Ana Patricia Rodríguez. Heridas Abiertas

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Fuente: Revista Iberoamericana, Vol. LXXVI, No.

231, Abril-Junio
2010, pp. 425-442.

Ref. 13-05-13

Heridas abiertas de América Central: La salvadoreñidad de Romilia


Chacón en las novelas negras de Marcos Mcpeek Villatoro

Por Ana Patricia Rodríguez


University of Maryland, College Park

Caminé como si no tuviera un lugar aquí. Yo era una de dos o tres mujeres en
el área. Tal vez por eso vacilé en tomar mi posición –que era la posición
principal– en la escena del crimen.
Romilia Chacón, Home Killings 51.

En las últimas décadas del siglo XX y al inicio del XXI, cuando la


población latina aumenta rápidamente en los Estados Unidos de Norteamérica,
escritores de herencia hispana se dan a conocer por medio de una vasta y diversa
producción cultural que explora y explota representaciones convencionales de
la cultura latina en los EE.UU. Como explica el crítico literario Ralph E.
Rodríguez en su libro Brown Gumshoes: Detective Fiction and the Search for
Chicana/o Identity (2005), algunos escritores chicanos y latinos se apropian de
la novela negra o novela de crimen para hacer indagaciones importantes sobre
problemáticas sociales, culturales e identitarias. La (des)construcción de

1
identidades e imaginarios sociales, la elaboración de historias oficiales y
extraoficiales y la configuración simbólica y real de comunidades locales y
globales, así como la imposición de políticas migratorias internacionales y el
despliegue de la violencia y la criminalidad transnacional, fi guran como temas
sobresalientes de la novela negra tal y como es retomada por algunos escritores
latinos.

Yendo más allá de un ejercicio intelectual y de un juego de


prestidigitación, escritores latinos/as como Rolando Hinojosa, Rudolfo Anaya,
Lucha Corpi, Michael Nava, Alicia Gaspar de Alba y Marcos McPeek Villatoro,
entre otros, usan el género de la novela negra para poner en tela de juicio las
instituciones autoritarias, los valores normativos y las condiciones
socioeconómicas y políticas en los cuales origina la criminalización de los
latinos en los EE.UU. Más aún la novela negra y policíaca escrita por latinos
frecuentemente interroga y examina temas de pobreza, desempleo, machismo,
racismo, homofobia y marginalización, entre otras problemáticas. Sin embargo,
en vez de caer en la trampa de la “victimología” –el discurso que hace de la
víctima (y el criminal) marginado un objeto y efecto determinado por su
condición social y cuya represión al final sostiene el orden hegemónico– la
novela negra latina presenta otras formas, maneras y métodos de entender y
estudiar el mundo a partir de personajes “alternativos”.

_________________________
1 Todas las traducciones al español de los textos en inglés de Villatoro y otros autores
citados son mías.

2
Al cuestionar la figura y la noción de autoridad y las normas sociales
inscritas en el género negro convencional, la novela negra escrita por latinos/as
ofrece otros patrones, personajes y puntos de partida para explorar
problemáticas sociales en los EE.UU. Además, como sugiere Rzepka en
Detective Fiction (2005), la novela negra de escritores “alternativos”, en este
caso de otros grupos sociales, transforma la novela negra en un espacio liminal
e híbrido con otros fines, formulaciones y significaciones (236). Este trabajo se
enfoca particularmente en la serie de novelas negras híbridas (por ser traducidas
al español en el futuro) –Home Killings (2001), Minos (2003) y A Venom
Beneath the Skin (2005) – del escritor salvadoreño americano Marcos McPeek
Villatoro.2 En sus textos, Villatoro nos presenta al personaje policial de Romilia
Chacón –un nuevo modelo de agente justiciero en la novela negra latina. Así
como otros justicieros de la novela negra latina estadounidense, Chacón muestra
que su historia, herencia cultural y visión del mundo, así como sus experiencias,
conocimientos, destrezas, deseos y modus operandi híbridos son esenciales para
comprender un mundo que se hace aún más complejo, ajeno y peligroso con el
paso del tiempo. Bien comenta uno de los tantos criminales con quien Romilia
Chacón se enfrenta: “She connects the dots better than your average agent” [ella
conecta las pistas mejor que cualquier otro agente] (Venom 150). Más que esto,
ella sabe interpretar los signos a partir de varios marcos referenciales y
culturales. Este trabajo en particular va a explorar cómo la herencia, historia e
identidad salvadoreña o, mejor dicho, la salvadoreñidad de Romilia Chacón
configura la trama y el trauma histórico representado en la serie de novelas
negras de Marcos McPeek Villatoro.
______________________
2 Marcos McPeek Villatoro es hijo de madre salvadoreña y padre sureño (de Tennessee).
Durante los años de guerra civil en Centroamérica, él y su esposa vivieron y trabajaron en
proyectos humanitarios en la región. Actualmente, es comentarista para el National Public
Radio y profesor de escritura en el Mount St. Mary’s College en Los Ángeles, California,
donde vive con su familia. Escribe poesía, memorias, novelas históricas y novelas negras que
relatan problemáticas de violencia, criminalidad, inmigración, demografía latina e identidad.
Él explica que escribir novelas negras le permite enfrentar y superar el caos que conoce muy
de cerca. Para él, este tipo de literatura no es light relief, sino que es ficción seria (Chadwick,
“Commentary: Allure of Murder Mysteries”). Su primera novela en la serie de Romilia
Chacón, Home Killings, ganó la Medalla de Plata de Foreward Magazine y el Primer Premio

3
en el “Latino Literary Hall of Fame”, y fue seleccionada como “El mejor libro del 2001” por
The Los Angeles Times Book Review. Para una biografía breve e información sobre los
libros de Villatoro, consultar su website oficial, <http://www.marcosvillatoro.com/>.

La hibridez de la novela negra latina en los EE.UU.

En mayo de 1998, la revista Hispanic publicó un artículo titulado “Latino


Sleuths: Hispanic Mystery Writers Make Crime Pay”, en el cual la escritora
chicana Mary Helen Ponce explica que la novela detectivesca no es un género
ajeno a los escritores y lectores latinos de los EE.UU. Según Ponce, desde la
década de los 70, escritores chicanos como Rolando Hinojosa (autor de la serie
“Klail City Death Trip”) y otros se apropian del género policíaco para así
explorar temas de identidad, inmigración, comunidad, política, historia,
fronteras y otras tensiones sociales de los hispanos en los EE.UU. Según Ponce,
el relato policial chicano surge entre los años 70 y 80 con el movimiento chicano
político-cultural y, desde entonces, ha seguido ganando popularidad. Según
algunos críticos (Ponce, R. Rodríguez, Torres, A.P. Rodríguez), en las décadas
de los 80 y 90, escritores chicanos como Lucha Corpi, Rudolfo Anaya, Manuel
Ramos y Michael Nava; los cubano americanos Carolina García-Aguilera
yAlexAbella y los neoyorquino puertorriqueños Michele Martínez, Steven
Torres, Charles LoPinto y Lidia Llamas, entre otros, encabezan un número
creciente de escritores de la novela negra latina. En su trilogía –Eulogy for a
Brown Angel (1992), Cactus Blood (1995) y Black Widow’s Wardrobe (1999)–
, Lucha Corpi, por ejemplo, nos presenta a la detective chicana Gloria Damasco,
interpelando con ella a la novela chicana policial con una visión feminista
chicana o “fronterista”, según la apelación de Sonia Saldívar-Hull. En otra serie
de novelas detectivescas, Michael Nava desarrolla el personaje angustiado de
Henry Ríos, un abogado gay chicano de Los Ángeles que combate no sólo el
crimen sino también la homofobia, el HIV, el racismo, la discriminación y los
estereotipos sociales.

4
En su libro Brown Gumshoes, R. Rodríguez analiza los textos de Nava,
Corpi, Hinojosa, Anaya, Ramos y otros y elabora toda una crítica del proyecto
chicano identitario nacionalista, masculinista y centralista de los 60 y 70 (2-3).
Él sugiere que precisamente en el momento que la novela policíaca y
detectivesca gana de nuevo popularidad y legitimidad en la producción cultural
mainstream de los 80 y 90, los escritores chicanos y latinos se apoderan del
género popular que luego les permite explorar la posición de los latinos/as ante
la posmodernidad, globalización, transnacionalización, desterritorialización,
marginalización y desplazamiento masivo de culturas y poblaciones a través de
fronteras y espacios (1-13). Con la inmigración masiva de latinos/as de
diferentes lugares de América Latina y la diversificación de etnias latinas en los
EE.UU., el proyecto unilateral chicano, y por extensión esencialista, se abre a
otras problemáticas e interrogativas latinas. De hecho, según R. Rodríguez, “los
Chicana/os estaban preparados/as para aceptar este cambio a la vez que sentían
ambivalencia hacia las formas de identificación que producían los nuevos
discursos históricos, económicos y culturales” (5, mi traducción). De ahí que R.
Rodríguez concluye su libro con una breve discusión de las novelas de dos
escritores latinos de la novela negra –Marcos M. Villatoro y Carolina García-
Aguilera– quienes, según él, ofrecen oportunidades para desarrollar estudios
culturales comparativos y proyectos políticos de colaboración entre críticos de
las latinidades en los EE.UU. (129).

A partir del año 2001, escritores de herencia centroamericana radicados


dentro y fuera del istmo introducen al género temas y tramas de su legado
conflictivo de (pos) guerra. En El Salvador, Rafael Menjívar Ochoa publica una
trilogía de novelas negras de la posguerra salvadoreña, tituladas Los años
marchitos (1990), Los héroes tienen sueño (1998) y De vez en cuando la muerte
(2002). Desde su exilio en Alemania, el escritor, periodista y crítico literario
David Hernández escribe una novela de intriga titulada Berlín: Años guanacos
(2004). Mientras que en la diáspora centroamericana en los EE.UU., el
costarricense Uriel Quesada reflexiona sobre los efectos de la inmigración
nicaragüense en Costa Rica y la persecución violenta de los “nicas” por parte
de la sociedad costarricense en su cuento policial, “El elefante birmano” de la
colección Lejos, tan lejos (2004). Por su parte, el guatemalteco estadounidense

5
Francisco Goldman publica La noche larga de los pollos blancos [The Long
Night of White Chickens] (1992), que bien podría leerse como una novela negra
pues en ella desaparece misteriosamente Flor de Mayo, la hermana adoptiva del
personaje principal que luego viaja a Guatemala en busca no sólo de su hermana
sino también de su propia identidad. En Guatemala, el personaje jamás
encuentra a su hermana, pero se enfrenta con el terror de la guerra sucia
guatemalteca (1954-1996), los escuadrones de la muerte, los asesinatos
políticos, las masacres de la población civil y su identificación con el pueblo
guatemalteco, a pesar de su vida fuera del país. De igual manera, las novelas
negras del salvadoreño americano Marcos McPeek Villatoro –Home Killings,
Minos, A Venom Beneath the Skin y otras de la serie– se dedican al
(re)encuentro con la historia de (pos) guerra, la memoria de la violencia y la
(re)construcción de identidades en la diáspora centroamericana estadounidense.
En esta serie de novelas de Villatoro, Romilia Chacón –la primera detective
salvadoreña americana en los EE.UU. – lucha contra sus demonios personales
y los criminales que la persiguen y que ella persigue a través de varias fronteras.

Los saberes de Romilia Chacón

Romilia Chacón es hija de padres desplazados por la guerra civil en El


Salvador en la década de los 80. Ella nace en Atlanta, Georgia, se cría y estudia
en el sur de los EE.UU., comienza su carrera policial en Atlanta y Nashville,
Tennessee, y luego se gradúa como agente especial del FBI en el área
metropolitana de Los Ángeles, California. Hecha toda una detective hardboiled
(dura), al inicio de Home Killings, ella ha conocido la violencia de primera
mano al ser testigo del trauma histórico que carga su madre y del dolor personal
y profundo que su familia lleva a causa del homicidio de su hermana Catalina,
en Atlanta, por un asesino en serie. La venganza y la rabia la guían y motivan
en su trabajo. A lo largo de las novelas, siendo una mujer fuerte y detective
dura, Romilia intenta fortalecer su casa y proteger a su familia de la violencia
imaginada y real a las cuales alude el título de la novela, Home Killings. En las
primeras líneas del prólogo de dicha novela, ella se describe a sí misma: “Tengo
veintiocho años, soy latina y sureña…Soy una detective novicia de buena fe,

6
habiendo empezado mi carrera hace seis meses. Sólo he visto tres cadáveres en
mi vida, el último ha sido el de este hombre joven Diego Sáenz” (1). El
periodista latino asesinado, y sujeto de la investigación de Chacón, ahora forma
parte de la intimidad de la muerte con la cual ella vive día tras día. Estas
primeras líneas de la primera novela de la serie nos revelan, en breve, la trama
y el trauma personal y profesional de Romilia Chacón. Desde la primera novela
de la serie, Home Killings, Chacón se muestra vulnerable pues también lleva en
su ser un vacío profundo, hecho aún más grande por el asesinato de su hermana,
la muerte de su esposo, su condición de aislamiento cultural y su necesidad de
superar lo que ella llama el camino oscuro –“the desolate road ahead of me”
(123) – de su vida.

Detective latina dedicada a resolver los crímenes que tocan su vida,


familia y comunidad, Chacón entra a batallar numerosos demonios, incluyendo
aquellos que parecieran estar de su lado. Sus colegas, todos hombres blancos en
una carrera dominada por hombres blancos, la conocen como “‘the lady in red’”
(Home Killings 6), la mujer de rojo y de tacones altos, siempre lista para el
ataque (9). Como indica Linda Mizejewski, en su libro Hardboiled and High
Heeled: The Woman Detective in Popular Culture (2004), la detective femenina
(que identifi co aquí como Romilia Chacón) se mueve dentro del espacio
sumamente masculino de la ley, el poder y el orden falogocéntrico –un
microcosmos de la sociedad sexista, racista, homofóbica y xenofóbica que la
protagonista reta, resiste y transgrede. Según Mizejewski, la detective de la
literatura feminista de crimen asume su posición central como sujeto (detective)
y a veces logra apropiarse de y subvertir la mirada masculina del detective duro
de las novelas clásicas de Dashiell Hammett, Raymond Chandler y otros. Sujeto
de su propio relato, proceso investigativo y mirada subjetiva (como muestran
los personajes femeninos de Sue Grafton, Patricia Cornwell, Edna Buchanan,
Sara Paretsky y además, Carolina García-Aguilera, Lucha Corpi, Alicia Gaspar
de Alba, Michele Martínez y Marcos Villatoro), la detective feminista mira e
interpreta el mundo a partir de criterios propios; posiblemente viendo y
captando lo que ha pasado desapercibido por otros y lo que simplemente está
fuera del marco referencial normativo masculino (Mizejewski 7).

7
Lo “invisible” (la cultura latina, en el caso de la novela negra de latinos)
sólo se podrá captar al ver con otros ojos y desde otras lógicas excéntricas. La
mirada híbrida de la detective Chacón es, pues, una óptica desconstructiva,
apoyada en sus propios saberes, experiencias, sensibilidades y modus operandi
que aquí se asocian con las latinidades o, si se quiere, con la identidad, historia
y herencia cultural, en fin, con la salvadoreñidad de Romilia Chacón.

En Home Killings, en su investigación general y a través del Internet,


Chacón usa su herencia cultural, conocimiento de giros idiomáticos y su
conocimiento histórico de palabras claves en el contexto centroamericano para
seguir las pistas de un asesino en serie, cuya signatura incluye el dejar pequeñas
pirámides de jade en las bocas de sus víctimas y palabras esculpidas con
cuchillo sobre sus cuerpos. Bien sabe Chacón que estas mismas señales fueron,
en otro momento, la signatura particular de los escuadrones de la muerte en
América Central. De ahí que ella interpreta los crímenes por un desconocido
asesino en serie en Nashville a la luz de los crímenes cometidos en
Centroamérica. Pero como en toda buena novela negra, en Home Killings hay
un twist: el asesino no es miembro de los escuadrones de la muerte ni es
centroamericano, sino que es un detective norteamericano corrupto del mismo
escuadrón policial de Chacón. Él usa la información sobre Centroamérica en su
favor para aterrorizar a la población de Nashville. Al darse cuenta de que el
culpable es en realidad su colega, el reconocido detective, Jerry Wilson, “once
Nashville’s Man of the Hour” (Home Killings 111), Chacón resuelve los
crímenes del “asesino de las pirámides de jade”, desenmascarando a Wilson y
poniendo en tela de juicio el orden policial estadounidense, que en tiempos de
resistencia racial criminaliza a los inmigrantes y foráneos. Más que poner sus
saberes multiculturales al servicio del orden y de las instituciones establecidas,
Chacón revela el racismo institucional que está al fondo de la ley y del orden.

8
Al final de caso, Chacón reconoce que su hibridez, su bilingüismo y su
capacidad de ver más (y no menos) que sus colegas norteamericanos le dan a
ella una ventaja en su trabajo y en la sociedad multicultural y multirracial
estadounidense. Más aún, su herencia, historia y lenguaje salvadoreños forman
la base de su capital cultural. A su manera, ella llega a la conclusión de que,

La razón principal porque me contrataron fue mi capacidad, y la falta de


ella por parte de los de mi departamento, de hablar español, de cuestionar
en ese lenguaje, de ver y captar si el sospechoso de la otra cultura estaba
mintiendo o decía la verdad. (Home Killings 260)

Además, afirma que:

Solamente tomó unos cuantos casos en que diferencias de lenguaje


causaran problemas para que alguien como McCabe [el jefe de la policía
en Nashville] se diera por vencido y pidiera ayuda. Por eso me
contrataron a mi. (22-23).

Con esto Chacón nos hace ver y apreciar el valor de sus capacidades,
destrezas y sensibilidades culturales y lingüísticas en el trabajo policial y en el
mantenimiento del orden en la sociedad estadounidense.

Las novelas de Villatoro aluden a las tradiciones culturales “nativas” de


Tennessee y su asociación con la mitología nacional de expansión y de destino
manifiesto que cuenta con héroes fronterizos como Davy Crockett, Daniel
Boone, Sam Houston. También, el estado sureño cobra importancia por ser la
región en las faldas de las montañas Apalaches, con su población rural y su
legado sureño conservador, su resistencia al cambio y su tendencia al
chovinismo americano que hacen de Tennessee un lugar poco receptivo a las

9
grandes transformaciones demográficas actuales. De hecho, el profesor
Raymond Mohl, en “Latinization in the Heart of Dixie: Hispanics in Late
Twentieth-Century Alabama”, afirma que el sur de los EE.UU. está
experimentando una gran transformación demográfica directamente
relacionada a la economía e inmigración global que atrae latinos a los trabajos
industriales, agrícolas y de servicio poco remunerados de la región. Mohl señala
que el censo de 2000 indica que la población latina de Tennessee incrementó
más de un 278 por ciento en tan sólo una década. El porcentaje podría ser mucho
más alto si se tomara en cuenta la población invisible de inmigrantes
indocumentados. Como señala Mohl, los inmigrantes transnacionales en el sur
de los EE.UU enfrentan tensiones socioeconómicas, raciales y sociales, intensas
barreras lingüísticas y culturales, una sobre demanda y baja provisión de
servicios sociales y un alto índice de actividad anti-inmigrante, discriminatoria
y delincuente (tipo KKK) dirigida hacia los latinos y otros. Mohl identifica esta
dinámica social como “el nuevo nativismo americano” (Mohl 264), que sirve
de trasfondo social en las novelas de Villatoro.

A lo largo de las novelas de Villatoro, la detective del “nuevo sur”,


Romilia Chacón, comenta sobre los cambios demográficos que ella observa; por
ejemplo, la llegada de familias enteras de Guanajuato, Monterrey, Usulután y
el Petén de Guatemala a pueblos sureños como Crossville, Carthage, Clarksville
y Shelbyville, Tennessee, en donde según ella “como en cualquier comunidad
tendrían que haber homicidios, tarde o temprano” (Home Killings 22-23). El
Nashville de Chacón es un lugar propicio para hablar de la creciente demografía
latina que empieza a hacerse visible en el barrio latino de Nolensville Road y
de la construcción de nuevas identidades latinas o latinidades del sur de los
EE.UU.3 En Nolensville, se concentran las familias, los negocios, las redes
sociales de la comunidad latina y en fin todo lo relacionado a la “raza”, como
dice Chacón. También allí empieza a surgir otro tipo de actividad que llama la
atención de los colegas policiales de Chacón y lo que requiere la presencia e
intervención de una detective que hable español y entienda la cultura latina.
Contra la opinión de muchos, Chacón no debe su empleo a las políticas de
acción afirmativa sino a una sociedad que se está diversificando rápidamente y
que requiere de sus conocimientos y servicios especializados. Ella capta bien el

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significado de expresiones en español que surgen en la línea de su trabajo,
palabras y frases como “escuadrón de la muerte” (death squad), “soplón”
(informant) y “Kaibil” (el nombre del batallón especial guatemalteco
entrenado por agentes militares estadounidenses). Estas pistas se asocian con el
asesino en serie y con el narcotraficante, Rafael Murillo, que empieza a operar
en Nashville. Chacón lee los artículos, en español, del desaparecido periodista
Sáenz no sólo para identificar posibles contactos en la comunidad latina de
Nashville, sino también para entender e infiltrarse las redes hispanas y descubrir
el motivo de que está detrás del homicidio de Sáenz. A partir de la valorización
de su diferencia cultural latina y su capacidad de moverse entre culturas, Chacón
asume su lugar céntrico en la comunidad policial norteamericana, expresando
libremente sus opiniones y críticas de la sociedad monolingüe y regresiva. Por
ejemplo, en Home Killings, ella lanza una de sus críticas más fuertes cuando
dice: “Tomemos al gringo monolingüe más inteligente del mundo y
pongámoslo en un cuarto lleno de hispanohablantes, y pronto se tendrá un
individuo inseguro, miedoso, regresivo, enojado y estúpido” (22). Día tras día,
Chacón se prepara, pues, para la batalla cultural en su ciudad.

Contra este trasfondo social, lleno de tensiones personales y colectivas,


la segunda novela negra de Villatoro, Minos, alude a la presencia financiera de
la compañía de envíos FedEx y la sede de la bolsa del mercado en Memphis,
Tennessee (Minos 94), en donde el asesino en serie culpable del homicidio de
la hermana Catalina vuelve a retar a Chacón y a matar a nuevas víctimas. La
búsqueda de este asesino obsesiona, enfurece y motiva a Chacón, quien está
dispuesta a perseguirlo hasta la muerte o más bien dicho, hasta salir de los nueve
círculos del infierno de Dante que forman la trama principal de Minos.
____________________
3 En una entrevista con Jim Minick, titulada “Latino Hillbilly: An Interview with Marcos
McPeek Villatoro” (2001), Villatoro habla de su niñez entre distintos mundos culturales y su
formación bicultural y binacional en la zona apalache de Tennessee y en San Francisco,
California. En parte, el personaje de Romilia Chacón refleja las inquietudes y preocupaciones
del autor, pues como él explica, “ella nació de mi propia rabia y yo creo que toqué eso para
crearla” (Bates). Hoy en día, Villatoro reconoce su identidad “tenesiana” y salvadoreña, que

11
hacen de él un “americano” (Chadwick, “Commentary: Growing Up With Spanish and
Appalachian Parents”).

En esta novela, Romilia usa su capacidad crítica para leer textos y signos,
y aplica sus conocimiento de los textos de Gabriel García Márquez, William
Faulkner, Dante Alighieri y otros para interpretar las pistas del asesino en serie
que en esta novela incrementa el número de sus víctimas, perfecciona su actos
sádicos contra ellas y extiende su perfil geográfico desde Atlanta hasta el norte
de California, pasando por Bristol, Memphis, Kansas City, Denver y Los
Ángeles. En cada ciudad deja cadáveres. En su trayectoria, refina su signatura
de acuerdo a los signos tomados de El infierno de Dante y de sus traducciones
e ilustraciones en The Complete Doré of the Inferno de Gustave Doré, The
Inferno: A Translation With Paintings de Thomas Phillips y el tomo II de De
Humani Corporis Fabrica Libri Septem de Andreas Vesalius un estudio de la
anatomía física del cuerpo humano. A manera de citar estos textos, en sus
escenas grotescas de crimen, el asesino recrea imágenes y situaciones de los
cantos de Dante. Finalmente, el asesino –en realidad un psicópata llamado
Bobby Green Yamanaka, quien en su niñez había sufrido gran abuso por parte
de su padre– revela su perfil criminal como el Minos, el confesor y justiciero de
los penitentes que llegan a él para ser castigados sin misericordia en los nueve
círculos del infierno de Dante (Minos 308-312).

El asesino en serie Minos usa El infierno de Dante como meta y mapa


para determinar el método y el lugar de sacrificio de sus víctimas. Una de las
primeras víctimas de Minos había sido Catalina Chacón, a quien él encuentra
culpable del pecado de adulterio y mata en pleno acto sexual con su amante
casado. Las otras víctimas mueren a causa de sus supuestos pecados de incesto,
avaricia, herejía, violencia contra otros y contra sí mismos, actos que el asesino
interpreta a la luz de El infierno de Dante. La última víctima habría sido Romilia
Chacón, culpable del pecado de ira y venganza, si no fuera ella la que interpreta
el perfil de Minos y, al final, lo mata con sus propias manos, pues en Home
Killings ella había declarado que su razón de ser era vencer al asesino de su
hermana: “Pero cuando encuentre al hombre que nos quitó a Catalina, tiraré
todo el tanque de gas al fuego” (Home Killings 1). Minos termina con el
encuentro fatal entre Chacón y el asesino en serie que, sin embargo, logra
12
escaparse del FBI y seguir a Chacón hasta su casa en Nashville, donde él la
hubiera matado si no fuera por la presencia de otro criminal, Rafael Murillo
alias Tekún Umán, quien por muchos años también persigue a Chacón pero por
otras razones. Al final de Minos, Murillo llega y rescata a Chacón y ella se ve
obligada a devolverle el favor en la siguiente novela. La tercera novela de la
serie, A Venom Beneath the Skin, comienza con la imagen de Chacón
recuperándose de ese encuentro con la muerte y de otras heridas psíquicas y
físicas.

Las heridas abiertas de los “centroamericanos americanos”: Romilia


Chacón y Rafael Murillo

En Home Killings, Villatoro nos presenta el antihéroe de la serie de


novelas y el homme fatale de Romilia Chacón –Rafael Murillo mejor conocido
como Tekún Umán. Murillo-Umán es un exintegrante de las fuerzas armadas
especiales y de los escuadrones de la muerte de Guatemala, así como un
narcotraficante transnacional. Su padre había sido un oligarca guatemalteco
involucrado en la producción del café y el mercado ilegal de las drogas, y su
madre, una sureña aristócrata norteamericana de Tennessee quien al enamorase
del padre de Murillo cruza las fronteras entre el norte y el sur para vivir como
centroamericana durante las guerras. Producto del sur, que en este caso
representa el sur de los EE.UU. y la vasta zona de América Latina, Murillo se
identifica a sí mismo como un “Latino Hick” (Venom 28). Él vuelve al sur
frecuentemente para tocar fondo, ver a su madre y desplazar sus negocios que
se extienden desde Centroamérica hasta Atlanta, Nashville y Los Ángeles,
ciudades en donde también radica y trabaja la agente de policía Chacón. Un
personaje paradójico, Murillo-Umán además sirve de alter ego e interés
romántico de la detective Chacón. La relación conflictiva entre ellos produce
un subtexto lleno de tensiones eróticas, conexiones centroamericanas y enlaces
entre las novelas de la serie. Como agua y aceite, Chacón y Murillo-Umán se
atraen, repelan y enamoran a lo largo de las novelas, cruzando, de tal manera,
la línea que separa la ley del crimen, el orden del caos, la víctima del victimario
y la presa del perseguidor. Ni víctima ni presa, Chacón se desdobla en su

13
antihéroe y doble, Murillo, quien, como ella, es un ser híbrido, herido y
sumamente contradictorio. En Hardboiled and High Heeled, Mizejewski
analizando otros textos policíacos sugiere que la atracción de la detective por el
criminal o, mejor dicho, el homme fatale o “el hombre peligroso” (Murillo-
Umán), produce un espacio liminal de identificación y deseo erótico en donde
la transgresión de la ley y el orden es posible (50, 153-158).Al atraerse y
enamorarse, Chacón y Murillo muestran cuán parecidos son en carácter,
historia, identidad y deseos, a pesar de estar en lados opuestos de la ley. La
atracción mutua entre Chacón y Murillo señala la posibilidad de que ella pueda
perder el control, cometer un desliz y caer en el “lado oscuro” de la ley o, más
bien, en el borde liminal de la criminalidad (Mizejewski 110) que también es el
lugar sin límites de su deseo. Este espacio en la novela policial feminista
también es el espacio liberador y transgresor del deseo femenino. En las novelas
de Villatoro éste es además el espacio en donde Chacón, de alguna manera,
puede olvidar su dolor, llenar el vacío existencial de su vida y experimentar de
nuevo su sexualidad y deseo que por mucho tiempo ella ha dejado de lado por
el trabajo y la búsqueda del asesino de su hermana. Entre Murillo y ella, explica
Chacón, hay “un acuerdo silencioso: Yo nunca lo atraparía, no porque le
tuviera miedo sino por otra cosa” (Venom 165). Además de sugerir que la
detective puede corromperse y caer en la criminalidad, la atracción de Chacón
por Murillo también señala las afinidades entre estos personajes, pues ellos
comparten más que la trama policial de la novelas: comparten el reciente legado
traumático de Centroamérica.

Como Murillo, Romilia Chacón es miembro de la diáspora salvadoreña


en el sur de los EE.UU. Romilia explica que el retorno a El Salvador –a la tierra
de su madre (“mother’s homeland”, Home Killings 131) y el supuesto seno
imaginario de su identidad– no es posible para ella ni para su madre que aún se
siente perseguida por las imágenes de los hombres armados tocando a la puerta
de su casa en Tennessee (Home Killings 88). Lo que conoce Romilia de su
madre tierra es el perfil violento de la región, recreado en los medios de
comunicación y en la memoria traumatizada de su madre y su tío, que huyen de
El Salvador a causa de la represión. Mamá Celia, nos dice Romilia, lleva en su
ser “la sangre enfurecida de Centroamérica” (Minos 112) que hereda Romilia.

14
Ella insiste en que su hija Romilia y su nieto Sergio conozcan su historia y
hablen español en casa. La madre de Romilia sirve de historiadora de la familia
al insistir que su hija no olvide su herencia cultural “guanaca”: “Mamá se
aseguraba de que nunca me olvidara de quiénes éramos, guanacos,
salvadoreños, gente del país más pequeño de América Central, la gente
industrial y trabajadora […]” (Minos 111). Aunque no conozca ni haya viajado
jamás a El Salvador (Home Killings 131), Chacón es parte de lo que la escritora
salvadoreña Martivón Galindo llama “la generación herida” y marcada por más
de treinta años de violencia, terror y destrucción en América Central (Galindo).
Esta generación consiste de millones de víctimas, desaparecidos y muertos en
Centroamérica a fines del siglo XX así como de exiliados, inmigrantes,
refugiados y sujetos diaspóricos, desplazados a vastas regiones fuera de
Centroamérica. Como se ve a lo largo de las novelas de Villatoro, la figura de
Romilia Chacón está física y figurativamente marcada por la violencia, el
trauma y la historia colectiva de su familia y su nación a la distancia.

Novela tras novela, Chacón cae baleada y herida a causa de la violencia


que la rodea y que la toca muy de cerca, especialmente al ser testigo y justiciera
del homicidio de su hermana Catalina, cometido por el asesino en serie que
llaman “el Whisperer” (el Susurrador). En Home Killings, al ser descubierto
como el criminal verdadero, el detective Jerry Wilson intenta matar a Chacón,
casi cortándole la vena yugular y dejándole una cicatriz larga en la nuca. Chacón
nos revela que ella sufre de queloides, una condición médica dermatológica que
produce altos niveles de tejidos cicatriciales sobre heridas y deja cicatrices
grandes y visibles. Ella explica que su condición, “es como si el cuerpo
sobrecompensara por una herida” y luchara por curarse (Minos 17, 34; énfasis
mío). Una mujer que se considera mutilada y duda de su belleza (22), Chacón
sufre varios golpes fuertes en su vida –numerosos intentos de asesinato, la
desaparición de su padre, el asesinato de su hermana, el accidente
automovilístico de su esposo César, que la deja viuda antes de que naciera su
hijo, y el vacío emocional permanente que ella llena a veces con el whisky “Jack
Daniel’s” tenesiano, pero más sanamente con el amor de su familia. Sus heridas
psíquicas están simbolizadas físicamente por la cicatriz en la nuca con la que la
marca “el asesino de las pirámides de jade” (Home Killings), el casi mortal

15
ataque del Minos en su propia casa (Minos), y la relación peligrosa con el
narcotraficante Murillo-Umán (A Venom). La piel queloides de Chacón es
entonces una condición simbólica con la cual ella (en) cubre sus heridas
psíquicas y las lleva como escudos de protección. Como diría su madre, la
condición de Chacón es la de los sobrevivientes de la violencia en
Centroamérica, pues Chacón reitera que: “Mi madre me decía que era una cosa
salvadoreña, un signo de cuán fuertes somos, que hasta nuestras cicatrices
muestran nuestra resistencia” (Minos 34). De hecho, en la novela A Venom
Beneath the Skin, se nos explica que Chacón experimenta su salvadoreñidad
como una herida abierta que motiva su vida y se convierte el modus operandi
de su trabajo como investigadora y agente de la ley. Chacón explica:

En el pasado ambos mi madre y mi tío habían visto mucho en nuestra


tierra. En El Salvador habían visto lo que yo miro cada día, solamente
que ellos no tuvieron la oportunidad que yo tengo: ellos nunca pudieron
hacer orden del caos. Ellos no tuvieron las herramientas de investigación;
no tuvieron acceso a un grupo o una compañía o un gobierno que les
ayudara a averiguar quiénes eran los muertos ni por qué se les mataba.
Mamá tuvo que dejar de desear que yo saliera del mundo policial. Ella no
se había quedado conforme sino que había decidido ver mi trabajo como
una ironía poética: su hija estaba metida en la cosa que la había sacado
de su tierra natal. Violencia. Asesinatos. (Venom 42)

Como veremos en A Venom Beneath the Skin, Murillo-Umán se mete (como


veneno y antídoto) bajo la piel de Chacón y muestra que ambos son cortados de
la misma tela, el trauma colectivo de América Central –aunque en los EE.UU.
se encuentren en lados opuestos de la ley.
La novela A Venom Beneath the Skin comienza con una meditación sobre la
condición herida de Chacón y su primer intento frustrado de tener una relación
amorosa con un hombre –el agente especial del FBI, Samuel “Chip” Pierce, otro
personaje marcado por cicatrices al haber perdido una pierna y un ojo en un
operativo anterior. Temprano en la novela, Chacón reflexiona sobre la
condición física de ambos: “la cicatriz en mi nuca; su pierna y ojo ausentes”
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(17). Ella pareciera anticipar el final de Venom cuando habrá de sufrir un
balazo, el dolor de perder a Pierce y la aparente muerte y desaparición de
Murillo, de quien, al fin, ella reconoce estar enamorada. Aunque al final de
Venom no haya conquistado a sus demonios ni sanado sus heridas, Chacón se
supera de varias maneras: ahora es agente especial del FBI en el área
metropolitana de Los Ángeles, en donde radica la población más grande de
centroamericanos fuera del istmo. Ella está en el lugar más propicio para ejercer
sus destrezas en la investigación, especialmente cuando es asignada al caso del
asesinato del agente Pierce que pareciera haber sido víctima de un escuadrón de
la muerte de acuerdo con los signos que Chacón lee en la escena del crimen –la
palabra “cabron” (sin tilde) esculpida en el cuerpo de Pierce, el veneno de un
tipo de rana tropical inyectado dentro de las venas del agente y las fotografías
de grafito en las paredes de los sitios bombardeados que investigaba Pierce en
el momento de su muerte.

Investigadora profesional, traductora cultural e intérprete bilingüe


extraordinaria, Chacón rápidamente capta e interpreta los signos de grafito y
otros que la llevan al fondo del mundo criminal del narcotráfico, dentro de las
fuerzas comprometidas del DEA (Drug Enforcement Agency) y al encuentro
inevitable con Tekún Umán. La palabra “cabron” sin tilde, tal y como está
escrita en el cuerpo de Pierce, le da a entender a Chacón que el asesino de este
hombre no puede ser Tekún Umán, quien es un impecable escritor y lector de
obras en español y a quién se le atribuye el crimen. En un momento clave
desconstructivo, Chacón explica que la omisión de la tilde es una pista
significativa porque “…el acento ortográfico en el español es más que una
decoración, es una parte esencial del lenguaje, pero por supuesto una persona
monolingüe de los EE.UU. no entendería eso” (Venom 105). De igual manera,
la repetición de la palabra “ojalá”, que aparece en el grafito de las paredes
restantes en cada escena de los bombardeos, le indica una conexión entre los
eventos: “Ojalá en cada lugar. Ojalá como un tipo de marca” (88). Después de
su experiencia con el corrupto detective Jerry Wilson en Home Killings, ella no
se deja llevar por apariencias y sabe muy bien que las pistas y las signaturas de
los criminales, así como los signos semióticos, pueden tener diferentes
significados. De ahí que Chacón descubra, en Venom, que el culpable del

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asesinato del agente Pierce no es un asesino cualquiera, ni lo es Tekún Umán,
sino que es un agente renegado del DEA que quiere vengarse de Tekún Umán
por haberlo castrado en un frustrado operativo anti-drogas en Guatemala, en una
novela anterior. El agente del DEA, Carl Spooner, se convierte en un asesino
en serie, conocido como el “Crack Killer” porque sus víctimas son
narcotraficantes, y en un asesino que imita a Tekún Umán (“copycat killer”).
Da pistas que señalan la culpabilidad de Umán, incluyendo palabras talladas en
cadáveres –como solían hacerlo las fuerzas especiales de Guatemala–, drogas y
venenos naturales importados del sur y otras formas de violencia como las
practicadas por los soldados Kaibiles de los cuales Umán fue miembro. Todas
las señales indicarían la culpabilidad de Umán, pero Romilia Chacón no es una
lectora cualquiera. Ella afirma que, “Esto es más complicado que de lo que se
piensa” (26). Usando sus conocimientos especiales, ya descritos anteriormente,
Chacón descubre que el asesino es Spooner, que la ley nuevamente ha sido
comprometida y corrompida y que, tal vez, Tekún Umán no sea tan malo como
se pensaba.

En un twist al final de Venom, Chacón revela que en español la palabra


“ojalá” significa esperanza o deseo intenso y proviene etimológicamente del
árabe y de la apelación a Allah (88-89). En la novela, la palabra además forma
parte del nombre de la “Iglesia de Ojalá”, cuya cede está en Tijuana –uno de los
puntos céntricos del narcotráfico y en donde también opera Tekún Umán. La
iglesia fundamentalista recauda fondos del tráfico de drogas y ejerce actos
violentos en contra de aquéllos que en los EE.UU. apoyan el aborto, los
homosexuales, los inmigrantes y las minorías. La iglesia es en realidad un grupo
violento y de odio (“a hate group” 134) que está creciendo en los EE.UU., como
hubiera descubierto el agente Pierce de no ser asesinado por Spooner. Si bien
Chacón resuelve el misterio que está detrás del asesinato de Pierce, ella revela
además el dogmatismo, la intolerancia y el terrorismo que radican en el seno de
la sociedad estadounidense y su variante de pensamiento fundamentalista. En
un mundo tan terrorífico y en el cual la ley se corrompe o se transgrede
fácilmente, Chacón pareciera llegar a la conclusión personal de que tal vez lo
peor no sería ser amada por un criminal como Rafael Murillo –que aún,
paradójicamente, cree en la justicia social a su manera. Él reconoce, por

18
ejemplo, que la guerrilla guatemalteca por lo menos “creía en algo” y defendía
“los derechos de los pobres” (Venom Beneath 121), aunque fuera del lado
opuesto al suyo. Más aún, Chacón explica que Murillo es producto de la reciente
intervención militar estadounidense en Centroamérica que lo entrenó y de tal
manera lo deshumanizó. Para Chacón:

Era fácil ver esas conexiones históricas: los escuadrones de la muerte en


El Salvador [y Guatemala] surgieron de las fuerzas armadas especiales
[…]. Esas fuerzas especializadas recibieron entrenamiento específico de
la Agencia de Inteligencia Central [CIA]. Tekún Umán había sido un
soldado Kaibil de las fuerzas armadas especiales de Guatemala. El mejor
de los mejores. La CIA había ayudado a formar a Tekún Umán. (Venom
61)

En Venom, Tekún Umán, un ciudadano estadounidense al borde de la


legalidad, regresa a casa y al país que lo produjo y que ahora lo rechaza. Romilia
Chacón puede entender y hasta identificarse con los conflictos internos de
Umán. Sin embargo, como agente de la ley hecha y derecha, Chacón no se deja
llevar por espejismos transitorios y a pesar de que ella y Murillo se ayudan y se
aman, al final de la novela ella restaura el orden y la ley, pero no antes de
permitir que Murillo-Umán intente escapar del fi n que le espera en la novela
Venom. El final ambiguo de esta novela, pues, abre el camino para futuros
encuentros entre Chacón y Murillo y para la continuación de la serie.4

Como se ha visto, para Chacón y Murillo-Umán nada es simplemente


negro o blanco, pues ellos comparten más que un juego de opuestos. Ellos
cohabitan un espacio liminal y marginal lleno de espejismos, inversiones y
cruce de límites físicos y simbólicos. La serie de novelas de Marcos McPeek
Villatoro nos asegura que ninguno, ni Murillo-Umán ni Chacón, es ajeno a las
experiencias que los une a Centroamérica y a EE.UU., y el uno y al otro. Ellos
sirven de puente subjetivo entre Sudamérica y Norteamérica, el istmo latente en
carne viva y cicatrizada. Centroamericanos, nacidos y criados en los Estados

19
Unidos, o más bien lo que Arturo Arias ha denominado como “centroamericano
americanos”, ellos son fi guras complicadas y contradictorias que llevan en sí
un legado de violencia hemisférica, una historia traumática y un arsenal de
armas secretas. Con cada novela, Chacón perfecciona su método de
investigación, su lógica y sus destrezas inductivas y deductivas, mientras que
su sentido de justicia, su rabia controlada y sus conocimientos lingüísticos y
culturales se agudizan. Su arma más importante no es su pistola, la cual ella usa
sin miedo, sino su sexto sentido, híbrido y conformado por sus conocimientos
multiculturales que le permiten ver, leer e interpretar otros signos que pasan
desapercibidos por sus colegas monoculturales y monolingües norteamericanos.
Al otro extremo de la ley, Murillo-Umán también disfruta de estas mismas
cualidades culturales. Así que Chacón y Murillo son más parecidos de lo que se
quisiera.

En las novelas negras de Marcos McPeek Villatoro se percibe, entonces,


no sólo la lucha clásica entre el mal y el bien que data de los primeros cuentos
negros de Edgar Allan Poe, sino también otras problemáticas y preocupaciones
contemporáneas, globales y locales, relacionadas a las realidades complejas de
muchos latinos en los EE.UU. Según Giardinelli, “Por eso esta narrativa ha
resultado tan cuestionadora como subversiva: porque tiene que ver con el
tiempo en que vivimos y con este mundo en el que uno sabe que sale a la calle
pero no sabe si regresará ni en qué estado” (74). En la verosimilitud de estas
novelas negras y en la de sus personajes se representan las problemáticas más
preocupantes de los latinos en los EE.UU. Las novelas revelan las ansiedades y
preocupaciones de su público: ¿Quiénes somos? ¿Cuál es nuestro lugar en los
EE.UU.? ¿Hacia dónde vamos?

__________________
4 Villatoro ha terminado la cuarta novela de la serie y está trabajando en la quinta, titulada
Mad Radio, que se va a dedicar a nuevas aventuras de Romilia Chacón, esta vez en el mundo
de la radio hispana en el área de Los Ángeles (correos electrónicos del autor, 18 nov. 2005,
24 feb. 2006).

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Las novelas ofrecen una interrogación crítica de las estructuras de poder, las
instituciones oficiales, las jerarquías socioeconómicas y políticas de los EE.UU.
y los lazos transnacionales que tanto determinan las vidas de los latinos/as en
los Estados Unidos de Norteamérica. Al final, Romilia Chacón con toda su
rabia, valentía y valor, da un paso simbólico para los latinos/as, pues toma su
debida “posición –que era la posición principal– en la escena del crimen”
(Home Killings 5) y en la sociedad estadounidense.

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