La Melancolia de Alonso Quijano - Jorge Aladro
La Melancolia de Alonso Quijano - Jorge Aladro
La Melancolia de Alonso Quijano - Jorge Aladro
Quijano el Bueno
JORGE ALADRO*
entro de la teora de los humores, la melancola es el mejor ejemplo para explicar el poder metafrico y mtico del mtodo mediador conocido como el sistema hipocrtico-galnico. Este poder metafrico se expandi
extraordinariamente por Europa durante el siglo XVI, como bien lo documenta el libro del doctor Huarte de San Juan, publicado en 1575, Examen de
ingenios para las ciencias. Aunque ciertos aspectos de la ortodoxia galnica
fueron omitidos, este libro desarrolla en forma detallada la extendida aplicacin de la teora de los humores a diferentes aspectos de la vida cotidiana.
Como se sabe, la melancola no fue originalmente considerada un estado de
la mente, sino uno de los cuatro humores que coexistan en el cuerpo humano, segn la doctrina establecida por Hipcrates en el siglo V a. C. Lo esencial de su teora sobre la melancola, de sus descripciones clnicas y de su tratamiento desde el punto de vista mdico continu durante toda la Edad Media y el Renacimiento. El enfoque propiamente mdico sigui las ideas de
Galeno y Rufo de Efeso. Lo interesante fue el modo en que estas ideas fueron llegando al conocimiento europeo. En primer lugar fue la obra de los
grandes compiladores y traductores, entre los que sobresale Constantino el
Africano (1020-1087), y en segundo lugar, la importancia de la influencia de
la cultura rabe, donde destaca la figura de Avicena (980-1037). Estos haban
sido precedidos por la escuela de medicina bizantina, en lo que se refiere a la
melancola; quienes se ocuparon de ella en esta tradicin fueron Oribasio de
Prgamo (325-423), que fue el mdico personal de Juliano el Apstata, Alejandro de Tralles (525-605) y Pablo de Egina (625-690). Todos fueron compiladores de Galeno y tomaron (va Celio Aureliano) las ideas de Rufo de
Efeso. A pesar de este comn entendimiento, existieron, especialmente durante el Renacimiento, muy importantes debates y discrepancias entre mdicos y telogos. Esta diversidad de opiniones queda reflejada en la polmica
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entre Andrs Velsquez con Huarte de San Juan, y en cmo Paracelso (Teofrastus Bombastus von Hohenheim, 1493-1541) se rebel contra la teora de
los humores, llegando incluso a quemar los libros de Avicena y Galeno, en
1527, ante las puertas de la Universidad de Basilea.
La teora de los humores estableca que cuatro fluidos claves formaban
parte de cada ser humano: la sangre, la bilis negra, la bilis amarilla y la flema.
El equilibrio entre estas cuatro sustancias no era incompatible con el predominio natural de una de ellas en cada organismo, determinando as los cuatro temperamentos del ser humano: el sanguneo, el melanclico, el flemtico y el colrico. Se explicaba la salud y la enfermedad por la accin equilibrada o desequilibrada de los humores en el cuerpo. La crasis era el equilibrio
entre los cuatro humores bsicos; y se llamaba crisis a la expulsin de los humores mediante el sudor, los vmitos, la expectoracin, la orina, las deyecciones, etc. La teora hipocrtica arm una ceida red de significados e interpretaciones, sustentados por un bien establecido corpus de investigacin por
parte de Galeno, quien ms adelante present una serie de asociaciones a la
descripcin particular del humor: sangre = caliente y hmeda aire primavera; bilis negra = fra y seca tierra otoo; flema = fra y hmeda agua
invierno; bilis amarilla = caliente y seca fuego verano. A estas conexiones
se aadieron despus, a lo largo de la Edad Media y provenientes de la cultura rabe, especialmente a travs de la obra de Abu-Masar (?-885 d.C.) otras
correspondencias de signo astrolgico que establecan estrechas dependencias
entre la disposicin sangunea y Jpiter, la melancola y Saturno, la flemtica
y la Luna y la colrica con Marte.
La integridad de este corpus terico, profundamente arraigado en el pensamiento y la prctica a travs de los siglos, perdi poco a poco su imparcial
cualidad y se ti de diversos juicios de valor. Uno de los ms emblemticos,
esencialmente peyorativo, fue que el temperamento melanclico era concebido como enfermedad predispuesta, intrnsecamente mrbido y propenso a
varias deficiencias fsicas as como a espantosos desrdenes mentales.
La Iglesia contribuy a degradar el modelo de melancola al considerarlo
como sinnimo del vicio de la acidia o debilidad de espritu y, a la vez, reforzando el sentimiento agustiniano de que la melancola reflejaba no un estado de gracia sino como la desgracia de la gracia en contraste con la perspectiva clsica, describiendo la melancola no nicamente como una enfermedad mental sino como un juicio, un criterio. La melancola devino as asociada con el pecado original1. Por referirnos a un texto espaol, citemos como muy representativa la opinin que, a la altura de 1438, Alfonso Martnez
de Toledo mantiene en la Tercera parte de su Corbacho, que es un estudio
sobre las cuatro complisyones o temperamentos, al afirmar, categricamente, que el mejor es el sanguneo y el peor el melanclico.
Sin embargo, esta tradicional y negativa visin del humor melanclico sufrira una modificacin sustancial en Europa durante el siglo XV, seguido de
la publicacin de la obra De vita triplici, de Marcillo Ficino, en 1489. Este renombrado humanista florentino parte en su libro de la doctrina hipocrtica
de los humores, promoviendo una extraordinaria rehabilitacin de la vilipen-
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2
3
[3]
Erin PANOFSKY, Vida y arte de Alberto Durero, Madrid, Alianza Forma, 1982, p. 180.
PETRARCA, Obras I, Prosa, ed. Francisco Rico, Madrid, Alfaguara, 1978, pp. 85 y 87.
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Rudolf y Margot WITTKOWER, Nacidos bajo el signo de Saturno, Madrid, Ctedra, 1982.
TERESA DE JESS, Obras de Santa Teresa de Jess, Burgos, Ediciones de El Monte Carmelo, 1949,
p. 690.
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[4]
[5]
Marcel BATAILLON, Varia leccin de clsicos espaoles, Madrid, Gredos, 1964, pp. 39-54.
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los, la Comedia del prncipe melanclico, de autor desconocido, La gitana melanclica, atribuida a Gaspar de Aguilar, El melanclico, de Tirso de Molina, al igual
que personajes como Segismundo, en La vida es sueo, de Caldern de la Barca,
o Adrenio y Critilo, en El Criticn de Gracin.
Figura 1.
Ver Javier GARCA GIBERT, Cervantes y la melancola, Valencia, Edicions Alfons el Magnanim,
1997.
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propio estilo. Es aparente que en su primera novela encontramos algunas imgenes de melancola concebidas deliberadamente por el autor con una detallada imitacin a la iconogrfica del tema. Ello, consecuentemente, realza el implcito e inevitable peso simblico que Cervantes prodiga en su obra. En un pasaje del Tercer Libro de La Galatea el autor describe la celebracin del matrimonio de los pastores Daranio y Siveria, mientras Mireno, otro pastor profundamente enamorado de Siveria, permanece triste y meditabundo al margen de las
festividades y habindose salido de la aldea por no ver hacer sacrificio de su
gloria, se subi en una costezuela que junto al aldea estaba, y all sentndose al
pie de un antiguo fresno, puesta la mano en la mejilla, y la caperuza encajada
hasta los ojos, que en el suelo tena clavados, comenz a imaginar el desdichado punto en que se hallaba, y cun sin poderlo estorbar ante sus ojos haba de
ver coger el fruto de sus deseos. El desdichado pastor comienza a llorar y algunos amigos, que as lo ven, se aproximan a consolarlo, pero Mireno ni siquiera
lo advierte, pues estaba con los ojos tan fijos en el suelo, y tan sin hacer movimiento alguno, que a una estatua semejaba8.
En este pasaje podemos identificar una completa y meticulosa recreacin
de la tradicional postura melanclica de Cervantes. El motivo de la mano en
la mejilla, para expresar estticamente el dolor humano, es un antiguo gesto
que aparece en algunos de los sufridos personajes en los relieves preservados
en algunos sarcfagos egipcios o en algunos clsicos templos romanos. En el
ao 1514, Alberto Durero emblematiz este paradigmtico gesto para la posteridad en su clebre aguafuerte Melancola I (fig. 2), que tuvo significativa
influencia en todas las posteriores representaciones del tema. El uso de este
motivo habra bastado para confirmar la alusin de Cervantes al melanclico
estado de la mente ms que a cualquiera de los restantes sentimientos y/o nimos humanos. Pero, aunque la recreacin de esta pose hubiera sido suficiente para verificar la deuda cervantina a la idea tradicional en torno a la melancola, Cervantes, de nuevo, se adelanta y aade. As la ascensin de Mireno a
una costezuela y la accin de sentarse al pie de un antiguo fresno se anticipa a otra de las tradiciones iconogrficas del tema; nos referimos a la
Iconologa de Cesare Ripa (Roma, 1593) cuando testifica que la Melancola se
pintar sentada en un peasco [] y ponindose a su lado un arbolillo enteramente desnudo, despojado de hojas y plantado entre piedras9.
El libro del doctor Huarte sintetiza y desarrolla en gran parte mucho de
lo anteriormente citado; su popularidad, como su xito editorial, fue enorme10. Su influencia es evidente en el Quijote y ha sido destacada desde prin-
8
CERVANTES, La Galatea, ed. Francisco Lpez Estrada y Mara Teresa Lpez Garca-Berdoy, Madrid, Ctedra, 1995, p. 329.
9
Cesare RIPA, Iconologa, Madrid, Akal, 2002, tomo II, p. 65.
10
El Examen de ingenios para las ciencias, Baeza, 1575, publicado en los talleres de Juan Bautista de
Montoya, obtuvo un gran xito, publicndose en Pamplona en 1578, Valencia y Bilbao en 1580 y en
Huesca en 1581. La obra tuvo problemas con la Inquisicin y estuvo incluida en el catlogo de libros
prohibidos en Portugal en 1581, fecha en que desaparecen las ediciones espaolas, aunque continuaron
en el extranjero, Leyden 1591 y 1652, Amberes 1593 y 1603, Amsterdam 1662 y 1672, y Bruselas en 1702.
En 1583 se incluye en el ndice de libros prohibidos en Espaa y en el ndice de libros expurgados en
1584, lo que llev a una nueva edicin corregida, que se imprime en la misma imprenta de Juan Bautista de Montoya en 1594, a la que siguieron las de Medina del Campo 1603, Barcelona 1607, Alcal 1640, Madrid 1668 y Granada 1768. Las traducciones son numerossimas: francesas e italianas antes de terminar el siglo XVI; latinas y neerlandesas en el XVII.
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cipios del siglo XX, cuando Miguel de Unamuno us la teora de Huarte para
categorizar el humor de don Quijote como colrico. Rafael Salillas tambin
mencion la relacin entre estos dos textos. En 1938, Mauricio de Iriarte
mostr una vez ms, en su importante libro sobre Huarte, la estrecha relacin
entre el Examen y el Quijote. La sola mencin de estos primigenios trabajos
debera servir como indicador de los numerosos estudios dedicados a esta
relacin11. Sin embargo, creo que la influencia que el libro de Huarte ejerci
en la obra de Cervantes ha sido sobredimensionada, aunque Cervantes indudablemente tena conocimiento de dicho texto.
Es sabido que el texto de Cervantes fechado en 1605 se inicia con la representacin de una postura melanclica: y estando una suspenso, con el
papel delante, la pluma en la oreja, el codo en el bufete y la mano en la mejilla (p. 11)12 y en 1615 termina con la muerte del hroe debido a la melancola:
Ay! respondi Sancho, llorando: No se muera vuestra merced, seor mo,
sino tome mi consejo y viva muchos aos; porque la mayor locura que puede
hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin ms ni ms, sin que nadie le
mate, ni otras manos le acaben que las de la melancola (p. 1219). El tema de
la melancola es presentado al principio y al final de la novela, estableciendo as
la estructura del texto. Cmo trata Cervantes el tema de la melancola a partir
del gesto representado por el autor del prlogo hasta las pginas finales, cuando se describe la muerte del hroe? Empecemos recordando que la melancola
del Caballero de la Triste Figura es falsa porque es imitativa:
Ya no te he dicho respondi don Quijote que quiero imitar a
Amads, haciendo aqu del desesperado, del sandio y del furioso, por imitar juntamente al valiente don Roldn? y as lo ha de hacer y hace el que
quiere alcanzar nombre de prudente y sufrido, imitando a Ulises,
Amads fue el norte a quien debemos imitar todos que el caballero
andante a quien ms imitare Ans que me es ms fcil imitarle que
quiero imitar a Amads por imitar al valiente don Roldn Y, puesto
que yo no pienso imitar a Roldn contentarme con sola la imitacin de
Amads (pp. 275-77).
11
Otros estudios importantes adems de los mencionados en este trabajo son: Rafael SALILLAS, Un
gran inspirador de Cervantes. El doctor Juan Huarte de San Juan, Madrid, Eduardo Arias, 1905; Mauricio de IRIARTE, El ingenioso hidalgo y el Examen de ingenios. Qu debe Cervantes al Dr. Huarte de
San Juan, Accin Espaola, 7 [41 y 42] (1933), 445-58; 535-47; Mauricio de IRIARTE, El Examen de
ingenios y El ingenioso hidalgo, en El Doctor Huarte de San Juan y su Examen de ingenios. Contribucin a la historia de la psicologa diferencial, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Cientficas,
1948 (3 edicin), pp. 311-32 [1 edicin: Mnster, 1938]; Harald WEINRICH, Das Ingenium Don Quijotes. Ein Beitrag zur literarischen Charakterkunde, Mnster, Westfalen, Aschendorffsche Verlagsbuchhandlung, 1956; Otis H. GREEN, El ingenioso hidalgo, Hispanic Review 25 (1957), pp. 175-93; Yvonne DAVID-PEYRE, Lobservation psycho-pathologique et la fiction dans la folie de don Quichotte, en
Hommage Amd Mas, Publications de lUniversit de Poitiers, Presses Universitaires de France, 1972,
pp. 59-73; William MELCZER, Did Don Quixote die of Melancholy?, en Folie et draison la Renaissance, Colloque International, Nov. 1973. Travaux de lInstitut pour ltude de la Renaissance et de lHumanisme, ditions de lUniversit de Bruxelles, 1974, pp. 161-70; Harka CHESTER, Don Quijote in the
Light of Huartes Examen de ingenios: a Reexamination, Anales Cervantinos 19 (1981): pp. 3-13; Teresa
SCOTT SOUFAS, Melancholy and the Secular Mind in Spanish Golden Age Literature, Columbia, University of Missouri Press, 1990; Dolores ROMERO LPEZ, Fisonoma y temperamento de don Quijote de
la Mancha, en Estado actual de los estudios sobre el Siglo de Oro, ed. Manuel Garca Martn. Salamanca, Ediciones Universidad, 1993, vol. II, pp. 879-85; Augustin REDONDO, La melancola y el Quijote
de 1605, en Otra manera de leer el Quijote, Madrid, Castalia, 1997, pp. 121-47.
12
Cito por la edicin de Francisco RICO, Don Quijote de la Mancha, Barcelona, Crtica, 1998. Todos los subrayados son mos. Entre parntesis doy el nmero de la pgina.
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[8]
Figura 2.
Viva la memoria de Amads, y sea imitado de don Quijote de la Mancha Ea, pues, manos a la obra: venid a mi memoria cosas de Amads, y enseadme por dnde tengo de comenzar a imitaros (p. 291).
[9]
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14
Ver Jordi ALADRO, La muerte de Alonso Quijano, la ltima imitacin de don Quijote, en Actas del XI CIAC, Sel, 2005, pp. 429-41.
15
Op. cit. p. 183.
[11]
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