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LA CIUDAD DE NÁJERA EN TIEMPOS

DEL REY GARCÍA

Margarita Cantera Montenegro


Universidad Complutense de Madrid

Volver a Nájera y para hablar de esta ciudad constituye para mí una espe-
cie de privilegio que debo agradecer a los organizadores de esta Semana. Es como
volver a mis orígenes en la investigación, al momento en que preparaba mi Tesis
doctoral sobre el monasterio de Santa María la Real, al que he dedicado buena
parte de mi carrera profesional, haciendo que esta tierra de La Rioja arraigara en
mi corazón ya no sólo por los lazos familiares que me unen a ella, sino también a
través del conocimiento de su pasado histórico.
Nájera, ciudad muy noble y muy leal por privilegio del rey Enrique IV conce-
dido el año 1454, posee una rica y larga tradición: es etapa en el peregrinar a
Santiago de Compostela y, durante unos años, sede de la corte de los reyes de
Pamplona. En buena parte se explica por su situación estratégica: situada en el
valle del Najerilla, sus comunicaciones son fáciles hacia el Ebro y hacia los valles
del interior, tanto por el propio valle del Najerilla como por la vía romana de
Briviesca a Zaragoza. De esta forma, Nájera y su término fueron, según expresión
de García de Cortázar, el territorio de colonización más activo de La Rioja desde
el siglo X y centro articulador del espacio, aprovechando el dinamismo del valle

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MARGARITA CANTERA MONTENEGRO

del Najerilla y al heredar el prestigio de la cercana Tricio'. Pero también hay que
destacar que la ciudad está inserta en este espacio de La Rioja que es tierra de
encuentro de influencias navarras y castellanas, así como de la mozarabía y del
resto de Europa'.
Su emplazamiento primitivo no es el actual, sino en la zona alta, bus-
cando la protección entre los cerros de la Mota o Castillo y Malpica; pero poco a
poco la población descendió hacia el valle del Najerilla debido al desarrollo eco-
nómico y demográfico y a la estabilidad política que se logró al avanzar hacia el
sur las fronteras con los musulmanes. A estos factores que explican el desplaza-
miento, Yepes añade el sentimiento religioso de devoción que movió a congre-
garse en tomo a la cueva donde apareció la imagen de la Virgen que dio origen a
Santa María la Real'.
En el siglo X, la categoría de civitas en la Rioja Alta sólo se aplica de
forma sistemática a Tricio, Nájera y Viguera 4 ; y, aún más, Nájera aparece como la
civitas por antonomasia. El término civitas o urbs denomina a un tipo de pobla-
ciones caracterizadas por el desarrollo de un poder institucional y una ascenden-
cia sobre el territorio circundante y que habitualmente incluye la dignidad episco-
pal; también habla de una población grande, dentro de los límites demográficos de
la época, y unas preeminencias mayores que las villas. Nájera fue durante los
siglos X y XI, según demuestra la documentación, el centro económico, social,
administrativo, eclesiástico y político más significativo de La Rioja, quedando los
otros centros en un segundo plano'.
La función político-administrativa de Nájera como corte de los reyes
pamploneses favoreció su crecimiento. Uno de los grandes promotores de la ciu-
dad fue Sancho III el Mayor que frenó las pretensiones castellanas y fijó las fron-

' Historia de Logroño, Logroño, 1994, II, pág. 91.


'J. GOÑI GAZTAMBIDE: Historia de los obispos de Pamplona, 1, Pamplona, pág. 127.
Coronica general de la Orden de San Benito, patriarca de religiosos, III, Valladolid, 1609-21, pág. 80.
' J.A. GARCÍA DE CORTÁZAR:«La Rioja Alta en el siglo X. Un ensayo de análisis cartográfico sobre
los comienzos de la ocupación y explotación cristiana del territorio», Príncipe de Viana, 34 (1973), pág.
320.
5 J.A. GARCIA DE CORTÁZAR: «La organización social del espacio riojano en vísperas de la concesión
del Fuero de Logroño», Actas de la Reunión Científica 'El Fuero de Logroño' y su época, coords. F.J.
García Turza e I. Martínez Navas, Logroño, 1996, pág. 199. Como señala este autor, habrá que esperar
a que Logroño se consolide para que haya una ciudad que pueda equipararse a Nájera.

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LA CIUDAD DE NÁJERA EN TIEMPOS DEL REY GARCÍA

teras de sus dominios; también desvió el trazado del Camino de Santiago hacia el
sur, estableciendo en esta ciudad una etapa en la peregrinación y le concedió un
fuero que sería ratificado posteriormente por su hijo García III y por Alfonso VI
de Castilla (y que sólo conocemos a través de esta última confirmación, que posi-
blemente no añadía grandes novedades al texto primitivo).
Así en su reinado y en el de García «el de Nájera» la ciudad llegaría a su
culminación en poder político y religioso. Ya en tiempos de Sancho, los monarcas
residían en un palacio del que hablan los documentos y que posiblemente estaba
localizado bajo el castillo y sobre el antiguo cementerio, en el lugar conocido
como «El Alcázar»6 ; este «palatium» es al tiempo residencia del rey y centro de
administración señorial.
De todas formas, como señala Martín Duque', no se puede exagerar la
predilección que ambos monarcas sintieron por la ciudad riojana, pues no puede
perderse de vista que Pamplona sigue siendo la referencia de origen e identidad del
reino y la fundación de Santa María la Real no supuso la sedentarización del
monarca y de su séquito, aunque sus estancias en la ciudad fuesen frecuentes.
A pesar de ello, el establecimiento de la corte en Nájera supondría la pre-
sencia en la ciudad de una serie de personajes importantes y un ir y venir de gente,
como puede traslucirse de un documento del reinado de Sancho IV, el hijo y suce-
sor de García IR, por el cual el obispo de Calahorra cedía al de Pamplona la villa de
Oyón para que éste tuviese un lugar de descanso en sus viajes a la corte de Nájera8.
También en Nájera, inmediatamente tras su reconquista, se estableció la
sede episcopal mientras la antigua de Calahorra seguía en poder de los musulma-
nes; este hecho responde al deseo y necesidad de reponer la jerarquía eclesiástica
reinstaurando las sedes episcopales visigodas'. El obispado de Nájera sería, como

F.J. GARCÍA TURZA: «Morfología de la ciudad de Nájera en la Edad Media», Hl Semana de Estudios
Medievales. Nájera del 3 al 7 de agosto de 1992, Logroño, 1993, pág. 69.
' «Monarcas y cortes itinerantes en el Reino de Navarra», Viajeros, peregrinos, mercaderes en el
Occidente medieval. XVIII Semana de Estudios Medievales. Estella, 22 a 26 de julio de 1991,
Pamplona, 1992, pág. 250.
I. RODRÍGUEZ DE LAMA: Colección diplomática medieval de la Rioja (923-1225),11, Logroño, 1976-
1979, doc. 16: el quia frequens iter acreditus eral lohanni Pampilonensi presuli ad curiam regis que
sepius in Nagera vel in Gronio celebratur.
E. SA1NZ RIPA: Sedes episcopales de La Rioja. I. Siglos IV-XIII, Logroño, 1994, pág. 173.

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MARGARITA CANTERA MONTENEGRO

los monasterios de Albelda y San Millán, un elemento decisivo en la primera orde-


nación del territorio realizada a partir del 923, organizando al tiempo el paisaje
agrario, el régimen de propiedad y la ordenación civil y eclesiástica, contribuyen-
do a fomentar el movimiento repoblador gracias a la importancia agrícola del
espacio y a su emplazamiento sobre importantes vías de comunicación'.
El obispo estableció su residencia junto a la cueva y torre del rey, cerca
del río y entre tierras, viñas y huertas, según Sainz Ripa"; mientras que González
de Tejada' 2 la sitúa en la iglesia de Santiago, junto al castillo de Nájera.
La conquista de Calahorra en 1045 supuso la restauración de la catedrali-
dad a su iglesia de Santa María y de los santos mártires Emeterio y Celedonio, y
desde ese momento el obispo de Nájera, don Sancho, une los títulos de ambas
sedes, aunque durante los primeros años Nájera tenía una cierta ventaja en cuanto
a la titularidad.
Junto a la capitalidad de Nájera y su carácter de sede episcopal, hay otros
dos elementos importantes que señalar en la formación de la ciudad. Uno de ellos
es el puente de piedra sobre el Najerilla del que habla Alfonso VI en el fuero que
otorga a la ciudad; indudablemente este puente mantiene la tradición de uno ante-
rior, aunque este primero sería menos sólido.
Y junto a él, las numerosas cuevas talladas en las laderas de Malpica y
que asoman hacia el río Najerilla y la ciudad, cuevas que, en el caso de Nájera, son
un elemento importante para explicar el origen y desarrollo de la ciudad, aunque
su datación resulta muy difícil". A esta dificultad se une también el debate sobre
la utilización que se hizo de ellas, pues si tradicionalmente se habían vinculado al

J.A. GARCÍA DE CORTÁZAR: «Introducción al estudio de la sociedad altorriojana en los siglos X a


XIV», Berceo, 98 (1976), pág. 15-16.
" Op. cit., pág. 229.
Historia de Santo Domingo de la Calzada. Abrahán de la Rioja, Logroño, 1985 (ed. facsímil de la ed.
de Madrid, 1702), pág. 365.
'' Sobre estas cuevas cabe destacar los trabajos de Rafael PUERTAS: «Cuevas artificiales de época alto-
medieval en Nájera», Berceo, 86 (1974), págs. 7-20; Manuel RIU: «Apuntes comentados de un viaje
arqueológico por tierras de la Castilla medieval», En la España Medieval. Estudios dedicados al prof
D. Julio González González, Madrid, 1980, págs. 399-422 ; Antonino GONZÁLEZ BLANCO, Urbano
ESPINOSA RUIZ y José María SÁENZ GONZÁLEZ: «La población de la Rioja durante los siglos
obscuros (IV-X)», Berceo, 96 (1979), págs. 81-111; y Luis Alberto MONREAL JIMENO: Eremitorios
rupestres altomedievales (El alto valle del Ebro), Bilbao, 1989 (especialmente dedicadas a Nájera las
págs. 180-185).

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LA CIUDAD DE NÁJERA EN TIEMPOS DEL REY GARCÍA

uso monástico o eremítico, con intervención en el proceso repoblador", la estruc-


tura general de las cuevas de Nájera se diferencia de las formas típicas de los ere-
mitorios rupestres.
Es cierto que la vida eclesial y eremítica no desapareció con la invasión
musulmana, refugiándose a menudo en los cobijos rupestres, para producirse una
rápida revitalización religiosa con la reconquista cristiana y una renovación de
esta tradición'. Pero también hay que considerar, al menos para algunas de las
cuevas de Nájera, su posible utilización como vivienda familiar o almacén, que
puede deducirse de las diversas transacciones entre particulares, más aún cuando
las cuevas colindantes también son de propiedad particular, e incluso el rey era
propietario de una cueva 16 . El carácter de almacén de algunas de ellas se puede
inferir de su localización junto a tierras cultivadas, ya sea un huerto o una semar7;
en otras ocasiones se incluyen en la relación general de propiedades como las
casas o las viñas'.
Habría, por tanto, cuevas de uso prioritariamente civil, como vivienda o
almacén. Sin embargo, el carácter religioso de otras se deduce de la larga relación
de iglesias y monasterios existentes en la ciudad a mediados del siglo XI: conoci-
dos en su mayoría al ser donados a Santa María la Real por el rey García III en el
momento de la fundación, muchos de ellos desaparecen por completo de la docu-
mentación tras ese acontecimiento. Es difícil creer que hubiese en la ciudad tantos
edificios exentos dedicados al culto (5 iglesias y 15 monasterios) y que desapa-
rezcan tan rápidamente si no eran monasterios o iglesias rupestres. Ese carácter

'' PUERTAS: Op. cit., pág. 20.


15 SAINZ RIPA: Sedes episcopales, pág. 128-131.
MONREAL, Op. cit., pág. 183, nota 6. Ejemplos de transacciones de cuevas entre particulares en la
documentación de los monasterios de Leire y San Millán de la Cogolla (A. MARTÍN DUQUE:
Documentación medieval de Leire (siglos IX a XII), Pamplona, 1983; A. UBIETO ARTETA:
Cartulario de San Millón de la Cogolla (759-1076), Valencia, 1976); así, el monasterio de Leire com-
pró en 1046 a Domingo y Zageid una cueva por 30 sueldos (doc. 38) y en 1062 otra a Toda (doc. 62).
Por su parte, en 1036 Zalafe y su mujer Jimena venden a San Millán una cueva (doc. 296) y en 1056 lo
hace el presbítero Oriol (doc. 296); en esta misma documentación se habla, en 1062 del rey como pro-
pietario de una cueva (sub penna, iuxta torre el co ya de rex) (doc. 321).
" Como el huerto donado por don Lope de Nájera junto a la cueva de García Gundisálviz y situada entre
otros huertos o la serna del valle de Certún (Margarita CANTERA MONTENEGRO: Santa María la
Real de Nájera, s. X-XIV, II, Madrid, 1987, doc. 13).
" In Penniello, ecclesia Sancti Andree, el casas, el co ya el III vineas (Ibidem).

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MARGARITA CANTERA MONTENEGRO

está, desde luego, asegurado en el origen de Santa María la Real'', hasta el punto
de condicionar la ubicación de la iglesia, pues el rey quiso conservar en su inte-
rior la iglesia rupestre donde se encontró la imagen de la Virgen, lo que explica
que no se erigiese en otro emplazamiento más cómodo o favorable.

1. DESARROLLO URBANO DE NÁJERA

Nájera figura en las fuentes musulmanas como castillo o medina, en tomo


a los castillos construidos en los cerros de La Mota y Malpica, donde se instalarí-
an los cristianos tras la reconquista; al asegurarse la paz y descender la población
hacia el valle, la primera zona de ocupación sería al pie del castillo" y las dos uni-
dades fortificadas se unirían en un complejo único amurallado.
El desarrollo de Nájera como ciudad se produce desde el establecimiento
en ella de la corte del reino pamplonés a mediados del siglo X': al tiempo que la
población desciende desde las cuevas hacia la vaguada, atrae población desde
lugares alejados. Pero fue en el siglo XI cuando ese crecimiento se acelera de
forma espectacular, manifestándose en la aparición de barrios, la creación de gran-
des fortunas monásticas y la diversificación económica de sus habitantes.
El crecimiento de la población, debido en buena parte al favor regio, se
refleja especialmente, como he dicho, en la aparición de barrios, documentados
desde principios del siglo XI y que han sido bien estudiados por García Turza, a
quien sigo en esta descripción: el barrio de Soperia o las Peñas, el de Valcuerna,
el de San Miguel y, por último, el de las Tiendas o del Mercado, agrupaciones que

19 PUERTAS: Op. cit., pág. 182-183.


20 J. PASSINI: «El Camino de Santiago en la Rioja: trazados y núcleos», IV Semana de Estudios
Medievales de Nájera, del 2 al 6 de agosto de 1993, Logroño, 1994, págs. 124-125 y 127-128.
2 Este tema ha sido detalladamente estudiado por Francisco Javier GARCÍA TURZA, «Morfología»;
«Ciudades y aldeas: Nájera», Del Cantábrico al Duero. Trece estudios sobre organización social del'
espacio en los siglos Villa XIII, Santander, 1999, págs. 229-261. También son importantes las aporta-
ciones de Jean Passini, dentro del marco histórico del Camino de Santiago: «El espacio urbano a lo
largo del Camino de Santiago, El Camino de Santiago y la articulación del espacio hispánico. XX
Semana de Estudios Medievales. Estella, 26 a 30 de junio de 1993, Pamplona, 1994, págs. 247-269; «El
Camino de Santiago en La Rioja trazados y núcleos», IV Semana de Estudios Medievales de Nájera,
del 2 al 6 de agosto de 1993, Logroño, 1994, págs. 121-133; Villes médiévales du Chemin de Saint-
Jacques-de-Cotnpostelle (de Pampelune a Burgos). Villes de fondation et villes d'origine romaine,
París, 1984, págs. 73-83.

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LA CIUDAD DE NÁJERA EN TIEMPOS DEL REY GARCÍA

posiblemente respondían a la diferente procedencia de sus pobladores reunidos en


torno a una iglesian. Pero, a pesar del crecimiento, la población posiblemente no
superó de momento el cauce del Merdancho.
El barrio de Sopeña aparece en la documentación del monasterio de San
Millán de la Cogolla desde el ario 1011, y en él se localizan las iglesias de San
Sebastián y San Pelayo, y posiblemente el palacio del obispo; la fundación de
Santa María fomentó la población de este barrio de «debajo de la Peña».
Valcuerna, difícil de localizar, no hace su aparición en los textos hasta 1047, y en
él se encuentran la iglesia de San Quirce, perteneciente al monasterio de Valvanera,
y la de San Juan Bautista, en la que se reunían los vecinos del barrio para testifi-
car en algunas transacciones de bienes, formando el concilium Sancti lohannis. En
torno a la iglesia de San Miguel se formó un barrio citado por primera vez en la
carta de dotación de Santa María la Real en 1052; esta iglesia de San Miguel esta-
ba situada al pie de Malpica, más al oeste que en la actualidad, y en altitud inferior
a la de Santa María. Tampoco resulta fácil localizar el barrio de las Tiendas; cita-
do por primera vez al ser dotada la alberguería aneja a Santa María la Real el
mismo año 1052, debía estar situado junto al río Merdancho o Molinar, cerca del
Najerilla, quizás sobre el barrio de San Jaime o del Mercado, pues es lógico pen-
sar que las «tiendas» que dan nombre al barrio coincidirían con el mercado ya
existente en estas fechas. Esta relación de los barrios de Nájera no puede cerrarse
sin una referencia a la judería, sobre cuyo emplazamiento hablaré más adelante.
Pero, a pesar del crecimiento, Nájera seguía siendo «una aldea semirru-
ral», como la calificó Gautier Dalché23, un centro urbano humilde, de reducidas
dimensiones, cuya importancia derivaba de ser sede de la corte del rey de
Pamplona, aunque no residencia permanente, y cuyo desarrollo artesanal y comer-
cial llegó años más tarde con el apogeo del Camino de Santiago.
La ciudad estaría formada por calles pequeñas, estrechas y posiblemente
empedradas con guijo o cantos del Najerilla, tal como la describe Justiniano
García Prado24, con un regato central o canalillo para el agua de la lluvia y las

n GARCÍA TURZA: «Morfología», pág. 69.


13 Historia urbana de León y Castilla en la Edad Media (siglos IX-XIII), Madrid, 1989, r ed., pág. 179.
Historia de la Rioja. II. Edad Media, Logroño, 1983, págs. 152-154.

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MARGARITA CANTERA MONTENEGRO

aguas sucias; plazas también pequeñas y casas humildes de una planta, y sólo en
el caso de las señoriales de dos, con paredes de adobe y entramado de madera,
cubiertas de teja o paja. El espacio abuhardillado bajo el tejado podía utilizarse
como granero, sobre todo en las casas más humildes.
Hay referencias de la muralla desde 1052, momento en que se citan las
puertas Antigua y Lóbrega, así como el azor o muralla de los judíos e illo azore de
foras cum sua porta; se distinguen, por tanto, unas murallas internas, que corres-
pondían a los judíos, y unas externas, que correspondían a la villa". La puerta
Antigua estaba cerca de la muralla de los judíos y la Lóbrega debe su nombre a su
situación junto al farallón llamado Paso Malo. La existencia dentro de la ciudad de
huertas y molinos a mediados del siglo XI nos habla de una baja densidad demo-
gráfica y pone de manifiesto ese carácter de aldea semirrural que, por otra parte,
no es exclusivo de esta ciudad.
Dos cauces artificiales, de reducido tamaño y en la actualidad desapare-
cidos, cruzaban la ciudad de Nájera: el río Merdancho, también llamado Merdanix,
Merdaniel o Sórdido, y el río Molinar. El primero de ellos pasaba por el centro de
Nájera, provenía del Najerilla y en él desembocaba un poco más abajo, sirviendo
seguramente de cloaca. El Molinar, que nacía del anterior, también desembocaba
en el Najerilla y su nombre indica claramente su finalidad.
Alfonso VI incorporó Nájera a Castilla en 1076, a la muerte de Sancho IV
el de Peñalén; por este hecho, la ciudad perdió la hegemonía de que había gozado
en el reino de Pamplona, y ello a pesar de que el rey castellano la favoreció en los
primeros momentos, con objeto de asegurar su fidelidad. Por este motivo, le con-
firmó el fuero antiguo, fundó el hospital de la Cadena y, posiblemente, hizo cons-
truir el puente de piedra sobre el Najerilla. La entrega de Santa María la Real a la
Orden de Cluny en 1079 perseguía asegurar esa fidelidad a su reino mediante la
presencia de los monjes cluniacenses, afectos y muy fieles a su persona; pero al
tiempo obligó al obispo a retirarse de la ciudad y establecer su residencia en
Calahorra, ya de forma permanente. A partir de ese momento, la ciudad sufre un
proceso de oscurecimiento político y social, pese a lo cual sigue siendo el princi-
pal núcleo de La Rioja; por ello, cuando en la intitulación real de Alfonso VI se

a5 GARCÍA TURZA: «Morfología», pág. 85.

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LA CIUDAD DE NÁJERA EN TIEMPOS DEL REY GARCÍA

incluye alguna localidad riojana ésta siempre es Nájera, aunque Logroño y


Calahorra de manera paulatina entran en competencia con ella".

2. FUNDACIÓN DE SANTA MARÍA LA REAL. OTROS EDIFICIOS


RELIGIOSOS

Un hecho fundamental en la historia de la ciudad de Nájera es la funda-


ción de Santa María la Real, claro ejemplo de la restauración eclesiástica del reino
iniciada con Sancho III y del deseo de García de mantener el prestigio y esplendor
de la ciudad, que podría perder por la reconquista de Calahorra". La causa prin-
cipal de esta fundación fue el hallazgo por el rey García III de una imagen de la
Virgen en el año 1044, hallazgo que, con pequeñas variantes, narran diversas fuen-
tes de esta manera: un día, estando en Nájera, salió el rey de caza y soltó un hal-
cón que emprendió el vuelo persiguiendo a una paloma"; ambos animales pasaron
a la orilla izquierda del río Najerilla y se internaron en la maleza. Salió el rey en
su persecución y, apartando la maleza, encontró una cueva; al entrar en ella, quedó
sorprendido por un gran resplandor y descubrió al fondo de la cueva, en una con-
cavidad labrada en la roca, un pequeño altar sobre el que estaban una imagen de
la Virgen con el Niño en brazos y una jarra con unas azucenas frescas y fragantes;
en el techo, colgada de una cadena, había una lámpara dorada; al pie del altar vio,
en apacible calma, al halcón y a la paloma. El rey, emocionado, se arrodilló y dio
gracias a Dios por el hallazgo.
Tras este hecho, García se decidió a edificar allí una iglesia. La Crónica
Najerense afirma que, preocupado por la campaña que iba a iniciar contra los
musulmanes, estaba el rey orando ante la imagen; por el agotamiento se quedó

GARCÍA TURZA: «Los espacios de poder en la Rioja medieval», XII Semana de Estudios Medievales.
Nájera, del 30 de julio al 3 de agosto de 2001, Logroño, 2002, pág. 495.
SAINZ RIPA: Op. cit., pág. 237. CANTERA: Op. cit.
Moret (Anales del Reino de Navarra, Tolosa, 1890-1892, II, pág. 277) y Garrán (Santa María la Real
de Nájera. Memoria histórico-descriptiva, Logroño, 1892, págs. 7-8) afirman que eran un halcón y una
perdiz; Pérez de Úrbel (Las grandes abadías benedictinas. Su Vida, su Arte, su Historia, Madrid, s.a.,
pág. 239) dice que eran un azor y una paloma; y Anguiano (Compendio historial de la provincia de la
Rioja, de sus santos y milagrosos santuarios, 1704, págs. 571-572) asegura que era un jabalí el animal
tras el que corría el rey. Este cambio es un detalle de menor importancia que no afecta al resto del rela-
to, en el que coinciden todos los autores.

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MARGARITA CANTERA MONTENEGRO

dormido y tuvo un sueño en el que Dios le dio a conocer su próxima victoria; al


despertar, el rey prometió construir allí una gran iglesia dedicada a la Virgen si
aquel sueño se hacía realidad, como realmente ocurrió, ya que poco después tomó
Calahorra.
Para García de Cortázar29, lo que pretendía el rey García al fundar este
templo tan bien dotado era dar a la segunda capital del reino una rica iglesia donde
residiera el obispo cuya jurisdicción no sólo comprendería la Rioja, sino también,
y sobre todo, la Bureba, Oca y la antigua Castilla la Vieja, hasta Santa María del
Puerto en Santoña y con diversas propiedades en la provincia de Santander; estas
tierras castellanas las había recibido el monarca de su padre y con esta anexión
quería asegurar su influencia sobre estos territorios del reino castellano; a pesar de
ello, fue un dominio efímero, pues a la muerte de García III en 1054, Fernando I
de Castilla devolvió al obispo de Burgos su antigua jurisdicción".
La construcción de la iglesia no se inició verdaderamente hasta el año
1052 y fue posible en gran parte por el enriquecimiento que logró el monarca al
conquistar Calahorra, como él mismo afirma en el documento de dotación, tanto
por el botín conseguido en la campaña como por el cobro de parias. La consagra-
ción se produjo el 12 de diciembre de 1052, con unas solemnes fiestas en las que
estuvieron presentes, además del rey fundador y de su mujer, sus hermanos
Fernando I de Castilla y Ramiro I de Aragón, y el conde Ramón Berenguer I de
Barcelona, hermano de la reina Estefanía; a ellos les acompañaban magnates y
nobles de sus respectivas cortes, los obispos Gómez de Nájera, García de Álava y
Sancho de Pamplona, y los abades de Oña (san Iñigo), hache (Munio) y San Millán
de la Cogolla (Gonzalo). Las obras se terminarían ya muerto el rey, encargándose
de concluir la empresa su viuda Estefanía y su hijo Sancho IV el de Peñalén.
La iglesia fundada serviría también de panteón para los reyes, infantes y
nobles de Navarra: a ambos lados de la entrada a la cueva están los mausoleos de
García III y Estefanía, con figuras orantes. A la derecha de García están enterra-
dos Sancho el de Peñalén y su mujer Clara; el infante Ramiro; Blanca Garcés,
mujer de Sancho III de Castilla y madre de Alfonso VIII; y el infante Raimundo,
hijo de los fundadores. A la izquierda de Estefanía se encuentran Sancho Abarca,

" El dominio del monasterio de San Millán de la Cogolla (siglos X a XIII), Salamanca, 1969, pág. 162.
SAINZ RIPA: Sedes episcopales, pág. 227.

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LA CIUDAD DE NÁJERA EN TIEMPOS DEL REY GARCÍA

abuelo de Sancho el Mayor, y su mujer Urraca Clara, hija de Fernán González;


Vermudo In de León; Sancho VI de Navarra y su mujer Sancha, hija de Alfonso
VIL El conjunto funerario se completa con los enterramientos en la cueva de Santa
María, en la llamada Capilla de los Infantes y en el Claustro de los Caballeros.
El rey García dotó ricamente la fundación; pero, queriendo asegurar la
permanencia de la iglesia, y por temor a que con su carácter veleidoso pudiera
poner en peligro la continuidad de la obra, en el documento de fundación estable-
ció que, si moría la reina antes, los bienes que Estefanía dejara se emplearían en
terminar el edificio; en caso de fallecer él antes, como la reina permanecería fiel
en su recuerdo, ella se encargaría de disponer de las rentas otorgando lo necesario
para la obra, como efectivamente ocurrió.
La carta fundacional recoge detalladamente los bienes que García entre-
ga a Santa María, en total 33 monasterios e iglesias, aunque algunos de ellos sólo
serían pequeños eremitorios labrados en las rocas; además, 9 villas y otros bienes
cuya cuantía no debía de ser despreciable: tierras, casas y propiedades diversas y
en un ámbito geográfico muy extenso, cuyo centro estaba en La Rioja, pero que se
extendía por las actuales provincias de Burgos, Santander y Álava. Junto a la
entrega de esos bienes, García aseguraba unos ingresos elevados con la décima
parte de las parias que él y sus sucesores obtuviesen de los musulmanes'', así como
la cuarta parte de los derechos del teloneo en Nájera y de las multas y otros tribu-
tos reales; y se completaba con una serie de exenciones y franquicias: el privilegio
de inmunidad, no pagar la caloña acostumbrada por los homicidios, exención del
servicio de vigilancia y no participar en los trabajos militares de fortificación y
reparación del castillo.
Santa María de Nájera poseía además una gran riqueza en objetos precio-
sos de carácter litúrgico (cálices, cruces, etc.) y reliquias, algunas de las cuales
pudo traer el rey García de su peregrinación a Roma". Muchas de estas reliquias
y joyas se perdieron en dos trágicos momentos de la historia del monasterio: la

Aunque es muy difícil establecer el cálculo de los ingresos llegados por las parias e incluso la periodi-
cidad con que se recibían, García de Cortázar (Historia de Logroño, II, pág. 96) calcula esta cantidad
donada a Santa María en unos 500 dinares anuales,
" L. VÁZQUEZ DE PARGA, J.M. LACARRA y J. URI.A: Las peregrinaciones a Santiago de
Compostela, Madrid, 1948-1949, II, pág. 20.

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MARGARITA CANTERA MONTENEGRO

invasión francesa de Napoleón, que ha dejado huellas también en las imágenes del
claustro, y la exclaustración.
El rey García no estableció en Santa María un monasterio, sino una igle-
sia a cuyo servicio puso una comunidad de clérigos, un cabildo canonical que aten-
dería al culto de la catedral y estaba presidido por el obispo cuya sede asentó en la
nueva fundación. Esta afirmación se puede hacer de forma tajante a pesar de la
imprecisión léxica de los documentos del momento", que hablan reiteradamente
de regulani congregationioni, de clérigos secundum institute canonum et legalia
decreta priorum patrum, clericorum congregatio, capitolio Sanctae Mariae y la
clara referencia a la expulsión de los canónigos instituidos por el obispo de Cala-
horra, para entrometer a los monjes cluniacenses, que alega el obispo de la dióce-
sis en uno de los momentos del largo pleito que le enfrentó con la comunidad clu-
niacense establecida en Santa María la Real por Alfonso VI.
No es un obstáculo para aceptar el carácter canonical el hecho de la ane-
xión de monasterios por el rey García III, pues una de las formas de restauración
cenobítica y eclesiástica fue agregar los pequeños monasterios e iglesias a otros
cenobios o a catedrales para facilitar la observancia, muy difícil o imposible ante
el régimen de iglesias propias y monasterios familiares abundantes en los prime-
ros momentos de la Reconquista, centros religiosos que estaban vinculados con
carácter hereditario al poder del fundador y de su familia, que los consideraban
una propiedad más, y que a menudo tenían un carácter colonizador.
El segundo paso de la fundación de Santa María la Real fue la agregación
de la alberguería de peregrinos. En la ruta jacobea era raro el monasterio o iglesia
que no tenía anejo un hospital o alberguería para ofrecer descanso y cuidado a los
peregrinos; y Santa María la Real no podía ser una excepción, de forma que debía
cumplir con el deber cristiano de acoger al peregrino, cuidar al enfermo y dar de
comer al hambriento, y especialmente dispensar a los acogidos las atenciones espi-
rituales, para que ninguno muriese sin recibir los santos Sacramentos. Para mejor
cumplir con su cometido, unos meses antes de la fundación de Santa María, el 18
de abril del mismo ario 1052, García III dotó con diversos bienes y franquezas a la

" Relación detallada de esta documentación en la que apoyo la afirmación aquí vertida, en mi libro antes
citado Santa María la Real de Nájera, siglos XI-XIV, I, págs. 82-85.

50
LA CIUDAD DE NÁJERA EN TIEMPOS DEL REY GARCÍA

alberguería aneja a dicha iglesia, denominada domum helemosine y arbengaria,


inaugurando una serie de donaciones regias que continúan la reina Estefanía, ya
viuda, su hija doña Mayor, la reina Urraca y Alfonso VII, sólo por citar algunos.
Pero Santa María la Real no era el único templo de la ciudad, pues sabe-
mos de la existencia de varias iglesias y monasterios, que en su mayoría debían ser
eremitorios labrados en las rocas de la montaña, y con carácter de iglesias o
monasterios propios. Los monarcas promovieron un proceso de concentración,
donándolos a Santa María y, en menor medida, a San Millán de la Cogolla, para
regularizar de esta forma la disciplina y la economía de esos pequeños centros,
adhiriéndolos a uno mayor que pudiera hacer frente a las situaciones deficitarias
que a menudo sufrían.
La documentación de San Millán de la Cogolla habla de los monasterios
de San Sebastián en el barrio de Sopeña, el de Santa Águeda junto al río Molinar
y que pertenecía al cenobio emilianense desde el 957, y el de Santa Cruz, que fue
donado por el rey Sancho IV. En la documentación de Valvanera se habla del
cenobio de los Santos Quirce y Julita, en el barrio de Valcuerna.
Por su parte, Santa María la Real recibió en el momento de la fundación
las iglesias de Santa María, San Miguel situada subtus Sanctam Mariam y que dio
nombre al barrio donde se encuentra, y la de San Pedro, que pasó a depender de
ella a través de su monasterio de San Julián de Sojuela, al que se había incorpora-
do en 1044. También recibió en la dotación fundacional los siguientes monaste-
rios: San Facundo; San Pelayo en la peña sobre Santa María, por lo que debe tra-
tarse de un eremitorio labrado en la roca; San Román; Santa Cecilia; Santa María
Sororum; Santas Nunilo y Alodia, cerca de Nájera, donde se redactó una de las pri-
meras adaptaciones de la Regla de San Benito a un cenobio femenino español por
obra del abad Salvio; y Santo Tomé. Posteriormente, la reina Estefanía entregó en
1066 el monasterio de San Saturnino, eremitorio del que no especifica claramente
su localización, pero que posiblemente estaba cerca de Nájera o, en todo caso, de

Relación de monasterios en Nájera: San Facundo (1052), San Pelayo (1052), San Román (1052), San
Sebastián Sopeña (1060), San Salvador de Peña (1060), San Saturnino (1060), Santa Águeda (957),
Santa Cecilia (1052), Santa Cruz (1075), Santa María (1052), Santa María Sororum (1052), San Martín
del Castillo (1052), Santas Nunilo y Alodia (1052), Santo Tomé (1052), Santos Quirce y Julita (1068).
Iglesias en Nájera: Santa Coloma (1052), Santa María (1052), Santa María del Castillo (1052), San
Miguel (1052), San Pedro (1044).

51
MARGARITA CANTERA MONTENEGRO

la vecina Santa Coloma. En 1075 Sancho IV el de Peñalén entregó a los clérigos


de Santa María el monasterio de San Salvador de la Peña.
Por su parte, la alberguería aneja a Santa María la Real había recibido las
iglesias de Santa Coloma y Santa María del Castillo, y el monasterio de San
Martín del Castillo; según Yepes, este último no se encuentra en la misma ciudad
de Nájera, sino a dos leguas y media y junto a él estaba la iglesia antes citada de
Santa María.

3. EL GOBIERNO DE LA CIUDAD DE NÁJERA

La ciudad de Nájera es el centro más importante de La Rioja y en torno a


él se ordena el territorio de La Rioja Alta, cuyos espacios se ven claramente en el
Fuero de la ciudad, como detalla García de Cortázar': la domus o casa; la calle; el
barrio, con su concilium o concejo de barrio; el espacio delimitado tanto por el
azor o muralla, con sus puertas, como por el río Najerilla; el perímetro delimitado
por las corseras, que marcan un área de unos seiscientos metros de radio en tomo
a Santa María; el alfoz; el área donde los vecinos disfrutan de exención de her-
bazgo; y el espacio dentro del cual hay una reducción del teloneo para quien venga
al mercado de Nájera.
Así, desde Nájera los monarcas de Pamplona, especialmente Sancho el
Mayor y García el de Nájera, controlaban una parte importante de su reino, sir-
viéndose también de la riqueza agrícola de la zona y de la facilidad de comunica-
ciones. La presencia frecuente de los reyes en la ciudad coincide con su política de
centralización y fortalecimiento de la autoridad real, con medidas como el robus-
tecimiento de las tenencias administrativas y las agregaciones de pequeños monas-
terios a las grandes abadías.
La frecuente presencia de la corte en Nájera acompañando a los reyes
debió dar vida a la ciudad, con la llegada del cortejo formado por un grupo reduci-
do de nobles, obispos y algunos abades, junto con otros miembros del consejo y
funcionarios encargados de los distintos oficios de la corte; de todas formas, no
podemos magnificar su importancia y, recordando que estamos a mediados del

" «La organización social del espacio riojano», págs. 199-200.

52
LA CIUDAD DE NÁJERA EN TIEMPOS DEL REY GARCÍA

siglo XI, indicar que la pompa que rodea a los reyes no es la de los siglos posterio-
res. A pesar de todo, un número no desdeñable de nobles y criados frecuentarían la
ciudad, además de aquellos otros a los que el rey convocaba en momentos concre-
tos para que, siguiendo sus obligaciones feudales, le prestasen el debido consejo.
Entre estos oficiales del poder real ocupaban un lugar destacado los
encargados de las tenencias, que desarrollaron unos lazos propios de fidelidad y
vasallaje que el monarca recompensaba cediendo derechos derivados del ejercicio
de la justicia y con la entrega de monasterios, villas u otras propiedades en el terri-
torio de su jurisdicción".
La tenencia como distrito administrativo es el espacio cuyo gobierno ejer-
ce el tenente, dominante o senior, por delegación del rey; es un territorio de exten-
sión variable y cuyo centro suele ser una localidad en la que hay un castillo, que
le sirve de residencia habitual y desde el que defiende las tierras de su jurisdic-
ción"; sin embargo, con cierta frecuencia los tenentes se encontraban alejados del
territorio sobre el que ejercían su gobierno, sus funciones militares, judiciales y
fiscales, pues, reflejo de su posición tanto en la sociedad como en el marco gene-
ral del reino, suelen figurar en la documentación como miembros habituales de la
corte, la comitiva o aula regia como la define Peña Bocos". Los tenentes procedí-
an generalmente de las principales familias nobles de la región, y en ocasiones de
la propia familia real, y, ya en tiempos de Sancho IV el de Peñalén, desarrollaron
una marcada tendencia a patrimonializar el cargo, de forma que se va desvincu-
lando, al menos de hecho, de la delegación real, al tiempo que se reforzaba su
poder señorial sobre el territorio.
Quizás en un primer momento destacaron las funciones militares de estos
tenentes, como en el caso de Nájera en el siglo X, por la necesidad de reorganizar
los territorios recientemente reconquistados. Pero con el tiempo estos oficiales
estaban acompañados de merinos, alcaldes y adelantados, encargados de adminis-
trar el territorio en nombre del tenente; en otras ocasiones, esas funciones eran

" GARCÍA TURZA: «Los espacios de poder», pág. 493.


" ídem, ibidem, pág. 487.
" E. PEÑA BOCOS: «Alfoces y tenencias: La Rioja», Del Cantábrico al Duero. Trece estudios sobre
organización social del espacio en los siglos VIII a XIII, ed. J.A. García de Cortázar, Santander, 1999,
pág. 407.

53
MARGARITA CANTERA MONTENEGRO

ejercidas por otras personas de la tierra, como parece ser el caso de García Lifuar,
miles de Fortún Sánchez".
La tenencia de Nájera en tiempos de Sancho III la disfrutaron sucesiva-
mente los seniores Iñigo Sánchez, Fortún López y Fortún Sánchez. Éste último,
cercano a Sancho III, fue uno de los más leales consejeros de García III, recibien-
do el sobrenombre de nutricius re gis y el apelativo de Buen Padre (con sus varian-
tes Bonopatre, Bono Pater o Don Patre) por ser su ayo; su fidelidad, recompen-
sada con la tenencia de Nájera durante todo el reinado", le llevó a acompañarle en
la hora de la muerte en Atapuerca.
El gobierno propio de la ciudad, estudiado para esta época por Moya
Valgañón 41 , corresponde, ya desde el siglo X, al concilium o asamblea que, en un
principio, incluía a todos los vecinos; su función era proteger los intereses de todos
ellos, delimitar y defender sus términos, así como gestionar los bienes comunales,
regulando para ello su aprovechamiento. Los integrantes del concilium tenían
libertad y personalidad propias para contratar con otras personas y defender sus
derechos, y ante este concilium se presentaban las escrituras públicas para que sus
miembros las validasen con su testimonio.
Esta última función es la que con más frecuencia recoge la documenta-
ción del período estudiado; a veces figura el concilium de la ciudad (omni
Nagerense concilio testes42), pero con más frecuencia son los propios de los diver-
sos barrios, como omni concilio de barrio de Sancti Iohannis testis, o concilium
Sancto Stephano de Subpenna... auditores et testes y fórmulas semejantes".
No se conoce de forma específica la organización del concilium naj eren-
se, pero, al igual que todas las asambleas vecinales, nombraría cada ario un núme-
ro determinado de magistrados, número que variaba de un concejo a otro, y que
son los jueces, administradores y jefes militares".

" Idem, ibidem, pág. 410.


• En todos los documentos del reinado figura como senior Fortun Sancii dominator Naiala.
°I «Los oficios concejiles en la Rioja hasta 1250», Bereeo, 100 (1981), págs. 139-166.
<2 Cartulario de San Millón, doc. 124 (1045).
▪ F.G. GARCÍA TURZA: Documentación medieval del monasterio de Valvanera (siglos XI a XIII),
Zaragoza, 1985, doc. 13 (1047); Cartulario de San Millón, 102 (1030); y otros ejemplos más. Según
García de Cortázar (Historia de Logroño, II, pág. 44), el concilium de San Juan corresponde al bario de
San Juan de Valcuerna y el de San Esteban al de Sopeña.
« GAUTIER DALCHÉ: Op. cit., págs. 344-360.
J.

54
LA CIUDAD DE NÁJERA EN TIEMPOS DEL REY GARCÍA

La máxima autoridad en el concilium parece ser el alcalde, también lla-


mado iudex; la identificación de estos dos nombres se ve en el caso del alcalde
Fortún Cftiz, que en la documentación comprendida entre 1035 y 1054 figura unas
veces como alkalde in Nagera y otras con la fórmula más completa discurrente
iudicio, Fortún Citiz, alkaldi in Nagera. La duración del cargo y el número de
alcaldes no se conoce bien ni se especifica en el fuero otorgado por Alfonso VI
que, como he dicho, recoge la tradición anterior, pero por la documentación podría
pensarse en la actuación conjunta de dos o incluso tres alcaldes. Así, si en 1043
figura un solo alcalde llamado Falkon, en 1052 se habla de al menos tres: Fortún
Citiz, denominado indistintamente alcalde o iudex, y que aparece en numerosos
documentos comprendidos entre 1035 y 1060; Amboz, del que sólo hay esta refe-
rencia documental; y Kiram, que figura hasta 1086 ejerciendo el oficio. Del mode-
lo de Fortún Citiz y de Kiram podemos deducir que la permanencia en el oficio
podía prolongarse durante muchos años.
Las atribuciones del alcalde o juez están especificadas en el Fuero: tiene
poderes judiciales, por lo que recibe a los homicidas", y debe vigilar el mercado.
No se especifica, sin embargo, a quién corresponde su nombramiento, por lo que
hay que pensar que se mantendría la situación anterior, es decir, que sería nom-
brado por el rey o por el tenente"; de esta forma, el alcalde sería un agente seño-
rial. Sus ingresos procedían de las multas (una décima parte del homicidium) y de
su participación en las ventas realizadas en el mercado de la ciudad.
Junto al alcalde actúa siempre el sayón, el agente ejecutor subordinado al
anterior y que, de acuerdo con el fuero, es elegido anualmente, en número de dos,
por el concilium, exigiéndose como requisito para dicha designación el ser vecino
de Nájera; es el único oficial cuyo nombramiento correspondía al concejo, lo que
refleja la escasa autonomía concejil. Sus funciones son de tipo económico y limi-
tadas al ámbito de la ciudad; entre sus atribuciones destacan el tomar las provisio-
nes para el rey cuando fuese necesario y realizar los registros domiciliarios.
Probablemente también habría un tesorero, encargado de custodiar y
administrar las finanzas, y un guarda o custiero que vigilaba las propiedades con-

" MOYA VALGAÑÓN: Op. cit., pág. 143.


GAUTIER DALCHE: Op. cit., pág. 360.

55
MARGARITA CANTERA MONTENEGRO

cejiles; ambos oficios están documentados en otras localidades riojanas en este


período, aunque no en Nájera. Sí hay en esta ciudad un adelantado (en 1054 figu-
ra Semeno, conocido como padre de Dominico, y en 1056 Acenar), cuyas atribu-
ciones son desconocidas", al igual que las del decano, cargo ejercido por Lope,
en 1036, y Citi o Citiz, en 1054.
Aunque no haya rastros documentales de su existencia en estos arios, no
podemos olvidar la figura del alcaide, a quien el tenente de la ciudad encomenda-
ba la guarnición del palatium y que quizás también tenía encargada la vigilancia
del castillo".

4. LA ORGANIZACIÓN SOCIAL

La estructura social de la ciudad de Nájera deriva, lógicamente, de su


complejo carácter de corte de los monarcas pamploneses y sede episcopal, además
de centro de producción agraria importante y de distribución comercial, cuadro
que se completa con el paso del Camino de Santiago por ella.
El grupo social superior, el aristocrático, está formado por los caballeros
y hombres de armas, que acompañaban al rey a menudo y eran importantes en la
ciudad dada su posición fronteriza, al menos hasta la conquista de Calahorra en
1044. Este grupo superior se refleja en la documentación por la utilización de tér-
minos como senior y domnus, domina en el caso de las mujeres, que hablan de su
posición privilegiada y dominante en la ciudad. El primero de estos términos siem-
pre se relaciona con la nobleza, mientras que el segundo, domnus o dominus, se
aplica también a clérigos y a personas que tienen una cualificación personal o pro-
fesional que les diferencia de los demás miembros de la comunidad pero sin per-
tenecer a la nobleza, como «domno Kiram» alcalde de Nájera, el aurífice domno
Marguan y Levi magister49.

" MOYA VALGAÑÓN: Op. cit., pág. 145.


" GAUTIER DALCHE : Op. cit., pág. 348.
" M. LUCAS ÁLVAREZ: «Libro Becerro del Monasterio de Valavanera», Estudios de Edad Media de la
Corona de Aragón, IV, Zaragoza, 1951, does. 37, 43; Cartulario de San Millón, doc. 321; Libro
Becerro de Valvanera, does. 37, 43, 56. FERNÁNDEZ DE LA PRADILLA: Op. cit., pág. 253.

56
LA CIUDAD DE NAIERA EN TIEMPOS DEL REY GARCÍA

En el caso de los miembros de esta aristocracia laica resulta a menudo


difícil identificarlos a título individual, dada la reiterada repetición de ciertos nom-
bres en la documentación durante muchos arios, sin que podamos discernir si se
trata de la misma persona o de padre e hijo. Muchos de estos seniores ejercían ofi-
cios o cargos públicos, como la tenencia de plazas y distritos, especialmente la
tenencia de la misma ciudad de Nájera.
En el caso de las mujeres, la utilización de domna o domina sí se identi-
fica con personas del estamento nobiliario, como dorrma Auria o domna Auria de
Navarra, posiblemente la misma, o domna Tota, mujer del senior García Fortu-
niones".
Un grupo siempre destacado en la sociedad medieval, especialmente en
la urbana, es el eclesiástico, más notable en el caso de nuestra ciudad por ser sede
episcopal: el obispo residió en Nájera hasta la restauración de la antigua sede de
Calahorra, acompañado de los clérigos encargados del servicio de la iglesia cate-
dral, en concreto de Santa María la Real tras su fundación por el rey García.
Además, sería habitual el ir y venir de clérigos procedentes de otros lugares de las
regiones cercanas y, especialmente, los abades y monjes de los cercanos cenobios
de San Millán de la Cogolla, Valvanera o Anguiano, muchas veces para atender
sus propiedades en la misma Nájera o en las tierras cercanas a ella.
El grupo más numeroso, pero también el que menos huellas ha dejado, es
el resto de la población, los que no pertenecen a los grupos privilegiados; en él se
incluyen tanto los campesinos, los llamados villani en el fuero de Nájera, como los
artesanos y comerciantes asentados en la ciudad.
Esta sencilla estructura social, acorde con el carácter semirrural de
Nájera, se refleja todavía en el fuero de Alfonso VI que habla de infanzones y
villani, mostrando, al tiempo, que el grupo de los artesanos y comerciantes era
minoritario y de menor peso en la vida urbana que los anteriores.
La existencia en Nájera de estos grupos sociales se conoce a menudo por
las transacciones de bienes que unos y otros realizan, ya sean grandes o modestos
propietarios que cultivan sus tierras para su propio aprovechamiento. La evidencia

3° Libro Becerro de Valvanera, docs. 37 y 56 para la primera; CANTERA: Op. cit.,11, doc. 13 para la
segunda; y Documentación de Leire, doc. 65, para la tercera.

57
MARGARITA CANTERA MONTENEGRO

de estos últimos, los pequeños y medianos propietarios, se nos ha conservado a tra-


vés de las donaciones que hacen a determinados centros religiosos de una tierra,
una era, una viña o alguna pequeña propiedad o, también con mucha frecuencia,
porque sus tierras sirven de referencia de límites de otras, aunque no podamos
conocer sus dimensiones ni el nivel de producción.
Por otra parte, la posesión de numerosas propiedades y la extensión de las
mismas define a los grandes propietarios, entre los que hay que incluir al propio
monarca y sus familiares, los grandes dominios monásticos con presencia en la
ciudad, destacando Santa María la Real, y los miembros de la aristocracia.
Como en el caso de los pequeños propietarios, la generosidad de estos
personajes ha dejado buena constancia de la extensión de sus dominios, así como
de la magnanimidad que se considera característica del estamento nobiliario en la
Edad Media, reflejo de su posición social superior y del deseo de alcanzar el cielo
mediante las buenas obras en esta vida.

Minorías étnicas y religiosas

Tras la reconquista el 923 la mayor parte de la población de Nájera era


cristiana, aunque en la sociedad medieval no se puede olvidar la presencia de otros
grupos minoritarios, bien por motivos religiosos, como musulmanes y judíos, bien
por su procedencia, como los francos.
a) ¿Musulmanes o mozárabes?: La documentación najerense conserva varios
nombres de claro resabio musulmán, como Muza, Scepa o Citi, nombres que nos
podrían hacer pensar en la permanencia de mudéjares tras la reconquista de la ciu-
dad. Sin embargo, la mayoría de ellos serían mozárabes, ya que sólo en una oca-
sión se indica la condición de maura añadiéndola al nombre de Amunna, mientras
que de la actuación de otros se deduce su condición cristiana, como Scepa, que
hizo una donación a Santa María la Real por su alma, lo que indudablemente
nunca haría un musulmán; el mismo criterio tiene que aplicarse a nombres musul-
manes que a ese nombre unen la dignidad sacerdotal, como Sarracín de
Valcuerna'.

Las primeras referencias en CANTERA: Op. cit., doc. 13; la última en Libro Becerro de Valvanera,
doc.s 42, 43 y 49.

58
LA CIUDAD DE NÁJERA EN TIEMPOS DEL REY GARCÍA

Esto plantea tanto la permanencia de los musulmanes en Nájera, y en


general en La Rioja, como la presencia de mozárabes. La población musulmana
sería un grupo marginal en el siglo X, como señala Fernández de la Pradilla, aun-
que su presencia podría reflejarse en la permanencia de la toponimia árabe, de la
que Nájera es el núcleo aglutinador52; pero esta toponimia, como indica la misma
autora, puede hablar no tanto de la presencia musulmana como de la llegada de
mozárabes fuertemente islamizados en sus formas culturales y que llevaron consi-
go sus costumbres, nombres y topónimos a La Rioja.
En el mismo sentido se manifiesta Martínez Díez", que habla de la divi-
sión de los muladíes entre los que emigraron desde el primer momento a territorio
musulmán y los que permanecieron en sus hogares, muchos de los cuales se mar-
charían pronto, atraídos por la mayor riqueza del califato de Córdoba, mientras que
otros volvieron a su antigua fe cristiana. El carácter minoritario y poco trascen-
dental de la población musulmana se refleja también, como señala el mismo
Martínez Díez, en el fuero, pues la caloña marcada para aquellos que les hagan
daño es bajísima,12 sueldos y medio, semejante a la que debía satisfacer el que
matase un asno (art. 38) y siempre que no se hubiera pactado su redención; ello
hace pensar en su condición de cautivos o de siervos".
De esta forma, la inmensa mayoría de la población de Nájera y de La
Rioja era cristiana; unos eran repobladores que llegaban principalmente de
Navarra y Álava, y otro grupo numeroso de origen mozárabe, que había permane-
cido fiel no sólo a su fe cristiana, sino también a su tradición jurídica representa-
da por el Liber ludiciorum.
Las normas jurídicas recogidas en el fuero concedido por Sancho el
Mayor y confirmado por García III y Alfonso VI hablan también de ese doble ori-
gen de los cristianos que poblaron la ciudad en el siglo XI": un grupo numeroso

" Op. cit., pág. 245-247.


" «El Fuero de Logroño y la tradición jurídica riojana», Actas de la Reunión Científica «El Fuero de
Logroño y su época», Logroño, 1996, pág. 235.
Op. cit., pág. 241. En el mismo sentido se manifiesta, para el caso de la ciudad de León, Carlos Estepa
(Estructura social de la ciudad de León, León, 1977, pág. 173), por lo cual la referencia documental a
este grupo es escasa, dada su poca relevancia social.
" MARTÍNEZ DÍEZ: «Fuero de Logroño», pág. 235.

59
MARGARITA CANTERA MONTENEGRO

de cristianos mozárabes, que habían conservado la tradición visigoda del Liber


ludiciorum y la mantuvieron al reincorporarse a la España cristiana; y gente nueva,
venida en su mayor parte, como he dicho, de tierras navarras y alavesas, y que tras-
ladarían a La Rioja sus usos y costumbres antiguas, como también se ve en la topo-
nimia y antroponimia riojana en general. La fusión jurídica de ambas tradiciones,
como afirma Martínez Díez, debió de ser fácil, ya que ambas partían del mismo
origen visigodo y del Liber, transformándose en un derecho vulgarizado, simplifi-
cado y consuetudinario al haber desaparecido el reino visigodo.
El aporte mozárabe debió de ser considerable en Nájera por su relevancia
en la onomástica y toponimia de la zona. Lo que resulta más difícil de dilucidar es
si esa población mozárabe permaneció en la región bajo el dominio musulmán o,
lo que parece más probable, llegó a ella a lo largo del siglo X huyendo del endu-
recimiento de las condiciones para los cristianos en el mundo musulmán".
Entre los nombres de mozárabes señalo el de Galindo Muza, que une un
nombre cristiano con uno musulmán, lo mismo que Galindo Alfarraz (a Alharraz),
Sancio Aiub de Bobatella, Fortunio Citiz o Iohannes Citiz; también los diversos
Sarracín o Sarracina que figuran en la documentación (Sarracin de Almiscirri,
Sarracina de Fortes, Sarracin Albaria, Sarracin de Valcuema). Algunos de estos
nombres de origen árabe corresponden a personas que ejercen algún cargo públi-
co en la ciudad (Citi decano, Mutarraf alcalde, Kiram alcalde), lo que hace pensar
en la importancia de este grupo mozárabe. Con el tiempo se produce una transfor-
mación de la onomástica con el abandono, en la generación siguiente de los nom-
bres de procedencia musulmana; así, Sarracin es padre de Dominico, y Abomelek
lo es de Pascual y Jimeno".
b) Judíos: Resulta más fácil diferenciar a otra importante minoría, la
judía", pues la condición de ebreo o iudeo se suele explicitar en los documentos,
quizás para distinguirlos bien de los mozárabes, debido a las posibles coinciden-
cias onomásticas.

" La presencia mozárabe en La Rioja es también patente en el arte, destacando como ejemplo más monu-
mental la iglesia de San Millán de Suso. Sobre ésta y otros restos mozárabes ver Manuel RINCÓN
ÁLVAREZ: Mozárabes y mozarabías, Salamanca, Universidad, 2003.
" Cartulario de San Millón, doc. 205; Documentación de Leire, doc. 46.
" Sobre los judíos de Nájera en este período me remito a Enrique CANTERA MONTENEGRO: Las jude-
rías de la diócesis de Calahorra en la Baja Edad Media, Logroño, IER, 1987, págs. 446-465.

60
LA CIUDAD DE NÁJERA EN TIEMPOS DEL REY GARCÍA

Nájera contó desde muy pronto con la presencia de judíos, bien docu-
mentada en algunos textos de la época del rey García y también desde muy
pronto tuvieron un barrio propio o judería, donde se instalaron de forma preferen-
te, aunque no fueran obligados a ello. La primera agrupación se debió de realizar
en el barrio de San Miguel, pues a mediados del siglo XII, en una donación reali-
zada al monasterio de San Milán de la Cogolla, se habla de unas casas situadas en
este barrio «llamado antes el barrio judío»; poco después debió trasladarse al pie
del castillo principal de la villa, no lejos de la muralla y de la plaza del Mercado,
en el extremo sur de la ciudad. La judería estaba rodeada por una muralla que la
separaba del resto de la población, muralla que ya figura en el documento de dota-
ción de la alberguería de Santa María la Real, el año 1052 (azor de illos iudeos),
documento que sitúa el barrio hebreo en este momento junto a la «puerta antigua»,
en la pendiente septentrional del cerro coronado por el castillo principal de Nájera.
Este azor o muro era reparado a costa de la población judía de la ciudad, como se
determina en el fuero (art. 57).
Desde principios del siglo XI hay noticias de la presencia de judíos en
Nájera, que posiblemente eran descendientes de grupos que vivían allí bajo el
dominio musulmán; pero fue desde el reinado de Sancho el Mayor cuando la ciu-
dad ejerció una particular atracción sobre los judíos por el impulso que este monar-
ca dio a las peregrinaciones a Santiago y constituir la ciudad lugar de paso del
Camino, coincidiendo con el proceso de emigración de numerosos judíos desde al-
Andalus hacia las márgenes del valle del Ebro y las proximidades de dicho Camino.
En el fuero que ese monarca concedió a Nájera, aunque lo conozcamos a
través de la confirmación de Alfonso VI, se ve claramente la política de protección
hacia la comunidad hebrea, pues la caloña que se debía pagar por el homicidio de
un judío era igual a la de un infanzón o la de un monje, y muy superior a la de un
simple villano, siendo en el momento de la concesión del fuero un caso extraordi-
nario de igualación de estos tres elementos sociales que, a imitación de este fuero,
se incluiría en otros. Quizás la justificación de esta elevada suma por la caloña del
judío, además de un intento manifiesto de proteger a los hebreos, podría ser el
hecho de que, al ser el judío directamente dependiente del rey, la caloña habría de
pagarse a éste y no a la familia del difunto o herido (sólo mucho tiempo después,
por ejemplo en el fuero de Sepúlveda, se estableció que la caloña se pagase al judío
igual que al cristiano).

61
MARGARITA CANTERA MONTENEGRO

Además de estas disposiciones referentes a los judíos en el fuero de


Nájera, la comunidad hebrea de la ciudad gozó de un fuero propio, del que sólo se
conservan noticias indirectas, pero suficientes para dar una idea clara de la impor-
tancia de la comunidad, fuero que sirvió de modelo al de otras aljamas de Castilla,
Aragón y Navarra a comienzos del XII, por lo que posiblemente fue redactado a
mediados o fines del siglo XI. El fuero regularía las actividades de la población
hebrea najerense y sus artículos se referían a asuntos como la inviolabilidad per-
sonal así como de los domicilios y propiedades de los judíos, diversas exenciones,
regulación de los pleitos entre judíos y cristianos y los internos de la comunidad
hebrea, como son la fijación de caloñas y de penas por diversos delitos.
Posiblemente, la principal actividad económica de los judíos najerenses
fue la agricultura, como se deduce del hecho de poseer numerosas tierras y viñe-
dos en las proximidades de la ciudad, gozando de un gran poder adquisitivo que
les permitía ir haciéndose con nuevas propiedades. Así, en el apeo de los bienes
de Santa María la Real de diciembre de 1052, figuran diversos judíos, posible-
mente vecinos de Nájera, como propietarios de tierras, en su mayoría viñas, y tam-
bién poseían lagares propios. Las propiedades abarcaban un amplio radio que lle-
gaba hasta Uruñuela y Somalo, al norte de Nájera, hasta Ventosa por el este y las
Arenzanas por el sur.
Pero, además de a la agricultura, los judíos de Nájera se dedicaban a
mediados del siglo XI también al comercio. Y, en relación con él, estaba su acti-
vidad como cambistas de moneda (del que hay un ejemplo en 1052, Elías cam-
biator), actividad necesaria por el paso de peregrinos de distintas procedencias.
No hay noticias de judíos dedicados en esta época a actividades artesana-
les, pero es fácil suponer que un grupo se dedicaría a éstas, especialmente a la
zapatería, orfebrería o al curtido de pieles.
c) Francos: Por último hay que referirse a la presencia de francos, nom-
bre que no sólo designa a franceses, sino en general extranjeros. A menudo eran
peregrinos a Santiago que ya no regresaban a sus tierras de origen y se establecí-
an casi siempre como negociantes o guerreros. Son grupos que, por su lengua e
instituciones jurídicas, representan un elemento extraño para la sociedad, pero su
integración solía ser rápida y de forma natural, pues no existían obstáculos reli-
giosos ni lingüísticos insalvables: la mayoría eran hombres jóvenes y solteros que

62
LA CIUDAD DE NÁJERA EN TIEMPOS DEL REY GARCÍA

se casaban con mujeres de la localidad receptora, de forma que sus descendientes,


en la segunda o la tercera generación se desligaban de la tradición paterna y, dada
la lejanía de su tierra de origen, la asimilación era rápida y completa".
De todas formas, no eran muy numerosos los francos en la Nájera del rey
García; al menos la documentación y la onomástica no reflejan su presencia. Ésta
aumentó en el reinado de Alfonso VI, coincidiendo con el influjo creciente de este
grupo en la vida política del reino y que, limitándonos a nuestra ciudad, se mani-
festó en la entrega de Santa María la Real a la Orden de Cluny y la llegada al
monasterio de muchos monjes franceses.

El testimonio de la antroponimia

Para conocer el origen de los habitantes de la ciudad se puede recurrir a


la ayuda de la antroponimia, que proporciona informaciones sobre la procedencia
geográfica y las influencias culturales dominantes en una región, datos que siem-
pre hay que relacionar con otros elementos para evitar simplificaciones excesivas
y peligrosas.
A medida que avanza el siglo XI se observa una progresiva reducción del
número de nombres y, por tanto, una mayor repetición de antropónimos, así como
el paso del sistema antroponímico antiguo de nombre único a uno moderno, de dos
nombres o dos elementos, en el cual el segundo suele ser un patronímico 60, evolu-
ción que en gran parte se debe a la necesidad de diferenciar a ese número crecien-
te de personas que tienen el mismo nombre.
García de Cortázar ha señalado en la documentación riojana de los siglos
X a XII el predominio de los nombres Sancho, Muño, García, Fortún, Blasco,
Domingo y Enneco, con un claro predominio, por tanto, de nombres de origen
navarro y de reyes, como Sancho y García'. Ese predominio en gran parte se con-
firma para el caso de la ciudad de Nájera, en la cual los nombres más frecuentes

" J.I. RUIZ DE LA PEÑA: «Las colonizaciones francas en el Camino de Santiago», El Camino de
Santiago y la sociedad medieval, coord. Javier García Turza, Logroño, 2000, págs. 140-141.
J.A. GARCÍA DE CORTÁZAR: «El Camino de Santiago y la articulación del espacio en Castilla», El
Camino de Santiago y la articulación del espacio hispánico. XX Semana de Estudios Medievales.
Estella, 26 a 30 de julio de 1993, Pamplona, 1994, pág. 168.

63
MARGARITA CANTERA MONTENEGRO

son Domingo (18 menciones de 216 nombres diferentes) y Sancho (16), seguidos
de lejos por Fortún (9), Galindo (8), García (8), Juan (8), Jimeno o Scemeno (7),
Aznar (6) y Enneco (6) 62 . En cuanto a los nombres femeninos, Tota es el más repe-
tido (8 veces), mientras Auria (2), María (1), Dominica (1), Kisa (1), Legundia (1)
Sarracina (1), Scemena (1), Urraca (1) y Vellita (1) le siguen de lejos.
Se confirma así a través de esta relación la afirmación que Fernández de
la Pradilla hace para todo el ámbito del Reino de Nájera: la existencia de una antro-
ponimia mayoritariamente pirenaica o altonavarra (como son Sancho, Fortún,
Aznar o Tota), con una fuerte influencia castellana o autóctona (Muño y Tello)", a
los que hay que añadir aquellos otros que reflejan la presencia mozárabe, como
Muza, Kazem, Zuleiman o Suleiman, Abdella, Abolkazem, Sarracín o Saracina.
En cuanto a la forma de los nombres, algunas personas son designadas
sólo por su nombre propio (71 menciones de un total de 263 documentadas), sin
apellido ni otra denominación que pueda ayudar a identificarlas, por lo cual debe-
mos considerar que eran personas suficientemente conocidas en su entorno'. Pero
junto a ellos, también en un número muy alto (70) están aquellos que ya unen,
siguiendo la evolución señalada, dos elementos, a menudo el patronímico (como
Aznar Fortunionis, Blasco López, Domingo Vincentiz), completando a veces el
conjunto un locativo de procedencia (11) (Nuño Obecoz de Hormilla de Suso).
Otra forma frecuente de identificar a personas que llevan el mismo nombre es aña-
dir una referencia familiar (45 veces), siendo la más frecuente la filiación (21
veces), aunque no faltan para las mujeres la referencia a su marido (8) o, en otros
casos, la relación fraterna (4), aunque hay una larga gama de lazos familiares como

61 J.A. GARCÍA DE CORTÁZAR: «Antroponimia en Navarra y Rioja en los siglos X a XII»,


Antroponimia y sociedad. Sistemas de identificación hispano-cristianos en los siglos IX a XIII, Santiago
de Compostela-Valladolid, 1995, pág. 292.
" Debido a la escasez de documentación exclusiva del reinado de García III he alargado un poco la fecha
de recogida de información hasta el ario 1070, aunque no hay cambios sustanciales en las referencias
que aportan estos documentos. Me he servido de la relación nominal que Fernández de la Pradilla reco-
ge en el libro ya citado (págs. 72-88), añadiendo algunos nombres más.
La relación de nombres masculinos que aparecen más de una vez se completa con Eiximeno (5), Munio
(5), Muza (4), Pascual (4), Gómiz (4), Lope (3), Blasco (3), Pedro (3), Sarracín (3), Alfonso (2), Ecta
(2), Nuño (2), Tello (2), Velasco (2).
" Op. cit., pág. 88.
Ma.C. FERNÁNDEZ DE LA PRADILLA: Op. cit., pág. 91.

64
LA CIUDAD DE NÁJERA EN TIEMPOS DEL REY GARCÍA

yerno (2), padre (1), madre (1), marido (1), sobrino (1), cuñado (1) o nieto (1). El
oficio era también una forma de individualizar los nombres (28), indicándonos a
veces la pertenencia a un grupo profesional especialmente valorado, como orfe-
bres, herreros o maestros y, por supuesto, los presbíteros, aunque no sea correcto
identificar la dignidad sacerdotal con una ocupación laboral en el pleno sentido de
la palabra.
La adscripción religiosa figura en 13 ocasiones, de las cuales sólo una es
la musulmana (Amuna maura) y 12 la hebrea o judeoconversa, como García
Sanger fuit ebreus.
Por último, un grupo relativamente numeroso (25 menciones) junto al
nombre de pila lleva un locativo de procedencia que nos indica la amplitud del
área de influencia de la ciudad najerense, pues junto a las frecuentes menciones a
la propia Nájera o a alguno de sus barrios (Sopeña o Subpeña, Valcuerna,
Mercado), o a localidades muy cercanas como Tricio y Alesanco que pertenecen
a su alfoz, o Uruñuela y Hormilleja, hay otras situadas a una distancia entre 10 y
15 km., como Cirueña, Bobadilla o Tobía, pero incluso otras mucho más alejadas,
como Fuenmayor65.

5. LA ACTIVIDAD ECONÓMICA EN NÁJERA

La economía najerense se caracteriza desde los primeros momentos de la


Reconquista por un equilibrio entre agricultura y ganadería, con predominio de la
dedicación cerealística y vitícola, que se refleja en las listas de propietarios agrí-
colas, poderosos y modestos, y en las numerosas menciones a terrae, agri, huer-
tos, viñas y parrales, así como las referencias al aprovechamiento del agua para
regadío y para los molinos. Por otra parte, a mediados del siglo XI debía haber una
alta ocupación de las tierras agrícolas, ya que en la delimitación de las parcelas
cultivadas figuran habitualmente otros propietarios o, en todo caso, caminos u

Este aspecto lo resalta J.A. GARCÍA DE CORTÁZAR: Historia de Logroño, II, pág. 109, que habla de
una distancia de hasta 20 km. para Nájera, cuando en otros casos suele ser de 10 o menos km.
GARCÍA DE CORTÁZAR: «La ordenación económica y social de La Rioja Alta en el siglo X»,
Homenaje a D. José AV Lacarra de Miguel con motivo de su jubilación del profesorado, I, Zaragoza,
1977, pág. 103.

65
MARGARITA CANTERA MONTENEGRO

algún otro elemento que nos habla de la actividad humana, pero no hay parcelas
vacías. Hay que añadir pronto una tímida actividad mercantil para el abasteci-
miento local, desarrollada sólo en los centros más destacados de la región, entre
los que, indudablemente, está Nájera (aunque las menciones al mercado no apa-
rezcan hasta mediados del siglo XI).
En la agricultura najerense quizás destacó la producción vitícola, ya que
puede observarse una fuerte concentración de viñas en torno a la ciudad como cul-
tivo intensivo que habla de una especialización vitivinícola (las tierras colindantes
de las viñas suelen ser también viñas, como se describe en las transacciones, espe-
cialmente por parte de pequeños propietarios67). Las buenas condiciones climato-
lógicas y edafológicas explican la continuidad de esta actividad; pero también hay
que considerar un factor social que contribuiría a dar importancia a este cultivo,
como es la presencia de la corte en la ciudad y de la iglesia de Santa María la Real
y de otras iglesias y monasterios, tanto en la propia ciudad como vinculadas a ella
por sus propiedades, que necesitaban el vino para la celebración de la santa Misa,
pero también como alimento, ya que el vino era un producto habitual en la mesa
de los monasterios, y así se regula en la Regla de san Benito, pues era un comple-
mento a la alimentación, más necesario teniendo en cuenta la norma monástica de
abstinencia perpetua de carne.
La fabricación del vino y su almacenamiento en cubas se realizaría a
menudo en las cuevas existentes en la ciudad, algunas de las cuales ya he dicho que
parece ser que se utilizaban como almacenes. También hay que unir las menciones
a «torculares» o trujales, que llegan a ser cuatro en 1052, uno de ellos de los judí-
os; habitualmente se utilizaban para fabricar aceite, pero aquí es más probable que
se tratase de prensas de vino, pues no hay menciones de olivos en estos momentos.
Junto al viñedo, el cereal ocupaba un lugar destacado en la producción
agrícola y a él se dedicaban las parcelas denominadas en la documentación de la
época terrae, hereditates o agri, también numerosas en los campos que rodean a
la ciudad. La actividad cerealera se refleja asimismo en la abundancia de molinos
situados en torno a Nájera, en la existencia del río Molinar en la propia ciudad y
de una «vía de molinos» en Tricio".

" M' C. FERNÁNDEZ DE LA PRADILLA: Op. cit, pág. 184.


" CANTERA: Op. cit., II, doc. 13; FERNÁNDEZ DE LA PRADILLA, Op. cit., pág. 220. El estudio de

66
LA CIUDAD DE NÁJERA EN TIEMPOS DEL REY GARCÍA

La dedicación agrícola se completaba con los huertos, localizados siempre en


zonas de regadío y en los que se obtenían una serie de productos alimenticios
imprescindibles para el abastecimiento de la ciudad. Tierras también irrigadas se
dedicaban a linares, que alimentarían una modesta industria textil, destinada al
mercado local; las parcelas donde se cultivaba esa planta eran casi siempre, según
la documentación conservada, de pequeños campesinos y entre sus propietarios en
Nájera aparecen dos que por el nombre podrían ser de origen musulmán o mozá-
rabe, como son Abhomar y Momaliga o Molaba'. Incluidos a menudo dentro de
los huertos, y en todo caso cerca del río, aunque las menciones no sean muy abun-
dantes, se cuidaban árboles frutales o de consideración semejante, como los noga-
les, cuyo cultivo debía estar orientado a la obtención de aceite, al no haber men-
ciones de olivos.
Las fuentes y aguas eran propiedad comunal, estando muy extendidos los
sistemas de regadío y bien regulada su utilización, con el reparto entre los veci-
nos de horas de aprovechamiento". Son escasas en estos momentos las referen-
cias concretas al uso del agua para riego, pero como límite de propiedades se
habla en varias ocasiones del rivus onde omnes rigant". Por su parte, la mención
de un río de las viñas" constata al tiempo la concentración de este cultivo y la
aplicación del regadío.
Para los molinos se construían canales o regatos que derivaban parte del
curso, como refleja la denominación del río Molinar que atravesaba la ciudad y
cuyas primeras menciones son del año 957. El propio crecimiento de la ciudad
obligó a la proliferación y concentración de molinos.

los molinos en el ámbito riojano fue realizado por J.A. GARCÍA DE CORTÁZAR: «El equipamiento
molinar en La Rioja Alta en los siglos X a XIII», Homenaje a fray Justo Pérez de Urbe!, I, Silos, 1976,
págs. 387-405, poniendo de manifiesto la existencia de numerosos molinos en ese espacio geográfico.
CANTERA: Op. cit., II, doc. 13 para el primero; Cartulario de San Millón, docs. 205 y 208 para el
segundo. IX C. FERNÁNDEZ DE LA PRADILLA: Op. cit., pág. 194.
C. FERNÁNDEZ DE LA PRADILLA: Op. cit., pág. 224 destaca la existencia de una presa en el
Najerilla, vinculada, como es lógico, al regadío. El fuero de Alfonso VI regula la posibilidad de rom-
per las presas del Merdaniel en verano para que todos tuviesen agua abundante para regar los huertos,
pero se penaba la rotura, tanto de las presas del Merdaniel como del Najerila, en otra circunstancia (arts.
43-45), como señala MARTÍNEZ DÍEZ: «Fueros de la Rioja», pág. 407
GARCÍA DE CORTÁZAR: Historia de Logroño, II, pág. 101. CANTERA, Santa María la Real, II,
doc. 13.
" CANTERA, Op. cit.,doc. 13.

67
MARGARITA CANTERA MONTENEGRO

La actividad ganadera está presente siempre en la economía medieval.


Los ganados pastarían en las tierras de aprovechamiento común y en los campos
en barbecho, y así al tiempo que comían los rastrojos abonaban la tierra, aunque
eso sí vigilando que no entrasen los animales en los campos sembrados. La ciu-
dad de Nájera disponía de pastos situados cerca, de forma que los ganados iban y
volvían en el día. Son frecuentes, por otra parte, las menciones documentales a
pastos, incluidas en la enumeración formal de las propiedades que poseía una villa
o un monasterio, claro reflejo de esta actividad ganadera, al igual que las «entra-
das y salidas» (introitus et exitus) parecen referirse a zonas y derechos de paso,
posiblemente ganadero. Donde se observa claramente el peso de la ganadería es
en el fuero, en el que son numerosas las disposiciones sobre esta actividad, impre-
sión que se confirma con la importancia concedida al medianeo (encuentro con los
hombres de comunidades vecinas para resolver las diferencias sobre utilización de
los pastos).
Caza y pesca eran actividades complementarias en la economía medieval,
especialmente en los primeros siglos. La primera actividad se vincula tradicional-
mente a la nobleza, al menos la caza mayor, y no hay más que recordar cómo el
rey García III encontró la imagen de la Virgen cuando estaba de caza por los bos-
ques que entonces rodeaban a Nájera.
La pesca se veía facilitada por las presas de los molinos, que constituían
pesqueras, verdaderas piscifactorías. En la documentación najerense se menciona
a dos pescadores, Álvaro en 1050 y García Sanger en 1052; éste último era con-
verso del judaísmo y propietario agrícola además de pescador. Esta actividad pes-
quera era realmente importante en la economía medieval, ya que por entonces en
todos los ríos había vida y el pescado era un elemento habitual en la alimentación,
teniendo en cuenta también que eran muy numerosos los días de abstinencia de
carne por prescripción eclesiástica.
Desde mediados del siglo XI, en Nájera se desarrolla una economía más
compleja y variada: a las tradicionales actividades agrícolas, ganaderas, pesqueras
y de explotación del bosque hay que añadir las referentes al artesanado y al comer-
cio, constatándose la celebración de un mercado semanal, actividades que ganarán
importancia con el Camino de Santiago, lo que explica que el fuero de Alfonso VI
hable de burgueses y posaderos.

68
LA CIUDAD DE NÁJERA EN TIEMPOS DEL REY GARCÍA

Esa diversidad de actividades económicas se explica en gran parte por la


existencia de una red de vías de comunicación que unen la ciudad con otros núcle-
os más o menos próximos". Los caminos de Nájera no eran grandes ejes de comer-
cio o de relación con núcleos muy alejados, sino que generalmente hacen referen-
cia a núcleos menores y cercanos a la ciudad y son limites conocidos de las tierras
documentadas. A excepción del Camino de Santiago (calzada, camino quod vadit
ad Sanctum lacobum, lacobensis camino), los otros caminos o senderos suelen
partir de Nájera y la comunican con los lugares de su propio término (Valcuerna,
Santa Marina...) o con aldeas algo más alejadas (Tricio, Arenzana, Huércanos, San
Millán, Alesanco...).
El mercado semanal, que en Nájera se celebraba los jueves, servía para
que los vecinos de la ciudad intercambiaran sus productos con los de los lugares
próximos, dando salida a los excedentes agrarios de los grandes dominios y los
productos artesanales de fabricación local. La referencia a tiendas, evidente por
haber un barrio de Tiendas, nos habla de un comercio estable.
De la actividad mercantil, los reyes obtenían ciertos ingresos proporcio-
nales a las transacciones efectuadas, el llamado teloneo. Pero en ocasiones los
monarcas cedían estas cantidades o parte de ellas como limosna a un centro reli-
gioso; es el caso de Nájera, pues, como ya he señalado, nuestro rey García dotó la
alberguería de Santa María la Real con la décima parte del teloneo del mercado de
Nájera y poco después concedió a la propia iglesia la cuarta parte de esas rentas.
Seguramente, los productos vendidos en este mercado son predominante-
mente de carácter agrícola, es decir, alimentos y animales, y junto a ellos tejidos
de fabricación local, cueros, hierro y herramientas y objetos de madera; por ello,
debía tratarse de una producción no muy especializada y toda ella procedente de
un ámbito cercano y dirigida al abastecimiento local. Pese a este carácter neta-
mente rural del mercado najerense, podría haber en él también, al menos en cier-
tos momentos, productos manufacturados y de lujo llegados a través del Camino
de Santiago o del cercano dominio islámico. Los ámbitos de comercio podrían

" J.F. GARCÍA 'FURZA: «Ciudades y aldeas: Nájera», Del Catábrico al Duero. Trece estudios sobre
organización social del espacio en los siglos VIII a XIII, pág. 239. Relación detallada de las diversas
vías de comunicación, tanto terrestres como fluviales existentes desde la ciudad de Nájera, en M'
Concepción FERNÁNDEZ DE LA PRADILLA: Op. cit., págs. 235-236.

69
MARGARITA CANTERA MONTENEGRO

verse, aunque algunos años más tarde, a través de los fueros; así el de Logroño
establece a favor de sus vecinos la exención de portazgo en Nájera, mientras que
los vecinos de Nájera recibían en su fuero el privilegio de exención de portazgo en
Logroño, pues acostumbraban a ir a distintas partes del reino para realizar todo
tipo de negocios'.
De todas formas, esto no puede hacernos olvidar el carácter netamente
agrario de la ciudad de Nájera a mediados del siglo XI, pues el despertar del
comercio en ella debió de producirse tras su incorporación a Castilla en 1076.
Vinculado al comercio siempre está el uso de la moneda. A menudo se ha
sostenido la existencia de una ceca en Nájera", en la que el rey Sancho III el
Mayor habría mandado acuñar los primeros sueldos de doce dineros en vellón
hecho que, de ser cierto, trascendería los límites puramente económicos, como
señala Rodríguez Latorre", pues desde el punto de vista económico revelaría la lle-
gada de metal a la ciudad, la convertiría en centro emisor y en lugar de cambio de
moneda, resaltaría su importancia política y habría tenido también consecuencias
culturales y artísticas, ya que habría supuesto el traslado de monederos allí. De
todas formas, el mismo autor señala que no hay ninguna referencia documental
segura que testifique la existencia de esta ceca; la única que podríamos señalar, y
no se refiere expresamente a la ceca, es la presencia en la ciudad en 1062 de un
aurifice, un orfebre, Marguan, aunque ello no quiere decir que su presencia esté
vinculada a la fabricación de moneda, pues más bien podría relacionarse con la
residencia de la corte real. Este Marguan testifica en dos documentos, lo que refle-
ja su posición social elevada, propia de este tipo de artesanos en el mundo medie-
val, pero también figura como propietario agrícola, lo que indica que su residen-
cia en Nájera era permanente, no ocasional.
Son muy escasas las noticias de artesanos en la documentación najerense de
esta época, y junto al orfebre antes citado sólo se habla de dos ferreros: Blasco y

" F. RUIZ GÓMEZ: «El Camino de Santiago: circulación de hombres, mercancías e ideas», IV Semana
de Estudios Medievales de Nájera, del 2 al 6 de agosto de 1993, Logroño, 1994, pág. 185.
" J.A. GARCÍA DE CORTÁZAR: «Introducción al estudio de la sociedad altorriojana en los siglos X a
XIV», Berceo, 88 (1976), pág. 17; M . Concepción FERNÁNDEZ DE LA PRADILLA: Op. cit., pág.
229.
76 Luis Eduardo RODRÍGUEZ LATORRE: «Una ceca en el Camino: la ceca de Nájera», IV Semana de
Estudios Medievales de Nájera, del 2 al 6 de agosto de 1993, Logroño, 1994, pág.279.

70
LA CIUDAD DE NÁJERA EN TIEMPOS DEL REY GARCÍA

Dominico. Ambos herreros eran, además, propietarios agrícolas, y con su activi-


dad artesanal cubrirían las necesidades tanto del mundo rural como del urbano y,
quizás, también, del militar con la fabricación de armas.

6. EL CAMINO DE SANTIAGO

Resulta imposible cerrar esta intervención sobre Nájera sin hacer referen-
cia al Camino de Santiago, aunque su influencia en la ciudad creció ya a finales
del siglo XI y fuese menor que en otros casos, como señala Ruiz de la Peña, pues
actuaba sobre una ciudad antigua donde pesaban más los elementos preexisten-
tes". No hace falta resaltar, pues se ha hecho ya muchas veces, la importancia del
Camino de Santiago como gran vía de comunicación entre los reinos hispánicos y
el resto de Europa, siendo elemento de influencia cultural, de articulación del espa-
cio, eje de urbanización y cauce de circulación de personas, mercancías e ideas".
Por su parte, introdujo en el espacio castellano entre 1079 y 1175 un sentido domi-
nante de comunicación este-oeste, sobre el antiguo norte-sur, entre el Mar Cantá-
brico y el Sistema Central'.
El paso por la ciudad de Nájera se debe a una decisión de Sancho el
Mayor para facilitar el trayecto que a través de Álava salía a Briviesca". En el siglo
XI en Nájera se llama al Camino strata de francos, nombre significativo de la
influencia que traerá. Los peregrinos entraban en Nájera por la antigua vía roma-
na de Tricio, con un itinerario marcado por Passini s ' a lo largo de la calle Santiago,
pasando ante la iglesia de San Miguel y saliendo por el oeste de la ciudad entre los
dos altos fortificados, para dirigirse hacia Azofra junto al Campo de Lodas, como

" J.I. RUIZ DE LA PEÑA SOLAR: «La formación de la red urbana en el tramo riojano del Camino de
Santiago y las colonizaciones francas (siglos XI-XIII)», Actas de la Reunión Científica «El Fuero de
Logroño», coords. FJ. García Turza e I. Martínez Navas, Logroño, 1996, pág. 216
" !dem, ibidem, págs. 215.
" José Ángel GARCÍA DE CORTÁZAR: «El Camino de Santiago y la articulación del espacio en
Castilla», El Camino de Santiago y la articulación del espacio hispánico. XX Semana de Estudios
Medievales. Estella, 26 a 30 de junio de 1993, Pamplona, 1994, pág. 181.
L. VÁZQUEZ DE PARGA, J.M. LACARRA Y J. URÍA, Las peregrinaciones a Santiago de
Compostela, II, Madrid, 1948-1949, págs. 11-12.
Villes médiévales, pág. 79.

71
MARGARITA CANTERA MONTENEGRO

señala Moya Valgañón". Posiblemente algunos peregrinos se desviarían hacia San


Millán de la Cogolla para visitar la tumba del santo". La vinculación al Camino
también se manifiesta en la existencia de la alberguería fundada por el rey García
al mismo tiempo que la iglesia de Santa María.

" José G. MOYA VALGAÑÓN: «El trazado del Camino de Santiago en La Rioja: aspectos de planea-
miento y construcción», IV Semana de Estudios Medievales. Nájera, del 2 al 6 de agosto de 1993,
Logroño, 1994, págs. 108-109.
" Mem, ibidem, pág. 112.

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