Liderazgo Toxico REED
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George Reed
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All content following this page was uploaded by George Reed on 08 September 2014.
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tinúa hasta el presente.5 Nuestra fascinación con el liderazgo y su potencial—lo que James
Meindl, Sanford Ehrlich y Janet Dukerich describen como el”romance del liderazgo”—no nos
debe impedir examinar el impacto negativo de los comportamientos que influyen que a menudo
se manifiestan por aquellos que intentan ser líderes pero lo hacen de manera deficiente.6
Cuando se explora el liderazgo tóxico, debemos notar que los individuos que investigan y
publican sobre el tema utilizan diferentes palabras claves y etiquetas. La supervisión abusiva, el
liderazgo destructivo, la intimidación, la descortesía, los empresarios brutales, la tiranía mez-
quina, y el liderazgo tóxico son temas relacionados. Ya que en la literatura no hay un consenso
sobre la definición, las personas interesadas en aprender más deberían ver más allá de un solo
término. Para algunos expertos como Jean Lipman-Blumen, el liderazgo tóxico es sencillamente
liderazgo deficiente.7 El liderazgo tóxico se identifica por su efecto negativo en la organización,
y la fuente puede ser desde la incompetencia, o falta de atención a malevolencia. Otros buscan
una definición más explícita. En el 2004, este autor ofreció una definición en tres partes del li-
derazgo tóxico:
1. Una aparente falta de preocupación por el bienestar de los subordinados.
2. Una personalidad o técnica interpersonal que afecta negativamente al ambiente de la
organización.
3. La convicció de los subordinados que el líder está motivado principalmente por intereses
propios.8
Los primeros dos elementos de la definición mencionada anteriormente son prerrequisitos, y
la tercera es un variable interviniente. En otras palabras, si un supervisor es percibido como des-
preocupado por el bienestar de los subordinados y tiene un estilo de liderazgo que deprime el
ambiente de la organización, hay un problema de liderazgo tóxico. Por un lado, la percepción
por los subordinados que el jefe está avanzando a sus expensas empeora el impacto negativo. Si
por otra parte, los subordinados perciben que el supervisor con deficiencias interpersonales está
motivado por los intereses de la organización y no están intentando avanzar a sus expensas, la
situación es menos problemática. Los subordinados tal vez perdonen un estilo de liderazgo
brusco si piensan que los motivos son para un bien mayor.
El Ejércido de EE.UU. publicó recientemente una definición descriptiva del liderazgo tóxico
en la Publicación Doctrinal del Ejército 6-22, Liderazgo del Ejército, que es la primera vez que el
concepto ha recibido atención como conocimiento institucional en una organización militar:
dosamente sus reputaciones con sus superiores, a la vez que hacen las vidas imposibles para
aquellos que tienen que trabajar para ellos.20
El apoyo de los líderes superiores es necesario si el liderazgo tóxico se tratase a nivel de em-
presa. Las políticas de personal, incluyendo el medio por el cual identificamos y seleccionamos
individuos para puestos claves, tal vez sea un punto de influencia vital para lidiar con el pro-
blema. Aquellos en la cima de la pirámide de la organización no perciben que la dificultad es
tan aguda como en el pasado. Recordarán experiencias tóxicas del pasado pero a menudo las
consideran como un reto iniciativo que ellos mismos pasaron exitosamente. A menudo escucha-
mos el refrán, “La supervisión abusiva realmente era un problema hace años, pero está mejor
ahora”. Sus percepciones problamente sean influenciadas por su puesto. Un amigo una vez
comparó la situación al “síndrome de los monos en los árboles”. Él explicó que en los bosques
tropicales, la fruta madura más rápidamente en las ramas más altas de los árboles. Los primates
de alto rango tienden a congregarse en las ramas altas donde la fruta es más dulce y abundante.
Los primates de menos rango están relegados a las ramas bajas. Cuando los primates de alto
rango miran hacia abajo, ven las caras sonrientes de los monos. Cuando los monos de menos
rango miran hacia arriba, tienen una muy diferente y menos atractiva vista. Lo que vemos de-
pende de dónde estamos ubicados. Una encuesta anual llevada a cabo por el Centro de Lide-
razgo del Ejército evaluó la calidad de liderazgo a través de cuestionarios completados por más
de 16,800 militares y 2,900 personas de la fuerza laboral civil. Esa encuenta a gran escala repre-
sentativa encontró que los subordinados percibían que el 16 por ciento de los líderes del Ejército
eran ineficientes. Esos líderes recibieron alto puntaje en cuanto a la obtención de resultados
(una calificación de 78 por ciento de eficacia), pero niveles menores de eficacia en la creación
de un ambiente positivo (70 por ciento) y el desarrollo de personal (59 por ciento).21 Indepen-
dientemente de si la calidad del liderazgo es mejor ahora que en el pasado, más trabajo clara-
mente se debe realizar.
La cultura militar también puede ser un impedimento. Soldados, marineros, aviadores e in-
fantes de marina están socializados a respetar al rango sino al individuo. Es una cultura que
premia la lealtad, así es que los que se quejan de su jefe no son recibidos favorablemente en los
altos niveles de la cadena de mando. Un líder toxico que se entera de una queja emergente
puede a menudo pintar los subordinados desfavorablemente mucho antes que el que se queja
pueda sacarle ventaja a una política de puertas abiertas. Por consiquiente, ¿qué puede hacer una
persona que está sufriendo bajo un líder tóxico?
La forma más segura de actuar para el individuo desafortunado que se ve vinculado a un jefe
tóxico es construir un sistema de apoyo personal para ayudarse a lidiar con la situación y buscar
una salida a través de reasignación de trabajo, traslado temporal, renunciar a su empleo cuando
sea posible. Muchas veces, las organizaciones militares con altos índices de rotación ofrecen una
solución debido al traslado iminente del lider tóxico o los subordinados afectados. Lamentable-
mente, algunos malos consejos en la literatura popular abogan por tratar a los líderes tóxicos
como si fuesen agresores en un parque infantil. Eso tal vez sea buen consejo en un ambiente
corporativo donde renunciar al puesto es una alternativa, pero los militares están sujetos a térmi-
nos de servicio. Aunque conversaciones francas y honestas raramente son malas opciones, un
seguidor deberá esperar una reacción negativa cuando enfrenta directamente a un líder tóxico.
En la estructura estratificada y regimentada de la milicia, la desigualdad de poder no es ventajosa
para el subordinado que está sufriendo. A aquellos que son blancos de un líder tóxico se les
aconseja mantener apuntes detallados de intercambios incivilizados y comportamiento inapro-
piado, incluyendo fechas, horas, y testigos. Parecerá indecoroso llevar un libro sobre un supe-
rior, pero si llega al punto donde una queja oficial es indicada, a pesar de los riesgos asociados
con el desagradar al jefe, esos detalles ayudarán a apoyar una investigación por el inspector ge-
neral u otro oficial investigador. Uno debe tener cuidado cuando le pide apoyo a los demás.
Alegaciones con múltiples denunciantes tienden a ser tomados más seriamente, pero el motín
nal no mejora, entonces esos líderes deberán ser retirados de puestos donde pueden dañar a
otros. Tales decisiones sobre personal difícil no se deben percebir como un fracaso de liderazgo
sino como una práctica necesaria. Hay un momento cuando los esfuerzos de capacitación y de-
sarrollo deberán cesar y retiros, traslados o despidos deberán comenzar. Debemos recordar que
las personas que trabajan para un líder tóxico culpan no solamente al individuo sino que tien-
den a percebir que toda la cadena de mando es culpable por tolerar esa conducta. “Mi jefe es
terrible” a veces se interpreta como “La Fuerza Aerea es terrible”.
Trabajar para un supervisor tóxico puede tener un aspecto positivo. Si el subordinado perma-
nece, puede ser una experiencia de desarrollo personal y forjar su carácter. Problamente sea
poco consuelo para aquellos que actualmente trabajan para un líder tóxico, pero puede ser que
aprendamos más de un mal líder que de un buen líder. Como mínimo, pueden amasar una lista
larga de “cosas que nunca haré cuando yo ocupe este cargo”. Tales experiencias contribuyen a
una forma de callos interpersonales. Aquellos que han trabajado para un líder tóxico probable-
mente no serán afectados por un jefe que tiene un mal día de vez en cuando. Amasar unas habi-
lidades en lidiar con líderes difíciles y colegas problemáticos puede ser bastante favorable. Un
supervisor sagáz una vez ofreció un muy buen consejo a su servidor: “Allá afuera siempre habrá
un patán con el que te encontrarás. Cómo lídies con la situación determinará si tendrás una ca-
rrera larga o corta.”
El Presidente Dwight David Eisenhower, quien además sirvió como el comandante supremo
aliado en Europa durante la Segunda Guerra Mundial, bromeó, “No puedes mandar a la gente
pegándoles en la cabeza—eso es un asalto, no liderazgo”.27 Debemos reconocer que es impor-
tante no solamente lograr la misión sino también mandar de tal forma que engendre el respeto
y compromiso de los subordinados. En el 1879, el General de División John Schofield sabia-
mante observó que
es posible impartir instrucciones y dar órdenes de tal forma en tal tono de voz
que inspira en el soldado ningún sentimiento más que un deseo intenso de obe-
decer, mientras que la conducta opuesta y tono de voz no fallarán en provocar
fuerte resentimiento y un deseo de desobedecer. Una forma u otra de lidiar con
subordinados, emana de un espíritu correspondiente en el pecho del coman-
dante. Aquel que siente el respeto que merecen los demas no podrá dejar de
inspirar en otros gran estima por él; mientras que aquel que siente, y por lo
tanto, manifiesta, falta de respeto hacia los demás, sobretodo a sus subordinados,
no fallará en inspirar odio hacia él mismo.28
Schofield sabía lo que seguimos redescubriendo. No es solamente lo que les decimos a los
subordinados que hagan lo que importa. Cómo se les dice también es de suma importancia. La
manera en que se dice es un reflejo de su estilo de liderazgo.
Sería erróneo sugerir que llamados para eliminar el liderazgo tóxico es alguna forma de do-
blegarse de forma políticamente correcta a los subordinados – un enfoque de “portémonos bien
y cantemos ‘Kumbaya’. El enfoque correcto del liderazgo cumple con las necesidades de los su-
bordinados y las demandas de una situación dada, que pueden variar significativamene. La con-
ducta que es apropriada y aún agradecida en una situación podría ser sumamente inapropiada y
destructiva en otra situación. Es parecido al humor: algo considerado divertido en el vestuario
podría parecer de mal gusto u ofensivo en otro ámbito. Esa observación supone un alto nivel de
conciencia propia y auto—regulación como habilidades importantes para los líderes. Hay tiempo
para ser ruidoso y nada es tan eficaz como un berrinche de ira bien actuado del jefe. Los líderes
a veces tienen que mandar a sus subordinados a hacer cosas difíciles y peligrosas y se tienen que
dirigir a rendimiento de baja calidad; no se pueden dar el lujo de complacer a todos todo el
tiempo. Intentar complacer a todos y necesitar ser queridos son antiéticos al buen liderazgo. En
las palabras de Robert Sutton, autor de La regla del no del pendejo (The No Asshole Rule), en un
puesto de liderazgo a veces lo considerarán un pendejo.29 Los buenos líderes, sin embargo, no
hacen de esa conducta su comportamiento estándar. El hecho de que un supervisor tenga un
mal día no indica necesariamente que él, o ella, es tóxico. El patrón de comportamiento perci-
bido por los subordinados a través del tiempo y el impacto acumulado en el ambiente de la or-
ganización será el testimonio.
Vemos ejemplos de líderes de grandes personalidades quienes, sin duda, son eficaces, pero
también tienen problemas interpersonales. Es difícil discutir con el record de victorias del ex-
entrenador de baloncesto Bob Knight, cuyo apodo era “El General”. Ganó muchos campeonatos
y amasó un record de victorias envidiable a pesar de berrinches de tirar sillas y públicamente
regañar a sus jugadores. Otros dan ejemplos de generales militares famosos como Patton o Ma-
cArthur, que mostraban una tendencia de un arquetipo de liderazgo identificable—líderes segu-
ros de sí mismos, su enfoque sensato, autocráticos, autoritarios, sin tomar prisioneros que le
prestan poca atención a las opiniones ajenas pero son muy eficaces. Una mitología parece ser
asociada con tales formas de liderazgo. De la cultura popular, podemos identificar el socialmente
inadaptado y narcisista Dr. Gregory House que interpreta el actor Hugh Laurie en la serie tele-
visiva House, M.D. ¿Qué es lo que apreciamos de ese personaje? House es antisocial, y su vida
privada es un desastre. Pero es aún brillante y sin igual en sus diagnósticos. Hay algo atractivo de
las personas que son libres de las convenciones sociales y logran desempeñar sus labores contra
todas las probabilidades. El problema con tales ejemplos, por muy atractivos que sean es, que
para cada líder eficaz que actua como megalómano o narcisista, es posible identificar otro que
son tan eficaces, pero humilde y socialmente adepto. Para cada Patton y MacArthur podemos
encontrar un Bradley o un Eisenhower. Para cada entrenador Knight, hay un entrenador Mike
Krzyzewski, quien, por cierto, tuvo más victorias en su carrera que Knight. Para ser justos, tal vez
no sea correcto caracterizar a Patton o MacArthur como tóxicos ya que muchos que trabajaron
para ellos apreciaban sus talentos. Sin embargo, a menudo son caracterizados con aspectos oscu-
ros en sus personalidades. Recuerden que Patton fue marginado por pegarle a un soldado hos-
pitalizado y castigado en más de una ocasión por hacer declaraciones públicas imprudentes. El
Presidente Truman despidió al extravagante de su cargo como comandante de las fuerzas esta-
dounidenses en Corea cuando parecía que él favorecía una política que el presidente oponía—
una expansión del conflict coreano. Nos quedamos preguntándonos cuán más eficaces hubiesen
sido si hubieran modificado algunas aspectos de su conducta problemática.
Ya que hemos planteado el caso que el liderazgo tóxico es un problema merecedor de inter-
vención a todo nivel, debemos reconocer que tal vez no sea razonable esperar que sea eliminado
del todo. Simplemente despidiendo los líderes tóxicos conforme son identificados, aunque fuese
factible, no es probable. En cuanto a las estadísticas, con respecto al desempeño eficaz, siempre
habrá un tercio inferior. Mitchelle Kusy y Elizabeth Holloway sugieren que los líderes tóxicos
florecen en culturas tóxicas.30 Parece ser una condena fuerte que ignora la noción de algunas
personas problemáticas, pero merece evaluación. Si tienen razón, las organizaciones militares
podrán estar muy atareadas con identificar y remover los líderes tóxicos sin dirigirse a la causa
fundamental de la conducta tóxica. Cabe preguntar si creamos líderes tóxicos, los alentamos o
premiamos involuntariamente, y los toleramos en nuestros entornos. Estas preguntas merecen
evaluación adicional. Mientras tanto, podemos continuar determinando el alcance del problema
haciendo las preguntas adecuadas. El liderazgo tóxico se puede medir, así como el ambiente de
la organización. La falta de experiencia de los subordinados y el conocimiento de las responsa-
bilidades de sus superiores tal vez impida que los evalúen. Sin embargo, pueden contar si son
abusados, humillados y denigrados por sus superiores. Pueden indicar si confían en su liderazgo
y si se sienten que sus líderes están actuando según los valores explícitos de la organización. En
vez de buscar la eliminación completa de los líderes tóxicos, tal vez sea más razonable esperar
que se identifiquen y abordarlos cuanto antes. Ese enfoque implicaría la ejecución de normas
para identificar rápidamente los líderes tóxicos e intervenir para contrarrestar su impacto nega-
tivo. Algo es cierto: si no buscamos a los líderes destructivos, no es probable que se hallen hasta
que hayan hecho estragos en sus unidades.
Las organizaciones militares se beneficiarían con una estrecha tolerancia de los estilos de li-
derazgo para reflejar las necesidades de una fuerza totalmente profesional y únicamente reclu-
tada. La vida militar es intrínsecamente exigente y estresante. No es aconsejable hacerla más di-
fícil de lo que tiene que ser con líderes que están infligiendo rumores y menospreciando a sus
subordinados. El liderazgo militar es una profesión con alto rendimiento de cuentas. Aquellos
que ocupan cargos de gran responsabilidad con razón son sujetos a estándares altos de rendi-
miento. Es completamente apropriado cuando a tales personas les confiamos los recursos más
preciados de la nación—nuestros hijos e hijas. q
Notas
1. George E. Reed, “Toxic Leadership,” (Liderazgo tóxico), Military Review 84, no. 4 (July–August 2004): 67–71.
2. David S. Cloud, “Air Force Officers in Nuclear Force Suspected of Cheating. Los Angeles Times. January 15, 2014.
http://articles.latimes.com/2014/jan/15/nation/la-na-nuclear-drugs-20140116.
3. Barbara Kellerman, Bad Leadership: What It Is, How It Happens, Why It Matters (Mal liderazgo: Qué es, cómo sucede
y por qué es importante),(Boston: Harvard Business School Press, 2004).
4. Richard C. Bullis y George E. Reed, Assessing Leaders to Establish and Maintain Positive Command Climate: A Report to
the Secretary of the Army (Evaluando a los líderes para establecer y mantener un clima positivo: Informe para el Secretario
del Ejército)(Carlisle, PA: US Army War College, 2003).
5. Reed, “Toxic Leadership,”.
6. James R. Meindl, Sanford B. Ehrlich y Janet M. Dukerich, “The Romance of Leadership,” (El romance del lide-
razgo), Administrative Science Quarterly 30, no. 1 (March 1985): 78–102.
7. Jean Lipman-Blumen, The Allure of Toxic Leaders: Why We Follow Destructive Bosses and Corrupt Politicians—and How We
Can Survive Them (La fascinación de los líderes tóxicos: Por qué seguimos jefes destructivos y políticos corruptos—y cómo
podemos sobrevivirlos), (Oxford, UK: Oxford University Press, 2005).
8. Reed, “Toxic Leadership,” 67.
9. Army Doctrinal Publication 6-22 (Publicación doctrinal del Ejército), Army Leadership, (Liderazgo en el Ejército),
agosto 2012, 3.
10. Army Doctrinal Publication 6-22, agosto 2012,3.
11. George E. Reed y Richard A. Olsen, “Toxic Leadership: Part Deux,” (Liderazgo tóxico: Segunda Parte), Military
Review 90, no. 6 (Noviembre–diciembre 2010): 58–64; y George E. Reed y R. Craig Bullis, “The Impact of Destructive
Leadership on Senior Military Officers and Civilian Employees,” (El impacto del liderazgo destructive en los oficiales
militares superiores y los empleados civiles), Armed Forces and Society 36, no. 1 (Octubre 2009): 5–18.
12. Reed y Bullis, “Impact of Destructive Leadership,” (Impacto del liderazgo destructive), 61–62.
13. Kelly L. Zellars, Bennett J. Tepper, y Michelle K. Duffy, “Abusive Supervision and Subordinates’ Organizational
Citizenship Behavior,” (Supervisión abusiva y el comportamiento cívico de la organización de los subordinados), Journal
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14. Sean T. Hannah et al., “Joint Influences of Individual and Work Unit Abusive Supervision on Ethical Intentions
and Behaviors: A Moderated Mediation Model,” (Influencias conjuntas de supervisión abusivo del individuo y la unidad
de trabajo en intenciones y comportamientos éticos: Un modelo de mediación moderado), al of Applied Psychology 98, no.
4 (Julio 2013): 579–92.
15. James M. Dobbs, “The Relationship between Perceived Toxic Leadership Styles, Leader Effectiveness, and Orga-
nizational Cynicism” (PhD diss., University of San Diego, August 2003).
16. Daniel Swerdling, “Army Takes on Its Own Toxic Leaders,” (El Ejército lidia con su propios líderes tóxicos), All
Things Considered, National Public Radio, 6 January 2014, http://www.npr.org/2014/01/06/259422776/army-takes-on-
its-own-toxic-leaders.
17. Christine Porath y Christine Pearson, “How Toxic Colleagues Corrode Performance,” (Cómo los colegas tóxicos
corroen el rendimiento), Harvard Business Review, Abril 2009, http://kaplanmarketing.com/wp-content
/uploads/2010/10/toxic-colleagues1.pdf.
18. Randall Beck and Jim Harter, “Why Great Managers Are So Rare,” (¿Por qué los buenos líderes son tan raros?),
Gallup Business Journal, 25 de marzo de 2014, http://businessjournal.gallup.com/content/167975/why-great-managers-
rare.aspx?utm_source=alert&utm_medium=Monthly&utm_content=morelink&utm_campaign=syndication&inf_con-
tact_key=c5720702f2f2db01711013ff89ca3506f17f89db58f9895d7c3ddd6db8da4412.
19. Gallup Corporation, State of the American Workplace: Employee Engagement Insights for U.S. Business Leaders (El estado
del lugar de trabajo estadounidense: Recomendaciones de participación para los empleados), (Washington, DC: Gallup
El Dr. George Reed, PhD, es decano adjunto y miembro del cuerpo do-
cente en la Escuela de Liderazgo y Ciencias Educacionales en la Universi-
dad de San Diego. El Señor Reed tiene un doctorado en análisis de polí-
tica pública y administración de la Saint Louis University, una Maestría en
Ciencias Forenses de George Washington University, y una licenciatura en
administración de justicia criminal de la University of Central Missouri.
Antes de pasar a formar parte del cuerpo docente en el 2007, sirvió 27
años en el Ejército como oficial de la policía y se retiró con el rango de
coronel. Durante los últimos seis años de su Carrera en el servicio activo,
se desempeñó en calidad de director de Estudios de Comando y Lide-
razgo en la Escuela Superior de Guerra del Ejército de Estados Unidos.
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