Aprender de Los Sencillos

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APRENDER DE LOS SENCILLOS.

Jesús no problemas con gente sencilla del pueblo. Sabía que lo entendían. Lo que le preocupaba
era si algún día llegarían a captar su mensaje los líderes religiosos, los especialistas en la ley, y los
grandes maestros de Israel. Cada día más evidente, lo que al pueblo sencillo le llenaba de alegría, a
ellos indiferentes.

Aquellos campesinos que vivían defendiéndose del hambre y de los grandes terratenientes les
entendían muy bien: Dios les quería verlos felices, sin hambre ni opresores. Los enfermos se
fiaban de él y, animados por su fe, volvían a creer en el Dios de la vida. Las mujeres que se
atrevían a salir de su casa para escucharle, intuían que Dios tenía que amar como decía Jesús: con
entrañas de madre. La gente sencilla del pueblo sintonizaba con Jesús. El Dios que les anunciaba
era el Dios que anhelaban y necesitaban.

La actitud de los “sabios y entendidos” era diferente. C aifás y los sacerdotes de Jerusalén lo veían
como un peligro. Los maestros de la ley no entendían que se preocupara tanto del sufrimiento de
la gente y se olvidara de las exigencias de la religión. Por eso, entre sus seguidores más cercanos
de Jesús no hubo nunca sacerdotes, escribas o maestros de la ley.

Un día, Jesús descubrió a todos lo que sentía en su corazón. Lleno de alegría, le rezó así a Dios: “Te
doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y
entendidos y la has revelado a la gente sencilla”.

Jesús termina su oración, pero sigue pensando en la “gente sencilla”. Viven oprimidos por los
poderosos y no encuentran alivio en la religión del templo. Su vida es dura, y la doctrina que le
ofrecen “los sabios y entendidos” la hacen todavía más dura y difícil. Jesús les hace tres llamadas

1. “Venid a mí todos lo que estén cansados y agobiados”. Si se encuentran vitalmente con


Jesús, experimentarán un alivio inmediato: “Yo los aliviaré”.
2. “Cargad con mi yugo… porque es llevadero y mi carga ligera”. Hay que cambiar de yugo.
Abandonar el de los sabios y entendidos, pues no es llevadero y cargar con el de Jesús, que
hace la vida más llevadera. No porque exija menos. Exige pero de otra manera. Exige lo
esencial; el amor que libera de lo que hace daño a las personas.
3. Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón”. Hay que aprender a cumplir la
ley y vivir la religión con su espíritu. Jesús no complica la vida, la hace más simple y
humilde. No oprime, libera para vivir de manera más digna y humana. Es un descanso
encontrarse con él.

.Siempre es igual. La mirada de la gente sencilla es, de ordinario, más limpia. No hay en su corazón
tanto interés torcido. Van a lo esencial. Saben lo que es sufrir, sentirse mal y vivir sin seguridad.
Son los primeros que entienden el evangelio.

Esta gente sencilla es lo mejor que tenemos en la iglesia. De ellos tenemos que aprender. A ellos le
descubre Dios algo que a nosotros se nos escapa. A veces corremos el riesgo de racionalizar, teori-
zar y complicar demasiado la fe. Sólo dos preguntas: ¿Por qué hay tanta distancia entre nuestra
palabra y la vida de la gente? ¿Por qué nuestro mensaje resulta más oscuro y más complicado que
el de Jesús?

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