Entrevista A Orlando - Van - Bredam
Entrevista A Orlando - Van - Bredam
Entrevista A Orlando - Van - Bredam
2 — ¿Y la narrativa?
OVB — En 1989 apareció el cuento, género con el que yo había iniciado mis
desvelos y poco después las minificciones que reuní en dos libros hoy inhallables. La
novela fue siempre una presa mayor, un objetivo de alta cacería. Después de varias
novelas no concluidas por dispersión de la trama o por puro aburrimiento del autor, en
2000 escribí la nouvelle “Colgado de los tobillos, la historia del Gauchito Gil” que
publiqué por mi cuenta en 2001. Este texto me gratifica, tanto por sus múltiples
ediciones como por ser uno de los pocos que siempre releo y nunca me decepciona. En
2007 toqué el cielo con mis palabras, cuando un jurado integrado por Abelardo Castillo,
Andrés Rivera y Vlady Kociancich me otorgó el Premio Emecé por mi novela “Teoría
del desamparo”. Ese mismo año, “La música en que flotamos”, una novela invadida
por mi nostalgia setentista, fue finalista del Premio Clarín Alfaguara y lo que es más
importante: me había leído mi admirado José Saramago, ese descomunal pensador. No
me dio el premio pero no importa. O tal vez sí, importa.
3 — Importa.
OVB — Tengo hoy sesenta y tres años, estoy lleno de proyectos y de dudas,
reviso todo el tiempo mis propias ideas sobre la vida, la política y la literatura, amo el
relativismo de nuestra aporreada posmodernidad, no creo en dogmas ni en preceptivas,
considero que un escritor puede acatar todas las leyes pero en su corazón o en su
inconsciente es un francotirador, un anarquista decepcionado con el mundo que con su
escritura trata de repararlo o al menos, de embellecer el horror. En mi caso, ya no trato
de reparar nada, sólo estoy convencido de la necesidad casi fisiológica de escribir como
cuando nos despertamos en medio de la noche para ir al baño. La escritura en mi caso,
es hija de una necesidad incomprendida. Nunca viví de ella y no está en mi naturaleza
que así sea. No obstante, soy muy feliz cuando la gente compra y lee mis libros porque
sin el público no hay escritor ni escritura posible.
4 — Así que el correntino Antonio Mamerto Gil Núñez, en tanto Gauchito Gil, te
afirmó como narrador de largo (o mediano) aliento. Y no mucho después, una
matanza acontecida unos treinta años antes de nuestra última dictadura cívico-
militar, en lo que se denominaba Territorio Nacional de Formosa, te promueve la
concepción de una novela con una estructura peculiar.
OVB —A Nicolás Rosa lo conocí a través de dos seminarios que hice con él
durante el cursado de la maestría en enseñanza de la lengua y la literatura, en sus
últimos años de vida, y conservo todavía una impresión tan fuerte de su histrionismo, de
su facilidad para fascinar que desde entonces estoy convencido que la literatura no se
debe enseñar, sino hacer lo que él hacía: inculcar un entusiasmo transformador. Eso
hizo Nicolás con nosotros, los veinte alumnos que lo escuchábamos embelesados.
Celebro esa capacidad suya de construir un discurso literario lleno de voces y gestos
que durante su travesía podía absorber todo lo que encontraba. Recuerdo haber
aprobado su Didáctica de la Literatura I con una monografía en la que me atrevía a
discutir el canon porteño que él había ayudado a consagrar, oponiendo escritores del
interior, particularmente del NEA (Nordeste Argentino). Fui muy osado y provocativo.
Supuse que me desaprobaría. Sin embargo, tuvo un gesto de grandeza que nunca olvido
a la hora de evaluar a mis alumnos. Me escribió al final del trabajo: “No coincido en
nada con sus criterios y elecciones pero su argumentación es brillante”. Me aprobó con
un 10.
6 — ¿Compaginarías un volumen con tus textos ensayísticos que más valores? “La
educación sentimental de los varones” es uno que leíste en el XII Foro
Internacional por el Fomento de la Lectura y el Libro, en Resistencia, la capital de
la provincia de Chaco.
OVB —Es una tarea que me reservo para más adelante, ya que antes de reunirlas
y publicarlas debo dedicar un tiempo importante a corregirlas y sobre todo a sopesar su
valor teatral o literario. Surgieron como textos para grupos teatrales de la región;
algunos fueron escritos con urgencia para el proyecto “Cien ciudades cuentan su
historia”, auspiciado por el recientemente creado Instituto Nacional del Teatro. No he
vuelto a releerlas pero lo haré.
OVB — “Cómo decírselo” es un cuento que escribí a los diecisiete años, cuando
todavía vivía en Entre Ríos, y había obtenido una mención en un concurso local, el
primer reconocimiento que obtuve con mi obra literaria. A los pocos años de vivir en
Formosa, lo envié al diario “La Mañana” y lo publicaron en el suplemento dominical.
Aldo Cristanchi, que ya era un poeta conocido, lo leyó y lo conservó durante más de
treinta años con la intención de llevarlo al cine. Aldo le hizo algunos cambios que me
parecieron necesarios para la versión televisiva, reunió los dos o tres actores que pedía
el texto y produjo con su solo esfuerzo un unitario que fue muy bien recibido por los
televidentes de Lapacho, Canal 11, un canal de aire que llega a toda la provincia y al
Paraguay. Me sentí muy halagado por la elección de ese cuento y más allá de los
defectos propios que provoca el trabajar casi en soledad, como hizo Aldo para abaratar
costos, considero que fue una buena experiencia.
“Cuento de horror” es una microficción del libro “Las armas que carga el diablo” y es
el germen de mi novela “Teoría del desamparo”. Guillermo Elordi supo captar en el
corto el suspenso, el misterio y el sentido de esa pequeña historia, además de contar con
un excelente actor chaqueño, Pedro Monzón, que con su gestualidad contribuyó a dar el
clima preciso. Desde luego, un escritor nunca queda del todosatisfecho: me parece que
el remate que propuso Elordi no es el que yo hubiera elegido al descartar el final poco
cinematográfico de la microficción.
11 — Es al dramaturgo que algún día revisará, pulirá sus piezas teatrales y las
editará probablemente, a quien le pregunto por estos otros dramaturgos
argentinos: ¿Armando Discépolo (1887-1971), Agustín Cuzzani (1924-1987),
Osvaldo Dragún (1929-1999) o Roberto Cossa (1934)?
OVB — Desde luego, son maestros, modelos a seguir, a los que podría agregar hoy
otros nombres como Eduardo Pavlovsky y Mauricio Kartum. Con este último hice un
inolvidable curso de dramaturgia en 2002 que no sólo me sirvió para escribir teatro sino
para adquirir técnicas que permitieran abordar todos los géneros literarios.
Armando Discépolo fue mi primer deslumbramiento, tanto que hice una monografía
sobre su particular estética para Literatura Argentina cuando cursaba el profesorado y
ese fue mi primer “libro”, porque el consejo de redacción de la revista “Ser”de esa
institución educativa, decidió publicarlo como separata. Fue emocionante recibir los
cincuenta ejemplares de ese opúsculo que yo visualizaba como primer hijo literario.
De Agustín Cuzzani, uno de los más injustos olvidos, tomé en los ochenta “El
centroforward murió al amanecer” y lo incluí en mis cátedras de nivel terciario; hay
pocos textos tan esclarecedores acerca de esa mercancía envilecida que es el jugador de
fútbol en la actualidad.
A Osvaldo Dragún lo conocí personalmente en Concepción del Uruguay en 1973,
cuando llevó su obra “Nuevas historias para ser contadas”; tuve la oportunidad de
conversar con él con un café de por medio, era un hombre humilde y sabio, el Bertolt
Brecht argentino, el gran innovador de la escena nacional a fines de la década del
cincuenta; más tarde llevé a escena como director sus piezas más conocidas, como son
“Historias para ser contadas” y “Los de la mesa diez”.
A Roberto Cossa lo encontré primero en Villaguay, Entre Ríos, en 1970, yo era un
jovencito que recién se iniciaba en el teatro y a raíz de un encuentro nacional celebrado
en esa ciudad pude escucharlo, leerlo, verlo representado y admirarlo para siempre.
Muchos años después volví a encontrarlo en Resistencia, en el Foro Internacional de
Lectura organizado por Mempo Giardinelli. Aquel hombre retraído en permanente
meditación que yo había visto en mi adolescencia, era ahora un célebre anciano
divertido, lleno de humor e ironía, un personaje más de sus eternos grotescos.
12 — ¿En los diversos géneros, a qué escritores de las provincias que integran el
NEA juzgás más innovadores, más sólidos?
OVB —La narrativa del nordeste argentino se inicia con Horacio Quiroga; de
alguna manera, su maestría en el cuento impone no sólo una preceptiva de este
subgénero, sino también una mirada trágica y fatalista que recién es rota alrededor de
1980 por Mempo Giardinelli, que aporta el humor y la superación del pintoresquismo a
partir de su novela “La revolución en bicicleta”. En esta línea tenemos desde entonces a
Olga Zamboni (Misiones), José Gabriel Ceballos (Corrientes), Humberto Hauff
(Formosa) y Miguel Ángel Molfino (Chaco). Entre los más jóvenes me gustan Sandro
Centurión (Formosa) y Mariano Quirós (Chaco); este último ha obtenido importantes
distinciones por su narrativa dentro y fuera del país.
La poesía del nordeste tiene ya autores canónicos como Alfredo Veiravé, chaqueño por
adopción, y los correntinos Francisco Madariaga y David Martínez; entre los más
jóvenes, actualmente en plena construcción de su obra poética, destaco a los chaqueños
Claudia Masin y Mario Caparra por su osadía, su actitud irreverente sin salirse del
contexto de producción de sus textos. Se escribe poco teatro y no es interesante, me
parece complaciente y poco audaz en sus formas.
OVB —No tengo vicios, soy metódico y bastante organizado pero mi mayor
defecto es la propensión a exagerarlo todo, a buscar siempre los extremos en la
conversación o discusión cotidiana. Me considero un sujeto exageradamente apasionado
pero a la vez capaz de revisar todo el tiempo mis propias ideas y renegar de mis iras a
las que vuelvo indefectiblemente.
OVB —“Nada bueno bajo el sol” tiene varios borradores pero ningún plan de
trabajo, es la trama más caprichosa que he podido armar. La primera versión de 1994 es
manuscrita y ocupa un cuaderno de doscientas hojas; la segunda, que recupera y
agranda la anterior es dactilografiada y fue escrita entre 1995 y 1998; la tercera y
última, con muchas correcciones, fue digitalizada en 2002, un año antes de su
publicación. Es una novela que hubiera seguido corrigiendo indefinidamente si un
amigo no me hubiera propuesto editarla. La versión publicada de 2012 por el sello
Viceversa (Chaco-Córdoba), elimina varios relatos interpolados en el relato central.
Todas las demás novelas que escribí obedecieron casi siempre a un plan inicial y a una
investigación previa, pero en este caso fui todo el tiempo el lector sorprendido de la
disparatada travesía del personaje protagonista.
17 — ¿Qué anécdota hay detrás del cuento que da título al volumen “La mujer sin
ombligo”?
OVB —Guillermo Ara hizo el prólogo de mi primer libro de poesías titulado “La
hoguera inefable”(1981),que reúne los trabajos míos escritos entre 1974 y 1981, yo
tenía entonces menos de treinta años y mis versos, como lo explica el maestro,
dilapidaban recursos retóricos, había más hojarasca que conceptos. En ese mismo
prólogo, Ara anticipa a los lectores que “ya llegará el tiempo de la poda”. Tuvo razón,
mi poética evolucionó hasta quitar toda esa grasa y dejar aparecer el hueso. Desde
entonces busco un equilibrio entre lo conceptual, lo sensorial y lo emotivo, que según
Carlos Bousoño son los estratos del poema.
20 — ¿Libros inéditos?...
OVB —Hay dos o tres novelas inéditas que no pienso publicar por el momento
porque considero que no están logradas, que se merecen muchas correcciones y que tal
vez de ahí, no quede nada. No importa, no vivo de la literatura y eso me permite ser
paciente y esperar a que surja algo que realmente me satisfaga. No obstante, el 4 de
octubre de 2015 me embarqué en una nueva novela que aspira a elaborar
fundamentalmente el tono y la sintaxis, una novela a la que concurran las estrategias del
discurso poético pero que a su vez, cuente una historia con una o varias intrigas. En fin,
en eso estoy, y escribir sin ponerme límites de tiempo ni horarios de producción, son
para mí lo más placentero de todo el proceso, mucho más que publicar un libro.
Orlando Van Bredam selecciona tres poemas de su autoría y tres
microficciones para acompañar esta entrevista:
De mi legajo
Aquí nací,
establecí en los ojos
la novedad de la luz y los contornos
de lo querido y lo rechazado.
Entre asombros y condenas
fui lamiendo
la índole triste de las pobres cosas:
llevé a mi boca tierra prometida,
legalicé el sabor de las raíces,
desbaraté ciudades fundadas por hormigas
y adquirí el ritmo tenaz de los metales.
En esa ausencia larga de juguetes
me ejercité en metáforas y símbolos,
hice mi código de tarros y botellas
y fui aviador
soldado
marinero
y maquinista de trenes lejanísimos.
Pero, también, es cierto:
tejí miedos
que quedaron en mí como lunares,
como manchas de una piel desasombrada,
contaminada de verdad terrestre.
Aquí nací,
mi corazón no puede precisar otro niño que el que inventan
la nostalgia feroz y esta desdicha
de saber que en su alma ya crecían
mi soledad desértica, mis ecos,
mi carcelaria intimidad,
mi resonancia.
*
Mientras dure la luz
Adán, el terrible
“No es bueno que el hombre esté solo” dijo Jehová e hizo caer un sueño profundo sobre
Adán. Mientras éste dormía, tomó una de sus costillas y con ella hizo a la mujer.
Deslumbrado por la belleza de Eva, Adán jamás echó de menos la pérdida de su costilla.
Es más: con los años, y ya expulsados del Paraíso, cada vez que discutía con Eva o la
encontraba avejentada o ella fingía un dolor de cabeza, Adán se arrodillaba y entre
ruegos le confiaba al viejo Jehová que se sentía muy solo y aún le quedaban muchas
costillas innecesarias.
Baile
*
Convivencia
—Es difícil vivir con una mujer conflictiva, que hace problemas por todo— dijo Juan.
—Cierto. O aquella que dice estar enferma. Siempre le duele algo— dijo Pedro.
—Así era mi mujer.
—¿Hipocondríaca?
—Eso. Hipocondríaca. Cuando no le dolía la cabeza, le dolían los ovarios o el vientre o
el hígado.
—Es difícil vivir así.
—Cansa. Harta.Jode. Uno llega contento y ella saca a relucir sus dolores.
Largo silencio de Juan y Pedro.
—¿Te separaste?
—No —dijo Juan—, se murió.
Entrevista realizada a través del correo electrónico: en las ciudades de El Colorado y Buenos Aires,
distantes entre sí unos 1000 kilómetros, Orlando Van Bredam y Rolando Revagliatti, 10 de mayo de
2016.
www.revagliatti.com.ar