Artículo 12

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Una mirada a la cultura como modo de comprender las actitudes de los peruanos frente a la pandemia

Esteban Martinez

Una encuesta a nivel de la región de hace algunos pocos años daba cuenta el alto índice de desconfianza

interpersonal entre los peruanos. Contrariamente a los dichos liberales que sugiere que los peruanos somos

solidarios, alegres, buenos vecinos, etcétera, los estudios señalan que, en realidad, no nos fiamos del otro,

del semejante. Se podría señalar que nuestros pequeños empresarios han constituido sus negocios a partir

del capital social; sin embargo estos lazos sociales se extienden a un “nosotros” muy reducido (la familia

extensa, el paisano, etcétera) y otro tema relacionado al nivel de solidaridad en dicho tejido social mínimo.

¿Este marco cultural cómo incide en la forma de responder socialmente a la pandemia del Coronavirus?

Los datos revelan que las cifras de contagio se están dando debido a las reuniones familiares y sociales.

Estos hábitos en los peruanos que debían haber cambiado producto de las reiteradas apelaciones del

gobierno a comportarse respetando las normas sanitarias no funcionaron. ¿En qué falló la estrategia

comunicativa del gobierno? ¿Le faltó disciplinar? En otro momento, la variable autoritaria se hubiese

considerado legítima (aunque hay un inconsciente autoritario en la sociedad que no hay que soslayar). Los

hábitos (habitus) no cambian por apelaciones, pues son el conjunto de disposiciones socioculturales de la

población. Lo que ha hecho el gobierno al apelar a la buena conciencia y la buena voluntad, sin intervenir

con políticas de Estado efectivas en la sociedad, es reproducir las disposiciones individualistas y los “malos

hábitos”. Hoy, en días de incertidumbres y de vaivenes en cuanto al quehacer social, es necesaria una

lectura sintomal de la sociedad peruana no solo para comprender por qué la gente adopta determinadas

actitudes o realiza determinadas acciones sociales, sino para plantear estrategias políticas que no se queden

en un discurso abstracto sin sustento en la dimensión sociocultural del país.


Sociedades profundamente individualistas como la estadounidense han experimentado con rechazo las

intervenciones del Estado, refiriendo que coartan su supuesta libertad individual. Incluso se han puesto en

escena acciones de protesta en contra del uso de la mascarilla, que se ha convertido en emblema de la

opresión individual. En este punto, las meras apelaciones son ya intervenciones opresivas que me coartan.

En el Perú no hemos llegado a ese punto, si bien somos una sociedad individualista sostenemos una

estructura social precariamente integrada que subsiste producto de una modernización limitada que implica

ciertas vinculaciones sociales para subsistir (la informalidad); sin embargo, dichas integraciones son

mínimas, sin un sustento simbólico fuerte. Ni hablar del que no toma parte del círculo íntimo. Con la

pandemia y las medidas sanitarias que se recomiendan (distanciamiento físico) lo que viene a acontecer es

que el individualismo, los distanciamientos sociales y las desconfianzas entre peruanos se potencia y

atraviesa los precarios lazos sociales, ya que el otro viene a convertirse en un potencial agente de contagio

que puede infectarme y matarme.

¿Cómo se ha construido la sociedad individualista en el Perú? La estructuración neoliberal desde hace 30

años por una parte y, por otra, la ausencia de referentes simbólicos que integren realmente a la sociedad.

La estructuración neoliberal destruyó los lazos sociales construidos desde el campo popular, en el que la

izquierda tomó parte, pero se mostró incapaz de constituir un sujeto político. En la actualidad, lo popular-

comunitario ha quedado muy relegado y sin referentes discursivos. Las organizaciones sociales vecinales o

las rondas campesinas de autodefensa que podían haber sostenido la ausencia e incapacidad del Estado se

mantienen en una situación de subsistencia y, con la misma, han asistido socialmente a su gente; pero

dichas experiencias locales no han irradiado a otros entornos sociales y mucho menos se han convertido en

experiencias políticas (de concienciación y organización), y la izquierda, a este respecto, tampoco ha

intervenido, sino con apelaciones liberales en estas experiencias. De lo que se trata, desde la opción del

cambio social, es construir otros discursos en relación con eso popular y comunitario que subsiste, como

con los lazos sociales fragmentados y débiles para dar sustento real al tejido social que hoy se sostiene de

modo precario.

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