Clase de HAYEK
Clase de HAYEK
Clase de HAYEK
En este ensayo intentó mostrar las diferencias de lo qué considera como individualismo
“verdadero” con otras versiones del individualismo, presentar sus postulados esenciales,
mostrar que las sociedades necesitan regirse por principios generales y no por mandatos
específicos y que la filosofía política que puede proveer mejor esos principios es el
“individualismo”.
Al contrario que los colectivistas (positivistas, marxistas, estructuralistas, racionalistas constructivistas, etc.), el
individualista metodológico no atribuye sustancia independiente de los individuos a conceptos colectivos (como
«sociedad», «patria», «clase social», «revolución»...). El individualista metodológico no reifica los conceptos
colectivos, y esto porque sólo el individuo existe, sólo el individuo razona, sólo el individuo actúa. Aquí radica el
núcleo esencial del individualismo metodológico. Pero -advierte Hayek en este importante ensayo- es necesario
y urgente distinguir entre individualismo verdadero e individualismo falso. Mientras que el individualismo falso
(hijo de una «irracional era de la Razón») concibe todas las instituciones y todos los acontecimientos sociales,
en su génesis y en sus cambios, como resultado de proyectos intencionados, el individualismo verdadero sabe
que la mayoría de las instituciones de mayor importancia -como el lenguaje, el dinero, el derecho, el Estado- son
fruto no intencionado de acciones humanas encaminadas a otros fines. El individualista verdadero es consciente
de los límites de la razón humana; sabe que, además de falibles, también somos ignorantes y que el
conocimiento está disperso entre millones y millones de hombres; ve un nexo esencial entre ignorancia y
libertad; no identifica su individualismo ni con el anarquismo ni con el egoísmo; el individualismo verdadero es
fundamento de la vida social, de la democracia, de la familia y demás formaciones intermedias, negación de los
privilegios. Y si el individualismo falso es producto de una exagerada confianza en los productos de la razón
individual, que de una u otra forma acaba en colectivismo, «la actitud fundamental del individualismo verdadero
es una actitud de humildad ante el proceso por el que el género humano ha alcanzado cosas que no fueron
comprendidas o planificadas por ningún individuo».
Presentaré las principales ideas de este ensayo de la manera más concisa y clara posible. Son
las siguientes:
No se debe confundir individualismo con egoísmo. En realidad, la acepción más general
que Hayek da al “individualismo” es lo opuesto a “socialismo y colectivismo”, y también, por
implicación, lo opuesto a historicismo, utopismo y constructivismo.
Hay dos corrientes de individualistas. La primera (verdadera), tiene sus raíces en Locke,
Mandeville, Hume, Tucker, Ferguson, A. Smith, Burke, Tocqueville y Lord Acton: casi todos
ingleses y escoceses. Ha sido profundizada por Menger, Weber, Simmel, von Mises y
naturalmente, Popper. Sólo esta corriente puede ser llamada "individualismo" propiamente.
La segunda (falsa), está mejor representada por pensadores franceses y de Europa continental,
como los enciclopedistas, Rousseau y los fisiócratas. Suele tomar la forma de racionalismo
cartesiano; tiende a transformarse en lo opuesto a individualismo y es precursora del
colectivismo y el socialismo.
Los entes colectivos no son realidades autónomas; lo que existen son los actos
individuales. El contraste entre individualismo y colectivismo es el gran contraste en las
ciencias sociales. El colectivismo cree que los colectivos como “sociedad”, “partido” o
“Estado” son realidades autónomas, distintas, sui generis, dotadas de una existencia
independiente de los individuos que los integran. Hayek propone que los colectivos son
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simples estenogramas de los individuos y sus acciones, que no por ser nominados existen,
que es un error tomar por hechos lo que son sólo modelos construidos para explicar la
conexión entre fenómenos individuales. El colectivismo es un realismo ingenuo, pero
“impregna tanto el pensamiento social…que debemos realizar un esfuerzo consciente para
librarnos de él”. Para comprender los fenómenos sociales hay que comprender las acciones
individuales dirigidas a otras personas. “Las instituciones en que se basan las conquistas
humanas nacen de los efectos combinados de las acciones individuales sin una mente que las
proyecte y dirija”.
La sociología es una ciencia autónoma cuyo campo son los efectos no intencionados de
las acciones intencionadas. De acuerdo a lo anterior, dar sustancia a los conceptos
(“reificarlos”) es un error. En las ciencias naturales se estudia cosas; en las ciencias sociales,
ideas acerca de ideas. Éstas son bien “constitutivas” (lo que la gente ve, toca y siente) bien
“explicativas” (abstracciones populares, teorías provisionales). Esa es la materia, los datos de
la sociología, que no consiste en la explicación de la acción consciente. Las acciones
humanas intencionadas tienen consecuencias no intencionadas, a veces de gran magnitud y
alcance. Por ejemplo, los caminos concurridos pero no trazados, las ciudades, el lenguaje, la
familia, los mercados, fueron el resultado no intencionado de acciones que tenían otro
propósito. Por tanto la tarea de la sociología es explicar los efectos no intencionados de las
acciones humanas intencionadas, y eso le da su autonomía.
La cooperación de los hombres libres crea con frecuencia cosas superiores a lo que sus
mentes hubieran podido planear deliberadamente. Ése es el gran descubrimiento de la
economía política clásica, y clave de nuestro entendimiento de la mayoría de problemas
económicos y sociales: “…muchas de las instituciones en que se basan las conquistas
humanas nacen y funcionan sin una mente que las proyecte y dirija" (…) "las naciones se
apoyan en instituciones que ciertamente son el resultado de acciones humanas pero no de un
proyecto humano". Por tanto el verdadero individualismo plantea que las cosas humanas son
el resultado imprevisto de acciones individuales y es consciente de los límites de la Razón.
En cambio el falso individualismo, particularmente el cartesiano, cree que todo orden es un
proyecto deliberado, que la Razón está a disposición de todos y por tanto cree
exageradamente en la razón individual (Descartes creía que la mejor manufactura es la hecha
por un solo hombre, y que las leyes de Esparta eran las mejores porque habían sido planeadas
por una sola persona y dirigidas a un mismo fin). Esta visión se expresa en la creencia del
"contrato social" y teorías que consideran a la sociedad y las instituciones como una creación
deliberada de los hombres. Su expresión extrema es la "ingeniería social". Dos variantes
importantes de esta visión son el constructivismo y el utopismo (creer que como el hombre ha
creado las instituciones de la sociedad y la civilización, también puede cambiarlas a su
discreción) y las teorías conspirativas (si detrás de cada institución hay alguien que las ha
planeado, detrás de cada hecho negativo hay también alguien que conspiró para que eso
ocurra).
Los primeros cristianos ya habían establecido que habría que dejar al hombre actuar según su
conciencia libre ("libre albedrío"). Los economistas añadieron: y según sus propios
conocimientos y capacidades. Entonces el problema se transformó en cómo convertir esos
intereses (que determinan la conducta de cada uno) en estímulos eficaces para que los
hombres contribuyan de la mejor manera a la satisfacción de las necesidades que están fuera
de su campo visual. Los economistas comprendieron que el mercado, tal como se había
desarrollado, era un modo eficaz para convertir al hombre en parte de un proceso más
complejo y extenso (de lo que podría comprender) y que a través del mercado podría ser
inducido “a contribuir a los fines que no formaban parte de sus objetivos” (pg. 65).
Las reglas deben referirse a situaciones típicas y las mejores salen de la experiencia. Si se
observan constantemente, tendrá un resultado positivo en la mayoría de los casos. Deben
mantener su validez por mucho tiempo, contener el principio de la propiedad privada, pero
ampliar la “esfera de la responsabilidad” a todos los efectos directos. El ámbito de los efectos
directos crece con el tiempo: pasó de lo mueble a lo inmueble, de ahí al medio ambiente y
ahora al campo del conocimiento y la propiedad intelectual.