Literatura y Contabilidad

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IDEAS PRINCIPALES Y SECUNDARIAS E IDEA CENTRAL

Literatura y contabilidad
Entrevista con Jhonny Grajales, profesor del programa de Contaduría Pública de la
Universidad del Valle
Por: Jorge Emiro Pinzón-Pinto1

Profesor del Departamento de Ciencias Contables de la Pontificia Universidad Javeriana


de Bogotá.
Correo electrónico: [email protected]

Leo, porque creo que mi vida sería más


fatigosa, más insípida, menos rica y, tal vez,
invivible, si no leyera.

Idea principal
Idea secundaria
Idea central

En alguno de los intermedios -tal vez el más prolongado y animado- del Encuentro
Nacional de Profesores de Contaduría Pública, me reuní de manera casual con Jhonny
Steven Grajales-Quintero, quien vino con la delegación de los profesores de la
Universidad del Valle, de donde es egresado del programa de Contaduría Pública y en
donde se desempeña como docente de las sedes del Cauca y Buga de la misma
institución. Después de agotar el comentario acerca del transcurrir del evento, sin poder
precisar por cuál razón, comenzamos una conversación sobre literatura, tema en el que el
profesor Jhonny demuestra muy rápidamente sentirse muy cómodo.

Ahora, escribiendo estas líneas ante el computador, en este mi espacio, me detengo a


mirar las caricaturas pegadas en el muro de al lado, son Jorge Luis Borges, Ernesto
Sábato, Julio Cortázar y Adolfo Bioy-Casares, además de un pequeño cuadro de Pablo
Neruda pintado hace tiempo y arriba, oteándolos, la vieja foto de Los Beatles, entonces
recuerdo que la charla con Jhonny seguramente tuvo que pasar por ahí, por los
latinoamericanos, pero también por los contraculturos estadounidenses Jack Kerouac y
Allen Ginsberg, o los otros: William Faulkner, John Dos Passos, John Steinbeck, tal vez
unos comentarios sobre Joseph Conrad y, por supuesto, al parecer, nuestros monstruos
en común: James Joyce, Thomas Mann, Franz Kafka...
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En un momento de nuestra conversación, Jhonny me cuenta que escribió un texto que ha


sido premiado y que hace referencia a la -un tanto extraña para nuestro medio- relación
entre literatura y contabilidad, en el que intenta mostrar y, por supuesto, comentar esa
tendencia prejuiciada y bastante extendida en los escritores de novelas en lo concerniente
a la Contabilidad o a los contadores, le pregunto cuáles escritores y me desenfunda de
sopetón una lista grande que va desde los nuestros Álvaro Mutis y Luis Fayad pasando
por el nobel Imre Kertész o Roberto Bolaño hasta el lejano Gao Xingjian. Al día siguiente,
el del cierre del evento, Jhonny me trae la revista Contaduría No. 51 de la Universidad de
Antioquia, en la que aparece publicado su escrito premiado.

Vuelvo a detenerme en las caricaturas y caigo en cuenta de que he omitido un sencillo


cuadro que contiene otra caricatura del cronopio mayor cuyo fondo es una rayuela,
dibujada en pleno descubrimiento y goce de lo que se me antojó en su momento era mi
narrador de cabecera y leía entusiasmado El Libro de Manuel; entonces también recuerdo
haber intercambiado comentarios con el profe Jhonny acerca de una novela corta de Bioy-
Casares que se titula Dormir al sol, cuyo protagonista es dibujado como "el gris empleado
de blanco, rutinario y aburrido".
Pasado y reposado el encuentro y leído por supuesto el artículo, se me ocurre que me
interesa recrear estas ideas y me comunico con el profesor Grajales para proponerle una
conversación, a lo que él con el mismo entusiasmo de nuestra charla inicial me contesta
que claro. Entonces la complicidad está asegurada y un tinto virtual sirve de pretexto para
emprender la charla y el texto.
Jorge Pinzón: Jhonny, ¿para qué puede servir llamar la atención sobre la utilidad o la
inutilidad de la literatura en el ámbito de la contabilidad?
Jhonny Grajales: Antes de preguntarnos acerca de la posible utilidad de la literatura en el
ámbito de la contabilidad, es necesario plantear la pregunta a propósito de la utilidad de la
literatura en general. Si esa utilidad se analiza desde el punto de vista de la racionalidad
con arreglo a fines, en términos de Jon Elster, podríamos concluir que la literatura es
inútil: la lectura de novelas, cuentos o poemas no es un medio para alcanzar ningún fin;
sería más acertado decir que la literatura es un fin en sí misma, la lectura de piezas
literarias se agota en la propia lectura, en la experiencia estética del lector, en el ingreso a
otras realidades posibles. Obviamente, la lectura de piezas literarias puede producir -de
hecho, los produce- ciertos cambios en la forma en que los lectores percibimos el mundo
real, pero en el momento de iniciar la lectura de una obra literaria, no hay motivaciones
acerca de los resultados que deberíamos obtener, leemos literatura sólo por el placer
mismo de leer.
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Ahora, por los cambios en la forma en que el lector de literatura percibe el mundo,
podríamos indagar sobre la posible utilidad de la literatura para la contaduría. No les
aconsejaría a contadores, profesionales o estudiantes que leyeran novelas para adquirir
un mayor o mejor conocimiento sobre la contaduría o la contabilidad; bueno, no se lo
aconsejaría como contadores; en cambio, sí puede hacerse la sugerencia de leer
literatura a los contadores como seres humanos.

J.P.: ¿Leer literatura para reconocernos con los otros y para construir nuestros mundos
colectivos?

J.G.: Algo así. La única utilidad de la literatura para quien lee, más allá del ámbito
estético, es el nacimiento de una nueva sensibilidad, para usar las palabras del profesor
Fernando Cruz-Kronfly, de una forma diferente de ver el mundo, de una comprensión de
la historia fundada no en la certeza moderna de lo que verdaderamente pasó, sino en los
cuestionamientos de lo que pudo haber pasado. Un ejemplo podría ilustrarlo mejor: hace
algunos días, mientras estaba en compañía de un profesor de la Universidad del Valle,
me vi obligado a usar como medio de transporte un furgón cerrado; la experiencia, ya
incómoda por el calor, la oscuridad y la claustrofobia, se convirtió en una verdadera
prueba de resistencia contra la angustia, la razón es que no pude dejar de recordar la
narración de Primo Levi sobre el transporte de personas a los campos de concentración
nazis. La lectura literaria modifica la percepción que tenemos del mundo y transforma
nuestra experiencia cotidiana. Bien, lo que podríamos preguntarnos ahora es si la lectura
literaria modifica también la forma en que los contadores percibimos la contabilidad y la
contaduría; yo creo que la respuesta es afirmativa.

J.P.: Pero ¿cómo comprender esto último?

J.G.: Al mismo tiempo que la lectura modifica nuestra percepción del mundo, nuestras
condiciones objetivas de posibilidad en el mundo social -y aquí me refiero particularmente
a la profesión del lector- influyen, aunque no determinan, la forma en que abordamos la
lectura. No leeremos del mismo modo El enfermo imaginario o El médico a palos, de
Molière si somos médicos; en el caso de la Contaduría, la lectura de La tregua, de Mario
Benedetti, es para nosotros, contadores públicos, totalmente distinta de lo que será para
quienes no lo son; además, la lectura de La tregua seguramente modificará la percepción
que tenemos del ejercicio de la contaduría pública. Tenemos entonces, que la literatura es
útil para la contaduría en tanto modifica (¿aguza?) nuestra percepción del mundo real y,
claro, de nuestra profesión.
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Parece que la utilidad de la literatura para la contaduría es, según lo dicho hasta aquí,
bastante etérea. Quiero entonces acotar la manera mucho más concreta en que la
literatura puede ser útil para el estudio de la contabilidad, si entendemos que ambas
intentan narrar una ficción y, mediante el mecanismo de la verosimilitud, presentarla como
una realidad. A propósito pueden verse los trabajos del profesor de la Pontificia
Universidad Javeriana de Cali, John Jairo Cuevas, en particular la ponencia La
organización: un otrarse a partir de lo contable. Una aproximación desde lo cultural y lo
posmoderno. En ese texto, el autor afirma que "para hacer pública la experiencia privada
de la Organización, la Contabilidad genera una serie de narrativas movilizadas a través de
los dispositivos de comunicación contable" y más adelante "algunos autores
contemporáneos de la Contabilidad, a partir de enfoques interpretativos, se han
encargado de estudiar la parte narrativa que posee la Contabilidad entendida ésta como
los apartes cualitativos de los informes contables anuales, que no son otra cosa que el
discurso que se teje a partir del proceso de captación y agregación que elabora la
Contabilidad acerca de la realidad organizacional; en otras palabras, la contabilidad más
allá de ser medición es, también, discurso". Independientemente de las discusiones
epistemológicas y ontológicas, sobre todo la disputa entre representación de la realidad,
construcción social de la realidad y narración de una ficción, que podrían generar estas
afirmaciones acerca del carácter narrativo de la contabilidad, es claro, que desde este
punto de vista es mucho más evidente la utilidad de la literatura para la contabilidad. Si
aceptásemos mirar la contabilidad desde su condición de mecanismo de narración,
estaríamos ante un campo de análisis que puede brindar, al menos potencialmente,
grandes herramientas al saber contable, los conceptos de técnicas narrativas,
autoconciencia narrativa, o metaficción son algunos ejemplos de esas potencialidades.
Uno podría decir, desde esta perspectiva, que la contabilidad de gestión cumple la misma
función en la organización que la técnica del monólogo interior en las narraciones
literarias. Sí, suena algo descabellado, pero podría pensarse.

J.P.: A propósito de esto, en su escrito, usted muestra cómo la literatura tiene una visión
digamos "negativa" y "gris", prejuiciada de la contabilidad y de los contadores, pero
entonces también desde esa perspectiva literaria ¿es posible una lectura diferente del
saber y la profesión?

J.G.: Claro, lo que pasa es que en esa visión, como lo planteó tan acertadamente el
profesor Mauricio Gómez-Villegas, están presentes los prejuicios del autor, es decir,
aparecen textos que dan una visión prejuiciada de la contaduría, pero la "antología" o
compilación es excluyente y responde a los intereses o, mejor, puntos de vista del autor.
En cuanto a si es posible una lectura "diferente" de la contabilidad o la contaduría desde
la perspectiva literaria, podrían mirarse algunos ejemplos. La cuestión es que en este
caso es muy probable que "diferente" no necesariamente quiera decir "mejor". Miremos
algunos ejemplos:
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En La tejedora de coronas, la monumental novela de Germán Espinosa, la contabilidad


aparece como elemento de control. La novela está ambientada, en parte, en la época
colonial de la ciudad de Cartagena de Indias, una de las subtramas importantes es el
manejo que da el gobernador Diego de los Ríos a los fondos asignados a su cargo por el
Rey: nóminas paralelas, desvío de fondos para uso personal, entre otros; en realidad, la
subtrama se configura por el "negocio" que el gobernador -junto a sus acreedores Miguel
de Iriarte y Juan de la Peña- le propone al guarda mayor de las aduanas Diego de
Morales. Dicho negocio consiste en embarcar sin aforo un cargamento de oro
perteneciente a sus acreedores con el fin de saldar la cuenta del gobernador con sus
acreedores. Para no enredarnos en sutilezas que no vienen al caso, baste decir que los
motivos esgrimidos por De Morales para negarse siempre, están asociados a la
posibilidad de que la contaduría o las Cajas Reales descubran el fraude: la contabilidad
aparece cumpliendo una labor de control que impide o al menos dificulta realizar algunos
fraudes.

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