Biografía de Arturo Uslar Pietri

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Biografía de Arturo Uslar Pietri

Arturo Uslar Pietri fue una de las voces y plumas más notables de su patria, Venezuela,
durante el siglo pasado.
Incursionó con el mismo éxito y solidez en campos como la literatura, la política y el
periodismo y por ello es que hoy se lo recuerda como una de las mentes más brillantes e
intensas de su país.
Pietri nació en la ciudad de Caracas, el 16 de mayo del año 1906.
Tras estudiar ciencias políticas, comenzó a participar activamente en la escena política de
su patria, al mismo tiempo que daba rienda suelta a sus inclinaciones literarias, que
tuvieron en el año 1931, su primera obra y su primer gran éxito con la publicación de Las
Lanzas Coloradas, una obra que aborda los tiempos de lucha por la independencia en
Venezuela.
Entre los años 1936 y 1945 ocupará cargos ejecutivos como ser ministro de educación,
ministro de relaciones exteriores y en la política práctica fundaría el partido
Democrático Venezolano y ocuparía una banca de diputado.
En el año 1945 al producirse el golpe de estado abandona su patria y se marcha
hacia Nueva York en donde se desempeñaría como profesor en la Universidad de
Columbia.
Luego de cinco años regresa a su país y retoma todas sus actividades: la literaria, la
política y la educativa.
Cabe destacar que Pietri también ocupó un rol notable en los medios de comunicación de
Venezuela ya que entre los años 1969 y 1974 dirigirá el diario El Nacional, uno de los
periódicos más tradicionales de la nación y en el cual además escribió una columna por
más de cincuenta años.
Y por el lado de la tevé, su sustancial participación en el programa especializado en
historia y arte Valores Humanos, lo convirtieron en un personaje reconocido de la
televisión local.
En el año 1974 se desempeñó como embajador de Venezuela ante la Unesco y tras
dejar el cargo en el año 1979 dejaría de participar en la política activa y se concentraría
en sus actividades literarias y educativas.
Durante su larga carrera fue distinguido con numerosos premios entre los que se
destacan: Premio Nacional de Periodismo, Premio Príncipe de Asturias,
Premio Alfonso Reyes y Premio de prensa Miguel de Cervantes.
El 26 de febrero del año 2001, falleció a los 94 años en su casa de Caracas.

Reflexión sobre la lectura ¿existe la


América latina? Una reflexión en dos
tiempos De Arturo Uslar Pietri
En la identidad del hombre americano siempre ha sido conflictiva a sus
origen históricos, los invasores desde el primer momento vinieron con las
creencias que ellos encontraron y una tal Asia, las fuente de la eterna juventud, el
paraíso terrenal de la amazona, el dorado y del hombre feliz y no pudieron ver con
la suficiente claridad lo que vieron el paraíso terrenal.
Es la verdad que nunca hubo algo llamado descubrimiento de América o
sencillamente y que Colon y Co. hallaron una tierra que no tenía ni nombre y no
podía hacer América a lo sumo como las indias pero más tarde otros  personajes
saqueadores  los llamaron América o el nuevo mundo que todavía continua.

El hombre español llega a América y encuentra  unas razas y cultura que


nunca ha tenido un contacto, el español que llego desde España tenía una de las
visiones de crear una nueva España o una nueva Andalucía por que el extraña su
cultura y tradiciones pero nunca  se formó un nueva Andalucía ni nuevo Toledo ni
una nueva Castilla por que acusan a la cultura del negro y el indio de poner un
atraso de cultura y por esos  motivos salió un americano sud desarrollado como lo
indica el escritor.

          En el nuevo orden los países van a ofrecer una nuevas opciones a los
países que llaman  sub desarrollado o latinoamericano deben tener razonables y
realistas, tiene que haber formas de tratos y cooperación  a pesar los desniveles
de desarrollos con la América anglosajonas para diseñar un poderoso bloque
como la comunidad europea 

1. 1. ARTURO USLAR PIETRI. VISION DE AMERICA Pues bien, este modelo, es el que
Uslar Pietri ve operando en el «caso Americano»: «En las carabelas de Colón llegaron, con
muchas otras cosas, las ideas de Occidente. En las culturas indígenas había teorías, mitos,
leyendas y creencias, pero no había nada que pudiéramos llamar propiamente filosofía y
menos aún filosofía política. Más que cultura en libros y sabiduría era cultura incorporada a
la vida la que traían los navegantes. (...). A nadie se le puede ocurrir, para estudiar la
mentalidad predominante en el largo periodo de la formación del Nuevo Mundo, buscar los
textos originales en los que Duns Escoto o Santo Tomás de Aquino expusieron sus sutiles
y poderosas concepciones teológicas y filosóficas, sino las pugnas entre los colonizadores,
la actitud de los criollos, los procesos de la Inquisición y las muchas formas en que lo que
originalmente vino de Europa cambió y adquirió otros rasgos al contacto del nuevo medio
humano.» (pág. 109)En «Los expulsados de la Civilización» podemos ver a Arturo Uslar
Pietri indignado, lo cual no es frecuente a lo largo del libro. La causa de su indignación no
nos parece que pueda estar más justificada: Un profesor universitario, director del Museo
Nacional de Arte de Londres, Kenneth Clark (que además, está en posesión del Título de
Lord, al igual que otras ilustres lumbreras, como Elton John o Mick Jagger) en un libro suyo
titulado Civilización, de considerable difusión y prestigio, afirma que: «(...) España no ha
hecho nada para ampliar la mente humana y para empujar al hombre unos cuantos pasos
para arriba (...)». Pero lo verdaderamente importante no es esto, no. Pues no se trata más
que de un libro. No cabe esperar nada de él: absolutamente nada. Estamos en otros
tiempos, en otra era: la Era de la información, de la informatización, de Internet. Pero
también, todavía, en la era de la televisión. Medio éste que, querámoslo o no, sigue siendo
el número uno en la propagación de conocimientos (entendidos en su calidad de doxa), de
ideologemas, y de tantas y tantas otras cosas. Pues bien, es en este medio, la televisión,
en donde Kenneth Clark difunde con eficacia, con rendimiento, sus conocimientos
ideológicos. En un programa que lleva también por título «Civilización», Kenneth Clark, –
presten mucha atención– dice no apreciar nada digno de resaltarse del ámbito Hispano,
como para incluirlo enlos hitos de la «Civilización». Pues bien. Lástima, ¡qué se le va a
hacer!,
2. 2. siempre podrá escribir otro libro... o colorearlo: errare humanum est. En efecto:esa
«Civilización» de la que Clark habla en su programa no es la Civilización. No ya porque no
cuente con Velázquez, con Dalí o con Francisco de Vitoria, no: ¡es que no cuenta ni con el
Descubrimiento de América! Con lo que sencillay llanamente, Kenneth Clark, no está
hablando de la Civilización en suprograma de televisión (aunque no negamos, eso sí, que
esté hablando de otracosa; de alguna otra cosa).A pesar de la indignación que Uslar Pietri
manifiesta –y que nosotros tampocopodemos disimular– es gratificante comprobar cómo
esa circunstancia, noperturba un ápice su sindéresis, su templanza: estamos leyendo el
libro de unmaestro, de un número uno. No tarda en emitir un juicio valioso, acertado y vera
¿EXISTE UNA AMÉRICA LATINA? UNA REFLEXIÓN EN DOS TIEMPOS (ARTURO
USLAR PIETRI) Arturo Uslar Pietri nos presenta una interrogante de un nivel tan profundo
y tan cotidiano como es la pregunta “… ¿Existe la América Latina? ¿Existe un hombre
latinoamericano?...”. Nos coloca a un hombre que se encuentra en búsqueda de su
personalidad, un hombre que busca sentirse perteneciente a algo, marcado por una
historia excepcional y de una importancia mayor a todo. Como si fuese un adolescente, el
latinoamericano se encuentra siempre en la interrogante de quién es, cuál es su lugar en el
mundo. Nos encontramos en una especie de encrucijada y todo debido a un proceso más
grande que la palabra que nos han enseñado desde siempre: mestizaje. No sólo somos la
mezcla de tres culturas, somos más que eso, somos lo que podemos llamar una pausa en
la historia, es decir, un evento de tal grado que es como si se hubiese detenido el tiempo
para cambiar todo lo que le rodeaba, transformarlo, reformarlo, modificando tendencias,
doctrinas, la aparición de una nueva búsqueda. Lo que los conquistadores llamaron Nuevo
Mundo, se convirtió precisamente en eso, un lugar distinto a todo lo que se había visto, no
sólo
3. 3. por sus paisajes, las personas también eran diferentes a lo que se conocía, no era el
europeo tradicional, ni el africano, ni el indio, era una nueva “raza”. Sin embargo, este
término no está del todo acertado, así como algunos lo han dicho “… Si, pues, somos
antiguos geológicamente y también en lo que respecta a la tradición, ¿cómo podremos
seguir aceptando esta ficción inventada por nuestros padres europeos, de la novedad de
un continente, que existía desde antes de que apareciese la tierra de donde procedían
descubridores y reconquistadores?...” (José Vasconcelos Calderón, México, 1925), pues la
respuesta es sencilla, si bien no somos un “Nuevo” continente, en términos, silo somos
bajo el punto de vista de la aparición de una nueva era. Como una respuesta a nuestra
interrogante, están todos nuestros pueblos y en cada una de las corrientes que han surgido
en ellos, no originales de todo punto de vista pero si con nuestras tendencias a ver lo
hermoso y maravilloso,a creer en la magia y en la felicidad dentro de este mundo, a ver a
la naturalezacomo algo indomable e imponente, al sentirnos educadores de nuestro
propiopueblo, a estar siempre abiertos a las situaciones, como un recuerdo de lo quefue el
mestizaje. Pero al mismo tiempo, nos ha llevado a una especie de atraso,a ver algo que en
otras culturas ya se había olvidado, lo que nos lleva a unllamado Tercer Mundo. Y sin
embargo sólo podemos decir esto deLatinoamérica, porque ¿qué ocurre con
Norteamérica?, ¿por qué entre ellos nosurge la pregunta de identidad? El simple hecho de
preguntarnos quiénessomos nos hace un grupo distinto a los demás, adheridos al resto del
mundo,conectados, pero siempre diferentes. Porque no nos sentimos sólo americanos,sino
Latinos Americanos, nuestra vida es América Latina y es eso lo que noshace diferentes, es
ese sentir de lo que somos, sin un único nombre, lo que nosdefine.Hemos sido parámetro
para el mundo, para que éste progresara, así ha sidodesde que Colón pisó por primera vez
nuestras Tierras. Sin embargo, si nosdetenemos un segundo, bajo una perspectiva fuera
de los problemas
4. 4. mundiales, avanzamos con más lentitud que otros países. Nos proponemosuna meta,
pero que luego de un tiempo se convierte en un sueño, entramos enlo que llamamos una
utopía. Un sueño de ser libres, algo que siempre hemosquerido, y hemos obtenido de
muchas formas, pero cada vez que nosenfrentamos a la libertad, regresamos al punto de
partida, porque solemosimitar políticas de otros países y al ponerlas en práctica caemos de
nuevo. Nonos damos cuenta de que debemos ser originales en algo más que en
nuestrosentido de búsqueda. Como ya se ha dicho: “… La „búsqueda‟ de la identidadno es
un ejercicio neurotizante o estéril; tiene que ver con el compromiso delintelectual
latinoamericano, a la hora de plantear alternativas de soluciónhistóricamente viables para
las urgentes necesidades que agobian nuestrospueblos…” (Miguel Galíndez). Pero como
se ha visto a lo largo de la historia,América Latina siempre ha tropezado con los mismos
errores. No nospreocupamos por un futuro lejano, por un bien que nuestros hijos podrán
tener,sino que buscamos un remedio inmediato, un “parche” momentáneo y queluego de
varios años se vuelve a reventar. Es ésta actitud la que nos deberíainvitar analizar nuestros
pasos, pero en nuestra búsqueda constante denuestras raíces, nos volvemos a perder.Por
todo esto podemos decir que el hombre latinoamericano siempre estará enuna continua
“cacería”, no sólo de quién es, sino de todo lo demás. No podríaafirmar que lo
encontraremos algún día, como buen latinoamericano, en estemomento me encuentro en
la búsqueda y cuando crea correcto una definición,tal vez pueda decir: “El hombre
latinoamericano siempre está buscandosentirse identificado, es cierto, pero al llegar a un
momento de su vida, se darácuenta de lo obvio y descubrirá no solamente sus raíces, sino
todo lo quedurante toda su vida creyó que no era suyo.” Concordando en casi su
totalidadcon lo que Arturo Uslar Pietri nos dic¿Existe la América Latina? Una reflexión en
dos tiempos
5. 5. Estas páginas forman parte concisa de la vieja reflexión que, como todolatinoamericano,
no he cesado de hacerme sobre lo que significa eimplica esa condición existencial. Podría
decir, sin mucha exageración,que mi obra entera de escribir y hasta buena parte de mi vida
públicano ha sido otra cosa que formas distintas de hallar respuesta a esacuestión que,
copiando a Hamlet, es para nosotros "la cuestión".La identidad del hombre latinoamericano
ha sido conflictiva y oscuradesde sus mismos orígenes históricos. La tierra nueva, los
viejosequívocos de la sorpresa europea, la influencia no pocas vecescontradictoria de las
tres culturas fundadoras: española, indígena yafricana, ya constituye motivo suficiente de
dificultad para definir,cuál cultura española vino, qué culturas indígenas
diferentespredominaron en distintos puntos de la vasta geografía, qué variedadde culturas
africanas entró en la pedagogía de las ayas esclavas, cuálescombinaciones y grados de
mezcla se dieron en el inmenso escenarioterrestre y humano.Los equívocos comienzan
desde el primer momento. Los europeosvinieron con nociones y presunciones propias en
busca de Asia, de lafuente de la eterna juventud, del paraíso terrenal, de las Amazonas,
deEl Dorado, del hombre feliz y no pudieron ver con suficiente claridad.El más persistente
equívoco comienza con el nombre mismo que se hadado al suceso inicial de todo el
proceso histórico. La verdad es quenunca hubo algo que se pudiera llamar descubrimiento
de América,sencillamente porque lo que Colón y sus compañeros hallaron no teníanombre
y no podía ser América, a lo sumo las Indias, y no vino a serllamado así, sino mucho más
tarde, cuando estaba avanzado el granproceso de la creación de América o del Nuevo
Mundo, que todavíahoy continúa.La parte central de esta reflexión la constituye la
transcripción de unacharla que, sobre el mismo tema, di en Caracas en 1976. Hoy,
quinceaños después, no tengo mucho que cambiar, lo que me satisface; pero,en cambio,
las circunstancias mundiales en que la existencia de laAmérica Latina se manifestaba y
podía definirse han sufrido inmensasmodificaciones por el efecto, todavía mal conocido, de
las inesperadasnovedades que han ocurrido y están ocurriendo en el escenariomundial y
en las relaciones internacionales.
6. 6. Una somera impresión superficial de lo que ese cambio significa parala América Latina
forma la parte final de esta reflexión, que sigueabierta.¿Existe la América Latina? ¿Existe
un hombre latinoamericano? ¿Existeuna condición latinoamericana? ¿Existe una condición
a partir de lacual podamos presentarnos ante el mundo y dialogar con el mundo?Esta
preocupación es vieja, ardua y ha atormentado el alma de loshispanoamericanos, por tres
o cuatro siglos, desde toda la historia,desde el primer momento de la conquista.Toda la
historia de América Latina ha sido una historia de toma deconciencia, de definición de
posiciones, una búsqueda hacia fuera yuna búsqueda hacia adentro, y esa búsqueda ha
sido muchas vecesfrustrante y ha sido difícil y los resultados no han dejado de sermuchas
veces contradictorios. De modo que si algo podría caracterizaral latinoamericano en el
escenario del mundo es esa situación un pocohamletiana de estarse preguntando todo el
tiempo: ¿Quién soy?, ¿quésoy?, ¿qué puedo hacer?, ¿cuál es mi situación frente a toda
esta genteque me rodea?Esa interrogante, esa especie de angustia ontológica, ha
condicionadola situación hispanoamericana y es, precisamente, una de sus raíces.¿Por
qué preguntarnos tanto qué somos? Es curioso, esa pregunta nose la hacen los africanos,
no se la hacen los asiáticos —por lo menos enel grado angustioso en que nos la hacemos
nosotros—, no se la hacenlos americanos del Norte. Todos ellos parecen estar seguros de
lo queson. Tener un adquirido básico desde el cual contemplan el mundo ycomercian con
él. Nosotros estamos constantemente revisando ese pisosobre el que estamos y
poniéndolo en duda y descubriéndolo.De modo que esta característica complica el
problema. Yo pienso quenos ha hecho mucho daño y nos sigue haciendo mucho daño la
cargade visión foránea que ponemos sobre lo nuestro. No quiero con estodecir que
debamos aislarnos de la ciencia mundial o de las doctrinasuniversales. Pero sí pienso que
habría que hacer un gran esfuerzo paralanzar sobre este mundo, que llamamos América
Latina, una mirada lomás desprevenida posible, en el buen sentido de la palabra, lo
másCándida posible, para llegar a mirar lo que es más difícil de mirar, quees lo obvio. Lo
obvio es lo que no vemos nunca. Lo obvio es lo que no
7. 7. percibimos casi, porque lo que percibimos es lo extraño, porque lo quepercibimos es lo
inusitado, porque lo que percibimos es lo anómalo.De modo que ese esfuerzo por vernos
creo que es lo primero quetendríamos que hacer. Y mucho me complació haber oído en
lasexposiciones de muchos de mil ilustres antecesores una especie dedeseo de regresar a
una contemplación de lo latinoamericano,descargándose y olvidando un poco de lo que
hemos aprendido enEuropa o en otras partes, para tratar de que la América Latina nos
digaella misma su ser, nos revele su entraña, nos diga qué es finalmente, através de toda
esa manifestación.Yo diría que la primera originalidad de América Latina y el
primersíntoma de esa originalidad es, precisamente, el estarse interrogandosobre lo que
es. Si la América Latina no fuera sino una prolongación deEspaña, no habría interrogación.
Si la América Latina fuerasimplemente la continuación de las civilizaciones indígenas,
tampocola habría. Pero es, precisamente, porque no es ninguna de estas cosas yque, al
mismo tiempo, es parte de esas cosas y parte esencial de todasesas cosas, por lo que ella
se busca a sí misma, porque hay unadiferencia sensible y actuante que la separa de todas
estas otrasmanifestaciones próximas.De modo que esa misma angustia, podría yo decir,
es la primeraprueba de su originalidad. Esa noción se tuvo desde el comienzo conuna
palabra que el doctor Mayz enfocó varias veces, muyatinadamente: la noción del Nuevo
Mundo. Yo creo que la noción delNuevo Mundo es una noción ambivalente y tiene dos
vertientes quevaldría la pena ver. Desde luego, hay la noción del Nuevo Mundo,para
decirlo en el castellano de los conquistadores, en el sentido detierra nuevamente
descubierta o nuevamente conocida. Fue unanovedad el encuentro de América, una
novedad casual, fuesorprendente en mil sentidos y, por lo tanto, fue una impresión
denovedad. El primero que le dio el nombre de Nuevo Mundo fue unitaliano, Américo
Vespucio, que fue el primero que usa la palabraMundus Novus de la cual vinieron todos
estos derivados.Pero es que si nosotros vemos la Historia Universal como la debemosver
y, sobre todo, la Historia de Occidente en su complejidad, en 1492,o si ustedes quieren,
para no encerrarnos tanto en una fecha, en todo elsiglo XVI, nace un Nuevo Mundo. Pero
nace en escala universal.
8. 8. Porque no es que solamente se encontró América, sino que elencuentro con América
determinó un viraje y un cambio del mundo.No es un mero azar que eso que llamamos la
edad moderna arranqueprecisamente en esa fecha. Es una época de profunda
transformaciónde la civilización occidental. Es una época de cambio a fondo de lasituación
del hombre y de su concepto sobre sí mismo, de los valorescon los que había vivido en
toda la Edad Media y en la Antigüedad, yese cambio y en ese reajuste, que es el comienzo
de un nuevo mundo,de un nuevo mundo en escala mundial, está el ingrediente
americanode un modo muy preciso y muy poderoso.De modo que nosotros no solamente
fuimos nueva tierra, tierranuevamente hallada, como decían los viejos cronistas, sino que
fuimosel punto de partida de una nueva época del mundo, nueva época en laque estamos
viviendo y que no ha terminado su parábola y está lejosde terminarla y en la cual hemos
intervenido por acción o por omisión,voluntaria o involuntariamente, y en la cual ahora
tenemos queintervenir más voluntariamente y más conscientemente que nunca. Demodo
que esa noción de Nuevo Mundo está doblemente vinculada alhecho americano.La
primera cuestión que habrá que ver de esa originalidad es ladificultad que tenemos de
incorporarnos a ninguna de las familias a lasque pretendemos pertenecer y a las que
pertenecemos en parte. Uno delos hombres que primero vio esto fue el propio Bolívar.
Recuerdenustedes, en el Discurso de Angostura, y ya antes lo había dicho en laCarta de
Jamaica, dice de un modo muy claro: "No somos europeos, nosomos indios" y añade una
frase muy hermosa y muy significativa,dice: "Constituimos una especie de pequeño género
humano aparte".Él se daba cuenta de la originalidad de nuestra situación, de que
noéramos unos europeos como los europeos y que tampoco éramos unosindígenas
americanos, como los indígenas americanos verdaderos. Demodo que ya desde el
comienzo había ese hecho nuevo que nosabíamos muy claramente en qué consistía.La
primera cosa que habría que ver en esta revista de hechos obvios, yles pido perdón a
ustedes porque voy a insistir en hechos obviosporque creo que son los importantes, es que
el mundo americano,particularmente lo que llamamos la América Latina, fue el escenario
deun inmenso encuentro de culturas, como se ha dado en la Historia
9. 9. Universal desde la creación de Occidente. Ése es un punto que no hayque olvidar.
Semejante proceso de encuentro, de acomodamiento, depugna, de desnaturalización, de
recreación de corrientes culturales, nose dio en la escala en que se dio en América Latina,
sino en laformación de Occidente, es decir, en la alta Edad Media, a raíz de ladisolución
del Imperio romano. En esa dimensión no se ha dado enninguna otra parte.Ese encuentro
consiste primordialmente en la confluencia en América,de un modo occidental, de tres
culturas fundamentales. La primera esla que representaba el español del siglo XVI, el
castellano que vino aAmérica. Un hombre muy tipificado, que representaba un matiz
muydefinido de la cultura occidental y ese matiz se reflejaba y se traducíaen una actitud
para entender su misión, en una concepción religiosa, yen una visión de una estructura y
un porvenir y una situación delhombre muy tipificadas que pertenecían en gran escala a la
culturaoccidental, pero tenían un matiz muy peculiar dentro de ella.Y ese hombre que llega
a América se va a encontrar allí con unas razasy con unas culturas con las cuales él no
había tenido ningún contacto.El español que llega a América viene con la visión de que
simplementeha encontrado un espacio que llenar y que va a reproducir lo que dejó.Va a
crear una nueva España, va a crear una nueva Castilla, una nuevaAndalucía. Ahí están los
nombres, las toponimias que nos lo revelan y,sin embargo, lo que les salió fue otra cosa.
No podía salir una nuevaEspaña, ni una nueva Andalucía, ni una nueva Toledo, ni una
nuevaCastilla. Lo que salió fue el hecho americano, que era un hechoprofundamente
distinto.Ahora, este mismo hombre, ese español que salió de España y vino aAmérica, no
vino de una manera similar a como fue el hombre a laLuna, metido dentro de una cápsula
preservativa de contaminaciónque le conservaba una atmósfera propia. Ese hombre vino
asumergirse en un caldo de encuentros, de influencias y de comercio enel sentido latino de
la palabra, que tuvo que afectarlo profundamente.Ese hombre sufrió, en primer término, un
extrañamiento, unextrañamiento que no ha sido bien estudiado.Cuando uno lee el
testimonio de los viejos cronistas, cuando uno leelas Cartas de Relación de Cortés, cuando
uno lee a Bernal Díaz o aSahagún, lo que encuentra allí es la sensación de extrañamiento,
de la
10. 10. gente que ha sido sacada de su medio tradicional y proyectadadramáticamente en un
medio para el cual no estaba preparada y queno podía entender. Eso trajo desajustes y ya
hablaremos de eso. Trajoconsecuencias y trajo una sensación muy peculiar de la condición
vitalde ese hombre que había llegado.Ese hombre cambió de inmediato y tanto cambió que
comenzó por noser semejante a los españoles que habían quedado en España. Allímismo
surgió el nombre de indiano, de perulero, todos los nombresque se le dieron al español que
había venido a América y queregresaba a España, porque ya no era el mismo español,
como tampocoera igual el español recién llegado al que ya tenía tiempo en América oal
que ya había nacido en América, y por eso los nombres de chapetón,gachupín, los
nombres que se le dieron a los españoles recién llegadosen toda América, para señalar
esa diferencia y esa distinción.Ese español que llega no cae en un vacío, se encuentra con
losindígenas, con toda una escala de civilizaciones indígenas. No habíalengua en la cual
entenderse. No lo digo yo en el sentido material de lapalabra de entender un idioma, digo
que lo que significaban laspalabras indígenas no era lo que significaban las palabras
españolas.No había traducción posible. Eran representantes de dos mundostotalmente
diferentes. De dos mundos que muy superficialmentepodrían acercarse. Así como el
español llegó y tuvo que cambiar detodo, desde la vivienda hasta el traje, desde la
alimentación hasta losusos y costumbres de la vida, desde la estructura de la casa hasta
laformación de la familia, así como también ocurrió en su contacto con elindígena. Tuvo
que nombrar frutas que desconocía, plantas que nuncahabía visto, relaciones sociales que
para él eran nuevas. Y el indígena,a su vez, entró de pronto a recibir el impacto de un
volumen, de unconjunto de usos, de costumbres, de ideas, de valores, que le
erantotalmente extraños y que lo afectaron profundamente.Al día siguiente del
Descubrimiento de América, irremediablemente, elespañol ya no pudo seguir siendo el
mismo que era, pero el indioamericano tampoco. No hubo regreso para ninguno de los
dos. Semarcaron, se influyeron, se desnaturalizaron, se modificaronmutuamente de un
modo profundo. Ese hecho ya, por sí solo, debíaintroducir un elemento de novedad y de
cambio con respecto a lo que
11. 11. era el mundo o lo que había sido el mundo indígena antes de lallegada del
español.Pero es que muy pronto aparece un tercer personaje, que es el negro.Sabemos
muy poco del negro en América. Lo hemos estudiado muysuperficialmente. Nosotros
tenemos una idea bastante europea de loque fue el encuentro en el territorio americano.
Pensamos que llegó eleuropeo, que llegó el español y que se encontró con el indígena
ycombatió con él y lo sometió, lo esclavizó y que luego trajo al negroafricano y lo puso a
trabajar como esclavo para aliviarse. Es decir,como si en la presencia en los encuentros
humanos se tratara de unamezcla de líquidos inertes. Eran seres que actuaban
dramáticamentelos unos en los otros y se modificaban tratando. No hay modo de estaren
presencia de otro ser humano sin que ese ser humano nosmodifique a nosotros y nosotros
lo modifiquemos a él en algunaforma, y mucho más en una inmersión de esta magnitud.De
modo que el negro, a quien siempre hemos visto muymarginalmente y de quien pensamos
que no tuvo ningún papelcultural, o muy remoto y pequeño, que dejó algunos bailes y
algunasconsejas, pero que estaba completamente segregado de la sociedadcolonial,
aparece metido en la tarea rural o en la servidumbredoméstica, sin contacto con el mundo
del criollo blanco, ni con lascastas superiores de la vida colonial. Esto es falso. Hay un
elemento,por ejemplo, que deberíamos estudiar a fondo y que yo creo quemerecía que le
dedicaran mucho tiempo sociólogos y psicólogos y esque yo llamaría la pedagogía mágica
que el hispanoamericano recibiódurante más de tres siglos.En toda Hispanoamérica,
desde el norte hasta el sur, en una edad quehoy sabemos que es la más importante del
hombre, la que va de O a 5años de edad, los hispanoamericanos, y particularmente los de
la clasealta, tuvieron por ayas esclavas negras. ¿Qué le transmitió esa esclavanegra a ese
niño durante esos cinco años de profunda receptividad?No le transmitió solamente
cantares y ritmos, que ya teníanimportancia, y consejas africanas, le transmitió una visión
mágica queno tenía el español y no la podía tener. Una visión mágica que sí teníael indio,
pero de otra manera.De modo que esa pedagogía que estuvo en el fondo del
almaamericana y que está en el fondo de ella ha tenido una raíz y una
12. 12. explicación y es un aporte del negro en esa función pedagógica que nole hemos
reconocido, a la que no le hemos dado su importancia. Unhombre como Simón Bolívar tuvo
una pedagogía negraimportantísima en su vida. La relación materna de Bolívar no fue
condoña María Antonia, que murió cuando él era niño y que, por lodemás, tenía las
escasas relaciones que una señora rica de la Coloniatenía con sus hijos, que estaban
confiados a las esclavas. La madre deBolívar, en el sentido del contacto, de la alimentación
espiritual y de laformación, fue una esclava negra, la negra Hipólita, y Bolívar loreconocía,
sentía la deuda que tenía con ella, de tal modo que cuandoregresa a Caracas en 1827,
después de la Campaña del Perú y entratriunfalmente, entre la gente que estaba hacinada
esperándolo estabala negra Hipólita. Bolívar desmontó y la fue a abrazar, porque para
élera su madre. Esa influencia no ha sido estudiada y, desde luego, es unelemento de
diferenciación profunda.Hay otro aspecto que es muy importante y es el elemento
espacial.Nosotros no nos hemos dado cuenta de lo que significó para el españoly aun para
el negro, aunque en menor grado, el cambio de escenariogeográfico.Ese cambio de
escenario geográfico lo vemos y lo percibimos en loscronistas de Indias. El primer cambio,
desde luego, fue la dimensión.Hombres que nunca habían visto un río más grande que
elGuadalquivir desembocaron en el Amazonas, en La Plata, en elOrinoco, en el
Magdalena. Hombres que nunca habían visto unamontaña más alta que los Pirineos se
encontraron con el Aconcagua,con la Cordillera Blanca del Perú, con las murallas de
nieves másgigantescas y más altas que el mundo conoce fuera de Asia, con lasllanuras,
las selvas inmensas inagotables, el espacio geográfico, en unadimensión que ellos no
conocían, y la presencia de una naturalezaactiva y agresiva que tampoco existía para
ellos.Ya he dicho mucho, y lo han dicho los críticos literarios, que laliteratura
hispanoamericana se caracterizaba, y todavía se caracterizaen buena parte, por la
presencia de la naturaleza. Fue en gran parteuna literatura, la narrativa y la poética, hecha
en torno a la presenciade la naturaleza, al hombre ante la naturaleza, al combate del
hombrecon la naturaleza, y eso constituía un elemento de originalidad desdeel punto de
vista español, y es explicable porque en España, en la
13. 13. literatura española, la naturaleza casi no se encuentra. Uno podríabuscar en el Quijote
las páginas de descripción de la naturaleza y yo nome atrevo a decir una cifra, pero no
deben pasar de unas cinco o seis.¿Por qué? Porque la naturaleza no tenía ninguna
importancia paraCervantes, era un hecho obvio que estaba allí.Como decía una vez Jorge
Luis Borges, hablando de las cosas obvias,que en el Corán no se nombra a los camellos
una sola vez porque parael árabe son una cosa tan obvia que no hay que nombrarla.
Perocualquier turista que desembarca en un país de Oriente lo primero quedescribe es el
camello porque, claro, para él es una novedad.Así pasa con la naturaleza. La naturaleza
para el español no tieneninguna importancia, una naturaleza domesticada, reducida,
depequeña escala, con la cual él mantenía una relación de dominio, perocuando eso se
altera y llega a América es la naturaleza la que domina,es él que está a la defensiva, es él
que se encuentra frente a ríosgigantescos, a animales desconocidos, a selvas
impenetrables, amontañas que no había visto jamás, a un régimen de lluvias diluvialesque
tampoco había conocido.De modo que la naturaleza le crea un espacio geográfico, y aquí
esdonde yo digo que habría que estudiar eso que se llamaría el efectopsicológico del
extrañamiento, no solamente el extrañamiento por elmedio humano, nuevo, sino por el
medio geográfico y el espacionuevo.Hoy en día existe toda una escuela de psicoanálisis
existencial quetrata de explicar el que buena parte de nuestra salud mental, de esoque
llamamos el ajuste del ser, está en unas ciertas relaciones establesque nosotros creamos
con nuestro rededor humano y con nuestrorededor físico, es decir, las distancias que
recorremos normalmente, laaltura de los montes, la dimensión de las casas y de las calles,
la genteque vemos diariamente. Pero que si eso se altera y cambia de un modobrusco, nos
desajustamos. Se produce un desajuste muy curioso.Se ha hablado mucho de la locura de
los conquistadores de los casos delocura criminal, tipos como Lope de Aguirre. Es muy
posible que siLope de Aguirre se hubiera quedado en España nunca hubiera hechonada
de lo que hizo en América, nunca hubiera entrado en aquel
14. 14. drama de locura criminal deslumbrante y aterradora, y el caso de Lopede Aguirre se
repite en Pedrarias Dávila, se repite en miles de casos.¿Por qué estos hombres de pronto
se desnaturalizaban y hombres queen España habían estado dentro de una costumbre o
dentro de unritmo de vida de pronto se convertían en terribles personajes,
cometíaninsensateces que nos parecen hoy día temeridades de valor y que nosparecen al
mismo tiempo excesos de crueldad o de violencia inauditas?Posiblemente el psicoanálisis
existencial nos podría revelar que estoshombres venían de sufrir uno de los más grandes
procesos deextrañamiento, de enajenación, que un ser humano hayaexperimentado
nunca, que era el desplazamiento súbito, total ycompleto del medio humano y del medio y
escenario físico en el cualse habían movido. Eso tuvo que tener unas reacciones profundas
en suactitud ante el mundo, en su actitud ante la vida. Y sobre eso sabemosmuy poco y
nos imaginamos que los conquistadores eran unos turistasque venían viendo cosas
extrañas y que las anotaban y que no lesalteraba nada, que regresaban con su billete de la
agencia Cook, o de laagencia que tenían los Reyes Católicos de España.Hay otro aspecto
fuera del encuentro humano y del espacio físico —ytengo que pasar muy rápido sobre
estas cosas, porque,desgraciadamente, no hago sino un catálogo— que es el tiempo.
Hayun tiempo americano, no podría haber ocurrido un desplazamientogeográfico, del
marco geográfico y del marco humano, de esamagnitud, y del espacio, sin que la noción
del tiempo cambiara. La hanobservado mucho, muchas veces en la historia literaria y en
muchasmanifestaciones en el arte. El Descubrimiento de América produce enla cultura
occidental trasplantada un rezago, un retraso. Yo diría, másque un retraso una vuelta al
pasado, porque no es que se estanca nique regresa.Vean ustedes esto, por ejemplo, que
es muy curioso. Cuando losespañoles se establecen realmente en América y empieza la
obra de lacolonización hacia los siglos XVI y XVII, es el momento en que laliteratura
española entra en pleno renacimiento, es la hora en que seproduce La Celestina y la
novela picaresca y se produce la comediaespañola, la gran novedad del teatro español.
15. 15. Nada de eso llega a América. Es la hora en que se intenta la historia alestilo latino o
renacentista que hace Mariana. Nada de eso viene aAmérica. ¿Qué pasa en América?
Todo lo contrario. América regresa ala crónica en lugar de la historia a la romana. América
regresa alromancero y a la poesía narrativa que pertenecían a la Edad Mediaespañola y no
eran contemporáneos. América regresa al autosacramental y no a la comedia, y la novela
no entra en América, entrala descripción. Entra la descripción corográfica y humana, pero
noentra la novela y es muy curioso porque el más grande novelistaespañol después de
Cervantes, en el siglo XVI, viene a América. MateoAlemán, el autor de Guzmán de
Alfarache vivió en México los añosfinales de su vida y escribió una gramática. ¿Por qué se
calla MateoAlemán que era el más grande novelista español, después deCervantes, en su
tiempo? ¿Por qué no hay una novela americana hastael siglo XIX? ¿Por qué se regresa a
formas tan olvidadas en el tiempo,tan anacrónicas, si ustedes quieren, que más que
anacrónicas es quepertenecen a otro tiempo, como las crónicas que estaban muertas
enEspaña, desde la Edad Media, como la poesía narrativa?Luego existen en esta noción
del tiempo otros aspectos que sonimportantes. Yo pienso que habría que hacer algún
análisis a estascosas. Una de ellas es, desde luego, cómo la América Latina, cuandoqueda
abandonada a su suerte por primera vez, es decir, en laindependencia, y cuando intenta
adoptar instituciones venidas deafuera, una república a la francesa o a la americana,
unparlamentarismo a la inglesa, un Derecho Civil europeo, en elmomento en que intenta
eso y que eso fracasa, la América Latinaregresa a formas políticas que no tenían nada que
ver con lacontemporaneidad europea y occidental. Produce la única creaciónpolítica
original que ha dado la América Latina, que es el caudillismorural. Salen los caudillos, no
estoy hablando de los dictadores sino delos caudillos, los caudillos del tipo Rosas, del tipo
Páez, del tipo delmás reciente que hemos tenido aquí en Venezuela, ]uan VicenteGómez,
que eran hombres representativos de un medio, quecorrespondían a una noción de la
autoridad, profundamente ancladosen esa tradición mágica y en esa tradición histórica.De
modo que cuando fracasa el modelo importado, el mundoamericano da torpemente, pero
de una manera genuina, sin duda
16. 16. alguna, una respuesta y la da en el caudillo. El caudillohispanoamericano habría que
estudiarlo como manifestación yrevelación del ser hispanoamericano, como se manifiesta
políticamenteen ese fenómeno, y que es un regreso, porque ese fenómeno no
loencontramos en España ni en Europa, sino posiblemente ya hacia elsiglo XII o hacia el
siglo XIII, cuando empieza a desintegrarse elfeudalismo, cuando aparecen las formas
finales de la behetríamedieval, y eso es lo que resucita en América.Existen otros casos
muy curiosos, que yo creo que vale la pena pensar,de ese anacronismo o anticronismo, no
sabría yo cómo llamarlo, porejemplo: ¿por qué no pasa a América la segunda persona del
plural?La segunda persona del plural entra al castellano más o menos en elsiglo XVIII. Es
una de las herencias borbónicas y del afrancesamientoespañol, pero no llega a América.
En América se queda el tratamientoen la tercera persona del plural. No hay un
hispanoamericano, a menosque sea un gramático trasnochado o algún purista sin sentido,
quediga vosotros, cuando lo dice, lo dice de una espantosa manera falsa.No es un mero
juego el tratamiento que le damos al otro, establece unadistancia y establece una relación.
No es lo mismo decirle a algunos"vosotros", que decirles "ustedes". No es el empleo
caprichoso de unapalabra por otra, es todo un juego de relaciones que está implícito
enesto. El "ustedes" es más antiguo que el “vosotros” desde luego, el“Vuestras Mercedes”
que, corrompido, dio el “ustedes”. ¿Por quénosotros nos quedamos con "Vuestras
Mercedes" y seguimos con ella yno entramos al "vosotros" en toda Hispanoamérica, desde
Méxicohasta la Argentina?Y cuando llega un gran momento histórico del
mundohispanoamericano, como fue la Revolución Mexicana, un momento enel cual dio la
impresión que se daba un vuelco y que afloraban hechosnuevos y que se estaban
buscando las raíces y que se quería hallar unaindudable veta de la autenticidad
hispanoamericana, cuando se tratade narrar plásticamente ese hecho, viene un pintor
mexicano, quehabía estado en París con los cubistas y que estaba al tanto de todas
lasnovedades pictóricas, que es Diego Rivera, y ¿qué hace Rivera? Sepone a hacer lo que
habían hecho los europeos en el siglo XIII, es decir,resucita el muralismo que era un arte
muerto en Europa. Y no loresucita por un mero capricho arqueológico, sino porque era el
17. 17. lenguaje que correspondía a la situación, porque esa situación deMéxico en esa hora
pertenecía mucho más al siglo XIII que al siglo XXeuropeo.De modo que todo esto
configura lo que yo llamaría un tiempohispanoamericano. Hay un espacio y un tiempo y
hay un escenariohumano distinto. Si todo esto no significa nada, yo no sé qué
significa.Todo esto determina lo que, a mi modo de ver, es el rasgo esencial, queyo me
permito llamar con una palabra desacreditada, poco grata, sobrela cual han caído
prejuicios de toda índole, que es la palabra mestizaje.No me refiero al mestizaje sanguíneo
o biológico, desde luego lo hubo,y lo hubo en gran escala y creo que tuvo resultados muy
dignos detomar en consideración y que han tenido una gran influencia en elmundo
hispanoamericano. Pero el mestizaje más poderoso nosolamente el de la sangre, el
principal mestizaje es el cultural, el quedeterminó todo ese extrañamiento del europeo en
América, el quedeterminó el diálogo entre las tres razas y el que determinó esasituación
peculiar en la que se mezclaron cosas de uno y de otro. Esemestizaje dio resultados
inmediatos increíbles. En los casos en quehabía mezcla sanguínea, en los casos en que
no la había, porque esbueno pensar que aún los que tengan la piel más blanca, si
sonhispanoamericanos, son culturalmente tan mestizos como el IncaGarcilaso.El problema
es éste. Acabo de nombrar al Inca Garcilaso de la Vega. ElInca Garcilaso —no les voy a
decir a ustedes quién es, lo saben mejorque yo— fue uno de los más grandes escritores de
la lengua castellanaen la época de Cervantes, que no era una época fácil. Escribió
librosmonumentales como Los comentarios reales. Y ¿quién era estehombre? Era el hijo
de un capitán español y de una ñusta indígena. Yeste hombre recibió en su educación de
una manera ejemplar, las dosvertientes. En la gran casa del Cuzco en que vivía, en un ala
estaba sumadre con los parientes que habían pertenecido a la Corte del últimoemperador
inca, Atahualpa, y en la otra estaba el capitán Garcilaso,con sus frailes y sus soldados,
hablando español. De modo que de unlado estaba el mundo incaico, el Quechua, con sus
tradiciones vivas, yen el otro estaba el mundo castellano, y el niño atravesaba el patio
ypasaba de un mundo al otro. Pero los dos mundos estaban en él. Ycuando Garcilaso,
luego, empieza a escribir, hace ese libro
18. 18. monumental que son Los comentarios reales. Ese libro es una obra decreación literaria
de primer orden. Pero es una obra única. Ese libro nolo podía escribir un indio, ni lo podía
escribir un español. No lo podíaescribir, sino un mestizo americano, un hombre de ese
tipo.Ahora piensen ustedes en la originalidad hispanoamericana ycontesten esta pregunta:
¿Dónde está el Inca Garcilaso de la Américadel Norte? ¿Dónde está el Inca Garcilaso de
África y dónde está el IncaGarcilaso de la colonización asiática? No existe porque no hubo
eseencuentro profundo, porque no hubo esa nueva creación de unasituación cultural que
hubo en el territorio de América Latina.En los otros continentes, en África, el colonizador se
superpuso y nopenetró. En Asia fue peor aún, porque la resistencia de las viejasculturas
fue mucho mayor, de modo que lo occidental fue superficial,lo occidental fue, en cierto
modo, episódico. Pero no fue la creación deun nuevo hecho cultural en su totalidad como
lo fue en el mundolatinoamericano.Eso se manifiesta en mil cosas, en la creación del
barroco de Indias —que el solo merecería un estudio muy a fondo— en el cual se
combinanlos elementos indígenas y los elementos españoles. Esos grandesmonumentos
barrocos que llenan los Andes y la meseta mexicana,donde hay algunas de las obras
arquitectónicas más extraordinariasdel mundo, no hubiesen podido darse en Europa, ni
tienen nada quever directamente como consecuencia de la arquitectura indígena. Es
lacreación de un mestizaje que se da igualmente en la literatura, que seda igualmente en la
plástica y que es la revelación de la presencia deesos actores que entran en contacto y en
conjunción.Si vemos la historia de la literatura hispanoamericana —voy a pasarpor sobre
esto, tocándolo—, vean ustedes, que cuando la literaturahispanoamericana da una nota
original en escala mundial, la da sobrela cuerda del mestizaje. ¿Qué es el modernismo?
¿Qué es Rubén Darío?Rubén Darío es uno de los más extraordinarios casos de
mestizajecultural que el mundo haya conocido. En Rubén Darío se mezcla todo:lo más
viejo de España, la tradición indígena, los ecos del negro, lasituación del hombre de la
América Central, las influencias que él creíatener de Europa. Él podía creer buenamente
que era un poetasimbolista francés, no era verdad. Y eso da la nota original
delmodernismo, que no se parece a lo que hacía en España y no tiene
19. 19. nada que ver con eso, ni con el simbolismo francés, ni es, por lo tanto,indígena, ni
mucho menos negro, pero que es la expansión genial deun hombre que estaba en una
situación latinoamericana profunda.Cuando las letras hispanoamericanas dan una primera
nota de valoruniversal, la dan sobre esa nota y si nosotros fuéramos —aquí hayquienes lo
pueden hacer mucho mejor que yo— a analizar esto quellaman el "boom" literario: ¿qué
son estas novelas que han tenido tantoéxito en el mundo?, ¿qué es Asturias? ¿qué es
Carpentier?, ¿qué es elmismo Borges?, ¿qué es García Márquez? Son los productos de
undelirante mestizaje cultural, que no se podía dar sino en unhispanoamericano. Y por eso
son grandes escritores y por eso elmundo entero los mira con curiosidad, porque no se
parecen ni a losingleses ni a los franceses, ni a lo que están haciendo los escritores delos
otros medios culturales.Cuando yo decía al comienzo que el Nuevo Mundo no era
solamenteel hecho de encontrar el continente americano, sino que el NuevoMundo era
también, en buena parte, la creación de una nuevasituación mundial y el comienzo de una
nueva época del mundoentero, no he hecho sino apuntar algo que es cierto y que hoy en
día seha investigado a fondo. El Descubrimento de América, yo diría unapalabra que es
mejor todavía, la presencia americana, cambió elpanorama del hombre en Occidente
totalmente, lo alteró de raíz ypodríamos decir, sin ninguna exageración, que cambió la
historia delmundo.Sin el Descubrimiento de América la historia del mundo hubiera
sidodistinta, no solamente en el sentido de la expansión geográfica, sino enel sentido de
los valores, de los conceptos y de la filosofía.Se dice que la América contribuyó a la
creación del capitalismo como,en efecto, contribuyó, con el aflujo de los metales preciosos.
Se trata deun capítulo conocido y estudiado cómo esto influyó en los índices deprecios,
cómo esto determina el crecimiento de toda la maquinariafinanciera que se había ido
formando al final de la Edad Media, ycómo estableció la fase de donde el capitalismo
moderno arrancó.Pero es que nosotros no podríamos concebir la Europa moderna sin
lapapa. Mucho más importante que los metales fue la papa. La papa fuela que permitió la
Revolución Industrial y la papa fue la que permitió
20. 20. las guerras napoleónicas. La población europea, la fuerza de trabajo dela que hablaba
Marx y la fuerza de sangre de que hablaba Napoleónlas dio la papa porque se acabaron
las hambrunas europeas y lapoblación pudo crecer, de modo que el don de la papa
americanatransformó la situación básica sobre la cual la historia europea sedesarrolló a
partir del siglo XVII.Pero hay un hecho más que es importante ver. Nuestros ideólogos
delsiglo XIX, los fundadores de estas repúblicas, fueron ávidamente aaprender las
novedades políticas y las doctrinas nuevas en lospensadores de la Enciclopedia Francesa,
en Montesquieu, en Rousseau,en Voltaire. Allí encontraban ellos las grandes novedades
con lascuales querían crear las nuevas instituciones hispanoamericanas.Ahora, lo que no
sabían ellos es algo que sabemos hoy en día muyclaro, es que esa éra una pelota que
había salido de América, cayó enEuropa y de Europa rebotó y regresó a América.Con la
papa y los metales preciosos América exportó a Europa lasemilla de la revolución. El
pensamiento revolucionario europeo nodigo yo que habría existido pero habría existido,
quizás de otra maneraradicalmente distinta y muy tardíamente sin el Descubrimiento
deAmérica. El hecho fundamental del pensamiento revolucionario deEuropa está en la
Carta de Colón a los Reyes Católicos. La famosa cartaque Colón tiró en una copia al mar
porque creía que naufragaba y noregresaba, fue el documento que cambió la conciencia
europea de raíz.Colón describe allí que ha llegado a una tierra donde hay unoshombres
que no son como los europeos, que viven pacíficamente, queno tienen armas, que no
tienen propiedad privada, que se aman entresí y que son felices. Es la primera vez que
aparece la idea de felicidadasociada a la sociedad humana. ¿No pensaban los europeos
que el findel hombre en la Tierra era la felicidad? La Iglesia les había enseñadodesde
muchos siglos que esto era el valle de lágrimas. Por lo tanto,aquí no había que esperar
felicidad ninguna, la felicidad estaba en elotro mundo. Pero esa visión de que había
felicidad aquí en la Tierra,esa visión la da la carta de Colón y esa carta de Colón, no cae en
oídossordos, esa carta de Colón la recoge Tomás Moro y fabrica la Utopía —la Utopía es
el libro más revolucionario que se ha producido enEuropa—, y luego la recoge Montaigne,
y entonces de allí surge laconclusión lógica: ¿Qué ha pasado?, ¿qué explica que en una
parte del
21. 21. mundo haya guerra, haya injusticia, haya miseria, haya una sociedadinjusta, y en otra
parte del mundo haya una sociedad feliz, donde loshombres ignoran la guerra, donde los
hombres ignoran la riqueza,donde no hay miseria, donde todos son iguales, donde todos
viven enpaz? Es decir, nace el mito del Buen Salvaje. El mito del Buen Salvaje esun mito
americano y de ese mito nace todo el pensamientorevolucionario europeo porque, de
inmediato, de esa actitud críticaque parte de la Utopía de Moro, del pensamiento de
Montaigne, van aretomar los pensadores racionalistas del siglo XVIII una idea de
lainjusticia de la sociedad europea, del estado natural del hombre, que esun estado de
bondad y, en nombre de eso, van a programar larevolución y nosotros más tardíamente
vamos a ir a Europa a recogeresa fruta que partió de una semilla americana y traerla como
novedad,venida después.De modo que no solamente influimos en hechos de
importanciamaterial tan grande como lo que significó poder crecer la poblacióneuropea y el
nacimiento del capitalismo que, en buena parte, se debió alos metales americanos, sino
que todo el pensamiento que transformóel mundo y sacudió el mundo, y lo sigue
sacudiendo, tiene su raíz enel hecho americano, en la novedad americana, en la impresión
de loque había sido América para aquellos hombres que la vieron laprimera vez.El eco del
hecho americano lo mira uno en las cosas másdesprevenidas y permeó y penetró todo el
pensamiento europeo y lomodificó. Yo debo confesarles a ustedes, que nunca, sin cierta
emociónoigo, leo o releo parte de La tempestad de Shakespeare tropiezo conCalibán,
Calibán es americano, diría más, me atrevería a decir que escasi venezolano-brasileño,
porque Calibán no es sino el ecocorrompido de caníbal. Canibal es una corrupción de
caribe. De modoque el nombre que daban los europeos al indio caribe cuando llegóColón y
encontró los taínos que vivían bajo el terror de los Caribes yhablaban de esa gente que
venía del Sur y les cortaban la cabeza y sellamaban carina, en caribe el nombre de ellos es
carina y los españolesde ahí hicieron caribe, los italianos hicieron cambali, mil nombres
másy un día un inglés que escribía comedia resolvió tomarlo ytransformarlo en Calibán.
Hasta allí llega el hecho, un impacto
22. 22. profundo que sacudió y modificó toda la situación del hombreeuropeo.Esta situación
que caracteriza al hombre latinoamericano, estasituación de originalidad, de duda sobre su
personalidad porque no esasimilable exactamente a ninguna de las otras de las que viene,
hatenido sus consecuencias en su expresión y en su actitud. Por ejemplo,en la literatura
hispanoamericana, que es un buen testimonio de todoesto, nosotros podemos encontrar un
rasgo que es importante y es queesa literatura, en un grado no comparable con ninguna
otra, es unaliteratura de servicio que está hecha para trabajar por algo más que noes
puramente la expresión literaria. Es una literatura que desde quearranca tiene un
propósito, o satírico o reformista, o revolucionario. Esuna literatura con un programa social
y con un programa políticoimplícito, desde la Amalia de Mármol hasta las novelas de
nuestrosdías. En toda ella hay esa voluntad de servir no solamente deintérprete de ese
mundo oscuro, que muy claramente no se entiende,para ayudarlo a entenderse y a salir.
José Gaos decía, con muchoacierto, hablando del pensamiento latinoamericano, una
verdad quetambién Unamuno había dicho hablando de Martí. Unamuno decía deMartí que
más que pensador era sentidor y en realidad tenía razón, supensamiento tenía unas raíces
que venían mucho más del sentir quedel análisis nacional. Y Gaos decía que la literatura
hispanoamericanaera una literatura de educadores de sus pueblos. Constituye un
rasgomuy peculiar esa especie de misión que se cargó el intelectuallatinoamericano de
explicar el ser latinoamericano para loslatinoamericanos y de encaminarlos había lo que él
creía que era lasalvación y la realidad. Eso caracteriza y es una consecuencia de
esaangustia ontológica y de esa posición.Todo esto configura para la América Latina una
situación única en elmundo actual. En este momento se habla de una civilización global
yrealmente estamos más que nunca en los pródromos, en los comienzosde una civilización
global. El mundo entero está globalizado por lascomunicaciones, está globalizado por los
usos, está globalizado por lasinfluencias pero, desde luego, las situaciones de sus
componentes sondistintas. Nosotros pertenecemos a la civilización occidental, nadie
loduda, pero pertenecemos de una manera peculiar, somos un avatar deesa civilización.
23. 23. Es una situación muy distinta a como recibe la civilización occidentalun japonés,
porque la civilización occidental no es la civilización de losjaponeses, o a como la recibe un
africano, o a como la recibe un chino oun hindú. Ellos reciben la civilización occidental
como un instrumento,como algo que añadir a lo que ellos son, como algo que poner
deacuerdo con lo que ellos son. Nosotros no, la civilización occidental esnuestro lecho, la
civilización occidental es nuestro hecho, lacivilización occidental es nuestro ser. Estamos
hablando una lenguaromance, tenemos una herencia cultural dominantemente
occidentalen su parte de mayor influencia y a eso añadimos, claro, la presenciade los otros
dos actores fundamentales de la creación del hombrelatinoamericano. Pero eso nos
diferencia radicalmente porque nosomos nosotros gente que estamos recibiendo la
civilización occidentalpara ajustarla a una civilización distinta o con un pasado
culturalajeno, sino que dentro de la configuración de la civilización
occidentalrepresentamos una provincia, configuramos una familia con una nota,una calidad
y una condición diferente a las demás familias, que son losque constituyen la Europa
occidental y los Estados Unidos y elCanadá. Dentro de esos tres grupos nosotros somos
ese tercer grupodistinto, pero que pertenecemos a esa civilización occidental.Esa
pertenencia, en este momento y en esa condición, nos da anosotros una ventaja
gigantesca, somos nosotros la única gente de lacivilización occidental que está en el
Tercer Mundo, somos, por lotanto, muy posiblemente, el único puente válido que hay entre
esemundo occidental y el Tercer Mundo porque somos gente de lacivilización occidental,
pertenecemos a ella raigalmente, pero somosgente del Tercer Mundo para todos los otros
aspectos. Y estamos tanvinculados a Asia y a África o, por lo menos, mucho más que
ningunaotra porción del mundo occidental.De modo que eso determina para nosotros una
situación privilegiada,una situación que en cierto modo define casi un programa político
yun programa cultural, el de representar dentro de la variedad de lafamilia occidental, ese
otro núcleo, esa otra posibilidad de apertura,que no sería, de todo, sino una consecuencia
fecunda y segura de eserasgo fundamental de nuestro carácter, que es la vocación
demestizaje. De manera que no haríamos otra cosa que seguir sirviendo aesa vocación de
apertura y de mestizaje.
24. 24. Eso es lo que yo quería señalar, muy de pasada y muysuperficialmente. Tal vez no
somos el Nuevo Mundo, no lo hemosllegado a ser, pero hemos contribuido a la creación de
una nueva épocadel mundo y en este momento estamos en una condición privilegiadapara
estar entre los constructores fundamentales de ese Nuevo Mundoque va a llegar
finalmente y en cuya hechura nosotros tenemos unpapel irreemplazable que
desempeñar.Los grandes cambios que, de manera tan inesperada y espectacular,han
ocurrido en el escenario del mundo en los últimos cinco o seisaños, desde el inicio de la
"Perestroika" y la caída del Muro de Berlínhasta la desintegración política del inmenso
centro de poder querepresentó hasta ayer la Unión Soviética, tienen que afectar en
muchasformas la situación, las perspectivas, las opciones y el diseño de laspolíticas
nacionales e integracionistas de la América Latina.En rápida y no prevista sucesión de
acontecimientos, está emergiendouna nueva situación mundial y, seguramente, con ella un
nuevo ordeninternacional en el cual todavía no es fácil precisar el papel que
puedadesempeñar la América Latina, ni lo que haya que rectificar de lo quehasta ahora
han sido las orientaciones y, casi podríamos decir, losprincipios dogmáticos de su conducta
internacional y, aun, de suspolíticas nacionales.Ha terminado la Guerra Fría, ha concluido
para siempre elenfrentamiento político, militar y económico que representaron los
dosgrandes centros de poder, simbolizados por los países de la OTAN ypor los del Pacto
de Varsovia. La posibilidad que por tantos años pesósobre la conciencia de todos los
hombres, de la catástrofe inminente deuna guerra nuclear destructora de la civilización y
hasta de la vida enel planeta ha desaparecido súbitamente. Algo semejante ha ocurridocon
las ideologías y las concepciones que, en muchas formas, pesaronsobre las orientaciones
políticas de los distintos países que, a su vez,determinaron en buena parte el curso de la
historia de la posguerra.No hay más Guerra Fría, no hay enfrentamiento Este-Oeste, no
haybipolaridad; en el horizonte mundial aparece una sola gran potenciamilitar y económica
que es la que constituyen los Estados Unidos deAmérica y, frente a ella, se conforman
nuevos centros de poderrepresentados por el surgimiento de la Comunidad Europea y por
lapresencia creciente, en lo económico y tecnológico, del Japón en el
25. 25. Extremo Oriente. Los enfrentamientos que pueden preverse ya noserán ideológicos ni
militares con el carácter de la pasada Guerra Fría,sino que va a surgir otra forma de
confrontación y de lucha que se va alibrar en el campo de la economía, de la tecnología, de
la ciencia, de lainformación, de la capacidad productiva y de la disposición a
integrarorganizaciones supranacionales.En el tiempo de la Guerra Fría, para los países
menos poderosos y queno formaban parte de las dos grandes coaliciones
potencialesenfrentadas se abrieron muchas posibilidades para una políticarelativamente
autónoma que les permitiera, sin sacrificios y casi sinriesgos, sacar ventajas alternativas de
los dos contrincantes delenfrentamiento bipolar. De allí surgieron concepciones y
hechosnuevos como fue la presencia de los pretendidos países no-alineados,con la
pretensión más teórica e intelectual que real y efectiva de laexistencia de un Tercer Mundo
entre los dos mundos adversarios, conalgún poder de decisión global, que representaban
los Estados Unidosde América y la Unión Soviética con sus respectivos aliados.
Esasituación permitió a muchos países subdesarrollados de Asia, deÁfrica y de América
Latina obtener ventajas que no derivan de supropio esfuerzo de desarrollo, sino de formas
más o menos efectivas yreales de alineamiento con uno de los dos grandes
contrincantespotenciales, lo que les aseguraba, desde luego, muchas formas deayuda, de
colaboración y hasta de protección. La Guerra Fría les dio unvalor político, ajeno a sus
propias dimensiones y posibilidades, a lospaíses subdesarrollados, que muchos supieron
aprovechar para supropio beneficio y hasta para aventuras de dominación en
susparticulares regiones.La nueva situación significa que el Tercer Mundo, como tesis o
comoopción política, junto con los no alineados, ha perdido súbitamente surazón de ser y
su valor relativo en el escenario internacional.La América Latina tendrá que replantearse, lo
más pronto posible, lanueva situación y sus consecuencias. El mundo que emerge no va a
serbipolar, tampoco podrá ser por mucho tiempo el campo delpredominio militar,
económico y político de una sola gran potencia yva a exigir de todos los países una
revaluación realista de suspotencialidades y posibilidades de futuro en una situación
mucho más
26. 26. competitiva y en la que no se podrá contar más con el apoyoautomático de poderosos
aliados políticos.Por otra parte, no han cambiado las características de la AméricaLatina,
que siguen siendo fundamentalmente las mismas y que ladeterminaron desde la
Independencia hasta hoy, pero sí han cambiadoprofundamente las circunstancias y las
posibilidades de su acciónfutura. En todo el tiempo transcurrido desde la Independencia,
seobserva la tendencia muy marcada a confiar más en fórmulas mágicas,en imitaciones
políticas de Europa y los Estados Unidos, en ideologíasmás o menos adaptables, que el
lento y difícil, trabajo de enfrentar larealidad propia para encontrar y poner en práctica
respuestasadecuadas para lograr salir del subdesarrollo endémico. Esta vueltahacia lo
propio, hacia lo inmediato, hacia lo permanente, va a requerirun gran esfuerzo de
desmitificación y desideologización de laconciencia latinoamericana.La responsabilidad de
los intelectuales, que ha sido tan grande en todosu pasado, tiene que cambiar de estilo y
de contenido. No bastará yacon adaptar, de manera más o menos superficial y palabrera,
lassucesivas ideologías de moda en Europa o el ejemplo superficialmenteconocido de la
América anglosajona, sino que habrá que hacer untenaz y difícil esfuerzo para reconocer
nuestras propias realidades ytrazar sobre esas líneas de conducta que, mediante el
esfuerzo propio yla mejor utilización de las posibilidades, permitan en plazo razonableun
progreso efectivo.Habrá que comenzar por el doloroso examen de los errores cometidosen
el pasado, del fracaso de las fórmulas mágicas, de la fe ciega en que,mediante
determinados cambios de principios y de orientación, sepodría lograr una transformación
positiva, sin mayor esfuerzo detodos y cada uno. No va a ser fácil para los hombres de
pensamiento,que tanta influencia han tenido en todos esos países, alcanzar
estareconversión y este replanteamiento de las realidades y de lasposibilidades ciertas y,
por ello mismo, la responsabilidad delpensamiento latinoamericano aumenta ante estas
circunstancias. Losgrandes centros de reflexión que, de manera tan poco satisfactoria,
hanfuncionado hasta hoy, como son las universidades y los organismosacadémicos,
tendrán que asumir plenamente esta tarea dura y a vecesdolorosa de revisión y de
replanteamiento de posibilidades.
27. 27. Si algo ha debido enseñar el pasado es a desconfiar de las fórmulassimples y
milagrosas que nunca, en ninguna parte, han podidoreemplazar el trabajo creador y tenaz
por el verdadero progreso. Elnuevo orden emergente y todavía no enteramente precisable
delmundo de la Posguerra Fría va a ofrecer nuevas opciones a los paíseslatinoamericanos,
frente a las cuales deben tener respuestas razonablesy realistas. Habrá que concebir
nuevas formas de trato y decooperación, a pesar de todos los desniveles de desarrollo, con
laAmérica anglosajona, de cuya condición pueden venir grandes bieneso grandes males,
según la actitud mental y la capacidad creadora delos dirigentes latinoamericanos. Habrá,
igualmente, que diseñar unapolítica frente al poderoso bloque que va a constituir cada día
más laComunidad Europea.También habrá que considerar muy descarnadamente las vías
y gradosde integración posibles y aconsejables dentro de la propia AméricaLatina, sin
creer que la mera proclamación de un nuevo principio va atener mejores efectos que todas
las antiguas proclamacionesideológicas. Frente al Japón y la emergente área del Pacífico
que seanuncia como uno de los centros de civilización del siglo próximo, laAmérica Latina,
que en su mayor parte es ribereña de ese océano, hade tener prevista una nueva relación
con los países de ese nuevoAtlántico.En resumen, habría que pensar que América Latina,
con todas suscaracterísticas favorables y desfavorables, se encuentra, por
lascircunstancias recientes, ante la necesidad de realizar profundasrevisiones de su actitud
y mentalidad y de hallar respuestas adecuadaspara el mundo emergente que nadie sabe
todavía cómo ha decaracterizarse pero, cualquiera que sea esa evolución previsible en
susgrandes rasgos, es menester que la América Latina adopte una actitudmás realista y
pragmática, que confíe menos en las palabras que en loshechos y que le permita hallar el
camino apropiado para su propiodesarrollo y desempeñar ante el resto de los países un
papel deverdadera dignidad e importancia.Tomado de: Perfiles de América Latina (1992).
Caracas: Monte Ávila.

AMÉRICA LATINA, CONTRACORRIENTE CON EL MUNDO

Arturo Uslar Pietri nos recuerda en su reflexión Existe una América Latina? Una
reflexión en dos tiemposcomo el hispanoamericano en forma general tiende a sufrir
ciertos problemas de identidad características y diferenciado a de los que pueden sufrir los
europeos o norteamericanos. Como nos relata que el primer síntoma de la originalidad de
América Latina es precisamente estar preguntándose sobre lo que es y en donde pertenece.
Es un mundo nuevo desde momento de ser descubierto con características físicas y
humanas totalmente distintas a lo que vivía el mundo en aquel momento. Incluso llegando a
relatar como el propio Cristóbal Colon noto que el Nuevo Mundo contenía personas que no
tenían nada excepto la naturaleza a su mayor nivel y su gran felicidad sin odio ni guerra.
También se preocupa de las decisiones que toman los países pertenecientes a Latinoamérica
tiene que tomar las decisiones correctas para ir al nivel del resto del mundo. Como en un
momento que todo el mundo seguía y compartía una ideología y el hispanoamericano
simplemente hacia algo nuevo pero sacado de lo que se había hecho antes, como su ejemplo
con el mexicano Diego Rivera. Por esto América Latina parecía ir en contracorriente con el
mundo. Con respecto al resto del mundo se siente marginado, como todo el que no tiene
muy claros sus orígenes pero que desea desesperadamente pertenecer a un grupo. Esa
necesidad de Ser lo que Es, lo lleva a adoptar modos de ser de otras culturas, con un origen,
un pasado y una historia diferente. El hombre latinoamericano, como un adolescente, quiere
parecerse para poder diferenciarse. Es que el latinoamericano es el resultado de un choque,
de ese encuentro gigantesco, de ese torrente de culturas que se reúnen en él y que tuvo lugar
en la época de la colonia de nuestro continente. El tema de la identidad latinoamericana ha
estado presente desde hace muchos años aunque hoy en día no es un tema muy discutido.
Pero al realizar una investigación sobre el concepto de América Latina note como no había
un término en especial que podía definirnos en su totalidad. Sino como una mezcla entre
varias culturas. Cada país latinoamericano tiene características diferentes que lo definen, en
cada país tienen sus rasgos y costumbres peculiares haciendo incluso más difícil ubicar los
elementos que unen esta nación. El concepto de nación en Latinoamérica no es claro. De
manera general, los estados latinoamericanos buscan mantener claras ciertas diferencias
respecto unos a otros, motivados por el hecho de procurar legitimar el carácter de
independencia cultural al cual tienen derecho. El concepto de nación promulgado por
filósofos latinoamericanos suele ser el de ver a las regiones hispanas en América como
parte de una nación. Este concepto se basa en un mismo origen colonial, la lengua y
paralelos históricos. Para diferenciarse de Europa, se promulgó paralelamente con el
movimiento nacionalista étnico en Europa el concepto de la nación iberoamericana como
unidad étnica, basada en el mestizaje y se intentó demostrar por qué ésta debería ser
superior a otras, mientras que en Europa se intentaba demostrar por qué la mezcla de
antiguas etnias sería mala.

En determinadas circunstancias históricas, las preguntas sobre América Latina afloran con
intensidad: la sin dependencias, la primera posguerra, los años sesenta. En otros, el Estado-
nación se pone en el centro del interés, momentos en los cuales la pertenencia regional se
desdibuja o desaparece: el proceso de constitución de los Estados en el siglo XIX, el
"desarrollo hacia adentro" posterior a la crisis de 1930, la" década perdida", entre otros.
Tenemos características culturales de distintos países europeos con indios, pero a la final no
somos ni lo unión lo otro. No somos europeos, no somos indios. ¡Somos una especie
de género humano aparte! (Simón Bolívar) Esta frase del libertador complementa
como la América Latina es algo diferente que jamás se había visto en el mundo en su
época. Y hoy en día sigue siendo un grupo aparte sin concepto. Aunque creo que hoy en día
el gran desafío que se le presenta a la sociedad latinoamericana está referido,
prioritariamente, a la necesidad de conocer cuáles son y cómo puede funcionar una
América Latina global en los nuevos escenarios internacionales. Ya que el latinoamericano
desde su descubrimiento adopto sus propias medidas con respecto el mundo, teniendo un
gran atraso cultural y político. Teniendo que adaptarse a la sociedad internacional de
manera inteligente para no quedar atrás, pero esto no se da tan bien en todos los países. El
mundo latinoamericano se caracteriza por las riquezas de sus tierras y por la pobreza del
hombre. La abundancia que falsamente nos enorgullece, no exige ningún esfuerzo, se puede
obtener el sustento casi sin estirar la mano y también muchos se pueden morir de hambre.
Sin saberlo vivimos en un paraíso que puede transformarse en un infierno y que permanece
en buena parte sin explorar; a la espera que el hombre nuevo se ponga en marcha y se
atreva a ser adulto y dueño de su destino; porque los problemas son más sociales y morales
que económicos.el país de la desigualdad (Humboldt. 1806) Esta frase
adoptada por Humboldt hoy podría extenderse a todo el sur del Río Bravo. América
Latina es la región más desigual del planeta. Tenemos tantas características distintas hoy en
día no solo en lo cultural sino también lo político, económico y demás. Hoy sabemos muy
bien que crecimiento no es igual que desarrollo y que éste no es sinónimo de
distribución. Latinoamérica necesita unirse en una sola forma de pensar que permita al
hombre desarrollarse en plenitud y vivir en paz. Necesitamos volver a ese tiempo cuando se
descubrió el nuevo mundo, que éramos felices sin necesitar saber dónde pertenecíamos, y
nuestro único gobernante era la naturaleza. La religión es natural, porque la rectitud está
escrita por la naturaleza en el corazón y son los conducen al bien común, en tanto que la
razón solo lleva al enfrentamiento y al egoísmo (Jean Jacques Rousseau) En
conclusión podemos saber que el comportamiento del hombre latinoamericano expresa la
ambivalencia de su propio pasado y la ambigüedad de su cultura. Por ello sufrimos de un
problema de identidad con respecto a los otros países. Siente una necesidad de saber en
dónde pertenece, hemos adoptado culturas de otros países haciendo que cada uno de los
países latinoamericanos tenga sus propias diferencias en todo los sentidos por eso vivimos
en desigualdad. Se necesita volver a la sencillez de cuando el nuevo mundo se descubrió
donde éramos hombres felices cuyo único gobernante era la naturaleza. Hay que tomar las
decisiones que correctas que fomenten a la unión de los países latinoamericanos y
aprovechar nuestros recursos para unidos desarrollarnos y convivir en paz como un gran
continente

UNA VISION DE AMERICA A TRAVES DEL


ENSAYO Segun Arturo Uslar Pietri,
Francisco De Miranda, Andres Bello
Enviado por mariavillazana1  •  23 de Abril de 2013  •  1.727 Palabras (7 Páginas)  •  11.258

UNA VISION DE AMERICA A TRAVES DEL ENSAYO

Arturo Uslar Pietri

La tierra se hace historia desde que el hombre la toca.

Para el escritor nuestra Venezolanidad debe asentarse, entre otras cosas, en


un genuino y auténtico rescate del pasado que se traduzca sobre todo "en rastrear
en el presente las grandes presencias del pasado."

No tiene empachos Uslar, al sostener que el rescate del pasado, frase que
utilizó para denominar su Discurso de Incorporación a la Academia Venezolana de
la Historia, debe ser realizado prescindiendo de concepciones de la historia patria
que distorsionan el pasado y lo reducen a determinadas dimensiones que el escritor
rechaza categóricamente. En este sentido, Uslar Pietri insiste en desechar visiones
imperantes de nuestra historia como las siguientes:

• “Los viejos historiadores solían decir que la historia es la maestra de la vida y


con ello apuntaban, más con un propósito moral que histórico, a la conveniencia de
estudiar el pasado para no incurrir de nuevo en los mismos errores del presente."
(Uslar Pietri, 1988, 314)

• Si la historia no debe ser concebida con intenciones morales, mucho menos


debe promover una visión heroica. Sobre esta extendida y cada vez más exaltada
perspectiva de nuestra historia nacional como gesta épica y sobrehumana, Uslar
expresa: "Si la imagen que la historia da a un pueblo de su propio ser colectivo y de
su quehacer fundamental en los tiempos es una visión de orgulloso sacrificio y
entrega a ideales intemporales, será difícil llevarlo a acometer las ordinarias tareas
del taller, del camino y del mercado que es la ocupación de la gente organizada y
productiva." (Uslar Pietri, 1988, 314)

• El autor lamenta que la imagen de nuestro pasado sea generalmente "el


resultado de una operación de mutilaciones, preferencias y prejuicios que los
historiadores han hecho sobre la materia historiable (…) La historia de Venezuela,
en la forma en que más activamente influye sobre la mente del venezolano medio,
que es precisamente la de los manuales elementales que aprenden nuestros niños,
es un relato parabólico segmentado en tres tiempos: Es decir, una historia
caprichosamente organizada en torno a una perspectiva arbitraria, con un borroso
arranque, una culminación breve y fulgurante y una interminable decadencia."
(Uslar Pietri,1988, 314 y 315).

El reconocimiento de nuestra hispanoamericanidad es otro de los elementos


fundamentales de la Venezolanidad. Uslar Pietri así lo concibe y sin vacilaciones lo
expresa: "Somos y no podemos ser otra cosa que hispanoamericanos (…) Somos
hispanoamericanos y es esto y no otra cosa lo que nos da dignidad, valor y
presencia ante el mundo." (Uslar Pietri.1986, 330)

Este carácter de hispanoamericanos, definitorio también de nuestra manera


de ser hombres y gentes a la venezolana se expresa de muchas maneras. Nuestro
escritor es minucioso al detallar esas expresiones.

En una apretada síntesis, expone los rasgos y elementos de la influencia de


España en la conformación de nuestro ser nacional. Así expresa que además de la
lengua, del idioma que nos permite comunicarnos sin mayores dificultades ni
limitaciones con España y las demás comunidades hispano parlantes, otros
conceptos, sentimientos e instituciones son producto directo e inmediato de esa
influencia hispánica: "El concepto de la ciudad y la familia, la figura del alcalde y la
del cura, la invocación de los santos patronos y la forma de las fiestas populares.

La casa de zaguán y de ventana entejada, el estrado de las mujeres, el refrán


‘que dice la vieja detrás del fuego’, el concepto de la autoridad, de la obediencia, del
honor y del buen orden. La idea de la riqueza y la importancia de la salvación del
alma, el menosprecio del trabajo servil y el ideal de una vida señorial y caballeresca,
todo eso surge y resurge, como la ola en la playa, en el combatido drama de nuestra
historia nos viene por derecha vía, de los castellanos de la Edad Media." (Uslar
Pietri.1986.318).
Francisco de Miranda

Su contribución más grande está, probablemente, en las guerras de


independencia hispanoamericanas. Miranda tuvo la visión de un gran imperio
independiente que agrupara a todos los territorios que estaban en poder de
españoles y portugueses desde la margen derecha del río Misisipi en el norte hasta
la Tierra del Fuego en el extremo sur del continente. El imperio estaría bajo
dirección de un emperador hereditario llamado Inca para apaciguar a las etnias
indígenas y tendría una legislatura bicameral. Concibió el nombre Colombia para
este imperio, inspirándose en Cristóbal Colón.

Con ayuda británica, Miranda invadió Venezuela en 1806. Llegó al puerto de


La Vela de Coro el 3 de agosto, donde la bandera venezolana tricolor fue izada por
primera vez, pero al no encontrar apoyo popular se reembarcó diez días después.12
13 14

El 19 de abril de 1810, Venezuela inició su proceso independentista, por lo que


Simón Bolívar persuadió a Miranda para volver a su tierra natal y fue nombrado
general del ejército. Cuando el país declaró formalmente su independencia el 5 de
julio de 1811, tuvo el honor de firmar el Acta de la Declaración de Independencia de
Venezuela. Más tarde, en 1812, asumió la presidencia con poderes dictatoriales,
tras ser nombrado Dictador por el Congreso con el rango de Generalísimo.

Epitafio de Francisco de Miranda en el Panteón

Su copiosa producción de ensayos breves cubre las más vastas y variadas temáticas entre las que
podemos destacar: El petróleo en Venezuela, Tío tigre y Juan Bobo, El Realismo mágico, La
Universidad y el País, La crisis de la Educación, Repensar la Educación, La Nación fingida, Simón
Rodríguez, Nuestro maestro, Vasallaje intelectual, La querella del conquistador, Venezuela hoy, La
Venezuela posible, Una galería de insurgentes, Profecías de lo obvio, Las dos culturas, El arte en la
calle, Los artistas y América, La verdad de la historia, El nombre de Venezuela, El padre de la
Utopía, Simón Rodríguez, el desconocido, Perspectiva de la actual situación política, La traición de
los intelectuales, La libertad, Sancho, La dialéctica del poder, Para salir del laberinto, La 23 Cfr.
Manuel Castells. (1999). La era de la información. Madrid: Alianza, Tomo II. María Antonia
Zandanel. PIZARRÓN: DIVERSAS MIRADAS… 30 invención de América mestiza, Las carabelas del
nuevo mundo, El mestizaje y el nuevo mundo, ¿Existe América Latina?, El coloso del Sur, El fin de
la Venezuela rural, Política y pensamiento, La otra España24, entre tantos otros temas que sería
demasiado extenso enumerar aquí. En muchas de sus obras el eje semántico más destacado
acerca de la observación y de la reflexión es América, con toda la grandiosidad y la magnificencia
del territorio recién descubierto. Es desde la mirada asombrada del recién llegado, del extranjero,
del que contempla con asombro por primera vez la vastedad del paisaje americano y descubre lo
inconmensurable, que se construye esta idea del nuevo orbe: “América fue, en casi todos los
aspectos, un hecho nuevo para los europeos que la descubrieron. No se parecía a nada de lo que
conocían. Todo estaba fuera de la proporción en que se había desarrollado históricamente la vida
del hombre occidental. (...) Los ruiseñores que oía Colón no eran ruiseñores. No hallaban nombres
apropiados para los árboles. Lo que más espontáneamente les recordaba era el paisaje fabuloso
de los libros de caballerías. Era, en realidad, otro orbe, un nuevo mundo”25 . Con una profundidad
de reflexión realmente asombrosa señalará, a partir de ese permanente espíritu conciliador que,
de algún modo, “la historia de las civilizaciones es la historia de los encuentros”. Y de esos, de
todos modos inevitables, surgen los cambios, los avances creadores, las nuevas combinaciones de
las cuales ha surgido el proceso histórico, muchas veces doloroso, de todas las civilizaciones.
Desde la mirada ampliamente positiva que le imprime el venezolano, cuando observa el encuentro
de las culturas surge el mestizaje, el primero de ellos es aquel que podemos llamar cultural. Y
América es precisamente eso, un complejo entrecruzamiento de culturas y civilizaciones, de razas
y de sangres, de lenguas y de culturas, de religiones. Es también el encuentro de lo nuevo con lo
viejo, de lo conocido con lo exótico, de los espacios dilatados, de las construcciones descomunales,
de los animales extraños, de los espacios envolventes, de las alturas y de las profundidades. Dirá al
respecto el maestro: “Lo que vino a realizarse en América, no fue ni la permanencia del mundo
indígena, ni la prolongación de Europa. Lo que ocurrió fue otra cosa y por eso fue Nuevo Mundo
desde el comienzo. El mestizaje comenzó de inmediato por el lenguaje, por la cocina, por las
costumbres. Entraron las nuevas palabras, los nuevos alimentos, los nuevos usos”. Desde la
particular formulación discursiva de neto corte ensayístico que caracteriza un significativo corpus
de la prosa de Uslar, América ocupa, sin lugar a dudas el eje central del discurso. El metatexto
cultural que caracteriza a estos relevantes escritos lo constituye el lugar de América en el
concierto del mundo, tanto desde sus configuraciones 24 Cfr. Arturo USLAR PIETRI. (1985).
Cuarenta ensayos. Caracas: Monte Ávila Editores. 25 Arturo USLAR PIETRI. (1954). Breve historia
de la novela hispanoamericana. Caracas: Edime. María Antonia Zandanel. PIZARRÓN: DIVERSAS
MIRADAS… 31 actuales hasta los tiempos en que se formalizaba y consolidaba eso nuevo y
diferente que se llamó el Nuevo Mundo, el mundo recién descubierto por las naves españolas, la
inquietante maravilla que se presentó de pronto ante los ojos azorados de los conquistadores. Una
de las características sustantivas del género, profusamente señalada, es la que alude a su hibridez,
marcada por la diversidad de formas discursivas y, además, por los diversos ángulos desde los
cuales es posible abarcar una amplísima y casi ilimitada gama temática. Amplitud, pluralidad y
diversidad semántica, constituyen por tanto rasgos claramente diferenciales de esta particular
formulación. Por sus características, estas formalizaciones a las que llamamos ensayos admiten
tanto su adscripción a esquemas breves de representación o microsecuencias, como a obras de
más largo aliento que, más allá de la eventual extensión, mantienen su naturaleza discursiva al
someterse en todos los casos a una formulación narrativa debido a su fuerte y sostenido carácter
de naturaleza argumentativa, que se sostienen alrededor de tópicos que les proveen un orden
semántico unificador. En la producción ensayística de nuestro Uslar encontramos por lo menos
dos tipos de escrituras ensayísticas, esas de configuración más apretada, sintéticas, y aquellas
otras que por su extensión se configuran como obras de mayor aliento. Podemos señalar,
simplemente a modo de ejemplo, entre las primeras, su tan comentado ensayo “Sembrar el
petróleo”, o “Los nombres de Venezuela”, “Vigencia de la Utopía”, “La dialéctica del poder”, “Para
salir del laberinto”, entre otros. Dentro del segundo modelo podemos considerar, por ejemplo,
obras tales como La otra América o En busca del nuevo mundo. En Latinoamérica, la discusión y el
debate de las ideas en esta gran nación en formación que buscaba trazar los lineamientos de su
propia identidad, de lo diferente ante lo uniforme, formalizaba esa requisitoria en los cauces del
ensayo como la forma más adecuada para manifestarla. Lo que la ficción por su propia naturaleza
inventiva no podía concederle debido a la posibilidad de poner en duda lo textualizado, cabía de
modo magistral dentro de los márgenes de estos parlamentos narrativos que se prestaban para un
amplio desarrollo de tipo argumentativo, pero también para el debate de las ideas, núcleo
germinal de los grandes problemas que se desprendían de los avatares propios de los tiempos
vividos y de las búsquedas incesantes con que Latinoamérica, desde todos los ángulos posibles,
buscó a lo largo del tiempo establecer las marcas de una conciencia de lo diferente. Resulta
importante considerar que la producción escritural de Uslar presenta esa rara configuración si
tenemos en cuenta que con frecuencia la temática de sus ensayos se desliza también en su
producción narrativa al tiempo que los temas de sus obras de ficción suelen guardar relación con
las preocupaciones vertidas reiteradamente en sus ensayos. El entrecruzamiento de ideas desde lo
ficcional a lo argumentativo y viceversa es una característica siempre presente en la obra del
venezolano. Al propio tiempo el lector puede percibir de qué modo esa unidad de pensamiento
que atraviesa toda su obra tiene María Antonia Zandanel. PIZARRÓN: DIVERSAS MIRADAS… 32 que
ver, fundamentalmente y aunque suene un tanto reiterativo, con su preocupación por América. 4.-
A modo de conclusión Recordar la figura de Arturo Uslar Pietri, con la intención de resaltar los
perfiles de una sólida y erudita personalidad a partir de la lectura de sus siempre recordados
Pizarrones, es uno de los objetivos propuestos en este ensayo y, con ello, revisar su producción
intelectual con la intención de ofrecer a los estudiosos de la cultura hispanoamericana, la
oportunidad histórica de rescatar las diversas formas de pensamiento de uno de sus más
eminentes modelos. Al propio tiempo, abre para nosotros la posibilidad de ensayar, una vez más,
como ya se ha repetido a lo largo del tiempo, una nueva valoración sobre las direcciones
principales de su obra multifacética. La referencia a su obra ensayística conlleva también la
intención de destacar el hecho de que para una buena parte de la crítica se encuentra
precisamente aquí reunido, en esta subespecie narrativa, lo mejor del pensamiento de don Arturo
Uslar Pietri. Su recorrida escritural por la América Hispana y el rescate de los valores de una
cultura múltiple compilada a lo largo de décadas hacen del autor una de las figuras destacadas de
nuestro tiempo histórico. La intención que nos mueve en estas reflexiones de reconocimiento a su
excelsa dimensión intelectual es ordenar y destacar determinados aspectos -aquellos que le
confieren un sólido andamiaje a toda su labor tanto intelectual como política, esa que le permitió
combinar el razonamiento, una sólida argumentación, la ficción, la creación intelectual y la praxis
en sus diversos aspectos. Esto deberá permitirnos, además, extraer de sus pensamientos y de sus
observaciones, siempre agudas, siempre certeras, siempre profundas, aquellos aspectos
sustantivos que nos distinguen desde nuestra mismidad, de eso que nos conforma como naciones
independientes, esa idea de la América Hispánica que don Arturo buscó siempre rescatar en sus
escritos, y de este modo permitir y hacer posible que entronquen nuestros diversos espacios
culturales en marcos mucho más amplios e ilustrativos. Para finalizar nos interesa destacar su
aguda y sostenida percepción para valorar la enorme significación y el poder que de suyo habrían
de tener los medios de comunicación en las sociedades modernas. Y fue sobre todo en las
inolvidables disertaciones de Valores Humanos y en los agudísimos textos de Pizarrón donde Uslar
volcaría su extraordinaria comprensión del mundo y las percepciones de su Venezuela natal, fruto
indiscutido de su pluma y de sus desvelos, donde habría de manifestarse como un agudo
intérprete del tiempo histórico que le tocó vivir
En resumen, Uslar Pietri plantea de una manera bastante sencilla y clara, lo que significó el
descubrimiento del nuevo mundo, y sus influencias a lo largo de la historia. La geografía sin duda,
cambio completamente. Dio a los europeos nuevas ideas y formas de pensar, tierras por estudiar, y
culturas por conocer. Sin temor a equivocarme, el descubrimiento de américa fue sino el aporte más
importante, uno de los aportes geográficos más importantes de la historia. Al fin y al cabo, ¿Qué
sería de Europa sin nosotros? ¿Qué seríamos nosotros sí un 12 de octubre Colon no hubiese pisado
nuestra tierra? Uslar Pietri se pregunta, ¿Existe América Latina?, y como plasma en su texto, “Tal
vez no somos el Nuevo Mundo, no lo hemos llegado a ser, pero hemos contribuido a la creación de
una nueva época del mundo, y en este momento estamos en una condición privilegiada para estar
entre los constructores fundamentales de ese Nuevo Mundo que va a llegar finalmente y en cuya
hechura nosotros tenemos un papel irremplazable que desempeñar”. Así que yo planteo, apoyado en
Uslar Pietri, tres preguntas para reflexionar como americanos ¿Existe el nuevo mundo, o este
descubrimiento dio paso a un “Nuevo Mundo”?, ¿El mundo conoció a América, o América conoció
al mundo? Y la más importante, ¿Quién aportó cultura y conocimiento a quien, ellos a nosotros, o
nosotros a ellos?

Al final de mi lectura pude concluir que los latinoamericanos somos un gran mestizaje, que mas
allá de el claramente sanguíneo, como lo dice Uslar Pietri, somos un mestizaje de culturas y
razas, que juntas y ligadas crean una totalmente nueva, única y diferente, que me hace estar
orgullosa de haber nacido en esta tierra que tiene tantas cosas que explotar pero por alguna
razón no lo hace. Somos tanto y nos ven como tan poco, y no es más que por nosotros mismos,
que vivimos con ese empeño de estar siempre dudando de quiénes somos y sobretodo, de estar
viendo a los demás como superiores.

Amo ser latinoamericana, y lo amé más luego de leer este ensayo. Recomendado a los
Hipanoamericanos y también a los que no lo son, para que se den cuenta que somos mucho, que
quizás hasta somos más que ellos.
Francisco de Miranda: La construcción política de una patria
continental.
Carmen Bohórquez

Resumen

El afán por definir el modelo político a instaurar en América meridional aparece en Miranda
prácticamente al mismo tiempo que la idea de la independencia de las colonias hispanoamericanas.
Este modelo, síntesis de experiencias políticas y lecturas teóricas, busca garantizar, por una parte, la
transformación ";sin convulsiones"; de la sociedad colonial en sociedad republicana y, por la otra, la
integración de las provincias liberadas en una sola nación independiente: Colombia. Los fundamentos
de tal unidad los encuentra Miranda tanto en la común opresión sufrida, como en la comunidad de
lengua, religión y costumbres; siendo con ello el primero en explicitar la tesis de la unidad política y
cultural del continente americano.

El siguiente texto es un fragmento del ensayo titulado “La unidad americana en el discurso
mirandino” (Instituto de Estudios Hispanoamericanos, Ensayos Históricos, Caracas, junio de
2009) y publicado en la web de la biblioteca electrónica Scientific Electronic Library Online
(SciELO). Autores: Jorge Jesús Villasmil Espinoza y Ligia Berbesí de Salazar (Universidad del
Zulia).

Significados de la unidad americana en el discurso mirandino

Como ya lo hemos referido, Miranda (1750-1816), pasó los años más importantes de su vida
en Europa. Allí al parecer estudió detenidamente los textos de los principales ideólogos de las
tendencias de vanguardia en lo filosófico y político (liberalismo clásico y racionalismo): Locke,
Voltaire y Rousseau, entre otros. Estos pensadores son para la época los arquitectos de un
modelo de sociedad basada en principios y valores tales como: la igualdad, justicia,
solidaridad y libertad, preámbulo de las democracias modernas. En este sentido, las
propuestas políticas formuladas por Miranda deben ser interpretadas en el contexto de las
transformaciones ideológicas y políticas sucedidas en el viejo continente en el transcurrir del
siglo de las luces; las cuales se enmarcan en líneas generales en la Ilustración, corriente
renovadora y modernizadora del pensamiento, opuesta a los fundamentos de la sociedad del
antiguo régimen y a las contradicciones espirituales que en ella se engendraban. Desde esta
perspectiva, el proyecto político mirandino que tenía como propósito fundamental la
independencia absoluta de las colonias hispanoamericanas, consideradas como una unidad
política y cultural, precisa implícitamente una concepción de identidad que constituye un factor
cardinal de su discurso histórico. A nuestro entender, la identidad americana que es la
conciencia para sí de la realidad y especificidad americana en contraste a la europea, en
esencia y existencia, comienza a configurarse nítidamente desde la segunda mitad del siglo
XVIII, vinculada al sentimiento de inconformidad manifiesto fundamentalmente por sectores
importantes de los blancos criollos. Sobre la marcha de los acontecimientos, los criollos
entienden progresivamente que sus intereses económicos y políticos, al igual que sus
aspiraciones de poder como grupo, eran distintos y en muchos sentidos opuestos al de los
españoles peninsulares, quienes jerárquicamente se ubicaban en la cúspide de la sociedad
colonial. En un documento escrito para el primer ministro británico William Pitt, fechado en
1790 en Londres, Miranda expresa de manera quizás un tanto radical la magnitud y el alcance
de estas diferencias.

“”Tan acérrimo es este odio entre los españoles criollos y los procedentes de Europa que
hasta me atrevo a aseverar que nada hay que no pueda contribuir más a la conquista de
América que tal desavenencia; y resulta fácil ganarlos y alentarlos para que se unan contra
sus enemigos con el fin de liberarse de la esclavitud a que fueron reducidos, de tal modo
riguroso como los tratan y de la posición con la que se les imparte justicia, siendo los oriundos
de España los que salen siempre favorecidos en desmedro de ellos. Esto resulta tan molesto
y riguroso de soportar por parte de los infelices criollos que según le he oído decir con
frecuencia, ellos preferirían estar bajo el yugo de cualquier príncipe antes que bajo el de los
españoles…””(4).

Las fuentes históricas a nuestra disposición demuestran que el choque dialéctico entre
diversos intereses corporativos y estamentales, no se tornó antagónico sino hasta el comienzo
de las guerras por la independencia de la América española, ya que a la sazón de las
contradicciones se lograban acuerdos intergrupales, en función del logro de niveles mínimos
de gobernabilidad y estabilidad en las colonias.

Para Carmen Bohórquez, el sentimiento de inconformidad es denominado como “criollismo” y


significa una ideología embrionaria de ruptura; pues los mantuanos de la época “están
convencidos de ser injustamente tratados por la corona, pero al mismo tiempo fieles a la
monarquía los criollos comienzan a ver en los funcionarios llegados de la península, la causa
de la negación de sus derechos(”5). El malestar se agudiza con la agresiva implementación
del reformismo borbónico que en la segunda mitad del siglo XVIII, específicamente en el
gobierno de Carlos III, aprieta los engranajes de la centralización de la administración política
y económica de las colonias, para lograr lo que el historiador John Lynch define como el
intento de desamericanizar a América, es decir, desplazar en la medida de lo posible a los
criollos de la ocupación de sus tradicionales espacios de poder. Miranda interpreta y entiende
a cabalidad esta realidad. En su discurso se define a los hispanoamericanos como un
colectivo humano mestizo y pluricultural, distinto al norte americano y al español peninsular.
En tanto utiliza el nombre de Colombia en homenaje al descubridor del continente Cristóbal
Colon, para identificar los territorios que ocupaban las colonias hispanas y lusitanas, y
colombianos a su respectivo gentilicio. “Ahora bien, la conciencia que Miranda llega a forjarse
de América es también la conciencia de su unidad histórica y de su unidad territorial. Se trata
de una sola patria: “nuestra América” que debe ser liberada en su totalidad geográfica (”6).
Lógicamente el proyecto mirandino buscaba la emancipación total de todas las colonias
hispanoamericanas, de lo contrario no sería viable. Dado que las colonias de la América
española constituían una unidad cultural heterogénea a lo interno- que no debía segmentarse
tras la emancipación, de lo contrario se debilitarían geopolíticamente. Esta idea seguirá
presente en los posteriores ideólogos de la integración latinoamericana. Partiendo de este
supuesto, Miranda planificó la construcción de un vasto estado unitario de proporción
continental, que abarcaba casi la totalidad de la América meridional, de carácter republicano y
liberal –pero no exento de elementos monárquicos-, el cual estaría dinamizado por un sistema
político en el que se articulaba, lo que era a su entender, lo más provechoso del
parlamentarismo británico y el constitucionalismo de los nacientes Estados Unidos de
Norteamérica.
Retrato de Francisco de Miranda (detalle), obra de Martín Tovar y Tovar (1874).

En uno de sus más destacados documentos políticos, por el programa independentista que
contenía junto con un elaborado plan de acción para llevarlo a cabo, intitulado originalmente
como: “Cuerpo de bases para la unidad de los pueblos y provincias de la América meridional”,
mejor conocida como el Acta de París del año 1797, se plantea la necesidad de crear las
condiciones objetivas que conduzcan a la realización de la independencia plena de las
colonias hispano-americanas, las cuales estaban conformadas por “Las comarcas conocidas
bajo el nombre de virreinatos de México, Santa Fe, Lima y Río de la Plata, y con el nombre de
provincias de Caracas, Quito, Chile, etc.”(7). El acta de Paris contiene 18 artículos, en los que
se va desarrollando un minucioso plan para hacer de la independencia una realidad política y
económica, en el mediano plazo, así como también para iniciar un esquema de unidad entre
naciones con un proceso colonial y cultural con características comunes. Este documento
refleja el idealismo y la visión a futuro de Miranda, sin embargo, no está exento de algunas
paradojas políticas que revelaremos más adelante. Uno de los propósitos centrales de esta
pieza textual-discursiva, es ganar el apoyo de Inglaterra -principal potencia militar, industrial,
tecnológica y comercial de la época-, a favor de la independencia absoluta de las colonias
hispano-americanas, y asentar su libertad sobre bases inquebrantables. Dado que según
Miranda y los otros coautores de este texto, toda nación tiene derecho a la
autodeterminación; ““…Los pueblos tienen el derecho incontestable de darse la forma de
gobierno que más les agrade”(”8). El incentivo que propone para convencer no solo a
Inglaterra a proporcionar su apoyo militar y financiero a la independencia, sino también a los
Estados Unidos de Norteamérica, es la creación de una suerte de área de libre comercio
hemisférica, ““…Concebido en los términos más ventajosos a la nación británica; y aun
cuando debe descartarse toda idea de monopolio, el tratado le asegurara naturalmente, y en
términos ciertos, el consumo de la mayor parte de sus manufacturas…””(9)

Con este planteamiento se quería sentar las bases para hacer de Hispano-América una
potencia, capaz de igualar los niveles de desarrollo político y económico, así como la
estabilidad de la emergente EE.UU e Inglaterra, naciones paradigmáticas para Miranda. Ello lo
demuestra en diferentes discursos. Para él, todo apuntaba a la necesidad de la alianza
defensiva entre Inglaterra, Estados Unidos y la América meridional. Su situación geográfica,
sus productos, la industria, las necesidades, las costumbres y el carácter de esas naciones
que al formarse la alianza tiene que ser duradera, sobre todo si se tiene el cuidado de
consolidarla por la analogía, en la forma política, de los tres gobiernos; es decir, por el goce de
una libertad civil sabiamente entendida y sabiamente dispuesta (10). La ayuda que el imperio
británico y los EE.UU proporcionarían al proyecto independentista hispano-americano fue de
poca magnitud, y nunca tuvo la relevancia que Miranda y otros próceres aspiraron. En todo
caso Miranda aspiraba que aportaran una fuerza marítima de por lo menos 20 barcos de
guerra, con 8.000 hombres de infantería y 20.000 de caballería. Incluso Miranda estaba
dispuesto en este momento, no solamente a cancelar en metálico las operaciones militares
desplegadas por Inglaterra y EE.UU en razón del logro de la independencia de la América
meridional, sino también, a pagar un precio mucho más oneroso. En tanto, proponía que se
fueran ocupadas las islas: Puerto Rico, Trinidad y Margarita, espacios insulares en los que a
su entender Hispanoamérica no poseía un interés directo, pero que podrían beneficiar sobre
manera a las potencias aliadas, proporcionándoles una posición estratégica en el Caribe,
punta de lanza de su avanza financiera y comercial. No se explicaba en qué términos,
políticos y temporales, proponía la ocupación de estos territorios insulares que conformaban
parte importante del territorio hispano-americano en el mar Caribe. Su Colombia anhelada
solo se quedaría con la posesión efectiva de la isla de Cuba, que por su ubicación como llave
en el golfo de México era indispensable para su seguridad. El proyecto también contempla la
construcción de un canal de navegación en el istmo de Panamá, que comunicaría al océano
atlántico y pacífico, en función de facilitar notablemente la dinámica comercial entre ambos
hemisferios. Cabe destacar que esta idea es muy antigua, viene del reinado de Carlos I, en la
primera mitad del siglo XVI. Los referidos planteamientos demuestran la avanzada visión
geopolítica y estratégica del pensamiento mirandino. Todas las ideas y planes esbozadas en
el Acta de París, y en posteriores documentos sobre la temática de la independencia y unidad,
constantes en el pensamiento político de Miranda, tiene como finalidad el logro de una
subversión continental de toda la América española en contra de la metrópolis, cuestión que
significaría el quiebre total de los nexos coloniales, y el paso lógico a la sociedad liberal. Con
esta idea concluye el acta de Paris afirmando:

“”La junta no espera sino el regreso de los delegados para disolverse inmediatamente y seguir
a diferentes puntos del continente americano, en donde la presencia de los miembros que la
componen es indispensablemente necesaria para provocar tan pronto como aparezcan los
auxilios de los aliados, una explosión combinada y general de todos los pueblos de la América
meridional”(”11).

 Llama la atención que el movimiento independentista desarrollado entre 1808-1826 sucediera


como un movimiento, que si bien es cierto, fue primero focalizado en algunas ciudades,
generó prontamente un efecto dominó de magnitud continental, tal como lo planificó Miranda.
Sin embargo, las historiografías nacionales-patrias latinoamericanas han maximizado las
particularidades de cada uno de estos movimientos, desvinculándolos del accionar global que
tuvieron originalmente. Esto con la finalidad de configurar sus particulares identidades
nacionales en el contexto de la formación del estado-nación. Sin embargo, pensadores
latinoamericanistas como Manuel Ugarte rescatan el sentido primario de las independencias
hispanas y expresan, “no hubo una revolución en la gran Colombia, una revolución en México,
una revolución en la Argentina, etc., sino un levantamiento general de las colonias de
América, simultáneo, con ligeras variantes en todos los virreinatos…(”12). Su proyecto
independentista estaba íntimamente vinculado a su proyecto de construcción de un gran
estado continental donde se articularían todas las provincias y reinos de la América española,
tal como sucedió en el año de 1776 con las 13 provincias anglo-americanas, que tras la
ruptura con los nexos del imperio británico dieron vida al cuerpo político confederado,
denominado Estados Unidos de Norteamérica. Con todo, el Estado hispano que proponía
Miranda ocuparía un espacio territorial mucho más amplio, rico en diversos recursos
naturales, que el de la potencia norteña.

“El estado que integraran las colonias hispano-americanas tendrán los siguientes límites: “en
la parte norte, la línea que pasa por el medio río Mississippi desde la desembocadura hasta la
cabecera del mismo y partiendo de ella siguiendo la misma línea recta en dirección del oeste
por el 45° de latitud septentrional hasta unirse con el mar pacífico. Al oeste, del océano
pacífico desde el punto arriba señalado hasta el cabo de hornos incluyendo las islas que se
encuentran a diez grados de distancia de dicha costa. Al este, el océano atlántico desde el
cabo de hornos hasta el golfo de México y desde allí hasta la desembocadura del río
Mississippi. No están comprendidas en estas demarcaciones Brasil y Guayana. Respecto de
las islas ubicadas a lo largo de esta costa, ellas no formaran parte de este Estado, puesto que
el ya bastante extenso continente ha de ser suficiente para una potencia meramente terrestre
y agrícola. Sin embargo, y como excepción, se conservará la isla de Cuba en razón de que el
puerto de la Habana es la llave del golfo de México” (13)

Recibimiento de Miranda en la Guaira, el 13 de diciembre de 1810, según una ilustración de

Johann Rugendas (siglo XIX).

Miranda manejaba información fidedigna sobre el número de la población, recursos, naturales,


dinámica comercial, actividad económica, sistema político e institucional, geografía, clima y
costumbres de este vasto territorio que él visualizaba como una gran nación, no exenta de
matices y particularismos (14). También dedicó gran parte de su pensamiento político a la
estructuración de una forma de gobierno, que estuviera acorde con las realidades del
subcontinente hispano-americano, y que a su vez fuera capaz de reproducir, en la dimensión
legal, política e institucional, las experiencias más constructivas de las sociedades
occidentales más avanzadas de la época; sin embargo, no proponía una extrapolación
mecánica en Hispano-América del sistema británico y angloamericano, sino un híbrido
coherente entre estos dos sistemas políticos de corte liberal, y la institucionalidad hispana de
corte antiguo, acorde a la idiosincrasia criolla.

En este sentido, propone que el sistema de gobierno más viable para Colombia “debe ser
mixto y similar a la de la Gran Bretaña. Lo integraran un poder ejecutivo representado por un
inca provisto del título de emperador.” Más adelante profundizaremos en este punto. Por otro
lado, la integración que proponía no se circunscribía a lo político solamente, sino también
abarcaba lo social. En una época donde la sociedad estaba regiamente jerarquizada por
varios estamentos, en donde la etnia blanca -europea y criolla- era hegemónica y
monopolizaba para sí todas las prebendas y privilegios políticos, económicos y culturales, las
progresistas propuestas mirandinas no podían ser bien vistas. En una proclama dirigida a los
pueblos del conteniente colombiano, alias Hispano-América en el año de 1801 expresa sus
aspiraciones de justicia social en los términos siguientes: ““El tributo personal cargado sobre
los indios, y gentes de color siendo odioso, injusto y opresivo será abolido de hecho. Los
indios y las gentes libres de color gozaran desde este instante de todos los derechos y
privilegios correspondientes a los demás ciudadanos” (15). Al respecto en su proclama de
1806, escrita en el contexto de su intento de ocupación de la península de Coro, que tenía
como propósito central persuadir y convencer a la elite criolla a participar activamente en la
lucha proindependentista, expresa: “”Que los buenos e inocentes indios, así como los bizarros
pardos, y los morenos libres crean firmemente, que somos todos ciudadanos, y que los
premios pertenecen exclusivamente al mérito y virtud en cuya suposición obtendrán en
adelante infaliblemente, las recompensas militares y civiles, por su mérito solamente” (”16)
Estos planteamientos develan que el proyecto de Miranda era integral. El mismo no se
limitaba a la ruptura con los nexos coloniales, y a la creación de un gran estado internacional
en la América meridional, sino que buscaba la vertebración de un nuevo modelo de sociedad,
basado en el principio de igualdad étnica, social y cultural, sin el cual lógicamente estas
sociedades multiétnicas y pluriculturales (mestizas), no podrían alcanzar un estadio de
estabilidad, paz y justicia. En tanto señala

“”…El hecho es, que todo depende de nuestra voluntad solamente y así como el querer
constituirá indudablemente nuestra independencia, la unión nos asegura permanencia y
felicidad perpetua: ¡quiéralo así la divina providencia para alivio de nuestros infelices
compatriotas; para amparo y beneficio del género humano!” (”17).

Evidentemente, conocía a profundidad los vicios y contradicciones característicos de la


sociedad del antiguo régimen, relativos al racismo y la discriminación. Paradójicamente los
blancos peninsulares, sector dominante, despreciaban a los blancos criollos por su origen
americano, cuestión que ocasionó en estos últimos grandes resentimientos. Sin embargo, los
criollos discriminaban de igual manera a los mestizos, indios y negros, es decir, a todos los
grupos no blancos, reproduciendo así los esquemas coloniales de control y dominación en lo
material y espiritual. De seguirse reproduciendo estas prácticas e imaginarios de la
segregación y la exclusión en la sociedad postcolonial, Miranda sabía, que la misma no sería
viable y estaría plagada por las mismas lacras de la anterior, desembocando de nuevo en el
apartheid y en el imperio de la injusticia, por lo cual nunca habría paz.

““No es vuestra idea la de reemplazar un gobierno irregular, por otro semejante: de sustituir a
un régimen opresor otro régimen opresor: de destruir una tiranía antigua por otra tiranía
nueva; en una palabra, de establecer sobre la ruina de un despotismo extranjero, el reino de
otro despotismo no menos odioso…””(18)

Miranda pretendía resaltar los elementos, que en lo cultural, entrelazaban a todos los
heterogéneos grupos que formaban la sociedad colonial, entre los que destacaban, el
mestizaje, el imaginario religioso y el lenguaje, elementos que en último término fungían de
factor cohesionante del entramado social. En este sentido afirma: ““Así, compatriotas, todo
depende de nosotros mismos. Unámonos por nuestra libertad, por nuestra independencia,
desaparezcan de entre nosotros las odiosas distinciones de chapetones, criollos, mulatos, etc.
Estas solo pueden servirle a la tiranía, cuyo objeto es dividir los intereses de los esclavos para
dominarlos unos por otros. Un gobierno libre mira a todos los hombres con igualdad; cuando
las leyes gobiernan las solas distinciones son el merito y la virtud. Pues que todos somos hijos
de un mismo padre; pues que todos tenemos la misma lengua, las mismas costumbres y
sobre la misma religión; pues que todos estamos injuriados del mismo modo, unámonos todos
en la grande obra de nuestra común libertad. Establezcamos sobre las ruinas de un gobierno
injusto y destructor y un gobierno sabio y creador: sobre la tiranía la libertad, sobre el
despotismo la igualdad de derechos, el orden y las buenas costumbres”” (Miranda citado por
Carmen Bohórquez, 2002: 201). Lo interesante de esta pieza discursiva, es entre otras cosas,
la manifiesta capacidad crítica de su autor para atacar desde los coordenadas de la razón, a
las barreras y contradicciones características de la sociedad colonial, a la par, que va
formulando otro tipo de relaciones sociales, a partir de los principio revolucionarios para la
época, de la igual y fraternidad entre los hombres, los cuales se desprenden de la primera
declaración de los derechos del hombre y del ciudadano de la revolución francesa en 1789,
conceptos que Miranda manejaba muy bien.

LA UNIDAD DE LAS PROVINCIAS


La tercera clave del proyecto de Miranda apunta hacia la unidad de todas las provincias
americanas. La investigadora señaló que desde que Miranda consiguió la idea a fines del año
1783, piensa a la independencia como inseparable de la idea de la unidad. “Y una vez libres,
unidas en una sola nación, con un solo gobierno y un solo cuerpo de leyes; nación esta para la cual
va a inventar el nombre de Colombia”, expuso Bohórquez.

En este sentido, se va a empeñar en una búsqueda incesante de los fundamentos del ser
americano. Propone —“también por primera vez”— como principio generador de identidad el
nacimiento en tierra americana, válido para todos por igual, independientemente del color de la piel
o del origen social.

Con Miranda, aseveró la profesora, “se asocia una unidad cultural y proyecto político de
emancipación, cuya traducción practica no es otra que la traducción de una única nación
americana”.

Es por esa razón, que “le atribuyamos la paternidad de la idea de Nuestra América y que
consideremos a la llamada Acta o Instrucción de París —redactada por Miranda en 1797— como el
primer documento integracionista de nuestra historia”.

El pensamiento de Miranda transcendió. Bohórquez confirma que se puede comprobar la influencia


directa de sus ideas en el hacer de los que le siguen posteriormente. “Y aunque el tiempo va
disociando a estas de su creador, las mismas permanecerán —casi en sus mismas palabras— a lo
largo de todo el siglo XIX”.

La investigadora está convencida de que el ideario de Miranda ha sido desde entonces una
constante histórica en el pensamiento latinoamericano. Afirma que la vigencia de estas ideas no
solo se mantiene hasta hoy, “sino que intentaremos mostrar que su tesis sigue encerrando la clave
que permitirá superar el primer obstáculo en la materialización: el cómo compartir soberanía”.
Según Arnoux, la Gramática de Bello, así como las reflexiones acerca de las lenguas nacionales que
se desarrollaron a mediados del siglo XIX, se enmarcan en lo que se da en llamar Ilustración
Hispanoamericana, movimiento en el que se reconocen las influencias de países como Francia e
Inglaterra. La Gramática se enmarca, entonces, en una generación que, después de haber
independizado a los países americanos, debía continuar la tarea emprendida creando una nueva
cultura, propia del nuevo mundo. En este sentido, se advierte en Bello, desde el comienzo de su
carrera diplomática, una profunda preocupación porque las naciones americanas actuaran en
concordancia para ofrecer un frente sólido y mancomunado ante las potencias: Si la España, el
Brasil o la Inglaterra entra en negociaciones con nosotros, la confederación de esos pueblos los
haría sumamente respetables; y aun cuando esto no se verificase, siempre es de desear que pues
los derechos y los intereses son idénticos, las declaraciones y la conducta pública sean uniformes
(Bello, 1811, en Gamboa, 1965:110). Esto muestra que el alcance del proyecto de unidad
hispanoamericana trascendía los límites de la gramática para abarcar, incluso, la política y el
Revista Mexicana de Investigación Educativa 685 Norma, variedad y enseñanza en la Gramática
castellana de Andrés Bello derecho. Que su proyecto lingüístico no estaba escindido de su
proyecto político lo evidencian sus propuestas hechas a través de sus artículos o las
comunicaciones que mantuvo con diversas cancillerías durante su periodo como diplomático.
Según Ramos, Chile gozaba, a diferencia de Argentina y México, de una relativa estabilidad
política. “En esa coyuntura, escribir era una actividad política, estatal: cristalizaba el intento de
producir un modelo [...] para la creación de una ley capaz de supeditar la ‘arbitrariedad’ de los
intereses particulares bajo el proyecto de la res publica” (Ramos, 1989: 38). Bello abogaba por el
acercamiento de los países limítrofes de manera de fomentar la existencia de “bloques de países”
y perseguía el ideal de que los países americanos se prefirieran en el intercambio económico.
Estos proyectos lo llevaron a la confección de un derecho internacional común que permitiera a
los países americanos consolidarse como un todo ante las potencias extranjeras y que incluía,
entre sus artículos, la reserva de mutuos privilegios económicos que atendieran a las
particularidades de cada nación americana. En un artículo publicado el 20 de abril de 1849 en el
periódico El Araucano señalaba: [...] apenas damos un momento de atención a las ventajas
seguras, que podemos fácilmente efectuar, entendiéndonos amistosamente, y arrostrando las
controversias y desavenencias internacionales con un espíritu fraternal y conciliatorio (en
Gamboa, 1965:113. Cursivas de la autora). Recuperamos el término “entendiéndonos” porque
expone, en un texto contemporáneo con su propuesta lingüística, el amplio alcance de ese
proyecto. La interdependencia lengua-nación tenía alcances políticos tan concretos que fueron
objeto de las propuestas de Bello. Yo ciertamente soy de los que miran la instrucción general, la
educación del pueblo, como uno de los objetos más importantes y privilegiados a que pueda dirigir
su atención el gobierno; como la base de todo sólido progreso; como el cimiento indispensable de
las instituciones republicanas [...] en ninguna parte, ha podido generalizarse la instrucción
elemental que reclaman las clases laboriosas, la gran mayoría del género humano, sino donde han
florecido de antemano las ciencias y las letras (Bello, en Blanco, 1995:90).7 686 Consejo Mexicano
de Investigación Educativa López-García El proyecto político de Bello entiende a la lengua como
“un medio providencial de comunicación, un vínculo de fraternidad entre varias naciones de
origen español derramadas sobre los dos continentes” (p. 11). Así, la lengua debía ser el vehículo
para la concreción del Estado y contribuir a la ejecución de las leyes, a la administración y a la
unidad nacional: “[la Gramática encuentra su uso en] la acertada enunciación e interpretación de
las leyes, de los contratos, de los testamentos [...] objetos en que se interesa cuanto hay de más
precioso y más importante en la vida social” (p.15, §4(c)). En adelante analizaremos los aspectos
lingüísticos atinentes a esta pretensión política, por un lado independizadora pero, por otro,
respetuosa del legado cultural europeo. Una gramática nacional Arnoux distingue la existencia de
tres tipos de gramáticas y ubica la de Bello como modelo del último tipo: • gramáticas de Estado:
surgen en el contexto de la necesidad de centralización jurídica y administrativa, • gramáticas
universales: contemplan los procesos naturales del entendimiento, y • gramáticas nacionales:
muestran la variedad de los usos aunque, señala Arnoux, privilegian progresivamente el literario.
Es a partir de estos modelos que, según la autora, Bello compone su “gramática nacional”. Una de
las afirmaciones del prólogo, referida a la distinción entre gramática general y particular,
especifica: “Una cosa es la gramática general, y otra la gramática de un idioma dado: una cosa
comparar entre sí dos idiomas, y otra considerar un idioma como es en sí mismo” (p. 6). Para
reasegurar la pervivencia de un castellano común a todos los americanos era necesario, entonces,
abandonar toda comparación con el latín y centrarse en la descripción de la lengua castellana.
Cualquier reconvención de los malos usos partiría del entendimiento de la lógica interna de la
lengua y así los usuarios, sin depender de las decisiones del canon para su práctica, tendrían
libertad en el uso: [s]iempre y cuando el uso no violara ese patrón común dado por el sistema del
español. Lo único que me parecía echarse de menos era una teoría que exhibiese Revista
Mexicana de Investigación Educativa 687 Norma, variedad y enseñanza en la Gramática castellana
de Andrés Bello el sistema de la lengua en la generación y uso de sus inflexiones y en la estructura
de sus oraciones, desembarazado de ciertas tradiciones latinas que de ninguna manera le cuadran
(Bello, en Arnoux, 1995:70). Las concepciones que fundamentan la Gramática están anunciadas en
el prólogo, principal objeto de nuestro análisis a la hora de caracterizar los principios rectores del
trabajo lingüístico de Bello. Un recorrido por sus principales ideas nos permitirá dar cuenta de las
concepciones que aplica a los análisis lingüísticos. Sin ir más lejos, en la primera oración del
mismo, el autor expone uno de sus aportes principales, puesto que allí su trabajo toma el uso
como parámetro de partida de toda nomenclatura o análisis de los fenómenos lingüísticos: “me ha
parecido que las prácticas de la lengua castellana podían representarse de un modo más completo
y exacto” (p. 5) y reconoce que las razones para alejarse de las etiquetas y las explicaciones
propuestas por el canon (encarnado en la Real Academia) responden a la voluntad de hacer
accesible el entendimiento de la gramática “el uso no puede exponerse con exactitud y fidelidad
sino analizando, desenvolviendo los principios verdaderos que lo dirigen; [...] una lógica severa es
indispensable requisito de toda enseñanza” (p. 5). Precisamente por lograr la preeminencia de ese
principio es que Bello se distancia de la metodología aplicada por la Academia para el análisis y el
estudio de la lengua castellana. Se aleja de las formas del latín como madre del castellano porque
entiende que es necesario buscar la estructura de la lengua en la misma que estudia y no en otra:
“...cada lengua tiene su teoría particular, su gramática. No debemos, pues, aplicar indistintamente
a un idioma los principios, los términos, las analogías en que se resumen bien o mal las prácticas
de otro” (p. 6), pide “descartar reminiscencias del idioma latino” (p. 6) y parodia: “Si [...] las
circunstancias hubieran dado esta preeminencia al griego, [...] nuestros verbos hubieran tenido no
solo voz pasiva, sino voz media” (pp. 6-7). La explicación que surge de la comparación entre
lenguas deja afuera, precisamente, las particularidades que presenta la lengua como sistema
independiente. Dado que su interés era caracterizar la heterogeneidad del uso y, desde allí,
reconvenir a los “malos hablantes”, le era preciso concentrarse especialmente en aquello que
quedaba afuera del corsé de la gramática. Este alejamiento, entonces, se explica en el contexto de
un modelo de enseñanza de la lengua que no atienda a un enciclopedismo inútil, sino a 688
Consejo Mexicano de Investigación Educativa López-García conseguir una herramienta para
transmitir las ideas, iluminar al pueblo (“el adelantamiento prodigioso de todas las ciencias y las
artes, la difusión de la cultura intelectual y las revoluciones políticas” (p.11)) y unificar las prácticas
para hacer de la lengua un aliado y no un obstáculo en la transmisión “de las luces”.
Nuestra América frente al gigante de
las siete leguas
 Por Jose Eduardo Mora | [email protected]
 29 marzo, 2016
El encuentro entre Cuba y Estados Unidos hace necesaria la invocación de
Nuestra América, el ensayo fundacional en el que José Martí

El encuentro entre Cuba y Estados Unidos hace necesaria la invocación de


Nuestra América, el ensayo fundacional en el que José Martí marcó las claves
para entender la relación con el vecino del Norte.

El 21 de marzo de 2016, cuando el Presidente de Estados Unidos, Barack Obama,


depositó un ramo de flores blancas y rojas al pie del monumento a José Martí en
La Habana, habían pasado exactamente 125 años de que el escritor hubiese
publicado Nuestra América, ensayo programático en el que hacía un llamado a
volver la mirada hacia las raíces del hombre nuevo surgido tras la conquista
española, y en el que reclamaba la necesidad de respetar y entender las
realidades locales como forma de una coexistencia pacífica entre las naciones del
continente.

El que llegase a Cuba un presidente estadounidense con orígenes mestizos como


el caso de Obama, hijo de padre keniano y madre norteamericana, solo es una
coincidencia simbólica del eje central que recorre de principio a fin la llama
lanzada por Martí en 1891: el mestizaje como dimensión suprema del hombre de
nuestra América.

En el ensayo, que se dio a conocer el 1° de enero en la Revista Ilustrada de


Nueva York y en América Latina 29 días después en el El Partido Liberal de
México y de ahí al resto del continente, Martí traza una visión de la América
mestiza que tendrá enormes e infinitas repercusiones hasta nuestros días, porque
rompe con la mirada que apunta al Norte y a Europa como cimas del pensamiento,
la política y la cultura.
Y es en este “ensayo-manifiesto”, como lo denomina el poeta y estudioso de la
obra martiana Roberto Fernández Retamar, que se establece un programa
fundacional de lo que ha de ser la vida de los pueblos al sur del Río Bravo, y por
eso advierte del peligro que ya para entonces significaban las ambiciones
expansionistas del imperio, en cuyas entrañas vivió y preparó la guerra de
independencia que él no vería triunfar al caer en batalla el 17 de abril de 1895 en
Dos Ríos.

En Nuestra América están las claves para entender no solo la Cuba de hoy, sino
también al resto del continente que ha procurado abrirse brecha por el mundo con
sus códigos, sus visiones y sus alas a partir de la sustancia esencial de su pueblo:
el mestizaje surgido a la luz de las contradicciones y los encuentros.

MÁS ALLÁ DE LA ALDEA

El enemigo en Nuestra América está marcado por dos derroteros. El primero de


ellos es el desconocimiento del hombre natural que habita estas tierras y en ese
sentido, Martí aplica el sustantivo natural, en función adjetiva, para designar al
mestizo, al hombre surgido de ese choque de culturas entre el aborigen y el
español.

Cuestiona el Apóstol al criollo exótico y le abre puertas al hombre surgido de las


entrañas de esta tierra invadida, y por eso lo conmina a abrirse al mundo, pese a
que en las fronteras que apuntan al norte está el gigante que mira a esta América
hispana con ojos colonialistas.

“Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él
quede de alcalde (…), ya da por bueno el orden universal, sin saber de los
gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni
de la pelea de los cometas en el Cielo, que van por el aire dormidos engullendo
mundos”. Y agrega: “Lo que quede de aldea en América ha de despertar”.

Martí, que en ese momento está preparando la guerra de independencia desde


Nueva York, no ve como el mayor obstáculo a la España que todavía oprime a su
pueblo cubano, sino a los Estados Unidos que ya se ha erigido en la potencia del
Norte, y cuyos intereses comerciales y estratégicos están puestos en la América
hispánica.

Este paso marca un antes y un después en la visión que se tendrá del


subcontinente y abre una corriente de pensamiento que no ha cesado de buscar
esas conexiones con lo más auténtico de América Latina.

De ahí que Retamar, especialista en la obra martiana, apunte acerca de Nuestra


América y a la obra en general del poeta y revolucionario cubano: “Baste con decir
que para mí el pensador por excelencia de nuestra América es José Martí, y su
pensamiento se manifiesta tanto en sus ensayos como en sus versos, tanto en sus
crónicas como en sus discursos, tanto en sus cartas como en sus textos para
niños y jóvenes”.

El Martí al que alude Retamar es el que llamó a Simón Bolívar padre y que en un
acto simbólico que ha quedado impregnado en la memoria colectiva, su primer
gesto en Caracas fue ir a rendir pleitesía al libertador.

ODA A LA AUTENTICIDAD

Al tiempo que Martí reclamaba apertura para que los pueblos latinoamericanos
trascendieran sus localismos, abría otra línea de pensamiento al invocar la
necesidad de que “el espíritu del gobierno ha de ser del país”.

Es decir, la visión impositiva de corrientes económicas y políticas, como lo


pretendía en sus propias palabras el imperio, debía de ceder ante lo autóctono. De
nuevo, su discurso, en una dicotomía que se reiterará una y otra vez, apunta hacia
afuera y hacia adentro.

“Los hombres naturales han vencido a los letrados artificiales. El mestizo


autóctono ha vencido al criollo exótico”. Llama entre muchos elementos del
lenguaje empleado por Martí en su ensayo fundacional el uso del verbo haber
complementado con el participio, para remarcar que no es una acción concluida,
sino que es una expresión que se irá haciendo y rehaciendo en el tiempo.

“No hay batalla entre la erudición y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la
naturaleza”.

Ya desde entonces el pensador cubano remarcaba la necesidad de que los países


coexistieran sin importar las corrientes que predominan en sus fronteras, sin
importar si sus visiones terminarían por ser completamente antagónicas, porque
entre un extremo y otro ha de haber algún punto de encuentro.

Y la mejor forma para reconocer al otro, es mirando hacia adentro, sostiene Martí
en su ensayo: “en el periódico, en la cátedra, en la academia, debe llevarse
adelante el estudio de los factores reales del país. Conocerlos basta, sin vendas ni
ambages; porque el que pone de lado, por voluntad u olvido, una parte de la
verdad, cae a la larga por la verdad que le faltó”.

Nuestra América ni en el siglo pasado ni en el presente, puede permanecer al


margen de la política mundial. La expresión martiana que se citará a continuación
es tan reveladora, que da la sensación de que fue escrita tan solo unos días antes
de que Obama, y tras 88 años de no poner un presidente estadounidense un pie
en suelo cubano, desembarcara en La Habana.

“Se ponen en pie los pueblos, y se saludan. “¿Cómo somos?” se preguntan; y


unos a otros se van diciendo cómo son”.
Unas líneas antes ha dicho: “Ni el libro europeo, ni el libro yanqui, daban la clave
del enigma hispanoamericano”. Las manos hundidas en la realidad de cada país
serán las que suelten velas para que inicie la navegación hacia ese conocimiento
esencial.

Las bases contra el imperialismo que se avecina, y al cual Martí se anticipa, están
ahí, pero en el mismo texto subsisten y se complementan las visiones de aferrarse
a la lucha para defender lo propio, y de la necesidad de salir a examinar al mundo
ya con la mirada definida y a sabiendas del barro con que están hechos nuestros
pueblos.

Por eso, la visita de Obama a la isla abre un abanico de posibilidades inmensas,


porque en esta larga historia de desencuentros, ha prevalecido aquella visión que
tanto temía el autor del Ismaelillo: “El desdén del vecino formidable, que no la
conoce, es el peligro mayor de nuestra América; y urge, porque el día de la visita
está próximo, que el vecino la conozca, la conozca pronto, para que no la
desdeñe”. América Latina lleva esperando esa visita, bajo esa mirada, casi dos
siglos, de ahí que el paréntesis que se abrió en La Habana, vuelve tan actual,
como si se hubiese publicado ayer, a Nuestra América.

Obama ante el monumento de Martí en La Habana. Es el jueves 21 de marzo de


2016. Ha pasado más de un siglo desde que el escritor alertara a la América
hispana sobre el vecino del Norte. El hombre negro se para un instante ante la
mirada atenta del poeta: es una cita entre el gigante de las siete leguas y nuestra
América. Las claves para entender el singular e irrepetible encuentro, están en el
breve e imprescindible ensayo de Martí.

Los párrafos siguientes los dedica al análisis pormenorizado de los males que afligen a
nuestra América. – El párrafo #3 censura v a los colonizados (hombres americanos) que
admiran a los colonizadores, copian sus costumbres europeas y viven ricamente en el viejo
mundo a expensas de la explotación que hacen de nuestras riquezas naturales. La idea central
implícita es la censura el colonialismo cultural acompañado además por la crítica a los que
reniegan de sus antepasados indígenas, lo cual es una forma de rasismo.
Plantea también que América debe tener en cuenta a los indios y salvarse junto con ellos (en
esta época la población blanca era de 4196000. La indígena de 7790 000, la negra de 2 736 000
y la mestiza de 6188000, es decir que la población blanca destaca en franca minoría con solo
20% de población de origen europea), elevarlos en el plano humano, social económico y no
proceder como los E. Unidos, que se le planteó una política de exterminio de sus habitantes
naturales. En el párrafo #4 se refiere con orgullo a la formación de las naciones americanas;
critica a los intelectuales colonizados (amantes en todo lo europeo); plantea la necesidad de
formas de gobiernos, métodos e instituciones que convengan a la realidad de nuestra América:
censura las formas de gobiernos importadas de diferente desarrollo histórico, y económico,
plantea la autodeterminación de los pueblos y la adaptación de formas de gobiernos que surgen
desde las condiciones nuestras.
En el párrafo cinco; las ideas de su época en las se trataban al criollo, negro o indios, de
bárbaros (martí se refiere indudablemente a una corriente de los intelectuales y políticos del
siglo XIX, entre los que se encuentra Sarmiento, que consideraba al hombre americano como
inferior e inexperto veían como una solución para América el exterminarlo y sustituirlo por
inmigraciones de Italia u otros países europeos.
Utilizan el termino "Bárbaros" cuando se refieren lo mismo a los negros africanos que a los
criollos, a los indios y a los blancos criollos que se sienten ya americanos; por el contrario ,
llaman "civilizados" a los europeos, a los americanos de raza sajona considerada por ellos como
superior, Censura: la falsa erudición poco científica que lleva a estos intelectuales a juzgar las
posibilidades de desarrollo de un individuo o colectividad de individuos , por su color de piel.
Plantea que las causas de tiranía en América Latina, ha sido desconocer los verdaderos
intereses y necesidades de sus pueblos. "Gobernantes en un pueblo nuevo - - - quiere decir que
"creador". - en la época a la que martí se refiere , los políticos en general profesionales
dedicados a la abogacía , la medicina , el periodismo, etc. Y formaban estrato dentro de
esas sociedades, un grupo dedicado a las cosas de la inteligencia. Cuando estos hombres se
conviertan en malos gobernantes, provocan el rechazo popular la violencia y las guerras civiles
que conmueven América en ese periodo.
Los egresados de las universidades americanas salen con conocimientos teóricos que
correspondan a otros pueblos de diferentes desarrollo, otras instituciones los rigen, que no son
las apropiadas para gobernar en América. - Martí evidencia su anticolonialismo en el aspecto
cultural: "La universidad europea la de ceder a la universidad americana. Los políticos
nacionales han de remplazar a los políticos exóticos". - nos dice de su orgullo de ser americano.
- en el párrafo #7, refiere el origen de las republicas americanas de la metrópoli
española, México y las republicas de centro América libertadas por los criollos y los indios que
siguen Hidalgo y a Morales sacerdotes que se lanzaron a luchar por la independencia tomando
como bandera a la virgen de Guadalupe, Itúrbides, ex oficial realista que continuó la lucha a la
muerte de Hidalgo y Morales , - Simón Bolívar, desde Venezuela y san Martín, desde la
Argentina , ambos líderes de la lucha continental. (San Martín cede los hombres
de conquista final de Perú a Simón Bolívar) Enumera Martí los males que aquejan a las
nacientes republicas , la incapacidad de sus hombres frente al sacrificio diario, después de
conquistada la libertad, dificultad para gobernar hombres con diferentes ideas, con diferentes
intereses, instituciones coloniales inapropiadas que limitan la vida republicana, que de
intereses entre las ciudades y el campo, de conocimiento de las verdaderas causas económicas
y políticas que provocaron la emancipación de las colonias y por las cuales América padece. El
problema de la independencia no constituía un simple cambio de gobierno de explotadores
extranjeros por el de explotadores nacionales, requería un cambio sustancial. - El párrafo #8,
plantea: "La colonia continuó viviendo en la republica". – Las ideas coloniales o pro-
colonialistas y el peligro que significan se simbolizan en la figura del tigre que acechan. Los
párrafos #9 y #10, sustenta la esperanza del cambio necesario para las naciones americanas.
En el párrafo # 9 alude al gobierno de Bernardino Rivadavia, presidente constitucional de
argentina en 1826, y al mencionado Itúrbides, quien luego de ganada la independencia de
México se hizo proclamar emperador y cerró el congreso con lo cual produjo una devuelta que
lo depuso (1823) Plantea su fe en la salvación de América. - Alerta sobre el tigre de fuera y el de
adentro, (los Pro- colonialistas americanos) exhorta a: - "Crear es la palabra de pase de esta
generación" "El vino de plátano y si sale agrio, es nuestro vino". En los dos últimos párrafos, a
manera de conclusión anticipa lo que le ocurrirá a nuestra América si no se produce el cambio
a tiempo, el dominio imperialista de los E. Unidos caerá sobre América. párrafo #11 " El peligro
mayor para la América latina había sido previsto por Martí, luego de participar en las
conferencias de Washington, convocada por el Secretario de Estado BLaine y que tenia como
propósito el total dominio económico de los E. Unidos sobre los pueblos americanos
aprovechando su habilidad y su desunión: el peligro del imperialismo yanqui ( es necesario
observar que plantea aquí en forma bien clara que existen dos factores continentales: dos
Ameritas . la América del Norte de origen sajón , emprendedora, fuerte desdeñosa y la América
nuestra , del Rió Bravo abajo , débil desunida, que sube con pasos ricos los peldaños de
la historia , la América de origen románico o latino.
Enfrentarse a tiempo al imperialismo, unidos como una sola nación es la forma de evitarlo.
Martí plantea que los e. Unidos debe conocer nuestra América para que le impongan respeto y
evite su codicia. Confía en los valores morales del pueblo norteamericano, y dice que tanto a
quien acusa a un pueblo lleno de odios inútiles como a quien no dice la verdad a tiempo. En el
párrafo #12 se aprecia el antirracismo de Martí, "No hay odios de razas, porque no hay razas, la
inferioridad de unos hombres y la superioridad de otros, es producto de un barbarismo
intelectual de pensadores de cerebro raquítico, de ratas de librería. No es por odio a otra raza, a
otro pueblo distinto de los nuestros que alertan sobre el peligro que significa
esta potencia expansionista de E. Unidos. El pensamiento de Martí en este aspecto, como en
muchos otros aspectos, se anticipa a los descubrimientos y estudios realizados más de 60 años
después. Distingue en América dos etnias distintas y por lo tanto, habla de "dos factores
continentales" con diferencias de orígenes: uno sajón, otro latino: con caracteres peculiares, o
sea la idiosincrasia, o modalidad psíquica tan distintas en religión, intereses económicos y
sobre todo en la conciencia propia de pertenecer a uno u otro grupo). Los E. unidos se han
configurado en un peligro real y es forzoso unirse frente a él. La idea de la unión de los pueblos
de nuestra América, por lo que luchara Bolívar en 1826, dejó su semilla en el corazón de
nuestro pueblo (Los de América Continental y las de las ideas de Las Antillas).

Valores que encontramos en el ensayo


Valores políticos:
"Nuestra América" plantea la única vía posible de los europeos y americanos: unirse para
enfrentar el peligro que significa la política neocolonialista de E. Unidos.
Da soluciones de los problemas internos de las nuevas naciones americanas; da soluciones a las
diferencias entre pueblos hermanos de Latinoamérica.
Fidel proclama a Martí como el autor intelectual del Moncada. (Baliño y Mella ven en su
ideario democrático y antiimperialista, las raíces de la Revolución Cubana.)
Valor social
Refleja los principales problemas sociales de la época; desarrollo de las ciudades en pugna
contra el campo que las nutre: discriminación del criollo, o los naturales del país a favor a los
europeos o mal llamados "civilizados", instituciones coloniales que no sirven a los jóvenes
republicanos, relegó a un segundo plano de los intereses económicos que motivaron la
independencia de metrópoli, etc. Cuenta con los indios y los más explotados para el futuro de
América.
Valar histórico:
Hace un análisis exhaustivo de la situación de América, el más completo y brillante debido a su
continuo contacto con los países de América latina y sus patriotas durante su exilio.
Valor Humano:
Todo el pensamiento martiano está cargado de un profundo humanismo. "Patria es
Humanidad" martí hizo política para la humanidad, no por delante los intereses de su pequeño
pedazo de tierra, sino cuando la libertad de esta podía significar la libertad de toda
Latinoamérica. Ama al hombre y a él le dedica su lucha, exalta sus mejores virtudes,
la dignidad de hombre y pueblos el valor, la virilidad (rechaza a los cobardes y los llama
sietemesinos) la capacidad de sacrificio por la libertad, (exalta a los héroes de la independencia
americana). Aspecto combativo de su humanismo; convoca a la pelea contra los tiranos y al que
le sirve y le sirve al imperialismo. Ideas contra la discriminación racial (Ya había dicho
"hombre es mas que blanco, es mas que negro").
Valor ético
Todo el ideario de Martí se apoya en aspiraciones supremas sobre el
perfeccionamiento moral de .los hombres y de los pueblos. Su lucha por el bien y el
mejoramiento de la humanidad fue constante. Su prédica y su ejemplo los vemos en sus ideas
en las que se exaltan en la humanidad: el valor, el patriotismo, la igualdad, la heroicidad, la
modestia, el amor entre los hombres. Su confianza en lo que mejor de ellos prevalezca. Su
rechazo al soberbio, al pedante, al vanidoso, al débil.
Valor estético.
Es tan estrecha, tan íntima la relación entre la idea y la forma en Martí que no podemos
analizar la una sin la otra. Detrás de la fuerza y la belleza de su obra literaria, la mejor de su
época en habla española, se encuentra su ideario político, el organizador de la guerra de
independencia, el más importante precursor de la lucha antiimperialista de América. La belleza
de sus imágenes la belleza de su prosa, la creatividad evidencia en sus aportes al español, los
símiles, los epítetos, y adjetivos numerosos, dotan a nuestra América de un gran valor estético.

Conclusiones
Este trabajo ha querido mostrar a Martí como uno de los hombres más preclaros de su época,
con un pensamiento puramente Latinoamericanista, hombre de su tiempo y para todos los
tiempos, una de las figuras en cuyo pensamiento se encuentran las bases de creación del ALBA,
uno de los Teóricos fundamentales de la Revolución Cubana que todos llevamos adelante:
"Un pueblo no es un conjunto de ruedas; ni una carrera de caballos locos, sino un paso más
dado hacia arriba por un concierto de verdaderos hombres". Martí vive hoy más cerca en el
espíritu renovador y humanista de su pueblo; va en el puente de mando del Crucero del mundo
que avanza por mares encrespados hacia una época nueva, con el timón firme en manos de su
experimentado capitán, al que millones de compatriotas acompañan y alientan cumpliendo
aquel mandato del Maestro:
"Sea la gratitud del pueblo que se educa árbol protector, en las tempestades y las lluvias, de los
hombres que hoy le hacen tanto bien."

Anexo #1: Reproducción del ensayo Nuestra América


Nuestra AméricaMéxico, 30 de enero de 1891
Debido a la importancia que tiene la obra martiana, por la validez de sus ideas en estos tiempos
en que el enemigo común de todos los pueblos es más vil y ambicioso es necesario su estudio
profundo y exhaustivo.
"Nuestra América" apareció publicado en México el 30 de enero de 1891 en el periódico El
Partido Liberal. Le fue muy favorable a Martí el conocimiento que tenía de las tierras
americanas y de lo autóctono del Continente. Uno de los primeros países de América que
visitó Martí fue México y de él escribió: "Fue México primero, antes de la llegada de los
arcabuces tierra como de oro y plumas".
El segundo país que visitó fue Guatemala y de ella escribió: "Yo vengo de una tierra
de volcanes altos, de feroces cerros, de anchurosos ríos, donde el oro se extiende por doquier".
El tercer país fue Venezuela. De este país dijo: de América soy hijo a ella me debo (…) Déme
Venezuela en que servirla, ella tiene en mí un hijo (…)"
A través de estos países Martí pudo determinar:
 1. La unidad.
 2. La común historia de todos sus pueblos.
 3. La similar idiosincrasia de los pueblos de América.
Bolívar dijo: "Nuestra América es una, empieza en el río Grande, y va a parar los montes
fangosos de la Patagónia."
Martí vivió 15 años en New York y conoció de la necesidad de estos pueblos, así como de los
males que aquejaban a Hispanoamérica. Por eso el objetivo de Martí al escribir esta magistral
obra es alertar a los pueblos de América del peligro que significaba Estados Unidos, por eso la
obra está cargada de aforismos o sentencias breves que alertan de este mal, entre ellas
podemos citar:
-"No hay proa que taje una nube de ideas, Una idea enérgica, flameada a tiempo ante el mundo,
para, como bandera mística del juicio final, a un escuadrón de acorazados"
Nuestro Héroe destaca el valor de las ideas porque estas son muy fuertes, "una idea energética,
cuajada ante el mundo, vehemente, fuerte, con convicción no se puede romper."Se aprecia el
valor de las ideas.
- "Es la hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la
plata en las raíces de los Andes"
Aboga por la unidad como elemento fundamental para impedir las pretensiones imperialistas.
 "No hay odio de razas porque no hay razas"
Para Martí era un pecado contra la Humanidad fomentar y propagar la oposición y el odio de
las razas, por ello la Revolución Cubana martiana-leninista concede iguales derechos a todos
los hombres.
Del análisis de esta obra podemos derivar las siguientes ideas.
 Nuestra América es una obra de madurez del maestro en todos los órdenes: solo 4 años
lo separan de su caída en combate en el suelo patrio.
 Resalta el orden cultural su gran conocimiento de lo autóctono americano.
 Dedicó esta obra a analizar los males que aquejaban a Latinoamérica y a ayudar
al hombre de Hispanoamérica a conocerse ya valorarse en su justa medida y alertando
contra el peligro yanqui.
 Esta obra está premiada de valores que son válidos para todos los jóvenes de Cuba y
por extensión de nuestro Comandante hoy y siempre.

Desarrollo
El ensayo "Nuestra América" comienza anticipando lo que se ha de hacer para prevenir el
peligro que significan los E. Unidos para ella.- "Lo que quede de aldea en América he de
despertar" con esta idea, Martí censura el provincialismo y la mentalidad estrecha de los
pueblos y los gobernantes incapaces, por su miopía política, de concebir el peligro que
representan los E. Unidos por la América Latina , mentalidad "aldeanos vanidoso" y el
sentimiento mezquino de algunos gobernantes que anteponen sus intereses personales a los de
su pequeño país "sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le puede poner
las bota encima" (Los E. Unidos), sin comprender que la debilidad de nuestros países
latinoamericanos radican justamente en no estar advertidos del peligro, ni estar preparado
ideológicamente contra él: "Trincheras de ideas valen mas que Trincheras de piedras". – Otra
Idea que se destaca en la introducción del ensayo, es la unión resuelta y solidaria de los pueblos
americanos, idea central, compuesta además por la censura a los continuos litigios
y guerras entre países americanos, por problemas de fronteras (ejemplo: Perú, Chile, y Bolivia)
y el motivo de conocer las intenciones del gigante de las siete leguas (Estados Unidos) y de
unirse par evitar ese peligro.

Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le
mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno
el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden
poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el Cielo, que van por el aire dormidos
engullendo mundos. Lo que quede de aldea en América ha de despertar. Estos tiempos no son
para acostarse con el pañuelo a la cabeza, sino con las armas de almohada, como los varones de
Juan de Castellanos: las armas del juicio, que vencen a las otras. Trincheras de ideas valen más
que trincheras de piedra.
No hay proa que taje una nube de ideas. Una idea enérgica, flameada a tiempo ante el mundo,
para, como la bandera mística del juicio final, a un escuadrón de acorazados. Los pueblos que
no se conocen han de darse prisa para conocerse, como quienes van a pelear juntos. Los que se
enseñan los puños, como hermanos celosos, que quieren los dos la misma tierra, o el de casa
chica, que le tiene envidia al de casa mejor, han de encajar, de modo que sean una, las dos
manos. Los que, al amparo de una tradición criminal, cercenaron, con el sable tinto en
la sangre de sus mismas venas, la tierra del hermano vencido, del hermano castigado más allá
de sus culpas, si no quieren que les llame el pueblo ladrones, devuélvanle sus tierras al
hermano. Las deudas del honor no las cobra el honrado en dinero, a tanto por la bofetada. Ya
no podemos ser el pueblo de hojas, que vive en el aire, con la copa cargada de flor, restallando o
zumbando, según la acaricie el capricho de la luz, o la tundan y talen las tempestades:
¡los árboles se han de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas! Es la hora
del recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las
raíces de los Andes.
A los sietemesinos sólo les faltará el valor. Los que no tienen fe en su tierra son hombres de
siete meses. Porque les falta el valor a ellos, se lo niegan a los demás. No les alcanza al árbol
difícil el brazo canijo, el brazo de uñas pintadas y pulsera, el brazo de Madrid o de París, y dicen
que no se puede alcanzar el árbol. Hay que cargar los barcos de esos insectos dañinos, que le
roen el hueso a la patria que los nutre. Si son parisienses o madrileños, vayan al Prado, de
faroles, o vayan a Tortoni, de sorbetes. ¡Estos hijos de carpintero, que se avergüenzan de que su
padre sea carpintero! ¡Estos nacidos en América, que se avergüenzan, porque llevan delantal
indio, de la madre que los crió, y reniegan, ¡bribones!, de la madre enferma, y la dejan sola en
el lecho de las enfermedades! Pues, ¿quién es el hombre? ¿el que se queda con la madre, a
curarle la enfermedad, o el que la pone a trabajar donde no la vean, y vive de su sustento en las
tierras podridas, con el gusano de corbata, maldiciendo del seno que lo cargó, paseando el
letrero de traidor en la espalda de la casaca de papel? ¡Estos hijos de nuestra América, que ha
de salvarse con sus indios, y va de menos a más; estos desertores que piden fusil en los ejércitos
de la América del Norte, que ahoga en sangre a sus indios, y va de más a menos! ¡Estos
delicados, que son hombres y no quieren hacer el trabajo de hombres! Pues el Washington que
les hizo esta tierra ¿se fue a vivir con los ingleses, a vivir con los ingleses en los años en que los
veía venir contra su tierra propia? ¡Estos "increíbles" del honor, que lo arrastran por
el suelo extranjero, como los increíbles de la Revolución francesa, danzando y relamiéndose,
arrastraban las erres!
Ni ¿en qué patria puede tener un hombre más orgullo que en nuestras repúblicas dolorosas de
América, levantadas entre las masas mudas de indios, al ruido de pelea del libro con el cirial,
sobre los brazos sangrientos de un centenar de apóstoles? De factores tan descompuestos,
jamás, en menos tiempo histórico, se han creado naciones tan adelantadas y compactas. Cree el
soberbio que la tierra fue hecha para servirle de pedestal, porque tiene la pluma fácil o la
palabra de colores, y acusa de incapaz e irremediable a su república nativa, porque no le dan
sus selvas nuevas modo continuo de ir por el mundo de gamonal famoso, guiando jacas de
Persia y derramando champaña. La incapacidad no está en el país naciente, que pide formas
que se le acomoden y grandeza útil, sino en los que quieren regir pueblos originales, de
composición singular y violenta, con leyes heredadas de cuatro siglos de práctica libre en
los Estados Unidos, de diecinueve siglos de monarquía en Francia. Con un decreto de Hamilton
no se le para la pechada al potro del llanero. Con una frase de Sieyés no se desestanca la sangre
cuajada de la raza india. A lo que es, allí donde se gobierna, hay que atender para gobernar
bien; y el buen gobernante en América no es el que sabe cómo se gobierna el alemán o el
francés, sino el que sabe con que elementos está hecho su país, y cómo puede ir guiándolos en
junto, para llegar, por métodos e instituciones nacidas del país mismo, a aquel estado
apetecible donde cada hombre se conoce y ejerce, y disfrutan todos de la abundancia que
la naturaleza puso para todos en el pueblo que fecundan con su trabajo y defienden con sus
vidas. El gobierno ha de nacer del país. El espíritu del gobierno ha de ser el del país. La forma
del gobierno ha de avenirse a la constitución propia del país. El gobierno no es más que
el equilibrio de los elementos naturales del país.
Por eso el libro importado ha sido vencido en América por el hombre natural. Los hombres
naturales han vencido a los letrados artificiales. El mestizo autóctono ha vencido al criollo
exótico. No hay batalla entre la civilización y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la
naturaleza. El hombre natural es bueno, y acata y premia la inteligencia superior, mientras esta
no se vale de su sumisión para dañarle, o le ofende prescindiendo de él, que es cosa que no
perdona el hombre natural, dispuesto a recobrar por la fuerza el respeto de quien le hiere la
susceptibilidad o le perjudica el interés. Por esta conformidad con los elementos naturales
desdeñados han subido los tiranos de América al poder: y han caído, en cuanto les hicieron
traición. Las repúblicas han purgado en las tiranías su incapacidad para conocer los elementos
verdaderos del país, derivar de ellos la forma de gobierno y gobernar con ellos. Gobernante, en
un pueblo nuevo, quiere decir creador.
En pueblos compuestos de elementos cultos e incultos, los incultos gobernarán, por su hábito
de agredir y resolver las dudas con su mano, allí donde los cultos no aprendan el arte del
gobierno. La masa inculta es perezosa, y tímida en las cosas de la inteligencia, y quiere que la
gobiernen bien; pero si el gobierno le lastima, se lo sacude y gobierna ella. ¿Cómo han de salir
de las universidades los gobernantes, si no hay universidad en América donde se enseñe lo
rudimentario del arte del gobierno, que es el análisis de los elementos peculiares de los pueblos
de América? A adivinar salen los jóvenes al mundo, con antiparras yanquis o francesas, y
aspiran a dirigir un pueblo que no conocen. En la carrera de la política habría de negarse la
entrada a los que desconocen los rudimentos de la política. El premio de los certámenes no ha
de ser para la mejor oda, sino para el mejor estudio de los factores del país en que se vive. En
el periódico, en la cátedra, en la academia, debe llevarse adelante el estudio de los factores
reales del país. Conocerlos basta, sin vendas ni ambages; porque el que pone de lado, por
voluntad u olvido, una parte de la verdad, cae a la larga por la verdad que le faltó, que crece en
la negligencia, y derriba lo que se levanta sin ella. Resolver el problema después de conocer sus
elementos, es más fácil que resolver el problema sin conocerlos. Viene el hombre natural,
indignado y fuerte, y derriba la justicia acumulada de los libros, porque no se la administra en
acuerdo con las necesidades patentes del país. Conocer es resolver. Conocer el país, y
gobernarlo conforme al conocimiento, es el único modo de librarlo de tiranías. La universidad
europea ha de ceder a la universidad americana. La historia de América, de los incas a acá, ha
de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es
preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más necesaria. Los políticos nacionales han de
reemplazar a los políticos exóticos. Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha
de ser el de nuestras repúblicas. Y calle el pedante vencido; que no hay patria en que pueda
tener el hombre más orgullo que en nuestras dolorosas repúblicas americanas.
Con los pies en el rosario, la cabeza blanca y el cuerpo pinto de indio y criollo, vinimos,
denodados, al mundo de las naciones. Con el estandarte de la Virgen salimos a la conquista de
la libertad. Un cura, unos cuantos tenientes y una mujer alzan en México la república, en
hombros de los indios. Un canónigo español, a la sombra de su capa, instruye en la libertad
francesa a unos cuantos bachilleres magníficos, que ponen de jefe de Centro América
contra España al general de España. Con los hábitos monárquicos, y el Sol por pecho, se
echaron a levantar pueblos los venezolanos por el Norte y los argentinos por el Sur. Cuando los
dos héroes chocaron, y el continente iba a temblar, uno, que no fue el menos grande, volvió
riendas. Y como el heroísmo en la paz es más escaso, porque es menos glorioso, que el de la
guerra; como al hombre le es más fácil morir con honra que pensar con orden; como gobernar
con los sentimientos exaltados y unánimes es más hacedero que dirigir, después de la pelea, los
pensamientos diversos, arrogantes, exóticos o ambiciosos; como los poderes arrollados en la
arremetida épica zapaban, con la cautela felina de la especie y el peso de lo real, el edificio que
había izado, en las comarcas burdas y singulares de nuestra América mestiza, en los pueblos de
pierna desnuda y casaca de París, la bandera de los pueblos nutridos de savia gobernante en la
práctica continua de la razón y de la libertad; como la constitución jerárquica de las colonias
resistía la organización democrática de la República, o las capitales de corbatín dejaban en el
zaguán al campo de bota de potro, o los redentores bibliógenos no entendieron que la
revolución que triunfó con el alma de la tierra, desatada a la voz del salvador, con el alma de la
tierra había de gobernar, y no contra ella ni sin ella, entró a padecer América, y padece, de la
fatiga de acomodación entre los elementos discordantes y hostiles que heredó de un
colonizador despótico y avieso, y las ideas y formas importadas que han venido retardando, por
su falta de realidad local, el gobierno lógico. El continente descoyuntado durante tres siglos por
un mando que negaba el derecho del hombre al ejercicio de su razón, entró, desatendiendo o
desoyendo a los ignorantes que lo habían ayudado a redimirse, en un gobierno que tenía por
base la razón; la razón de todos en las cosas de todos, y no la razón universitaria de unos sobre
la razón campestre de otros. El problema de la independencia no era el cambio de formas, sino
el cambio de espíritu.
Con los oprimidos había que hacer causa común, para afianzar el sistema opuesto a los
intereses y hábitos de mando de los opresores. El tigre, espantado del fogonazo, vuelve de
noche al lugar de la presa. Muere echando llamas por los ojos y con las zarpas al aire. No se le
oye venir, sino que viene con zarpas de terciopelo. Cuando la presa despierta, tiene al tigre
encima. La colonia continuó viviendo en la república; y nuestra América se está salvando de sus
grandes yerros–de la soberbia de las ciudades capitales, del triunfo ciego de los campesinos
desdeñados, de la importación excesiva de las ideas y fórmulas ajenas, del desdén inicuo e
impolítico de la raza aborigen, –por la virtud superior, abonada con sangre necesaria, de la
república que lucha contra la colonia. El tigre espera, detrás de cada árbol, acurrucado en cada
esquina. Morirá, con las zarpas al aire, echando llamas por los ojos.
Pero "estos países se salvarán", como anunció Rivadavia el argentino, el que pecó de finura en
tiempos crudos: al machete no le va vaina de seda, ni en el país que se ganó con lanzón, se
puede echar el lanzón atrás, porque se enoja y se pone en la puerta del Congreso de Iturbide "a
que le hagan emperador al rubio". Estos países se salvarán porque, con el genio de la
moderación que parece imperar, por la armonía serena de la Naturaleza, en el continente de la
luz, y por el influjo de la lectura crítica que ha sucedido en Europa a la lectura de tanteo y
falansterio en que se empapó la generación anterior, le está naciendo a América, en estos
tiempos reales, el hombre real.
Éramos una visión, con el pecho de atleta, las manos de petimetre y la frente de niño. Éramos
una máscara, con los calzones de Inglaterra, el chaleco parisiense, el chaquetón de
Norteamérica y la montera de España. El indio, mudo, nos daba vueltas alrededor, y se iba al
monte, a la cumbre del monte, a bautizar sus hijos. El negro, oteado, cantaba en la noche
la música de su corazón, solo y desconocido, entre las olas y las fieras. El campesino, el creador,
se revolvía, ciego de indignación, contra la ciudad desdeñosa, contra su criatura. Éramos
charreteras y togas, en países que venían al mundo con la alpargata en los pies y la vincha en la
cabeza. El genio hubiera estado en hermanar, con la caridad del corazón y con el atrevimiento
de los fundadores, la vincha y la toga, en desestancar al indio; en ir haciendo lado al negro
suficiente; en ajustar la libertad al cuerpo de los que se alzaron y vencieron por ella. Nos quedó
el oidor, y el general, y el letrado, y el prebendado. La juventud angélica, como de los brazos de
un pulpo, echaba al Cielo, para caer con gloria estéril, la cabeza, coronada de nubes. El pueblo
natural, con el empuje del instinto, arrollaba, ciego del triunfo, los bastones de oro. Ni el libro
europeo, ni el libro yanqui, daban la clave del enigma hispanoamericano. Se probó el odio, y los
países venían cada año a menos. Cansados del odio inútil, de la resistencia del libro contra la
lanza, de la razón contra el cirial, de la ciudad contra el campo, del imperio imposible de las
castas urbanas divididas sobre la nación natural, tempestuosa o inerte, se empieza, como sin
saberlo, a probar el amor. Se ponen en pie los pueblos, y se saludan. "¿Cómo somos?" se
preguntan; y unos a otros se van diciendo cómo son. Cuando aparece en Cojímar un problema,
no van a buscar la solución a Dantzig. Las levitas son todavía de Francia, pero el pensamiento
empieza a ser de América. Los jóvenes de América se ponen la camisa al codo, hunden las
manos en la masa, y la levantan con la levadura de su sudor. Entienden que se imita
demasiado, y que la salvación está en crear. Crear es la palabra de pase de esta generación. El
vino, de plátano; y si sale agrio, ¡es nuestro vino! Se entiende que las formas de gobierno de un
país han de acomodarse a sus elementos naturales; que las ideas absolutas, para no caer por un
yerro de forma, han de ponerse en formas relativas; que la libertad, para ser viable, tiene que
ser sincera y plena; que si la república no abre los brazos a todos y adelanta con todos, muere la
república. El tigre de adentro se entra por la hendija, y el tigre de afuera. El general sujeta en la
marcha la caballería al paso de los infantes. O si deja a la zaga a los infantes, le envuelve el
enemigo la caballería. Estrategia es política. Los pueblos han de vivir criticándose, porque la
crítica es la salud; pero con un solo pecho y una sola mente. ¡Bajarse hasta los infelices, y
alzarlos en los brazos! ¡Con el fuego del corazón deshelar la América coagulada! ¡Echar,
bullendo y rebotando, por las venas, la sangre natural del país! En pie, con los ojos alegres de
los trabajadores, se saludan, de un pueblo a otro, los hombres nuevos americanos. Surgen los
estadistas naturales del estudio directo de la naturaleza. Leen para aplicar, pero no para copiar.
Los economistas estudian la dificultad en sus orígenes. Los oradores empiezan a ser sobrios.
Los dramaturgos traen los caracteres nativos a la escena. Las academias discuten temas viables.
La poesía se corta la melena zorrillesca y cuelga del árbol glorioso el chaleco colorado. La prosa,
centelleante y cernida, va cargada de ideas. Los gobernadores, en las repúblicas de indios,
aprenden indio.
De todos sus peligros se va salvando América. Sobre algunas repúblicas está durmiendo el
pulpo. Otras, por la ley del equilibrio, se echan a pie a la mar, a recobrar, con prisa loca y
sublime, los siglos perdidos. Otras, olvidando que Juárez paseaba en un coche de mulas, ponen
coche de viento y de cochero a una pomba de jabón; el lujo venenoso, enemigo de la libertad,
pudre al hombre liviano y abre la puerta al extranjero. Otras acendran, con el espíritu épico de
la independencia amenazada, el carácter viril. Otras crían, en la guerra rapaz contra el vecino,
la soldadesca que puede devorarlas. Pero otro peligro corre, acaso, nuestra América, que no le
viene de sí, sino de la diferencia de orígenes, métodos e intereses entre los dos factores
continentales, y es la hora próxima en que se le acerque, demandando relaciones íntimas, un
pueblo emprendedor y pujante que la desconoce y la desdeña. Y como los pueblos viriles, que
se han hecho de sí propios, con la escopeta y la ley, aman, y sólo aman, a los pueblos viriles;
como la hora del desenfreno y la ambición, de que acaso se libre, por el predominio de lo más
puro de su sangre, la América del Norte, o en que pudieran lanzarla sus masas vengativas y
sórdidas, la tradición de conquista, y el interés de un caudillo hábil, no está tan cercana aún a
los ojos del más espantadizo, que no dé tiempo a la prueba de altivez, continua y discreta, con
que se la pudiera encarar y desviarla; como su decoro de república pone a la América del Norte,
ante los pueblos atentos del Universo, un freno que no le ha de quitar la provocación pueril o la
arrogancia ostentosa, o la discordia parricida de nuestra América, el deber urgente de nuestra
América es enseñarse como es, una en alma e intento, vencedora veloz de un pasado sofocante,
manchada sólo con sangre de abono que arranca a las manos la pelea con las ruinas, y la de las
venas que nos dejaron picadas nuestros dueños. El desdén del vecino formidable, que no la
conoce, es el peligro mayor de nuestra América; y urge, porque el día de la visita está próximo,
que el vecino la conozca, la conozca pronto, para que no la desdeñe. Por ignorancia llegaría, tal
vez, a poner en ella la codicia. Por el respeto, luego que la conociese, sacaría de ella las manos.
Se ha de tener fe en lo mejor del hombre, y desconfiar de lo peor de él. Hay que dar ocasión a lo
mejor para que se revele y prevalezca sobre lo peor. Si no, lo peor prevalece. Los pueblos han de
tener una picota para quien les azuza a odios inútiles; y otra para quien no les dice a tiempo la
verdad.
No hay odio de razas, porque no hay razas. Los pensadores canijos, los pensadores de
lámparas, enhebran y recalientan las razas de librería, que el viajero justo y el observador
cordial buscan en vano en la justicia de la Naturaleza, donde resalta en el amor victorioso y el
apetito turbulento, la identidad universal del hombre. El alma emana, igual y eterna, de los
cuerpos diversos en forma y en color. Peca contra la Humanidad el que fomente y propague la
oposición y el odio de las razas. Pero en el amasijo de los pueblos se condensan, en la cercanía
de otros pueblos diversos, caracteres peculiares y activos, de ideas y de hábitos, de ensanche y
adquisición, de vanidad y de avaricia, que del estado latente de preocupaciones nacionales
pudieran, en un período de desorden interno o de precipitación del carácter acumulado del
país, trocarse en amenaza grave para las tierras vecinas, aisladas y débiles, que el país fuerte
declara perecederas e inferiores. Pensar es servir. Ni ha de suponerse, por antipatía de aldea,
una maldad ingénita y fatal al pueblo rubio del continente, porque no habla nuestro idioma, ni
ve la casa como nosotros la vemos, ni se nos parece en sus lacras políticas, que son diferentes
de las nuestras, ni tiene en mucho a los hombres biliosos y trigueños, ni mira caritativo, desde
su eminencia aún mal segura, a los que, con menos favor de la Historia, suben a tramos
heroicos la vía de las repúblicas: ni se han de esconder los datos patentes del problema que
puede resolverse, para la paz de los siglos, con el estudio oportuno, y la unión tácita y urgente
del alma continental. ¡Porque ya suena el himno unánime; la generación actual lleva a cuestas,
por el camino abonado por los padres sublimes, la América trabajadora; del Bravo a
Magallanes, sentado en el lomo del cóndor, regó el Gran Semí, por las naciones románticas del
continente y por las islas dolorosas del mar, la semilla de la América nueva!

Anexo #2: Glosario de algunos términos utilizados por Martí


en Nuestra América
Autóctono: Relativo al país.
Arcontes de Grecia: Magistrados a los que se confirió el gobierno de ciudades en la antigua
Grecia.
Bibliógenos: Neologismo por "nacidos o hijos de los libros"
Canijo: Flaco.
Cirial: Círio, vela grande de cera.
Congreso de Iturbide: Iturbide, Agustín de (1783-1824) Emperador de México, nacido en la
actual Morelia.
Dantzig: Ciudad alemana.
El gran Semí: (o grande Espíritu) figuración mítica del Padre Amalivoca, propia de los indios
tamanacos, quien para crear a los hombres y a las mujeres, regó por toda la tierra las semillas
de la palma moriche.
Estandarte de la virgen: Se refiere a la virgen de Guadalupe, cuya imagen fue tomada por el
cura Hidalgo como bandera de su ejército en la guerra de liberación mexicana.
Hamilton, Alexander (1757-1804): Estadista norteamericano nacido en Nevis, uno de los
principales colaboradores de Washington.
Juan de Castellanos: Escritor vinculado a Diego Velásquez, compuso
"Elegías de varones ilustres de Indias" (1589).   Habla de la valentía de los españoles.
La bandera mística del juicio final: Referencia a un pasaje de la Biblia: Isaías (18,3) en
que se dice "todos los moradores del mundo y habitantes de la tierra cuando se levante la
bandera en los montes, mirad..."
Manos de petimetre: Cuidadas excesivamente, delicadas, enjoyadas.
Melena zorrillesca: Alusión al romanticismo retórico de José Zorrilla (1817-1893)
Prado: Se refiere al paseo del Prado, en Madrid.  Ir a farolear, hacer ostentación vanidosa o
jactanciosa.
Rivadavia, Bernardino (1780 - 1845): Político y prócer argentino, primer presidente de su
país.
Sieyés, Enmauel - Joseph (1748-1836): Político francés famoso como teórico  de  la
Revolución  Francesa,  fundador  del  Club  de  los Jacobinos.
Tortoni, de sorbetes: Tortoni, famoso restaurante parisién.  Sorbete, en México: sombrero
de seda, de copa alta.
Vincha: Perú y Bolivia: Pañuelo o cinta que se ponen los indios en la frente.

Anexo #3: Biografía de José Julián Martí Pérez


José Martí, 1853-1895
"Martir de la independencia de su patria, Martí fue a la vez americanista insigne, pensador
fecundo, poeta precursor del modernismo y, en general, una de las figuras más puras de
América."
Cintio Vitier.
Nació en la Habana, de padre valenciano, militar de modestos recursos económicos, y de madre
canaria. En 1865 ingresó en la escuela municipal que dirigía el poeta y publicista Rafael María
de Mendive, quien, consciente de las notables actitudes mentales del muchacho, se hizo cargo
personalmente de su educación. Desde edad temprana mostró Martí si inquietud cívica y su
simpatía por las ideas revolucionarias que hervían entre los cubanos. El Grito de Yara lanzado
por Carlos Manuel de Céspedes en 1868, que diera inicio a la Guerra de los Diez Años, y el
encarcelamiento y, luego, la deportación del maestro Mendive, sólo lograron cristalizar
la actitud de rebeldía de Martí contra la dominación española.
Ya en 1869 publica una hoja impresa separatista, El Diablo Cojuelo, y el primer y único número
de una revista, La Patria Libre, en la que inserta su poema "Abdala". En su periódico
manuscrito El Siboney, de ese mismo año, inserta su soneto patriótico "10 de Octubre". A los 17
años se le procesa por la redacción de una carta en la que expresa conceptos revolucionarios y
se le condena a seis años de presidio. En las canteras de la Habana sufre trabajos forzados
hasta que, en 1871, con la salud quebrantada, se le concede un indulto y se le deporta a España.
Allí publica el mismo año su primer trabajo de importancia, El Presidio Político en Cuba, en
que pinta descarnadamente los horrores del mismo y en que ya se pone de manifiesto
el idealismo y el vigoroso estilo del autor.
En Madrid se dedica a serios estudios y comienza a cursar la carrera de derecho en la
Universidad Central. En 1874, tras largas privaciones, obtiene su doctorado en leyes y
en filosofía y letras de la Universidad de Zaragoza. De sus años en España brotan el respeto y el
amor por la España de siempre, en contraposición a su antagonismo hacia la política y los
errores coloniales de la metrópoli, que jamás habría de abandonar Martí. Su trabajo La
República Española ante la Revolución Cubana (1873) es obra de crítica seria con que más que
nada apela a la inteligencia y al espíritu justiciero de los españoles para que reconocieran su
errores en cuanto a Cuba.
Entre 1874 y 1877 viaja Martí por Europa y América. En México reside durante casi dos años,
haciendo labor de periodismo y de enseñanza. Allí se casa con una cubana, Carmen Sayas
Bazán y, en 1878, regresa a Cuba a raíz del Pacto del Zanjón, el cual pone término a la Guerra
de los Diez Años; pero parte al destierro de nuevo ante las sospechas que infunden a la
autoridades sus actividades revolucionarias. Deportado a Santander, pasa a París, y en 1880
llega a Nuevo York. Allí, con excepción de breves estancias en Venezuela, donde funda la
Revista Venezolana, y de varios viajes breves de otros países de América, fija su residencia y se
dedica de lleno a actividades políticas y literarias. Colabora, en inglés, como crítico de arte en
diarios neoyorkinos; los mejores periódicos de América se disputan sus labores de
corresponsal; y los gobiernos del Uruguay, de la Argentina y del Paraguay lo nombran su
cónsul en Nueva York. Mientras tanto, mantiene su incansable correspondencia privada con
intelectuales y personalidades del mundo entero y se activa cada vez más en la organización de
un nuevo proceso revolucionario en Cuba.
En 1884 se entrevista con Antonio Maceo y Máximo Gómez, y en 1892 sienta las bases del
partido revolucionario cubano y funda la revista Patria, órgano del separatismo. Desde este
momento se convierte en el principal dirigente de la lucha por la emancipación de su patria.
Orador magnífico, logra limar asperezas y aunar voluntades, inspirar esperanzas en la colonia
cubana del exilio y allegar fondos. En Costa Rica se entrevista de nuevo con varios de los
principales jefes revolucionarios cubanos y en Santo Domingo llega a un acuerdo con el
generalísimo Máximo Gómez a fin de dar comienzo al proceso de liberación a fines de 1894. Un
grave contratiempo, el embargo de los buques expedicionarios por las autoridades
norteamericanas, amenaza con destruir todo lo planeado; sin embargo, en enero de 1895, Martí
autoriza el levantamiento en la Isla y, a pesar de que lo aconsejable era su permanencia en los
E.U.A., insiste en partir para Cuba a tomar parte en el conflicto. Se encuentra en Santo
Domingo con el generalísimo Gómez, y después de lanzar el Manifiesto de Montecristi, donde
se exponen los propósitos de la revolución, parte para Cuba; el 11 de abril desembarca en
Playitas con Gómez y un pequeño contingente, y el 19 de mayo, en un sorpresivo encuentro con
tropas enemigas, cae el prócer cubano herido de muerte.
Aunque héroe máximo de los cubanos, las proyecciones del pensamiento de Martí, universales
en su amplitud de criterio y su variedad de miras, lo colocan con Bolívar y San Martín a la
cabeza de las figuras de América que han tenido legitima repercusión hemisférica. En su
trabajo Nuestra América (1891), dejó un admirable programa de americanismo.
 

  arturo uslar pietri existe america latina


Páginas: 3 (618 palabras) Publicado: 22 de noviembre de 2014
Esta obra literaria quizás nos afecte del mismo modo, en el
sentido de crearte dudas que no tenías pero que a través de la
lectura del mismo consigues las respuestas. Preguntas tales
como ¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿Somos únicos?
¿Por qué los latinoamericanos siempre nos hemos visto como
inferiores delante del mundo? Y pues no sé si sea la única, pero
nunca antes me había hecho esas interrogantes, sin embargo, me
había dado cuenta de esa última, la de que delante de el mundo
siempre hemos sido esos inferiores, esos subdesarrollados, esos
indígenas, etc. pero nunca me había preguntado el ¿Por qué? y
como ya dije, este ensayo me hizo preguntármelo, y de alguna u
otra forma me lo respondió y además me hizo dar cuenta de que
los que se refieren así a nosotros, están más que equivocados.
Como si fuese un adolescente, el latinoamericano se encuentra
siempre en la interrogante
De quién es, cuál es su lugar en el mundo. Nos encontramos en
una especie de encrucijada
Y todo debido a un proceso más grande que la palabra que nos
han enseñado desde
Siempre: mestizaje. No sólo somos la mezcla de tres culturas,
somos más que eso, somos lo
Que podemos llamar una pausa en la historia, es decir, un evento
de tal grado que es como
Si se hubiese detenido el tiempo para cambiar todo lo que le
rodeaba, transformarlo,
Reformarlo, modificando tendencias, doctrinas, la aparición de
una nueva búsqueda. Lo
Que los conquistadores llamaron Nuevo Mundo, se convirtió
precisamente en eso, un lugar
Distinto a todo lo que se había visto, no sólo por sus paisajes, las
personas también eran
Diferentes a lo que se conocía, no era el europeo tradicional, ni el
africano, ni el indio, era
Una nueva “raza”. Sin embargo, este término no está del todo
acertado, así como algunos lo
Han dicho “… Si, pues, somos antiguos geológicamente y
también en lo que respecta a la
Tradición, ¿cómo podremos seguir aceptando esta ficción
inventada por nuestros padres
Europeos, de la novedad de un.
 

 EL MESTIZAJE Y EL NUEVO MUNDO (Arturo Uslar Pietri)


 
Desde el siglo XVIII, por lo menos, la preocupación dominante en la mente de los
hispanoamericanos ha sido la de la propia identidad. Todos los que han dirigido su
mirada, con alguna detención, al panorama de esos pueblos han coincidido, en
alguna forma, en señalar ese rasgo. Se ha llegado a hablar de una angustia
ontológica del criollo, buscándose a sí mismo sin tregua, entre contradictorias
herencias y disímiles parentescos, a ratos sintiéndose desterrado en su propia
tierra, a ratos actuando como conquistador de ella, con una fluida noción de que
todo es posible y nada está dado de manera definitiva y probada.

Sucesiva y hasta simultáneamente muchos hombres representativos de la


América de lengua castellana y portuguesa creyeron ingenuamente, o
pretendieron, ser lo que obviamente no eran ni podían ser. Hubo la hora de
creerse hidalgos de Castilla, como hubo más tarde la de imaginarse europeos en
exilio en lucha desigual contra la barbarie nativa. Hubo quienes trataron con todas
las fuerzas de su alma de parecer franceses, ingleses, alemanes y americanos del
norte. Hubo más tarde quienes se creyeron indígenas y se dieron a reivindicar la
plenitud de una civilización aborigen irrevocablemente interrumpida por la
Conquista, y no faltaron tampoco, en ciertas regiones, quienes se sintieron
posesos de un alma negra y trataron de resucitar un pasado africano.

Culturalmente no eran europeos, ni mucho menos podían ser indios o africanos.

América fue un hecho de extraordinaria novedad. Para advertirlo, basta leer el


incrédulo asombro de los antiguos cronistas ante la desproporcionada magnitud
del escenario geográfico. Frente a aquel inmenso rebaño de cordilleras nevadas,
ante los enormes ríos que les parecieron mares de agua dulce, ante las ilimitadas
llanuras que hacían horizonte como el océano, en las impenetrables densidades
selváticas en las que cabían todos los reinos de la cristiandad, se sintieron en
presencia de otro mundo para el que no tenían parangón. La plaza de Tenochtitlán
era mayor que la de Salamanca, descubrían frutas y alimentos desconocidos, —
64→ hallaban un cerro entero de plata en Potosí, un jardín de oro en el Cuzco, y
podían fácilmente creer que oían quejarse a las sirenas en las aguas del Orinoco,
o que topaban con el reino de las Amazonas, o que estaban a punto de llegar a la
ciudad toda de oro del rey Dorado.

La sola presencia avasalladora de ese medio natural fue bastante para cambiar
las vidas y las actitudes de los hombres, pero hubo algo mucho más importante
como fue la presencia y el contacto con los indígenas americanos. Se toparon con
millones de hombres desconocidos, diseminados a todo lo largo del continente,
que habían alcanzado los más diversos grados de civilización, desde la muy alta
de mayas, mexicanos e incas, hasta las elementales de agricultores, cazadores y
recolectores de las Antillas y de la costa atlántica.

En cierto modo, la historia de las civilizaciones es la historia de los encuentros. Si


algún pueblo hubiera podido permanecer indefinidamente aislado y encerrado en
su tierra original, hubiera quedado en una suerte de prehistoria congelada. Fueron
los grandes encuentros de pueblos diferentes por los más variados motivos los
que han ocasionado los cambios, los avances creadores, los difíciles
acomodamientos, las nuevas combinaciones, de los cuales ha surgido el proceso
histórico de todas las civilizaciones.

Las zonas críticas de los encuentros han sido precisamente los grandes centros
creadores e irradiadores de civilización. Grandes zonas de encrucijada y de
encuentro conflictivo fueron la Mesopotamia, todo el Mediterráneo oriental, Creta y
Grecia. El inmediato resultado creador de esos encuentros fue el mestizaje
cultural. Convivieron en pugna, resistencia y sumisión, y mezclaron las creencias,
las lenguas, las visiones y las técnicas. El mestizaje penetró hasta el Olimpo.

Mientras más se penetra en los orígenes griegos, más surge la rica y todavía en
gran parte inextricable variedad de estirpes, invasiones, migraciones, mezclas y
aportes de muchas gentes venidas por las rutas guerreras de la masa continental
y por las rutas piratas del Egeo. Guerra y piratería, conquista y comercio,
navegaciones y colonizaciones fueron como los distintos hilos que tejieron el
increíble tapiz de eso que más tarde hemos llamado el milagro griego. Ningún
griego del tiempo de Pericles y menos aún del de Alejandro hubiera podido
sentirse de pura casta y de no adulterada herencia cultural.

Este caso se repite a lo largo de la historia en todos los grandes centros creadores
de civilización, no estrecha y mezquinamente como una mera consecuencia de la
mezcla de sangres, sino como un poderoso fenómeno paralelo y distinto, lleno de
vitalidad nueva y de posibilidad creadora. Gentes que podían no tener en sus
venas mezclada la sangre de los pueblos del encuentro, pero que llevaban en su
espíritu la creadora confluencia de vertientes contrarias. Abraham fue sin duda un
mestizo cultural, como lo fue también Moisés.

Roma es una de las más evidentes muestras de la originalidad creadora del


mestizaje cultural. Todas las culturas del mundo conocido trajeron su aporte a
ella. La historia del Occidente cristiano es la del más extraordinario y aluvional
experimento de mestizaje cultural. Las lenguas modernas son el archivo viviente y
el mejor testimonio de esa caótica mezcla. Occidente se afirmó y creó su
originalidad histórica sobre la empresa contradictoria de sus grandes mestizadores
de culturas y creencias. Habría que mirar a esa luz la obra de los grandes
mestizos creadores de la civilización occidental.
Cómo podemos entender a Carlo Magno de otra manera que como a uno de los
más grandes mestizos culturales de la historia. Eso que algunos han querido
llamar el «renacimiento carolingio» y que tiene su personificación en el gran
caudillo que personificó el desesperado ensayo de injerto en la vida germánica de
la romanidad cristiana no es otra cosa que la combinación, muchas veces violenta
y a ratos sometida, de dos mundos culturales que muy poco tenían en común.
Nada es más simbólico que mirar al caudillo bárbaro, con su lengua no reducida a
letra, con su cohorte de jefes primitivos, coronarse emperador romano entre los
latines del papa y las fórmulas palatinas del difunto imperio.

Grandes creadores de mestizaje cultural fueron Federico II Hohenstaufen, Alfonso


X de Castilla, los arquitectos del románico, los escultores del gótico, Dante,
Cervantes, Shakespeare.

La historia de España ofrece acaso la más completa y convincente muestra del


poder creador del mestizaje. Indígenas ibéricos, cartagineses, romanos, godos,
cristianos, francos, moros, judíos contribuyeron a crear la extraordinaria
personalidad de su alma compleja y poderosa. Toledo es una de las ciudades más
mestizas de Occidente y acaso sólo en ella pudo darse el fascinante caso de
mestizaje cultural del Greco.

Palabras como mudéjar, mozárabe, muladí, romance, ladino, no son otra cosa que
testimonios irrecusables de un vasto, largo y complicado proceso de mestizaje que
tuvo por escenario y personajes la Península Ibérica y sus gentes.

Por un absurdo y antihistórico concepto de pureza, los hispanoamericanos han


tendido a mirar como una marca de inferioridad la condición de su mestizaje. Han
llegado a creer que no hay otro mestizaje que el de la sangre y se han inhibido en
buena parte para mirar y comprender lo más valioso y original de su propia
condición.

Se miró al mestizaje como un indeseable rasgo de inferioridad. Se estaba bajo la


influencia de las ideas de superioridad racial, que empezaron a aparecer en
Europa desde el siglo XVIII y se afirmaron en el XIX con Gobineau, que dieron
nacimiento a toda aquella banal literatura sobre la supremacía de los anglosajones
y sobre la misión providencial y el fardo histórico del hombre blanco encargado de
civilizar, dirigir y encaminar a sus inferiores hermanos de color. Se creó una
especie de complejo de inferioridad y de pudor biológico ante el hecho del
mestizaje sanguíneo. Se quería ocultar la huella de la sangre mezclada o hacerla
olvidar ante los europeos, olvidándonos de que Europa era el fruto de las más
increíbles mezcolanzas y de que el mestizaje de sangre podía ser un efecto, pero
estaba lejos de ser la única causa ni la única forma del mestizaje cultural. Lo
verdaderamente importante y significativo fue el encuentro de hombres de
distintas culturas en el sorprendente escenario de la América. Ese y no otro es el
hecho definidor del Nuevo Mundo.
Es claro que en el hacer de América hubo mestizaje sanguíneo, amplio y continuo.
Se mezclaron los españoles y portugueses con los indios y los negros. Esto tiene
su innegable importancia desde el punto de vista antropológico y muy favorables
aspectos desde el punto de vista político, pero el gran proceso creador del
mestizaje americano no estuvo ni puede estar limitado al mero mestizaje
sanguíneo. El mestizaje sanguíneo pudo ayudar a ello, en determinados tiempos y
regiones, pero sería cerrar los ojos a lo más fecundo y característico de la realidad
histórica y cultural, hablar del mestizaje americano como de un fenómeno racial
limitado a ciertos países, clases sociales o épocas.

En el encuentro de españoles e indígenas hubo propósitos manifiestos que


quedaron frustrados o adulterados por la historia. Los indígenas, en particular los
de más alto grado de civilización, trataron de preservar y defender su existencia y
su mundo. Su propósito obvio no era otro que expeler al invasor y mantener
inalterado el sistema social y la cultura que les eran propios y levantar un muro
alto y aislante contra la invasión europea. Si este propósito hubiera podido
prosperar, contra toda la realidad del momento, América se hubiera convertido en
una suerte de inmenso Tíbet. Por su parte, los españoles traían la decisión de
convertir al indio en un cristiano de Castilla, en un labrador del Viejo Mundo,
absorbido e incorporado totalmente en lengua, creencia, costumbres y mentalidad,
para convertir a América en una descomunal Nueva España. Tampoco lo lograron.
La crónica de la población recoge los fallidos esfuerzos, los desesperanzados
fracasos de esa tentativa imposible.

Los testimonios que recogieron fray Bernardino de Sahagún y otros narradores


entre los indígenas mexicanos revelan la magnitud del encuentro desde el punto
de vista del indio. Desde aquellos desconocidos «cerros o torres» que les parecían
las embarcaciones españolas, hasta aquellos «ciervos que traen en sus lomos a
los hombres. Con sus cotas de algodón, con sus escudos de cuero, con sus
lanzas de hierro». Hay el encuentro extraordinariamente simbólico de la pequeña
hueste de Cortés, armada, compacta y resuelta, con los emplumados y
ceremoniales magos y hechiceros de Moctezuma, enviados para que sus
exorcismos los embrujaran, detuvieran y desviaran. O aquellas palabras que el
jefe mexicano le dirige al capitán castellano: «Tú has venido entre nubes, entre
nieblas. Como que esto era lo que nos habían dejado dicho los reyes, los que
rigieron, los que gobernaron tu ciudad: Que habrías de instalarte en tu asiento, en
tu sitial, que habrías de venir acá».

Lo que vino a realizarse en América no fue ni la permanencia del mundo indígena,


ni la prolongación de Europa. Lo que ocurrió fue otra cosa y por eso fue Nuevo
Mundo desde el comienzo. El mestizaje comenzó de inmediato por la lengua, por
la cocina, por las costumbres. Entraron las nuevas palabras, los nuevos alimentos,
los nuevos usos. Podría ser ejemplo de esa viva confluencia creadora aquella
casa del capitán Garcilaso de la Vega en el Cuzco recién conquistado. En un ala
de la edificación estaba el capitán con sus compañeros, con sus frailes y sus
escribanos, metido en el viejo y agrietado pellejo de lo hispánico, y en la otra,
opuesta, estaba la Ñusta Isabel, con sus parientes incaicos, comentando en
quechua el perdido esplendor de los viejos tiempos. El niño que iba a ser el Inca
Garcilaso iba y venía de una a otra ala como la devanadera que tejía la tela del
nuevo destino.

Los Comentarios reales son el conmovedor esfuerzo de toma de conciencia del


hombre nuevo en la nueva situación de América. Pugnan por acomodarse en su
espíritu las contrarias lealtades impuestas desde afuera. Quiere ser un cristiano
viejo de Castilla, pero también al mismo tiempo, no quiere dejar morir el esplendor
del pasado incaico. Un libro semejante no lo podía escribir ni un castellano puro, ni
un indio puro. La Araucana es una visión castellana del indio como algunos textos
mexicanos, que ha recogido Garibay, son una visión únicamente indígena de la
presencia del conquistador. En el Inca Garcilaso, por el contrario, lo que hay es la
confluencia y el encuentro.

En aquellas villas de Indias, en las que dos viejas y ajenas formas de vida se
ponían en difícil y oscuro contacto para crear un nuevo hecho, nada queda intacto
y todo sufre diversos grados de alteración. A veces la Iglesia católica se alza sobre
el templo indígena, las técnicas y el tempo del trabajo artesanal y agrícola se
alteran. Entran a los telares otras manos y otros trasuntos de patrones. El habla se
divierte del tiempo y la ocasión de España y se arremansa en una más lenta
evolución que incorpora voces y nombres que los indios habían puesto a las cosas
de su tierra. El «vosotros» no llega a sustituir al «vuestras mercedes». Nombres
de pájaros, de frutas, de fieras, de lugares entran en el torrente de la lengua. Los
pintores, los albañiles, los escultores y talladores introducen elementos espurios y
maneras no usuales en la factura de sus obras. Todo el llamado «barroco de
Indias» no es sino el reflejo de ese mestizaje cultural que se hace por flujo
aluvional y por lento acomodamiento en tres largos siglos.

Se combinaron reminiscencias y rasgos del gótico, del románico y del plateresco,


dentro de la gran capacidad de absorción del barroco. El historiador de arte Pal
Kelemen (Baroque and Rococo in Latin América) ha podido afirmar:

El arte colonial de la América Hispana está lejos de ser un mero trasplante de


formas españolas en un nuevo mundo; se formó de la unión de dos civilizaciones
que en muchos aspectos eran antitéticas. Factores no europeos entraron en
juego. Quedaron incorporadas las preferencias del indio, su característico sentido
de la forma y el color, el peso de su herencia propia, que sirvieron para modular y
matizar el estilo importado. Además, el escenario físico diferente contribuyó a una
nueva expresión.

Se podría hacer el largo y ejemplar itinerario de los monumentos plásticos del


mestizaje: desde la iglesia de San Vicente del Cuzco hasta el Santuario de
Ocotlán en México, pasando por las viejas casas de Buenos Aires, por las capillas
de Ouro Preto, por las espadañas de las iglesias de aldea en Chillán, en Arequipa,
en Popayán, en Coro o en Antigua. Tampoco eran iguales a las de Europa las
gentes que iban a orar en esos templos. Venían de hablar y tratar con indios y con
negros, en sus creencias, en sus palabras y en sus cantos había elementos
anteriores a la Conquista y otros traídos de África. Todo un mundo de superstición
terrígena convivía con el escueto catecismo de los misioneros.

Fuera de lo más externo de la devoción y de la enseñanza, todo era distinto y


nuevo. Las consejas españolas se habían mezclado con las tradiciones indígenas.
La lengua, que había llegado a ser tan escueta y eficaz en Lazarillo tiende en
América a ser juego de adorno y gracia. Se la oye resonar y cambiar de colores
como un gran juguete. Se la recarga y pule como una joya de parada.

Las letras mismas sufren cambios de estilo, de objeto y de género. Aunque pasan
novelistas, y algunos tan grandes como Mateo Alemán, no pasa la novela a la
nueva tierra. Tampoco pasa en su esplendor la comedia del Siglo de Oro. Hay
como una regresión a viejos estados de alma y a modos que ya habían sido
olvidados. Resucitan la crónica y la corografía, la poesía narrativa toma el lugar
del lirismo italianizante, de la comedia se regresa al auto de fe y al ministerio
medieval. De la tendencia a lo más simple y directo de la literatura castellana, se
pasa al gusto por lo más elaborado y artístico, del realismo popular en letras y
artes a la estilización, al arcaísmo y al preciosismo. Hay como una intemporalidad
provocada por el fenómeno del mestizaje.

Quienes observan la historia cultural de la América Hispana notan de inmediato


ese rasgo de coexistencia simultánea de herencias y de influencias que la
distingue de la sucesión lineal de épocas y escuelas que caracteriza al mundo
occidental desde el fin de la Edad Media. Es un crecer por accesión y por
incorporación aluvional que le da ese carácter de impureza que hace tan difícil
clasificar con membretes de la preceptiva europea monumentos, autores y épocas
de la creación cultural latinoamericana. José Moreno Villa (Lo mexicano) lo ha
observado al estudiar el arte colonial mexicano y ha dicho textualmente: «Las
artes o modos artísticos son aquí de aluvión, es decir, que no obedecen a un
proceso interno evolutivo como en Europa.»

La verdad es que es un proceso de formación que corresponde a un tiempo


biológico distinto del que alcanzó Europa después del Renacimiento, cuando su
gran época de mestizaje creador comenzaba a cerrarse. Unificada la herencia
cultural europea comenzó un tiempo de dominante evolución lineal interna,
mientras que en América se abría un nuevo tiempo caótico de mestizaje.

Esa conciencia de individualidad distinta, creada por las circunstancias distintas y


por las herencias contradictorias, la advierten pronto las grandes personalidades
del pensamiento.

Los europeos del tiempo de Buffon, de De Pauw y de Raynal llegaron a pensar


que la América pertenecía a otra edad del planeta y que en ella el clima no sólo
creaba seres y condiciones de vida diferentes, sino que provocaba un cambio
profundo en las características de la especie humana, tal como la habían conocido
los europeos. Se habló de la precocidad y de la prematura senectud de los
americanos.

La gente americana rechazó estas simplezas llenas del candor seudocientífico de


la Ilustración, pero en cambio, nunca dejó de sentir sus profundas y constantes
diferencias con los europeos.

Simón Bolívar había concebido la Independencia de la América Hispana como la


consecuencia del hecho de existir una personalidad histórica diferente con un
destino distinto al de Europa. En su extraordinario Discurso al Congreso de
Angostura, en 1819, hace lo que podemos llamar la proclamación solemne de los
derechos históricos del mestizaje americano. Dice: «...no somos europeos, no
somos indios, sino una especie media entre los aborígenes y los españoles.
Americanos por nacimiento y europeos por derechos, nos hallamos en el conflicto
de disputar a los naturales los títulos de posesión y de mantenernos en el país que
nos vio nacer, contra la oposición de los invasores; así nuestro caso es el más
extraordinario y complicado». Cuatro años antes, en Jamaica, ya había formulado
el mismo pensamiento: «Nosotros somos un pequeño género humano; poseemos
un mundo aparte, cercado por dilatados mares, nuevo en casi todas las artes y
ciencias aunque, en cierto modo, viejo en los usos de la sociedad civil».

Ese «pequeño género humano» era la única base para la pretensión a un destino
histórico para la América Latina. Un hombre tan culto, tan europeo, tan universal
como Andrés Bello piensa que ha llegado la hora de que su América exprese su
propia personalidad, en una lengua común pero no subordinada, con temas
propios y con una visión de comienzos de nuevo tiempo. Piensa en una
oportunidad romana y virgiliana para el Nuevo Mundo. Reemprender la aventura
del hombre con una nueva voz y un nuevo aliento. Ha terminado el imperio
español, pero no tiene por qué comenzar un tiempo oscuro de incomunicación y
decadencia. Es el tiempo para que se manifieste la nueva personalidad de
América de «Occidente hija postrera».

Tan avasalladora es la vocación de mestizaje y el fondo histórico del fenómeno


cultural que se pone de manifiesto, aun en aquellos casos en que los hombres de
pensamiento pretenden reaccionar intelectualmente contra la tradición y la
herencia del pasado e instaurar un nuevo rumbo. Nadie más abierta y
desesperadamente que Sarmiento pretendió europeizar, sajonizar o desnaturalizar
el hecho americano, sin embargo en nadie es más visible que en él el aluvión de
contrarias influencias de la historia y las lecturas, del pasado y el presente.
Facundo es un libro maravillosamente impuro que no podía escribir sino el gran
mestizo cultural de su tiempo que era don Domingo Faustino. El culto por la
democracia sajona, por el racionalismo, por la civilización decimonónica europea
va junto con la admiración por el payador, por el rastreador, por el gaucho que
parecía el enemigo de la civilización y la encarnación de la barbarie y hasta por el
caudillo Quiroga, que recibe de sus manos el más fascinante retrato. Esas eran las
que las gentes simples llamaban y todavía llaman las contradicciones de
Sarmiento y que no eran sino el reflejo, en aquella grande y abierta sensibilidad
creadora, del mestizaje vivo americano. Lo que él miraba en Facundo, en el
Chacho, en las gentes que lo rodeaban en Mendoza y en Cuyo, en el gauchaje, no
era ni podía ser barbarie, sino el estancado y mezclado resto de la civilización que
los españoles de los siglos XVII y XVIII intentaron implantar en América. Ese
rezago ya era impuro y mezclado. También la condición de su ideal de civilización
era inalcanzable: convertir en ciudadanos de la Nueva Inglaterra o en discípulos
de Guizot a los hijos de un proceso histórico diferente, en marcha y peculiar.
Sarmiento no era, ni podía ser, acaso inconscientemente, sino un gran
continuador de la fundamental empresa del mestizaje americano. Lo que se
proponía era abrir la entrada a nuevos afluentes y nuevos aportes para enriquecer
y universalizar más el caldo de creación del Nuevo Mundo.

Acaso en ningún otro aspecto sea más visible esa vocación americana de
combinación, mestizaje e impureza que en el gran momento creador del
modernismo latinoamericano. Los hombres que dieron el paso inicial para romper
con el pasado y la tradición literaria: Darío, Silva, Gutiérrez Nájera, Casal, Herrera
y Reissig, Lugones, etcétera, pretendían romper amarras con lo hispanoamericano
para incorporarse en cuerpo y alma a una cierta zona y hora de la literatura de
Europa. Habían recibido noticias de los decadentistas, parnasianos y simbolistas
franceses. Habían leído o adivinado, en las breves ediciones amarillas del Mercure
de France, a Verlaine, a Moreas, a Régnier, a Kahn y a una falsa Francia de falso
siglo XVIII con marqueses, princesas y abates. Todo el decorado, todas las
innovaciones métricas, vinieron en ellos a yuxtaponerse sobre su impuro
romanticismo americanizado, sobre sus reliquias y atisbos de la vieja poesía
castellana, para dar como resultado uno de los más heterogéneos, ricos y
contrastados movimientos que han conocido nuestras letras. Confundidos por los
temas exóticos, por las novedades estróficas y métricas muchos llegaron a dudar
de si estos grandes poetas representaban a la América. La representaban sin
duda y, precisamente, por el innegable y poderoso carácter de mestizaje creador
que es lo esencial del movimiento modernista. Eso también explica por qué esa
tendencia surge y florece en la América Hispana y no en España. Tamaño ensayo
de mestizaje literario y cultural no podía ser hecho en aquella hora sino por
quienes en su condición, en su psicología, en su situación histórica estaban
abiertos y preparados para la impureza creadora del mestizaje.

Llegaron a creer, en ciertos momentos, que se habían escapado de su mundo


americano para convertirse en hijos de París. Era lo que no sin cierto rubor Darío
llamaba su «galicismo mental», y sin embargo lo que estaban demostrando de
modo plenario era su genuina e irrenunciable capacidad de asimilación aluvional
de hijos y continuadores del gran destino de mestizaje de la América Hispana.
Podría tomarse el modernismo como uno de los momentos culminantes de la
vocación de mestizaje del Nuevo Mundo y de su extraordinaria posibilidad de
creación.

El modernismo no es un episodio aislado, su voluntad de mezcla y de


incorporación aluvional sigue activa en el desarrollo ulterior de la literatura de la
América Hispana. Las grandes novelas americanas de la tercera década del siglo
expresan esa impureza receptiva en su poderosa combinación de realismo,
costumbrismo, simbología, forma épica y trasfondo mágico. ¿A qué época o a qué
escuela europea podrían asimilarse Gallegos, Güiraldes, Rivera, Azuela? La
poesía de Gabriela Mistral es una trémula confluencia de tiempos y modos. El aire
barroco que mueve las frases de Asturias y Carpentier está mezclado con
elementos románticos, con sabiduría surrealista y con la atracción por la magia de
los pueblos primitivos. Un libro como Los pasos perdidos o como El señor
Presidente refleja, en el más mestizo lenguaje creador, el mestizaje original y
profundo del Nuevo Mundo. Jorge Luis Borges es el más refinado manipulador de
la vocación y de los elementos del mestizaje cultural. La torrencial voracidad
transformadora y caótica de Pablo Neruda tiene sus raíces y su razón en el
poderoso fenómeno del mestizaje americano.

No sólo hay una vocación de superponer influencias y escuelas sino que, además,
hay una deformadora capacidad de asimilar y desnaturalizar las influencias, que
no es otra cosa que la avasallante consecuencia cultural del hecho americano.

Esa vocación no podría limitarse a lo social, a lo artístico y a lo literario, sino que


se manifiesta también en el mundo de las ideas. El aluvión y la hibridización
ideológica dominan casi toda la época nacional de los países de la América
Hispana. Sobre las instituciones, más vividas y sentidas que escritas, de las Leyes
de Indias y de las Partidas vinieron a injertarse las creaciones políticas y las
novedades ideológicas del racionalismo francés. Roto irremediablemente el orden
colonial se quiso implantar sobre sus restos esparcidos y resistentes un orden
ideal copiado de Francia, Inglaterra o Estados Unidos. Como tentativa de ruptura y
de contradicción era apenas más aventurada que la de los conquistadores de
implantar sobre las sociedades indígenas, sobre sus lenguas, sus creencias, sus
usos, sus milenarias condiciones, las formas, las normas y los contenidos de la
monarquía cristiana de Castilla. Se invocaba el derecho divino para justificar la
República, se apoyaba la Independencia en la venida del apóstol Santo Tomás en
figura de Quetzalcóatl, se invocaba a Manco Capac para darle una base
emocional a los nuevos estados republicanos y democráticos, las ideas de Saint-
Simon —72→ se mezclaron con las de Rousseau, el escotismo con el positivismo.
Si se intentara, de modo sistemático, hacer la historia de las ideas en la América
Hispana, desde la Independencia hasta la Primera Guerra Mundial, se descubriría
el más barroco, contradictorio y mezclado panorama. La llamada crisis institucional
del mundo americano, tan vieja como su independencia y tan ardua y compleja
como la propia condición de su ser colectivo, no es sino la manifestación histórica
de esa formación aluvional continua. La América Hispana busca sus instituciones,
adopta la república representativa y ve surgir el caudillismo autóctono, en una
angustiosa búsqueda de su propia identidad, entre los mirajes contradictorios y
oscuros del pasado y las solicitaciones de su nostalgia europea.

La gran época creadora del mestizaje en Europa ha terminado desde hace mucho
tiempo. Los mitos de la superioridad racial, del pasado histórico, de la pureza de la
herencia nacional actuaron como frenos y diques empobrecedores. Tal vez el
romanticismo es la última tentativa mayor por volver a descubrir la veta del
mestizaje cultural. En las artes plásticas, acaso los cubistas, con su importación de
la escultura negra, intentaron la aventura de sacar el arte de Occidente del camino
de abstracción y de pureza al que fatalmente iba a caer.

En cambio, la América Hispana es tal vez la única gran zona abierta en el mundo
actual al proceso del mestizaje cultural creador. En lugar de mirar esa
característica extraordinaria como una marca de atraso o de inferioridad, hay que
considerarla como la más afortunada y favorable circunstancia para que se afirme
y extienda la vocación de Nuevo Mundo que ha estado asociada desde el inicio al
destino americano.

Es sobre la base de ese mestizaje fecundo y poderoso donde puede afirmarse la


personalidad de la América Hispana, su originalidad y su tarea creadora. Con todo
lo que le llega del pasado y del presente, puede la América Hispana definir un
nuevo tiempo, un nuevo rumbo y un nuevo lenguaje para la expresión del hombre,
sin forzar ni adulterar lo más constante y valioso de su ser colectivo que es su
aptitud para el mestizaje viviente y creador.

Está ella ahora abierta y lista para recibir y transformar en una gran tentativa de
unidad y síntesis el presente vivo de sus múltiples herencias y para realizar, en la
víspera del siglo XXI, una hazaña de renovación y renacimiento cultural similar al
que en su tiempo hizo Roma o hizo Occidente.

Su vocación y su oportunidad es la de realizar la nueva etapa de mestizaje cultural


que va a ser la de su hora en la historia de la cultura. Todo lo que se aparte de eso
será desviar a la América Latina de su vía natural y negarle su destino manifiesto,
que no es otro que el de realizar en plenitud la promesa de los Garcilaso, de los
Bolívar, de los Darío, de los constructores de catedrales, para la obra de un Nuevo
Mundo.

LA OTRA AMÉRICA (Arturo Uslar Pietri)


 -VOLVER
Esto que muchos llaman la América Latina es, de modo muy significativo, el
mundo al que se le ha arrebatado el nombre. Siempre ha habido una metáfora o un
equívoco, o una razonable inconformidad sobre su nombre. Nuevo Mundo, Indias,
América fueron otras tantas denominaciones del azar y hasta de ignorancia.
Cuando en su mapa Martín Waldseemüller puso en 1507 el auspicioso nombre, lo
colocó sobre el borde de la masa continental del sur. La parte del hemisferio norte
no vino a llamarse América sino tardíamente.

Desde que en 1776 las antiguas colonias inglesas del norte se proclamaron
independientes y a falta de designación propia optaron por la elemental definición
política de Estados Unidos de América, que definía someramente su forma de
gobierno y su situación geográfica, se planteó el problema del nombre para el sur.
Cuando se hizo visible y poderosa la expansión y la fuerza del nuevo país, el
nombre de americano vino a serle atribuido de un modo creciente. Para franceses e
ingleses del siglo XVIII, Benjamín Franklin era el americano y en cambio un
hombre como Francisco de Miranda, que podía encarnar con mejores títulos la
realidad del nuevo mundo, era un criollo, un habitante de la Tierra Firme, o un
exótico indiano.

El hecho de que el nombre no corresponda exactamente a la cosa no es lo


importante. Ningún nombre corresponde exactamente a la cosa que designa.
Arbitrarias y caprichosas en su origen fueron igualmente designaciones como Asia,
África o Europa para no hablar de Italia o aun de España. El problema ha sido la
falta de una identidad suficiente y segura.

Larga, difícil, no concluyente y cuatricentenaria es la busca de identidad de los


hijos de la otra América, de ésa que se designa todavía por tantos nombres
objetables y casi provisionales como Hispanoamérica, América Latina, Ibero-
América y hasta Indo-América. La presencia de ese cambiante complemento revela
la necesidad de una no bien determinada diferencia específica con el género
próximo.

Poco importaría el nombre viejo o nuevo, ingenioso o llano, si detrás de su


planteamiento no se revelara una no resuelta cuestión de definición y de situación.

Ha tenido mucho que ver en todo esto la peculiar actitud del latinoamericano con el
lugar y la hora. Ha sido la suya, desde el inicio, una situación para ser cambiada.
Más que en ningún otro ámbito histórico se ha pensado allí en términos de
porvenir y lejanía. Más que el hoy ha importado el mañana, más que lo visible lo
invisible y más que lo cercano lo lejano. La búsqueda de El Dorado es una instancia
ejemplar y extrema de esa mentalidad. Poco importaba la ranchería escueta y
escasa de riqueza en que se hallaban, ante la idea de que estaban en el camino de El
Dorado. Siempre se encontraban frente a una inmensidad por conquistar, ante la
cual lo conocido y poseído resultaba desmesuradamente pequeño. Había un más
allá en el espacio y el tiempo donde todo sería bueno y abundante.

Desde la llegada de los conquistadores se miró más el futuro que el presente.


Venían a hacer «entradas», a conocer tierras nuevas, a buscar tesoros, a fundar
para el mañana, con un proyecto en la imaginación.

Influyó en esto el hecho de ser América el primer gran encuentro del hombre
moderno con un espacio geográfico totalmente desconocido y en gran parte vacío.
Más importante que lo que había era lo que se podía hacer. El hecho mismo de
llamarlo Nuevo Mundo revela esa concepción visionaria. No venían a sojuzgar
ciudades y países sino a fundar lo que no existía y sin tomar mucho en cuenta lo
que existía. Se crearon reinos, gobernaciones y provincias como un arquitecto traza
en el papel el edificio por construir. Más que el presente importaba lo que podía ser
hecho para el futuro. Se iba a hacer una Nueva España, una Nueva Castilla, una
Nueva Toledo, a fundar la Orden de los Caballeros de la Espuela Dorada, o simple y
llanamente, la Utopía de Tomás Moro.

La América Latina fue concebida como un proyecto. Todo lo que dicen los
documentos oficiales más antiguos se refiere a lo que se puede hacer aquí. Esto va
desde las Cartas de Colón hasta los discursos de Bolívar, desde la visión futurista y
asombrada del jesuita Acosta en el siglo XVI hasta la descripción de las
posibilidades del porvenir de que está llena la obra profética de Humboldt al final
del período colonial.

La independencia misma tiene más que ver con un proyecto de futuro que con una
realidad de presente. Es esa su mayor característica. Hay que crear para el mañana
la más perfecta república que la humanidad haya conocido. No importan las
limitaciones y los obstáculos del presente. Cuando en 1811 el Congreso venezolano
dicta la primera Constitución hispanoamericana no parece tomar en consideración
la situación real del país ni sus instituciones vigentes, ni su organización social o su
economía, sino que se lanza, exento y libre de toda atadura con la realidad
circundante, a invocar un orden político que requería la transformación de toda la
realidad existente para poder funcionar. 

Se iban al más remoto pasado o se lanzaban al más utópico futuro. Todo menos al
presente. Por lo demás, el pasado remoto, actualizado o resucitado, de una leyenda
dorada ha sido una forma tradicional del pensamiento revolucionario. La
revolución, en el fondo es una nostalgia, una tentativa de volver a la olvidada y
perdida Edad de Oro.

En los papeles de los creadores de la revolución hispanoamericana surge ese


desdén por lo inmediato. En el archivo de Miranda abundan los testimonios de esta
actitud mental. Miranda observa y estudia el funcionamiento de las más avanzadas
instituciones políticas de la Europa de su tiempo, desde el ejército y los hospitales,
hasta los jardines y el Parlamento, para transportarlos en su oportunidad al Nuevo
Mundo, pero a la hora de darle un nombre al jefe de ese inmenso Estado nuevo que
se iba a extender desde México hasta la Argentina, no encuentra ninguno mejor
que el del Inca. Un Inca iba a presidir la vasta república mirandina, estructurada
sobre las más modernas formas políticas ensayadas por Inglaterra y por la
Revolución Francesa.

El primero que se percata del riesgo de esta posición es Bolívar, que en el


Manifiesto de Cartagena y sobre todo, en 1819, en el Discurso de Angostura, señala
el reiterado error de no tomar en cuenta la realidad social creada por la historia. No
tuvo buen éxito este llamado al orden. El continuo batallar del siglo XIX está
expresado en proclamas utópicas que muy poco tienen que ver con la realidad
circundante. Se buscaba una perfección política abstracta y se la quería para
mañana.

Todo esto que no ha dejado de ser visto caricaturescamente, tiene una innegable
grandeza trágica. Tantos años de lucha y de enfrentamiento destructivo en las
naciones hispanoamericanas pudieron ser vistos con orgulloso desdén por los
Estados Unidos de la época y por las grandes potencias europeas, como una
muestra de inferioridad o de incapacidad para la vida civilizada. También vinieron
los positivistas con su diagnóstico pesimista a señalar las invencibles fatalidades de
clima, raza y momento que nos condenaban a la barbarie o a la impotencia para la
vida civilizada. Pero un pueblo que por tanto tiempo y con tanta pasión se da a
luchar en busca de promesas de justicia, de libertad y de igualdad, revela una fibra
moral extraordinaria. Hubiera sido ciertamente más útil y productivo resignarse a
lo posible, trabajar dentro de lo dado y renunciar a buscar las formas superiores de
la dignidad humana, pero se escogió tenaz y mayoritariamente el riesgoso y difícil
camino de lo absoluto.
Se ha hablado a este respecto del «nominalismo» hispanoamericano. Creer que el
nombre es la cosa, que proclamar la república es la república, que decretar la
igualdad es la igualdad. Algo de ello hay, pero no es todo. Si hubiera sido todo, los
pueblos habrían permanecido quietos o hipnotizados junto a los renovados altares
sobre los cuales se habían puesto los nuevos ídolos de los grandes principios
liberales. No fue así; cada vez que la promesa o la esperanza no se transformó en
realidad tangible, se reencendió la lucha. Lo que provocó las largas guerras que —
112→ en el siglo pasado desgarraron a casi todo el mundo hispanoamericano y que
tiene sus puntos culminantes en vastos conflictos colectivos como la guerra de las
Reformas en México, la cruzada contra Rosas en la Argentina o la Guerra Federal
en Venezuela, no era sólo la proclamación de un dogma político sino una sed de
justicia que en las formas más variadas y a veces ingenuas alcanzaba a todas las
capas sociales.

No merece tanto desdén y burlona conmiseración un mundo que ha sido capaz de


luchar tanto y por tan largo tiempo por los más altos ideales humanos.

Sin embargo, desde los días de la reina Victoria y de la Tercera República francesa,
ha habido una América digna de admiración por su riqueza, sus virtudes y su
creciente poderío, que era la constituida por los Estados Unidos y acaso por el
Canadá, y la otra América, tierra caliente, pintoresca y primitiva, buena a lo sumo
para colonizar y explotar. Tierra de loros, vicuñas, indios emplumados, gauchos y
caudillos ignaros. También de algunos exóticos productos coloniales: cacao, café,
ron, melaza, tabaco y pieles, y de extraños e impuros poetas.

No era fácil, no lo ha sido nunca, identificar a la América Latina, que presenta


tantas y tan contradictorias faces, por dentro y por fuera. Lo que parece su
contradicción no es sino una forma de su mezcolanza no conciliada. Está llena de la
pugna de las reliquias y de las novedades. Medio siglo después de que Humboldt
oía con asombro discutir de las mayores novedades políticas mundiales en el viejo
camino empedrado de La Guaira a Caracas, Sarmiento describía la detenida vida
del siglo XVII en Mendoza. Y cuando Bolívar llega al Cuzco en 1825 debió de tener
la sensación de mirar abierto un profundo corte transversal al través de la historia.
Juntos, superpuestos y escasamente mezclados estaban allí gentes, hábitos y
piedras de la vida incaica junto a las iglesias castellanas, a los frailes de misión y
doctrina, a los doctores en «Utraque» y a un ejército que traía, junto con su gruesa
pólvora, ideas de Rousseau y Montesquieu. Pudo tener al mismo tiempo en una
mano el pendón de Pizarro y en la otra un proyecto de Constitución democrática.
Lo saludaban con las viejas palabras ceremoniales del Inca o del Virrey y él hablaba
de ciudadanos y república.

Hubo una edad española que se quedó detenida y retrasada en tierra americana. Lo
dice la lengua que evolucionó más lentamente, lo dice el arcaísmo no sólo de voces,
sino de usos que pervivió en la vida de los criollos de clase alta. La llegada de los
Borbones al trono de España se sintió en América tardía y superficialmente. En lo
esencial sobrevivieron el mundo y los valores de la casa de Austria.
Aquel cristiano viejo de Castilla, que era el heredero de una larga historia del
encuentro de cristianos, moros y judíos en la península y que llegaba, como lo ha
señalado Américo Castro, lleno de inquebrantable casticismo, no sólo vino a
hallarse en un medio geográfico y social distinto, sino en presencia de otras razas
con otras culturas. No es mucho lo que todavía sabemos del vasto y profundo
proceso de mestizaje —113→ cultural que tan dramática, dolorosa y ricamente
ocurre en las nuevas tierras. Desde la disposición de la ciudad hasta la arquitectura
del templo, desde el lenguaje hasta la condición del trabajo, desde el culto hasta la
cocina, desde las formas de cultivar hasta las relaciones de familia y de sociedad, la
presencia del indio y del negro se hace sentir con los más variados aportes. Lo que
pasa en la América Hispana en esos tres siglos no se parece a nada de lo que ha
ocurrido en otros continentes en los encuentros entre europeos y nativos. No pasó
en la América del Norte, ni ocurrió tampoco en África o en Asia en los espacios de
dominación inglesa o francesa.

No hay el equivalente de un Inca Garcilaso en la América anglosajona. No se creó


un barroco africano o asiático como legado del encuentro con los europeos. No
surgieron nuevas formas sociales o artísticas, sino que se superpuso lo europeo a lo
indígena, la zona de contacto fue estrecha e inerte, la iglesia presbiteriana junto al
templo indostano, o la minoría europea aislada de la mayoría autóctona. No se
pudo dar un Sarmiento africano ni un Caspicara o un Aleijadinho angloamericanos.
No podían darse porque el hecho fundamental del que esos hombres y esas
creaciones surgieron, que fue el mestizaje cultural y racial, no se dio en ninguna
forma significativa y poderosa ni en el norte de América ni en África ni en Asia.
Culturalmente hubo, avant la lettre, un apartheid.

Si los Estados Unidos pudieron apropiarse para sí, frente al mundo, el nombre de
América, relegando y obligando a las otras tres cuartas partes del continente a
buscarse un apellido u otro nombre, no ha sido por una hábil jugada o por una
afortunada promoción publicitaria.

Ha sido fundamentalmente el efecto del inmenso desnivel de desarrollo y poderío


entre ellos y el resto de América. Ha tenido inmensas consecuencias de toda índole
en la redondez de la Tierra el hecho espectacular de que en menos de dos siglos las
trece colonias marginales de Inglaterra en la costa americana del Atlántico Norte se
convirtieran en la más grande potencia económica, tecnológica y militar del
planeta.

Con sorprendente rapidez y eficacia lograron tomar posesión útil de la inmensa


masa continental que iba de océano a océano y establecer un sistema económico y
un sistema de simples y efectivas libertades públicas.

Muchas han sido las causas y las explicaciones que se han dado para tan grande
diferencia de crecimiento en las que entran desde el clima y la calidad de la tierra,
hasta la ética protestante y la libertad económica.
Es la reaparición en territorio americano, en forma tajante y dramática, de la
división de destino y mentalidad que la reforma protestante ocasionó en Europa,
entre el Norte que creó el capitalismo, el racionalismo y el régimen parlamentario y
el sur que se mantuvo fiel a la herencia medieval del absolutismo, de la economía
señorial y servil, y del predominio del dogma religioso.

El rumbo de la otra América no lo decidió ella sino que en gran parte fue la
consecuencia de decisiones que coincidieron casi con su nacimiento. Por los
resultados de la jornada de Villalar, tan remota en el tiempo y en el espacio, no tuvo
gobierno representativo; por la dieta de Worms y por la política de la Casa de
Austria en el siglo XVII no participó en el nacimiento del capitalismo industrial, en
el desarrollo de la investigación científica y en la formulación del pensamiento
racionalista.

En gran parte las dificultades de su historia han derivado de la necesidad de nadar


contra la corriente, frente a la gravitación de esos hechos decisivos que le fueron
legados, en busca de una posibilidad desesperada de incorporarse a otra historia y a
otro tiempo.

La antinomia entre el alma heredada y la necesidad vital de estar al día con el


mundo del progreso, explica muchas de sus contradicciones. Mientras Carlos II
montaba un anacrónico Auto de Fe en la Plaza Mayor de Madrid para celebrar sus
bodas con el pasado, se escribía en La Haya el Discurso del método, se fundaban la
Royal Society y el Banco de Inglaterra en Londres y se formulaba la física de
Newton.

Desde entonces la brecha no ha disminuido y es de ese angustioso tamaño el salto


contra el tiempo que los pueblos de herencia hispánica tienen que intentar. O el
tiempo cambia o cambiamos nosotros.

Intentar dar ese salto por sobre la mentalidad heredada ha sido el fermento de la
inquietud revolucionaria del mundo hispanoamericano, por lo menos desde el siglo
XVIII. Los criollos descubrieron pronto el racionalismo, el progreso científico y el
brillo de «las luces». Al través del ejemplo de la América Inglesa, de los viajes y de
los libros que llegaban junto con el contrabando desde las islas herejes se abrió un
ansia de ponerse al día y de repudiar el pasado. Voces nuevas, ideas nuevas, nuevas
utopías para reemplazar las ya olvidadas comienzan a aparecer. Fueron
precisamente los hijos y herederos de los privilegios de la conquista los que más
activamente se lanzaron por la vía de la revolución. José Domingo Díaz, un
monárquico venezolano, contemporáneo de la independencia, pudo escribir con
asombro en su libro Recuerdos sobre la rebelión de Caracas: «Allí por la primera
vez se vio una revolución tramada y ejecutada por las personas que más tenían que
perder».

Ahora, con su nombre equívoco, con sus contradicciones no resueltas, con su ansia
de futuro y de absoluto, con su carga de irracionalidad desafiante, la otra América
ha entrado a la más inesperada y exigente edad que el planeta haya conocido.
En medio de la más grande y veloz transformación de todas las relaciones de valor
y de cambio, en un confuso panorama de nuevas y crecientes posibilidades de
utopía y de riesgo, la vieja tierra de utopía y de riesgo tiene que repensar su destino
y prepararse para un futuro que resulte conciliable con sus visiones.

Se forman nuevos y grandes centros de poder en una dimensión y con unas


consecuencias que el pasado nunca conoció. Ya no son los acorazados y los
batallones de las viejas potencias coloniales. Estamos viviendo en la bipolaridad
nuclear, en la Guerra Fría, en las nuevas formas de poder representadas por el
monopolio tecnológico y por las inabarcables empresas transnacionales. Ahora
vemos surgir la posibilidad de nuevas concentraciones de poderío. Ya no son sólo
los Estados Unidos y la Unión Soviética con sus respectivos aledaños de
predominio, sino que se mira claramente resurgir la suma de poder de una Europa
unificada, el Japón aparece como el mayor centro de poder tecnológico e industrial
de Asia y no puede descartarse la posibilidad de una alianza de naciones de cultura
anglosajona que podría comprender los Estados Unidos, el Canadá, África del Sur,
Australia y Nueva Zelanda, a la que en alguna forma tendría que pertenecer la Gran
Bretaña. Algún día encontrará formas de unidad el África Negra y el destino de
China e India se formalizará ante el Japón. En ese mundo que viene de la creciente
concentración y avance desigual del poderío tecnológico y económico, ¿qué papel
va a desempeñar la América Latina?

Para apreciar esa posibilidad habría que considerarla en conjunto como una
inmensa suma de espacio geográfico, de recursos naturales de todas clases, de
climas y bosques y aguas y de humanidad. Una de las más grandes masas
geográficas del planeta, una suma extraordinariamente homogénea de unidad
cultural, que podría constituir una de las más unificadas concentraciones humanas
del mundo por venir.

Hoy es el español el habla materna de más de doscientos millones de seres,


numéricamente es la tercera lengua del mundo después del chino y del inglés. Si
sumamos los pueblos de lengua castellana y portuguesa, cuya barrera lingüística es
muy tenue, representaría más de trescientos millones, lo que los convertiría en la
segunda comunidad lingüística del mundo actual.

Hay ciertamente la posibilidad de una gran suma potencial de poder en el mundo


hispánico. La orgánica complementación de sus recursos humanos y naturales,
facilitada por su comunidad cultural y lingüística, podría crear las bases para uno
de los centros importantes de poderío mundial en el mundo de mañana.

El mundo hispánico ha experimentado grandes momentos de toma de conciencia,


en los que ha parecido sentir algún oscuro y poderoso llamado del destino.

La formación del Nuevo Mundo fue una de esas horas. Todavía no hemos valorado
debidamente todo lo que significó la extensión cuantitativa del espacio político,
económico y cultural, ni menos aún las alteraciones cualitativas que el hecho
introdujo en los valores y en las concepciones.

Lo fue también la Guerra de la Independencia. La de la Independencia española y


la hispanoamericana, que son dos manifestaciones de un mismo fenómeno. Se
había roto el final vestigio del mito patrimonial de la Corona española, se había
detenido el flujo inerte de la tradición y los pueblos tuvieron que enfrentarse a
nuevas circunstancias. Hay todo un parentesco espiritual y una coincidencia de
sentido en la actualidad y en los propósitos coetáneos y conformes que animaron
sucesivamente a Aranda, Miranda, Jovellanos, Bolívar y Riego. Una hora de la
historia de occidente exigía respuesta adecuada y pronta del mundo hispánico. El
vasto y múltiple fenómeno que a fines del siglo XIX provoca toda una angustiada y
profunda revaluación del pasado y una búsqueda del porvenir en el pensamiento y
en las letras de lengua castellana y que representan hombres tan separados en el
espacio, pero no en el sentido y en el sentimiento, como Martí, Ganivet, Unamuno,
Darío y Rodó es otra de esas horas. Lo que en España se llama la generación del 98
y lo que en América se conoce como el movimiento modernista constituyen
reacciones espontáneas y análogas frente a una circunstancia común.

No se ha evaluado todavía todo lo que significó en participación moral y en


angustia espiritual la guerra civil española en toda Hispanoamérica. Era sentida
como un nuevo episodio trágico de la vieja herencia y de la vieja vocación común.

Estamos ahora en otro tiempo similar. Se forman grandes concentraciones de


poder mundial. El poderío científico y tecnológico, que es a la vez la base en
nuestros días del predominio económico, militar y político, con todas sus
implicaciones, se va concentrando en los países anglosajones, en la Unión Soviética
y su familia de satélites y en el Japón. ¿Qué va a hacer el mundo hispánico? Girar
pasiva y estérilmente en alguna órbita de poder ajeno o reunir sus recursos y sus
fuerzas en una suma eficaz para entrar a dialogar a parte entera en el drama de la
creación del futuro de la humanidad.

Decir como en la trágica «boutade» de Unamuno: «que inventen ellos», o ponernos


a inventar nosotros.

No es tiempo para optimismos ni tampoco para pesimismos, sino para un realismo


frío y ponderado que inventaríe recursos y defina posibilidades prácticas.

La otra América, que no es sólo otra por ser distinta a la anglosajona, sino por la
necesidad de renovar y redefinir su presente y por su voluntad de futuro y la otra
España, que ha de surgir, no tienen posibilidad mayor que la de unir y sumar
conscientemente para el futuro lo que hasta ahora no es sino tácito rezago y
herencia yacente del pasado común. El tiempo nos llama.
Arturo Uslar Pietri
La otra América, 1974

Uslar Pietri denomina "culturas fundadoras" a las tres que contribuyeron con mayor
cantidad de aportes y por más tiempo a la identidad sociocultural latinoamericana. La
indígena por ser la población encontrada en estas tierras po Colón y seguidores, la
africana por el tráfico de esclavos más resistentes para los trabajos que rápidamente se
trajo a América y mezcló con la indígena, y la española pues fue ella, y no la anglosajona,
la que llevó a cabo la mayor parte de la conquista y reculturización en centro y
latinoamerica. Por esa misma mezcla cultural, desde sus orígenes, una mezcla
enormemente conflictiva, variada, llena de tensiones internas que aún permanecen como
estratos sociales, racismo y discriminación, es que el autor afirma el pensamiento Nro.

---Para Arturo Uslar Pietri: “el hecho cultural básico de la existencia de la América Latina es la
confluencia, a partir del siglo XVI, de las tres corrientes de cultura, extrañas entre sí, que allí
convergen para iniciar un complejo proceso de interpretación, mezcla y adaptación. Tres
corrientes de distinto volumen, fuerza y extensión. La española que es la dominante y que
establece la lengua, la creencia, el tono, la dirección superior y el modelo, y luego, en grado
variable según las horas y los lugares, la india y la negra”. (1) Este mestizaje, es el producto inicial y
continuado de la mezcla de genes distintos, de las sangres diversas del blanco, del indio y del
negro, pero es sobre todo, el resultado de la continua y variada fusión de “las tres culturas
fundadoras que se han mezclado y se mezclan en todas las formas imaginables, desde el lenguaje
y la alimentación, …son los hijos de indios y blancos, tan aptos o los han graduado por blancos, o
por muy cerca de esta clase.

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