La Política Bajo El Signo de La Crisis Resumen

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LA POLÍTICA BAJO EL SIGNO DE LA CRISIS. LUCIANO PRIVITELLIO.

SEPTIEMBRE DE 1930: “LA HORA DE LA ESPADA”.

La columna revolucionaria se integró con grupos civiles mal armados,


convocados por los partidos opositores y algunos diarios acompañados por
adolescentes del colegio militar y una escasa tropa línea, los jefes principales,
Uriburu y Justo, eran militares retirados.

La columna llegó hasta la Casa Rosada y se apoderó de ella sin que nadie
intentara seriamente detenerla, la única excepción fue la resistencia organizada
en el Arsenal de Guerra por el ministro del Interior Gonzalez junto a los
generales Nicasio Alaid, Enrique Mosconi y Severo Toranzo. El Arsenal se
rindió cuando recibió la notificación dela renuncia del vicepresidente Enriquez
Martínez.

Se ha pasado por alto la profunda crisis de la estructura política del


yrigoyenismo, que arrastra consigo a su partido y, finalmente, al propio régimen
institucional ¿Cómo se llegó a esta situación, apenas dos aos después de la
espectacular victoria electoral del radicalismo en 1928?

LA CRISIS DEL IRIGOYENISMO.

El escrutino de los comicios presidenciales realizados el 1 de abril de 1928,


arrojó un resultado contundente, 839.140 votos del radicalismo irigoyenista,
contra 439.178 votos del radicalismo antipersonalista, que había contado con el
respaldo de las agrupaciones conservadoras. Ante esto se perfilaron dos
reacciones extremas:

- En el personalismo, la convicción absoluta de su identidad total de “la


nación”.
- La oposición un profundo descontento que provocó el acercamiento a
opciones conspirativas junto con un desencanto frente a la “cultura
cívica” de los argentinos y frente a la práctica del sufragio.

El radicalismo concibió la reelección de Yrigoyen como un verdadero plebiscito.


Exhibía una vez más una vocación totalizante del cultura política local y a
procedimientos que como el plebiscito se utilizaba en otros lugares como
alternativa a la democracia liberal de la crisis.

La Ley electoral de Saenz Peña había permitido consolidar esta cultura política.

A pesar de del establecimiento de la representación de las minorías , la reforma


de 1912 fue refractaria ya que, en la visión de sus defensores, la sociedad fue
concebida como un bloque único con un atributo también único y determinante,
su ideal de progreso.
Los comicios tenían como objetivo garantizar la representación de la unánime
voluntad progresista de la nación.

Así, la ley electoral vino a consagrar, mediante la ley del electorado, una visión
de la sociedad que la planteaba homogénea en clave espiritual: la
representación política estaba llamada a expresar el “alma de la nación”,, cuyo
contenido concreto Saenz Peña no dudaba en reconocer tanto en su propia voz
como, más ampliamente, en la del “grupo pensante”, pero no fue este quien se
benifició de la reforma sino la UCR.

En un período en el que grandes sectores de la sociedad se mebarcaban de


una u otra manera en la aventura de la movilidad social o el progreso individual,
la UCR logró asociar su identidad con esta suma de experiencias individuales
en término de una inclusión emocional dentro de la comunidad nacional por la
vía de la política. La práctica del sufragio fue uno de los rituales que renovaban
cíclicamente esta identidad inclusiva.

Irigoyen había sabido despertar una gran expectativa alrededor de su figura en


la campaña de 1928 pero las primeras señales de la crisis económica afectaron
las finanzas del Estado incluso antes de Wall Street y provocaron el aumento
de la inflación, el descenso de los sueldos y la disminución del ritmo del gasto
público.

En este clima, entre 1928 y 1929 el gobierno inició un avances sobre la


oposición con el objeto de ganar el control del Senado, la ofensiva incluyó
intervenciones muy conflictivas en San Juan. Mendoza y Santa Fe.

Las elecciones legislativas nacionales de 1930 revelaron la gravedad de la


situación. Tanto la campaña como los comicios se vieron plegados de
incidentes. Pero los interventores de Irigoyen se preocuparon poco por ocultar
las acciones destinadas a obtener resultados favorables a cualquier precio.
Finalmente triunfó la UCR, pero la victoria fue lo suficientemente exigua como
para que fuera procesada como una derrota.

La doble situación de crisis económica y política se veía agravada por la crisis


interna que vivía el gobierno, consecuencia del rápido desgaste de la autoridad
de Yrigoyen. La lucha entre sus más cercanos colaboradores, quienes
convencidos de una sucesión anticipada tan próxima como inevitable,
buscaban beneficiarse con ella.

¿GOLPE O REVOLUCIÓN?

El 6 de septiembre fue visto por muchos de sus contemporáneos como una


más de las “revoluciones” o “movimientos cívicos” de origen netamente civil,
apoyados por militares que constituían una ya larga tradición local. El objetivo
proclamado era la restauración de un régimen democrático e institucional que
estaría siendo violado por el presidente. El derrocamiento de Irigoyen es
justamente considerado como el inicio de una serie de golpes militares.

Muchos opositores formulaban las críticas habituales en el marco de la crisis


habituales en el marco de la crisis de las democracias occidentales de entre
guerreas contra la UCR y se lanzaban desde lo que se consideraban las
promesas frustradas de una democracia liberal naturalmente positiva. La
escasa atención que se ha prestado a estas oposiciones, que eran la de mayor
parte de los actores del movimiento de septiembre se debe al
sobredimensionamiento del poder y la influencia de Uriburu y su grupo.

La fuerza de la concepción mayoritaria explica no solo la impotencia de Uriburu


para imponer su visión militarista y corporativista del golpe, sino también la
rápida conformación de una oposición al presidente provisional en los mismos
grupos revolucionarios que se institucionalizó el 27 de septiembre en la
Federación Nacional Democrática, inicialmente constituidas por los partidos
socialistas Independiente y Conservador de Buenos Aires, a la que luego se
incorporaron conservadoras y antipersonalistas de las restantes provincias. La
insistencia de Uriburu para imponer la reforma constitucional en un sentido
corporativista solo sirvió para erosionar su escaso poder y paralelamente para
consolidar la figura de Justo como abanderado posible de la continuidad legal y
de una rápida apertura comicial.

EL EJÉRCITO HACIA 1930.

Desde comienzos de los años veinte, el ejército se encontraba en plena


consolidación. Se había formado una poderosa burocracia que controlaba el
funcionamiento, los destinos, las jerarquías y los ascensos desde el Ministerio
de Guerra y el Estado Mayor. En general, los miembros de esta de esta
dirección se destacaban como funcionarios y docentes de los institutos que,
desde el colegio Militar conformaban cada vez más los peldaños ineludibles
para la carrera de ascenso de todos los oficiales. La imposición de una mística
corporativa y la invención de una tradición militar amalgamaban a los cuadros y
profundizaban la estructura de poder interno de esta jerarquía.

La prolongación de la política en el Ejército era una tradición demasiado sólida


como para desaparecer con facilidad.

Un importante grupo de oficiales “radicales” se había formado al calor de los


levantamientos revolcionarios ya en la presidencia, Yrigoyen buscó asegurarse
el control de la institución favoreciendo a este grupo con destinos importantes y
ascensos extraordinarios.

La política militar del primer mandato de Yrigoyen chocó rápidamente con las
estructuras burocráticas y despertó rechazo incluso con oficiales que
simpatizaba con el radicalismo, como Uriburu o Justo. No aceptaban que
Yrigoyen colocara a un civil.

A comienzos de los años veinte los grupos descontentos comenzaron a


organizarse en logias y a identificarse como “profesionalistas” para distinguirse
de ,los radicales.

Durante la administración de Alvear, la balanza comenzó a inclinarse para el


lado de los porfesionalistas.

A comienzos de 1931, un nutrido de altos oficiales reclamó al dictador un


rápido retorno a la normalidad institucional. Semas más tarde, la decisión de
Uriburu de convocar a elecciones detuvo un importante alzamiento castrense,
muy probablemente promovido por Justo.

Acorralado en la opinión y derrotado en el Ejército, Uriburu ensayó una salida


electoral diseñada por su Ministerio del Interior, un nacionalista. Se trataba de
plebiscitar la figura y los proyectos presidenciales mediante un sistema de
elecciones de autoridades provinciales que comenzaría en Buenos Aires.

Además de consagrar el derrumbe de Uriburu, ele acto electoral demostró


claramente que la retirada del radicalismo distaba mucho de ser un desbande.

Por otra parte la continuidad de la crisis que un año antes había perjudicado a
la UCR ahora se encaminaba en contra del interventor de Uriburu.

JUSTO PRESIDENTE.

La UCR no fue el único sector político en alentar y festejar la derrota de la


fracción de conservadurismo. Justo tenía sobrados motivos para desear la
derrota del ministro del interior. Estaba decidido a llegar a la presidencia.

Así, Justo comenzó a diseñar una candidatura cuyo camino sería lo suficiente
sinuoso como para no eludir un importante intento por encabezar la fórmula del
radicalismo. Yrigoyen se encontraba detenido, por tal motivo el partido estaba
en manos de Alvear, del cual Justo había sido ministro. Sin embargo sus
intentos fracasaron, por una parte Alvear desconfiaba de las manobras de su
ex colaborador y por otra parte las negociaciones para armar una candidatura
radical, que contenían imposiciones de Uruburu y guiños de Irigoyen iban por
carriles que no concluían. Justo buscó entonces la división del partido que
desde le golpe parecía volver a unirse.

En esta empresa tuvo un suceso relativo ya que consiguió el respaldo de varios


grupos antipesonalistas, que fueron los primeros en proclamar su candidatura y
hasta logró la adhesión de algunos dirigentes personalistas. Por sus maniobras
solo culminaron en un éxito total una vez que utilizando todo su poder dentro
del gobierno, hubo logrado el veto de la candidatura de Alvear, lo que llevó a la
UCR la abstención.

La Alianza Civil formadas por socialistas y demócratas progresistas que


proclamaron la fórmula Lisandro de la Torre – Nicolás Repetto, ni estaba en
condiciones de disputar seriamente la presidencia.

Justo se aseguró el apoyo de los partidos conservadores provinciales y


también el del Socialista Independiente.

Su candidatura obtuvo el apoyo explícito de la cúpula de la Iglesia Católica y el


del nacionalismo.

Con la ausencia de los candidatos de la UCR, Justo ganó los comicios


presidenciales de noviembre de 1931 con comodidad. No se registró fraude.

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