Quijote y Su Tiempo Ok
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lecturas-hispanicas.com
El Quijote y su época
ISBN-13:978-1541236738
ISBN-10:1541236734
ÍNDICE
PRÓLOGO ......................................................................................7
1. VIDA DE CERVANTES........................................................... 11
1.1 ..................................................................................................................................... 11
1.2 ..................................................................................................................................... 16
1.3 ..................................................................................................................................... 23
1.4 ..................................................................................................................................... 28
1.5 ..................................................................................................................................... 32
1.6 ..................................................................................................................................... 40
4
5. LA ÉPOCA LITERARIA DE CERVANTES.......................... 139
I........................................................................................................................................139
II ......................................................................................................................................141
III.....................................................................................................................................148
IV ....................................................................................................................................152
V .....................................................................................................................................156
5
Prólogo
A
Cervantes, dice Víctor Hugo, hay que leerlo «entre líneas»,
porque «tiene su aparte». Más que un aparte existen muchos
en el Quijote. Hay sátiras numerosas contra hombres y
sucesos de la época, constantes alusiones, que llamaríamos hoy de
actualidad, y las cuales saltaban de la pluma del autor mientras
escribíala regocijada historia de su hidalgo.
Imposible que fuera de otro modo. Los que sólo ven en el Quijote
una obra de imaginación y una sátira contra los libros de caballerías,
no comprenden el genio de Cervantes. La novela y la sátira forman la
armazón, el esqueleto del libro. Todo el resto, los rellenos que lo
completan, hasta su alma, ha sido tomado de la realidad, admirado o
sufrido en la vida. Ningún gran escritor ha hecho jamás otra cosa.
Ningún gran genio creador ha apartado la vista de su país y de su
tiempo.
No es concebible, por ejemplo, que Dante describiera en las
torturas eternas solo a personajes históricos y legendarios, y a sus
contemporáneos los olvidara; que viera las sombras de París, Tristán e
piu de mille de los grandes pecadores del amor y no tuviera un
recuerdo para Francesca y Paolo. De la propia manera sería imposible
que Cervantes, insigne artista observador de los hombres, y además,
soldado en Italia, cautivo en Argel, empleado del Tesoro, autor
dramático, pretendiente a un destino en América, a otro en Nápoles,
todo lo cual significa, como también su biografía lo demuestra con
hechos, que se ocupó siempre de los asuntos públicos de su país,
dejara de sembrar de «apartes» ―es decir, de alusiones intencionadas
a la política, a los árbitros de esta, y en general, a cuanto llamara
grandemente la atención en España― el libro en que trazó un cuadro
JOSÉ DE ARMAS Y CÁRDENAS
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1. Vida de cervantes
1.1
1En carta al autor de este libro sobre su opúsculo El Quijote de Avellaneda y sus críticos,
publicado en la Haban a en 1884.
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máquinas, todos los edificios, todas las armas de guerra, todas las
sutilezas, et tout pour la trippe».
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1.2
Nacimiento de Cervantes en Alcalá de Henares. Su
familia en Córdoba.— Rodrigo de Cervantes, el Sordo.
— La nobleza de su familia.— Abundancia de nobles
en España.— Los árboles genealógicos.— El cocinero
de D. Federico de Cardona, según Mme. d'Aulnoy.—
Nobleza del criado del conde de Froeber.—
Superioridad del dinero sobre el linaje, según Sancho.
Pobreza general de la nación en tiempos de Cervantes.—
Los apuros monetarios de Felipe II. «Poner una pica en
Flandes».— Quiebra de Felipe II.— Educación de
Cervantes.— Discípulo de López de Hoyos. — Viaje
a Italia.— Vida militar.— Lepanto.— Testimonios
de heroísmo.— El cautiverio en Argel.— Los
informativos.— Sufrimientos y temple de alma de
Cervantes. El rescate.— Cervantes debió su libertad a
que el dinero no alcanzó para rescatar a otro cautivo por
quien pedían mayor suma los moros de Argel. —
Actividad y bondad de alma del P. Juan Gil.— Sin el
auxilio de este fraile, Cervantes hubiera muerto ignorado
en Constantinopla.— ¿Intentó realmente Cervantes
sublevarse en Argel y conquistar este reino?.— La
epístola a Vázquez.— Diferencia entre el genio
literario y el hombre de acción.—Cervantes no fue un
Reinzi ni un Masianelo, ni conquistó imperios más
efectivamente que don Quijote…
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1. VIDA DE CERVANTES
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2 *Extremo hoy aún discutido, aunque parece claro que el abuelo paterno sí ejerció
como cirujano en Có rdoba. De lo que no hay duda es del nacimiento de Cervantes
en Alcalá de Henares. [ Las notas de la presente edición irán precedidas de un
asterisco; el resto son del propio autor].
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3 Este duque de Sessa, consejero d e Felipe II, quien le llamaba el duque de Seso, fue
uno de los abuelos del protector y compañero d e aventuras d e Lope de Vega.
4 *Hoy parece claro que esta obra no pudo ser escrita por Diego de Haedo. E
incluso hay quien mantiene la tesis de ser toda ella obra del propio Cervantes.
Véase EISENBERG, Daniel: Cervantes, autor de la "Topografía e historia general de
Argel" publicada por Diego de Haedo. Alicante : Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes,
2003. URL, consultada el 17/11/2016:
http://www.cervantesvirtual.com/nd/ark:/59851/bmc41779.
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1. VIDA DE CERVANTES
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1. VIDA DE CERVANTES
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1.3
1580.— Desembarco en España. — Fracaso del
último informativo.— ¿Volvió a servir Cervantes en el
Ejército o la Armada?.— Misión a Orán.— Empeña
unos lienzos a Napoleón Nomelín. — La Galatea.
— Matrimonio de Cervantes con doña Catalina de
Palacios.— Las tradiciones de Esquivias. — La hija
adulterina de Cervantes, Isabel.— Ana de Rojas. —
Escaso éxito inmediato de La Galatea.— El teatro.—
Las obras dramáticas de Cervantes.— Lope de Vega se
alza con el cetro de la monarquía cómica.
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A la guerra me lleva
mi necesidad;
si tuviera dineros,
no fuera en verdad.
usura 500 ducados por el término de seis meses. Sus apuros fueron
grandes, pero su espíritu optimista no desmayó sin embargo. La
Galatea es una obra extensa, de long haleine, y demuestra no solo
laboriosidad, sino entusiasmo intenso.
Por haber dicho en el prólogo de este libro, que llamó égloga y
calificó también de primicias de un corto ingenio, que «muchos de los
disfrazados pastores de ella lo eran solo en el hábito», hanse dado sus
biógrafos en descubrir que además de él y de su dama ―quizás sus
damas, por cuanto ya se ha dicho― andan revueltos en la obra Luis
Barahona de Soto, Francisco de Figueroa, Pedro Laínez y otros
amigos suyos, encubiertos bajo los nombres de Lauro, Tirso y los
demás pastores. Sobre si Cervantes se pintó en Damón o en Elisio, se
ha gastado mucha tinta. Probablemente alguien se pondrá ahora a
averiguar bajo qué nombre se oculta al pobre marido de doña Ana.
Mas lo cierto es que Cervantes escribió La Galatea en Madrid para
tentar fortuna en la profesión literaria, eligiendo el género pastoril,
tan en boga entonces a causa de la popularidad de La Diana de
Montemayor, y siguiendo las aguas de Luis Gálvez de Montalvo, que
dos años antes había publicado, con provecho, la insulsa novela El
Pastor de Filida. Quiso llamar la atención no solo del público, sino de
los autores mismos, e incluyó en su libro el largo Canto de Calíope, en
el cual menciona, en versos alguna vez felices y con grandes elogios, a
los principales escritores del tiempo.
Pero La Galatea no tuvo en ningún sentido el éxito que esperaba.
Le produjo escaso dinero: 1.336 reales pagados por Blas de Robles en
1584, y entonces le ocurrió la idea ―para él bien desgraciada― de
buscar en el teatro suerte mejor. Su afición a este género fue siempre
grande, y es cosa cierta que jamás hubo de conformarse al fallo
adverso de sus contemporáneos. El teatro español estaba entonces en
mantillas, y Cervantes trató de hacer algunas reformas, de que él
mismo nos habla, como es la de introducir en la escena personajes
alegóricos y reducir la acción a tres jornadas en lugar de cinco. Según
Ticknor, ni una ni otra cosa fueron novedades; pero sus obras
dramáticas, comparadas a las de Bermúdez, Argensola, Virués, Juan
de la Cueva y otros contemporáneos suyos, revelan cualidades
superiores. La Numancia tiene, en verdad, algún que otro rasgo digno
de Marlow, y lo mismo Los tratos de Argel. El espíritu católico de la
famosa Devoción de la Cruz, de Calderón y algunos versos fáciles se
encuentran en El Rufián dichoso, y El Gallardo español es una comedia
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1. VIDA DE CERVANTES
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casi tan hábil como las mejores de Lope. Por el propio Cervantes
sabemos que fueron muchas de estas obras representadas con
aplauso, que escribió cerca de treinta, y sin embargo de la buena
acogida del público ―que no sería tanta, después de todo―, se retiró
de la profesión de autor dramático porque «tuvo otras cosas en qué
ocuparse». «Entró luego ―añade― el monstruo de la naturaleza, el
gran Lope de Vega, y alzose con la monarquía cómica.»
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JOSÉ DE ARMAS Y CÁRDENAS
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1.4
En el silencio del olvido.— Traslado a Sevilla. —
1588.— Empleo en el Comisariato de la Armada.—
Don diego de Valdivia.— Humildes empleos. —
Petición de un Gobierno en América. Fracaso de este
intento. — Prisión en Castro del Río.— Cesante. —
Primer alcance en sus cuentas.— Cervantes se acuerda
otra vez de su pluma de autor dramático. — El
contrato con Osorio.— La sombra de Lope de Vega.—
Su sueldo mayor: diez reales diarios.— Muerte de su
madre.— 1594.— La recaudación de Vélez-Málaga.
Simón Freire de Luna se alza con los fondos.
Acusaciones contra Cervantes. — Nuevo alcance en las
cuentas. — 1597. — Prisión en Sevilla. — 1598 a
1603. — Residencia en Sevilla.— Tomás Gutiérrez, el
mejor amigo de Cervantes. — Francisco del Águila le
sale fiador por unos paños de tela para cubrir su
desnudez. — Jerónimo de Vargas, procurador, le presta
también fianza. Viajes por la Mancha. — Persecución
del Fisco. Leyendas de Argamasilla. — La cárcel del
Quijote. — El arcipreste de Hita, el canciller López
de Ayala y Silvio Pellico.— La protesta de Cervantes.
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1. VIDA DE CERVANTES
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Y luego, incontinente,
caló el chapeo, requirió la espada
miró al soslayo, fuese y no hubo nada.
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1.5
La risa y el infortunio.— 1604. — La familia en
Valladolid.— Tomé Pinheiro da Vega.— La fama de
Lope.— Contraste entre la vida de ambos. Cervantes,
pobre y sin amigos. — Lucha por abrirse paso. — La
burlesca dedicatoria del Quijote a Béjar.—
Enemistad entre Cervantes y Lope. — Lo que dice
Avellaneda.— Prólogo del Quijote. — Ridículo
lanzado sobre Lope de Vega. El Quijote de
Avellaneda.— Triunfo final de Cervantes.
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1. VIDA DE CERVANTES
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habían cerrado.
En 1604, ya el Quijote estaba impreso y había comenzado a
circular en el público. Vivían entonces con Cervantes en Valladolid,
además de su esposa, que se ausentaba alguna vez a Esquivias, su
hermana doña Magdalena de Sotomayor, su hermana doña Andrea de
Cervantes, viuda tres veces y con una hija de veintiocho años, llamada
doña Constanza de Ovando, y su hija Isabel, soltera todavía. Doña
Magdalena, que no sabemos por qué se llamaba Sotomayor y otras
veces Pimental de Sotomayor, era hija legítima de don Rodrigo de
Cervantes y doña Leonor de Cortinas, según consta en varios
documentos que Pérez Pastor ha publicado. Aquellas pobres mujeres,
especialmente esta hermana, que parece llevaba la dirección de la
familia, y doña Andrea, que se dedicaba a trabajos de costura,
ayudaban al sostenimiento común. Se ha descubierto un recibo de
puño y letra de Cervantes, extendido por 778 reales a favor del
marqués de Villafranca y en cobro de labores de doña Andrea.
Cervantes también encontraba medios de hacer algunas copias y
agenciar unos pocos negocios. Entonces fue, probablemente, cuando
comenzó a visitar a los jugadores con quienes parece hubo de verlo el
portugués Tomé Pinheiro de Veiga, autor de las Memorias de
Valladolid. Habíase trasladado a esta ciudad con su familia por razón
de estar la Corte en ella y esperando le alcanzara algún mendrugo.
Algunos creen que se le encargó por el Gobierno un trabajo literario
y le atribuyen el opúsculo impreso por Juan Godínez en 1605,
relatando las fiestas por el nacimiento del príncipe Felipe, aunque
recientemente se ha descubierto que la pesada relación de esas fiestas
fue obra del cronista Antonio Herrera 9. De todos modos, a su
humilde casa no llegaba la protección de los poderosos, y en aquel
hogar donde imperaba la miseria tuvo la calma de espíritu necesaria
para reír de sus infortunios y terminar sus páginas inmortales.
De fuera penetraban los ecos de la fama de Lope de Vega.
Cervantes, aunque comprendía el mérito de Lope, veía también sus
defectos. Juzgábale, sobre todo, como el cruel y constante obstáculo
9 *Se trata de la Relación de lo sucedido en la ciudad de Valladolid, desde el punto del felicísimo
nacimiento del príncipe don Felipe Dominico Víctor nuestro señor, hasta que se acabaron las
demostraciones de alegría que por él se hicieron. Actualmente se sigue atribuyendo a
Cervantes, aun con dudas. De hecho Antonio de Herrera y Tord esillas también
andaba por Valladolid por aquellas fech as.
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JOSÉ DE ARMAS Y CÁRDENAS
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10 *Los malos pensamientos salen del corazón. (Mateo, V, 44, y XV, 19).
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11 *‘Mientras seas dichoso, tendrás mu chos amigos, pero si los tiempos se nublan,
estarás solo’ (Ovidio Tristia, I, IX, 5-6),
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1. VIDA DE CERVANTES
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1.6
1605. — En Valladolid.— La causa por muerte de
Ezpeleta.— Conducta infame del alcalde Villarroel.—
Enredos de familia. — Ediciones del Quijote.— Su
editor le adelanta 480 reales. — Actividad literaria de
Cervantes de 1615 a 1616.— Muerte de sus
hermanas. — Gloria y pobreza. Socorros.— Toma los
hábitos de San Francisco. Su muerte y entierro. — Los
contemporáneos y la posteridad.
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1. VIDA DE CERVANTES
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Porto carrero recono ció deber a esta la misma cantidad. En 1581 D. Juan P érez
Alcega, natural de Azpeitia (como el famoso vizcaíno que combatió con don
Quijote), se comprometió a entregar en otra escritura 300 du cados a doña
Magdalena por que esta no le exigiera el cumplimiento de una promesa de
matrimonio. En 1596 doña Constanza de Figueroa o de Ovando, la sobrina de
Cervantes, recibió 1400 du cados de D. Pedro de Lanuza (hermano del céleb re
Justicia de Aragón), en virtud de los cuales «le da libre de todo y cualquier derecho
que contra él tenga, aunque fuese y pueda ser promesa de c asamiento». La misma doña
Constanza, en 1613, recibió 1.000 reales de D. Juan de Avendaño, quien se los
envió desde Trujillo, en el Perú. Resulta por lo menos evidente de todos estos
hechos que las mujeres de la familia de Cervantes demostraron poseer más «talento
práctico» como diríamos hoy, que el gran escritor. Un tropiezo, sin embargo, le
ocurrió a doña Magd alena. Siendo «mozo soltero» D. Fernando de Ludeña, según
refiere ella en su testamento, le prestó doña Magdalena 300 du cados, «y después de
casado con doña María Ana de Urbina» le negó la d euda. Ludeña luego le hizo
firmar con amenaz as una cédula lib rándole d e responsabilidad, y después de
prometerle «a solas» darle, «mientras él viviese, sus alimentos», y dejarla, si moría
«con qué vivir», nada hubo de cumplirle. En 1613 Ludeña pagó… p ero con un
soneto y bastante malo, en elogio de las Novelas ejemplares.
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1. VIDA DE CERVANTES
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14*A pesar de las investigaciones llevadas a cabo esp ecialmente en los años 2011 a
2015, es lo cierto que todavía no se h a conseguido dar con los restos de Cervantes.
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2. Una última desgracia de Cervantes
Motivos de Cervantes para querer ir a Nápoles.
Matrimonio de Isabel. — Isabel Molina y Urbina. —
La casa en la Red de San Luis. — Cómo deben ser
juzgadas las mujeres de la familia de Cervantes. —
Inocencia y resignación del gran hombre. — Error de los
que pretenden que fuera un don Quijote. —
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JOSÉ DE ARMAS Y CÁRDENAS
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3.1 - 1604-1604
¿Qué año se imprimió el Quijote?.— La carta de
Lope de Vega en agosto de 1604.— La pícara
Justina. — ¿Quién fue Andrés Pérez? — Popularidad
del Quijote en 1604 y 1605.—Prisa de Cervantes en
componer su libro.— Sus descuidos.— Sus variaciones
de ideas y de plan.— El escrutinio de la librería de don
Quijote se escribió después de la aventura de los molinos
de viento y el combate con el vizcaíno.— Estos
incidentes aparecían en la primera salida, cuando el
hidalgo iba sin escudero.— Introducción de Sancho,
cambio de orden en los capítulos y frase que se le olvidó
borrar a Cervantes en el capítulo II.— El indicio de los
ataques a Villalonga, según Rawdon Brown.
distinta, que el texto previo fuera ya cono cido en los medios literarios madrileños,
por los que había de pasar para recabar firmas recono cidas que lo avalaran. Firmas
que Cervantes, harto de no conseguirlas, acabó por crearlas él mismo en tono
burlesco.
18 Esta carta, muy traída y muy llevada entre los cervantistas porque en ella vuelve a
cosa para mí más odiosa que mis librillos a lo Almendáriz i mis comedias a lo
Zarvantes. Si allá murmuran de ellas algunos que piensan que las escribo por
opinión, desengáñeles vuesa merced i dígales que por dinero. Dios guard e a vuesa
merced; le guarde de Vergara el Zirujano Real, que ya le damos este atributo como
a monesterio con túmulo, pues no ha curado tanto con las manos como destruído
con la lengua. De la mia guarde vuesa merced la segunda parte de esta carta; i lo
que digo acerca de esos casamientos que me dize este amigo que se tratan, lo que le
aconsejo que lo mire bien; duerma sobre ello antes que sobre ella, porque es una
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3. EL "QUIJOTE" Y SU TIEMPO
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cárcel de la libertad i una abreviatura de la vida; quien se casa p or cu atro mil dará
dentro de po cas horas cu arenta mil por no haberse casado; pero vuesa merced es
muy cuerdo y lo mirará mejor que yo. Del Toledo y 14 d e agosto de 1604.―Lope
de Vega Carpio.
19 Los versos de La pícara Justina, en el metro quebrado que luego hizo popular
Cervantes, los copian todos los biógrafos de este. El autor los llama «Sextillas
unísonas de nombres y versos cortados». El «Libro de entretenimiento de la pícara
Justina, en que deb axo de graciosos discursos se en cuentran prouechosos ausos», se
imprimió en Medina del Campo por Cristóbal Lasso Vaca, en 1605, pero la licen cia
es de «22 de Agosto de 1604». El autor, según D. Nicolás Antonio, se ocultó con el
seudónimo de «Licen ciado Fran cisco de Úb eda, natural de Toledo; pero según el
Sr. Foulch é-Delbosc, Lóp ez de Úbed a fue el verdadero nombre de un médico
toledano (Revue Hispanique, X, 236). Menéndez y Pelayo creía, no obstante, que
D. Nicolás Antonio pudo estar en lo cierto y qu e Úb eda serviría de testaferro a
Andrés Pérez, como mucho después sirvió D. Fran cisco Lobón de Salazar al padre
Isla, apareciendo autor de Fray Gerundio. Véanse mis Ensayos críticos de literatura inglesa
y española, Madrid 1919, pág. 226. Como de Pérez se reprodujo la novela en la
biblioteca de Rivadeneyra (vol. XXXIII). El autor de La pícara Justina figura entre
los enemigos de Cervantes, que en el Viaje al Parnaso le colo có entre los malos
poetas, llamándole «cap ellán lego del contrario bando». Por ese motivo es uno de
los varios a quien es se atribuye el Quijote de Avellaneda. En un ejemplar de La
pícara Justina, en italiano (Venecia,1624, 4º) he leído en la p rimera p ágina la
siguiente afirmación, escrita con letra manuscrita del siglo XVIII: «El autor fue un
licen ciado Alonso Fernández d e Avellan eda, natural de Tordesillas».
20 Memorias de Valladolid, Memorias en portugués, del Museo Británico (Add.
20.812). Las extractó también Gayangos. (Revista de Españ a, marzo y abril 1884).
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3. EL "QUIJOTE" Y SU TIEMPO
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escribieron22.
El Quijote, por todo lo expuesto, es un libro de 1604, aunque la
fecha de 1605 se halle en la primera edición que hasta ahora ha
llegado a nuestra noticia.
(Del Burlador, acad émico argamasillesco, a San cho Panza, cap. LIV.)
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23Estado social que refleja el «Quijote». Discurso premiado por la Real Academia de
Cien cias Morales y Políticas, escrito por D. Julio Pujol y Alonso. Madrid, 1905,
página 8.
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3. EL "QUIJOTE" Y SU TIEMPO
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«Le hago saber que imagino (exclamaba uno de los personajes del
Quijote), como quien ha pasado por ello, que todas nuestras locuras
proceden de tener todos los estómagos vacíos y los celebros llenos de
aire.»27 No se templaban a la dura prueba de la reflexión y la
experiencia los planes concebidos por la exaltada fantasía; muy al
contrario, cerrábanse los ojos a la realidad, como si el mundo fuera
siempre cual se sueña y no cual se conoce por los hechos.
Procediendo de modo tan opuesto a la verdad, negábase don Quijote
a ver las cosas como eran (de aquí la contienda inmortal sobre el
yelmo de Mambrino), y entre otros rasgos de su locura, que parecen
contener críticas de carácter general, negábase también a probar por
segunda vez si la celada que había hecho de cartón resistiría o no los
golpes de su tizona, admitiéndola, sin más experiencia, por obra
fortísima de acero28.
El mismo año de la publicación del Quijote ocurrió el hecho más
extraordinario tal vez en la historia del desgobierno español, y que a
fuerza de cómico y estupendo solo tiene semejanza con la fenomenal
disputa sobre el yelmo de Mambrino. La Hacienda se hallaba en
situación tan aflictiva que faltaban a veces los dineros para la mesa del
rey. Los 23 millones de ducados en los cuales se calculaban los
ingresos, respondían casi todos al pago de deudas, según refiere el
embajador de Venecia Simón Contarini. En esta situación, el
secretario don Pedro Franqueza, conde de Villalonga, convenció a
Lerma y al Monarca de que poseía un secreto infalible para
desempeñar el Tesoro, y hubo de conseguir facultades extraordinarias
que le permitieron disponer a su voluntad de los fondos públicos. a
esta comisión se dio el nombre de desempeño. Los escandalosos robos
de Franqueza, sus prevaricaciones, su cinismo sin igual,
evidenciáronse en la causa que al fin se le formó en 1606; pero lo
portentoso es que el año antes presentara a Lerma y a Felipe III, con
gran admiración de ambos, un estado con todas las deudas
desempeñadas y un sobrante considerable para la corona. Aunque
esta colosal mentira produjo gran escándalo, y el Consejo de
Hacienda, presidido por don Hernando Carrillo, se negó a firmar el
decreto de aprobación de las peregrinas cuentas, tan seguro estaba
27*D.Q. II.1.
28«… Y sin querer hacer nueva exp erien cia de ella, la disputó y tuvo por finísima
celada de en caje.» (Parte I, cap. I.)
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3. EL "QUIJOTE" Y SU TIEMPO
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29Los favoritos de Felipe III. D. Pedro Fran queza, conde de Villalonga, secretario de Estado,
por Julián Juderías. (De la revista d e Archivos, Bibliotecas y Museos), Madrid, 1909,
pág. 29.
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JOSÉ DE ARMAS Y CÁRDENAS
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30 Véase el cu rioso libro Relación verdadera de las prevenciones que en todos los Estados de
Italia se hacen así en los presidios de tierra como de galeras y bajeles para guardar la bajada del
gran turco, que se tiene por muy cierto que viene sobre Malta, con otras novedades de este año
1613. Enviada por el capitán Juan de Flo res, entretenido en la Co rte Romana.
Granada, 1613. fol.
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3. EL "QUIJOTE" Y SU TIEMPO
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31 Examen crítico-histórico del influjo que tuvo en el comercio, industria y población de España su
dominación en América, por D. José Arias y Miranda. Mad rid 1854, pág. 81.
32 I,26.
33 Rawdon Brown, Ms. Notes.
34 Véase Modesto Fernández y González: La Hacienda de nuestros abuelos, Madrid,
1874, pág. 81
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3. EL "QUIJOTE" Y SU TIEMPO
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imposibilidad»35.
¿Fueron escuchadas y atendidas, acaso, estas elocuentes y nobles
palabras? Tanto valían los ruegos del ama, de la sobrina, del cura y del
barbero para que no arruinara su hacienda don Quijote y dejara de
salir por el mundo en busca de gigantes y malandrines.
El abandono general de la agricultura en aquel tiempo y de todas
las artes y comercios útiles dentro del territorio de España es cosa
harto sabida.
Hasta poseer ganados ―los agricultores se quejaron siempre de
la protección que en contra de ellos se dispensó a la ganadería― llegó
a ser casi imposible. Recuérdese la relación del ganadero a Sancho
sobre los cuatro puercos que había vendido, y en los cuales «le
llevaron de alcabalas y socaliñas poco menos de lo que ellos valían»36.
Dedicábase la juventud únicamente al ejercicio de las armas o a
buscar fortuna en el Nuevo Mundo («engaño común de muchos y
remedio particular de pocos», según el mismo Cervantes escribió en
El celoso extremeño) o a refugiarse en la más cómoda vida de la Iglesia, a
lo que apelaban, sobre todo, los «más discretos»37. La muchedumbre
eclesiástica era tal (y se dijo también entonces con notable entereza)
que constituía una verdadera plaga. Fray Luis de Miranda entregó a
Felipe III un memorial en el cual propuso enérgicos remedios para
impedir el creciente aumento de la clerecía, y lo mismo hicieron el
Regidor de la ciudad de Toledo, licenciado Jerónimo Cevallos, y otros
preclaros varones, entre los que descolló el intrépido Sancho de
Moncada, autor de los Ocho discursos sobre la restauración política de
claramente dice: Iglesia o mar o casa real; como si más claramente dijera: quien
quiera valer y ser rico siga a la Iglesia o navegue, ejercitando el arte de la mercan cía
o entre a servir a los reyes en sus casas, porque dicen: más vale migaja de rey que
merced de señor…» «Vine a con cluir en que cumpliría su gusto y que el mío era
seguir el ejercicio de las armas, sirviendo en él a mi Dios y a mi rey. El segundo
hermano hizo los mesmos ofrecimientos, y escogió el irse a las Indias, llevando
empleada la h acienda que le cupiese. El menor, y a lo que yo creo el más discreto,
dijo que quería seguir la Iglesia o irse a acabar sus comenzados estudios a
Salaman ca.» (Don Quijote, primera parte, cap. 11).
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3. EL "QUIJOTE" Y SU TIEMPO
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38 Todos estos trabajos los recopiló Juan Isidro Fajardo y Monroy, d e la Academia
Española, ocultándose para ello con el seudónimo de D. Juan Yáñez: Memorias para
la historia de D. Felipe III, rey de España, recogidas por D. Juan Yañez. Madrid, 1724,
4.º Los discursos de Mon cada se imprimieron en Madrid en 1619, fol.
39 Castro: El Conde-Duqu e de Olivares y el Rey Felipe IV. Cádiz, 1846, pág. 171.
40 «La duquesa y el duque salieron a la puerta d e la sala a recibirle, y con ellos un
grave eclesiástico destos que gobiernan las casas de los príncip es, destos que, como
no nacen prín cipes, no aciertan a enseñar cómo lo han de ser los que lo son; destos
que quieren qu e la grandeza d e los grandes se mida con la estrech eza d e sus
ánimos; destos que, queriendo mostrar a los que ellos gobiern an a ser limitados,
hacen ser miserables» (Don Quijote, segunda parte, cap. XXXI). En el capítulo
siguiente se d escribe el grave altercado de don Quijote con el mismo eclesiástico, en
el que también se leen palabras muy duras para la clase a que este perten ecía. Se ha
llegado a exagerar la antipatía de Cervantes por los religiosos, hasta p retender que
los llamó a todos «satanases del infierno», cuando dice don Quijote: «… y así yo no
pude dejar de cumplir con mi obligación arremetiéndoos y os acometiera, aunque
verdad eramente supiera que erad es los mesmos satanases del in fierno, que por tales os
juzgue y tuve siempre» (Primera parte, cap. 19). Pero este «siempre» parece más bien
una de las much as in correccion es de Cervantes, por referirse al tiempo mediado
desde que don Quijote vio la pro cesión de frailes hasta que hubo de atacarlos. Así
lo creyó el Sr. Sales en su edición del Quijote, hecha en Boston el año 1836, donde
co rrigió el texto, dejando la frase de este modo: «que por tales os juzgué y tuve».
Prescott, en su cono cido ensayo sobre Cervantes, aplaude esta alteración. Mu cho
hincapié, no obstante, hizo en la palabrita don Juan Calderón en su curiosísimo
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JOSÉ DE ARMAS Y CÁRDENAS
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libro Cervantes vindicado en ciento y quince pasajes del texto del Ingenioso Hidalgo Don Quijote
de la Mancha, que no han entendido o han entendido mal algunos de sus comentadores y críticos;
Madrid, 1851.*
(*) Lo cierto es que en todas las ediciones se mantien e el "siempre". Baste citar las
más modernas, de Martín de Riquer y, la definitiva de Fran cisco Rico.
41 Véase el discurso de don Juan Valera Sobre el Quijote y sobre las diferentes maneras de
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3. EL "QUIJOTE" Y SU TIEMPO
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cervantino ha sido uno de los debates críticos que más tinta ha derramado en los
últimos tiempos, llegándosele a ubicar en posiciones ideológicas tan diversas como
el catolicismo más ortodoxo (Astrana) o la de un hipó crita judeo -con verso (Castro),
pasando por el humanismo erasmista (Bataillon, Vilanova), o incluso disidente
secular del postridentinismo sacralizante (Cascardi). Coin cido con la pruden cia de
Castro en que Cervantes “ha de ser leído e interp retado con suma reserva en
asuntos que afecten a la religión y a la moral oficiales”, sin obviar nunca el
imaginario cultural marcadamente religioso de la so ciedad española postridentina.
(Fran cisco García Rubio: Ideología e interpelación en el discurso de la Cañizares. En Novelas
ejemplares: las grietas de la ejemplaridad pág. 265. Juan de la Cuesta-Hispanic
Monographs. Newark, Delaware 19711 -5204 - USA).
42 *Domínguez Ortiz y Vin cent, recono cen que la expulsión de los moriscos es un
destierro, blanda y suave al parecer de algunos, pero al nuestro la más terrible que
se nos podía dar». (DQ, II.54).
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44 «Pasé a Italia, llegué a Alemania, y allí me pareció que se podía vivir con más
libertad, porque sus habitantes no miran en mu chas delicadezas: cada uno vive
como quiere, porque en la mayor parte de ella se vive con libertad de conciencia.» (Ibid.)*
(*) Hay autores que la exp resión "lib ertad " la interpretan en el sentido de
"libertin aje". En la edición de Fran cisco Rico, se anota a pie de página que "la
expresión es ambigua, y ha sido discutido el sentido que quiso darle Cervantes". Martín de
Riquer, por su parte, apunta que la expresión tiene un sentido peyo rativo y equivalía
a «licen cia, desenfreno». En todo caso, hay autores que son de la opinión de José de
Armas.
45 «… y séte decir otra cosa: que creo qu e vas en b alde a buscar lo que dejaste
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3. EL "QUIJOTE" Y SU TIEMPO
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ahora me ofrece, hubiera untado con ellos la péndola del escribano y avivado el
ingenio del pro cu rador, de manera qu e hoy me viera en mitad de la plaza de
Zocodover, de Toledo, y no en este camino, atraillado como galgo.» (DQ, I.12). «Si
acaso doblares la vara de la Justicia, no sea con el p eso de la dádiva, sino de la
misericordia.» (DQ II.42).
49 Véanse los do cumentos que pudieran servir para ilustrar la historia de Don
Quijote en el tomo VII del Viaje literario a las iglesias de España, por el padre Joaquín
Lorenzo de Villanueva; Valen cia, 1821.
50 Ibid.
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quien se atreva a reprobarlo por el ímpetu y natural del duque de Lerma, a quien
todos temen.» (Relación del embajador veneciano Contareni, en el apéndice a
Cabrera: Relaciones de las cosas sucedidas en la Corte de España desde 1559 hasta 1614;
Madrid, 1857, fol.)
53 El proceso seguido contra Lerma se en cu entra en fiel copia del original, qu e está
escudos que halló en la maleta en Sierra Moren a, que nun ca más los nombra y hay
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muchos que desean sab er qué hizo dellos o en qué los gastó… San cho respondió:
Yo, señor Sansón, no estoy ahora para ponerme en cuentas ni cu entos , que me ha
tomado un desmayo de estómago que si no lo rep aro con dos tragos de lo añejo,
me pondrá en la espina d e Santa Lu cía: en casa lo tengo, mi oíslo* me aguarda, en
acab ando de comer daré a vuelta y satisfaré a vuesa merced y a todo el mundo de lo
que preguntar quisieren, así de la pérdida del jumento, como del gasto de los cien
escudos. Y sin esperar respuesta, ni decir otra palab ra, se fue a su casa. (DQ, II,2).
(*) Oíslo: mujer.
56 * DQ, II.62.
57 «Si eso hay, dijo Panza… no quiero otra cosa en pago de mis muchos y buenos
servicios, sino que vuestra merced me dé la receta de este extremado lico r, que para
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mí tengo que valdrá l onza adonde quiera más de a dos reales, y no he menester yo
más para pasar esta vid a, honrada y descansadamente. Pero es d e sab er ahora si
tiene mucha costa el hacelle. Con menos de tres reales se pueden hacer tres
azumbres, respondió don Quijote. Pecador de mí, replicó San cho, ¡pues a qué
aguarda vu estra merced?» (DQ, I.5).
58 Contareni, lo c. cit.
59 Cervantes no hizo más que recoger hechos muy públicos y rumores muy
extendidos. «No satisfecho aún (Lerma) con tal cúmulo de poder y tanta
independen cia, puso impedimentos a la comunicación, antes lib re, de la familia
real… Ofendiose tanto la vieja emperatriz María, hermana d e Felipe II, y tía del
prín cipe rein ante, que estaba en Madrid, en el convento de las Descalz as Reales, y
comenzó a mostrar su desagrado de tal suerte que, a creer algunas memorias del
tiempo, por huir de ella fue el traslad ar la corte a Valladolid…». Cánovas del
Castillo: Historia de la decadencia de España desde Felipe III hasta Carlos II; Madrid, 1910,
pág. 63. «Fue tal, en tanto, la particular influen cia d e Lerma sobre su soberano y tal
el espíritu supersticioso que ib a invadiendo la península, qu e el citado Co ntarini da
por cierto que mu chos de buena fes sospechaban ya que a Felipe III le tenía su
ministro hechizado.» Ibd: Bosquejo histórico de la Casa de Austria en España;
Madrid, 1911, pág. 181. Aunque en 1615 la emperatriz había muerto, Cervantes
tendría escrito ya este episodio con mucha anterioridad y sobre todo la situación en
Palacio y el rumor de los hechizos continuaban iguales.
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60 *No es nuestro autor el único que mantiene que el duque de Lerma y los reyes
estuvieran aludidos en la cueva de Montesinos; y que detrás de Merlín pudiera estar
el duque de Lerma (Lermín). «Es tan misteriosa la segunda parte d el Quijote que
caben, sin el d esdeño de las fuentes, las más variad as presun ciones. Que en el
episodio haya una sátira político-so cial y una crítica acerba del favorito, duque de
Lerma, y del místico e inepto Felipe III y su esposa, también es posible» (Amancio
Bolaño e Isla: La cueva de Montesinos, en Estudios literarios, Porrúa, México, 1960).
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En el mismo sentido, otros como Ludovik Osterk: El pensamiento social y político del
Quijote. Interpretación histórico-materialista. México, 1988. Todo parte, especialmente,
del jesuita René Rapin (segunda mitad del s. XVII). Sin embargo, la crítica
contemporánea no parece dar mucha importan cia a estas tesis. Y, de hecho, ni
Martín de Riquer ni Fran cisco Rico se h acen eco de estas alusiones en sus
respectivas edicion es.
61 Véase el cu rioso volumen en folio, esp ejo fiel de la vanidad d e Lerma, titulado:
Relación verísima del efecto y fin d e los con ciertos del felicísim o casamiento de la
Srma. Infanta de Castilla… con el muy católico Ludivico, Rey de Fran cia… cu yas
condiciones se firmaron en Palacio a 22 de agosto por el duque de Umena, con
poderes del Rey y por el duque de Lerma… y de las costosísimas libreas de estos
dos príncip es, etc.; Málaga, 1612.
62 «Ce grand homme (Cervantes) ayant esté traitté avec quelque mépris par le Du c
de Lerme, premier Ministre de Philippes III qui n'avoit nulle consideration pour les
scavants, ecrit le roman de dom Quichot qui es une satire tres-fine de sa nation,
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parece que toute la noblesse d'Espagne qui'l rend ridicule par cet ouvrage, s'estoit
entestée de chevaliere. C'est une tradition que je tiens d'un de mes amis qui avoit
appris ce secret de dom Lope a qui Cervantes avoit fait confid en ce de son
resentiment. Reflexions sur la Poetique d'Aristote et sur les ouvrages des Poetes Anciens et
Modernes; París, 1674, 12. Este lib ro, qu e tuvo gran boga en el siglo XVII, aunque
sin nombre de autor, es del padre Ren é Rapin, y así consta en el Cat álogo del
Museo Británico, No h e visto la edición del mismo año en Ámsterdam, que cita el
notable cervantista Sr. Rius en su admirable Bibliografía crítica de las obras de Miguel de
Cervantes Saavedra, Mad rid, 1889; pero sí he tenido en mis manos la segund a de igual
fech a en París, «revisada y aumentada», que conserva íntegro el párrafo sobre el
Quijote. Rapin dice también que Cervantes era secretario del duque de Alba, en lo
que hubo de confundirlo con Lope, que fue quien desempeñó ese puesto.
63 Véase lo que dice Cabrera (pág. 68) sobre la desavenen cia entre los duques de
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falsificador. Véase: Repaso crítico de las atribuciones cervantinas (Daniel Eisenberg, 1991);
El Buscapié (ed. Manuel Morales, 1995) y Cervantes y El Buscapié: un estudio de atribución
(Eugenia San Segundo Fernández, 2008).
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Sarmiento en el siglo XVIII. Los dos primeros comentadores del Quijote fueron
ingleses, y el más antiguo, del siglo XVII: Pleasant notes upon Don Quixote, by Edmon
Gayton, Esq. London, printed by William Hunt, 1674, 4º m. Au nque inspirado en
un rabioso protestantismo y con bastante injusticia contra los españoles, h ay
algunas observaciones discretas en este libro, que se imprimió otra vez y es ya
bastante raro. El segundo comentador fue Bowle: Anotaciones a la historia de Don
Quijote de la Mancha, por el referendo don Juan Bowle, A.M.S.S.A.L.; en Salisbury,
en la imprenta de Edvardo Easton, 1781, 4º m. (tomo III de su edición del Quijote).
Aunque Bowle escribió en castellano sin haber estado jamás en España, según
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que pudo volver del destierro. Las alusiones evidentes he chas en el Quijote a toda
esta aventura, indican que Cervantes escribió su novela, o, al menos, notables
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había de ejercer sino gente muy bien nacida, y aun había de haber veedor
y examinador de los tales, como le hay de los demás oficios, con
número deputado y conocido como corredores de lonja, y de esta
manera se excusarían muchos males que se causan por andar este
oficio y ejercicio entre gente idiota y de poco entendimiento, como son:
mujercillas de poco más o menos, pajecillos y truhanes de pocos años
y de muy poca experiencia, y a la más necesaria ocasión, y cuando es
menester dar una traza que importa, se les hielan las migas entre la
boca y la mano y no saben cuál es su mano derecha. Quisiera pasar
delante y dar razones por qué convenía hacer elección de los que en
la república habían de tener tan necesario oficio; pero no es el lugar
acomodado para ello: algún día lo diré a quien lo pueda proveer y
remediar; solo digo ahora que la pena que me ha causado ver estas
blancas canas y este rostro venerable en tanta fatiga por alcah uete, me la ha
quitado el adjunto de ser hechicero, aunque bien sé que no hay hechizos en
el mundo que puedan mover y forzar la voluntad, como algunos
simples piensan, que es libre nuestro albedrío y no hay yerba ni
encanto que lo fuerce; lo que suelen algunas mujercillas simples y
algunos embusteros bellacos es alguna mixtura y venenos con que
vuelven locos a los hombres, dando a entender que tienen fuerza para
hacer querer; siendo, como digo, cosa imposible torcer la voluntad». 74
En la segunda parte, capítulo I, hallamos también esta otra
indirecta a los libelos contra la Osorio:
«Dígame, señor don Quijote, le dijo a esta sazón el barbero, ¿no
ha habido algún poeta que haya hecho alguna sátira a esa señora
Angélica, entre tantos como la han alabado? Bien creo yo, respondió
don Quijote, que si Sacripante o Roldán fueran poetas, que ya me
hubieran jabonado a la doncella, porque es propio y natural de los
poetas desdeñados y no admitidos de sus damas fingidas o no fingidas en
efecto, de aquellas a quien ellos escogieron por señoras de sus
pensamientos, vengarse con sátiras y libelos; venganza, por cierto, indigna de
74 La alusión a la hechicería parece ir también derecha contra Lop e, que fue íntimo
amigo y creyente de Luis Rosicler o Sicler, fran cés de nacimiento y practicante
devoto de las cien cias o cultas, a quien pintó en «César», personaje de la Dorotea, y el
cu al, por poder del mismo Lope de Vega, se casó con doña Isabel de Alderete o de
Urbina el 10 de mayo de 1568. V. Pérez Pastor: Datos desconocidos etc., p. s. 236, 239.
En el mismo libro se en contrarán curiosos do cumentos del pro ceso de la
Inquisición contra Rosicler. En el libro IV de El Peregrino en su patria Lope de Vega
dice: «Luis de Ro cicler, famoso astrólogo» (obras sueltas, vol. V. t. 345).
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un solo amigo que le brindara algo más que las limosnas de Sandoval
y de Lemos, ni otro consuelo que su pluma para dirigirse a una
posteridad menos ingrata.
El éxito grande del mismo Quijote, aquella popularidad tan
extraordinaria que apenas veían las gentes un rocín flaco cuando
decían «allá va Rocinante», las doce ediciones de la primera parte
desde 1605 hasta 1611, compitiendo con las prensas de Madrid,
Valencia y Lisboa, las de Bruselas y Milán; la traducción inglesa de
Shelton en 1612 (completada con la segunda parte, muerto ya
Cervantes, en 1620); la estimación de su libro en Francia y el aplauso
general de los extranjeros, motivos fueron, sin duda, de satisfacción
para su ánimo, pero de ningún modo aumentaron siquiera su
prestigio personal entre los españoles.
Falsa es la popular anécdota según la cual el rey don Felipe III,
asomado una tarde a un balcón de palacio, exclamó al ver que un
estudiante leyendo un libro reía a carcajadas: «aquel estudiante está
loco o lee la historia de don Quijote». Don Felipe no tuvo nunca el
buen gusto ni la suerte de ocuparse de Cervantes, aunque ordenó la
representación en Palacio de una comedia de Lope y admiraba a
Jorge de Montemayor hasta el punto de colmar de dádivas a una
mujer solo porque le dijeron que era la heroína de la Diana. Echaron
a volar esta anécdota sobre el rey y el Quijote Mayans y Pellicer,
atribuyéndola a Baltasar Porreño en su Vida y hechos del Rey don Felipe
III, y como de Porreño sigue circulando en casi todas las obras
cervantinas. Pero observa Fitzmaurice-Kelly, en su Vida de Cervantes,
que el hecho no es cierto. En efecto, he leído todo el libro de
Porreño, incluido en las Memorias ya citadas que recopiló Fajardo y
Monroy y no existe en él ni la más leve mención de Cervantes ni del
Quijote, y tampoco está la anécdota en el otro historiador de don
Felipe, Gil González Dávila. En cambio, Faria y Sousa, en su
Comentario a las Lusiadas, publicado en Madrid en 1639, refiere que
don Felipe y su esposa doña Margarita dieron audiencia en Valderas
en 1603 y colmaron de dádivas a la que había sido amante de
Montemayor e inspiró a Diana. Aunque Faria y Sousa no es digno de
gran crédito, esta historia no parece ser una de las muchas mentiras
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Cristóbal Pérez Pastor, Nuevos documentos cervantinos (Madrid, 1897), con los cuales ha
completado sus fecundas y felices investigaciones sobre la vida de Cervantes.
Mucho debe la historia del siglo de oro de las letras españolas a la in cansable
diligen cia d e este notable erudito, que también ha hecho interesantes
descubrimientos sobre la vida d e Lope de Vega.
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78 Véase, también, La tristeza del Quijote, por G. Martínez Sierra, Madrid, 1905.
79 Este sentimiento de admiración y amor que, a p esar de sus lo curas, produ ce en
las almas nobles y gen erosas d el héroe de Cervantes ha inspirado en Cuba el
párrafo más elo cuente d e una de las hermosas oraciones políticas de Manuel
Sanguily, y con motivo de esto, el popular y bello soneto del distinguido poeta
cubano Enrique Hern ández Miyares La más fermosa.
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80 *DQ, II.32.
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81 *DQ, I.19.
82 *DQ, I.31.
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84 *El drama histórico titulado "El conde de Sex" o "Dar la vida por su dama",
escrito en 1633, es en realidad de Antonio Coello. Erróneamente, en efecto, se
atribuyó su autoría a Felip e IV.
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Por lo demás, que fuera el último caballero medieval, lo afirma Manuel Fernánd ez
Álvarez, y no precisamente como algo negativo, antes al contrario: como portador
de altos valores propios del momento. Desde luego, la visión que José de Armas
nos da aquí del Emperador, seguramente influida por su personal formación
anglosajona, que constantemente aflora en nuestro texto, nada tiene qu e ver con la
actual. Y tildar d e "última lo cura" su retiro en Yuste, supon e descono cer, primero,
el verdadero valor de una de las más importantes y responsables "dimisiones" de la
Historia (a su hijo lo había preparado esp ecíficamente a tal fin); y, segundo, y
prin cipal, d escono cer también la mentalidad de aqu ella España. La épo ca d e Carlos
I ya no es la de su hijo ni la d el Quijote que aquí se analiza. Como tampoco tiene
que ver la mentalidad de aquella España católica con la anglosajona ni con la del
norte de Europa. Analizarla con estos patrones, y varios siglos después, pued e
llevar a este tipo de ap reciaciones, a todas lu ces, erróneas. La Europa avanzada, de
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burgos y ciudadanos, nun ca hubiera sido posible sin la tranquilidad que durante
siglos le proporcionó el hecho indiscutible de que la "extrema dura" o frontera con
el Islán, estuviera en la lejana península Ibérica. Y, desde luego, España tampoco
hubiera sido tan católica sin la Recon quista que frenó el avan ce d el Islán por
Europa. Y, no en vano, fue ayudada en esa labor por las monarquías europeas,
interesadísimas, lógicamente, en detener dicho avan ce. El Islán, evidentemente,
aportó un acervo cultural muy interesante, pero los progresos hacia una so cied ad
democrática y con evidentes logros sociales, solo han podido conseguirse en una
Europa hered era de las tradiciones helénicas y judeo cristian as.
87 *La visión de la historia de España, no puede ser más sesgada, d e nuevo por la
influen cia anglosajona de nuestro autor. Convendrá reco rdar aquí la obra de Max
Weber: "La ética protestante y el espíritu del capitalismo", cuyo título es ya solo de
por sí bastante aclarador.
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88 Las obras de Benjumea (La estafeta de Urganda, Londres 1861; El correo de Alquife,
Londres 1866; El mensaje de Merlín, Londres 1875 y La verdad sobre el ‘Quijote’,
Madrid, 1878, además de numerosos artículos y folletos sobre asuntos más o
menos directamente relacionados con Cervantes) han sido siempre muy discutidas.
Bastante h a dicho sobre ellas con gran discreción don Fran cisco María Tubino en
El Quijote y la estafeta de Urganda, Sevilla, 1862, y en su interesantísimo libro Cervantes
y el ‘Quijote’, Madrid, 1872. Pero sería injusto negar a Benjumea, a pesar de sus
erro res, que hizo algunas observaciones sobre Cervantes profundas y verdad eras.
Otros comentaristas de co rte p arecido como don Ramón Antequera ( Juicio analítico
del ‘Quijote’, Madrid, 1863), don Baldomero Villegas (Estudio tropológico sobre el ‘Don
Quijote de la Mancha’ del sin par Cervantes, Burgos, 1899), y don Benigno Pallol, usando
el pseudónimo de Polinous (Interpretación del ‘Quijote’, Madrid, 1898), han sido
ampliamente juzgados en el discurso de recep ción en la Academia d el Sr. Asensio
ya men cionado, y en el muy erudito de don Emilio Cotarelo y Mori, también de
recep ción en el mismo instituto, leído el 27 de mayo de 1900. Según don Adolfo
Saldias (Cervantes y el ‘Quijote’, Buenos Aires, 1893), Cervantes hizo «una síntesis
progresista y humanitaria (sic) que será la fórmula del gobierno futuro de los
pueblos».
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89 *Es esta la famosa tesis de G.E. Lessing, en su célebre ensayo Laocoonte o sobre los
límites de la pintura y la poesía (1766).
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91 Según don Manuel V. García («¿Quién fue don Quijote?», artículo en el Museo
Universal de Madrid, junio 30 de 1867), don Alonso Quijada, tío de la esposa de
Cervantes, que se opuso al matrimonio de esta y vivía en Esquivias, fue el
verdad ero origin al de don Quijote, según la tradición de aquel lugar. Pero según
don Ramón de Antequera, op. cit. pág. 427, se llamaba el hidalgo, también de
Esquivias, don Rodrigo Pacheco de Quijana.*
(*) Es este un asunto que sigue y seguirá sin resolverse, puesto que en todo
personaje d e ficción hay parte d el propio autor, parte de personas con cretas reales
o imaginarias cono cidas, y parte de imaginación. Por lo demás, algo así es lo que
viene a apuntar José de Armas en las siguientes líneas, y rep etirá al inicio del capt.
3.13.
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andantes que forjó la fantasía y hasta que todos aquellos que nos
cuentan que de verdad calaron yelmo y ciñeron espada.
«Muchos son los andantes, dijo Sancho. Muchos, respondió don
Quijote, pero pocos los que merecen nombre de caballeros» 92. Entre
esos pocos, soñáralos la imaginación de los poetas o vieran ellos en la
realidad, don Quijote es el más preclaro, el más intachable; y a pesar
de su locura y de sus desaciertos parece, a quien lee su historia, que es
una injusticia de la vil realidad inflexible que el mundo no sea tan
hermoso como lo creyó su destemplado cerebro, y que al fin y al
cabo, el desinterés ilimitado, el altruismo, según se dice hoy día, el
sacrificio de la propia hacienda y de la propia sangre por defender a
los caídos y castigar a los indignos poderosos, no sean má s que
palabras vanas en el mundo, que usen los falsos quijotes, como usan
los falsos profetas de que habla la Escritura las del amor cristiano y la
resignación divina.
Con su pluma arrancó Cervantes la máscara de tanta hipocresía
como se cubre en el mundo con nombre de nobleza, y en aquel
cuadro desgarrador de la muerte de don Quijote puesta fue la
sentencia sobre la frente de los hipócritas. «Perdóname amigo (dice
en aquel instante sublime a Sancho Alonso Quijano el bueno) de la
ocasión que te he dado de parecer loco como yo, haciéndote caer en
el error en que yo he caído, de que hubo y hay caballeros andantes en
el mundo»93. Esta es la frase más amarga que se ha escrito y salió del
alma de Cervantes como un grito de dolor. ¡Triste y horrible
desengaño el suyo, pero triste y horrible verdad! El humano egoísmo
puede raras veces engendrar quijotes de carne, y para buscar tanta
grandeza de corazón, preciso es recurrir a la fantástica historia de un
loco. Cuando consideramos bajo este aspecto el sublime personaje de
Cervantes, comprendemos que haya podido atravesar las fronteras de
España y recorrer el mundo montado en su flaco rocín y seguido de
su rechoncho escudero. Ya don Quijote no es solamente un español,
porque sus nobles y generosos principios y el desastre a que le
conduce la creencia de que tratando de llevarlos a la práctica seguía
un camino trillado por otros muchos, encierran una lección dolorosa
que la humanidad ha comprendido y que no es exclusiva de ningún
pueblo. Don Quijote no es ridículo para nadie que lea su historia,
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94Cervantes smiled Spain's chivalry away; / A single laugh demolished the righ arm
/ Of his own country; seldom sin ce that day / Has Spain h ad hero es. While
Romance could charm, / The world gave ground before her b right array; / And
therefore have his volumes done such harm, / That all their glory, as a composition
/ Was dearly purchased b y his land's perdition (Don Juan, canto XIII, XI)*
(*) La risa de Cervantes concluyó con la caballería española, resultando de ello que su chanza
privó a España de su brazo derecho. Desde entonces han sido allí muy raros los héroes. En los
días en que las novelas de caballería encontraban a aquel pueblo, el Universo abría ancho campo a
sus brillantes falanges. Pero tanto ha sido el mal producido por la genial burla del poeta, que toda
su gloria, como ingente creación literaria, ha venido a resultar pagada muy cara con la ruina de
España.
95 Lope de Vega, que nun ca perdonó ocasión de disparar alguna crítica contra
Cervantes, fue el primero, según mis noticias, que lanzó aquella observación:
«Ríense muchos de los libros de caballerías, señor maestro (escribió Lope en la
dedicatoria de su comedia El desconfiado) y tienen razón si les consideran por
exterior superficie… p ero pen etrando los corazones de aquella co rteza, se hallan
todas las partes de aquella filosofía, a saber, natural y moral. La más común acción
de los caballeros andantes, como Amadís, el Febo, Esplandián y otros, es defender
cu alquier dama por obligación de caballería necesitada de favor, en bosque, selva,
montaña o encantamiento. Y la verdad de esta alegoría es que todo hombre do cto
está obligado a defender la fama del que p adece entre ignorantes que son los
tiranos, los gigantes, los monstruos de este libro de la envidia humana, contra la
celestial influen cia que acompañó al trab ajo y el vigilante estudio de cuanto es
honesto». Esta cita es de don Adolfo de Castro en la 6.ª edición del Buscapié.
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96 Véase Imaginary conversations of literary men and statesmen (Peter Leopold and
President du Paty). Works of Walter Savage Landor, London, 1876.
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99 *¿Conoces a don Quijote? /Puro espíritu y lanza en puño;/su escudero, come, bebe y habla
/jubón y buenas carnes
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105Proceso de Lope de Vega por libelo contra unos cómicos, anotado por D. A. Tomillo y D.
C. Pérez Pastor, Madrid, 1901.
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***
La falta que el mismo Cervantes notó, de haber incluido en la
Primera Parte la larga novela del Curioso Impertinente no lo es en
realidad si tenemos en cuenta el mérito de esa composición,
inspirada, según se ha observado, en un cuento de aquél a quien más
parece que admiró entre los italianos: «el cristiano poeta Ludovico
Ariosto».106 La dificultad de sostener el interés de la narración con
dos personajes solamente, le movió, también, a incluir la historia de
Marcela, la del Capitán Viedma y el mismo largo incidente de
Dorotea, aunque en este, con gran habilidad, hizo figurar a don
Quijote y Sancho casi constantemente. En la Segunda Parte trató de
evitar este escollo y salió airoso en su empresa, porque la historia de
las bodas de Camacho el rico y el casamiento de Basilio el pobre está
entrelazada con tal maestría con los actos de don Quijote y Sancho,
que no parece un incidente, ni lo es propiamente considerado. Esta
superioridad de la Segunda Parte, ya observada por todos los críticos
del Quijote, se nota también no solo en el plan de la obra, sino hasta
en el estilo, que resulta más elegante y cuidado. Y no ha de creerse
que fue, teniendo en cuenta los diez años que mediaron entre una y
otra parte, porque dedicó mayor tiempo y trabajo a escribir la
Segunda. Es indudable que Avellaneda supo algunas de las ideas que
tenía Cervantes, entre ellas la de hacer que don Quijote tomara parte
en unas justas que se efectuaron en Zaragoza, y con gran malignidad
106Según don Antonio Pugiblanch, la idea entera del Quijote fue tomada del Orlando
Furioso. Opúsculos gramático-satíricos, Londres (sin fecha) T. I, pág. 81.
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4. La idea del «Quijote» en Inglaterra.
Desde Chaucer hasta Beaumont y
Fletcher
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original de Cervantes.
No habían de realizar los actores lo que no pueden los poetas.
Mas entre los últimos uno hubiera acabado bien ―quizás hubo de
acabar― el magno empeño. ¿No es de suponer que pintara con éxito
en un drama a don Quijote y a Sancho quien creó el carácter
complejo y difícil de Hamlet y la cómica figura de Falstaff? Dudoso
es que Cervantes conociera la existencia de aquel gran
contemporáneo suyo, el único de su talla en la literatura del siglo
XVII, llamado a compartir con él la gloria mayor de su época y tal
vez de todas. Pero no es dudoso que William Shakespeare conoció
como escritor a Cervantes, que leyó su libro y hasta escribió una obra
dramática fundada en el Quijote.
Profundo era en aquel tiempo el odio entre ingleses y españoles.
Prolongábase la lucha que había comenzado sobre los mares en los
años oscuros de la Edad Media, cuando la Península estaba dividida
en varios reinos, y los reyes de Inglaterra se quejaban
diplomáticamente a los de Castilla de los destrozos hechos en sus
barcos y en sus costas por los indomables marinos de Vizcaya.
Todavía, después de la derrota de la Invencible, España era el
fantasma temido, la pesadilla espantosa del pueblo británico.
Pagábanle los españoles con el deseo de destruir el poder de
Inglaterra, único obstáculo a su tranquila posesión del Nuevo
Mundo. Tan popular fue el proyecto de la Armada, que todo español
contribuyó a él de alguna manera. Lope de Vega fue entre los
expedicionarios. Uno de los modestos y oscuros agentes que por
cuenta del Tesoro reunió las provisiones fue Cervantes.
No es de extrañar que Shakespeare, patriota ardiente y protegido
de su reina, compartiera aquella odiosidad política de su país por
España. El mercader de Venecia se inspiró en el injusto, el trágico, el
abominable proceso del doctor Rodrigo López, médico español de
origen judío, sentenciado y martirizado cruelmente en Londres, bajo
la falsa e infame acusación de que intentó envenenar a Isabel por
orden de Felipe II. Pero Shakespeare, aunque no supo hacer justicia
a López y se dejó arrastrar por los prejuicios de su tiempo, tampoco
era posible que dejara de sentir, como todos sus contemporáneos, y
más siendo él quien fue, la mágica influencia intelectual de España, de
su literatura y de su lengua.
En aquel mismo reinado, contra cuya seguridad atentaron los
españoles, leían los ingleses con admiración el Marco Aurelio o Relox de
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4. LA IDEA DEL "QUIJOTE" EN INGLATERRA
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110 *«La influen cia de la literatura española en la inglesa es algo que actualmente no
se puede poner en duda. Durante los siglos XVI y XVII aparecen obras escritas en
inglés que tien en como base obras de teatro españolas. Estos dos siglos son de gran
auge en la literatura de ambos países, España e Inglaterra, sobre todo en el teatro,
con los grandes genios de la pluma William Shakespeare y Lop e Félix de Vega y
Carpio. Es curioso notar, sin embargo, que las relaciones dramáticas anglo -
españolas fueron unilaterales; porque, mientras Inglaterra tenía cono cimientos
sobre la comedia, los españoles no sabían nada del drama inglés. Por lo menos no
hay ninguna obra española de categoría a la que se le puedan en contrar raíces en
otra obra inglesa.» (Ruth Sán chez Imicoz: La influencia de Don Quijote en El caballero
del pistadero ardiente. En «Cervantes: Bulletin of the Cervantes So ciety of America»;
15.2 - 1995: 75-83).
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4. LA IDEA DEL "QUIJOTE" EN INGLATERRA
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escena del rey, un taco del cañón con que se hacían salvas, cayó
encendido sobre el techo del teatro. El incendio pronto hubo de
extenderse y consumió todo el edificio. En el archivo se quemaron
muchas obras de Shakespeare, y entre ellas las copias manuscritas de
Cardenio.
Entre Shakespeare y Cervantes hay grandes semejanzas como
creadores de caracteres y observadores del corazón humano. Cada
vez que se habla de Hamlet se recuerda a don Quijote. Cada vez que
se habla de Sancho se recuerda a Sir John Fastaff, egoísta grosero, sin
los rasgos de bondad que redimen al infeliz campesino de la Mancha.
¡Lástima que no sepamos la forma en que se trató la triste historia de
Cardenio, otro loco, no de dudas, como Hamlet, ni de
remordimientos, como lady Macbeth, sino de amor y desengaño! Es
posible que no fuera tan feliz como en el Quijote el desenlace de la
aventura de la gentil Dorotea. Al declinar la vida, y templada por la
experiencia su facultad creadora, Shakespeare observó el mundo y los
hombres en un aspecto más sombrío que el manco de Lepanto.
¡Extraña discrepancia de los dos genios inmortales! Cuanto de
Shakespeaare sabemos, que no es mucho, lo presenta, al igual de
Cervantes, como un hombre bondadoso, de tiernos y apacibles
sentimientos. Hace poco más de cuatro años, en 1909, el profesor
Wallace, de la Universidad de Nebraska, y su esposa, descubrieron en
los archivos municipales de Londres documentos curiosísimos, en
que aparece Shakespeare mediando a favor de una joven, hija de los
dueños de la casa en que él vivía como huésped, para concertar su
matrimonio con el elegido de su corazón y sacarla de los tormentos
angustiosos de un amor contrariado.
En el interesante idilio que resulta de la primera parte de esta
historia de familia, Shakespeare se decide a intervenir, a ruegos de la
acongojada madre de la novia. Así nos lo pintan, cariñoso y caritativo,
casi todos los demás rasgos auténticos de su biografía, y que
comprueban su retrato moral, trazado con intuición maravillosa por
Tamayo en las escenas admirables de Un drama nuevo.
«Dulce bardo de Avon» se le llamó en su tiempo, por su carácter
tanto como por sus obras. Mas la vida, que en el aspecto material no
fue para él ingrata, dejó en su espíritu huellas de agudos sufrimientos.
La fortuna que ganó en sus obras y su trabajo de actor y de
empresario, no fue compensación para la ingratitud del amigo, para la
infidelidad de la amante, para los remordimientos de su propia
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que al salir por vez primera a la luz del día, Hamlet y don Quijote
marchan unidos ante los ojos de la posteridad. ¿Quién no los ha
imaginado juntos? ¿Quién que conozca los libros que relatan sus
ideas y sus actos, no ha asociado sus nombres? ¿Quién piensa en
Shakespeare, el creador de Hamlet, sin recordar a Cervantes, el padre
de don Quijote?
Ese honor que hoy tiene Hamlet intentó alcanzarlo, pocos años
después que él naciera, otro personaje que se paseó por los escenarios
ingleses y tuvo sus aventuras publicadas en letras de molde cuando
Shakespeare vivía aún en Stratford e iba a Londres para atender a sus
negocios de burgués enriquecido, y Cervantes vivía en Madrid, en
lucha con la suerte adversa, y algunas veces viajaba al famoso lugar de
Esquivias, caballero en un rocín pasilargo.
Pero aquel personaje, aplaudido en ocasiones, silbado otras por
el público de los teatros londinenses, no era la creación de un genio.
Salió, es verdad, de las mentes de dos colaboradores ilustres
―Beaumont y Fletcher―, muy hábiles en manejar los resortes
escénicos, el último sobre todo, quien casi pudiera decirse que en su
país «se alzó con la monarquía cómica» después que el autor de
Hamlet hubo de colgar la pluma.
Mas, a pesar de su mérito, ni Beaumont ni Fletcher traspasaron
los límites de su época. La historia registra sus nombres; la
posteridad, fuera de los críticos y eruditos, no lee sus obras. Una de
las más notables, The knight of the burning pestle (El caballero de la ardiente
mano de mortero), se inspiró en la novela de Cervantes, y su héroe fue el
que hubo de creerse entonces que viviría eternamente junto al
hidalgo de la Mancha.
La fecha de la primera representación de esta obra de Beaumont
y Fletcher no se puede fijar con rigurosa exactitud. Unos la señalan
en 1609, cuatro años después de salir del taller de Juan de la Cuesta la
primera parte del Quijote. Lo probable, sin embargo, es que se
estrenara en 1611.
Su fracaso fue completo. Si de sus propias comedias decía
Cervantes «que todas ellas se recitaron sin que se les ofreciese
ofrenda de pepinos ni de otra cosa arrojadiza», y que «corrieron su
carrera sin silbos ni gritas ni baraúndas», no así con la pobre imitación
en inglés del hidalgo manchego. Cuando se publicó en 1613, con la
esperanza, que según parece no hubo de frustrarse, de que leyéndola
el público fuera más benigno, el editor confesó la terrible derrota.
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4. LA IDEA DEL "QUIJOTE" EN INGLATERRA
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5. La época literaria de Cervantes
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5. LA ÉPOCA LITERARIA DE CERVANTES
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II
En los cinco años de su vida que pasó en Italia o en contacto con los
italianos, desde 1570 hasta 1575, aprendió el toscano, según parece a
la perfección, cosa de la que siempre hubo de vanagloriarse, y
adquirió la tendencia a emplear en español los modismos de esa
lengua.
Si entonces hubiera existido una Academia Española, Cervantes,
al revés de Quevedo, habría tenido que expurgar grandemente sus
obras de los barbarismos que las plagaban para merecer un asiento
entre los que «limpian, fijan y dan esplendor» al habla de Castilla. Y
digo que esos barbarismos plagaban sus obras y no las plagan, porque
gracias a él han recibido entre los españoles carta de naturaleza. En
aquella época en que la lengua no había aún fijado sus moldes
definitivos, eso fue una ventaja. Unido a la influencia italiana que se
manifestó con tanto vigor desde la época de don Juan II, puede
afirmarse que constituye una de las causas de la admirada riqueza y
sonoridad de nuestro idioma.
Uno de los autores italianos que más contribuyeron al
vocabulario de Cervantes, y tal vez a sus pensamientos, fue Ludovico
Pulci, autor del Morgante Maggiore. Pulci perteneció al siglo XV, nació
en 1432 y murió en 1487, y no puede exactamente llamarse de la
época de Cervantes; pero en el siglo XVI y en los comienzos del
XVII su popularidad en Europa fue extraordinaria. Recordemos que
don Quijote decía «mucho bien del gigante Morgante, porque con ser
de aquella generación gigantea, que todos son soberbios y
desmedidos, él solo era afable y bien criado.» Aunque el poema de
Pulci fue traducido al español por el valenciano Gerónimo Aunr, que
lo publicó en Valencia en 1535, dudas no pueden existir de que no
leyó esa obra Cervantes en la traducción sino en el original. El poema
de Pulci es a menudo burlesco y satírico, si bien se eleva a veces a
grandes alturas de sentimiento.
Mucho se ha discutido en Inglaterra si el traidor y vengativo
Gamo, a quien pinta Pulci como la causa principal de la derrota e
Orlando en Roncesvalles, sirvió de modelo a la trágica figura de
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114 Véase sobre el origen de San cho el admirable discurso de Menéndez Pelayo
sobre la Cultura literaria de Miguel de Cervantes y elaboración del Quijote, leído en
la Universidad Central d e Madrid en 8 d e mayo de 1905. Men éndez y Pelayo ha
descubierto y señalado en este discurso el verdadero original de San cho Panza, y
creo que mis lectores habrán de agradecerme que copie íntegras las p alabras del
ilustre crítico:
«El tipo de San cho pasó por una elaboración no menos larga que la de don Quijote;
acaso no entraba en el primitivo plan de la obra, puesto que no aparece h asta la
segunda salida del héroe; fue indudablemente sugerido por la misma parodia de los
libros de cab allerías, en que nun ca faltaba un escudero al lado del p aladín andante.
Pero estos escuderos, como el Gandalín d el Amadís, por ejemplo, no eran personajes
cómicos, ni representaban ningún género de antítesis. Uno solo hay, perdido y
olvidado en un libro rarísimo, y acaso el más antiguo de los de su clase, qu e no
estaba en la librería d e don Quijote, pero que me p arece imposible qu e Cervantes
no cono ciera; acaso le h abría leído en su juventud y no reco rdaría ni aun el título,
que dice a la letra: Historia del caballero de Dios que había por nombre Cifar, el cual por sus
virtuosas obras et hazañosos hechos fue Rey de Menton. En esta novela, compuesta en los
primeros años del siglo XIV, aparece un tipo muy original, cuya filosofía práctica,
expresada en continuas senten cias, no es la d e los lib ros, sino la p roverbial o
paremiológica de nuestro pueblo. El Ribaldo, personaje enteramente ajeno a la
literatura caballeresca anterio r, rep resenta la invasión del realismo español en el
género de ficciones que parecía más contrario a su índole, y la importancia de tal
creación no es pequeña, si se reflexiona que el Ribaldo es, hasta ahora, el único
antecesor cono cido de San cho Panza. La semejanza se hace más visible por el gran
número de refranes (pasan de sesenta) que el Ribaldo usa a cada momento en su
conversación. Acaso no se hallen tantos en ningún texto de aquella centuria, y h ay
que llegar al Arcipreste de Talavera y a la Celestina para ver abrirse de nuevo esta
caudalosa fuente del saber popular y del pintoresco decir. Pero el Ribaldo no solo
parece un embrión de San cho en su lenguaje sabroso y popular, sino también en
algunos rasgos de su carácter. Desde el momento en que, saliendo de la choza de
un pescador, interviene en la novela, pro cede como un rústico malicioso y avisado,
socarrón y ladino, cuyo buen sentido contrasta las fantasías d e su señor el caballero
viandante, a quien en medio de la cariñosa lealtad que le profesa, tiene por
desventurado e de poco recado, sin perjuicio d e acompañarle en sus empresas, y de
sacarle de muy apurados tran ces, sugiriéndole, por ejemplo, la idea de entrar en la
ciudad de Menton con viles vestiduras y ademanes de lo co. Él, por su parte, se ve
expuesto a peligros no menores, aunque de índole menos heroica. En una o casión
le liberta el caballero Cifar al pie d e la horca donde iban a colgarle confundiéndole
con el ladrón de una bolsa. No había cometido ciertamente tan feo delito, pero en
cosas de menos cuantía pecaba sin gran escrúpulo, y salía del paso con cierta
candidez humorística. Dígalo el singular capítulo LXII (trasunto acaso de una
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5. LA ÉPOCA LITERARIA DE CERVANTES
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facecia oriental) en que se refiere cómo entró en una huerta a coger nabos, y los
metió en el saco. Aunque en esta y en alguna otra aventura el Ribaldo parece
precursor de los héro es de la novela picaresca todavía más que del honrado
escudero de don Quijote, difiere del uno y de los otros en que mezcla el valor
guerrero con la astu cia. Gracias a esto, su condición so cial va elevándose y
depurándose; hasta el nombre de Ribaldo pierde en la segunda mitad del libro. Probó
muy bien en armas e fizo muchas caballerías e buenas, porque el rey tuvo por guis ado de lo facer
cavallero, e lo fizo e lo heredó e lo casó muy bien, e decíanle ya el "caballero amigo".
«Inmensa es la distancia entre el rudo esbozo del antiguo narrador y la soberana
con cep ción del escudero de don Quijote, pero no puede negarse el paren tesco.
San cho, como el Ribaldo, formula su filosofía en proverbios, como él es interesado
y codicioso a la vez qu e leal y adicto a su señor, como él se edu ca y mejora bajo la
disciplina de su patrono, y si por el esfuerzo de su brazo no llega a ser caballero
andante, llega por su buen sentido, aguzado en la piedra de los consejos de don
Quijote, a ser íntegro y discreto gobernante, y a realizar una manera de utopía
política en su ínsula.»
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115 *Ver Cervantes lector de Boccacio: Huellas y reflejos de la «X Giornata» del Decamerón en
las Novelas ejemplares, d e Georges Güntert (1999).
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5. LA ÉPOCA LITERARIA DE CERVANTES
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116 *Hoy sigue sin aclararse la verdad era autoría de esta obra, aunque aparece en la
mayor parte d e las edicion es de las Novelas Ejemplares. Ver, de todos modos, el
Apéndice I.
117 El Sr. I caza ha descubierto semejanzas entre La tía fingida y un cuento del
Aretino.
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III
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IV
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5. LA ÉPOCA LITERARIA DE CERVANTES
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6. Apéndices
118 *Reco rdar al lecto r, como hemos dicho en una nota anterior que ho y sigue sin
aclararse la verdadera autoría de esta obra, aunque aparece en la mayor parte de las
ediciones de las Novelas Ejemplares.
6. APÉNDICES
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119*Actualmente, con los avan ces científicos, la data de una pintura ya no tiene
secretos para los especialistas.
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6. APÉNDICES
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humano.
¿Acaso no se conocen los originales de casi todos los dramas de
Shakespeare? ¿No se conocen los de casi todas las obras de los
clásicos franceses del siglo de Luis XIV? Cervantes, como el buen
Molière, tomaba «lo suyo» donde lo veía. «De esto hay en el Quijote
más de lo que se cree», dice en su admirable comentario el señor
Rodríguez Marín, quien observa que la serenata de don Quijote en el
palacio de los duques es una traducción de Bembo. Aducir aquí todas
las pruebas de las copias hechas por Cervantes sería cuento de nunca
acabar. «Ningún lector cuidadoso de La Galatea ―dice el sabio
Fitzmaurice-Key― puede dudar que su autor tenía la Arcadia de
Sannazaro sobre su mesa o se la sabía casi de memoria». Larga es la
lista que aduce luego de «conscientes imitaciones» cervantescas de la
novela pastoril italiana. Menéndez y Pelayo dice que, «si no fuera por
el respeto que debemos a su memoria», se podrían borrar sin reparo
de las obras de Cervantes muchas páginas que robó a León Hebreo.
Don Manuel Cañete, asombrado de las frases enteras de Agustín de
Roxas que hay en el Quijote, llegó a sospechar, sin razón, que el autor
del Viaje entretenido conoció la gran novela antes de haberse impreso
en 1605.
Hasta de novelista tan oscuro e infeliz como el médico de
Salamanca Alonso Pérez, que continuó en 1564 la Diana de Jorge de
Montemayor, copió Cervantes sin el menor escrúpulo ―según ha
probado el profesor Rennert, de Filadelfia― todo el texto de la carta a
Nísida, uno de los pasajes principales del libro tercero de la ya citada
Galatea.
Nada digamos de Montemayor mismo, ni de Gil Polo, ni de
Agustín de Rojas, ni de otros a quienes puso a contribución el autor
sublime del Quijote. Ya otra vez he dicho, al hablar de los cacareados
«plagios de Cervantes», que ninguna de sus víctimas tiene talla para
alcanzarle siquiera a la rodilla. Ahora he de añadir que lo propio
ocurre a Pietro Aretino, y que el hecho de que La tía fingida se inspire
en una novela del último, lejos de probar que no sea obra de
Cervantes, resulta para mí otro indicio de que lo es. Precisamente en
la lengua toscana, que el ilustre escritor se vanagloriaba tanto de
conocer, fue por donde más hubo de entregarse al merodeo de su
alegre musa.
Conocida es la gran afición de Cervantes a las novelas cortas de
la escuela italiana. ¿Qué tiene de extraño, por consiguiente, que una
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120 *En todo caso, conviene distinguir entre plagio e intertextualidad. En el plagio te
apropias literalmente del trabajo artístico ajeno; mientras que en la intertextualidad lo
utilizas y hasta lo desnaturalizas, sacándolo del contexto de la fuente de que te sirves
para integrarlo en el de tu propia obra. Al descontextualizarlo (amputación y
extrañ amiento) se modifica esen cialmente, y al insertarlo en otro contexto (al
pegarlo en tu obra, como auténtico collage) se produce una nueva y definitiva
transformación. De este resultado final puede predicarse lo qu e Max Ernst decía
del collage: que rompe la identidad de los componentes que lo integran.
En todo caso, establecer las fronteras entre plagio e intertextualidad, es un grueso
debate que, en caso de duda (desde el plano estrictamente jurídico, y por tanto, y
con más motivo, desde el de la crítica literaria), entendemos debería resolverse
siempre en favor de la intertextualidad. Entre otras muchas razones, y
prin cipalmente, porque la valoración de una obra artística no debe medirse con
parámetros racionales. Y, en los procedimientos judiciales (absolutamente
racion ales) ¿ qué perito ―no digamos ya qué juez― y con qué criterios artístico-
científicos estaría legitimado para establecer estas fronteras? Por eso d ecimos, que
en caso de dudas, la cuestión debe resolverse siempre a favo r de a intertextualidad. Y
así debería valorarse en el terreno jurídico y, con igual o mayor razón, en el de la
crítica.
Respecto a Cervantes, esto decía Astran a Marín, hace ya casi medio siglo: «El
insigne alcalaíno, como todos los grandes autores del mundo, imitó muchas veces y
tradujo otras. Es cosa sabidísima (ya lo hicimos notar) que en La Galatea reprodujo,
parafraseándola, buena p arte de la do ctrin a neoplatónica de los Dialoghi d'Amore,
de León Hebreo; que en la dedicatoria d e la primera parte d el Quijote tomó varias
frases de Fran cisco de Medina y de Fern ando de Herrera, in clusas en el libro de
éste: Obras de Garci Lasso de la Vega con anotaciones (Sevilla, 1580); que, en fin, el
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6. APÉNDICES
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madrigalete cantado por don Quijote en El Ingenioso Caballero (II, capítulo LXVIII),
no es sino una feliz traducción, en verso, de otro de Pietro Bembo publicado en Gli
Asolani (Venecia, 1915, y otras ediciones). Pero ¿qué más? La idea básica del
Quijote estriba toda en la imitación de los libros caballerescos. En el Viaje del
Parnaso confiesa imitar a César Caporali, y en el Persiles, a Heliodoro, sin contar los
Hecatommitti de G. Giraldi Cintio, cu entista que también inspiró a Shakesp eare.»
Añadiendo seguidamente, sobre la obra que aquí nos o cupa:
«Siendo esto así, como es, y abundando los autores italianos cuya sombra se
transparenta a través de Cervantes, ¿por qué éste, tan cono cedor d e las letras d e la
otra Península, no pudo aprovech ar alguna cosa de los Ragionamenti del Aretino al
forjar el argumento de La tía fingida?
«Se dirá que la Salaman ca donde pone la acción carece de color lo cal. ¿Y qué
importa? ¿Qué más da qu e los estudiantes, cu ya naturaleza y condición describe
exactísimamente, sean de Salaman ca o de Compluto? En un cuento, trasunto de La
Celestina, convenía más Salaman ca que Alcalá. Por falta de color lo cal ¿dejaría la
obra de ser de Cervantes? ¿Tien e color lo cal el Londres o la corte isabelina de La
española inglesa? ¿Lo tien en acaso las islas y tierras nórdicas d el Persiles?
«Ante el cúmulo de razones expuestas, hemos de con cluir que La tía fingida es obra
positivamente de Cervantes. La data d e su redacción primigenia no puede fijarse
con exactitud, sino con una relativa probabilidad, mayormente estando su texto
co rrupto. Pero partiendo de la b ase d e haberse compuesto en Sevilla, como
pregonan todos sus indicios, y de su desenfado narrativo (su modo de contar)
parigual a Rinconete y El celoso, con las demás observaciones, la conjeturo inmediata a
estas novelas, junto a las cuales co rrió en el códice de Porras; y así, debió de
escribirse hacia 1598, o a lo sumo en la primavera de 1600.
«En este caso, sería de lo último que compuso en la ciudad de la Girald a.» (Luis
Astrana Marín: Vida ejemplar y heroica de Miguel de Cervantes Saavedra con mil documentos
hasta ahora inéditos y numerosas ilustraciones y grabados de época. Biblioteca Virtual Miguel
de Cervantes. Alicante, 2001 - Edic. digital basada en la de Madrid, Instituto
Editorial Reus, 1948-1958. Capt. LXVI Págs. 407-408. URL consultada el
18/12/2016:
http://www.publiconsulting.com/pages/astrana/tomoV/p0000012.htm).
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También en Lecturas hispánicas
www.lecturas―hispanicas.com
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