Gari Bay
Gari Bay
Gari Bay
Ensayo
Memoria, espíritu
y astucia
Ricardo Venegas
Memoria, espíritu
y astucia
Ricardo Venegas
para concretarlo.
Nunca más podré ser como fui hace diez años, al principio de mi pasión,
ni como fui hace cuatro, al fin de ella. No se volverá jamás a sentir lo que
Ricardo Garibay
Antesala de autor
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Luego de haberme observado eligió un texto y me indicó: “Lea en
voz alta”. Comencé a leer con cierta velocidad y me amonestó: “¡Pare,
pare!, no sabe usted leer”. Tomó el libro y leyó una página completa con
voz suave, decantada. Al terminar respiró hondamente, se quedó callado
y sonrió. Acordamos que lo visitaría los viernes hasta que terminara un
ensayo sobre su obra. A principios de 1996 comenzamos y acabé mi traba-
jo, pero las entrevistas continuaron hasta un año antes de su muerte.
Durante esas conversaciones me obsequió varias novelas. La pri-
mera de ellas fue Beber un cáliz (1962), una dolorosa procesión de aconte-
cimientos en los que Garibay convierte en escritura el sufrimiento por la
pérdida de su padre. Luego vino La casa que arde de noche (1971), obra
que reproduce el habla de un burdel ubicado en el norte del país
(Tamaulipas). Más tarde Gamuza (1988), una novela corta o un cuento
muy largo, y Triste domingo (1991), historia de un triángulo amoroso.
Del conjunto de entrevistas que sostuvimos, hubo una que re-
cuerdo con aprecio. Al investigar lo que la crítica decía sobre su obra, lo
cuestioné en seco: “¿Se considera un escritor costumbrista por los te-
mas que ha abordado?” Con severidad y disgusto en el rostro, contestó:
“Lo invito a que nunca más use ese tipo de palabras para definir
una manera de hacer literatura. Ésas son cosas de los profeso-
res, ellos explican la literatura y son los únicos que no la en-
tienden. Quién sabe qué sea eso de ser escritor costumbrista;
si abre usted un libro, un buen libro, una buena novela, fatal-
mente es costumbrista porque todos los hombres tienen cos-
tumbres; y si usted los va a describir, tiene que describir sus
costumbres a fuerza. No sé a qué se refieran estos necios cuan-
do hablan de literatura “costumbrista”. Se toma un personaje,
se le sigue la huella y se va contando lo que hace, ¿esto es
costumbrismo? Si usted quiere, sí, pero es lo que menos im-
porta. Obviamente, si usted lee una obra de Balzac, es costum-
brista. Y ahí conoce lo que sucedió en Francia en ese tiempo
mejor que en las obras de historia; ¿es costumbrista, eso lo
define?, sí. En la verdadera literatura, detrás de lo que se llama
costumbrismo está el peso específico del arte, del profundo
conocimiento de la vida; y la vida es un conjunto de costum-
bres, nada más. Si usted de repente hace un acto insensato,
usted está rompiendo las costumbres, se está haciendo ver como
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un loco. Hay que actuar como actúan los demás, conforme a
costumbres. Que no tiene talento y lo que escribe es un mero
registro de hábitos, como si fuera un periodista, entonces diga-
mos que es ‘costumbrista’; realmente son frases que ayudan a
no entender lo que es la literatura”.
Así se expresaba don Ricardo en defensa del oficio de escritor.
Desde el origen
10
Condujo en 1985 el programa televisivo Calidoscopio: Temas de
Garibay y posteriormente otro en Hidalgo producido por el arquitecto
Luis Corrales Vivar: Diálogos Hidalguenses, y otro similar en Morelos:
Charlas con Ricardo Garibay.
En 1994, el narrador fue inscrito en la nómina del Sistema Nacio-
nal de Creadores Artísticos (SNCA), en calidad de creador emérito. Cabe
hacer mención de que con anterioridad el CONACULTA le propuso el
estímulo en la categoría de “creador artístico”, apoyo que rechazó por
considerarlo insuficiente.
Ricardo Garibay Ortega falleció el 4 de mayo de 1999 (en 2009 se
cumplió una década de su desaparición física: tributo, homenaje y mo-
tivo suficiente para escribir el presente volumen). Nunca dejó de leer y
escribir y conversó con jóvenes escritores, a quienes, casi siempre, su-
gería leer diariamente una página en voz alta. Víctima del cáncer, luchó
durante varios años contra la enfermedad, convencido de que se escri-
be “para seguir viviendo”.
La infancia del escritor como detonante de su personalidad, las
memorias que escribió como forma de recuperación de la infancia y la
figura paterna como centro de atención de aquella época son cruciales
en la obra del narrador. Los oficios por los que un hombre atraviesa para
sobrevivir y la búsqueda espiritual como una forma de redimir la “cul-
pa”, son temas abordados en estas páginas que buscan una fotografía
aproximada a la figura del novelista.
Me apoyo en las propias palabras del escritor y en la lectura de
su obra. El objetivo es dotar al lector de una diversidad de fuentes para
facilitarle información, lo cual no significa que el punto de vista del
escritor tenga que converger con lo enunciado sobre su obra. La voz viva
del escritor, por otra parte, proporciona una riqueza vital de primera
mano, me refiero a la autobiografía que el mismo Garibay desdobla en
sus palabras, lo cual revela con claridad la noción que tuvo de su propia
literatura, tan útil para el conocimiento de ésta. Basta decir, con las
reservas de la experiencia que, al igual que Miguel de Unamuno, asegu-
raba ser objeto de elogios por hablar tal como escribía.
11
La mordedura de Dios
¡Me han hecho nacer esta pasión que estoy demostrando! ¡Esta
dolorosa inquietud por el misterio! No quiero decir la frase, pero
en fin: esta dolorosa inquietud por Dios. Esta especie de nostalgia
de Dios.5
La culpa
10
Ibid. p. 18.
11
Ricardo Garibay, Feria de letras, Nueva imagen, Col. Plaza mayor, México, 1998 p. 20.
12
Javier Sicilia, “Prólogo” a Entrevistas con Ricardo Garibay, Instituto de Cultura de Morelos/ Universidad Autónoma del Estado de
Morelos, 2000, México, p. 11.
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donde el amor se consuma al devorar el cuerpo de Cristo: el amado se
convierte en quien lo engulle.
17
Astucias del oficio
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en su literatura lo que Martha Robles ha identificado como “realismo
iracundo.”15 Realismo por extraer de la cotidianidad los elementos pre-
dominantes de su escritura: iracundo por el conocido impulso del narra-
dor reflejado en su personalidad y en gran parte de las páginas que
escribió.
Su personaje cobra matices biográficos al hablar de una convic-
ción: asumió ser un escritor por naturaleza, nato, concebido para el
dominio de la palabra. En Cómo se gana la vida se reconoce el caminar
del novelista: las circunstancias que moldean el temperamento de quien
se elige a sí mismo para edificar su obra:
Una mañana llegué con traje nuevo y advertí cuánto viejo polvo
espeso guardan los libros, y dije: a la mierda. Salí sin adiós siquie-
ra, y regresé como amigo, prudente tiempo después.24
26 Ibid, p. 75
27 Ibid, p. 70
23
en la madurez del narrador que aseguró: “esto se sabe sólo después de
los cincuenta años”.
Como lector, ejercicio que nunca abandonó, se asumió capaz de
entretejer a diversos autores. “La experiencia literaria” de Reyes, es un
tema recurrente en el creador de La casa que arde de noche. Durante su
tiempo de profesor en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM,
convencido de que toda lectura desemboca en una reflexión necesaria,
comenzó la escritura de los títulos en los cuales aborda sus experiencias
con la lectura:
Se les conoce como el grupo Fuego Nuevo: ahí están Fausto Vega,
Jorge Hernández Campos, Rubén Bonifaz Nuño, por mencionar
los más prominentes. No se trata de una generación, el mismo
Garibay lo reconoce, si no de una especie de cofradía que se deci-
dió a principios de los cuarenta a elaborar un sello de identidad:
una revista que se bautizaría con el mismo nombre del grupo. 31
36 Ibid. p. 126
37 Ibid. p. 147
28
embargar ni concluir ningún asunto por su cuenta.
A distancia esa etapa resulta francamente cómica. No sabía
nada de nada del oficio, y con la urgencia del hambre me
entregué a los ejecutivos mercantiles.38
48 Ibid, p. 211
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no de toda gratitud. Es el hombre que injuria y humilla a sus secre-
tarios de Estado, que desacredita a los funcionarios que él mismo
ha nombrado, que execra a los estudiantes y abomina de la juven-
tud de su país, y tú aceptas su ayuda y te consideras afortunado
por tenerla. 49
Se dice, por ejemplo, que una vez, después de mucho batallar fue
hasta Carlos Hank González, siendo éste regente de la ciudad en
el periodo de José López Portillo (1976-1982), para hablarle de sus
penurias económicas y de cómo, un escritor de su talla (porque
Garibay se decía el mejor escritor de México, y en ello sin duda le
51 José Agustín, Tragicomedia mexicana II, Edit. Planeta, S. A., México, 1992, p. 119
52 Ricardo Garibay, Cómo se gana la vida, p. 208
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asistía algo de razón) tenía que andar a pie para entregar sus artí-
culos periodísticos. La leyenda cuenta que Hank González le rega-
ló un coche. Pero Garibay regresó, días después, para decirle al
regente que cómo era posible que la esposa del señor escritor,
que era él, tenía que ir al mandado a pie mientras en la casa espe-
raban la santa hora de los apetitos, y dice la leyenda que Hank
González, solícito, también le regaló un coche a la esposa del gran
escritor. 53
He borrado las fechas, por ver si así los tres años de trabajo
consiguen unidad e intemporalidad. He alterado apenas el or-
den de las semanas de entonces, por agrupar temas e hilvanar
secuencias con datos, ocurrencias o sucedidos que en su mo-
mento se dieron dispersos y no de una sola vez.54
54 Ricardo Garibay, Cómo se pasa la vida, Obras reunidas, Memorias uno, Conaculta, Océano, FOECAH, México, 2001, p.45.
55 Ricardo Garibay, Cómo se gana la vida, Op. cit. pp. 172, 173
56 Ibid. p. 173
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Aunque sólo escribió dos libros (Fiera infancia y Cómo se gana
la vida, 1992) con la intención de realizar un balance retrospectivo de su
vida, en la edición de sus Obras reunidas fueron incluidos otros volú-
menes en este género: Cómo se pasa la vida (crónicas, cuentos y algu-
nos ensayos escritos como diario, 1975), ¡Lo que ve el que vive! (1976) y
De vida en vida (1999), sin que cumplan estrictamente con las caracterís-
ticas de los primeros. Los dos últimos títulos se encuentran
emparentados más con la crónica y con dibujos de personajes políticos
que con las memorias. Se trata, pues, de diversos periodos que trazan la
imagen autobiográfica de Garibay. En los títulos de estos libros encon-
tramos raíces literarias y vivenciales. Cómo se pasa la vida es una alu-
sión directa a las Coplas de don Jorge Manrique por la muerte de su
padre. El origen del título ¡Lo que ve el que vive! es anecdótico. Mencio-
na Garibay, a manera de nota introductoria:
57 Ricardo Garibay, ¡Lo que ve el que vive!, Obras reunidas, Memorias uno, CONACULTA, Océano, FOECAH, México, 2001, p. 45.
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pirotécnicos con el lenguaje.
58 Josefina Estrada, “Prólogo” a Obras reunidas de Ricardo Garibay, Memorias uno, CONACULTA, Océano, FOECAH, México, 2001, p. 27
59 Ricardo Garibay, Cómo se gana la vida, Op. cit. p.171
60 Ricardo Garibay, Fiera Infancia y otros años, CONACULTA, Col. Lecturas Mexicanas, México, 1991. pp. 41, 42
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quemaduras, quemaduras, y me estoy cagando, me estoy miando,
mis alaridos son estridentísimos, ensordezco…61
Es posible que el maltrato recibido de su padre y la violencia que
vivió desde la escuela primaria hayan sido decisivos en la personalidad
del novelista, reflejo, seguramente, de la antagónica relación que sos-
tuvo con casi todos sus contemporáneos.
Las secuelas de esos golpes que el niño Ricardo recibió de su
padre en un clima de violencia familiar, emergieron en el resentimien-
to que había acumulado en cada tunda que le fue propinada y en el
miedo de perder la vida en manos de su progenitor, al grado de desear
la muerte del mismo, incluso, a costa de su alma. Tan terrible era la
angustia de vivir así, que se vio obligado a pactar con el mal:
61 Ibid., p. 37
62 Josefina Estrada, “Prólogo” a Obras reunidas de Ricardo Garibay, Op. cit., p. 27
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La ira latente aparece con el alba por las mañanas: tempranas
peleas de niños en la calle, a la salida de la escuela, beodos asesinados
en pulquerías; en esta atmósfera creció el narrador:
Si Fiera infancia relata con crudeza la vida del autor en sus pri-
meros años, Cómo se gana la vida narra la búsqueda de un oficio para
aprender a vivir. Es posible hablar de una percepción de la infancia en
Garibay si partimos de sus palabras:
¡Mira, mira, ésta es gigante, ésta es una rata gigante! Llegué calado hasta
los huesos, me mandaron sin cenar a la cama, ¿qué me importaba?, me
dormí en triunfo, mecido por euforias calientes. 65
Fiera infancia divide los espacios en que los varones y las muje-
res se desplazan. Los primeros parecen seres endurecidos, hechos para
la adversidad, investidos con la armadura de la violencia; las segundas,
evocan la compasión y el calor humano de Meztitlán, lugar en el que
nació la madre del escritor.
Sólo pasando los años entendí por qué había sido tan feliz en
Meztitlán un mes entero (...) Es un reguero de blancores en el
fondo de un anfiteatro de montañas. Es un horno de subeibajas.
Vegetación tropical, tersa vega, luna grande, plaza polvosa,
convento franciscano del XVI, campana de purísimo sonido a
bronce y oro. Cada uno de los hijos debía ir en la infancia a
Meztitlán, poco menos que la tierra prometida.68
71 Josefina Estrada, “Prólogo” a Obras reunidas de Ricardo Garibay, Memorias uno, CONACULTA, Océano, FOECAH, México, 2001, p. 28
72 Ricardo Garibay, Fiera infancia y otros años, Op. cit., p. 36
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voces de los dos hombres. Cerré los ojos. Recuerdo con nitidez
cada segundo. Retumbó el portazo. Abrí los ojos. Venía hacia
mí. Estaba sobre mí.
-¡Venía a cobrarme ese cabrón! ¿Entiende? ¡Y no tengo el dine-
ro porque es para que usté trague! ¡Qué tiene que decir que
aquí estoy! ¡Qué tiene que meterse! 73
El oficio de Garibay como guionista seguramente influirá en la
percepción de sus memorias: fragmentos entrelazados, a manera de
eslabones o piezas de un rompecabezas, donde el patriarca es el eje
central. Ya en su madurez, el autor afirmaba sus impresiones:
73 Ibid. p. 37
74 Iris Limón Saquedo, “Ricardo Garibay: ... ‘la vida no ha sido un regalo ‘”, suplemento Unomásuno, México, 8 de mayo de 1999, p. 2
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Luego decía “este pinche Garibay está re loco, dice que ángeles,
que en el cielo dice, dice que volando ¡pinche Garibay!” Y me
daba mucha vergüenza. Me dijeron joto y que iba a la iglesia. 75
Sí, era un niño bonito, rubio y de ojos verdes, por eso había que
demostrar todas las tardes que no era un puto y rajarse el alma.76
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Bibliografía
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Hemerografía
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Garibay y Genovés. Foto: cortesía de Santiago Genovés
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Índice