Clase de HAYEK

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Friedrich August von Hayek fue un filósofo, jurista y economista austriaco del siglo pasado

(XX). (Viena; 8 de mayo de 1899 - Friburgo; 23 de marzo de 1992). Premio NOBEL DE


ECONOMÍA EN 1974.

Hayek, fue un importante exponente de la Escuela Austríaca, (discípulo de Friedrich von


Wieser y de Ludwig von Mises), defensor del liberalismo y crítico del socialismo, lo cual
considera como un peligro para la libertad individual que conduce al totalitarismo. Fue uno
de los más importantes rivales de las teorías KEYNESIANAS.

El documento “INDIVIDUALISMO: EL VERDADERO Y EL FALSO”, es un ensayo


(publicado en 1949) de una exposición pronunciada en la duodécima (12) FINLAY
LECTURE en la UNIVERSIDAD DE DUBLIN en diciembre de 1945.

En este ensayo intentó mostrar las diferencias de lo qué considera como individualismo
“verdadero” con otras versiones del individualismo, presentar sus postulados esenciales,
mostrar que las sociedades necesitan regirse por principios generales y no por mandatos
específicos y que la filosofía política que puede proveer mejor esos principios es el
“individualismo”.

Al contrario que los colectivistas (positivistas, marxistas, estructuralistas, racionalistas constructivistas, etc.), el
individualista metodológico no atribuye sustancia independiente de los individuos a conceptos colectivos (como
«sociedad», «patria», «clase social», «revolución»...). El individualista metodológico no reifica los conceptos
colectivos, y esto porque sólo el individuo existe, sólo el individuo razona, sólo el individuo actúa. Aquí radica el
núcleo esencial del individualismo metodológico. Pero -advierte Hayek en este importante ensayo- es necesario
y urgente distinguir entre individualismo verdadero e individualismo falso. Mientras que el individualismo falso
(hijo de una «irracional era de la Razón») concibe todas las instituciones y todos los acontecimientos sociales,
en su génesis y en sus cambios, como resultado de proyectos intencionados, el individualismo verdadero sabe
que la mayoría de las instituciones de mayor importancia -como el lenguaje, el dinero, el derecho, el Estado- son
fruto no intencionado de acciones humanas encaminadas a otros fines. El individualista verdadero es consciente
de los límites de la razón humana; sabe que, además de falibles, también somos ignorantes y que el
conocimiento está disperso entre millones y millones de hombres; ve un nexo esencial entre ignorancia y
libertad; no identifica su individualismo ni con el anarquismo ni con el egoísmo; el individualismo verdadero es
fundamento de la vida social, de la democracia, de la familia y demás formaciones intermedias, negación de los
privilegios. Y si el individualismo falso es producto de una exagerada confianza en los productos de la razón
individual, que de una u otra forma acaba en colectivismo, «la actitud fundamental del individualismo verdadero
es una actitud de humildad ante el proceso por el que el género humano ha alcanzado cosas que no fueron
comprendidas o planificadas por ningún individuo».

Presentaré las principales ideas de este ensayo de la manera más concisa y clara posible. Son
las siguientes:
No se debe confundir individualismo con egoísmo. En realidad, la acepción más general
que Hayek da al “individualismo” es lo opuesto a “socialismo y colectivismo”, y también, por
implicación, lo opuesto a historicismo, utopismo y constructivismo.

Hay dos corrientes de individualistas. La primera (verdadera), tiene sus raíces en Locke,
Mandeville, Hume, Tucker, Ferguson, A. Smith, Burke, Tocqueville y Lord Acton: casi todos
ingleses y escoceses. Ha sido profundizada por Menger, Weber, Simmel, von Mises y
naturalmente, Popper. Sólo esta corriente puede ser llamada "individualismo" propiamente.
La segunda (falsa), está mejor representada por pensadores franceses y de Europa continental,
como los enciclopedistas, Rousseau y los fisiócratas. Suele tomar la forma de racionalismo
cartesiano; tiende a transformarse en lo opuesto a individualismo y es precursora del
colectivismo y el socialismo.

Los entes colectivos no son realidades autónomas; lo que existen son los actos
individuales. El contraste entre individualismo y colectivismo es el gran contraste en las
ciencias sociales. El colectivismo cree que los colectivos como “sociedad”, “partido” o
“Estado” son realidades autónomas, distintas, sui generis, dotadas de una existencia
independiente de los individuos que los integran. Hayek propone que los colectivos son

[1]
simples estenogramas de los individuos y sus acciones, que no por ser nominados existen,
que es un error tomar por hechos lo que son sólo modelos construidos para explicar la
conexión entre fenómenos individuales. El colectivismo es un realismo ingenuo, pero
“impregna tanto el pensamiento social…que debemos realizar un esfuerzo consciente para
librarnos de él”. Para comprender los fenómenos sociales hay que comprender las acciones
individuales dirigidas a otras personas. “Las instituciones en que se basan las conquistas
humanas nacen de los efectos combinados de las acciones individuales sin una mente que las
proyecte y dirija”.

La sociología es una ciencia autónoma cuyo campo son los efectos no intencionados de
las acciones intencionadas. De acuerdo a lo anterior, dar sustancia a los conceptos
(“reificarlos”) es un error. En las ciencias naturales se estudia cosas; en las ciencias sociales,
ideas acerca de ideas. Éstas son bien “constitutivas” (lo que la gente ve, toca y siente) bien
“explicativas” (abstracciones populares, teorías provisionales). Esa es la materia, los datos de
la sociología, que no consiste en la explicación de la acción consciente. Las acciones
humanas intencionadas tienen consecuencias no intencionadas, a veces de gran magnitud y
alcance. Por ejemplo, los caminos concurridos pero no trazados, las ciudades, el lenguaje, la
familia, los mercados, fueron el resultado no intencionado de acciones que tenían otro
propósito. Por tanto la tarea de la sociología es explicar los efectos no intencionados de las
acciones humanas intencionadas, y eso le da su autonomía.

La cooperación de los hombres libres crea con frecuencia cosas superiores a lo que sus
mentes hubieran podido planear deliberadamente. Ése es el gran descubrimiento de la
economía política clásica, y clave de nuestro entendimiento de la mayoría de problemas
económicos y sociales: “…muchas de las instituciones en que se basan las conquistas
humanas nacen y funcionan sin una mente que las proyecte y dirija" (…) "las naciones se
apoyan en instituciones que ciertamente son el resultado de acciones humanas pero no de un
proyecto humano". Por tanto el verdadero individualismo plantea que las cosas humanas son
el resultado imprevisto de acciones individuales y es consciente de los límites de la Razón.
En cambio el falso individualismo, particularmente el cartesiano, cree que todo orden es un
proyecto deliberado, que la Razón está a disposición de todos y por tanto cree
exageradamente en la razón individual (Descartes creía que la mejor manufactura es la hecha
por un solo hombre, y que las leyes de Esparta eran las mejores porque habían sido planeadas
por una sola persona y dirigidas a un mismo fin). Esta visión se expresa en la creencia del
"contrato social" y teorías que consideran a la sociedad y las instituciones como una creación
deliberada de los hombres. Su expresión extrema es la "ingeniería social". Dos variantes
importantes de esta visión son el constructivismo y el utopismo (creer que como el hombre ha
creado las instituciones de la sociedad y la civilización, también puede cambiarlas a su
discreción) y las teorías conspirativas (si detrás de cada institución hay alguien que las ha
planeado, detrás de cada hecho negativo hay también alguien que conspiró para que eso
ocurra).

El individualismo verdadero propone la reducción de daños. Para el individualismo


verdadero lo importante es: i) proponer un sistema donde los hombres puedan hacer el menor
daño; ii) que no dependa de que los hombres sean o se hagan buenos, sino de la variedad y
complejidad de todos; iii) que pueda garantizar la libertad a todos en vez de limitarla a unos
pocos "buenos y sabios" (como querían los revolucionarios franceses). Los grandes autores
individualistas se han interesado en encontrar un conjunto de instituciones que puedan inducir
al hombre a elegir libremente contribuir lo más posible a satisfacer las necesidades de los
demás. Su descubrimiento fue que el sistema de propiedad privada ofrecía a esos incentivos
mucho más de lo que se creía. Además pensaban que el sistema podría mejorarse y que los
intereses podían armonizarse mediante instituciones bien construidas donde “las reglas y los
principios de los intereses opuestos y de las ventajas del compromiso” reconciliaran los
intereses en conflicto.

El conocimiento individual es limitado; por tanto la cooperación es necesaria y la


planificación casi inútil. Somos falibles e ignorantes. Los conocimientos están repartidos
entre millones de personas, de modo que unos necesitan el conocimiento de otros. Eso
requiere libertad y ésta es esencial para dar cabida a lo imprevisto. Ningún hombre puede
conocer más que una pequeña parte de la sociedad; sólo puede comprender los hechos de un
restringido círculo en cuyo centro se encuentra; las necesidades humanas que pueden
interesarle son muy pocas. Por tanto el verdadero problema es si al hombre se le puede
permitir guiarse por las consecuencias inmediatas que puede conocer y que le pueden
interesar o si debe hacer lo que le parece apropiado a algún otro, que se cree tiene una mejor
comprensión del significado de sus acciones para la sociedad en conjunto.

Los primeros cristianos ya habían establecido que habría que dejar al hombre actuar según su
conciencia libre ("libre albedrío"). Los economistas añadieron: y según sus propios
conocimientos y capacidades. Entonces el problema se transformó en cómo convertir esos
intereses (que determinan la conducta de cada uno) en estímulos eficaces para que los
hombres contribuyan de la mejor manera a la satisfacción de las necesidades que están fuera
de su campo visual. Los economistas comprendieron que el mercado, tal como se había
desarrollado, era un modo eficaz para convertir al hombre en parte de un proceso más
complejo y extenso (de lo que podría comprender) y que a través del mercado podría ser
inducido “a contribuir a los fines que no formaban parte de sus objetivos” (pg. 65).

Esto es muy alejado de la presunción de los constructivistas y racionalistas, que quieren


imponer sus modelos políticos o económicos. “La presunción de nuestra razón es una
presunción fatal: es el camino que lleva a la servidumbre” (aquí Hayek toma una expresión
de Tocqueville y que luego convertirá en el título de una de sus obras cumbres) (…) “La idea
de que el hombre está dotado de una mente capaz de concebir y crear civilización es
fundamentalmente falsa (…) (pg. 37)
No es lo mismo tratar a todos igual que intentar hacerlos iguales. “Sólo porque los
hombres son distintos debemos tratarlos del mismo modo. Si todos los hombres fueran
completamente iguales (en dotes, tendencias) deberíamos tratarlos de manera distinta para
obtener algún tipo de organización social; por suerte, no son iguales” (pg. 67). “…tras haber
creado una igualdad formal aplicando a todos las reglas del mismo modo, podemos dejar que
cada individuo encuentre su particular realización” (…) “Hay una enorme diferencia entre
tratar a las personas del mismo modo y tratar de hacerlas iguales. Mientras lo primero es la
condición de una sociedad libre, lo segundo indica ,como dice Tocqueville, una nueva forma
de servidumbre” (pg. 67).

Los hombres deben tener un área de responsabilidad definida. El conocimiento


individual tiene grandes límites, nadie puede conocer todo lo que otro conoce. Y de ello el
verdadero individualismo extrae su principal conclusión práctica: se debe limitar todo poder
coercitivo o exclusivo, especialmente contra la creación de asociaciones voluntarias. Las
reglas prácticas que se derivan de esto son: i) los hombres deben tener un área de
responsabilidad claramente definida; ii) las remuneraciones que individuo puede esperar
deben corresponder a los “resultados objetivos” y no a los “méritos subjetivos” del bien o
servicio que entrega; iii) la determinación de un área de responsabilidad no debe tomar la
forma de una asignación de fines que el individuo debe intentar alcanzar, ni tampoco la forma
de una asignación de recursos específicos. Por tanto la esfera de responsabilidad de los
hombres debe ser el resultado de sus acciones y programas. La solución a este problema es la
"aceptación de principios formales, una norma fija según la cual vivir, común a todos y cada
uno de los miembros de esa sociedad, hecha por el poder legislativo instituido en ella"
(Locke, cit por Hayek).

Necesitamos sociedades basadas en reglas generales, no en mandatos específicos. Que no


podamos tener una valoración completa de todas las consecuencias de nuestros actos (pg. 71)
implica que el gobierno debería limitarse a hacer observar a los individuos los principios que
éstos deben conocer y que pueden tomar en cuenta en sus decisiones. Por tanto lo que el
individuo puede o no puede hacer no debe depender de las consecuencias remotas de sus
acciones sino de las circunstancias que reconoce fácilmente y conoce.
Lo opuesto (que un gobierno actúe con mandatos específicos) implica que el gobierno quiere
que “los medios que prevalezcan sean los que (cree) que sirven mejor a la sociedad”. En este
caso no hay un “principio” sino sólo la conveniencia (que puede ser arbitraria). “No puede
haber libertad si el gobierno…puede usar sus poderes de cualquier modo para alcanzar fines
particulares” (pg. 71). Siempre que un único y definido objeto se convierte en el fin supremo
del Estado…éste deviene en absoluto en esa situación” (Lord Acton, Nationality, cit por
Hayek, pg. 72)

Las reglas deben referirse a situaciones típicas y las mejores salen de la experiencia. Si se
observan constantemente, tendrá un resultado positivo en la mayoría de los casos. Deben
mantener su validez por mucho tiempo, contener el principio de la propiedad privada, pero
ampliar la “esfera de la responsabilidad” a todos los efectos directos. El ámbito de los efectos
directos crece con el tiempo: pasó de lo mueble a lo inmueble, de ahí al medio ambiente y
ahora al campo del conocimiento y la propiedad intelectual.

Es necesario estudiar cómo generar una estructura jurídica adecuada a un sistema


individualista eficiente, que por ejemplo, informe y reduzca incertidumbres, elevando la
eficiencia de la acción individual.

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