El Golpe Maestro de Satan S
El Golpe Maestro de Satan S
El Golpe Maestro de Satan S
CAPITULO 1
Sabemos por el Génesis y mejor aún por Nuestro Señor mismo que Satanás es
el padre de la mentira. En el versículo 44, capítulo 8 del Evangelio de San Juan,
Nuestro Señor apostrofa a los judíos diciéndoles:
“El diablo es vuestro padre y vosotros queréis cumplir sus deseos. Desde
siempre él es homicida y permanece fuera de la Verdad, puesto que no hay
verdad en él, su palabra es mentirosa porque miente por naturaleza, ya que es
mentiroso y padre de la mentira...”
Para hacer eso, Satanás ha inventado palabras claves que han permitido que
los errores modernos y modernistas penetraran en el Concilio: la libertad se ha
introducido mediante la Libertad religiosa o Libertad de las religiones; la
igualdad, mediante la Colegialidad, que introduce los principios del
igualitarismo democrático en la Iglesia y, finalmente, la fraternidad mediante el
Ecumenismo que abraza todas las herejías y errores y tiende la mano a todos
los enemigos de la Iglesia. El golpe maestro de Satanás será, por consiguiente,
difundir los principios revolucionarios introducidos en la Iglesia por la autoridad
d la misma Iglesia, poniendo a esta autoridad en una situación de incoherencia
y de contradicción permanente; mientras que este equívoco no sea disipado,
los desastres se multiplicarán en la Iglesia. Al tornarse equívoca la liturgia, se
torna equívoco el sacerdocio, y habiendo ocurrido lo mismo con el catecismo,
la Fe, que no puede mantenerse sino en la verdad, se disipa. La Jerarquía de la
Iglesia misma vive en un equívoco permanente entre la autoridad personal,
recibida por el sacramento del Orden y la Misión de Pedro o del Obispo y los
principios democráticos.
Es preciso reconocer que la jugarreta ha sido bien hecha y que la mentira de
Satanás ha sido utilizada maravillosamente La Iglesia va a destruirse a sí
misma por vía de la obediencia. La Iglesia va a convertirse al mundo hereje,
judío, pagano, por obediencia, mediante una Liturgia equívoca, un catecismo
ambiguo y lleno de omisiones y de instituciones nuevas basadas sobre
principios democráticos.
Las órdenes, las contraórdenes, las circulares, las constituciones, las cartas
pastorales serán tan bien manipuladas, tan bien orquestadas, sostenidas por la
omnipotencia de los medios de comunicación social, por lo que queda de los
movimientos de Acción Católica, todos marxistizados, que todos los fieles
honrados y los buenos sacerdotes repetirán con el corazón roto pero
consintiendo: ¡Hay que obedecer! ¿A quién, a qué? No se sabe exactamente:
¿a la Santa Sede, al Concilio, a las Comisiones, a las Conferencias Episcopales?
Uno aquí se pierde como en los libros litúrgicos, en los ordos diocesanos, en la
inextricable maraña de los catecismos, de las oraciones del tiempo actual,
etcétera. Hay que obedecer, con peligro de volverse protestante, marxista,
ateo, budista, indiferente, ¡poco importa! hay que obedecer a través de las
negaciones de los sacerdotes, la inoperancia de los Obispos, salvo para
condenar a quienes quieren conservar la Fe, a través del matrimonio de los
consagrados a Dios, de la comunión a los divorciados, de la intercomunión con
los herejes, etc. ¡hay que obedecer! ¡Los seminarios se vacían y se venden
igual que los noviciados, las casas religiosas y las escuelas; se saquean los
tesoros de la Iglesia, los sacerdotes se secularizan y se profanan en su
vestimenta, en su lenguaje, en su alma!.., hay que obedecer. Roma, las
Conferencias Episcopales, el Sínodo presbiteral lo quieren. Es lo que todos los
ecos de las Iglesias, de los diarios, de las revistas repiten: apertura al mundo.
Desgraciado sea el que no consiente. Tiene derecho a ser pisoteado,
calumniado, privado de todo lo que le permitía vivir. Es un hereje, es un
cismático, que merece únicamente la muerte.
Ahora bien, ¿quién puede con toda conciencia decir que hoy en día la Fe de los
fieles y de toda la Iglesia no está amenazada gravemente en la Liturgia, en la
enseñanza del catecismo y en las instituciones de la Iglesia?
Léase y reléase a San Francisco de Sales, y se hallará con asombro que tenían
que luchar contra los mismos falsos procedimientos. Pero esta vez el drama
extraordinario consiste en que estas desfiguraciones de la Tradición nos vienen
de Roma y de las Conferencias Episcopales; si uno quiere por consiguiente
guardar su Fe tenemos que admitir sí que algo anormal pasa en la
administración romana. Debemos, por cierto, sostener la infalibilidad de la
Iglesia y del Sucesor de Pedro, debemos también admitir la situación trágica en
que se encuentra nuestra Fe católica por las orientaciones y los documentos
que nos vienen de la Iglesia; la conclusión vuelve a lo que decíamos al
comienzo: Satanás reina por el equívoco y la incoherencia, que son sus medios
de combate y que engañan a los hombres de poca Fe.
Este equívoco debe ser suprimido valientemente para preparar el día elegido
por la Providencia en que será suprimido oficialmente por el Sucesor de Pedro.
Rezamos en este día especialmente a San Pío X, nuestro santo patrono, cuya
fiesta celebramos hoy y que estuvo presente en todos vuestros estudios y en
toda vuestra formación. Le pediremos que os dé un corazón de apóstol, un
corazón de santo sacerdote como el suyo.
Habríais podido ambicionar una vida feliz, quizás fácil y cómoda en el mundo,
puesto que habíais preparado ya estudios de medicina. Habríais podido, por
consiguiente, desear otro camino que el que habéis escogido. Y, ¿por qué en
Econe? Porque allí habéis encontrado la Tradición, porque allí habéis
encontrado lo que correspondía a vuestra Fe. Esto fue para vos un acto de
valentía que os honra.
Y es por eso que quisiera responder, con algunas palabras, a las acusaciones
que se han hecho estos últimos días en los diarios locales a raíz de la
publicación de la carta de Monseñor Rozier,¡Oh!, no para polemizar. Tengo
buen cuidado de evitarlo, no tengo por costumbre el contestar a esas cartas y
prefiero guardar silencio. Sin embargo, me parece que está bien el que os
justifique porque en esa carta estáis implicado igual que yo. ¿Por qué ocurre
esto? No a causa de nuestras personas, sino por la elección que hemos hecho.
Somos incriminados porque hemos elegido la supuesta vía de la desobediencia.
Pero se trataría de que nos entendamos precisamente sobre lo que es la vía de
la desobediencia. Pienso que podemos en verdad decir que si hemos elegido la
vía de la desobediencia aparente, hemos elegido la vía de la obediencia real.
Entonces pienso que aquéllos que nos acusan han elegido quizás la vía de la
obediencia aparente pero de la desobediencia real. Porque los que siguen la
nueva vía, los que siguen las novedades, los que se adhieren a unos principios
nuevos, contrarios a los que nos fueran enseñados en nuestro catecismo,
contrarios a los que nos fueran enseñados por la Tradición, por todos los Papas
y por todos los Concilios, esos tales han elegido la vía de la desobediencia real.
Y es por ello que estamos persuadidos de que siendo fieles a todos los Papas
de ayer, a todos los Concilios de ayer, somos fieles al Papa de hoy, al Concilio
de hoy y al Concilio de mañana y al Papa de mañana. Una vez más: Jesucristo
ayer, hoy y por todos los siglos.
No hay derecho a reemplazar el Decálogo por los Derechos del hombre; ahora
bien hoy ya no se habla sino de los Derechos del hombre y no se le habla de
sus deberes que constituyen el Decálogo. ¡Aún no hemos visto que en nuestros
catecismos dejamos reemplazar el Decálogo por los Derechos del hombre! Y
esto es muy grave. Se ataca a los Mandamientos de Dios, ya no se defiende a
todas las leyes que conciernen a la familia, y así con lo demás.
A este propósito, nunca he dicho y nunca he seguido a quienes han dicho que
todas las Misas nuevas son Misas inválidas. No he dicho nunca cosa semejante,
pero creo que, en efecto, es muy peligroso habituarse a seguir la Misa nueva
porque ya no representa nuestro catecismo de siempre, porque hay nociones
que se han vuelto protestantes y cine han sido introducidas en la nueva Misa.
Por ello que estamos adheridos a la Santa Misa. Y estamos adheridos a la Santa
Misa porque es el catecismo viviente. No es únicamente un catecismo que está
escrito e impreso sobre páginas que pueden desaparecer, sobre páginas que
no dan la vida en en realidad. Nuestra Misa es el catecismo viviente, es nuestro
Credo viviente. El Credo no es otra cosa que la historia, yo diría, el canto en
cierta manera de la redención de nuestras almas por Nuestro Señor Jesucristo.
Cantamos las alabanzas de Dios, las alabanzas de Nuestro Señor, nuestro
Redentor, nuestro Salvador que se hizo Hombre para derramar su sangre por
nosotros y así dio nacimiento a su Iglesia, al Sacerdocio, para que la Redención
continúe, para que nuestras almas sean lavadas en la Sangre de Nuestro Señor
Jesucristo por el Bautismo, por todos los Sacramentos, y para que así tengamos
participación de la naturaleza de Nuestro Señor Jesucristo mismo, de su
naturaleza divina por medio de su naturaleza humana y para que seamos
admitidos en la familia de la Santísima Trinidad por toda la eternidad.
Para esto El creó el Sacerdocio y para esto hay nuevos sacerdotes. Y es por ello
que queremos hacer sacerdotes que continuarán la Redención de Nuestro
Señor Jesucristo. Toda la grandeza, la sublimidad del Sacerdocio, la belleza del
sacerdote es celebrar la Santa Misa, pronunciar las palabras de la
Consagración, hacer descender a Nuestro Señor Jesucristo sobre el altar,
continuar su Sacrificio de la Cruz, derramar su Sangre sobre las almas por el
Bautismo, por la Eucaristía, por el Sacramento de la Penitencia. ¡Oh! la
hermosura, la grandeza del sacerdocio, ¡una grandeza de la cual no somos
dignos! de la cual ningún hombre es digno. Nuestro Señor Jesucristo ha querido
hacer esto. ¡Qué grandeza! ¡Qué sublimidad!
Esto es toda nuestra santa religión y por ello estarnos aferrados a la Santa
Misa. Comprenderéis ahora mejor quizás de lo que lo comprendisteis hasta hoy
por qué defendemos esta Misa, la realidad del Sacrificio de la Misa. Ella es la
vida de la Iglesia y la razón de ser de la Encarnación de Nuestro Señor
Jesucristo. Y la razón de ser de nuestra existencia es unirnos a Nuestro Señor
Jesucristo en el Sacrificio de la Misa. Entonces, si se quiere desnaturalizar
nuestra Misa, arrancarnos en cierto modo nuestro Sacrificio de la Misa,
¡comenzamos a gritar! Estamos siendo desgarrados y no queremos que se nos
separe del Santo Sacrificio de la Misa.
Es inconcebible que Obispos y sacerdotes que fueron ordenados para esta Misa
y con esta Misa, que la han celebrado durante quizás veinte, treinta años de su
vida sacerdotal, la persigan ahora con un odio implacable, nos echen de las
iglesias, nos obligen a decir Misas acá, al aire libre, cuando están hechas para
ser celebradas, precisamente, en esas iglesias construidas para decir esas
Misas. Y, ¿no es verdad que Monseñor Rozier mismo dijo a uno de vosotros que
si fuéramos herejes y cismáticos nos daría iglesias para celebrar nuestras
Misas? Es una cosa inverosímil. Y por consiguiente, si ya no estuviéramos en
comunión con la Iglesia y fuéramos herejes, Monseñor Rozier nos daría iglesias.
Así pues, es evidente que estamos todavía en comunión con la Iglesia.
Si estoy con el Jesucristo de ayer, estoy con el Jesucristo de hoy y estoy con el
Jesucristo de mañana. No puedo estar con el Jesucristo de ayer sin estar con
Aquél de mañana. Y porque nuestra Fe es la del pasado lo es también la del
futuro. Si no estamos con la Fe del pasado, no estamos con la Fe del presente,
no estamos con la Fe del porvenir. He ahí lo que es necesario creer siempre, he
ahí lo que es necesario ‘mantener a toda costa y sin lo cual no podernos
salvarnos.
Pidámoslo hoy de manera particular para estos queridos sacerdotes, para este
querido Padre, que tanto amo la Cruz —fue ella quien trajo aquí, a esta tierra
de Francia la primera reliquia de la verdadera Cruz; ella amaba la Cruz y tenía
una gran devoción por el Sacrificio de la Misa— y, finalmente, al Cardenal Pie
que fue un admirable defensor de la Fe católica durante el siglo pasado.
Pidamos a estos protectores del Poitou nos concedan la gracia de combatir sin
odio, sin rencor.
En consecuencia:
Hay que modificar la Liturgia;
Hay que atenuar el rigor moral reemplazando la ley moral por la Conciencia.
Las reformas que han sido impuestas a la Iglesia desde el Conflicto se han
realizado con este nuevo espíritu: la investigación, la creatividad, el pluralismo,
la diversidad; espíritu que se opone radicalmente a la verdadera concepción de
la Verdad y de la Fe, de tal modo, que únicamente esta concepción será
combatida y considerada como inadmisible.
Decreto para los matrimonios mixtos, sin exigir el bautismo católico de los
hijos.
Nombramiento de una comisión para la píldora, ¡con espera de dos años para
decidir!
Supresión de la abstinencia.
Reforma litúrgica.
El protestantismo, por sus teorías liberales, suscitó en todos los campos una
revolución total contra la cristiandad, concebida según los principios de la sana
filosofía y de la Fe católica.
Dios y contra toda autoridad, han traído la ruina de la sociedad civil católica, la
ruina de la economía organizada, y poco a poco, la laicización de los Estados
con todas las Consecuencias inmorales, enemigas de la ley de Dios y de la
Iglesia.
Ahora bien, estos mitos sanguinarios del liberalismo han seducido siempre a
unos católicos sentimentales y cuya fe era poco ilustrada. Las filosofías
liberales, las organizaciones revolucionarias han tenido también un fuerte
poder de atracción sobre los medios intelectuales y populares
descristianizados.
Y esto nos explica por qué Econe y todos los verdaderos católicos son
duramente perseguidos por la Roma ocupada por los liberales.
Esto será un tena de tesis para los futuros doctores en teología. Se necesitaría
sí hallar una solución y ya algunos han tratado de darla, pero yo diría de buena
gana que eso nos importa poco cuando se trata de juzgar hechos o escritos. La
malicia de los actos o de las afirmaciones contrarias a la Fe no se juzgan con
relación a la infalibilidad. Cuando alguien escribe que la libertad religiosa pide
que los grupos religiosos no sean impedidos de manifestar libremente la
eficacia singular de su doctrina para organizar la sociedad y vivificar toda la
actividad humana, me veo obligado a concluir que esta persona profesa el
indiferentismo religioso condenado por la doctrina y
Ante esta difusión de los errores liberales por los organismos oficiales de la
Santa Sede y, lo que está en la lógica del liberalismo incluso católico, ante la
persecución violenta contra los fieles ortodoxos, ¿qué hacer?
Para la gloria de Dios, de Nuestro Señor Jesucristo y del Espíritu Santo, para el
honor de la Iglesia Católica, para el honor del Sucesor de Pedro, para la
salvación de las almas, suplicamos a los sacerdotes que tienen conciencia de la
gravedad de la crisis que padece la Iglesia, se unan a nosotros para salvar el
sacerdocio católico, la Fe católica y para la salvación de las almas.
Mantener la Fe y las instituciones que durante dos mil años han santificado a la
Iglesia y a las almas no puede ser en ningún caso una causa para romper la
comunión con la Iglesia; al contrario, éste es el criterio de la unión con la
Iglesia y con el Sucesor de Pedro. Es, por otra parte, este mismo criterio el que
juzga de la legitimidad de la sucesión sobre la sede de Pedro y las sedes
episcopales.
CAPITULO 6 LOS TRES DONES PRINCIPALES QUE DIOS
NOS HA HECHO EL PAPA, LA SANTÍSIMA VIRGEN Y EL
SACRIFICIO EUCARÍSTICO
Queridísimos hermanos, queridos amigos:
Y bien, esperemos que nosotros seamos también fieles a Dios, fieles a Nuestro
Señor Jesucristo. Y Tobías fue luego llevado en cautividad a Nínive, y allí, dice
la Sagrada Escritura, cuando todos sus compatriotas se sometían al culto
pagano que los rodeaba, guardó igualmente la Verdad. El conservó la Verdad.
Creo que es una lección que nos da la Sagrada Escritura, y esperamos que
nosotros también seamos fieles como Tobías lo fue, fiel en su juventud, fiel
más tarde en la cautividad. No es verdad que hoy en día estamos, en cierta
manera, en una cautividad que nos rodea por todas partes, se manifiesta por
todas partes, nos es impuesta por los que se someten al espíritu maligno, en el
mundo y hasta en el interior de la Iglesia, por los que destrozan la Verdad, la
tienen en esclavitud en lugar de manifestarla, de mostrarla. Estamos en un
mundo esclavo del demonio, esclavo de todos los errores de este mundo.
Los hombres han sido puestos en este mundo para recibir un poco de esta luz
de la eternidad que desciende sobre ellos. De algún modo se vuelven, ellos
también, eternos, inmortales, en la medida en que se aferran a la Verdad de
Dios. En la medida en que se aferran a las cosas que cambian, a las cosas
mudables, no están más con Dios. Y de esto es de lo que sentimos necesidad.
Todos los hombres sienten esa necesidad. Tienen en ellos un alma inmortal
que está ahora en la eternidad, alma que será feliz o desgraciada, pero esta
alma existe, ya no morirá, esto es definitivo.
Los hombres, todos los que han nacido, todos los que tienen un alma han
entrado en la eternidad. Y por ello tienen necesidad de las cosas eternas, de la
verdadera eternidad que es Dios. No podemos privarnos de Él, esto forma
parte de nuestra vida, es lo que hay más esencial en nosotros. Los hombres
buscan la Verdad, la eternidad, porque tienen en sí mismos una necesidad
esencial de eternidad.
¿Y cuáles son los medios mediante los cuales Nuestro Señor nos ha dado la
eternidad, nos la comunica, nos hace entrar en nuestra eternidad, incluso aquí
abajo? A menudo, cuando atravesaba esos países de África, cuando se me
pedía ir a visitar las diócesis, elegía un tema que me era caro, muy sencillo por
otra parte y que habéis oído ya muchas veces pero que concretizaba, para
esos pueblos simples a quienes tenía que hablar, la Verdad. Yo les decía: pero
¿cuáles son los dones que Dios nos ha dado que nos hacen participar de la vida
divina, de la vida eterna y que comienzan a ponernos en la eternidad?
Hay tres dones principales que Dios, que Nuestro Señor nos ha hecho: el Papa,
la Santísima Virgen y el Sacrificio eucarístico.
El Papa
Pero no podemos cambiar de Verdad por eso, caer en el error, seguir al error,
porque aquél que ha sido encargado de transmitir la Verdad fuese débil y
dejara difundir el error alrededor suyo. No queremos que nos invadan las
tinieblas. Queremos permanecer en la luz de la Verdad. Permanecemos en la
fidelidad a lo que ha sido enseñado durante dos mil años. Porque es
inconcebible que lo que ha sido enseñado durante dos mil años y que es, como
os lo he dicho, una parte de eternidad, pueda cambiar.
¿Cómo alguno aquí abajo podría cambiar estas cosas? ¿Cuál es el sacerdote
que sentiría el derecho de cambiar estas cosas, de modificarlas? ¡Imposible,
imposible!
Es por eso que, sin preocuparnos de todo lo que pasa en torno nuestro hoy en
día, debiéramos cerrar los ojos ante el horror del drama que vivimos, cerrar los
ojos, afirmar nuestro Credo, nuestro Decálogo, meditar el Sermón de la
Montaña que es nuestra ley igualmente, aferrarnos al Santo Sacrificio de la
Misa, aferrarnos a los Sacramentos, esperando que la luz se haga de nuevo
alrededor nuestro. Eso es todo.
Y, sin embargo, él mismo debía quizás pensar que estando completamente solo
en la fidelidad, se arriesgaba a faltar a la verdad. Pero no, él sabía que lo que
Dios había enseñado a sus padres no podía cambiar. La Verdad de Dios existía
y no podía cambiar. Nosotros también debernos apoyarnos sobre la Verdad que
es Dios, ayer, hoy y mañana.
Ella estaba ya aquí abajo en la eternidad. La Santísima Virgen María, por su Fe,
una Fe inmutable, profunda, no podía ser turbada de ninguna manera, esto es
evidente. A esta santa Madre debemos pedirle que tengamos su fidelidad,
Virgen fiel.
No nos dejemos llevar por los ruidos que nos rodean; fidelidad, fidelidad, como
la Santísima Virgen María.
El Sacrificio Eucarístico
¡He ahí a lo que se llega! ¡a qué degradación, a qué sacrilegio puede llegar un
Obispo delante de toda su feligresía! ¡Esto es inaudito, inconcebible! Habría
que hacer reparación de cosas semejantes durante años, esto es un escándalo
inimaginable. Pero eso nos muestra a qué nivel se puede llegar cuando ya no
se está en la Verdad.
Pero nosotros haremos todo para que la Fe católica continúe siendo enseñada
aquí, en su integridad, para que podáis, vosotros también, llevar esta verdad
que es tan fecunda de gracia y de vida, porque la Verdad es también fuente de
vida, fuente de gracia. Tenemos necesidad de esta vida, los fieles la reclaman.
¿Por qué tenernos pedidos le todas partes para tener sacerdotes? Porque los
fieles tienen sed de la Verdad, sed de la gracia de Nuestro Señor, sed de la
vida sobrenatural, sed de esta vida divina, sed de esta eternidad a la cual se
dirigen.
Debemos seguirlo.
Entonces, mis queridos amigos, sed fieles, fieles a Nuestro Señor, fieles a la
Santísima Virgen María, fieles al Papa, sucesor de Pedro, cuando el Papa se
muestra verdaderamente sucesor de Pedro, porque eso es él, de él tenemos
necesidad. No somos gente que quiera romper con la autoridad de la Iglesia,
con el sucesor de Pedro. Pero tampoco somos gente que quiera romper con
veinte siglos de tradición de la Iglesia, con veinte siglos de sucesores de Pedro.
Hemos elegido. Reinos elegido ser obedientes en la realidad a todo lo que los
Papas enseñaron durante veinte siglos, y no podemos creer que el que está en
la sede de Pedro no quiera enseñar esas cosas, no lo podemos imaginar. Si por
azar lo hiciera, pues bien, Dios lo juzgará. Pero nosotros no podemos ir al error
porque haya una especie de ruptura en la cadena de los sucesores de Pedro.
Así pues, tengamos confianza, pidamos a la Santísima Virgen que nos ayude en
todas estas circunstancias. Ella es fuerte como un ejército ordenado para la
batalla, Ella que ha sufrido el martirio, Reina de los mártires, en la Cruz de
Nuestro Señor Jesucristo. Pues bien, ¿acaso no seguiremos a nuestra Santa
Madre, acaso no estaremos con nuestra Santa Madre, listos para sufrir también
el martirio para que la obra de la Redención continúe?
No es imposible que esta hipótesis sea algún día confirmada por la Iglesia.
Porque tiene en su favor argumentos serios. En efecto, son numerosos los
actos de Pablo VI que, realizados por un Obispo o por un teólogo hace veinte
años, hubiesen sido condenados como sospechosos de herejía, que favorecen
la herejía. Ante el hecho de que el que realiza esos actos es quien ocupa el
trono de Pedro, el mundo aún católico, lo que queda de l, estupefacto, perplejo,
prefiere callar más bien que condenar, prefiere asistir a la destrucción de la
Iglesia antes que oponerse a ella, a la espera de días mejores.
Entre las dos hipótesis, la del Papa hereje y que ya no es, Papa, y el Papa
irresponsable, incapaz de cumplir su cargo por la tiranía ejercida por los que lo
rodean, ¿no hay una respuesta más compleja pero quizás más real: la de Pablo
VI, liberal, en un grado muy profundo? Su liberalismo toma sus raíces en
Lutero.
Se puede decir que no hay peor mal que el de tener en la Sede de Pedro a un
liberal convencido. De ahí la alegría de los enemigos de la Iglesia, quienes la
manifiestan públicamente. De ahí también el bloqueo de las reacciones de los
católicos fieles por el rostro aparentemente tradicional del Papa.
Estimamos nulos todos los esfuerzos, todas los actos, todas las contrariedades
que nos vienen de él para obligarnos a seguir a Pablo VI liberal y destructor de
nuestra Fe; aceptamos, por el contrario, todos los actos tendientes a sostener
nuestra Fe católica, porque en la Iglesia, por voluntad de su Fundador y por la
naturaleza misma de la Iglesia, todo está ordenado a la Fe, prenda de la vida
eterna: todos los poderes, todas las leyes están ordenados a ese fin. Utilizar
esos poderes y esas leyes para la ruina de la Fe y de las instituciones de la
Iglesia es un evidente abuso de poder y una abierta desobediencia a Nuestro
Señor. Colaborar con esta ruina, sometiéndose a un mandamiento inmoral, es
contribuir a la desobediencia a Nuestro Señor.
2 ¿Cuál debe ser nuestra actitud respecto de la nueva Misa, y por este hecho,
respecto de toda la reforma litúrgica, incluyendo la reforma del breviario, del
calendario litúrgico, del rito de los difuntos, etcétera?
Esos textos concluyen pues por ejercer tina influencia sobre la intención de
muchos sacerdotes, sobre todo de los jóvenes, alejándolos de la intención de
hacer lo que hace la Iglesia Católica, de ahí los riesgos de invalidez.
Es mejor no asistir sino una vez al mes a la verdadera Misa y si fuera necesario
incluso de manera más espaciada todavía, antes que participar en un rito que
tiene sabor protestante, que nos priva de la adoración debida a Nuestro Señor
y tal vez hasta de Su presencia.
Los padres deben explicar a sus hijos por qué prefieren rezar en casa antes
que concurrir a una ceremonia peligrosa para su Fe.
Es pues normal e incluso necesario que los sacerdotes utilicen esos poderes
excepcionales para ir en socorro de esas almas abandonadas y que
languidecen.
Para el matrimonio, son los propios futuros esposos quienes reciben esta
autorización por el Derecho, y el sacerdote que no es delegado oficialmente
debe, sin embargo, ser testigo del Sacramento del matrimonio si está cerca y si
ningún otro sacerdote puede o quiere asistir.
Lo que interesa gravemente es que en cada priorato se lleven con exactitud los
registros concernientes a la recepción de los Sacramentos, para que cuando se
vuelva a una situación normal esos registros sean colocados en los archivos de
las diócesis, al menos una copia. Deben redactarse siempre en ejemplar doble,
de los cuales uno debe remitirse a los archivos del Distrito cuando esté
completo.
del porvenir, sabemos que pertenece a Dios que es, pues, difícil hacer
previsiones.
Magisterio de la Iglesia.
Sin embargo, nuestro deber consiste en hacer todo para conservar el respeto
de la Jerarquía en la medida en que sus miembros aún forman parte de ella, y
saber hacer la distinción entre la institución divina a la cual debernos estar
muy aferrados, y los errores que pueden profesar unos malos pastores.
Debemos hacer cuanto sea posible para iluminarlos y convertirlos por nuestras
oraciones, y nuestro ejemplo de mansedumbre y firmeza.
Evitemos los anatemas, las injurias, las pullas, evitemos las polémicas
estériles, recemos, santifiquémonos, santifiquemos las almas que vendrán a
nosotros cada vez más numerosas, en la medida en que encuentren en
nosotros aquello de lo cual tienen sed: la gracia de un verdadero sacerdote, de
un pastor de almas, celoso, fuerte en su Fe, paciente, misericordioso, sediento
de la salvación de las almas y de la gloria de Nuestro Señor Jesucristo.