Cuaderno 10. El Proyecto Humanista Del Cristianismo PDF
Cuaderno 10. El Proyecto Humanista Del Cristianismo PDF
Cuaderno 10. El Proyecto Humanista Del Cristianismo PDF
El proyecto humanista
del cristianismo
La radicalidad de la identidad cristiana
humanista
del cristianismo
Jordi Giró i París
IDENTIDAD
Madrid / Roma 2019
CUADERNO 10
IDENTIDAD ESCUELA SOLIDARIA DESAFÍOS DEL MUNDO DE HOY
Martin Gelabert
1 Regenerar la cultura desde
el Evangelio
Carlos Díaz
2 El educador: agente de
transformación social
Fernando Marhuenda
3 Trabajo y educación
Enrique Lluch
4 Gestión fraterna
de un centro educativo
María Vicenta Mestre
5 La persona prosocial: procesos
psicológicos y prop. educativas
Javier Aguirregabiria
6 Quien trabaja por la paz puede
sentirse feliz: es hijo de Dios
Joaquín García
7 Escuela solidaria. Espacio popular
Luis A. Aranguren
8 Una escuela abierta al barrio
Grupo Entorno
En torno a la educación
9 socioambiental: ecología,
desarrollo y solidaridad
Jordi Giró i París
10 El proyecto humanista
del cristianismo
R. García / J. A. Traver / I. Candela
11 Aprendizaje cooperativo
Enric Canet
12 Pobreza y exclusión social
Antonio Botana
13 La escuela como proyecto
evangélico
Francesc Torralba
14 Pedagogía de la vulnerabilidad
Pedro Sáez
18 Educar en una escuela intercultural
– Cuaderno 10 –
El proyecto humanista
del cristianismo
La radicalidad de la identidad cristiana
© Editorial CCS
© Publicaciones ICCE
(Instituto Calasanz de Ciencias de la Educación)
Conde de Vilches, 4 - 28028 Madrid
www.icceciberaula.es
Dicho esto, vamos a presentar las ideas principales del cuaderno a través de
algunas claves de lectura que faciliten su comprensión. Para simplificar la es-
tructura del texto, lo he dividido en dos partes: una primera, que he titulado
El contexto del humanismo y su evolución histórica hasta hoy, que pretende
situar el fenómeno del humanismo ante los retos actuales, pero recuperando
una clave de lectura histórica para entender, desde el cristianismo, su evolu-
ción; y una segunda que he titulado El humanismo cristiano como referente
para una educación en pro de la justicia, que pretende utilizar las bases teó-
ricas de esta defensa del humanismo desde el cristianismo para aplicarlas,
concretamente, a una educación personalista cristianamente inspirada en
pro de la justicia.
Después de este periplo histórico, que nos debería servir para situar el huma-
nismo y su defensa desde el cristianismo hoy, vamos a tratar de plantearnos
algunos de los retos actuales de las instituciones educativas (apartado 5. Las
instituciones educativas hoy y su compromiso humanista en pro de la justicia)
como son el desprestigio social, y el hecho paradójico de que, al mismo tiempo,
se pide a la escuela todo lo que la sociedad no puede o no quiere dar: educar
en la sexualidad, en la seguridad vial, educar para la justicia, etc.; y vamos a
reflexionar sobre desde qué modelo de escuela actuamos; una escuela tipo ghe-
tto, como salvación apostólica del mundo, o una escuela tipo mirador, como
interrelación abierta a él. La necesaria complementariedad entre la educación
formal, no-formal e informal nos ayuda a practicar la virtud de la humildad y
ser conscientes de nuestras limitaciones.
1. EL HUMANISMO EN LA HISTORIA
Resumen del contenido: explicación de lo que se entiende por humanismo.
Historia del concepto, las humanitas del Renacimiento. Planteamiento actual
de las humanidades y su sentido.
La palabra hombre, ser humano o humán, -como prefieren algunos para evitar el
machismo implícito en ella- indica principalmente las características definitorias
de nuestra condición de seres vivos. En tanto que especie biológica, los homo sa-
piens-sapiens, tal como nos designan los antropólogos, somos animales mamífe-
ros que: 1. procedemos evolutivamente de una de las ramas de los homínidos –o
sea, que estamos emparentados con los monos- , 2. andamos de forma bípeda er-
guidos sobre nuestros pies, 3. usamos herramientas con nuestras manos prensiles
y 4. tenemos la capacidad de pensar y de comunicarnos a través del lenguaje, 5.
gracias a una complicada potenciación mutua entre la herencia y la cultura que de-
sarrollamos en grupo, la sociedad, y 6. que recibimos de las diversas tradiciones in-
ventadas, sedimentadas y transmitidas entre generaciones a lo largo de la historia.
Se podría afirmar que el humanismo hace de ser hombre una vocación de per-
fección, un proyecto de vida enriquecedor gracias al desarrollo esmerado de lo
propiamente humano por el ejercicio de la educación y la cultura. Y esto es así,
precisamente, porque –como ya decía Píndaro1- se presupone que el hombre no es
un ser acabado, sino un proyecto de sí mismo que debe cultivarse. Por esta razón
es absolutamente pertinente que comprendamos que, ya desde su raíz, todo pro-
yecto humanista es necesariamente una apuesta por la educación, y que un hu-
manista no es, en realidad, otra cosa que un educador, de sí mismo y de los demás.
Toda esta rica significación que acabamos de establecer proviene de un uso restrin-
gido de la palabra humanismo, que nos sirve para referirnos al movimiento cultural
desarrollado por los llamados humanistas del Renacimiento. El Renacimiento es un
movimiento cultural e ideológico, que los historiadores sitúan aproximadamente
al final de la Edad Media, entre los siglos XIV y XV, y que inicialmente se concentró
en Italia. Algunos de los artistas más célebres de esta época, como Giotto2, Miguel
Angel3 o Leonardo da Vinci4, o escritores como Dante5, Petrarca6 o Bocaccio7, son
emblemáticos exponentes del movimiento cultural al que nos estamos refiriendo.
En cuanto a la filosofía humanista Eusebi Colomer12 nos enseña que hay dos ca-
racterísticas peculiares de este movimiento que es necesario recordar, a saber,
el cultivo de la historia y el sentido de las cosas humanas. El Renacimiento se
define por su voluntad de rescatar el mundo clásico de una manera auténtica
y de entenderlo en su realidad histórica. El hombre medieval también estaba
interesado en la antigüedad clásica, pero la usaba, descontextualizadamente,
como contemporánea, mientras que el humanista del Renacimiento la quería
situar en su contexto original, como pasado, para descubrir su significado au-
téntico. Asociado a este interés por la historia tenemos el interés por el hombre
y por las cosas humanas, puesto que desde Cicerón13 y Varrón14 la palabra hu-
manitas significaba la educación del hombre en cuanto tal, lo que los griegos
llamaban paideia.
Para nosotros hoy, recoger el testigo del espíritu de los humanistas del
Renacimiento representa, al menos, dos retos: El primero referido a papel de
los studia humanitatis, aquellas disciplinas, asignaturas o materias de estudio
relacionadas con las “letras”, como podrían ser la historia, la literatura, el arte,
la filosofía y las mal llamadas “lenguas muertas” y su imprescindible utiliza-
ción en la educación humana en pro de la sensibilización ante la injusticia en
un mundo cada vez más absorbido por la técnica y las ciencias duras.
El segundo reto está referido al papel central del hombre en el cosmos. Si los
humanistas del Renacimiento llegaron a desarrollar una preocupación antro-
pocéntrica por el hombre a partir de su apuesta por la educación, hoy a no-
sotros, que estamos especialmente comprometidos en formar a los hombres y
mujeres del siglo XXI y en sensibilizarles en pro de la justicia, nos es necesario
desarrollar un nuevo humanismo que resitúe en el centro de la educación a
la persona y su desarrollo, y no el adiestramiento en técnicas de aprendizaje,
siempre sometidas a la mutación y la obsolescencia. Pero no solo eso, sino que
también debemos pensar de nuevo el papel del hombre en el cosmos y en el
universo. Debemos pensar en una nueva manera de entender la justicia y la
solidaridad, teniendo en cuenta a la humanidad actual, a los hombres futuros
y al resto de la naturaleza. Nuestra imagen del mundo ha cambiado de tal for-
ma, que desarrollar un nuevo tipo de humanismo y una nueva manera de en-
tender la justicia, acordes con esta nueva visión de la naturaleza, como frágil
equilibrio, va a ser el gran caballo de batalla de la nueva mentalidad, global y
ecológica, que ya nos está empezando a transformar nuestros esquemas de in-
terpretación de la vida planetaria.
Por extensión, otra posible definición más general del humanismo podría ser
aquella visión que del hombre tiene una determinada ideología, y así tendríamos
que hablar de tantos humanismos como posiciones filosóficas o ideológicas, así
un humanismo marxista, o sea la visión que tiene el marxismo del hombre, un
humanismo cristiano, un humanismo nietzscheano, etc. y que coincidiría con
la posición antropológica que cada una de estas filosofías del hombre defiende.
Como colofón de este movimiento cultural nos encontramos en los siglos XIX y
XX el desarrollo de un humanismo radicalmente ateo que niega explícitamente
la existencia de Dios como condición necesaria para la dignificación del hom-
Las razones del ateísmo: proyección idealizada (Feuerbach), opio del pueblo
(Marx), imagen protectora del padre (Freud) y superhombre que asesina a Dios
(Nietzsche).
Así pues, una opción creyente, confesar la existencia de Dios, ha sido visto por
esta corriente humanista de la modernidad como una posición antihumanista.
Creer en Dios implicaba o bien la alienación de las esperanzas proyectadas en
Dios, o bien una falsa ideología narcotizante y antirevolucionaria, o bien una
minoría de edad psicológica o psicoanalítica, o simplemente, el miedo a que-
darse sin explicaciones fáciles, borrando el horizonte y el punto de referencia
Maritain llamó a este proyecto cultural humanismo integral, que significa que
no va a quedar nada fuera de él, ni Dios ni el Hombre. El humanismo de la
Encarnación pretende mostrar otra vez a la cultura moderna que el Dios que se
manifiesta en Jesús apuesta por una implicación mutua entre Dios y el hombre.
A través de la Encarnación, Dios hecho carne, uno de nosotros, se nos muestra el
proyecto de una nueva humanidad, el hombre que es imagen del creador desde
el inicio de los tiempos está llamado a ser Dios de una manera plena. Jesucristo
es el primer hombre de una nueva humanidad, a través de su muerte y de su re-
surrección se nos muestra el camino que debe seguir un auténtico humanismo.
En la raíz del humanismo integral late la intuición de que el hombre está lla-
mado a ser Dios, pero por un proceso de acogida del otro, de lo otro, sea Dios, el
hombre, o la naturaleza, y que por lo tanto se trata de un proceso de des-centra-
miento. La frase evangélica “Aquel que quiera salvar su vida la perderá” (Mt. 10,
38-39) toma aquí su plena significación en el cruce entre dos concepciones del
humanismo: aquel humanismo que sitúa ensimismadamente en el centro solo
al hombre y que, por antropocéntrico, se pierde a sí mismo, y aquel humanismo
que des-centra al hombre de sí mismo, abriéndolo para llenarlo con el amor de
los demás y de Dios y, que por lo tanto, se recobra perdiéndose.
El posthumanismo estructuralista
32 Michel Foucault: Filósofo estructuralista francés s. XX. Obra: Las palabras y las cosas.
33 Kikolaj Berd’ajev: Filósofo ruso s. XX. Obra: Filosofía de la libertad.
Las dos posiciones son posiciones humanistas en el sentido profundo del térmi-
no, pero tienen connotaciones distintas: la primera se sirve de Dios para fundar
37 Joan Estruch: Sociólogo catalán s. XX. Obra: Secularització i pluralisme en la societat catala-
na d’avui.
Resumen del contenido: los retos actuales de las instituciones educativas: des-
prestigio social, se pide a la escuela todo lo que la sociedad no puede o no quiere
dar: educar en la sexualidad, en la seguridad vial, educar para la justicia, etc.
Escuela tipo ghetto como salvación apostólica del mundo o escuela tipo mira-
dor como ventana abierta al mundo. Practicar la virtud de la humildad y ser
conscientes de las limitaciones.
Ello implica tener un ideal y un modelo a seguir. Para toda educación cristiana,
ese modelo es Cristo. Incluso para los no creyentes que se acerquen a nuestras
instituciones ese debe de ser el eje vertebrador e identificador de nuestra pro-
puesta. Lo que debe diferenciar emblemáticamente nuestra opción educativa
Educar es interrelacionar
Por ello toda educación que se precie de personalista debe ser, como el huma-
nismo cristiano, integral. Por integral no entendemos solo una realidad que
lo aglutine todo, como el pan o las pastas “integrales” que encontramos en el
mercado, sino en hallar una concentración adecuada, una proporción justa. Es
evidente que no todos los panes integrales que encontramos en las panaderías
tienen el mismo alimento. El gran reto es buscar un esquema de prioridades en
nuestra vida y no acumular muchos valores yuxtapuestos y contradictorios. Se
Los principales problemas que tenemos para educar hoy personalizando son
la dispersión propia de la postmodernidad, que rehuye toda explicación global
y solo nos propone “micrologías”, y las transformaciones de la familia y el rol
de los padres en la educación. El problema fundamental es una correcta admi-
nistración tanto de lo que sobra como de lo que falta: sobra información y falta
tiempo. ¿De qué tiempo disponemos? ¿De qué tiempo dispone la familia para
educar? Educar la unidad de la persona quiere decir que debemos buscar tiem-
po y espacio para la relación. ¿Como podremos hallar en nosotros ese centro
abierto si no priorizamos el elemento educativo más importante que son las
relaciones?
Educación y sufrimiento
Educar es querer
Toda educación se realiza desde el afecto, que es el regalo, el don gratuito, de las
relaciones. Desde el amor. Toda educación implica cariño y más allá amor. Uno
puede hacerlo muy mal todo pedagógicamente; si a pesar de ello, ama, le será
perdonado. Si no, por muy pedagógico que uno quiera ser, no encontrará paz
en su labor educativa. Necesitamos de empatía y de identificación: ¡podemos
identificarnos con una persona, no con un rol! Sin embargo, como hay amores
que matan, hay que poner límites al afecto y al cariño. ¿Cuál es la distancia ade-
cuada? Aquella que tenga por objetivo la plena independencia del alumno. Te
quiero, no significa tú justificas mi existencia, quiere decir tú crecerás conmigo,
o mejor, ¡vamos a crecer juntos!, como afirma Leo Buscaglia52.
Educar es no abandonar
Como jugando con el mismo símbolo, el Dios que se nos manifiesta en Jesús
se nos revela como novedad insospechada e inesperada de Dios; solo le cono-
ceremos, de camino, esta vez a través de la cruz. Parece como si la radical ex-
periencia del humanismo cristiano no pueda ser otra que la experiencia de un
humanismo crucificado y nos exija pulverizar los esquemas religiosos que nos
limitan para atrevernos a acoger la novedad que viene de la desposesión y el
fracaso del propio Dios. En la cruz, Jesús –nuestro rey sin poder coronado de es-
pinas- nos manifiesta su divinidad precisamente a través del abandono de Dios:
“¿Por qué me has abandonado?” (Mt. 27, 46) Encontramos a Dios en su pérdida,
le conocemos cuando nuestras seguridades sobre Él y todas nuestras expecta-
tivas sobre Él, ya no aguantan. Solo así podremos resucitar, plenificar nuestra
vida con una vitalidad imperecedera por la transformación del amor que lo lle-
na todo. “Te amo quiere decir tu no morirás” pero amarte quiere decir ser capaz
del sacrificio de uno mismo, en el límite significa nacer muriendo a nosotros
mismos, puesto que antes solo estábamos muertos. Recordemos el diálogo de
Jesús con Nicodemo (Jn. 3, 1-21 ) La experiencia cristiana es un nacer de nuevo,
metanoia, o sea, radical transformación desde dentro. Se trata de atreverse a
ver al hombre y a su humanidad bajo un nuevo significado.
Dios no es una idea que haya que dar a conocer sino una experiencia de liberación
y de justicia que hay que realizar con los demás a través del desierto y de la cruz.
53 Yahvé: es el nombre que se da a Dios desde una de las tradiciones redaccionales del Pentateuco
o La Torá. Se han dado de esta enigmática palabra distintas traducciones como “soy el que soy”,
o “el que no tiene nombre” o “soy el que seré”, o sea, aquel que se manifestará en la historia.
¿Cómo? Una manera puede ser al estilo de los monjes medievales, construir un
medio ambiente en el que nos sea fácil de realizar el encuentro con Dios. En el
mundo medieval un monasterio –Poblet54, por ejemplo- era y continúa siendo
el símbolo del más allá, del otro mundo. Esta realidad es vestigio de otra reali-
dad que traspasa los límites de esta y que nos impulsa, nos recuerda y nos abre
a otro mundo: las columnas son los troncos de árbol del bosque, los arcos la
bóveda del cielo, el claustro es la línea recta que nos conduce a Dios, el agua de
la fuente es Jesús que nos llama a una vida renovada, etc. Un reto que tenemos
hoy planteado es encontrar la manera de significar a Dios, de darle espacio, en
nuestra vida cotidiana, con sencillos elementos que le manifiesten. Charles de
Foucauld55 escribía fragmentos del evangelio y los colgaba en las paredes para
crear un ambiente apropiado que le ponía en presencia constante de Dios, re-
cordándole siempre su palabra. En la Comunitat de Jesús56 cada familia tiene
una sencilla capillita –el quartet- que nos recuerda, la presencia de Dios; lo for-
man casi siempre un icono57 -Dios nos mira a través de ellos según la tradición
oriental- y algún elemento simbólico que nos lo hacen visible.
El resumen de la ley de Dios, del decálogo, es: “amarás a Dios por encima de
todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”, (Lc. 10, 27, Mc. 12, 28-31 y Mt.
22, 34-40) y se trata, sin lugar a dudas, de un sabio consejo moral, amar a los
hombres ni más ni menos que a uno mismo. Sin embargo, este resumen es in-
suficiente para el nuevo testamento. La única ley que nos dejó Jesús es el amor
al prójimo, pero a su estilo “como yo os he amado” (Jn. 13, 34-35 y 15, 12-15).
Creo que podemos decir que para el humanismo cristiano, el amor de Jesús nos
revela que no hay distinción posible entre amar a Dios y amar a los hombres: es
Y la segunda, que tal y como nos muestran las recientes propuestas de éticas de
mínimos y éticas de máximos, por ejemplo Adela Cortina59, también llamadas
59 Adela Cortina: Filósofa española s. XX. Obra: Ética aplicada y democracia radical.
O sea, que dar a cada uno lo que tiene derecho a recibir, no es una cuestión de
“caridad” o de generosidad limosnera, sino de derecho y, sin embargo, desde
el cristianismo, tal y como nos recuerda Paul Ricoeur61 en sus obras, la medida
de la justicia solo puede tener sentido reinterpretada a la luz de la desmesura
del amor. La buena medida es la ausencia de medida, a pesar de que para que
el amor sea eficaz, sea necesario que se materialice en la justicia. El amor y la
justicia no son contradictorios, ni substituibles: el uno debe ser reinterpretado
en términos del otro. En el evangelio, la justicia aparece siempre tratada con
relación a Dios como algo paradójico, como muestran las parábolas del Hijo
pródigo (Lc. 15, 11-32), o de los viñadores de la última hora (Mt. 20, 1-16), o el
mandamiento del amor a los enemigos de Jesús (Lc. 6, 27-35).
Es esencial que estas sencillas verdades de fondo del cristianismo sean predi-
cadas con el ejemplo, pero sin afectación ni aspavientos, puesto que nuestra
labor educativa tiene que ver más con una larga marcha, que con un apretado
sprint. Charles de Foucauld desarrolló lo que vino a llamar una espiritualidad
de la vida de Nazaret. Ante el reto de llevar a Jesús al mundo islámico, por
imposibilidad de hablar abiertamente de Él, se fijó en la vida cotidiana, ocul-
ta, de Jesús en su pueblo natal antes de la predicación. De ahí sacó la inspi-
ración para compartir su vida, sencillamente, con los hermanos musulmanes
que le rodeaban, olvidándose de la misión de “convertir infieles”. Este respe-
to exquisito hacia la alteridad del otro, pero compartiendo con él el pan y la
sal, mostrándonos tal y como somos, a la manera como Jesús compartía en
Nazaret con sus conciudadanos, podría ser un referente para una espirituali-
dad educativa de la cotidianidad. Uno de los primeros seguidores de la espiri-
tualidad de Nazaret, Albert Peyriguère62, en su dispensario médico de El Kebab
(Marruecos) descubrió la imposibilidad de mantener una vocación contempla-
tiva separada de la vida activa; confesaba que curando enfermos adoraba tanto
a Jesús en las personas bereber, que le “distraían” de su vocación contempla-
tiva, como cuando oraba ante Él, en el sagrario. Ver a Jesús en los alumnos,
en los profesores, en toda la comunidad: ¡he ahí una verdadera experiencia
mística de la presencia de Dios en nuestras escuelas! Dios está presente en su
Según San Pablo, lo que nos salva de Jesús no es su riqueza, sino su pobreza.
“Pues conocéis la generosidad de Nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico,
por vosotros se hizo pobre a fin de que os enriquecierais con su pobreza” (2C. 8,
9) ¡He ahí un gran reto para la educación cristiana! Tenemos la obligación de
educar al estilo de Jesús, o sea, no desde la riqueza, sino desde la pobreza, que
resulta ser inatendidamente eficaz. ¿Desde qué estilo enseña nuestra institu-
ción a implicarnos en la extensión del Reino y su justicia: desde nuestra riqueza,
nuestro prestigio y nuestra potencia educativa, o desde nuestra pobreza, nues-
tro servicio y nuestro último lugar? Ser rico, tener éxito, ser inteligente, etc. no
le está permitido a todo el mundo; sin embargo todos hacemos la experiencia
65 Dionisos: Se trata del dios del vino de la mitología griega, Baco en la versión romana, símbolo
de la embriaguez y de la potencia desenfrenada de la vida. Nietzsche lo utiliza como con-
trasímbolo de Jesús.
66 Pantocrátor: imagen de Dios típica del románico que lo presenta como supremo juez omni-
potente sentado en un trono.
Pero la pobreza no es una finalidad, es solo una Pasqua, un paso. Tal y como nos
relataba Mons. Ancel69, la pobreza no nos dice nada, no nos aporta nada, pero es
¡Dios me ha vencido!
Nuestro Dios fue ajusticiado -para más “inri”70- como un “maldecido de dios”.
¿Cómo podría pasarnos por alto esta ignomínia y este escándalo? ¿Cómo podría
dejarnos igual? “Así, mientras los judíos piden señales y los griegos buscan sa-
biduría, nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos,
necedad para los gentiles” (1C. 1, 22-23) Quien no se ha enfrentado y resistido
a esta experiencia de anorreamiento de Dios, de kénosis71 -como la llaman los
teólogos- tan humanamente absurda, quien, como Job, no le ha plantado cara
a Dios recriminándole tamaño despropósito (Jb. 30), quien no ha batallado con
el escándalo de la humillación de Jesús, como Jacob con el ángel (Gn. 32, 23-
30) y no ha sido vencido, herido, seducido y fulminado por Dios, nunca podrá
cambiar de nombre72 y reconocer su victoria: Isra-El73 ¡Dios me ha vencido! Tal
como reza el título de un hermoso libro de A. Peyriguere, no se trata más que de
dejarnos seducir por Cristo: Laissez-vous saisir par le Crist!
70 Para más “inri”: Expresión coloquial que rememora el cartelito que Pilato puso en la Cruz de Je-
sús, (y que significa Jesús de Nazaret Rey de los Judios) como colmo de la vejación y del escarnio.
71 Kénosis: abajamiento, humillación, rebajamiento, pérdida de dignidad.
72 cambiar de nombre: Jacob pasa a llamarse Israel en el momento que adquiere una especial
experiencia de Dios, después de una batalla con un ángel del Señor. Es un recurso típica-
mente bíblico, que los religiosos practicaban hace años, cuando entraban “en religión” les
rebautizaban, cambiaban de nombre, como queriendo significar que habían transformado
su ser radicalmente.
73 Isra-El: forzando la traducción del nombre hebreo, El, que significa el nombre genérico de
Dios (Elohim, Elshadai...) e Isra, que significa victoria o triumfo, el nombre del pueblo de
Israel, viene a significar victoria de Dios o Dios triunfante.
Vamos a proponer ahora algunas preguntas sobre las ideas anteriores para co-
mentar y discutir en grupo. También vamos a poner a vuestra disposición algu-
nos fragmentos de textos para su lectura y comentario. No se trata de una eva-
luación, sino de una excusa para incitar a que las ideas del texto sean debatidas,
puesto que solo comprendemos bien una determinada cosa cuando tenemos
que explicarla o explicarnos a nosotros mismos a través de ella.
1. Intenta precisar en pocas palabras las dos líneas de evolución del huma-
nismo descritas: 1ª teocentrismo, antropocentrismo, muerte del hombre
y 2ª teocentrismo, antropocentrismo, nuevo humanismo des-centrado.
“Si Dios existe –dice Kiriloff-, todo depende de él; y nada puedo yo fuera de
su voluntad. Si no existe, todo depende de mí y me veo forzado a afirmar mi
independencia... He buscado durante tres años el atributo de mi divinidad;
y lo he encontrado. El atributo de mi divinidad es mi independencia, es todo
aquello por lo que puedo mostrar en su más alto grado mi insoburdinación,
mi nueva y terrible libertad; pues es terrible. Me mataré para afirmar mi
insoburdinación. Mi nueva y terrible libertad”. Diálogo de Kiriloff con Ste-
panovitch antes de suicidarse, en el libro de Dostoiewski: Posesos, citado
por Maritain en Humanismo Integral. Madrid: Ed. Palabra, 1999, p. 91.
“Desde un punto de vista conceptual y lógico, por otro lado, si existe en una
sociedad secular una multiplicidad de formas legítimas de creencia, tan “cre-
yentes” son los que creen en la ciencia, o en la libertad y la justicia, o en la demo-
cracia, como los que creen en las doctrinas de la fe cristiana. La nuestra puede
ser una sociedad politeista más que no monoteista –una sociedad idólatra, si
se quiere usar un lenguaje más propio del mundo religioso cristiano-, pero en
ningún caso se trata de una sociedad atea. Como decía Chesterton, cuando
una persona deja de creer en Dios, el problema no es que ya no crea en nada,
sino más bien que parece ser capaz de creer absolutamente en cualquier cosa.
La sociedad catalana, como la mayoría de sociedades secularizadas por otra
parte, no es una sociedad presidida por la increencia, sino por la credulidad”.
Joan Estruch: Secularització i pluralisme en la societat catalana d’avui. p. 11.
3. ¿Qué significa que para el humansimo ateo creer en Dios es una forma
de antihumanismo? ¿De qué somos sospechosos los creyentes? Describe
las críticas ateas a la existencia de Dios. ¿Crees que deben ser asumidas
por un creyente maduro? Establece una comparación entre idolatría y
ateísmo a partir de la reflexión sobre el texto bíblico de Moisés al pie del
monte Horeb. (Éx. 32).
“Pues bien, había para el mundo cristiano una tarea temporal por realizar,
ya que una civilización, en cuanto tal, está ordenada a un fin específicamen-
te temporal; tarea terrenal cristiana, puesto que esta civilización es por hi-
pótesis una civilización cristiana, ya que el mundo de que se trata ha recibi-
do la luz del Evangelio. La tarea temporal del mundo cristiano es trabajar
aquí a bajo en una realización social-temporal de las verdades evangélicas,
pues si el Evangelio concierne ante todo a las cosas de la vida eterna y tras-
ciende infinitamente de toda sociología y de toda filosofía, nos da –no obs-
tante- las reglas soberanas de conducta aquí abajo, al que toda civilización
cristiana, si quiere merecer este nombre, debe tratar de conformar la reali-
dad social-temporal, según las diversas condiciones de la historia cual se dan
en los distintos momentos del curso de esta en los distintos tiempos y lugares.
Comenta lo siguiente:
3. De qué lado estás: ¿falsos respetos o decidido a influir en los hijos, los
alumnos, tus compañeros? ¿Qué puede significar para ti que la apuesta
educativa humanista de inspiración cristiana debe ser cristocéntrica?
¿Qué hecemos con los no cristianos en nuestras instituciones educati-
vas? ¿Cómo los acogemos?
4. ¿En qué consiste la dignidad humana? ¿Qué quiere decir que lo que ver-
daderamente nos educa es la relación?
11. ¿Qué significa que debemos enseñar desde la pobreza? ¿Qué significado
tiene par ti que Jesús nos salva desde su pobreza y no desde su riqueza?
Lee el texto bíblico y coméntalo. ¿No se supone que solo podemos ayudar
desde la cualificación, la capacidad y el poder? Contrapone la imagen del
superhombre de Nietzsche al sirviente de Yahvé de Isaïas:
13. Lee Lc. 18, 18-27, (o Mt. 19 o Mc. 10) ¿Qué significado tiene esto para nues-
tra concepción del humanismo? ¿En qué consiste la sabiduría de la cruz?
A. Una primera actividad podría ser la lectura de los textos principales aquí
propuestos y su debate en grupo. Proponer algunos capítulos de obras relevantes
B. Una segunda, organizar vídeo fórum a partir de las películas siguientes: Sobre
el amor: Viridiana de Buñuel, y contraponerla con Bleu, de Kieslowsky. Sobre
el rol de la escuela y los maestros: La lengua de las mariposas, contrapuesta
con Ça comence aujourd’hui. Sobre el sentido ético de la defensa de la justicia:
Un hombre para la eternidad. Sobre los retos de la ecología. Frankenstein de
Kennet Brannah.
C. Una tercera, buscar en la Biblia unos ejemplos simbólicos que nos puedan
servir de guías en nuestra reflexión. Desarrollar una reflexión sobre las
situaciones o los personajes descritos para que queden en nosotros como
ejemplos y como modelo de actuación. Por ejemplo: MOISÉS: el valor de la ley
(de la ética) y el éxodo, el valor de la historia. ABRAHAM e ISAAC: la presencia
de Dios en los otros, la acogida, la tensión padres-hijos como metáfora de todo
acto educativo: nos educa la relación y el límite al que nos abalanzamos con
ella: es en la relación que hallamos el camino de Dios. DAVID: Inteligencia
y certeza contra fuerza bruta. JOB: la transformación del equilibrio moral:
si me porto bien seré feliz. ISRAEL-JACOB: batallar contra Dios. ISAÍAS: la
denuncia contra la injusticia (Otros profetas). NOE: El diluvio universal:
paradigma de desastre ecológico. RUT: la fidelidad. JONÁS: La resistencia
ante Dios. SALOMON: justicia y sabiduría.
1. Canto:
2. Silencio.
5. Canto meditativo:
“Entonces María, tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro,
ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. Y la casa se llenó de olor del
perfume. Dice Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo había de entre-
gar: “¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha
dado a los pobres?” Pero no decía esto porque le preocuparan los pobres, sino
porque era ladrón, y como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella.
Jesús dijo: “Déjala, que lo guarde para el día de mi sepultura. Porque pobres
siempre tendréis con vosotros; pero a mí no siempre me tendréis” Juan 12, 3-8.
Meditación:
“... algunos que se creen defensores del orden entienden de manera perversa
las palabras del Evangelio: “los pobres los tendréis siempre entre vosotros”.
Esta frase significa, por el contrario: el propio Cristo no estará siempre entre
vosoros,pero lo reconoceréis en los pobres a quienes habréis de amar y servir
7. Silencio.
Durante su recitación se podría hacer un gesto visible para poner énfasis en los
versículos:
(Lc. 1, 51-53)
(Existe un libro de Carlo Carreto: Padre me pongo en tus manos (Madrid: Paulinas
1980), que es una meditación sobre cada uno de los versículos de la oración de
abandono. Se podría utilizar un fragmento cada vez que se recitara la oración.
También se pueden utilizar otras oraciones como la de San Francisco, “Señor
Haz de mi un instrumento de du paz...” por ejemplo)
La Mediación
Vamos a explicar un poco más en qué consiste la mediación, puesto que segura-
mente no va a ser una palabra desconocida para el lector, a pesar de lo confuso
de su extensión y de su utilización, y puede que incluso ya habrá tenido con-
tacto con su posible aplicación al ámbito escolar. Se ha puesto de moda en los
últimos años un modo de incidir en las prácticas educativas llamado mediación
escolar, sobre todo para intentar paliar la escalada de violencia de los centros
Existe otra manera de referirse a la mediación, más restringida, que entra ya en dis-
tinciones y perspectivas teóricas, y de la que podemos distinguir dos modelos: un
modelo de mediación centrado en la satisfacción de intereses, llamada coloquial-
mente Resolución de conflictos, que es el modelo norteamericano más extendido,
y otro modelo centrado en la comunicación humana, conocido como mediación
transformadora. Este último modelo me parece el más adecuado y el más suge-
rente, y también creo que es el que más juego puede dar en el ámbito educativo.
Equidistancia y espacio
74 Jean François Six: Presidente del Centre National de la Médiation. Dinámica de la Mediación.
Es verdad que quien se renueva, quien se educa, lo hace a costa de un cierto sufri-
miento o tensión, puesto que está cambiando de piel o está “de parto” y eso duele,
pero una clara comprensión de que la incomodidad y el malestar que crea un con-
flicto son el precio inevitable que debemos pagar por crecer, nos proporciona una
distinta visión sobre sus causas y sus consecuencias. Una visión esperanzada y
positiva. De hecho, la mediación centrada en la comunicación intenta contagiar el
respeto y la importancia por los procesos de crecimiento que se generan en la vida
humana, y apuesta fuerte por introducirse en el corazón del huracán para promo-
ver una transformación desde dentro. Hay que estar atentos a esta realidad coti-
diana que es el conflicto o la prevención del conflicto para promover el cambio, y
aprovechar todas las oportunidades que nos brinda. Un mediador escucha aten-
tamente y con su presencia introduce una novedad en el conflicto o en la relación.
75 La dialéctica es un tipo de filosofía que pretende captar precisamente la importancia del con-
flicto para la comprensión dinámica de la realidad.
Siguiendo con estas reflexiones deberíamos caer en la cuenta que más que esta-
blecer estrategias para solucionar conflictos en el seno de nuestra escuela –tal y
como de hecho vienen a proponer buena parte de las experiencias de mediación
escolar ensayadas hasta ahora- lo que deberíamos buscar es una nueva com-
prensión de la escuela y de la educación como un ámbito o un espacio de media-
ción, como Annie Cardinet76 propone. No tanto utilizar la mediacion en el ám-
bito educativo, como comprender el sentido educativo de la propia mediación.
• Una idea más de tipo práctico podría consistir en una interesante experien-
cia ya realizada en algunos centros escolares: reunir padres con hijos de
otros padres, y viceversa, para tratar temas de mutuo interés. El hecho de
que los padres y los hijos no tengan relación directa favorece enormemente
el poder hablar sin presiones ni prejuicios y poder comprender una situa-
ción determinada desde la mirada del otro. Esta idea podría extenderse a
otros colectivos como padres-profesores, profesores-alumnos, etc. En todo
caso, el mediador que propone el debate debe ser imparcial y neutral, y por
lo tanto alguien ajeno a la escuela.
• Otra idea, que ya se aleja de la imagen típica del mediador reuniendo entor-
no de una mesa a diversas partes, sería aprovechar las fiestas y las activida-
des lúdicas en el sentido de darles una finalidad mediadora, como un espa-
cio de mediación. Un director de una escuela de una barriada, preveyendo
conflictos raciales entre diversos de sus colectivos étnicos, se inventó una
simple estratagema para relacionarlos: organizó partidos de fútbol entre
equipos formados por calculadas mezclas raciales. La necesidad puntual
de colaborar bajo el objetivo del juego, posibilitó un ámbito nuevo de cono-
cimiento en el que se vencieron algunos recelos propios de los prejuicios.
¡He ahí una buena estrategia mediadora preocupada en establecer puentes
de comunicación dónde no los hay! Otra variación de la misma situación:
organizar una gimkana en la que distintos grupos étnico-religiosos deban
experimentar las costumbres y las situaciones del otro, leyendo el Corán o
comiendo la comida típica de un grupo étnico distinto, o participando de
sus fiestas.
• Otra en el ámbito familiar: a mi esposa se le ocurrió la feliz idea de consti-
tuir una de asociación llamado Do.Re.Mi.Fa-milia, cuya finalidad estriba
en reunir a los miembros de diversas familias, toda la familia, alrededor
de la música como espacio mediador. Es difícil encontrar espacios en los
que toda la família se pueda reunir para, todos juntos, realizar alguna ac-
tividad de la que aprender a la vez. La música es un maravilloso vehículo
para establecer relaciones en otro ámbito. No se trata de montar clases de
música para niños, sino de aprender a cantar, a escuchar música, a inter-
pretar, a participar en un concierto todos juntos como familia. En Francia
existe una asociación llamada Famille et musique, que ha desarrollado mu-
cho este tema. Esta misma idea puede derivarse a otras actividades lúdicas
o recreativas, visitas a museos, etc.
SANZ, Eutiquio: Familias del hermano Carlos de Foucauld. Edim Ediciones, 1998.
Escritos desde la cárcel del famoso dramaturgo inglés en los que re-
flexiona sobre el sufrimiento y sobre el amor como única forma de dar
sentido a la experiencia de anorreamiento humano.