Mbel Moraña Introducción Nuevas Perspectivas PDF

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Introducción

Este volumen se presenta al lector como contribución a la lectura de algunos de


los aportes más representativos de los estudios culturales producidos en la actualidad
desde/sobre América Latina. Elaborados en distintos contextos académicos y desde
perspectivas culturales e ideológicas diversas, los artículos aquí reunidos exponen,
por un lado, una variedad temática y metodológica que manifiesta los cruces
transdisciplinarios que caracterizan hoy en día este campo de estudios. Al mismo
tiempo, estos trabajos son también resultado de apropiaciones teóricas diversas acerca
de las complejas relaciones entre cultura, política e historia, tal como éstas se vislumbran
desde el horizonte de los debates actuales y ante la crisis de los grandes paradigmas
que guiaron, hasta hace varias décadas, la crítica de la cultura dentro del campo del
latinoamericanismo.
La mayoría de los artículos que forman este libro fueron presentados en su versión
preliminar en el simposio internacional realizado en la Universidad de Pittsburgh en
marzo de 1998. A ellos se suman otras colaboraciones invitadas con posterioridad a
formar parte de este proyecto editorial. El objetivo principal de ese simposio fue
convocar a investigadores y estudiosos de la cultura latinoamericana para una reflexión
colectiva en torno a muchos de los temas que han sido objeto de debate particularmente
desde fines de los años ochenta. Entre esos temas se destacan aquellos que se refieren
a las relaciones entre globalidad y regionalización, redefinición de la esfera pública y
del lugar del intelectual en los procesos de institucionalización y recentralización
cultural, multiculturalismo y ubicación de los “saberes locales” con respecto a los
modelos de conocimiento gestados en espacios “centrales”, regionales o internacionales.
Esta misma pluralidad de enfoques y temáticas hace evidente que este libro no
pretende ofrecer una propuesta única sino aproximaciones parciales y hasta
provisionales —a veces contrapuestas— a aspectos muy dispares de la cultura
latinoamericana: el de la lectura e incorporación de tradiciones y genealogías en debates
actuales, el que vincula problemáticamente cuestiones de clase, raza y género, el que
atiende a los tránsitos de la migración y la consecuente reterritorialización de sujetos y
prácticas culturales, el que enfoca el lugar de las ideologías en la definición de agendas
culturales que se enfrentan al vaciamiento político en la posmodernidad. Se ponen
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asimismo bajo escrutinio tópicos como nación, identidad y memoria histórica, y


problemas vinculados al surgimiento de movimientos sociales en el contexto de la
globalidad. Estas cuestiones conectan estrechamente política y cultura, obligando a
una revisión crítica de instrumentos conceptuales y aparatos teóricos que forman parte
de un repertorio que hoy se asimila, en gran medida, al horizonte de la modernidad. Se
analizan, finalmente, las estrategias representacionales en la cultura popular, en los
medios masivos y en el arte público y se revisa el lugar de la literatura y la cuestión del
valor estético ante los embates de un culturalismo que desplaza y cuestiona la función
letrada.
Sin embargo, más allá de las contribuciones concretas que cada artículo provea al
tratamiento de los temas abordados, creo que lo más productivo del conjunto se
desprende de las luchas internas que se alojan en el cuerpo mismo de la textualidad
crítica. En efecto, las tensiones y negociaciones que cada estudio entabla con sus
propios presupuestos teórico-ideológicos y con las tradiciones y grandes narrativas de
las que directa o indirectamente se nutre, derivan en gran medida de los arraigos
disciplinarios que aún se advierten informando la referencia etnográfica, la reflexión
teórica o la sustancia crítica de cada una de las aproximaciones realizadas a la cultura
latinoamericana. Sin embargo, en toda su fecunda disparidad, los estudios aquí reunidos
revelan una preocupación común por el problema epistemológico, tal como éste se
vislumbra desde el momento actual, alterado por rupturas profundas y recomposiciones
estratégicas, tanto en el campo metodológico como en el ideológico.
En efecto, ¿cómo conocer, desde la celebrada épica de la fragmentación, conjuntos
sociales que aunque se resisten a toda categorización niveladora revelan todavía una
especificidad que los reúne y diferencia de contextos mayores? ¿Cómo incorporar
desde el “subcontinente” propuestas y discursos “centrales” con respecto a los cuales
América Latina sigue ocupando el lugar de una otredad problemáticamente construida
a partir de una mirada hegemónica situada en espacios de “privilegio” económico,
lingüístico, epistemológico? ¿Cómo abordar, sin caer en riesgosas pero aún pertinentes
polaridades (hegemonía/subalternidad, centro/periferia, Norte/Sur, escritura/oralidad)
los problemas creados por la desigualdad, la explotación, la marginación, los cuales
sobreviven más allá del descaecimiento relativo de los modelos interpretativos que
sirvieron hasta hace pocas décadas para abordarlos crítica y políticamente? ¿Cómo
desconocer, al mismo tiempo, los tránsitos y flujos que vinculan distintas localizaciones
geoculturales, insertando sujetos y prácticas concretos en espacios supuestamente ajenos
a aquellos que definen su origen y su genealogía? ¿Cómo restituir, finalmente, la
historificación y la política a análisis que al relocalizarse en torno a la centralidad de la
cultura parecen resolverse, con frecuencia, en el solaz del “pensamiento débil”, las
aventuras del pastiche ideológico o las trampas de la amnesia colectiva?
La formulación misma de estas preguntas pone de manifiesto algunos de los puntos
en torno a los que gira la polémica actual sobre el estado y reformulación del
latinoamericanismo internacional, la cual está muy lejos de agotarse en el problema
del pluralismo metodológico que atraviesa los estudios culturales. En efecto, parece

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evidente que la cuestión político-ideológica sigue siendo primordial en esta revisión


del latinoamericanismo, sobre todo en la medida en que los estudios culturales sean
entendidos como la arena en la cual se dirime la creación de un bloque de poder (Jameson
dixit) —teórico, interpretativo, representacional— que construye su objeto de estudio
desde las fracturadas agendas ideológicas que suceden al quiebre del socialismo real.
Lo cierto es que al margen de los fracasos y necesarias revisiones de las experiencias
políticas concretas, la “lógica” del capitalismo tardío continúa constituyendo un desafío
que difícilmente pueda asumirse sin un cierto grado de universalismo estratégico, sin
un sentido aunque sea operativo de totalidad que sólo puede recuperarse a partir de la
reconstitución de posiciones de lucha que permitan contrarrestar desde la acción social
las nuevas formas de hegemonía —económica, política y cultural— en el contexto de
la globalidad.
Aunque no todos los estudios que integran este libro abordan de manera explícita
el tema político-ideológico, creo que es justamente la preocupación acerca de los límites
internos de los estudios culturales la que recorre con mayor insistencia estos trabajos.
Ya el mismo Stuart Hall reflexionaba hace tiempo sobre el peligro de la disolución de
lo político al abordar la cuestión de la disciplinariedad y el método —eclecticista y
pluralista— de los cultural studies, a la cual se ha referido también García Canclini al
hablar de las “disciplinas nómades” que atraviesan el emergente campo culturalista
desde la década de los años 80. Pero la (inter o trans)disciplinariedad es tan sólo un
aspecto del problema. El otro —estrechamente ligado al anterior— es el del probable
disciplinamiento de los estudios culturales en la medida en que éstos se van integrando
al menú académico y a sus sistemas de control institucional. Si el populismo constitutivo
de los cultural studies termina reduciendo los antagonismos a mera diferencia haciendo
de ésta la nueva identidad de la posmodernidad, el carácter revulsivo de prácticas
sociales y discursos antihegemónicos tiende a quedar absorbido y naturalizado en
microanálisis que no remitan a parámetros teóricos o a programas político-ideológicos
mayores y que pueden correr el peligro de agotarse en su propia dinámica culturalista.
Por otra parte, la propuesta de reemplazar la hegemonía de discursos “centrales” por la
apuesta al pretendido privilegio epistemológico del subalterno plantea problemas
similares a los que entrañara la construcción, desde afuera y desde arriba, de identidades
fijas en el contexto de la modernidad. ¿Son los estudios culturales, como el mismo
Jameson sugiriera, quizá más un síntoma que una apuesta teórica, síntoma, quizás, de
una enfermedad que tenemos a medias diagnosticada y para la cual no tenemos la cura,
porque no entendemos aún el cuerpo social al que está afectando, ni cuáles son, en
cada caso, las defensas individuales o sectoriales que se pueden desarrollar para
preservar qué funcionamiento, y para qué forma de sobrevida ideológica, social o
cultural? ¿O, como Raymond Williams afirmara a comienzos de los 80, son los estudios
culturales la manera más especializada que tenemos hoy día de hacer sociología, desde
la posicionalidad presentista, fragmentaria, antihistoricista, más preocupada por lo
representacional que por lo social, que sucediera al quiebre de los parámetros provistos
en décadas anteriores por las ciencias sociales? Para algunos, el tema de la “emergencia”

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de los estudios culturales se refiere entonces menos al momento y sentido de su


surgimiento, que a la urgencia de las soluciones que intentan proponer ante el
descaecimiento de modelos anteriores cuyo reemplazo no se llega todavía a vislumbrar.
Ninguno de los temas antes esbozados se resuelve, a mi juicio, en los estudios
presentados en este volumen. Pero sí se realiza en todos ellos un aporte aproximativo
valioso y original a temas como los mencionados, que constituyen el foco de las
elaboraciones teóricas que proliferan actualmente en torno a la reformulación del
latinoamericanismo y a la legitimación de los discursos que se producen, desde distintos
espacios intelectuales, como contribución a este debate.
Más allá, sin embargo, de las conclusiones provisionales a que pueda llegarse,
creo que es indudable que, al menos hasta el presente, y para el caso particular de
América Latina, los estudios culturales han contribuido en gran medida a dinamizar la
reflexión y el análisis en torno a problemáticas que son esenciales a nuestro campo de
estudio y a liberarnos de pesados esquemas que son insuficientes para explicar hoy día
el complejo trasiego de problemas y niveles del análisis cultural. Y aunque es muy
posible que muchos de los problemas mencionados, que tocan al origen y vertebración
misma de los estudios culturales, constituyan las líneas de fracción que pueden llegar
a causar el quiebre definitivo de la propuesta culturalista, es indudable que los estudios
culturales han realizado ya, para el caso de América Latina, una intervención
fundamental, quizá definitiva, en la manera de concebir la cultura y las relaciones
entre canonicidad y disciplinariedad, tal como éstas eran entendidas hasta la década de
los años 70. Esto no significa que las objeciones que muchos investigadores
latinoamericanos hacen al cambio de paradigmas críticos que impulsan los estudios
culturales carezcan de validez, ni que la tensión Norte/Sur se cancele por las
articulaciones teóricas que puedan establecerse entre diversas formas de abordaje a la
cuestión cultural. Ni que la distinción entre estudios culturales y crítica de la cultura
que proponen algunos estudiosos no sea pertinente, como reivindicación de las urgencias
que imponen las problemáticas locales a los debates del latinoamericanismo.
Uno de los objetivos del simposio de Pittsburgh fue justamente el de reflexionar
colectivamente sobre la articulación o disyunciones que se expresan en los términos de
la ecuación desde/sobre América Latina. Se trató de elaborar, en ese sentido, sobre la
posicionalidad enunciativa, y sobre las determinaciones geoculturales que afectan la
construcción del discurso crítico y la definición del campo, estrechando la relación
entre el trabajo que se desarrolla en los distintos medios intelectuales, sujetos a muy
distintas condiciones de producción cultural. Creo que el diálogo establecido respecto
a esas cuestiones muestra a las claras los beneficios de este intercambio y la necesidad
de profundizar los canales de comunicación y colaboración en todos los niveles.
Es de esperar que este libro contribuya a difundir lecturas a nueva luz y against
the grain de la cultura latinoamericana, estableciendo un espacio de análisis que las
antologías de los cultural studies publicadas en Estados Unidos excluyen casi
sistematicamente de su repertorio, o reducen a breves y estereotipadas menciones
limitadas a lo más conocido de la literatura del boom (con particular referencia al

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realismo mágico) o al corpus —no menos canonizado por la institucionalidad


académica— del testimonio, donde el otro supuestamente habla —en una ventriloquia
que ha hecho derramar ríos de tinta— a traves de la pluma de sus intérpretes letrados.
La enorme variedad de prácticas socio-culturales, problemas y cruces
interregionales sobrepasa, en América Latina, lo que exponen los tópicos más manidos
de su historia cultural, revelando una complejidad que hace imposible el uso de
esquematismos y generalizaciones que pueden tener rendimiento teórico en contextos
más limitados de reflexión y análisis. Es en este sentido que el problema de las fronteras
y la territorialización de prácticas sociales y construcciones discursivas se vincula con
el de la práctica epistémica. Muchos de los artículos aquí reunidos intentan justamente
llenar los intersticios que quedan entre los paradigmas teóricos, la observación de
casos y la crítica cultural con elaboraciones que, sin caer en análisis minimalistas,
logren superar el integracionismo que caracterizara durante tanto tiempo a los “estudios
de área”, guiados por la utopía de abarcar unidades regionales en su totalidad y en su
esencialidad a través de la distribución disciplinaria. Sabemos que el panorama de
hoy es mucho más complejo, porque ha variado fundamentalmente el modo de definir
e interrogar nuestro campo de estudio, y porque el discurso crítico mismo es hoy
interpelado desde otros horizontes.
Finalmente, este volumen debería actuar como medio para efectuar la apertura no
sólo a nuevos debates sobre los temas que nos ocupan, sino también para incorporar a
éstos nuevas voces que se encuentran, por distintas razones, menos integradas que las
que aquí ofrecemos al diálogo interdisciplinario transnacionalizado. Muchas
interrogantes no del todo abordadas en estas páginas esperan una aproximación rigurosa
que sólo puede ser emprendida colectivamente. La más urgente, quizá, la que concierne
a la relación conflictiva entre los estudios culturales y la ideología del neoliberalismo
que nos afecta y condiciona a todos, de distintas maneras. Quizá de las respuestas que
puedan comenzar a ensayarse en este sentido se desprendan abordajes productivos a
otros problemas estrechamente conectados con aquél: los que tienen que ver con la
configuración de la institución académica, particularmente con el papel de la educación
en el proceso de definición de proyectos alternativos a los de adiestramiento profesional
y producción de intelectuales orgánicos de la globalización, y los que se vinculan con
la transformación de la sociedad civil en todos sus niveles.
Deseo agradecer muy especialmente a quienes participaron en esta publicación,
investigadores y catedráticos de primera línea en instituciones de Estados Unidos,
Europa y América Latina. La paciencia, calidez y profesionalismo con que asistieron
mi trabajo editorial merecen mi más sincero reconocimiento. Quiero agradecer también
a quienes auspiciaron el simposio internacional en la Universidad de Pittsburgh,
particularmente el Department of Hispanic Languages and Literatures, el Roggiano
Fund, el Center for Latin American Studies, el University Center for International
Studies, el Brazilian Studies Program, y el Program for Cultural Studies. Las generosas
contribuciones de todas estas unidades académicas, pero sobre todo su confianza en la
importancia y viabilidad de este proyecto fueron fundamentales. Debo expresar también

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mi más sincero reconocimiento a los estudiantes graduados del departamento que dirijo
en la Universidad de Pittsburgh, quienes bindaron su desinteresado esfuerzo para la
planificación y preparación del evento de 1998 y para la publicación de este volumen.
En particular, agradezco la tenaz y calificada ayuda de Carlos Jáuregui, quien me asistió
en todas las instancias que antecedieron al simposio y en la posterior recopilación de
los materiales derivados de éste. En sus primeras fases, la tarea editorial estuvo a
cargo del personal del Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, que dirijo,
contando con la responsabilidad secretarial de Erika Braga. A ella, y a los correctores
que ayudaron en la edición de estos artículos, mi mayor gratitud.
M ABEL M ORAÑA

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