¿Dónde Está El Hombre de Mi Vida Dácil Rodríguez
¿Dónde Está El Hombre de Mi Vida Dácil Rodríguez
¿Dónde Está El Hombre de Mi Vida Dácil Rodríguez
HOMBRE DE MI VIDA ?
DÁCIL RODRÍGUEZ
¿DÓNDE ESTÁ EL
HOMBRE DE MI VIDA?
© Dácil Rodríguez
Impresión: PUBLIDISA.
ISBN: 978-84-9050-054-5
Dácil Rodríguez
UNA N U E VA VOZ N A R R AT I VA
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Han pasado ya, en mi opinión, esos tiempos de
templarios y santos griales que, aún no estando mal en
su día, nos transportaban a un tiempo recreado,
certeramente a veces, pero demasiado lejano para los
que, como yo y como Dácil, nacimos en el convulso y
accidentado siglo XX. Si uno coge la novela de nuestra
autora y recorre unas cuantas páginas nos sorprenden
nombres que se han oído una y otra vez (Candy,
Candy; Star Trek; la Bruja de Blair; Pressing Catch; la
dieta Dukan) y que forman parte de una vida cotidiana
de aquel tiempo pasado que vivimos hace unos años y
que aún no se nos ha ido del todo: ¿o no resulta aún
entrañable que Dácil nos escriba, con su estilo directo y
cuidado, el nombre del gran Félix Rodríguez de la
Fuente y que recordemos cuánto nos enseñó por
televisión?
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sencillo, directo, en primera persona, con giros e idiolectos
coloquiales (¿aún hay alguien que no sepa qué es un
whatsapp?, pues Dácil lo recrea, como conviene al siglo
XXI); una lengua, en definitiva, que llega, que llegará
a todos, incluso a esos chavales de Instituto a quienes
debemos inculcar el poder evocador e irradiador de
sueños que tiene la Literatura.
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INTRODUCCIÓN
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Lejos de cualquier filosofía de vida, de profundiza-
ciones kármicas, puertas a quintas dimensiones, vida
en otros planetas y practicar El Secreto o la dieta
Dukan, una pregunta se cernía sobre el horizonte de
mis días: “¿Dónde estaba el hombre de mi vida?”
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CAPÍTULO I
PASADO
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Tuve una adolescencia como la de cualquiera, hor-
monal. Donde el ego era quien hablaba, actuaba y se
lo guisaba y se lo comía todo al estilo de Juan Palomo.
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masculino y una necesidad imperiosa de sentir que era
yo (mi mente y la creencia que elaboré tras la experiencia),
quien llevaba el control en mis relaciones, y no mi
corazón. Debía perdonarme a mí misma primero.
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por acoso a una menor. Pero lo que sentí por él no
merecía aquel trágico final y tras densas y tediosas
charlas que agotaban cualquier batería, escribimos el
punto y final de nuestra historia.
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gran amor en tu vida, pero no el amor de tu vida”. Y
como me encantan los desafíos, me casé con él.
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CAPÍTULO II
SALIENDO AL MUNDO
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Aún así, ilusa y ataviada de mis propias vivencias,
rebosaba el deseo y las ansias de experimentar, haciendo
mías, también, las famosas frases que nos regalan las
amigas: “Llevas toda la vida en pareja, tienes que
disfrutar, experimentar, probar mucho para saber qué
es lo que quieres y poder elegir”. Amigas…
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Conocí personas maravillosas… Maravillosamente
maquilladas, maravillosamente disfrazadas, maravillo-
samente engañadas, maravillosamente colocadas…
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En una esquina tenemos a los triunfadores, ellos se
llaman así a sí mismos porque son empresarios o direc-
tivos, tienen estatus, dinero y un porche en el garaje.
Basan su felicidad en el exterior, al cual demandan
constantemente y en exceso, para cubrir el gran vacío
interno que les consume. Por eso, a sus cuarenta años,
viven una segunda adolescencia. Algunos tienen una
mujer o novia florero, varios años más joven, con la que
comparten la vida. Alardean de ella y la exhiben cual
trofeo, sin embargo, cada fin de semana, la dejan en casa
con la excusa de noche de hombres, cumpleaños, cenas
de negocios…, y acaban en el local de moda hincándole el
diente a su pobre presa, por norma general, una jovencita
de dieciocho o veinti muy pocos que tiene la autoestima
por los suelos, la ha dejado el novio, la vendieron sus amigas
o la ha invitado a una treintena de chupitos de tequila.
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Y así podría confeccionar una lista interminable de
los personajes masculinos que habitan el mundo de las
sombras. Estas categorías serían igualmente aplicables
a las mujeres, sin embargo, existen sutilezas, diferen-
cias…, y como es mi libro y hablo de lo que me da la
gana… Además, si la pregunta es la que es, ¿por qué
voy a hablar de mujeres? Quizás sea necesario, pero
de momento, no es así. Sólo puedo aclarar que no exis-
ten tipos de personas, y sí, momentos en la vida de
las personas.
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CAPÍTULO III
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habíamos tropezado en innumerables ocasiones, años
atrás, en los cuales la danza del cortejo se fue acrecen-
tando. Nos conocimos por trabajo y mantuvimos un
trato exclusivamente profesional durante ese tiempo.
Una vez concluido nuestro contacto laboral, nos segui-
mos encontrando de forma puntual en algunos eventos
sin más transcendencia que la de un trato correcto,
hasta que su radar se activó al detectar un olor que
debemos desprender las solteras de forma misteriosa y
que no acabo de entender. Entonces, todo cambió y
me sentí apabullada por su nueva actitud. Aquí la colega,
“Aguafiestas”, como llevaba tiempo calladita decidió
manifestarse sin güija y decir: “Cuidado. Caution.
STOP. Precaución amigo conductor”. Y para seguir la
tradición me enchufé un vodka y pasé de ella. No fue
fácil, pues la muy empezó a gritarme. ¿Qué es ella?
Sabia, muy sabia.
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cine le hubiera advertido que lo que venía continuación
era el discurso de Navidad del monarca.
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fascinante mundo del karma. O aquello era una deuda
kármica, o no había Dios ni humano que diera sentido
a esa historia.
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CAPÍTULO IV
TODO UN PERSONAJE
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Ese hombre me hizo tocar fondo, y más fondo dentro
del propio fondo y, aún así, encontrar más fondo tras
el fondo del fondo. Me desgasté tanto… Corrí tras él,
lloré, grité, callé, pataleé, me traicioné a mí misma, me
reduje a nada y me levanté.
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Respuesta: sexo sin compromiso.
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Vale, es mentira. Todos nos mentimos alguna vez.
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CAPÍTULO V
UN C L AV O S A C A A OTRO C L AV O
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desde el más allá por el querido Félix Rodríguez de la
Fuente.
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CAPÍTULO VI
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Aún así, la mayoría de las veces nos empeñamos en
añadir más conservantes, colorantes y edulcorantes a
la tortillas prefabricadas que saben a plástico, en lugar
de disfrutar de una recién hecha, natural, auténtica y
sin aditivos.
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—No, gracias. —respondí mientras abría la puerta.
—Gracias.
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Todo era rematadamente irónico. Incluso se empeñó
en conducir él mismo, hecho que me ponía más que a
Antonio Lobato una carrera de Fernando Alonso. Puso
la radio y tarareamos juntos una de mis canciones
favoritas y cuando llegamos a la calle en que tenía esta-
cionado su coche, se bajó para cederme el asiento y
esperó en la puerta del conductor para… ¿darme un
beso? Aquello le habría quitado el sueño al mismísimo
Stephen King. ¿Qué ejercito de moscas le había picado?
¿Lo estaba haciendo adrede? ¿Me habría preguntado
mientras dormía si pensaba no volver a acostarme con
él y le había respondido? Descubrirlo estaba en el
puesto 15.354 de mi lista de prioridades, en ese
momento, la primera de todas era sobrevivir con el
menor número de heridas posibles a nuestro último
encuentro. Así que esquivé aquel beso culpando a la
inercia y me introduje en el vehículo. Él sonrió
profundamente. Definitivamente estaba conectado en
“modo volverme loca”.
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¿Qué sentido podía tener mantener aquello? Si un
rollo, es un rollo, por necesidad física, y no se satisface
dicha necesidad; ¿qué narices es? ¡A la mierda! Es más,
si yo no creía en los rollos; ¿por qué los tenía?
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CAPÍTULO VII
Creí morir. Creí morir cada vez que lo veía, cada vez
que encendía mi móvil, cada vez que repasaba nuestras
conversaciones mentalmente. Pasaba las noches en vela
como una zarigüeya rezando porque pronto encontra-
ran la cura de mi enfermedad y dejara de ser tan idiota.
Viví un duelo como el que tienen las relaciones de
verdad y la necesidad impulsada por mis estrógenos de
ver películas románticas que me llevaban a ingerir todo
tipo de alimentos ricos en grasas y a ojear revistas
femeninas que hacían que odiara mi cuerpo, no ayudaba
mucho. Me volví monotemática y vigilaba cada
movimiento suyo. Era una especie de compradora
compulsiva de la teletienda, salvo que la tienda era él y
yo trapicheaba con la información que recibía sobre éste.
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lo sé, rocé la locura. Y más que rozarla creo que la alcancé,
pues hubo un momento en el que llegué a oír voces. ¡Es
una broma! (basada en hecho reales).
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tomar viento fresco del Norte y unas gulas de paso.
Sinceramente, ya no sé si estaban chifladas, buscaban
mi felicidad o estaban hasta los ovarios poliquísticos
de mí y de mi monotema. Aquí cabe otra opción, echaban
de menos a la compañera de juergas y si eso implicaba
empujarla a un precipicio, como Nicolás Maquiavelo,
el fin justificaba los medios, y no sería más que otro
cadáver sobre el que pisar. Creo que era ésta, porque,
si hago memoria, en más de una ocasión fui empujada
al vacío por intereses ajenos…, y no fui rescatada. Por
suerte, siempre llevé un paracaídas incorporado llamado
cordura que, aunque creí perdido, seguía estando dentro
de mi bolso de Mary Poppins, y que me salvó la vida
junto con el chaleco antibalas que amortiguó cada una
de las puñaladas que recibí.
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Por hacer lo mismo que mis amigas, mentirme, me
cobró la friolera de cincuenta euros. No salí de allí
igual, pues aparte de tener que seguir tratando de olvidar
al causante de todos mis males, tenía la necesidad de
pasar por un cajero automático y negar durante el
resto de mi vida haber precisado los servicios de una
vidente.
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mucho, lo habían traicionado y le costaba volver a
confiar, blablablá… La misma psicología barata narrada
por mis expertas amigas y que según mi criterio, tenía
más fantasía que realidad. Pero también me dijo que
todo debía ser como él decía, cuando él decía y donde
él decía. Que eso no iba a cambiar y que; o aceptaba
ese hecho, para mí resignarse, o seguía mi camino. Y
eso sí que fue un rayo de luz en toda regla: había divisado
la luz al final del túnel. El mero hecho de escuchar
aquellas palabras, que adivinó o lanzó al azar con
suerte, había cambiado algo en mí, pues eran ciertas, y
no iba a pasar por aquel aro porque, yo, merecía un igual.
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CAPÍTULO VIII
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Había superado el mono, me había desintoxicado, y
tras la rehabilitación ya se sabe lo que toca: la reinserción
social del individuo.
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Vegas como dice la canción de Amaral. Tampoco. Estaba
“guay” y punto. Ya no quería seguir cometiendo el mismo
error y ser como mis amigas: ahora quería ser yo.
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CAPÍTULO IX
A MI ROLLO
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Sin más, me encontré delante de un hombre cenando,
compartiendo confidencias, nuevos sabores y risas.
Tuve citas con hombres más jóvenes que yo, más mayores,
de mi misma edad y con uno que estaba casado y que
fingió no estarlo, pero como “Aguafiestas” es muy lista,
me dio el chivatazo. No me importaba, sólo quería
conocer gente, pasarlo bien, no juzgar ni ser juzgada y
tenía muy claro que mi cuerpo jamás volvería a ser el
parque de atracciones de nadie.
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una limpieza en mi armario, no podía dejar que la ropa
que ya no me servía hiciera que mis camisas favoritas
estuvieran arrugadas por la falta de espacio. Tenía que
desapegarme.
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CAPÍTULO X
LA NOTICIA
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sola de las palabras que aquel, entonces extraño, hoy,
amigo, hiló sin parar.
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Me negué. Me negué a todo. Y cuando digo eso lo
recuerdo de una forma tan nítida que incluso el sabor
de aquel cóctel vuelve a mis papilas gustativas. Por un
lado, me asaltaba constantemente la eterna pregunta:
“¿Por qué a mí?”. Me autocompadecía y sollozaba un
eterno pobre de mí que me hacía más diminuta. Por
otro, deseaba arremeter contra el mundo, contra la
injusticia a la que me había visto sometida. Y finalmente,
cuando creía haber dado un paso al frente, mis piernas
comenzaban a flojear, el cuerpo no me respondía y
elevaba mi vista al cielo deseando fervientemente
abandonar este mundo.
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CAPÍTULO XI
LA SALA DE ESPERA
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investigadores que las venden y dejan al mundo con el
culo al aire y a mí con el aliento seco. Hemos sido
capaces de mirar hacia otro lado con el hambre en el
mundo, capaces de creernos tan ingenuos como para
no saber que tiene solución; real, factible y al alcance
de todos. Para no ver que nos manejan a su antojo,
que manipulan las consciencias a través del miedo, que
desvían la atención de cualquier información que arroje
Wikileaks con un nuevo conflicto bélico o lo que se
tercie.
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—No te he visto antes, ¿cuántas sesiones llevas?
—Esta es la segunda.
—Yo veintinueve.
—¿Cuántas te quedan?
—Cuatro. ¿Y a ti?
—Ninguna.
—No. La dejo.
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CAPÍTULO XII
EL ENCUENTRO
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enfrente a una persona que me parecía cuerda y que
previamente a tratar esos temas, me había estado
hablando como un monje tibetano en lo alto de su
montaña, con una sabiduría superior a la que puedes
encontrar en las célebres frases de un sobre de azúcar.
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creía en ese ser superior al que rogabas ayuda en
momentos puntuales y críticos de tu existencia y al que
dada mi situación, solía regalarle algunas palabras cada
noche pidiendo auxilio.
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CAPÍTULO XIII
LA INFORMACIÓN
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Pese a ello, situaciones extremas requieren medidas
extremas y cuando tocó vacunarse, se vacunó. Hace
algunos años logró ver la luz la famosa vacuna contra
el Virus de Papiloma Humano (VPH) que sólo aplicaría
la Seguridad Social a las niñas de hasta catorce años.
El resto, debía pagar la friolera de quinientos euros.
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manera eficaz y el virus se eliminaba de forma espontánea
sin mayor trascendencia.
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CAPÍTULO XIV
SU EXPERIENCIA
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Aquel ejemplar, al que no haré publicidad por si las
moscas, la llevó a otros del mismo autor y esos otros a
otros, convirtiéndose en una cliente VIP de la librería
de los secretos mejor guardados de la humanidad.
Algunos llamaron su atención de forma instintiva,
otros eran la continuación de otros, otros estaban al
lado del que buscaba y así hasta que la mayor parte de
sus dudas se había despejado. Pero si algo le habían
enseñado sus dioptrías, era que no se creyera nada de
lo que le contaban y sólo se guiara por su corazón.
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CAPÍTULO XV
APLICANDO CONOCIMIENTOS
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Aclaro que las bombillas son difíciles de encontrar y
que mientras limpias el sótano tratas de no utilizarlo
más de trastero, pero, inevitablemente, hasta que aprendes
a deshacerte de lo innecesario y a dar uso a lo necesario,
sigues acumulando.
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CAPÍTULO XVI
ELENA
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— “Tierra llamando a la protagonista del libro, tierra
llamando a la protagonista del libro, por favor, recupere
la cordura”.
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CAPÍTULO XVII
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grito enorme de la propia “Aguafiestas” del planeta
diciéndonos que no podemos seguir así, que nos estamos
equivocando y que por mucho que nos empeñemos en
que todo vuelva a ser igual, nada es estático. Las reglas
del juego han cambiado y en Edarling ya lo saben.
¿O era en Meetic? ¡Entra en www.meetic.com y descúbrelo!
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mi amiga, una misteriosa planta cuyo cultivo es ilegal
y cuyas hojas han curado a miles de aquejados de esta
enfermedad en el mundo o productos de herbolario
misteriosamente sacados del mercado, da en qué
pensar.
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leáis, “La enfermedad como camino”. Si os gusta y lo
encontráis interesante el siguiente que os recomiendo
es: “Obedece a tu cuerpo, ámate”. Es un manual per-
fecto para encontrar cualquier dolencia y descubrir el
bloqueo físico, emocional y espiritual que supone, así
como el pensamiento o creencia que la hace posible.
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CAPÍTULO XVIII
ELECCIONES
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hecho. Me parecía injusto y aparte no entendía nada.
¿No se suponía que esto no funcionaba como un cas-
tigo y que se trataba de aprender?
—No lo entiendo…
—¿Lo asumes?
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quedé con el cosquilleo y la sensación de calor que te
deja. ¡Zas!, en toda la boca.
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y se marchó. Estuve a su lado hasta el último suspiro y
me consta que se fue sin miedo, en paz, feliz y llena de
amor. Como yo no había superado mi miedo a la
muerte y en esas cuestiones seguía jugando el la liga
amateur; desayuné, almorcé y cené sopa de lágrimas
durante varios meses.
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CAPÍTULO XIX
MI LUCHA
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tras descontarme el anticipo de nómina que había
solicitado para cubrir mis gastos médicos. Pero nada
de eso me importaba, ahora podía viajar. Ya había
hecho cinco de los diez grandes viajes que deseaba
realizar con ahínco o sola y un destino llamó a mi puerta.
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Aún no había cerrado la boca ante las noticias que
llegaban desde Italia cuando… el personaje volvió a
asomar el hocico. Y lo hizo a través de mis sueños.
¡Oficialmente me había ocasionado un trauma! Al
final, iba a tener razón y aquella historia sin pies ni
cabeza, debía tenerlos. Y diréis: “A buenas horas, mangas
verdes”. Pues no, las mangas no eran verdes. Durante
todo mi proceso me venía a la mente aquel sinsentido
buscándole sentido; en otras palabras: el nuevo sentido
que tenía todo para mí, implicaba que aquello también
lo tuviera. Además, con las deudas kármicas podía cantar
bingo y dar una explicación plausible a aquella andanza.
Sin embargo, aún no estaba preparada para mirar de
frente a la serpiente de cascabel.
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la de ser quien soy y actuar en sintonía. A que no
existiera contradicción alguna entre mis sentimientos,
pensamientos, acciones y palabras. Conforme lo hice,
vino a mí una auténtica verdad, una verdad superior a
la que se pone como estado la gente en Facebook y más
próxima a una visita del propio Buda en forma de
experiencias que te graban la lección aprendida. Y esa
verdad me embriagó por completo, me llenó de paz, de
tranquilidad, de felicidad... Había sido como escapar de
Guantánamo sin que nadie se diera cuenta, experimentando
con ello una liberación jamás conocida, jamás concebida.
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fantaseó con ello. Otra parte de mí, sabía que no era
cierto y que los letreros luminosos no eran lo único que
plasmaba la evidencia. Y cuando la segunda parte
pretendía aguarle la fiesta a la primera y protestaba, la
primera, como un yonqui con el mono, se abalanzaba
sobre ésta y la amordazaba para que cerrara el pico.
Sin embargo, la mayor parte de mí, se torturaba por lo
que pensaban las dos primeras partes y el minuto se
hizo más lento aún.
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CAPÍTULO XX
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papel protagonista. Sentía que una fuerza superior me
empujaba y me obligaba a escucharme, que me impedía
hacer oídos sordos o mirar al cielo en busca del famoso
burro volador, y que me gritaba: “¡Házlo!”. Y a ese
“¡házlo!” añadía: “Aunque sea cruzando el océano en
una patera abarrotada”.
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sabático. Considerándolo bien, siempre cabía la
posibilidad de volver a casa y tirar de los contactos que
tenía para asegurarme los garbanzos.
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en su caballo. ¿La Bella durmiente se habría adelan-
tado a los hechos y contarían con la pócima mágica
para despertarse del eterno sueño o habría dejado su
vida en manos del príncipe azul? ¿Blancanieves habría
llegado a morder la manzana o su bagaje e intuición lo
habrían evitado? ¿Fue la creencia de tener que encon-
trar un príncipe azul lo que las llevó a vivir tales expe-
riencias? Y qué hay del príncipe azul… ¿Acaso basaba
su vida y su felicidad en encontrar a una damisela en
apuros a la que rescatar? ¿Estaban Blancanieves o la
Bella durmiente obligadas a enamorarse del príncipe,
a corresponder su heróico acto con el matrimonio?
Me sobresaturé.
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CAPÍTULO XXI
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Después de haber aprendido, con una dura lección,
que el cuerpo es importante, pero no todo, me relajé.
Debía aprender formas nuevas de vivir la vida. Me
centré en disfrutar de los detalles, que son muchísimos,
de los paseos, de Lorenzo en mi piel… Empecé a ver
más allá del mundo en su continuo movimiento y a
sentirme parte de él, a conectar de un modo distinto
con lo que me rodeaba. Me sentaba, como los viejos
del parque y me pasaba horas observando como el
resto de los mortales iba de un lado para otro, con un
cohete en el trasero, sin disfrutar de nada, mientras yo
disfrutaba de todo.
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CAPÍTULO XXII
ÉL
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solía invitarnos a alguna copa. Indudablemente, la
noche de su cumpleaños no iba a ser menos. Cruzamos
alguna que otra palabra que no atino a transcribir
debido a la pérdida de memoria causada por el estado
de embriaguez, pero recuerdo su mirada clavada en mí
mientras dialogaba con la cumpleañera. No debió gus-
tarme mucho la conversación, pues como pude saber,
cierto tiempo después, por ÉL, sin venir a cuento, me
di media vuelta y me largué.
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era una opción válida para mí y tampoco tenía ninguna
intención de montarme películas. Pisaba más tierra
firme que nunca.
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CAPÍTULO XXIII
DESPEJANDO DUDAS
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Cuando éramos capaces de dejar de besarnos, inter-
cambiábamos algunas frases. ÉL quería decirme muchas
cosas, yo también, pero nos podían los besos. Se me
pasó el tiempo entre beso y beso y cuando la discoteca
estaba a punto de cerrar, nos fuimos todos a desayunar.
¡Cómo me gusta rimar!
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CAPÍTULO XXIV
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Me entró el pánico. ¿Y si era verdad todo aquello y
yo seguía siendo una ingenua que creía que por fin
iban a finiquitar Anatomía de Grey? No era de esas
chicas a las que poco les importaba cómo pusieran el
coche en marcha siempre y cuando lo aparcaran en su
garaje. Su fama de sex symbol y la cantidad de féminas
que se pavoneaban a su alrededor tratando de llamar
su atención, me perturba gravemente.
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Marta, la por ese entonces más afín a mí, me acon-
sejó que disfrutara y dejara de pensar; que liberara la
mente. Pero yo tenía que ser honesta o el karma se
presentaría en forma de personaje de ficción, nuevamente,
en mi próxima vida y me haría pasarlo mucho peor que
con la dichosa guitarrita del susodicho elemento.
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CAPÍTULO XXV
LA “CONVERSENSACIÓN”
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en materia. ÉL trató de resumirme su situación actual
y que “lo nuestro” le había pillado por sorpresa, que
estaba pasando una etapa de soledad necesaria, que su
última relación había acabado hacía tan solo un año y
medio…, pero que lo que sintió al besarme y al mirarme
a los ojos, no lo podía dejar pasar. No sé por qué su
“palique” me sonó sincero y nada pájaro. Yo fui directa
al grano, le pregunté todas las dudas que tenía mi Consejo
de Sabios y luego no planteé las mías, porque ciertamente
no las tenía, pero sí impuse una etapa de conocimiento
e “ir muy despacio” que le pareció correcta. Hablamos
durante horas y nos despedimos.
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por todo aquello para estar donde estaba ahora. Tenía
ante mí a un hombre que estaba en medio de su propia
lucha, iniciando una verdadera batalla a lo que hasta
entonces, había sido su vida. Aprendiendo, creciendo,
mejorando y tratando de escuchar a su corazón. Los
momentos de ambos quizás no podían ser peores, o
mejores, según se mire. ¡Estábamos en sintonía! Y lo
más importante, nos habíamos encontrado. La sensación
de conectar, de ver más allá, de entendimiento por
encima de las palabras y las acciones, era infinita. Era
como si el hada madrina hubiera usado su varita y nos
hubiera hechizado haciendo que nuestras almas bailaran
al mismo son y tuviera la agradable y a la vez extraña
sensación de vivir un déjà vu constante. No, “no como
si”. ¡Exactamente así!
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CAPÍTULO XXVI
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por ejemplo, podía estar en la boca. Me convertí en
Amparanoia y comencé a cantar Que te den seguida
de Welcome to Tijuana.
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CAPÍTULO XXVII
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Llegados a este punto…, ¿dónde estaba la pega?
Pronto llamaría a la puerta. ÉL quería más, empezó a
demandar más y más y más. A exigir una luna de miel
en toda regla, a querer poner nombre a lo que
manteníamos, a insistir en que fuera un fin de semana
a comer a casa de sus padres, en poner una foto nuestra
en su perfil de Facebook.
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para demostrar afecto y cariño. Algo en mí se había
roto y no encontraba la forma de recomponerlo.
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CAPÍTULO XXVIII
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Sin embargo, sus encuentros fueron en aumento,
siempre que la joven visitaba el bosque podía notar cómo
la observaba en la distancia e incluso hubo un momento
en el que llegó a sentir verdadero miedo. Poco a poco, la
gallina salvaje fue acortando distancias hasta cruzarse en
su camino y corretear a su alrededor. La joven, enternecida
por los intentos de la gallina de llamar su atención, decidió
darle un poco de las proteínas que llevaba consigo para
que se asegurara un poco de alimento.
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la gallinita salvaje y la vio. Vio más allá de sus
comportamientos ansiosos de proteínas.
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buena amiga le pidió que siguiera a la gallina y, ésta,
así lo hizo.
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gallina. Era un canon que debía pagar la joven por dis-
frutar de semejantes huevos y una forma de demostrarle
lo especial que eran, tanto éstos, como ella misma.
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“¡La gallina de los huevos de oro se ha ido! Anoche,
desconozco los motivos, pues ya saben que ella es muy
suya, me regaló un nuevo picotazo cuando trataba de
darle su alimento junto con las proteínas. Cansada ya
de los picotazos y ante la falta de huevos, decidí indagar
un poco y pedí ayuda a una amiga resabiada en estos
bípedos, quien gustosa se prestó. Entre las dos decidimos
hacer un delicioso caldo mientras charlábamos. Yo
sabía que el olor del caldo le daría en qué pensar a mi
gallinita de los huevos de oro, pues a desconfiada no
le gana nadie, y a buen seguro pensaría que ese caldo
no era más que una piscina en la que herviría de cabeza.
¡Cómo le gustaba suponer a mi gallina!
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La vigilé durante largo rato, observé que se comportaba
de modo distinto, hasta podría afirmar que era una
gallina más feliz, y cuando me quise dar cuenta, la
había perdido de vista. Pero un cacareo lejano llegó a mis
oídos. Me dejó en vilo y muy apenada cuando la divisé
magullada y herida por un cepo; me sentí culpable.
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decidió volver a ser una gallina salvaje por miedo a que
un día pudiera hacer con ella un caldo. Prefirió herirse
con cepos, acabar desplumada, pasar hambre y fatiga
hasta quedarse en los huesos y perder la cresta, antes
que confiar”.
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CAPÍTULO XXIX
HUYENDO
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No tenían nombre, eran completos desconocidos para
mí. Sólo sabía que por momentos, me sentía la mujer
más feliz del planeta y por otros, la más desdichada.
Quería estar con ÉL, dejarme llevar y disfrutar de lo
nuestro, pero no me atrevía, me reprimía y limitaba
pensando en el futuro y en la posibilidad de un final.
Me negaba a aceptar mi miedo a una nueva decepción
amorosa “estando sin estar”, mas no podía evitar
implicarme y sentir. Mi corazón y mi mente estaban
en conflicto, y como yo no sabía siquiera que así era,
contesté al siguiente test: “¿Tienes alma de rubia o de
morena?”. Según la revista Cosmopolitan, tenía alma
de rubia. Esclarecer ese dato, tan trascendental, no me
sirvió para nada, así que busqué un test online sobre
la bipolaridad.
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CAPÍTULO XXX
LA CRISIS DE LA CONFUSIÓN
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Se aceleró mi pulso, un grito en mi interior hizo que
agarrara fuertemente la mano de una amiga y le pidiera
huir despavorida. Accedió sin preguntas, mi cara debía
ser un poema de Bécquer. Ni todo el alcohol que llevaba
encima, ni mi disfraz, ni el tiempo que había transcurrido,
habían sido capaces de enfrentar el mero hecho de
verlo. Vomité.
—¿Estás bien?
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No sé cuánto tiempo transcurrió, pero bajo mi dudoso
criterio a mi amiga le había dado tiempo de encontrar
a Wally y a toda su familia.
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volver a vomitar, en cambio, me contuve, hubiera
quedado feo.
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sino que le había dado a la tecla de enviar y para más
inri, lo que decía en él me parecía bonito. Me pellizqué
para comprobar que no era un sueño. Y en ese momento
descubrí que estaba en plena crisis; la crisis de la
confusión.
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CAPÍTULO XXXI
CRIMEN Y CASTIGO
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Para perdonar, habría que culpar primero al ego.
Cuando perdonamos a alguien, somos soberbios, nos
creemos en la supremacía de absolver a quien nos ha
ofendido de alguna manera. Y si nos han ofendido,
hemos otorgado un poder a otro para que lo haga, ya
que de no ser así, no lo hubiese hecho. Por ello, es a
nosotros mismos a quien debemos perdonar, porque
hemos sido nosotros quienes le hemos dado cabida a
la ofensa. No es un hecho en sí el que nos ofende, o
una persona con su mera presencia, sino la interpre-
tación que hacemos de ese hecho o cómo vemos a esa
persona. Vuelvo al tema de la reacción que contamina
y la acción que libera. Cuando perdonamos a otro
nos desprendemos de nuestra responsabilidad, se la
legamos para sentirnos mejor, para no ver que te
ofenden porque te ofendes. Reaccionamos. Sin
embargo, si vemos el hecho en sí, con la mirada apro-
piada y aceptamos, no nos sentimos ofendidos, no
otorgamos el poder de ofendernos y por tanto, la
necesidad de perdonar o ser perdonados. Es pasividad
en estado puro, la pasividad depende del exterior,
mientras que la aceptación abre puertas, las que nos
dicen que es más importante modificar la mirada
sobre lo que nos ocurre, que cambiar el acontecimiento
en sí. La mirada interior es la única capaz de modificar
el acontecimiento exterior, pues todo depende de la
óptica con que se mire.
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Me confesé como la autora del peor de los crímenes
y la culpa me concomió como un ejercito de termitas
devorando una madera.
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CAPÍTULO XXXII
MANIPULACIÓN
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La cuestión era simple: aquella amistad había sur-
gido por mutuo interés, no había sido fruto de la mágica
conexión que une a las personas y había estado dominada
por la mente y no por el corazón. Aunque por momentos
sí llegué a creer que era sincera, la realidad reflejaba lo
contrario.
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Admitir que no somos importantes para alguien es
una cuestión, que desde la mente, se torna sumamente
difícil de aceptar, ya que, automáticamente, la asocia-
mos a nuestra autovaloración. Si consideramos que
alguien nos infravalora, nos sentimos frustrados, nuestro
ego se siente amenazado y comenzamos a proyectar en
el otro, causante de todos nuestros pesares, nuestro
malestar, y entramos en el contaminante juego de la
manipulación.
126
creemos es parte de nosotros o nuestro verdadero YO,
se contente y se quede tranquila haciéndonos sentir
que llevamos la razón. Razones que nos engañan y que
nos atan un tupido velo en los ojos impidiéndonos ver
la realidad, que nos hacen sentir seguros, protegidos, a
salvo.
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dos no quieren, los amigos no lo son si alguno de los
dos no lo desea. Y no por eso es malo quien no se enamora
de ti ni perverso quien deja de contar con tu amistad.
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CAPÍTULO XXXIII
LOS REPROCHES
129
de un plumazo, cayéndome de la nube en la que estaba
columpiándome. ¿Iban en serio sus reproches? ¿Cómo
se atrevía siquiera a...? ¡Vamos! Cuando él había…
¡Protesto! Me invadió un enorme deseo de levantar mi
dedo corazón e invitarlo a subirse encima para que
contemplara la majestuosidad del Teide, pero, por
suerte o desgracia, no lo tenía enfrente.
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Enrique Martín Morales, más conocido como Ricky
Martin, era gay. Empezó a dolerme la cabeza.
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esperanza de volvérmelos a poner algún día porque me
gustaban muchísimo, pero reflejaban al mismo tiempo
que debía cambiar de talla para poder lucirlos. Y como
no, no llevar otros debajo, ya que de ese modo, me
engañaba a mí misma creyendo que me valían, pues
no los llenaba realmente y requería de otros para poder
usarlos. Tenía que crecer y, para eso, me hacía falta
aprender.
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Ese mensaje hizo que deseara meter mi cabeza, para
siempre, bajo tierra. Sonaba a la extremaunción antes
del fallecimiento. Era lo mismo que decirme: “Tenemos
que dejarlo”. ¿Y si dilataba el momento con alguna
excusa? Podía decirle que la compañía aérea había
extraviado mis maletas y pasarme los próximos treinta
y dos años buscándolas, o que el piloto se había
desviado tanto que estaba en Australia y no encontrar
un vuelo de regreso hasta el 2025. ¡No colaría! Y tampoco
podía ser tan cobarde. A lo mejor, por arte de magia,
sus perfectos labios me eximían de la culpa. A lo mejor,
si balanceaba un colgante frente a sus ojos y le repetía:
“Olvídalo”, lo olvidaría, y todo volvería a ser tan caótico
como antes. Sin embargo, ese pensamiento enseguida
cedió su puesto a otro (con igual resultado): aquello iba
a ser un auténtico baño de sangre. Su mirada dispararía
cohetes y su cara de enfado serían tal, que me haría creer
en el fin del mundo. Y si ÉL estallaba, yo también lo
haría, y mientras los dos detonáramos alegremente,
nuestra relación se iría al carajo. No quería que así fuera,
no nos merecíamos ese final. ¡Pero qué demonios…! No
podía adelantarme tanto a los hechos y presuponer que
me dedicaría una maldición condenándome a ver
telenovelas el resto de mi vida.
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—Quiero que estemos juntos.
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CAPÍTULO XXXIV
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Fue una experiencia muy bonita, llena de sonrisas,
de ilusión, de ganas, de ser nosotros mismos, coger aire
y oxigenar nuestro amor. La renovación que requería
nuestra relación, una relación amena que pronto pasaría
a Orange.
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paparazzi detrás de un famoso a leer el evangelio. Eso
hizo que comenzara a prestar mucha atención a los
comportamientos previos a una disputa, y cuando intuía
que íbamos a discutir, huía a mi “zona de control” o lo
que es lo mismo, a encerrarme en mi casa muy lejos de
ÉL. De ese modo, mataba dos pájaros de un tiro: por
un lado, evitaba que ÉL removiera en mí lo que
debía remover, y al mismo tiempo, cerraba los ojos
para no ver la película que se proyectaba sobre el apóstol.
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CAPÍTULO XXXV
DECISIONES
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Me era imposible calificar aquella relación como la
típica de amor-odio. Yo no hacía o deshacía para provocar
reacciones en ÉL. Simplemente era, era como tocaba
ser, era lo que era, un metro sesenta y tantos de mujer
en plena erupción de sentimientos, aceptándose a sí
misma y perdonándose. ÉL era incapaz de verlo, yo
también en algunos momentos, pero cuando se dispersó
la nube gris que había sobre mi cabeza y salió el sol,
fui incapaz de fingir que ese sol no existía.
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Empecé a mostrar una clara empatía por los reptiles y
sus procesos de muda.
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objetivo de llevarlo largo. Y puede parecer ilógico, pues
es fácil caer en el error de pensar que si no te cortas el
pelo en un año lograrás tener una melena larguísima.
Pero… nosotros mismos, como el pelo, necesitamos
cortar, sanear y ver nuestra melena reducida, para
poder disfrutar de una buena mata de pelo. A veces,
necesitamos rozar la muerte para apreciar la vida,
perdernos para encontrarnos, temer para amar.
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de cincuenta mil piezas sin armar y sólo el hecho de
tener que recomponerlo me desalentaba. Me creí débil,
sola, por momentos me di por vencida, deseé que aca-
bara aquel sufrimiento, llegué a sentir que mi cuerpo
ya no me respondía en lugar de escuchar lo que me
decía y volví a ver Mar adentro.
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CAPÍTULO XXXVI
UN AÑO Y ADIÓS
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Traté de quedarme con lo bueno, de lo malo, no
podía olvidarme, pero tampoco me acordaba. Sabía
que lo que había vivido, vivido quedaba, que había
aprendido, crecido, mejorado, cambiado... Por ello, me
despedí de ese año, como hay que despedirse siempre,
y como él mismo me enseñó: con una sonrisa, disfru-
tando de él hasta el último segundo y con mucha fe en
mi nuevo calendario.
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último encuentro. Amé sin esperar recibir, entendí,
pero leí. Leí sus temores, su recelo, su falta de confianza,
sus inseguridades. Y lo que leí me apabulló. Sentí todo
aquello en primera persona, se me quedó pegado en la
piel y en el alma, porque cuanto leí en ÉL, también
estaba en mí.
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Salí de esa relación para ser. Quizás el error más
grande que pueda cometer una persona es dejar de ser
ella misma para amar alguien. Y yo; quería ser sin él.
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Llegué. Con la decisión que tomé llegué a mi vida, y di
paso a una euforia repentina que finguía ser cautelosa,
pero que no podía.
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CAPÍTULO XXXVII
HOLA
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No me hizo daño porque no le otorgué la potestad
de hacerlo. Llegó un momento en que, de forma
automática y natural, dejé de estar sometida a mi necesidad
de necesitarlo. Dejé de ser el saco de boxeo de mis
propias frustraciones y de pagar la alta factura que
extendían mis inseguridades y que mi corazón no podía
ni quería pagar.
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preguntas, que de alguna forma también cambié algo
en su interior, que otras tantas, mi recuerdo no es
bueno y selecciona todo lo que puede considerar malo
para aliviar su pena. Pero también sé que si se atreve,
al igual que si yo me atrevo, conocerá de verdad la
palabra amor en su máximo esplendor y será capaz,
entonces, de llevarla a la práctica.
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CAPÍTULO XXXVIII
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voltereta? ¿Acaso todos los seres humanos contamos
con las mismas habilidades, destrezas, motivaciones
y gustos?
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preparación profesional, que el propio autoconocimiento
y realización personal.
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apasionante parir algo y que saliera bien, verlo crecer,
dar sus primeros pasos… No me convertí en una adicta
al trabajo pese a dedicarle doce horas diarias, el momento
lo requería y había vuelto a poner a prueba mi fe. Gracias
a ello no me encontré con ninguna pega, obstáculo o
quebradero de cabeza que hiciera que Morfeo no me
visitara a su hora. Todo fluyó en armonía y con alguna
ayuda inesperada que parecía provenir del mismísimo
cielo.
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CAPÍTULO XXXIX
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tras años de miopía! No dependía de unas gafas para
verlo tal y como era, no me engañaba con unas monturas
transparentes o con lentillas, veía con mis propios ojos,
ahora sanos. Comprendí la finalidad de tantas cosas…
Yo veía en él como si de un espejo se tratara, pues no
vemos más que lo que proyectamos en los demás, que
como un espejo, nos devuelven lo que ven. Y vi lo que
fui, lo que proyecté en él, lo que percibió y sintió ante
semejante interrogante de mujer. Reflejé mis propios
miedos, mis propias angustias… Y me atropellé a mí
misma con ello. Ahora no existía nada de aquello, porque
yo era distinta y por tanto, los ojos con que podía ver
al verdadero Mateo.
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química que había entre ambos y a la que nunca
permitimos tomar las riendas. Sin darnos cuenta nos
desprendimos del tabú y alargamos aquella charla
tomando algo, nos pusimos al día, y todo fluyó sin
voces incordiando. Bueno, quizás una, la que deseaba
preguntarle cuántos hijos quería tener y contestara lo
que contestase responderle el mismo número.
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CAPÍTULO XL
CUARENTA Y XL
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Y os preguntareis: “¿Dónde está la pega?”. Pues
si miras detrás del pósit la encuentras. Aparentemente,
y recalco aparentemente, yo estaba bien. Había vuelto a
respetarme poniendo límites, sin embargo, mi pasado
con Mateo hacía aguas por doquier, y aunque habla-
mos muchas veces sobre el tema, se enmarañaba de
una forma que no nos permitía entendernos. Era como
escuchar en árabe lo que me decía en ruso y contestarle
en chino mandarín mientras pensaba en alemán.
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CAPÍTULO XLI
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te funciona y alcanzas un resultado, lo repites, pero
¿cuándo deja de ser válida una creencia? Pues cuando
ya no te funciona, cuando no te permite ser tú mismo,
cuando te paraliza y te impide poner en práctica lo que
deseas. En este caso, amar.
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casa, y muchas veces no era necesario responderle en
voz alta.
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CAPÍTULO XLII
SU EGO
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Esa noche durmió en mi casa porque nos venía mejor
salir de allí. Cuando abrí los ojos, tenía un horrible dolor
de hombros, concretamente una bursitis, propia del
soportar una situación hasta el extremo de hacerme
sufrir así, con la carga de un ego que no me correspondía
y acumulando la ira que aquello conllevaba en lugar
de expresar abiertamente cuanto leía en él.
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planes y que seguro, me sentaría mucho mejor descansar
en aquel entorno que en mi casa.
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estar allí con él, sin embargo, esperaba más. Esperaba que
le dijera que me aburría, que lo echaba de menos, que
quería que hiciéramos algo juntos… Empezó a querer
algo que no deseaba, a desear algo que no había pedido.
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intervenir. Lo único que cambiaba era la mirada sobre
el acontecimiento en sí y los pensamientos que dicha
mirada había generado. La inseguridad con la que había
maquillado los hechos, el disfraz que les habían puesto.
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quererse poco, infravalorarse, estar a merced de alguien,
pasar por el aro o ir en contra de uno mismo, sino todo
lo contrario.
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de la vidente que jamás visité. Ese hombre estaba tan
agarrotado por el miedo, que la posibilidad de que
se orinara encima, defecara, o tuviera su primera
menstruación, era de un elevado porcentaje.
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Mateo hizo lo mismo que la ruedita de colores que
misteriosamente se apodera del cursor de mi Mac;
tomarse todo el tiempo que le fuera necesario para
digerir la sobredosis de información que acaba de recibir.
Hice acopio de paciencia, sin embargo, después de
observarle durante más de treinta minutos en estado
catatónico, decidí intervenir y comprobar sus constantes
vitales. Barajé la idea de pintarme un bigote en la cara
con tal de que se riera, pero tras mi charla, hacerlo
hubiera sido obligarle a que me colgara el cartel de
chalada mayor del reino.
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CAPÍTULO XLIII
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Había enfrentado, por fin, nuestra historia y me
había redimido. Por vez primera fui tan libre como
para hacer lo que sentía sin temor a las consecuencias,
no había devuelto la bofetada, no me había dejado
poseer por el orgullo, es más, ni siquiera había contenido
o reprimido mis palabras y sentimientos. No podía más
que estar agradecida por la inesperada reconciliación
conmigo misma que había supuesto y tenía ganas de
entonar el “ioleréjijú”, al mismo tiempo que ansiaba
deleitarme con la banda sonora al desamor más grande
que había vivido.
172
siguió. Yo quería celebrar ese amanecer a su vera, vivir
juntos, e hilar todas las frases de la canción de Paloma
San Basilio con café para dos, fumando cigarillos a
medias, haciendo del lunes otro sábado y cantando
hasta quedar afónicos.
173
CAPÍTULO XLIV
PUNTO Y FINAL
174
Logré hacer sonar mi propia música, sintonizar con
el mundo y conocer el amor en su estado puro. Alejé
de mi vida cuanto quise permitíendo que accediera mí.
Me liberé del miedo dejándo que se convirtiera en el
protagonista e hice débil lo que antes era fuerte.
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ÍNDICE
Prólogo....................................................................... 11
Introducción.............................................................. 15
Capítulo I: Pasado..................................................... 17
Capítulo II: Saliendo al mundo................................. 22
Capítulo III: Viviendo experiencias ajenas............... 27
Capítulo IV: Todo un personaje................................ 31
Capítulo V: Un clavo saca a otro clavo.................... 35
Capítulo VI: ¡Que les den!........................................ 37
Capítulo VII: La luz al final del túnel....................... 42
Capítulo VIII: La luz del día..................................... 47
Capítulo IX: A mi rollo............................................. 50
Capítulo X: La noticia............................................... 53
Capítulo XI: La sala de espera................................... 56
Capítulo XII: El encuentro........................................ 59
Capítulo XIII: La información.................................. 62
Capítulo XIV: Su experiencia.................................... 65
Capítulo XV: Aplicando conocimientos................... 67
Capítulo XVI: Elena.................................................. 69
Capítulo XVII: Juntas pero no revueltas................... 71
Capítulo XVIII: Elecciones....................................... 75
Capítulo XIX: Mi lucha............................................. 79
Capítulo XX: Con la música a otra parte.................. 84
Capítulo XXI: Living la vida loca............................. 88
Capítulo XXII: ÉL..................................................... 90
Capítulo XXIII: Despejando dudas........................... 93
Capítulo XXIV: La guerra de los consejos................ 95
Capítulo XXV: La “conversensación”....................... 98
Capítulo XXVI: Con el cuerpo golfo...................... 101
Capítulo XXVII: Sexo, sexo y más sexo................. 103
Capítulo XXVIII: “La joven hermosa y la gallina de los
supuestos huevos de oro”......... 106
Capítulo XXIX: Huyendo....................................... 114
Capítulo XXX: La crisis de la confusión................. 116
Capítulo XXXI: Crimen y castigo.......................... 121
Capítulo XXXII: Manipulación.............................. 124
Capítulo XXXIII: Los reproches............................. 129
Capítulo XXXIV: “Pa’lante” como los de Alicante. 135
Capítulo XXXV: Decisiones.................................... 138
Capítulo XXXVI: Un año y adiós........................... 143
Capítulo XXXVII: Hola.......................................... 148
Capítulo XXXVIII: Conjugando el verbo trabajar.. 151
Capítulo XXXIX: Mateo con y sin guitarra............ 155
Capítulo XL: Cuarenta y XL................................... 158
Capítulo XLI: Batallando contra el ego................. 160
Capítulo XLII: Su ego.............................................. 163
Capítulo XLIII: Todo final es un comienzo............ 171
Capítulo XLIV: Punto y final.................................. 174