La Vida Detras de La Linea de Pobreza Paternain LA DIARIA

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La vida detrás de la línea de

pobreza

14 de diciembre de 2019 | Escribe: Rafael Paternain en Posturas | Foto: Ilustración: Ramiro


Alonso

Al mismo tiempo que se cierra el ciclo de gobiernos progresistas en Uruguay, aparece una
investigación sociológica que describe las peripecias de las clases populares de distintos barrios
de Montevideo. Mediante la coordinación de dos equipos de trabajo de la Universidad de la
República y la Sorbona, Detrás de la línea de la pobreza, de Verónica Filardo y Denis Merklen,
narra las condiciones de vida en contextos de alta vulnerabilidad y explora lo que el Estado hace
para responder a la cuestión social. Una mirada profunda sobre las relaciones sociales de algunos
segmentos de las clases populares se combina con un diagnóstico institucional de una parte del
Estado social que libra a diario sus batallas en el territorio.

Hay una conclusión que mueve los hilos de todo el libro: a pesar de los grandes avances
registrados en materia de desarrollo social durante los últimos 15 años en Uruguay, un número
importante de personas todavía vive en condiciones inaceptables, y aunque las políticas sociales
han llegado a ellas, no han podido sustentar trayectorias de salida de la pobreza. Esta conclusión
de trazo grueso no debería soslayar que los dispositivos estatales de ayuda han sido esenciales
para sostener la vida diaria de miles de familias. Frágiles, pero necesarios. Insuficientes para
transcender una situación arraigada, pero imprescindibles como soportes básicos.
El estudio muestra cómo una parte del Estado social se moviliza, se aproxima para brindar ayuda
y se focaliza en individuos y familias que requieren una intervención urgente. Bajo el principio
estratégico de la “proximidad”, los operadores de los distintos programas del Ministerio de
Desarrollo Social encarnan al Estado en el territorio y les ponen el cuerpo a las situaciones más
difíciles. Casi siempre carentes de herramientas para responder en plenitud a las necesidades del
otro, los operadores penetran en el espacio de la intimidad de las personas vulnerables y
funcionan como bisagras entre dos mundos, el mundo de la precariedad y el mundo institucional.

Relatos, reflexiones y muchas situaciones de tensión pueblan las páginas de este libro. Todo
adquiere una resonancia inequívocamente vivencial. Detrás de la línea de la pobreza es una
investigación que sistematiza testimonios para comprender la importancia capital de los soportes
que otorgan las políticas sociales. Pero la perspectiva del libro va más allá al advertir que el
complejo entramado de lógicas institucionales a veces genera resultados no deseados. También
reconoce que, a pesar de los grandes esfuerzos del Estado, hay asuntos decisivos que no han
podido ser desplegados como se requiere. Por ejemplo, las políticas de vivienda son el
componente del Estado social que reviste mayor debilidad. Por su parte, el trabajo estable y
protegido está lejos de la realidad de muchos barrios pobres, y los esfuerzos, muchas veces
inconexos, han tendido a reforzar la lógica del barrio sin garantizar la expansión de las fuentes
principales de la integración social (trabajo estable y servicios públicos robustos).

La investigación da cuenta de una serie de tensiones. Al tiempo que las políticas sociales mejoran
los lazos y los vínculos entre los participantes (esto puede observarse con claridad en el Plan
Juntos), muchas veces los perturba y los inestabiliza. También la proximidad puede ser tanto
cercanía como opacidad, articulación certera como intervención arbitraria. A pesar de los
esfuerzos institucionales de coordinación e innovación, para la perspectiva de los beneficiarios
los operadores no son más que personas concretas, portadoras o no de soluciones a sus
problemas. De la misma forma, las políticas sociales intervienen en barrios en los que abunda el
trabajo precario y en grupos sociales estructurados por relaciones de solidaridad localizadas. Los
operadores de las políticas sociales lo saben, aunque casi siempre tienen que funcionar como si
no lo supieran.
Pero más allá de descripciones y exploraciones –algunas de ellas de singular agudeza–, este libro
se destaca por su punto de vista. Los autores impugnan las visiones predominantes de la pobreza
como un conjunto de personas en una determinada situación o en un lugar indeseable del cual
hay que ayudar a salir. En estas visiones, la pobreza aparece inmersa en un mundo sin relaciones
sociales o políticas. Al contrario, el enfoque de la investigación adhiere expresamente a la noción
de clases sociales: en efecto, detrás de la línea de pobreza lo que se halla es un segmento de las
clases populares inserto en un espacio complejo de relaciones sociales.

La vida de los sectores más precarios de esas clases populares están atadas a formas de
solidaridad en el territorio. El barrio es un espacio social denso, compuesto de intercambios,
sentimientos y códigos que regulan la lucha por la supervivencia. En esos barrios lo que hay es
trabajo precario, y sobre esa base se imponen las lógicas inmediatistas para obtener recursos. Las
personas instaladas en la precariedad no saben de qué está hecho el mañana, no pueden
proyectarse mínimamente, ni trascender el horizonte en el cual están inscriptas. No lo pueden
hacer no por falta de visión, de ambición o por defectos de su voluntad, sino porque las
condiciones de su mundo social no se los permite.

El mundo de la vida de la precariedad está marcado por las fronteras borrosas entre lo legal y lo
ilegal, y sobre esas zonas de “distancia institucional” con la ley (y con los discursos de los
“derechos”) discurren las peripecias de hombres y mujeres cuya energía sólo está puesta en
sobrevivir. Hombres y mujeres que tienen que esperar sin mucha esperanza, y mientras lo hacen
se desplazan de aquí para allá para apenas sostenerse. Trayectos de cuerpos que se gastan, rutinas
aplastantes que socavan todas las relaciones. Cuando los hay, trabajos agobiantes y mal
remunerados. Todos los días, el peso de los cuidados y trabajos domésticos, que afectan
dramáticamente a las mujeres.

El gran mérito de la investigación de Filardo y Merklen es su perspectiva de análisis. Recuperan


la densidad de la cuestión social en tiempos en los que predominan las lecturas de individuos sin
responsabilidad, subculturas agobiantes y racionalidades malvadas. Recorren los barrios pobres
de Montevideo observando y escuchando, aunque sin esa “ilusión empirista” que cree que la
mera cercanía con la gente y sus problemas alcanza para entender el mundo social que habitan.
Una sociología que vuelve por sus fueros y que invita a replanteos profundos luego de un tiempo
de discursos que han vacilado ante la narrativa neoliberal. Una sociología cada vez más necesaria
para afrontar los tiempos que vienen.

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