Tareas Asertividad
Tareas Asertividad
Tareas Asertividad
Semana 1: Lee el siguiente texto y analiza los pasos que nos exponen y practícalos en el día a
día, para poder realizar las actividades de la semana 2 y 3.
La Asertividad se define como: "la habilidad de expresar nuestros deseos de una manera amable,
franca, abierta, directa y adecuada, logrando decir lo que queremos sin atentar contra los demás.
Negociando con ellos su cumplimiento". Está en el tercer vértice de un triángulo en el que los
otros dos son la pasividad y la agresividad. Situados en el vértice de la pasividad evitamos decir o
pedir lo que queremos o nos gusta, en la agresividad lo hacemos de forma tan violenta que nos
descalificamos nosotros mismos.
Emplear la asertividad es saber pedir, saber negarse, negociar y ser flexible para poder conseguir
lo que se quiere, respetando los derechos del otro y expresando nuestros sentimientos de forma
clara. La asertividad consiste también en hacer y recibir cumplidos, y en hacer y aceptar quejas.
Para poder ejercitar la asertividad tenemos que tener capacidad de negociación. En la negociación
se intenta conseguir lo que se quiere con el beneplácito del otro, que lógicamente también va a
tener algunos beneficios.
Fase de preparación
Para poder conseguir cualquier cosa tenemos que saber cómo hacerlo y para ello hay que
prepararse. Ir a un encuentro sin tener una mínima guía de comportamiento, nos expone a no
lograr para nada los objetivos que perseguimos. Por tanto hay que preparar lo que se va a decir y a
hacer en la negociación cara a cara con el otro.
Dentro de la preparación habría que distinguir dos subfases. La primera de preparación personal
para evitar caer en la pasividad o en la agresividad y la segunda de preparación del diálogo que
vamos a plantear al otro.
Fase de preparación personal
Se trata de una fase previa, necesaria para Tener muy claros los objetivos que perseguimos en el
encuentro. Es lo que nos motiva a la negociación. Cuando negociamos tenemos que tener la vista
puesta en nuestros objetivos. Hay algunas cosas que nos pueden distraer de ellos y hacernos
fracasar. Por ejemplo, nuestra emoción. No podemos confundir la emoción con el objetivo. Nos
gustaría quedar bien, pero normalmente ese no es el objetivo. Nos gustaría machacar al otro, pero
así no lograremos lo que realmente queremos. Nos gustaría que el otro reconociese que tenemos
razón y que él estaba equivocado, pero nos tenemos que preguntar si ese es nuestro objetivo o si
así solamente conseguiremos una recompensa de tipo emocional, mientras que nuestro objetivo
se pierde. No hay que olvidar la máxima: “lo que cuenta son los hechos y no las palabras”. Si nos
explayamos y nos descargamos emocionalmente puede que hayamos conseguido una recompensa
a corto plazo, pero la pregunta que tenemos que hacernos es si hemos conseguido nuestros
objetivos.
Hay que huir de juicios de intenciones. Si juzgamos las intenciones de la otra persona y nos
basamos en ellas para plantear la relación con el otro, corremos el riesgo de contestar y reaccionar
a las intenciones que pensamos que tiene el otro y perdemos de vista nuestros objetivos. Así
podemos llegar a ser agresivos o a ser pasivos. Si nos han hecho algo que nos ha dolido y
pensamos que lo ha hecho con buenas intenciones, podemos estar tentados de dejarlo pasar y no
decir nada. Si juzgamos que lo ha hecho con mala intención, vamos a atacar su “maldad” y no los
hechos y seremos agresivos. En una negociación no se trata de agredir y someter al otro, aunque
lo veamos como un rival. Hay que darle una salida, más o menos airosa porque si no se revolverá
contra nosotros. Querer que nos reconozca lo equivocado que está y se someta completamente a
nuestros deseos puede ser un objetivo emocional, que compense la humillación que hemos
sentido, pero ¿es realmente nuestro objetivo? Sí tenemos que intentar entender que cosas son las
pueden motivar al otro para hacer lo que nosotros queremos que haga.
Tenemos que pensar en cómo crear la oportunidad de la negociación. Si es algo pendiente desde
hace mucho tiempo y que queremos abordar, hay que buscar al otro y plantear un tiempo y un
espacio en el que se pueda dar la negociación. Es lo primero que tenemos que conseguir del otro.
Sin ellos no se consigue, no es posible hacer la negociación. En muchas ocasiones no hay que
buscar la oportunidad, es la propia situación en la que se genera el problema. Pero en ella nos
puede ocurrir que cuando el otro se va es cuando se nos ocurre aquello teníamos que haber dicho.
Recuerda: Siempre hay una segunda oportunidad aunque haya que crearla. Crear la oportunidad
es buscar al otro y plantear, aunque sea por enésima vez, el tema que nos ocupa. Cualquier frase
introductoria como decirle, “de lo que hablamos ayer me gustaría comentarte algo” o frases
parecidas para iniciar la conversación son ayudas inestimables para crear la oportunidad.
Con los objetivos claros podemos controlar nuestra agresividad y motivarnos para dejar de ser
pasivos, con la oportunidad creada y el entendimiento de lo que el otro espera podemos preparar
el momento concreto de la negociación.
Preparación del diálogo
Sin perder de vista que lo importante es lo que hagamos y lo que decimos solamente puede ser
una guía para que el otro sepa cuáles van a ser nuestros siguientes pasos, tenemos que preparar
aquello que vamos a decirle. El diálogo que tengamos con él tiene que cumplir los
siguientes requisitos para ser un diálogo asertivo:
1. Describir los hechos concretos. Se trata de poner una base firme a la negociación, en la
que no pueda haber discusión. Cuando describimos hechos que han ocurrido el otro no
puede negarlos y así podemos partir de ellos para discutir y hacer los planteamientos
precisos. En este punto es donde más tenemos que evitar hacer los juicios de intenciones.
No se trata de decir “eres un vago” sino decir, “vengo observando que te levantas desde
hace ya varias semanas a la hora de comer”. Diremos me has dicho 10 veces “no sirves
para nada” en lugar de “me quieres denigrar y hundir” (juicio de intenciones.)
2. Manifestar nuestros sentimientos y pensamientos. Es decir comunicar de forma
contundente y clara como nos hace sentir aquello que ha ocurrido y que juicio moral o de
pensamiento nos despierta. Es el momento de decir “estoy hasta las narices de esta
situación y no la soporto más”, o “me he sentido humillado y denigrado”. Hay que
recordar que no se trata de que el otro lo encuentre justificado o no. Le puede parecer
desproporcionado, o injusto, o... pero es lo que nosotros sentimos y tenemos derecho a
hacerlo así, no aceptaremos ninguna descalificación, defenderemos nuestro derecho a
sentirnos tal y como le decimos. Le estamos informando, no le pedimos que nos entienda
o nos comprenda, por eso no puede descalificarnos ni aceptaremos críticas a nuestros
sentimientos, emplearemos la técnica del banco de niebla combinado con el disco rayado
(ver más abajo.)
3. Pedir de forma concreta y operativa lo que queremos que haga. No se trata de hablar de
forma general o genérica, “quiero que seas más educado”, “quiero que me respetes”
“quiero que no seas vago”; sino que hay que ser concreto y operativo: “quiero que quites
los pies de mi mesa”, “quiero que cuando hablo me mires a los ojos y contestes a lo que te
pregunto”, “quiero que estudies tres horas diarias”. Son conductas concretas que el otro
puede entender y hacer.
4. Especificar las consecuencias. Es decir, aquello que va a ocurrir cuando haga lo que se le
ha pedido. Se le podría plantear también las consecuencias que tendrá para él no hacerlo,
pero es preferible especificar lo que va a obtener de forma positiva. De otra manera lo que
planteamos es un castigo y los castigos son mucho menos efectivos que los premios o
refuerzos. Muchas veces se trata solamente de una forma de presentación, hay que tener
en cuenta que frecuentemente algo que puede ser planteado como un castigo, si no lo
hace, se puede ver como algo positivo si lo hace. “Si no lo haces tendrás un castigo” se
puede convertir en “Si lo haces evitarás que haga lo que no quiero hacer que es lo que
supone un castigo para ti, que es algo que, por supuesto, yo tengo que hacer para ser
consecuente con mis objetivos y los sentimientos que ya he expresado”.
Ensayo
Lo que se ha preparado, preferentemente se tiene que ensayar.
Si la situación nos causa alguna ansiedad, es una razón más para el ensayo. Cuando nos
imaginamos la situación de la negociación nos estaremos exponiendo a ella en la imaginación y al
menos cuando pensemos en hablar con el otro no nos pondremos nerviosos y comenzaremos
nuestra negociación en mejor posición anímica. Si nos ponemos nerviosos podemos acogernos al
diálogo que hemos preparado en la seguridad de que vamos a expresar nuestros deseos de forma
completa. Cuando la ansiedad es demasiado grande hasta el punto de que nos impide expresar
nuestros deseos, hemos de plantearnos una estrategia para superarla.
Ejecución
En la fase de ejecución hay que tener en cuenta algunas técnicas básicas que nos permiten llevar a
cabo lo que hemos preparado. No hay que olvidar nunca que nuestros objetivos están plasmados
en el diálogo que hemos preparado y que nuestra meta inmediata es decirlo. No se trata de
contestar a todas las digresiones que nos hagan, no es necesario ser rápido y agudo para poder
responder de forma inmediata a todo lo que nos digan. Se trata de emplear la técnica del banco
de niebla, que también se llama aceptar en principio, seguida de la del disco rayado.
La forma de hacerlo es diciendo que “puede que lleves razón; pero...” (Banco de niebla) lo que yo
quiero decir es que.. “y se sigue con el diálogo en el punto en el que fuimos interrumpidos o
repitiéndolo desde el principio (disco rayado.) Puede parecer muy limitado y que vamos a hacer el
ridículo, pero es sorprendente lo efectivo y natural que resulta. Si saca otros temas, también
importantes, no perdamos de vista nuestro objetivo, tenemos que acabar con lo que ha motivado
la negociación para poder seguir más tarde con lo que acaba de plantear: en ningún momento hay
que perder de vista nuestro objetivo, plasmado en el diálogo preparado.
(Capítulo del libro del Dr. José Antonio García Higuera; Terapia Psicológica en el Tartamudeo, de
Van Riper a la Terapia de Aceptación y Compromiso de Editorial Ariel Psicología)
Actividad 2. Analiza de maneja objetiva cómo se sentiría la otra persona con cada una de las
conductas descritas a continuación, esto con el fin de ser empático y mejorar tu comunicación
asertiva.
Situación 1:
Un amigo acaba llega a cenar, pero una hora más tarde de lo que había dicho. No ha llamado para
avisar que se retrasaría. Estás irritado por la tardanza. Tienes estas alternativas:
1. CONDUCTA PASIVA. Saludarle como si tal cosa y decirle “Entra la cena está en la mesa”.
2. CONDUCTA ASERTIVA. He estado esperando durante una hora sin saber lo que pasaba
(hechos). Me has puesto nervioso e irritado (sentimientos), si otra vez te retrasas avísame
(conducta concreta) harás la espera más agradable (consecuencias).
3. CONDUCTA AGRESIVA. Me has puesto muy nervioso llegando tarde. Es la última vez que te
invito.
Situación 2:
Un compañero de trabajo te da constantemente su trabajo para que lo hagas. Decides terminar
con esta situación. Puedes crear la situación preguntándole como lleva su trabajo o esperar a que
la cree cuando te pida otra vez a le ayudes haciéndole algo. Las alternativas podrían ser:
Situación 3
Vas a un restaurante a cenar. Cuando el camarero trae lo que has pedido, te das cuenta de que la
copa está sucia, con marcas de pintura de labios de otra persona. Se trata de llevarse bien con el
camarero para que nos sirva bien, pero eso no es un buen servicio, podrías:
1. CONDUCTA PASIVA. No decir nada y usar la copa sucia aunque a disgusto.
2. CONDUCTA AGRESIVA. Armar un gran escándalo en el local y decir al camarero que como el
servicio es asqueroso nunca volverás a ir a ese establecimiento.
3. CONDUCTA ASERTIVA. Llamar al camarero y, mirándole a la cara y sonriendo, pedirle que por
favor le cambie la copa.
Hechos
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Sentimientos
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Conductas
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Consecuencias
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