El Pecado en San Agustin
El Pecado en San Agustin
El Pecado en San Agustin
I. Introducción
San Agustín en su obra Confesiones hace clara mención de la presencia del pecado
en toda su vida, empezando por su infancia y cómo pese a la inocencia uno no se encuentra
libre de pecar en la primera edad; hace mención del hurto que cometió en compañía de
otros, y de allí pudo establecer que el hombre peca con algún motivo. La razón del pecado
halagos, dulzuras, amistad, deleite, etc. Y aquellas no son malas en sí mismas, sino la
inmoderación inclinada hacia ellas obnubila al hombre al punto de pensar que ellos -aun
siendo bienes inferiores- le brindan más gozo que Dios1. El pecado consiste entonces en
una desviación de la mirada y acción humana hacia lo que no es Dios, el presente trabajo
pretende mostrar una aproximación al pecado en San Agustín tomando como referencia
unas determinadas obras: De la verdadera religión, Enquiridión, Confesiones, De los
méritos y el perdón de los pecados; y, Ciudad de Dios. Se trata de una mirada muy general
acerca de esta temática y tiene como fin explicar el pecado como error y manifestación del
mal, continuando con una aproximación a la libertad y voluntad como condición para el
pecado.
II. Desarrollo
a. El pecado como error
Para San Agustín el pecado constituye principalmente un error, mismo que no hace
otra cosa que alejar a la creatura de su creador aumentando así la brecha que lo separa de
la perfección. Pero, el santo de Hipona reparará en que no todo error es malo, ya que
existen errores que son buenos2 que no perjudican a quien lo comete sino que al contrario
1
Confesiones II, V, 10
2
Enquiridión 17,5
le resultan útiles. Por ejemplo, un hombre puede sostener una creencia errónea por razones
aparentemente confiables, etc. Para responder a la primera cuestión, podemos notar que
han sido las condiciones externas que fortuitamente se han ordenado para conducir al
sujeto a una afirmación o acción. Existen otro tipo de errores, como es en el caso de las
matemáticas, alguien puede equivocarse en una operación pero esto se debe a una débil
el ámbito lógico, matemático o juicio sobre algún tema moral. Esto no debe conducir a una
mirada relativista y subjetivista del error en la que se justifica el mismo ajustándolo a la
persona que lo cometa, el error existe y la diferencia entre el error bueno y el error malo
voluntario constituye un pecado; la voluntad es el principio que rige el pecado, sin ella se
niega la existencia del pecado3. La voluntad está íntimamente relacionada con la libertad,
dando a entender que la plena consciencia del mal –traducido muchas veces en
conveniencia personal- es condición suficiente para llamar pecado a una determinada
acción u omisión. En Confesiones, nos muestra cómo la voluntad se direcciona hacia la
“Por conseguir todas estas cosas y otras semejantes peca el hombre, cuando con
inmoderada inclinación a ellas, siendo así que son los bienes más bajos e inferiores que
hay, deja los mayores y soberanos bienes como son vuestra ley, vuestra verdad y a Vos
mismo, que sois nuestro Señor y nuestro Dios. Es cierto que todas estas cosas inferiores
tiene y nos comunican algunos deleites, pero no como los de mi Dios, que creó todas las
cosas, porque en Él se deleitan eternamente los justos, y Él es todas las delicias de los
rectos de corazón4”
3
De la verdadera religión 14,27
4
Confesiones 2,5,10
En el extracto anterior, se señala la inferioridad de los bienes terrenales y humanos
frente a los divinos y cómo los primeros resultan más atractivos al hombre que los otros .
Dios como creador es el dueño y Señor de todo lo creado, y los bienes mundanos no le son
completamente ajenos, pues éstos tienen algo de Dios. Siguiendo esta línea, en Naturaleza
del Bien se afirma que Dios ha puesto en todas los seres creados –tanto espirituales como
corporales- la medida, la belleza y el orden: mientras más mesuradas, hermosas y
ordenadas las cosas, mejores serán; con “mejores” quiere decirse que encierren más bien.
Es por eso que Dios está sobre toda medida, belleza y orden de cualquier criatura con un
poder inefable y divino. Donde se encuentren estas tres cosas en alto grado de perfección,
hay grandes bienes; donde haya menos perfección, los bienes serán inferiores y donde no
existan, no hay bien alguno. Análogamente, se dice también que donde estas tres cosas son
grandes, grandes son las naturalezas; donde sean pequeñas, pequeñas serán las naturalezas,
mayor o menor grado5, el pecado que se manifiesta en los bienes terrenos no se encuentra
es la corrupción de la medida, de la bella y del orden. La naturaleza será mala si ella está
corrompida, porque la que no lo está, es buena. El mal no es un ser, sino una carencia y
privación de ser: “Y el mal, cuyo origen buscaba, no es una substancia, porque si lo fuese
sería un bien. Y sería una substancia incorruptible, y por tanto sin ninguna duda un gran
bien, o sería una substancia corruptible, y por tanto un bien que no podría estar sujeto a la
corrupción” (Reale & Antiseri, 2010)
5
Naturaleza del Bien III
comparación con el supremo que es Dios. Dichos grados inferiores del ser y las
cosas finitas vienen a constituir momentos articulados en un gran conjunto
armónico. Lo malo desempeña un papel en el cosmos; por ejemplo, cuando el
errónea. Que un bien terreno –que representa un bien minúsculo dentro de todo
el cosmos- sea considerado como un mal para un ser –que a su vez, también
ambos tienen su propia razón de ser dentro de todo lo creado, por tanto, lo
“malo” realmente constituye algo positivo
El mal en sentido moral: aquí es donde tiene lugar el pecado, y como se ha
eficiente, sino, más bien, una causa deficiente. La voluntad humana por su
propia naturaleza debería tender hacia el Sumo Bien, es decir, a su creador. Sin
voluntad puede inclinarse hacia éstos generando así un nuevo orden jerárquico:
superiores. Esto conlleva a creer que el mal procede del hecho de que no hay
y la muerte; vienen a ser consecuencia del pecado original, es decir, del mal
moral.
c. El pecado y la libertad
libertad que el Creador6 confiere, pero si el hombre tiene a disposición numerosos bienes
6
De la verdadera religión 14,28
y un solo Bien, resulta más que comprensible que el hombre peque. Sin embargo, es
posible concebir la libertad del hombre y a la vez el dominio universal de Dios; se trata
La voluntad implicará un riesgo pero fundará la grandeza del hombre, pues le orientará a
Bien infinito; quedará frustrado, incompleto e infeliz si carece de Dios. El alma que vive
con Dios, vive bien, y no se puede vivir bien si no es obrando; pero el alma actúa a través
del cuerpo y ambos no pueden separarse –en la vida humana y terrena-, por ende, el cuerpo
debe conducirse por el alma y no por su apetito7. La libertad no exime la gracia divina,
pues aunque suene paradójico el hombre es libre cuando sirve a Dios, es decir, cuando se
voluntad y no de la razón, de allí se entiende que pueda conocerse el bien pero ya voluntad
pueda rechazarlo (Reale & Antiseri, 2010). Se debe a que la voluntad es autónoma de la
razón: la razón conoce, la voluntad elige y puede elegir incluso lo irracional; y es que la
prohibición no hace más que acrecentar el deseo de la acción ilícita cuando no se ama la
justicia, cuando no se encuentra gusto y deleita en ella, se cae en el apetito de pecar8.
Esto podría generar un problema que abriría la pregunta ¿por qué Dios impone
preceptos sabiendo que no se cumplirán?9, ¿Se trata de una libertad a medias? Si Dios lo
sabe todo, ¿por qué dio a los primeros hombres un precepto no precaviendo su
desobediencia? Ciertamente, Dios omnisciente conocía del mal que sucedería si Adán y
Eva comían del fruto prohibido pero a su vez, conocía el bien que hubiese traído el no
7
Ciudad de Dios XIII, II
8
Ciudad de Dios XII, V
9
De los méritos y perdón de los pecados II, 15, 22
hacerlo. Dios no quería darle una única dirección en la que el hombre pudiera moverse,
sino, ¿qué sentido hubiese tenido? La libertad es concebida entonces como regalo, la
para el hombre alcanzar esa dirección divina si aprende a ordenarse. Queda abierta como
posibilidad real que el ser humano se halle en esta vida sin pecar con la ayuda de la gracia
de Dios, pese a ello, ninguno lo ha conseguido; y esto es porque el mismo hombre no ha
se ha mencionado ya la libertad que les fue otorgada por Dios; y ello conllevó a la
“condena” de todo el género. Aunque parezca una pequeña desobediencia, hasta cierto
punto infantil e insignificante, esta acción permite entender otros muchos pecados. En
primer lugar, la soberbia, pues el hombre gustó más de ser dueño de sí mismo que estar
bajo el dominio de Dios; en segundo lugar está el sacrilegio, por no haber creído en Dios.
cinco mencionados, es una lucha entre lo mundano y lo divino: la carne comienza a desear
contra el espíritu, el hombre nace con esta batalla que origina la muerte, y en cada miembro
de nuestro cuerpo está la naturaleza corrompida que sigue batallando12, porque fue criado
recto aunque depravado por su propia voluntad, lo cual conduce a engendrar hijos
malvados y condenados13.
10
Ibíd. II, 17, 26
11
Enquiridión 45,13
12
Ciudad de Dios XIII, XIII
13
Ibíd. XIII, XIV
III. Conclusiones
ellos por razones ajenas a su voluntad; pero el error “malo” es derivado de la ignorancia y
educación, con ella se enrumbaría nuevamente la mirada humana hacia el Padre a fin de
El seguimiento del Sumo Bien no niega el contacto con los otros y numerosos
bienes terrenales, es el estancamiento o priorización de ellos de lo que el hombre debe
cuidarse a fin de salvar su alma, misma que ya comparte la corrupción del cuerpo, que ha
heredado de los primeros hombres. El pecado que ha sido una herencia latente en toda la
humanidad solo puede ser expiado por Jesucristo, que es el único mediador entre Dios y
los hombres14. Con la frase anterior, Agustín muestra un camino de esperanza para el ser
humano, pues aunque frágil y alejado que puede estar de su creador, el Padre –además de
la gracia que nos es regalada- concedió al género humano la persona de su Hijo, para poder
IV. Bibliografía
de Hipona, A. (1964). Obras de San Agustín; Tratados sobre la gracia: "De los méritos y del
perdón de los pecados". Madrid: La Editorial Católica
de Hipona A. (1966). Obras de San Agustín; Obras apologéticas: "De la verdadera religión" y
"Enquiridión". Madrid: La Editorial Católica
Reale, G., & Antiseri, D. (2010). Historia del pensamiento filosófico y científico (Tomo I).
Barcelona: Herder.
14
Enquiridión 48, 14