Terapia - Martin Giner

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TERAPIA
(Comedia en tres sesiones y un diagnóstico.)
de Martín Giner

En el escenario se ven un diván y una silla. Sobre el fondo se ve una lámina del
test de Roschard, donde se entiende la figura de un ave. Todas estas cosas
sugieren el consultorio de un psicoanalista, o algo así.
La escena empieza con una música triste y un hombre con aspecto de
intelectual que se encuentra sentado en una de las sillas. El hombre habla a un
pequeño grabador de bolsillo que tiene en la mano.

DOCTOR- Estimado doctor Berstein, siento un placer inmenso en poder


comunicarme con usted de analista a analista. Le agradezco mucho las
reiteradas invitaciones a conocer su consultorio nuevo, pero se me ha hecho
imposible encontrar un momento para visitarlo. Y mucho más en estas tristes
circunstancias. Usted sabe que las cosas no han sido lo mismo desde aquel
fatídico día en que la luz de mis ojos, mi otra mitad, es decir mi amada esposa
Adela murió...
VOZ (en OFF)- ¡No estoy muerta!
DOCTOR- ¡Sí estás!
VOZ- ¡Que no!
DOCTOR- ¡¡Callate, vieja bruja!!... Como ve, mi estimado colega, a la pobre
aún le cuesta mucho aceptar su muerte. Es más, yo diría que tiene una negación
total contra ello. Hasta insiste en probarme que esta viva. Basa su teoría en el
hecho de que aún tiene funciones corporales. Y yo le explico que simplemente
esta somatizando la negación patológica de su muerte, de tanto creerse que está
viva ha llegado a respirar, hablar y otras características copiadas a los seres
vivos. Pero, como psicoanalista, puedo afirmar que sólo son meras ilusiones que
le provoca el inconsciente. En fin, he tratado de convencerla de su condición por
todos los medios, pero usted sabe como son las mujeres: testarudas. E incluso se
me ocurrió, a modo de terapia, aprovechar que se había dormido profundamente
para acomodarla en un ataúd, rodearla de calas y despertarla al grito de
¡Sorpresa!. Estaba seguro de que cuando sintiera la suave comodidad de la seda
y se viera rodeada de todo ese lujo de caoba, me lo agradecería y aceptaría su
muerte gustosa. (Pausa) Me equivoqué. Como primera reacción se dio el
espanto, seguido inmediatamente de una furia incontenible, mientras gritaba que
me iba a hacer un enema con las calas. Ambos sabemos, estimado doctor, que
eso es científicamente imposible. Pero, de todos modos, debería haber visto la
tenacidad con la que lo intentó.
Y, finalmente, cuando llegó la policía les expliqué que esto no era otra cosa que
un simple intercambio de opiniones entre un hombre y su difunta esposa (Hacia
fuera.) ¡que aún no acepta haber muerto!
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Obviamente, la policía no tiene muchos conocimientos sobre psique humana,
porque no creyeron una palabra de lo que dije y se fueron, no sin antes
asegurarme que, según ellos, mi esposa aún estaba viva. ¿Puede creer el descaro
de estos ignorantes? ¿Qué saben ellos de psicoanálisis?
Pero no es ese el motivo de esta carta. Mi intención es comentarle sobre un
paciente que he estado tratando últimamente, un caso difícil. Este hombre sufre
un complejo de Edipo tan grande que hasta el mismo Edipo se sorprendería. El
primer encuentro se dio una mañana. (Entra un hombre de camisa, corbata,
sobretodo y sombrero. Esta representado en él, "el típico hombre de ciudad".)
PACIENTE- Buen día. Estoy buscando a un psicoanalista. ¿Es usted?
DOCTOR- Así es.
PACIENTE- Y su título? No veo ningún título. ¿Cómo sé que es doctor si no
veo ningún título? ¿Cómo sabe usted que es doctor si no tiene ningún título?
DOCTOR- Los tengo. Simplemente no me gusta colgarlos, porque me parece
una forma de alarde muy grosera.
PACIENTE- Es eso, o es que usted en cierta medida tiene una negación a su
condición de doctor, por resultarle ajena a su propia naturaleza y eso provoca
que su subconsciente la rechace? (El doctor lo reprende con la mirada.) Perdón.
Es que estuve leyendo unas revistas en la sala de espera... Además este lugar
inspira… Le pido disculpas, además estoy muy nervioso por mi madre.
DOCTOR- ¿Qué le pasa?
PACIENTE- Últimamente, ha estado teniendo un comportamiento algo raro. En
realidad muy raro. Y eso me preocupa, yo soy un hombre serio y me duele que
mi madre se haya vuelto tan excéntrica, tan... En fin, me preocupa la posibilidad
de que se haya vuelto loca.
DOCTOR- Bien. ¿Por qué no la hace pasar y vemos lo que tenemos?
PACIENTE- Esta bien. Doctor, otra cosa, si ella está mal quiero que me lo diga
sin vueltas. Yo quiero saber si tiene algún problema.
DOCTOR- De acuerdo. Hágala pasar, por favor.
PACIENTE- Pasá, mamá. El doctor quiere hablar con vos. (Aunque no entró
ninguna mujer, el hombre actúa como si la viera.) Por acá mamá, cuidado con
la silla. Permitime que te saque el abrigo... sí, yo te lo tengo, no te preocupes...
¿El qué ..? Sí, las tengo yo a las llaves del auto... no, mamá, no se lo va a llevar
la grúa... Lo estacioné bien... lo que pas... a dos metros de la esquina está
permitido... eran dos me... no, no me voy a ir ahora a medir el... Mamá, no es el
momento para discutir eso... porque no... Doctor ¿está permitido estacionar a
dos metros de la esquina?
DOCTOR- Este... sí.
PACIENTE- (A "la madre".) ¿Ves? (Al DOCTOR) Dígaselo usted, a ver si me
deja en paz.
DOCTOR- Sí... esta permitido.
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PACIENTE- Sentate, mamá, por favor... acá en la silla... es que es la única que
hay... no, no creo que el doctor tenga una mecedora... Bueno, esta bien, quedate
parada. Me siento yo. (Nota que el doctor lo mira asombrado.) Ya sé por que
me mira así, pero si empiezo a darle con todos los gustos me voy a volver loco.
DOCTOR- ¿Usted ve a su madre?
PACIENTE- Sí, doctor, todos los santos días.
DOCTOR- Pero la ve y habla con ella...
PACIENTE- Sí, aunque la que más habla es ella. Es más, a veces ni me deja
hablar a mí... Como ahora. (A la madre.) Mamá, te podés callar un poco, estoy
hablando con el DOCTOR (Al DOCTOR) Perdón.
DOCTOR- Antes de empezar a trabajar con su madre, me gustaría probar un
pequeño ejercicio con usted. Es bastante frontal, pero estoy seguro que va a
funcionar. Mire a su madre de frente y dígale "Mamá no existís".
PACIENTE- No sé si sea buena idea, DOCTOR ¿Sabe que sucede? Ella tiene
muy mal carácter y...
DOCTOR- Le agradecería que me tuviera un poco mas de confianza. Después
de todo soy el DOCTOR
PACIENTE- Si, pero no creo que lo vaya a tomar muy bien.
DOCTOR- Insisto.
PACIENTE- Esta bien. (Se da vuelta, mira donde supuestamente esta su madre
y le dice: ) Mamá, vos no existís. (Inmediatamente se escucha un cachetazo que
le sacude la cara.)( Al DOCTOR) ¿Vio?
DOCTOR- ...¿Podría hacerlo otra vez?
PACIENTE- Preferiría que no...
DOCTOR- Otra vez, por favor.
PACIENTE- (Se dirige a su madre de nuevo.) Mamá, vos... no existís. (Otro
cachetazo.)( Al DOCTOR) ¿Conforme?
DOCTOR- Es increíble, nunca había visto algo así. Hágalo otra vez, por favor.
PACIENTE- No, creo que ya tuve suficiente.
DOCTOR- Insisto, una vez más.
PACIENTE- ¿No podríamos, mejor, hablar de mi infancia? O en todo caso...
DOCTOR- ¿Usted quiere solucionar sus problemas? Bien, haga lo que le digo
entonces.
PACIENTE- Está bien. Pero es la última. Mamá, vos no existís. (El hombre se
agacha y el doctor recibe el cachetazo.) ¡Ja! ¡Lo jodí! (El hombre se da vuelta y
recibe un cachetazo) (Pausa.) ¿Es grave, doctor?
DOCTOR- No, que va a ser grave. Casos como este veo todos los días. A veces
vienen de a cuatro o cinco. No tiene de que preocuparse.
PACIENTE- ¿Lo dice en serio, doctor, o sólo para que me tranquilice?
DOCTOR- Sólo para que se tranquilice. ¿Qué le parece si empezamos?
PACIENTE- Me parece bien. Mamá, el señor quiere hablar con vos. Los dejo
solos.
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DOCTOR- En realidad, me gustaría hablar con usted.
PACIENTE- Pero, ¿y mi madre? Yo la traje para que hable con usted... (A la
madre.) Sí, mamá, es por vos que vinimos, no por mí... no era un engaño... pero
era neces... basta mamá, no empieces... sí, mamá, ya sé... ya... ya sé, pero... no
empieces otra vez con eso de las cuarenta y nueve horas de parto... en el Citroen
de la tía... sin aire acondicionado, lo sé... pero esto no tiene nada que ver... no
me hablés de... ¡Basta con la varices! ¡No me muestres las varices, no quiero
verlas!... ¡No! ¡Basta!... Doctor, ¿podría hablar con mi madre?
DOCTOR- Insisto en que me gustaría hablar con usted.
PACIENTE- ¿Ves mamá? Ya asustaste al DOCTOR ¿Podés esperarme afuera?
Gracias... y subite esas medias, por favor. Le pido disculpas por toda esta
escena, no sé que decir.
DOCTOR- Está bien, no se preocupe. Antes que nada (Le señala la lámina.)
Dígame que ve.
PACIENTE- A mi mamá, DOCTOR
DOCTOR- ¿Está seguro? Tendría que estar viendo a un animal.
PACIENTE- Más respeto, DOCTOR
DOCTOR- Disculpe, pero no tendría que estar viendo eso.
PACIENTE- ¿Y a mí que me dice? Usted es el que tiene un cuadro de mi
madre.
DOCTOR- Está bien. ¿Su relación con ella siempre fue así?
PACIENTE- ¿Usted se refiere a los gritos y los reproches?
DOCTOR- Sí.
PACIENTE- Un poco. Cuando nací, por ejemplo, el primer chirlo no me lo dio
el médico, me lo dio ella por hacerla sufrir durante el parto. Y no fue uno, sino
varios. Por lo que sé, tuvieron que sedarla para que dejara de golpearme. Pero
siempre con amor de madre ¿no?
DOCTOR- Ya veo. Y, dígame, ¿le dio el pecho?
PACIENTE- Sabía que me iba a preguntar eso. Ustedes siempre preguntan eso.
Para saber si es buena madre ¿no? Para que vea la mía si me dio el pecho.
DOCTOR- Que bueno... ¿Y hasta que edad?
PACIENTE- Hasta los doce años, DOCTOR
DOCTOR- ¿Hasta los doce?
PACIENTE- Sí señor. Si esa no es una buena madre, no sé que es.
DOCTOR- ¿Y no le resultaba raro?
PACIENTE- ¿Raro? ¿A qué se refiere, doctor?
DOCTOR- Raro, hombre. Su madre lo amamántó hasta los doce años...
PACIENTE- Ah, por eso lo dice. No. Lo que sí recuerdo es que había perdido
mucho calcio. Por los doce años de lactancia, ¿vio? Y en mi cumpleaños, el
número doce justamente, la abracé y le quebré cuatro costillas y el esternón. Eso
fue muy traumático para mí.
DOCTOR- Por la culpa de haberle hecho daño a su madre.
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PACIENTE- No, porque me las tuve que arreglar con un biberón. Y usted sabe
que no es lo mismo. El tamaño, la textura, el...
DOCTOR- Basta. Entiendo.
PACIENTE- De todos modos mi madre trató de conseguir una nodriza que me
amamántara. Pero no lo consiguió. O la amenazaban con denunciarla, o le
cobraban cincuenta pesos el completo. Nunca entendí eso.
DOCTOR- ¿Y ahí se dio cuenta de su error?
PACIENTE- Sí, DOCTOR
DOCTOR- ¿Y hubo algún cambio?
PACIENTE- Sí, ese día entendió que ya no soy un bebe. Y desde entonces
como puré de zapallito.
DOCTOR- Si no me equivoco, esto debe haber dificultado bastante su
encuentro con la pubertad.
PACIENTE- No prejuzgue, doctor, mi pubertad fue tan normal como la de
cualquiera.
DOCTOR- ¿Ajá? Cuénteme, ¿desde qué edad tiene conciencia de su
sexualidad?
PACIENTE- ¿De mi qué?
DOCTOR- Del sexo.
PACIENTE- ¿Del qué?
DOCTOR- Del sexo. Cuando dos personas están solas en un lugar,
compartiendo su intimidad.
PACIENTE- ¿Cómo nosotros..?
DOCTOR- ¡No! No como nosotros. Como dos personas que se aman.
PACIENTE- Bueno, no sé si lo amo. Pero tampoco puedo decir que lo odio.
DOCTOR- Me refiero a la mayor experiencia intima entre un hombre y una
mujer. Cuando los cuerpos se unen y los sentidos se entrelazan para
transportarlos más allá de la realidad terrenal. ¿Me entiende?
PACIENTE- Sí... No.
DOCTOR- No me va a decir que usted cree que nació de un repollo. (Ríe.)
PACIENTE- (Ríe también. Luego serio.) ¿No es así?
DOCTOR- No.
PACIENTE- ¡Por supuesto que no! Era broma. Todo el mundo sabe que son las
mujeres las que nacen de un repollo... (El doctor lo mira serio.) quiero decir de
una lechuga... mas bien de un zapallito coreano... ¿No?
DOCTOR- No. ¿De dónde saco eso?
PACIENTE- De mi madre.
DOCTOR- ¿Su madre nunca le habló abiertamente del sexo?
PACIENTE- Sí, me explicó de los zapallitos, de las semillitas...
DOCTOR- ¿Su madre relacionaba todos los aspectos del sexo con las
hortalizas?
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PACIENTE- Todos. Hasta llegué a pensar que el canal rural era un canal
pornográfico.
DOCTOR- (Con aire de superioridad.) No puedo creer que todavía haya padres
que les mienten a sus hijos de esa manera.
PACIENTE- ¿Y cómo es entonces, doctor?
DOCTOR- ¿Cómo és?
PACIENTE- Sí.
DOCTOR- Bueno,... este... empecemos por destruir las mentiras. ¿Qué fue
exactamente lo que le dijo su madre?
PACIENTE- Que el Ratón Pérez y los Reyes Magos tienen una huerta con
repollos mágicos que Papá Noel entrega a domicilio en su tiempo libre.
DOCTOR- (Sarcástico.) ¿Y no le hablo del Cuco, también?
PACIENTE- Sí, él levanta los pedidos.
DOCTOR- Si lo escuchara Freud...
PACIENTE- Ay, que tonto. Freud no existe.
DOCTOR- Escúcheme bien lo que le voy a decir, porque se lo voy a decir una
sola vez. Todo comienza cuando un hombre y una mujer se conocen. El hombre
tiene su... su... (Señala sutilmente la entrepierna del PACIENTE)... su...
PACIENTE- Rabanito.
DOCTOR- Sí. ¡No! El hombre tiene su... el... el hombre tiene su pistilo,
digamos. Y la mujer su estambre. Estambre y pistilo. Entonces, a fin de que el
hombre pueda polinizar el estambre de la señorita con su pistilo, comienza la
danza de la seducción.
PACIENTE- La seducción. ¿Cómo?
DOCTOR- Usted sabe, con frases como "¿Solita?", "¿Trabajás o estudiás?" o
"Mi papá es el dueño de este boliche". Eso es la danza de la seducción,
¿entiende?
PACIENTE- No.
DOCTOR- Es como las abejitas que danzan porque encontraron un estambre
donde llevar el polen de un pistilo.
PACIENTE- Ah.
DOCTOR- Y después viene el momento de la intimidad.
PACIENTE- Ah.
DOCTOR- No sabe qué es el momento de la intimidad.
PACIENTE- No.
DOCTOR- Es cuando... ¿Usted vio los pajaritos? Bueno, ¿usted vio cuando se
acurrucan en una tormenta? Eso es.
PACIENTE- Ah.
DOCTOR- Y este es a grandes rasgos el milagro de la reproducción humana.
PACIENTE- ¿Y qué pasó con el pistilo?
DOCTOR- Lo tiene el pajarito.
PACIENTE- ¿No lo tenía la abejita?
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DOCTOR- No, la abejita tiene el polen para el estambre que tiene la pajarita.
PACIENTE- ¿El estambre no lo tenía la señorita?
DOCTOR- También.
PACIENTE- ¿La señorita y la pajarita comparten el estambre?
DOCTOR- ¡Son lo mismo!
PACIENTE- ¿Cómo?
DOCTOR- La señorita y la pajarita son lo mismo, es una metáfora.
PACIENTE- ¿Qué es una metáfora?
DOCTOR- (Exaltado.) Mire. El hombre tiene pene y la mujer vagina. Este
introduce su miembro, el pene, en la vagina de la mujer, depositando de esta
manera los espermatozoides en un conducto que los llevara hasta el útero donde
uno de ellos fecundara el óvulo que allí se encuentra. Este óvulo comenzara a
crecer hasta que a los nueve meses, promedio, alcanzara su desarrollo final
transformándose en un hermoso bebe.
PACIENTE- (Pausa.)¿Todavía estamos hablando de sexo?
DOCTOR- Su madre tiene razón y yo me equivoque. Usted si nació de un
repollo.
PACIENTE- ¿Vio?
DOCTOR- La verdad que usted es uno de los casos mas curiosos que he tenido.
PACIENTE- (Con cierto orgullo.) ¿Sí? ¿Tanto?
DOCTOR- Sí. Lo pondría en un frasquito con formol y lo guardaría para
estudiarlo.
PACIENTE- (Bromeando) Pero no puede.
DOCTOR- No, no tengo suficiente espacio.
PACIENTE- No entiendo.
DOCTOR- Lo sé. Respecto a su madre, ¿cuál piensa usted que sea el problema?
PACIENTE- Ay, doctor, mi madre. No sé por donde empezar. De todos modos
¿qué le puedo decir que usted no haya notado cuando la vio? ¿Sabe que creo?
Que ella no se da cuenta que esta mal de acá. Usted vio como son los locos,
creen que todos están locos menos ellos. Qué curioso, ¿no? Pueden pasar toda la
vida sin enterarse de que están mal de la cabeza. ¿No le da cierta inquietud
pensar que talvez puede estar loco y no tener idea?
DOCTOR- No
PACIENTE- ¿Cómo está tan seguro?
DOCTOR- Porque soy doctor, y sí estoy calificado para evaluar la cordura de
los demás, imagínese lo calificado que estaré para evaluar la mía. Y usted,
¿nunca se cuestionó su cordura?
PACIENTE- No, para nada, yo sé que estoy perfectamente de salud. Lo que me
preocupa es que la gente no lo sabe y me miran raro cuando salgo a caminar del
brazo con mi madre. O, por ejemplo, cuando la llevo a la plaza. Ella es loca por
los juegos y a veces me paso tardes enteras empujándola en las hamacas. No se
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imagina cómo nos mira la gente. Menos mal que le hablo de política todo el
tiempo, que si no, no sabrían quién es loco.
DOCTOR- Yo creo que la gente se da cuenta.
PACIENTE- Pero no la traje por eso.
DOCTOR- ¿No?
PACIENTE- No. El problema es que ya no nos llevamos como antes. Nuestra
relación se ha deteriorado.
DOCTOR- Claro, ahora le pega.
PACIENTE- No, eso fue toda la vida.
DOCTOR- Le grita.
PACIENTE- No, eso fue toda la vida.
DOCTOR- ¿Entonces?
PACIENTE- Me quiere internar. Dice que estoy loco y me quiere internar. ¿Lo
puede creer?
DOCTOR- ¿Y por qué es eso?
PACIENTE- Es que... no quiero que usted piense que estoy loco.
DOCTOR- ...
PACIENTE- Usted no lo va a creer, pero... (En tono confidencial.) veo cosas.
DOCTOR- No me diga. ¿Y qué es lo que ve?
PACIENTE- Nada del otro mundo. Seres de un lugar lejano que me visitan cada
tanto. A veces llegan sin que los invite, y se vienen todos juntos. Usted vio
como son las visitas a veces. Pero son buena gente; un poco introvertidos, muy
amables y se visten de todos colores. No creo que sea para tanto.
DOCTOR- No, para nada. Yo mismo conocí en este consultorio a un hombre
que aseguraba que se comunicaba con seres de una galaxia lejana llamada
Omnicrom 9. ¿Cómo se llama el lugar de donde provienen sus seres?.
PACIENTE- (En tono confidencial.) Bolivia.
DOCTOR- No me diga. ¿Y en qué vienen? ¿En colectivo?
PACIENTE- No, doctor, en burros voladores. En realidad, todo empieza cuando
escucho una musiquita en mi cabeza; eso significa que unas voces en mi cabeza
me van a avisar que las visitas se acercan.
DOCTOR- Qué interesante.
PACIENTE- Sí, pero no es conmigo con quien quiere hablar, sino con mi
madre. ¿La hago pasar?
DOCTOR- No creo que...
PACIENTE- Gracias. Mamá, pasa, el doctor quiere hablar con vos.
DOCTOR- (De mala gana.) Está bien. (Se dirige a donde supuestamente esta la
mujer. Con falsa amabilidad.) Bienvenida, disculpe la molestia. Siéntese, por
favor.
PACIENTE- Todavía no entró, doctor.
DOCTOR-... ¿Ahora, sí?
PACIENTE- Sí.
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DOCTOR- (A la mujer.) Tome asiento, por favor.
PACIENTE- Ya está sentada, doctor
DOCTOR- ¿Podría usted...
PACIENTE- ¿No la va a saludar, doctor?
DOCTOR- Buen día. ¿Podría usted...
PACIENTE- Ella es italiana, doctor. Se ofende si no la saludan con un beso.
DOCTOR- (El doctor, de muy mala gana se levanta y se acerca a la silla donde
supuestamente esta sentada la mujer, y calculando a donde esta su cabeza le da
un beso.) Listo, le di un beso a su madre. ¿Conforme?
PACIENTE- Sí, doctor. Pero ¿en la boca?
DOCTOR- ¿Quiere que hable con su madre sí o no?
PACIENTE- Sí, doctor, disculpe.
DOCTOR- (A la madre, pero obviamente dirigiéndose al PACIENTE) Mire,
señora, la situación de su hijo es muy delicada. Yo creo, como usted, que tal vez
él necesite algo de ayuda... (Mientras sigue hablando toma a la "mujer" del
brazo y se dirige hacia e proscenio.)... tal vez la internación no sea necesaria,
pero sí debería abrir los ojos y reconocer que no todo lo que ve es real... (Ve que
el paciente no le presta atención y murmura.) ¿Se puede saber con quién está
hablando?
PACIENTE- Yo con mi madre, doctor. ¿Y usted?
DOCTOR- No, esto no va a funcionar así. Escúcheme, hay algo que le tengo
que decir, pero quiero ser sutil porque me preocupa su reacción.
PACIENTE- ¿Es sobre mi madre?
DOCTOR- Es sobre usted.
PACIENTE- ¿Quiere que hablemos solos?
DOCTOR- No, su madre puede quedarse. (Hace referencia a un lado.)
PACIENTE- Ella esta acá, doctor. (Le señala el otro lado.)
DOCTOR- Lo que sea. El caso es que como analista no puedo indicarle yo su
problema, tiene que descubrirlo usted mismo a través de la conversación y con
pistas que le puedo ir dando. ¿Me entiende?
PACIENTE- Sí.
DOCTOR- Bien. Hablemos de cine, ¿vio "Psicosis"?
PACIENTE- No, creo que no.
DOCTOR- La tiene que haber visto. Es una película vieja, un clásico.
PACIENTE- ¡Ah! sí, la del negro que tocaba el piano. “...tócala otra vez Sam."
DOCTOR- El negro que tocaba el piano estaba en "Casablanca".
PACIENTE- Ahora, porque cuando yo lo vi estaba en "Psicosis".
DOCTOR- Nunca estuvo en "Psicosis".
PACIENTE- Será otro negro, entonces.
DOCTOR- Bueno, no nos vamos a embarcar en una discusión infantil sobre si
estaba o no.
PACIENTE- Esta bien.
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DOCTOR- Pero no estaba. El caso es que el protagonista de esta película es
un hombre, dueño de un hotel, que cree que su madre muerta le habla, aunque él
es el único que puede verla. ¿Encuentra alguna relación entre esta película y su
vida?
PACIENTE- (Pausa.) No, no. ¿Y vos mamá? ... ¿cómo?... ¡ajá!... Sí, claro, si
vos lo decís debe ser así. Muchas gracias mamá.
DOCTOR- ¿Qué le dijo?
PACIENTE- Que si había un negro que tocaba el piano en "Psicosis".
DOCTOR- ¿Nos podemos centrar en el tema, por favor?
PACIENTE- Está bien.
DOCTOR- Y no había. ¿Encuentra o no una relación entre esta película y su
vida?
PACIENTE- A ver, déjeme pensar. Ahora que lo menciona yo tenía un primo
que tenía un hotel. Bueno, aunque el hotel no era de él, solo trabajaba ahí. Y no
era un hotel, era un telo. Pero es bastante parecida la historia. ¿Y cómo termina
la película?
DOCTOR- Al protagonista lo meten preso por matar a unos clientes del hotel.
PACIENTE- Ah, no, ahí no... Aunque a mi primo una vez lo metieron preso por
espiar a unos clientes del hotel. Pero matar, que yo sepa... si quiere lo llamo y le
pregunto.
DOCTOR- Basta. Voy a ser más directo. En esta habitación hay una persona
que tiene graves problemas mentales. Es un hombre. (Mira fijamente al
PACIENTE)
PACIENTE- (Pausa.) ¿Y usted quiere que yo lo encuentre?
DOCTOR- Uno de nosotros dos tiene graves problemas mentales.
PACIENTE- Para mi que es usted, porque para esconder un loco en su
consultorio...
DOCTOR- Esa persona esta sentada delante mío.
PACIENTE- (Pausa. Se miran fijamente.) ¡Ah! ¿Cómo no me di cuenta antes?
El negro que tocaba el piano estaba en "Mary Popins"
DOCTOR- No haya caso, dejemos acá por hoy. Ya veo que no vamos a avanzar
más. (Para si.) Un delirio alucinatorio esquizoide producto de la forclución del
significante paterno debe ser difícil de aceptar.
PACIENTE- (Sorprendido.) ¿Quiere decir que el que tiene el problema soy yo,
y que mi madre es solo un delirio, producto de mi inconsciente que me
estabiliza para poder circular por la vida?
DOCTOR- Exacto.
PACIENTE- Pero si mi madre es un producto de mi imaginación, ¿por qué
recibió usted también una cachetada?
DOCTOR- Caballero, yo soy ante todo un científico. Y si hay un suceso que la
ciencia no puede explicar, este simplemente no sucedió.
PACIENTE- Sí, pero...
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DOCTOR- No sucedió.
PACIENTE- Es que...
DOCTOR- No sucedió.
PACIENTE- Como usted diga. ¿Y ahora que tengo que hacer?
DOCTOR- No se angustie. Le voy a contar un secreto sobre la cordura. Los
cuerdos no son los que no ven cosas. Son los que las ven, como todo el mundo,
pero se quedan callados.
PACIENTE- Y usted, piensa que eso me puede servir...
DOCTOR- No. Por que usted es muy... ¿Cómo decirlo?
PACIENTE- ¿Transparente?
DOCTOR- No, bocón. ¿A quién se le ocurre ir al consultorio de un analista con
su madre imaginaria y confesar que ve bolivianos en burros voladores?
PACIENTE- Bueno, a mí no me pareció tan grave. ¿Cómo sabe que no es usted
el loco que ve las cosas desde un punto de vista diferente al mío?
DOCTOR- No me venga con eso, acá no hay espacio para subjetividades. Las
cosas están muy claras. Usted representa a la mitad de la sociedad que no es
productiva y merece ser encerrada y yo a la mitad que los encierra. ¿No quiere
ser parte de la mitad productiva?
PACIENTE- Sí, pero...
DOCTOR- ¿Quién es el doctor?
PACIENTE- Usted.
DOCTOR- ¿Quién es el paciente?
PACIENTE- Yo.
DOCTOR- Así me gusta. Ahora que finalmente hemos avanzado, le voy a pedir
que se tome esta pastilla como cierre de su tratamiento. Así olvidará
definitivamente ese mundo de fantasía y volverá a estar con los dos pies en la
realidad. Lo espero el próximo miércoles para ver como resultó todo.
PACIENTE- Está bien, doctor.
DOCTOR- (Al grabador.) La primera sesión había resultado magnífica. Si todo
seguía así tendría a un sicótico recuperado en tan solo dos sesiones. Todo un
logro profesional. Desearía ser tan efectivo con mi querida Adela. Pero ella
sigue en su fantasía, creyendo que la muerte no es capaz de alcanzarla. Y el que
sufre soy yo, últimamente estoy teniendo un sueno en el que soy un chofer de
colectivos y hago quince veces el recorrido de la línea 18. Cuando me despierto
me siento tan cansado que sólo tengo ganas de acostarme de nuevo; pero ¿para
qué hacerlo? Si me duermo me toca el turno de la mañana, que es el peor. A
veces me siento muy solo, y apenas puedo resistir la tentación de sentarme a
tomar café y hablar con ella como si nada hubiera pasado. Mírela, ahí está la
pobre, paseándose por el jardín, regando las flores, casi bailando. Parece un
ángel... ¡Morite carajo!
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Pero volviendo al tema, el paciente volvió el miércoles siguiente. Con los
años uno desarrolla un ojo clínico y me di cuenta que había resuelto los
conflictos que le provocaban angustia ni bien llego y me dijo...
PACIENTE- (Entrando) He resuelto los conflictos que me provocaban angustia.
Doctor, nunca me he sentido mejor en toda mi vida. Soy un hombre nuevo.
DOCTOR- Me parece bien, eso quiere decir que ya no ve a su madre dando
vueltas por acá.
PACIENTE- No, que la voy a ver si está estacionando el auto.
DOCTOR- ¿Cómo que estacionando el auto?
PACIENTE- Si, doctor. Ahora mando yo.
DOCTOR- ¿Pero no me había dicho que se sentía mejor?
PACIENTE- Mucho mejor.
DOCTOR- ¿Pero no tomo la pastilla? ¿Qué paso con todas las cosas que usted
veía?
PACIENTE- Ese día que usted me dio la pastilla, llegué a mi casa y nos
sentamos a hablar. Usted sabe, mi madre, mis amigos de Bolivia y todos los
demás. Les dije: "De ahora en más mando yo. Antes de aparecer me van a pedir
permiso, y nada de caer todos juntos. En grupos de tres o cuatro, nada más. Ah,
y los burros me los atan en el patio, porque ustedes serán producto del
subconsciente y todo eso, pero igual a la bosta la tengo que juntar yo". Les dije.
Y ahí la agarre a mi mamá. "Y vos, a la primera cachetada, al primer reproche,
al primer suspiro fuera de lugar me tomo la pastilla y desaparecés para siempre.
Y eso va para ustedes también". Por los otros, ¿no? ¡Ja! Los tengo dominados.
DOCTOR- Pero la pastilla no era para eso. Era para que dejara de ver cosas.
PACIENTE- No, doctor, yo vine para que me solucionara el problema con mi
madre y usted ya lo hizo. Muchas gracias.
DOCTOR- Usted tiene que tomar la pastilla. Si sigue viendo cosas y hablando
con gente imaginaria no hemos solucionado nada.
PACIENTE- Pero...
DOCTOR- No me contradiga. ¿Quién es el doctor?
PACIENTE- Usted.
DOCTOR- ¿Quién es el paciente?
PACIENTE- Yo.
DOCTOR- ¿No quiere pertenecer a la mitad productiva?
PACIENTE- Sí...
DOCTOR- ¿Cuál es la clave de la cordura?
PACIENTE- No decir lo que se ve.
DOCTOR- Y usted la olvidó completamente. La única opción para usted es que
se tome la pastilla.
PACIENTE- Lo de la pastilla es una amenaza. Yo no quiero que desaparezca mi
madre. ¿Con quién voy a charlar a la noche cuando llego de la oficina? O
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¿quién me va a despertar a la mañana con una sonrisa? ¿Y mis amigos de
Bolivia? Usted no se imagina como me aburriría sin ellos.
DOCTOR- ¿Y no tiene amigos acá?
PACIENTE- No, acá todo el mundo habla de fútbol o política. De lo mal que
están las cosas en el fútbol o la política. Me siento solo, doctor ¿No se siente un
poco conmovido?
DOCTOR- No. Tómese la pastilla.
PACIENTE- No, no me voy a tomar la pastilla. ¿No hay otra opción? ¿Algo
menos drástico?
DOCTOR- Está bien. ¿No quiere tomar la pastilla? Está bien. (Rápidamente
escribe algo en un papel y se lo entrega.) Aquí tiene. Uno antes de cada comida
y otro antes de acostarse.
PACIENTE- ¿Qué son?
DOCTOR- Electroshokcs.
PACIENTE- Ah, usted está bromeando para levantarme el ánimo.
DOCTOR- No. Usted elige.
PACIENTE- Ni uno ni otro.
DOCTOR- Ya veo. Entiendo que es difícil para usted. Para que vea que soy un
hombre compasivo le voy a ofrecer una opción menos traumática. ¿Qué le
parece la hipnosis?
PACIENTE- Me parece bien.
DOCTOR- Tome asiento, por favor. Cierre los ojos e imagínese que esta en un
prado verde, muy verde. Y su cuerpo se vuelve cada vez más liviano. Y de
pronto, empieza a flotar, flota y se deja llevar por la brisa que suavemente lo
desplaza. Pero usted quiere ir en otra dirección, así que empieza soplar para
impulsarse. Sople, sople... (Cuando el paciente abre la boca para soplar el
doctor le tira la pastilla adentro. Pequeño forcejeo. Y finalmente el paciente
escupe la pastilla.)
PACIENTE- ¡No pienso tomar la pastilla!
DOCTOR- No va a salir de acá hasta que se tome la pastilla.
PACIENTE- No puede pedirme que haga desaparecer a mi madre así como así.
Y los otros son como mis tíos.
DOCTOR- ¿No tiene familia?
PACIENTE- Los tengo a ellos.
DOCTOR- Familia de verdad, digo. ¿Y su padre?
PACIENTE- No tenemos una buena relación. La última vez que pude hablar
profundamente con él fue hace un tiempo. Él estaba viendo televisión, y yo me
acerqué y le pregunte cuál era el significado de la vida.
DOCTOR- Bueno, entonces no está tan mal.
PACIENTE- Él me miró y me dijo: " Hija mío, la vida es como una estrella
fugaz que se desvanece; como un efímero suspiro. En fin, lo que te quiero decir
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es que la vida es muy corta, así que no me hagas perder el tiempo con
preguntas estúpidas y dejame ver la tele.
DOCTOR- Eso es muy triste. Tómese la pastilla.
PACIENTE- No insista, no la pienso tomar. Y no hay nada que pueda hacer.
DOCTOR- Si hay algo que puedo hacer. Yo no quería llegar a esto, pero usted
me esta obligando. Voy a tener que usar la psicología inversa. (Pone la pastilla
sobre la mesa.) No tome esa pastilla.
PACIENTE- (Pausa.) Está bien.
DOCTOR- Bajo ningún concepto usted debería tomar esa pastilla.
PACIENTE- ¿Le parece?
DOCTOR- Claro. Es mas, ni usted ni nadie debería tomar esa pastilla.
PACIENTE- ¿Usted cree?
DOCTOR- Por supuesto.
PACIENTE- Tiene razón. Usted tampoco debería tomar esa pastilla.
DOCTOR- ¿Yo?
PACIENTE- Usted menos que nadie.
DOCTOR- ¿Por qué lo dice?
PACIENTE- Porque yo sé.
DOCTOR- ¿Usted que sabe?
PACIENTE- Que terapéuticamente hablando sería inapropiado que usted se
tomara la pastilla.
DOCTOR- ¿Con qué autoridad lo dice?
PACIENTE- Con toda la autoridad del mundo, así que mas respeto.
DOCTOR- Usted no es quien para decirme que no me tome la pastilla.
PACIENTE- ¿Cómo que no?
DOCTOR- No, señor.
PACIENTE- ¡Si!
DOCTOR- ¡No!
PACIENTE- ¡Si!
DOCTOR- ¡Le digo que no! (Se toma la pastilla.) ¡Ja! (Pausa) ¡¿Qué hizo?!
PACIENTE- ¿Qué hice?
DOCTOR- Me hizo tomar la pastilla con sus juegos mentales de demente.
PACIENTE- Usted pretendía que la tomara yo.
DOCTOR- Porque usted la necesita, pero yo... Vaya uno a saber las extrañas
consecuencias que podría tener sobre mi comportamiento.
PACIENTE- ¿Cómo que?
DOCTOR- Un estado alterado, delirios, conducta demente y descontrolada. La
liberación total de mis instintos animales y vaya uno a saber que más. Y eso
puede suceder en cualquier momento. (Los dos personajes quedan mirándose
fijamente a la expectativa de que algo suceda. Pausa. El doctor se levanta, abre
grande los ojos, toma aire y estornuda.)
PACIENTE- Salud.
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DOCTOR- Eso fue todo. Dejemos, por ahora, de lado el tema de la pastilla y
empecemos con la sesión. ¿Le parece?
PACIENTE- Está bien. ¿Pero de qué vamos a hablar?
DOCTOR- Hablemos de su familia.
PACIENTE- Bueno... (Mientras el paciente habla se escucha, muy lejana, una
tonada repetitiva; y luego una puerta que se abre y una voces que dicen:
"Buenas..." "¿Se puede?" "Permiso. ¿No?")
DOCTOR- ¿Quién será?
PACIENTE- ¿Quién será que?
DOCTOR- ¿Quién será que entró?
PACIENTE- ¿Adonde?
DOCTOR- Acá. ¿No escuchó la puerta?
PACIENTE- No.
DOCTOR- ¿Y las voces?
PACIENTE- ¿Usted escucha voces?
DOCTOR-... No, ¿por?
PACIENTE- Usted acaba de decir...
DOCTOR- Nada, no dije nada. Le habrá parecido. Yo, escuchar voces ¡Ja!
Hágame el favor. (Mientras el paciente retoma se escuchan dos voces que
obviamente suenan en la cabeza del DOCTOR)
VOZ 1- ¿Se puede o no? Somos las voces de su cabeza.
VOZ 2- Si, somos las voces de su cabeza, pero no se asuste, solamente vinimos
a avisarle de... (Se escucha el ruido de algo viscoso.) Ajj. ¡Qué asco! ¿Qué pisé?
VOZ 1- ¡¿Otra vez?! El cerebro, le acabás de pisar el cerebro, pobre hombre.
¡Cuántas veces te dije! Por la orillita, no por el medio. Por la orillita.
VOZ 2- Pero si ni se nota. Encima es el hemisferio derecho. Seguro que ni lo
usa.
VOZ 1- No importa, ándate para aquel rincón.
VOZ 2- Está bien. Mirá que asco como me quedo el zapato. Nuevo era. ¿No
tenés nada para que lo limpie?... Ah, con esto. (Se escucha que arranca algo.)
VOZ1.- ¡¡Con eso no!! ¡Eso sirve! Dejalo donde estaba... ¡Así no, al revés! Ahí
está. Ahora andate para aquel rincón, haceme el favor... ¡Por ahí no, no pises
eso!... Primero que nada le quiero pedir disculpas por toda esta escena, y no se
preocupe acá adentro está todo en orden, los daños son mínimos y no hay de
que preocuparse... ¿Todavía siente el lado izquierdo de su cuerpo? Sí,
seguramente que sí. Bien Nosotros sólo vinimos para... (Se escucha un montón
de cosas que caen.) ¿Qué hiciste ahora?
VOZ 2- Nada, se cayó solo.
VOZ 1- Basta, por favor.
VOZ 2- Ufa.
VOZ 1- Lo que vinimos a decirle es que...
VOZ 2- (Tenebroso) Que mate a su familia y la entierre en el jardín.
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VOZ 1- ¡¿Te querés dejar de joder?! Y terminala con esos chistes. Algún día
vamos a tener un disgusto. Lo que le queremos decir es que va a tener una
visita, unas visiones...
VOZ 2- Sí, los fantasmas de las Navidades pasadas, presentes y futuras.
VOZ 1- ¿La querés cortar?
VOZ 2- Está bien.
VOZ 1- En fin, eso es todo. En unos minutos va a empezar a ver cosas, pero
nada del otro mundo; usted sabe, recuerdos de la infancia, pequeños
duendecitos, seres mitológicos y tal vez algún pariente muerto, ese tipo de
cosas. ¿Le queda alguna duda? (El doctor no contesta.) Que si le quedo claro...
¿Hola?... ¿Será que no nos escucha?
VOZ 2- ¿Te parece? (Grita) ¡Hola! Parece que no.
VOZ 1- ¿No será que nos está ignorando?
VOZ 2- No, no creo. Es un doctor, un hombre educado.
VOZ 1- Tenés razón, que va a ser. Vamos, nomás.
VOZ 2- Vamos.
VOZ 1- Vení, vamos por acá... Che, ¿eso no es un tumor?
DOCTOR- ¡¿Cómo?!
VOZ 1y2- ¡Ahh! Picarón, con que nos estaba ignorando.
VOZ 1- ¿Cuál es el problema que ese pobre muchacho sepa que usted escucha
voces? ¿No cree que se sentiría un poco mejor? Pero no. Es mejor mantener las
apariencias. Hipócrita.
VOZ 2- Hipócrita.
VOZ 1- Es como dice el dicho: "Los niños y los locos siempre dicen la verdad"
En otras palabras, para ser tomado por un adulto normal y cuerdo hay que
mentir. ¿No es así? No vaya a ser que deje de formar parte de la mitad
productiva. Usted mismo dijo que los cuerdos no son los que no ven cosas; son
los que las ven pero se quedan callados. ¿Cómo puede ser parte de un orden
social que le impide decir lo que ve si no se ajusta a la percepción de la
mayoría?
VOZ 2- ¡Si! ¡Abajo el comunismo!
VOZ 1- ¿Qué?
VOZ 2- No sé, me dejé llevar. Me pareció que quedaba bien.
VOZ 1- … Ajá… Dígame, ¿qué clase de gente entiende a la mentira como una
regla social?
VOZ 2- Sí, basta de hipocresía con ese muchacho. Le voy a gritar desde la oreja
para que sepa que estamos acá ¡Ehh! (El doctor se tapa las orejas. Sarcástico)
Que astuto, se tapo las orejas. Ni bien saque las manos le estampo este tapón de
cera en el hombro.
VOZ 1- No, dejalo. Ya bastante tiene con aparentar. Nosotros cumplimos con lo
que teníamos que hacer.
VOZ 2- Tenés razón. Vamos.
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VOZ 1- Vamos.
VOZ 2- Che eso si parece un tumor.
DOCTOR- ¡¿Qué?!
VOZ 1- (Ríen.) Siempre es más gracioso cuando caen por segunda vez. (Se
cierra la puerta)
PACIENTE- Que ¿qué, Doctor?
DOCTOR- Qué interesante. Cuénteme más.
PACIENTE- ¿Sobre las bolitas de moco de mi infancia?
DOCTOR- Sí, eso... (El paciente empieza a hablar y nota que el doctor mira
nervioso a la puerta.)
PACIENTE- ¿Espera a alguien?
DOCTOR- No. ¿Y usted?
PACIENTE- No.
DOCTOR- ¿Seguro?
PACIENTE- Sí.
DOCTOR- ¿No vinieron a visitarlo las voces?
PACIENTE- No.
DOCTOR- Dígame, cuando usted escucha las voces, ¿inmediatamente aparecen
las visiones?
PACIENTE- Generalmente, sí.
DOCTOR- Y ¿cómo aparecen?
PACIENTE- A veces se abre el techo, dejando ver a un túnel de luz muy
brillante que está iluminado por grandes arañas de estilo medieval que cuelgan
del techo. Y desde el fondo se puede ver a todos los personajes que se acercan
escoltados por enormes peces voladores al son de La Marsellesa.
DOCTOR- ¿Ajá?
PACIENTE- Y otras tocan el timbre. (Se escucha el timbre.)
DOCTOR- ¿Escucho eso?
PACIENTE- Sí. ¿No va a atender?
DOCTOR- (Nervioso.) Seguramente es un vendedor, o algo así. Mejor sigamos.
(Se escucha el timbre de nuevo.) Qué insistentes que son ¿no?. Lo mejor va a
ser ignorarlos. (Se escuchan varios timbrazos en forma insistente.)
PACIENTE- ¿No va a ir a atender?
DOCTOR- Prefiero hacerlo desde acá. Usted no se mueva de ahí. (Con cierto
miedo.) Adelante. (Se escucha la puerta de calle que se abre. Pausa. El doctor
de relaja.) No era nadie, es sólo una persona de carne y hueso, es una mujer, es
una señora, es una viejita... (El doctor recibe una cachetada.)... es su madre,
creo que lo busca. (De aquí en más se comenzará a escuchar la tonada en
forma cada vez mas fuerte y repetitiva.)
PACIENTE- ¿Usted la ve?
DOCTOR- No, ¿por?
PACIENTE- Usted la acaba de ver.
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DOCTOR- No sea ridículo. Su madre no existe. (Recibe una cachetada.)
Continuemos con la sesión.
PACIENTE- ¿Desde dónde?
DOCTOR- Desde donde habíamos quedado.
PACIENTE- Está bien. (Estornuda.)
DOCTOR- Salud.
PACIENTE- Gracias. Yo estaba hablando de mi infancia cuando mi madre
entró.
DOCTOR- No sea ridículo. Su madre no existe. (Recibe una cachetada.) ¿No
hemos pasado por esto ya?
PACIENTE- No.
DOCTOR- Continuemos con la sesión.
PACIENTE- ¿Desde dónde?
DOCTOR- Desde donde habíamos quedado.
PACIENTE- Está bien. (Estornuda.)
DOCTOR- Salud.
PACIENTE- Gracias. Yo estaba hablando de mi infancia cuando mi madre
entró.
DOCTOR- No sea ridículo. Su madre no existe. (Recibe una cachetada.) ¿No
hemos pasado por esto ya? Sí, que yo le decía: "¿No hemos pasado por esto
ya?"
PACIENTE- No, doctor. ¿Se siente bien?
DOCTOR- Sí. Continuemos con la sesión.
PACIENTE- ¿Desde dónde?
DOCTOR- Desde donde habíamos quedado.
PACIENTE- Está bien. (Estornuda.)
DOCTOR- Salud.
PACIENTE- Gracias. Yo estaba hablando de mi infancia cuando mi madre
entro.
DOCTOR- No sea ridículo. Su madre no existe. (Recibe una cateada.) ¿Sabe?
Tengo la sensación de que ya hemos pasado por esto. Sí, que yo le decía, que le
había dicho: "¿No hemos pasado por esto ya?"
PACIENTE- ¿Se siente bien?
DOCTOR- Por supuesto. ¿Insinúa que estoy loco?
PACIENTE- No, doctor.
DOCTOR- ¿A quién le dijo doctor?
PACIENTE- A usted.
DOCTOR- (Emocionado.) ¡¿Soy doctor!?
PACIENTE- Sí.
DOCTOR- Qué orgullosa estaría mi madre. Ella siempre quiso que fuera
doctor.
PACIENTE- ¿Se siente bien?
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DOCTOR- Por supuesto. ¿Insinúa que estoy loco?
PACIENTE- No, doctor.
DOCTOR- (Emocionado.) ¡¿Soy doctor!?
PACIENTE- Usted no está bien.
DOCTOR- ¡Por supuesto que estoy bien! ¿Le conté que mi madre siempre
quiso que fuera doctor?
PACIENTE- Usted no está bien. Acá el loco es usted.
DOCTOR- (En este punto la tonada se escucha muy fuerte y también se siente
el bullicio de gente que se acerca.)¡No estoy loco! Soy un hombre normal.
Tengo una vida normal, estoy licenciado en psicoanálisis y mi estado civil es
viudo. Pago los impuestos, circulo con precaución, no piso el césped, hago y
cola. Soy parte de la mitad productiva. ¡Soy normal! Hago lo que hay que hacer,
y veo lo que hay que ver. (Se da vuelta y se pone de frente a la lámina. El
dibujo se transforma en la cara de una vieja. El doctor grita. Aumenta el
bullicio y apagón. Cuando la luz se prende el doctor esta recompuesto y solo.
Habla nuevamente al grabador.) Y esa fue, detalles más, detalles menos la
desastrosa y última sesión. Usted se preguntará que paso luego que sobrevino la
crisis al tomar la pastilla. En honor a la verdad no lo recuerdo, ya que todo
sucedió en un torbellino de confusión. Pero me temo que debo haber sufrido
alucinaciones terribles, porque cuando me desperté, lo hice en un Bar Mitzbah y
vestido de rabino. Aún no me atrevo a mirar si llegué a circuncidarme. Entre
otras cosas encontré en mi bolsillo un diploma por mejor bailarina exótica y en
mi calzoncillo un billete de dos pesos y un Ticket Canasta. Y para colmo ayer
descubrí en mi nalga izquierda un tatuaje que dice: "Propiedad del club de
jubiladas de Río Hondo."
Pero lo que más me preocupa es que, aunque esto pasó hace una semana, y el
efecto se pasó al otro día de despertarme, aún me siento muy extraño. Recuerdo
las últimas sesiones, las conversaciones que tuve con ese paciente y me resultan
extrañas, como si hubiesen sido vividas por alguien más. Me siento muy
confundido. Por momentos siento como si no fuera yo, como si fuera otra
persona. Y aquel sueño en el que soy un chofer de colectivos se ha vuelto muy
recurrente. A veces aparece aún sin estar dormido. En fin, hoy tendría otra
sesión con ese paciente tan problemático. Si se atreve a volver voy a tener que
explicarle la situación, que tendremos que dejar la sesión para otra
oportunidad... (Suena el timbre.) Debe ser él. Adelante.
PACIENTE- Buenas tardes.
DOCTOR- Buenas tardes. Antes de que se siente, la sesión de hoy vamos a
tener que dejarla para otro día porque... ¿Cómo explicarle en términos que usted
entienda?
PACIENTE- Me podría decir que después de que se le pasó el efecto de la
pastilla sufrió una crisis de identidad que lo confunde, y al recordar los días
20
pasados hace que los vea como vividos por otra persona. Lo que lo lleva a
cuestionarse quién es usted realmente.
DOCTOR- ¿Perdón?
PACIENTE- ¿Qué sabe del doctor Berstein?
DOCTOR- Que es un colega y gran amigo mío.
PACIENTE- Si es tan amigo, como usted dice, ¿por qué se comunica con él
solo a través de cartas?.
DOCTOR- Porque…
PACIENTE- Porque, en su interior, tiene miedo de que si lo va a ver
personalmente lo encierren.
DOCTOR- ¿Qué dice?
PACIENTE- ¿No se ha preguntado por qué no tiene títulos en su consultorio?
DOCTOR- Ya le expliqué. Me parece una forma de alarde.
PACIENTE- Mentira. Usted siente que tendría que tener los títulos, pero no los
encuentra, no sabe dónde están.
DOCTOR- Es cierto... Pero cómo sabe usted eso, y lo de las cartas.
PACIENTE- Porque soy un colega del doctor Berstein. Él me pidió que tomara
el rol de paciente para ayudarlo a abandonar toda esta fantasía y traerlo de
vuelta a la realidad.
DOCTOR- ¿Qué realidad?
PACIENTE- Que usted no es un colega del doctor Berstein, sino un paciente de
él; que luego de una crisis empezó a creer que era un psicoanalista. Su
verdadero nombre es Hugo Zelarallán.
DOCTOR- Si... ese nombre me suena… Entonces, ¿yo no soy doctor?.
PACIENTE- No. Usted es un chofer de colectivos.
DOCTOR- Y nada de esto fue cierto.
PACIENTE- Nada.
DOCTOR- Pero entonces si todo esto fue un delirio, mi esposa no falleció y no
tiene problemas para aceptar su muerte.
PACIENTE- En realidad, su esposa si murió. El que tiene problemas para
aceptar su muerte es usted. Esto desencadenó la crisis.
DOCTOR- Ya veo. Me gustaría irme a mi casa, por favor.
PACIENTE- Lo cierto es que usted no tiene casa. La demolieron cuando usted
dejó de pagar los impuestos, producto de su crisis.
DOCTOR- Pero, ¿y mi pobre perro, dónde estará viviendo ahora?
PACIENTE- Su perro murió. Estaba dentro de la casa cuando la demolieron.
DOCTOR- Ah… Bueno, por lo menos me queda mi dignidad.
PACIENTE- En realidad no. A su dignidad la embargaron los bancos hasta que
pague los créditos atrasados que debe. Pero no se deprima. La buena noticia es
que abandonó todos esos delirios, está sano y ya casi forma parte de la mitad
productiva; bienvenido a la realidad. No me lo agradezca. ¿Qué le parece si
empezamos con la sesión?
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DOCTOR- Si a usted le parece...
PACIENTE- (El paciente se sienta en la silla y el doctor en el diván.) Primero
que nada, dígame que ve en la lámina.
DOCTOR- (Mira la lámina donde se ve claramente a un ave.)... ¿A su madre?
PACIENTE- Bien, muy bien. Ese es un buen comienzo.

APAGON
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