Novaro - Némesis y Transición A La Democracia (1979-1983
Novaro - Némesis y Transición A La Democracia (1979-1983
Novaro - Némesis y Transición A La Democracia (1979-1983
1983)
1979 pudo haber sido el año de la consolidación de la dictadura y de la puesta en marcha de susplanes
de largo aliento. Sin embargo, los jefes del Proceso tomaron por entonces decisiones quecerraron esa
posibilidad y conducirían al colapso del régimen. La autorización de la misión de laCIDH para acallar las
críticas externas fue un grueso error de Videla: esa misión amplificó lasvoces de denuncia, como las de
Madres de Plaza de Mayo y algunos políticos (entre los que sedestacaron el radical Raúl Alfonsín y el
peronista Deolindo Bittel) y agravó su aislamientoexterno.
El alza de las tasas de interés internacionales hizo que la deuda pública y privada,
incrementadaacelerada-mente en los años previos, se volviera impagable y pusiera en crisis la
estrategiaeconómica, que sin embargo no se modificó, lo que condujo a una aguda recesión y
aceleracióninflacionaria al inicio de la presidencia de Viola, en 1981. Se profundizaría así el proceso
de desarticulación económica, desindustrialización ydesigualdad de condiciones iniciado a mediados
de la década anterior. Para peor, en el intento de evitar una salida poco honrosa del poder, los militares
jugarían conGaltieri una última carta: la invasión de Malvina.
A mediados de 1978, Videla pasa a retiro y logró ser reelecto en la presidencia por losgenerales y la
junta: seguiría el cargo hasta 1981. Con esto se pensaba que iba a lanzarsu plan político para la salida del
régimen, mediante una convergencia cívico-militar. laque se hablaba en los cuarteles y en los partidos.
Su cuidada imagen de austeridadsanmartiniana y devoción católica lo convertían en la figura adecuada
para encarar esatransición: inmune a la “politiquería”, “implacable pero no salvaje” en la lucha contrala
“subversión” y el desorden. Después del espectáculo que diera el último gobiernocivil, no pocos creían
que la república no podría hallar un protector más adecuado.
1) el mismo Videla, que sentía repulsión por las practicas partidarias. Tampoco veíacon buenos ojos
que otro militar como Viola, lo hiciera. Esperaba que surgiera un civilapolítico capaz de mantener la
unidad nacional que había creído forjar.
2) las pujas internas que con el tiempo fueron creciendo, Videla logró legarle lajefatura a Viola, pero
éste siguió siendo resistido por el generalato, que lo considerabapopulista y “politiquero” y lo aceptó en
el cargo sólo por el plazo de un año, hastaseptiembre de 1979. Esta postura no sólo fue promovida
por Suárez Masón sinotambién por su par del Cuerpo III, el general Luciano B Menéndez otro “señor de
laguerra” tanto a la hora de secuestrar “subversivos” como de resolver diferendosterritoriales.
Martínez de Hoz y el titular de Interior, el general Albano Harguindeguy-en otros aspectos estrechos
colaboradores del presidente-, también pusieron lo suyo.Así, se replicaban en la política los disensos
cruzados que, como vimos, afectaban lagestión económica.
En esa tensión se menciona la importancia del ministro del interior ya que esta tuvo unpapel activo en
postergar la apertura: fue la principal usina de la idea de crear unanueva fuerza, el Movimiento
de Opinión Nacional (MON), que seria la únicaautorizada a ejercer cargos públicos o presentarse
a elecciones, con la esperanza de disolver los viejos partidos. el MON generó resistencias inesperadas
en esos partidos.En un principio, el Proceso había sido más tolerante con ellos que el onganiato: sólo
loshabía suspendido, no prohibido; además había dejado en funciones a buena parte de losintendentes
electos en 1973 (en 1979, llegó al 90% la proporción de civiles en esoscargos, con mayoría radical,
aunque también había peronistas, desarrollistas,intransigentes, socialistas, conservadores y
vecinalistas.
El caso de Balbín es para recordar como emblemático. El líder radical, se esmeró enmantener en pié la
estructura de la UCR y establecer un “diálogo constructivo” con losjefes militares. Aprovechando la
dispersión de los peronistas. Amén de su confianza enla sinceridad de Videla de crear una “democracia
ordenada y estable”. Por tal motivo,ante la visita de diputados americanos x los temas de DDHH,
y la UCR comorepresentantes de los partidos políticos, respondieron que eran denuncias
infundadas,en todo caso, promovidos por los grupos terroristas. La UCR, solo criticó el modelo
económico.
Esto fue tomado maso por la Junta, y particularmente por Videla, ya que para él leresultaba
esencial mantener a Martínez de Hoz debido a que sus contactos financierosera el único vinculo firma
con los EEUU y prometía logros que consolidaría el apoyode la opinión publica sin necesidad de dialogar
con los partidos. Además, mantenersealejado de los partidos también le ayudo a Videla a mantener
la relación con losempresarios y sus organizaciones (la Asociación de Bancos, la Sociedad Rural y
laCámara de Comercio)
Ante la fallida huelga de abril del 79, la UCR se solidariza con ellas. Entonces Videlapasa al bando de
Harguindeguy y Martínez de Hoz, en sostener que los viejos esos(políticos) eran para desconfiar.
Videla apostó a consolidar su poder por otras vías. Su primera opción fue buscar elapoyo
estadounidense y para demostrarle su vocación democrática, ya ganada la guerraantisubversiva. Por este
objetivo acepta que venga la ClDH desde 1977 (con la mayoríade los uniformados en contra ya que lo
consideraba como una claudicación de lasoberanía) creyendo que EEUU lo iba a beneficiar y que la
sociedad civil y la clasepolítica lo acompañaría a mostrar un "país de paz". Aunque el régimen
desmanteló lamayor parte de los centros de detención y liberó a buena parte de los presos políticos
(amediados de 1979 quedaban en esa condición 1600 personas y la mitad de ellas salió del país enlos
meses siguientes), la misión de la CIDH, que llegó a comienzos de septiembre de ese año,no se dedicó a
registrar esas “mejorías” sino a indagar la suerte de los desaparecidos. Para esorecogió el testimonio de
sus familiares (5580 casos) y lo consideró prueba suficiente parainformar que “organismos de
seguridad del gobierno” habían “dado muerte a numerososhombres y mujeres después de su
detención”. El Proceso, sin querer, había abierto la puerta paraque la verdad de lo sucedido saliera a la
luz. Ya no podría evitar el repudio externo y tampoco ellento desgaste del consenso interno sobre el
tema. La prensa oficialista como José M Muñoz,que en el marco del mundial juvenil de Fútbol en Japón.
Alentaba a los hinchas a concurrir a lasoficinas de la CIDH para mostrar lo poco representativas que eran
las voces disidentes tampocosirvió de mucho. Para q este desgaste se hiciera visible, hubo que esperar
un poco más. Almomento, la sociedad no reaccionaba.
Una solicitada firmada por las más importantes asociaciones empresariales y profesionales llegóal
extremo de afirmar que en “idénticas circunstancias volveríamos a actuar de
idénticamanera”. La Conferencia Episcopal no reaccionó cuando, en octubre de 1979, el papa JuanPablo
II le pidió que “se hiciera eco del angustioso problema de personas desaparecidas en esaquerida nación,
pues dañan el corazón de muchas familias y parientes”. Los militares, por suparte, sumaron otro motivo
a la mediación por el Beagle, que estaba favoreciendo a Chile, paradisgustarse con el Vaticano y el
mundo. A eso se agregó el gesto del Papa, que recibió a lasMadres a fines de ese año. Sólo unas pocos
dirigentes políticos: Alfonsín y Deolindo Bittel,que impulsó una valiente declaración de ese partido
en la que por primera vez sedenuncio "la violación sistemática de los DDHH". Bittel fue sólo
acompañado por undirigente hasta entonces ignoto, Herminio Iglesias, y desautorizado por el resto de
suscompañeros, incluída Isabel, quien desde su lugar de detención declaró que
los“inspectores de la CIDH” no tenían nada que enseñarles a los argentinos en materia dederechos.
Alfonsín sufrió lo propio entre sus correligionarios, alineados detrás de latesis de Balbín.
La postura predominante en la opinión pública y las elites locales no se modificó nisiquiera después de
conocer el informe de la CIDH.
Lo que confirmó la ClDH es que se afirmó en el ejercito lo que propugnaban lasfacciones del
régimen que denominamos aislacionistas y regionalistas: que el error nohabía sido cometer crímenes,
sino no haber sido mas exhaustivos al cometerlos y haberinsistido en buscar un acuerdo imposible con
EEUU y los organismos internacionales
Cuando la via democrática fracasó, Videla se centró en lo que desde el comienzo habíasido la apuesta
mas firme, lograr un éxito económico que destrabara todas susresistencias, internas y externas.
Pero en este terreno también se revelaron lastensiones debido no solo al contexto nacional, sino
internacional
En septiembre de 1979, surge un cambio drástico en el sector financiero EEUU decidea fin de frenar la
inflación y fortalecer el dólar, triplicar la tasa de %, de sus bonos (del5 al 14%), en consecuencia, los
fondos que llegaban a la Argentina para financiar susdesequilibrios y sostener la tablita dejaron de
hacerlo, pues emigraron a los bonosnorteamericanos Los capitales que habían venido se
empezaron a ir y con elloscapitales argentinos. Las empresas que habían tomado créditos muchas
no lo podíanpagar o dejaron de hacerlo para llevar a la quiebra sus empresas y fugar sus capitales
alexterior.
En marzo de 1980, justo cuando se iniciaba el diálogo político, varios bancos entrenados en la“bicicleta
financiera” se declararon insolventes y fueron liquidados. Tal como establecía el régimen degarantías de
los depósitos vigente desde 1977, el Banco Central devolvió el dinero a los ahorristas. Elestado incluso
debió hacerse cargo de los créditos externos tomados por esas entidades, de los quehabía sido garante.
Se inició así una generalizada estatización de los pasivos empresariales (que porentonces sumaban 13
000 millones de dólares)
La estatización de deudas
La UIA la Sociedad Rural y otras entidades reclamaron que el estado ayudara a las empresas apagar sus
deudas para evitar que quebraran. La asistencia brindada a algunas disparó presionesde las demás y el
estado resultó víctima de una nueva versión de la “puja distributiva”. En noviembre de 1981 se lanzó la
primera de varias iniciativas generales para resolver elproblema: Domingo Cavallo, entonces
subsecretario de Interior, elaboró un plan de reactivacióncon una tasa de referencia más baja que los
intereses del mercado. El fisco pagaría la diferenciaa los acreedores.
El argumento de Cavallo fue que, como el estado había perjudicado a las empresas con supolítica de
apertura y sobrevaluación cambiaria, debía reparar el daño. Cierto es que buena partede esas
“compensaciones” fueron para empresarios que no se perjudicaron Martínez de Hoz convenció a Videla
de que las altas tasas internacionales no podían durar y deque era mejor aguantar con la tablita que
abandonarla “justo cuando iba a dar sus frutos”. Así fue que, a lo largo de 1980, el presidente anunció
una y otra vez que la sostendría a todacosta. Las expectativas de que sobrevendría una gran
devaluación siguieron creciendo eintensificaron la compra de dólares y la fuga de capitales, por las
que el Banco Central perdió lamitad de sus reservas. La bomba estalló en manos del reemplazante de
Videla, Roberto Viola, enmarzo de 1981: quien más abiertamente se había opuesto a Martínez de Hoz
desde el interiordel régimen quedó finalmente a cargo de administrar las secuelas de su política.
El gobierno de Viola se caracteriza por las medidas de ajuste, de la pérdida delsalario real y
devaluaciones que no hicieron mas que subir la inflación y ladesocupación. Con un mayor costo
social. En este contexto, el plan de apertura deViola no concito ningún entusiasmo en los políticos y
termino de enemistarlo conlos uniformados. en julio de 1981, los políticos no aceptaron cargos en un
gobiernoasí y formaron la Multipartidaria: la UCR, PJ, MlD, Pl y DC. Era, en concreto, un acuerdo para
reclamar plazos y elecciones. A cambio, los partidos seguiríanmostrándose comprensivos en
lo que más interesaba a los militares: laMultipartidaria se negó a recibir a las Madres y avaló el
llamado de la iglesia a lareconciliación; ya que sociedad no revelaba mayor interés en revisar el pasado y
se conocía yamuy bien lo que él ocultaba, el intercambio de elecciones por olvido parecía razonable.
En diciembre de ese año, en una votación, terminó la etapa aperturista de Viola ycomienza el
gobierno de Galtieri, anunciado como una etapa refundacional. Sinembargo, Martínez de Hoz no
había logrado entregarles a los militares nada parecido alcapitalismo estable, abierto y competitivo
que había prometido. Si les ofreció unsistema económico más integrado y dependiente de los
circuitos financieros externos, ymucho mas concentrado en pocos grandes actores. Pero también
afectado por una muyalta inflación, con múltiples actores productivos en problemas o quebrados y un
Estadoquebrado que no podía sostener la inversion publica ni siquiera pagar el sueldo de susempleados.
El proceso de “ajuste caótico” que siguió a la tablita repitió, agravado, el que sehabía vivido entre 1974 y
1976. Aceleró y agudizó la transferencia de ingresos que los sucesivosgobiernos habían propiciado desde
entonces. Pero lo hizo con tal grado de destrucción de lasinversiones productivas, de los empleos y de
los recursos financieros y fiscales del estado, que seconvirtió en un fenomenal boomerang para las
autoridades. Y en una fuerte limitación de lasopciones que tendrían a su alcance quienes las sucedieran.
El sector informal dio lugar a una nueva pobreza. El mercado de trabajo formal perdióla capacidad de
absorción de nuevos trabajadores. Cuentapropismo en sectores de muybaja productividad (el
pequeño comercio informal, principalmente), el trabajotemporario y las contrataciones precarias
por completo ilegales, el trabajo infantil, lossalarios total o parcial-mente en negro, la asignación de
tareas muy por debajo del nivelde calificación de la mano de obra, el sobre-empleo y el pluriempleo
como opcionesdesesperadas con las que muchos buscaban completar un ingreso digno y
otrassituaciones similares se multiplicaron por doquier.
En este marco, el empleo público, sobre todo en provincias y municipios, era la únicafuente de trabajo
estable y su crecimiento actuó como un colchón que amortiguó losdéficits laborales y desequilibró aún
más las cuentas publicas. En conjunto, los ingresosde los sectores populares se derrumbaron. La
participación de los salarios en el PBI descendiódel 45% en 1974 al 34% en 1983.
La pobreza y la indigencia por insuficiencia de ingresos se aceleró. Con esto, la mismaestructura social se
modifico: los más afectados fueron los trabajadores no calificados ylos jóvenes. Esto desató una ola de
emigración de mano de obra calificada que superó a laoriginada en motivos políticos en 1966 e incluso a
la registrada entre 1974 y 1977 por lacombinación de esos motivos y los económicos. También se
modificaron drásticamente laspautas de segregación urbana. Las villas de emergencia dejaron de ser un
lugar de tránsito desdeel cual se podría acceder, con más o menos tiempo de espera según los casos y
las épocas, a una residencia consolidada, porque alquilar o comprar una vivienda se volvió una meta
inalcanzablepara muchas familias. Los asentamientos irregulares pasaron a ser su hábitat permanente,
ellugar “al que ellas pertenecían”.
Si es que lograban salir de allí, era, por regla general, para mudarse a viviendas similaresO incluso de
peores características: la erradicación de las villas del centro de Buenos Aires y otras ciudades en estos
años significó que se expandieran numerosos barrios marginales tan o más pobres en los anillos más
alejados de esas urbes.
Los organismos de DDHH hicieron su primera marcha publica durante 1980, se volvieron asiduasdurante
1981. Eran no más de 1 millon de personas
En lo cultural, cine, teatro, música rock, volvió a surgir gracias al relajamiento represor del periodo
deViola. Tiempo de Revancha, Teatro Abierto (tipo festival de obras de teatro, fuera de circuito
comercial)despertaron alarma en los cuarteles, asi un dia apareció incendiado el Picadero. En gral no se
mezclabancon la política, salvo x ejemplo la revista HUMOR aprovechó para incorporar a sus páginas el
análisispolítico hasta entonces ausente. No alcanzaron a impactar más que en sectores acotados de la
opinión.La sociedad se activaba y los jóvenes expresaban ansias de rebeldía que el régimen había
prácticamentesuprimido en el pasado. Pero nada de ello era de momento una seria amenaza a la
supervivencia de éste.
El problema fue, la actitud predominante en los cuarteles y civiles cercanos muyambiciosa y
optimista como para resignarse a una salida prudente, mas cuando teníanel aval de los grandes
empresarios que temían volver a la situación anterior de 1972. Loque no podía volver o repetirse, era la
permeabilidad ante las presiones populistas. Deahí que hayan celebrado la asumida de Galtieri y se
reprodujo la formula de Videlaaplicada a la puja distributiva: congelamiento de salarios
acompañado por alza detarifas e impuestos y liberalización de los precios y del tipo de cambio.
Por otra parte, la crisis interna y externa del régimen estimuló su perfil guerrero. Estose vio afianzado
por el curso de la política internacional. La asumida de Reagan enEEUU recibió con los brazos
abiertos a Galtieri, que pidió que cediera el embargo aArgentina pero el Congreso no lo dejó. El gobierno
argentino creía que la revoluciónneoconservadora en marcha en EEUU y Gran Bretaña le daría la razón al
proceso, dadoque compartía el fervor anticomunista, la opción militar para los países del 3er Mundoen
aprietos, las privatizaciones y el ajuste fiscal para contender a los sindicatos.
Lo que se debía resolver era el frente interno y la carta en la manga del gobierno eranlos planes para
invadir Malvinas. Esta invasión se realiza en abril de 1982 con un éxitorotundo. Al haber preservado el
secreto hasta último momento, la ocupación de las islasfue rápida e incruenta. El apoyo de la opinión
pública y la dirigencia civil fue tanamplio y entusiasta que Galtieri pudo asomarse al balcón de la Casa
Rosada y ver unaPlaza de Mayo colmada. Los asistentes se cuidaron de vivarlo, pero le
dieronesperanzas de que, si todo salía bien, llegarían a hacerlo. Los sindicatos y
laMultipartidaria aceptaron suspender sus reclamos por salarios, reactivación y apertura yen pro de la
“causa nacional”, y hasta Montoneros ofreció su colaboración desde el exilio. Las Madresproclamaron
que “las Malvinas son argentinas y los desaparecidos también”, olvidando que muchosno lo eran: hasta
los derechos humanos debían ahora nacionalizarse para ser legítimos. Y, como marcode todo ello, hubo
algo que el régimen extrañaba desde la “campaña anti argentina” y que lo volvió aaproximar a los
fenómenos fascistas: la masiva y activa disposición de la sociedad a acallar a losdisidentes.
Sin embargo, el escenario diplomático y la actitud británica frustraron desde un principio lasexpectativas
de la Junta. A horas de la invasión, el Consejo de Seguridad de la ONU emitió unaresolución que la con-
denaba y ordenaba a la Argentina retirar sus tropas, que fue votada in-cluso porpaíses favorables a la
descolonización pero no a avalar el uso de la fuerza, menos aún si quienesvivían en las islas no eran
ciudadanos argentinos ni deseaban serlo
La causa “Malvinas”La causa Malvinas fue ocasión para que periodistas, artistas y dirigentes de toda
laya,incluso algunos a los que el régimen había tratado bastante mal, participaran conentusiasmo de
actividades públicas que celebraban la “recuperación de las islas” ycensuraban a las pocas voces que se
atrevían a recomendar prudencia o desalentar unaescalada. Voces entre las que se contaban dos que
habían sido hasta entonces muchomás procesistas que la media, Álvaro Alsogaray y Arturo Frondizi, pero
que entendíanalgo más que el resto de política internacional y otra que no lo había sido tanto,
RaúlAlfonsín, y que, tras ser criticado por su partido (incluso por Illia y miembros de supropio sector),
optó por guardar silencio.
Pero para Galtieri esto no había sido un recurso desesperado para ganar tiempo o salirdel paso ante la
protesta social, sino mas bien la llave para contrarrestar una larga seriede frustraciones argentinas con
sucesivos proyectos de expansión economica, política ymilitar. Ante la presión militar inglesa, el
presidente busca apoyo en un frente ya noanticomunista, sino antiimperialista. Finalmente, el 14 de
junio, y pese a que Galtieri había ordenado “combatir hasta elúltimo hombre”, se rindieron. Alrededor de
700 argentinos y 300 británicos murieronen la contienda. La noticia cayó como una bomba en el ánimo
de la población, quehabía querido creer la versión difundida por los medios locales según la cual las
pérdidas del enemigo eran tan grandes que no tardaría en desistir. Miles de personasindignadas
salieron a las calles. Como consecuencia de esto, el 16 de junio elgeneralato obliga a
Galtieri a renunciar. La Armada y la Fuerza Aérea se van de laJunta para que la responsabilidad
recayera solamente en el Ejército. Este decide ensolitario que el nuevo presidente sea Bignone y este
anuncia el inicio de la transición ala democracia. Si ese lapso no fue más breve, se debió a que los
partidos no estaban preparados paraacelerar las cosas y temían el descalabro que podría resultar de
ejercer mayor presión sobre Bignone.Tanto es así que, una vez acordado el cronograma que fijó los
comicios para octubre de 1983, le dejarona éste las manos bastante libres para que hiciera lo que
pudiera. Esto tuvo también efectos paradójicos:un gobierno por completo carente de poder.
Cabe destacar sobre todo aquellas decisiones que implemento para congraciarse conempresarios y
sindicalistas, desactivando las pujas distributivas que podían complicaraún más la situación y buscando
restablecer los lazos entre corporaciones. X ej, continuóla licuación de pasivos empresariales y su
estatización a través de nuevas iniciativasdiseñadas por Cavallo, ahora desde la presidencia del Banco
Central; otorgó jugosasconcesiones petroleras, de obras públicas y hasta de medios radiofónicos y
televisivos;extendió la promoción industrial, consistente en generosas reducciones impositivas;inició
una apresurada normalización de las conducciones sindicales y, para relegitimar alas cúpulas
tradicionales, les devolvió el control de las obras sociales y concedióaumentos salariales.
Indiferente al aumento insostenible del déficit fiscal (que en 1983llegaría al 16,8%) y la aceleración
inflacionaria (que sumó un 343,8% anual), Bignonepudo dar estos pasos porque muchos de ellos eran
bien vistos por los partidos, queabogaban por dejar atrás “las políticas de ajuste” aplicadas por el
régimen y causantes detodos los problemas; problemas que, según creían, se disiparían en cuanto se
adoptaranmedidas opuestas y reactivadoras.
Los partidos, además, estaban en otro tema Isabel Perón dio su aval desde Madrid a una fórmulapresi-
dencial compartida con Massera, con lo que terminó de convencer al grueso de ladirigencia política y
sindical peronista de que no convenía contar con ella. Pero, al igual que en1975, esta dirigencia no tenía
los medios adecuados para actuar en ausencia del líder o de unheredero. Los sindicalistas tomaron la
iniciativa, en parte gracias a que estaban recuperando susorganizaciones: lideraron la campaña de
reafiliación al partido y controlaron sus instancias deconducción (Lorenzo Miguel fue designado su
vicepresidente, a cargo de la presidencia). Desde allí impusieron a los candidatos, sin poder impedir
algunos conflictos bastante violentos,como el que enfrentó a Herminio Iglesias con Antonio Cafiero por
la candidatura a gobernadorbonaerense: Iglesias se impuso con el apoyo de Las 62 en medio de golpes y
denuncias defraude.
Los elegidos para integrar la fórmula presidencial fueron ítalo Luder y Deolindo Bittel. Aunqueeran poco
carismáticos y estaban demasiado asociados a los años setenta, Miguel estimaba quebastarían para
triunfar: según él, nada había cambiado en el país, salvo que los militares habíanprobado plenamente
que los peronistas eran los únicos capaces de gobernar con legitimidad yque cualquier error u horror
que pudieran haber cometido había sido ya superado con creces poraquéllos.
Algunas cosas sí habían cambiado. Sobre todo en la UCR, que, a diferencia del PJ, experimentóuna
profunda renovación durante la transición. Renovación que tenía mucho que agradecerletanto al
esfuerzo de Balbín por mantener activa a esta fuerza, como a su desaparición (habíafallecido en
septiembre de 1981): sin Balbín, el alfonsinismo -hasta entonces minoritario- seimpuso en la interna y
liberó al partido del lastre de haber querido entenderse con el Proceso, ubicándolo oportunamente a la
vanguardia de la denuncia de sus crímenes.
Alfonsín tuvo éxito en esta operación de “reinvención” no sólo por los azares de la coyuntura,sino
también porque se adecuó a cambios más profundos que se operaban en la sociedad. Elrepudio total al
régimen y a las Fuerzas Armadas, que fue en aumento a medida que seacercaban las elecciones, no sólo
expresaba la frustración por los fracasos y el horror por loscrímenes que salían a la luz, sino también la
necesidad -más profunda y de más largo aliento- dedar vuelta una página de la historia y hacer a un lado
a los actores hasta entonces dominantes. ElProceso podía considerarse ahora el acto final del largo ciclo
de decadencia: lo que se habíavivido desde 1976 (tal como relataba La república perdida, película
emblemática de latransición) era la conclusión de un periplo iniciado en 1930 y signado por el
militarismo, la faltade respeto a las libertades y al pluralismo, y la violencia creciente.
Este nuevo consenso se fortaleció principalmente en los sectores medios y en las clasespopulares. La
capacidad de los sindicatos de representar sus intereses había disminuido, e inclusoentre los obreros
sindicalizados, que pesaban cada vez menos, primaba la desconfianza hacia laviabilidad y la conveniencia
de un gobierno controlado por los sindicatos. A muchos de esosvotantes les sonaba tentadora la
promesa de Alfonsín de que con una democracia pluralista yestable sería posible recuperar la igualdad
social perdida, porque “con la democracia se come, secura y se educa”. O por lo menos les sonaba mejor
que la cruda advertencia lanzada porHerminio Iglesias, según la cual no había que esperar mucho del
restablecimiento de laConstitución y las formas institucionales porque “con ellas no se come” (aunque
pronto el paíscomprobaría que la visión de Iglesias era en cierto modo más realista que la de
Alfonsín).Este consenso democrático y republicano era en gran medida inédito. Ya no se postulaba
unmovimiento popular que pretendía para sí toda la legitimidad, como había sucedido con
elYrigoyenismo y el peronismo. Tampoco existía ya una disputa irresuelta sobre las reglas dejuego: con la
transición de 1983 se estaba cerrando el largo ciclo de inestabilidad del régimenpolítico.
Pero todo esto llegó acompañado, como hemos visto, por una profunda y acelerada desigualdadde
condiciones y por la exclusión social de amplios sectores, situaciones que la política departidos debería
tratar de reparar con recursos por demás escasos. Si la historia argentina desdemediados de siglo hasta
entonces había sido la de una difícil convivencia entre una sociedadsignada por el igualitarismo y la
movilización y un régimen político azotado por la ilegitimidad,la que desde entonces se empezó a tejer
invirtió los términos y obligó a una democracia aúndébil a cumplir la ardua tarea de lidiar con nuevas
formas de conflicto, desarticulación ynegación de derechos. Algo que se complicaría aún más debido a
que, por el momento, lagravedad de esos problemas era difícil de percibir y comprender. Y también
porque la adhesión ala democracia nacía en gran medida de esa ignorancia y, más que de convicciones
muy firmes,de la conciencia de que todas las demás alternativas habían fracasado.