Rubem Alves Por Leopoldo Cervantes

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Rubem Alves Por Leopoldo Cervantes http://rubemalves-teopoetica.blogspot.com.es/2008/02/el-manantial-eternoteologa-poesa-y.html El manantial eterno: teologa, poesa y libertad en Rubem Alves (2007), L. Cervantes-Ortiz MIRCOLES, 13 DE FEBRERO DE 2008

Antonio Vidal Nunes, ed., O que eles pensam de Rubem Alves e de seu humanismo na religio, na educao e na poesia. So Paulo, Paulus, 2007, pp. 231-252. Para Rubem, maestro de vida y amigo entraable La razn para nuestro desentendimiento es simple: los telogos acadmicos se avergenzan de ser hijos de la hechicera. Su madre pas a ser, para ellos, motivo de vergenza. Trataron, entonces, de negar sus orgenes. Y hasta se cambiaron de casa: se establecieron en las universidades. Y empezaron a pensar y escribir del mismo modo en que piensan y escriben quienes viven en el mundo acadmico. Fue as que transformaron la teologa, algo maldito, en cosa respetable. La hechicera se volvi teologa cientfica o teologa moral.[1] R.A. 1. La teologa protestante latinoamericana: entre la Iglesia y el pensamiento En 1995 la revista Pasos, del Departamento Ecumnico de Investigaciones (San Jos, Costa Rica), public un nmero especial sobre la teologa de la liberacin (TL) y su relacin con el pensamiento latinoamericano. Helio Gallardo desglosaba muy bien los diferentes tipos de teologas de liberacin que flotaban en el ambiente; Franz Hinkelammert contextualizaba puntualmente dicha corriente teolgica; y Jos Duque la vinculaba con las ideas dominantes del protestantismo, particularmente el principio protestante planteado por el telogo luterano Paul Tillich. Sus propsitos en dicho texto merecen ser citados: Las reflexiones, an abiertas, las he ordenado en tres partes: primero, con lo que considero es la piedra de ngulo del espritu protestante, del espritu contestatario, el cual transciende la tradicin evanglico-protestante. Una segunda reflexin, gira en relacin con la disyuntiva que nos plantea la tensin existente entre cristiandad y protestantismo. En una tercera parte, veo que el espritu contestatario est en la esencia de la Teologa de la Liberacin, pues es esencia del evangelio y esta es evanglica.[2] Ms adelante, agrega, citando a Rubem Alves: El principio protestante es anti-idoltrico, es protesta "proftica", en l no se sacraliza lo finito, como lo son las ideologas, las clases sociales, las Jerarquas, las iglesias, las confesiones, los dogmas e incluso la unicidad de sentido de la Biblia. Asume carcter de protesta contra el mismo protestantismo

2 cuando ste pierde su capacidad de transformarse, cuando se afinca en el statu quo y se hace esttico. [...] Sobre todo en momentos de crisis, el contemplar y asumir la realidad histrica de nuestro mundo, coloca a las iglesias frente a posiciones con posibilidades utpicas o ideolgicas. Para Rubem Alves, el protestantismo-evanglico tiene esa disyuntiva, y las posibilidades utpicas las puede fundamentar esta tradicin, apelando a aquellos elementos fundantes contestatarios de la Reforma. Insiste Alves, que ...desde sus orgenes la mentalidad protestante implicaba un rechazo radical al carcter acabado o sagrado de cualquier estructura.[3] Esta triple aportacin resultaba fundamental, ms an, ante las perspectivas planteadas desde Alemania por el filsofo cubano Ral Fornet-Betancourt, quien intentaba acercar el pensamiento religioso del continente a lo ms granado de la reflexin actual. Tampoco puede pasarse por alto el volumen Filosofa de la liberacin, de Horacio Cerutti, redactado precisamente en los aos ms explosivos y creativos de esta teologa. Con todo, el elemento protestante no apareca, con un lugar propio, a la hora de explicar la emergencia de esta teologa en el ambiente eclesial latinoamericano. Se reconocan, eso s, los nombres de autores(as) protestantes cuyo trabajo trascendi los lmites confesionales para dialogar con las urgencias del momento: Jos Miguez Bonino y la carta abierta del telogo reformado alemn Jrgen Moltmann, por ejemplo, Julio de Santa Ana y sus enfoques sobre la relacin entre teologa y economa, Victorio Araya y su acercamiento al concepto de Dios en varios autores catlicos y, ms tarde, Elsa Tamez y su relectura de la justificacin por la fe, eran algunos de los hitos ms sobresalientes en este campo religioso. Pero Rubem Alves era la rara avis de la historia, pues, cuando se le mencionaba, slo se haca colateralmente y pasando rpido a otra cosa. Y es que l representaba cierta incomodidad para los crculos teolgicos, pues no era un buen ingrediente para la latinoamericanidad de esta teologa el hecho de que un pensador protestante fuera uno de sus pioneros. De ah que en 1997, cuando emprend la construccin de un proyecto de investigacin, centrado originalmente en la necesidad de un Diccionario de telogos/as latinoamericanos, me encaminaba, todava sin saberlo, al encuentro directo con uno de los ms formidables renovadores de la teologa producida en el continente. Paralelamente, en los trabajos de Carmelo lvarez, Mortimer Arias y Alan Preston Neely se encuentran ms argumentos histricos acerca de la participacin protestante en el surgimiento del movimiento ms amplio de la TL.[4] Y es que, al interior de las iglesias e instituciones de educacin teolgica pertenecientes a esta tradicin eclesial, era casi un tab suponer que existan componentes afines a la misma que participaran en la TL, tal era el grado de satanizacin de que fue objeto. 2. De la teologa de la liberacin a la poesa Por todo lo anterior, la lectura minuciosa de la obra de Alves constituy la revelacin de un autor que efectivamente haba sido uno de los fundadores de la TL en el campo protestante y fuera de l, a pesar de las reservas de muchos estudiosos.[5] Su libro inicial, Hacia una teologa de la liberacin (ttulo original en ingls, para lo que despus se llam Una teologa de la esperanza humana,

3 y ms tarde, Cristianismo: opio o liberacin?[6]) fue seguido por Hijos del maana, un autntico manifiesto renovador del pensamiento religioso, pues en l lleva a cabo una crtica profunda de la civilizacin actual. Los ttulos se multiplicaron y al impacto inicial sigui Protestantismo y represin, un severo ajuste de cuentas con la tradicin presbiteriana; y Dogmatismo y tolerancia, una reunin de ensayos que celebran las virtudes de la teologa reformada as como sealan sus abismos. La teologa como juego (cuyo ttulo original era toda una provocacin: Variaciones sobre la vida y la muerte: el hechizo hertico-ertico de la teologa) sacudi completamente el edificio de las ideas que abrigaba sobre una concepcin cerrada, dogmtica, de la labor teolgica, para proyectarla hacia el mbito del juego, el erotismo y la poesa. Eso ya se anunciaba en Hijos del maana, pero ahora era toda una realidad. Se trata de un libro que ha merecido una nueva y hermosa reedicin.[7] Las ideas son presentadas como un juego de cuentas de vidrio que iluminan y se iluminan mutuamente con sus destellos. Inspirado en Hermann Hesse, Alves parte de la idea de que la teologa es precisamente un juego, slo que en l lo que se debate es la vida y la muerte de las personas, creyentes o no. En este juego, el papel que el mundo moderno le otorg a la teologa resulta bastante cruel, pues quienes controlan el mundo no toman en serio lo que hacen los telogos al saberse dueos y seores del mbito secular. Pero la teologa, despreciada y relegada al desvn de las antigedades an tiene mucho que decir, por ejemplo, que el cuerpo es el centro de todo y all se decide la felicidad o infelicidad de los seres humanos. Cada captulo (o variacin) de este libro es una inmersin en las verdades que los cuerpos humanos reclaman para saciar sus necesidades, pues stas van ms all de lo econmico o visceral. La insistencia de la teologa en crear smbolos que otorguen esperanza y sentido a la vida es, efectivamente, una cuestin de vida o muerte. Algo similar sucedi con Creo en la resurreccin del cuerpo, abordaje indito a la doctrina cristiana tradicional, y con Padre Nuestro, parfrasis potica, librrima, de la oracin por excelencia. Al romper las amarras del lenguaje y del pensamiento, Alves se liber de las ataduras del convencionalismo y la solemnidad. Lamentablemente, sus propios compaeros de la TL no comprendieron su evolucin y lo consideraron un bicho raro en el espectro del pensamiento teolgico latinoamericano. Sus intuiciones sobre el juego, el cuerpo y la educacin, que comenz a inquietarlo debido a su trabajo como profesor universitario, lo llevaron ms tarde a la escritura de cuentos infantiles y crnicas, un gnero anfibio entre el ensayo y la narracin, que ahora desarrolla frenticamente. De ese modo, Alves sali para siempre del gueto de las iglesias para entrar de lleno en el terreno de la imaginacin. Adems, practica profesionalmente el psicoanlisis, pues, paradjicamente, en ello se refugi para ejercer, secularmente, la labor pastoral. Su teologa sigui siendo liberadora, aunque ahora con un marco referencial radicalmente distinto: slo desde la belleza podrn todos los seres humanos, no slo los pobres, destinatarios originales de esta teologa, acceder a la participacin plena en la transformacin social, integral. Esto son y suena, para los ortodoxos telogos de la izquierda cristiana, como una concesin al pensamiento burgus, dominante, pues parece que nicamente reproduce los esquemas mentales predominantes. Pero, por el contrario, es un intento por socavar, desde las races, los

4 fundamentos de una fe adocenada y domesticada, precisamente por esas fuerzas sociales e ideolgicas. 3. Teologa y poesa: la ruptura epistemolgico-esttica de Alves Cmo explicar la ruptura epistemolgica experimentada por Alves? Cuando me dirig a l, en junio de 1997, en busca de su aprobacin y apoyo para el proyecto, su respuesta fue tajante: mi trabajo no espera producir tesis acadmicas, sino felicidad en quien lo lee. Semejante reaccin desarm mis intenciones iniciales y me llev a experimentar una autntica aventura potica, ms acorde con los propsitos de tamaa obra. No intent responder a la pregunta sobre dicha ruptura, pues al seguir el hilo cronolgico del pensamiento alvesiano fui encontrando una especie de espejo en la tarea intelectual de Alves, quien se acerc a la poesa de la nica manera posible: el azar. l confiesa, por ejemplo, que nunca haba odo hablar de T.S. Eliot, hasta una ocasin en que al final de una conferencia, alguien lo mencion. Confiesa, asimismo, que su respetabilidad acadmica se fue a pique cuando rompi con el lenguaje acadmico y se entreg a los brazos de la poesa. No obstante, su labor puede ubicarse en lo que algunos han denominado teopotica, es decir, una forma de reflexin teolgica dominada, no por los resortes escolsticos de la teologa dogmtica o sistemtica, sino ms en la lnea del dilogo ludo-potico-ertico, es decir, un acercamiento personal, subjetivo, esttico, a las verdades religiosas. Aunque, hay que aclarar, que en rigor, Alves nunca ha abandonado la forma de pensar que aprendi en sus ya lejanos aos de Princeton, cuando estuvo bajo la direccin de su maestro Richard Shaull, a quien conoci en el seminario presbiteriano de Campinas. Pero ni siquiera estos antecedentes logran explicar la extraeza de un quehacer intelectual sui generis. Acaso slo podra decirse que la experiencia vital se conjug con una conversin esttica que le ha permitido, hasta la fecha, poner a dialogar fecundamente la teologa y la poesa. Prueba de ello son los volmenes que sigue dedicando a los temas teolgicos, aunque eso s, tratados ahora con un desenfado y un alegre escepticismo que no dejan de llamar la atencin. Para ello, recurre ahora al auxilio de las ciencias sociales filtradas mediante un proceso que no queda ms remedio que calificar de humanstico, en el sentido ms amplio. Antnio Carlos de Melo Magalhes ha evaluado con justicia la labor literaria y teolgica de Alves, al subrayar que, sin ser un terico de la teopotica, la ha puesto en marcha mediante una prctica escritural que es, en s misma, todo un modelo dentro de esta corriente de dilogo entre teologa y literatura. Para l, Alves fue asumiendo de manera creciente un hablar sobre Dios, que tiene en los poetas y otros autores literarios sus principales interlocutores en la presentacin de sus imgenes sobre Dios.[8] En este sentido, agrega que Alves reconoce, en primer lugar, que los temas teolgicos no son meros objetos de racionalizacin y conceptualizacin, sino que viven en los cuerpos de las personas. La teologa, as, no pertenece a la academia, sino a la vida cotidiana, pues sta se entrelaza en la tela simblica, formando las diversas relaciones que nos forman.[9] Esta manera de experimentar la interaccin teologa-vida ha alcanzado varias etapas en las obras de Alves. De ese modo, es posible trazar un arco que va desde Variaes sobre a vida e a morte, hasta Livro sem fim, pasando por Lies de feiticaria y Transparncias da eternidade, entre otros.

5 Desde un punto de vista personal, esas obras son los cruces de camino que Alves ha recorrido hasta llegar al punto en que su escritura es claramente reconocible. El estilo alvesiano, caracterizado por una serie de reiteraciones que, seguramente, en un guio psicoanaltico acaso nunca confesado, bombardea la imaginacin del lector (decir mente sera un atentado contra la esencia de esta literatura) para construir referencias intermitentes continuas que tocan a los autores caros a Alves. El agregado de nuevos nombres, casi imperceptible en sus libros ms recientes, provee a la lectura de un toque informativo, pero gozoso, mediante el cual es posible adivinar o atisbar la alegra con que el autor de los textos alvesianos se ha ido encontrando con ms y ms autores. Su pasin por Adlia Prado, por ejemplo, obliga a que los lectores asuman la intertextualidad como una forma de vida, pues Alves transmite obsesivamente su experiencia antropofgica, algo que ha expresado difanamente, muy en la estela de Oswald de Andrade, pero con el infaltable tono teolgico:

La literatura es un proceso de transformaciones alqumicas. El escritor transforma o, si prefieren una palabra en desuso, utilizada por los telogos antiguos, transustancia su carne y su sangre en palabras y dice a sus lectores: Lean! Coman! Beban! sta es mi carne, sta es mi sangre!. La experiencia literaria es un ritual antropofgico. La antropofagia no es gastronoma, es magia. Se come el cuerpo de un muerto para apropiarse de sus virtudes. No es se el propsito de la Eucarista, el ritual antropofgico supremo? Se come y se bebe la carne y la sangre de Cristo para hacerse semejante a l. Yo mismo soy lo que soy por los escritores que devor... Y si escribo es con la esperanza de ser devorado por mis lectores.[10] Lies de feitiaria es la resurreccin continua de O poeta, o guerreiro, o profeta, que ha ido desde ser una estacin importantsima en el dilogo alvesiano entre teologa y poesa, a desembarazarse de la primera y volverse un tratado ntegramente dedicado al potencial potico de los seres humanos como forma de vida, por lo que ahora su nuevo subttulo es Meditaes sobre a poesia. La idea de lo proftico en relacin con lo sagrado est muy cerca de las ideas de Octavio Paz y el contacto cotidiano con la realidad que, siendo la misma todo el tiempo, esconde misterios que esperan la atencin de los ojos y odos humanos. Aqu es muy palpable la frase de Valry que ha seducido a Alves durante mucho tiempo: Qu sera de nosotros sin el auxilio de aquello que no existe?. De ah parte, entonces, hacia el acecho d el silencio y se dirige a romper el hechizo de lo establecido como real, esto es, de aceptacin obligatoria para todos. Son dignas de citarse algunas palabras del prlogo a la edicin intermedia, sin el subttulo mencionado, pues all recupera una visin teopotica indispensable para avanzar en sus indagaciones: Me gustara que la teologa fuese esto: las palabras que vuelven visibles los sueos y que, cuando se pronuncian, transforman el valle de los huesos secos en una multitud de nios. De ah la sugerencia que hago: que la palabra teologa sea sustituida por la palabra teopoesa, es decir, nada de saber, todo de belleza.[11] El nuevo prlogo apunta profundiza la bsqueda de horizontes: Este libro es una meditacin sobre la poesa. Los poetas siempre reconocieron que la

6 poesa y la magia son hermanas gemelas. La secreta esperanza de todo poeta es que sus versos realizarn de nuevo el milagro del nacimiento virginal....[12] Se consuma as la sustitucin plena de la teologa por parte de su hermana la poesa, una bsqueda intensa de sentido dirigida siempre por la imaginacin para la recuperacin de otros ojos con qu mirar el mundo. No es otra cosa la poesa segn el ideal bblico-romntico de volver a nombrar las cosas como si se vieran por primera vez. No resulta extrao, entonces, que cada captulo est presidido por epgrafes tomados de poetas o de la Biblia, especialmente cuando se trata de hablar de las palabras buenas para comer como le sucedi al profeta Ezequiel y al vidente de Patmos. Porque el cuerpo lo procesa todo y si es iniciado en la belleza, hasta la poltica y la educacin sern realidades ms amables, ms benignas, ms justas. El libro concluye con una oda a la belleza: La belleza es infinita; ella nunca se satisface con su forma final. Cada experiencia de belleza es el inicio de un universo. El mismo tema debe ser repetido, cada vez, de una forma diferente. Cada repeticin es una resurreccin, un eterno retorno de una experiencia pasada que debe permanecer viva. El mismo poema, la misma msica, la misma historia... Y, mientras tanto, nunca es la misma cosa. Pues, con cada repeticin, la belleza renace nueva y fresca como el agua que brota del manantial...[13] Por su parte, Transparncias da eternidade sintetiza nuevamente la teologa alvesiana en una nueva etapa del pensamiento alvesiano. Es como si sus cinco secciones respondieran las dudas planteadas por sus crnicas dedicadas a Dios: desde Dios existe? hasta La apuesta, la mirada de Alves sobre Dios y lo sagrado coloca al misterio en un mbito insondable pero discernible plenamente desde la imaginacin potica. Sobre la existencia de Dios, su profesin de fe es difana, irrebatible: Claro que creo en Dios, como creo en los colores del crepsculo, como creo en el perfume del mirto, como creo en la belleza de la mirada que me contempla en silencio. Todo es tan frgil, tan inexistente, pero me hace llorar. Y, si me hace llorar, es sagrado. Es un pedazo de Dios....[14] Estamos, pues, ante un caso de fe potica, esttica, no mayor ni superior a la otra, sino ms bien su complemento o posibilidad. Y ese es el tono de todo el libro, una peregrinacin ldica, ertica, hacia lo sagrado, con la nostalgia de lo aprendido en aos pasados. Esto se evidencia en que Alves se atreve, an, a declarar su amor por la Iglesia con base en lo que los artistas han producido a partir de ella, sin contenido dogmtico, y concluye al respecto: Deja que la belleza, sin palabras ni catecismo, evangelice al mundo. Dios es Belleza.[15] Aunque en otro lugar, Alves se confiesa incapaz de amar a Dios en abstracto, pero anhela y ve en l un esteta que juega: Quiero a Dios como un artista que recoge los trozos de mi vitral, roto por las pedradas al azar, y los pone de nuevo en la ventana de la catedral, para que los rayos de sol pasen por ellos de nuevo. Lo que yo quiero es un Dios que juegue con las cuentas de vidrio; y

7 quiero ser yo una de las cuentas de vidrio, una de las cuentas de colores de su juego....[16] Porque fuera de la belleza no hay salvacin. En Livro sem fim, Alves se muestra de cuerpo entero en la lucha del escritor consigo mismo: planea una obra que se le resiste y l tiene que abandonarla, tal como deca Paul Valry, pues cobra vida propia y quiere tener una existencia aparte. El ttulo del libro refleja muy bien lo sucedido y el contenido se despliega de una manera libre, con las citas y notas que, como llamada de atencin, invaden el campo visual del lector. El esquema del libro es claro: una explicacin sobre sus caractersticas de cajn de sastre, de resumen vital, de cmo surgi del cuerpo de Alves para hacerse a s mismo desde el desaprendere barthesiano y el aprendizaje de los saberes y los sabores del cuerpo (variaciones). ste es el centro de la obra, lo era ya desde Hijos del maana y aqu reclama una vez ms su reino, porque sabe sin saber: Yo busco la filosofa del cuerpo. No busco una filosofa sobre el cuerpo. La filosofa sobre el cuerpo es lo que los filsofos piensan. La filosofa del cuerpo son los saberes que el cuerpo sabe sin saber. Es la sabidura. Es la voz de los poetas, de los artistas, de los nios....[17] Los aterrizajes de este libro interminable son exactos: teologa-filosofaeconoma-cocina, todo alrededor del cuerpo de Rubem, quien se solaza en dejar que su flujo imaginativo, su verborrea trada y llevada por la felicidad y el asombro, se manifieste como una epifana de s mismo y de lo que ha vivido. Como nuevo telogo ya no husmea en la fisiologa divina sino en lo que otros, en este caso San Agustn, han dicho sobre Dios. As, al lado de la Feria de las Utilidades de la creacin originaria, est la Feria de la fruicin, esto es, del deseo, del goce, adonde Dios se recrea y juega con las cosas en apariencia intiles: Una sugerencia potica para los telogos: Dios como dueo de una tienda de juguetes. [] El juego y el arte son las nicas actividades permitidas en el Paraso. El poeta, el artista, el nio: esos son los seres paradisacos. En el Paraso no existe el trabajo. Slo juego y arte.[18] Muy al modo del escritor guatemalteco Augusto Monterroso, famoso por su concrecin y la extrema estilizacin de sus textos, Alves ha alcanzado en Quarto de badulaques y Mais badulaques, la mxima condensacin de su estilo fragmentario, corto, de naturaleza relampagueante, pues a travs de acercamientos transversales, sesgados, microscpicos a los ms variados aspectos de la realidad, su teopotica desgrana momentos intensos de felicidad lingstica y, por qu no decirlo, filosfica. Frecuentemente sus lectores llaman la atencin al hecho de que nunca haban imaginado una variacin mental o vivencial del modo que Alves interroga los sucesos de la cotidianidad. As, por ejemplo, sus comparaciones de la poltica con los jardines, de la educacin con sus diversos matices y propsitos, o de los pensamientos que le propici una cocinera, resultan deslumbrantes episodios de reflexin y observacin vital. Pero Alves no puede olvidarse de Dios y su retorno al tema est presidido por una exquisita irona al preguntarse Qu sera de nuestra alma sin la sociologa, las investigaciones, las estadsticas?, para referirse a las abrumadoras cifras sobre la poblacin creyente. No obstante, escribe: Por la lectura de los textos sagrados fui informado acerca de que hay un pueblo ms religioso que el nuestro y que, merecidamente, ganara la medalla de oro: la poblacin de los reinos de Satans, habitantes del infierno. 100% de los demonios creen en Dios. Y no slo creen sino que se estremecen al escuchar

8 su nombre.[19] De ese modo, Brasil obtendra la medalla de plata. Y concluye observando que la fe popular en Dios no garantiza que dejen de surgir los grupos religiosos ms exticos imaginables. Este tipo de escritura hace que sus lectores ms desprevenidos lleguen incluso a escribirle para preguntar si sigue creyendo, a lo que l responde siempre con una sonrisa y otro texto ms agudo que el responsable de la consulta personal. All mismo declara su amor por la poesa y expone su tardo acercamiento a ella: Qu pena! Cunto tiempo perdido! La poesa es una de mis mayores fuentes de alegra y sabidura. Y recomienda: Lea poesa para ver mejor. Lea poesa para volverse ms bonito. Lea poesa para aprender a or. Ya pens en la posibilidad de que tal vez habla demasiado.[20] Curiosa, pero no casualmente, Alves experimenta la misma pasin de los emisarios annimos que en San Jos (Costa Rica) inundan la ciudad con letreros que invitan a acercarse a la poesa... Y es que en Alves poesa y teologa son inseparables, como cuando habla de Emily Dickinson, la solitaria de Nueva Inglaterra cuyos poemas, todos breves, extraas criaturas polidricas, se conocieron pstumamente y con quien Alves congenia perfectamente, sobre todo en este poema que l hubiera querido escribir y que traduce como sigue: Algunos guardan el domingo yendo a la iglesia Yo lo guardo permaneciendo en casa Con un gran rbol como cantor Y un pomar por santuario. Algunos guardan el domingo en ropas blancas Pero yo slo uso mis alas Y en vez del repicar de las campanas Nuestro pjaro canta en la palmera Es Dios que est predicando, predicador admirable Y su sermn siempre es corto. El retrato de Dickinson es entraable: Mujer frgil dotada de alas, con un delicado sentido del Misterio. Pero por eso mismo, por sentir el asombro del Misterio que nos rodea, despreciaba lo que decan sobre l los religiosos.[21] Como Walt Whitman, quien encontraba cartas dejadas por Dios en todas partes, Dickinson-Alves se vuelve a un Dios callejero, presente y hablando en los seres vivos... Porque Alves ha encontrado sus poetas-compaeros, poetastelogos, sus hermanos que lo hacen volar en el viento para encontrar una sabidura que est al alcance de todos. Slo que el aprendizaje alvesiano es una peregrinacin hacia el deseo... Su incursin en la autobiografa es otra leccin de cmo desde la memoria fragmentaria es posible revisitar los lugares, las atmsferas de la infancia, los nombres del misterio. Con la insistencia temtica manifestada hasta aqu, su texto sobre Los domingos es una pieza perfecta de superacin de lo vivido mediante la imaginacin del recuerdo.[22] Pues aunque no deja de poner el dedo en la llaga, es decir, de subrayar lo doloroso y difcil, la luz de la experiencia ilumina de otra forma lo sucedido. La reconstruccin de esas horas interminables pasadas en la iglesia, adems de una reinterpretacin jocosa de los motivos de sus padres para asistir a los cultos presbiterianos, es todo un ajuste de cuentas con la exterioridad eclesistica administrada por misioneros

9 extranjeros insensibles a las circunstancias especficas de las personas. La ancdota que narra Alves no poda terminar mejor: Las meretrices entrarn al Reino de Dios antes que vosotros.... Cuando se supona que Alves no poda sorprender como antes, se descubre que guarda un as bajo la manga. Con Perguntaram-se me acredito em Deus, se reinventa como telogo al crear una serie de fbulas bblicas renovadas que bucean profundamente en la sabidura de las Escrituras para transmitir una forma de vida librrima. Nuevamente, el ttulo del libro remite a las dudas de los lectores de sus crnicas para producir un remanso textual que no slo coloca en su lugar la nueva fe alvesiana sino que rescata de la Biblia algunos aspectos que no brillaran de otra manera. El Maestro Benjamn, alter ego de Alves, pasa revista a las historias sagradas y les extrae un jugo vital aderezado con toques de irona basados en una profunda observacin de las realidades humanas, desde el Arca de No hasta las peculiaridades de una oracin heterodoxa que rompe los esquemas establecidos para indagar en los abismos del deseo humano porque el mundo sea diferente, justo, limpio. Las primeras palabras del libro son otra declaracin de fe: Me preguntaron si creo en Dios. Respond con versos de Chico: La nostalgia es el revs del parto. Es preparar el cuarto para el hijo muerto. Cul es la madre que ms ama? La que prepara el cuarto para el hijo que volver o aquella que lo hace para el hijo que no regresar? Construyo altares junto a un abismo oscuro y silencioso. Los construyo con poesa y msica. Los fuegos que enciendo con ellos iluminan mi rostro y me calientan. Pero el abismo permanece oscuro y silencioso.[23] Como se ve, la fecunda hibridez de la escritura alvesiana ha conseguido ir ms all de la religin convencional, pero tambin de la idea de literatura tradicionalmente aceptada El carcter experimental de su produccin literaria en la que ha llegado al extremo de publicar agendas con selecciones de aforismos, audiolibros y videos le han proporcionado otra forma de acceso a quienes no recurriran tan fcilmente a la letra escrita. En ocasin de la presentacin del volumen Series de sueos, envi un video entraable que conmovi intensamente al auditorio, a pesar de las limitaciones del idioma. Adems, su desdoblamiento como autor de historias infantiles, corrobora lo sucedido con los heternimos de su admirado Fernando Pessoa, pues los varios Rubem Alves con que es posible encontrarse en sus textos hacen que la escritura que brota de sus manos cumpla la funcin que l suea para ella: propiciar felicidad en sus lectores. Y lo consigue plenamente. El telogo que fue y sigue siendo Alves, preocupado tambin por la labor educativa, ha aportado una serie de volmenes que critican tambin profundamente los usos y costumbres pedaggicos prevalecientes. En La alegra de ensear, por ejemplo, propone que los maestros y maestras asuman, sobre todo, su propia personalidad y desarrollen las de los alumnos ms apegados a la vida misma, a la vida diaria, al ritmo que marca sta para el

10 aprendizaje de cada quien, en vez de recaer, una y otra vez, en las frmulas ya establecidas. Su pleito permanente es, desde estas premisas, la abolicin de los exmenes de admisin, que l considera innecesarios. En cuanto al psicoanlisis, podra decirse que es otra fe que ha adquirido, pues, asumiendo la otra, la religiosa, como una duda bondadosa, aqulla le ha servido para conocerse mejor y a aquellos a quienes atiende. Alves representa, as, una sntesis impensable entre teologa, poesa y bsqueda de la liberacin integral de los seres humanos. Parecera pues, que, en el fondo, siempre luch por lo mismo. Notas [1] R, Alves, Lies de feitiaria. 2 ed. So Paulo, Loyola, 2000, p. 8. [2] J. Duque, El espritu protestante en el quehacer de la teologa de la liberacin, en Pasos, segunda poca, nm. 61, septiembre-octubre de 1995, www.deicr.org/mostrar_articulo_pasos.php?id=468&pasos_nro=5&fecha_pasos=1995& especial=1. nfasis agregado. [3] Idem. [4] Cf. M. Arias, "El itinerario protestante hacia una teologa de la liberacin", en Vida y Pensamiento, 8, 1, 1988; Carmelo lvarez, C. lvarez, "'La Iglesia en dispora' de Ricardo Shaull: Un aporte protestante a la teologa de la liberacin", en Vida y Pensamiento, 10, 1, 1990; y A.P. Neely, Protestant Antecedents of the Latin American Theology of Liberation. Tesis doctoral, Washington, American University, 1977. [5] Aqu hay que hacer justicia a Enrique Dussel, quien en su reconstruccin histrica del movimiento de la TL siempre ha reconocido la importancia de la obra de Alves, a la que califica de un primer gran paso. Cf. E. Dussel, Teologa de la Liberacin. Un panorama de su desarrollo, Mxico, Potrerillos Editores, 1995, pp. 96-99; y R. Oliveros, Liberacin y teologa. Gnesis y crecimiento de una reflexin (1966-1976). Lima, CEP, 1977, 147-167. Para un panorama de la produccin teolgica protestante, vase: L. Cervantes-Ortiz, Gnesis de la teologa protestante latinoamericana (1949-1970), en Cuadernos de Teologa, Buenos Aires, Instituto Universitario ISEDET, vol. XXIII, 2004, pp. 221-250, y Redes. Revista Capixaba de Filosofia e Teologia, Vitria, IFTAV-Faculdade Salesiana, ao II, nm. 4, enero-junio de 2005, pp. 948. [6] En realidad, las ideas de Alves se encuentran en germen desde su tesis de maestra, A theological interpretation of the meaning of the revolution in Brazil, defendida en el Seminario Union (Nueva York) en 1963. En portugus apareci como Teologia da Libertao em suas origens. Uma interpretao teolgica do significado da revoluo no Brasil. Trad. de A. Vidal Nunes y C.F. Tavares. Vitria, IFTAV-Faculdade Salesiana de Vitria, 2004. [7] R. Alves, Variaes sobre a vida e a morte ou O feitio ertico-hertico da teologia. A teologia e a sua fala. So Paulo, Loyola, 2005. [8] A. Magalhes, Deus no espelho das palavras. Teologia e literatura em dilogo. So Paulo, Paulinas, 2000 (Literatura e religio), p. 144. [9] Ibid., p. 145. [10] R. Alves, A beleza dos pssaros em vo..., en Na morada das palavras. Campinas, Papirus, 2003, p. 66. Este texto es tambin el prlogo a L.

11 Cervantes-Ortiz, A teologia de Rubem Alves: poesia, brincadeira e erotismo. Campinas, Papirus, 2005. Oswald de Andrade hizo pblico su Manifesto Antropfago en 1928 y lo public en la Revista de Antropofagia, que fund junto con Ral Bopp y Antnio de Alcntara Machado. Cf. Haroldo de Campos, De la razn antropofgica y otros ensayos. Ed. y trad. de Rodolfo Mata. Mxico, Siglo XXI, 2000. [11] R. Alves, Lies de feitiaria, p. 13. [12] R. Alves, Lies de feitiaria. Meditaes sobre a poesia. So Paulo, Loyola, 2003, p. 13. [13] Ibid., p. 197. [14] R. Alves, Transparncias da eternidade. Campinas, Verus, 2002, p. 17. Espaol: Transparencias de eternidad. Trad. de Paula Abramo Tostado. Mxico, Dabar, 2006, p. 15. [15] Ibid., p. 70; espaol: Ibid., p. 59. [16] Ibid., pp. 37-38; espaol: Ibid., p. 31. [17] R. Alves, Livro sem fim. So Paulo, Loyola, 2002, p. 78. [18] Ibid., pp. 105-106. [19] R. Alves, Quarto de badulaques. So Paulo, Parbola, 2003, p. 46. [20] Ibid., pp. 104-105. [21] R. Alves, Mais badulaques. So Paulo, Parbola, 2003, p. 46. [22] R. Alves, O velho que acordou menino. So Paulo, Planeta, 2005, pp. 255257. [23] R. Alves, Perguntaram-se me acredito em Deus. So Paulo, Planeta, 2003, p. 7.

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