Al Doctor Cabrera Lo Marean Desglosado

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"AL DOCTOR CABRERA LO MAREAN"

NARRADOR. – Estimado público, imagínense que este escenario es la sala de consultas de un médico.
Son las nueve de la mañana y justo en este preciso momento llega a su consulta el doctor Cabrera.

NARRADOR. – La primera paciente era una viejecita, un poco ida y despistada que había perdido la
memoria, la pobre.

NARRADOR. – El buen doctor se repuso de la primera irritación y se dispuso para recibir a otro paciente
que era un hombre muy gruñón.

NARRADOR. – Como es natural el doctor se quedó hecho polvo después de atender a don Alberto el
Cascarrabias.

NARRADOR. – El siguiente paciente era un hombre que estaba loco de remate.

NARRADOR. – El siguiente paciente era un buen hombre que traía un dolor de muelas grandísimo, la cara
muy inflamada por un flemón y claro así no podía ni hablar.

NARRADOR. – El doctor que a estas alturas ya estaba harto y más que harto la pagó con la muela de don
Fernando.

NARRADOR. – Las dos últimas pacientes eran dos hermanas gemelas empeñadas en demostrar que
siempre le pasaban las mismas cosas a la vez.

NARRADOR. – El doctor hizo lo que pudo por tranquilizarse y ordenó que pasara su último paciente que
era una señorita muy delicada y muy fina que había llegado de Madrid

VIEJECITA.- Doctor tiene que curarme. Tengo mucho reuma. Tengo reuma en el brazo, en la pierna y en
el pelo. El pelo lo tengo lleno de canas con reuma. También tengo un gato en la casa y un día llegó el
fontanero y…

VIEJECITA.- Verá usted señor cura. (Se da la vuelta en la silla y mira la bata otra vez) Mi marido, que en
gloria esté (se santigua), era ferroviario y yo tenía que ir al río a lavar la ropa.

VIEJECITA.- ¡Qué susto me ha dado, demontre de hombre, ¿Qué le pasa a usted? ¿Qué hace en mi
casa?

VIEJECITA.- Le decía señor electricista que me encontré con el señor cura y le estaba yo contando (Se da
la vuelta y mira hacia la bata) que mi marido pobrecito que en gloria esté (se santigua), era ferroviario y…
me se va la memoria, se me va la memoria sabe usted. (Se queda callada)

VIEJECITA. - No a mi no me gusta la sopa, le decía que mi marido que se llamaba Juan il herrero era
ferroviario.

VIEJECITA. - ¿Qué a qué he venido yo? Pues no se, verá usted señor barbero es que se me va la
memoria.

VIEJECITA.- No, si, claro, ahora me acuerdo, señor alcalde. Yo venía aquí a por una ramita de perejil.

VIEJECITA.- Pues si no tienen perejil yo me voy corriendo, que me se hace tarde para ir al médico.
(Sale del escenario)
D. ALBERTO. - ¡Cómo que buenos días, como que buenos días muy malos días!

D. ALBERTO. - ¡Cómo que no me enfade, ¡cómo que no me enfade! Tengo razones de más para
enfadarme.

D. ALBERTO. - ¡Pero ¡cómo puede decirle un doctor a un paciente que le da igual! ¿Qué clase de doctor
es usted?

D. ALBERTO. - ¿Que qué me pasa que qué me pasa? Eso lo sabrá usted que es el médico.

D. ALBERTO. – ¿Ahora dice usted que estoy irritado? ¿Yo estoy irritado? (Da un puñetazo en la mesa y lo
dice tan enfadado que el médico se asusta y esconde su cara detrás de un folio)
No se esconda y de la cara cobarde. ¿Yo estoy irritado?

D. ALBERTO. – (Dando otro puñetazo en la mesa) ¡Pues claro que estoy irritado, y muy irritado, tengo
motivos para estarlo. Pregúnteme por qué estoy tan irritado. Eso es lo que me tiene que preguntar.

D. ALBERTO. – Porque no he podido dormir, no he pegado ojo en toda la noche.

D. ALBERTO. - ¿Cómo piensa solucionar mi problema, haber? Me parece a mí que se cree usted muy
listillo.

D. ALBERTO. - ¿Y ya está?

D. ALBERTO. - ¿Y se queda dormido el bicho?

(El paciente hace como que se va pero vuelve)


D. ALBERTO. – Si ya decía yo que usted era un mal médico. ¿Me puede decir quién le va dar la pastilla al
bicho?

D. ALBERTO. – De eso nada, yo no se la doy, ¿Qué quiere usted que me muerda el bicho?

D. ALBERTO. – Del perro de mi vecina.

D. ALBERTO. – Será porque es usted un mal médico, porque la cosa está bien clara.

D. ALBERTO. – Sí.

D. ALBERTO. – Sí.

D. ALBERTO. – No.

D. ALBERTO. – Sí, eso es.

D. ALBERTO. – No se entera porque es usted un ignorante y además un mal médico.

D. ALBERTO. – Porque no se ha interesado por la causa de mi insomnio. Cuando yo le dije que no podía
dormir usted debía de haberme preguntado por qué no podía dormir.

D. ALBERTO. – Pues porque el perro de mi vecina no para de ladrar. Por eso no me puedo dormir.

D. ALBERTO. – No se quede callado con la boca abierta que se le va a llenar de moscas y dígame si le
doy las pastillas al perro o no.

D. ALBERTO. – Ahora me manda al veterinario, después de estar aquí media hora me manda al
veterinario. Con razón dice todo el mundo que es usted un mal médico. Me voy a mi casa a pegarle cuatro
tiros al perro.
DON JOSÉ MARÍA. – Enfermera yo me llamo José María Galimatías y tengo tres pollitos en la barriga.

D. JOSÉ MARÍA. - ¡Buenos días doctor!

DON JOSÉ MARÍA. – Me llamo José María Galimatías.

DON JOSÉ MARÍA. – Pues que tengo tres pollitos en la barriga.

DON JOSÉ MARÍA. – No.

DON JOSÉ MARÍA. – Uno me canta otro me pía y el otro me llama José María Galimatías. ¡Ja, ja, je, je, ji,
ji, jo, jo, ju, ju!

DON JOSÉ MARÍA. – Me llamo José María Galimatías.

DON JOSÉ MARÍA. – Que tengo tres pollitos en la barriga.

DON JOSÉ MARÍA. – No señor.

DON JOSÉ MARÍA. – Uno me canta, otro me pía y el otro me llama José María Galimatías.

DON JOSÉ MARÍA. - Pues me dicen también “estás como una cabra José María” ¡Ja, ja, je, je, ji, ji, jo, jo,
ju, ju!

DON JOSÉ MARÍA. – ( Se acerca al médico y le dice en la cara) Me llamo José María Galimatías y tengo
tres pollitos en la barriga, uno me canta, otro me pía y el otro me llama José María Galimatías. ¡Ja, ja, je,
je, ji, ji, jo, jo, ju, ju!

DON JOSÉ MARÍA. – (Hace como que se cae) ¡Ay!

MARISOL.- ¡Buenísimos días, días! ¿Es usted el doctor Cabreras?

MARI SOL.- Verá doctor. ¡Ji, Ji, Ji! Pues no lo sé.

MARI SOL.- No lo sé doctor, porque unas veces me encuentro mal y otras me encuentro bien.

MARISOL.- La cabeza, doctor, a veces se me va y a veces se me viene.

MARISOL.- Pues la garganta, unos días me duele y otros días no me duele. ¿Es grave doctor?

MARISOL.- El corazón doctor, a veces lo siento y otras veces no lo siento.


(El doctor empieza a poner caras raras, mira a la paciente, mira al público, levanta los hombros)

MARISOL.- La digestión la hago y no la hago; pero un día se me cortó.

MARISOL.- Pues verá usted, parece que me duele pero no me duele.

MARISOL.- Unos días sí y otros días no. Cuando me entra gana. ¡Qué cosas tiene usted! ¿Es grave
doctor? ¿Me receta algo?

MARISOL.- Sí doctor.

MARISOL. - (Abre la boca y lo mira embobada) ¡Virgen Santa! ¡Si no lo veo no lo creo!
GEMELAS. - ¡Buenos días doctor!

GEMELAS. - Somos las hermanas gemelas Pamela y Carmela.

PAMELA. – Yo soy Pamela, hermana gemela de Carmela.

GEMELAS. - ¿Se ha enterado bien?

GEMELAS. – Pensamos que no. Vamos a cambiarnos. (Se cambian de sitio) A ver doctor. ¿Quién soy yo?
Y ¿Quién es ella?

GEMELAS. – No ha acertado. Yo soy Pamela y esta es mi hermana gemela Carmela. ¿Se ha enterado
ya?

GEMELAS – Venimos juntas porque somos gemelas ya se lo hemos dicho.

GEMELAS. – Pues que todo lo hacemos a la vez. Comemos. A la vez, bebemos a la vez y nos ponemos
malas a la vez.

GEMELAS. - ¡Qué marrano es usted!

PAMELA. – Que también tengo la gripe.

PAMELA. – No doctor. A mí me pican las orejas y me aprietan los zapatos.

PAMELA. – Lo que le he dicho que a mí me pican las orejas y me aprietan los zapatos nada más.

PAMELA. – Si y porque soy hermana gemela de Carmela y las dos nos ponemos malas a la vez y nos
pasan las mismas cosas.

PAMELA. – Usted qué sabe. Yo tengo lo mismo que mi hermana y ya está que para eso somos gemelas.

GEMELAS. - ¿Y nos va a echar de aquí sin recetarnos nada?

PAMELA. - ¿Y yo también me tomo el antigripal?

PAMELA. – Pero si son nuevos. ¡Cómo los voy a tirar!

GEMELAS. – Si nos vamos y ¿sabe lo que vamos a hacer?

GEMELAS. – Pues no, vamos a comprarnos un bikini y nos vamos de vacaciones al Caribe. ¡Adiós!

GEMELAS. - ¡Buenos días doctor!


GEMELAS. - Somos las hermanas gemelas Pamela y Carmela.

CARMELA. – Y yo Carmela hermana gemela de Pamela.

GEMELAS. - ¿Se ha enterado bien?

GEMELAS. – Pensamos que no. Vamos a cambiarnos. (Se cambian de sitio) A ver doctor. ¿Quién soy yo?
Y ¿Quién es ella?

GEMELAS. – No ha acertado. Yo soy Pamela y esta es mi hermana gemela Carmela. ¿Se ha enterado
ya?

GEMELAS – Venimos juntas porque somos gemelas ya se lo hemos dicho.

GEMELAS. – Pues que todo lo hacemos a la vez. Comemos. A la vez, bebemos a la vez y nos ponemos
malas a la vez.

GEMELAS. - ¡Qué marrano es usted!

CARMELA. – A mí doctor me duele la cabeza, la garganta y tengo tos.

GEMELAS. - ¿Y nos va a echar de aquí sin recetarnos nada?

GEMELAS. – Si nos vamos y ¿sabe lo que vamos a hacer?

GEMELAS. – Pues no, vamos a comprarnos un bikini y nos vamos de vacaciones al Caribe. ¡Adiós!

DON FERNANDO.- (Hace como que no puede hablar y señala su cara) E. E. U. E. E. LA. U. E. LA. (Tiene
que quedar claro que quiere decir “que me duele la muela”)
DON FERNANDO.- No, no. (Repite lo mismo que la vez anterior)
E. E. U. E. E. LA. U. E. LA.

D. FERNANDO. - Que me duele la muela. (Ahora lo pronuncia bien)

(El paciente abre la boca y el doctor lo mira)

DON FERNANDO.- ¿Me A. doler U. O? (Tiene que entenderse “¿me va a doler mucho?”

D. FERNANDO. - Un momento, ¿Qué dice usted? ¿Me va a pegar una paliza?

D. FERNANDO. - ¡Ah, bueno!

D. FERNANDO. - ¿A mi muela?

D. FERNANDO. - Pero ¿A quién le va a hacer eso?

D. FERNANDO. - ¡Ahh!

DON FERNANDO.- Un momento doctor, creo que ya no tiene que hacerle eso a mi muela. Se ve que se
ha asustado al ver las cosas que le iba a hacer y ya no me duele.

DON FERNANDO. - Parece que ya me duele menos... (Da dos pasos por el escenario) pero ¡Ay! Otra vez
me duele.

D. FERNANDO. - Espere, espere doctor.

D. FERNANDO. - ¡Que ya no me duele, que ya no me duele!

D. FERNANDO. - No doctor. Me voy a mi casa a...¡Ay, ay, otra vez me duele!

D. FERNANDO. - ¿Qué le va a hacer ahora a la muela?

D. FERNANDO. – Doctor, me voy a mi casa.

D. FERNANDO. – Si, me duele mucho pero me acabo de cagar los pantalones.

ENFERMERA.- ¡Buenos días doctor Cabrera!

ENFERMERA. - ¿Ha descansado usted bien?


ENFERMERA. - ¿Viene usted con fuerzas y gana de trabajar?

ENFERMERA.- Muy bien doctor. Como usted quiera, voy a pasar al primer paciente. ¡Tilín, tilín, tilín, tilón!
Doña Paquita Retuerta, pase a la consulta por favor.

ENFERMERA.- Venga conmigo y siéntese aquí.

ENFERMERA.- ¿Pero qué se ha creído usted? Aquí no tenemos perejil.

ENFERMERA. – Ya se lo advertí yo antes doctor pero no se irrite , que era una pobre viejecita.

ENFERMERA. – Así me gusta. ¿Puedo pasar ya al segundo paciente?

ENFERMERA. – ¡Tilín tilín, tilín tilán! Que pase el siguiente paciente; don Alberto Canarias el
Cascarrabias.

ENFERMERA. – No es bueno que se tome tantos tranquilizantes que se va a quedar dormido.

ENFERMERA. – Mejor así le paso al siguiente paciente.

ENFERMERA.- ¡Tilín, tilín, tilín, tilín! Que pase el siguiente paciente.


Don José María Galimatías.

ENFERMERA. - ¿Y a mí qué me cuenta usted? Eso dígaselo al médico

ENFERMERA. - ¿Y qué hago con él doctor?

ENFERMERA. - ¡Toma, vete al manicomio tú y tus pollitos!

ENFERMERA. – Que pase el siguiente paciente: don Fernando Candelas el del dolor de muelas.

ENFERMERA.- Aquí los tiene doctor.

ENFERMERA. - Ahora mismo se la traigo doctor.

ENFERMERA. – Me da a mí doctor que se ha pasado usted un pelín con este paciente.

ENFERMERA. – A mí no me engaña, usted ha hecho todo esto para que se cagara de miedo y creo que lo
ha conseguido.

ENFERMERA. – Las siguientes pacientes son las dos hermanas gemelas; Pamela y Carmela.
(Pasan las dos gemelas)

ENFERMERA. – Tómese la pastilla doctor, el tranquilizante.

ENFERMERA. – Tranquilo doctor, tranquilo.

ENFERMERA. – En eso tiene usted toda la razón vienen al médico lo mismo que al “Carrefur”. Bueno. ¿Se
encuentra usted ya descansado y tranquilo?

ENFERMERA.- ¡Tilín, tilín, tilín, tilín! Que pase la señorita Marisol Martín procedente de Madrid.

DOCTOR.- Buenos días enfermera.

DOCTOR. – Si he descansado bien.


DOCTOR. – Si vengo con fuerzas. Déjese de rollos y haga pasar al primer paciente.

DOCTOR.- ¡Enfermera! Traiga aquí a esa viejecita. No ve que le está hablando a mi bata.
DOCTOR. - Dígame qué le pasa.

DOCTOR. - ¡Que estoy aquí! (Lo dice con voz fuerte y con tono muy enfadado)

DOCTOR. - Yo no estoy en su casa, es usted la que está en mi consulta. Dígame lo que le pasa.

DOCTOR. - (Viendo que no le hace caso en mirarlo de frente, opta por ponerse en pie y se acerca a la
viejecita) Si ya lo sé, y usted iba al río a lavar la ropa. Siga, siga.

DOCTOR. - ¿Herrero o ferroviario? ¿En qué quedamos? Bueno si señora, eso ya me lo ha dicho pero
dígame a qué ha venido usted.

DOCTOR. - Pues trate de recordar señora y dígame qué es lo que le pasa y qué quiere.

DOCTOR. - Con que al final resulta que lo que usted quería era una ramita de perejil. ¡Esto es el colmo!

DOCTOR. - Pero si el médico soy yo, o a lo mejor ya no lo soy, que soy ferroviario o alcalde de Cuenca.
¡Esto es el colmo! ¡Vaya una forma de empezar las consultas! ¡Me van a volver loco!

DOCTOR. – No me irrito, es verdad, no quiero irritarme tan temprano.

DOCTOR. - De acuerdo, enfermera, haga pasar al siguiente paciente.

DOCTOR. - ¡Dios mío, don Alberto el Cascarrabias! (Dirigiéndose al público) Este es un paciente muy
gruñón, siempre viene peleando y protestando por todo.
(Entra el paciente y se pone delante del doctor con aspecto de enfadado)

DOCTOR. - ¡Hombre, don Alberto Canarias! ¡Buenos días!


(Le tiende la mano para saludarlo pero el otro no le hace caso)

DOCTOR. – Bueno, no se enfade, como usted quiera.

DOCTOR. – Pues si quiere enfadarse se enfade quiero decirle que a mí me da igual. Haga lo que usted
quiera.

DOCTOR. – No es eso. Quería decir… bueno nada dígame ¿qué le pasa?

DOCTOR. – Si, bueno he querido decir que ¿qué le pasa para estar tan irritado?

DOCTOR. – (Hablando con miedo) Yo creo que sí.

DOCTOR. – ¿Por qué está tan irritado don Alberto?

DOCTOR. – Pues si es ese el problema, yo le garantizo que se lo puedo solucionar.

DOCTOR. – No señor, solo soy un médico y le puedo asegurar que usted padece un pequeño trastorno en
su ciclo de sueño llamado vulgarmente insomnio que hace que usted no pueda dormirse y para eso existe
una medicina llamada somnífero que con una pastillita cada noche dormirá usted como un lirón.

DOCTOR. – Si señor

DOCTOR. – Cae como un tronco.

DOCTOR. – Pues usted mismo.

DOCTOR – Pero de qué bicho está usted hablando hombre de Dios.

DOCTOR. – Yo cada vez me entero menos.


DOCTOR. – (Poniendo gesto de resignación) Vamos a empezar otra vez por el principio. Usted viene a mi
consulta diciendo que no puede dormir. ¿De acuerdo?

DOCTOR. – Yo le receto unas pastillas para el insomnio.

DOCTOR. – Le pregunto. ¿Se va usted a tomar las pastillas para dormir?

DOCTOR. - ¿Y dice que le va a dar las pastillas al perro de su vecina?

DOCTOR. – Pues no me entero

DOCTOR. – ¿Por qué soy un mal médico?

DOCTOR. – Pues bueno se lo pregunto ahora. ¿Por qué no duerme por la noche don Alberto?

DOCTOR. - ¡Virgen Santa! (Pone cara de asombro y se queda con la boca abierta)

DOCTOR. – No ese somnífero es para las personas a los animales no le hace efecto. Vaya usted al
veterinario.

DOCTOR. - ¡Qué paliza de hombre, me pone de los nervios! Es que si por mí fuera no lo atendería más.
Necesito un tranquilizante para poder continuar la consulta.

DOCTOR. – ¡Pero si no me he tomado ninguno!

DOCTOR. – Vale pero como pierda los nervios no respondo.

DOCTOR. - ¡Buenos días! Veamos ¿Cómo se llama usted?


MÉDICO. – (Hace como que escribe y dice) José María Galimatías, bien. ¿Y qué le pasa a usted?

MÉDICO. – (Sigue escribiendo) Tiene tres pollitos en la barriga. Querrá decir usted que se ha comido tres
pollitos y que los tiene todavía en la barriga. ¿No?

MÉDICO. – Pues entonces. ¿Qué hacen los pollitos en su barriga?

MÉDICO. – (Pone caras raras) Creo que me he perdido algo y no me he enterado bien. Vamos a empezar
de nuevo. ¿Cómo se llama usted?

MÉDICO. – Muy bien. Ahora dígame qué le pasa.

MÉDICO. – Eso ya no me gusta. ¿Y qué hacen los pollitos en su barriga, estarán haciendo la digestión?

MÉDICO. – Entonces. ¿Qué hacen vamos a ver?

MÉDICO. – (Vuelve a poner caras raras, mira al público, se queda callado por espacio de cinco segundos
y…) ¿Y qué más le dicen los pollitos?

MÉDICO. - ¡Y qué razón tienen!

MÉDICO. – (Asustado) ¡Enfermera! Quíteme a este loco de encima, que es contagioso y me va a pegar su
locura.

MÉDICO. – Dale una patada en el culo y mándalo al manicomio.

MÉDICO. – Enfermera, haga pasar al siguiente paciente.

DOCTOR.- Siéntese ahí y dígame lo que le pasa.

DOCTOR.- ¿Cómo dice? ¿Qué vende a su abuela?

DOCTOR. – Que la mesa se vuela. ¿Está usted loco?


DOCTOR. - ¿Que le duele la muela? Muy bien. Abra la boca.

DOCTOR.- Ya la veo. Tiene una muela picada. Maldita muela, se le ha picado la muy mala y por eso le
duele. Pero no se preocupe, le voy a dar una paliza a la muela que se va a enterar.

DOCTOR.- Sí, pero luego se le pasa. Enfermera tráigame los alicates, el destornillador y la llave inglesa.

DOCTOR. Sí, están en perfecto estado. Le voy a sacar la muela en un santiamén. Pero antes voy a darle a
la muela una buena paliza.

DOCTOR. - No a usted no, ¡Por Dios, yo no le pego nunca a mis pacientes.

DOCTOR. - Me refería a su muela, mire, para empezar le daré un martillazo así (Da un golpe con el
martillo en la mesa o en otro sitio) por ser tan mala.

DOCTOR. - Si. A su muela, a su muela. Y luego la voy a coger con las tenazas y la voy a retorcer así y así,
por producirle dolor a usted (Coge con las tenazas algún objeto y lo retuerce).

DOCTOR.- A su muela, por supuesto, usted no se preocupe.

DOCTOR. - Y después cojo el sacacorchos y se lo clavo así y la saco, y cuando la tenga cogida la tiraré
contra el suelo y la pisaré y la machacaré por haber sido tan mala y haberle dolido. Abra la boca.

DOCTOR. - No me diga. ¿Ya no le duele?

DOCTOR. - Siéntese, siéntese. ¡Enfermera, el martillo! Que le voy a atizar a la muela.

DOCTOR. - ¿Qué pasa ahora?

DOCTOR. - Entonces ¿ya no se la saco?

DOCTOR. - Pues venga siéntese otra vez que se va a enterar esa maldita muela lo que le voy a hacer.

DOCTOR. - Que ¿qué le voy a hacer? Que ¿qué le voy a hacer? Voy ahora a por la escopeta y le pego
cuatro tiros a esa maldita muela que ya me está cabreando a mí. ¡Enfermera la escopeta!

DOCTOR. - ¿Es que ya no le duele la muela?

DOCTOR.- Espere hombre, que si no le saco la muela le puedo matar el nervio de un tiro.

DOCTOR. – Pero si con él no me he metido era con su muela.

DOCTOR.- Bueno vale, estaba muy cansado y nervioso. Enfermera, guarde las herramientas y pase al
siguiente paciente.

DOCTOR. - ¡Buenos días. Decidme cómo os llamáis.

DOCTOR. – Si muy bien.

DOCTOR. – Tú eres Carmela y tu Pamela.

DOCTOR. – Y yo soy su abuela… vale de adivinanzas y decid lo que os pasa. ¿A qué habéis venido al
médico las dos juntas?

DOCTOR. - ¿Y qué tiene que ver?

DOCTOR. - ¿Y también os tiráis los pedos a la vez?

DOCTOR. - ¡Bueno dejar de marearme y decidme lo que os pasa!

DOCTOR. – Está claro que usted tiene la gripe. ¿Y a usted qué le pasa?

DOCTOR. – Pero dígame qué síntomas tiene. ¿Le duele la cabeza, la garganta y también tiene tos?

DOCTOR. – (Poniendo cara de alucinado) ¿Qué?


DOCTOR - ¿Y por eso viene al médico?

DOCTOR. – Pues ahora no le pasa lo mismo porque usted no tiene gripe y ella sí.

DOCTOR. – Con que yo que se, con que yo que se le voy a…(El doctor empieza a dar porrazos y a hacer
gestos raros, la enfermera lo ve…)

DOCTOR. – Si ya me encuentro mejor pero llévese de aquí a las dos gemelas que me van a volver loco.

DOCTOR. – A la que tiene la gripe si le receto un antigripal.

DOCTOR. – No a usted si le pican las orejas se las lava que seguro que es porque las tiene

DOCTOR. – Pues no los tire. Haga lo que le de la gana. Y usted tome la receta y se compre el antigripal y
ahora váyanse las dos y déjenme en paz.

DOCTOR. – Si, a comprarse unos zapatos y las medicinas.

DOCTOR. – Entonces ¿para qué han venido al médico? Esto es el colmo, yo es que las mataba.

DOCTOR. – Si es que esto es el colmo, ¿para qué vendrá la gente al médico?

DOCTOR. – Si ya estoy tranquilo.

DOCTOR.- Sí. Siéntese por favor y dígame lo que le pasa.


DOCTOR.- ¡Cómo que no lo sabe!

DOCTOR.-¡Que raro! Vamos a ver. Empecemos por arriba ¿Cómo anda de la cabeza?

DOCTOR.- ¡Qué raro! Y la garganta. ¿Le duele?

DOCTOR.- No lo sé. Veamos el corazón.

DOCTOR.- Bueno, eso es normal. Pasemos al estómago. ¿Hace bien la digestión?

DOCTOR.-Pero ¿le duele?

DOCTOR.- Bueno, veamos el vientre. ¿Hace usted de vientre?

DOCTOR.- (Con voz fuerte muy irritado) Mire usted esta receta: ¿La ve?

DOCTOR.- Pues si quiere va con ella a la farmacia y si no quiere no vaya. Si va a la farmacia la compra y
si no quiere no la compra. Si la compra se la toma y si no quiere no se la toma. Y al final usted se cura,
pero no se cura, porque yo hago como que se la doy, pero no se la doy. Y ya puede usted irse para su
casa, porque yo no soy el médico que soy un fontanero.

(Se quita la bata de médico y se queda con el traje de fontanero)


Y ahora me voy a arreglar un grifo.

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