Etapas Del Constitucionalismo Peruano

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REPÚBLICA, CONSTITUCIONES Y DEMOCRACIA EN EL

PERÚ

REPUBLIC, CONSTITUTIONS AND DEMOCRACY IN PERU


Teodoro Hampe Martínez
Pontificia Universidad Católica del Perú

Recensión de / Review of: Chanamé Orbe, Raúl. La República inconclusa. 3a


ed. Lima: Derrama Magisterial, 2015. 554 p.

Palabras clave: república, constituciones, democracia, Perú

Keywords: republic, constitutions, democracy, Peru

Esta obra escrita por el Dr. Raúl Chanamé Orbe, profesor principal de la
Universidad de San Marcos y ex decano del Colegio de Abogados de Lima, se
plantea por qué la República no ha sido viable en el pasado y vislumbra
soluciones para el futuro en el Perú. Se ha dicho, con acierto, que este enfoque se
justifica porque hace falta abordar los estudios constitucionales sobre bases
ontológicas renovadas, a fin de promover el diálogo y la discusión de aquellos
temas que conduzcan a una adecuada comprensión del país, no sólo desde el
punto de vista normativo, sino integrativo y multidisciplinario.
En el ámbito peruano, los estudios de historia constitucional han sido
dispersos y ocasionales, y el estado incipiente de las investigaciones no permite
establecer todavía una periodización consensual. Por su parte, Chanamé Orbe,
buscando establecer una relación entre Constitución y régimen político y entre
texto (normativo) y contexto (social), propone la siguiente periodización: 1. La
República utópica (1821-1860). 2. La República práctica (1860-1879). 3. La
República tutelada (1879-1979). 4. La República inconclusa (1979-hasta la
actualidad).
A través de esta valiosa contribución histórico-jurídica los peruanos
podemos reflexionar sobre el proceso que ha vivido el país en los últimos 200
años, ya que el libro ofrece un repaso a las Constituciones que ha tenido nuestro
país desde los albores de la Emancipación. El capítulo I trata la Constitución de
Bayona y la Constitución de Cádiz. El capítulo II trata el Estatuto Provisional de
San Martín (1821) y las Constituciones de 1823, 1826, 1828, 1834 y 1839. El
capítulo III trata las Constituciones de 1856, 1860 y 1867. El capítulo IV trata el
Estatuto Provisorio de Piérola (1879) y las Constituciones de 1920 y 1933. El
capítulo V, por último, trata las Constituciones de 1979 y 1993.

Con respecto a la primera versión de esta obra, que saliera por el Fondo
Editorial de la Universidad Inca Garcilaso de la Vega (2012; reimpresa luego en
Constitución Política del Perú comentada, 2014), se han producido algunas
variaciones notables en la estructura, la presentación y la propia terminología de
análisis.

Historia Constitucional
ISSN 1576-4729, n.16, 2015. http://www.historiaconstitucional.com, págs. 455-458
Teodoro Hampe Martínez

El texto de Chanamé contiene ahora una selección de 19 documentos


históricos, que cubren desde 1810 (Cortes de Cádiz) hasta 1978 (Asamblea
Constituyente), y se complementa con cerca de cuarenta gráficos y tablas
estadísticas, que hacen más didáctico el discurso del autor. También es útil el
índice onomástico, que facilita el seguimiento de nombres y personajes. Se cierra
el volumen con un minucioso registro bibliográfico y de soportes cibernéticos, de
más de 30 páginas, y con una cronología de hechos relevantes para la historia
política y constitucional del Perú.
En esta nueva edición, rescatamos el lúcido prólogo escrito por el profesor
Pablo Helí Ocaña Alejo, Presidente del Directorio de la Derrama Magisterial. De
manera directa señala que todas las Constituciones peruanas han proclamado la
República; no obstante, esta nunca ha funcionado de manera cabal, por la
existencia de «prácticas cesaristas, costumbres oligárquicas y muchos que
todavía viven en la servidumbre de Espartaco» (p. 21). De modo general, en la
evolución histórica de 200 años hemos adolecido de una República sin
ciudadanos, sin instituciones y sin democracia. Pues debe tenerse en cuenta que
sin una ciudadanía que represente a la mayoría, es insustancial cualquier forma
republicana, y la democracia resulta una simple quimera.
Desde inicios del siglo XIX hemos tenido república, constituciones y un
régimen que se autoproclama democrático; pero también carencia de prácticas
propiamente ciudadanas. Ha habido partidos políticos, pero faltaban convicciones
para aceptar la alternancia, la rotación e incluso el recambio, sin recurrir a la
asonada y al cuartelazo. Había Constitución, pero incluso los que reclamaban
respeto a la democracia, no estaban dispuestos a acatarla. «Somos ―concluye el
citado prologuista― un país de formas, de normas, de solemnidades, donde las
instituciones republicanas han convivido con tradiciones autoritarias y
premodernas» (p. 26).
Chanamé Orbe señala que la idea republicana, originalmente minoritaria en
el Perú, toma forma tras el fracaso de la Constitución de Bayona, la defraudación
de Fernando VII sobre Cádiz, la fallida rebelión con pretensiones republicanas en
Recife, Brasil (1817), la crisis gubernamental en Argentina y Chile, la
restauración monárquica en Francia y la reconocible estabilidad norteamericana.
Los reveses militares dieron consistencia al discurso de los liberales, que se
definió republicano y separatista. Llegar a esta situación demandó varias décadas
de asonadas, rebeliones, desengaños, discusión, debate doctrinario y
constitucional. Había triunfado la idea, se creaba la ilusión, empezaba la utopía
republicana.
Desde 1821 se proclamó, pues, «la voluntad general», «la soberanía popular»
y «la participación ciudadana». Pero estas máximas fueron corrompidas por una
forma perversa de representación que surgió de los sables de la guerra: el
caudillismo militar, que prescindió de las formas republicanas y de mínimas
atribuciones democráticas. El nacionalismo que se puso en boga contra la
Constitución Bolivariana de 1826, nuevamente apareció frenético tras el
establecimiento de la Confederación Perú-Boliviana (1836-1839), un proyecto
alentado por los liberales más ilustrados y comandado por el mariscal Andrés de
Santa Cruz, cuyo ideal pan-andino buscaba frenar el expansionismo de países
vecinos que no habían definido con precisión sus fronteras nacionales.

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República, constituciones y democracia en el Perú

La anomia estatal nos hizo pasar de los proyectos provinciales a utopías


como aquella de la Confederación. El intento fracasó por la oposición de los
señoríos del norte del Perú, el cesarismo boliviano, la oposición chilena y un
chauvinismo peruano carente de visión estratégica; conduciendo el país
directamente a una mayor fragmentación interna y debilidad internacional. Como
reacción al federalismo de la Carta liberal de 1834, la Constitución de Huancayo
(1839) desembocó en el otro extremo: el centralismo, desapareciendo a las
municipalidades e inclusive las Juntas Departamentales, devolviéndonos a la
etapa borbónica, con el restablecimiento de las intendencias de la época virreinal.
En materia política, la recia guerra civil que la precedió, y la dominante
personalidad de Gamarra, configuraron un régimen personalista y autoritario. Lo
cierto es que el centralismo minó la democracia y vulneró la república.
De las «jugosas indemnizaciones» permitidas por la explotación del guano
aparece en el escenario político (a partir de 1847) una clase que, estimulada por
el propio Estado, pretende liquidar en el orden institucional a los caudillos
militares y someter a las oligarquías, y en el plano de la burocracia estatal asume
su centralización y efectivo fortalecimiento. El ambiente político se estabiliza con
el férreo liderazgo de Ramón Castilla, quien buscó ganarse a la intelectualidad
liberal mientras neutralizaba al militarismo sultánico. La abolición del tributo
indígena fue el máximo aporte de los liberales. Estos, encabezados por los
hermanos Gálvez, pretendieron igualar a los nativos dándoles el sufragio
universal en la Constitución de 1856. El intento fracasó, pues por la simple
legalidad electoral pretendían crear una ciudadanía en el campo, donde la
mayoría vivía atada a los usos neofeudales del gamonalismo.
Dentro de este contexto, el proyecto civilista agrupará a sectores
económicamente heterogéneos: así hallamos en sus cuadros directivos a
comerciantes guaneros, grandes hacendados costeños, financistas, prominentes
abogados, altos oficiales de la Marina y el Ejército. Para algunos el civilismo «es
un verdadero Estado burgués en gestación» (p. 300), para otros una mera
frustración. Después de la guerra del Pacífico, el programa original del civilismo
―moderadamente liberal― devendrá en un estilo oligárquico, que apenas
recogerá las aspiraciones de sus primigenias bases populares. El Estado práctico
ideado por el Partido Civil, que la historiografía clásica ha denominado República
Aristocrática, oligárquica o plutocrática, se atrofió al perder sus canales
económicos, sus mentores y su base social, consumida en una guerra intestina a
expensas del proyecto «pragmático».
De todas formas, luego de una minuciosa lectura, me animo a registrar
algunas observaciones y sugerencias al reciente libro que comentamos. En el
siglo XVIII, el esquema administrativo del virreinato fue innovado mediante la
«nueva planta» introducida por los Borbones. Es propiamente este esquema el
que debería tenerse en cuenta como inmediato antecedente del
constitucionalismo pre-republicano, donde se incluye desde luego el Estatuto o
Constitución de Bayona, de 1808, cuyo proceso de elaboración y características
trata acertadamente el capítulo I.
En verdad, resulta algo discutible aplicar el término de «república
monárquica» ―tomado de Francisco García Calderón― al gobierno protectoral de
San Martín en el Perú. Esta denominación podría corresponder más propiamente
al esquema gubernativo de la Constitución vitalicia de Bolívar. Por otro lado, la
dimensión de la política internacional, que es tratada con relativa profundidad

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Teodoro Hampe Martínez

para las primeras décadas del siglo XX, no debería quedar al margen de la
observación relativa a las etapas anteriores de la historia nacional. Al fin y al
cabo, el Perú no fue el único país del hemisferio latinoamericano que recibió las
influencias del liberalismo y del progresismo tecnocrático en el siglo XIX (cap. III).
De hecho, el período de gobierno militar de Velasco representó la cancelación
de la llamada «República oligárquica» en el país: llevó a cabo la reforma agraria
(1969), complementada e intensificada por un paquete de sustantivas
innovaciones en la estructura social, económica y laboral. Por ello, sería deseable
agregar una interpretación de la racionalidad y alcances del Estatuto del
Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada, del Plan Inca y de otros
documentos fundamentales de aquel período (cap. V).
Por último, el capítulo VI ―«A manera de conclusión»― contiene 98
sentencias o afirmaciones, ordenadas en cinco puntos: (1) Constitución e historia;
(2) Constitución y realidad; (3) Constitución y cultura; (4) Constitución y
democracia; (5) Constitución y república. En un sentido comprensivo, estas
reflexiones finales vinculan de manera general el constitucionalismo con tres
coordenadas fundamentales: historia, realidad y cultura, que representan un
soporte valedero al abordar la inserción social del Derecho.
Hay que destacar, en suma, la notable envergadura de esta aproximación
histórico-jurídica, emprendida por un investigador y catedrático de Derecho
Constitucional, consciente de su rol académico y de sus atribuciones ciudadanas.
La República inconclusa de Raúl Chanamé Orbe plantea la necesidad de
reposicionar los conceptos acerca de la vida independiente y republicana en el
Perú, y llama la atención sobre que generalmente se ha excluido a la mayoría de
peruanos por su filiación quechua, aimara o amazónica, ya que la democracia
funcional no ha logrado pleno arraigo en esta sociedad.

Enviado el (Submission date): 12/03/2015


Aceptado el (Acceptance date): 22/04/2015

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