El Modelo Gustavo
El Modelo Gustavo
El Modelo Gustavo
Andrés Cañizález
Hechos de tres décadas atrás, tal vez, puedan ayudarnos ver con claridad de qué estamos
hablando. La edición 397 de la revista SIC, del Centro Gumilla, correspondiente al mes de julio de
1977, relataba con indignación dos hechos que simbolizaban cómo la corrupción había penetrado
el Estado venezolano.
Era la época del primer gobierno de Carlos Andrés Pérez y el país vivía, como hoy, una indigestión
de ingresos petroleros. José Muci Abraham había renunciado como Contralor General de la
República, al verse atado de manos para actuar contra los funcionarios gubernamentales, muchos
de ellos señalados de ilícitos en el manejo de los fondos públicos nacionales. El país vivía una
suerte de ilusión, gracias a los petrodólares y, así, el discurso anticorrupción no sólo era desoído
en el alto gobierno: tampoco provocaba la indignación ciudadana.
La renuncia de Muci Abraham fue seguida de la destitución del coronel Oscar Álvarez Beria como
superintendente de protección al consumidor. El coronel había realizado una serie de denuncias
sobre cómo desde el entonces Ministerio de Fomento, con el boom de las importaciones, se estaba
beneficiando a algunos empresarios. Entre los señalados por Álvarez Beria figuraba Gustavo
Cisneros, entonces propietario de la cadena de supermercados CADA. Para que no quedaran
dudas de la lógica gubernamental, que prevalecía entonces, el coronel que hizo la denuncia fue
destituido de forma fulminante, y simultáneamente regresaron a sus cargos del Ministerio de
Fomento a cuatro funcionarios que habían sido acusados por corrupción.
En el libro escrito a cuatro manos por los periodistas Ramón Hernández y Roberto Giusti, con las
memorias de Carlos Andrés Pérez, el dos veces jefe de Estado relata el papel que tuvo Gustavo
Cisneros en varios momentos de la vida nacional. El más simbólico tal vez sea el caso de cómo
Pérez pudo abortar, con el apoyo mediático de Cisneros, el intento de golpe de Estado que
encabezara Hugo Chávez en febrero de 1992.
Por otra parte y hasta donde sabemos, Cisneros ha sido el único empresario de medios de
Venezuela que ha podido estar cara a cara con el presidente Chávez, en los últimos años. Como
ninguno de los involucrados ha dicho que se habló allí, todo lo que se diga es mera especulación,
pero es bueno recordar que esa entrevista sucedió a poco del referéndum de agosto de 2004, y la
misma pudo realizarse con los buenos oficios, nada menos, que de un ex presidente
estadounidense: Jimmy Carter.
La semana pasada Gustavo Cisneros tuvo un inusual mensaje público para explicar al país lo que
ha ocurrido con su canal Venevisión. Presentado como magnate de los medios, por el fuerte peso
que tienen sus negocios en varios países, Cisneros había optado por el bajo perfil en los últimos
años, en relación con la situación político-mediática de Venezuela. Muchos, sin embargo,
recuerdan que una de sus últimas apariciones públicas fue a la cabeza de una multitudinaria
marcha de oposición en el año 2003 para defender la libertad de expresión en el país.
Venevisión y el propio Cisneros volvieron a estar en el tapete en las últimas semanas, y no era
para menos. La decisión gubernamental de que RCTV debía salir de la televisión abierta, con el
cese de una concesión que tenía 53 años, estuvo acompañada de la renovación del permiso para
la planta del tigrito, aunque sólo por cinco años. Si la tesis gubernamental era acusar de golpista a
RCTV, por el papel de esta planta en abril del 2002, esa misma acusación valía para el resto de
medios, incluyendo –sin duda alguna- a Venevisión. Lo que en realidad presenciamos con el tema
de la asignación de las concesiones, y el mensaje de Cisneros viene a corroborarlo, es que no era
un asunto meramente administrativo, sino una decisión esencialmente política.
Cisneros, en su mensaje, justifica el giro de 180 grados que en materia editorial dio Venevisión. Y
precisamente asevera que ello obedeció a que tomó conciencia de que un medio no puede tener
partido en un conflicto político. Eso, en la teoría, es irrebatible. Sin embargo, lo que sucedió con el
canal de La Colina no fue que optó por el equilibrio, sino que abrazó la causa gubernamental. El
informe de la Unión Europea sobre las elecciones de diciembre pasado, y que ya hemos reseñado
en este espacio, refleja con claridad ese posicionamiento. Se podía estar en descuerdo con el
estilo incisivo y ácido de Napoleón Bravo, pero es un flaco favor a la democracia que Venevisión
haya suprimido su espacio matutino de opinión y entrevistas, como lo hizo dos años atrás, y que en
su lugar haya colocado un espacio para la astrología y la lectura de cartas del Tarot.
Venevisión, por cierto, se distinguió durante décadas por tener en dicho espacio a figuras tan
polémicas como Sofía Imber y Carlos Rangel.
Hoy, en un momento crucial de definición democrática, Cisneros y Venevisión tienen un serio reto –
de cara a la sociedad- sobre cuál es su horizonte de país.