Ts Comunitario

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ÍNDICE

Tema 1. Conceptos básicos y principios del Trabajo Social


Comunitario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5
Tema 2.  Modelos de intervención comunitaria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 30
Tema 3.  Redes y representaciones comunitarias I. Teoría . . . . . . . . . . . . . . . . 54
Tema 4.  Redes y representaciones comunitarias II. práctica . . . . . . . . . . . . 69
Bibliografía de los temas 1, 2, 3 y 4 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 88

Tema 5. El modelo de intervención de las configuraciones en trabajo


social . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 92
Tema 6.  Diseño del proyecto de investigación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 102
Tema 7.  Presentación de casos prácticos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123
Tema 8.  Resultados de la investigación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 205
Bibliografía de los temas 5, 6, 7 y 8 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 231

Anexos
Bases de datos y cuestionario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 233
Base de datos del ámbito distinto del trabajo social (respuestas y
porcentajes) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 233
Base de datos del ámbito del trabajo social (respuestas y porcentajes) .. 234
Cuestionario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 235

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Tema 2
MODELOS DE INTERVENCIÓN COMUNITARIA

Daremos una breve descripción tanto de los modelos denominados tradiciona-


les como de otros modelos alternativos y actuales del Trabajo Social Comunitario.
Los trabajadores sociales tienen mucho que ofrecer y que aportar a nuestra socie-
dad, suponen unos recursos humanos que además de abundantes pueden ser aprove-
chados de una manera más eficiente si comienzan a dirigir sus esfuerzos, desarrollan-
do habilidades, no sólo para aplicar los recursos sociales, lo cual es muy importante,
sino también para desarrollar y fortalecer los propios recursos de los usuarios de los
servicios sociales, para potenciar su yo, pues con ello aumentará su autoestima y po-
drán hacer un mejor uso de sus habilidades para solucionar sus problemas.
Hartland reconoció que los clientes «no están dispuestos a abandonar sus sínto-
mas hasta que no se sienten lo suficientemente fuertes para seguir adelante sin ellos».
En este sentido Erickson planteó que «la mente contiene todos los recursos que un
individuo dado necesita para resolver sus problemas, por ello el terapeuta debe ser
capaz de ayudar a sus pacientes a activar los propios recursos naturales internos»
(Cit. Por Hawkins, 1998: 53).
Todos tenemos que aportar nuestro granito de arena para contribuir a cambiar el
perfil del Trabajo Social. Tenemos que colaborar para hacer que las representaciones
sociales existentes incluyan al trabajador social como un profesional que cree en las
personas a las que presta sus servicios, que les escucha y les comprende, que les da nue-
vas esperanzas de cambio, que les ayuda a ser más amables y solidarios con los otros
miembros de su comunidad, en definitiva que les enseña a relativizar la vida, a ser más
comprensivos y condescendientes con ellos mismos y con los demás (Gómez, 2000), y
ahí es donde los modelos que se exponen a continuación justifican su pertinencia.

2.1. EPISTEMOLOGÍA Y MODELOS TEÓRICOS PARA


LA INTERVENCIÓN COMUNITARIA

El Diccionario de la Real Academia Española define «epistemología» como


«doctrina de los fundamentos y métodos del conocimiento científico» y el

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Redes comunitarias y avances de supervisión en trabajo social

Diccionario Espasa añade que deriva de los términos griegos: «episteme, cono­
cimiento y logia», por lo que hace referencia a la teoría del conocimiento, es
decir, supone reconocer las diferentes formas que cada uno tiene de ver el mun-
do según la epistemología a la que se adscribe.
Estamos de acuerdo con Dabas (1993: 28-29) cuando afirma:
«La epistemología clásica nos legó la metáfora piramidal. Esta pirámide poseía
en la cúspide un centro de poder del cual dependían las decisiones, lo que se
debía saber y decir. No sólo creímos en esta metáfora sino que contribuimos a
sostenerla con nuestro accionar. Pero el conocimiento ya no busca la certeza sino
la creatividad; la comprensión antes que la predicción; revaloriza la intuición y la
innovación.»
Metodología proviene del griego, de método y logia. El Diccionario Espasa
la define como:
«Ciencia del método. Es la parte práctica del estudio de los actos de la razón.
Siendo la lógica la ciencia que estudia teórica y prácticamente dichos actos,
podemos entonces definir la metodología como la lógica práctica. //Conjunto
de métodos que se siguen en una investigación científica o en una exposición
doctrinal.»
Las precedentes explicaciones nos conducen a una aproximación necesaria
para poder comprender los modelos teóricos y de intervención que vamos a se-
guir y a desarrollar en la presente obra.
El método dibuja el camino a seguir y dicho camino es el que recorremos de
acuerdo con un modelo teórico que es el que establece las normas que se deben
seguir. En este sentido vamos a recoger lo que nos parece pertinente de los mo-
delos, que expondremos a continuación: ecológico, sistémico, fenomenológico,
comunicación humana, redes sociales y configuraciones sistémicas para cons-
truir nuestro modelo de intervención que será el que establezca el marco meto-
dológico para nuestras intervenciones comunitarias.
Se ha señalado, a menudo, por parte de la comunidad científica y académica,
la necesidad de crear nuevas prácticas, lo que en Europa se ha denominado: «mo-
delos de buenas prácticas», con las que poder enfrentar la realidad social en la que
nos toca laborar o actuar, en definitiva vivir. Pero la práctica social encaminada
a la intervención con individuos, familias, organizaciones y comunidades, casi
siempre ha estado mucho más próxima: o al campo de la política, o de la plani-

32
Modelos de intervención comunitaria

ficación de los recursos en función de los estudios de las necesidades (National


Institute for Social Work, 1992, cit. por Gómez, 2007) o al campo de la terapia,
a saber: de la intervención más directa realizada cara a cara. Por eso, la interven-
ción comunitaria siempre ha tenido un mayor desarrollo en el ámbito de las
profesiones y de las ciencias sociales que en otros ámbitos afines, donde sólo se
ha dejado sentir su impacto por lo que ha complementado para el logro de me-
joras sociales, asistenciales y de salud.
La psicoterapia, que surgió a partir de las teorías de Freud, se fundamentó en
el análisis de la personalidad, focalizando su interés más en las frustraciones sur-
gidas en la niñez que en las relaciones sociales que se establecen a lo largo de la
vida. Pero cualquier intervención comunitaria que realicemos con los indivi-
duos, las familias y los grupos sociales no tiene por qué ser entendida como psi-
coterapia, pues desde los diferentes grupos sociales existen muchas posibilidades
de hacer, de intervenir, de crear nuevas formas de actuación que aún están por
desarrollar. Y ese desarrollo es el que puede dar lugar a la aparición de nuevas
maneras de intervención comunitaria, que ayuden y atiendan las necesidades
humanas en su contexto social y comunitario de formas diferentes a como hasta
ahora habían sido abordadas o atendidas (Gómez, 2014).
Existe una falta de acuerdo doctrinal a la hora de definir y entender, en las
ciencias sociales, lo que es un modelo y, por ello, las publicaciones hacen referen-
cia a los modelos teóricos, a los modelos de intervención, a los modelos de prác-
tica, pero no hemos sido capaces, a pesar de las últimas publicaciones realizadas
(Viscarret, 2007) sobre este particular, de comprender lo que había detrás de
cada uno de los modelos expuestos.
Nosotros entendemos que un modelo teórico es aquel que se fundamenta en
una/s teoría/s explícita/s y conocida/s. Por ejemplo: el modelo psicoanalítico, el
modelo marxista, el modelo sistémico, el modelo interaccionista, etc. De forma
paralela, un modelo de intervención profesional es aquel que se apoya en un mo-
delo teórico para llevar a la práctica dichos conocimientos.
En las ciencias sociales, y sobre todo en Trabajo Social, existe cierta tendencia
a citar modelos que después no son definidos o no aclaran suficientemente en qué
consisten o qué teoría tienen detrás como apoyo. Se les denomina de diferentes
formas, con lo que parecen algo novedosos, pero después cuando miramos detrás
de esos nombres no encontramos de manera explícita su fundamentación.

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Redes comunitarias y avances de supervisión en trabajo social

Podríamos extendernos y citar, a este respecto, multitud de ejemplos, pero


sólo nombraremos uno como apoyo de nuestras explicaciones. Moix (1991: 507
a 528) dedica todo un capítulo a enumerar los diversos modelos de práctica.
Cita los siguientes: el trabajo social con casos, el trabajo social con grupos, el
trabajo social con comunidades, el psicosocial, el funcional, el solucionador de
problemas, el modificador del comportamiento, el del trabajo con casos centra-
do en las tareas, el basado en la competencia, el de la terapia familiar, el de la
intervención en crisis, el de la socialización de adultos, el de las metas sociales,
el de las metas remediales, el de las metas recíprocas, el de desarrollo de una
localidad, el de la plani­f icación social, el de la acción social, el modelo genera-
lista, el fundado en los problemas y en los grupos de población, el basado en la
distinción entre «servicios directos» y «servicios indirectos». La simple lectura
de estos títulos, a los que dedica en su mayoría menos de una página para su
explicación, ejemplifica a la perfección lo contrario de lo que nosotros entende-
mos por modelo (Gómez, 2003: 469).
Por otro lado, las diferentes teorías y sus autores no coinciden con la división
de las ciencias sociales y humanas, tal y como hoy las conocemos. Además, esas
teorías y los distintos autores no pueden ser patrimonio exclusivo de ninguna de
ellas. Por ejemplo, cuando Marx y Freud escriben sus obras no parten de la divi-
sión de las ciencias sociales y humanas sino que son éstas las que después se nu-
tren de esos conocimientos.
La sociología, la psicología, la economía, la medicina y el trabajo social tie-
nen unos intereses profesionales, de tipo gremial, que responden, muchas veces,
más a la obtención de logros personales, que se incluyen en sus nóminas, que a
otro tipo de intereses encaminados a servir al hombre, si entendemos a éste
como un ser bio-psico-social que no tiene que ser dividido en función del obje-
to de estudio de cada una de las ciencias. Un ejemplo clarificador es cuando
Rocher (1973: 205-206) se pregunta: «¿Fueron Marx y Engels sociólogos?», y
responde de la siguiente forma:
«Marx fue el mayor y menos dogmático de todos los fundadores de la socio-
logía, pese a todos los dogmatismos filosóficos o políticos que creen poder invo-
carle (…) Marx fue, primero y ante todo, un sociólogo.Y la sociología es lo que
constituye la unidad de su obra (…) La afirmación de que Marx ha reducido toda
la vida social a la vida económica es radicalmente falsa, ya que hizo exactamente
lo contrario: demostró que la vida económica no es más que una parte integran-
te de la vida social.»

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Modelos de intervención comunitaria

Ninguno de los modelos emergentes de intervención comunitaria que vamos


a citar es excluyente sino que por el contrario todos ellos favorecen la conf luen-
cia de los conocimientos o el saber de los profesionales que se dedican a la inter-
vención comunitaria. Los modelos ecológico, fenomenológico, de la comunica-
ción humana, sistémico, de redes sociales y de las configuraciones sistémicas
suponen cada uno de ellos en sí mismos un campo lo suficientemente extenso
que permiten aplicar otros conocimientos que provengan de teorías que sean
válidas en un momento determinado para la práctica profesional. Por ello, otros
modelos, teóricos y prácticos, podrían ser aplicados dentro de los que nosotros
hemos elegido.

Las concepciones sistémicas (Gómez, 1998: 272-279) serán nuestra guía. La


definición de sistema como un Todo que no es igual a la suma de sus partes su-
pone que el Todo está en la parte y viceversa, que la parte está en el Todo, lo que
nos irá indicando y mostrando hacia dónde queremos dirigir nuestros argumen-
tos y explicaciones.

El supuesto que mantiene que una parte —subsistema— del Todo incluye el
programa que el Todo contiene resulta muy revelador para aproximarnos a la
comprensión del Todo, Sistema (Gómez, 2005: 23).

Previamente al desarrollo de la Teoría General de Sistemas actual existieron


diferentes explicaciones sobre lo que era un sistema, así como de los conceptos
de totalidad y de sus partes. Desde los griegos hasta nuestros días ha habido di-
versos y distintos intentos de explicar la globalidad, así como diferentes enfoques
a la hora de estudiar las partes más pequeñas del sistema.

Ya Lao Tse en el siglo VI a. C. mantenía que «un carro era algo más que la
yuxtaposición de las ruedas, ejes, caja, varas, etc. El carro era una entidad de
nuevo signo que no dependía de las piezas mencionadas sino éstas de aquél. Son
las ruedas, los ejes, etc. los que están diseñados en función de la idea del carro y
no al contrario» (Gómez, 2012a).

A partir de la aparición de la Teoría General de Sistemas se ha constatado que


las diferentes disciplinas científicas comparten los mismos problemas teóricos y
metodológicos y ello supone unas oportunidades que favorecen el intercambio
pluridisciplinar. Pero antes de continuar con dicho desarrollo sistémico, citare-
mos los modelos tradicionales del Trabajo Social Comunitario.

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Redes comunitarias y avances de supervisión en trabajo social

2.2. MODELOS TRADICIONALES DEL TRABAJO SOCIAL


COMUNITARIO

Los modelos tradicionales en Trabajo Social Comunitario son tres, según


«Cox, Erlich, Rotman & Tropman (1974: 4-5):
a) El desarrollo de una localidad (locality development) presupone que perse-
guimos el cambio de la comunidad más eficazmente, implicando a un amplio
espectro de residentes suyos en la determinación de las metas y en la consi-
guiente acción. Las cuestiones clave en este particular modelo, en las que los
profesionales han de hacer por ello especial hincapié, son: los procedimientos
democráticos; la cooperación voluntaria; la autoayuda; el desarrollo del lide-
razgo «indígena» y la educación.
b) La planificación social (social planing) es un modelo que pone el énfasis en
un proceso técnico de solución de problemas, tales como la delincuencia, la
vivienda o la salud mental. En él ocupan un lugar central la deliberación
racional y el cambio controlado.
c) La acción social (social action) presupone —prosiguen estos autores— un
segmento desaventajado de la población que necesita ser organizado, tal vez
en alianza con otros, para hacer a la comunidad mayor, adecuadas demandas
de un aumento de recursos o de un trato más acorde con la justicia social o
con la democracia».

2.3. MODELOS EMERGENTES Y/O ALTERNATIVOS PARA


EL TRABAJO SOCIAL COMUNITARIO

Algo importante que no debemos pasar por alto es cómo el cambio en los
contextos sociales exige unos paradigmas de ayuda distintos. Moix (2006) habla
de «modelos alternativos» en oposición a los modelos tradicionales en el Trabajo
Social, y cita entre los mismos el modelo sistémico, el modelo ecológico y el
modelo basado en las redes y en los sistemas de apoyo. Son nuevos modelos
emergentes de intervención profesional, modelos que por su amplitud de miras
podrían denominarse metamodelos, por ser cada uno de ellos un modelo de mo-
delos Gómez (2007). Son, sin ánimo de ser exhaustivos, el modelo fenomenoló-
gico de la comunicación humana, ecológico-sistémico, redes sociales y configu-
raciones sistémicas que se conceptualizan como nuevos modelos de aprendizaje.

36
Modelos de intervención comunitaria

Su objetivo es capacitar a los profesionales para el desempeño de sus funciones, es


decir, modelos teóricos que permiten llevar a la práctica dichos conocimientos,
que suponen cada uno de ellos en sí mismos un campo lo suficientemente exten-
so como para permitir aplicar otros conocimientos que provengan de teorías que
sean válidas en un momento determinado para la práctica profesional. Dichos
modelos no son incompatibles entre sí y se pueden utilizar de forma comple-
mentaria si se considera necesario, y convergente si se abordan desde la mejora
de la intervención en función de las características de la realidad en la que que-
remos a intervenir.
Los modelos teóricos para aplicar a la práctica profesional comunitaria, que
consideramos son modelos amplios, en cuanto a las epistemologías que utilizan.
Por ello pasamos a denominarlos «metamodelos» en el sentido de su gran magni-
tud teórica y práctica.
El modelo fenomenológico es defendido como una práctica para la inter-
vención comunitaria, que partiendo de las técnicas no directivas actúa a partir
de la escucha activa. Esta actitud resulta fundamental y se diferencia claramente
de otras actitudes que suponen dificultades para escuchar a los demás. La escu-
cha produce una empatía entre el profesional y a quien atiende, lo que hace que
éste último se responsabilice de su vida y de sus actos. Abordaremos, de manera
breve, los axiomas de la comunicación humana, porque resultan pertinentes
para crear relaciones de ayuda que sean favorecedoras de los cambios que los
miembros de las comunidades necesitan para el autodesarrollo y el logro de su
plenitud.
Así mismo, realizaremos un breve repaso por algunos de los conceptos fun-
damentales de los modelos ecológico y sistémico, además de referirnos a su apli-
cación a la práctica profesional para la intervención comunitaria. La circularidad,
la neutralidad, la homeostasis del sistema, la hipotetización, la estructura, la je-
rarquía y los ecomapas y genogramas comunitarios, son importantes para el pro-
fesional a la hora de intervenir en las crisis, tanto con los individuos como con las
organizaciones y las comunidades.
El modelo de redes sociales facilita unas nuevas formas de entender la socie-
dad y modifica el rol del profesional en el contexto de la intervención comuni-
taria, porque descentraliza su papel al pasar a ser coordinador y potenciador de
los recursos sociales existentes, haciendo a los individuos y a las familias respon-
sables de sus problemas. Como el problema es de todos, tienen que dar la solu-

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Redes comunitarias y avances de supervisión en trabajo social

ción también entre todos. El poder se reparte y emerge un modelo de democra-


cia que se apoya en la manifestación de la divergencia y en la búsqueda de unas
soluciones consensuadas.
Por último, el modelo de las configuraciones sistémicas es un modelo de in-
tervención que desde lo fenomenológico intenta comprender las implicaciones
sistémicas que suponen para los individuos el no poder ser libres si son conside-
rados al margen de su pertenencia a una comunidad desde su nacimiento. Lo que
se pretende con este modelo de intervención comunitaria es hacer que la persona
asuma con humildad todo aquello que le toque vivir, sobre todo los hechos o
situaciones más trágicas de su comunidad, familia y de su vida, para lograr con
dicho respeto la fuerza que supone cada uno de esos eventos o hechos funda-
mentales. El método consiste básicamente en mirar estos fenómenos que además
de ser importantes en la vida del sujeto son los que le indican la dirección o el
camino a seguir.

2.3.1.  La teoría de sistemas ecológicos

La teoría ecológica del desarrollo humano de Bronfenbrenner (1987: 40)


ayuda a comprender la relación entre el individuo y su ambiente.
«La ecología del desarrollo humano comprende el estudio científico de la
progresiva acomodación mutua entre un ser humano activo, en desarrollo, y las
propiedades cambiantes de los entornos inmediatos en los que vive la persona en
desarrollo, en cuanto ese proceso se ve afectado por las relaciones que se estable-
cen entre estos entornos y por los contextos más grandes en los que están inclui-
dos los entornos.»

El desarrollo humano supone como caracterización una interacción de pro-


cesos complejos dentro del entorno ecológico del individuo (Bronfenbrenner,
1995). Los conceptos de tipo ecológicos son de una naturaleza transaccional, es
decir, no se refieren a la persona y al entorno, por separado, sino que expresan
una relación entre ambos. Este modelo considera que la vida del individuo se
desarrolla en «constante interacción con el medio en el que vive y que ambos se
inf luyen partiendo en su concepción de una perspectiva inmersa en el enfoque
sistémico y basada en los supuestos teóricos que desde la misma se defienden»
(Navarro, 2002: 38) y «las redes sociales son concebidas como procesos dinámi-
cos incardinados en un contexto, que varían en su naturaleza y efecto en la

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Modelos de intervención comunitaria

inter­inf luencia mutua que se produce entre las personas y sus contextos de desa-
rrollo humano: familia, escuela, trabajo, vecindario, etc.» (Pastor, 2004: 108).
El ambiente ecológico está compuesto según Bronfenbrenner (1979, cit. por
Espina, 2010) por:
—— Microsistema. La interacción es directa e incluye patrones de actividades, ro-
les y relaciones interpersonales.
—— Mesosistema. Sistema de microsistemas, que incluye las interrelaciones de dos
o más entornos en los que la persona participa activamente. Aquí se ubicaría
la familia.
—— Exosistema. Sistemas que influyen en el entorno en el que vive una persona
pero en el que no participa activamente. Un ejemplo sería el trabajo de uno
de los padres.
—— Macrosistema. Cultura, subcultura, sistema de creencias e ideología que da
coherencia a un sistema de menor orden.

Desde dicho modelo Espina (2010) afirma que son aspectos básicos a explorar
en la evaluación del sistema-clave disfuncional y los sistemas disfuncionales se-
cundarios, y se observa si existen sistemas que inciden negativamente en el siste-
ma-clave, el momento evolutivo, los factores estresantes y la red social de apoyo,
todo lo cual permite el abordaje de los sistemas implicados, estableciendo un
orden de prioridades y una estrategia de intervención. Desde ahí
«(…) plantea una especial importancia al medio ambiente y a la autogestión;
trabaja con problemas y necesidades ambientales referidas al entorno físico, social
y cultural, buscando promover y desarrollar en las personas, grupos y comunida-
des el autocuidado como condición para la obtención de un ambiente sano y de
armonía interior. Las herramientas que utiliza en el abordaje de la realidad social
son el taller, los mapas cognitivos y la observación» (Vélez; 2003: 81).

2.3.1.1.  El modelo sistémico

Este modelo teórico y de intervención ha tenido un gran desarrollo en el


campo terapéutico, sobre todo en la terapia familiar. Su aplicación se inició en
Palo Alto y después atravesó el océano Atlántico desarrollándose en Milán a par-
tir de los años 70 del pasado siglo. Desde entonces su utilización se ha ido exten-

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Redes comunitarias y avances de supervisión en trabajo social

diendo tanto a nivel geográfico como disciplinario, y su uso en los grupos socia-
les y familiares está hoy, en día, bastante generalizado. Nuestra propuesta en esta
obra es presentar y describir algunos aspectos que nos parecen útiles a la hora de
poder desarrollar una intervención comunitaria. La noción de sistema, que es
sobre la que hemos analizado diferentes visiones y autores, nos resulta útil para
acercarnos a lo que implica la pertenencia a un sistema comunitario. Lo que se
visualiza en una configuración sistémica es parte del sistema y de las implicacio-
nes que éste supone para los miembros del mismo.
Las configuraciones sistémicas pueden ser importantes en la labor de hacer
accesible la comprensión para cualquier profesional interesado, sobre lo que su-
ponen las implicaciones sistémicas para cada uno de los miembros de una comu-
nidad.
La visión sistémica significa un cambio de mirada. No resulta fácil mirar de dis-
tinta manera porque se necesita un gran esfuerzo para posicionarse de otra forma y
ver las cosas desde otras perspectivas.
Cronen y Harris (1979) desde sus comparaciones entre las diferentes perspec-
tivas de la cultura humeana-reduccionista y la cultura sistémica-revisionista nos
aportan la justificación para que nuestro trabajo, como profesionales de la inter-
vención comunitaria, pueda apoyarse en unas teorías que no dejen lugar a unas
intervenciones comunitarias sometidas al mero discurrir de los hechos por no
estar planificadas previamente. Por el contrario, cuando existe una fundamenta-
ción teórica y práctica que avala las intervenciones lo que ocurre tiene una justi-
ficación previa. Los objetivos planteados previamente para la intervención co-
munitaria suponen unos resultados esperados que son los que después podrán ser
evaluados en función de los resultados obtenidos.

La cultura sistémica-revisionista nos proporciona una visión sistémica del


mundo, mediante la cual el objeto de la ciencia es un sistema de estructuras co-
existentes y organizadas jerárquicamente. Las partes están contextualizadas y
definidas por el Todo, de tal forma que las pequeñas unidades no pueden ser
entendidas sin una referencia a unidades más extensas. Así, el miembro de la
comunidad que realiza una configuración sistémica lo que representa es un siste-
ma disfuncional por una alteración de la posición jerárquica que ocupan las dife-
rentes estructuras comunitarias y sus miembros. Dichas estructuras se pueden
comprender a la vista de la configuración sistémica que posibilita la visión del

40
Modelos de intervención comunitaria

Todo. La comprensión hace posible situar a cada miembro de una comunidad en


el orden jerárquico que les corresponde.

Cuadro 1.  Comparación entre las culturas humeana y sistémica

Parámetros de comparación Cultura humeana-reduccionista Cultura sistémica-revisionista


1.  Perspectiva metafísica Visión mecanicista del mundo. Los Visión sistémica del mundo. El objeto de
objetos de la ciencia son corpúsculos en la ciencia es un sistema de estructuras
vacío. La totalidad es un agregado de las coexistentes organizadas jerárquicamente.
partes que pueden ser estudiadas Las partes están contextualizadas y defi-
independientemente. Las unidades más nidas por el todo. Las más pequeñas uni-
significativas son las más pequeñas. dades no pueden ser entendidas sin una
referencia a unidades más extensas.
2.  Perspectiva epistémica La mente recibe datos sensoriales de La mente organiza e interpreta los datos
sucesos directos y temporales que pue- sensoriales para formar modelos de
den ser experimentados como contin- estructuras coexistentes que constituyen
gentes y sucesivos, pero no es posible los objetos de la ciencia.
demostrar sus conexiones necesarias.
a)  Unidades de observación Son preferidas las más pequeñas. Las unidades de observación varían,
Las observaciones pueden hacerse en pero no pueden ser confinadas a las
cierta medida sin la ayuda de teorías unidades microscópicas.
previas.
b) Causación La existencia de conexiones necesarias Las conexiones entre estructuras son un
entre los sucesos no es conocible. Todo producto de las causalidades postuladas
lo que podemos conocer son asociacio- en los modelos. Las causalidades de las
nes estadísticas. Estas asociaciones pue- estructuras permiten tres tipos generales
den ser organizadas en forma de leyes. de conexiones entre acontecimientos.
La existencia de una «ley» refleja una Los debidos a: 1) la fuerza nómica,
generalización desde asociaciones esta- 2) fuerza lógica y 3) fuerza práctica.
dísticas de más bajo orden. No refleja Estas fuerzas pueden actuar simultánea-
una proposición sobre calidad o poder mente.
explicativo de los objetos.
c)  Proceso de desarrollo teórico La construcción teórica comienza con La construcción teórica comienza con
el registro de la asociación entre fenó- las modelaciones del sistema en estudio.
menos. El conocimiento surge desde el El modelo no sólo dirige las observa-
pequeño conocimiento de las cosas ciones, sino que especifica también el
hasta las leyes generales que resumen las significado de las asociaciones estadísti-
contingencias observadas. cas posiblemente observadas.
3.  Forma de presentación de la teoría La teoría debe ser presentada en la La teoría puede tomar cualquier forma
forma de cadena formal deductiva, de las de presentación. A menudo tomará la
leyes generales a los casos particulares. forma analógica.
Elaboración propia a partir del trabajo de Cronen y Harris (1979), cit. en Parra de Luna, (1992: 60).

41
Redes comunitarias y avances de supervisión en trabajo social

Lo importante es la modelización del sistema comunitario. En las configura-


ciones sistémicas se modeliza a las comunidades desde las fuerzas nómicas, lógi-
cas y prácticas que pueden actuar simultáneamente en cada uno de los momentos
de la configuración sistémica.
Otra noción útil es la de sentido, la cual está en relación directa con el obser-
vador. No es posible realizar una observación que ya de antemano no implique
un sentido. Por ello, el trabajador social parte de un sentido previamente estable-
cido mediante la diferencia que supone representar un sistema, sabiendo que sólo
puede conocer las autorreferencias existentes para establecer similitudes entre
sistemas diferentes.
Los sistemas comunitarios que se manifiestan por medio de los representan-
tes, en las configuraciones sistémicas, proporcionan unas informaciones que es-
tán en la memoria grupal, comunitaria. No se conoce de manera cierta dónde se
ubica físicamente el almacenamiento de estas informaciones, pero lo que resulta
evidente es que el método de las configuraciones sistémicas posibilita el acceso a
estas informaciones relacionales cuya explicación a veces es bastante compleja. Si
fijamos nuestra atención en las informaciones del sistema familiar podemos afir-
mar que el sistema no engaña, no miente y sus informaciones son útiles para
solucionar los problemas que aparecen.

2.3.1.2.  Conceptos fundamentales de la teoría sistémica para la comunidad

Algunos de los conceptos más importantes del modelo sistémico, aplicados a


la intervención comunitaria fueron los de circularidad, neutralidad e hipotetiza-
ción (Selvini y Gabrielli, 1980: 7-19). La circularidad fue fundamental porque
supuso un cambio de pensamiento. Se pasó de una causalidad lineal a una de
tipo circular. Lo importante ya no es buscar las causas de los efectos sino admitir
que estos son lo que son. Lo relevante ya no es saber si fue antes el huevo o la
gallina, sino que gallina y huevo son necesarios y una realidad. No se trata de
perder el tiempo ni las energías en buscar justificaciones sino en trabajar con lo
que se nos presenta. Los culpables y las culpas dejan de tener sentido y se pasa a
fijar la atención en la utilidades de lo ocurrido en los «para qué» de los fenóme-
nos presentados. En dicho sentido, se puede decir que se puede investigar para
predecir la utilidad futura de los hechos, que es lo que la ciencia y los investiga-
dores han buscado desde hace siglos para poder adelantarse al futuro.

42
Modelos de intervención comunitaria

Los cambios de pensamiento nunca fueron fáciles y menos cuando el cambio


es tan radical que supera las formas existentes. El pensamiento circular, una vez
asumido, es fenomenológico y fundamental para la intervención comunitaria y
para un nuevo modelo de «buena práctica» profesional (Gómez, 1998: 272-279).
Así, para Jonhson (cit. por Sánchez, 2000: 181) la intervención profesional es la
acción específica realizada por un profesional en relación con los sistemas huma-
nos y los procesos mediante los cuales se producen cambios.
La neutralidad se aproxima a lo que es la empatía en el modelo de escucha
activa difundido por Rogers. Ésta supone una actitud consciente para intervenir
en favor de cada uno de los miembros de la familia y de ésta en su conjunto. Se
puede afirmar que la neutralidad no existe, sólo es posible sabiendo que cuando
alguien nos cae bien o mal sólo podemos ayudarle si conseguimos que dichos
sentimientos no impidan la relación que establecemos con él con el fin de ayu-
darle. Y es a partir de ahí donde surge la idea, abordada por algunos autores, de
que el observador y lo observado son la misma cosa (Gómez, 1998). De ahí, sur-
ge un nuevo modelo de intervención profesional donde debemos dar un salto
cualitativo, y elevar nuestro punto de mira para poder atender y ayudar a la co-
munidad en su conjunto, por una parte, y a cada uno de los miembros que la
forman por otra. No debemos olvidar que los problemas por los que atraviesan
los miembros de una comunidad tienen una relación directa con las diferentes
formas que cada uno tiene de ver las cosas y con la incomprensión que surge
entre ellos por esas diferentes maneras de ver las cosas.
La hipotetización es muy útil como auxiliar para impedir que el profesional
sea absorbido por el pensamiento lineal que con tanta fuerza le expresan los
miembros de una comunidad. La hipótesis ayuda así a pensar de forma circu-
lar, ya que debe ser formulada en términos relacionales, globales y sistémicos,
en el sentido de incluir a todos los miembros. Es decir, debe ser una suposición
sobre las relaciones y no sobre los hechos o datos concretos, tiene que incluir a
todos los miembros de la familia y ha de ser formulada teniendo en cuenta a la
comunidad como un sistema y a sus miembros como subsistemas que forman
parte de ese sistema. Los subsistemas son citados por Minuchin (1990, cit. por
Sánchez, 2000: 312-313) como el holón conyugal, el holón parental, el holón
filial y el holón fraterno.
Otro concepto de interés es el genograma que representa de una manera grá-
fica el mapa de relaciones comunitarias incluyendo tres generaciones. Según
McGoldrick y Gerson (1997) implica tres pasos: el trazado de la estructura fami-

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Redes comunitarias y avances de supervisión en trabajo social

liar, el registro sobre las informaciones de la familia y la representación de las


relaciones existentes en ella. La estructura comunitaria se dibuja mediante un
mapa en el que aparecen jerárquicamente ordenados sus miembros, con infor-
maciones de ellos como sus nombres, edades, fallecimientos, profesiones, etc.

Algunos autores como Boszormenyi-Nagy (1983), Bowen (1991) y otros han


dejado claro que el hecho de que un individuo se convierta en autónomo no sólo
no supone la ruptura con su familia de origen sino que estas relaciones comuni-
tarias permanecen activas a lo largo de toda la vida y pueden ejercer unas in-
f luencias desconocidas sobre el destino del individuo.

Toda persona nace de unos padres y ello implica un patronímico, unas con-
diciones existenciales dadas, una historia y una cultura familiar y comunitaria.
Así cada miembro de la familia por el hecho de pertenecer a ella va a tener unos
derechos y unas responsabilidades. A esto es lo que se ha denominado legado o
patrimonio y lealtad.

Todos pertenecemos a una familia y ello supone unas deudas y unos méritos
que condicionan nuestra identidad. Nacer a través de unos padres supone recibir
de ellos el reconocimiento como ser humano y esto es lo que, tal vez, suponga
uno de los motivos que más inf luyen en la personalidad de cada uno. Salem,
(1990: 62) afirma que la manera como cada uno acata sus obligaciones familiares
determinará su calificación o su buen camino (entitlement) en la vida, tanto en su
contexto familiar presente y futuro como en otros sectores de su existencia. La
noción de buen camino abarca muchas entidades. Y a la vez tenemos una «mi-
sión» que nos corresponde o se nos asigna inconscientemente en la familia, el
mérito o demérito que contraemos cumpliendo o no esta misión y la imagen que
finalmente nos hacemos de nosotros mismos a partir de estas dos premisas (ima-
gen que no descansa sobre una representación fantasmática de nuestra identidad,
sino sobre datos concretos y existenciales).

Otro concepto más que queremos referir por ser de suma utilidad para inter-
venir es el de ordenación jerárquica. Todo sistema se estructura de tal manera
que unos miembros ostentan más responsabilidad y poder que otros para decidir
todo aquello que afecte al conjunto familiar, a la supervivencia del grupo fami-
liar. A estos miembros les corresponde en la familia la ayuda, la protección y el
cuidado familiar. Por ello, Haley (1980) afirma que toda disfunción familiar
tiene que ver con el mal funcionamiento de una estructura jerárquica dentro del
sistema familiar.

44
Modelos de intervención comunitaria

Desde hace tiempo algunos de los profesionales implicados en la interven-


ción comunitaria han ido planteando unas teorías fundamentadas en la «persis-
tencia» y otras teorías diferentes basadas en el «cambio», pero hasta el momento
presente ninguno había abordado ambas magnitudes a un mismo tiempo, una
«teoría de la persistencia y del cambio». La persistencia y el cambio pueden ser
considerados conjuntamente, a pesar de su naturaleza aparentemente opuesta.
Muchas veces atendemos a una persona o a una comunidad afectada por un pro-
blema, de un modo continuado en el tiempo, de forma repetitiva, que a pesar de
los intentos y esfuerzos que realiza para modificar su situación no logra cambiar
ninguna de las condiciones que dan lugar a dicha situación.
Existen, según Watzlawick (1992, 1995), dos tipos diferentes de cambio:
El primer tipo de cambio se denomina «cambio de primer orden» o cambio-1 y
al segundo, «cambio de segundo orden» o cambio-2. En el cambio-1 los parámetros
individuales varían de manera continua pero la estructura del sistema no se altera.
En el cambio-2 el sistema cambia cualitativamente y de una manera discontinua. Se
producen cambios en el conjunto de reglas que rigen su estructura u orden interno.
La capacidad de aprender está relacionada con el cambio de segundo orden
(cambio-2). Los sistemas que tienen la capacidad de variar de manera cualitativa
son mucho más capaces de adaptarse a las alteraciones de su ambiente que los
sistemas que sólo admiten cambios de primer orden (cambio-l).
El cambio-1 se basa en gran medida en la retroalimentación negativa, que
equilibra las desviaciones y mantiene el sistema en un nivel constante. El cam-
bio-2 se basa en la retroalimentación positiva, que aumenta las desviaciones e
inicia así el desarrollo de nuevas estructuras.
Cuando una comunidad solicita ayuda por la aparición de síntomas en alguno
de sus miembros, si el objetivo del profesional es conseguir que la comunidad vuel-
va a la situación que existía antes de la crisis, el cambio que está persiguiendo pro-
ducir es un cambio-1. Si, al contrario, el objetivo es crear nuevas pautas de con-
ducta, nuevas estructuras comunitarias y el desarrollo de mejores aptitudes para
resolver los problemas, lo que se está intentando proporcionar es un cambio-2.
Vamos a referir unos ejemplos que ilustren mejor lo anterior:
El equilibrista del circo que intenta mantenerse en lo alto de una cuerda debe
hacer pequeños movimientos para no caerse. Esto sería, para Watzlawick (1992),
un ejemplo de cambio-1.

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Redes comunitarias y avances de supervisión en trabajo social

Otro ejemplo, del mismo autor, es una persona que tenga una pesadilla que
puede hacer muchas cosas dentro de un sueño: correr, esconderse, luchar, gritar,
etc. Pero ningún cambio verificado de uno de estos comportamientos a otro
podrá finalizar la pesadilla.
A esta clase de cambio lo denominaremos como cambio-1. El único modo
de salir de un sueño supone un cambio del soñar al despertar. El despertar, desde
luego, no constituye ya parte del sueño, sino que es un cambio a un estado com-
pletamente distinto. Esta clase de cambio la denominaremos cambio-2; es por
tanto, cambio del cambio.
Cuando actuamos con comunidades, observamos que muchas de las solucio-
nes intentadas por ellas para resolver el problema por el que consultan son cam-
bios-l, ya que estos intentos de cambio no consiguen modificar «cualitativamen-
te» las relaciones entre los miembros, es decir, las estructuras del sistema
comunitario (Cit. por Gómez, 2007: 165-167).

2.3.2.  El modelo fenomenológico

La fenomenología como corriente filosófica nació en Alemania y, por eso,


creemos que el modelo de las configuraciones sistémicas es un modelo fenome-
nológico porque su creador, Hellinger, al ser alemán ha recogido dicha corriente
de pensamiento que estaba impregnando las ciencias sociales y humanas. Incluso
Max Weber y su esposa estaban entre el grupo de amigos intelectuales de Jung
(Noll, 2002: 104), autor que trató sobre el alma colectiva alemana desde un pun-
to de vista fenomenológico.
En el ámbito de la sociología se ha criticado epistemológicamente este mode-
lo por suponer una oposición a las corrientes de la investigación empiristas, las
cuales son las que han logrado un mayor desarrollo.
En nuestras sociedades avanzadas las personas tienen cubiertas sus necesida-
des básicas. Casi seguro que, como nunca las habían tenido a lo largo de la his-
toria. Sin embargo, el nivel de desarrollo logrado ha inducido a fijar más la
atención en seguir aumentando dicho desarrollo que en atender a las personas en
aquello que les ocurre. Para aproximarnos a una persona y poder comprender lo
que le ocurre, cuál es su situación, lo primero que debemos hacer es escucharle.
Cuando escuchamos al otro atentos a sus vivencias podemos lograr comprender
lo que le sucede. En esto, básicamente consiste el método comprensivo, el cual
tiene como objetivo principal la búsqueda de sentido.

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Modelos de intervención comunitaria

El método comprensivo (Gómez, 1998: 53-55) persigue la búsqueda de sen-


tido y las nuevas teorías del conocimiento plantean que la información no se
puede procesar, lo que se puede procesar son señales, por ello el observador y lo
observado son lo mismo y se co-construyen mutuamente (Foerster, 1997).
Las explicaciones anteriores sobre la comprensión del hombre y el sentido de
su vida podrían ser la fundamentación para la creación de microprácticas que
puedan dar lugar a teorías sobre la búsqueda y el desarrollo del sí-mismo.
Carl Roger vivió gran parte del siglo xx en los Estados Unidos, por lo que el
clima social de dicha época marcó su obra. La Segunda Guerra Mundial, así
como la Guerra de Corea, en 1950, y la del Vietnam unidas a las disputas racia-
les, el resurgimiento para la ciencia con la llegada, en 1969, del hombre a la luna,
el comienzo de la cibernética, las comunicaciones por satélite, los primeros tras-
plantes de órganos, etc., inf luyeron sin duda en Rogers, que intentó dar respues-
ta a algunos de los problemas con los que se enfrentaba la sociedad americana,
como los relativos a las relaciones entre las personas, ante la enorme necesidad de
nuestro tiempo de poseer más conocimientos básicos y métodos más eficaces
para manejar las tensiones en las relaciones humanas.
«Los asombrosos avances del hombre hacia la conquista del espacio infinito,
así como del mundo, también infinito, de las partículas subatómicas parecen faci-
litar el camino hacia la destrucción total de nuestro mundo, a menos que logre-
mos avances análogos en la comprensión y el manejo de las tensiones entre las
personas y grupos. Los conocimientos que ya poseemos son poco reconocidos y
utilizados, pero si fueran empleados de una manera adecuada, ayudarían a aliviar
las tensiones raciales, económicas e internacionales existentes, si se utilizaran con
propósitos preventivos, contribuirían al desarrollo de personas maduras, com-
prensivas, capaces de enfrentar con éxito el surgimiento de eventuales tensiones
futuras» (Rogers, 1989: 11).

Es difícil practicar o, incluso, comprender este modelo de intervención si no


aceptamos previamente una posición de tipo antropológico. Es una filosofía de
tipo práctico la que nos ha de llevar a planteamientos diferentes en torno a la
persona, a la ciencia y a la educación. Los tres aspectos principales de su filosofía
son los siguientes:

a) Fe en el ideal democrático. Su modelo conlleva en quien lo realiza una concep-


ción democrática del hombre y de la sociedad. Dicha concepción se fundamen-
ta en un respeto profundo por la persona y por su derecho inalienable de llegar

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Redes comunitarias y avances de supervisión en trabajo social

a ser independiente y autodirectiva. Toda persona tiene derecho a controlar su


propia existencia, a decidir por sí sola cuáles son los medios más eficaces para
alcanzar sus objetivos, a ser un individuo libre e independiente en una sociedad
libre y democrática. Su modelo supone una protesta contra todo tipo de mani-
pulación y control que se efectúe sobre la persona.
b) Consideración optimista del ser humano. Al contrario de otras teorías psicoló-
gicas, como la psicoanalítica, que suponen una posición pesimista del hombre,
la teoría de Rogers se caracteriza por suponer una filosofía optimista de la na-
turaleza y de la persona.
«Uno de los conceptos más revolucionarios salidos de nuestra experiencia es
el reconocimiento insistente de que el centro, la base más profunda de la natura-
leza humana, los repliegues más íntimos de la personalidad, el fondo de su natu-
raleza “animal”, todo esto es naturalmente positivo, fundamentalmente social,
orientado hacia el progreso y realista» (Rogers, 1989).
c) Confianza en la capacidad del individuo. Lo que eleva al hombre por encima
del resto del mundo animal es su capacidad de conciencia que le permite actuar
libre y responsablemente. Su filosofía humanista, optimista, se materializa en la
intervención de una confianza sin límites en la capacidad individual.

Rogers desarrolló un método fenomenológico de escucha empática que ha


tenido grandes repercusiones y resultados como modelo terapéutico, de los que
no daremos cuenta aquí, y sobre todo en el desarrollo de lo que en el mundo
anglosajón se ha denominado «counseling», asesoramiento. El asesoramiento ha
dado lugar o ha tenido que ver con el desarrollo de una gran mayoría de los di-
seños actuales de la formación de postgrado y de las dinámicas de grupos, apoya-
das por el «role playing» o intercambio de roles, y utilizadas mediante la grabación
audiovisual de las sesiones grupales.
El pensamiento de Rogers supone una aproximación fenomenológica al estu-
dio del hombre, y en ese sentido nos resulta muy útil para la intervención comu-
nitaria porque supone un paso en la compresión de lo que ocurre con la aplicación
de las configuraciones sistémicas. Además, nos ha servido para comprender feno-
menológicamente a las comunidades como sistemas que tienen sus propios códi-
gos culturales. Estos códigos son más fácilmente comprensibles si podemos am-
pliar el foco de nuestras observaciones para poder mirar lo que ocurre. Este es el
sentido del modelo de intervención de Rogers, el cual nos ha ayudado a integrar

48
Modelos de intervención comunitaria

lo que supone exponerse a un fenómeno, la comunidad como sistema, para desde


su comprensión poder abordar la resolución de los problemas que se presentan.
La aplicación que hizo Rogers está basada en el diálogo y en la atención a los
sentimientos del entrevistado y del entrevistador. Mientras que las configuracio-
nes sistémicas se fundamentan en las imágenes que observamos en las represen-
taciones sociales realizadas en las dinámicas grupales, utilizándose los diálogos
únicamente para reforzar el cambio de imágenes que se dan en un momento
determinado (Gómez, 2007: 148-160).

2.3.3.  La teoría de la comunicación humana en las relaciones comunitarias

El método de las configuraciones sistémicas supone priorizar los aspectos


analógicos de la comunicación sobre los aspectos digitales, que son sobre los que
hasta ahora se había venido apoyando, principalmente, la intervención comuni-
taria. Ello supone unas consecuencias nuevas y distintas para dicha intervención,
porque se puede avanzar en la realización de experimentos para intervenir a ni-
vel grupal y comunitario que después puedan ser estudiados.
El axioma de la comunicación humana que plantea los dos niveles de la co-
municación, un nivel de contenido y otro de relación que es una metacomuni-
cación, nos permite abordar la relación que se da entre dos individuos en unos
términos diferentes a como se había venido produciendo hasta la actualidad.
Metacomunicar sobre las relaciones interpersonales permite que estas puedan ser
estudiadas e investigadas comunitariamente. Estos aspectos comunicacionales
han estado escasamente presentes en las intervenciones comunitarias realizadas
hasta hace muy poco tiempo, y nosotros las incorporamos por su utilidad para
abordar los sistemas comunitarios como sistemas relacionales, donde las distintas
estructuras están en constante relación dinámica que puede abordarse desde la
intervención comunitaria.
Los axiomas de la comunicación humana también nos aportan una visión
jerarquizada en términos comunicacionales de las relaciones entre los sujetos, y
ello apoya algo muy importante para nuestro método de intervención comuni-
taria que consiste en ordenar jerárquicamente las partes de una comunidad que
se muestran en desorden disfuncional.
Entender la comunicación en términos de su imposibilidad para dejar de
existir, ya que todo es comunicación, es dar un salto cualitativo para posicio-

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Redes comunitarias y avances de supervisión en trabajo social

narnos muy lejos de la afirmación «no se comunican», referida a que dos o más
personas no hablan entre sí. Esto tiene relación con la escalada simétrica o lo
que Watzlawick. (1986) denomina «puntuación de las secuencias de los he-
chos».
La forma de resolver problemas, de hacer frente a los conf lictos, de llegar a
un entendimiento con los demás dependen de la forma en que nos comunique-
mos y la comunicación supone distintas formas o maneras de relacionarnos. Las
relaciones interpersonales son de gran importancia para la convivencia y por
tanto para la vida.
Hacemos referencia a este modelo porque nos parece de suma importancia
para el desarrollo personal, grupal y comunitario. Pues, tenemos la certidumbre
personal de que si en el sistema educativo se incluyeran, desde los niveles más
bajos, materias que enseñaran a los niños y niñas a comunicarse, a interrelacio-
narse mejor, los sistemas educativos formarían de otra manera, teniendo más en
cuenta el ser, la persona que el adquirir informaciones, que a veces no llegan a
ser útiles.
La empatía, el saberse poner en el lugar del otro, supone establecer una re-
lación interpersonal de ayuda pertinente para el otro, pero ahora vamos a citar
brevemente los axiomas de la comunicación humana (Watzlawick, y
otros, 1986: 49-71) en la creencia de que sus planteamientos ayudan a dar nue-
vas y distintas explicaciones para la relación de ayuda, y por tanto a las relacio-
nes interpersonales comunitarias. Los axiomas de la comunicación humana son
(Gómez, 2007: 142):
I.  Todo es comunicación.
La idea de que no existe la no comunicación, de que todo lo que hacemos es
comunicación resulta de sumo interés, pues cambia la forma de entender las
relaciones humanas.
II.  Lo digital y lo analógico en la comunicación.
Lo que hablamos, lo que escribimos forma parte del aspecto digital de nuestro
mensaje. La parte no verbal de nuestro mensaje tiene que ver más con nuestro
ser, con nuestros sentimientos, con nuestros estados de ánimo, y por ello lo no
verbal, lo analógico, da más información de nosotros mismos que lo que deci-
mos en un momento determinado.

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