascendente

(obra del creador)

(L. Marechal, O. Completas, T.V, p 148)


El pensamiento y el decir poético de Marechal, así como su compromiso de educador,
trasciende en forma permanente desde lo particular a lo universal, desde lo nacional,
"provincia de la tierra" a la "provincia del cielo". Así lo testimonia Juan Oscar Ponferrada:

Así era Marechal. Un paciente impaciente de la patria. Un avizorador de


la tierra en el cielo y del cielo en la tierra. Por eso no tardó en reconocer
la patria en su pueblo: el de la ciudad que tanto amó y el de aquel campo
sur que tanto recordó con briosa nostalgia. No encandilado pon el
folklorismo sino impregnado a fondo de las esencias del saber popular y
el sentir nacional, supo dar en sus versos y en su prosa la riqueza
esencial del lenguaje argentino que en él se vuelve clásico.

(Graciela Maturo, Marechal, El Camino de la belleza, p 289)

En su "Megafón o la guerra", decribe la doble batalla terrestre y celeste que es necesario


emprender para el rescate y realización de la Patria. En el introito de la novela menciona
el tercer encuentro del autor con Megafón, quien le cuenta de sus andanzas a lo largo de
trece años:

Había trabajado en las zafras de Tucumán, en los algodonales del


Chaco, en las vendimias de Cuyo, en los yacimientos petrolíferos de
Comodoro Rivadavia, en las cosechas de Santa Fe y en las ganaderías de
Buenos Aires.

(L. Marechal, Megafón o la guerra, pp 10/11 )

A través de esa experiencia había sintetizado una conciencia viva del país y sus
hombres, también había frecuentado una "salamanca" de Santiago del Estero, a una
legua de Atamisqui, Megafón se aprestaba ahora a cruzar el mar pues "necesitaba
universalizar ahora lo qué ya sabía de su tierra y su pueblo" ( Megafón, p.11).
3

El partido americano y el partido europeo

''Una lanza española y un cordaje francés

riman este poema de mi sangre"

("Heptameron"- p.60)

El tema de la identidad argentina vuelve recurrentemente en la literatura, el periodismo o


en la conversación cotidiana. Un extremo es el socorrido "Los argentinos descendemos
de los barcos", otro el "gauchismo" y hasta el indigenismo. Para Marechal el gaucho es el
símbolo, especialmente en el "Martín Fierro", del ser nacional extrañado en su propia
tierra, si bien en diversos textos nos previene contra los excesos en su apología. En
pasajes de "Adán Buenos-Ayres" encontramos la clave de la posición del autor al
respecto: en una muy amena reunión familiar en lo de los Amundsen, el grupo de amigos
que integra Adán entabla entre ellos y con Mr.Chisholm un acalorado debate. Los
"criollistas"(Bernini, del Solar, Pereda) exaltan la tradición nacional, criolla, y condenan la
ola extranjera que nos ha invadido desvirtuando nuestra cultura. Samuel Tesler los
contradice hablando de "pavadas criollistas". A su turno Adán Buenos Ayres (que refleja la
posición de Marechal) dice textualmente: "No pudiendo solidarizarme con la realidad que
hoy vive el país, estoy solo e inmóvil: soy un argentino en esperanza. Eso en lo que se
refiere al país. En cuanto a mí mismo, la cosa varía: si al llegar a esta tierra mis abuelos
cortaron el hilo de su tradición y destruyeron su tabla de valores, a mí me toca reanudar
ese hilo y reconstruirme según los valores de mi raza. En eso ando. Y me parece que
cuando todos hagan lo mismo, el país tendrá una forma espiritual" (Adán Buenos Ayres p.
144). Ante la afirmación de del Solar que el país es una factoría, tercia Mr.Chisholm para
exaltar el papel de Inglaterra en nuestro progreso. Allí reacciona el grupo de amigos al
unísono: Bernini retruca diciendo que Inglaterra es el enemigo y a su vez Adán afirma
que “esos bárbaros envueltos en elegantes casimires pretenden civilizar a hombres que
tienen cuarenta siglos de metafísica en la sangre!” (Adán Buenos Ayres p.145). Queda en
claro entonces que Marechal en su "Adán Buenos Ayres" revaloriza la pertenencia a una
tradición occidental, no sajona, encarnada en un "aquí y ahora". "Alighieri, Cervantes y
Shakespeare son tan míos como podrían serlo de un italiano, un español y un inglés"
(Marechal O. Completas, Tomo V, Carta a Dell' Oro p.321), agregando que esa heredad
occidental legítima debe ser cultivada con nuestros cuerpos y almas de americanos.
Domingo Faustino Sarmiento en su "Facundo", plantea el dilema argentino en un
momento crucial de su historia, como la disyuntiva entre Civilización o Barbarie, donde la
primera se identificaba con lo europeo, especialmente Inglaterra y Francia, y la segunda
con lo nuestro original, especialmente laherencia española y católica, y concretamente el
gaucho. En un significativo párrafo de la Introducción del "Facundo", Sarmiento cita a
Guizot, el eminente historiador francés cuando manifiesta que en América hay dos
partidos: el Europeo y el Americano, y que este último es el más fuerte, criticando
también al gobierno francés por su intervención en el Río de la Plata en tiempos de
Rosas. Más adelante dice el sanjuanino:

Y el tirano de la República Argentina se encarga oficiosamente de


completarles la frase, añadiendo: "Traidores a la causa americana!".
¡Cierto!, dicen todos, traidores, ésta es la palabra. ¡Cierto!, decimos
nosotros; ¡traidores a la causa americana española, absolutista,
bárbara! ¿No habéis oído la palabra salvaje, que anda revoloteando
sobre nuestras cabezas? De eso se trata; de ser o no ser salvaje. ¿Rosas,
según ésto, no es un hecho aislado, una aberración, una monstruosidad?
Es por el contrario, una manifestación social; es una fórmula de una
manera de ser de un pueblo.

(D. F. Sarmiento, Facundo, p.30).

Jorge Luis Borges, en el prólogo de la edición de "Facundo" consultada, escrito en 1974,


afirma que la disyuntiva civilización o barbarie es aplicable para entender el proceso
entero de nuestra Historia; “…el Facundo es aún la mejor historia argentina” (Sarmiento,
Facundo, p. 11). Borges menciona a los gauchos como pastores ecuestres, que aquí, en
el sur de Brasil y en las cuchillas del Uruguay, fueron llamados gauchos. Agrega que no
eran un tipo étnico, por sus venas podía o no correr sangre india. Eran gente
rudimentaria, a los que les faltaba el sentimiento de patria. Al final del prólogo dice:

"Diré que si lo hubiéramos canonizado como nuestro libro ejemplar, otra


sería nuestra historia y mejor" (Sarmiento, Facundo, p.17).

Queda muy claro en Borges, al igual que en otros textos suyos, la minimización del valor
del "Martín Fierro" y la exaltación del "Facundo". Dos modos opuestos de valorar la Patria
e interpretarla.
Es oportuno aquí el sagaz análisis de Nimio de Anquín, eminente pensador cordobés, de
la misma generación de Borges y Marechal. En un discurso del año 1966 ( Revista "Jauja"
Enero 1967-p.l5.-), sostiene que el término "bárbaro", lo aplicaban los clásicos para
denominar a los extranjeros no a los compatriotas. En Sarmiento y Borges, y en toda una
corriente que recorre la historia argentina, el bárbaro es el nacido en esta tierra,
especialmente el gaucho, el habitante rural, que abonó con su sangre el nacimiento de la
Patria y todas las guerras de la Independencia. Dice Borges textualmente:

"El gaucho ha sido reemplazado por colonos y obreros; la barbarie no


solo está en el campo sino en la plebe de de las grandes ciudades y el
demagogo cumple la función del antiguo caudillo, que era también un
demagogo" (Sarmiento, Facundo, p. 11).

El pensamiento de Marechal está en las antípodas del de Borges, así como el de José
Hernández lo estaba del de Sarmiento.
Al mencionar a Borges, es oportuno señalar la íntima vinculación que mantuvo con
Marechal. Ambos compartieron la redacción de "Proa", revista literaria, donde también
colaboraba Ricardo Güiraldes. Con posterioridad asumieron la responsabilidad de la
revista "Martín Fierro" (1924), donde ambos se encontron con otros jóvenes, como el
mismo Guiraldes, Macedonio Fernández, Oliverio Girondo, Jorge Luis Bernárdez, Xul
Solar, entre otros. En 1925, en la época de la revista "Martín Fierro", Marechal comenta
un libro de poemas de Borges, al que califica de "…magnífico regalo de belleza que nos
hace"(Marechal, O. Completas, p ); analiza, saboreando, algunos pasajes de esos
poemas:

"Quiero el tiempo allanado;

El tiempo con baldíos de ansias y no hacer nada.

Quiero el tiempo hecho plaza,

No el día picaneado por los relojes yanquis;

Sino el día que miden despacito los mates"

...

"He visto un arrabal infinito donde se cumple una

insaciable inmortalidad de ponientes"

Marechal hace referencia al aspecto más interesante y promisor del Borges poeta: un
criollismo nuevo y personal, un modo de sentir que ya estaba en nosotros y que nadie
había tratado.

Pampa: yo te oigo en las mañeras guitarras sentenciosas

y en los alto benteveos y el ruido cansado

de los carros de pasto que vienen del verano.

(Marechal O. Completas, T. V pp. 412 - 414)

¡Un Borges Criollista!, así lo representa también, simbólicamente, en "Adán Buenos


Ayres". Pero la publicación de este último libro, como sus respectivas opciones políticas,
los alejará. Pero sin duda, lo más profundo, los modos de pensar y sentir a la Patria.
Borges opta por la "Civilización" como Sarmiento, sinónimo del Progreso (con mayúscula)
vinculado al proceso de la modernidad, impulsada por las ideas que venían de Francia y
la revolución científico-tecnológica del mundo anglosajón. Marechal opta por la Cultura,
brevemente definida por Sarmiento en un párrafo anteriormente citado: "…manera de ser
de un pueblo" (Sarmiento, Facundo, p. 130), que Rosas manifestaba. Cultura que según
el filósofo Alemán Ernst Cassirer, consiste en un conjunto de símbolos, los principales
son: lengua, religión, arte y mito.
Por su parte Paul Ricoeur distingue entre civilización universal y culturas nacionales. Los
valores que integran la cultura constan de tres capas, de diverso nivel de profundidad: las
costumbres, las instituciones y lo que él denomina núcleo central ético – mítico:

Las imágenes y los símblolos constituyen lo que podríamos denominar el


soñar despierto de un grupo histórico. En este sentido hablo del núcleo
ético-mítico que constituye el fondo cultural de un pueblo

(Paul Ricoeur. Historia y verdad, p 259)

Con respecto a la distinción entre civilización y cultura manifiesta:

Existen dos maneras para la humanidad de atravesar el tiempo: la


civilización desarrolla un cierto sentido de tiempo, hecho a base de
acumulación y progreso, mientras que la forma con que un pueblo
desarrolla su cultura se basa en la ley de la fidelidad y la creación: una
cultura muere cuando no se renueva ni se re-crea; es preciso que surja un
escritor, un pensador, un sabio, un espiritual, para que relance la cultura
y la meta de nuevo en una aventura y en un riesgo total…El problema
está en no repetir simplemente el pasado, sino en arraigarse en él para
inventar sin cesar.

(Paul Ricoeur. Historia y verdad, pp 260 – 261)

Marechal era nieto de francés por parte de padre y de vasco-español por parte de madre,
de allí lo de "Una lanza española y un cordaje francés riman este postema de mi Sangre"
del epígrafe.
Pero allá en el Sur, en Maipú, en la pampa inmensa y los trabajos y los días de sus
hombres, descubrirá a la Patria:

¿Qué harían en el Sur y en su empresa de toros

un cordaje perdido y una lanza en destierro?

Con la virtud erecta de la lanza

yo aprendí a gobernar los rebaños furiosos;

con el desvelo puro del cordaje

yo descubrí la Patria y su inocencia.

(Marechal, Heptameron- p.60).

En un lúcido ensayo sobre la Argentina, el historiador norteamericano Nicolás Shumway,


analiza desde los orígenes, las dos corrientes culturales que la atraviesan y la dividen a
menudo en bandos irreconciliables. Nos habla de "ficciones orientadoras", en el sentido
de creencias o mitos, necesarias para la identidad de un pueblo, que se dan en cualquier
ámbito geográfico (no solo en el nuestro). Esas ficciones son denominadas por Shumway,
una como "liberal" y otra como "nacionalista".
La primera ficción “…liberal, elitista , centrada en Buenos Aires y en las clases altas
cultas que promueven el éxito mediante la imitación de Europa y los Estados Unidos al
tiempo que denigran la herencia española, las tradiciones populares y las masas
mestizas" (N. Shumway. La invención de la Argentina p. 233). Ubica en esa línea a
Mariano Moreno, Bernardino Rivadavia, Domingo F. Sarmiento y Bartolomé Mitre.
La otra ficción la nacionalista, la describe así:

"La otra corriente de pensamiento, que exponemos ahora, es una


tendencia (o más de una) ideológicamente confusa, mal definida, a
menudo contradictoria, que en ocasiones fue populista (en caudillos como
Artigas y Güemez), reaccionaria (en el clero conservador y Rosas),
nativista (en la gauchesca de Bartolomé Hidalgo) o genuinamente
federalista y progresista (en Urquiza y el último Alberdi)".

(N. Shumway. La invención de la Argentina P.233)

Ubica asimismo como "populistas" a Santiago de Liniers y Cornelio Saavedra (p.37) Cabe
señalar que Shumway utiliza el término "populista" no en sentido peyorativo, como
sinónimo de demagogia, sino como tendencia que ubica al pueblo, concretamente al
pueblo criollo, como referente supremo de su pensar y accionar. Es interesante además
señalar, que esa línea nacional, que pasa por José Hernández, con referencias a Raúl
Scalabrini Ortiz, Arturo Jaureteche y Leopoldo Marechal entre otros, llega hasta el
Peronismo:

En el siglo XX, una élite cosmopolita centrada en Buenos Aires tomaría el


lugar de los morenistas; serían partidarios de palabra de la democracia,
y realizarían todos los gestos de la democracia pluralista, aunque por
debajo su vieja suspicacia ante las clases bajas los llevaría una y otra vez
a apoyar el autoritarismo, en ocasiones uno tan brutal como el que
recomendó Moreno en el Plan. Al otro lado de la falla, los obreros
industriales y los inmigrantes reemplazarían a los gauchos en los
movimientos populistas. Líderes mesiánicos como Juan Domingo Perón y
su esposa Eva Duarte reemplazarían a los caudillos personalistas

(N. Shumway. La invención de la Argentina P.63)

Juan Carlos Scannone S.J. cita a Marechal en su trabajo sobre el "Martín Fierro", donde
hace referencia a que la obra es un grito de alerta, un acusar el golpe nacido
espontáneamente del ser nacional, en su pulpa viva y lacerada, en el pueblo mismo,
cuando este es traicionado (J. C. Scannone, Nuevo punto de partida de la filosofía
latinoamericana, pp. l8l - l82). Afirma Scannone que la categoría "mestizaje cultural" es
fecunda para interpretar nuestro "nosotros ético - histórico",es decir nuestra cultura,
nuestra identidad nacional. Agrega que entiende cultura no como "cultura ilustrada", sino
en el sencido del hetos cultural de un pueblo, es decir "su modo peculiar de habitar en el
mundo, de relacionarse con la naturaleza, con los demás nombres y pueblos, y con Dios”
(Scannone, p.172.). Un pueblo puede no tener un alto grado de civilización y técnica, pero
no por ello deja de ser culto, en el sentido de poseer un estilo de vida qué implica un
sentido de la vida y de la muerte. (Scannone, pp.172 - 173).
Esta categoría de mestizaje cultural es fecunda, dice Scannone, para interpretar
filosóficamente el origen, historia y proyecto de varios pueblos latinoamericanos, entre
ellos el argentino. El mestizaje cultural es fruto del entrecruzamiento de dos dialécticas: la
dialéctica hombre-mujer, de encuentro entre hombres, pueblos y culturas en relación de
fraternidad, y la dialéctica señor- esclavo, de conflicto en relación de dominación. La
prioridad ética y ontológica corresponde a la relación hombre-mujer, sin desconocer la de
amo-esclavo, y así lo entiende el pueblo latinoamericano en un símbolo como el de la
Virgen de Guadalupe, que extiende a todo el continente, o el Tinkunaco (que en lengua
quechua significa "encuentro") fiesta popular de nuestra La Rioja.
La fuerza de la cultura criolla argentina, despreciada como barbarie, acriolló, es decir
mestizó, los valores emancipatorios de las élites ilustradas, luego asimismo lo hizo con
otros valores ilustrados como "escuela", "constitución", "libertades públicas", que se había
usado ideológicamente para hostigar el hetos cultural criollo. Así como asimiló con
fecundidad los aportes culturales de los inmigrantes. Valoriza nuestro autor los aportes del
Irigoyenismo y el Peronismo en ese quehacer histórico, a pesar de sus limitaciones y
ambiguedades. (Ver cita Scannone).
4

Marechal y Scalabrini Ortiz

Pero algo le faltaba a la calle: una metafísica; y


Raúl Scalabrini Ortiz se la dio, en la figura casi
mítica de aquel hombre de Esmeralda y
Corrientes que parado en la esquina famosa era
símbolo del ser “que está solo y espera"

(Marechal, Obras completas T. II, p.317.)

Marechal, al escribir la historia de la calle Corrientes (Tomo II - p.317), rememora la


floración literaria en el sótano del Café "Royal Keller" a partir del año 1927, cuando se
produce su encuentro con Raúl Scalabrini Ortiz. La amistad y las inquietudes comunes los
une a lo largo de los años, ambos adhieren al peronismo naciente entre 1943 y 1945, y
retoman las grandes banderas del Justicialismo en 1955; tienen alto valor simbólico las
palabras dirigidas por Scalabrini a Marechal pocos días después de la caída de Perón:
"Hay que empezar a hacer todo de nuevo. Todo otra vez" (Norberto Galasso, Raul
Scalabrini Ortiz y la lucha contra la dominación inglesa; Ed. pp.98/99). En "Adán
Buenosayres" Marechal representa simbólicamente a varios de sus amigos
"martinfierristas, entre ellos a Scalabrini, el "petiso Bernini", a quien representa como un
apasionado criollista, denunciador del imperialismo inglés. En un pasaje de la obra
mencionada dice Bernini:

"El país no necesita buscar el alma en el extranjero -anunció al fin-

Hay alguien que se la dará, y sin pedírsela. ¿Quién?, le preguntó Adán:

¡El espíritu de la Tierra!

(L. Marechal, Adán Buenos Aires, p 144).

El espíritu de la tierra...con la fuerza de la síntesis poética, Scalabrini expresa una


definición de "este hombre gigantesco" que "es inaccesible para nuestra inteligencia. No
nos une a el mas cuerda vital que el sentimiento" (Raúl Scalabrini Ortiz, El hombre que
está solo y espera, p.19).
Manifiesta que este Espíritu de la Tierra:

Es un arquetipo enorme que se nutrio y creció con el aporte


inmigratorio, devorando y asimilando millones de españoles, de italianos;
de ingleses, de franceses, sin dejar nunca de ser idéntico a sí mismo, así
como usted no cambia por mucho que ingiera, trozos de cerdo, costillas
de ternera o pechugas de pollo. (...) Solamente la muchedumbre innúmera
se le parece un poco. Cada vez más, cuanto más son.

(S, Ortiz, p.19)

Se trata, ni más ni menos, que la identidad nacional, el ser de la Patria, criollo,


culturalmente mestizo. Para descubrirla el autor crea en su fecunda fantasía un prototipo:
el hombre de Corrientes y Esmeralda, una partícula de Buenos Aires, pero en quien está
presente la Argentina toda:

El hombre de Corrientes y Esmeralda es un ente ubicuo: es el hombre de


las muchedumbres (...) es el vértice en que el torbellino de la argentinidad
se precipita en su más sojuzgador frenesí espiritual (...) El hombre de
Corrientes y Esmeralda esta en el centro de la cuenca
hidrográfica,comercial, sentimental y espiritual que se llama Republica
Argentina.

(S, Ortis. pp.34 - 35).

El hijo de inmigrante no es descendiente de su progenitor, salvo en su fisiología, no, es


hijo de la tierra. Nos habla Scalabrini de la maravillosa digestión de cuatro millones de
italianos:

cuyos años postrimeros vivimos, no han dejado más remanente que sus
apellidos y unos veinte italianismos en el lenguaje popular, todos muy
desmonetizados.

(S. Ortiz, p.39).

Esto lo expresaba el autor alrededor de 1930. Nos dice que Buenos Aires estuvo a punto
de europeizarse ante la avalancha inmigratoria, de quedar segregada de la pampa que la
nutria, pero no fué asi:

La ciudad llamada versátil desenvolvía su voluntad implacable, y en


treinta años pasmosos y crueles enderezó el derrotero por la que la había
desviado la pujanza de la horda inmigratoria (S. Ortiz. p.48)

Scalabrini analiza a quienes desde fines del siglo XIX, con una férrea creencia en el
progreso y la ciencia, se aliaron al capital extranjero, fomentaron la inmigración europea,
tendieron ferrocarriles, construyeron puertos, colonizaron, pero: "En esas procuraciones
se atarearon y desatendieron el espíritu del pais" (S. Ortiz. p.55).

José María Rosa en el prologo de "El nombre que está solo y espera" de junio de 1964
expresa que "Adán Buenos Aires es Raúl Scalabrini Ortiz"(p.15), el hombre de Corrientes
y Esmeralda, hombre de la clase media argentina que ha despertado al sentimiento de
nacionalidad; es un multígeno, producto del entrechoque de muchas razas, pero de
ninguna manera un híbrido.

Adan Buenos Aires, hijo posiblemente de gringos traídos por Alberdi y


alumno seguramente de la escuela de Sarmiento, pero que pisa esta tierra
y se siente impregnado del espíritu que puede más que la sangre o la
educación"

(S. Ortiz. p.14).

Curiosamente José María Rosa no menciona a Marechal, pero sí a su Adán Buenos


Aires, lo que nos da un hilo conductor para pasar al análisis comparativo entre ambos
amigos, apasionados buscadores del alma de la Patria.
En consonancia con la poética scalabriniana sobre la fuerza de la tierra y el
descubrimiento su espíritu, descuidado todo ello por quienes solo atienden a los aspectos
materiales del progreso, dice bellamente Marechal:

La Patria era una niña de voz y pies desnudos.

Yo la vi talonear los caballos frisones

en tiempo de labranza,

o dirigir los carros graciosos del estío,

con las piernas al sol y el idioma en el aire.

(Los hombres de mi estirpe no la vieron:

sus ojos de aritmética buscaban

el tamaño y el peso de la fruta.)

La Patria era un retozo de niñez

en el Sur aventado, en la llanura

tamborileante de ganaaerías.

Yo la vi junto al fuego de las hierras:

estampaba su risa en los novillos;


o junto al universo de los esquiladores,

cosechando el vellón en las ovejas

y la copla en las dulces guitarras de setiembre,

(No la vieron los hombres de mi clan:

sus ojos verticales se perdían

en las cotizaciones del Mercado de Lanas.

(M. Marechal. Heptamerón. pp 60/61)

En "Megafón o la guerra", nos habla a partir del retrato de Gregoria Igarzábal (hija de un
Coronel). Gregoria "estuvo en la frontera exacta de una posibilidad" (Megafón, p.l53). La
posibilidad era desde el ejemplo de los mayores que habían ofrecido su vida en las luchas
por la independencia y la soberanía de la Patria, llevar adelante el patriciado que se formó
en las batallas. "Una línea de patricios que sabe conducir a un pueblo según el orden
celeste y terrestre" (Megafón, P.156). Pero ese Patriciado degeneró en una Oligarquía.

El Patriciado entró en un complejo de inferioridad ante los estilos ajenos


que lo llevó a desertar el suyo y a entregarse a una parodia ridicula de
todo lo foráneo"

(Megafón. p.156).

Megafón habla de dos grandes batallas, una terretre y otra celeste, que hay que librar en
Buenos Aires. Buenos Aires destruye pero también reconstruye, asegura que los porteños
están en minoría y que:

"Buenos Aires es por ahora y no sé hasta cuando el único centro de


universalización que tiene la República".

(Megafón. P.89)

Se trata de la universalización de las esencias nacionales, Buenos Aires es el centro


desde donde la nación se mira en unidad, se universaliza y trasciende.
5

Marechal y el cristianismo

"Por aquéllos años, en los Cursos de Cultura


Católica y en las reuniones del Convivio que
gobernaba con alegres teologías el inolvidable
César Pico, fui conociendo a los jóvenes
nacionalistas qué orientaban a lo político sus
vocaciones"

(L. Marechal O. Completas, T.V, p. 385)

Cuenta Marechal que en su segundo viaje a París en 1929 abordó el estudio ordenado de
las epopeyas clásicas, la lectura de platón y Aristóteles, en su relación con San Agustín y
Santo Tomás de Aquino, lo que originó una crisis espiritual que dio a su existencia una
orientación definitiva (O. Completas T.V p.335). Los versos de "Laberinto de amor" es el
primer fruto de esa crisis espiritual; su inseparable amigo Francisco Luis Bernárdez sufre
una crisis similar, que se manifiesta de su poema "Buque (O. Completas T.V p.335).
Marechal se reencuentra con el Cristianismo, y a su regreso a la Argentina se integra en
los Cursos de Cultura Católica. Marcelo Sánchez Sorondo testimonia la amistad de
Marechal y Bernárdez y le pertenencia a los Cursos:

Nos habíamos conocido (con Bernárdez) en las postrimerías de la década


del 30 en las tertulias de la librería de Enrique Lagos en cuyos anaqueles
se apilaban en el subsuelo próximo a la entrada de la amplia casona de la
calle Reconquista donde tenían su sede los Cursos de Cultura Católica
(..) Francisco Luis Bernárdez y Leopoldo Marechal que reinaban con
idéntico esplendor en el Olimpo de las letras eran por entonces amigos
inseparables.

(G. Maturo, El camino de la belleza, p.291).

Tras la reunión en los Cursos solían dirigirse los tres -Sanchez Sorondo y los dos poetas-
a un bodegón: "La corneta del cazador": allí en amable tertulia:

"Y mientras Marechal con su cabeza leonina, su pipa soñadora y su


mirada en lontananza, optaba por el mutismo complaciente, Paco
Bernárdez con su voz desnuda, casi metálica, que se prestaba al
sarcasmo, referia anécdotas chispeantes"

(G. Maturo, p.291).


A su vez Máximo Etchecopar dice que comenzóa frecuentar a Marechal entre 1934 en los
Cursos de Cultura Católica y que solía concurrir a las tertulias de "La corneta del
cazador". (G. Maturo-p.290)

Los Cursos de Cultura Católica fueron iniciados por un grupo de jóvenes laicos en 1922
con el propósito de cultivar las principales disciplinas que integran la doctrina católica. El
documento inicial fué formado por Rafael Ayerza, Juan Antonio Bourdieu, Tomás
D.Casares, Atilio Dell’ Oro Maini, Faustino J.Legón, Samuel W.Medrano, Uriel O'Farr,
Octavio Pico Estrada y Eduardo Saubidet Bilbao. Tomás Casares manifestaba en un texto
que los Cursos habían nacido ante la conciencia de muchos católicos del divorcio
existente entre fe e inteligencia. Los cursos se extendieron hasta 1947 y fueron el
antecedente para la creación UCA/59. Al comienzo se desarrollaron cursos de Filosofía,
Historia de ia iglesia y de Sagradas Escrituras. Recibieron a ilustrees visitantes; fundaron
un departamento de folclore, Una escuela de filosofía, se organizó una biblioteca, una
librería. También los ejercicios y retiros espirituales, como los predicados por Don Orione
(hoy San Luis Orione). En el aspecto social fundaron la Conferencia Vicentina de los
Cursos. La revista "Criterio" fue fundada en 1928 por la mayoría de los iniciadores de los
Cursos y su primer Director fue Atilio Dell’ Oro Maini; la revista oficial fué la revista
"Ortodoxia", en esta revista se publicaron colaboraciones de Marechal como "Recuerdo y
meditación de Berceo" (O. Completas, Tomo V- p.117).
Los grandes animadores de los Cursos fueron Tomás Casares, Atilio Dell’ Oro Maini y
César Pico. Los dos primeros compartieron la dirección durante varios años y Pico ejerció
su magisterio en el Convivio. Tomas Casares, al igual que Marechal, adhirió al Peronismo
naciente, fue el único integrante de la Suprema Corte de Justicia que no fue removido de
su cargó y ejerció sus funciones hasta 1955, ejerciendo la presidencia entre 1947 y 1949.
Casares, en su carácter de Ministro de la Corte, fué quien elaboró la jurisprudencia que
otorgaba prevalencia a la justicia del bien común de acuerdo a la reforma constitucional
de 1949 (J.Wall, Generación de 1940, pp.36/37).
El Padre Leonardo Castellani, su amigo, quizá el intelectual más destacado que haya
dado la Iglesia Católica en la Argentina, según el testimonio de su discípulo Padre Héctor
Mandrioni, le expresa en una carta:

"Me había hecho un deber de pagarle a Vd. y al Prof. Arizaga la vista de


Barcelona; y me había proyectado un placer de hablar con Vd. acerca de
su admirable libro "Adán Buenosayres" y mil otras cosas; pero los azares
de este tiempo, mala salud y una orden precipitada de marcha a Salta me
lo impiden...por ahora; puesto que espero bajar dentro de un mes y darme
ese gusto. Su
libro me ha confirmado con fuerza en que Vd. es un gran poeta. Tiene el
don de la fuerza, la más alta cualidad literaria, un empujé épico. Por eso
mismo provoca en algunos tan fuertes resistencias, negativo de la
admiración que suscita en otros. Su descenso a los infiernos bonaerenses
es muy superior al de Quevedo, y es profundamente original. En fin, le
aseguro que con él he gozado y he aprendido mucho"

(Carta de L.Castellani. a L.Marechal del 1/11/49- Gentileza de María de


los Angeles Marechal).
La carta es de 1949; Castellani y Marechal compartieron su pertenencia a los Cursos de
1940). Como lo testimonia Graciela Maturo, los textos bíblicos fueron una de las grandes
fuentes de nuestro autor. Hay varios que fueron permanentemente releídos: el Génesis, el
Cantar de los cantares de Salomón, los evangelios y el Apocalipsis de San Juan. Adán es
el primer hombre, pero también el primer poeta, el que pone nombre a las cosas; para
Marechal es un arquetipo, la elección del nombre de Adan Buenos Ayres y el rol que le
asigna en su obra así lo demuestra. Dice Maturo que las citas bíblicas no son puntuales,
sino referencias a veces remitidas a su fuente y otras asimiladas en el propio discurso. El
Apocalipsis tiene gran relevancia en el banquete de Severo Arcángelo", su segunda gran
novela.
Dante Aliguieri, el gran poeta florentino, es quien protagoniza la íntima relación entre el
humanismo antiguo y la doctrina cristiana. Marechal fué un estudioso y admirador de
Dante, y muchos de sus conceptos, figuras y situaciones simbólicas relacionan su obra
con la del florentino.(ver, G.Maturo-pp.218/230).
Es muy vasta y rica la presencia de la fé Cristiana de Marechal en su poética, pero
bastará con algunas muestras. El cuarto día de su Heptameron, lo dedica a El Cristo
(pp.105/118). Ubicándose en la Edad de Hierro, en la Argentina simbolizada por la plata
de su nombre dice Cultura Católica. Es de destacar además que ambos, al igual que
Casares, Dell Oro Maini y Pico, como también Bernárdez, Borges y Scalabrini Ortiz,
pertenecieron a la brillante generación X (la de los nacídos entre 1888 y 1902) (Ver
J.Wally. Generación Argentina de:

Habitante del hierro y en témporas de hierro,

yo busco el oro que vuelve

sobre llanuras de plata

fundida ya siete veces.

(Heptameron p. 105)

Llama a Cristo el Adan segundo y a María la Eva segunda. En el canto 18 Cristo


comparece ante Pilatos:

Después bajo sus telas imperiales,

El Hombre que se Lava la Manos le pregunta:

“¿Qué cosa es la Verdad?”

Y la mira de frente y no la ve,

preguntador de hierro bajo sus ropas claras.

Al silbo amoroso del viento

se oponen orejas de hierro,

y el Cristo es el oro que vuelve

pisando llanuras de plata


Cristo resucita y su madre no lo encuentra en la tumba:

Su madre lo buscaba entre las tumbas:

no lo encontró aleluya!

¡Y adiós hermano en plata o en retorno

Llora, si quieres, por el Cristo roto:

besa la flor caliente de sus llagas ahora!

Yo, Leopoldo el redento, preví la gran astucia

y el teorema celeste que nos fue demostrado

por la obediencia de la Rosa,

por las dos fases del Cordero,

Y oye lo que te digo, hermano en plata:

no volveré a llorar junto a la Cruz.

Si Cristo es Oro en referencia a la Edad de Oro, en que el hombre:

"tenía una inteligencia sublime y no estaba sometido a necesidades


groseras, debió cumplir un solo trabajo: le contemplación de la Unidad
en las criaturas y de las criaturas en la Unidad. ¿Para qué demonios iba
él a construir monumentos, acueductos o water-closets?" (...) "La acción
vendría después, en etapas inferiores, hasta culminar en esta Edad de
Hierro que ahora vivimos y que tiende a oponer la "acción pura" del
hombre de hierro a la "contemplación pura" del hombre de oro." (Adán-
p.128)

Interpreto que la Rosa obediente es Santa Rosa de Lima a quien Marechal dedicó un
bello ensayo: Vida de Santa Rosa de Lima" (Ed. Castañeda- 1977). En un poema de
1940, "Cantilena de Santa Rosa de Lima", recogemos los últimos versos:

Cuando murió llamaron todas

las campanas del aire a "bodas.

y ángeles dábanle cortejo

desde Lima, la suave, al cielo


Y a Rosa va nuestra

para que por su intercesión

Cristo nos dé su paz ahora,

y después de morir la Gloria

de sus moradas.

(O. Completas, Tomo I, p 233)

El sexto día del Heptameron lo dedica Marechal a La Erótica, y en el canto nro. 30


expresa bellamente, en pasajes donde late la Esperanza:

Laus Deo in excelsis canta la ultima estrofa.

Yo tuve dos encuentros con Amor: en Maipú y a la hora de atizar los caballos,

y en el Tuyú, junto a la mar desnuda.

Por el tercer encuentro

se desvela mi alma

(Heptameron p 184).

La Patria de Marechal es la terrestre, esta Argentina convocada desde su nombre a ser


de plata y reflejar el Oro de las alturas, pero como camino a la Patria de Oro, la de la
Verdad, el Bien y la Belleza. La Argentina debe ser una Provincia de la Tierra y el Cielo.
El compromiso supremo debe ser con el Evangelio:

"Todo escritor, por el hecho de serlo, ya está comprometido: o


comprometido en una religión, o comprometido en una ideología político-
social, o comprometido en una traición a su pueblo, o comprometido en
una indiferencia o sonambulismo individual, culpable o no culpable. Yo
confieso que solo estoy comprometido en el Evangelio de Jesucristo, cuya
aplicación resolvería por otra parte, todos los problemas económicos y
sociales, físicos y metafísicos que hoy padecen los hombres."

(O. Completas Tomo V p.4O3)


6

El Restaurador, el Hombre del Silencio y el Líder

"Y sostengo ahora que la gran virtud del


justicialismo fue la de convertir una "masa
numeral" en un "pueblo esencial" , hecho
asombroso que muchos no entienden aun, y
cuya intelección será indispensable a los que
deseen explicar el justicialismo en sus
ulterioridades inmediatas y mediatas, o a los
que se pregunten por qué, desde 1955, nuestro
país es ingobernable"

(Marechal, Obras Completas, T.V- p.386)

A Marechal, tras la adhesión juvenil al Socialismo, lo podemos identificar histórico -


políticamente en la línea Rosas - Yrigoyen - Perón, al igual que otros grandes de su
generación que adhirieron entre 1943 y 1945 a las ideas justicialistas y al liderazgo de
Perón, entre otros podemos mencionar a Raúl Scalabrini Ortiz, Arturo Jauretche, Tomás
Casares, Ernesto Palacio, Diego Luis Molinari, Ramón Doll, Armando Cascella, Leonardo
Castellani, Nimio de Anquín y Carlos Astrada y José Luis Torres, auténtica constelación
de Inteligencia Nacional que nutrieron con su pensamiento y acción el "humus" histórico
de la Patria. Sobre
Rosas, a cuyo gobierno califica de "Dictadura", destaca la fascinación que ejercía sobre
los hombres del pueblo criollo, como así también sobre negros y pardos, también los
inmigrantes extranjeros:

se debió, quizás, a la conciencia de algún orden o de cierta rectitud


rosista que luego se hizo proverbial y cuyo elogio se oía hasta no hace
mucho en boca de la gente del pueblo" (O. Completas Tomo.II- p.304).

Marechal no deja de reconocer la violencia de los mazorqueros y las delaciones que


daban lugar a destierros y persecuciones y otros abusos de poder.
Rosas era un auténtico gaucho, hecho desde su adolescencia en las rudas tareas del
campo:

"Aprendió a degollar y a desollar, en un santiamén, a los animales; pudo


galopar gambeteando los cangrejales sin hundirse en ellos; supo
defenderse instintivamente de los peligros del campo; penetró con
agudeza en el alma del gaucho y se identificó con ella"

(Carlos Ibarguren, Juan Manuel de Rosas.


Su vida, su drama, su tiempo p.21).

Leonardo Castellani expresa en bella poesía:

Don Juan Manuel de Rosas llevó la Pampa a una Nación

Cuyo nombre no se puede pronunciar

una cosa así como San Antón o Sud Sansón

Que se traduce Boloña sobre el mar

Plantó una tranquera de álamo y dos teros

Un caballo y quizás, un chajá

El madrugar y el tranco lento de los estancieros

en la línea del Salado, allá

(...)

Sintióse en una ventolera de la pampa infinita

Hollando en un potro la gramilla helada

Oyó como una voz de lejos: "¿Cómo anda tatita?"

Y se oyó a sí mismo muy lejos: NIÑA, NO ES NADA

(L. Castellani, Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, 1960, pp.261/62)

Rosas fue un gaucho, y como tal lo ha representado la estatua ecuestre obra de Ricardo
Dalla Lasta, inaugurado el 8 de noviembre de 1999.
Sobre Hipólito Yrigoyen, otro criollo cabal, Marechal reconoce luces y sombras:

"Por aquel entonces el radicalismo, a la sombra de don Hipólito


Yrigoyen, se constituía en otro polo atrayente de las masas. Es evidente
que Yrigoyen era un conductor nato de los que suscitan casi mágicamente
la fe y la esperanza dé la multitud"

(O. Completas- T.V- p.384).

Agrega nuestro autor que Yrigoyen obtuvo el asentimiento de una gran mayoría, pero que
fue solo de cuño sentimental: "Y como "en potencia" de los actos que debía cumplir el
líder y que no se dieron jamás" (Marechal- T.V- p.385)

Don Hipólito, según Manuel Gálvez, tenía mucho del estoicismo y de la sabiduría de los
viejos gauchos, en su vocabulario se refleja además esa idiosincrasia.

"La psicología de Yrigoyen no es la del porteño típico (...)

Tiene, en cambio, mucho del hombre de campo: la sabiduría del gaucho,


que

Se parece a la sabiduría natural del hombre de los viejos pueblos.


Recuerda

a los provincianos por su reposo, su lentitud, su modo de escuchar, su

vocabulario. La soledad del campo ha influido en su espíritu y en su vida.

Y si no es un porteño típico, no cabe duda de que es un argentino típico"

(Manuel Gálvez, vida de Hipólito Yrigoyen, p.224)

Marechal adhiere a la Revolución del 4 de junio de 1943 y ocupa diversos cargos


públicos, siempre en el área cultural y educativa. En la segunda mitad de 1943 fue
designado presidente del Consejo de Educación en la Provincia de Santa Fe. Como
Director Nacional de Cultura entre 1944 y 1948. Director General de Enseñanza Superior
y Artística desde 1948. Presidente de la Comisión Nacional de la Tradición y el Folclore
desde 1947.
Sobre el movimiento del 4 de junio dice nuestro autor que activa principios generales con
respecto a la recuperación nacional, que ya venía germinando profundamente en la
conciencia nacional. El 4 de junio abandona el campo de la teoría y pasa a la práctica:

El país ha sido enajenado y la raíz de su penuria está en su misma


enajenación; es necesario recobrar el país, a todo trance, aquí y ahora.
(O.Comp.- T.V- p.132).

Esto lo escribe en 1947, el concepto fundamental es el de la enajenación, y lo retoma con


gran vigor poético en su disertación sobre el valor simbólico del Martín Fierro en 1955.
Los principios generales del movimiento revolucionario deben particularizarse para
encarnarse en una material real, que condiciona la acción; de allí el carácter de arte de la
política. Afirma que entre los hombres de junio había uno, Juan Domingo Perón, que:
Trabajaba la materia real del país con un concomiento exacto de la
misma (...) Y se vio entonces que el país entero vivía una revolución
auténtica y no un mero simulacro (O.Comp. T.V-p.132).

Afirma Marechal que la Revolución liderada por Perón tiene dos caracteres propios que
la diferencian de otras del siglo XX y que son:
a) Si humanismo, no se basa en una doctrina del astado, sino en una doctrina del
Hombre, tendiente a lograr una adecuación del Estado al Hombre.
b) Búsqueda de la reivindicación integral del hombre argentino, basado ésto en un
conepeto integral del hombre como un compuesto de cuerpo y alma; el hombre es
individuo en cuanto a su naturaleza corporal y es persona por su naturaleza espiritual. La
obra de la justicia social tiende a restituir al hombre la dignidad de su cuerpo, a través de
nuevas y generosas condiciones de vida, y también su decoro de criatura espiritual, a ello
tiende la implantación de la enseñanza religiosa en las escuelas:

El nuevo Estado argentino reconoce la naturaleza trascendente del


hombre y que destino sobrenatural, con lo que totaliza su noción de la
unidad humana y propende s su entera realización"
(O. Comp.-T.V.- p.133)

Dice que la revolución del 17 de octubre es la única verdaderamente popular de nuestra


historia, donde las masas se reúnen no por sentimentalismo o resentimiento, sino por una
conciencia doctrinaria.

"Y sostengo ahora que la gran obra del justicialismo fue la de convertir
una masa numeral en un pueblo esencial o esencia1izado"

(L. Marechal, Cuaderno de navegación, p.151).

Masa numeral y pueblo esencial, ricos conceptos que coinciden con los de Pío XII al
caracterizar la democracia en 1944: la masa, afirma, es la enemiga de la verdadera
democracia y de su ideal de libertad e igualdad, pues es inerte y no puede recibir
movimiento sino de fuera. El pueblo en Camvio "vive de la plenitud de los hombres que
la componen, cada uno de los cuales -en su propio puesto y a su manera- es persona
consciente de sus propias responsabilidades y de sus convicciones propias" (Pío XII, La
Democracia, p.10). El Estado debe ser la unidad orgánica y organizadora de un
verdadero pueblo.

Afirma Marechal que el capitalismo y el comunismo son antagónicos entre sí, pero que
tienen un común denominador materialista, ambos conciben al nombre como a un
individuo económico y no como una persona intelectual. El Peronismo retoma los
conceptos tradicionales del hombre y su destino y se ubica "lanzado entre dos corrientes,
el capitalismo y el marxismo" (O. Comp. T.V.-p.l33)
En su "Autopsia de Creso", nuestro autor desarrolla, con notable despliegue metafórico,
una visión de la historia universal, un análisis del presente y una proyección al futuro. Nos
habla de cuatro personajes que deben cumplir la funciones necesarias de la sociedad:
Tiresias, el sacerdote, que es el puente hacia lo sobrenatural. Ayax, el soldado, que debe
ocuparse del orden y la justicia temporales y su defensa. Creso, el rico, que ha de
producir y distribuir la riqueza material. Gutiérrez, el siervo, es el ayudante de Creso.
Respectivamente simbolizan a la Iglesia, al Estado secular, al burgués y al trabajador.
Las riendas que controlan a Creso tienen que estar en manos de Tiresias, desde el punto
de vista espiritual, y de Ayax, en lo temporal. En nuestros tiempos, la llamada
modernidad, y muy en especial con el proceso de la Revolución Francesa, Creso accede
al poder mundial, subordinando a Tiresias y Ayax. Hay varios antecedentes de esta
mentalidad individualista burguesa ya en el Renacimiento, con sus banqueros
internacionales.

Y, a mi juicio, Renato Descartes es el paradigma de la mentalidad


burguesa en tren de filosofar por su cuenta y riesgo. Este primer líder del
racionalismo burgués, cuyo representante último ha de ser Carlos Marx,
parte de la "duda" que según dije ya es una inclinación de Creso hija de
su natural desconfianza." (Cuaderno de navegación, p.51).

En párrafos de expresiva fuerza afirma:

Al acaparar la riqueza, el Hombrcito Económico da en una locura


criminal: es una "locura", pues más allá de sus necesidades individuales,
amontona en números abstractos y estériles en sí; y es "criminal" porque
la estéril "potencia" que acapara él significa, "en acto", el pan, el vestido
y el techo del pobre que no los tiene. Así mirada las cosas, yo no vacilaría
en sostener que la propiedad es un robo.

(Cuaderno de navegación, p.55).

Creso desde el punto de vista político se hizo liberal, y proclamó todas las libertades, que
no le costaban un centavo, pero lo que más le interesaba era el liberalismo económico, la
libertad de empresa y, "otras libertades útiles para enriquecerse a sí mismo (...) contra la
salud del organismo social a que pertenece."(Cuaderno de Navegación p. 55). Con
respecto a Tiresias y Ayax, intentó inclinarlos a su favor, lo que logró pues Tiresias se
distrajo en las exterioridades del Templo, con menoscabo de la doctrina y Ayax llegó a
derramar su sangre por defender los mercados exteriores del Hombrecito Económico. En
nombre de Gutiérrez ("el pobre absoluto"), un burgués, Carlos Marx inventó "la dictadura
del proletariado" para suceder al burgués "Lejos de abrir unamanecer, como aun lo creen
muchos, la doctrina de Marx (...) fué como una victoria final del Hombrecito Económico."
(Cuaderno de Navegación, P.71).
Dice nuestro autor que el marxismo propone un sistema distributivo de la riqueza que no
es original, ya que según los Hechos de los Apóstoles, los primeros cristianos poseían en
común todas las cosas. Además instala un estatismo económico, que en principio es
bueno para realizar lo que no hace el capitalismo. Pero también ocurre que el trabajador
sigue explotado y sometido:

En cuanto a Gutiérrez, está, como de costumbre, al servicio de todos y,


como ayer, sin comerla ni beberla: su famosa "dictadura" (la del
proletariado) no salió de una mera enunciación "teórica", ya que según
era previsible, otras clases ejercen su "tutoría" y gobiernan por él.
(Cuaderno de Navegación, p.75)

Sin duda que Marechal pensaba en la Tercera Posición de Perón y en la Doctrina Social
de la Iglesia como remedio para los males de esta "Edad de Hierro" (L. Marechal, El
Banquete de Severo Arcangelo- p.118), en que Capitalismo y Comunismo se enfrentaban
en la llamada guerra fría.
A la misma hora, el Papa, en su Vaticano, escribe una encíclica donde
recuerda las terribles exhortaciones del Evangelio. Por su parte Nehrú,
De Garulle y Nasser piensan en un Tercer Mundo que veinte años antes
se atrevió a idear un argentino ahora en el destierro"
(El Banquete de Severo Arcangelo p.33)

En “Megafón”, de acuerdo a la interpretación de Graciela Maturo, están representados


tanto Juan Domingo Perón como el mismo Marechal:

"Megafón es nuevamente un personaje compuesto, que apunta incisivamente en nuestra lectura, a


dos referentes históricos: Juan D.Perón, el líder ausente, cuyo regreso se insinúa, líder que
alecciona y convoca a los argentinos en esos años a través de mensajes, cartas y cintas grabadas,
y Leopoldo Marechal, cuyos rasgos filosóficos, poéticos y políticos asume visiblemente"

(Graciela Maturo, Marechal, El camino de la Belleza, p.l53).

Desde 1955 el pueblo ha sido derrotado y el líder ausente; además del Gobernante
Depuesto, y junto a otros "depuestos" está el Poeta Depuesto, es decir Marechal,
ignorado y marginado durante varios años. Tanto en “Megafón”, como en otros textos,
nuestro autor le dedica un emocionado recuerdo al Gral.Juan José Valle que encabezara
un frustrada rebelión cívico-militar en 1956 y que fuera fusilado en el Penal de avenida
Las Heras:

En cuanto a la ejecución de mi General, no me subleva tanto en sí misma:


es un gaje posible de la acción y el que admite una acción debe admitir
sus consecuencias. Lo que me repugna es que se haya hecho en la
Penitenciaría Nacional y bajo el techo del crimen. Si hay que fusilar a un
soldado, ¡que sea en una casa de soldados!. ¡Lo exigen el estilo y el
honor! (Megafón- p.14)

Marechal asocia los derrocamientos de Rosas y Perón a reacciones oligarcas contra


gobiernos populares:

¿Entiende usted que la dramática historia de Juan Manuel se debió a un


coletazo precoz del Gran Oligarca?- Parecía evidente - le dije: todo lo
popular le afectaba y le afecta al miocardio. Lo que aseguro es que a otro
coletazo del Gran Oligarca se debió la historia reciente de Juan
Domingo. Y aun se resistirá, ¡no lo dude!, mientras un aliado interior y
otro exterior lo sostengan por las agallas. (Megafón, p.161)

En su trabajo "El poeta depuesto" (Cuaderno de Navegación, p.165), nuestro autor


analiza magistralmente la significación histórica de Perón y el movimiento que encabezó,
sus virtudes y errores, la contrarrevolución que lo derrocó, sus efectos y algunas
perspectivas del futuro nacional.
Afirma que en 1946 triunfa en elecciones democráticas y accede al poder una revolución
doctrinal que ni siquiera se había organizado aun en partido, revolución en paz, primera
marca de benignidad al decir del poeta. Por ser multitudinaria, la revolución induce a los
gobernantes a cierta unanimidad de pensamiento y acción, lo que le da al conjunto el
carácter de una dictadura.
Este proceso tiene que defenderse de sus agresores y junto a la propaganda de sus
actos, suele dar en abusos tiránicos. Reconoce entonces Marechal que, desde cierto
punto de vista, se puede calificar de dictadura con abusos tiránicos, a los dos primeros
gobiernos peronistas. Pero hay que ver que desde sus inicios el gobierno peronista tuvo
intentos contrarrevolucionarios, que lo llevó a restringir algunas libertades individuales. A
pesar de los intentos golpistas- como por ejemplo el de 1951- el justicialismo tuvo una
segunda marca de benignidad, no acudiendo al recurso de la pena de muerte como si lo
hizo la contrarrevolución que lo derrocó. Nos habla Marechal de dos factores internos que
debilitaron al gobierno revolucionario: el primero fue la legión de obsecuentes, que suelen
envolver al gobernante con adulaciones mentirosas, que lo hacen desconectar de la
realidad y a tender a una exaltación exagerada de su personalidad,

"y si te dejas arrastrar por esa corriente, vendrá la hora en que se


aburrirán los tuyos de tu sonrisa o tu oratoria de líder, olvidando lo
mucho bueno que ya hiciste y lo que de tí se aguarda todavía"
(Cuaderno de Navegación, p.154).

Pero más que este factor, más grave aún, un hecho esencial deterioró el prestigio del
justicialismo. El Justicilismo es una doctrina nacional y popular, es decir que abarca el
pueblo íntegro, abarcando todas las clases sociales; se debía integrar a esas clases en un
nivel de conciliación y armonía.

Desgraciadamente, y tras las primeras euforias, el movimiento comenzó a


exteriorizar una tendencia no feliz a nivelarlo todo por abajo" (Marechal,
C.N. -p.155).

Se arriesgó al movimiento nacional en la limitación de un movimiento clasista.


Se suele atribuir la caída del gobierno peronista a dos hechos desencadenantes: el
contrato petrolero con la California y el conflicto con la Iglesia, dice Marechal que el
primero no se concretó y que fue lanzado solo con fines de estrategia exterior. En cambio
el segundo fue una lamentable realidad. Dice nuestro autor que el conflicto no fue en
realidad contra la Iglesia Católica, sino con algunas jerarquías eclesiásticas:

Los jerarcas del clero a que me referí (los conozco a todos y llegué a
saber de algunos arrepentimientos) dormitaban la siesta de su mentalidad
liberal; y les pareció más útil buscar la paja en el ojo del justicialismo
que la viga en el propio (...) Jugaron a favor de las minorías nacionales e
internacionales que buscaban el fin del Justicialismo (...) Claro está que
todas esas circunstancias no libran al justicialismo de su culpa; y su
culpa radica sobre todo en haber contestado a esa provocación y en
haber mordido aquel anzuelo burdo.

(Marechal- C.N. pp.156-157).

Recuerda nuestro autor el juicio de algunos peronistas que si el Justicialismo cayó fué
porque se hizo una revolución a medias; dice Marechal que no fue así, sino que se debió a
una tercera marca de benignidad :
"A mi entender sucedió así porque tanto en la naturaleza del pueblo
justicialista cuanto en la voluntad de su líder alentaba el designio de una
evolución armoniosa y no el de una revolución contundente"

(Marechal- C.N. p.164)

Peronismo y Nacionalismo

"Los conocí a todos, y no daré sus nombres en el temor de omitir alguno:


me limitaré a sintetizarlos en Marcelo Sánchez Sorondo, que hoy agita
todavía su bandera, ofreciendo la imagen de un combatiente solitario y
bello en la medida de su obstinación militante. Pero el nacionalismo
argentino, en razón de su intelectualidad, no llegó a construir más que un
"Parnaso teórico" de ideas y soluciones, que, sin embargo, contribuyo no
poco a la formación de una conciencia nacional que pasaría luego al
orden práctico de las realidades"

(Marechal- Cuaderno de navegación-p.150)

Al hablar de Nacionalismo, hay que distinguir una variada gama de matices, de las que
me he ocupado en un ensayo anterior (Wally - Generacion argentina de 1940 - Grandeza y
frustración), cabe distinguir entre el Nacionalismo Popular de F.O.R.J.A. con Raúl
Scalabrini Ortiz y Arturo Jauretche a la cabeza. También el Nacionalismo Republicano de
Julio y Rodolfo Irazusta, Ernesto Palacio y Ramón Doll. El Nacionalismo Católico de Tomás
Casares, Leonardo Castellani, Julio Meinvielle, Marcelo Sánchez Sorondo, Máximo
Etchecopar Ricardo Curutchet, Juan Carlos Goyeneche, Mario Amadeo, José María y
Santiago de Estrada, entre muchos otros que eran partícipes con mayor o menor
protagonismo de los Cursos de Cultura Católica. A Manuel Gálvez también lo podemos
adscribir en esta linea. Hay otros más difíciles de calificar: Leopoldo Lugones tuvo una
etapa de admiración por el fascismo, Manuel Ugarte provenía del Socialismo, Diego Luis
Molinari del Yrigoyenismo, Nimio de Anquin fue filo-fascista en su juventud. Otros
nacionalistas destacados fueron Arturo Enrique Sampay, Carlos Astrada, José Luis Torres,
José María Rosa y Fermín Chávez. Al referirse Marechal al Nacionalismo, lo hace en
referencia al Católico y especialmente a los que conoció en los Cursos de Cultura Católica:

Por aquellos años, en los Cursos de Cultura Católica y en las reuniones


del Convivio que gobernaba con alegre teología el inolvidable César E.
Pico, fui conociendo a los jóvenes nacionalistas que se agrupaban ya en
torno de flamantes banderas. Eran hombres puros, de inteligencia
desvelada, sin otros intereses que los de la Nación misma, y de una
honestidad insobornable
(Marechal- C.N.- p.149-150)

Únicamente menciona a Marcelo Sánchez Sorondo, tal como referí el epígrafe


de este capítulo. Dice Marechal:

No hace mucho, hablando con Marcelo Sánchez, le sugerí que nos


escribiese una Historia de las Ideas Políticas en nuestro país, donde,
merced a la rica documentación existente, se demostrase cómo y en qué
medida el acervo teórico del nacionalismo había preparado los
acontecimientos subsiguientes. A mi entender, si el nacionalismo no salió
de su órbita especulativa, fue porque le faltó el conocimiento de lo
popular.

(Marechal, C.N.

Agrega Marechal que la revolución justicialista se presentaba como una "sintesis en acto"
de las viejas aspiraciones nacionales. La conversación de Marechal con Sánchez
Sorondo fué a comienzos de la década del 60 y un cuarto ue siglo después cumplió
adecuadamente con ese pedido (M. Sánchez Sorondo - La Argentina por dentro- 1987)
Se trata de un ensayo de interpretación de la historia nacional de elevado nivel de
excelencia, donde aparecen luces y sombras de la Patria, con abundantes frustraciones,
pero donde brilla la Esperanza, tal como lo sostiene en los últimos párrafos del libro con
acento marechaliano:

La autor de este ensayo apuesta firme y fervorosamente a la esperanza:


a la virtud telogal y a la idea romántica que custodian la hermosa
promesa y el sonoro encanto del nombre argentino, mensajero de
albricias, de leyendas y de fama. (Sánchez Sorondo- L.A.P.D. p 596)

Marechal nabia compartido con Ernesto Palacio la juvenil vocación literaria, en los
comienzos de la decada del 20,con Raul Scalabrini Ortiz las jornadas del Royal Kéller. Ya
hice referencia a las amistades de Marechal con los nacionalistas de los Cursos, donde
también, a sus Convivios, concurrían, aunque no asiduamente, Ernesto Palacio y los
hermanos Julio y Rodolfo Irazusta. De modo que hay vasos comunicantes, ya sea de
amistad o de compartir espacios comunes, entre quienes van consolidando en la década
de 1930 un sólido "corpus" de "Inteligencia Nacional". Los nacionalistas, con sus diversas
variantes comparten en general el revisionismo histórico, al cual impulsan vigorosamente;
la denuncia del imperialismo inglés y de los connacionales del "Partido Europeo", al decir
de Guizot; la actitud crítica hacia la ideología liberal tanto como a la marxista; la
revalorización de la cultura hispano-criolla.
En Sánchez Sorondo, encontramos un lúcido análisis de la historia patria hecho por quien
la vivió intensamente en pensamiento y acción. Para centrarnos en los periodos de
gobiernos nacionales y populares, terminología que en la actualidad ha perdido por uso y
abuso su rica carga semántica, el autor destaca en Juan Manuel de Rosas el poder de
centralizar y unificar, controlando el comercio ultramarino, la política exterior y la fuerza
armada, restableciendo así la capitalidad porteña; pero al mismo tiempo la consolidación
del Federalismo. “ Nunca como bajo la Confederación fueron las provincias más
autónomas, más "soberanas" en su propio reino" (S. Sorondo- L.A.V.D.p.129). Dice
que la lucha entre unitarios y federales no equivale a la de porteños y provincianos. Había
porteños federales y unitarios, y lo mismo los provincianos. La confrontación era entre el
espíritu progresista (y europeizante) de las ciudades (Buenos Aires y otras del interior) y el
genio atávico de la campaña, o en términos del autor; "entre la Revolución y la
Independencia, entre los próceres y los caudillos" (S.Sorondo, L.A.P.D, pp.90/91). En
términos de Guizot, entre el Partido Europeo y el Americano; de Paul Ricoeur entre
Civilización y Cultura. Afirma Sánchez Sorondo que los caudillos pertenecen, la mayoría de
ellos, por su origen social a la clase decente de las ciudades, pero que su acción se
desenvuelve en la campaña y que buscan el poder en la adhesión de la plebe hasta
entonces irrepresentada. En José Hernánaez y su Martín Fierro, el autor verá, como
Marechal, el prototipo del criollo:

Era ese mismo crisol de la raza criolla, esa misma patria que se desangraba
perseguida por los agentes y las consignas de la llamada civilización

(S.Sorondo-L.A.P.D. p.284).

En Hipólito Yrigoyen destaca el representar "la primera inundación mayoritaria", por vía
electoral a través de la ley Saénz Peña, asimismo el carácter movimientista (sintetizado
en la denominación de "causa" en oposición a "régimen") y tal vez su aporte social más
significativo, la nacionalización de los hijos de inmigrantes:

"Y es curioso que esta efusión de patria criolla en que se bañaban sus
comienzos, lejos de impedir la incorporación de los hijos de inmigrantes,
los atrajo a sus filas por un proceso mimético propio de nuestra
idiosincrasia americana" (S.Sorondo- L.A.P.D. p.389)

Las debilidades del Radicalismo radicaron en la obsecuencia hacia el


caudillo; se trató de gobiernos democráticos, con respeto por las libertades,
pero se debilitaron las formas republicanas, el abuso de las intervenciones
federales tal vez sea una muestra.
De acuerdo al autor, a la inversa del llamado "Régimen" (conservador-liberal),
que consistía en una República sin Democracia, los dos gobiernos de don
Hipólito fueron Democracia sin República.
En una primera aproximación a Perón y a su movimiento, en el epígrafe del
capítulo XXV, Sánchez Sorondo reproduce una notable síntesis de Arturo
Jauretche:

"Hubo primero un paréntesis grande en que el puerto dejó de parir


gringos. Y después empezó despacito primero, rápido y violento después,
el otro aluvión, el que venía del fondo de nuestra historia. Fue ese aluvión
con los Hernández, los Benítez, los Rojas y Garcías, Enríquez, Gaticas,
Cabreras, con apellidos de conquistadores y caras y pelos mestizos, no se
sabe si por la filiación materna o por el bravo sol del norte o la áspera
vida de los pobres" (S. Sorondo, LAPD- p.395)
El peronismo es la superficie sobresaliente –asegura Sánchez Sorondo- de
transformaciones sociológicas profundas. Distingue entre las personalidades de Yrigoyen y
de Perón; entre otras diferencias, aunque comparten la gran popularidad, destaca el
retraimiento publico del primero y el silencioso y misterioso ascendiente que ejercía,
mientras que brillaban en el secundo el eficaz uso de la palabra. Don Hipólito fue tolerante
con sus adversarios, Perón, en sus dos primeros gobiernos, se fue deslizando por la
pendiente autoritaria. Pero es fundamentalmente el 17 de octubre de 1945 el que da la
medida del abismo que separa a ambos. En el levantamiento radical de 1893, dirigido por
Yrigoyen en la provincia de Buenos Aires, predominan los sectores de clase media rural y
urbana, que se proponen derrocar violentamente al gobierno provincial, y lo logran aunque
por pocos días. El 17 de octubre está impregnado por la presencia de los trabajadores y
por un contenido de reivindicación, pacífica, de las conquistas laborales.

Mediante su palabra, pletórica de imágenes sencillas y felices, el


conductor inyectó a esas huestes de "cabecitas negras" una enérgica
dosis de sentimiento nacional que encontraba fácil eco en las nostalgias
patrióticas depositadas en su memoria colectiva (...) tuvo un sentido de
reivindicación de nuestra desheredada estirpe criolla.

(S. Sorondo, LAPD- p.448).

Fracasó Perón en la estructuración de una élite de poder político, en la


elección de los mejores. Considero que hubo personalidades muy destacadas,
desde varios de los valores más destacados de la Inteligencia Nacional antes
citados hasta prestigiosos militares como José Humberto Sosa Molina, Juan
Pistarini, Domingo A. Mercante y Juan Ignacio San Martín en cargos políticos;
Juan Atilo Bramuglia, Ramón Carrillo, Italo Luder, Alfredo Gómez Morales,
Antonio Cafiero, entre otros. Pero la mayoría fue quedando en el camino o
tomaron distancia. Y fueron reemplazados por adulones y obsecuentes, cuyos
nombres está en la memoria colectiva.

Sobre Evita dice Sánchez Sorondo:

La soberbia modestia de esta mujer ilumina desde el comienzo la saga


peronista y deslumbra la imaginación popular. Nunca la escena política
argentina cuyo estiramiento engolado y desvaído, era proverbial, conoció
un persona así por su condición de mujer joven, expresiva y hermosa que
desafiaba el temor al ridículo con intrépida alevosía y actuaba con un
desenfado lleno de sencilla humanidad (...) Pero no se olvide que por
sobre todas las cosas Evita era la abanderada de una justicia social cuya
teoría y práctica, Perón ya había puesto en marcha desde la Secretaría de
Trabajo (S. Sorondo-LAPD- p.417)

Con respecto al aporte del nacionalismo dice:

Su breviario político que pone el acento en la solidaridad de lo social


abreva en la fuente del nacionalismo cuyas connotaciones dogmáticas, a
veces de trocha angosta, elude y cuya cartografía de la patria grande le
facilita iniciar su navegación de altura. Todo el país políticamente
mensurable, se reconoce desde entonces en ese espejo que algunos
pretenden fragmentar. Por la ancha convicción del pueblo nuestro país
descubre que es nacionalista con San Martín, Rosas y Perón (S. Sorondo-
LAPD- p.417)

El Perón del regreso, afirma Sánchez Sorondo, vuelve "descarnado", admira la vida
paralela de De Gaulle, y proclama y practica la unidad nacional, superando la dialéctica
"amigo-enemigo" de sus primeros gobiernos. Según nuestro autor hay quienes le
recriminan el apoyo a las llamadas "formaciones especiales", pero ignorando esos
mismos los fusilamientos de junio de 1956. Perón privilegia el interés del Estado y ya en
el gobierno, inicia la pacificación:

El rechazo, primero cauteloso y después crispado del líder, los devolvió a


la clandestinidad regida por el hábito de la gimnasia terrorista saturada
por el ambiguo marxismo con que cohonestaron su resentida calentura
revolucionaria (S. Sorondo, LAPD, p.421).

En la víspera de la muerte Perón se transforma en portavoz de la unidad nacional. Dice


Sánchez Sorondo:

"Perón muere a la hora exacta del triunfo que lo alzó en brazos


innumerables para llevarlo a la cima: es el primer caudillo argentino
vindicado en vida que recibe las primicias del juicio de la historia. Esta
hazaña anuncia que su memoria crecerá en lo venidero salvo que los
imponderables y las consecuencias de tantas desaprensiones cometidas
destrocen su herencia política y así se destruya la más caudalosa
corriente de fervor popular" (S. Sorondo, LAPD, p42l).
8

La música folclórica y el tango

Recuerdo que yo mismo, en esa época, renunciando a


Beethoven, a Debussy y a Brahms llegué a no tolerar
otra música que no fuese la de las chacareras,
zambas y gatos que, en versiones fonográficas, oía yo
en la soledad de mi estudio; ni lograba otra lectura
que la de los cancioneros de Carrizo, o la de los
polvorientos legajos folklóricos del Instituto de
Literatura Argentina de la Facultad de Filosofía y
Letras (Marechal- O.C. T.V- p.147.-)

-Oigan alma de música Si el tango ha muerto, lo


lloran con razón. Y si no ha muerto, ¿por qué lo
lloran? ¡Inefables malevos, arriba los corazones! El
tango es una posibilidad infinita. ¡Discepolín! -
lloraron a una los jinetes. (Marechal- Megafón-p.80.)

Recordaba en un capítulo anterior una frase de Igor Stravinski, que cita Marechal; que el
folklore "ya está hecho “Agrega nuestro autor que debe ser investigado, para rescatar del
olvido las tradiciones nacionales; además, devolver al pueblo esas tradiciones, que es
obra del educador y el difusor y además deben ser exaltadas hacia el plano universal, y
esto es tarea del arte, de creatividad:

El arte se logra íntegramente cuando, al mismo tiempo, y sin incurrir


por ello en contradicción alguna, se ahonda en lo autóctono y trasciende
a lo universal. (Marechal -O.CT.V- p.145).

El Consejo Nacional de Educación, por iniciativa del vocal Dr. Juan P.Ramos en 1921,
dictó una resolución ordenando una recopilación de la literatura popular, con la
contribución de docentes de las escuelas y particulares de todo el país. Fue abundante el
material enviado por directores y maestros de escuelas, voluminosa colección, la que al
no poderse publicar fue entregada por el Consejo como donación, a la Facultad de
Filosofía y Letras de Buenos Aires. El Instituto de Literatura de la Facultad, dirigida por
Ricardo Rojas inició la publicación de un catálogo descriptivo del material, cuyo total de
piezas suman varios miles. El 12 de junio la Comisión de Didáctica del Consejo Nacional
de Educación, presentó un proyecto sobre la publicación de una Antología Folklórica
Argentina, abarcando prosa, verso, juegos y entretenimientos, música y danza. El
Consejo nombró una Comisión para que procediera a seleccionar, adaptar y ordenar el
material, que debía ser editado en un primer volumen para niños y un primer volumen
para adultos, entre los docentes designados estaban Juan Alfonso Carrizo, notable
investigador de nuestro folklore, y Leopoldo Marechal (Cfr. Antología Folklórica Argentina-
Para las Escuelas de Adultos - Consejo Nacional de Educación -1940 pp.7/18).
Dice Marechal, comentando esta iniciativa en 1941:

Por eso es que la iniciativa del Consejo Nacional de Educación


aparece ahora como algo novedoso y decididamente audaz: no se
propone la obra del investigador, que recoge la pieza folklórica y la
estudia como un objeto de ciencia; trata, en cambio, de lograr que esas
"monedas tradicional les vuelvan a la circulación", que lo folklórico
adquiera nuevas vigencias populares y que otros labios recojan,
vivifiquen y prolonguen una tradición amenazada por la indiferencia y el
olvido. (Marechal- O.Completas, T.V p.303)

Afirma nuestro autor que con tal resolución se dota a las escuelas primarias de un acervo
del cual carecían. Recuerda los fundamentos del proyecto, donde se destaca que la
Argentina es un país de inmigración y que necesita neutralizar su cosmopolitismo:

Reafirmando su personalidad en lo que viene de lo hondo de su historia y de su


suelo, necesita valorizar las instituciones y caldear el corazón con un patriotismo
capaz de impedir que la diversidad de corrientes espirituales pueda llegar a
desvirtuar la fisonomía de la nacionalidad argentina.
(Marechal- O.Completas T.V. p.304.)

Todavía hay otro beneficio sumamente valioso, que es el enriquecimiento del lenguaje.
Señala que el habla popular viene sufriendo un intenso empobrecimiento, tal vez por la
influencia de lenguajes técnicos como el del periodismo, abstractos y muy ceñidos de
color.

Las expresiones coloridas, las comparaciones pintorescas, los


refranes de añeja y oportuna sabiduría bien pueden cobrar nueva
vigencia en los labios infantiles, si la enseñanza del folclore da todo lo
que se espera de ella. (Marechal- O.Completas, T.V. p 305)

Nada mejor para ejemplificar el valor de estas narraciones, que la leyenda de San
Francisco Solano, entre otras, enviada por docentes de Santiago del Estero:

Rio Hondo

Volvía San Francisco Solano de la Provincia de Tucumán con una tropa


de carretas cargadas de madera para la iglesia que se levantaba en
Santiago. La tropa se detuvo en el paso del Río Dulce, que estaba
crecido. El río bramaba como un torrente y arrastraba árboles y
peñascos.

(... )

San Francisco montó en su mulita y encabezó la marcha.

Al entrar en el río, levantó su cordón, y la ensecreapada masa


de aguas turbias se abrió, dejándolos pasar.

Como el Santo dijera bromeando: "ahí tienen el río hondo", Río


Hondo se llamó desde entonces a esa parte del Dulce y a la población que
en su márgenes está situada, en la provincia de Santiago del Estero.
(Antología Folclórica Argentina- p.41.)

En el ámbito de la cultura, dice Marechal, el pueblo debe actuar como creador y como
asimilador. Como creador se manifiesta a través de las vocaciones individuales, y esto a
través de todos los estratos de la sociedad: de un pueblo. Todo creador manifiesta no
solo sus propias virtualidades, sino también las de su pueblo. La mayoría de los hombres
entran en el panorama de su cultura solo como asimiladores.

Dentro del conjunto social los creadores forman, empero, una


minoría, una élite, que puede ser fecunda si con su actividad trasciende a
los otros, o puede malograrse en el estéril aislamiento de una "torre de
marfil". La mayoría de los hombres que integran un pueblo entran en el
panorama de su cultura sólo como “asimiladores", cada uno en la
medida de su receptividad. (Marechal- "O.Completas T.V. p 136.-)

En este texto de Marechal, publicado en 1947, cuando era funcionario del


primer gobierno de Perón, resalta el plan 1946/51, donde se establece la enseñanza y
difusión del Folklore al que Juan Alfonso Carrizo llamaba "Ciencia de amor". Cita
también a Rafael Jijena Sánchez, quien afirmaba que "Es misión del gobierno
devolver al pueblo, revitalizadas, las tradiciones del país" (Marechal- O.Completas
T.V. p.141).

Según nos manifestó María de los Ángeles, hija de Marechal, éste fue el
creador, junto a Antonio Barceló, de la Escuela Nacional de Danzas Folklóricas. También
testimonia que don Leopoldo fue un buen bailarín de tango. Respecto a este ritmo,
música y poesía, hay una muy completa visión de nuestro autor en "Megafón". En la
Rapsodia II refiere le experiencia o ensueño que titula "La Calesita del Tango", donde al
compás del tango Nueve de Julio giraba una calesita tirada por un "bichoco alazán".
Junto al palo de la sortija había dos demonios, uno llamado Ben y el otro Nelson, que
inequívocamente responden a Ben Molar y Julio Jorge Nelson. Detenida la calesita, Ben
se dirigió a los jinetes que llevaban bandoneones en sus muslos diciéndoles:

-Señores- les dijo en son de triunfo, es inútil darle más vueltas a la


calesita. El tango ha muerto.
(...)

Oigan tristes malevos El ritmo de Buenos Aires ya no está en el


dos por cuatro.

A lo cual reaccionó Nelson diciendo:

Miente -gritó- El que acaba de hablar es un tránsfuga de la música El


tango no ha muerto; porque como decía el gran Contursi, todo se pierde
y nada se transforma. (Marechal- Megafón- p.71)

Aquí hacen oír sus voces los bandoneonistas a caballo, que son el Bandoneonista
Enclenque, el Bandoneonista Gordo y el Bandoneonista Sanguíneo, a quienes podemos
identificar respectivamente como Pedro Laurenz, Anibal Troilo y Astor Piazzola.
El Bandoneonista Enclenque dice que el tango no ha muerto, que está en estado de
coma, y esto es fruto de la civilización mecánica, que el tango siempre tuvo un ritmo de
sangre popular en su raíz. A su vez el Bandoneonista Gordo dice:

-Lo que ha jodido al tango -refunfuñó- son las clases de armonía


y contrapunto. El tango murió técnicamente en el aula B del
Conservatorio Nacional de Música.

(...)

-El tango no es Nicolás Paganini- asintió el Bandoneonista


Gordo. (Marechal- Megafón- p.72)

El Bandoneonista Sanguíneo reacciona con vehemencia:

-Si estamos en en el Juicio Final-amenazó-, me van a oír hasta los


muertos ¿Qué podía yo hacer con mi fuelle? ¿Seguir drenando el moco
sentimental de un anacronismo con sinusitis?

(...)

Si un Buenos Aires abstracto ha sucedido al Buenos Aires de


caracú sentimental yo le pondré música de tango al teorema de
Pitágoras, a la ecuación de Einstein, al preámbulo de la Constitución
Nacional y al bigote sin humanismo de los generales

(...)

Pero el Bandoneonista Sanguíneo produjo aquí en su


instrumento un huracán de notas estridentes que dejó a todos paralizados
y confusos.
Esta música-dijo- pertenece a mi último tango y es un mea culpa de los
viejos errores. (Marechal- Megafón - pp.72/74)
Se inicia luego una acalorada polémica sobre las letra de tango, cuando interviene
Enrique Santos Discepolo, "el filosofo de Uno" según Marechal, con palabras que ya
fueron recogidas parcialmente en el epígrafe.

Ahora bien, cuando parecía hundirse todo en la zozobra de aquel juicio final, irrumpió un
ente de cara huesuda y ojos febriles que, dirigiéndose a los bandoneonistas les dijo:

¡Oigan, almas de música! Si el tango ha muerto, lo lloran con


razón. Y si no ha muerto ¿por qué lo lloran?¡Inefables malevos, arriba
los corazones! El tango es una posibilidad infinita.
¡Discepolín! - lloraron a una los jinetes. Pero el bardo ya remontaba la
noche del sur, entre una doble fuga de bandoneones angélicos. Y los
jinetes, como redimidos, acicatearon al matungo alazán de la calesita.
(Marechal- Megafón- p.80)

La presencia de Discepolín, y su definición del tango, reconcilia a los


bandoneonistas, y la calesita vuelve a girar. En Megafón, obra póstuma de 1970,
Marechal recoge la gran conmoción producida por la crisis del tango y la irrupción
revolucionaria de Piazzola. Pero también la posibilidad de una necesaria renovación, sin
renunciar a su historia. De hecho Troilo y Piazzola fueron grandes amigos, más allá de
ocasionales diferencias. Piazzola fue bandoneonista de Troilo entre 1939 y 1944, hasta
que formó su orquesta; "Pichuco" incorporó a su repertorio composiciones de Astor y fue
evolucionando de un tango más bailable de comienzos de la década del 40 a otro "más
para escuchar" como le reclamaba el genial marplatense. Ambos grabaron con sus
bandoneones, en forma conjunta, una versión magistral de "Volver" de Gardel y Le Pera,
precisamente en 1970. Piazzola con letra de Horacio Ferrer le dedicó "El gordo triste",
bellamente cantado por Amelita Baltar Tanto Osvaldo Pugliese como Horacio Salgan,
entre los más destacados, supieron asimismo conciliar la esencia raigal del tango con la
renovación. Pedro Laurenz integró el Quinteto Real junto a Salgán y otros virtuosos,
produciendo entre otras auténticas joyas “Mal de amores”, precisamente de la autoría de
Laurenz.

En el epígrafe de este capítulo Marechal hace referencia a que en una época de su vida
no toleraba otra música que no fuese “chacareras, zambas, y gatos”, como reacción a la
admiración desmedida por lo foráneo de sus contemporáneos. Si bien no tengo fecha
precisa, ubico esta etapa de “folklorista” de Marechal en la segunda mitad de la década
del 30, coincidente con su compromiso de selección del material recogido por el Consejo
Nacional de Educación, que fuera donado a la Facultad de Filosofía y Letras. Si bien a lo
largo de su vida adhirió fervientemente a lo nacional, no por eso dejó de reconocer que
“lo nuestro” adquiere pleno sentido en la Universalización. Así lo sintetiza Marechal:

Resumiendo estas ideas, yo diría que el arte se logra íntegramente


cuando, al mismo tiempo y sin incurrir por ello en contradicción alguna,
se ahonda en lo autóctono y trasciende a lo universal (Marechal O.
Completas, T.V, p 145)
Sus Múltiples referencia al Sur, Maipú, el paisaje pampeano y sus hombres, su
admiración por la obra de José Hernández, Lucio V. Mansilla y Ricardo Güiraldez,
testimonian su firme adhesión a la realidad histórica de la Patria palpitante. Además , en
su Poética se destacan con caracteres nítidos la temática y el sabor criollos; sus Poemas
Australes son una clara demostración, tomaré como muestra “A un domador de caballos”,
que según nuestro autor era el más conocido y gustado en España.

Inspirado en la figura del domador pampeano, y construido con


elementos puramente autóctonos, ese poema trasciende, sin embargo, a lo
universal, mediante la identificación de ese tipo humano con todos
aquellos otros que en distintas latitudes y pertenecientes a distintas razas,
exaltan el gesto penitencial del trabajo y reafirman a la vez el imperio
que dios concedió al hombre sobre toda criatura inferior, y sobre la cual
el hombre debe imprimir constantemente su sello (Marechal O.
Completas Tomo V, pp 145/146).

Con los pies muy firmes en la tierra patria, con trascendencia a lo universal; es sin duda
una de las grandes enseñanzas de Marechal.

A un domador de caballos

Cuatro elementos en guerra

Forman el caballo salvaje.

Domar un potro es ordenar la fuerza

Y el peso y la medida:

Es abatir la vertical del fuego

Y enaltecer la horizontal del agua;

Poner un freno al aire, dos alas a la tierra

(…)

Así lo vimos en el Sur. Y cuando,

Vencedor y sin gloria,

Hubo estampado en el metal caliente


De la bestia su sello y nuestras armas,

¡amigo sin riberas! Lo hemos visto

Regresar al silencio

oscuro y humillado

pero visible todavía el oro

de una realeza antigua que no sabe

morir sobre su frente.

Su nombre: Domador de Caballos, al Sur.

Domador de Caballos,

no es otra su alabanza.

Fermín Chávez, antes de conocer a Marechal, conoció estos Poemas Australes, durante
su paso por los estudios de seminarista en Córdoba, con los Dominicos. Allí en las
vacaciones, junto con sus compañeros Pironio, Blanco y Gonzalez, se deleitaban
leyéndolos:

Desde entonces guardo en la memoria versos de “Cortejo”. Me siguen


conmoviendo: “Mi hermano va en un potro del color de la noche / yo en
una yegua blanca / sin errar todavía” (Graciela Maturo. Marechal, El
Camino de la Belleza).

La obra teatral “Antígona Velez” (1951), la Seguna Elegía del Sur (1953, Canción de tres
aparceros (1953), Epitafios Australes (1954), Canción libre a Santiago del Estero (1954),
sin agotar la lista, son muestra cabal de una imaginación poética donde quedaron
grabados el suelo patrio y sus hombres.

Decía que Marechal tuvo una etapa en que solo oía “chacareras, zambas y gatos”, sin
duda coincidió con la aparición de la música del interior del país en la ciudad cosmopolita,
con nombres como Buenaventura Luna o Hilario Cuadros. En 1935 debuta en radio El
Mundo Atahualpa Yupanqui (Héctor Chavero), que había nacido en Pergamino, al que sin
duda disfrutó Marechal; su guitarra y su voz (en canto y poesía), lo convierten en el
equivalente de Carlos Gardel en el tango. En cierta ocasión, comienzos de la década del
70, en una animada reunión de folkloristas y periodistas se planteó una discusión sobre
quién era el más grande artista popular y representante cabal en lo artístico de América
Latina: ¿Atahualpa Yupanqui o Violeta Parra?, las opiniones mayoritarias parecían
favorecer a la Chilena, entonces Mercedes Sosa, hasta entonces en silencio, dijo: “Pero
déjense de pavadas, Yupanqui es único!” (Sergio Pujol, En nombre del folclore, p 15).
Atahualpa era activo militante del Partido Comunista, anti-peronista, y como tal
perseguido, tuvo que soportar prisión y torturas. Sin embargo, en 1949, elogió la creación
de la Escuela Nacional de danzas Nativas, impulsada por Leopoldo Marechal y Eduardo
Barceló, que fue su primer director. Escribió Atahualpa en el periódico “Orientación” del
Partido Comunista: “Es el hombre al que debemos salvar, no al rancho pintoresco. Saludo
con simpatía a Eduardo Barceló, director de la flamante Escuela de Danzas Nativas”
(Pujol, En Nombre del folclore, p 189). Atahualpa era mestizo, por genealogía y por su
arte, en el cual lucen con brillo las voces y sonidos aborígenes junto a los criollos. Su
padre, José Demetrio Chavero Aramburu, le había transmitido a sus hijos su orgullo por
llevar en su sangre mezcla de Quechua y español:

Me galopaban en la sangre trescientos años de América, desde que Don


Diego Abad Martín Chavero llegó para abatir quebrachos y algarrobos y
hacer puertas y columnas para iglesias y capillas (Pujol, En Nombre del
Folclore, p 26).

En “El payador perseguido” – un Martín Fierro del siglo XX – enfatiza su mestizaje.

Eso lo llevo en mi sangre

dende mi tatarabuelo

gente de pata en el suelo

fueron mis antepasaos;

criollos de cuatro provincias

y con indios misturaos.

Destaca su identidad gaucha en armónicos versos:

Si alguien me dice señor, agradezco el homenaje

mas, soy gaucho entre el gauchaje

Y soy nada entre los sabios.

Y son pa’mi los agravios

que le hacen al paisanaje.

“El tango es una posibilidad infinita”, la sentencia de Discepolín que Marechal imagina en
su Megafón, nos sugiere una reflexión con el tango, su riqueza y fundamentalmente
sobre su esencia criolla. Vale como aclaración previa, el decir que entiendo por tango un
género musical que abarca el tango propiamente dicho, el tango la milonga y el vals.

Hay lugares comunes, que se repiten en varios textos sobre el tango y que se han
incorporado al lenguaje coloquial. Uno es nada menos que del propio discépolo:

“El tango es un sentimiento triste que se baila”.

Otro, ligado al anterior es que el tango debe su esencia a sus inmigrantes y sus hijos, así
por ejemplo lo expresa Víctor Sasson, que fuera presidente de la Asociación Gardeliana,
amigo de Troilo, Salgan, Julián Centella y otros tangueros:

Todos los hijos de inmigrantes son los porteños de hoy. Son los que
hamacaron el tango. Hicieron la cultura popular. Hicieron el tango (…)
Por eso el tango es tan llorón, porque la gente vivía añorando el terruño
(Susana Azzi, Antropología del Tango, p 228).

Voy a disentir con ambos lugares comunes. Es cierto que la música de tango tiene, en
etapas y en ocasiones, una cierta lentitud y “arrastre” quejumbroso y nostálgico. Pero en
sus orígenes no era así, el tango era alegre y festivo, la incorporación del bandoneón, tal
vez, le fue marcando un ritmo más pausado. También la incorporación de letras a partir de
“mi noche triste” de Pascual Contursi, el mismo nombre es un símbolo. Dice José Gobello
que la fractura se da entre 1910 y 1915: “se olvida lo que tiene de canyengue, alegre,
juguetón y fachendoso” (S. Azzi, Antropología del Tango, p 199).

Sin embargo en la década del treinta, y más precisamente a partir de la irrupción de A.


D’Arienzo (“El rey del compás”), cuya primera grabación se realiza en 1935, el tango se
renueva y adquiere un compás que revoluciona la danza popular; el primer Aníbal Troilo
(1938 – 1943), participa de la corriente, al igual que Francisco Canaro y su Quinteto
Pirincho y especialmente Roberto Firpo con su vibrante cuarteto. Pero estamos hablando
del tango en sentido específico, si hablamos de la milonga, tan popular como el anterior,
es alegre y rítmica, son prototipos “El esquinazo” por Roberto Firpo y “La puñalada” por
D’Arienzo.

En cuantos a las letras plañideras de tango, las hay y en abundancia, y Marechal ironiza
acerca de ellas, así por ejemplo en “Adán Buenos Ayres”, con relación a la letra de
“Aragán”.

Te pasaste la vida queriendo ser un motivo de tango

Mientras tu pobre vieja lavaba ropa sucia, de sol a sol, para mantenerte,
vos, ¡oh haragán infinito! No salías de la catrera ilustre, como no fuese
para matear en el patio y cargosear las insultadas teclas de tu bandoneón
virgen y mártir de cuyo seno dicho sea de paso, nunca lograste arrancar
tres compases del vals “El aeroplano”. (Marechal, Adán Buenos Aires, p
526).

Seguramente Marechal intercala en tema del haragán el de la “pobre viejita” de otras


letras. Pero Marechal gustaba del tango y era un buen bailarín, además, a través de
Discepolín define al tango como una “posibilidad infinita”, es decir que no está “cerrado”
en una estructura fija, ni en sus letras ni en su música. Los mejores tangos, en sus letras,
son excelente poesía, como tal vez cueste encontrar en otras manifestaciones populares
a nivel universal:
Sur (Homero Manzi)

San Juan y Boedo antiguo, y todo el cielo…

Pompeya y más allá la inundación

Tu melena de novia en el recuerdo

Y tu nombre flotando en el adiós

(Benedetti, Letras de Tango, p 45)

Tres Esquinas (Enrique Cadícamo)

Yo soy del barrio de Tres Esquinas

viejo baluarte del arrabal

donde florecen como glicinas

las lindas pibas de delantal;

donde en la noche tibia y serena

su antiguo aroma vuelca el malvón

y bajo el cielo de luna llena

duermen las chatas del corralón.

(Benedetti, Letras de tango, pp 46/47)

Silvando (José González Castillo)

Una calle en Barracas al Sur

una noche de verano,

cuando el cielo es más azul

y más dulzón el canto del barco italiano…

(Benedetti, Letras de tango, p)


¿Y qué decir de “Mano blanca”, “Viejo ciego”, “El pescante” y tantas otras letras de
Homero Manzi?; “Nieblas del Riachuelo” de Enrique Cadícamo; “Cacerón de tejas” de
Cátulo Castillo; “Tormenta” de Enrique Santos Discépolo, y para no abundar mas la
poética de Homero Expósito, Francisco García Jiménez, Horacio Ferrer, Eladia
Blázquez…

El otro lugar común a que hacía referencia con anterioridad a que el tango debe su
esencia en la inmigración, a la nostalgia de la lejanía, especialmente en la colectividad
italiana que fue la mayoría en el aluvión inmigratorio de 1880 a 1914. Es cierto que gran
número de cultores del tango han sido de ese origen, incluso algunos, como Ignacio
Corsini y Alberto Marino eran nacidos en Italia, pero se acriollaron. También es verdad
que varias letras de tango aluden a la nostalgia del inmigrante, pero la mayoría de esos
tangos no trascendieron ni fueron populares, entre las excepciones: “La cantina” (Cátulo
Castillo); “Canzoneta” (Enrique Lary); “La violeta” (Nicolás Olivari).

La “orilla” y el “orillero” de las letras tangueras, aluden no al río y al mar sino al suburbio
de la ciudad; así lo expresa Natalio Etchegaray: “Lo otro es de orilla. No sale de esa
síntesis entre el campo y la ciudad que es la orilla” (S. Azzi, Antropología del tango, p
192).

El compadrito orillero, era hombre que rendía culto al coraje:

A mitad de camino entre el hombre de la ciudad y el campesino,

El compadre, como su antecesor, el gaucho, siguió rindiendo culto al coraje (Horacio


Salas, Homero Manzi en su Tiempo, p 281).

El barrio de Pompeya es un lugar clave de esta geografía de transición, tal como lo


reflejara Manzi en “Sur” y “Barrio de tango”.

Los tres primeros grandes cantores de tango: Carlos Gardel, Ignacio Corsini y Agustín
Magaldi fueron ”Cantores Nacionales”, abarcando en su repertorio tangos y canciones
criollas; de igual modo Hugo del Carril y Nelly Omar. Los más destacados del tango -
canción como solistas desde 1950 en adelante: Edmundo Rivero, Roberto Goyeneche y
Julio Sosa, incorporaban canciones con temática campera. Aníbal Troilo gustaba de las
milongas criollas y las incorporaba en su repertorio, especialmente con sus cantores Aldo
Calderón, Ángel Cardenas y las hermanas Elba y Rosa Berón.

Se pueden multiplicar los ejemplos, pero tal vez el más significativo sea el de Agustín
Bardi, el más grande compositor tanguero según Ignacio Salgán, quien le dedicó “Don
Agustín Bardi”, así como “Aquellos tangos camperos”. A su vez Osvaldo Pugliese
compuso “Adiós Bardi” como testimonio de admiración. Las más grandes orquestas
incorporaron tangos de Bardi en su repertorio: Aníbal Troilo, Osvaldo Pugliese, Carlos di
Sarli, Horacio Salgán. Estos “tangos camperos” por su estilo de composición, tenían
sugestivos títulos: “El cuatrero”; “Pico blanco”; “El buey solo”; “La racha”; “El baqueano”;
“El pial”; “El rodeo”; “Chuzas”; “Se han sentado las carretas”, entre otros.

Para finalizar el testimonio de Osvaldo Pugliese:


Lo criollo es hermano de lo porteño.

Cuando el tango pierde de vista lo criollo,

Se lo devoran lo europeo y lo norteamericano (Clarín, colección de


tangos, p 66)

Carlos Mina, en un premiado ensayo, afirma que Buenos Aires es la ciudad argentina
por excelencia y que en ella se ha procesado gran parte de la identidad nacional; dice
que es falsa la dicotomía capital-interior:

El tango goza de aprecio y respeto en las provincias porque,


contrariamente a lo que se cree, no representa una oposición entre lo
porteño y lo provinciano. El tango elabora oposiciones y diferencias, ésta
es una más donde intercede. En efecto, el tango tiene en sí la doble
influencia poética y musical del gauchesco y al mismo tiempo procesa esa
temática en una infinidad de tangos camperos en los que elabora su
relación de nostalgia con el campo o con las provincias, representadas en
muchos casos como un paraíso perdido. (Mina, Carlos; Tango. La mezcla
milagrosa; La Nación-Sudamericana; 2007, pp.260/261)

Concretamente, en lo que respecta a los poetas de letras de tango, dice Mina que
contribuyeron a fundar la base de la cultura nacional post-inmigratoria:

El tango no fue solo un mero conjunto de "piezas" bien logradas o "poéticas",


sino que construyo la milagrosa arquitectura que permitió el mestizaje de
infinitas contribuciones culturales, étnicas e idiomáticas; en otras palabras, y
como ya lo señalamos, fué resultado de la mezcla e instrumento de la
integración. (Mina; p.347.-)
Conclusiones

Leopoldo Marechal, entre otras facetas de su personalidad, fue un pensador que


poéticamente penetró con profundidad en la historia universal y en la de su Patria. En
cuanto a la historia universal la sintetiza magistralmente en su Autopsia de Creso
(Cuaderno de navegación) cuando describe la parábola del mundo moderno como la
"subversión" primero del poder temporal contra el espiritual con las monarquías
absolutas, luego de la burguesía contra la monarquía y por último, a través de la lucha de
clases, de "Gutiérrez contra Creso", el trabajador contra el burgués.
Todo este proceso lleva a la decadencia y crisis que, en la segunda mitad del siglo XX
desembocó en la guerra fría entre el liberal-capitalismo y el colectivismo marxista y las
más grandes desigualdades e injusticias sociales. Nuestro autor ve el camino para
superar esta situación en el Evangelio, cuya aplicación resolvería todos los problemas, en
la Doctrina Social de la Iglesia y en la Tercera Posición que proclamara Juan Domingo
Perón en la Argentina.
En lo que respecta concretamente a la Argentina, advierte que tras los tiempos heroicos
de las luchas por la Independencia y las posteriores luchas civiles, donde el pueblo criollo
fue el gran protagonista, éste ha quedado marginado, extranjero en su Patria, desplazado
por un proceso civilizatorio que subordina el interés nacional al de potencias extrañas.
La aristocracia que estaba en la línea de sucesión de los grandes próceres, deserta de su
misión para transmutarse en una oligarquía. El pueblo se siente auténticamente
representado por conductores como Juan Manuel de Rosas e Hipólito Yrigoyen, pero sus
intentos resultan, por diversas razones, frustrados. Es con el liderazgo de Juan Domingo
Perón que por primera vez se unen el sentimiento y la conciencia doctrinaria, y una masa
numeral se transforma en un pueblo esencial, que es la obra fundamental del
Justicialismo y la que se proyecta hacia el futuro; se trata de una revolución auténtica.
Argentina es un pueblo criollo, culturalmente mestizo. Marechal no reduce esta
concepción a un valor estático: lo tradicional, lo gauchesco, condenado a la inmovilidad
del pasado. Significa, sí, arraigo al suelo, a la historia patria, pero transcendiendo a lo
universal, incorporandoa las grandes masas migatorias. No un nacionalismo cerrado, sino
abierto como "provincia de la tierra", a las demás provincias del mundo.
En consonancia con Scalabrini Ortiz y su "hombre de Corrientes y Esmeralda", nos dice
don Leopoldo que Buenos Aires es el gran centro de universalización de la Argentina,
que acriolló a los hijos de inmigrantes y se nacionalizó con el otro "aluvión", el de la
migración interna.
Enfatiza en la necesidad de la unidad nacional, ya lo había dicho Fierro: "Los hermanos
sean unidos"; nos dice Marechal que la Tercera Posición de Perón, en el orden interno,
se debía lograr con la conciliación y armonía de todas las clases sociales.
Alta valoración de nuestro pueblo, nada, mejor que transcribir textualmente como final de
estas conclusiones, las propias palabras de Leopoldo Marechal:

(...) todo lo cual forma hoy ese "pueblo excepcional"


que reconocen en nosotros hasta nuestros enemigos

exteriores. Claro está, que todo ese trabajo de

adaptación y cruce de familias europeas tuvo un soporte

generoso en la criolledad anónima, la cual ofreció

puentes naturales, imprimió sus caracteres y adoptó

muchos de los foráneos, con la sencilla espontaneidad

de quien integra una renovación biológica, y sin más

incidentes que los ofrecidos, en modo cómico, por aquel

encuentro de razas que documentó en su hora el sainete

nacional (¡yo fui testigo!)

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