Evis Carballosa Mateo 8 25
Evis Carballosa Mateo 8 25
Evis Carballosa Mateo 8 25
“Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas
cubrían la barca;
pero él dormía” (8:24).
32. El estudiante de las Escrituras debe observar la repetición de la conjunción “y” (kai) en
los
versículos 25, 26, 27, 28, 29, 32, 33, 34. También debe observarse que en los versículos 27,
30, 31,
32 y 33 se usa la conjunción dé que debe traducirse “pero” o "mas”, aunque la Reina—
Valera 1960
la traduce muchas veces como “y” cuando sería preferible darle su significado lógico.
33. Vea John A. Broadus, Comentario del Evangelio según Mateo, pp. 241-242.
Hay varias cosas dignas de señalarse en este versículo. En primer lugar está el hecho
de que experimentados pescadores, acostumbrados a bregar en el mar, acudiesen a
un carpintero, pidiendo ayuda en medio del furioso “seísmo” que resultó en la gran
tormenta. Abandonaron su propia habilidad humana y sus años de experiencia y
apelaron a la ayuda de un carpintero. Sin duda, aquellos hombres estaban confundidos.
Si se juntan los relatos de los sinópticos, es evidente que varios de los discípulos
corrieron hacia el Señor para despertarlo. Se dirigieron a Él de diferentes maneras: Uno
de ellos gritó: “¡Maestro!”, otro dijo: ¡Maestro!, ¡Maestro!”, mientras que alguno lo
llamó: “Señor” (vea Mr. 4:38; Le. 8:24; Mt. 8:25). Alguien ha observado que allí hubo
dos tormentas: (1) La del lago y (2) la del corazón de los apóstoles. Aquellos hombres
se olvidaron de sus habilidades humanas y apelaron al carpintero de Nazaret porque se
percataron de que Aquel que dormía tranquilamente en el barco era más que un simple
hombre. Solo así se explica que acudiesen a Él, pidiendo ayuda.
En segundo lugar, debe notarse cómo se dirigieron a Él en el momento más crítico.
El evangelista Marcos proporciona más información al respecto: “Y él estaba en la
popa, durmiendo sobre un cabezal y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes
cuidado que perecemos?” (Mr. 4:38). El tono es indiscutiblemente de reproche. Sin
duda, Marcos refleja la actitud de Pedro. El tono en Mateo es más suave, como el de
una oración (8:25), mientras que en Lucas aparece como un grito de ayuda: “Maestro,
Maestro, que perecemos” (Le. 8:24). La fe de los discípulos en el poder del Mesías
aparece mezclada con una gran cantidad de dudas en su bondad. Aquellos hombres no
sabían que estar con El en una tormenta es mejor que estar sin El en la calma.
Finalmente, debe observarse la expresión “perecemos” (apollúmethá). Ese verbo
es el presente indicativo de apóllymi que significa “ser destruido”. El tiempo presente
describe gráficamente cuán peligrosa era la situación. El grito unánime de los
discípulos fue “sálvanos” (sósan). Este verbo está en el aoristo imperativo que sugiere
una acción inmediata y urgente. “Se habían olvidado que el Señor no les había dicho
‘vayamos al medio del lago para ahogarnos’, sino ‘pasemos al otro lado’. La obra
expiatoria de Cristo, los beneficios que hemos recibido, es la seguridad que tenemos
en Él y en esa posesión tenemos toda la confianza de su ayuda providencial en todas
las pruebas de la vida”.35
de los Socinio, Cristo es una persona profética, un héroe religioso, un genio religioso
incomparable, pero definitivamente no era Dios.40
La segunda interpretación de la persona de Cristo es la que en su día produjo Arrio.
Según aquel presbítero de Alejandría de principios del siglo IV, Cristo era un ser
creado que, aunque superior a los hombres, era de una sustancia diferente a la de Dios
y por lo tanto, no era Dios. Jesús era una creación intermedia pero no una creación de
Dios. Admitía su impecabilidad y afirmaba que se le había conferido temporalmente
las funciones de Juez, Redentor y Rey.41
La tercera interpretación es la de Atanasio, considerada como la postura ortodoxa
desde los primeros días de la historia de la iglesia hasta nuestros días. Jesucristo es
el Dios encarnado. Sus funciones de Rey, Juez y Salvador exigen que Él sea Dios,
puesto que la reconciliación del pecador con un Dios santo solo puede realizarse por
Dios mismo. Según Atanasio, Cristo es coigual, consubstancial y coeterno con el
Padre. El credo de Calcedonia (435 d.C), del cual Atanasio fue su figura prominente,
afirmó que Jesucristo es plenamente Dios y perfecta humanidad. Solo alguien que es
absolutamente Dios y hombre perfecto puede salvar al pecador.
El Cristo que calmó la tempestad en el Mar de Galilea es el mismo ayer y hoy y por
los siglos (He. 13:8). Él no solo calma las tormentas físicas sino que también calma
las espirituales. Cuando los vientos huracanados de las pruebas soplan con su furia
destructora, Él está presente para acallarlas y hacer que reine la calma más absoluta.