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Lucas
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Libro electrónico1492 páginas26 horas

Lucas

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El libro contribuye al descubrimiento del Jesús de la historia dentro del evangelio de Lucas. Sus páginas nos enfrentan con los hechos que realizó el Nazareno y la forma de entenderlos sus oyentes, un texto que puede ser utilizado con mero interés histórico o con el deseo de conocer más a fondo un camino por el que quieren discurrir sus seguidores.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 ene 2011
ISBN9788471519061
Lucas

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    Lucas - Isabel Gómez-Acebo

    Isabel Gómez Acebo

    Lucas

    Para mi hijo Jaime, cuya memoria 

    no me abandona. 

    Y para el gran amor de mi vida, 

    Alejandro, mi marido

    Método, fuentes y agradecimientos

    Querido lector: 

    Antes de que comiences la lectura de este libro te quiero dar una serie de informaciones que te pueden ayudar cuando navegues por sus páginas. Si lees estas líneas introductorias, sabrás lo que te vas a encontrar, dónde y cómo están situadas las diferentes explicaciones y cuáles han sido las fuentes en las que he bebido para escribirlo. 

    Los agradecimientos finales son exigencias de la auténtica gratitud que quiere hacer pública la colaboración de personas que no aparecen en el texto. Sin ellas no tendrías este libro entre tus manos; por eso creo que es legítimo que las conozcas.

    Método

    Voy a empezar por el método. A la hora de escribir esta guía de lectura al evangelio de Lucas escogí un patrón para conformar todos los diferentes pasajes. Tras la reproducción del texto he insertado un cuadro que se llama Guía de lectura, en el que hago un pequeño resumen a la luz del propio evangelio y de las necesidades y problemas de la comunidad de Lucas. Le sigue la sección más técnica, bajo el epígrafe Sobre el texto, que pueden saltarse los no interesados. En ella trato de los paralelos, fuentes, historicidad, forma y división. 

    El cuerpo central lo conforma un Comentario del texto adornado, en la medida de lo posible, con referencias al Jesús histórico, a las primeras comunidades cristianas, a textos contemporáneos, tanto judíos como gentiles, a exégesis feministas, a consideraciones sobre la antropología mediterránea... A los pasajes que me parecían más sugestivos he añadido unas pautas y preguntas para el Estudio personal. No he querido dejar de incluir una pequeña sección que posibilite Orar con el texto de la forma más sencilla posible. Al fin y al cabo, la Biblia es un libro inspirado por Dios que tiene como meta acercar a los seres humanos a su persona. Este libro forma parte de ese intento. 

    A lo largo de todas sus páginas he ido insertando unos cuadros, con la intención de aclarar una serie de conceptos que pudieran ser desconocidos para algunos lectores. Al final hay un índice de términos que permite encontrar su ubicación. Un índice que también he aprovechado para insertar los milagros, las parábolas y los nombres y referencias que me parecían importantes, pues así os facilitaba la vida para vuestras búsquedas. No tiene pretensiones exhaustivas, por lo que habrá muchas cosas que no estén reseñadas. 

    Las últimas páginas contienen la bibliografía que he ido utilizando a lo largo del camino. Confieso que, si cuando asumí el encargo de escribir este libro hubiera sabido todo lo que se ha publicado sobre Lucas, posiblemente no hubiera aceptado.

    Fuentes

    Ni que decir tiene que mi fuente principal ha sido el evangelio de Lucas y en general toda la Biblia, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento. La base del trabajo la he encontrado en los grandes estudios sobre este evangelio que aparecen reseñados en la bibliografía final. Han sido fundamentales las obras de Brown, Fitzmyer, Bovon, Nolland, Plummer, Marshall y Bock, entre muchas otras. De este último he tomado casi todas las divisiones que aparecen en la sección Sobre el texto, pues me parecían las más coherentes. 

    Para no aburriros y empedrar de citas el libro, sólo he puesto el nombre del autor del que he tomado la idea. Los que quieran encontrarla no tienen más que ir a la exégesis de ese determinado pasaje en su libro. 

    Todos los grandes tratados sobre la figura de Jesús, de Sanders, Crossan, Schillebeeckx, Meier, los estudios sobre las primeras comunidades cristianas, de los que hay numerosas obras reseñadas en la bibliografía, el mundo mediterráneo con su antropología y sus costumbres, de Malina, Neyrey y otros, los libros de exégesis feminista, de E. Schüssler Fiorenza y de otras mujeres, están presentes en este libro. Sólo he tomado artículos de algunas perícopas cuando me faltaba información sobre un tema o porque contaba con ellas de trabajos anteriores. Hay cientos y no podía tomar más tiempo para su lectura.

    Agradecimientos

    Tengo que empezar agradeciendo la fe que me transmitieron mis padres y educadores infantiles, entre los que se encuentran las religiosas de la Asunción, en cuyo colegio me eduqué. En tiempos más recientes, a los profesores de la Universidad de Comillas, especialmente los de Biblia, que consiguieron que me enamorara del libro a cuyo estudio he dedicado muchas horas. 

    Por lo que se refiere a esta obra, tengo que dar las gracias a Mercedes Navarro, que creyó en mis posibilidades y me hizo el encargo formal. Algo especialmente delicado, pues yo estaba sumida en un profundo dolor y hacía falta mucha fe para pensar que aquello era posible. La verdad es que el trabajo me ayudó a que cicatrizaran las heridas, con lo que mi agradecimiento tiene una dimensión doble. Y también al P. Santiago Fernández del Campo, un buen amigo, con el que he discutido sobre muchos textos en largos paseos por la Dehesa de la Villa. 

    Tengo que agradecer también a mi amiga Natalia Calamai, que ante la ingente lectura de libros que se presentaba, se ofreció a hacerme el resumen de algunos. Luego, a lo largo del camino, ha ido leyendo lo escrito y dándome ánimos para seguir adelante cuando quería tirar la toalla, pues me parecía la meta demasiado alejada. 

    Por último, a mi numerosa familia, que ha visto la casa inundada de libros y que me ha permitido aislarme para leer o escribir. Sobre todo a mi marido, Alejandro, entusiasta de mi trabajo y generoso para prescindir de mi tiempo. Sin su apoyo y empuje os aseguro que esta obra no podría haberse llevado a cabo. 

    Todos los posibles lectores también habéis estado presentes a lo largo de mi trabajo, que ha durado más de tres años. ¿Leería alguien este libro? Sin pensar que alguien lo haría, nunca lo hubiera escrito. Por eso os doy las gracias a todos los que tenéis esta obra en vuestras manos con la ilusión de que os sirva para avanzar en vuestros caminos de fe. 

    Con esa esperanza en el Espíritu que os guiará os mando un cordial saludo.

    Isabel Gómez Acebo

    Introducción

    Una guía de lectura

    El propósito de este libro se aleja de un comentario de texto, pues lo que pretende es suministrar al lector las herramientas necesarias para comprender el texto y el contexto en el que se hallaban inmersos el autor y sus lectores. La ventaja de conocer esas claves nos adentra en los problemas con los que se encontraron los que militaban en la comunidad de Lucas y la forma en que las enseñanzas de Jesucristo les podían ser aplicadas. Los cristianos de todos los tiempos se encuentran con obstáculos específicos que provienen de su momento histórico y de las particularidades de su comunidad. Nuestro autor fue capaz de dar respuestas esperanzadoras que impulsaron la fe de los suyos. Esta guía pretende que, siguiendo el modelo del evangelio, seamos capaces de unos logros semejantes. 

    Vamos a manejar el primer volumen de una obra que se continúa en los Hechos de los Apóstoles, pues su autor común ha querido unir la historia de la vida de Jesucristo con la historia de la Iglesia que conformaron sus seguidores. Está escrita desde una cultura que no es la nuestra y que debemos intentar comprender, ya que el texto crece y se abre a nuevas dimensiones cuando se lee en el contexto en el que vio la luz. 

    Si los interlocutores de antaño se vieron interpelados por los hechos narrados, nuestra situación no es muy dispar. Estas acciones pasadas que narra Lucas nos obligan a tomar parte y a decidir nuestra respuesta. Lo que pretende el autor es presentar el mensaje de Jesucristo como una tabla de salvación a la que se puede agarrar la humanidad entera, nosotros incluidos. Las palabras de Simeón, que escucharemos al comienzo del evangelio, demuestran el interés por ampliar el marco de la salvación a todos los pueblos, lo que se confirma cuando la genealogía de Jesús, que nos suministra Lucas, empieza en Adán.

    La comunidad donde nace el evangelio

    Toda obra literaria tiene un contexto en el que nace. Éste puede ser muy diverso, ya que su telón de fondo puede ser la guerra, el deporte, la liturgia, el trabajo... pero en cualquiera de estos escenarios, el escrito no es la creación de un solo individuo, sino que crece en el seno de una comunidad. De aquí nuestro interés por conocer las características del grupo en el que surgió este evangelio. Un colectivo que nos abre al mundo del primer siglo de nuestra era, lo que nos obliga a hacer un esfuerzo de comprensión doble. Pues, por un lado, debemos intentar entrar en los valores de una cultura que no es la nuestra, mientras que, por otro, debemos dejar los nuestros de lado. 

    Aunque todas las primeras comunidades cristianas comparten la cosmovisión típica de la cultura mediterránea del siglo I, también difieren en su composición y problemática. ¿Qué podemos conocer de la comunidad de Lucas? Parece claro que escribe desde y para los habitantes de una ciudad del Imperio romano con fuerte influencia helenista. Una característica común a la mayoría de los textos del NT, ya que los primeros cristianos no se fueron al desierto, sino que se extendieron por las ciudades. Cuando el autor habla del pequeño rebaño nos hace pensar que su número era reducido, lo que se confirma cuando la describe rodeada de lobos. Una comunidad que se ve a sí misma como pequeña, débil y, lo que es peor, perseguida. Se encuentra extranjera en un medio que la rechaza y por el que le gustaría ser aceptada. 

    El origen urbano se aprecia constantemente. En primer lugar, por el uso de la lengua, ya que el griego se hablaba dentro de las ciudades. Traspasadas las puertas de las murallas de las urbes, los respectivos pueblos usaban sus lenguas y dialectos propios. Por otro, por las profesiones que reflejan algunos personajes, como recolectores de impuestos o grados dentro del ejército, que nos sitúan dentro de la administración del Imperio que se llevaba a cabo en las ciudades. 

    No conocemos a ciencia cierta cuál era esa ciudad. Las posibilidades son diversas e incluyen Cesarea, Roma, Acaya... Muchos exegetas se inclinan por Antioquía de Siria, un centro que, como otros de Asia Menor, había prosperado gracias al empuje económico surgido por la paz del Imperio romano y sus vías de comunicación. La estrada conocida por camino común, koiné hodos, pasaba por esta ciudad y, junto con la via Egnatia, eran consideradas las dos rutas con mayor tráfico de personas y mercancías de la zona. Sumado al transporte marítimo, estas facilidades de comunicación multiplicaron la itinerancia y, por ende, la mezcla de distintos grupos humanos. Los viajeros eran portadores de noticias que transmitían, en primer lugar, a los que pertenecían a su etnia o a su pueblo de origen, con los que intentaban contactar. 

    Este hecho nos abre a preguntarnos por la composición de los cristianos que se integraron en esta comunidad. Todos los indicios apuntan a que era diversa. Una diversidad que empieza siendo religiosa, pues aparecen muchos gentiles junto a los judíos. Unos gentiles, temerosos de Dios, que era la forma de llamar a los que ya se habían aproximado a la religión judía como simpatizantes. 

    El autor no abandona al grupo judío minoritario que empezaba a ser perseguido o dejado de lado por los familiares, amigos o dirigentes que no habían abrazado el cristianismo. Esta situación de abierta confrontación con los suyos les inquietaba, a la vez que les hacía preguntarse por la validez de su opción. De aquí las frecuentes citas o alusiones a pasajes de la Escritura con los que el autor intenta tranquilizar a sus oyentes. Jesús no ha hecho más que cumplir todas las promesas que Dios había hecho a Israel. 

    Por otro lado, no parece que muchos paganos hubieran engrosado sus filas. No olvidemos que todavía nos movemos en las primeras décadas del cristianismo, cuando se empieza tímidamente a salir de las sinagogas y ampliar el cerco de los oyentes a otros círculos. 

    Las diferencias económicas entre sus componentes también han sido objeto de una gran controversia. La conclusión más lógica nos lleva a la afirmación de que no habría una enorme disparidad entre los diversos miembros, ya que si ninguno pertenecía al grupo de la élite dineraria, tampoco los había extremadamente pobres. Con esto no queremos afirmar que no hubiera algunos individuos que estuvieran bastante mejor situados, pues aparecen con esclavos, casas y posibilidades de viajar. A éstos se les pide que ayuden con sus limosnas a los menos favorecidos y que ofrezcan sus hogares para las distintas celebraciones cristianas, fundamentalmente la cena del Señor. Ayudas que se debían ofrecer sin esperar nada a cambio, a diferencia de las relaciones patrón-cliente, tan extendidas por todo el Imperio romano, que no eran desinteresadas, pues buscaban compensaciones. 

    Los numerosos pasajes que hacen alusión a las riquezas y que tienen tintes peyorativos no hacen en realidad referencia a miembros de la propia comunidad. Son más bien las reflexiones que nacen en el seno de un grupo, no muy rico, que mira a los ricos con prevención. De cualquier manera, las desigualdades existen en todo grupo social y pueden ser fuente de desavenencias, pero también se pueden convertir en vehículo de santidad entre sus miembros, que es por lo que aboga Lucas. 

    Nos queda por definir el sexo y la edad de estos cristianos. Seguramente el porcentaje de gente joven era grande, lo que no nos puede extrañar dada las malas condiciones sanitarias en las ciudades y la corta esperanza de vida que tenían sus habitantes. De aquí las numerosas referencias a niños a lo largo del evangelio. También el porcentaje de mujeres es elevado en toda la obra, lo que ha obligado a muchos exegetas a preguntarse por las razones que las empujaron a aceptar el nuevo credo. ¿Mayores niveles de libertad? ¿Composición de comunidades más igualitarias? 

    Posiblemente la característica más sorprendente en la composición de esta comunidad sería la mezcla étnica. Las ciudades del Imperio eran ya muy variopintas, pero a este cuadro había que añadir que la persecución y la necesidad de viajar para extender el cristianismo promovió el contacto entre gentes de muy diversos orígenes que se fueron sumando al grupo inicial. Personas con diferentes lenguas y oriundas de localidades muy distantes entre sí, lo que supondría la convivencia de identidades sumamente diversas. 

    Es para este grupo humano y sus problemas para el que escribió Lucas su obra, pero no sólo para ellos, pues sabemos que existía una gran conexión entre las diversas comunidades cristianas. Los escritos se copiaban para mandarlos a otros grupos, de forma que todos se pudieran enriquecer con sus aportaciones. Es así como el evangelio se fue repartiendo a lo largo de la geografía y del tiempo, llegando hasta nuestros días.

    El autor del evangelio

    Desde el siglo II, al autor del evangelio se le llama Lucas y se le relaciona con el colaborador de Pablo que aparece en la carta a Filemón, el mismo que en Colosenses 4,14 es tenido por médico. Una profesión que parece plausible, ya que, de ser un invento, éste no aporta nada especial. El problema de estas atribuciones es que nos encontramos con la posibilidad de que se haya adjudicado la obra a un autor cercano a los primeros apóstoles como un medio de añadir valor a lo escrito. Una costumbre muy extendida en esa época y por lo tanto real, cuyo ejemplo más cercano lo tenemos en muchas cartas atribuidas a Pablo. 

    Parece admitido por todos que nuestro autor no fue un testigo ocular de la vida de Jesucristo, y la pregunta que nos queda sin respuesta clara es si pertenecía a la segunda o a la tercera generación cristiana. 

    Con frecuencia se habla de Lucas como un historiador, lo que puede ser cierto en la medida en que no adjudiquemos al vocablo las ideas que se aparejan a un historiador de nuestro tiempo. Los mitos, cuentos y leyendas formaban parte de todas las historias de la época, y nuestro autor no se aparta de esta línea. Hace historia en cuanto intenta ser riguroso y maneja sus fuentes con seriedad y sin inventarse hechos. Esto no quiere decir que no arregle determinadas secuencias para ajustar sus intenciones a los hechos que narra. La mejor descripción que podemos ofrecer de su persona es la de un pastor, preocupado por su grey, que se apoya en hechos históricos para infundir confianza y esperanza en el seno de una comunidad frágil y débil. 

    La precariedad de su grupo le hizo ser cauteloso con el Imperio romano. Incluso hay quien piensa que uno de los motivos que le llevaron a escribir fue demostrar que ningún cristiano contravenía las leyes del sistema. De hecho, aparecen muchos personajes en sus textos que son representantes del poder, como los procónsules, asiarcas (sacerdotes del culto imperial), prefectos... El elevado número de centuriones presenta otro problema distinto, pues parece que a su comunidad pertenecían un buen número de ellos, lo que era un buen ejemplo que mostrar sobre el cristianismo y sus relaciones con Roma. 

    Con certeza sabemos que el escritor era un hombre urbano, pues conocía bien la vida de la ciudad y parece menos relacionado con el medio rural. Su educación cultural es media-alta, lo que se aprecia en sus conocimientos. Maneja bien la esfera de la administración, pues nos habla de censos y de colecta de impuestos. Conoce en profundidad la navegación marítima, pues se exhibe describiendo vientos y tormentas, y localiza los puertos o la profundidad de las aguas. Está familiarizado y aprecia diversas técnicas artesanales como la construcción de tiendas o la labor de los plateros, que eran despreciadas por las clases más altas de la sociedad.

    Hablemos de fechas

    Nos tenemos que mover una vez más dentro de las hipótesis que nos suministran un marco de referencia entre la fecha más antigua posible –que es el último evento que aparece en Hechos, y que sucedió en el año 62– y la más reciente –que nos la proporciona la cita que hace Ireneo del evangelio en el 170–. Pero todavía tenemos margen para seguir ajustando nuestros límites. 

    Sabemos que el autor conoce y maneja los evangelios de Marcos y de Mateo, cuya escritura se sitúa en la década de los 60. Tenemos que suponer que estos escritos tardarían unos años en circular por las distintas comunidades. Cuando Lucas hace referencias a Pablo, lo describe como un auténtico héroe cristiano, lo que debió de exigir el paso de un cierto tiempo para olvidar sus orígenes de perseguidor. No conoce sus cartas recopiladas hacia el año 95, pues, dada la consideración en la que suele colocar a su autor, de conocerlas las hubiera mencionado. 

    La gran discusión gira en torno a sus descripciones sobre la caída de Jerusalén en el año 70 d.C. Para algunos, es descrita en unos términos tan vivos que parece que el hecho se ha consumado, mientras que otros consideran que lo escrito es el lenguaje común de cualquier guerra, de tal manera que podría tratarse del saqueo del templo de Salomón el año 587 a.C. En apoyo de esta última tesis están los pasajes en los que todavía se discute sobre las prácticas de comida en común con los gentiles, lo que apunta a una época temprana de composición. A favor de una fecha más lejana tenemos las discusiones que se reflejan con los fariseos, una vez que éstos se hubieran organizado en Yamnia tras la caída de Jerusalén. 

    Como conclusión. Para los más tempraneros debemos marcar la década de los 60 como composición de la obra, mientras que los que creen en la redacción más tardía nos colocan entre el final de los 80 y principios de los 90.

    Todo esto nos hace pensar que no pertenecía a la élite y que estaba más cercano a todos aquellos que trabajaban con sus manos en la ciudad. Pero su situación económica debía de ser medianamente desahogada, ya que le permitía gozar de tiempo y de dinero para la compra de materiales y para escribir unas obras relativamente largas y, por lo tanto, costosas. La longitud de sus escritos nos hace pensar que vivió en la misma localidad durante un largo periodo de tiempo, dado que no sería fácil trasladarse con todo el bagaje de textos que sabemos consultó.

    Las fuentes

    La postura que se tome al respecto tiene que ver con lo que se ha dado en llamar el problema sinóptico y que trata de explicar las similitudes entre los evangelios de Marcos, Mateo y Lucas. 

    La mayoría de los exegetas defiende la existencia de cuatro fuentes básicas. Entre ellas, la principal para nuestro caso sería el evangelio de Marcos, que Lucas manejó, a lo que habría que añadir los dichos de la fuente Q. Es éste un texto del que no tenemos ningún manuscrito, pero que sería semejante en su estructura al Evangelio de Tomás, un apócrifo que carece de material narrativo y se limita a frases y diálogos. Hay que añadir, en tercer lugar, una serie de tradiciones que también conoció Mateo, aunque con algunas variantes, y, por último, todo aquello que le llegó a Lucas y que no conocieron los otros evangelistas. Entre las fuentes propias de Lucas no podemos descartar las que le llegaron por una tradición oral, tan seria y rigurosa como la escrita, habida cuenta de la costumbre tan arraigada entre los semitas de este tipo de transmisión. 

    Y nosotros ¿con qué fuentes contamos? Debemos ser conscientes de que las persecuciones romanas fueron causantes de la destrucción de muchos manuscritos antiguos, mientras que las guerras del islam tanto en África como en el Medio Oriente se encargaron de terminar la faena comenzada por Roma. Tampoco contribuyó a la preservación de los viejos textos escritos en griego el paso al latín de la parte occidental del Imperio. Todas estas razones nos llevan a que los más antiguos manuscritos que tenemos de nuestro evangelio son del siglo III y IV, y tienen un origen alejandrino o bizantino, siendo estos últimos los más numerosos. El más antiguo es el conocido como Papiro Bodmer XIV, de principios del siglo III, donde ya se atribuye la obra a Lucas.

    El espacio que describe en su obra es muy amplio, ya que le lleva a discurrir por todo el Mediterráneo desde Galilea hasta Roma. El agua tiene un protagonismo marcado fundamentalmente en el entorno del río Jordán y del lago de Genesaret, donde discurren muchos relatos al aire libre. Pero Lucas prefiere los escenarios dentro de los hogares familiares, convirtiéndose la hospitalidad en una de las características del nuevo grupo. 

    Junto a su cultura debemos apreciar que sabe expresar sus ideas y conocimientos apoyándose en una variada gama de géneros literarios. Maneja con soltura la fábula, los ejemplos, las analogías, las parábolas, los discursos... lo que facilita la lectura del texto. Es esencialmente ingeniosa la técnica que desarrolla a lo largo de diez capítulos para narrar el viaje de Jesús hacia Jerusalén, en los que entremete frases y apotegmas (Dicho breve y sentencioso; dicho feliz, generalmente el que tiene celebridad por haberlo proferido o escrito algún hombre ilustre o por cualquier otro concepto) que enriquecen el trayecto. Conoce y utiliza con facilidad el griego de los LXX, pero también es capaz de expresarse en verso. Esta mezcla de conocimientos judíos y griegos encaja perfectamente con un perfil bicultural; el de un judaísmo anclado en la cultura helenista. 

    Por lo que respecta a su propio origen, parece que era gentil. Puede que perteneciera a los temerosos de Dios, ese grupo que se había acercado al judaísmo, no haciéndose miembro de pleno derecho por no tener que pasar por la circuncisión. Esta adhesión primera es la que le permitió el conocimiento de las costumbres judías. Si era un gentil con sangre semita o grecorromana es más difícil de precisar. También ha habido quien le atribuyera la condición de médico por su interés en las curaciones de enfermedades y uso de términos más cultos en este campo, pero no deja de ser una elucubración más sobre su persona. 

    ¿Qué motivos le empujaron a escribir a nuestro autor? Se han sugerido numerosas respuestas. Hay quienes piensan que fue la necesidad de explicar el hecho de que Jesús no hubiera regresado tan pronto como se esperaba. Para otros, es una mera defensa del cristianismo o de la doctrina de Pablo. Pudo haber influido la necesidad de sacar un texto que contrastara con las doctrinas gnósticas, consideradas como heterodoxas. Desde una perspectiva judía, las posturas son muy dispares, pues oscilan entre el total rechazo del judaísmo por no haber abrazado la causa de Jesús a la necesidad de demostrar que el nuevo credo no hacía más que refrendar la fidelidad de Dios a su pueblo; el cristianismo como la extensión y confirmación de la fe judía. 

    Entre todas estas sugerencias, la que mejor responde a los escritos de Lucas es la que nos centra en la historia de la salvación y el papel que la nueva comunidad cristiana juega en sus planes. Los gentiles tenían dudas de haber acertado en su elección y los judíos se veían rechazados por los suyos. ¿Puede estar Dios dentro de una comunidad tan perseguida y preocupada? Lucas intenta reafirmar, a unos y a otros, de que están en el buen camino, un camino que les conduce a la salvación. Los gentiles son bien recibidos en un credo que hunde sus raíces en la comunidad judía. Mientras que, para los israelitas, Jesús de Nazaret viene a cumplir todas las promesas que había hecho Yahveh al pueblo elegido. La conclusión es que su oferta quedaba abierta a todos por igual y con independencia de su origen.

    Temas tratados

    La mejor manera de conocer los temas que trata Lucas es seguir los distintos pasajes del evangelio para apreciar su desarrollo y las materias que va introduciendo. Su intención es muy clara y nos la comunicará en el prólogo. Quiere transmitir a sus lectores toda la tradición que ha recibido sobre la vida, muerte y resurrección de Jesús. La idea que tiene es parenética y la va a desarrollar desde tres líneas distintas: la pastoral, la teológica y la histórica, haciendo que las tres giren en torno a la persona de Jesús.

    •  La intención primera es pastoral, pues pretende presentar el mensaje del Reino de Dios, que es el corazón de la predicación de Jesús, a su comunidad. Una comunidad compuesta por judíos y gentiles. ¿Qué puede esperar del nuevo credo? Lucas lo tiene muy claro: Jesús rompió las barreras que dividían a los hombres y declaró que su oferta salvadora era para todo el género humano, sin distinción de sexo, raza, etnia... Con ello ampliaba el reducido espectro de la alianza judía al mundo entero, dentro de un movimiento que no suponía un rechazo del judaísmo, sino la culminación de sus esperanzas. 

    •  El siguiente paso en su reflexión es teológico, pues ¿qué permitía considerar la validez de esta oferta? Lucas habla de Jesús como el Mesías-Señor que esperaba Israel, enviado por Dios a la tierra para comunicar su plan salvador. Cumplida su misión, en total obediencia muere en cruz, pero es reivindicado por su Padre, que tras hacer que resucite le coloca a su derecha. Desde allí, que es el puesto de los herederos, domina el mundo. ¿Qué más credenciales se pueden esgrimir para garantizar la fuerza de sus promesas? 

    •  Por último, nos hace entrar en el aspecto histórico con todas sus fases. Quiere convencer a su comunidad que las enseñanzas que les está transmitiendo la Iglesia son las auténticas, enraizadas en la persona de Jesús de Nazaret y presididas por el Espíritu. Pero su figura también se conecta con los anuncios del Antiguo Testamento, pues todo lo que proclamaron sus textos que sucedería se ha hecho realidad en su persona. Una realidad que comenzó durante su decurso histórico, pero que no alcanzará su plenitud hasta que vuelva a la tierra. En ese interregno, que es el tiempo de la Iglesia, tienen que vivir sus seguidores. Una vida que no les será siempre fácil, pero que contará con numerosas bendiciones que trascienden todo lo que el mundo puede ofrecer si siguen con fidelidad a su fundador. Este tiempo de la Iglesia lo desarrollará más en el libro de los Hechos, pero queda esbozado en el evangelio.

    En este libro se ha producido un cambio con respecto a otros textos del NT, pues ya no tiene la mente puesta en la próxima venida de Jesús, que se retrasa, sino en la vida diaria del cristiano. La fidelidad del discípulo exige un compromiso práctico que el evangelio desarrolla. Tiene que ser un hombre convencido de la necesidad de expandir el Reino, de la obligación de atender al necesitado y de la bondad de mantener una estrecha relación con Dios mediante la oración. El ser humano nada puede por sí mismo y necesita la ayuda de Dios. 

    El clima que rezuma el evangelio es de alegría. Una alegría por formar parte de la buena nueva, por asistir a sus prodigios, por ser conscientes de la realidad del perdón de Dios y por participar en los misterios pascuales. 

    Muchas personas aparecerán en el evangelio. Serán, junto a Jesús, sus protagonistas. Las que provienen del Antiguo Testamento se van a emplear como tipos, de ahí la cantidad de citas de sus libros que aparecen en el texto. Algunos prefiguran al mismo Jesús, como los grandes reyes de Israel, sus profetas o las personas que eran esperadas, como el Mesías o el Siervo de Yahveh. Otras sirven para reflejar una parte del pueblo de Israel, como los pobres, anawim, de los que María es el mejor reflejo; el resto fiel, representado por los seguidores de Jesús y los malvados, antaño culpables de la muerte de los profetas y de las catástrofes, que por su pecado cayeron sobre el pueblo elegido, hoy representados por los enemigos del Nazareno. 

    Todos los contemporáneos de Jesús tuvieron problemas para reconocer su identidad, pues tenían una serie de ideas de grandeza preconcebidas en las que no entraba su persona. Pero los humildes y pecadores aparecen más abiertos de corazón para aceptar lo que no entienden, pues barruntan que viene de Dios. En el lado opuesto se colocan los dirigentes de Israel, que rechazan frontalmente al joven profeta, un rechazo que sólo termina cuando consiguen su condena a muerte. 

    Defiende una corriente del pensamiento moderno que no hay libros, sino lectores, queriendo enfatizar que las circunstancias en las que viven las personas influyen en la forma de interpretar lo que leen. A lo largo del comentario iremos viendo que los exegetas no se ponen de acuerdo sobre el origen de los pasajes, sobre la forma que toman, sobre su división o comprensión. Lejos de ver este pensamiento diverso como algo negativo, tenemos que ser conscientes de su riqueza, pues nos permite ampliar enormemente las fronteras del texto. Cada nueva generación de cristianos va añadiendo a la tradición común lo propio de su tiempo. Todos y cada uno de nosotros podemos hacer lo mismo: sacar nuestras propias conclusiones, que serán válidas en la medida en que no atenten contra el corazón de la comprensión del Reino. 

    Te invito, lector, a que escojas tu propia interpretación de las palabras del evangelio, pues, en la medida en que seas capaz de hacerlas tuyas, resultarán mucho más enriquecedoras para tu vida.

    Composición de la obra

    Lucas es un hombre que parece ordenado y meticuloso, con lo que cuida la estructura del evangelio. Dentro de su obra podemos encontrar seis grandes partes diferenciadas, que a su vez se dividen en otras secciones. Como a lo largo del libro veremos los diversos capítulos, sólo quiero dar las grandes coordenadas de esa división. 

    I. 1,1-4. Comienza con un breve prólogo en el que, a la manera de la época, presenta su libro comentando sus intenciones. Aunque se la dedica a Teófilo, su intención va más allá de tener un único interlocutor. 

    II. 1,5-2,52. Empieza la narración propiamente dicha con lo que se ha dado en llamar el Relato de la infancia, un intento de componer los primeros años de Jesús que comparte con Mateo. Posiblemente la intuición básica de ambos evangelistas se apoya en la idea de que el destino y las gestas futuras de los grandes hombres ya tenían que haber dejado trazas en su niñez. Nadie más grande que Jesús de Nazaret, luego en su infancia deberíamos de ser capaces de encontrar destellos de esa grandiosidad. Y así fue. 

    III. 3,1-4,13. Antes de la vida pública de Jesús hay una preparación que consiste en la unción del Espíritu. Jesús, como los gladiadores que partían al combate, debía ir bien pertrechado. De ahí su bautismo y consiguiente derrota del Tentador. 

    IV. 4,14-9,50. A lo largo de estos capítulos se nos va desvelando la actividad que desarrolló Jesús en su ministerio en Galilea. Su predicación, sus enseñanzas, la llamada a los discípulos, los milagros y la aparición de los primeros opositores. Es un largo recorrido en el que Jesús va llevando, poco a poco, a sus discípulos a la comprensión de su identidad como Hijo de Dios. 

    Es una fase que termina con la confesión de Pedro, pues parece que los discípulos habían comprendido las palabras del Maestro. Una confesión a la que siguen profecías de traición a su persona y anuncio de los sufrimientos propios y de sus seguidores. La transfiguración acompaña a estos hechos como una ayuda que fortifique las debilidades humanas de sus compañeros. 

    V. 9,51-19,28. Estos largos capítulos se conocen como el camino hacia Jerusalén y son la parte más innovadora de Lucas y en la que más se aparta de sus fuentes. Es una construcción ficticia enmarcada por pequeñas anotaciones que consiguen dar al conjunto la forma de un viaje. Fundamentalmente incluye enseñanzas, exhortaciones y controversias, mientras que los relatos puramente dichos son muy escasos. 

    La idea del camino resulta muy acertada, pues permite jugar con la metáfora de que los judíos rechazaron el que les proponía Jesucristo como vía de salvación. A Jesús nada le para y sigue imperturbable hacia la muerte, que prepara el tiempo eclesial en cuanto llega la pascua. 

    VI. 19,29-24,53. En estas páginas del evangelio se narra la última la estancia de Jesús en Jerusalén. Las primeras escenas tienen que ver con el templo, que Jesús limpia de vendedores para acto seguido profetizar la destrucción de la ciudad. Es todo un sistema corrupto que tiene que dar paso a una nueva visión de la salvación. Pero para ello tiene que pasar Jesús por los juicios, la condena y la muerte en cruz. Un camino de sufrimiento que su Padre exalta elevándolo al cielo. 

    Tras esta breve introducción, ya estamos en condiciones de entrar en el análisis de la obra. Procederemos traduciendo el texto, ofreciendo un pequeño sumario como guía de lectura y un análisis de sus paralelos, forma literaria, fuentes, división y temas centrales, antes de entrar en los pormenores de cada versículo. Al final, una oferta para trabajar y orar con el evangelio como palabra de Dios.

    Prólogo: 1,1-4

    El propio Lucas, en el prólogo del evangelio, nos da una serie de pistas que nos permiten introducirnos de lleno es su obra. El texto dice así:

    1 ¹Puesto que numerosas personas han intentado escribir ordenadamente las cosas que se han realizado entre nosotros, ²de la forma como nos las han transmitido los que desde el principio fueron testigos oculares y servidores de la Palabra de Dios, ³he decidido yo también, después de haber investigado a fondo todo desde los orígenes, escribírtelo ordenadamente, ilustre Teófilo, ⁴para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.

    Guía de lectura

    En breves líneas, Lucas pretende ofrecer a sus lectores los motivos que le han llevado a escribir su obra y las fuentes con las que ha contado. Es consciente de que no es el primero que lo intenta, pero considera que su investigación es más profunda que la de los anteriores, ya que se ha remontado a los orígenes.

    Sobre el texto

    El autor utiliza un género literario común que empleaban los historiadores para presentar sus obras. En breves palabras anuncian lo que van a tratar y presentan las credenciales que les arropan en su capacidad para lograr sus objetivos. Como todos los géneros, tiene una serie de parámetros que suelen aparecer en todos ellos: 

    1) Alusión a los predecesores, con frecuencia tildándolos de haber cometido errores, lo que les empuja a subsanarlos. Lucas habla de que muchos antes han intentado una gesta semejante a la suya. No hay crítica explícita en sus palabras, pero el hecho de escribir una nueva obra permite suponer que consideraba que los escritos anteriores tenían lagunas que pedían ser rellenadas. Una labor a la que se presta. 

    2) Se alude a la temática que se va a abordar en la obra. Nuestro evangelio tiene como fin hablar de las cosas que se han cumplido o verificado. Para Lucas, estos hechos no son otros que las promesas de la historia de la salvación que se han visto realizadas en la persona de Jesucristo. 

    3) Se ponen de relieve las posibilidades con las que cuentan los diversos autores para abordar el trabajo. En nuestro caso son numerosas sus fuentes y el autor anuncia que está dispuesto a tratarlas en profundidad.

    Ejemplo de prólogos en la antigüedad

    "Excelentísimo Epafrodito: 

    En mi historia de las Antigüedades judías creo que he dejado suficientemente claro para todo el que quiera leer la obra la antigüedad de nuestra raza, la incontaminada pureza de su sangre y cómo llegó a instalarse en esta tierra donde habitamos en la actualidad. Nuestra historia abarca un periodo de 5.000 años; y yo la escribí en griego, a base de datos de nuestra literatura sagrada. Pero como veo que algunos, influidos por las calumnias maliciosamente difundidas por ciertos tipos, tratan de desacreditar determinadas afirmaciones mías sobre nuestros orígenes, y aducen como prueba de la relativa modernidad de nuestra raza el hecho de que los más conspicuos historiadores griegos no la hayan considerado digna de mención, considero que es mi deber escribir un breve tratado sobre estos puntos, para dejar a nuestros detractores convictos de difamación y falsedad calculada, para corregir la ignorancia de los demás y para instruir adecuadamente a todo el que desee conocer la verdad sobre los orígenes de nuestra raza". Flavio Josefo, Apión 1,1 nn. 1-3, cita en Joseph Fitzmyer, El evangelio según san Lucas II. Traducción y comentario caps. 1-8,21, Cristiandad, Madrid 1987, p. 13.

    4) Aparece un plan por el que se ordenan los hechos. Lucas nos habla de que está dispuesto a someterse a un orden que, como luego veremos, puede tener varios enfoques. 

    5) Los motivos por los que se inician los escritos suelen aparecer en todos estos prólogos. Lucas lo tiene muy claro: su evangelio pretende dejar fijada la verdad y la solidez de la doctrina cristiana. 

    6) Con frecuencia la obra tiene un destinatario concreto para el que se escribe o a quien se le dedica el texto. Esta persona en nuestro caso es Teófilo. 

    El pasaje se puede dividir en:

    1) Precedentes: 1,1-2

    A)Existencia de otros relatos: v. 1. 

    B)Fuente: los testigos oculares: v. 2

    2) Contribución de Lucas: 1,3-4

    A)Método: v. 3 

    B)Propósito: v. 4

    Lucas se considera capaz de aportar detalles adicionales a los que ha recibido de varias fuentes y con ese fin comienza la redacción de su evangelio.

    La aportación del autor y sus precedentes

    Al no ser un testigo ocular de los acontecimientos que va a relatar en su evangelio depende necesariamente de los testimonios de otras personas. Entre Jesús y Lucas hay toda una generación que se convierte en los padres de su fe y que le aporta los datos que va a procesar para convertirlos en su evangelio. Son indistintamente testigos y servidores de la palabra, pues su protagonismo inicial les llevó a la necesidad de ponerse al servicio del Reino ofreciendo sus pautas. Lucas añade un toque, nuevo y original, pues une la historia de Jesús, que relata en su evangelio, con la historia de la Iglesia, a la que dedica el libro de los Hechos de los Apóstoles. 

    Antes de escribir intenta remontarse a los orígenes, lo que le lleva a los nacimientos de Juan Bautista y del propio Jesús, de ahí que su trabajo se inicie con el relato de la infancia. Pretende hacer una labor exhaustiva, ya que emplea el adjetivo todo para indicarnos que no ha dejado ningún cabo suelto. Esta totalidad le lleva a no apoyarse exclusivamente en los testimonios escritos, sino a seguir los rastros de cualquier tradición oral entrevistándose con aquellos que le pudieran aportar datos adicionales. 

    Recopilados los datos, anuncia que los ha sometido a un orden. Aquí se nos abre la pregunta sobre el tipo de orden al que se refiere ¿sistemático, cronológico, ligado a la historia de la salvación, sin lagunas...? Es fácil describir un orden cronológico en su evangelio, pues parte del nacimiento de Jesús y termina con la muerte y las apariciones del Resucitado, pero lo hace con una cierta flexibilidad. Cuando conviene a sus intereses altera la prisión de Juan o el orden de las tentaciones, lo que se aprecia en la comparación con los otros sinópticos. 

    Junto al orden cronológico existe también el geográfico, pues relata un largo proceso que empieza en Galilea, pasa por Samaria y culmina en Jerusalén. Un proceso que cubre toda la vida de Jesús de Nazaret. Por último, se puede apreciar un orden salvador que apunta al desarrollo de los planes de Dios. Una historia salvadora que empieza con los acontecimientos que narra el AT, las relaciones de Yahveh con el pueblo elegido y sus promesas, que se ven ahora ampliamente cumplidas. Incluso esa historia permite imaginar nuevos capítulos, pues lo conseguido hasta ahora da pie a pensar que el futuro aportará nuevos logros. Fundamentalmente, Lucas apunta a dos hechos que han de venir: la predicación del evangelio al mundo entero y la futura venida de Jesucristo. 

    Esa historia salvadora no se ha terminado, pues el autor anuncia que se sigue dando entre nosotros. Es una frase vital para la comprensión del cristianismo, ya que por ella mueve el pasado, lo integra en el presente y lo lanza al futuro, en el que nos situamos nosotros. Es una historia perennemente viva.

    ¿Quién es Teófilo?

    No sabemos quién era el destinatario del evangelio. Su nombre Teófilo significa etimológicamente querido de Dios y era usado indistintamente por paganos y judíos. Lucas le llama kratistos, lo que se puede traducir, según los usos de la época, por un calificativo honorífico y de respeto que se daba a personas de mayor rango. Esto nos hace pensar que era una persona acomodada.

    Para trabajar y orar la palabra de Dios

    Aunque todavía no estamos ante ningún texto del evangelio propiamente dicho, esta introducción nos puede sugerir una serie de preguntas. Es una manera de irnos familiarizando con la labor que se nos va a pedir a lo largo de la lectura del libro. 

    Para trabajar el texto 

    Aparte de los apuntados a lo largo de estas líneas: 

    1) ¿Qué problemas específicos podría tener una comunidad como la de Lucas? 

    2) ¿Es más fácil la convivencia entre afines? 

    3) ¿El texto es simplemente descriptivo para nosotros o exige nuestra respuesta? 

    4) ¿Qué fuentes tenemos nosotros que no conocía Lucas? 

    5) ¿Qué lecturas posteriores del cristianismo pueden haber sido negativas? ¿Cuáles positivas? 

    6) ¿Qué problemas tienen nuestras comunidades hoy día? 

    Para orar el texto 

    1) Piensa, ante Dios, los motivos que te llevan a leer este evangelio. 

    2) ¿Crees que te puede servir para tu fe? 

    3) ¿Te invade algún miedo? 

    4) Pide a Dios que te ayude a descubrir los elementos que te hagan crecer.

    Hay muchos que piensan que la labor de Teófilo sería semejante a la de un mecenas, cuya labor sería equivalente a la que el auténtico Mecenas realizó con Horacio: una aportación económica para que pudiera escribir sus obras. 

    Por las preocupaciones que demuestra Lucas podríamos inferir que Teófilo es un gentil que habría recibido algún tipo de instrucción cristiana y que alberga dudas. El propósito del evangelio es demostrarle que Dios es siempre fiel, incluso con Israel, que ha rechazado su proyecto. Es esa fidelidad la que le debe impulsar a mantenerse expectante y fiel a pesar de todos los interrogantes. Para ayudarse en este empeño es conveniente que mejore la rudimentaria instrucción que ha recibido, que es lo que le ofrece Lucas. 

    Pero Lucas no escribió sólo para él ni para su comunidad. Incluso la persona de Teófilo podría ser un personaje ficticio que abarcara a todo ser humano. Su evangelio pretende tener como interlocutor a todo aquel que se interese por la vida y la obra de Jesús de Nazaret.

    PRIMERA PARTE 

    Evangelio de la infancia: 1,5-2,52

    Capítulo I

    Importancia de la obertura

    Los primeros compases, como en todas las grandes obras musicales, tienen una gran importancia, pues se van a escuchar todos los acordes que luego desarrollará el resto de la composición. Esto mismo es lo que sucede en estos dos capítulos del evangelio. Lucas pretende iniciarnos en lo que la figura de Jesús de Nazaret iba a suponer para su comunidad y para los lectores de todos los tiempos. Quiere conseguir un impacto que despierte la expectación y con ello empujar a la lectura consiguiente. Con esa idea en la mente, se dispone a escribir estos capítulos que vuelven a ser como un gran prólogo de toda la obra. Capítulos vitales para el mundo cristiano, ya que, por su longitud y atractivo, han sido y son muy utilizados. De ahí la importancia de una correcta utilización 

    Junto al deseo de escribir el evangelio hay que apuntar unos intereses específicos para esta sección. En primer lugar se trata de demostrar, contra los partidarios del Bautista, que la misión y categoría de Jesús eran netamente superiores. Se trataba, también, de salir al paso de las afirmaciones de los docetas, que negaban que Jesús fuera realmente humano. Incluso había que responder a todo un sector del judaísmo que consideraba que de Galilea no podía salir un Mesías que, además, venía acompañado de una serie de rumores sobre su nacimiento ilegítimo. 

    Hay que reconocer que no todas las esperanzas a las que nos abre esta obertura se dieron luego en la realidad, lo que produjo una gran tensión en la vida de Jesucristo. La salvación que presenta no es exclusiva para Israel, sino que se abre al mundo entero y, lo que fue más duro para sus contemporáneos, no incluía liberaciones de tipo político, como se podía barruntar de los cantos de estos capítulos.

    Un género literario específico

    El título de relato de la infancia lleva a engaño, ya que sería mejor hablar de relatos de nacimiento, que es de lo que hablan tanto Lucas como Mateo en esta sección de sus evangelios. Son escritos tardíos y nacen del interés por conocer los años oscuros e ignorados del que fue un gran hombre. Con ello siguen un género literario que surge en el Mediterráneo y que fija la costumbre de escribir sobre la vida prepública de un personaje importante. En este género se habla de las particularidades de la familia, se incluyen referencias a concepciones extraordinarias, presagios sobre un glorioso futuro, las gestas prodigiosas que realizó cuando todavía era niño... todo ello con la idea de que en su infancia se podían encontrar anticipaciones del destino del héroe. 

    Como de estos primeros años suele haber pocas fuentes, se echa mano de todo lo habido y por haber. Así, en estos relatos de infancia nos encontramos con mitos, leyendas, adornos literarios, costumbres, consultas a los astros... Toda una serie de elementos que nuestras mentes científicas tienden a considerar bajo tonos peyorativos, sin comprender que sus autores partían de una mentalidad distinta a la nuestra. Los mitos crecen en torno a las personas excepcionales y tratan de dar sentido a creencias y prácticas que nacieron en su entorno. Ésta es posiblemente la clave con la que leyó la comunidad lucana esta introducción.

    Vida de Augusto y de Flavio Josefo

    Un ejemplo representativo de este género nos lo proporciona Suetonio en su Vida de Augusto, que nos ayuda a comprender la forma en la que los contemporáneos de Lucas comprendieron el material de estos capítulos: Habiendo llegado a este punto, no está fuera de lugar añadir una relación de los presagios que ocurrieron antes de su nacimiento, el mismo día de su nacimiento y después, lo que sirvió para anticipar y percibir su gloria futura e ininterrumpida grandeza (cf. Charles H. Talbert, Reading Luke, Crossroad, Nueva York 1988, p. 17). 

    Flavio Josefo habla de sí mismo en estos términos: Yo fui educado con un hermano mío, llamado Matías, hijos los dos del mismo padre y de la misma madre; progresaba mucho en la instrucción, destacaba por mi memoria e inteligencia; y cuando apenas había salido de la infancia, hacia los catorce años, todos me valoraban por mi afición a las letras, pues continuamente acudían los sumos sacerdotes y las autoridades de la ciudad para conocer mi opinión sobre algún punto de nuestras leyes que requiriera mayor precisión (Autobiografía II, 8-9).

    Hay que reconocer que en los evangelios apócrifos este mundo fantástico es mucho más manifiesto que en los canónicos. Pero también debemos ser conscientes de que este género literario nos cuestiona sobre la historicidad de los hechos que narran estos capítulos. Una historicidad ya puesta en duda por las contradicciones entre los dos evangelios de la infancia y por las inexactitudes que hoy conocemos. En Mateo no se alude a ningún censo y la anunciación es a José, mientras que Lucas coloca la visita del ángel a María. Tampoco la descripción de la presentación de Jesús en el templo se corresponde con los ritos que se llevaban a cabo en ese periodo. Ni se corresponden las genealogías. 

    Si no eran narraciones históricas ¿cómo clasificarlas? Durante un tiempo, bastantes exegetas se apuntaron a un género literario rabínico conocido como midrás. Etimológicamente, la palabra viene del verbo darás, que tiene el significado de buscar, encontrar. Un vocablo sabiamente escogido, ya que la finalidad de este método se encontraba en hacer un estudio de textos del AT a la luz de elementos actuales, con la intención de arrojar luz sobre su significado. La medida de la racionalidad de cada midrás hizo que se dividieran en tres formas distintas. El conocido como halaká era normativo, es decir, sujeto a patrones de interpretación estrechos. El agadá utilizaba narraciones para sus propósitos, mientras que el pésher era mucho más visionario. 

    Conscientes de que los relatos de la infancia no pretenden aclarar textos del AT, los autores que se apuntan a estas tesis hablan de estilo midrásico de tipo agádico, ya que se relatan hechos cargados de narraciones. También se basan en la cantidad de citas implícitas o explícitas que aparecen en estos capítulos del AT. Yo prefiero el título que da Fitzmyer al género de estos relatos, a los que tilda de historiografía imitativa, pues componen una narración basándose en modelos bíblicos que le sirven de tipos. Los más importantes que nos vamos a encontrar provienen de la infancia de Samuel 1,1-3, de la profecía de Malaquías 3,1 y 4,5-6, que prepara la llegada del mensajero, de la esterilidad de la pareja formada por Sara y Abrahán (Gn 17,1) y de la promesa que el profeta Natán hace al rey David sobre su linaje (2 Sm 7,4-17), una promesa según la cual su descendencia gobernaría la ciudad con el título de Hijo de Dios... Una lista de textos que pretende ser representativa, pero no exhaustiva, y que nace de la libertad que tiene Lucas para, al elaborar sus escritos, no depender estrictamente de las fuentes que le llegan de la tradición.

    El tema escogido

    Estos capítulos fueron escritos por Lucas muy tardíamente, incluso después de finalizar sus Hechos de los Apóstoles. No nos puede extrañar que los temas que trata en ellos estén más relacionados con Hechos que con el propio evangelio. La reflexión cristiana se había sujetado a un esquema por el que, tras la resurrección, los seguidores de Jesús llegaron a la comprensión de que el Maestro era el Mesías y el Hijo de Dios esperado por Israel. Una declaración de fe que fue demandando precisiones. 

    Una de las primeras aclaraciones pretendía responder a desde cuándo se le pueden aplicar estos títulos. No hubo unanimidad en la respuesta, pues unos consideraron que la filiación divina había sido adoptiva y desde el momento del bautismo. Para otros, el punto de inflexión coincide con el acto de la resurrección. Lucas se apunta a un tercer grupo, que nos remonta a un origen sobrenatural: Jesucristo era Hijo de Dios desde siempre. De ahí que nos encontremos con declaraciones contundentes, en esta parte de su escrito, sobre la filiación y el mesianismo. Declaraciones que contrastan con las más veladas y menos diáfanas que aparecerán en el desarrollo posterior del evangelio. 

    El paralelismo entre Juan Bautista y Jesús también está presente a lo largo de toda esta sección, con la intención manifiesta de ir dando mayor protagonismo al segundo y restándosela al primero. Desde su origen ya se marcan las diferencias, pues difieren las dificultades de las concepciones: vejez por un lado y virginidad por el otro. Además, uno llega con la misión de un profeta, mientras que el otro nace como Hijo. Aunque ambos tienen una labor que cumplir dentro de los planes de Dios, la de Juan pertenece al mundo del AT y se le pide una actuación como precursor de Jesús, ya inmerso en la economía salvadora del NT. 

    Esa pertenencia de Juan al mundo veterotestamentario sirve también para que estos capítulos hagan un resumen de la historia de la salvación de Israel que se presenta como la antesala del ministerio de Jesús. Para ello se vale el autor de una serie de narraciones y más especialmente de unos cánticos en los que la aparición de estos dos niños es el cumplimiento de todas las promesas. 

    La urdimbre de todo el relato está presidida por la persona del Espíritu Santo, que va llenando con su presencia a todos los personajes. El único que no lo necesita es Jesucristo, ya que cuenta con esa presencia desde el mismo momento de su concepción. Como dice Schweizer, Jesús es el Señor del Espíritu. 

    Por último, quiero dejar constancia de que también estos capítulos reflejan un cuadro de la piedad judía del siglo I, pues hay numerosos hechos que suceden en el templo de Jerusalén. Se narran momentos de culto y sacrificios, a la vez que peregrinaciones para celebrar la Pascua en la ciudad santa. Los personajes que aparecen en todos estos actos demuestran su piedad, pues aparecen como obedientes a la Ley, rezan y ayunan. Son ejemplos paradigmáticos de la auténtica fe judía, que consideraba el cumplimiento de la ley como el verdadero camino de salvación. Una postura que criticará Pablo, pero que Lucas considera positiva en estas líneas.

    Estructura de los dos capítulos

    Aunque hay autores que integran en el evangelio de la infancia lucano el capítulo tercero hasta la genealogía de Jesús, 3,23, yo prefiero seguir a los que se limitan a los dos primeros capítulos. Considero que los primeros versículos que hacen referencia a Juan en el capítulo tercero actúan como una segunda introducción que hace referencia a la vida pública de Jesús. 

    Creo que se pueden dividir en una estructura que es simple y simétrica, aunque algunos exegetas, como Brown, la complican un poco más. La única dificultad es que los cánticos que aparecen en las diversas secciones no encajan bien en este esquema.

    A)  Lc 1,5-25: Anunciación a Zacarías del nacimiento de Juan 

    B)  Lc 1,26-38: Anunciación a María del nacimiento de Jesús 

    C)  Lc 1,39-56: Visita de María (Jesús) a su prima Isabel (Juan) 

    D)  Lc 1,57-80: Nacimiento e infancia de Juan 

    E)  Lc 2,1-20: El nacimiento de Jesús  

    F)  Lc 2,21-40: Circuncisión y presentación del niño 

    G)  Lc 2,41-52: Jesús se pierde en el templo 

    Lc 1,5-25: Anuncio a Zacarías del nacimiento de Juan

    ⁵En tiempos en los que Herodes era rey del país judío, hubo un sacerdote que se llamaba Zacarías, y que pertenecía al turno sacerdotal de Abías. Su mujer era una descendiente de Aarón que se llamaba Isabel. ⁶Los dos eran rectos a los ojos de Dios y cumplían sin falta los mandamientos y leyes del Señor. ⁷No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y tenían ya los dos muchos años. 

    ⁸Un día Zacarías estaba de servicio en el templo con el grupo de su turno, según el rito sacerdotal. ⁹Recayó en él la suerte para entrar en el santuario del Señor a ofrecer el incienso; ¹⁰los fieles estaban fuera rezando durante la ofrenda del incienso. ¹¹Se le apareció el ángel del Señor, situado de pie a la derecha del altar del incienso; ¹²al verlo, Zacarías se sobresaltó y quedó atemorizado. 

    ¹³Pero el ángel le dijo: No tengas miedo, Zacarías, que tu ruego ha sido escuchado: Isabel, tu mujer, te dará un hijo y le pondrás por nombre Juan. ¹⁴Será para ti una grandísima alegría, y muchas personas también se alegrarán de su nacimiento, ¹⁵porque va a ser grande a los ojos del Señor; no beberá vino ni licor; y además se llenará de Espíritu Santo desde el vientre de su madre, ¹⁶y convertirá a muchos israelitas al Señor su Dios. ¹⁷Irá por delante del Señor, con el espíritu y el poder de Elías, para reconciliar a los padres con los hijos y enseñar a los rebeldes la sabiduría de los justos, preparándole un pueblo bien dispuesto a Dios

    ¹⁸Zacarías dijo al ángel: ¿Qué garantías me das de esto? Porque yo ya soy viejo y mi mujer es también de edad avanzada

    ¹⁹El ángel le contestó: Yo soy Gabriel, estoy a las órdenes inmediatas de Dios, quien me ha enviado para darte esta buena noticia. ²⁰Mira, por no haber creído a mis palabras que se cumplirán en su momento te quedarás mudo, y no podrás hablar hasta el día que esto suceda

    ²¹El pueblo estaba esperando, extrañado de que Zacarías tardase tanto en el santuario. ²²Cuando salió no podía hablarles y ellos comprendieron que en el santuario había tenido una visión. Les hablaba por señas, pues se había quedado mudo. ²³Al terminar sus días de servicio volvió a casa. ²⁴Poco después concibió su mujer Isabel, que estuvo cinco meses sin salir, ²⁵diciéndose: Esto se lo debo al Señor, que ahora se ha preocupado de librarme de mi vergüenza ante la gente.

    Guía de lectura

    El anuncio del nacimiento de Juan a su padre Zacarías inaugura una serie de eventos que van a ser capitales en la historia de Israel y que afectarán al mundo entero. No parece que Lucas contara con fuentes detalladas sobre los hechos, a lo sumo algún matiz recogido dentro del grupo de seguidores del Bautista, lo que le permitió planificar su narración con libertad. 

    Si tuviéramos que hacer una descripción gráfica de este hecho, la figura del ángel descollaría sobre las demás, pues el relato se funda en su aparición. Ésta aparece en el centro del episodio precedida por la introducción de Zacarías e Isabel (vv. 5-7) y seguida por la concepción de Juan y la aceptación gozosa de su madre. Lo que Lucas describe es una angelofanía, de las que hay una buena relación en el AT y que le permite ligar al niño que va a nacer con figuras antiguas. Todo ello porque tiene mucho interés en demostrar que

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