Yo Leo, Tú Lees, ¿Nosotros¿ - Martin Broide
Yo Leo, Tú Lees, ¿Nosotros¿ - Martin Broide
Yo Leo, Tú Lees, ¿Nosotros¿ - Martin Broide
Martn Broide, Facultad de Filosofa y Letras, UBA Trabajo presentado en el Simposio Literatura y otras artes, entre la escuela y la comunidad, en el marco de las jornadas 30 aos de lectura y escritura en Amrica Latina, La Plata, 2009
I Posadas, Misiones, mes de abril de 2008. Una reunin de trabajo, en el marco del programa Libros y Casas, de la Secretara de Cultura de la Nacin. Terminando ya el encuentro, una bibliotecaria perteneciente al equipo de la Secretara de Cultura de Misiones declara que la iniciativa le produce una gran satisfaccin, argumentando que estos son programas muy importantes para que la gente empiece a leer y deje un poco de chusmear. Las vecinas, agrega, pasan demasiado tiempo juntndose a hablar de cualquier cosa, y sera bueno que se dedicasen ms a la lectura. Creo que esta oposicin entre lectura y chusmero, algo grosera tal vez en su formulacin por la bibliotecaria, tiene de trasfondo una serie de concepciones acerca de la lectura en las que vale la pena detenerse a la hora de pensar las relaciones entre arte, escuela y comunidad. Propongo comenzar por interrogarla, para luego ponerla en tensin con una escena de lectura y hacer, finalmente, una reflexin acerca de dos conceptos: el de espacios comunitarios de lectura y el de sujeto lector colectivo. Son tres las preguntas con las que podemos abrir el juego. Por qu es buena la lectura, o al menos mejor que el chusmero? Por qu es malo el chusmero, o al menos peor que la lectura? No podemos pensar otras relaciones posibles entre una y otra actividad, pensando incluso que tengan puntos en comn? Me interesa plantear dos niveles de anlisis. El primero, ms evidente quiz, desde la crtica del relativismo cultural. Parece evidente que la bibliotecaria est pensando la lectura en trminos de una alta cultura. La lectura que educa, civiliza, hace progresar. Es la oposicin entre la alta cultura y la cultura de masas: mejor leer el Ulises de Joyce o En busca del tiempo perdido que acudir a las sagas de Harry Potter o El Cdigo Da Vinci, o
la oposicin entre Mozart y Yerba Brava, por dar algn ejemplo. En trminos ms generales, la oposicin lectura-chusmero repite el esquema. Intentemos desarmar, en el plano terico, este esquema. En primer lugar, ms all de los criterios que podamos tener para evaluar, en trminos formales, la calidad de una obra, sta no est necesariamente relacionada con la profundidad de la lectura que una persona pueda realizar, con el impacto que pueda causar en alguien. En segundo lugar, ya yendo a algo ms puntual, pensar que es preferible que todo el mundo lea una obra literaria y no otra (que lea el Ulises y no el Cdigo Da Vinci) es menospreciar notablemente al lector y a la experiencia de la lectura misma. No quiero decir con esto que demos slo el Cdigo Da Vinci a quien pide Cdigo Da Vinci y Ulises a quien pide Ulises1. Creo que todos tenemos el derecho de tener a nuestro alcance la mayor diversidad posible de libros. Lo que quiero plantear es que considerar que la lectura es superior al chusmero, en el camino de vida de una persona, es una mirada notablemente etnocntrica, eurocntrica. Sin embargo, es en el segundo nivel de anlisis que quiero adentrarme ms profundamente. Pasemos entonces a l. La sentencia de la bibliotecaria, y an el primer nivel de anlisis, suponen una oposicin radical entre la lectura y el chusmero, como si no pudieran tener, entre ellos, caractersticas en comn. Y me parece que es en este lugar en el que se abren algunas lneas para indagar en el concepto de espacio comunitario de lectura. Por qu la lectura no puede tener caractersticas en comn con el chusmero? Creo que tiene que ver con que, al construir ese contraste, estamos pensando la lectura nicamente como una actividad en ltimo trmino individual, que hace al crecimiento personal de un sujeto, a su autonoma. No dejo de coincidir con esa perspectiva. Coincido con que la lectura una prctica fundamental en la construccin de ciudadana (Petit 2001), y que
La cuestin es por dems compleja, y hace a lo que es analizado, en antropologa, como los lmites del relativismo cultural. Ver, para profundizar en la cuestin en lo especfico a la literatura, Saer (2006). Agradezco a Silvia Castrilln esta ltima referencia.
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contribuye a la formacin de individuos ms autnomos y con capacidad de pensamiento crtico. No obstante, creo que es una mirada parcial. En el encuentro de cierre del ao 2008 del programa Libros y Casas, en donde yo trabajaba en ese momento, estuvo invitada, para presentar su trabajo terico, recientemente publicado en el libro La construccin del camino lector, Laura Devetach. Considero ese libro tan lcido como claro, y la produccin terica de Laura fundamental en mi formacin. En consonancia con esa afinidad, nuestro trabajo de todo el 2008 en la Secretara de Cultura haba estado atravesado por los conceptos all trabajados. En el espacio para preguntas que se abri luego de las palabras de Laura, plante el mismo interrogante por las relaciones entre lectura y chusmero que estoy proponiendo ac. Ella haba hecho varias referencias a situaciones de lectura lindantes con lo que podramos llamar chusmero, tales como la circulacin de esquelas con mensajes entre vecinos (veremos esto maana en la presentacin de su entrevista) y yo me interrogaba, considerando a la lectura como toda construccin de sentido, ms all de la actividad del desciframiento (Montes 2007), si no podamos pensar tambin muchas situaciones catalogadas como chusmero en tanto prcticas de lectura. Por ejemplo, una conversacin entre vecinos, mates de por medio, acerca de algn reciente sucedido. Imaginemos algo tpico: un adulterio sospechado en el barrio. Por qu no llamar lectura a ese encuentro? Dnde estn los lmites? El dilogo avanz en torno al tema, y, finalmente, Laura respondi que haba que tener en cuenta que, en ltima instancia, el objetivo ltimo de estos programas es la formacin de lectores crticos y autnomos. Y yo me qued con la pregunta dando vueltas. En la reunin de equipo que prosigui al encuentro, volv a retomar el debate, encontrndome con que la postura, cuando haba una tomada, coincida con la de Laura: el objetivo de ltima instancia de cualquier programa era la formacin de lectores crticos y autnomos. No estoy en desacuerdo, para nada, con que la lectura haga a la formacin de lectores crticos y autnomos, de ciudadanos segn la concepcin iluminista y moderna. S estoy en desacuerdo con que sea el objetivo nico o ltimo de cualquier programa de promocin de la lectura. Voy a servirme de otra escena para explicar por qu.
II Ao 2005, barrio de La Cava, Bccar, en el norte del conurbano bonaerense. En la escuela Santo Domingo Savio, yo coordinaba un centro de lectores, propuesta de taller optativa y a contraturno, en la que jvenes de entre 13 y 17 aos venan para prepararse como lectores en voz alta para otros, realizando funciones en las que exponan cuentos, poemas, coplas, adivinanzas, entre otros textos. Luego de cada lectura, se abra un espacio de intercambio. Luego de trabajar todo el ao con espectculos para los chicos de la escuela, decidimos, en diciembre, hacer una funcin abierta, para padres, hermanos, amigos, conocidos, quien quisiera venir. Elegimos, para ese evento, una llamada De amores y desamores, que recopilaba una serie de textos literarios elegidos especialmente sobre ese tema. El plato principal de esa funcin era un cuento de Franck Stockton, adaptado por Gustavo Roldn en Los Fileteados de Colihue, llamado La dama o el tigre. Resumo brevemente su argumento, ya que es importante para entender lo que viene. En un reino lejano y semibrbaro, un monarca, caprichoso e implacable, ha diseado un extrao sistema de justicia, dictado inapelablemente por el azar. Ante cada crimen lo suficientemente importante para interesar al rey, se preparan, en el anfiteatro, dos puertas exactamente iguales entre las que tiene que optar el acusado. De una saldr un tigre, que se lo comer vivo. De la otra, una dama, con la que tiene que, s o s, casarse. El conflicto comienza cuando la hija del rey, bella e igualmente caprichosa, se enamora de un sbdito. De ms est decir que es correspondida. Durante un tiempo logran mantener su romance en secreto, pero el rey termina por enterarse. Indignado, y sorprendido, decide sentenciar la suerte de la historia en el anfiteatro, eligiendo, para la ocasin, al tigre ms sanguinario, por un lado, a la mujer ms hermosa del reino, por otro. He aqu el conflicto de la princesa: que su amado sea devorado, ante sus ojos, por un tigre, es tremendo. Pero, que se case con otra, a quien ha visto, encima, intercambiando miradas con l? Las dos opciones son terribles, y sin embargo no son iguales. Cuenta Stockton que la princesa haba logrado enterarse qu esconda cada una de las puertas, y saba lo que su amado iba a encontrar si iba hacia la derecha, y qu si iba hacia la izquierda. Y cuenta que el da del extrao juicio, sentada junto a su padre, seal, cuando su amado la mir preguntando, con un pequeo gesto hacia la puerta de la derecha. Y narra, finalmente, que el hombre comenz a caminar decidido en esa direccin. 4
Lo que no cuenta, claro, es qu es lo que haba detrs de esa puerta. Y propone, al lector, preguntarse l cul fue la decisin de la princesa, si sufrir de envidia y celos al verlo casarse con otra, o de horror y espanto al presenciarlo despedazado entre las garras y los afilados colmillos de un tigre. Ah termina el cuento. En el centro de lectores, haba ese ao dos grupos, uno a la maana y otro a la tarde. Aunque presentamos, en diciembre, la misma funcin, repetida en dos turnos, cada uno de los grupos tena sus propios intrpretes de los textos. La dama o el tigre tena, entonces, dos lectoras: Anala y Reina. Anala y Reina, aunque estaban en dos turnos distintos de la escuela, se conocan de antes, y por un motivo bastante particular: Marcos, el novio de Reina de ese momento, haba sido anteriormente (e inmediatamente antes, para ser exactos, quin sabe si con alguna superposicin, inclusive) el novio de Anala. Eso lo sabamos, al menos, algunos de los presentes. En la primera funcin, Anala fue la encargada de leer el cuento. Reina, esperando su turno, y Marcos, invitado por Reina, no fueron parte del pblico. Pero en el segundo turno, con Reina interpretando La dama o el tigre, Anala s se qued entre los espectadores. Lo mismo Marcos, unos asientos ms atrs. Lo que viene ya es relativamente previsible: cuando Reina puso su voz a la pregunta de Stockton: Quin sali por la puerta elegida, la dama o el tigre? comenz el debate. Y, ms all de diferentes voces que se iban escuchando, hubo dos que sobresalan por la firmeza con la que tomaban posiciones. Anala, sosteniendo implacable que antes que verlo con otra, mejor verlo muerto, aunque se lo coma un tigre. Reina, ms misericordiosa?, argumentando que si lo ama de verdad va a querer lo mejor para l. El debate dur unos cuantos minutos, en los que Marcos, atrs y al costado, iba hacindose cada vez ms pequeo. Cuando lo dieron por terminado, y pasamos al siguiente texto, cualquiera hubiera pensado que haba pasado por las garras de un tigre, o que se estaba casando obligadamente. Creo que tenemos mucha tela para cortar, a partir de esta escena, pensando en las relaciones entre literatura y comunidad, como una parte de las que se tejen entre artes, escuela y comunidad. En primer lugar, para pensar el poder de la metfora. Que las buenas historias nos ayudan a actualizar y resignificar conflictos personales, cuando las encontramos en un libro, es algo no demasiado novedoso. Probablemente, al
leerlo a solas, al ensayarlo, habrn, cada una, revivido y repensado este conflicto amoroso, y otros tambin. Hasta es posible que lo hayan conversado con alguien. Y creo que es harto probable que ese proceso haya contribuido a hacerlas crecer, a desarrollar su autonoma y capacidad crtica. Sin embargo, qu otras cosas suceden al llevar este proceso a un escenario comn, compartiendo el debate no slo entre ellas (y Marcos) sino tambin con otra gente? La historia amorosa entre Marcos, Reina y Anala, en La Cava, en Buenos Aires, pasa a ser no slo la historia de ellos tres sino tambin la historia de una princesa, la mujer ms hermosa del reino y el sbdito codiciado, en un pas lejano y semibrbaro. Y, ms an, cruzada con otras historias que, narradas o apenas insinuadas en bocas de otros espectadores, se entraman tambin sumando colores, aromas, lugares, dolores, tiempos. Qu sucede con las reflexiones sobre el amor, la institucin del noviazgo, los celos, la pareja, en cada uno de los presentes en ese momento? Pero, sobre todo, qu ocurre con ellos como totalidad, con ellos como grupo, como comunidad, como actor colectivo? Creo que vale hacerse tambin esta pregunta. Si pensamos en que, ms all de nuestras subjetividades personales, somos tambin parte de grupos; y si pensamos que lo que construye nuestra presencia en esos grupos es, entre otras cosas, el conocer las mismas historias, el compartir el significado de ciertos smbolos y sus contradicciones, el elegir algunos de esos smbolos como representantes especficos de un nosotros. Si la subjetividad de cada uno est hecha, entre otras cosas, de un entramado de textos, de narrativas, los que nos contaron, los que contamos, los que nunca llegamos ni llegaremos a contar, podemos pensarla como una intertextualidad (Larrosa 2003), o, segn el concepto de Laura Devetach, como una textoteca (Devetach 2008). Y al mismo tiempo, si hay muchos de estos textos que compartimos con otros, con un grupo, tambin ese grupo tiene una intertextualidad, una textoteca compartida, que hace a una conciencia colectiva, a una subjetividad colectiva.
III Luego de este recorrido, propongo volver a las cuestiones con las que abr este trabajo, y retomar la indagacin acerca de cules son los objetivos de los proyectos de promocin de la lectura. Para eso, me parece interesante formular una pregunta, que hace a una figura importantsima en la construccin de estos
proyectos: el lector. Quin es el lector en la escena que narr recin? Quin lee? Estamos acostumbrados a pensar al lector slo en tanto una persona, un individuo. Y es a partir de esa imagen que concebimos el objetivo de la promocin de la lectura en tanto el desarrollo de la autonoma, la imaginacin y la capacidad crtica de ese individuo. Es posible, en la escena anterior, pensar al lector de esa manera, en tanto un individuo? S, si consideramos a los distintos participantes en la escena como distintos lectores. Sin embargo, creo que esta perspectiva es slo parcial. Uno de los grandes aportes de la mirada de las ciencias sociales es el de poder pensar lo social como una variable con una especificidad propia, la sociedad como una realidad diferente a la suma de todos los individuos. Esta es la perspectiva que construye y desarrolla la escuela sociolgica francesa, a principios del siglo XX, considerando que la sociedad es una realidad sui generis (Durkheim, 1982:14) y que, para comprender los procesos sociales, es necesario pensar a la sociedad como una totalidad que acta, es decir, pensar en un sujeto colectivo. Si volvamos al campo de la lectura: no podemos pensar al lector como un sujeto colectivo, un sujeto lector colectivo? Qu pasa si recurrimos a l para responder a la pregunta de quin lee? No es lo mismo lo que observamos, lo que comprendemos, lo que miramos, si interrogamos la escena de La dama o el tigre pensando en una sumatoria de lectores individuales que si pensamos en un lector colectivo. En un grupo que lee, en una comunidad que lee y que, en ese movimiento (la lectura como movimiento) excede a la sumatoria de lecturas de cada uno de los presentes en ese momento. A la pregunta de quin lee, podemos responder a partir de una comunidad lectora. Una comunidad lectora que, en torno a las historias, los sentimientos, los deseos, las ideas de cada uno de sus integrantes, pero yendo ms all de ellos por separado, reinterpreta su movimiento, sus historias, sus conflictos, sus contradicciones. Una comunidad lectora que construye sentidos en capas que se superponen y entrelazan, formando entramados cambiantes con las historias vividas, las contadas, las imaginadas, las deseadas, con las palabras odas, sentidas, pronunciadas, con los gestos, las miradas y los cuerpos en los que esas palabras despliegan su vida. Una comunidad que se apropia de smbolos, resignificndolos.
Volvamos a la pregunta por la relacin entre lectura y chusmero, con el ejemplo anterior: dos vecinas hablando acerca de un adulterio sospechado en el barrio. Propongo que pensemos esta conversacin como un espacio de lectura, en tanto un dar sentido, dar palabra, a rumores, sospechas, deseos, temores, angustias. Qu pasa si, en esas conversaciones, los dilogos con otros textos estn habilitados? Si a ese poner en comn ideas, expresiones, historias, si a ese construir puentes de sentido, si a ese aferrarse a smbolos comunes, apropiarlos, reinterpretarlos, lo comprendemos como un lugar en el que se cruzan tambin las historias que leemos en los libros, las que omos de narradores, los poemas que nos gustan, los refranes, los dichos, los decires que nos expresan. Si pensamos esa conversacin como la puesta en juego de una textoteca colectiva, a la que echamos mano para dar sentido a lo que nos pasa y a la que transformamos permanentemente con nuestros cambios, invenciones, aprendizajes. La construccin de espacios comunitarios de lectura tiene que ver con enriquecer y potenciar ese lector colectivo, generando lugares en los que el juego con la textoteca comn, compartida, est habilitado, legitimado, abierto. Lugares a los que podamos acceder todos, cuando lo necesitemos, cuando lo deseemos. Es desde este lugar que propongo repensar la relacin entre lectura y chusmero, o entre lectura y otras actividades de produccin de sentido vistas como ms banales, superficiales. Tomando en cuenta que cuando estamos trabajando como mediadores de lectura estamos apuntando a la formacin de lectores autnomos y crticos, y tambin en la conformacin en la comunidad como lectora en su totalidad.
IV Con este recorrido espero haber podido exponer que podemos pensar en un sujeto lector colectivo, que se complementa, conceptualmente, con el lector individual. No es que exista o uno o el otro: estn ambos, siempre. Son diferentes perspectivas para abordarlo. Al mismo tiempo, un proyecto puede tomar distintos rumbos si apunta a uno o a otro de manera principal. Preocuparse por fortalecer una comunidad lectora, a travs de un sujeto lector colectivo, puede implicar otros caminos, otras miradas, otras bsquedas.
Me parece importante la diferencia conceptual cuando pensamos, por ejemplo, en la evaluacin de los proyectos, en la tan difcil, temida medicin de resultados. Tener la mirada puesta nicamente en los individuos, viendo su evolucin personal, puede que no nos permita ver otros procesos que estn sucediendo. Y que son fundamentales a la hora de garantizar, en una comunidad, los derechos culturales. A lo largo del tiempo, los participantes de un proyecto pueden variar, ir entrando, saliendo, tomando liderazgos y abrindose de ellos. Si nos quedamos con la mirada puesta nicamente en las personas, vamos a ver procesos interrumpidos en apariencia, con caminos distintos a los que nosotros, con nuestro deseo superpuesto al deseo del otro, ms querramos. Pensar en la evolucin de un sujeto lector colectivo puede, en este sentido, ampliar el panorama. La construccin y el fortalecimiento de espacios comunitarios de lectura, ms all de que varen quienes los transitan, son parmetros que deberamos considerar al evaluar la marcha de un proyecto. No estoy hablando de dejar de lado la formacin de lectores autnomos, ni siquiera en tanto un objetivo central de la promocin de la lectura. Sino de no perder de vista este otro aspecto del campo, que es complementario e indispensable. En ese sentido, pienso que tal vez una forma de construirlo, en la prctica, sea refirindonos a las divisiones que hay ya formadas dentro del estado. La escuela es probablemente el lugar ideal para proponerse la formacin de lectores crticos y autnomos. Al decir de Graciela Montes, la gran ocasin. Pero, an cuando tambin la escuela es tierra frtil para el despliegue de comunidades lectoras, creo que el rea denominada a nivel nacional, en casi todas las provincias y muchos municipios como Cultura, es el espacio en el que, por excelencia, debemos apuntar a la construccin, legitimacin y fortalecimiento de espacios comunitarios de lectura. Pienso en una poltica pblica de lectura en el mbito de cultura, que pueda tomar, como programa, como lnea de trabajo, estos objetivos. Hoy en da, en Argentina, estamos lejos de esto. El ao pasado tuve la posibilidad de conocer ms de adentro estos mbitos, y, a pesar de encontrar muchsimas iniciativas en el marco de la sociedad civil (en centros comunitarios, bibliotecas populares, comedores populares, entre otros) raras veces estaban ellas articuladas por una poltica pblica. Y sospecho que, ms all de las falencias ms generalizadas del mbito estatal, que todos conocemos, esta desarticulacin se debe tambin a la
dificultad de concebir la lectura como una prctica colectiva, y no slo individual. Un ltimo ejemplo: cuando pensamos en los logros de las bibliotecas, los pensamos generalmente en trminos de lectores y libros; cunta gente lleva libros, los lee, de qu calidad, etc. Quiero contraponer a estas ideas, estos parmetros de evaluacin, una escena que me contaron en el CIC (Centros Integradores Comunitarios, pertenecientes al Ministerio de Desarrollo Social de la Nacin) de Ranchillos, Tucumn. En los ltimos tiempos, varias chicas muy jvenes, embarazadas, se haban acercado al CIC para hacerse atender en el centro de salud. Llegaban, sin embargo, como si fuesen a hacer cualquier trmite. Producto de encuentros tal vez no demasiado significativos en sus vidas, esos embarazos resultaban, para esas chicas, ms una carga que un proceso vivido con alegra, con amor, con alguna intensidad en ese sentido. Ante esta situacin, las facilitadoras que trabajan en el CIC decidieron organizar, all, un taller que permitiese comenzar a dar una vuelta a la situacin: la confeccin de ajuares para los bebs por venir al mundo. Y, con el grupo en marcha, decidieron que cada nacimiento ira acompaado de una pequea fiesta. Marta, la coordinadora del CIC, me contaba que no slo las chicas estaban contentas con el taller, sino que haba cambiado algo en sus posturas: en vez de llevar a los nios como bolsas colgando, los abrazaban, los acunaban, los sostenan con firmeza. No es este acto, de un enorme poder simblico, una prctica de lectura con todas las letras? Sin embargo, no era vista as por sus protagonistas. Y menos an, por supuesto, por actores de bibliotecas o de secretaras o direcciones de Cultura. Qu pasara si pudiramos articular otros libros, otros textos, en estos espacios? Incluir poemas sobre la maternidad, artculos periodsiticos sobre el embarazo adolescente, o simplemente textos bellos que acompaen esos encuentros ampliando las miradas, los panoramas, dando, a los futuros recuerdos de esas madres, marcos de horizontes. Marcos de horizontes que se entrelazan en los vaivenes de la vida y los textos, de las ideas y los temores, de las razones y los deseos. Los horizontes colectivos que hacen a la vida de una comunidad, que, an cuando toman una forma distinta en cada uno de sus integrantes, pueden ser reconocidos por todos como los propios, los que hablan de un nosotros. Ese nosotros que tambin lee, se transforma, se mueve, y cuanto ms espacio tenga, cuanto ms variedad de
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lugares ofrezca, ms lugar dar tambin a cada uno. Para chusmear, para leer, o para tantas palabras que se atraviesan en uno y otro.
Bibliografa citada
DEVETACH, Laura (2008), La construccin del camino lector, Crdoba, Comunicarte DURKHEIM, Emile (1982 [1913]), Las formas elementales de la vida religiosa, Ediciones Akal, Madrid. MONTES, Graciela (2007): La gran ocasin, Ministerio de Educacin, Ciencia y Tecnologa, Buenos Aires PETIT, Michle (2001), Del espacio ntimo al espacio pblico, En: Lecturas: del espacio ntimo al espacio pblico, Mxico, FCE. SAER, Juan Jos (2006), Posmodernos y afines, En: Trabajos, Seix Barral, Buenos Aires STOCKTON, Frank (1994), La dama o el tigre, En: La dama o el tigre, Colihue, Buenos Aires.
Bibliografa consultada
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