Con La Mirada en El Mesias de La Mano de PDF
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IMPRESO EN ARGENTINA
PRINTED IN ARGENTINA
Hecho el depósito que marca la Ley 11.723
© 2014 ISEDET
Buenos Aires – Argentina
Primera Edición: 2014
Tirada de 300 ejemplares
Edición: Daniel C. Beros y Pablo M. Ferrer
Correctora de estilo: María de los Ángeles Roberto
Diseño de Tapa e interior: Andrea Velo
Prohibida su reproducción total o parcial sin autorización escrita del ISEDET
Se terminó de imprimir en el mes de Junio de 2014 por:
Grancharoff Impresores, Tapalqué 5868, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina
www.grancharoff.com
Índice
Justo L. González
Prólogo ....................................................................................................... 7
Graciela De Vita
Biografía (o: De cómo Graciela cuenta de Néstor) ............................ 11
Pablo Ferrer
Una mujer en Samaria ............................................................................ 49
Elsa Tamez
La espiritualidad en Santiago ................................................................. 57
Daniel Beros
El límite que libera: La justicia ajena de la Cruz como poder de vida ....... 81
Jung Mo Sung
Capitalismo como religião e o pluralismo religioso:
uma aproximação a partir da Teologia da Libertação ..................... 105
Joerg Rieger
Freedom vs. Liberation:
Reflections from the United States and Europe
in Conversation with Latin America .................................................. 123
David Roldán
Biopolítica, genealogía y teología. Una recepción crítica ................. 139
Graciela De Vita
El valor pedagógico de las narrativas ................................................. 155
Daniel Míguez
El Pentecostalismo y Neomodernidad en Clave Latinoamericana:
Repensando los Efectos Culturales del Cambio
Estructural en Argentina ..................................................................... 1 67
Pablo Ferrer
Bibliografía de Néstor Míguez ............................................................ 185
Prólogo
Cuando mis amigos, amigas y colegas en ISEDET me invitaron
a escribir este prólogo, de inmediato acepté. Después de todo, ¡honrar
a Néstor Míguez debería ser cosa fácil! Su larga y constante trayectoria
como erudito bíblico, líder de la iglesia, mentor de pastoras y pasto-
res, defensor de los derechos de individuos maltratados y de pueblos
desposeídos, y mucho más, debería proveerme material suficiente para
prologar un libro en su honor.
Ahora que tengo oportunidad de pensarlo más, y tras leer los
ensayos que componen este volumen empiezo a temer que me he
metido en la típica “camisa de ocho varas” del dicho popular. ¿Cómo
prologar un libro en el que hay ensayos eruditos sobre el texto bíblico
y sobre la teología de Lutero, análisis de las realidades socioeconó-
micas de nuestra América y del mundo actual, testimonios acerca del
papel que la Biblia ha ocupado en la historia del pueblo toba en el
Gran Chaco argentino, una discusión sobre prácticas pedagógicas, un
análisis dirigido a lectores de habla inglesa y otros del “Primer Mun-
do” sobre la diferencia entre libertad y liberación, una pieza literaria
sobre la samaritana de Siquem y su vida tras su encuentro con Jesús, y
mucho más? Y, como si eso fuera poco, ¿cómo prologar un libro que
contiene ensayos en tres idiomas?
Mientras más lo pensaba, más convencido me veía del lío en el
que me había metido, y ello me hizo recordar que en algunos de nues-
tros países las “ocho varas” no son ocho, ¡sino doce!
Justo González
Decatur (Georgia, EE.UU), abril de 2014
Biografía
Néstor Oscar Míguez nació en Rosario, Provincia de Santa Fe,
República Argentina, hace 66 años, un 21 de abril de 1948. Este es un
dato muy relevante en su biografía. Siempre se identifica como rosa-
rino: cuando se refiere a los juegos de su infancia en las casas de sus
abuelos en el Barrio de Arroyito, cerca de la costa del Paraná; cuando
evoca a sus padres, Noemí Francisca Ángela Niewenhuize y José Mí-
guez Bonino que allí se criaron y conocieron en la Iglesia Evangélica
Metodista y cuando alienta al club de fútbol de sus amores, Rosario
Central.
Allí en Rosario también, siendo ya Pastor de la Iglesia Metodista,
tomó decisiones difíciles y arriesgó su vida en los duros momentos de
la dictadura militar viendo partir, y no de forma voluntaria, a muchos
de nuestros amigos a la cárcel, al exilio o a la muerte, todas alternativas
igualmente injustas y dolorosas. Allí en Rosario acompañó y escuchó
a algunas de las primeras Madres de Plaza de Mayo que buscaban con
desesperación a sus hijos y conformó la Asamblea Permanente por los
Derechos Humanos sede local y el Instituto de Estudios Nacionales.
Allí en Rosario nació nuestro tercer hijo, Santiago, en 1977.
Pero antes pasaron muchas cosas.
Estudió en la Escuela Normal Mariano Acosta y en el Colegio
Ward. Se recibió de Maestro a los 17 años y comenzó a trabajar en un
6° grado al año siguiente. Recién un año después comenzó a estudiar
en la Facultad de Teología de Buenos Aires, situación compleja porque
era el hijo del rector. No vivía con sus padres, sino en el internado de
la casa de estudios, no tenía beca, trabajaba para pagar sus estudios,
esfuerzos estos para distanciarse de los sospechables privilegios que le
podía dar su condición familiar.
Disfrutaba muchísimo de la práctica de deportes. El fútbol, por
supuesto y también el vóley. Con compañeros y amigos de la iglesia
conformaron un equipo federado de este deporte y compitieron iden-
tificándose como metodistas.
Nos conocimos en una reunión del MEC (Movimiento Estu-
diantil Cristiano) y luego compartimos campamentos de la iglesia y
tuve la oportunidad de ir a residir yo también al pensionado estudian-
til de la Facultad de Teología porque venía de muy lejos, Bariloche,
para estudiar Ciencias de la Educación en la Universidad de Buenos
Aires. Y allí comenzó nuestra historia en común que ya lleva 44 largos
años. Nació Anahí y Néstor tuvo su primera designación como Pastor
Itinerante en Mendoza, donde ya había realizado su año de práctica.
Allí nos fuimos los tres y llegó Esteban, nuestro segundo hijo y luego,
como ya les contaba, en 1975, de vuelta a Rosario, para pastorear las
Iglesias de La Fe, La Paz, Villa Constitución, Máximo Paz y Carreras.
Con mucho esfuerzo y de forma autodidacta aprendió a tocar la guita-
rra para acompañar las celebraciones con las canciones de los nuevos
cancioneros. Compuso algunas canciones y hasta llegó a conformar y
dirigir un coro unido de las congregaciones de La Fe y La Paz. Es que
la música es otra de sus pasiones.
En 1982 la IEMA lo designó a la Iglesia de Flores en la Capital
Federal. Poquitos meses después de llegar nació Irene, la más chica
de nuestros hijos. Años de un contexto nacional difícil, la guerra de
las Malvinas nos volvía a golpear fuerte como generación y se llevaba
a otros más jóvenes aún que nosotros. Pero la comunidad de Flores
vivía como pocas la gestación y el parto de la democracia y explota-
ba en una primavera de participación contenida en las gargantas por
mucho tiempo. Grupo de Teatro, Grupo de Títeres, Coro, elabora-
ción semanal de las liturgias con un aporte plástico inédito en cada
domingo. Hugo Tisera, Luly, el gallego Daniel Fernández, sostenían
un liderazgo y un espacio creativo para los jóvenes como nunca había-
mos visto en una congregación. Entre todos elaboraron una obra que
integró la música, el teatro, los títeres, y la concientización respecto a
3. Con esta formulación, aunque un poco complicada, deseo reconocer que siem-
pre hubo voces disidentes, pero recién se hicieron escuchar con las publicacio-
nes de la llamada “escuela de Copenhague”. Véase entre otros: P. R. Davies, In
search of Ancient Israel (JSOTSup 148; Sheffield; Sheffield Academic Press, 1992);
Thomas L. Thompson, Early history of the israelite people from the written and archae-
ological sources (Leiden, 1992); idem, “Is the Bible historical? The challenge of
‘Minimalism’ for biblical scholars and historians”, Holy Land Studies 3 (2004): pp.
1-27; idem, “The role of faith in historical research”, Scandinavian Journal of the
OT 19 (2005): pp. 111-134; Ingrid Hjelm, “Whose Bible is it anyway? Scandinavian
Journal of the OT 18 (2004): pp. 108-134; Niels Peter Lemche, “Ideology and the
history of Ancient Israel”, Scandinavian Journal of the OT 14 (2000): pp. 165-193;
Marc Brettler, “The Copenhagen School: The historiographical issues”, Associa-
tion for Jewish Studies Review 27 (2003): pp. 1-21.
4. Norman K. Gottwald, The Hebrew Bible: A Brief Socio-Literary Introduction
(Filadelfia, Fortress, 1987); véase también Corinne Lanoir, ”Jueces” en Introducción
al Antiguo Testamento (Thomas Römer, Jean-Daniel Macchi y Christophe Nihan,
ed. Desclée de Brouwer, Bilbao, 2004), pp. 264-276.
había rey, cada hombre hacía lo que le parecía bien”, unido al caos
descripto, muestran la necesidad de un rey.7 Y en las narraciones sobre
los salvadores, jueces y jueza, Judá tiene un papel mínimo, mientras
que en 1:2 y 20:18 es la tribu que encabeza la marcha, por palabra
divina. Estas tensiones entre la diferencia y la similitud, continuidad
y discontinuidad, se evidencian también en el tema que discutiremos,
por eso es importante mencionarlas como clave a ser tenida en cuenta
en nuestro estudio.
7. La expresión “el narrador” es una convención literaria para indicar una voz
dentro de la historia, mediante la cual la o las personas productoras del texto
(autor/a, editor/a, etc.) dan información importante a la audiencia, tal como
“Dios pensó, se arrepintió o se enojó”. Como el o la narrador/a generalmente
usa la tercera persona, casi nunca es posible determinar si es un narrador o una
narradora; sin embargo, por costumbre y androcentrismo, se suele pensar en “el
narrador”; de ahí que sea una convención literaria. He elegido la formulación “el
narrador/a” para alertarnos sobre la posibilidad de que no fuera siempre varón.
8. Helmer Ringgren, “~ve šēm”, Theological Dictionary of the Old Testament, 15 (G.
Johannes Botterweck, Helmer Ringgren y Heinz-Josef Fabry, ed. Grand Rapids
/ Cambridge, Eerdmans, 2006), 150 (128-175) nota que el tiempo perfecto del
verbo (denotado en su traducción “ya no es amada” indica “absoluta certeza” de
que esta amenaza de Yavé se cumplirá.
9. Thomas McDaniel, “Name changes in the Bible”, InMinistry (Spring 2005): 5-6
(5), http://tmcdaniel.palmerseminary.edu/ [acceso: 18-2-2014].
10. Este es uno de los elementos más importantes del estructuralismo, ya que una
trama literaria toma elementos conocidos y los presenta en un cierto orden más o
menos establecido (siempre hay una pérdida o una ausencia, que la historia inten-
ta subsanar y que se plantea como tal (ausencia o pérdida) desde el comienzo de
la narración; su obtención determina el final de la historia. Sin embargo, dentro
de ese modelo más o menos rígido, varían los elementos individuales: ¿Habrá un
héroe o una heroína, un príncipe o un zorro, Yavé, Satán, Jesús o Dalila? ¿Cuán-
tos obstáculos habrá que sortear hasta alcanzar la meta? Y así sucesivamente.
enfrenta Samsón solo (no hay una guerra o batalla liderada por Yavé,
como en Jueces 3 con Ehud o en 4-5, con Débora y Barak). Y así
podríamos enumerar varios casos, pero el punto es que hay que estar
tan alertas a lo que se dice como a lo que se omite. Y en la cuestión de
los nombres, notaremos que hay personajes notables que permanecen
anónimos a lo largo de toda la narración sobre ellos o ellas. Y esto
debe hacernos reflexionar, pues ¿cómo se puede mantener la memoria
si no hay nombre?
Más de la mitad de las referencias están en la exposición y la
conclusión y esto llama la atención por dos razones por lo menos.
La primera es que esperaríamos que las historias con personajes con
nombre y apellido fueran las que más usaran la fórmula “lo llamó”,
“su nombre era”, etc. y tales historias son muy pocas. Personajes cla-
ves como Samgar, quien comenzó la lucha contra los filisteos con
una quijada de asno como arma (3:31), es desconocido. Y Débora,
profetisa y jueza, tampoco tiene una introducción, ni siquiera del tipo
“Había una mujer de la tribu de …” como la hay de Manóaj, el padre
de Sansón en 13:2.
La segunda razón por la cual llama la atención esta concentra-
ción es que, como mencioné antes, los capítulos 1:1-3:6 y 17-21 dan
una mirada posterior a las narrativas sobre diferentes jueces (y jueza)
y por lo tanto, el uso aquí del término “nombre” debe tener una sig-
nificación especial. No solamente eso: excepto la etiología de un lugar
llamado Bokim o Bojim (“los que lloran”) en 2:5 y la introducción de
“un varón de la zona serrana / los montes de Efraín, llamado Mica
(yahu)” en 17:1, todas las referencias en los capítulos 1:1-2:5 y 17-21
tienen que ver con la toma de ciudades “enemigas” y su cambio de
identidad y nombre. Incluso las tres menciones a la conquista (o a la
imposibilidad de lograrla) de Jerusalén (1:7b-8, 1:21y 19:10-11) están
dentro de este marco teológico y no en las narraciones sobre los “jue-
ces”.
Vamos a concentrarnos en la primera unidad del libro de Jueces,
1:1-2:5, compuesta por varias sub-unidades hiladas por las acciones de
“subir” (Hebreo hl[).11 La primera sub-unidad está formada por los
11. Así lo propone Barry G. Webb, The Book of Judges (New International Com-
mentary of the OT; Grand Rapids, Eerdmans, 2012), pp. 91-92. Separando la
13. Según Carolyn Pressler, Joshua, Judges, and Ruth (Westminster Bible Compa-
nion; Louisville y Londres, Westminster John Knox), p. 131, el propósito de esta
medida no es tanto impedirle una vida diaria normal, sino asegurarse de que no
podrá retomar funciones de rey, al no poder ejercer funciones militares ni sacer-
dotales.
14. Jeffery S. Stevenson, “Judah’s successes and failures in holy war: An exegesis
of Judges 1:1-20”, Restoration Quarterly 44 (2002): pp. 43-54 (47) nota que el triun-
fo está mancillado por haber recurrido a un método cananeo de tortura en lugar
de aplicar el ~rx; Schneider, 7, hace la referencia a la voz profética: “Los israelitas
ya están actuando como los cananeos”; Susan Niditch, Judges: A Commentary (Old
Testament Library; Louisville, Westminster John Knox, 2008), pp. 39 y 40 (par-
cialmente accesible en http://books.google.com.ar/books?hl=en&lr=&id=B-
DGxWlVpQPkC&oi=fnd&pg=PP1&dq=niditch,+judges&ots=rI0ks5IAam&-
sig=4PVvohMYxVkrck_4h4Vt-SwXmZ4#v=onepage&q=1%2C36&f=false
[acceso: 28-2-2014]), p. 39, reflexiona sobre el tema del poder: “El tema central
es que el poder viene y va, pues los poderosos caen”.
15. La mención de que Judá no pudo conquistar Jerusalén es uno de los datos que
Amit, pp. 130-131 da como ejemplos de materiales conocidos o supuestamente
conocidos, por lo cual hay que incorporarlos aunque sean disonantes, ya que ayu-
dan a hacerse una composición mental del tiempo y el espacio en que transcurren
las historias.
16. Webb, p. 110. Véase también su cuadro en p. 120, donde se evidencia una
creciente laxitud de parte de Israel, desde permitir a un cananeo escapar de Luz y
establecerse a la distancia (vs. 22-26) hasta la nota en el v. 34 de que los cananeos
permitieron a algunos/as israelitas establecerse a la distancia.
17. El término yrkn y sobre todo el femenino hyrkn, son muy comunes en la lite-
ratura post-exílica sapiencial (ver por ej., Rut 2:10; Prov 5:20, 6:24, 20:16, 23:27,
27:13).
18. También aparece la nota sobre el establecimiento de un grupo kenita o ceneo,
descendiente del suegro de Moisés (no israelita) en medio de Judá; esta alianza (ya
adelantada en Éxodo 18 y Números 10:29-33) será decisiva para la victoria sobre
el rey Jabín en los capítulos 4 y 5.
19. Véase Monika Brokhaus, “Achsah: who ever saw her was angry with his wife.
Achsah in the Bible and Bavli Temurah 16a”, lectio difficilior 2 (2011): 1-12, http://
www.lectio.unibe.ch/11_2/brockhaus_monika_2011.html [acceso: 28-2-2014].
Una razón positiva es que era tan bella que ninguna esposa se le podía comparar;
una negativa es que era un mal ejemplo para otras mujeres por su audacia en
reclamar sus derechos.
20. Danna Nolan Fewell, “Deconstructive Criticism: Achsah and the (e)razed
City of Writing”, en Judges and Method: New approaches in Biblical Studies (Gale A.
Yee, ed. 2ª edición; Minneapolis, Fortress, 2007), p. 127.
21. Roger Ryan, Judges (Readings: A New Biblical Commentary; Sheffield: She-
ffield Phoenix Press, 2007), p. 3, piensa que podrían haber varios candidatos a
casarse con Acsá, que la ciudad podría haber estado muy fortificada, haciendo
difícil su conquista, y/o que Caleb debía de estar ya demasiado envejecido para
emprender la toma; acuerda que, de haber sido una ciudad rica, no hubiera hecho
falta ofrecer a Acsá: “Los israelitas necesitan un incentivo para dejar sus tiendas
y entrar en conflicto por una ciudad asociada a los escribas, los archivos y los
rollos.”
22. Lillian R. Klein, “Achsah: What Price this Prize” en Judges (Athalya Bren-
ner, ed. Feminist Companion to the Bible, 2ª serie; Sheffield, Sheffield Academic
Press, 1999), pp. 18-26 (21).
23. Podríamos discutir si aniquilar a toda la población en lugar de llevársela cau-
tiva es mejor o no, pero al menos intentaría restringir la actividad bélica como
actividad lucrativa. Lamentablemente, ninguna de estas tácticas (ni tomar prisio-
neros/as, ni matar poblaciones enteras, ni crear conflictos bélicos con fines de
lucro) se han acabado con el correr de los siglos.
24. Nótese que la formulación sigue estando centrada en los varones, no en Acsá;
véase Leila Lea Bronner, “Valorized or vilified? The women of Judges in Mid-
rashic sources”, en Judges (Athalya Brenner, ed. Feminist Companion to the Bible,
2ª serie; Sheffield: Sheffield Academic Press, 1999), pp. 72-95 (76).
25. Nolan Fewell, p. 126.
26. Mieke Bal, Death and Dissymmetry: The Politics of Coherence in the Book of Judges
(Chicago, University of Chicago Press, 1988), p. 149.
27. El verbo awb puede tener connotaciones sexuales, aunque también se usa para
indicar movimiento de un lugar a otro. No se indica a dónde entró ella, por lo que
la mayoría de las traducciones agregan algo aquí.
28. Una variante hace un enroque entre sujeto y objeto directo del verbo tws, “in-
citar”, de modo que hace aparecer a Otniel como el interesado en tierras fértiles
y le quita protagonismo a Acsá. De todos modos, no hay variantes textuales en
cuanto a que es ella quien pasa del diálogo a la acción (si fue un diálogo, pues sólo
uno de los cónyuges “incita” al pedido) y viaja para hablarle a Caleb. Véase Paul
G. Mosca, “Who seduced whom? A note on Joshua 15:18//Judges 1:14”, CBQ
46 (1984): pp. 18-22.
29. Entre los/as especialistas se considera que este texto ha sido tomado de su
paralelo en Josué 15, con el cual mantiene apenas algunas diferencias. Una de
estas diferencias es el uso del arameísmo hbh, da(me), del verbo bhy, en lugar del
clásico !tn; otra diferencia es el agregado de un artículo, “el campo” en el v. 14.
Véase William W. Hallo, “New light on the story of Achsah”, en Inspired Speech:
Prophecy in the Ancient Near East. Essays in honor of Herbert B. Huffmon (John Kaltner
y Louis Stulman, ed. Londres y Nueva York, T&T Clark International, 2004), pp.
330-335 (330).
30. Hay una aparente discordancia entre el término tlg, plural (cuencas o ma-
nantiales) y los adjetivos usados para describirlas, alta y baja, que en ambos casos
están en singular.
ces) fue un tiempo de relativa igualdad entre los dos géneros, debido
al gran valor puesto en la contribución de las mujeres a la sociedad.33
El siguiente aspecto a notarse es que Acsá demanda / pide de
su padre ~ym tlg, cuencos o pozos de agua. La razón que esgrime
es que Caleb le ha dado tierras en el sur o Néguev, que son tierras
áridas. La expresión exacta es: “dame una bendición (hk’r’B.), (por)
que la tierra del Néguev me diste, y me darás unos pozos de agua”.34
Tammi Schneider traduce el v. 15 de manera diferente: “Dame tierra.
Me entregaste como la tierra del Néguev, dame manantiales de agua.”35
En esta traducción, Acsá está recordándole a Caleb cómo la ofreció a
cambio de las tierras de la zona a ser conquistadas por su futuro ma-
rido. Otros comentarios notan el tono demandante de Acsá en el uso
de imperativos (sin la partícula an, con la que a menudo se acompaña
como signo de amabilidad): “dame” y en algunos casos ven en Acsá
una niña malcriada, que regresa a su papel de niña pidiendo a papá, en
lugar de su papel de esposa del héroe.36
Evaluar esta percepción y después decidir si es negativa o po-
sitiva requerirá un cierto espacio. Como uno de los principales argu-
mentos a ser evaluados tiene que ver con las fuentes de agua y sus
nombres, me parece pertinente hacerlo. William Hallo investigó la re-
lación entre este pasaje y el proverbio de la sanguijuela y sus dos hijas
(Prov 30:15), donde estas piden “¡bh bh!”, una forma abreviada del
33. Carol Meyers, Discovering Eve: Ancient israelite women in context (New York, Ox-
ford University Press, 1988). Esta relativa igualdad se debería a la necesidad de
trabajar mancomunadamente para poder salir adelante en una etapa de asenta-
miento; con una división de tareas por género, siendo la producción de alimentos
y la reproducción de semillas, animales y humana tareas asignadas a las mujeres; y
la defensa y la construcción de terrazas y cisternas y quizás la caza, tareas asigna-
das a los varones, pero todas necesarias en la casa.
34. Ver, sin embargo, Robert Boling, Judges: A new translation with introduction and
commentary (Anchor Bible; Nueva York, Doubleday, 1975), p. 51, quien interpreta
esta frase como una pregunta: “¿me darás agua?”. Esta lectura coincide más con
el modelo de hija entregada, objeto de las acciones de su padre, de los versículos
anteriores.
35. Schneider, p. 15.
36. La referencia la hace Hallo, p. 331, citando a Trent Butler, Judges (Word Biblical
Commentary; Waco, Word Books, 1983), p. 186.
mismo imperativo del verbo bhy. A primera vista, lo único que tienen
en común es el uso de un verbo que, aunque raro, no es único a estos
dos textos.37 Sin embargo, hay otra posible conexión entre ambos y
es una tradición extra-bíblica. Según varios especialistas, la ubicación
más probable de Debir es Khirbet Rabud, 12 Km al sur de Hebrón.38
Nos informa Hallo que hay dos fuentes subterráneas a dos kilómetros
y medio de dicho pueblo que hoy se llaman “las fuentes alta y baja
de la sanguijuela” y esta conjunción de dos fuentes pedidas por Acsá
(en realidad, ella no especifica cuántas), el nombre de las mismas y las
dos sanguijuelas que en Proverbios 15 piden “dame, dame” usando el
mismo verbo, serían las razones para suponer una conexión entre am-
bos textos, a primera vista tan distintos.39 Si se trata de coincidencia,
de una leyenda popular humorística a partir de la historia de Acsá o
si no hay razón para lo que Hallo llama “esta llamativa colocación de
coincidencias” está abierto a debate y, por lo tanto, tampoco se puede
evaluar el peso de tal coincidencia en la historia de Acsá. Sin duda, es
posible imaginarse que en el origen del nombre de las fuentes hubiera
alguna leyenda relacionada con la insaciabilidad atribuida a la sangui-
juela; pero que la misma se deba a Acsá y a la asociación de Acsá con
Prov 30:15 parece llevar la relación demasiado lejos, pues se basa, en
parte, en suponer que Acsá importuna a su padre como las pequeñas
sanguijuelas importunan a su madre en el dicho.
Antes mencioné que Bronner nota que, al ofrecer a su hija a
cambio de la ciudad, Caleb la está recibiendo (la tierra de la ciudad y
44. Ryan, p. 6.
45. Ryan, p. 7.
46. No solamente la existencia posterior de Gaza y Ascalón ponen en duda el
éxito judeo; también la ambigüedad sobre la nacionalidad de Caleb y de Otoniel
permiten al menos preguntarse si Judá se lleva los laureles de la conquista y tam-
bién qué habría pasado de no habérsele unido los keniceos (y posteriormente los
kenitas).
47. Esta expresión es levemente diferente de la que aparece en el v. 19: es “esta-
ba/fue Yavé con Judá”. Esta combinación del verbo hyh “ser o estar presente,
estar con” más el nombre divino yhwh más la preposición ta “con” ocurre en
Gén 39:2.21 (estaba con José) y Jos 6:27 (estaba con Josué). En 2 Crón 17:3 la
preposición es la misma que en el v. 22, ~[ “con” (estaba con Josafat). También
aparece con la preposición yl “para mí” en Sal 18:19; 94:22 y 2 Sam 22:19, donde
la voz narra en primera persona para dar testimonio de que Yavé fue su sostén.
48. Pressler, p. 127 interpreta del uso del verbo “no ocuparon” que podían haber-
lo hecho pero “optaron por desobedecer”.
49. Ryan, p. 8.
50. Webb, p. 112.
55. Crowell, “Good girl, bad girl: Foreign women and the Deuteronomistic His-
tory in Postcolonial perspective”, Biblical Interpretation 21-1 (2013): pp. 1-18 (5),
citando a Elleke Boehmer, Decolonizing God: The Bible in the Tides of Empire (BMW
16; Londres, Sheffield Phoenix Press, 2009). Crowell no aclara si su uso de “au-
thors” y “colonizer” incluye también a mujeres; dado que su interés es inclusivo,
en un caso he optado por agregar el femenino entre paréntesis. Véase también su
análisis de la narrativa de Rahab en las pp. 6-8.
56. Webb, p. 115.
57. Uriah Y. Kim, “Postcolonial criticism: Who is the Other in the book of
Judges?” en Judges and Method: New approaches in Biblical Studies (Gale A. Yee, ed. 2ª
edición; Minneapolis, Fortress, 2007), pp. 161-182 (168), enlista entre las pregun-
tas de la crítica post-colonial a los textos “¿hablan los/las no-israelitas? ¿Quién
habla por ellos/as? ¿Tenemos acceso a su punto de vista?”
58. Webb, pp. 115-116; véase Gén 12:7-8; 35:1-16.
nesis 35); Gén 28:19 agrega que Betel primero se llamaba Luz, con lo
cual se podría leer la conquista en Jueces 1 como la versión violenta de
la toma pacífica por parte de Jacob. Para complicar más la identifica-
ción de ambos lugares, Jos 16:2 los identifica como dos sitios distintos
(a pesar de algunas traducciones que los unen como Betel-Luz); dado
que la-tyb puede indicar un nombre común para santuario además
del nombre propio, probablemente sea imposible determinar de qué
lugar/es se trata en cada mención.59
Pero más allá de esta dificultad, que no es única a este término,
creo que se puede afirmar que la tradición bíblica no ha podido elimi-
nar la memoria ni de la ciudad cananea de Luz, ni del santuario israelita
de Betel y ha maniobrado entre ambas de distintas maneras. Se trata de
dos proyectos sociales y teológicos coexistiendo en un mismo espacio
físico -hasta que uno de los dos proyectos tiene que ser destruido o
al menos removido a distancia prudencial (identificada en este caso
como “tierra hitita”). En términos de nombres, hay una tensión entre
la memoria y la supresión que influye ambas identidades, pues cada
vez que se usa uno de los nombres, el otro corre peligro de ser olvida-
do. Quizás por eso el narrador agrega que Luz siguió llamándose así
“hasta el día de hoy” (1:26).
como un comentario al margen, que los capítulos 1:1-3:6 y 17-21 son considera-
dos por la mayoría de críticos/as bíblicos/as como post-exílicos (posiblemente,
incluso, en dos momentos diferentes), dándoles un marco a las historias de los y
las salvadores/as y jueces (y jueza).
61. Véase Claudia V. Camp, Wise, Strange and Holy: The Strange Woman and the Mak-
ing of the Bible (JSOT Supplement Series 320; Sheffield, Sheffield Academic Press,
2000); Gale A. Yee, “The Socio-Literary production of the ‘Foreign Woman’ in
Proverbs”, en Wisdom Literature (Athalya Brenner, ed. A Feminist Companion;
Sheffield, Sheffield Academic Press, 1995), pp. 127-130; Harold C. Washington,
“The Strange Woman (hyrkn / hrz hva) of Proverbs 1-9 and post-exilic judae-
an society”, en Wisdom Literature (Athalya Brenner, ed. A Feminist Companion;
Sheffield: Sheffield Academic Press, 1995), pp. 157-184.
62. En este caso, dado que el mayor peligro lo representan los varones en edad
militar y sus armas, el uso del masculino para estos términos sería más apropiado
que el femenino -claro que cuando surja una Débora, una Jael o una Dalila, la
historia será otra.
63. Nolan Fewell, p. 125 dice en referencia al re-nombramiento de Kiriat-séfer
que funciona “para ilustrar que palabras y espadas (words and s/words) son ambas
medios de control. A los vencedores pertenece el poder de re-nombrar.” Tam-
bién el Himno a Domingo F. Sarmiento dice “por ver grande a la patria tú luchas-
luchas de poder de toda índole para crear culpa y subyugar.65 Los es-
tragos de estas lecturas son evidentes, por ejemplo, en el sufrimiento,
la pérdida de valorización y hasta de la vida de muchas esposas insta-
das por sus respectivos líderes religiosos y por una lectura literal de la
Biblia a quedarse en su matrimonio a cualquier costo. Y también son
evidentes, con otras manifestaciones, en el avasallamiento entre los
pueblos originarios por una colonización que aun hoy ignora los to-
ponímicos y los nombres personales originarios; y una evangelización
que impuso como “bíblica” su propia práctica, su autopercepción y su
cosmovisión. Parecerá que me he conectado al “modo predicación”
pero, en realidad, estoy reconociendo que la lectura bíblica que hemos
hecho aquí, como la de cualquier otro grupo o persona, además de
partir de ciertos pre-supuestos, es heredera de una larga y sangrienta
historia en que conquista, colonización y evangelización fueron juntas.
Esto que reconozco no es nuevo -aunque no por conocido sea menos
peligroso- y afecta a cientos de personas con las que muchos de mis
colegas y yo misma nos relacionamos. Los ejemplos van desde la im-
posición de nombres en castellano ignorando los nombres originarios
hasta la aniquilación literal de pueblos enteros; desde la imposición de
prácticas y formas de cristianismo que son colonizadoras hasta la ig-
norancia de las diferencias de un grupo o de otro, haciendo del “otro”
y “la otra” un objeto exótico y primitivo. Lo que Sung Uk Lim dice
sobre la samaritana a quien Jesús encuentra junto a un pozo se puede
aplicar a nuestra problemática, a pesar de que allí se trate de la priva-
ción de un nombre. Lim comienza su reflexión preguntándose “¿Por
qué es anónima? Dar nombre tiene el poder de ordenar y controlar co-
sas y seres de modo tal que se tiene la autoridad de hacerlas vivibles en
el mundo. Además, nombrar tiene que ver con el deseo de controlar el
65. Como afirma María Cristina Ventura Campusano, “Entre la opresión y la re-
sistencia: desde la captura de lo imaginario al viaje de lo intercultural”, en Teología
feminista intercultural (María Pilar Aquino y María José Rosado-Nunes, ed. Méjico
DF, Dabar, 2008, pp. 255-274), en p. 255, “[l]a propuesta del diálogo intercultural
comienza con la disposición y la actuación práctica del respeto a la diferencia,
en el conocimiento mutuo, en el aprendizaje entre culturas y en la cooperación
mutua para la actualización de la dignidad humana”.
Conclusión
La lectura de Jueces 1 que he hecho en este ensayo ha deja-
do fuera o ha mencionado solamente temas importantes del mismo,
como el papel de Judá en la conquista y más ampliamente el lideraz-
go, el significado del episodio de Acsá para una lectura de género y
feminista del libro, o el papel de Yavé en Jueces. He utilizado algunas
herramientas de las lecturas postcolonial y feminista en pos de una
pregunta existencial: cómo mantener la memoria de un pueblo (o de
un grupo, como el de las mujeres) cuando sus representantes tienen
vedados el nombre y la voz en aras de una supuesta superioridad de
“nosotros” sobre “ellos” o “ellas”. No he ofrecido soluciones por-
que no las conozco, excepto mostrar posibilidades de deconstruir un
texto, de modo que pueda ser re-leído de una manera nueva. Una
lectura de Jueces 1 que por un momento se olvide de que es la intro-
ducción a todo el libro, puede rescatar otros elementos de análisis,
como la preocupación por la identidad de un grupo (supuestamente
pequeño, débil, que solamente cuenta con Yavé para protegerlos) pero
que sueña con conquistar a otros grupos (supuestamente poderosos)
y quitarles el nombre y toda memoria. Sin embargo, como pasa tantas
veces en los sueños, no son capaces de sostener su propia coherencia
interna y persisten en mantener también esos mismos nombres que
desean erradicar. Quizás haya sido su propia experiencia en el exilio,
66. Sung Uk Lim, “Speak my name: anti-colonial mimicry and the Samaritan
woman in John 4:1-42”, Union Seminary Quarterly Review 62, no. 3-4 (January 1,
2010): pp. 35-51 (35) [ATLASerials, Religion Collection, EBSCOhost (acceso: 9-3-
2014)] citando a Anne McClintock, Imperial Leather: Race, Gender and Sexuality in the
Colonial Contest [Nueva York/ Londres, Routledge, 1995), p. 28.
por todos. Ella lo había llorado como tantas otras, como tantos otros,
en el momento de su muerte. Ella lo había acompañado ahí mismo
en la cruz, al lado de su madre. Y ella había recibido a su madre en su
casa hasta el día en que había muerto. Ella lo había vivido y predicado
como el Mesías esperado, antes de su muerte y sin la necesidad de la
muerte como un sacrificio salvífico, necesario.
Fue entonces que en su propia casa se comenzaron a cruzar las
memorias. Las nuevas y las viejas. Las de Samaria, las de Galilea y las
de Judea. Las de Juan el Bautista, las de ella, las de sinagogas arrasadas,
las de expulsados de sus propias familias, las de los que habían sido
curados, las que traían los pecadores y pecadoras. En la comunidad no
se hizo fácil la tarea. Había muchos sentimientos puestos en unas y
otras. Había muchas ideas propias en unas y otras. Había días, meses,
años, dolores y alegrías compartidas con Jesús en unas y otras. Había
milagros para unos, señales para otros. No se hacía fácil conversar y
decidir cómo reescribir tanto pasado tan profundo, con tanta densi-
dad. No se hacía fácil decidir cuáles copiar y cuáles no.
El calor de Samaria teñía una vez más la puesta en escrito. Ella
opinó y dio testimonio. Ella fue escuchando cambios que ciertamente
le acrecentaron el ya punzante dolor de espalda.
Hay días en que es necesario traer a la memoria los recuerdos
que nos armaron como seres humanos. Uno de esos días volvió al
pozo. El camino fue lento, los huesos dolían, los pies ya no eran ágiles.
El pozo estaba solitario. Se sentó. No podía dejar de escuchar en el
viento, en el cántaro, las palabras que él repitió enseñándoles: “cono-
cerán la verdad y la verdad los hará libres”. Así educaron a sus hijos e
hijas en esa tierra samaritana, mostrando luces y tinieblas del mundo
y dando testimonio de la verdad, la verdad que no era otra cosa sino
poder abrirse para amar y ser amado.
Miró dentro del pozo. No distinguía el fondo. La vista apenas
podía reconocer bordes y horizontes. Varias cosas cambiaron, otras se
mantuvieron. Expulsiones de sinagogas luego de la guerra, memorias
de dolor y esperanzas alentaron a las nuevas comunidades. Y final-
mente los relatos de los continuos viajes de sus vecinos de Sicar termi-
naron de mostrarle el nuevo panorama. Los viajes y los vecinos. Ahora
podía percibir un poco más claro el horizonte.
La espiritualidad en Santiago
Elsa Tamez
3. James. Wisdom of James, disciple of Jesus the sage, Routledge, New York, 1999, p. 63.
4. The Letter of James: a new translation with introduction and commentary (The Anchor
Yale Bible), Yale University Press, New Haven & London, 2005.
5. The Letter of James: a new translation with introduction and commentary, pp. 131-132.
Espiritualidad y solidaridad
En el centro de la estructura vimos que el cristiano ha de dis-
tinguirse por su integridad o coherencia entre lo que dice y hace. Si
vamos hacia los temas cercanos que están arriba y abajo notamos que
hay una saturación de sentido en cuanto a la vida espiritual del cre-
yente, marcada por el centro de la estructura. Recordemos que los
8. McCartney, p. 155.
9. Krüger, p. 253.
demostró con sus actos. Su fe, evidenciada en sus actos, le fue conta-
do como justicia, y se convirtió en amigo de Dios. Uno es verdadero
amigo o amiga de Dios cuando la vida espiritual es completa, íntegra,
y genuina. A esto Santiago llama perfección cristiana.
Vayamos ahora a los temas que preceden y siguen a las secciones
marcadas con la letra H. Es decir, estudiemos las secciones G y G´,
que tratan el tema del control de las palabras o de la lengua. Para
Santiago el control de la lengua y la solidaridad están al mismo nivel,
ambas prácticas muestran la verdadera vida espiritual.
La oración
Santiago no le dedica un capítulo a la oración como lo hace
con el tema de la lengua y de la solidaridad, sin embargo es claro que
la oración es algo que da por sentado. Ocurre con frecuencia en dis-
tintas partes de la carta. El autor no concibe una comunidad que no
ore. La oración sincera es connatural a la vida del cristiano. De hecho
uno piensa en espiritualidad y lo primero que se le viene a la mente es
la oración. Lo que Santiago no concibe es que la oración sea la única
actividad del seguidor de Jesús y de la comunidad cristiana. Para él esta
sería una oración hueca.
Es interesante que en el pasaje que leímos del profeta Isaías, so-
bre el ayuno verdadero manifestado en la solidaridad con el prójimo,
también se alude al mal uso de las palabras. Estos dos temas (solida-
13. The Epistle of James, Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co., 1976,
p.186.
nidad está formada por miembros y cada uno de ellos asume a nivel
personal los consejos de la carta. El autor invita a que la comunidad
ore unos por otros por los pecados cometidos (5:16). Exhorta a que
confiesen los pecados entre sí para orar comunitariamente y sanarse
comunitariamente. Santiago tiene en mente una comunidad íntegra en
su vida espiritual. Si invita a que confiesen sus pecados entre sí, es por-
que confía que no habrá chismes, malas intenciones, sino transparen-
cia, honestidad y sinceridad entre los miembros de la congregación.
Es muy difícil confesar un pecado delante de otro porque no se tiene
confianza. Se tiene miedo a que el hermano o hermana hunda al que
confiesa por la falta de control de la lengua. Es por eso que dice que la
oración de la persona justa, o sea recta y honesta, puede mucho (5:16).
El autor espera que todos los miembros sean así.
El poder de la oración. Finalmente Santiago abunda en el
poder de la oración. A esta le dedica 3 versículos (5:16b-18) seguidos.
El contexto es el de la confesión mutua de pecados. Santiago califica
de eficaz a esta oración hecha por la persona justa, aquella que muestra
una espiritualidad genuina. La base escriturística que utiliza para ha-
blar del poder de la oración la encuentra en el profeta Elías (1 Re 17;
1: 18;1: 42-45). Se refiere al gran profeta como a una persona común
y corriente, sujeto a todas las pasiones humanas (5:17), cuya oración
hecha con fervor logró cosas imposibles; como hacer llover en tiem-
pos de sequía, o hacer cesar la lluvia. Santiago cree que las personas de
la congregación también pueden orar como Elías, y su oración puede
ser eficaz si se pide como Dios quiere, lo que Dios quiere y cuando
se necesite.
Conclusión
La espiritualidad en Santiago no es aquella que solo se refiere
a la alabanza, los ritos, la oración, el ayuno, la asistencia constante a la
iglesia, el creer en dogmas, doctrinas e incluso en Dios. Esta es apenas
una parte de la moneda, la cual queda totalmente relativizada e inser-
vible si no va acompañada de la otra cara de la moneda: la solidaridad
y el control de la lengua. La unión inseparable de los dos aspectos es la
integridad o coherencia del creyente en cuanto al hablar y hacer, creer
Un Dios ha bajado
Desafío
Si es cierto que pretendemos iniciar una nueva lectura de la
Biblia, tenemos nuestras limitaciones y peligros. Primero, carecemos
de elementos humanos formados académicamente en la Biblia. Pro-
bablemente nos sobren nuestros dedos para contar los que hicieron
seminarios. Segundo, los materiales producidos en Biblia para las igle-
sias son pocos.
Nuestro desafío es tener esperanza, a futuro, de seguir prepa-
rándonos para conocer lo básico de los idiomas bíblicos, para que des-
pués tengamos conocimientos de los idiomas y culturas de la Biblia y
podamos armar nuestras propias ortodoxias a través de nuestra propia
interpretación bíblica. Y esto, como no podía ser de otra manera, con
un conocimiento pleno de nuestra propia cultura originaria e idiosin-
crasia. De esta manera podremos mirar el texto Bíblico con nuestro
propio ojo como pueblo milenario y descubrir en él la revelación de
Dios para nuestro hoy.
Haremos un breve ejemplo de los valores de dos pueblos: pue-
blos originarios y pueblos occidentales.
Para los pueblos originarios el mundo es misterioso, para los
pueblos occidentales el mundo es analizable. Los pueblos originarios
buscan armonía con todos los seres vivientes de la creación, los pue-
blos occidentales conquistan la naturaleza. Los pueblos originarios
enseñan cooperación y colaboración, los pueblos occidentales compe-
tición. Los pueblos originarios respeto a los ancianos/as, los pueblos
occidentales preferencia por la juventud. Los pueblos originarios edu-
can por medio de relaciones y experiencias en familia y comunidad,
los pueblos occidentales educan por medio de maestros en escuelas
e institutos.
Queremos también producir material adecuado a nuestra reali-
dad para dar un mensaje liberador y no un mensaje de opresión.
Nuestro mayor desafío es mostrar a nuestros pueblos que el
Dios de la Biblia en quien creímos y aceptamos es un Dios liberador,
la Biblia nos trajo un Dios de justicia, un Dios de amor, un Dios soli-
dario, un Dios humano.
Debemos recuperar nuestros valores culturales, como la solida-
ridad, reciprocidad, ayuda mutua, amor, justicia pues la Biblia misma
Daniel C. Beros
“…Si queréis profetizar sobre el futuro, consultad las entrañas de los hombres
sacrificados…”
(Antonio Viera, citado por Rubem Alves)
A) Introducción
Dedico este ensayo como expresión de reconocimiento y gra-
titud al Dr. Néstor O. Míguez, primeramente maestro y orientador
de tesis en la Facultad de Teología del ISEDET en Buenos Aires, Ar-
gentina y luego colega y compañero en el Departamento de Teología
Sistemática de la misma institución, hasta su jubilación y emeritación
como Profesor en el año 2013.
En él he reunido una serie de percepciones, reflexiones y afir-
maciones teológicas elementales sobre la cuestión del ser humano. Su
objetivo es la búsqueda de parámetros epistemológicos, hermenéuti-
cos y praxeológicos básicos, que promuevan una praxis política ver-
4. Rubem Alves, La teología como juego, Buenos Aires, La Aurora, 1982, pp. 54-55.
10. Cf. Miguel Benasayag, El mito del individuo, Buenos Aires, Topia, 2013.
11. Resulta significativo recordar, en este contexto, el primer artículo del Decreto
261/75 del 5 de Febrero de 1975 (primero de los “Decretos de aniquilamiento”),
promulgado por el Poder Ejecutivo durante el gobierno de Isabel Perón, con el
fin de “aniquilar los elementos subversivos” en la Argentina. Con dicho decreto
se ponían las bases de legitimación al terrorismo de Estado, enmarcado en la
Ideología de la Seguridad Nacional y el programa geopolítico del imperialismo
norteamericano respecto de América Latina, que incluía como instrumento de
realización – con el objetivo de imponer de la dictadura del capital y el “libre
mercado” – el establecimiento de regímenes militares dictatoriales en todo el
subcontinente.
12. Recordemos las primeras frases de la famosa tesis IX del texto de Walter
Benjamin: “…Hay un cuadro de Klee que se titula Angelus Novus. Se ve en él un
ángel, al parecer en el momento de alejarse de algo sobre lo cual clava la mirada.
Tiene los ojos desencajados, la boca abierta y las alas tendidas. El ángel de la
historia debe tener ese aspecto. Su cara está vuelta hacia el pasado. En lo que
para nosotros aparece como una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe
única, que acumula sin cesar ruina sobre ruina y se las arroja a sus pies (…)…”;
Walter Benjamin, “Sobre el concepto de historia”, en Angelus Novus, Barcelona,
EDHASA, 1971, p. 82 [orig. alemán: „Über den Begriff der Geschichte“, Walter
Benjamin, Illuminationen – Ausgewählte Schriften I, Francfort del Meno, Suhrkamp
Taschenbuch, 1977].
13. Cf. Jung Mo Sung, Deseo, mercado y religión, Santander, Sal Terrae, 1999.
14. Cf. Hans J. Iwand, „Glaubensgerechtigkeit nach Luthers Lehre“, en: Gerhard
Sauter (Ed.), Hans Joachim Iwand - Glaubensgerechtigkeit (Gesammelte Aufsätze II),
Múnich, Chr. Kaiser, 1980, pp. 23-24. Allí el autor cita el siguiente comentario de
Lutero respecto de Ro 8,15: “¿O acaso esto no ‘es maldecir’: pensar en su corazón
que Dios es un adversario y enemigo, tener sentimientos y una voluntad opuestos
a él, y tratar con todas las fuerzas de imponer lo que es contrario a Dios, si esto
fuese posible – más aún: desear que Dios y su voluntad perezcan y se conviertan
en la voluntad del hombre, o sea, en una nada? Pues no hay maldición que supere
a ésta: desearle a alguien el aniquilamiento, que es precisamente lo que le desean
a Dios todos los condenados y los que poseen la prudencia de la carne”, Martín
Lutero, Obras… (Tomo X), p 282; WA 56, p 369, 15-20. Iwand conecta allí mis-
mo magistralmente el mencionado concepto con lo expresado por Lutero en la
tesis 17 de la “Disputación contra la teología escolástica”, de 1517: “El hombre
por naturaleza no puede querer que Dios sea Dios, antes bien él quiere que él sea
Dios y Dios no sea Dios”.
15. Martín Lutero, “La voluntad determinada”, en Erich Sexauer (Trad.), Obras…
(Tomo IV); WA 18, pp. 600-787. Cf. al respecto la significativa “Introducción
teológica” al escrito de Hans J. Iwand, en H.H. Borcherdt und Georg Merz (Eds),
Martin Luther. Ausgewählte Werke (Ergänzungsreihe Band I), Múnich, Kaiser, 1954,
pp. 253-315. Cabe destacar que ya en la “Disputación de Heidelberg” (1518)
[Carlos Witthaus (Ed), Obras… (Tomo I), pp. 29-46] Lutero sostiene la nulidad
del “libre albedrío” humano respecto del vínculo con Dios (cf. tesis teológica 13).
21. Cf. Dietrich Bonhoeffer, Schöpfung und Fall – Theologische Auslegung von Genesis
1-3, Múnich, Chr. Kaiser, 1955 – en especial pp. 56-57. Como hemos señala-
do más arriba (ver nota al pie Nro 17) nuestra convicción es que esta misma
línea hermenéutico-teológica tiene un sólido asidero a lo largo de toda la tra-
dición bíblica, manifestándose en textos tan fundamentales como por ej. “los
diez mandamientos” (Ex 20; Dt 5). Respecto a este caso concreto y decisivo por
su carácter paradigmático, ver Frank Crüsemann, „Struktur und Systematik des
Dekalogs. Eine These“, en Ingo Kottsieper et als (Eds), Berührungspunkte. Studien
zur Sozial- und Religionsgeschichte Israels und seiner Umwelt. Festschrift für Rainer Alberts
zu seinem 65. Geburtstag, Münster, Ugarit-Verlag, 2008, pp. 119-131 (Agradezco
esta referencia bibliográfica al Dr. Rainer Kessler). Allí Crüsemann hace plausible
una comprensión de la teología articulada en el decálogo a partir de la tesis de
su estructura quiásmica con centro en la prohibición de matar al prójimo. Mi
opinión es que la tesis de Crüsemann es acertada y sumamente importante, aun-
que su planteo tiene la limitación de no hacer suficientemente explícito –sobre
la base de su tesis– el significado teológico que tiene la vinculación estructural
entre idolatría, deseo ilimitado de apropiación y muerte. Efectivamente: una lec-
tura atenta del decálogo revela –como lo destacara G. von Rad en su Teología del
Antiguo Testamento [cf. su Vol. I, Salamanca, Sígueme, 1986, pp. 243-295.] – que
los mandamientos componen algo así como el “espacio vital” delimitado para
Israel por Yahvé como expresión de su alianza, es decir de su gracia liberadora.
Ese espacio preserva al pueblo de Dios no en última instancia de la consecuencias
devastadoras (“no matarás”) a que da lugar el establecimiento idolátrico-absoluto
(“no tendrás dioses ajenos”) del propio deseo ilimitado de apropiación de lo que
le pertenece al prójimo (“no codiciarás”). Mi convicción al respecto es que la
estructura de la composición literaria sugiere una hermenéutica tal precisamente
porque, en última instancia, es fruto de la mencionada percepción teológica de
fondo.
22. Citado en Gustavo Gutiérrez, Dios o el oro en las Indias: Siglo XVI, Salamanca,
Sígueme, 1989, p. 156.
23. La dogmática clásica utiliza para tematizar esa realidad el concepto
“concupiscentia” (concupiscencia). Cf. Confesión de Augsburgo, Art. II.
24. Así reza efectivamente el slogan de “Netsuite”, una empresa de software nor-
teamericana que actúa globalmente, que se especializa en finanzas y comercio
internacional. Le agradezco esta referencia al Dr. Néstor Míguez, quien mencio-
nó cómo en una visita a Nueva York se encontró en el centro de esa metrópoli
imperial un enorme anuncio con la mencionada leyenda. Míguez dedica su propia
interpretación a la consigna en Néstor Míguez, Joerg Rieger y Jung Mo Sung, Para
além do espírito do Imperio… pp. 267-270.
25. Ver por ej. Hannah Arendt, Elemente und Ursprünge totaler Herrschaft – Antisemi-
tismus, Imperialismus, totale Herrschaft, Múnich/Zúrich, 2005 (10a Ed), pp. 308-331
(ver en especial nota al pie en p. 313) [trad. al español: Los orígenes del totalitarismo
(3 Vol.), Madrid, Alianza, 1981ss.]
B.2 – Juzgar
4. La realidad de formas de existencia humana que testimonian,
comunican y promueven “vida en abundancia para toda la creación”
tiene su condición de posibilidad y fundamento en que, en medio de
la “vida falsa” (T. Adorno), los seres humanos son capacitados para
ello por haber sido hechos realmente partícipes de la historia (story) en
que acontece la justicia “ajena” de la Cruz (iustitia aliena crucis) en tanto
poder creador de vida.
5. 1) Dado que “la palabra se hizo carne” (Jn 1,14) asumiendo
en su insondable misericordia el pesebre, los márgenes y la Cruz, dicha
justicia acontece en la historia como poder de vida afirmando libre, in-
condicional- y gratuitamente –solus Christus, sola gratia– la dignidad y el
derecho a la vida de las víctimas de la violencia ejercida por los pode-
res hegemónicos y su ley de muerte –sola fide. 2.1) Por la misma razón
dicha justicia acontece en la historia como condena irrestricta de los
poderes hegemónicos y su ley de muerte, de modo tal que los victima-
rios y demás “autojustificados” son hechos partícipes de esa justicia
a partir de su reconocimiento y aceptación incondicional –sola gratia,
sola fide. 2.2) Ello se manifiesta en su conversión real permanente: es
decir, en un camino penitente de cambio de fidelidades y solidaridades
históricas, de compromiso político activo con el reconocimiento de la
dignidad y el derecho de las víctimas y excluidos en el ámbito público
y por ello de compromiso con la defensa de los derechos humanos de
todas las personas –solus Christus.
6. 1) Mediante el ingreso de la justicia ajena en la realidad a
través de aquella historia “cruciforme”, los poderes, relaciones e iden-
tidades “viejas” pasan, dando lugar a “nuevas criaturas” (2 Co 5,17).
2.1) Ellas permanecen como tales a partir del vínculo renovador que
mantienen a través del testimonio mutuo de la “Palabra de la Cruz” (1
Co 1,18). 2.2) De esa Palabra reciben una y otra vez el regalo de una
vida fundada precisamente en la justicia ajena de la Cruz, es decir en
otro poder, otras relaciones y otras identidades, que la hacen una vida
promisoria- y escatológicamente reconciliada, plena.
Ello es así pues en la totalidad de la historia bíblica de Dios con
su pueblo, realizada con carácter paradigmáticamente radical en Jesu-
cristo: desde el pesebre hasta la Cruz, a la luz de la fe en el mensaje de
26. Meditando sobre Mt 25:31-46, Hans J. Iwand señalaba: “…Tal vez debiera ser
así que si una vez se ha pasado delante del Crucificado y ha visto esa ´cabeza en-
sangrentada y llena de heridas´ la volverá a encontrar en todas partes… (…) Solo
porque él, el siervo de Dios de Is. 53 ha sufrido por nosotros, porque él ha hecho
suya esa existencia de un hermano apátrida, pobre y miserable, y porque nosotros
ahora pudimos ser salvos y bienaventurados por ese camino (Heb 2:10) por eso
no lo amaremos a él si no amamos a los pobres y nosotros no podremos amar a
los pobres sin con ello encontrarlo a él – sin poder captar [ese acontecimiento].
Por eso los pobres son el tesoro de la Iglesia. “El prójimo en su apremio, vergüenza
y tormento nos coloca ante la pobreza y carencia de patria, ante las heridas, ante
el cadaver, ante la tumba de Jesucristo” [NB: Iwand cita a Karl Barth, Kirchliche
Dogmatik I,2, p. 474]. Así pues, lejos de poder leer y comprender nuestro Evange-
lio [NB: el autor se refiere al texto de Mt 25:31-46] sin eso que ha hecho Jesús por
nosotros en su sufrimiento vicario (y toda su vida fue en ese sentido sufrimiento
vicario), antes bien él es la encarnación y suma de una solidaridad que surge de la
Cruz, que juzga y salva al mundo, puesta por Dios en su misericordia…”, Hans
J. Iwand, Predigt-Meditationen, Gotinga, Vandenhoeck & Ruprecht, 1963, pp. 246-
247.
27. Cf. Daniel Beros, “Dejar que se haga presente la justicia de Dios”, en Jeró-
nimo Granados (Ed), Bicentenario – Tiempos de revolución e independencia. Reflexiones
del Claustro de Profesores del ISEDET, Buenos Aires, I.U.SEDET, 2013, pp. 33-49.
noble y piadoso y verdadero en este mundo sin Cristo…”, Hans J. Iwand, Luthers
Theologie (NW V), Múnich, Kaiser, 1974, pp. 106-108.
34. Ese es el camino que recorre Dios en Jesucristo con su criatura, que a través
de la “obra extraña” (opus alienum) realizada en la cruz como expresión del juicio
de la ley que da “muerte”, por la justicia manifiesta en Jesucristo, que como “obra
propia” (opus propium) expresa su gracia y fidelidad radical e incondicionada, que
es el evangelio, la resucita como “nueva criatura” a la vida reconciliada con Dios
y su creación. Cf. por ejemplo, el comentario a la tesis 4 de la “Disputación de
Heidelberg”, en: Obras… (Tomo I), pp. 34.
35. Solo percibiendo la indisoluble relación entre la justicia de Dios revelada en
la “Palabra de la Cruz” como acto de solidaridad radical de Dios en la historia
con las víctimas de la violencia producida por la constitución idolátrica, absoluta,
del propio deseo ilimitado (concupiscencia) con la fe verdadera, es posible compren-
der y vivir correctamente el “sola fide” reformador. Lamentablemente la tradición
teológica y eclesial, así como la vivencia práctica de los cristianos evangélicos,
mayormente desvirtuó esa afirmación central de los Reformadores diluyéndola
en términos interioristas e individualistas, que falsean el testimonio bíblico y no
significan otra cosa que una forma sutil de “autojustificación” (es decir: de injusti-
cia, de pecado) en la iglesia evangélica. Entre otras razones, ello fue consecuencia
de la imposición de una concepción ahistórica de la fe y de una comprensión de
B.3 – Actuar
7. La Iglesia de Jesucristo es aquella comunidad de seguimiento
en que se testimonia, experimenta y celebra la historia en que, según
la palabra divina de promesa, acontece siempre de nuevo la justicia
ajena de la Cruz, tomando cuerpo visiblemente de ese modo la obra
liberadora, reconciliadora y renovadora del Dios trino en el seno de la
humanidad.
8. Así pues, dicha comunidad es constituida como tal en tanto
medio político en que el Espíritu Santo obra la comunicación mutua
de la justicia ajena de la Cruz, y con ella la comunión reconciliada entre
36. Cf. Hans G. Ulrich, „Ethik lernen mit dem Vaterunser. Das Gebet als para-
digmatische Praxis einer Lebensform“, en: Johannes von Lüpke / Edgar Thai-
digsmann (Ed.) Denkraum Katechismus. Festgabe für Oswald Bayer zum 70. Geburstag,
Tubinga, Mohr-Siebeck, 2009, pp. 445-448.
37. “…Puesto que la Iglesia es la ciudad sobre la montaña, polis (Mt 5:14), fun-
dada en la tierra por Dios; puesto que, en cuanto tal, constituye la propiedad
sellada de Dios, su carácter “político” forma parte indisoluble de su santificación.
Su “ética política” se basa únicamente sobre su santificación…”. Cf. Dietrich
Bonhoeffer, El precio de la gracia – El seguimiento, Salamanca, Sígueme, 1986, p. 194
[Nachfolge, Múnich, Kaiser, 1940 (2da Ed), p. 200].
38. Cf. Gustavo Gutiérrez, “Teología desde el lado reverso de la historia”, en: del
mismo, La fuerza histórica de los pobres, Lima, CEP, 1979, pp. 303-394.
39. Según Martín Lutero ello es producto de la toma de contacto por parte de los
creyentes con “el lado reverso de Dios” (posteriora Dei). Cf. Tesis 20 y su comen-
tario de la “La Disputación de Heidelberg”, en: Obras… (Tomo I), pp. 41-42. A
raíz de tales percepciones de la espiritualidad y la teología latinoamericana y de la
Reforma sostengo una vez más que a la “fe cruciforme” le es dada su existencia
(política) al reconocer por medio de la “Palabra de la Cruz” el “lado reverso de
Dios” confiándose totalmente a ella en el “lado reverso de la historia” –ello es:
en el seguimiento del Crucificado junto a los crucificados: per passiones et crucem–.
Ello es lo que sostiene Dietrich Bonhoeffer en su famosa poesía “Cristianos y
paganos” y en su carta desde la prisión de Tegel del 18 de Julio de 1944: “…El
hombre está llamado a sufrir con Dios en el sufrimiento que el mundo sin Dios
inflige a Dios… (…) No es el acto religioso quien hace que el cristiano lo sea,
sino su participación en el sufrimiento de Dios en la vida del mundo… (…) Esta
es la metanoia: no comenzar pensando en las propias miserias, problemas, peca-
dos y angustias, sino dejarse arrastrar al camino de Jesucristo, al acontecimiento
mesiánico, para que así se cumpla Is 53… (...) Este acto de ser arrastrado a los
sufrimientos mesiánicos de Dios en Jesucristo se cumple, en el Nuevo Testamen-
to, de distintas maneras: por la llamada, hecha a los discípulos al seguimiento,
por la comunidad de mesa con los pecadores… (…) Lo único común a todos
ellos es su participación en los sufrimientos de Dios en Cristo. Esta es su “fe”.
Nada de metodismo religioso. El ‘acto religioso’ siempre tiene algo de parcial; la
‘fe’, en cambio, es un todo, un acto de vida. Jesús no llama a una nueva religión,
sino a la vida…”, del mismo, Resistencia y sumisión. Cartas y apuntes desde el cautiverio,
Salamanca, Sígueme, 1983, p. 253.
40. Ernst Wolf, „Politia Christi. Das Problema der Sozialethik im Luthertum“, en:
Peregrinatio. Studien zur reformatorischen Theologie und zum Kirchenproblem, Múnich, Chr.
Kaiser, 1962, pp 214-242.
41. Cf. Declaración Teológica de Barmen (1934), Art II.
45. Cf. Martín Lutero, Comentario a la Carta a los Gálatas (1531), WA 40/1, 79,5s.,
citado en Hans J. Iwand, Luthers Theologie (NW V), Múnich, Kaiser, 1974, p. 119.
46. Cf. Confesión de Augsburgo, art. XXVIII.
47. Es en ese sentido que coincido con N. Míguez cuando sostiene que “renunciar
a lo trascendente es quedarse sin lugar para la crítica radical de la historia”. Cf.
Néstor Míguez, Joerg Rieger y Jung Mo Sung, Para além do espírito do Imperio… p.
276. Ese es el significado liberador fundamental –en relación al homo peccator, en su
indefectible inclinación idolátrico-nihilista– de la afirmación del carácter “externo”
de la justicia de la Cruz, así como lo he planteado a lo largo del presente ensayo.
En palabras del Reformador: “…Nuestro fundamento es éste: el Evangelio nos
manda no fijar la atención en nuestras buenas obras y perfecciones, sino en Dios,
que es el promitente, en Cristo, el Mediador… Así pues, el fundamento de porqué
nuestra teología es plena de certeza es que ella nos arranca de nosotros mismos y
nos coloca fuera de nosotros, de modo que no nos confiamos a nuestras fuerzas,
nuestra conciencia, nuestra capacidad de percepción, nuestro carácter y nuestras
obras, sino a lo que está fuera de nosotros, es decir: a la promesa y la verdad de
Dios, que no pueden engañar…” Martín Lutero, Comentario a la Carta a los Gálatas
(1531), WA 40/1, 589, 17-19; citado en: Gerhard Sauter, Zugänge zur Dogmatik,
Gotinga, Vandenhoeck & Ruprecht, 1998, p. 28.
48. Cf. Al respecto el artículo de Reinhard Schwarz, „Luthers Lehre von den
drei Stände und die drei Dimentionen der Ethik“, en Lutherjahrbuch 45 (1978),
pp. 15-34.
lis: Vozes, 2000, p. 9. (orig. inglês: The War of Gods. Religion and Politics in Latin
America, 1996)
4. Vide, MASUZAWA, Tomoko. The Invention of World Religions. 5a ed., Chicago:
The University of Chicago Press, 2012.
5. EATWOT’s International Theological Commission. Towards a Work Agenda
for Planetary Theology. VOICES. New Series, Volume XXXV, Number 2012/3-
4, July-December 2012, p. 49
8. Vide por ex., PETPETERSON, Derek & WALHOF, Darren (Eds). The Inven-
tion of Religion: Rethinking Belief in Politics and History. New Brunswick, New Jersey:
Rutgers University Press, 2002; ASAD, Talal. Genealogies of Religion: Discipline and
Reason of Power in Christianity and Islam. Baltimor-London: The Johns Hopkins
Univ. Press, 1993; MASUZAWA, Tomoko. The Invention of World Religions. 5a ed.,
Chicago: The University of Chicago Press, 2012.
9. VVAA. A luta dos deuses: os ídolos da opressão e a busca do Deus libertador. São Paulo:
Paulinas, 1982, p. 7.
10. ASSMANN, Hugo & HINKELAMMERT, Franz. A idolatria do mercado: ensaio
sobre economia e teologia. Petrópolis: Vozes, 1989.
11. Por ex. Teologia e economia: para repensar a Teologia da Libertação e utopias. Petrópo-
lis: Vozes, 1994; Sujeito e sociedades complexas. Petrópolis: Vozes, 2002; Desejo, mercado
e religião. 4ª ed. ampl. São Paulo: Reflexão, 2010.
12. POLANYI, Karl. A grande transformação: as origens da nossa época. Rio de Janeiro:
Campus, 1980. (orig. inglês, 1944)
15. CROSSAN, J. D & REED, J. In the Search of Paul. New York: HarperCollins,
2004.
16. RIEGER, Joerg. Christ and Empire. Minneapolis: Fortress Press, 2007, p. 27.
17. Petrópolis: Vozes, 2010, cap. 4. (em espanhol, Sujeto y sociedades complejhas. San
José (Costa Rica): DEI, 2005.)
18. STIGLITZ, Joseph. Freefall? America, Free Markets, and the Sinking of the World
Economy. Now York: W.W. Norton & Company, 2010, p. xi.
19. Ibidem, p. xiii.
20. Ibidem, p. xii.
21. Fukuyama, F. The End of History And the Last Man. New York N.Y.: The Free
Press, 1992, p. xiii.
uma função religiosa para nós”24, pode nos ajudar. O sistema capita-
lista funciona como “religião global ou globalizante”, dentro da qual
as religiões tradicionais funcionam como religiões “parciais” e subor-
dinadas. É por isso que podemos propor “pluralismo religioso” sem
criar sérios problemas para o sistema.
O diálogo frutífero então não se daria entre as religiões, dentre
as quais está o capitalismo como religião, mas entre as religiões no sen-
tido tradicional, que dialogariam sobre o capitalismo. Aqui é impor-
tante explicitar que pluralismo religioso não é algo que existe “em si”,
mas só se realiza através de diálogos. E o diálogo, como dizia Paulo
Freire, não é uma relação entre “eu e tu”, mas é um encontro de seres
humanos e de grupos que dialogam sobre o mundo a ser transforma-
do, sobre um problema ou objetivo comum.25 Em outras palavras, só
é possível um diálogo que promova o pluralismo religioso na medida
em que os participantes do diálogo tenham objetivo comum. No tema
aqui tratado, o objetivo seria de construir uma sociedade econômica e
socialmente mais justa. Isso significa que grupos de diversas religiões,
que estão de acordo com o atual sistema econômico, não participa-
riam desse debate porque não compartilham do mesmo objetivo de
transformar o sistema econômico.
Um diálogo que promova um verdadeiro pluralismo religioso
não pressupõe somente o respeito pela religião do outro, mas também
a mesma posição ética e espiritual frente aos sofrimentos humanos
e danos ambientais causados pelo capitalismo global. Com bem diz
Paul Knitter, mais importante do que a discussão sobre o que significa
a justiça e a justiça para quem, é a questão do sofrimento: “enquanto
justiça pode exigir deliberação, sofrimento exige reação.”26
Em todas as religiões encontramos linhas de pensamento que
justificam os sofrimentos humanos através da lógica sacrificial. Essa
27. John Kenneth Galbraith, A cultura do contentamento, (São Paulo: Pioneira, 1992),
12. (original in English: The Culture of Contentment, 1992, 18-19.)
28. IVES, Christopher. Liberation from Economic Dukkha: A Buddhist Critique
of the Gospels of Growth and Globalilzation in Dialogue with John Cobb. In:
CORNILLE, Catherine & WILLIS, Glenn. The World Market and Interreligious
Dialogue. Euge: Cascade Books, 2011, pp. 107-127. Citado da p. 126.
Joerg Rieger
1. Recent studies of Paul and the Book of Revelation have helped us understand
how their struggles for liberation took shape in the midst of the pressures of
the Roman Empire. For an overview of recent studies of Paul and a theological
assessment, see Joerg Rieger, Christ and Empire: From Paul to Postcolonial Times (Min-
neapolis: Fortress Press 2007), chapter 1.
2. See Henry Steele Commager, The Empire of Reason: How Europe Imagined and
America Realized the Enlightenment (New York: Oxford University Press, 1982).
on the assumption that whatever is good for the economy is good for
the people. This assumption creates its own dynamic: challenges to
the market, including efforts to regulate it, are commonly rejected in
the name of freedom. Even after the markets collapsed in 2007 and
2008, this dynamic remained in place, in part due to a lack of regu-
lation, i.e., too much economic freedom. Nevertheless, despite much
public commotion about economic bailouts of large corporations by
the U.S. government in 2008 and 2009 (supported by both the Bush
and Obama administrations) government support of free-market en-
terprises continues to be welcomed. Such lifelines have enabled the
market to become even freer—at least from corporate responsibility.
Due to an increasing number of safety nets for large corporations, the
largest players in the market are now free to perform anything but the
riskiest business transactions. These dynamics are not limited to the
United States, as Europe is catching on to similar practices; Britain
and Germany have been leading the pack in this regard for almost
three decades.
What is the problem with this type of freedom? At first sight,
the issue seems to be that this definition of freedom rests on a very
narrow base. It is the freedom of the market that counts, especially
the freedom of the largest players in this market, such as the trans-
national corporations and the financial institutions. More and more
people are beginning to recognize this problematic narrow focus on
the freedom of such major conglomerates, and those most cognizant
of this reality tend to be located in economic situations where a rising
tide lifts fewer and fewer boats.3 This is particularly true in countries
like the Latin American ones, where the economy never benefited as
broad a sector of society as in the United States or in Europe. But
there is a deeper problem. Our current notion of freedom is built on
a universal definition. It is built on an understanding, similar to that
of the French Revolution, that freedom is the ability to do anything
that is not detrimental to somebody else’s freedom.4 The universal
3. See the account in Joerg Rieger, No Rising Tide: Theology, Economics, and the Future
(Minneapolis: Fortress Press, 2009).
4. Declaration of Human Rights, approved by the National Assembly of France,
nature of this definition is the problem. We all know from the natural
sciences that nature abhors a vacuum; a vacuum will quickly be taken
over by something else moving in its place. In the same way, nature
seems to abhor empty universals. Already in the French and Ameri-
can Revolutions, this definition of freedom was not really a universal
statement: at stake was the particular freedom of the newly emerging
bourgeoisie. This freedom was not for the peasants, the workers, the
servants, the slaves brought over from Africa, women, or many others.
In fact, this not-so-universal notion of freedom was established on
the backs of those who provided the services and the labor for the
new system. A similar dynamic can be observed now. In the neoliberal
global free-market economy, freedom is the ability to do anything that
is not detrimental to the freedom of the market. But this universal de-
finition does not remain universal. Something else comes in through
the back door of the universal definition. The freedom of the market
is not everybody’s freedom but the freedom of the smaller and smaller
group of those who reap the majority of its benefits, and it is once
again established on the backs of everybody else. Those excluded
from and exploited by this freedom of the market include the workers
whose wages are cut and the vast numbers of the unemployed who are
played off against the workers so as to keep their demands in check.
There is little doubt that freedom exists for some but not for
others. To be even more specific, the freedom that we cherish and
celebrate appears to be parasitic, as the freedom of some is bought
by the enslavement or even the exclusion of others. One of the best-
kept secrets of our time is that the neoliberal free-market economy
is linked to another system of slavery. Slavery, which is now a global
phenomenon and extends beyond the confines of the United States, is
not a metaphorical term for people who have to work long hours for
low wages and without benefits. The term refers to literal slavery and
5. Kevin Bales, Disposable People: New Slavery in the Global Economy (Berkeley: Uni-
versity of California Press, 1999).
6. The AFL-CIO estimates that 60 million workers would like to be organized
in unions, while anti-labor representatives reduce this number to a still sizable
figure of 25 million workers. See Michael Payne, “Unionization: A Private Sector
Solution to the Financial Crisis,” Dissent (Spring 2009), 50.
ce, have led to a situation where more and more people benefit less
and less from the gains that they are producing—including many whi-
te-collar workers and those who have traditionally considered them-
selves middle class.7 After all, the ethos of transnational corporations
demands (backed by a U.S. legal precedent that goes back to the days
of Henry Ford) that they work for the benefit of their stockholders
rather than for the benefit of their workers. While it is often noted
that the rich are getting richer and the poor are getting poorer, the
myth of individualism prevents us from getting a clearer grasp of how
these two phenomena are related.
The truth is that the ruggedly individualistic, self-centered free-
dom on which the United States was supposedly founded does not
exist. This sort of freedom is merely the myth that those in positions
of power and success like to promote, as it covers up how their power
and success has been produced and suggests to those less fortunate
that they, too, can make it if they work hard enough. This mythical
freedom is now assumed not only in the United States but, on the hee-
ls of neo-liberal market economics, in almost all other capitalist coun-
tries as well. Moreover, those who engage in moralizing condemna-
tions of this mythical individualistic freedom —Christian theologians
and preachers in particular—are not helping at this point: they simply
perpetuate the illusion that this mythical individualistic freedom is real
and that it can be tempered by being less individualistic and self-cen-
tered. Such well-meaning rejections of individualistic freedom suggest
that people actually have the option of living their lives in self-cente-
red ways that exclude relationships to others. Nevertheless, no such
option exists. Reference to individualistic freedom, whether supporti-
ve or critical of it, merely conceals the relationships that are already in
place, especially the oppressive sorts of relationships. The truth is that
others are always part of who we are, whether we acknowledge it or
not. No one exists in isolation, and least of all those who have acqui-
red great wealth and power. Once this is clear, we are in a position to
turn the dominant understanding of freedom on its head.
7. For further analysis and some numbers see Rieger, No Rising Tide, chapter 2.
10. For a theological engagement of the Occupy Wall Street movement see Joerg
Rieger and Kwok Pui-lan, Occupy Religion: Theology of the Multitude, Religion in the
Modern World (Lanham, Md.: Rowman and Littlefield, 2013).
11. See, for instance, M. Douglas Meeks, God the Economist: The Doctrine of God
and Political Economy (Minneapolis: Fortress Press, 1989), and my recent book No
Rising Tide, chapter 3.
underscore, both explicitly (as with those who preach the Gospel of
Prosperity) and implicitly in many mainline denominations, the free-
dom of the neoliberal market and of those who dominate it. It goes
without saying that this Implicit use of God is much harder to track
down, and for that reason it is all the more dangerous. What does
one do, for instance, with a church that offers a critique of the most
blatant manifestations of free-market economics but which embodies
the God of the neoliberal free market so deeply that pastors are paid
according to their religious market share—a common practice in the
United States but not in Europe? And how effective can the critique
of such a church be if its mission and success is defined economica-
lly in terms of numbers of attendance and the size of buildings and
budgets?
In this climate we need to remind ourselves of one the most
important insights of twentieth-century theology, namely that God
is different from the status quo, Wholly Other. This insight has been
of central importance not only in the work of Swiss theologian Karl
Barth but also in various theologies of liberation, both in Latin Ameri-
ca and North America.12 These affirmations of the otherness of God
remind us that the divine must not be pulled into our schemes. In the
current situation this means that images of God can no longer be
used to defend seemingly universal notions of freedom, neoliberal
free-market economics, or anything else that results in keeping vast
majorities of people around the world in bondage.
The otherness of God that matters here is, of course, not the
metaphysical idea of otherness that distinguishes between universal
ideas of “immanence” and “transcendence.” Already Karl Barth knew
that the otherness of God that really matters is what might be ca-
lled an “immanent transcendence” which is not universal and aloof
12. The work of Gustavo Gutiérrez and Frederick Herzog comes to mind. See
my discussion of these two theologians in Rieger, Remember the Poor: The Challenge
to Theology in the Twenty-First Century (Harrisburg, Pa.: Trinity Press International,
1998). José Míguez Bonino, Doing Theology in a Revolutionary Situation (Philadelphia:
Fortress Press, 1975), 61-62, points out the parallels between a European strand
of Barthian theology and Latin American liberation theologians, focusing on the
“dynamism of God’s action.” Míguez Bonino also notes, of course, that Latin
American theology developed this emphasis in its own ways, independently.
13. Karl Barth, Dogmatics in Outline, trans. G. T. Thompson (New York: Philo-
sophical Library, 1949), 40.
14. See, for instance, Karl Barth, Church Dogmatics, vol. 2:1, ed. G.W. Bromiley
and T.F. Torrance, trans. T.H.L. Parker et al. (New York: Charles Scribner’s Sons,
1957), 386.
15. See, for instance, Richard Horsley, Jesus and Empire: The Kingdom of God and
the New World Disorder (Minneapolis: Fortress Press, 2003), and John Dominic
Crossan, God and Empire: Jesus Against Rome, Then and Now (San Francisco: Harp-
erSanFrancisco, 2007).
In our own time, the struggle for liberation continues. The va-
rious liberation theologies have reminded us not only of the need for
ongoing struggles for liberation but also of the manifold theological
roots of such struggles in the Judeo-Christian traditions. And althou-
gh it is sometimes assumed that our postcolonial era has brought us
new levels of freedom—from a new appreciation of otherness and
difference, to the celebration of pluralism and a “flattening of au-
thority”—the struggle continues with new intensity as “the powers
that be” are increasingly operating under ground and in less visible
ways.16 Due to their own history of postcolonial freedoms gained in
the nineteenth-century liberation struggles from Spain and Portugal
that remained limited to the elites, Latin Americans have every right
to be suspicious of current celebrations of the notion of the postco-
lonial. As the forms of oppression are shifting—I have talked about
the postcolonial empire, which appears to be a contradiction in terms
for most scholars in the U.S. and in Europe17—proclaiming release
to the captives and liberating the oppressed (Luke 4:18) continues to
be one of the most burning tasks for Christians today. It is for all of
these reasons that we need each other, as Christians and theologians
in the United States, Europe, and Latin America. I have been privile-
ged to collaborate with colleagues like Néstor Míguez18 across these
and other boundaries and hope that much productive work will yet be
done for generations to come.
16. This is the point of my notion of the “postcolonial empire.” See Rieger, Christ
and Empire, chapter 7.
17. See, for instance, Christ and Empire, chapter 7.
18. See, for instance, Néstor Míguez, Joerg Rieger, and Jung Mo Sung, Beyond the
Spirit of Empire: Theology and Politics in a New Key, Reclaiming Liberation Theology
(London: SCM Press, 2007).
David A. Roldán
Económica, 2006), 43-89; Eric Voegelin, El asesinato de Dios y otros escritos políticos
(Buenos Aires: Hidra, 2009).
6. De hecho, Agamben hace la conjetura en relación a la estructura antisemita del
programa de Peterson, en el sentido de que su teología de la liturgia como “praxis
pública” del auténtico cristianismo era, en efecto, indiferente a todos los sucesos
históricos; todos excepto uno: si el katechon era identificado con los judíos, el plan
de exterminio que se opera en la década de 1930, dice Agamben, no podría serle
indiferente.
7. Agamben, El reino y la gloria, p. 54.
8. Ibid., pp.132–133.
21. Dietrich Bonhoeffer, Akt und Sein (Munich: Christian Kaiser Verlag [orig.
1931], 1956); Dietrich Bonhoeffer, Act and Being, trad. Ernst Wolf (New York:
Harper and Brothers Publishers, 1961).
22. Franklin Sherman, «The Methods of Asking the Question Concerning Jesus
Christ. Act and Being», en The Place of Bonhoeffer (New York: Association Press,
1962), p. 96.
23. Cf. Giorgio Agamben, Homo Sacer I. El poder soberano y la nuda vida, trad.
Antonio Gimeno Cuspinera (Madrid: Editorial Nacional [orig. 1995], 2002);
Giorgio Agamben, Homo Sacer II, primera parte. Estado de excepción, trad. Antonio
Gimeno Cuspinera (Madrid: Editorial Nacional, 2002); Giorgio Agamben, Homo
Sacer III. Lo que queda de Auschwitz: el archivo y el testigo, trad. Antonio Gimeno
Cuspinera (Madrid: Editorial Nacional [orig. 1999], 2002).
24. Cf. Dietrich Bonhoeffer, Vida en comunidad (Buenos Aires: La Aurora, 1966).
Queda pendiente una comparación con Giorgio Agamben, La comunidad que viene,
trad. José L. Villacañas y Claudio La Rocca (Valencia: Pre-textos ,[orig. 1990],
1996). Ya se ha ensayado una comparación con una importante sección del
protestantismo, es decir, Kierkegaard, y el problema de la comunidad en Agamben,
por Rafael E. Mc Namara, «Kierkegaard y el problema de la comunidad», en
Kierkegaard no Nosso Tempo, ed. Álvaro L. M. Valls y Jasson Da Silva Martins (Sao
Leopoldo: Nova Harmonia, 2010), pp. 291–300.
III. Recepción crítica desde la Teología
de la Liberación
La Teología de la Liberación se caracterizó, entre otros movi-
mientos, por incorporar la “crítica de las ideologías” en la tarea cons-
tructiva de la teología. Así, haciendo uso de las herramientas de la
26. Hay claros palarelismos entre mispât y kâbôd, por ejemplo, en Is. 58:8b y
62:2a; Sal. 97:6, 85:10-14, así como Is. 61:3 B (LXX). Si mispât tiene una clara
connotación de justicia social, la “habitación” de kâbôd en la Tierra, que el kâbôd
“llene la Tierra” no significa otra cosa que una realidad de justicia y šalom entre
los hombres. Miranda se encarga de mostrar también la trama de sentido de estos
términos en la traducción al NT.
27. Cf. José Porfirio Miranda, Marx against the Marxist, trad. John Drury (Maryknoll
NY: Orbis Books, 1980).
Trayectorias cruzadas, confrontaciones críticas, ed. Ives Cusset y Stéphane Haber, trad.
Heber Cardoso (Buenos Aires: Nueva Visión, 2007), p. 147. En este sentido, la
genealogía y la biopolítica implícitamente optan por la libertad, la democracia, la
autorrealización política, y otros logros de la cultura occidental; pero, en lugar de
fundamentar estas opciones, bajo la sospecha generalizada, practican una crítica
radical sin fundamento. En el caso particular que analizamos con Agamben, su
opción por el paradigma oikonómico contra el paradigma político podría llevar
a la falsa conclusión de que reprueba la política en pro de una concepción
oikonómico-trinitaria de la administración de la vida social. Agamben rechazaría
esta interpretación, pero tendría dificultades para justificar normativamente sus
posiciones.
32. Juan Luis Segundo, Liberación de la teología (Buenos Aires: Carlos Lohlé, 1975);
Juan Luis Segundo, Teología Abierta, 3 vols. (Madrid: Cristiandad, 1983); Juan Luis
Segundo, El hombre de hoy ante Jesús de Nazaret, 3 vols. (Madrid: Cristiandad, 1982);
Juan Luis Segundo, La historia perdida y recuperada de Jesús de Nazaret. De los sinópticos
a Pablo (Santander: Sal Terrae, 1991).
33. Cf. Hans Blumenberg, La legitimación de la Edad Moderna, trad. Pedro Madrigal
(Valencia: Pre-textos, 2008); José Elías Palti, Aporías. Tiempo, modernidad, historia,
sujeto, nación, ley (Madrid - Buenos Aires: Alianza Editorial, 2001), cap. 2; Martin
Jay, Fin-de-Siècle Socialism. And Other Essays (London: Routledge, 1988), cap. 11.
aquí en la Tierra, y antes del “juicio final”, que el kâbôd divino sea
una realidad, es decir, que haya justicia entre los seres humanos. Es
poco lo que la dinámica oikonómica de la Trinidad puede ofrecer para
motorizar estas luchas, ya que apunta a la inoperatividad y al fin de las
“aclamaciones” del “pueblo” (con todas las ambigüedades que bien
ha señalado Agamben). En el mundo secularizado en que vivimos (en
su sentido normativo) la doctrina de la “gloria” puede movilizarnos
si el kâbôd se reinterpreta en la dirección señalada por la Teología de
la Liberación: el kâbôd de Dios no “es”, sino que “será” una realidad
cuando la justicia social entre los hombres también lo sea.
Graciela De Vita
Introducción
Se narra desde la propia experiencia. Estuve cerca de Néstor
cuando construía las narrativas de “Jesús del Pueblo”.1 Comprobé
cómo sus amigos qom del impenetrable chaqueño, las madres de la
Plaza de Mayo, los niños apropiados por la dictadura, algún funciona-
rio político bien intencionado y muchos otros que Néstor conoció y
con quienes interactuó en su práctica pastoral y docente, se iban rela-
cionando con los personajes de aquella lejana tierra del Israel bíblico
y encontrando con Jesús en el camino del desierto, huyendo a Egipto;
tal vez en el establo de Belén; o en la habitación reservada de una casa
de Jerusalén.
En eso consiste la sana virtud del narrador. En la posibilidad
de establecer un diálogo con los hechos pasados desde el propio pre-
sente, en la interpretación de lo histórico desde las luchas y sueños de
cada día, en la expresión de las búsquedas y esperanzas de hoy susten-
tadas por las afirmaciones fundantes de ayer. Y esta capacidad tiene
1. Míguez, Néstor O. Jesús del Pueblo. Para una cristología narrativa. Ediciones Kairos,
Buenos Aires, 2011
Enseñanza y transmisión
La transmisión en la pedagogía actual ha debido ser rehabilita-
da, recuperada y revalorizada. Los educadores latinoamericanos crí-
ticos formados en el pensamiento de Paulo Freire, comprometidos
profundamente en la línea de la problematización y el diálogo incor-
poramos la conceptualización que Paulo Freire hiciera de la educación
bancaria, en la Pedagogía del Oprimido,3 entre otras características,
como narrativa, discursiva y disertante. Como consecuencia se pro-
dujo un rechazo de la transmisión directa. Todos los esfuerzos de
reflexión pedagógica y de producción de alternativas para la práctica
se centraron en el diálogo y en la escucha de lo que el educando tenía
para decir y por lo tanto, la transmisión se consideró avasallante de
la libertad del educando. Es cierto que el propio Freire diferenció el
hablar a otro del hablar con otro,4 pero la sospecha sobre la predomi-
nancia discursiva del educador en los contextos de enseñanza llevó
a inhibir, muchas veces, la posibilidad de presentarse y presentar el
mundo desde la mirada del educador. En realidad se siguió haciendo,
es tarea imposible enseñar sin transmitir, pero como práctica deslegi-
timada, residual de una concepción pedagógica tradicional que debía
transformarse.
Más recientemente en la revisión de las consecuencias de nues-
tra praxis nos enfrentamos con la necesidad de volver a revisar nuestra
mirada sobre la transmisión. La reflexión crítica y política sobre la en-
señanza en los sistemas educativos conduce a recuperar los procesos
de transmisión como medio ineludible para garantizar la filiación. Se
analizan y reelaboran propuestas para la inscripción cultural de los su-
jetos de las generaciones más jóvenes o incluso de los adultos que por
razones sociales quedaron marginados de la educación formal, des-afi-
liados de la cultura, aún de la cultura dominante en la cual el sujeto ha
de insertarse creativa y críticamente. Comprobamos que no es posible
constituirse en transformador de un todo social y cultural si no se es
3. Freire, Paulo Pedagogía del Oprimido, Tierra Nueva, Montevideo, 1970 (1ª Ed. en
castellano).
4. Freire, Paulo Cartas a quien pretende enseñar, Siglo XXI editores, Argentina, 2002.
parte del mismo y ello solo es viable a partir de haber sido “presentado
en sociedad”, reconocido como uno más y dotado del lenguaje que
permite que al pronunciar la palabra se pronuncie el mundo.
Un arduo trabajo de reflexión y de diálogo entre educadores
nos permite hoy saltar este dilema y seguir adscribiendo a la pedagogía
liberadora de Freire pero sin despreciar la posibilidad de transmitir
nuestra perspectiva, de narrar el propio relato, conscientes de que no
puede ser el único, que supone interpretación, que darlo a conocer
hace posible el diálogo y la construcción del propio relato del otro, el
educando. La relación pedagógica ha de permitir la intersubjetividad,
el espacio para que cada uno elabore su propio discurso a partir de su
contexto, de sus experiencias, de su conocimiento y enriquecerse en
ese mutuo intercambio de perspectivas. Y como la relación pedagógica
no es simétrica, porque si bien ambas partes se modifican y aprenden,
es el educador quien tiene la responsabilidad de dotar de sentido a esa
relación a partir de la enseñanza. Esta condición de asimetría ubica al
educador en una situación de poder que es necesario hacer explícita
para que juegue a favor de la transformación del conocimiento de
ambos.
También la psicología de la educación y su aplicación directa
a la didáctica provocó un desplazamiento del valor de la transmisión.
Sin embargo, la cultura se construye socialmente en base a la trans-
misión. No existe posibilidad alguna de generar conocimiento si no
es a partir del diálogo en sociedad. La insistencia en que el sujeto
construya su propio conocimiento sin “interferencias” ha generado
distorsiones pedagógicas preocupantes. Suponer que el mundo de la
cultura se explora y se descubre sin ayuda puede provocar demoras
o exclusiones o un conocimiento devaluado que se supone nuevo y
resulta socialmente poco significativo, provocando dominación al agu-
dizar la desigualdad.
El psicoanalista Jackes Hassoun nos enseña que una transmisión
lograda ofrece a quien la recibe un espacio de libertad y una base que le permite
abandonar (el pasado) para (mejor) reencontrarlo.5 Sin recibir la oportunidad
con otros textos, contar frente a adultos que pueden escuchar sus historias y, en ese
mismo espejo, reconocerse como parte de una comunidad.
En este sentido, se puede concebir a la escuela como un escenario privilegia-
do donde se produce un doble juego narrativo y de pensamiento. La escuela puede
ser el lugar para dejar correr y reconocer el relato de quienes asisten a ella y, a la
vez, ser el lugar de transmisión cultural, es decir, el lugar donde los alumnos enla-
zan su propia historia con la cultura, donde dan sentido a su ensayo en el mundo y
se configuran como futuros hacedores de su existencia y su humanidad.
Se puede pensar que el recorrido del saber escolar anecdótico al saber es-
colar conceptual y procedimental hizo perder el drama de la vida en las aulas, la
posibilidad de reflexionar y conmover, la ocasión de resolver alguna inquietud y de
decir a algo a los niños y jóvenes acerca de quiénes son, la oportunidad de educar
la sensibilidad y el pensamiento al mismo tiempo. Se puede pensar también que
atender a esto podría representar un camino para otorgarle mayor relevancia a la
historia enseñada.10
Y si esto se plantea así para la educación formal, y para todas
las edades, cuanto más para los espacios de educación popular que
se proponen procesos educativos críticos, históricos y políticos. Son
las posibilidades de armar el propio relato, elaborar la propia argu-
mentación describiendo intenciones, sentimientos y sentidos las que
permiten entretejer con los personajes narrados, las propias voces, los
propios proyectos de futuro, las ideas y las acciones transformadoras
más fecundas.
Por último, una palabra referida a los procesos educativos
orientados a la formación en la fe. La posibilidad de conocer las narra-
tivas bíblicas con esta familiaridad dada por el acercamiento al sentido
de la historia y al mensaje en contexto -de tiempo y espacio- pero en
relación con la propia historia, abre caminos de comprensión y de
identificación muy significativos. Ningún educador puede hacer que
sus alumnos tengan fe, eso es obra del propio sujeto en libertad y del
Espíritu del Señor. Sin embargo, cuanto se pueda hacer para volver vi-
sible la fe, y también las preguntas, las dudas, los reclamos, los deseos
y los sueños de quien se compromete en esta compleja tarea de pre-
El Pentecostalismo y Neomodernidad
en Clave Latinoamericana:
Repensando los Efectos Culturales
del Cambio Estructural en Argentina
Daniel Míguez
Introducción
y pedir que él lo haga prosperar, si usted siente que ellos son los
bendecidos usted puede ir, no hay problema. Pero no por que ellos
le impongan las manos u oren por usted se va a salvar o va a
tener una vida buena. Si usted va un domingo y peca el resto de
la semana y no trabaja para el Señor el resto de la semana, eso es
pan para hoy y hambre para mañana, y lo peor de todo es que no
va a ir al cielo. Así que lo que yo le digo es que no crea que con ir
un domingo a que le impongan las manos es suficiente, tiene que
trabajar para el Señor.”
“Yo estaba sin trabajo, y los hermanos estaban orando para conse-
guirme. Había un hermano que me dijo que tenía un trabajo para
mi pero que tenía que esperar a que se abriera el puesto, porque
había un muchacho conocido de él que iba a dejar. Así estuve como
seis meses, y Dios me probó a mí en esos seis meses, porque muchas
veces tuve ganas de largar todo y renegar de Dios. Pero con la ayuda
de mi señora y los pastores me mantuve firme. Así, después de seis
meses el Señor me dio mi trabajo porque yo había permanecido fiel.
Ahora no somos ricos, ni nada, pero estamos bien. Porque también
el Señor te enseña a administrar lo que te da, antes no mirábamos
los precios, pero ahora sabemos que no hay que derrochar las cosas
que el Señor te da, y así Él no te va a hacer faltar de nada.”
Conclusiones
No hay mucho que agregar a esta altura, de manera que me
contentaré con sintetizar lo que parecen las contribuciones más sig-
nificativas del texto. Un primer elemento es que, la idea sostenida por
Taussig según la cual las interpretaciones míticas de las relaciones ca-
pitalistas de producción iban a desaparecer con el tiempo y la naturali-
zación no parece producirse en este caso. Por el contrario, el pentecos-
talismo que parece ser una fuerza sumamente viva en América Latina
sigue produciendo variantes interpretativas de orden mítico sobre las
relaciones de producción casi un siglo después de la instauración de
relaciones asalariadas en Argentina.
Un segundo elemento muestra que las reinterpretaciones míti-
cas producidas por el pentecostalismo han seguido los vaivenes de la
estructura social argentina. Inicialmente, el pentecostalismo más tradi-
cional sirvió para expresar una percepción de las relaciones capitalistas
alternativa a la que la mitología más tradicional parecía constituir. En
lugar de percibirlas como directamente malas o perversas, estas pasa-
ron a ser percibidas como buenas, pero en el marco de ciertas condi-
ciones morales básicas. Como vimos, estas se condecían con las con-
diciones propias del peronismo. Es decir, el progreso económico era
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Autores