Tarea Sobre El Realismo
Tarea Sobre El Realismo
Tarea Sobre El Realismo
Mariano Azuela
(Lagos de Moreno, 1873 - México, 1952) Escritor mexicano que con su
novela Los de abajo (1915) y un conjunto amplio y diversificado de narraciones
dio forma a la llamada «Novela de la Revolución Mexicana», de la que fue el
iniciador y principal exponente junto con Martín Luis Guzmán.
Ricardo Guirales
(Buenos Aires, 1866 - París, 1927) Escritor argentino, autor de Don Segundo
Sombra (1926). Ligada a la tradición de la lírica gauchesca, Don Segundo
Sombra es una de las máximas realizaciones del peculiar realismo autóctono
que caracterizó la narrativa hispanoamericana de las primeras décadas del siglo
XX. En este sentido, su importancia es equiparable a la de las obras maestras
del mismo periodo: La vorágine (1924), de José Eustasio Rivera, y Doña
Bárbara (1929), de Rómulo Gallegos. Nacido en el seno de una adinerada
familia que en 1887 se trasladó a París, puede decirse que el joven Ricardo se
educó en francés y que el castellano fue su segunda lengua. Los Güiraldes
regresaron a Buenos Aires y alternaron su residencia en la ciudad con largos
períodos en su estancia de San Antonio de Areco. Sin duda en ese período el
futuro literato se impregnó de imágenes de la tierra y figuras de hombres de
campo, a la par que comenzó a sentir la vocación de escritor.
Sus padres fueron el abogado cuzqueño Víctor Manuel Arguedas Arellano, que
se desempeñaba como juez en diversos pueblos de la región, y Victoria
Altamirano Navarro. En 1917 su padre se casó en segundas nupcias (la madre
había muerto tres años antes), y la familia se trasladó al pueblo de Puquio y
luego a San Juan de Lucanas. Al poco tiempo el padre fue cesado como juez por
razones políticas y hubo de trabajar como abogado itinerante, dejando a su hijo
al cuidado de la madrastra y el hijo de ésta, quienes le daban tratamiento de
sirviente.
Por otro lado, en Arguedas la labor del literato y la del etnólogo no están nunca
totalmente disociadas, e incluso en sus estudios más académicos encontramos
el mismo lenguaje lírico que en sus narraciones. Y aunque no era diestro en el
manejo de las técnicas narrativas modernas, su literatura (basada
especialmente en las descripciones) supo comunicar con gran intensidad la
esencia de la cultura y el paisaje andinos.
Su primer libro reúne tres cuentos con el título de Agua (1935), que describen
aspectos de la vida en una aldea de los Andes peruanos. En estos relatos se
advierte el primer problema al que se tuvo que enfrentar en su narrativa, que
es el de encontrar un lenguaje que permitiera que sus personajes indígenas
(monolingües quechuas) se pudieran expresar en idioma español sin que sonara
falso. Ello se resolvería de manera adecuada con el empleo de un "lenguaje
inventado": sobre una base léxica fundamentalmente española, injerta el ritmo
sintáctico del quechua. En Agua los conflictos sociales y culturales del mundo
andino se observan a través de los ojos de un niño. El mundo indígena aparece
como depositario de valores de solidaridad y ternura, en oposición a la violencia
del mundo de los blancos.
Yawar fiesta (1941) plantea un problema de desposesión de tierras que sufren los
habitantes de una comunidad. Con esta obra el autor cambia algunas de las
reglas de juego de la novela indigenista, al subrayar la dignidad del nativo que
ha sabido preservar sus tradiciones a pesar del desprecio de los sectores de
poder. Este aspecto triunfal es, de por sí, inusual dentro del canon indigenista, y
da la posibilidad de entender el mundo andino como un cuerpo unitario, regido
por sus propias leyes, enfrentado al modelo occidentalizado imperante en la
costa del Perú.
En Los ríos profundos (1958), José María Arguedas propone la dimensión
autobiográfica como clave interpretativa. En esta obra se nos muestra la
formación de su protagonista, Ernesto (que recobra el nombre del niño
protagonista de algunos de los relatos de Agua), a través de una serie de
pruebas decisivas. Su encuentro con la ciudad de Cuzco, la vida en un colegio,
su participación en la revuelta de las mujeres indígenas por la sal y el
descubrimiento angustioso del sexo son algunas de las etapas a través de las
cuales Ernesto define su visión del mundo. El mundo de los indios asume cada
vez más connotaciones míticas, erigiéndose como un antídoto contra la
brutalidad que tienen las relaciones humanas entre los blancos.
Carlos Fuentes
(Ciudad de Panamá, 1928 - México, 2012) Narrador y ensayista mexicano, uno
de los escritores más importantes de la historia literaria de su país. Figura
fundamental del llamado boom de la novela hispanoamericana de los años 60,
el núcleo más importante de su narrativa se situó del lado más experimentalista
de los autores del grupo y recogió los recursos vanguardistas inaugurados por
James Joyce y William Faulkner (pluralidad de puntos de vista, fragmentación
cronológica, elipsis, monólogo interior), apoyándose a la vez en un estilo audaz
y novedoso que exhibe tanto su perfecto dominio de la más refinada prosa
literaria como su profundo conocimiento de los variadísimos registros del habla
común.
Biografía
Hijo de un diplomático de carrera, tuvo una infancia cosmopolita y estuvo
inmerso en un ambiente de intensa actividad intelectual. Licenciado en leyes por
la Universidad Nacional Autónoma de México, se doctoró en el Instituto de
Estudios Internacionales de Ginebra, Suiza. Su vida estuvo marcada por
constantes viajes y estancias en el extranjero, sin perder nunca la base y
plataforma cultural mexicanas. En la década de los sesenta participó en diversas
publicaciones literarias. Junto con Emmanuel Carballo fundó la Revista Mexicana de
Literatura, foro abierto de expresión para los jóvenes creadores.
A lo largo de su vida ejerció la docencia como profesor de literatura en diversas
universidades mexicanas y extranjeras, y se desempeñó también como
diplomático. Impartió conferencias, colaboró en numerosas publicaciones y,
junto a la narrativa, cultivó también el ensayo, el teatro y el guión
cinematográfico. Algunos de sus ensayos de tema literario fueron recopilados en
libros, como La nueva novela hispanoamericana (1969) o el dedicado a Miguel de
Cervantes, Cervantes o la crítica de la lectura (1976).
A los veintiséis años se dio a conocer como escritor con el volumen de
cuentos Los días enmascarados (1954), que fue bien recibido por la crítica y el
público. Se advertía ya en ese texto el germen de sus preocupaciones: la
exploración del pasado prehispánico y de los sutiles límites entre realidad y
ficción, así como la descripción del ambiente ameno y relajado de una joven
generación confrontada con un sistema de valores sociales y morales en
decadencia.
Carlos Fuentes
Su éxito se inició con dos novelas temáticamente complementarias que
trazaban el crítico balance de cincuenta años de "revolución" mexicana: La región
más transparente (1958), cuyo emplazamiento urbano supuso un cambio de
orientación dentro de una novela que, como la mexicana de los cincuenta, era
eminentemente realista y rural; y La muerte de Artemio Cruz (1962), brillante
prospección de la vida de un antiguo revolucionario y ahora poderoso
prohombre en su agonía. Ambas obras manejan una panoplia de técnicas de
corte experimental (simultaneísmo, fragmentación, monólogo interior) como
vehículo para captar y reflejar una visión compleja del mundo.
La región más transparente (1958)
Las promesas de originalidad y vigor que ya se vislumbraban en Los días
enmascarados se cumplieron plenamente con La región más transparente (1958), un
dinámico fresco sobre el México de la época que integra en un flujo de voces los
pensamientos, anhelos y vicios de diversas capas sociales. La primera novela de
Fuentes supuso una ruptura con la narrativa mexicana, estancada en un
discurso costumbrista y en la crónica revolucionaria testimonial desde una
óptica oficialista. Con esta extensa obra acreditó el autor su vasta cultura, su
sentido crítico y su pericia y audacia como prosista, rasgos que muy pronto lo
convertirían en uno de los escritores latinoamericanos con más proyección
internacional.
Al modo de John Dos Passos en Manhattan Transfer respecto a Nueva York, o de Alfred
Döblin en Berlin Alexanderplatz con la capital alemana, La región más transparente es el
gran mosaico de Ciudad de México, el retrato a la vez atomizado y gigantesco
de todas sus clases sociales a través del aproximadamente centenar de
personajes que constituyen su "protagonista colectivo", siendo el verdadero
protagonista la propia ciudad; así lo delata su mismo título, que procede de una
frase con la que Alexander von Humboldt describió el valle de México.
La disección y crítica de la masa social del país (en la medida en que la ciudad
incluye al campo al absorber las migraciones de campesinos depauperados) es
la propuesta programática de la obra, y abarca desde los desheredados hasta
los nuevos burgueses "que no saben qué cosa hacer con su dinero",
desprovistos de cualquier inquietud cultural y sin otra clase que se les oponga.
El dominio que muestra Fuentes de los distintos registros lingüísticos de cada
clase social proporciona verismo a su retrato y convierte la novela en una
magistral obra polifónica.
Carlos Fuentes
Pero el relato, en el que destacan un amor juvenil de Artemio que coincide con
los días entusiastas de la revolución, su posterior matrimonio por interés y sin
amor en tiempos de la institucionalización y un amor clandestino de la madurez
con el que intenta rehabilitarse espiritualmente, perdería gran parte de su
autoridad de no ser por la forma con que Fuentes ha sabido arroparlo.
Carlos Fuentes en una imagen de 1995
El último de todos ellos, que se remonta a 1889, cuando Artemio vino al mundo,
no es fruto de su pensamiento ni forma parte de la película de su vida que
presencia mientras agoniza, sino obra del autor. Una última tríada, a la cual
correspondería el fatídico número trece, queda truncada de repente por la
muerte de Artemio tras la sola intervención del "yo" y el "tú". Así termina sus
días el viejo caudillo mexicano; su historia simboliza la historia colectiva de su
país, en cuyo intento de transformación revolucionaria participó, al que luego
(como hicieron muchos otros) inevitablemente traicionó, y al que también
corresponde buena parte de responsabilidad en sus destinos.
Obra posterior
Las novelas reseñadas otorgaron a Carlos Fuentes un puesto central en el
llamado boom de la literatura hispanoamericana. Dentro de aquel fenómeno
editorial de los años 60 que, desde España, daría a conocer al mundo la
inmensa talla de los nuevos (y a veces anteriores) narradores del continente,
Carlos Fuentes fue reconocido como autor de la misma relevancia que el
colombiano Gabriel García Márquez, los argentinos Jorge Luis Borges, Ernesto
Sábato y Julio Cortázar, el peruano Mario Vargas Llosa o los uruguayos Juan Carlos
Onetti y Mario Benedetti.
Entre las dos novelas mencionadas, sin embargo, se sitúa una obra de andadura
realista y tradicional: Las buenas conciencias (1959), que cuenta la historia de una
familia burguesa de Guanajuato. Esas obras iniciales cimentaron un ciclo
denominado por el autor "La edad del tiempo", obra en constante progreso a la
que se fueron sumando diversos volúmenes. Espíritu versátil y brillante,
Fuentes tendió a abordar en obras ambiciosas y extensas (a veces incluso
monumentales) una temática de hondo calado histórico y cultural; la novela es
concebida entonces con máxima amplitud, como un sistema permeable capaz
de integrar elementos en apariencia dispersos pero dotados de poder evocativo
o reconstructor.
Son de destacar, en este sentido, Cambio de piel (1967), con las abundantes
divagaciones a que se abandonan cuatro personajes ante el espectáculo de una
pirámide de Cholula. Zona sagrada (1967) retrata la difícil relación entre una diva
del cine nacional y su hijo. Terra Nostra (1975), novela muy extensa que muchos
consideraron inabordable, es probablemente su obra más ambiciosa y compleja;
en ella llevó al límite la exploración de los orígenes del ser nacional y de la
huella española (el ejercicio del poder absoluto por parte de Felipe II) en las
colonias de América.
En Cristóbal Nonato (1987), inspirada en Tristram Shandy de Laurence Sterne, narró el
Apocalipsis nacional empleando la voz de un niño que se está gestando; este
sorprendente monólogo de un personaje no nacido se sitúa en 1992 (año del
quinto centenario del descubrimiento de América) y constituye una celebración
paródica en un México corrupto y destrozado.
A esta selección se agrega la novela corta Aura (1962), historia mágica,
fantasmal y extraña en la mejor tradición de la literatura fantástica. Diverso
carácter posee La cabeza de la hidra (1978), que, bajo la modalidad de una novela
de espionaje, trata sobre la corrupción de la vida política mexicana; la "hidra"
del título es el petróleo mexicano, una riqueza natural que no genera
prosperidad, sino dinero, corrupción y esclavitud. Al igual que Gringo
viejo (1985), novela sobre la estancia y desaparición del periodista
norteamericano Ambrose Bierce en el México revolucionario, fue llevada al cine.
Su experimentalismo narrativo fue menguando con el curso de los años, como
se hizo perceptible en Diana o la cazadora solitaria (1994), breve novela que
recontaba su tormentosa relación con la actriz Jean Seberg. A pesar de ello
agregó a su obra títulos interesantes como Constancia y otras novelas para
vírgenes (1990), El naranjo o los círculos del tiempo (1993) y La frontera de cristal (1995),
conjunto de historias centradas en la línea divisoria que separa a México de
Estados Unidos.
Posteriormente publicó Los años con Laura Díaz (1999), Instinto de Inez (2001), La silla
del águila (2003), Todas las familias felices (2006), La voluntad y la fortuna (2008) y Adán
en Edén (2009). Ensayista, editorialista de prestigiosos periódicos y crítico
literario, escribió también obras de teatro, como El tuerto es rey (1970) y Orquídeas
a la luz de la luna (1982). Una inteligencia atenta al presente y sus inquietudes, el
profundo conocimiento de la psicología del mexicano y una cultura de alcance
universal hacen de su obra un punto de referencia indispensable para el
entendimiento de su país. En 1987 fue galardonado con el Premio Cervantes, en
1994 con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, y en 2008 recibió la Gran
Cruz de la Orden de Isabel la Católica.
La Muerte de Artemio Cruz
Desde ese lecho recuerda el día anterior. Un viaje en avión desde Hermosillo,
Sonora, hasta la Ciudad de México. Por su relato nos vamos enterando de que
Artemio Cruz es un hombre de negocios y esos negocios no siempre son
precisamente legales. Los va enumerando: Transportadores de pescado entre
Sonora, Sinaloa y el D.F., un periódico, inversiones en bienes raíces (México,
Puebla, Guadalajara, Monterrey, Culiacán, Hermosillo, Guaymas, Acapulco),
domos de azufre en Jáltipan, las minas de Hidalgo, concesiones madereras en
la Tarahumara, la participación en la cadena de hoteles, la fábrica de tubos, el
comercio de pescado, las financieras de financieras, la red de operaciones
bursátiles, las representaciones legales de compañías norteamericanas, la
administración del empréstito ferrocarrilero, los puestos de consejero en
instituciones fiduciarias, las acciones en empresas extranjeras -colorantes,
acero, detergentes- y quince millones de dólares depositados en bancos de
Zurich, Londres y Nueva York.
Luego enumera los pasos que integraron esa riqueza: Préstamos a corto plazo
y alto interés a los campesinos del estado de Puebla, adquisición de terrenos
cerca de Puebla previniendo su crecimiento gracias a la intervención del
presidente en turno, adquisición de terrenos para fraccionamientos en la
Ciudad de México, adquisición del diario metropolitano, compra de acciones
mineras y creación de empresas mixtas mexicano-norteamericanas donde
fungirá como hombre de paja para hacer cumplir la ley, hombre de confianza
de inversionistas norteamericanos, intermediario entre Chicago, Nueva York y
el gobierno de México. Manejo en la bolsa de valores para inflarlos,
deprimirlos, comprar o vender a su antojo y utilidad, jauja y consolidación
definitiva con el presidente Alemán, adquisición de terrenos ejidales
arrebatados a los campesinos en las provincias del interior, nuevos
fraccionamientos y concesiones en la explotación madereraJunto a Artemio
Cruz en su lecho de muerte se encuentran Catalina y Teresa, su esposa y su
hija. De los escritores del Boom latinoamericano y en general de todos los escritores mi favorito
siempre fue Cortázar y su novela Rayuela. Sin embargo, después de leer La Muerte de Artemio
Cruz, Carlos Fuentes ocupa un lugar privilegiado en mis anaqueles y una de las cosas que permite
la literatura, al contrario de la vida, es enamorarse las veces que suceda y tener los amantes que
una requiera.
La muerte de Artemio Cruz no solo es una fotografía panorámica del México de la época, también nos
permite conocer la revolución de cerca, como se conoce todo lo que luego duele. Además estar en esa
cama que huele a orines, estar desahuciado igual que el protagonista y ver lo que hay antes que la
muerte, que asusta más que la muerte misma.
La historia inicia en 1960 cuando Artemio Cruz está esperando la muerte sin otro recurso de protesta
que el del recuerdo. Cruz, estuvo en la revolución de México, fue un héroe en completa soledad, y será
un villano a la vista de todos. Será un padre sin hijos, un esposo viudo sin que Catalina, su
compañera, sea enterrada nunca. Un hombre pasional nunca tuvo amor.
Quizá, durante sus breves meses de amor, nunca vio la belleza de los ojos con tanta emoción, ni pudo
compararlos, como ahora, con sus gemelos brillantes: joyas negras, hondo mar, quieto bajo el sol,
fondo de arena mecida en el tiempo, cerezas oscuras del árbol de carne y entrañas calientes. Nunca le
dijo eso.
No hubo tiempo. Así el narrador de la novela describirá el amor de Artemio y Regina, que vivirá donde
habitan los amores imposibles: en el recuerdo.
El narrador se desdobla en tres: en el yo, en el tú y en él. El yo que habla del presente y de la agonía;
el tú que es el futuro, la conciencia, un poco la mano que señala; y él, que cuenta los momentos más
importantes. Utilizando el flashback se cuentan doce días decisivos en la vida de Artemio Cruz.
El lenguaje en que está contada la historia es original. Todo el tiempo evoca, la memoria, la nostalgia,
el recuerdo, como una forma de no dejar morir lo que valió o no valió la pena, como una forma de no
morirse. Fuentes aborda la memoria como el deseo satisfecho y la nostalgia como embellecimiento del
pasado. El libro subvierte el orden y se puede leer de forma normal o de atrás para adelante y
encontrase con una historia distinta. Leer a Fuentes es tocar el lenguaje.